Palabras para el conocimiento del mundo ...

Jueves 29 de Octubre de 2020

 

La palabra es un soberano muy poderoso, que dotado de un cuerpo diminuto y casi imperceptible es capaz de llevar a cabo hazañas realmente divinas, ya que puede detener el miedo, mitigar el dolor, suscitar la alegría y provocar la compasión”, decía el retórico Gorgias de Leontino en “El Encomio de Helena”.

Hábil en el uso de la palabra, el filósofo sofista asumía la defensa de Helena, la hermosa esposa del rey de Esparta, cuya supuesta traición provocó la mítica guerra de Troya. 

Gorgias busca demostrar que no hace falta que el discurso sea verdadero para ser convincente, eficaz. Y, podríamos agregar, para producir verdad, aunque el hecho al que remite no exista o no se corresponda con lo que efectivamente sucedió. 

El texto está fechado en el año 414 AC y los casi 2.500 años que nos separan de él no solo no lo envejecieron, sino que, como sucede con todas las grandes obras, mantiene una vigencia que no deja de sorprender. 

Es que en nuestros días el discurso adquirió nuevos lenguajes (el audiovisual, el digital), nuevos soportes y dispositivos (los medios de comunicación masiva, Internet) y subjetividades (un mundo culturalmente mucho más homogéneo globalización mediante), pero mantiene intacta su función disuasoria, hacedora de verdad.

Construir verdad para construir poder. Poder económico, político, simbólico. Poder para que las cosas sean de una manera y no de otra. Poder para construir sentido común. Poder para establecer un orden, una lógica, un mundo que se perciba como el único posible.

Hoy ese mundo, mucho más “chico” que la Grecia continental en la que debió exiliarse el pensador, tiene en los medios de comunicación, y en la industria de la información y el entretenimiento en su conjunto, a miles de Gorgias “diciendo verdades” que poco tienen que ver con la realidad que viven miles de millones de personas.

En 2016 el Diccionario Oxford, considerado el más importante en lengua inglesa con más de 300.000 entradas principales, eligió “posverdad” (post-truth en inglés) como palabra del año. Consideró, entre otras razones, que el término pasó de ocupar un lugar marginal en el habla cotidiana a ser “eje en los comentarios políticos”.

Al año siguiente hizo lo propio la Real Academia Española (RAE). Incorporó la palabra posverdad a su diccionario y la definió como la “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”.

Durante el anuncio el director de la RAE, Darío Villanueva, dijo que el término se refiere a aquella información o aseveración que no se basa en hechos objetivos sino “que apela a emociones, creencias y deseos del público”.

Hay una nueva conciencia que no viene de los diccionarios sino de la experiencia que se produce en la vida cotidiana: la verdad “ya no existe”. Y sobre esa inexistencia articulan los poderosos, con los medios hegemónicos como filosa lengua de Gorgias.

Así se pueden dar por verdaderos hechos que jamás ocurrieron. También demonizar a personajes públicos, a políticos que no acatan el sentido “común” que intentan imponer los poderosos e incluso a ciudadanos que pueden servir para presentar un acontecimiento como espectáculo.

En los títulos de los diarios, en los zócalos de las señales de noticias o en los posteos de las redes sociales (que en muchos casos suelen replicar, en otro formato y con otro lenguaje los mensajes de los anteriores), podemos encontrar decenas de ejemplos de mentiras que repetidas miles de veces se convierten en “verdades”.

El conteo por momento morboso que algunos medios realizan de muertos e infectados a causa del coronavirus, el “exilio” o “huida del país” de miles de argentinos y argentinas producto de las políticas del gobierno o la instalación de una suerte de dictadura a través de las políticas de aislamiento y cuarentena derivadas de la pandemia, son solo algunos ejemplos.

Sin embargo, en el problema puede radicar la solución. O al menos una esperanza. Hacer visible a la posverdad nos da la posibilidad de estar más atentos, de examinar aquello que nos quieren presentar como verdadero y confrontarlo con la realidad, sopesando datos, cruzando información, separando lo que realmente ocurre del impacto emocional que persiguen determinadas imágenes o frases.

Después de todo los argentinos nos convertimos en buenos lectores de lo que dicen los medios hegemónicos. A fuerza de operaciones, desestabilizaciones, imposiciones o pliego de condiciones que en los últimos 20 años hicieron más patentes las grandes empresas periodísticas aprendimos a leer más y mejor entre líneas. Conocemos, como bien definió el saber popular, que cuando “dicen que llueve nos están meando”.

Es por el camino de la lectura crítica de cada noticia, de cada acontecimiento convertido en espectáculo, que podremos diferenciar lo verdadero de lo falso, la realidad del engaño, la verdad de la posverdad.

