El movimiento que termina con la "grieta"

Lunes 12 de Octubre de 2020

 


¿Por qué, a pesar de que todo el mundo conoce los riesgos del coronavirus, la cuarentena no se cumple? Aunque algunos insisten en reducir la explicación a una lectura política del tipo oficialistas-cumplidores contra opositores-transgresores, los autores de esta nota sostienen que hay razones más variadas y complejas. Tras una investigación que incluyó entrevistas, revisión de medios de comunicación y análisis de redes sociales, identifican motivos como la importancia de la proximidad en la economía moral de los argentinos, la creencia en lo sobrenatural y la “estadística por mano propia”, entre otras posibles explicaciones.

El artículo lleva la autoría de los profesores e investigadores de IDES -UNSAM, Pablo Semán y Ariel Wilkis y fué publicado en la versión digital de “Le Monde Diplomatique”

En las agendas públicas dominantes en el ámbito internacional una epidemia era inesperada, y la pandemia de Covid-19 que se desató a principios de 2020 resulta ahora inesperadamente larga. Pandemia y política se han imbricado de forma inescindible, porque el episodio sanitario ha pasado a ser una dimensión estructural de nuestro presente que desborda a líderes y sociedades de casi todo el mundo.

En un contexto en el que casi todas las respuestas se revelarían si no insuficientes, por lo menos controversiales, el gobierno argentino encaró una política de prevención temprana que fue masivamente apoyada, y que parecía propiciar tanto la oportunidad del retorno del Estado por los fueros de la salud pública, como la superación de la grieta en términos de la guerra contra el enemigo invisible.

Sin embargo, la cuarentena, que estaba en el centro de la estrategia de prevención, se reveló insostenible en el tiempo, y la consecuencia ha sido que las políticas de prevención quedaron expuestas a las líneas de fractura que organizan el conflicto político de los últimos quince años entre las izquierdas posneoliberales y las derechas radicalizadas. La cuarentena quedó, como todo lo demás, atada a la grieta. El resultado es la deslegitimación, hasta límites insospechables, de las intervenciones estatales y del valor de la democracia.

Cuestiones previas

Antes de avanzar en propuestas para superar esta situación –de lo que nos ocuparemos en otra nota– es preciso elaborar el duelo de la cuarentena. El confinamiento fue concebido idealmente como una norma respetable y respetada, destinada al cumplimiento de todos los habitantes. Sin embargo, el “quedate en casa”, recibido inicialmente con una amplia aprobación, terminó demostrando que no se puede mantener en el tiempo.

Cabe preguntarse: ¿a qué se debió que, pasado un tiempo, una parte importante de la población no hiciera caso a la norma? O tal vez la interrogación debería ser más osada: ¿Por qué habrían de obedecerla? Las posibles respuestas revelan menos la existencia de una población negacionista, que las dificultades de las condiciones de cumplimiento, que ahora conocemos mejor.

Para avanzar en este punto nos valdremos de algunos argumentos sociológicos que nos permitan discernir qué vectores operan en la formación del comportamiento de los ciudadanos y el uso que hacen de la normativa estatal. Nos interesa, en particular, acercarnos a las razones por las que las personas no siguen las disposiciones del Estado y, con ese fin, nos apoyaremos en dos premisas que nos permiten interpretar el material empírico recogido en observaciones, entrevistas y seguimientos de la prensa y las redes sociales.

La primera: los comportamientos de los ciudadanos tienen en el Estado tan solo una de las fuentes de normativización, y no necesariamente la más determinante. Además del Estado, hay que considerar el peso de otras creencias, uno de cuyos rasgos es la tendencia a desconocer o reinterpretar las normas sanitarias que formulan las autoridades.

 

La segunda premisa es que las personas no se comportan como “idiotas sanitarios” cuando toman riesgos o desafían de manera extrema las normas establecidas. Cuando incurren en estas transgresiones, hacen algo más que rechazar una regla: pueden utilizar esas y otras normas para incluirlas en un vasto repertorio formado por percepciones complejas y contradictorias que ellas mismas elaboran para plantearse sus fines y expresar adhesiones a un orden simbólico. Es una manera de construir “microcomunidad” o de comunicar sus posiciones políticas.

Por eso, es necesario reparar en lo que subyace a ciertos comportamientos “epidemiológicamente incorrectos”. Ignorar esta lógica puede aglutinar negativamente a conjuntos de personas que no tienen por qué estar necesariamente unidas, personas que se oponen a la cuarentena por motivos diferentes. El realismo sociológico es un muy buen principio de la acción política.

Aceptar a medias, transgredir a medias

La vida cotidiana, sus espacios materiales y los lazos primarios no son ajenos en la acción ni a las expectativas: la sensibilidad de los actores sociales se forja desde ahí, se expresa desde esa configuración íntima que es la sede de una actividad moral que preside las acciones económicas, sociales y políticas.

