Información y tensiones sociales en los días de la peste ...

 Lunes 26 de Octubre de 2020


Mientras La Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció que se registró un nuevo récord mundial de contagios diarios, por tercer día consecutivo, con 465.319 nuevos casos en solo 24 horas. Los números registrados este sábado marcaron un incremento, frente a los 449.720 del viernes y 437.247 del jueves.

Al mismo tiempo, la OMS informó que en el mundo ya hay más de 42,6 millones de casos confirmados de covid-19 y cerca de 1,15 millones de fallecidos.

El dato alarmante es que la mitad de los nuevos casos del sábado se registró en la región Europa, con un récord de 221.898 en un día. El viejo continente atraviesa un "momento crítico" de la pandemia de covid-19, advirtió el viernes el jefe de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, dado que varios países están reportando nuevos rebrotes.

En Argentina, el reporte del Ministerio de Salud informa que se registraron 284 muertos y 9.253 casos en las últimas 24 horas. Los casos totales confirmados desde el comienzo de la pandemia son 1.090.589. Los fallecimientos acumulan 28.896. Hay 4.863 personas internadas en Unidades de Terapia Intensiva: las camas de UTI están ocupadas en un 63,5 por ciento a nivel nacional y en un 62,4 por ciento en el Área Metropolitana de Buenos Aires.

Thierry Meyssan es un Intelectual francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestros ojos la gran farsa de las "primaveras árabes" (2017). Tomo de su red el siguiente artículo: “Históricamente, la crisis de Occidente comenzó con la crisis del capitalismo estadounidense, ‎en 1929. En aquella época, la mayoría de los libros y los diarios afirmaban que la concentración ‎del capital esterilizaba la economía al impedir en muchos sectores la competencia entre las ‎empresas. En aquel momento, mientras el hambre asolaba Estados Unidos, la prensa ‎proponía tres modelos políticos como posibles salidas del estancamiento económico:
-  el
leninismo, con la nacionalización de todos los bienes de producción y corriendo el riesgo ‎de acabar con la iniciativa individual;‎
-  el
fascismo del ex representante de Lenin en Italia, Benito Mussolini, quien proponía ‎no luchar contra la concentración del capital sino organizarla en el seno de corporaciones, ‎corriendo el riesgo de hacer perder a los asalariados toda posibilidad de oponerse a los abusos de ‎sus patrones;
-  el
progresismo de Franklin Roosevelt, quien estimaba que la tecnología debía permitir la ‎recuperación económica y garantizar la solución en la medida en que se restableciera la ‎competencia desmantelando las grandes empresas –según la doctrina de Simon Patten.‎

El propio Lenin percibió el fracaso de su teoría económica en tiempos de guerra civil. Así que ‎liberalizó el comercio exterior e incluso autorizó algunas empresas privadas en la Unión Soviética, ‎en el marco de su Nueva Política Económica (NEP). El fascismo sólo logró desarrollarse ‎imponiendo una terrible represión y fue barrido durante la Segunda Guerra Mundial. El llamado ‎progresismo se mantuvo en vigor hasta los años 1980, cuando fue cuestionado por la ‎‎desregulación (también llamada liberalización o desreglamentación) impulsada por ‎el presidente estadounidense Ronald Reagan y por la primer ministro británica Margaret ‎Thatcher. ‎


 
En el momento actual, ese cuarto modelo –la desregulación– se ve cuestionado a su vez por la ‎destrucción de la clase media, consecuencia de la globalización. Después de la desaparición de ‎la URSS, el presidente estadounidense George Bush padre estimó que la rivalidad militar entre ‎Washington y Moscú debía dejar paso a la búsqueda de la prosperidad económica y autorizó ‎ciertas grandes empresas estadounidenses a establecer alianzas con el Partido Comunista Chino y ‎a trasladar a China sus fábricas y medios de producción. A pesar de su pobre formación, ‎el costo de la fuerza trabajo china era 20 veces inferior al de la fuerza de trabajo estadounidense ‎y aquellas empresas amasaron beneficios colosales, que les permitieron imponer en ciertos ‎sectores una concentración del capital muy superior a la que se había registrado en 1929. ‎Además, la parte fundamental de las ganancias de esas empresas ya no venía de la producción de ‎bienes y servicios sino de la acumulación de sus propios fondos. De esa manera, el capitalismo ‎cambió nuevamente de naturaleza, dejando de ser capitalismo productivo para convertirse en ‎capitalismo financiero. ‎

