Pensando la realidad

Lunes 5 de octubre de 2020



Entre lo “macro” y lo “micro”, lo mundial y lo cotidiano, lo lejano y lo cercano, existen sutiles hilos invisibles que se anudan en las individuales formas de pensar y en las colectivas mentalidades y subjetividades que, o bien intentan desanudar o bien fortalecen esos nudos tornándolos históricos y aplicando explicaciones sencillamente “porque siempre fue así” … siempre se pensó así y no se conoce otra forma de hacer, pensar y nombrar el asunto.

Los problemas, los grandes y los pequeños podrían seguir la misma lógica y pensarse de ese modo. Por ejemplo, defender la “Paz en el mundo” nos lleva a participar en redes sociales, foros mundiales, a manifestarnos en actos y plazas por ese deseo/objetivo macro. Pero sútilmente la carencia de paz en el mundo es una amplificación de nuestra vida diaria y cotidiano. ¿Como solemos resolver nuestros pleitos y diferencias con el vecino, con nuestra compañera/ro/re, con los hijos, padres, amigos, compañeros de trabajo, estudio? ¿Cómo nos comportamos como conductores: somos de esos que gritan e insultan o se bajan a pelear con otros conductores por cualquier razón que fuere o somos los que intentamos razonar y apaciguar, buscar soluciones que nos contenten a todos, acordar, debatir sin agredir?

Las formas de pensar, hacer, decir en lo cotidiano van dibujando esos hilos sutiles de la trama que definen la subjetividad macro y constituyen las complejas relaciones que se imponen como realidad histórica con el pasar de las generaciones y la falta de conciencia respecto a como se llega a determinados momentos de la historia, a determinadas situaciones de la realidad, a esos escenarios problemáticos y confusos con los que nos enfrentamos tanto en la realidad globalizada del presente, como en nuestras subrealidades micro, cotidianas individuales.

Pensar y pensarnos en cada una de las decisiones que tomamos es una forma de desovillar ese tejido de hilos invisibles que se anudan y desanudan constantemente, que van dibujando nuestra historia individual, y la historia de nuestro pueblo y de nuestra especie humana. Y esto se da en un marco pre-establecido por la historia que nos legan y la que compartimos en el presente, por esos anudamientos y desanudamientos entre lo micro y lo macro, que producen los entretejidos de esto que llamamos realidad, y que nos llegan como memoria familiar, comunitaria, barrial, Nacional y que re- producimos con la memoria individual, en escenarios con memoria colectiva, histórica, ancestral, imaginaria o documentada, pretendida de objetiva o simbólica y subjetiva, de la cual elegimos con que trazos identificarnos, con que colores, sabores, texturas, ovillados o desovillados decidimos quedarnos para constituir nuestro escenario de relaciones y vivir la vida … la que no elegimos y la que elegimos … la del mundo y la de nuestras decisiones cotidianas. 

 


De como en la consciencia vamos entendiendo estas cuestiones para elegir, será el aporte que hagamos individualmente o en los grupos que decidamos participar y en los ovillos que decidamos enredar o desenredar como aporte a aquellos otros de los que somos parte pero nos resultan desconocidos, ajenos, impuestos … La coherencia entre lo micro y lo macro nos permitirá vernos en esa conciencia humana que trasciende su tiempo y espacio y se proyecta al mañana, ya sea que decidamos elegir la paz o la elegir la guerra, el debate y la búsqueda de acuerdos o el insulto y la pelea.

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No se trata tanto de ver cuán progresistas son las líneas de gestión de un gobierno, o las posiciones ideológicas que se defienden en determinados medios de comunicación en cada momento y lugar, sino de cambiar el ángulo, el enfoque desde el cual nos planteamos abordar los problemas fundamentales del país, en cada momento determinado. Apuntes para cultivar el “punto de vista popular” para pensar la historia y la actualidad.

Sostenemos que si hay algo a lo que podamos llamar historia, es porque existe un proceso de la humanidad caracterizado por su creación, su autoactividad, y además de la dominación y opresión que unos sectores puedan ejercer sobre otros (y más específicamente, de “explotación” en las modernas sociedades capitalistas), existen también luchas, resistencias, procesos de organización de los pueblos por su emancipación. Desde allí –entonces–, desde esos procesos, es que nos proponemos leer tanto la historia como la actualidad. Es la famosa historia entendida como “lucha de clases” con la que comienza el Manifiesto comunista. Claro que, hablando con propiedad, la lucha de clases es un fenómeno moderno, pero esa línea divisoria trazada por Marx y Engels en 1848 (burgueses y proletarios, pero también amos y esclavos, siervos y señores) puede servir para pensar tipos-humanos, modos determinados de ser/estar en el mundo.