Hay todavía un sentimiento transversal a bandos políticos y estratos sociales que estuvo presente hasta agosto; tal vez hoy esté más debilitado, pero no agotado. Ocurre que estamos ante algo más grande que los gobiernos: la recuperación de niveles de vida previos a la pandemia es dura, de largo plazo, y necesariamente registrará altibajos. Se imponen ajustes en el consumo, en las expectativas, en los planes de vida; es decir que para distintos estratos sociales asoma como una realidad la circunstancia de perder ingresos.

Las personas ven aflorar la crisis en sus vidas y asumen que no les queda otra alternativa que gestionarla. Es desde esta sede moral que se estructuran y plantean diversas lógicas, que combinan la aceptación de las políticas sanitarias y la necesidad o posibilidad de transgredirlas, superarlas o cuestionarlas. Como parte de esa gestión se encuentra la salida irremediable de la casa para resolver los apremios económicos.

La adhesión a un proyecto colectivo de sanidad tiene límites en el aguijón de la necesidad. Y no solo nos referimos a necesidades “objetivas” que demuestran ser apremiantes, que se acumulan y se potencian. También entendemos que ese contexto nutre de valores y sentimientos la demanda de las personas por aperturas o las rupturas más o menos controladas del aislamiento basadas en el deber de sustentar a la familia. Y también pueden ser la base para un reclamo de “libertad” cuando esos sentimientos son desconocidos o minimizados por el Estado.

Aquí es necesario abrazar una complejidad: si bien se valoran las herramientas estatales que permiten amortiguar la caída económica, también se rechazan como muestras de indolencia ciertas afirmaciones del gobierno que parecen suponer que con ayudas como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y la Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP) está todo solucionado. Hay que reparar en el efecto trágico que para muchas personas, que hasta ahora contaban con una situación de autosuficiencia y desdeñaban a quienes “viven de subsidios”, implica convertirse en beneficiarias del Estado.

 Creencias y normativa estatal

Las creencias no son afirmaciones que pretendan valer más allá de cualquier circunstancia. Pero en algunos casos esas creencias tienen más prestigio y valor simbólico que la información oficial. Al menos cuatro tipos de creencias inciden en el modo de rechazar parcial o totalmente la cuarentena y en la modulación de los cuidados en general.

La economía moral de la proximidad. Desde este punto de vista, distanciarse físicamente significa poner entre uno y otro una distancia moral, una enemistad, una duda, tal vez una acusación. Algo así como: “¿Pero qué pensás, que estoy enfermo, pensás que te voy a contagiar? ¿Que fui imprudente pero no me lo decís?”. El distanciamiento social es vivido como si fuese una desfraternización, una quiebra de una economía moral de la proximidad que funciona de forma inversa a los imperativos sanitarios.

La protección sobrenatural. Una segunda creencia es la vinculada a las ideas relativas a circunstancias, seres, relaciones excepcionales que hacen creer a alguien que tiene más o menos probabilidades de detener el virus: cada uno puede tener un dios aparte o un dios propio, o su versión de dios o su versión de la suerte o de las fuerzas sobrenaturales. Esta idea acompaña a cada sujeto, y en algunos grupos opera como una idea muy fuerte de que habría alguna excepcionalidad personal o grupal que hace que uno no esté expuesto al contagio.

La estadística por mano propia y la relativización de la información oficial. Se alimenta de la creencia en la aleatoriedad o supuesta aleatoriedad del contagio y la gravedad de la enfermedad. Todo el mundo conoce o dice conocer casos en los que la ruptura de los cuidados no fue sucedida por un contagio como el que anuncia la información oficial. En esas condiciones percibidas por los actores se legítima el cuentapropismo estadístico, para el que siempre hay un caso que avala la teoría de la aleatoriedad, que suele combinarse con las doctrinas de la excepcionalidad individual.

La lógica de la insubordinación. La última creencia que ayuda a explicar las transgresiones a las normas sanitarias es la invocación a una resistencia legítima a la autoridad, en tanto supone un desconocimiento o una intención oculta o perjudicial. Desconocer la norma apelando a un supuesto origen oscuro que la justifica. Hay toda una serie de informaciones sobre conspiraciones, complots, etc, que pueden parecer ridículas y que, sin embargo, para muchísima gente tienen estatuto de saber y de realidad. Es conocida la existencia de teorías  que sostienen que el coronavirus no es tan importante o que es una maniobra para manipular a las personas. Así como se obedece al Estado por tradición, porque el Estado sabe lo que hace y yo no, existe la posición inversa: yo sé otra cosa, yo tengo una información especial que el Estado no conoce, y entonces lo desobedezco.

La cuarentena realmente existente

Los indicadores de movilidad pueden dar una idea acerca de si la sociedad sigue o no una norma. Pero en realidad se están siguiendo diferentes normas de acuerdo con los contextos de significados que las personas le atribuyen.

