Conspiraciones y los horrores humanos ...

 

Ni reptilianos, ni terraplanistas, ni vacunas que modifican el ADN humano, ni los iluminatis. Mucho mas terrenales, las conspiraciones reales obedecen a los intereses imperiales de los Estados Imperiales.

Sergio Ferrari. Periodista argentino radicado en Suiza. Acreditado ante la ONU en Ginebra. Miembro de la redacción del cotidiano independiente Le Courrier  https://lecourrier.ch/, editado en Ginebra. Colaborador de UNITÉ, https://www.unite-ch.org/fr plataforma ONG de voluntariado solidario Norte-Sur y de diversos medios suizos y latinoamericanos. Escribe en Prensa Ecuménica

Lo desnudaron 80 periodistas de varios países. Entre las víctimas, al menos, 180 comunicadores de diversos continentes. La lista, sin embargo, sobrepasa los 50 mil teléfonos pinchados. El escándalo Pegasus alcanza dimensiones incalculables. Principal responsable: la firma israelí NSO Group.

Las noticias del tercer domingo de julio sacudieron el ámbito internacional y se multiplicaron como reguero de pólvora.  La Forbidden Stories, (https://forbiddenstories.org/fr/), iniciativa colectiva de investigación periodística con sede en Francia, denunció la interferencia de 50 mil teléfonos. Entre las víctimas, al menos, por el momento, 600 personalidades políticas (incluido el presidente francés Emmanuel Macron), 85 activistas de derechos humanos y 180 periodistas.

En la investigación participaron 80 periodistas de 17 medios informativos, entre los cuales The Guardian, Le Monde, Süddeutsche Zeitung, The Washington Post, Proceso y Aristegui Noticias de México, Radio France, Le Soir.

Responsables poderosos

La empresa israelí de seguridad informática NSO Group fundada en 2010, con relaciones muy estrechas con medios gubernamentales, aparece a la base de este escándalo. En 2015, la compró la sociedad norteamericana Francisco Partners por 145 millones de dólares. Dos de los socios fundadores la recuperaron en 2019 pagando 1.000 millones de dólares. En solo cuatro años, su valor había aumentado siete veces, indicativo de la importancia de sus negociados.

En la actualidad, el 70% del capital mayoritario de la firma con sede en Herzliya, Israel, le sigue perteneciendo a Francisco Partners, con sede en San Francisco, California –y con centros en Nueva York y Londres. Esta megafirma cuenta con 24.000 millones de dólares de capital y se autodefine como “una de las mayores y más activas empresas de capital privado del mundo, centradas en la tecnología”.

La NSO Group (https://www.nsogroup.com/ ), en su propio sitio Web, se presenta como “ciber inteligencia para la seguridad y estabilidad global”. Ante el escándalo de la cual se la responsabiliza, responde que “el informe de Forbidden Stories está lleno de suposiciones erróneas y teorías no corroboradas que plantean serias dudas sobre la fiabilidad y los intereses de las fuentes”.

El programa espía promovido y vendido por la NSO Group puede instalarse de forma remota en cualquier teléfono inteligente sin requerir ninguna acción por parte del propietario. Una vez instalado, le permite al intruso tomar el control total del teléfono. Y poder inspeccionar mensajes, videos, fotos, audios y contactos de la víctima. La NSO argumenta que “sólo recoge datos de los dispositivos móviles de personas sospechosas de estar implicadas en actividades delictivas y terroristas graves” y que su tecnología se ofrece solo a Estados.

Desenmascarados

Sin embargo, una filtración de datos inédita de 50.000 números de teléfono seleccionados desde 2016 hasta 2021, a la que han tenido acceso Forbidden Stories y Amnistía Internacional, muestra un doble discurso entre la realidad del uso cotidiano del software y las declamaciones públicas de la compañía.

Se identificaron números de periodistas de 21 países vigilados durante ese periodo. El consorcio investigativo, con el apoyo técnico del Laboratorio de Seguridad de Amnistía Internacional, pudo confirmar algunas de las interferencias mediante la realización de escaneos telefónicos, a través de los cuales fue posible contactar a los periodistas de forma segura. La mayoría de los profesionales “vigilados” se ocupan de temáticas muy delicadas de interés público y, en muchos casos, han confrontado críticamente a las autoridades de sus países denunciándolas por actos de corrupción, violaciones de derechos humanos etc.

Forbidden Stories publicó una primera lista no exhaustiva de 44 periodistas controlados por Pegasus (https://forbiddenstories.org/fr/pegasus-journalistes-sous-surveillance/ ), entre los que aparecen 11 mexicanos, así como comunicadores de España, Francia, Gran Bretaña, Hungría, India, Marruecos, Togo, Azerbaiyán y Ruanda. Y acaba de anunciar que continuará presentando, en los próximos días, otros elementos probatorios resultantes de su investigación.

De América Latina, México es el país más afectado. Del total de 50 mil teléfonos controlados, 15 mil números son mexicanos. Pertenecen, entre otros, a personas defensoras de derechos humanos, a varios familiares de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, a investigadores de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y a unos 25 periodistas.

Un caso emblemático de esa lista preliminar es el del periodista mexicano Cecilio Pineda. Su número fue solicitado por un “cliente” mexicano de la NSO, apenas unas semanas antes de su homicidio ocurrido el 2 marzo del 2017, en el Estado de Guerrero. El celular del comunicador asesinado no pudo ser verificado por Forbidden Stories ya que nunca apareció.