A grandes rasgos, esa concepción permite trazar una línea divisoria entre quienes tienen vocación de mando (de ejercer la dominación) y quienes desobedecen los mandatos, se rebelan frente a los lugares pre-asignados. O para decirlo con las palabras que la intelectual brasileña Suely Rolnik utiliza en su libro Esferas de la insurrección, del modo en el que se resuelva el enfrentamiento entre fuerzas de vida activa y formas de vida reactivas dependerá el “modo dominante de subjetivación” en una formación social dada.


Ese punto de vista popular (o proletario) que reivindicamos, es el de “la clase en movimiento”. Tal como enseñó el “Operaísmo” italiano de la década del setenta del siglo XX (con autores como Antonio Negri), esa perspectiva implica asumir el antagonismo social que atraviesa a nuestras sociedades, para aportar a la compresión –en doble registro– tanto de la composición técnica de la clase explotada, como de los ciclos y crisis del sistema, con el afán de contribuir a la organización política del proletariado, es decir, de la clase de mujeres y hombres que viven de su trabajo y se organizan y pelean por dejar de ser eso que las reglas vigentes hicieron de ellos (de nosotros, de nosotras). Dicho de otro modo: el punto de vista popular es aquel que se sitúa, para abordar tanto la actualidad como la historia, en la perspectiva de las simples personas que no poseemos medios de producción, y sólo sobrevivimos vendiendo nuestra fuerza de trabajo en el mercado, a cambio de un salario, o nos “inventamos” formas de trabajar que nos permitan sobrevivir, en el marco de un sistema que ya ni siquiera requiere del total de la mano de obra disponible (el “precariado” –como sostenemos en otro lado– no es un sector de excluidos sino la franja del proletariado que padece explotación en otros términos).

Para volver a pensar los desafíos del movimiento popular en la Argentina actual, entonces, necesitamos poder comprender mejor el mundo contemporáneo, para visibilizar y aportar a construir el sujeto social, los agentes concretos capaces de materializar los cambios propuestos. Este es el elemento central del “punto de vista popular”: no hay transformación política posible sin un sujeto social que la encarne y la dinamice. Para nosotrxs, ese sujeto sigue siendo, centralmente el de la clase trabajadora, hoy escindida entre asalariados (aun mayormente organizados en sindicatos), y el precariado (organizado fundamentalmente en movimientos populares, con fuerte anclaje territorial y dinámicas de matriz comunitaria). Ese sujeto, por supuesto, no está definido de antemano, sino que lo entendemos como proceso de construcción en un concreto proceso de lucha.

Asimismo, atendiendo a los aportes más contemporáneos realizados por las históricas luchas feministas, podríamos agregar que en el siglo XXI no es posible concebir al sujeto potencial del cambio social sino en función de la interseccionalidad que lo constituye a través de una encrucijada que además de la clase incluye a la raza y el género (puesto que la explotación/dominación/opresión en el capitalismo se presenta de manera simultánea en términos clasistas/coloniales/racistas/hetero-sexistas –normativos–).

Es desde el punto de vista popular, por lo tanto, que entendemos deben abordarse los problemas de la realidad nacional, y las posibles líneas de pensamiento crítico y acción transformadora capaces de avanzar en procesos de conquistas que permitan volver a imaginar/construir una Argentina con justicia social, en el camino de transformaciones más amplias de la patria grande Latinoamericana, único modo de cambiar las relaciones de fuerza a nivel internacional.

Resumiendo, diremos que el punto de vista popular implica una serie de postulados y operaciones de análisis que sintetizamos en los siguientes puntos:

  1. Asunción de que, si bien condicionadas siempre por los ciclos de acumulación y las crisis capitalistas (que es necesario estudiar), son siempre las masas populares las hacedoras de la historia.

  1. Ese que-hacer histórico, se asume, es constituido a través de una dinámica de irresoluble antagonismo social.

  1. De allí la necesidad de inscribir los análisis de coyuntura en la serie histórica.

  1. Esa serie histórica es siempre co-relacional: nacional, Latinoamericana e internacional (“la historia nacional leída como un texto en relación al intertexto Latinoamericano y del mercado mundial capitalista”, según supo escribir alguna vez David Viñas).