Los usos de la información oficial en la formación de los comportamientos corresponden a ecuaciones que arman los actores conjugando saberes, restricciones, habilitaciones que identifican en su ambiente. Esos cálculos no desconocen, aunque tergiversen, la información epidemiológica. La hipótesis es que, a medida que la movilidad urbana, sea por razones laborales, de “esparcimiento” o “afectivas”, crece, se multiplican estas operaciones situacionales.

¿Qué ocurre entonces?

En primer lugar, se producen fraccionamientos de la cuarentena, usos parciales, intermitentes o discontinuos de la norma.

Segundo, los usos pueden ser a menudo contradictorios. Estas contradicciones pueden ser individuales, como por ejemplo usar el barbijo, pero no respetar la distancia social. Pero también pueden ser colectivas: en una familia, los más jóvenes o los varones pueden tener menos propensión a cumplir la cuarentena, mientras que los adultos o las mujeres se muestran más respetuosos.

Tercero, los usos de la norma tienen significados múltiples. Su cumplimiento o incumplimiento no debe decodificarse automáticamente en clave de grieta política oposición/gobierno, a riesgo de contribuir a que se produzca ese efecto. El rechazo parcial o total a la norma puede significar adhesiones a otras comunidades además de las políticas, como las religiosas o las generacionales, sin que esa actitud dé lugar por sí sola a una posición contraria al gobierno.

Una ciencia no estatal

Otro tema a considerar a la hora de entender el modo en el que las personas cumplen o no las normas sanitarias es el de la ciencia. La pandemia supuso la difusión constante de explicaciones, tasas estadísticas, números, índices y comparaciones internacionales, y llevó a una centralidad pública a la voz autorizada de los infectólogos. Pero luego la circulación y difusión de esta información supuso la apropiación social de este conocimiento. La política le habló a una sociedad que familiarizó conceptos epidemiológicos y los hizo suyos, y a menudo los recicló y les dio otra operatividad.

La epidemiología legitimó sus intervenciones de manera teórica basada en la experimentación científica y en su superioridad sobre la experiencia cotidiana, vaga y aleatoria, que es supuestamente la de la sociedad. Esto produjo dos problemas complementarios: la sociedad se apropia de la cuarentena desde la experiencia, que es sintónica de un comportamiento del virus que hasta ahora viene desafiando a la ciencia. Como dijo Nicholas Taleb, el virus tiene un comportamiento que desafía el empirismo ingenuo de la ciencia con secuencias cambiantes. El hecho de que la ciencia sepa poco sobre el virus, haya cambiado su diagnóstico y recomendaciones (recordemos por ejemplo que el uso de barbijo estuvo discutido en un comienzo) se acopla con el sentido común y los saberes alternativos que lo alimentan.


 
El segundo problema es que la epidemiología es portadora de una sociología espontánea que no se condice ni con los comportamientos
normales de la sociedad ni, mucho menos, con las exacerbaciones y transformaciones que ha impuesto la pandemia. En este proceso, la variable temporal es clave en una dirección bien precisa: el cómo pasa a ser parte del porqué. ¿Qué significa esto? A medida que pasa el tiempo, la experiencia de la cuarentena –cómo se la vive y significa– provee elementos poderosos para explicar por qué se sigue o no esta norma. En marzo la sociedad no tenía esta experiencia y por lo tanto tendía a seguir las razones de la cuarentena (los porqué) que las autoridades políticas, apoyadas en el conocimiento de los expertos, le proveía. Pero a medida que el tiempo pasaba la sociedad iba teniendo sus experiencias de la cuarentena y podía sumar o restar sus cómo vivía la cuarentena a los porqué que la política ofertaba.

Las personas han incorporado activamente el conocimiento epidemiológico integrándolo a la vida cotidiana, lo que dio lugar a una epidemiología “popular” o “cotidiana” que es parte constitutiva del uso real de la norma. Pero las cosas son mucho más complejas aún: los usos de esta información se dan en un contexto de significaciones y prácticas que permiten utilizaciones inesperadas de la norma.

En la vida social, las experiencias de “primera mano” cuentan, y mucho. Estas experiencias, que tienen la eficacia de no ser experimentos –es decir, no pueden ser descartadas– expresan cómo efectivamente se vive, siente y piensa la cuarentena; por eso alimentan las razones de por qué se la cumple o no.

Entre las dimensiones de esos cómo que la sociedad se provee para dar cuenta por qué se sigue o no la norma de la cuarentena, se encuentra la gravitación del paso del tiempo, que se racionaliza en proporciones variables como cansancio y/o aprendizaje. Las experiencias de la sociedad no pueden ser desconocidas, rechazadas ni negadas. Deben ser comprendidas.

En este contexto, las expectativas políticas y sanitarias deben ajustarse a estos conocimientos, superando la inercia de las narrativas épicas, la metáfora de la guerra y la ilusión de que todo el mundo podría comportarse como un epidemiólogo todo el tiempo.

