Sábado
16 de mayo de 2020
Muchos
de los propietarios y asociados de los grandes medios son tenedores
de bonos. Por estas horas presionan al gobierno nacional para que
mejore una propuesta que, al admitir el pago diferido de una deuda
innecesaria y sin beneficios internos, ya les ofrece rédito. Es
sabido por propios y extraños que si vamos al borde de los derechos,
asistiría razón para rechazar cualquier compromiso adquirido por la
gestión anterior.
En esa presión se observa una
contradicción significativa: se difunde la idea de una
vicepresidenta que bombardea a Alberto Fernández para imponerle su
programa económico, mientras se cuestiona al presidente por no
considerar “la economía” al enfocarse sobre el problema
sanitario. La villana de la obra sigue siendo, como no podía ser de
otra manera, Cristina Fernández de Kirchner, pero en la narración
mediática lo es por sostener lo mismo que los editorialistas
opositores.
En realidad la senadora apoya la acción
del Ejecutivo en materia de Salud y no cuestiona su rumbo general. En
realidad los grandes medios no están preocupados por la economía
nacional sino por “su” economía. El engaño se interrelaciona
con la cobardía cuando, en vez de plantear en portada su exigencia
para que el Estado argentino pague más de lo que corresponde,
disfrazan el análisis con críticas a la caída general de la
producción –como si no fuera algo común al resto del mundo- e
inventan cruces y peleas intestinas para limar la gestión.
Es a partir de comprender esta
situación que pueden realizarse objeciones al oficialismo, pero no
antes. El gobierno de Alberto y Cristina tiene muchos asuntos por
resolver y el reparto interno es uno de ellos. Pero debe quedar
constancia que ambos dirigentes siguen siendo atacados por sus
virtudes, no por esas dificultades que no trepidamos en señalar. De
allí que transformarse en opositor en lugar de debatir desde dentro
del movimiento y en respaldo de esta administración, sólo
contribuirá a asumir con bombos populares una postura netamente
antinacional.
(
http://laseñalmedios.com.ar/2020/05/16/el-nudo/ )
La
respuesta del Gobierno ante la escalada del dólar de esta semana fue
una sucesión de medidas para poner límites al sector financiero y
al comercio exterior. El Banco Central, la Comisión Nacional de
Valores y la AFIP reforzaron las defensas del Estado en un escenario
desafiante, porque se viven instancias cruciales de la negociación
de la deuda y por los enormes desequilibrios que provoca la
paralización de la economía a causa del coronavirus. La acción del
Estado debe lidiar con ambos asuntos mayúsculos al mismo tiempo, con
los acreedores metiendo presión en el mercado cambiario y el Banco
Central obligado a emitir para paliar la crisis.
Grandes
fondos de inversión que llegaron masivamente con el macrismo y son
actores principales en la negociación de la deuda operaron en el
segmento de contado con liquidación para empujar hacia arriba la
cotización de los dólares financieros. Vienen agitando la suba para
forzar al Gobierno a firmar aunque sea un mal acuerdo antes de
arriesgarse a un escenario de desestabilización cambiaria, con su
consecuente estampida inflacionaria, en medio de la pandemia. La
jugada encuentra acompañamiento mediático, con el dólar blue a 138
pesos como estandarte, frente a los 96 pesos de un mes atrás.
Alberto Fernández y Martín Guzmán
repiten que están dispuestos a escuchar contrapropuestas, pero en
los términos de sustentabilidad de pago que estableció la oferta
oficial. Es una estrategia que empezó a gestarse el 26 de agosto del
año pasado, cuando el entonces candidato a presidente del Frente de
Todos le dijo al delegado del FMI, Alejandro Werner, que la Argentina
no pagaría la deuda a cualquier costo, y que para poder hacer esos
pasivos sustentables, el país primero debía recuperar la capacidad
de crecer. Esa definición fue la que ganó en las urnas por el voto
popular y es la que reúne al día de hoy las mayores adhesiones en
la opinión pública.
En términos políticos, los acreedores
vienen perdiendo por amplio margen contra el Gobierno. Existe un
acuerdo inédito entre oficialismo y oposición en respaldo a la
oferta de reestructuración del Poder Ejecutivo. También se ha
producido la virtual confesión del FMI del fracaso de las políticas
de endeudamiento que acompañó durante la gestión de Mauricio
Macri. Figuras centrales del pensamiento económico mundial avalan la
oferta argentina. La crisis global por la pandemia refuerza los
planteos de primero cuidar la salud de la población y después ver
qué se hace con las deudas, como indicó el papa Francisco.