Pineda colaboraba con los periódicos La Jornada Universal desde 2012 y en su sitio Facebook publicaba videos e informaciones comprometedoras al poder seguidos por 50 mil suscriptores. Muchas de ellas denunciaban la relación de personalidades locales y estaduales con el narcotráfico y actividades delictivas. NSO Group negó que los datos extraídos del teléfono de Pineda contribuyeran a su muerte, aun teniendo en cuenta que su teléfono hubiera sido objeto de ataques.

Según Danna Ingleton, directora adjunta de Amnistía Tech, los análisis forenses han descubierto pruebas irrefutables de que el software espía de NSO ha conseguido infectar teléfonos de los modelos iPhone 11 e iPhone 12 mediante ataques sin clic a través de iMessage, “destrozando las características de seguridad y privacidad de Apple”.  Es posible que haya miles de teléfonos en peligro, advertía recientemente la experta ( https://www.amnesty.org/es/latest/news/2021/07/pegasus-project-apple-iphones-compromised-by-nso-spyware/ )

Y enfatizaba que NSO Group no puede seguir escudándose en el argumento que su programa espía se utiliza solamente para combatir la delincuencia. “Hay pruebas abrumadoras de que el software espía de NSO se emplea sistemáticamente para reprimir y cometer otras violaciones de derechos humanos. NSO Group debe dejar inmediatamente de vender su material a gobiernos que tienen un historial de abusos contra los derechos humanos”, enfatiza esta especialista de Amnistía Internacional.

Estas conclusiones, agrega, muestran que la industria de la vigilancia está fuera de control. “Los Estados deben suspender en todo el mundo, con carácter inmediato, la exportación, venta y uso de tecnología de vigilancia hasta que se establezca un marco regulador que respete los derechos humanos.”

Firme denuncia

Según la Federación Internacional de Periodistas (FIP), con sede en Bruselas, la lista de los/as 180 periodistas espiados/as incluye a reporteros/as de medios internacionales de comunicación, así como a periodistas autónomos que han sido blanco de regímenes que quieren saber cuáles son sus fuentes de información, buscan socavar su trabajo y, en algunos casos, incluso, intentan detener e impedir la publicación de sus reportajes.
La FIP, que reúne a más de 600 mil profesionales de medios de comunicación en 187 sindicatos, federaciones y asociaciones de más de 140 países, pone el énfasis en que el actual escándalo que acaba de explotar muestra la profunda vulnerabilidad de la libertad de prensa. Y sirve de ejemplo para mostrar cómo se está violando gravemente el derecho del público a estar informado.

En declaraciones a este corresponsal, Anthony Bellanger, secretario general de la FIP, reivindicó el “trabajo increíble de más de 80 periodistas de todo el mundo que han podido arrojar luz sobre los intentos irregulares de interferir en las comunicaciones privadas de los/as profesionales de medios”.

El deber de proteger las fuentes es la base del periodismo del que dependen las sociedades libres. Que esta filtración sea posible, pone de manifiesto los peligros inherentes a un programa tan potente, como peligroso, evaluó. “Sin una regulación sólida, es inevitable que déspotas y censores accedan a nuestra información más íntima”, sostiene el responsable de la FIP.

Bellanger informó que su federación está trabajando a nivel global sobre esta temática a través del Grupo de Expertos en Vigilancia, coordinado por Tim Dawson, ex presidente de la Unión Nacional de Periodistas (NUJ) del Reino Unido y enviado especial, en representación de la FIP, al juicio que en Londres se llevó a cabo contra el periodista Julian Assange en 2020 y 2021.

El software Pegasus se está utilizando como un algoritmo para socavar la democracia” enfatiza Tim Dawson. Para quien los contactos confidenciales son la base fundamental del mejor periodismo, el que denuncia el despilfarro, la incompetencia y la corrupción. La privacidad de las comunicaciones de los/as periodistas, ya sea por correo electrónico, mensajería móvil o teléfono, “debe ser sagrada”.

Como primera reacción ante el escándalo que acaba de estallar, la FIP llama a los/as periodistas a redoblar esfuerzos para salvaguardar sus propios datos. Una de las medidas que propone es el uso de varios teléfonos, incluidos los burner, que son menos susceptibles de ser hackeados por Pegasus. Los gobiernos deben garantizar en la legislación nacional la inviolabilidad de las comunicaciones de los/as periodistas, tanto como principio general como en el marco de leyes y reglamentos específicos y aquellos relativos a la vigilancia nacional. La comunidad internacional, por su parte, debe construir un régimen regulador que permita la inspección y regulación de todas y cada una de las empresas que suministran productos (como es el caso de la NSO) que tienen la capacidad de socavar estas libertades esenciales para la democracia.

Esto recién empieza

Al mismo tiempo que la Forbidden Stories confirma su decisión de continuar a develar informaciones sobre el programa espía utilizado ilegalmente, las voces se multiplican en el amplio conglomerado de afectados sobre futuras causas jurídicas contra la NSO, cuya reputación comenzó a caer aceleradamente en bolsas y mercados.

La ONG Reporteros sin Fronteras (RSF), en representación de varios de los afectados, inició el martes 20 en Francia una causa contra la empresa israelí. En declaraciones a la prensa, Christophe Deloire, secretario general de RSF, denunció como inaceptable el espionaje con el software Pegasus y anticipó la voluntad de su organización de hacer todo lo que esté en sus manos para que la empresa sea condenada.

Entre los afectados directos, la ONG subraya el caso de dos periodistas independientes marroquíes: Taoufik Bouachrine y Omar Radi. Ambos detenidos, con procesos legales arbitrarios –incluso denunciados por organismos internacionales– y condenados recientemente a penas de 15 y 6 años de prisión respectivamente.
También anticipó iniciar un proceso jurídico el periodista español Ignacio Cembrero, especialista en Medio Oriente y del Magreb, colaborador durante 30 años del cotidiano 
El País y otra víctima del Pegasus. Así como la periodista azerí Khadija Ismaïlova.