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En la edición del “Cohete a la luna” del día de ayer, Mónica Peralta Ramos nos comparte reflexiones entorno a la inversión que producimos en los pensamientos …

RELATO AL REVÉS

En este contexto, oscuro, turbulento e  irracional, resuena la sabiduría de un genio milenario:  «Las tácticas sin estrategia constituyen el ruido de la derrota” (Sun Tzu, 496 a.c.).

El descubrimiento de la lógica, es decir de las formas o estructuras del pensamiento humano, surgió en tiempos remotos y en forma independiente tanto en Grecia como en China y en la India. En plena Antigüedad, el análisis de la coherencia en la sucesión de las ideas y en la explicación de los fenómenos constituyó un estallido de luz que habría de potenciar la capacidad de adaptación humana a un mundo hostil. Desde ese entonces, y a pesar de las diferentes creencias y valores de las culturas que se sucedieron a lo largo del tiempo, la luminosidad del pensamiento crítico abonó los grandes descubrimientos de la humanidad. Su vigencia es hoy amenazada por la oscuridad de un discurso público que busca anular la capacidad reflexiva, naturalizando la impunidad del poder. No por casualidad, hoy estamos más cerca que nunca de destruir totalmente la vida en el planeta.

En los tiempos que corren buena parte del discurso de las elites políticas se basa en un principio: lo que no forma parte de la lengua no puede ser pensado. Se busca así invisibilizar las causas que explican la conflictividad de nuestra realidad inmediata. Al mismo tiempo, la información falsa suple aquello que se invisibiliza. Esto no ocurre al azar ni es inocente. La ausencia de información y las noticias falsas llevan a la confusión, al miedo, a la disonancia cognitiva y a la anomia. Así, para controlar el disenso de las mayorías, se fomenta la apatía y el comportamiento de rebaño. Hoy vivimos en un mundo donde los hechos reales y su explicación importan cada vez menos. Un mundo donde, al detonar intencionalmente emociones primarias, los relatos dividen y manipulan a la opinión pública, trascienden las fronteras y se expanden impulsados por las redes sociales y por un poder mediático cada vez más concentrado. En este mundo intensamente integrado y atravesado por una pandemia y una crisis sistémica, las turbulencias se multiplican a nivel geopolítico. Sin embargo, tanto su existencia como sus causas desaparecen del radar de los ciudadanos de a pie.

Esta semana, el debate político entre los candidatos a la vicepresidencia de los Estados Unidos y los berrinches de un Trump agarrotado por el Covid-19 ocuparon un lugar de privilegio en el escenario internacional. El debate puso en evidencia la manipulación, el uso de información falsa y la naturalización de una posible ruptura institucional si los resultados no son los que cada candidato espera. En paralelo, el Presidente Trump hizo a lo largo de la semana una demostración muy efectiva del poco apego que tiene por las normas, a no ser las que él mismo inventa. Su transgresión de las reglas sanitarias, y sus idas y venidas en torno a políticas que atañen a la salud y el bienestar económico de la población (i.e estímulo económico, vacuna) exponen la irracionalidad y el autoritarismo que impregna las esferas más altas del gobierno norteamericano. Estas efervescencias mediáticas ahogaron, sin embargo, el rugido que anuncia una posible erupción volcánica en el mundo de las relaciones internacionales.

El peligro inminente de una nueva guerra mundial o de operaciones militares norteamericanas en América Latina no apareció en el debate presidencial, a pesar de que en los últimos meses el gobierno norteamericano ha aumentado la tensión política de algunos conflictos mundiales con el objetivo de capitalizarlos en las próximas elecciones. Recientemente el Secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo realizó giras por diferentes países, buscando fortalecer las alianzas para “contener la influencia de China” y promover el “cambio de régimen” (regime change) en una Venezuela asediada desde hace años por un bloqueo económico norteamericano que ha destrozado su economía (oilprice.com 3 10 2020). Esta semana, en su gira por Asia, Pompeo propuso la constitución de un organismo similar a la NATO destinado a aislar a China de sus principales aliados comerciales. Al mismo tiempo, ensalzó la resistencia de Taiwán al gobierno chino y sostuvo que “los tiempos del apaciguamiento han llegado a su fin”. La respuesta no se hizo esperar y el gobierno chino hizo saber, a través de la prensa que controla, que “no tiene más ilusiones” y se “prepara para la guerra… con el fin de dar a Taiwán y a las fuerzas secesionistas el castigo que merecen”. Esta amenaza, sumada a la creciente tensión militar entre Estados Unidos y China en torno al mar del sur de la China, llevó al ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger a advertir a los gobiernos norteamericano y chino sobre la urgencia de consensuar límites a las amenazas que profieren, para evitar que, como ocurriera en la Primera Guerra Mundial, su descontrol desemboque inadvertidamente en una guerra total (zerohedge.com 7 10 2020). Esta exhortación de Kissinger apela a una racionalidad ausente de una política exterior norteamericana cuyo norte es someter a partir del ejercicio impune de la fuerza bruta.