La fuerza de trabajo china, con trabajadores formados en pleno proceso de producción, ‎ha pasado a ser tan costosa como la fuerza de trabajo estadounidense, lo cual implica que las ‎instalaciones productivas están comenzando a “emigrar” desde China, cuyas empresas ‎deslocalizan la producción en Vietnam y en la India. Volvemos así al punto de partida. ‎

Las empresas estadounidenses que se llevaron a China los puestos de trabajo de Estados Unidos, ‎financiarizando así sus actividades, lograron amalgamar su ideología de la «globalización ‎económica» con la mundialización del uso de nuevas técnicas, dos cosas no vinculadas entre sí. ‎Las nuevas técnicas pueden ser utilizadas en cualquier lugar del mundo, pero no pueden ser ‎utilizadas en todas partes a la vez ya que requieren grandes volúmenes de energía y de materias ‎primas. ‎

Debido a ello, esas empresas convencieron a Donald Rumsfeld, el secretario de Defensa del ‎presidente George Bush hijo, para dividir el mundo en dos partes, creando una zona de consumo ‎global –alrededor de Estados Unidos, Rusia y China– y una segunda zona encargada de alimentar ‎a la primera sirviéndole de simple “reserva” o “depósito” de recursos. El Pentágono decidió ‎entonces destruir los Estados en los países del «Medio Oriente ampliado» (o «Gran Medio ‎Oriente») para que los pueblos de esos países tuviesen menos posibilidades de organizarse para ‎oponerse a tal proyecto y a la explotación de sus recursos –es lo que George Bush hijo llamó la ‎‎«guerra sin fin». Así comenzaron guerras que se eternizan en Afganistán, Irak, Libia, Siria ‎y Yemen, conflictos que tienen todos causas supuestamente diferentes… pero donde siempre ‎aparecen los mismos agresores: los yihadistas. ‎

En 2017, el presidente estadounidense Donald Trump y el presidente chino Xi Jinping decidieron –‎en el mismo momento– luchar contra la fuga de las empresas productoras de bienes. Trump ‎decidió hacerlo a través del nacionalismo proteccionista mientras que Xi Jinping optaba por el ‎‎nacionalismo económico. ‎

En Estados Unidos, el Congreso rechazó la reforma fiscal que Trump proponía: la Border ‎Ajustment Act, que preveía liberalizar las exportaciones e imponer gravámenes de un 20% a todas ‎las importaciones. ‎

En China, en ocasión del 19º Congreso del Partido Comunista, el presidente Xi Jinping creó el ‎Frente Unido, un órgano encargado de verificar que los objetivos de las empresas corresponden a ‎los objetivos de la nación, e introdujo un representante del Estado en el consejo de administración ‎de todas las grandes empresas. ‎

El fracaso de su intento de lograr que se adoptara su proyecto fiscal ha llevado a Trump a tratar ‎de obtener los mismos resultados con una guerra de derechos de aduana contra China. El Partido ‎Comunista de China respondió desarrollando el mercado interno chino y orientando hacia Europa ‎el excedente de la producción china. ‎

Resultado: Europa está viéndose afectada por las políticas económicas de Washington y de Pekín. Y, ‎como siempre, cuando los gobernantes no tienen en cuenta los problemas de sus pueblos, ‎el problema económico genera una crisis política. ‎

La crisis de la democracia

Contrariamente a una idea preconcebida basada sólo en las apariencias, lo que provoca ‎revoluciones no es tanto una decisión premeditada de crear un nuevo régimen sino más bien la ‎defensa de los intereses colectivos. En el mundo moderno, se trata siempre de un patriotismo. ‎Quienes se rebelan siempre piensan, con razón o no, que sus gobernantes están al servicio de ‎intereses externos y que han dejado de ser sus aliados para convertirse en enemigos. ‎

El orden internacional que se instauró después de la Segunda Guerra Mundial supuestamente ‎debía estar al servicio del interés general, a través de una forma de democracia o de una forma ‎de dictadura del proletariado. Pero ese sistema no podía funcionar de forma duradera ‎en Estados sin soberanía, como los de los países miembros de la OTAN o los del desaparecido ‎Pacto de Varsovia. Los dirigentes de esos Estados acabaron viéndose llevados a traicionar a sus ‎pueblos para servir al Estado líder de su bloque militar: Estados Unidos o la URSS. Aquel sistema ‎fue aceptado por el tiempo durante el cual las partes creían, con razón o sin ella, que era lo ‎indispensable para vivir en paz. Hoy en día, esa justificación ya no existe… pero la OTAN sigue ‎existiendo, aunque ha perdido aquella apariencia de legitimidad. ‎

