Viernes 15 de mayo de 2020

La pandemia no produce la crisis económica en la Argentina en tanto el país ya estaba en crisis económica desde antes de el inicio de la crisis sanitaria en nuestro suelo, producida por el ingreso del Covid19.


Actualmente, es mucha la preocupación sobre cuán afectado se verá el panorama laboral luego de la pandemia, respecto de la cantidad de fábricas que pueden llegar a cerrar y los trabajadores que perderán su fuente de ingreso y subsistencia. Sin embargo, los números reflejan que la problemática no es nada nueva y que esta crisis lleva ya tiempo.

En los últimos doce meses previos a la cuarentena, entre marzo de 2019 y marzo de 2020, un total de 14.830 empresas desaparecieron en todo el país, al mismo tiempo que hubo una reducción de 116.041 monotributistas y autónomos.

En efecto, en el tercer mes del año pasado en el país había unas 553.883 empresas, contra unas 539.053 de marzo de este año. En cuanto a los monotributistas, la caída fue de 1.797.139 a 1.729.145 (67.994 menos) y en los autónomos el descenso es de 908.105 a 860.058 (-48.047), según las cifras informadas por la Administración Federal de Ingresos Públicos (Afip).
Estos números corresponden a los aportes de empresas, autónomos y monotributistas de marzo que ingresaron a la Afip, previo a la declaración del aislamiento social, preventivo y obligatorio por el coronovirus.

Además, en la discriminación de datos por sectores, los rubros que más empresas han perdido son la industria (-2.222), la construcción (-1.238), el comercio (-3.582), el transporte (-2.585) y el alojamiento y servicios de comida (-1.075).

Estos números vienen en caída desde hace cuatro años, con dos momentos principalmente fuertes: durante 2016 y 2017 se redujo la cifra casi en 3.000 empleadores, continuando la caída durante la recesión de los dos años siguientes. Para marzo de 2016, la cantidad de empresas con aportes a la Seguridad Social eran 568.511, mientras que cuatro años después ese número era de 539.053 (29.458 menos).

En abril, el rubro Alimentos y Bebidas -que más incidencia tiene en sectores de menores recursos- tuvo una suba del 3,2% y fue la mayor variación e incidencia en el mes, según informó el Indec
Se trata de un dato preocupante si se tiene en cuenta que es el segmento de consumo impostergable para la gran masa de la sociedad, en especial para los más postergados en términos de ingresos.
El promedio general marcó una suba del 1,5% con lo cual se verificó una desaceleración respecto a los meses anteriores y el nivel más bajo desde diciembre 2017.


La paralización casi total de la economía a raíz de la pandemia profundizó la recesión y derrumbó el consumo aún más de lo que estaba, lo que también seguramente influyó en la merma de la media de los precios.
Los principales aumentos se observaron en rubros con un alto componente estacional como frutas y verduras, tubérculos y legumbres.

También hubo alzas de magnitud alzas en Carnes y derivados; Azúcar, dulces, chocolate, golosinas, añadió el organismo.





 El índice de precios al consumidor (IPC) registró en abril un avance de 1,5%, 1,8 puntos porcentual por debajo de la suba de 3,3% registrada en marzo, informó hoy el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec).

El rubro Alimentos y Bebidas fue el que más influyó en el incremento de abril al marcar un aumento de 3,2% respecto al mes precedente.

De esta forma, la inflación minorista acumuló un alza del 9,4% en el primer cuatrimestre del año, y del 45,6% en los últimos 12 meses.
La suba de abril de 1,5% fue la más baja desde noviembre de 2017 a la fecha, cuando se registró una variación de 1,4%.

En abril, el rubro que más se incremento fue Alimentos y Bebidas, con el 3,2%, un incremento que fue compensado en términos estadísticos con las bajas de 4,1% en Comunicación, y de 1,5% en Educación.

En tanto, los precios relacionados con Vivienda, agua, electricidad y combustibles se mantuvieron sin cambios, debido a la decisión del Gobierno de congelar las tarifas de los servicios y las naftas.