En su gira reciente por América Latina, Pompeo advirtió desde el Brasil que “un día de estos volveremos a tener a Venezuela”. Poco después dirigentes políticos y legisladores del Congreso brasileño protestaron ante el Presidente Bolsonaro por considerar que la visita de Pompeo constituía un “desafío a las tradiciones de autonomía y orgullo de la política exterior y de defensa nacional” del Brasil (foreignpolicy.com 1 10 2020). Esta apelación a una lógica que encuadre a las relaciones internacionales desde la perspectiva de los intereses soberanos estuvo ausente del voto argentino dado esta semana a favor de la resolución  L. 43 de Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos en Venezuela.  Habiendo podido  votar otra resolución existente u abstenerse, la Cancillería  prefirió adherir a esta propuesta. Este voto contradice a la doctrina Drago que rige desde tiempo atrás a la política exterior argentina y  también contradice los postulados  de política exterior  consagrados por el voto popular al elegir a este gobierno.  

Elecciones: violencia política y económica

Esta semana el enfrentamiento entre Trump y los organismos de inteligencia llegó a un nuevo nivel de intensidad. El martes John Ratcliffe, Director Nacional de Inteligencia, ordenó a todos los organismos a su cargo la desclasificación inmediata de miles de documentos que probarían la connivencia de funcionarios de estos organismos y de las máximas autoridades del gobierno de Obama en un plan para vincular a la campaña electoral de Trump en el 2016 con Rusia (zerohedge.com 6 19 2020). Trump siguió estos anuncios con una andanada de tweets conminando a “actuar más rápidamente “en la investigación judicial. Dejó entrever así la existencia de una posible resistencia a su mandato dentro de las filas del actual Departamento de Justicia (zerohedge.com 8 10 2020). Paralelamente, las autoridades del partido Demócrata en el Congreso anunciaron la introducción de legislación relacionada a las condiciones de transferencia del poder en caso de incapacidad física o mental del Presidente (zerohedge.com 8 10 2020). Al día siguiente, y en conferencia de prensa, aclararon “que esto no es contra Trump… pero Trump muestra la necesidad” de estipular un proceso de recambio rápido en caso de enfermedad de un Presidente o de una situación caótica (zerohedge.com 9 10 2020).

En una Casa Blanca desierta por los contagios atribuidos a la impericia y los descuidos en el manejo de la pandemia, y con nueve de las máximas autoridades militares del país en cuarentena, los demócratas ganaron el espaldarazo financiero de la Cámara de Comercio, tradicional fuente de financiación de los republicanos. Este organismo se sumó ahora al movimiento de convergencia hacia los demócratas iniciado por numerosos dirigentes republicanos y neo conservadores que hoy se oponen a Trump. Biden ya cuenta con el apoyo financiero de las grandes corporaciones tecnológicas (nbc.com 1 10 2020). Algunas de ellas participan activamente en la campaña. Esta semana censuraron nuevamente el contenido de varios de los tweets de Trump y la actividad de sus votantes en las redes sociales (zerohedge.com. 6 y 7/ 10 2020).

Esto ocurre en un contexto económico y social cada vez más complicado por la falta de renovación del estímulo dispuesto oportunamente por el Congreso para reactivar la economía. Hoy se estima que 1 de cada 5 norteamericanos estarían sin ingresos disponibles al momento de las elecciones (zerohedge.com 8 10 2020). Asimismo, una de las redes que abastece de alimentos gratis a más de 26 millones de personas anunció la posibilidad de serio desabastecimiento en los próximos meses  (washingtonpost.com 2 10 2020). Esto permite prever mayor descontento social y la posibilidad de que se vuelque a las calles intensificando las manifestaciones contra la discriminación racial. El reciente arresto por parte del FBI de una banda armada de “blancos supremacistas” partidarios de Trump y dispuestos a secuestrar a la gobernadora del estado de Michigan, suma otro elemento al clima de crisis que vive la población, un clima que ha derivado en los últimos tiempos en una venta récord de armas y municiones (zerohedge.com 4 8 y 4 10/ 2020). Este clima de crisis fomenta el miedo, el odio y la emergencia de nuevas formas de autoritarismo en el país.