El lenguaje del hombre, ese instrumento de su mentira, está atravesado de parte a parte por el problema de su verdad”, escribió el psicoanalista Jacques Lacan. Y es hora de asumir este problema y de mirarnos cara a cara con él.

Sergio Fernández Novoa Periodista. Diputado provincial del Frente de Todos de Neuquén. (https://vaconfirma.com.ar/?articulos/id_12288/cuando-la-mentira-es-la-verdad )

Para la teoría liberal dos elementos son centrales en el capitalismo: la propiedad privada de los medios de producción y la libertad de firmar contrato de trabajo personal en función de intereses propios. Busca conseguir la mayor rentabilidad posible en el mercado, donde la producción se intercambia, siempre en constante competencia. La racionalidad existente es el mejor uso posible de los medios de producción, entre ellos el trabajo, lo que lleva a procurar operar en condiciones estructurales de sociedad y, para el presente interés, de la conducta, pues es la libertad mencionada de la empresa la que garantiza las restantes libertades. El carácter global de este capitalismo impera en Latinoamérica, si se siguen las dependencias generadas por constituir una de las periferias y no centros industriales (Wallerstein, 1979), lo que se ha acentuado desde 1980 cuando irrumpen tendencias variadas neoliberales, desde EEUU e instituciones económico-financieras internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, centradas en la promoción de un máximo crecimiento económico en el libre mercado, un aumento de la tasa de ganancia del capital privado, una reducción de los costos salariales, una merma en el costo de la fuerza de trabajo y una contención del gasto público social.

Desde 1990, desarrollan nociones como Desarrollo Humano y Desarrollo Social, no consensuadas, acentuando la intervención del Estado para fines redistributivos sumamente restrictivos (Ezcurra, 1998). Globalmente, “La dominación de la economía y la gestión, el cuestionamiento de lo político y de la racionalidad crítica y las desreglamentaciones y la deconstrucción de colectivos de trabajo, constituyen múltiples fragilizaciones de los marcos simbólicos y sociales, de los ataques a las bases que sostienen los funcionamientos organizacionales y grupales”, lo que ha generado una degradación del trabajo y del trabajador (L ́Hulliere, 2009).(También está ocurriendo el reemplazo del trabajador humano por el desarrollo de la robótica, tecnología de la información e inteligencia artificial, puesto que estás tecnologías se incorporan en forma creciente a tareas que antes eran del ámbito exclusivo der personas, pues requerían niveles cognitivos mayores, siendo poco repetitivas (Ribera, 2019).) 


 El capitalismo, como lo conocemos, se desarrolla definitivamente desde la segunda mitad del siglo XVI y, algunos de sus rasgos, lentamente desde el siglo XIII en Florencia (Braudel, 1984; Cipolla, 1987). En cierto sentido, posee un carácter imprevisible que, para Scribano, es “indeterminado dada su imprevisibilidad constituyente, en tanto efecto que excede su propia causa en un plus de permanente variabilidad” siendo su lógica “la metamorfosis en la incertidumbre dequé, pero no del cómo” (2009). Laski sostiene que “es una doctrina coherente, pero no aparece como un cuerpo de doctrina o práctica plenamente logrado y que el proceso de su construcción nunca fue directo y muy pocas veces consciente, lo que hace imposible toda precisión (1988) y Braudel, que lo estudió desde los siglos XV al XVIII, que no cesa de variar de coyuntura en coyuntura, de siglo en siglo y que su superioridad es poseer los medios para imponer o cambiar la estrategia que los otros seguirán, pues se ha apoderado de las llaves del comercio a distancia, disponiendo además del privilegio de la información y de las complicidades de la sociedad y el Estado. Finaliza afirmando que el capitalista no es el mercado, sino que lo configura y manipula (1984). Pipitone, para los siglos XIX y XX, sostiene que su evolución en el tiempo se despliega modificando rasgos que aparecían definitivos y permanentes porque no “repiten” experiencias previas, sino que promueven “lógicas de funcionamiento”. Para él, la historia mundial del capitalismo es mucho más que la reproducción mecánica de rasgos que corresponden a un arquetipo inalterable sino creación de condiciones, obstáculos y posibilidades permanentemente originales (1995). Pese a ello, el capitalismo debe establecer cierta previsibilidad para operar eficazmente. Los planteamientos de Werner Sombart, en cuanto a que el comportamiento del burgués capitalista es sólo cálculo y razón sin sentimientos para obtener beneficios constantes e ilimitados, si bien insuficientes (1972) para dar cuenta de lo que es el capitalismo, apuntan en esta dirección, por cuanto la economía es el mundo de la “transparencia” y de la “regularidad” donde se puede saber anticipadamente, basado en la experiencia común, cómo se desarrollarán los procesos de intercambio. 

