Sábado
9
de mayo de 2020
Se
ha dicho hasta el cansancio que esta época está fuera de quicio y
también se repite de manera insistente que “algo” ocurrió hace
cuarenta o cincuenta años --un error, un equívoco, un desvío, pero
sabemos muy bien que se trató de una intención y de un propósito,
de un giro económico y político fulminante-- para que nos toque
vivir hoy en un mundo y en un tiempo poco menos que incontrolable.
Esta
percepción, agravada y subrayada por la pandemia del coronavirus,
adquiere dimensiones irónicas e impensables consiguiendo que nuestro
presente se transforme en un estado “sin tiempo”, en un hoy de
espera marcado por la angustiante significación de la incertidumbre.
Llegado a este punto cabe
preguntarse --por lo menos como ejercicio reflexivo-- si la
abrumadora aparición de la pandemia es una réplica orgánica del
desborde tecnológico en el que vivimos o se trata de la inaudita
encarnación mórbida de la mismísima globalización. Como si
dijéramos “el colmo” de la globalización, desde todo punto de
vista.
La sospecha (naturalmente
figurativa) de la aparición de un virus “consciente” cuyo
horrendo propósito es terminar con una especie destinada a cometer
los más irreparables errores (la forma actual del capitalismo y sus
complementos culturales es posiblemente el más grave de todos) me
llevó a reconsiderar --aunque la idea parezca descabellada-- el acto
primero de Hamlet y sobre todo la escena número cinco, donde el
fantasma del rey asesinado convoca a su hijo para que sepa por qué
el mundo está desquiciado (out of joint) y por qué algo huele a
podrido en Dinamarca. Desde ya, el espectro de medianoche no utiliza
esas frases, sencillamente cuenta de qué modo fue asesinado por su
propio hermano y traicionado por su propia mujer, reina y madre de
Hamlet.
Quienes hablan del
desquicio y de la hediondez del reino son Marcelo y Horacio, dos
amigos de Hamlet, testigos privilegiados del encuentro espectral y
conocedores del terrible mandato que la orden del padre significa
para el hijo: vengarlo, hacer pública la verdad y reponer el orden
en el caos del mundo.
Ante semejante peso,
Hamlet se lamenta haber nacido en época tan difícil sabiendo, sobre
todo, que a él le corresponde, según la orden paterna, solucionar
los estragos.
Mientras releo este
relampagueante primer acto (pero Shakespeare jamás nos ahorró
primeros actos poderosos) hojeo un libro que tengo a mano, el que
reproduce los diálogos sustanciosos entre Jacques Derrida y la
pensadora francesa de origen rumano Elisabeth Roudinesco donde,
precisamente, uno de los temas hegemónicos es el encuentro
fantasmático de Hamlet con su padre muerto y la influencia que esta
escena tuvo en Carlos Marx, lector apasionado de Shakespeare.
La
referencia a Carlos Marx aparece cuando Roudinesco y Derrida hablan
del texto de este último titulado “Espectros de Marx”,
seguramente, considera Roudinesco, el texto más sorprendente de
Jacques Derrida, y explica que la idea fundante de la conferencia
(luego se volvió libro) se apoya en tres grandes escenas de la
cultura occidental moderna y “posmoderna”: la primera es Hamlet
hablando con el fantasma de su padre sobre el estado de las cosas; la
segunda es la publicación de El Manifiesto Comunista en 1848 donde
Marx sostiene que “el espectro del comunismo recorre a Europa” y,
por último, el mundo globalizado de la actualidad, al que Derrida
llama “Mundo catástrofe”, “mundo en fase maníaca”.
Por último, estas
expresiones remiten a la desazón de Horacio, amigo de Hamlet, cuando
exclama --siempre en el primer acto-- “Oh, día y noche, cuán
extraño es todo!” Y Hamlet, melancólico y repentinamente sabio,
lo entera de cuán peor puede ser todo. No obstante, va a acumplir
con su legado, va a intentar la rectificación del mundo.
La
descomunicación … El medio es el negocio.
Parece
exagerado que ante un hecho inédito que, además pone en vilo la
tensión vital que anima “lo humano”, aquello del eros y
thanatos, pulsiones de vida y muerte, y
que tornan latente las tensiones emocionales, sensoriales y
racionales que hacen a lo humano como respuesta
y síntesis de esas tensiones, esos espacios colectivos se
hayan desviado en
un sentido mas miserable: el de reducir su objetivo
y razón de existir
a un modelo de negocio al que llaman línea editorial que no es mas
que un plan para transformar la información y la producción de
contenidos, en mercancía consumible por sus clientes. Los
ciudadanos, así mediatizados, números
para un
raiting, que
se convierte en el
fundamento de llegada de los capitales financieros, mediante la
contratación de espacios de
propaganda y publicidad, ira conformando su “ganancia” y su
creciente participación como actores transnacionales de acumulación
financiera.