Apriete cambiario y desestabilización política

Continúa sin pausa la avanzada desestabilizadora sobre el gobierno. La presidenta del PRO anuncio una movilización para mañana, lunes 12 de octubre, porque “el país está en la debacle total” y hay que protestar “contra “la agenda clandestina” de CFK. Se acusa a la Vicepresidenta de “querer llevarse puesta a la Corte Suprema» (lpo.com 6 10 2020). Luego de que un escrache del PRO a uno de sus titulares llevara al conjunto a rechazar el traslado de los jueces macristas decretado oportunamente por el Senado, la Corte medita ahora cómo resolverá el caso. Si se opone a la decisión del Senado creará un escenario de ruptura institucional y de posible quiebre del mandato constitucional. Así, mientras el macrismo proclama la defensa de la República y la independencia de la Corte, no hace otra cosa que desestabilizar el orden constitucional para garantizar la impunidad del espionaje ilegal y los negociados económicos del gobierno de Macri.

 

La batalla desestabilizadora también apunta al dólar y a las reservas internacionales. Las medidas tomadas a mediados de septiembre por el BCRA para endurecer el cepo e impedir el goteo de las reservas no lograron su objetivo y redundaron en una caída de más de 1.000 millones de dólares de depósitos en dólares. Desde el inicio de este mes el BCRA tomó nuevas medidas para potenciar el cepo y alentar al mismo tiempo la liquidación de divisas y la venta de granos de la última cosecha. No logró lo que esperaba y esta semana ante una brecha cambiaria entre el dólar oficial y el libre en torno al 100% dio marcha atrás en relación a lo decidido pocos días antes y flexibilizó las condiciones de acceso al mercado de cambios, por parte de las grandes empresas que buscan reestructurar su deuda externa. Al mismo tiempo, intentó cerrar un agujero por el que sangran desde hace tiempo las reservas, restringiendo el acceso al financiamiento en pesos a tasa subsidiada para la importación de bienes finales. Ocurre que, aprovechando la brecha entre el tipo de cambio oficial y el libre, los grandes importadores aumentan especulativamente la demanda por importaciones. Esta superó en más de 1.000 millones de dólares a la registrada un año atrás, cuando no existía la pandemia ni el nivel de estancamiento era semejante al actual.

Estas y otras turbulencias cambiarias muestran la falta de intervención estatal efectiva en el mercado de cambios.

La situación cambiaria anuncia una creciente dolarización de los precios. Los aumentos concedidos por el gobierno esta semana son muy inferiores a los demandados por las grandes empresas, sin embargo implican un nuevo deterioro del nivel de salarios y subsidios que reciben los sectores más vulnerables. En este contexto llegó la misión del FMI. La misma dejó la impresión de que el “nuevo” FMI está muy preocupado por la falta de reservas para pagar a los acreedores externos, no habla de reforma laboral sino de “trabajar para encontrar un mecanismo más flexible… y poder generar trabajo registrado”, y considera prioritario promover la inversión productiva y las exportaciones del país (bae.com 8 10 2020). El gobierno tendrá que negociar muy duro para evitar más ajuste social e impulsar la sustitución de importaciones y el crecimiento del mercado interno.

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Eduardo Aliverti nos comparte en la versión digital del diario Pagina 12 de hoy, sus reflexiones producidas para el editorial de su programa radial “marca de radio”

La ofensiva desestabilizadora, centrada ahora en la militancia por la devaluación, adquiere una magnitud que, quizá, no termina de asumirse entre la gente “del palo”.

El Gobierno asoma sin reacción por sus fallas ejecutivas, ya abordadas en este diario y en medios afines; por versiones de cambios necesarios de gabinete a unos meses de asumido; por yerros de coordinación que provendrían de la falta de una jefatura “unificada”; por las dudas en torno de cómo juega y jugará Cristina; por la falta de un relato con alguna “épica”, que sin duda falta.

En éste, uno de los países probable o seguramente más vertiginosos del mundo si hablamos de producción político-informativa, de hechos desencadenantes de no se sabé qué, de violencias discursivas, acaba de sumarse --es un decir-- todo lo que faltaba.

Las posturas del gobierno argentino en la ONU, en el episodio respecto de Venezuela pero podría citarse cualquier otro, le interesan a los sectores politizados del tronco K y a los de la oposición que encontraron en el asunto una magnífica oportunidad a fin de provocarle otro agujero al oficialismo.

En sus alcances masivos, dicho de otro modo, la cuestión le atrae mayormente a nadie y menos todavía en medio de la angustia pandémica sumada al desquicio generado por la herencia macrista, que el Gobierno sobrelleva con aciertos y errores pero, con honestidad intelectual, sin que pueda acusárselo de agachadas intolerables.

Por las dudas seguras, sirva el oxímoron: que equis materia carezca de interés popular no significa reducir su importancia.

De hecho, cabe preguntarse si por una acción de política internacional era necesario que el Gobierno asumiese el riesgo de dispararse a los pies, justo en este momento, sin siquiera haber tomado el recaudo de anticipar la movida para disminuir el impacto entre los propios.

¿Cuál es esa importancia de ser por efectividades conducentes, si la pregunta es cómo pararse --cómo seguir haciéndolo, sobre todo-- frente a la gestión de los Fernández?