  1. Por otra parte, se hace necesario atender que, en tanto seres complejos como somos los humanos, la lucha emancipatoria implica un dimensión económica y una política, pero también otro cultural.

  1. Por último, el punto de vista popular asume el “carácter prolongado” de los procesos de cambio, atendiendo a la asimetría de fuerzas enfrentadas, sin olvidar –de todos modos– que esas relaciones de fuerzas nunca son absolutas, sino relativas (tanto las fuerzas reaccionarias como las revolucionarias tienen puntos débiles y fuertes, como bien aclaró Mao Tse Tung cuando analizó la guerra de liberación que los chinos llevaron adelante contra Japón en las primeras décadas del siglo XX, estableciendo la conceptualización conocida como “Guerra Popular y Prolongada”.

Así entendida,  la teoría no es una acumulación de papers académicos, sino que funciona como una “caja de herramientas” para pensar críticamente la historia y la actualidad. La elaboración conceptual, por lo tanto, se asume como un momento más de la estrategia y la lucha general del movimiento popular (gestación del archivo y establecimiento de las genealogías; crítica que avanza junto al movimiento). “Cuando el pueblo no lucha la filosofía no piensa”, supo decir el filósofo argentino León Rozitchner. De allí que, desde el punto de vista popular, se sostenga que la gestación de una “filosofía política para las militancias” (que libre el combate en el terreno mismo de las teorías sociales) implique un nuevo modo de concebir la filosofía, gestada y desarrollada al ritmo de la lucha de las y los explotados.


¿Qué relación puede tener la filosofía –esa práctica social elitista– con un modo popular de asumir la construcción política?, podrán preguntarse quienes lean este texto. Sencillo, respondemos con Antonio Gramcsi: no concebimos procesos de cambio social sin una “filosofía de la praxis” que contribuya a gestar a una “visión del mundo” en franco combate con la visión hegemónica de mundo de la clase dominante.

Para finalizar, subrayar que –desde una perspectiva militante que sostenga el punto de vista popular– ni la historia ni la teoría cobran su real significación si no son puestas en relación con una práctica impugnadora no sólo del orden del discurso, sino también del orden general existente. Es la primacía de la práctica sobre la teoría de la que hablaba Mao en sus “Tesis filosóficas”, comprendiendo que se le concede seria importancia a la teoría, precisa y únicamente, porque puede guiar la actividad práctica, entendiendo que el conocimiento juega un papel activo en el pasaje de la comprensión a la transformación, pero no olvida –sin embargo– que la comprensión que la humanidad tiene del mundo encuentra su criterio de verdad en la práctica social, que no se reduce a la actividad productora, pero asume a ésta como su práctica fundamental. El conocimiento separado de la práctica, entonces, es desde esta mirada inconcebible, puesto que –en el fondo del planteo del “punto de vista popular”– está claro que, para adquirir conocimientos sobre la transformación, es necesario participar en la práctica que se propone modificar la realidad.

Ya en 1862, en sus “Tesis sobre Feuerbach”, Karl Marx había planteado que “es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad… la terrenalidad de su pensamiento”, y también, que “la coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la actividad humana sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria”. Por eso, en su famosa “Tesis XI”, el autor de El capital remata que si hasta entonces los filósofos se habían dedicado “a  interpretar” el mundo, de allí en más, de lo que se trataba, era de contribuir a “transformarlo” (comprender y combatir como un mismo movimiento, diríamos con Rozitchner).(https://lateclaenerevista.com/el-punto-de-vista-popular-y-no-progresista-para-pensar-la-historia-y-la-actualidad-por-mariano-pacheco/ )

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El país mas poderoso del mundo, aquel que en la pequeñez de un instante puede extinguir la vida en el planeta, mostró esta semana en el primer debate presidencial el rostro tortuoso y desencajado de la miseria moral e intelectual. El sonido y la furia del caos arrasó las normas más elementales del intercambio discursivo, dejando que la violencia descarnada se colara por el lenguaje, los gestos y los epítetos de los candidatos. De este episodio solo quedó la certeza de que vivimos tiempos muy peligrosos, en los que la violencia se naturaliza y sustituye a la razón, en que el poder concentrado se reproduce sembrando miedo, discriminación social y miseria. A poco de terminado el debate, se les diagnosticó Covid-19 al presidente Donald Trump y su esposa Melania, irónico giro para quien minimizó y ridiculizó los riesgos de la enfermedad. El presidente fue internado en el hospital militar Walter Reed, lo cual abrió un mar de hipótesis sobre las elecciones que deben celebrarse dentro de un mes.