Por otra parte, personalidades individuales del mundo de los derechos humanos, como el abogado francés Joseph Breham, anunciaron su intención de presentar ante la justicia el control ilegal del cual fueron objeto.
El escándalo Pegasus se proyecta ya como tapa de noticias y carátula de prontuarios durante los próximos meses. La maquinaria tecnológica-empresarial israelí –que sostiene la ya conocida tarea de punta de los servicios de inteligencia nacionales e internacionales en todo el mundo—ocupa hoy el banquillo de los acusados. Y aunque trata de defenderse contra acusando a lo periodistas investigativos de Forbidden Stories, deberá aportar suculentas pruebas para zafar de las no menos consistentes acusaciones.

Este tipo de espionaje, sin duda, constituye un crimen alevoso. Sus corolarios directos: víctimas fatales y graves violaciones de los derechos humanos esenciales. La pulseada, nuevamente, se da hoy, entre periodistas y servicios de espionaje, es decir, entre la verdad y la fuerza.

En América Latina sabemos mucho de “espionaje” y conspiraciones reales. Especialmente en Argentina con las historias recientes asociadas al “lawfare” y con las no tan recientes que ofician como antecedentes del Plan Cóndor en tiempos de dictaduras militares.

Como con los fantasmas y las brujas, nadie creen racionalmente en su existencia … ¡Pero que las hay, las hay!

Este 18 de julio el espionaje globalizado dejó en claro que existe un multiverso paralelo creado por el complejo militar industrial estadounidense y que tiene en Israel su base más preciada enfocada en la ciber-vigilancia. El programa de hackeo Pegasus volvió a ser noticia por infectar al menos 50.000 celulares, según la revelación del colectivo de periodistas Forbidden Stories (Historias prohibidas) que avaló Amnesty International. El software espía es muy demandado por quienes odian toda expresión de soberanía política. Se trata de un sector del liberalismo que promueve democracias controladas, esas que demonizan liderazgos populares en nombre de la libertad o la República de Carrió, Laura Alonso o el golem con pies de barro Waldo Wolff.

En algunas ocasiones, cuando los titiriteros no pueden digitar gobiernos desde las puertas traseras de los smartphones, le ordenan qué hacer a sus creaciones políticas. Es el caso de la intervención de la Argentina en el golpe a Bolivia: procurar armamento y municiones bajo la amenaza de desatar guerras de baja intensidad. Algo parecido a lo ocurrido en tiempos de Ronald Reagan y George Bush (padre) sobre la región latinoamericana –que puede leerse en los documentos de Santa Fe IV–, en esta oportunidad bajo una nueva versión de la historia que tiene a Patricia Bullrich, Oscar Aguad y Mauricio Macri como protagonistas.

En 2017 se dio por descontado, tras la visita al país del ex premier Benjamín Netanyahu, que la Piba, el Milico y Macri compraron el software malicioso Pegasus desarrollado por NSO Group. Una operación imposible de realizar sin la mediación de Mario Montoto, viejo conocido de Bullrich en tiempos de insurgencia y terrorismo de Estado. El ahora empresario, en su carácter de titular de la Cámara de Comercio argentino-israelí, habría intervenido para cerrar la operación, que necesitaba la aprobación legal del gobierno del halcón Netanyahu, por tratarse ese spyware de material clasificado como bélico.

Cabe destacar que Montoto declaró en 2019 como testigo en la causa por espionaje ilegal en lo que conocimos como el Stornelli Gate, instruida entonces por el juez federal de Dolores, Alejo Ramos Padilla, quien pasó a La Plata en febrero de 2021. Luego esa causa se unificó con otras en Comodoro Py. Lo que sabemos es que el también ex mano derecha de Mario Firmenich durante la desastrosa contraofensiva de Montoneros mantuvo no pocas conversaciones con uno de los operadores de las SS macristas: el falso abogado Marcelo D’Alessio, que se paseaba por la tele mintiendo, principalmente, en el ciclo Animales Sueltos, cuando Alejandro Fantino actuaba de bastonero.

Recordemos que D’Alessio fue acusado por tentativa de extorsión al empresario agropecuario Pedro Etchebest para que declarara en contra de Cristina Fernández de Kirchner en la llamada “Causa de los cuadernos”, una investigación floja de papeles publicada por el diario La Nación. El fiscal Carlos Stornelli habría sido parte de una eventual asociación ilícita y, para escapar de las indagatorias, orquestó una bonita denuncia: se constituyó como querellante en el ridículo “Operativo Puf”, otro bolazo mediático curiosamente fundado en pinchaduras a no pocos ex funcionaros kirchneristas presos sin sentencia por la Doctrina Irurzun, en donde se llegó a violar la intimidad del actual diputado nacional y ex embajador en el Vaticano, Eduardo Valdés.

Para hacerla cortita: el operador judicial de Clarín, Daniel Pedro Santoro, cual carmelita descalza, dijo haber sido engañado por su fuente segura para publicar fake news. En junio pasado, la Cámara Federal porteña integrada (¡ups!) por el mencionado Martín Irurzun, Eduardo Farah y Roberto Boico, revocó el procesamiento del periodista. Dentro del tribunal de alzada hubo disidencias. Irurzun insistió en el sobreseimiento y la destrucción de la prueba, mientras Farah y Boico se limitaron a dictar la falta de mérito, de modo que continuara la investigación, no obstante la sospecha de la comisión de delito por parte del empleado de Clarín.