Esa acumulación política intenta ser
minimizada por los acreedores con los movimientos del dólar. Sin
embargo, al Gobierno le da margen para avanzar con más fuerza sobre
los actores económicos y financieros que especulan o tratan de sacar
un beneficio de la situación. Es lo que se vio esta semana con las
medidas que adoptaron el BCRA, la CNV y la AFIP, con regulaciones
para aumentar la tasa de interés de los plazos fijos en pesos,
reducir la cartera en dólares de los Fondos Comunes de Inversión,
acelerar la liquidación de divisas y combatir maniobras de
sobrefacturación de importaciones o subfacturación de
exportaciones.
El Estado tiene para desplegar
controles y normas sobre el mercado financiero y cambiario todavía
más potentes. No es cierto que esté indefenso para enfrentar una
eventual situación de default, en caso de no llegar a un
entendimiento con los acreedores. Frente a la emergencia, se ha visto
reiteradas veces, se genera espacio para avanzar con medidas que en
otras circunstancias no parecen posibles. Le ocurrió al propio
Macri, que terminó declarando el default sobre una porción de la
deuda en pesos –lo que el entonces ministro de Hacienda, Hernán
Lacunza, llamó el “reperfilamiento”- y poniendo un cepo de 200
dólares para el atesoramiento de divisas.
A diferencia de ese momento, las
presiones cambiarias hoy no se producen de manera directa sobre el
dólar oficial, que el Gobierno sostiene sin mayores inconvenientes,
lo cual resulta clave en materia de precios. Es claro que la brecha
con el contado con liquidación, el MEP y el blue genera
comportamientos defensivos y especulativos de empresarios e
inversores, como la retención de las cosechas o los aumentos de
precios “preventivos”, por la expectativa de devaluación. Frente
a ello el Gobierno deberá encontrar las soluciones en el
instrumental heterodoxo, como el que empezó a desplegar para frenar
la inflación.
El
aumento del Indice de Precios al Consumidor de abril del 1,5 por
ciento mostró en parte el resultado de la política de precios
máximos y el congelamiento de tarifas y combustibles, resistida en
otros momentos por sectores del poder económico y que ahora resultan
indispensables. La situación extraordinaria de la cuarentena y el
derrumbe estrepitoso de las ventas le abren oportunidades al Gobierno
para actuar con otra lógica.
Un nuevo sondeo nacional de la
consultora Analogías lo refleja en distintos planos. El 86,4 por
ciento se manifestó de acuerdo o muy de acuerdo con que el Estado
intervenga directamente en los supermercados para garantizar los
precios máximos. El 85,2 por ciento dijo el Gobierno debe actuar con
más fuerza para enfrentar la crisis económica por la pandemia. El
75 por ciento apoya un aporte extraordinario de las diez mil personas
más ricas de la Argentina. Incluso el 63,7 por ciento opinó a favor
de estatizar las distribuidoras de luz y gas para garantizar el
acceso a esos servicios, aunque no sea un tema que hoy forme parte
del debate público.
Los escenarios social y político
también son elementos centrales en la negociación con los
acreedores. Asumir el apuro de un acuerdo de reestructuración de la
deuda a cualquier precio solo juega a favor de los bonistas.
El
Senado prepara para la próxima semana su segunda sesión virtual del
mes, con la meta puesta en llevar alivio al sector del personal
sanitario que presta servicios esenciales en medio del aislamiento
social y obligatorio que rige en el país por la pandemia de
coronavirus.
En una nueva audiencia de carácter remoto, que será convocada para el jueves próximo, los senadores buscarán sancionar los dos proyectos a los que la Cámara baja dio aval en su primera sesión virtual, vinculados a la exención del pago de ganancias para el personal de la salud y de seguridad y a la provisión de elementos de trabajo para esos sectores.
El oficialismo y la oposición acordaron incluir esas propuestas y una medida relacionada con la Cruz Roja, que serán tratados el próximo lunes a las 11 en un plenario de las comisiones de Salud y Presupuesto, conducidas por el radical Mario Fiad y el senador del FdT Carlos Caserio, respectivamente.
Para el martes próximo también fue convocado a las 12 un plenario de las comisiones de Presupuesto y de Trabajo, que preside el pampeano Oscar Lovera, donde se dará dictamen a las iniciativas que serán llevadas luego a la discusión en la sesión virtual.
Los temas acordados incluyen iniciativas relacionadas con la pandemia de coronavirus y propuestas para mitigar sus efectos pero tanto desde el oficialista Frente de Todos (FdT) como desde Juntos por el Cambio (JxC) no descartan incorporar eventualmente en la agenda normas no vinculadas directamente a la pandemia.
Esta
semana, el senador del FdT, Oscar Parrilli, declaró que las leyes de
la reforma judicial y la despenalización del aborto que prepara el
Gobierno nacional podrían ser anexados a la lista de temas a debatir
aún dentro de los 60 días en que rige el protocolo de las sesiones
virtuales para tratar sólo cuestiones ligadas a la
pandemia.