En el rubro Alimentos y bebidas, los principales aumentos se observaron en productos con un alto componente estacional como Frutas y Verduras, tubérculos y legumbres. También se observaron alzas en Carnes y derivados; Azúcar, dulces, chocolate, golosinas, entre otros.

Por contrapartida, el rubro Educación registró una baja en abril producto de la reducción observada en cuotas de distintos niveles educativos, aunque sigue siendo la división de mayor incremento acumulada en lo que va del corriente año.

Además el rubro Comunicación mostró una baja en abril, producto de la retracción en los precios de planes prepagos de telefonía celular y telefonía fija registrados en marzo.

Este ítem resultó el de mayor incidencia negativa en el mes y fue principal causa de la baja observada en Servicios (-0,2%) y precios Regulados (-0,7%).

Luego de que se difundieran los números de abril, el titular del Indec, Marco Lavagna destacó “la dificultad que presenta realizar estadísticas en medio de la pandemia”, con muchos negocios, de rubros enteros inclusive, que estuvieron cerrados.


 
“Por ejemplo, en indumentaria, bares y restaurantes, y hotelería, que estuvieron cerrados, no pusimos ‘cero’ sino que mantuvimos la variación promedio, para no afectar, para arriba o para abajó, el cálculo final”, explicó Lavanga en declaraciones a un medio radial.

El funcionario dijo que las restricciones impuestas por las medidas de aislamiento por el coronavirus “nos obligó a acelerar todos los procesos de mejora de calidad y comunicación", y "así fue como suspendimos los trabajos presenciales y pasamos a impulsar otros mecanismos a distancia, que ya estábamos usando” como la recolección de datos vía telefónica o por internet.


Hacía bastante tiempo que no me detenía en la columna de Fernández Díaz en LN. Leo casi todos los diarios y en general, aún con enormes disidencias con muchos columnistas, suelo respetar sus pensamientos y entiendo que escriben para algún sector de la sociedad que valora sus pareceres.

Su escrito del 10 de mayo en LN me asustó. Así sin vergüenza lo confieso. La nota de Fernández Díaz es un muestrario de violencia próxima auto justificada en virtud de lo que él denuncia como violencia presente. Aparte es de una enorme mendacidad, muestra una mirada política con 40 años de atraso y una serie de conclusiones imposibles de rastrear en la realidad. Le conocí otras virtudes literarias al cronista y percibo una decadencia intelectual enorme en su posibilidad, como periodista, de mirar la Argentina.

Veamos que dice: "La radicalización del kirchnerismo no es un mero capricho personal de la arquitecta egipcia, sino un dogma que se susurra lúdicamente en su petit comité. Allí hablan de acabar ya mismo con esta democracia elitista" y de crear un Estado comunitario.”


Otra parte de su nota convierte en información una suerte de fábula que habla sobre “Un sector del cuarto gobierno kirchnerista cree que ha llegado su hora: tiene desde el origen ansias feudales y un gen estatista y aldeano, pero ahora directamente considera vetustas las reglas de la Revolución Francesa, desdeña la división de poderes y los organismos de control, pretende reformar la Constitución y descree de la libertad de prensa.”

No estaría mal que el autor utilice estas referencias como parte de una novela, género en el cual se desenvuelve bien. Pero está escribiendo una nota en un diario, la cual se presume contiene información verificada y no argucias e inspiraciones muy cerca de las fake news y muy lejos de la verdad.

Y sigue “Piensan desde hace años en una estrategia de gradualismo revolucionario, que consiste en llegar por los votos, desnaturalizar desde dentro las instituciones, copar el Estado, generar más dependencia por control, dádivas y subsidios, castigar con impuestos a los emprendedores y perseguir a los disidentes como enemigos ideológicos. Para los maximalistas se trata de un periplo por fases, puesto que las sociedades se resisten a la medicina y revelar el tratamiento completo asustaría a los pacientes. Aunque no lo proclamen en público, aunque solo lo compartan en las peñas o en ciertas cátedras de lunáticos y esnobs, los maximalistas siguen creyendo, como en el pasado, que la mejor democracia es una dictadura popular”
Por suerte solo esnobs, lunáticos y participantes en peñas (folclóricas? futbolistas? cuales?) están en estas conspiraciones tan peligrosas.