Pegasus

La investigación dada a conocer por Le Monde, The Guardian, The Washington Post, Süddeutsche Zeitung, The Wall Street Journal, entre otros diarios internacionales, identificó en el primer filtrado de datos a unos 600 políticos, 189 periodistas, 85 referentes de organizaciones de derechos humanos y 65 empresarios.

Menciona entre los espiados al Presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y al francés Emmanuel Macron. No es una novedad. En 2020 el mismo software se habría usado para acceder a los mensajes de WhatsApp de funcionarios paquistaníes vinculados a sectores de Defensa.

El propio Mark Zuckerberg demandó al NSO Group por hackear WhatsApp, que tiene como empresa matriz a Facebook. Zuckerberg no es un santo ni un defensor de los derechos humanos, pero le tocaron el código encriptado que dice asegurar la confidencialidad a sus usuarios y, con ello, un negocio recontramillonario acechado por Telegram.

En 2016, el activista árabe Ahmed Mansoor ya había alertado sobre la vulnerabilidad de los dispositivos iPhone, en base al descubrimiento de las empresas de seguridad informática Citizen Lab y Lookout. Pegasus se apropió de los dispositivos inventados por Steve Jobs, los geolocalizó, robó sus datos, leyó mails, contactos, calendarios y encendió cámaras y micrófonos. Al poco tiempo se descubrió que Pegasus entra con sólo un clic en los sistemas operativos Android, algo aún más grave ya que el 83% de los dispositivos del mercado usan el software creado por Google.

Entre los hechos más dolorosos detrás del espionaje aparecen los crímenes aún no resueltos de Ayotzinapa. En lugar de buscar a los asesinos de los 43 estudiantes desaparecidos en 2014, el entonces Presidente mexicano Enrique Peña Nieto usó Pegasus para vigilar al Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) que tenía inmunidad diplomática y que recibió hipervínculos con muestras del espionaje. El predecesor de AMLO siempre insistió en que fue un delito de narcotraficantes, pero las pesquisas y descubrimientos, entre los que participa el Equipo Argentino de Antropología Forense, ponen en duda esa versión.

Otra cuestión central es que la empresa israelí, fundada en 2010, está financiada con capital estadounidense y su valuación –según Forbes– superó en 2016 los 1.000 millones de dólares. Sin embargo, el NSO Group es sólo un pequeño eslabón en el juego de tronos. La agencia de inteligencia estadounidense NSA utiliza desde hace rato la tecnología de espionaje desarrollada por la Unidad 8200 de la Defensa israelí, que tiene una larga trayectoria interviniendo comunicaciones desde la Guerra de los Seis Días en 1967 (como Unidad 848) y hoy se especializa en desarrollar gusanos como Stuxnet, que filtraron en 2010 el programa nuclear de Irán para ralentizarlo.

El ciberespionaje tuvo fugas como las del ex consultor de la NSA, Edward Snowden, refugiado en Rusia desde 2013 luego de filtrar cómo el programa PRISM escrapeaba metadatos de Internet para perseguir a supuestos terroristas.

Así las cosas, el panorama global resulta aún más complejo porque en el mundo de la inteligencia también monitorean e interceptan nuestros datos desde el programa del FBI Carnivore (Estados Unidos), la red Echelon (Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda) y Enfopol (Estados Unidos, Gran Bretaña y parte de la Comunidad Europea)

Netflix hasta que salga el sol

Para el pensador italiano Norberto Bobbio, cuyo suspiro socialdemócrata acarició la primavera alfonsinista, la rendición de cuentas sería la clave de todo buen gobierno y el secreto la excepción. El futuro de la democracia es uno de los tantos audiolibros que Macri no terminó de escuchar por su adicción a Netflix, según la insólita confesión apenas volvió de Miami con la vacuna de Johnson & Johnson adentro.

Entre las maratones de Homeland, Vikingos y Black Mirror, un día se le apareció como recomendación Todos los hombres del Presidente, con Robert Redford y Dustin Hoffman. A Mauricio le dio fiaca ver un clásico de 1976, así que sólo se quedó con la parte cool: filtrar servicios de inteligencia para mantenerse en el poder. Aún no sabemos si usó Pegasus para la ocasión.

Su ensayo de escuchas ilegales con Ciro James, el ex comisario Jorge Fino Palacios y el ex ministro de Educación porteño Mariano Narodowski, enfocado en espiar a familiares de las víctimas del atentado a la AMIA, había sido un éxito de sobreseimientos en 2018 luego de casi una década de papeleo. Te dejamos la nota firmada –aunque poco confiable– del ya mencionado Santoro para ponerte en tema: Casación anuló la causa por espionaje en la que estuvo procesado Mauricio Macri.

De hecho, cuando Gustavo Arribas y Silvia Majdalani tomaron el control de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), el secreto siguió siendo la regla y la transparencia la excepción. Como en tiempos de grupos de tareas, los esbirros del ex Presidente abrieron expedientes de forma artesanal para espiar a una larga lista de políticos, gremialistas, periodistas, jueces y hasta a la hermana menor del clan Macri, Florencia.

Ese fue uno de los motivos por los que Macri y Marcos Peña derogaron por decreto 656/16 la regulación del régimen de uso de fondos reservados para permitir un efectivo control de gastos y actividades de la AFI.

Transparencia activa

También el juez federal Martín Bava, subrogante en Dolores, sigue las investigaciones de Ramos Padilla y avanza sobre el “Proyecto AMBA”. Otra faceta de la red de espionaje ilegal que habría operado entre 2016 y 2017 para perseguir adversarios y disciplinar la política, en este caso solapados entre docentes, manifestantes que reclamaban por Santiago Maldonado y militantes sociales que dan de comer en barrios vulnerables.