La OTAN, que constituye una especie de Legión Extranjera al servicio de Estados Unidos y del ‎Reino Unido, concibió e instauró lo que hoy es la Unión Europea. Al principio, el objetivo era ‎anclar el oeste de Europa en el campo occidental. Hoy en día, en virtud de los tratados, la Unión ‎Europea subordina su defensa a la OTAN. En la práctica, para los pueblos de la UE, la OTAN es ‎la rama militar de un todo cuya rama civil es la Unión Europea. La OTAN impone sus normas a ‎la UE, ordena construir la infraestructura que necesita para la actividad militar y se hace financiar ‎por la Unión Europea a través de mecanismos opacos. Todo esto sucede a espaldas de ‎los pueblos de la Unión Europea, a quienes se les explica –por ejemplo– que el Parlamento ‎Europeo vota las normas, cuando en realidad ese Parlamento sólo ratifica los textos de la OTAN ‎que le son presentados a través de la Comisión Europea. ‎

No cabe duda de que, aunque sufren su actuación sin rebelarse, la ciudadanía de los Estados ‎miembros de la Unión Europea no acepta esa organización, lo cual queda demostrado por ‎el hecho que los pueblos europeos siempre han rechazado la idea de adoptar una Constitución ‎europea. ‎

De forma paralela, el concepto mismo de democracia ha sido sometido a una profunda ‎transformación. Ya no se trata de garantizar el «poder del pueblo» sino de someterse al ‎‎«estado de derecho», dos conceptos incompatibles entre sí. Ahora los magistrados deciden, ‎en lugar del pueblo, quiénes tendrán derecho a representarlo y quiénes no. Ese traspaso de la ‎soberanía, de las manos del pueblo a los sistemas judiciales, resulta indispensable para mantener ‎el predominio de los anglosajones sobre los miembros de la Unión Europea. Eso explica el ‎empeño de Bruselas en imponer el «estado de derecho» a Polonia y Hungría. ‎

La revuelta

La caída del nivel de vida de los estadounidenses modestos que se registró bajo la administración ‎Obama dio lugar a la elección de Donald Trump. La aceleración de las deslocalizaciones de Europa ‎como consecuencia de la guerra aduanera entre Estados Unidos y China dio lugar al surgimiento ‎del movimiento de los Chalecos Amarillos en Francia. ‎

Esta revuelta popular se materializó en las primeras semanas de ese movimiento –con el reclamo ‎de la instauración del Referéndum de Iniciativa Ciudadana (RIC), propuesto por Etienne Chouard. ‎En el caso de Francia, esta revuelta se inscribe en la tendencia iniciada –en 1981– con la ‎candidatura del humorista Coluche, que tuvo como lema «Todos juntos para darles por el culo», ‎y más recientemente –en 2007– por las manifestaciones alrededor del humorista italiano Beppe ‎Grillo, con una consigna muy similar: «Vaffanculo», o sea «Que les den». La burla viene ‎cada vez más a menudo acompañada de una cólera que se hace más y más fuerte y obscena. ‎

Es muy importante entender que la cuestión del rechazo de la dominación militar estadounidense ‎llegó antes que el tema de la globalización económica, pero que ha sido este último el que dio ‎inicio a la revuelta.

Al mismo tiempo, hay que distinguir los reclamos patrióticos de los Chalecos ‎Amarillos, quienes suelen enarbolar la bandera francesa, de las consignas de los trotskistas, que ‎rápidamente se apoderaron del movimiento y lo desviaron arremetiendo contra símbolos de ‎la Nación y cometiendo actos vandálicos contra el Arco del Triunfo. ‎

En resumen, la revuelta actual es a la vez el fruto de 75 años de dominación anglosajona sobre ‎los miembros de la Unión Europea y de la híper concentración del capital globalizado. Esas ‎dos crisis conjugadas constituyen una bomba de tiempo que, de no ser desactivada, estallará ‎en detrimento de todos. Esta revuelta ha alcanzado ahora el estatus de una verdadera toma de ‎conciencia del problema, pero no tiene aún la madurez que necesitaría para evitar que los ‎gobernantes europeos lleguen a subvertirla. ‎