Desde que existe la memoria, la humanidad ha tratado de comprender el universo visible, el devenir de su existencia y su propia muerte. La larga búsqueda por encontrar un orden en lo incomprensible fue signada por el brutal impacto del miedo a lo desconocido. Rastros arqueológicos muestran que los entierros, ritos y creencias eran prácticas conocidas por los seres humanos desde hace más de 100.000 años. La aparición de la escritura en la Mesopotamia en el cuarto milenio A.C., puso en evidencia que además de ritos y creencias la humanidad había construido un relato destinado a ordenar las relaciones sociales y el mundo visible. Tiempo después, los códigos legales descubiertos entre 2075 y 1772 A.C. irían a mostrar que desde muy temprano las sociedades estratificadas se preocuparon por la búsqueda del consenso social sancionando normas, castigando las transgresiones y buscando paliar injusticias “impidiendo que el fuerte oprima al débil y velando por hacer justicia con las viudas y los huérfanos” (código de Hammurabi, epilogo, 1772 a.c.).



La antigua Grecia habría de dar pasos decisivos hacia la preeminencia de la razón en la comprensión del mundo y de la vida social. Sus mitos y leyendas irían a definir al caos como un abismo oscuro, desordenado y tenebroso, anterior a la creación del mundo. En un universo caótico, el origen del mundo y la regulación de las relaciones sociales serían explicados por las acciones y los humores de los dioses inmortales a los que se veneraba para aplacar su ira. Desde estas penumbras surgió, sin embargo, la claridad y hacia el siglo VI a.c. la filosofía habría de conducir hacia una explicación racional de los fenómenos existentes y observables. Al mismo tiempo, florecía la búsqueda de un consenso democrático como principio ordenador de una sociedad impregnada por relaciones de poder.

Con la complejidad creciente de las sociedades, la aceptación social de relatos que explicaban y codificaban las relaciones sociales iría a adquirir enorme importancia y el caos se asoció al desborde de los conflictos y a la ruptura de las leyes y creencias establecidas. Así, si bien las jerarquías y los roles sociales, las ideas y creencias, las formas de producción y distribución de bienes y riqueza, las instituciones y las formas de gobierno fueron codificados de distinta manera a lo largo del tiempo y de las culturas, su legitimidad, es decir su aceptación por el conjunto de la sociedad, fue desde siempre un eje indispensable a la reproducción del orden social.

La emergencia del Estado-nación hace más de doscientos años en el mundo occidental marcó un momento de ruptura del orden social existente y el advenimiento de una nueva era, marcada por formas institucionales destinadas a consagrar el consenso social. Monopolizando el uso de la fuerza dentro de los límites de un territorio establecido, el sistema institucional democrático de los Estados nacionales buscó legitimar las relaciones de poder, consagrando el Interés General por encima de los intereses en pugna. Hoy esta entidad política está en crisis y su integridad institucional es corroída por una ilegitimidad creciente. Un número reducido de enormes corporaciones controla el poder en todos los ámbitos de la vida social y derrumba la posibilidad de expresar al Interés General través del funcionamiento de las instituciones democráticas.

Así, la estridencia de la lucha por el poder entre enormes monopolios fisura las instituciones políticas y permite que una pelea salvaje entre los pocos que tienen mucho y los muchos que tienen poco o nada, salga a la luz del día. En este contexto, el afán por controlar mayor poder político enfrenta a las élites dominantes y amenaza con desbordar en conflictos geopolíticos. Las palabras y los símbolos buscan reproducir las relaciones de poder vaciándolas de contenido y detonando miedos ancestrales que anulan la capacidad de reflexión. El relato construye pues una realidad ficticia y reproduce el mundo caótico de la ley de la selva perpetuando al infinito la fragmentación y el aislamiento social. El resultado final es un mosaico disgregado de miserias acumuladas, mientras la violencia se naturaliza y tanto en el centro como en la periferia del orden mundial se concentra el poder en todos los ámbitos de la vida social. Sin embargo, el galope interminable de la pandemia acelera los conflictos y resquebraja las máscaras que impiden ver la construcción del caos. En el tumulto resultante se escucha triunfante el eppur si muove! de Galileo Galilei ante el tribunal de la Santa Inquisición.