Son estas regularidades las que, entre otras variables, el tiempo capitalista estudiado construye, hoy en forma extrema, desde el cuerpo emocional.Se deben considerar que existen diversas realidades en el capitalismo global en sus formas de productividad. Las hay en que los tipificados como pobres experimentan la “precarización de lo precario” y allí perfectamente se puede sostener que existe una explotación salvaje de sus fuerzas. Para otros esto último se genera de otra forma y aunque su situación no es desesperada en sus logros materiales lo es en la tensión autonomía-dependencia producida pues, en no poca medida, se experimenta en planos no conscientes, normalizando e invisibilizando sus efectos debido a que el trabajo es establece múltiples acciones funcionales integradas y, con ello ritmos, que imponen dependencias que lesionan las posibles posibilidades de construir autonomías y comienzos(Safranski, 2017)legitimados en el cuerpo emocional. O, más aun, porque determinan la existencia de fantasías (Scribano, 2008a) que principalmente existen solo para optimizar rendimientos productivos capitalistas del cuerpo emocional. Es lo que aquí se analiza en cuanto a la estructuración del tiempo, en el marco de la civilización emocional (Elias, 1987)neoliberal chilena actual, cuyas prácticas y efectos no parecen ser muy diferentes de aquellas que imperan en el capitalismo global.( Al respecto, este estudio se ha visto enriquecido por las perspectivas de quienes expusieron en el “V Encuentro Internacional CIES: Sensibilidades, trabajo y ciudades en clave global", realizado el 11, 12 y 13 de septiembre de 2019, en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, entre ellos Maximiliano Korstanje (hospitalidad, alteridad), Luis Herrera (comunidad), Ana Cervio (metodología), Felisa Zhang Jingting (consumo), Pedro Lisdero (informatización del trabajo), Diego Quatrinni (creatividad), Adrian Scribano (precarización de lo precario, autonomía y dependencia).) Más allá del capitalismo, con el capitalismo. Tiempo, consumo, dolor y trabajo en el habitus neoliberal Freddy Timmermann ( Doctor en Historia (Universidad de Chile). Investigador del proceso neoliberal en la Historia Reciente, desde el cuerpo y las emociones, centrado en la producción histórica de miedo (terror), tiempo y dolor. Autor, entre otros trabajos, de El Gran Terror. Miedo, emoción y Discurso. Chile, 1973-1980 (Santiago, 2015). Como editor, junto a Adriàn Scribano y Maximiliano Korstanje, Neoliberalism in Multi-Disciplinary Perspective (Nueva York, 2018) y Populism and Postcolonialism (Londres, 2019). Tambièn de El padecimiento de la felicidad en la civilización neoliberal. Perspectivas de la producción de miedo en la Historia Reciente de Chile (Buenos Aires, 2019); El discurso religioso del régimen cívico-militar (Alemania, 2020). Es investigador asociado del Centro de Estudios Históricos de la Universidad Bernardo O ́Higgins. ) Centro de Estudios Históricos-Universidad Bernardo O’Higgins, Chile.

Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad www.relaces.com.ar N°33. Año 12. Agosto 2020-Octubre 2020. Argentina. ISSN 1852-8759. pp. 55-64. http://relaces.com.ar/index.php/relaces

La palabra adopta la forma de quién la expresa como elemento de alguna estructura (Lenguaje) que permita interpretar el mundo, la realidad que los humanos construímos en él y las categorías de pensamiento que en esa estructura, permiten a la razón y a la inteligencia construir conocimiento. Como instrumento sometido a esa estructura y destinado a esa función, surgen las intenciones de quienes se transforman en su vehículo y que en tanto intención, proponen el descubrimiento de ese mundo y de esa realidad o el encubrimiento de ese mismo mundo y de esa misma realidad para que no se vea aquello que nos denuncia en los propios privilegios y las propias posiciones que se sostienen a expensas de otras que, de ser vistas y entendidas, no tendrían consentimiento y aceptación. 

 

De modos muchas veces inconscientes y en otros concientes, negamos aquello que es contrario a nuestra posición y a nuestro deseo, disfrute y goce. De allí que lucro, competencia y desigualdades sean vistas como positivas por quienes, sostenidas en ellas, logran mejores condiciones de propiedad material, de vida digna y de acceso a bienes que producen y resultan del esfuerzo de muchos otros y que de otra forma no les serían accesibles.


Daniel Roberto Távora Mac Cormack

 

Imágenes: Vanina Martinez. Artista Plástica argentina contemporánea. 



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