 
Al evitar ocuparse de resolver los problemas planteados, los gobernantes europeos sólo esperan ‎seguir gozando de sus privilegios por el mayor tiempo posible, sin tener que asumir las ‎responsabilidades que les corresponden. Al adoptar esa actitud, no les queda otra opción que ‎empujar los pueblos a la guerra o exponerse ellos mismos al peligro de ser derrocados en medio de un estallido de violencia.” (https://www.voltairenet.org/article211276.html)

En un plebiscito histórico, Chile votó por amplia mayoría a favor de redactar nueva Constitución y dejar atrás la de Pinochet

El referéndum para reformar la Constitución heredada del dictador Augusto Pinochet obtuvo un apoyo mayoritario del 78% de los votos. De esta manera, se abre un proceso de redacción de nueva Carta Magna, para lo cual el 79% votó en favor de realizarlo bajo la modalidad de Convención Constitucional, con la totalidad de los miembros elegibles bajo voto popular.

El voto a favor de cambiar la Constitución heredada de la dictadura de Augusto Pinochet se impuso por amplia mayoría al obtener un 78% el recuento de la emocionante jornada electoral de este domingo, según resultados oficiales con más del 98% de los votos escrutados.

De esta manera, se abre un proceso de redacción de nueva Carta Magna, para lo cual el 79% votó en favor de realizarlo bajo la modalidad de Convención Constitucional, con la totalidad de los miembros elegibles bajo voto popular.

El recuento empezó inmediatamente tras el cierre de las mesas a las 20H00 locales (23H00 GMT) y en apenas una hora ya se constataba la ventaja del “Apruebo”, frente al “Rechazo”. En la céntrica plaza Italia de Santiago, epicentro de las protestas del último año, Sebastián Llanta, un ingeniero de 32 años, dijo a la AFP que “esto que está pasando hoy día era algo imposible de imaginar”.

Se está logrando por todo lo que pasó hace poco más de un año. No va a ser mágico de la noche a la mañana, pero lo que pase ahora tiene que ver con el aporte de todos nosotros”, añadió, antes de irse a bailar al ritmo de “Quieren dinero” (1986), una canción-protesta de Los Prisioneros que se hizo popular en plena dictadura (1973-1990) y que sonaba en un altoparlante.

Más de 14,7 millones de chilenos estaban llamados a votar. Con mascarillas y la esperanza de un cambio, se observaron largas filas en los centros de votación, donde el proceso transcurrió sin incidentes y con los resguardos sanitarios para evitar contagios de coronarivus.

La tasa de participación era un dato clave en una cita electoral en plena pandemia, en un país donde desde 2012 el voto es voluntario. La referencia inmediata era la presidencial de 2017, cuando fue electo el presidente Sebastián Piñera, y votó el 49,2%.

Hay mucha gente para votar en todos los lados. Nunca he visto tanta gente, y mucha juventud”, dijo a la AFP, José Gallardo, un taxista de 73 que recorrió la ciudad durante la mañana.

Proceso electoral inedito

El plebiscito ha estado marcado por la posibilidad de cambios que abre este inédito proceso electoral, decidido tras un amplio acuerdo político alcanzado en noviembre del año pasado, casi un mes después del inicio, el 18 de octubre de 2019, de las protestas sociales y enfrentamientos violentos con la Policía tras el alza en la tarifa del Metro de Santiago.

La elección se realizó justo un año después de que tuviera lugar, el 25 de octubre de 2019, la mayor marcha realizada en democracia. Más de 1,2 millones de personas se reunieron en torno a la Plaza Italia de Santiago, una demostración de la profundidad y amplitud del descontento social acumulado en décadas en un país considerado un modelo de crecimiento económico y estabilidad en América Latina.

En Argentina, el recuento de los votos reflejó un apoyo del 87% para la reforma constitucional, superior incluso al logrado en territorio chileno. Al mismo tiempo, el 82% votó para que la nueva Carta Magna sea redactada bajo modalidad de Convención Constitucional.

A un año del estallido social es la primera oportunidad real que tenemos para hacer los cambios necesarios para mejorar la salud, la educación; para tener una sociedad más igualitaria”, dijo Pilar Matus, una profesora de 47 años que participó en esa gran marcha.

El presidente Piñera, que se mantuvo neutral hasta la fecha y no reveló si iba a votar a favor o en contra, votó temprano y pidió a sus compatriotas acudir a las urnas “porque todas las voces importan”. También llamó a “rechazar la violencia y abrazar el camino de la unidad”.