¿Ahora resulta que el Gobierno que le dio asilo a Evo, que no reconoce a los golpistas de Bolivia, que el Presidente que apoya a Lula sin cortapisas, que la actitud de enfrentarse a Estados Unidos por la titularidad del BID, debe desconsiderarse de la noche a la mañana por un voto que fue “trabajado” con las autoridades venezolanas?

¿O acaso alguien supone seriamente que Argentina votó como votó, en una resolución que a la par rechaza toda intervención extranjera y el bloqueo de Washington contra Caracas, sin previo aviso?

Ojalá fuera increíble, como también se señaló tantas veces, creer que esta movida en las Naciones Unidas es una decisión personal (???) del canciller Felipe Solá y no un enlace al más alto nivel.

La fácil solución deductiva de por qué no hay el mismo énfasis ecuménico para condenar o advertir sobre las gravísimas violaciones a los derechos humanos en Colombia (donde sólo en lo que va de 2020 ya fueron asesinados más de 80 referentes sociales), o en Chile, o en torno del mismísimo odio racial que se enseñorea en los Estados Unidos, es cosa de tareas y gestos que en el mundo diplomático se toman a su turno. No cuando se les ocurre a los barrabravas del confort ideológico.

Una de las voces más filosamente críticas del Gobierno, sin perjuicio de apoyarlo en forma conceptual indubitable, decía por estas horas --a propósito de lo ocurrido entre la tropa adicta por el voto sobre Venezuela-- que hay un kirchnerismo flotante, desamparado, individualista, sin contención de bajada de línea oficial.

Es decir: hay gente que ha comenzado casi a delirar, despreocupada por la suerte de Alberto Fernández como si en ella no se jugase la de la mismísima Cristina y, por tanto, la de la única herramienta de que hoy se dispone para enfrentar el ataque descomunal de la derecha.

Son gente sin responsabilidad de gestión alguna, que actúa en las redes y en el columnismo a falta de todo compromiso ejecutivo y que se provoca el goce de la imputación, o la crítica destemplada, porque el problema, pareciera, es que no encuentra lugar donde ubicarse que no sea aquello del denuncismo y la impolutez político-ideológica.

 

¿Es un sapo dificilísimo de digerir que Argentina haya votado como votó?

Sí.

Más que un sapo, un batracio gigantesco acerca del que tampoco está clara su contrapartida porque, obvio de toda obviedad, nadie infiere seriamente que el FMI tomará en cuenta haberse tragado ese anfibio para beneficiar los intereses argentinos.

¿Es o pudo haber sido una tontería comprarse un/otro conflicto hacia la interna del Frente de Todos, nada menos que ahora?

Sí.

Todo lo que se quiera, pero ninguna conclusión debería llevar a que contradicciones secundarias se transformen en prioridad.

Repudiar ese voto argentino en la ONU es necesarísimo, pongámosle, para marcar cancha desde izquierda; para que en el Gobierno tomen nota de que hay reflejos activos; para que al margen de los errores y horrores del otrora chavismo no se aparezca como lamebotas imperiales.

¿O no nos pondríamos de acuerdo en que Maduro tiene poco que ver con los sueños y las concreciones de Chávez?

La diferencia entre ese apunte y ser funcional al ataque de la derecha es muy estrecha.

Mejor preocuparse, primero, por las fallas de gestión gubernamentales; por la pérdida de iniciativa política, por los pifies de comunicación subsecuentes, por la falta de un relato entusiasmante; por de dónde se extraerá renta para soportar la emergencia y algún proyecto de desarrollo por cómo se activarán sujetos de la economía popular para aguantar la parada.

¿Qué es esto de “Alberto tibio y traidor”, siendo que las grandes líneas del Gobierno son acordadas con CFK?

¿Es un diagnóstico o un deseo?

Acá sigue habiendo que las medidas tomadas y el esfuerzo de médicos y trabajadores de la salud, agotados y a los que hemos dejado de aplaudir por las noches, permitieron no tener que seleccionar quién vive y quién muere por covid; que el Estado ha dicho presente en el asistencialismo, a pesar del cóctel insoportable de herencia y pandemia; que viene conteniéndose, a través de él, la ausencia de estallido en el conurbano bonaerense, sin ir más lejos, aunque debe estarse atentos porque los comedores andan por el límite y no está claro qué sucederá con el IFE u otros mecanismos paliativos; que la inflación podría desmadrarse, mientras se reabrió el intento de establecer vías de negociación con sindicatos y grandes empresas.

Y que la extorsión del “mercado cambiario” es extenuante. Son actores escasos, dicen en el oficialismo, pero nunca dejan claro por qué, entonces, resulta imposible domesticarlos.

Atravesados por semejantes cuestiones y sin perjuicio del sapo instalado, ¿en serio es hora de flagelarse por el voto sobre Venezuela, para que se haga un festín la oposición articulada entre AEA, el trío mediático y su pata judicial?