Elecciones: problema racial y amenazas externas

La cuestión racial se entrelaza con la historia económica y política de los Estados Unidos, una historia vinculada estrechamente a las masacres de la población aborigen y a la esclavitud negra. En las últimas décadas la afluencia migratoria ha contribuido a resignificar la incidencia del problema racial en la vida política del país. Por un lado, ha disminuido progresivamente la importancia relativa de la raza blanca dentro del conjunto de la población, del que hoy constituye el 60%. El 18% es de origen hispano, el 13% es negro y el 7% es asiático. Asimismo, en la medida en que la población blanca ha votado tradicionalmente por el partido Republicano, los cambios demográficos han tenido un fuerte impacto electoral que hoy se refleja en una dura disputa por el control de los Estados que otrora tuvieron fuerte presencia republicana.



Por otra parte, la discriminación racial se expresa en un deterioro creciente del nivel de vida de la población negra en relación a la población blanca. La brecha entre los salarios medios que perciben se ha incrementado en las últimas décadas y hoy alcanza a 26,5 veces (epi.org 27 2 2019). Asimismo la pandemia ha afectado especialmente a los negros y a los hispanos, infligiéndoles mayores contagios, desempleo y muertes (pewresearch.org 19 5 2020). Así, décadas de gobiernos demócratas a nivel nacional, estatal y de distrito no han logrado impedir el agravamiento de la desigualdad económica y social de la población negra. En un contexto de crisis económica, pandemia e inminencia de elecciones, el conflicto racial ha escalado al centro de la escena política y es utilizado por distintas facciones de la élite dominante en su pugna por controlar los resortes del poder político del país.

El debate presidencial mostró que tanto Trump como Biden buscan manipular a las instituciones para asegurar la preeminencia política de su sector en la Corte Suprema. Ambos eludieron rechazar al racismo en el país. Trump alentó a un grupo supremacista que lo apoya. Biden definió a Antifa, una organización de activa participación en disturbios raciales, como “una idea” más que una organización. Esta definición coincide con la caracterización que hace el FBI de este grupo y se contrapone con la clasificación de terrorista que le asigna el gobierno de Trump (entre otros, apnews.com 17 9 2020). Estas definiciones exponen el alineamiento de la máxima dirigencia del partido Demócrata con los organismos de inteligencia en su enfrentamiento con Trump, expresado en los distintos intentos de enjuiciamiento político y destitución del Presidente ocurridos desde 2016 (Russiagate, investigacion de R Muller, Ukranigate). Este enfrentamiento ha recrudecido por estos días con la negativa de los Jefes de la CIA y de la NSA (National Security Agency) a desclasificar documentación reservada relacionada con el Russiagate y a entregársela al Comité de Inteligencia del Senado que investiga las ramificaciones políticas de las actividades de las organizaciones de inteligencia contra Trump.

El debate presidencial también contribuyó a alentar el clima de inminente crisis institucional anunciado tanto por Trump al advertir reiteradamente que habrá un fraude electoral, como por los demócratas al anticipar escenarios que desembocarían necesariamente en violencia, disturbios sociales y posible intervención de las Fuerzas Armadas. Este clima de crisis también ha sido alentado por las reiteradas advertencias tanto de los medios de comunicación de raigambre liberal como por parte de los organismos de inteligencia sobre la inminente intervención de potencias extranjeras en las próximas elecciones (entre otros: washingtonpost.com 22 9 2020, dni.gov 7 8 2020). Así, la “comunidad de inteligencia” y los medios de comunicación contribuyen activamente a insuflar pánico en la población al mismo tiempo que pugnan por acrecentar su control sobre la agenda política interna y externa.

El contagio reciente de Trump con Covid- 19 aumenta el clima de inminente caos al crecer la incertidumbre sobre el impacto que esto tendrá sobre las elecciones y sobre el mercado financiero.

El dólar y la gestación de un clima caótico

Esta semana se conoció el crecimiento de la pobreza en el país. En el segundo trimestre ascendió al 47,3% de la población: casi seis millones de personas más que en el primer trimestre del año y más de diez puntos porcentuales por encima del nivel alcanzado en el mismo periodo del 2019. Las medidas dispuestas por el gobierno para proteger a los sectores más vulnerables atenuaron el impacto, pero no impidieron que este drama siguiese profundizándose.