Hemos esperado mucho más de un año (por esto), es un evento histórico en nuestro país”, dijo a la AFP emocionado Elías Pérez, un psicólogo de 39 años, que votó en el Estadio Nacional de Santiago, lugar emblemático en la historia chilena convertido para esta jornada en el centro de votación más grande del país.

Un año después del inicio de las protestas, Chile se jugó este domingo en las urnas la posibilidad de cambiar la Constitución redactada en 1980 y sepultar definitivamente la sombra de la dictadura de Pinochet, resolviendo por la vía pacífica los problemas de inequidad y exclusiones que detonaron el “estallido social” de octubre.

Para un amplio sector de la población, la Constitución de 1980 es la madre de las desigualdades de Chile. Si bien la carta magna no establece la privatización de sectores básicos, como la salud o la educación, fomenta la participación de los privados y reduce el tamaño del Estado.

Pero para los detractores del proceso, un cambio a la Constitución podría minar la salud de la economía y el desarrollo social.

Un primer propósito de este proceso constituyente es dejar atrás la sombra de la dictadura de Pinochet (…) elaborada bajo el uso de la fuerza”, explicó a la AFP Marcelo Mella, politólogo de la Universidad de Santiago.

El segundo objetivo, agregó Mella, es “poder resolver por la vía política y pacífica los problemas que se han transformado en estructurales”, como la desigualdad y la exclusión.

Además de elegir entre “Apruebo” y “Rechazo”, los electores también definían el órgano que redactará la eventual nueva Constitución: una “Convención Mixta”, compuesta por 172 miembros, distribuida a partes iguales entre ciudadanos electos y parlamentarios en ejercicio, o una “Convención Constitucional”, de 155 miembros, en la cual todos sus integrantes deben ser elegidos popularmente.

( https://ecupres.wordpress.com/2020/10/26/en-un-plebiscito-historico-chile-voto-por-amplia-mayoria-a-favor-de-redactar-nueva-constitucion-y-dejar-atras-la-de-pinochet/ )

En nuestro país, la guerra de los Etchevere y la Guerra contra el 5% de los argentinos que intentan forzar al gobierno a “Ajustar” y “devaluar”, parecen ocupar los principales titulares de los principales portales digitales, medios audivisuales y las tapas en papel de los medios de comunicación de mayor “audiencia/lectores/clientes/consumidores”, en nuestro territorio, el gobierno nacional va definiendo a “contra-agenda” el peronismo que nos seguirá gobernando por al menos, los próximos tres años:

Un peronismo que “transforma el carácter del Estado, de una concepción gendarme de los intereses de las elites ancladas en el modelo agroexportador y subordinadas en la geopolítica, a un Estado que democratiza el acceso al consumo y a los derechos de las masas antes excluidas.” según Sacha Pujó, Magister en Políticas Públicas ??“Flacso-. Lic. en Sociología -UBA-.

l sujeto del peronismo emerge de ciertas condiciones históricas, sociales, económicas y políticas establecidas en el marco del capitalismo fordista del pleno empleo. La crisis mundial de superproducción del año 1929 tuvo como consecuencia una caída de la demanda de los productos que exportaba Argentina, lo que generó una brusca baja de los precios con efecto en el descenso del ingreso de divisas por exportaciones. Esas fueron las circunstancias dadas para un incipiente desarrollo de la industria liviana de bienes de consumo que sustituía las importaciones. El peronismo lo convertiría en una política de Estado en el marco de la doctrina de la soberanía política, la independencia económica y la justicia social, de la cual la economía es determinante para llevar adelante esa doctrina.

El peronismo transforma el carácter del Estado, por lo que se pasa de una concepción gendarme de los intereses de las elites ancladas en el modelo agroexportador y subordinadas en la geopolítica, a un Estado que democratiza el acceso al consumo y a los derechos de las masas antes excluidas. Es decir el peronismo como proyecto político se trata del ingreso a la modernidad capitalista. Fue la expresión local de los Estados de bienestar construidos en la mayor parte del mundo desarrollado en la segunda posguerra de la mano de las ideas de Keynes en la economía. Pero el problema es que ese proyecto de sociedad integrada que representó el peronismo mediante políticas distribucionistas, colisionó con intereses económicos y con status simbólicos  adquiridos.