No conforme con lo hasta acá dicho, Fernández Díaz en un arranque de fiebre que muestra no menos de 40 grados (con menos es imposible escribir esto!) interpreta a los oníricos y se torna en augur de futuros: “Aunque sin fusiles, ese sueño es totalitario. Y por lo tanto, para consolidar un régimen de ese sesgo más temprano que tarde, los fusiles reaparecen.”

Y lo grave, lo vehemente, el llamado a sus lectores a que se conviertan en férvidos quijotes de sus hogares, llega con esta poco inocente y muy peligrosa frase final “Con lucidez política y con herramientas cívicas, no nos queda otra alternativa que luchar. Mejor que lo hagamos temprano, antes de que irrumpan por la fuerza en nuestra casa.”

Estimo que el mismo autor pone una falaz cuota de moderación cuando habla de “herramientas cívicas” quizá asustado por el tenor que tomaba su proclama guerrera, grietosa, fanática e intimidante. Pero bien sabemos que si las hordas invaden tu hogar no te vas a defender mostrando tu DNI con los votos electorales ni un ejemplar de la constitución nacional. Lo que Fernández Díaz propone es otro tipo de armas. Las peligrosas. Las que los sectores sociales que constituyen el núcleo duro de sus lectores y seguidores del medio en el cual escribe, han sabido usar en varios pasajes de nuestra historia. Y lo han hecho con criminales resultados. (*)Osvaldo Mario Nemirovsci es Diputado Nacional (mc) por el PJ Rio Negro. Pte. De la Comisión de Comunicaciones e Informática (2003/07); Coordinador Gral. del Sistema Argentino de Televisión Digital (TDA) (2009/15). (InfoGEI)

De monstruos, literatura y coronavirus

Los monstruos aparecen en los momentos de crisis. En medio de la pandemia del coronavirus, un breve recorrido narrativo para recordar a los monstruos de ayer y reflexionar sobre los que nos acechan en la actualidad.


Las narrativas del terror aparecen inherentemente ligadas a contextos de crisis social. A lo largo de la historia, estos discursos codificaron el horror colectivo a través de monstruos como figuras que personifican y le dan materialidad a los peligros que tanto ayer como hoy nos acechan.

En estas narrativas, los monstruos son personajes del orden de lo fantástico que irrumpen en el plano de lo real, subvirtiendo las leyes del mundo conocido y encarnando lo ominoso. 

Se viven tiempos excepcionales, las reglas de nuestros mundos aparecen subvertidas, pero el reinado de la racionalidad y la epidemiología mató a los clásicos monstruos, dejando de frente a un “enemigo invisible”. 
Vampiros y brujas: un pequeño recorrido sobre narrativas y epidemias
La existencia de los monstruos tiene su propio tratado: Malleus Maleficarum, escrito en 1486 por dos monjes inquisidores dominicos, Heinrich Kramer y Jacob Sprenger. Este tratado despliega su propio bestiario: súcubos, íncubos, muertos vivientes, brujas y aparecidos, entre otros.

El Malleus Maleficarum reúne a todos estos seres sobrenaturales, pone en palabra y confirma, bajo la autoridad eclesiástica, que las brujas y los demonios conviven con el resto de los mortales. Estos seres con poderes sobrenaturales son descritos como una amenaza para la población, por lo cual resultaba un imperativo cazarlos. Los monstruos poblaban el imaginario social dentro del paradigma religioso y todo aquel que ponía en duda la veracidad de estas palabras era declarado hereje y condenado a muerte.

No resulta extraño, entonces, que la historia de las epidemias sea también una historia de monstruos. Lo sobrenatural funcionaba como la narrativa que permitía explicar la transformación de los cuerpos y personificar, a través del discurso, al culpable de las muertes inexplicables.

La aparición de los vampiros en la Edad Media, previa a la publicación del Malleus Maleficarum pero en sintonía con el mismo, aparece ligada a la irrupción de epidemias como la peste negra que devastaron a las poblaciones europeas.