La dolarización de la economía impuesta por el macrismo y el FMI y la escasez de divisas han otorgado especial poder político a un puñado de grandes empresas, nacionales y extranjeras, con control monopólico sobre áreas estratégicas de la economía. Estas tienen gran capacidad de desestabilización, alentando un clima de caos inminente a partir de una corrida cambiaria e incipiente inflación. Dentro de este sector se destacan las grandes empresas productoras de alimentos y las corporaciones exportadoras. Ambas tienen capacidad de desabastecer inmediatamente el mercado de bienes y divisas e imponer así una devaluación e inflación que las beneficie. Las empresas exportadoras gozan de privilegios únicos, entre los que se cuentan los puertos privados desde los que salen sus productos sin monitoreo oficial de volumen ni de precios. A esto se suma la constitución de redes de acopio cuyos tentáculos se estiran a lo largo y a lo ancho del país, operando muchas veces como verdaderas asociaciones ilícitas que realizan ganancias extraordinarias a costa de los productores pequeños y medianos y también del propio Estado.

Un ejemplo de esto último reside en el desfalco producido recientemente por Grimaldi SA y Leones Agropecuarios SRL contra un grupo de productores agropecuarios y contra el propio Estado (expediente FCB 5570/2019 “Leones Agropecuaria SRL y Otros s/defraudación”). Este caso revela el submundo oscuro que maneja con impunidad los conductos por los que pasa buena parte de la producción que genera divisas para el país.

Las recientes medidas adoptadas por el gobierno para dinamizar las exportaciones y bloquear la presión actual sobre el tipo de cambio, son temporarias, no se acompañan de una fiscalización sobre el abastecimiento de bienes y liquidación de divisas, y probablemente no alcanzarán a revertir el ímpetu que ya ha adquirido la presión sobre el tipo de cambio. La nueva flotación administrada del dólar alentará la retención de divisas y de producción a la espera de una devaluación del tipo de cambio.

El sector exportador suma a esto el objetivo de restituir el prefinanciamiento local de las exportaciones en dólares y el control del déficit fiscal, objetivo último que unifica a toda la oposición contra el gobierno. Esto implica mayor ajuste social, mayor crecimiento de la pobreza y la posibilidad de estallidos sociales a corto plazo. El macrismo y sus aliados anticipan que esto ocurrirá antes de diciembre. Mientras tanto, preparan el escenario bloqueando el funcionamiento del Congreso, abroquelando a sus jueces adictos en lugares estratégicos del Poder Judicial y trayendo al primer plano de la escena política al Presidente de la Corte Suprema, mascarón de proa del Poder Mediático. Así construyen entre todos un clima de caos funcional a sus intereses de poder, que solo podrá ser desactivado con la movilización de los que votaron a este gobierno.

(https://www.elcohetealaluna.com/la-construccion-del-caos/ )

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Administrar las reservas del BCRA es arbitrar en la puja distributiva. El precio del dólar está en todos lados. La decisión sumar regulaciones trasciende la coyuntura. Una salida devaluatoria inviable y el peligro de tropezar con la misma piedra.



Tranquilizando a martillazos? Muchos lo quieren interpretar así. Son los que aprovechan la coyuntura para vaticinar “el fin de la economía privada”. El fantasma del marxismo, o la venezualización argentina, según quien agite el fantasma. Se apuntó en Socompa con tono jodón: las grandes fortunas no gobiernan ni deliberan sino a través de sus periodistas. Lo mismo vale para las grandes empresas. Voceros no les faltan. Las nuevas restricciones que rigen en el mercado cambiario les dio el pie que esperaban para sumar al anunciado “fin de la República” el vaticinio de una catástrofe económica.

El dólar, esa moneda plebeya que no sabe de status ni jerarquiza, pero traza límites concretos entre quienes viven al día y quienes tienen capacidad de ahorro, está siempre presente. Nada nuevo. La historia se repite. Ahora en el contexto del home banking, las Apps, Contado con liquidación y una crisis económica global sin precedentes. Un nuevo ecosistema para el viejo problema del bimonetarismo.