También mencionó la posibilidad de llevar a la discusión del pleno el proyecto del diputado nacional Máximo Kirchner destinado a gravar a las grandes fortunas, como parte del plan para obtener asistencia financiera para paliar la crisis sanitaria.
En esa sintonía, el senador Esteban Bullrich, de Cambiemos, dijo el viernes, en una reunión de la comisión de Economías Regionales, que se podría "buscar consenso" para tratar propuestas que no están directamente ligadas con la pandemia pero que cuya aprobación llevaría alivio a vastos sectores de las economías regionales.
El legislador de la oposición se refirió a la ley ovina y frutícola y a la que plantea cambios a la ley Warrents, en un encuentro virual en el que se acordó dar celeridad a medio centenar de proyectos que aguardaban tratamiento, con beneficios para las pymes, las cooperativas y las economías regionales.
La primera sesión virtual del Senado, en la que se dieron aval a 20 decretos del Gobierno sobre la pandemia, se desarrolló el miércoles sin mayores inconvenientes técnicos, lo que dio impulso a las autoridades de la Cámara para dar celeridad a la aprobación de nuevas leyes que lleven alivio a los sectores más castigados por el coronavirus.
En
principio, la segunda sesión virtual que conducirá la
vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner incluirá al proyecto
de ley que exime del Impuesto a las Ganancia las horas extras o
guardias realizadas por trabajadores de la salud y de seguridad
durante la pandemia y otorga una pensión graciable a los familiares
de los empleados fallecidos en esas tareas.
La iniciativa fue aprobada por 252 votos en la primera sesión virtual de la Cámara baja, en un debate que tuvo como características el consenso logrado por todas las fuerzas políticas para dar alivio a los trabajadores de esas áreas esenciales.
El proyecto establece que quedan exceptuados de Ganancias desde el 1 de marzo hasta el 30 de septiembre las remuneraciones por horas extras y guardias en virtud de la emergencia sanitaria provocada por la Covid-19. la enfermedad que causa el nuevo coronavirus.
Este beneficio lo tendrán los profesionales, técnicos, auxiliares (incluidos los de gastronomía, maestranza y limpieza) y personal operativo de los sistemas de salud pública y privada y el de las Fuerzas Armadas, de Seguridad, de la Actividad Migratoria, de la Actividad Aduanera y Bomberos que presten servicios relacionados con la emergencia.
También se debatirá en el Senado un proyecto de ley que crea el Programa de Protección al Personal de Salud, destinado a realizar capacitación para prevenir el contagio de la Covid-19 a los trabajadores de salud de gestión pública o privada.
El proyecto se denomina "Ley Silvio" en homenaje homenaje al enfermero de Alejandro Korn, Silvio Cufre, el primer agente de salud del país en morir en el marco de la lucha contra el coronavirus.
La norma crea además el Fondo de Protección del Personal de Salud, con el fin de efectuar la adquisición directa de bienes, servicios y equipamiento que sean necesarios para garantizar la protección del personal de salud durante la emergencia.
1.-
Pandemia y colonialismo.
Cuando
se producen cambios de poder planetario, da la sensación de que la
historia se acelera. Los cambios actuales eran previsibles. Entre
otros, Francisco lo dijo en la Laudato si: esto no se sostiene. La
pandemia precipita las cosas, pero además de las advertencias de la
OMS, tampoco es algo nuevo en la historia.
Si quitamos la máscara ideológica del
neoliberalismo, veremos que el mundo está sufriendo un
totalitarismo, en este caso financiero, que practica una nueva forma
de colonialismo que podemos llamar tardocolonialismo, para
diferenciarlo de las etapas anteriores, es decir, del originario y
del neocolonialismo. Esta nueva etapa colonial ahora se enrosca sobre
sí y paraliza la economía mundial.
El colonialismo tiene su historia, que
no debe confundirse con la historia universal, como pretendía Hegel.
Esa historia nos dice que no es la primera vez que una hegemonía
mundial se enrosca, ni tampoco son ajenas a esto las infecciones.
La revolución mercantil -que
posibilitó el colonialismo-, fue impulsada por el comercio europeo
con oriente, que llevó las ratas y la peste bubónica, matando a un
tercio de la población europea.
Lanzados al colonialismo originario,
los españoles contaminaron a los indios con enfermedades, producto
de la domesticación europea de animales, contra las que los indios
no tenían anticuerpos, lo que mató a la mitad de la población
originaria. Al mismo tiempo, jerarquizó tanto su sociedad que,
cuando con la revolución industrial apareció, la burguesía europea
fue incapaz de crearla en España y se derrumbó su imperio.
Para satisfacer el extractivismo
insaciable, se cometió el crimen del esclavismo contra los
africanos, que trajeron la fiebre amarilla y, cuando el
neocolonialismo quiso facilitar la comunicación interoceánica con
el canal de Panamá, esa infección hizo fracasar la primera
tentativa de construirlo.