Mientras tanto, en los tribunales de Comodoro Py, el juez federal Marcelo Martínez de Georgi –que heredó el juzgado del fallecido Claudio Bonadío– tiene acumuladas las archiconocidas causas por espionaje ilegal en el Instituto Patria sobre dirigentes de todos los colores, como el veterano Hugo Moyano, la actual Vicepresidenta CFK, Diego Santilli o el propio jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta.

La nueva AFI nos deja de momento una bonita foto. Su interventora Cristina Caamaño hizo efectivo el principio de “transparencia activa” de un organismo que lentamente sale de las sombras. El Movimiento Evita recibió a fines de junio toda la información acumulada sobre su organización desde tiempos de la ex SIDE. De esta manera, cumplió con la ley de Acceso a la Información Pública. Este cambio de paradigma obliga a la agencia de inteligencia a brindar todos los datos que no afecten investigaciones judiciales, la ley de Inteligencia o la seguridad nacional.

Ese manual de buenas prácticas es el que en las fuerzas de Mauricio Macri nunca estudiaron, porque de su pecado original golpista surge la fortuna forjada por la familia en tiempos de dictadura, a la que se suma la voracidad del sincretismo político que aglutina lo que queda del macrismo. Allí recorrieron todos los círculos del infierno, entre los que se destacan la avaricia, la pereza, la violencia y la traición.

Los dos demonios, juntos por el cambio. Si no, sería imposible entender cómo van a internas vigilantes y vigilados.

El autor de la nota es Federico Corbiere, licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA) y Magister en Periodismo, con especialización en Gestión y Planificación de la Actividad Periodística (UBA). Trabajó en el área de Proyectos Especiales y Tecnologías de Télam. Dirigió la FM de la UBA y colaboró en Debate, Tres Puntos y Página/12.

Löwy-Callinicos: un debate importante.

El hecho de que libro de Alex Callinicos, Theories and narratives: reflections on the philosophy of history no esté traducido al castellano, aumenta, si cabe, el interés del intercambio de opiniones que el mismo motivara entre el marxista británico y Michaël Löwy, que acercamos a nuestros lectores. Los textos fueron publicados originalmente por la revista Critique Communiste (Francia) Nº 149, verano (europeo) 1997. La traducción del francés fue realizada por Graciela Mabel Riveiro; revisión de Aldo Andrés Romero. En “Herramienta” revista de Debate y Crítica marxista.

Comprender (los horrores de) la historia

Por Michaël Löwy

He aquí un notable trabajo de erudición, impresionante por su amplitud, su rigor, la claridad de exposición y la coherencia del pensamiento. No se trata de una exposición sistemática, sino más bien de un conjunto de ensayos finamente cincelados, que tratan diferentes dimensiones del debate contemporáneo sobre la teoría de la historia. Su objetivo unificador constituye una vigorosa defensa del materialismo histórico, frente a sus principales adversarios o competidores.

 

El más conocido de éstos -lo que no quiere decir el más serio- es, por supuesto, el célebre Fukuyama. La respuesta evidente a esta extraña mezcla de pseudo-hegelianismo (según la desinterpretación Kojeve), de pesimismo spengeleniano (“el fin de la lucha y el idealismo”) y de triunfalismo reaganiano, es mostrar la realidad política de la posguerra fría: el retorno de los odios nacionales fratricidas y el ascenso del fascismo; una realidad que hace aparecer no una visión del fin de la historia, sino de la historia como repetición sin fin de desastres,

(…) una catástrofe única que se acumula derrota tras derrota

según las palabras de Walter Benjamin.

A diferencia de la mayoría de los críticos de izquierda de Fukuyama, Callinicos no cae en la trampa de aceptar como un hecho establecido el supuesto “fracaso del socialismo” en 1980-1991; la negativa a considerar la URSS y Europa del Este como “socialistas” (se inclina por el concepto de “capitalismo burocrático de Estado” de Tony Cliff) le permite desafiar esa pseudo-evidencia.

Próxima a la de Fukuyama, la concepción de la historia más conocida en la universidad anglosajona actualmente es el post-estructuralismo. Callinicos nos propone una deconstrucción radical del “relativismo irónico” post-estructuralista, representado por Lyotard y Hayden White, utilizando como ácido de prueba el Holocausto. Fiel a su filosofía del lenguaje “pluralista” (es decir relativista), Lyotard proclama que no es posible demostrar que los historiadores “revisionistas” que niegan el genocidio (Faurisson y compañía) no respeten “las reglas cognitivas del establecimiento de la realidad histórica”: es imposible subsumir discursos irreductibles en un mismo gran relato explicativo. El conflicto entre Faurisson y los historiadores antirrevisionistas es un ejemplo de “discrepancia” entre diferentes “regímenes lingüísticos” que no puede superarse puesto que

(…) ya no existe más un tipo de discurso universal que los regule.

El comentario de Callinicos es duro, pero justo: tal vez Lyotard quiera hacernos tomar en serio su argumento,

(…) pero es difícil imaginar cómo podríamos hacerlo

¿Cómo puede hacer concesiones a los revisionistas sobre esta cuestión histórica? El hecho de que lisa y llanamente ignore el vasto esfuerzo de comprensión del Holocausto (de autores como Primo Lévi, Raul Hilberg, Zigmunt Baumann, Arno Meyer)

(…) es un síntoma de una especie de engolosinamiento por las palabras y amor por las paradojas superficiales, una degeneración demasiado frecuente en estos días de posestructuralismo.­

Contra este tipo de “desesperante confusión”, las teorías históricas marxistas y weberianas representan serias tentativas por responder a los problemas de la comprensión de la realidad histórica, analizando las estructuras y mecanismos de su transformación y sus orientaciones. Algunas formulaciones de Callinicos sugieren una afinidad con el “marxismo estructuralista” (Althusser, G.A. Cohen) y su énfasis sofocante sobre “la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción”.