Una fuente también cercana a la simpatía con el Gobierno, pero que no come vidrio, sintetizaba sus percepciones de esta manera: “Me parece que está reeditándose lo de haber cascoteado a Scioli, desde adentro, en 2015”.

¿Objeciones a esa percepción?

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Sin ninguna intencionalidad de soberbia analítica o pretendida sabiduría, es dable advertir a los lectores que desde este blog uno alienta e intenta brindar alimento sustentable a la capacidad indivdiual de ejercer sus facultades de razonamiento intelectual, la divulgación de información y el estímulo a analisis críticos que no se cierren a dogmas o pensamientos “ideologicamente encorcetados” que intenten, a contramano de cualquier racionalidad, forzar hechos, datos y pensamientos a modelos concdeptuales que intentan explicar algo respecto de la realidad en la que vivimos y no, por el contrario, que sean esos mismoa datos y hechos los que den forma y avalen la certeza de las ideas o posiciones ideológicas que se sostienen.


Esto es clave en tiempos de tanta confusión y tanto individualismo, ya que hay que propiciar modelizaciones sociales y colectivas, mentalidades comunitarias y adhesiones que tiendan a sostener posturas de mayorías pero desde la razón y la adhesión consciente y no desde fanatismos o posiciones cerradas y sesgadas. No se trata entonces de la “encerrona” en la que nos quieren meter, limitando nuetras capacidades, los intereses de las elites financieras, económicas, mediáticas y que “compran” voluntades políticas serviles a intereses anti-nacionales y anti-populares. No se trata de la famosa “grieta” o de “izquierdas y derechas”. Aunque ambas expliquen algunas cosas, no las explican todas. Y aunque el absoluto es un imposible, mucho de lo que queda afuera es sustancial a la vida cotidiana de los individuos, de los pueblos, de los Estados y sociedades humanas.

En esta linea de analisis y razonamiento es que entendemos de los mismos modos que lo entendía Irigoyen, Perón, Alfonsin … que el movimiento es mas que un partido y que la democracia torna “dialógicas” las “ideologías” y siempre referidas a realidades que, como el virus, mutan constantemente aunque sostenidas en una misma lógica de poder que, así como sostiene minorías en sus privilegios, deben sostener los movimientos de las ideas en los movimientos nacionales y populares, sean estos parte de un gobierno o de una oposición. El poder no tiene ideología … el movimiento si debe tenerla, pero su ideología no debe invertir la esencia de su producción que deviene de explicar la acción política de la organización popular y no, a la inversa, de como la Organización libre del pueblo debe “amoldarse” a la ideología que lo convoca, porque entonces, y es lo que marca la diferencia entre el movimiento y el partido, reducimos “pueblo” exclusivamente a quienes pensamos iguales o parecidos, ya no respecto a lo que no queremos, sino a que queremos y como lo llevamos a la praxis.


La encerrona que nos propone la estrategia de las elites, radica en plantearnos una realidad inamovible, que es la que es, que no puede ser cambiada en la estructura que la reproduce aunque modifique formas y discursos. Reduce entonces, todo pensamiento, acción o discurso contrario a lo que ellos intentan imponer como “realidad”, como negación de la realidad, fanatismo ideologizado, contrario del otro lado de la grieta. La realidad no se reduce a dos bandos. No se trata de un River vs Boca que tensa la realidad como si se tratase del viejo juego de tirar de la soga para ver que grupo vence al otro atrayendolo a su lado de la mitad del campo.


La democracia necesita nutrirse de la diversidad. La inteligencia y la razón se alimenta de la capacidad de distinguir. Cuánto mas distinguimos y mejor comprendemos los alcances de los elementos que distinguimos en nuestras conciencias, mayor capacidad para entender cuales pertenecen al movimiento y cuales al partido y dónde se sitúan los minoritarios poderes que nos enfrentan. La postura de guerra no es la nuestra. El pueblo alienta la construcción y la búsqueda de formas y organización que maximice el bien común y reduzca el privilegio de unos pocos sostenidos en el mal y el padecimiento que debemos soportar los muchos. Las elites son las que nos invitan a la guerra. Nos imponen las trampas en las que muchas veces caemos, de replicar sus formas autoritarias, impositivas, anti-democráticas.



En estos días de la peste, es donde la posibilidad de que estas cosas aniden en las mentes, aparece como mas factible en tanto la necesidad de parar la pelota y pensar que es lo que estamos haciendo y cual es el barrio, el pueblo, la provincia, el país, la región y el mundo que les queremos legar a los hijos y nietos que están naciendo.


Daniel Roberto Távora Mac Cormack

 

Imagenes: 
Guido Bruveris (Riga, 1922 - 1987) fue un pintor, dibujante e ilustrador letón nacionalizado argentino.​ Se destacó por sus acuarelas y óleos, reconocido por sus escenas de costumbres y los paisajes urbanos y rurales.



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