El neocolonialismo cometió
horripilantes genocidios, especialmente en África, hasta desembocar
en una guerra interimperialista que, al final, desencadenó la
llamada gripe española. En la segunda etapa de esa tragedia se
enroscó, pues el genocidio fue cometido en su propio territorio,
victimizando a personas tan pobres en melanina como sus líderes.
Ahora el tardocolonialismo financiero
de las transnacionales, con su brutal depredación del medio ambiente
y la destrucción indiscriminada de equilibrios biológicos, fue
generando virus en serie, hasta producir uno que paralizó la
economía mundial.
El actual recorte arbitrario de lo que
nos explica la ciencia biológica, pretende que el enemigo sea el
virus y, por ende, estaríamos en guerra contra el virus cuando, de
existir alguna guerra, debería serlo contra la fábrica de virus en
serie, que es, justamente, el actual totalitarismo financiero
depredador del medio ambiente, que ha producido la vaca loca (por
alimentar rumiantes con harina de cadáveres), la gripe asiática, la
de Hong Kong, el VIH, la gripe porcina, el SARS, el Ébola, el
coronavirus modelo 2015 y ahora la nueva versión 19.
Como si eso fuese poco, fabrica luego
las vacunas, las patentan y las venden a quienes pueden pagarlas:
cada año mueren en la India 100.000 niños de neumonía, mientras la
transnacional dueña de la patente de la vacuna embolsa miles de
millones de dólares.
Esclavitud, sometimiento a servidumbre,
crímenes masivos atroces, genocidios, glotonería hegemónica,
concentración ilimitada de riqueza, suicidios de las sucesivas
oligarquías enceguecidas por su afán insaciable de poder y
generación de epidemias, son fenómenos entrelazados y presentes
desde la gestación del colonialismo en Europa hasta todas sus
sucesivas etapas en el mundo.
2- La naturaleza del totalitarismo
financiero.
Es claro que estamos sometidos a un
poder planetario que concentra ilimitadamente riqueza, con la
consiguiente exclusión genocida de miles de millones de personas,
para lo cual ejerce sobre nuestra región un despiadado colonialismo
succionador, mediante endeudamientos concertados por sus virreyes
locales, que nos somete a jurisdicciones extranjeras.
Lo cierto es que este totalitarismo
financiero equivale hoy a los de entreguerras, es decir que, para
legitimar genocidios, ya no se usan camisas pardas ni negras ni se
prometen paraísos de razas superiores puras o de sociedades sin
clases en que todos seremos felices, sino que se vaticina una
felicidad generosamente derramada desde la riqueza crecientemente
concentrada.
El discurso con que se enmascara este
totalitarismo no está escrito en Mein Kampf, sino en las obras de
Milton Friedman y Friedrich von Hayek. Tampoco se promete el ario
puro y el hombre nuevo, sino el homo economicus.
Este discurso es el que ahora confronta
con los Derechos Humanos, incorporados al derecho internacional desde
el final de la Segunda Guerra Mundial. Mientras estos últimos
proclaman que todo ser humano es persona y, por el hecho de existir
tiene unos derechos elementales y básicos, la ideología que se
autodenomina neoliberal afirma que, por el mero hecho de haber
nacido, un sujeto no tiene derecho a reclamar nada (así, von
Hayeck). Si bien no todos los acólitos de esta idolatría son tan
explícitos y sinceros, los cadáveres en el Mediterráneo o el
experimento pinochetista de Friedman, demuestran que comparten esa
premisa.
Los gerentes de este totalitarismo
financiero no pueden hacer otra cosa que obtener ganancias sin
respetar límite alguno, puesto que, con la financiarización de la
economía, las corporaciones transnacionales son manejadas por
tecnócratas que deben cumplir con ese objetivo o son reemplazados.
En ejecución de estos mandatos
ineludibles, la conducta de los gerentes del totalitarismo financiero
pasó a ser delincuencial a gran escala: extorsiones, trabajo
esclavo, macroestafas, evasión fiscal, administraciones
fraudulentas, destrucciones de ecosistemas, extinción de especies,
desertificación, contaminación de aguas y atmósfera, encubrimiento
de tráficos ilícitos, reciclajes de dinero, empresas fantasmas y,
llegado el caso, también golpes de Estado y fusilamiento de
población civil, todo se lo permiten sin límite alguno. La
criminalidad organizada (organized crime) más poderosa del planeta
es la que ejercen estos gerentes con sus macrodelitos. No debe
extrañar, porque todos los totalitarismos fueron criminales; sólo
cambian sus métodos, conforme a sus contextos de poder.
3- La situación
tardocolonial.