Pero felizmente, se distancia de esta versión empobrecida del materialismo histórico rechazando las tesis deterministas (G.A.Cohen) -en realidad, un viejo lugar común de la Segunda Internacional (Plejanov y Kautsky)-, según las cuales “las relaciones de producción se explican por el nivel de las fuerzas productivas”. Abandonando este enfoque es posible introducir “un elemento de contingencia irreductible” en el materialismo histórico: dado que el surgimiento de la crisis del modo de producción ya no está predeterminada, queda espacio para el proyecto político marxista que pone el acento sobre la autoemancipación de la clase obrera y la subjetividad revolucionaria.

Tanto la teoría marxista como la weberiana disciernen un sentido progresista de la historia que, respectivamente, son el desarrollo de las fuerzas productivas y el incremento de la dominación (poder social). Este punto de vista no implica necesariamente una aprobación ética: para Weber la modernidad conducía a la humanidad a una especie de “jaula de hierro''. Las principales diferencias entre Marx y Weber se sitúan en el terreno político (el internacionalismo socialista frente al imperialismo alemán) y de la antropología filosófica: humanismo emancipador contra pesimismo nietzcheano (la dominación como dato insuperable de la naturaleza humana).

Callinicos propone una crítica sólida de las teorías weberianas de la historia contemporáneas, que centran sus esfuerzos en la presentación del poder ideológico o militar como forma irreductible de la dominación. Pero reconoce, modestamente, que “nada de lo que acá diga puede igualar la calidad de los textos de Mann y Runciman, en particular el nivel de conocimiento histórico de ambos”. Es muy interesante su crítica central referida a la teoría de Mann de que el cristianismo medieval habría constituído el “cuadro normativo” del ascenso del capitalismo, que atribuye a un enfoque durkheimiano -más que weberiano- que privilegia la integración y el consenso por encima del conflicto y el diferendo, crítica que extiende al marxismo althusseriano que a menudo presenta “una marcada familiaridad” con la sociología durkhemiana.

La parte siguiente, consagrada a la historia como progreso, es interesante, pero no tan convincente. Callinicos hace una formulación del problema que es muy perspicaz, pero la respuesta que formula es ambigua. Su punto de partida es que la concepción marxista del progreso, a diferencia de otras visiones de la historia -Condorcet, por ejemplo- es también capaz “de incluir la comprensión del horror de la historia”. Jústamente por eso dice que el intento de Walter Benjamín por insertar en la tradición marxista “una crítica del concepto mismo de progreso” subrayando la continuidad catastrófica de la historia, debe ser tomada en serio.­ En todo caso, el marxismo es una teoría capaz de pensar la historia como progreso y como catástrofe simultáneamente: según los términos de Fréderic Jameson, Marx en el Manifiesto Comunista ha comprendido que

(…) el capitalismo es al mismo tiempo la mejor cosa que le ocurriera a la especie humana, y la peor

¿Pero podría decirse lo mismo del artículo sobre el gobierno británico en India (1853) en el que Marx decía:

(…) cualquiera que hayan sido los crímenes de Inglaterra, ella ha sido el instrumento inconsciente de la historia por introducir una revolución en el estado social de Asia? La respuesta de Callinicos es prudente: frente al hecho de tensiones en el pensamiento de Marx, dice que algunas de sus formulaciones (tales como las de 1853) pueden ser presentadas como una legitimación apologética de la expansión del capitalismo occidental en tanto vector del progreso (como en la muy conocida celebración “marxista” del imperialismo de Bill Warren). El momento teológico de algunos escritos de Marx constituyó la principal base del llamado “materialismo histórico ortodoxo” de la Segunda Internacional (y luego del stalinismo), con su convicción de que el desarrollo de las fuerzas productivas -a cualquier precio- es en sí positivo, porque conduce ineluctablemente al socialismo. Una visión de la historia con razón vilipendiada por E.P. Thompson:

Puesto que el emperador (la historia científica, que toma nota de la contradicción) afirma que las fuerzas productivas crecen....

Sin embargo, Callinicos subraya que el marxismo dispone de una teoría fuerte del progreso, es decir, una teoría que no se conforma con discernir el crecimiento en la historia (el desarrollo de las fuerzas productivas), sino que afirma también que el crecimiento puede contribuir positivamente al bienestar. En consecuencia, intenta salvar los artículos de Marx sobre la India, subrayando que los mismos no esconden los crímenes de la burguesía, sino que sólo insisten en el hecho de que el progreso, es decir el crecimiento de las fuerzas productivas, debe ser saludado como potencial factor de mejora del bienestar humano, una potencialidad que sólo será plenamente realizada en un mundo socialista. ¿Pero esto no es concluir peligrosamente en una especie de teleología y de teodicea hegelianas para la cual la (ineluctable) finalidad explica y justifica a la vez el curso de la historia? Si creemos con Rosa Luxemburgo que el socialismo no es ineluctable y que la crisis del capitalismo puede conducir a la barbarie, si tomamos en serio (como lo hace Callinicos) las advertencias de Walter Benjamin de que la terminal del progreso puede ser la catástrofe ¿Cómo es posible pretender que el progreso capitalista sea en cualquiera de los casos bienvenido? A partir de la idea de que el “desarrollo de las fuerzas productivas” capitalista contiene, potencialmente, tanto lo “mejor” -el socialismo, la plena expansión de las capacidades humanas- como lo peor -la barbarie, el exterminio nuclear, la destrucción ecológica-, Callinicos afirma que el marxismo clásico

(…) hereda de Hegel una concepción dialéctica de la historia como movimiento del espíritu, en el cual cada avance comprende en sí mismo un elemento de regresión.