El empoderamiento de los sectores populares se asentó en una estructura económico-social que homogeneizaba a los sectores populares en su aspecto material vinculado al crecimiento del empleo industrial. Sobre esa materialidad, la política simbólica del Estado le dio cuerpo en una identidad que constituyó al pueblo como sujeto político articulado. Vale la pena recordar que existe en la historiografía argentina un debate acerca de si el peronismo significó una suerte de manipulación de las masas que le quitó autonomía política al movimiento obrero, visión fundamentada sobre una supuesta división entre vieja clase obrera y nuevos migrantes de zonas rurales atrasadas que no serían portadores de conciencia de clase sino socializados en valores tradicionales; o que por el contrario, se trató de un movimiento político basado en la concreción de los intereses de la clase en su constitución como sujeto político integrado al Estado. Un punto central del debate es la creación del Partido Laborista en 1945 que impulsó la candidatura de Perón, y su posterior disolución por orden oficial después del triunfo. Como todo proceso histórico no se trata de blanco o negro, ya que la realidad es más compleja y se deben incorporar las distintas miradas y dimensiones de los fenómenos. Lo que sí es cierto es que los sindicatos se mantuvieron como la estructura organizativa central de resistencia, la “columna vertebral” para la reconquista del poder político luego del golpe de 1955.

Para la conformación de ese sujeto político también tuvo carácter instituyente la oposición “democrática” liberal, el conjunto del espectro del antiperonismo que se formó a la par del movimiento peronista como configuración relacional y expresión de una visión del mundo antagónica. Dicho antagonismo contó con niveles altos de confrontación violenta como golpes de estado y genocidios.

Pero las condiciones históricas que permitieron la constitución de la alianza de clases expresadas en el movimiento nacional popular cambiaron. A nivel mundial a partir de la década del ‘70 del siglo XX con Margaret Thatcher en Inglaterra, quien entiende que no existe la sociedad sino los individuos, encabezó la ola neoliberal antiobrera y contraria el Estado de bienestar. En Argentina la dictadura cívico militar, con genocidio mediante, liquidó las bases de una sociedad integrada con altos niveles de resistencia, de homegeneidad en las condiciones de vida, y posibilidades de ascenso social mediante la educación pública y el crédito accesible para la vivienda propia.

El “Proceso de reorganización nacional” transformó el capitalismo argentino, cambió el eje de acumulación dando paso a la valorización y especulación financiera, así como a la progresiva extranjerización de la economía. En la década del ‘90 el peronismo fue expresión de esas transformaciones mundiales y locales, y aceleró ese esquema económico con profundas consecuencias sociales que explotaron en 2001. Si los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner apuntaron a revertir con cambios estructurales ese legado apoyándose en el auge latinoamericano de movimientos nacionales y populares, luego el gobierno de Macri volvió a torcer el eje. Hoy la sociedad esta más fragmentada, desigual, sumado al contexto de incertidumbre por la crisis provocada por la pandemia.

La actual etapa del globalismo financiero, dada por un avance en el poder de las corporaciones globales, se caracteriza por la tendencia a la digitalización del trabajo y asociado a esto una creciente precarización, deslocalización y flexibilización de la clase trabajadora. La figura del trabajador asalariado con derechos tiende a ser reemplazada por la del individuo emprendedor autónomo empresario de si mismo. Se trata de nuevas formas de explotación y dependencia. La inestabilidad permanente, lo efímero y pasajero, el fin del largo plazo y la imposibilidad de siquiera imaginar una alternativa a un esquema de poder abstracto son características de una era denominada como realismo capitalista, tal como lo define Mark Fisher: “la idea muy difundida de que el capitalismo no solo es el único sistema económico viable, sino que es imposible incluso imaginarle una alternativa (…) Habiendo incorporado cualquier cosa externa de manera en extremo exitosa (…) el capitalismo ocupa sin fisuras el horizonte de lo pensable”.

La disputa por el sentido

Mientras tanto, en la coyuntura política del país las recientes apariciones mediáticas del ex presidente Macri refuerzan en el espacio neoliberal antipopular las ideas del individualismo, el esfuerzo personal, y la cultura del trabajo en el marco del modelo ideal meritocrático. La crítica a ese ideal ya ha sido tratada en esta columna y por muchos colegas que han demostrado que es una forma de encubrir profundas desigualdades materiales y de saberes de origen.