En las narrativas de la época, plasmadas en algunos textos medievales canónicos como Historia rerum Anglicarum (1198), estos monstruos eran muertos que resurgían de sus tumbas y aterrorizaban a la población. No eran las pestes sino los vampiros los responsables de las muertes. Algunos seducían a sus víctimas y les chupaban la sangre, otros volvían de la muerte para acechar a sus familiares. 

A diferencia de la incontenible peste, se podía acabar con los vampiros mediante la incineración. En las narraciones, quemando al vampiro se terminaban las muertes, ideologema que resolvía los horrores de una realidad material que resultaba incontenible. En algunas regiones, los vampiros personificaron las epidemias y fueron responsabilizados por ellas hasta entrado el siglo XVIII. 

De este lado del mundo, en las tolderías de nuestra pampa, las enfermedades también aparecen ligadas al orden de lo sobrenatural. El gualicho, en mapudungun, representa a un espíritu o ser maligno que aparece como figura clave en las mitologías ranqueles, tehuelches, pampas y mapuches.

El general Lucio V. Mansilla, militar y autor de Una excursión a los indios ranqueles, narra que los ranqueles explicaban sus enfermedades como producto de que se les haya “metido” el gualicho. La “virgüela”, cuenta Martín Fierro, es la causa de la muerte de su fiel compañero Cruz durante su estadía en las tolderías pampeanas y es causada por el gualicho. La viruela, importada por los españoles desde los tiempos de la “Conquista”, causó estragos en los pueblos originarios americanos, debilitando sus defensas frente a los conquistadores y volvió a irrumpir dentro de esta población durante las campañas del “desierto”. 

Los textos decimonónicos narran que las brujas, principalmente mujeres mayores eran más proclives a ser poseídas por los espíritus malignos, corporizándolo. Se las responsabilizaba por estas epidemias y debían salvar a los enfermos. En caso de no hacerlo resultaba común que paguen sus culpas siendo sacrificadas. 

Lo fantástico y la contemporaneidad

Por otra parte, lo fantástico como género literario surge a fines del siglo XVIII como modo de configurar los traumas del desencantamiento del mundo, la descomposición de la tradición (todo lo sólido que se desvanece en el aire) y la ausencia de amparo en un discurso orientador. En esta narrativa, la civilización moderna y el mundo de lo conocido aparecen irrumpidos por un acontecimiento sobrenatural cuya codificación responde a los avances tecnológicos y científicos de la época.

El elemento fantástico encarna la otredad, lo oculto, aquello que la racionalidad no puede controlar y retorna. Los monstruos representan lo siniestro, lo que en la sociedad racionalizada aparece velado. Ejemplos populares de esta literatura son Frankenstein de Mary Shelley, y Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson.

***
En la actualidad, en una nueva fase del capitalismo, el neoliberalismo desdibuja la materialidad y nos arroja al régimen del capital ficticio, de las apariencias, las fantasmagorías, lo espectral. No es casual que, ante otro desvanecimiento de todo lo sólido, los fantasmas, vampiros y brujas vuelvan a poblar las narrativas contemporáneas. Los monstruos como personificación y causa de las enfermedades en las manifestaciones del pasado son ideologemas que develaban y volvían material al belicoso y oculto enemigo del que tanto habla nuestro presidente. Ya no tenemos monstruos, pero sí espectros.

Hay que valorar la fuerza de la metáfora. “Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo”, sentenció Karl Marx en 1848, y la imagen sigue pulsionando y aterrorizando el imaginario de la derecha argentina, que busca revivir la narrativa del monstruo para dotar de materialidad a ese “enemigo invisible” -mientras, el gobierno norteamericano calma la sed de lo sobrenatural en un plano más propio de la ciencia ficción, publicando grabaciones de OVNIS registrados por el Pentágono-. 