En nuestra realidad colonial de extrema
concentración de riqueza, con los más altos coeficientes de Gini
del planeta, la paralización hará caer en la pobreza a fajas de las
clases medias. A las fuertes protestas de la prepandemia se sumarán
las fajas medias desclasadas. Nuestros Estados no estuvieron
preparados para responder con racionalidad a las demandas anteriores
y, menos aún, lo estarán para las que vengan.
Si aspiramos a que la conflictividad
que anuncia esta emergencia halle soluciones no violentas y, por
ende, a que nuestros Estados puedan ofrecer soluciones racionales en
el marco democrático y republicano, el primer paso debe ser
reconocer la dura realidad de la que deberemos partir, es decir, de
Estados debilitados, escuálidos, muy poco democráticos y –quizá
menos aun- republicanos.
El mito más negativo –por
inmovilizante- nos hace creer que vivimos en Estados con
instituciones sólidas, basadas en principios democráticos y
republicanos, garantizados en el plano regional por un derecho
internacional eficaz, cuando nada de eso es verdad. Nadie compraría
otro atuendo si creyese que el que lo viste es de máxima elegancia,
cuando en realidad está en harapos que ni siquiera cubren sus partes
pudendas.
Si bien no existe un único modelo
democrático, el que se generalizó en la región es el de las
democracias plurales, en que la ciudadanía canaliza su voluntad a
través de partidos políticos. Pues bien, de este modelo
institucional democrático, en nuestros Estados sólo quedan restos.
Esto obedece a que los partidos
políticos sólo existen formalmente, pues su función canalizadora
la ejercen las corporaciones que monopolizan la comunicación en cada
país: desde el análisis funcional, cada una de ellas es un partido
político y, además, por monopólica, es un partido único. El
monopolio de estos partidos únicos funcionales al poder colonial se
presenta como derecho a la libertad de expresión, cuando en realidad
es su más abierta negación.
En las concentraciones urbanas, el voto
de altos porcentajes de ciudadanía se manipula, conforme a los
conocidos once principios de Göbbels, llevando al extremo el
consabido teorema de Thomas: no importa que algo sea verdad o
mentira, lo que importa es que se lo dé por cierto y en ese caso
produce efectos reales. Son las profecías autorealizadas. Las fake
news circulan a mayor velocidad que la información correcta, incluso
por las redes –cuya tecnología también es monopólica-, donde se
arman ejércitos de trolls y de ingenios que simulan personas.
De este modo se determina la conducta
de buena parte de la población, que de buena fe vivencia la realidad
creada por los actores disfrazados de comunicadores, algunos tan
consustanciados con los personajes de sus libretos que llegan a creer
las mentiras que divulgan.
Estos partidos políticos únicos y
mediáticos fabrican a los virreyes locales del totalitarismo
financiero y, por ende, como todo aparato de propaganda totalitario,
no reconocen ningún límite ético ni legal.
Los políticos son rehenes de estos
partidos únicos, que les marcan las agendas, sabiendo que entre los
que luchan por el poder siempre habrá algunos más inescrupulosos
que, sin duda, llevarán ventaja sobre los que ofrezcan alguna
resistencia, como también sobre los que no sean menos genuflexos por
temor o por restos de dignidad y ética, pero que tampoco se animen a
denunciar y menos a resistir sus amenazas de linchamiento. Saben muy
bien que, en muchos casos, estos últimos también cederán a sus
directivas, porque juegan con su ingenuidad, haciéndoles creer que
su silencio los cubre de ser blancos de sus disfrazados de
comunicadores.
Los políticos más inescrupulosos
disputan para convertirse en candidatos a virreyes de los partidos
únicos mediáticos, pues saben que cuando éstos los ungen como
tales, tienen altísimas probabilidades de trepar a los gobiernos,
con una falsa aureola de democracia. A veces, cuando al virrey ha
ejercido su poder colonial con demasiada avidez y torpeza, su
reelección fracasa, como en la Argentina. En algún otro caso, el
virrey traiciona a su propia fuerza política, proclamándose tal una
vez en el gobierno.
Esas democracias de partidos mediáticos
únicos suelen asumir formas plebiscitarios, puesto que, una vez en
el gobierno, los virreyes ejercen plenos poderes en abierta violación
a los principios republicanos, a veces mediante plebiscitos
explícitos, pero en la mayoría de los casos, de hecho y ante la
indiferencia pública, sostenida por la desinformación de la misma
publicidad del régimen.
La primera preocupación de los
virreyes es el reacomodamiento de los poderes judiciales a su gusto,
puesto que de ellos depende la impunidad de sus mandantes, socios y
amigos, como también la persecución y difamación de sus opositores
y obstaculizadores.
Del grado de previo deterioro de la
organización judicial depende la facilidad de estas maniobras. Por
lo general, las corporaciones judiciales se integran con personas que
privilegian su estabilidad laboral, por lo cual, la docilidad se
obtiene, en primer lugar, con el ofrecimiento de algunas
racionalizaciones o mecanismos de huida que permitan su pax
burocrática.