Pero semejante concepción -que implica un inevitable movimiento ascendente (el “espiral”)- ¿no representa un ejemplo típico de teleología-teodicea hegeliana, que justifica cada “regresión” como momento del “progreso” final?

La última parte del libro, “Identidad y emancipación”, presenta una brillante argumentación en defensa del universalismo emancipador contra las “políticas identitarias”. La moda intelectual contemporánea -de Rorty a Laclau- denuncia cualquier universalismo (incluído el marxismo, por supuesto) como un particularismo encubierto, al tiempo que el supuesto radicalismo post-moderno festeja las “políticas identitarias” -la lucha separada de cada grupo oprimido- como la única y verdadera alternativa. El problema, como Callinicos lo muestra claramente, es que el particularismo es difícilmente coherente, puesto que la resistencia a la opresión implica una especie de ética universal. En ausencia de un criterio común -es decir, universal- ¿cómo distinguir los grupos realmente oprimidos de los falsos (de hecho, opresores)?

Ni que hablar de los conflictos étnicos fratricidas en nombre de “identidades” nacionales rivales. La única vía para superar la falsa universalidad pasa por una auténtica universalidad, emancipadora e igualitaria.

Respuesta a Michaël Löwy

Por Alex Callinicos

Podría parecer grosero responder a una crítica tan amable y asimismo fraternal como la de Michaël Löwy sobre mi libro Teorías y narrativas. La reacción ideológica internacional contra el marxismo revolucionario, e incluso contra toda forma de pensamiento socialista, es demasiado poderosa como para permitirnos insignificantes polémicas tan peligrosas como improductivas. Sin embargo, las observaciones críticas de Michaël Löwy a mi defensa del concepto de progreso histórico tocan cuestiones esenciales que merecen una clarificación.

Walter Benjamin, en sus Tesis sobre la filosofía de la Historia, nos ha dejado una crítica sin igual del fatalismo histórico y de la confianza plácida en la victoria que contribuyó ampliamente a dejar al movimiento obrero sin defensa frente al fascismo. Si se comparte, como Michaël Löwy y yo mismo, el punto de vista de Benjamin que no cree que la revolución socialista sea inevitable ¿podemos seguir hablando de una noción de progreso histórico? En mi libro, he escrito:

Las consecuencias nefastas del desarrollo de las fuerzas productivas no son negadas o justificadas (por el materialismo histórico); en el mejor de los casos, ellas podrán ser compensadas y reparadas cuando la revolución permita a las víctimas del progreso, o a sus descendientes, tomar el control de estas fuerzas (pág. 163).

Pudiera parecer así que el desarrollo de las fuerzas productivas podría ser justificado retrospectivamente en caso de que se produjera la revolución proletaria. El hecho de que un movimiento histórico fuera o no progresista dependería, entonces, de su desenlace, algo que es en sí mismo contingente. Dicho de otra manera, como Löwy mismo ha escrito en uno de sus textos:

(…) es imposible pronunciarse, a priori, sobre el carácter “progresista” o “regresivo” del desarrollo capitalista de las fuerzas productivas.

Sin duda, estas consideraciones relativizan y debilitan el concepto del progreso histórico de los marxistas fatalistas de la Segunda. Internacional. Sin embargo, Löwy se equivoca cuando supone que mi proposición de que el desarrollo capitalista de las fuerzas productivas

(…) es positivo en cuanto potencialmente permite el bienestar humano” estaría

peligrosamente próximo a una forma de teleología hegeliana en la cual la meta

(ineluctable) explica y justifica a la vez el curso de la historia.

En primer lugar, la revolución socialista no es el objetivo de la historia, ni siquiera el comunismo. Marx ha dicho que la superación del capitalismo marcaría el fin de la “prehistoria de la sociedad humana”. En otros términos, haría posible el desarrollo de una sociedad sin clases, en la cual los seres humanos podrían realizar libremente sus capacidades, abriendo entonces la puerta a horizontes de cambios ilimitados.

En segundo lugar, puesto que la revolución no es ineluctable, tampoco el comunismo puede serlo.

Y en tercer lugar, si la victoria del socialismo viniera a justificar el proceso histórico que la precede, sería una justificación ética y no una explicación causal. Los mecanismos responsables de la transformación social -las contradicciones estructurales entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, la lucha de clases- no son asimilables a los resultados no positivos de estas contradicciones. Auque estén relacionadas, la explicación causal y la valoración ética son nociones distintas.

Löwy ha esquematizado la tradición marxista en dos posiciones:

(…) una dialéctica hegeliana, teleológica y cerrada, tendencialmente eurocéntrica (y)

otra dialéctica del progreso crítica, no teleológica y fundamentalmente abierta.

Existe un real peligro de que semejante presentación de las cosas sólo conduzca a una elección errónea entre el fatalismo de la Segunda Internacional por un lado, y por el otro una subjetivista “revolución contra el progreso” (para retomar una de las formulaciones del mismo Löwy).

El efecto de semejante problemática es pensar la historia como una catástrofe puntuada de ocasionales revoluciones heroicas, en lugar de

(…) pensar la historia simultáneamente como un progreso y una catástrofe

como traté de hacerlo en Teorías y narrativas. No hacerlo sería perder la fuerza dialéctica del Manifiesto Comunista, tan bien recogida por el marxista americano Frederic Jameson cuando describe

(…) una forma de pensamiento capaz de aprehender a la vez los rasgos evidentemente siniestros del capitalismo y su dinamismo extraordinario y liberador, sin atenuar la fuerza de cada uno de sus juicios.