En ese sentido, hay otro uso de la monstruosidad. Las representaciones vampíricas aparecen ancladas en figuras aristocráticas: basta con pensar en el conde Drácula o la duquesa Erzbet Bathory. Durante la Revolución Francesa, se llamaba “vampiros” a aquella aristocracia opresora, “parásitos” que chupaban la sangre de las clases más pobres para mantenerse en el poder.

Muches de les pensadores que están analizando la crisis abierta por el coronavirus sostienen que la epidemia pone en evidencia problemas estructurales que ya se venían desarrollando, y ven este momento como la posibilidad de pensar en nuevas formas de organización. Cabe en este sentido preguntarse ¿quiénes son los nuevos vampiros?

A veces me despierto y creo que tuve un mal sueño, una pesadilla de ésas que permanecen al acecho aún en la vigilia. Y enseguida me doy cuenta de que no soñé con que el mundo era un purgatorio, y que lo es. Que en el panóptico global hay algo que reventó, y que es el mundo en el que vivíamos el que mutó.

Ya quedaron imprecisas y un poco inútiles todas las asociaciones al pasado, porque este nuevo laberinto sólo encontrará su explicación mirando hacia adelante. He mencionado hace poco el discurso de aceptación del Nobel de la escritora polaca Olga Tokarczuk, porque junto con el ensayo que escribió hace unos días Ignacio Ramonet, son las dos lecturas de la época que más me han interpelado últimamente. Ramonet hablaba de un “hecho social total”, que convulsiona todas las esferas sociales, económicas y políticas. Así es lo que transcurre atravesado por fosas comunes, escupidores de médicos, conteos diarios, asimilación de esos números, el lento acostumbramiento al horror, la admisión cada menos escalofriante de que en un país han muerto ese solo día mil o dos mil personas, o quinientas, o festejos porque fueron cuatrocientas. Y esa inercia de la que es imposible librarse porque viene de una dimensión del efecto del tiempo que no controlamos, es la que permite y habilita a la ultraderecha, que antes era sólo derecha, a dar por hecho que habrá miles de muertes más pero que “no hay que parar”.

¿Qué es la economía sin la sangre, la saliva, el sudor, el hueso roto, la piel despellejada, el ruido en las vísceras, sin todos esos millones de cuerpos de hombres y mujeres que las elites pretenden volver a poner en sus lugares de trabajo? Son números. De cuentas bancarias o de muertos. Les da igual. No son anticuarentena, son antivida. Nunca nada fue tan evidente. La mutación ha hecho que esos villanos y todos los idiotas útiles que les creen sus folletines de alambre –los presos iban a ser fuerza de choque del comunismo, con esto están tapando el dengue, la estrategia sanitaria es una intromisión intolerable del Estado en las vidas privadas, y bla bla –, hayan dejado atrás la simulación. No disimulan. Morirá más gente y la economía fracasará: ya hay fábricas en Estados Unidos con cientos de obreros contagiados, y siempre está el ejército de desocupados, pero esta vez, que es diferente a todas, esos condenados también están muriendo como moscas. Muy pronto no habrá reposición de mano de obra.

Este proyecto elitista es en realidad una reacción a un fracaso absoluto, pero de un absoluto ontológico. Somos Abeles y Caínes al principio de otra historia que quizá sea larga, o no. Nadie puede prever hasta dónde querrá Trump abordar su plan B, que es derrocar a Maduro e iniciar una guerra con China ¿Suena distópico? Nada es distópico hoy. Porque hay muchos desequilibrados y nadie está controlando nada. Se salió de madre el mundo. Por eso lo recomendable es ir en cámara lenta, día por día, haciendo de la lentitud, y de su pausa el primer atributo necesario para soportar estos días.

También recordé, cuando leía a Ramonet, que él fue el primero en conceptualizar al Pensamiento Unico que caracterizó al neoliberalismo de los ´90. Eso cambió. Es un concepto desdibujado porque ya no hay pensamiento único, y esa herida narcisista es la que nos vienen cobrando hace mucho tiempo a los que nos desmarcamos de la interpretación corporativa de la realidad. Hoy Trump y Bolsonaro y otros muchos que integran el equipo antivida, pueden profesar abiertamente, como gargajos repugnantes, su desprecio por la vida humana, pero son los excéntricos del mundo. No ganan la discusión. Porque el mundo ya es multipolar, y el pensamiento también, y a los desequilibrados se los ve como son. Esta politización de la pandemia por parte de la ultraderecha la ubica ahí: en un extremo inimaginable hace tres meses.