Al igual que en cualquier estamento
profesional, en el judicial hay algunos inescrupulosos y también
unos pocos delincuentes, de los cuales se sirven los virreyes y que,
por regla, se ofrecen a servirlos, sea en procura de rápida
promoción jerárquica, por afán mediático, por aspiración al
estrellato político o por corrupción.
Nuestros virreyes cumplen el mandato
metropolitano eliminando a quien les molesta. Este colonialismo no
los mata, como a Sucre, Moreno, Monteagudo, Dorrego o al mismo
Bolívar, si antes no lo hubiese hecho la tuberculosis, ni los manda
al exilio, como a San Martín. Elimina a los líderes políticos
groseramente, con golpes de Estado abiertos, como en Bolivia, pero
otras veces orquesta golpes blandos, que prostituyen a la política,
pues explotan los bajos instintos de lo peor de ella.
La eliminación de líderes populares
por decapitación pública se completa con campañas de los partidos
mediáticos de los virreyes, en combinación con un pequeño grupo de
jueces patológicos, en bandas de las que forman parte activa agentes
de servicios secretos, delincuentes que cobran su arrepentimiento,
testigos falsos, fiscales extorsionadores, policías corruptos, etc.
Para estos discípulos de Freisler y
Vichinsky, todo es válido: misteriosos escritos detallados;
increíbles memoriosos; insólita velocidad procesal; invocación
aberrante de la doctrina jurídica; clonación de procesos;
pluralización de bandas; gobiernos considerados asociaciones
ilícitas y, por supuesto, violación de normas procesales básicas.
De no ser suficiente, se amenaza y persigue a algún juez que
moleste, porque así lo exige la lucha contra el flagelo de la
corrupción, convertida en el nuevo Satán de este tiempo, con el que
pactarían las nuevas brujas, que son los políticos populares.
Mientras estos shows de manos limpias
son dramatizados por los partidos políticos mediáticos, los
virreyes -y sus socios, parientes y amigos- endeudan a nuestros
países, comprometiendo sus PBI por décadas, al tiempo que se
benefician con negociados encubiertos por sus cómplices judiciales.
A esto se le llama lawfare o guerra
legal, cuando en realidad es una guerra ilegal en todo sentido. Tal
es la dimensión que ha cobrado este recurso, que es materia de
análisis cada día más intenso en las academias jurídicas.
El último virrey argentino acabó
también con el Legislativo, valido del poder de ahogar
económicamente a los gobiernos provinciales. Nuestro federalismo se
fue por la cloaca al igual que la separación de poderes republicana,
con el ejercicio de plenos poderes, no otorgados por nadie. Otros son
más burdos, embargando bienes de los legisladores de la oposición o
amenazando a sus familias.
¿Qué queda de le república, de la
democracia y hasta del Estado mismo? Sólo el resquicio de sentido de
realidad de una parte de la ciudadanía, porque –por fortuna- no
existe un sistema perfecto de matricería humana.
4- ¿Qué hacemos ahora?
Ante la evidencia de que los Estados
-como repúblicas y democracias debilitadas- no podrán superar
sanamente la conflictividad inevitable de la postpandemia, nos urge
pensar en un nuevo modelo de Estado que, tarde o temprano surgirá,
así como lo hizo el New Deal de Roosevelt, o sea, en un modelo
neoprovidente, con mínima equidad desconcentradora de riqueza, capaz
de reconstruir las democracias y las repúblicas, asimilando las
experiencias de nuestras accidentadas historias.
En nuestro constitucionalismo no habrá
de faltar creatividad para pensar modelos de Estados fraternos que,
junto a la libertad y la igualdad, no olviden la fraternidad.
Nuestros movimientos populares de todos los tiempos nos dejaron
pistas redistributivas, que se deben profundizar.
De nuestra región surgió el
constitucionalismo social con la Constitución Mexicana de 1917;
también apareció el ambiental, con las Constituciones de Ecuador y
del Estado Plurinacional de Bolivia. Seguramente de aquí habrá de
surgir el constitucionalismo socioambiental, configurador de los
nuevos Estados neoprovidentes y fraternos.
Las emergencias están dando la razón
a los políticos decapitados por los particos políticos mediáticos
y, donde falten, otros surgirán, como sucede en toda emergencia. La
política y el vacío son incompatibles: ante el reclamo de las
ciudadanías, algo emerge. Además, nuestros pueblos siempre han
producido caracteres políticos fuertes; esta capacidad no se ha
perdido, pese a los aparatos publicitarios de los particos mediáticos
únicos.