Algunos de elementos liberadores del capitalismo no son solamente una potencialidad, sino están en la realidad indisolublemente ligados a los “rasgos siniestros”. Así ocurre con la industrialización del tercer mundo, un proceso de inmensa destrucción en los terrenos ecológico y social, pero que al mismo tiempo implica un crecimiento enorme del tamaño y el peso socio-económico de la clase obrera en su conjunto. Es imposible de comprender (con todos sus límites y contradicciones) las transiciones democráticas que han tenido lugar, por ejemplo, en Africa del Sur, en Brasil, o en Corea del Sur, sin integrar el desarrollo de movimientos obreros nuevos y militantes que ya no podían ser contenidos en las viejas estructuras políticas autoritarias. Las recientes luchas de los trabajadores de Corea del Sur no son las menos importants, para demostrar la fuerza objetiva de este proletariado mundial en gran expansión.

En otros términos, el desarrollo capitalista crea efectivas fuerzas capaces de progreso aquí y ahora, y no sólo aumenta el potencial de una liberación futura. Este elemento es central en el conjunto de la teoría de Marx, para quien el capitalismo crea en el proletariado una clase que envilece y explota, pero que tiene la capacidad a corto plazo de obtener reformas y a largo plazo de sobrepasarlo y construir el comunismo.

La tendencia de Löwy a seguir a Benjamin en su visión de la historia como sucesión de catástrofes lo conduce a destacar, en el texto ya citado y en otros, movimientos como el de los zapatistas de México que se caracterizan hoy evidentemente por su incapacidad para ligarse con las luchas de los trabajadores que se desarrollaron contra la enorme ofensiva capitalista que representó el hundimiento del peso.

León Trotsky escribió en 1937, en el umbral de las horas más sombrías del siglo:

La historia deber ser tomada tal cual es; y cuando ella se permite tan extraordinarios y repugnantes escándalos, debemos combatirla a puñetazos.

La visión general del progreso de Löwy está en la línea de este magnífico desafío. Pero la posición revolucionaria ante la historia debe ir más allá. Exige una compresión de los procesos objetivos que hace posible la victoria (posible y no ineluctable).

Además, es muy fácil resbalar desde una posición que se limita a un desafío puramente subjetivo hacia un faltalismo, es decir, a la creencia en un desarrollo de las fuerzas productivas que garantizaría la victoria -Trotsky mismo osciló de esta manera, en particular en el Programa de Transición. Debemos, pues, como lo ha defendido Jameson, combinar los elementos de rechazo subjetivo del capitalismo y de análisis objetivo, sin perder de vista ninguno de los costados. Es particularmente importante mantener esta posición en un momento donde los postmodernistas nos incitan a abandonar el gran “metadiscurso” revolucionario de emancipación y de liberación a cambio de una visión de la historia como un puro caos desprovisto de sentido. La incapacidad de mantener con firmeza esta posición nos conduciría muy fácilmente a errores políticos.

Michael Löwy es un intelectual marxista residente en Francia y perteneciente al SU de la Cuarta Internacional. Nació en Brasil en 1938. Fue profesor universitario en diversas ciudades como Jerusalén, Manchester, México, La Habana, San Pablo y Paris, donde vive desde 1969. Entre sus obras pueden mencionarse: La teoría de la revolución en el joven Marx; Dialéctica y revolución; El pensamiento del Che Guevara; Para una sociología de los intelectuales revolucionarios: la evolución política de Lukács (todas editadas en castellano por Siglo XXI). Recientemente, se publicó en Argentina: Redención y Utopía. El judaismo libertario en Europa Central. Un estudio de afinidad electiva. (Buenos Aires: El Cielo por Asalto, 1997).

Alex Callinicos es un destacado intelectual marxista, dirigente del Socialist Workers Party de Gran Bretaña, miembro del Comité Editor de la revista Internacional Socialism y corresponsal británico de la revista Actuel Marx. Nació en Zimbabwe en 1950. Profesor en la Universidad de York desde 1981. Es autor de varios libros: Is There a Future for Marxism?; Marxism and Philosophy; The Revolutionary Ideas of Karl Marx; Making History; Against Postmodernism. A marxist critique (1989); The Revenge of History. Marxism and the east european révolutions (1991), Socialists in the trade unions (1995), entre otros.

Que la realidad supera ampliamente las imaginaciones mas fantasiosas suele ser una verdad a gritos. La capacidad de razonamiento e inteligencia humana puede, aunque compleja y dificultosa la tarea, distinguir aquellos relatos fruto de la imaginación de aquellos otros que contemplan aspectos, datos e información relevante y pertinente de acuerdo a las explicaciones ciertas o mas certeramente posibles de sucesos, acontecimientos y en especial, cuándo se trata del ejercicio de la posibilidad (Poder) de influir sobre las formas de pensamiento y los relatos que los explican de modos intencionados, perversos, deliberadamente inventados para sostener privilegios, producir temores y evitar la acción colectiva e inteligente de las personas que se ven afectadas o intencionadamente alejadas de las formas de decisión y que afectan directamente sus vidas.

Secretos, mentiras, ocultamiéntos, distracciones varias, alimentar confusiones y miradas binarias o contradictorias son mecanismos que desde el comienzo mismo de la historia de la humanidad, en su pretensión de “conocimiento” y “comunicación” alentó a grupos minúsculos de poder para mantener a las mayorías alejadas de las decisiones colectivas y en especial de aquellas que impedirían dichas concentraciones de poder que se traducen en privilegios y en obtener para si la capacidad de decidir por muchos.


Daniel Roberto Távora Mac Cormack




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