Solo en 2019, la sociedad demandó 23 mil millones en activos dolarizados, casi todo en billetes que pasaron a engrosar los 170 mil millones que circulan por el país. Se diría que al gobierno no le quedaba otra que cerrar un poco más la canilla. Un trago amargo para Martín Guzmán, que tres días antes había asegurado que endurecer el cepo era una medida para aguantar. Quedó descolocado. Heterodoxo y cauto en materia fiscal, apostaba a la racionalidad de los agentes económicos. Alberto Fernández, conocedor de los tahúres que tallan en el paño local, dejó correr y finalmente se inclinó por la postura de Miguel Pesce, aunque no tanto como hubiera querido el presidente del BCRA. El goteo de reservas amenazaba con devenir en sangría. Ocurrió muchas veces.

El peligro es evidente: tropezar con la misma piedra. Quienes participaron de una u otra forma de la experiencia del cepo kirchnerista subrayan que sirvió para evitar la fuga de divisas, pero admiten que al mismo tiempo frenó el ingreso de capitales. En pocas palabras: no resolvió la restricción externa. Matías Kulfas lo analizó en detalle en su libro Los tres kirchnerismos: en la medida en que se endurecieron la restricciones, la economía se fue estancando. Kulfas dice algo más: en la arena política faltó transversalidad. La condición necesaria, aunque nunca suficiente, para cualquier programa económico en el largo plazo. La misma por la que batalla hasta ahora con poco éxito Alberto Fernández.

La lectura del gobierno no es complicada. La salida devaluadora es inviable. No solo porque el tipo de cambio actual ya es competitivo y lo seguirá siendo si las minidevaluaciones diarias no le pierdan pisada a la inflación. Un salto brusco, como los concretados por Alfonso Prat Gay y Luis “Toto” Caputo – o el que se vio obligado a convalidar Axel Kicillof en el ya lejano enero de 2014 – solo alimentaría los precios. La vorágine, se sabe, limaría los sueldos, ralentizaría la ya pobre recaudación e impediría reactivar. Más desocupación y pobreza. La cuestión, ahora, viene por el lado de la sintonía fina. La que postuló Cristina cuando fue por la reelección, pero que nunca se intentó.



De lo que se trata, en definitiva, es de administrar la escasez hasta que aclare. Dicho de otra forma: esperar la cosecha gruesa. La que promete hacia fines del primer trimestre de 2021 comenzar a recomponer las reservas del Banco Central. En especial si se mantiene el raid alcista de la soja, que cotiza a su mayor precio desde mediados de 2017. La hoja de ruta oficial señala que para entonces estará cerrado un nuevo acuerdo con el FMI y la economía habrá entrado en una fase de recuperación. Sí, está claro. Muchos supuestos.

Hasta entonces los objetivos serían cuidar el frente fiscal, salir de la recesión, mejorar los ingresos y aumentar las exportaciones. Mucho trabajo. Más todavía de cara a una oposición busca paralizar el Congreso y a los columnistas de Clarín y La Nación que, mientras simulan tomar distancia de los brotes psicóticos de Duhalde y Cia, procuran instalar la idea de una “presidente en la cuerda floja” que “habita en el pasado”. La teoría de un presidente cautivo de Cristina Kirchner, en ocasiones contradictorio y en otras sometido al poder demoníaco de la vicepresidenta.

En lo inmediato, las medidas anunciadas tornan menos nutritivo el famoso “puré” que se practica en la city porteña. Achican la brecha entre la cotización oficial y el blue. Desalientan la avidez de los más o menos seis millones de pequeños compradores que usan el cupo de doscientos dólares mensuales. Tan cierto como que complican a una veintena de grandes empresas que requieren divisas para cancelar deudas en moneda extranjera. También a las que tienen obligaciones negociables en los mercados del exterior.

Por lo pronto, si se le concede la derecha al Banco Central, las quejas empresarias parecen desmedidas. Algunas firmas deberán reestructurar deudas. Otras ya lo hicieron. En cualquier caso son lo suficientemente sofisticadas para salir airosas. No son pymes. Hablamos del panel de las principales quinientas. Están habituadas a operar en los mercados internacionales. Dicen que tendrán dificultades para conseguir financiamiento y que eso redundará en menores inversiones. ¿La reticencia inversora como veto político? No sería la primera vez. La sufrió el kirchnerismo en su mejor momento, cuando el mercado interno estaba en expansión, el dólar estabilizado y había poca inflación.