Esta tarea jurídica creativa se
impone, pues no es suficiente con sacudirse la dependencia colonial,
sin perfilar nuestros futuros Estados, porque la historia demuestra
que esa actitud es un gravísimo error. En efecto: cuando hace
doscientos años nos liberamos del colonialismo originario, nuestras
oligarquías y sus intelectuales iluminados quisieron imponer -a
sangre y fuego- a los pueblos de nuestra región –supuestamente
bárbaros e ignorantes-, modelos incompatibles con nuestras
realidades (la llamada civilización genocida). Sobre esas
pretensiones se montó el neocolonialismo, lo que costó muchas más
vidas y dolor que la propia lucha por la independencia. Ni siquiera
podemos descartar que buena parte de las fallas de nuestro presente
sea consecuencia de ese error originario.
Pensar desde ahora el modelo de Estado
al que queremos llegar no es un sueño vano, un entretenimiento de
ociosos ni implica caer en la utopía, sino que es una tarea
indispensable: se trata, nada menos, que de montar la brújula, otear
el norte, clarificar el objetivo.
Debemos pensar con urgencia qué Estado
queremos, qué institucionalización es necesaria para reconstruir la
democracia y la república, cómo recuperar el Estado para la
política, cómo volver a una democracia plural con partidos
políticos no mediáticos ni por acciones, cómo establecer cierto
orden institucional que impida que cualquier virrey circunstancial
ejerza la suma del poder público y, sobre todo, cómo revertir el
modelo de sociedad con 30% de incluidos y el resto excluido, que nos
intentó imponer el colonialismo del totalitarismo financiero.
No somos ingenuos, sabemos que, en la
postpandemia, especialmente frente a las clases medias que caerán en
la pobreza, los virreyes y los otros agentes, pretenderán atribuir
todos los males a los políticos que no respondan al partido
mediático único, usarán sus campañas sucias, sus fake news, las
dramatizaciones de sus actores y actrices disfrazados de
comunicadores y periodistas; no ahorrarán recurso alguno, recurrirán
y pondrán en práctica sus impudicias coprófilas más abyectas e
inhumanas. ¿Podrán con todo eso impedir la vuelta de los líderes
populares decapitados por los partidos mediáticos únicos o el
surgimiento de nuevos lideratos en nuestros países?
Frente a las respuestas demasiado
pesimistas, nuestras historias nos enseñan que, con marchas y
contramarchas, nuestros pueblos siempre toman conciencia y triunfan.
Prueba de esto es que, de no ser por nuestros movimientos populares,
quizá no hubiésemos podido escribir estas líneas ni el lector
leerlas, porque es muy probable que hubiésemos sido analfabetos, que
hubiésemos muerto en la infancia, que tuviésemos menos neuronas por
carencia de proteínas en los primeros años o fuésemos
desaparecidos por alguna dictadura genocida.
El cardenismo mexicano, el aprismo
peruano, el velasquismo ecuatoriano, el varguismo brasileño, el
yrigoyenismo y el peronismo argentinos, etc., tuvieron muchos
defectos, incluso algún autoritarismo, pero en el balance final,
todos esos defectos empalidecen frente a los genocidios de los
virreyes que en todos los tiempos los combatieron y, en definitiva, a
ellos debemos la ampliación de la ciudadanía real en nuestra
región. Nuestros pueblos no perdieron ni perderán esta vocación,
pese a los esfuerzos tecnológicos de los actuales partidos únicos
mediáticos.
5- ¿Quiénes deben pensarlo?
Cuando en Querétaro, los diputados
constituyentes campesinos y obreros propusieron las normas que dieron
origen al constitucionalismo social, los objetaron los licenciados
formados en las universidades del porfiriato. Por suerte triunfaron
los primeros. Es llegada la hora de no repetir el error de los
últimos.
Es tarea de la academia jurídica
superar su vocación elitista y su falsa asepsia política, dejando
de lado las pretensiones de quienes se encargan de ofrecer discursos
facilitadores de mecanismos de huida hacia la pax burocrática
judicial, postulando un derecho apolítico, neutro, incontaminado,
que niegue la esencia cultural, histórica y política del derecho,
en definitiva, funcional a los virreyes de turno.
El propio estructurador del método
dogmático jurídico –Rudolf von Jhering-, a poco dio un giro hacia
la realidad social y, con las inevitables limitaciones de su época y
lugar, redefinió al derecho como lucha.
La hora llama a los juristas de nuestra
región, en homenaje a demanda de recuperación de la soberanía de
nuestros pueblos por vía democrática y en el marco republicano y no
violento, a sumergirse y empaparse de las necesidades y reclamos de
los más victimizados por el tardocolonialismo financiero, para
discutir la mejor manera de concretarlos en la forma jurídica de
nuevos proyectos de Estado.
Esto no significa un desvío
reaccionario hacia un romanticismo jurídico que pretenda la
captación de sentimientos, sino que lo que se exige es comprensión
de necesidades, que es algo muy diferente, porque parte del respeto
al otro, a la persona en concreto que reclama ciudadanía real.