Cuando los mecanismos de ascenso social no están claros producto de una sociedad desigual, fragmentada con rasgos de anomia, se proyecta una frustración a nivel individual en tanto el esfuerzo no es recompensado. En ese contexto los discursos que buscan chivos expiatorios encuentran una amplia exposición del poder mediático. Así instalan en la agenda las ocupaciones de tierras de mapuches o de población desesperada por un techo como si fueran los enemigos de la propiedad privada en un combo donde lo popular y el peronismo serían representativo del “partido de los que no trabajan”.El peronismo en su versión kirchnerista es colocado del lado de la irracionalidad popular. Porque cualquier proyecto que intente siquiera representar el interés general es estigmatizado y condenado al lugar de la anomalía y de la locura. En este sentido como analiza Semán: “Para una narrativa dominante entre las elites y que se proyecta a la patria toda, el ser nacional no sólo no es el emblema sino la causa de todos los males y lo que se necesita es un país sin gauchos o compadritos o cabecitas negras o choriplaneros, un país sin Maradona ni peronismo…”.  

 En este contexto las posibilidades de sustentación a largo plazo del movimiento nacional popular pasan por la constitución de un sujeto político articulado que pueda provocar las transformaciones económicas y estructurales necesarias para no volver al péndulo de nuestra historia. Tarea difícil por la situación mencionada de los cambios en la economía y la sociedad que no son las mismas que en otras épocas. Al mismo tiempo, la conformación de la subjetividad actual se modifica desde un impulso que da el discurso dominante a individualizar todas las problemáticas sociales lo que lleva incluso a afectar la salud mental. De esa manera se obstaculiza la constitución de un sujeto colectivo, de vínculos de solidaridad entre pares y se niega por ultimo la posibilidad de una crítica a los fundamentos del orden social.” ( https://vaconfirma.com.ar/?articulos/id_12284/del-estado-de-bienestar-al-globalismo-financiero)


Mientras los medios tradicionales buscan justificar un cambio de pólítica económica, bajo argumentos del tipo "es necesario restablecer la confianza" o "el gobierno tiene que dar señales en el sentido que los operadores y analistas están esperando", desde la vereda de quienes se saben los grandes perdedores en caso de una megadevaluación como la que se impulsa, empiezan a responder sin pelos en la lengua. "Hay toda una movida de grupos concentrados, que manejan un gran volumen de fondos especulativos en el mercado financiero, que buscan llevar al gobierno a una megadevaluación", lanzó este viernes Pedro Salas, presidente de la Sociedad Rural de Córdoba, no alineado con CRA ni con la Mesa de Enlace según aclara. "Es terrorismo de mercado, terrorismo del dólar", sintetizó. Otro frente conformado por organizaciones pymes, confederaciones sindicales y cooperativistas denunció "el accionar extorsivo de poderosos operadores del capital concentrado industrial, financiero y agroexportador que son los responsables de la corrida cambiaria que todos los días ponen en vilo a los argentinos". El título del documento, nada elíptico, es "Vienen por el gobierno y el pueblo argentino".

Detrás de las pantallas que presentan entre llamas las cotizaciones del dólar en sus distintas acepciones paralelas (Blue, CCL, MEP), no hay nada que se parezca a las situaciones que han caracterizado otras crisis cambiarias en Argentina. Ni personas arremolinadas en torno a los "arbolitos" (captadores de clientes para las cuevas cambiarias) en la city porteña, ni operadores de bolsa o de mesas de dinero atosigados de pedidos de compra o venta de divisas. 

El mercado se mueve con escasísimas operaciones, por montos exiguos respecto de los negociados en tiempos "normales" (si es que se pudiera hablar de algo así en este asunto). Con compraventas de no más de 20 ó 30 millones de dólares en la plaza, principalemente vía dólar "cable" (Contado con liqui, transferencia entre cuentas del exterior) o dólar "bolsa" (MEP, entre cuentas locales de inversión bursátil), más transacciones mínimas callejeras (dólar blue) se "arma" el mercado. Increíble pero real.

Una crisis de diseño

Argentina no enfrenta un "problema serio de restricción de divisas" en este momento ni, mal que le pese a muchos, de "atraso cambiario". El ministro Martín Guzmán enfatizó sobre este tema en su raid mediático del día viernes, sin lograr que le prestaran mucha atención. No hay presión de divisas por vencimientos de la deuda, porque la reestructuración logró patear para adelante, varios años, los vencimientos. No hay problema de desbalance del comercio exterior, porque el intercambio comercial es positivo para el país. No hay demanda de dólares para turismo, porque no hay turismo al exterior. Y el Banco Central tampoco está carente de reservas, con más de 40.000 millones de dólares de saldo, aunque el disponible sea muy inferior. 