Algo va quedando en claro. Ni las ponderables reestructuraciones de las deudas externa e interna, ni el muy probable acuerdo con el FMI, parecen suficientes para calmar a la economía, el objetivo primero de Guzmán. Tampoco lo consiguió el muy cauto proyecto de Presupuesto 2021, que contempla un aumento real del gasto primario de apenas el 7,6 por ciento con respecto a este año – sin las erogaciones extraordinarias por Covid-19 –. Ni siquiera el objetivo de reducir el déficit primario al 4,5 por ciento del PIB en un contexto de emergencia social. El elenco estable de la economía liberal quiere más mercado y menos política. Lo de siempre.

Por lo pronto, la decisión presidencial privilegió la visión del BCRA: si se pretende un Presupuesto 2021 sustentable, la cuestión monetaria no puede quedar afuera. La crisis que provoca la pandemia y la fuga de 86 mil millones de dólares de la era Cambiemos obligan, por más que la decisión sea antipática y piante votos. En definitiva, administrar el tipo de cambio – sea liberándolo, vendiendo reservas o regulando el mercado – es administrar el conflicto político.

De ahí la centralidad de la decisión adoptada. Trasciende la coyuntura y explica la reacción de los grupos concentrados y sus voceros. Ni qué decir de la ortodoxia más recalcitrante, para la cual el desarrollo depende casi exclusivamente del ingreso de capitales, lo que desplegaría la inversión y nos devolvería al mundo civilizado. La evidencia, va de suyo, relativiza la novela rosa liberal. La historia demuestra que esos flujos sustituyen el ahorro interno, alientan la apreciación cambiaria, obstruyen la producción de bienes transables y devienen en endeudamiento.

El gobierno de Alberto Fernández no es el primero, ni será el último, en lidiar con el dólar. Una nota de color. Ya en el ‘39, el escenario del Teatro Maipo daba cuenta del tema. El cronista comentaba: “Por lo que a los cuadros de letra se refiere, su ´leit motiv´ surge del mismo título. En ´’El dólar está cabrero’, la obsesión la constituye nuestro disminuido intercambio comercial con Estados Unidos”. Diez años después, Sofía Bozán y Marcos Caplan volvían a encabezar el elenco. La marquesina retomaba el tema: La risa es la mejor divisa. En el afiche, un hombre gordo, caracterizado como banquero o empresario, reía rodeado de monedas y billetes desparramados por el piso (El dólar, historia de una moneda argentina (1930-2019), de Ariel Wilkis y Mariana Luzzi. Los especialistas en sociología del dinero ofrecen una narrativa honda, circunstanciada, específica, rica en detalles y en consecuencias, sobre la popularización del dólar en las vidas de generaciones de argentinos.).

Desde entonces, el dólar impregna a la sociedad. Se lo suele presentar como un dispositivo exógeno que interpela a la clase política. Las descripciones livianas lo califican como “pasión de multitudes” y le adjudican el “interés de las mayorías”. Tampoco escapa a una escenificación que tiene mucho de espectáculo libertario de la manos de los Milei & Cia. Una suerte de versión actualizada del famoso “cacerolas y dólar, la lucha es una sola” que convirtió a los pequeños ahorristas en un actor político central de la protesta social luego del derrumbe de la convertibilidad.

El tema no es nada menor de cara a la gobernabilidad. El peso del dólar esta fuera de duda. En una economía abierta es central. Constituye el principal precio relativo, junto con los salarios y las tarifas. Está en todos lados. Su determinación constituye siempre una decisión política que alinea detrás de sí el modelo productivo buscado.

(http://socompa.info/economia/el-dolar-un-conflicto-politico/ )


Daniel Roberto Távora Mac Cormack

Imágenes:

Alfredo Ceverino nació al norte del Zanjón de los Ciruelos, Las Heras, Provincia de Mendoza. Para tratar de evadir las jornadas del servicio militar (e inducido por su maestro de dibujo) cursó sus estudios en la Academia Provincial de Bellas Artes. Escultor y Pintor

Salto a la fama... A fuerza de trabajo y talento, acumuló reconocimientos, premios, menciones, viajes por Europa y Latinoamérica y más de 42 exposiciones individuales. Su casa fue siempre un nodo cultural.

De viaje... "He ido de Las Heras a París y de París a Las Heras", aclara el hombre que pintó un Lautrec lasherino. "Lo importante, sin embargo, es tener adónde volver". Para Ceverino, la patria es el barrio.

Augures... Como escultor inauguró recientemente una obra impresionante: 12 estatuas de dos metros de altura realizadas en hierro forjado. "Encontré por fin el nombre, augures, los que leen las señales del cielo".



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