Debemos ser conscientes de que esos
proyectos no deben ser elaboraciones de gabinete, sino que su
contenido habrá de surgir de los reclamos fundados en las
necesidades de las capas más sufrientes de nuestras ciudadanías,
que son o pasan a ser mayoría, debiendo ser las principales
proveedoras de su contenido. A los juristas corresponde únicamente
la tarea de elaborar el envase jurídico más eficaz posible. La
demarcación de contenido y envase es fundamental, para que nadie
incurra en el error de los licenciados de Querétaro, pretendiendo
elitistamente dar el contenido de lo que sólo debe ser la necesaria
envoltura normativa del reclamo de los pueblos.
Teniendo en cuenta que la postpandemia
exigirá un esfuerzo conjunto de los pueblos de nuestra región,
corresponderá a los internacionalistas meditar el reforzamiento de
los organismos regionales, la resurrección de otros y la creación
de nuevos, así como reencausar a los que se han vuelto funcionales
al totalitarismo financiero y, sobre todo, perfeccionar el reaseguro
del sistema regional de Derechos Humanos, para darle la eficacia y
prontitud de que ahora carece.
Nuestros jueces no nacen de
incubadoras, sino que los formamos en las universidades, revisemos
con cuidado y a la luz de las necesidades de nuestros pueblos, lo que
estamos teorizando y enseñando: es la hora de una extrema
responsabilidad académica.
6- ¿En qué punto estamos?
El grado de esfuerzo que demande llevar
al plano de la realidad los nuevos Estados neoprovidentes y fraternos
que es indispensable que pensemos, dependerá en gran medida de la
dinámica del poder planetario en la postpandemia.
Es claro que la actual paralización de
la economía global es el ocaso del totalitarismo financiero, pero no
sabemos si es el comienzo o el fin de esta caída. Si se tratase del
comienzo, restaría una lucha por delante; si se tratase del fin,
sería un amanecer y en breve deberíamos lanzarnos a la construcción
del Estado postpandemia.
¿El mundo –la humanidad- se halla en
una situación que guarda cierta semejanza a 1939, a 1945 o a los
años intermedios? No faltan quienes creen que el ocaso ni siquiera
comienza y que, por el contrario, se reforzará en la postpandemia;
imaginan diferentes distopías.
Creemos que el camino de distopía
choca con un grave inconveniente, puesto que, como conduce a una
hecatombe total y esa perspectiva –a pesar del negacionismo– se
va haciendo demasiado inocultable, genera creciente pánico
generalizado.
El segundo inconveniente del camino
distópico, es que con urgencia debería eliminar o deslegitimar a
todos los organismos internacionales. Si bien en su momento éstos
fueron creados por los poderosos, con la desaparición del mundo
bipolar adquirieron dinámica propia y generaron su personal técnico,
o sea que, a pesar de su dependencia financiera, se autonomizaron y
obstaculizan cada vez más al totalitarismo financiero.
Este distanciamiento estalla hoy en
confrontación, pues es inédito el desafío y la difamación contra
la OMS. Todo indica que a la OMS seguirán todos los organismos
universales y regionales, no sólo de Derechos Humanos, sino aun los
más técnicos y especializados. Cualquier perspectiva distópica no
podría avanzar sin acabar con los organismos internacionales, con el
discurso de Derechos Humanos y también con todo el derecho
internacional, incluyendo a la propia Cruz Roja.
Si bien estos organismos están lejos
de gobernar el mundo, su empoderamiento tampoco puede subestimarse,
en especial por el desprestigio que acarrea a quienes confrontan con
ellos, sin perjuicio del que, por otras razones, van cargando ahora
esos voceros.
Asumiendo incluso la posición del
comienzo del fin, que sería la más pesimista entre las no
distópicas, nos hallaríamos frente al desafío de una lucha por
liberarnos de la actual etapa de colonialismo.
Teniendo en cuenta que siempre el
derecho es lucha, en cualquier caso, debemos comenzar a meditar qué
haremos una vez independientes o, lo que es casi lo mismo, para qué
queremos la independencia., pues la caída de otro colonialismo no
debe tomarnos desprevenidos, como hace dos siglos largos.
Que nos ilumine Dios, la razón o lo
que cada uno crea con total y absoluta libertad de conciencia, porque
en esta hora los errores tendrían consecuencias demasiado graves.
Lo
que viene depende de cuánto habremos crecido en la conciencia
respecto a la necesidad urgente de darnos un nuevo orden social que
reparta de modos mas equitativos esfuerzos y riquezas, deberes y
obligaciones y seamos capaces de trocar tanta avaricia y mezquindad
en cooperación y solidaridad.
Daniel
Roberto Távora Mac Cormack
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