Es decir, no hay razones económicas que expliquen una crisis cambiaria, dice Guzmán con razón. Pero hay una crisis. Que, claramente, tiene una raíz política: el objetivo de quienes la impulsan es que el gobierno se vea obligado a tomar la decisión de devaluar el dólar comercial. Para beneficio de quienes la provoicarían, pero también para debilitar al gobierno, para someterlo a las condiciones que los sectores dominantes impongan, y para ponerle límites a políticas tales como "un aporte extraordinario de las grandes fortunas". 

"Hoy no tenés ese tipo de problemas de inconsistencias macroeconómicas, no es eso lo que hace ruido en el mercado, porque si no tendrías otro volumen de operaciones. Lo que existe es un objetivo de disciplinamiento al gobierno", señaló a este medio una fuente que conoce ese mercado financiero desde adentro, tanto en sus manejos como en sus terminales políticas. 

Sin embargo, hasta el momento, el gobierno ha respondido con "medidas de mercado", como si la crisis tuviera su razón de ser en ese tipo de desequilibrios, y fracasó. Desatendió la alternativa de actuar políticamente sobre los que la provocan; entidades financieras que alimentan las cuevas, operadores de "contado con liqui" no siempre genuinos, agentes de comercio exterior que desvían u ocultan operaciones, y diversas formas de transferencias (pago de importaciones anticipadas, cancelación de deudas con dólares del BCRA de quienes tienen fuertes activos financieros en el exterior) que parecieron contar con el beneficio de una ingenuidad ilimitada de los responsables de controlarlas.

Terrorismo cambiario

El recientemente creado Espacio Producción y Trabajo, que terminó de darle forma al encuentro de entidades que venían trabajando juntas desde hace tiempo (CTA de los Trabajadores, Corriente Federal de la CGT, Cgera, Mesa Nacional de Unidad Pyme, entidades cooperativas y rurales), lo describió de este modo:

"Esta forma de terrorismo económico”, pretende consumar un nuevo golpe de mercado, con el objetivo de desgastar y desestabilizar al Gobierno Nacional y de obtener de un manotazo desmesuradas ganancias a costa del padecimiento de los que necesitan trabajar y los que queremos producir. Pretenden forzar una fuerte devaluación, la que generaría un aumento generalizado de precios y por consiguiente la pérdida de poder adquisitivo del salario, lo que profundizaría la recesión".

"Tampoco se justifican las maniobras especulativas, que bajo el supuesto de una posible devaluación, están generando un alza de precios, fundamentalmente de alimentos, que castiga fuertemente el poder adquisitivo de las mayorías populares".

El dirigente rural cordobés Pedro Salas, argumentó a su vez que "la especulación le quiere torcer el brazo a la actividad productiva, son dos modelos de país en disputa. O vamos a un modelo de especulación financiera como el que dejó Macri, el del ciclo de tomar deuda, bicicleta financiera y fuga, o insistimos en los que se está haciendo, con mucho esfuerzo, que es reactivar las pymes, poner el esquema productivo de pie y volver a tener un modelo de producción y desarrollo. Ahí está la puja". 

( https://www.pagina12.com.ar/301487-la-mano-invisible-que-tira-el-golpe-de-mercado )

En estos días de la peste, mas que la lucha de clases descrita por Karl Marx, y el concepto de plus valia, que nombra la apropiación del esfuerzo y de la fuerza de trabajo por parte de los “dueños” de los medios de producción a sus “empleados” y “obreros”, mediante la monetización de dicho esfuerzo, en los salarios, y ante la falta de conciencia de clase y la desaparición bajo diferentes formas, del trabajo en tanto esfuerzo, por obra y gracia de la ciencia, la tecnica y las tecnologías que automatizan procesos y disminuyen la acción física, lo que se pone en tela de juicio es el modelo de país y con ello la división de esfuerzos y la validez de la propiedad privada, cuándo se trata de ciencia, técnica y tecnología imposible de ser pensada como obra individual. Modelos de producción y desarrollo que distribuya mejor ganancias y esfuerzos y posibilite el acceso al consumo y los productos de modos menos desiguales.


Daniel Roberto Távora Mac Cormack

Imágenes: Max Ginsburg, 1931, París, Francia vive Nueva York, EEUU 

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