Volviendo a Tokarczuk, en su discurso de 2019 decía que las noticias falsas nos habían sumergido en la ficción. Que la gente vive inmersa en un mundo ficticio que se cuenta a sí misma porque se lo repiten permanentemente, y que nunca hubo en la historia de la humanidad tanta gente hablando de sí misma, tantas primeras personas, intercambiando mensajes con otras primeras personas. Decía también que un efecto de las noticias falsas es que no permite que exista una realidad que pueda ser explicada. “Nos faltan explicaciones sobre el mundo”. Hoy esa idea es potenciada por la pandemia y por el desemascaramiento de lo aberrante.


Esta semana el fotógrafo brasileño Sebastiao Salgado subió un video de una belleza extraordinaria, en blanco y negro, con apoyos en la pantalla de gente como Susan Sarandon, Almodóvar, Brad Pitt, Sting, y muchos otros, en el que pedía que no permitamos que mueran todas las tribus aisladas de la Amazonía. Lo decía mientras se iban viendo los retratos de esas etnias que él registró durante años. La belleza, el valor, lo indescriptible, lo fascinante, lo sano, lo inocente, lo bueno estaba ahí. Y en Manaos están las fosas comunes ya cavadas, las visibles, porque los muertos de la Amazonía profunda no tendrán tumba.

Todo está claro y es límite. Lo que pasó en las villas porteñas se pudo haber evitado si los villeros fueran considerados personas, simplemente. Hubo dos meses para prever qué hacer. Y no hubo nada y menos que nada: no hubo ni agua ni luz. Los medios diluyen el tema, están esperando al conurbano. Ahí sí los noteros llegarían en manada. Porque el dispositivo es amoral, igual que todos los que lo integran.

Así que sólo queda tomarlo con calma, hablar y decir todo lo que se piense, leer, tratar de entender más, y defender la vida como lo hicimos siempre. Esta vez es literal. Estamos defendiendo nuestras vidas y las de nuestros seres queridos y las de todos los demás. Los villanos están dispuestos a todo, y se pasaron de rayas. 

Los monstruos le escapan a los espejos, donde es imposible no reconocerse monstruo. Los monstruos intuyen su monstruosidad y por ello escapan a todo aquello que les devuelve esa monstruosidad que les anima por tanto jamás pueden autoreferenciarse y necesitan siempre al “otro” monstruo mas monstruoso en quién desviar todas las miradas.

La pandemia nos devuelve a la consciencia esa necesidad no resuelta, practicada o ejercida, sino es porque se nos obliga, a detener la marcha irracional que nos moviliza en tiempos de falsa “normalidad”, a no pensar en lo que hacemos, como lo hacemos, los porque y para que de nuestras actitudes formas y prácticas y los efectos concretos que estas producen en los otros. El resultado de vernos a nosotros mismos frente al espejo y de reconocer en la razón y el uso de la inteligencia nuestra parte en el desmadre en el que ejercemos las actividades diarias sin percibir los daños y los efectos, nos devuelve esa condición de monstruosidad con la que solemos tildar a “otros” para que no se nos preste atención en esa “monstruosidad” que nos es inconscientemente propia.


El mero hecho de plantear como genuina la oposición entre salud y economía, debería ser suficiente para demostrarnos la monstruosidad que nos han impuesto y que no cuestionamos en el ritmo “normalizado” que solo aparece conscientemente enfermo en la obligación de aquietar el ritmo y la posibilidad de pensar la realidad desde otra velocidad y otro tiempo mas introspectivo.

Tal vez estos malos tiempos de pandemia nos devuelvan algo de la humanidad perdida en tanta deformación monstruosa que nos lleva a ver monstruos en la dignidad de quienes intentan mostrarnos la posibilidad de otra realidad mas humana.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack

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