De
este modo, las corporaciones mediáticas se alejan cada vez mas de la
razón y del sostenimiento del Estado como estructura de
instituciones que se controlan reciprocamente en el poder que les
confiere la representación participativa de la ciudadanía, Y en la
que estos, en su afán de lucro, que utiliza su rol de informar y
comunicar, se autoadjudican un rol de reemplazo de esas
participaciones, para que los ciudadanos no se tengan que meter con
la política partidaria o con cualquier actividad que los involucre
en algo que tenga que ver con la construcción social de una realidad
que cada vez les resulta mas ajena.
Los
medios de comunicación e información deberían
sostener un mínimo de cordura y racionalidad,y
no seguir
embarcados en un proceso que los ha subsumidos, alejándose de su
sentido original y de la ética que ese sentido original les signaba
como cuarto poder custodio de los otros tres en aras de información
y conocimiento que sostengan una genuina representación política de
la ciudadanía y el sostenimiento de los valores democráticos, de
representación social y de reducción de conflictos en el Imperio de
la constitución y la ley por medio de las instancias institucionales
que estás han determinado como proceso histórico en la conformación
del Estado Nacional,
Asi
las cosas, las corporaciones mediáticas se convierten en aliados del
poder antidemocrático y se asocian a los sectores que históricamente
han tenido desprecio por lo propio y un interés psicótico por
parecerse a otros, en especial las potencias coloniales que han
signado sus historias de elite y potentados locales en una tierra
saqueada y empobrecida, desde la colonización Imperial que impuso la
Europa que limó siglos de enfrentamientos tribales en aquellas
tierras allende los mares, para dibujar una
conformación de bloque hegemónico que
sostenido por sus colonias, encontraron fuera razones para dejar de
pelear entre ellos y
diezmar al resto del planeta, hasta
que su propio modelo
implosionó en las guerras mundiales del siglo pasado y debieron
ceder ese rol a la emergente confederacion de los Estados Unidos de
(Norte) América.
Es
allí donde se traslada el orden cultural y el modelo mental. Europa
y el iluminismo Francés cede su influjo global bajo la Estatua de la
Libertad que regala su gobierno como símbolo de esa cesión de
guardianes de aquel iluminismo europeo que le tuvo como hegemonía.
Gran Bretaña siempre había estado en el medio de todo… Y también
jugo su juego tendiendo los puentes necesarios para no quedar fuera
del reparto del mundo.
Breton
Woods fue el lugar donde se sellaron los pactos. Dando comienzo a un
otro periodo de colonización mucho mas sutil. Ya no eran las armadas
y sus buques de Guerra o los lujos de Francia o la arrogancia
Inglesa, sino la mucho mas sutil llevada adelante por la industria
cultural y mediática. Eran Dysney, Hollywood, Warner, y las Agencias
Internacionales de Noticia, Asociatted Press, France press, Reuters,
United Press Internacional, EFE y ANSA, las que dibujaban la realidad
del planeta en plena Guerra Fria con la otra mitad del mundo … la
de Sputnik y la URSS.
De
aquellas derivan las concentraciones actuales. El mapa de medios
dibuja claramente el entramado de intereses corporativos
transnacionales y financiarizados con los negocios de las
corporaciones mediáticas de todo el planeta.
En
la Argentina, ese dibujo (https://mapademediosfopea.com/
) demuestra claramente como unos pocos grupos dominan mucho mas de la
mitad de las señales y medios y de la producción de contenidos que
consume el Argentino medio.
El
intento fallido por la reforma de ese cuadro
de situación
por medio de la ley de servicios
de
medios audiovisuales
de 2009, demuestra que, a pesar de su fracaso, cierta consciencia
dejó en el éter de los desprevenidos
consumidores de noticias y contenidos que les tienen rehenes de sus
negocios.
La
fortaleza del Gobierno ante disputas económicas decisivas, por la
oferta oficial sobre la deuda externa y el debate parlamentario por
el impuesto a los multimillonarios, recibió un formidable ataque por
el tema de la liberación de presos. Decenas de “noticias” y
“análisis” sentencian el decaimiento del presidente Alberto
Fernández y el final del apoyo popular que tanto consterna a
tenedores de bonos y oligarcas.
Las
notas del domingo en Clarín, La Nación e Infobae se regodean en el
triunfo político obtenido por estos opositores en el caceroleo del
jueves a base de mentiras alevosas, muy por encima de las decisiones
deplorables de algunos jueces, la comunicación oficial confusa, la
falta de previsión por la maniobra en ciernes y el acelerado
griterío punitivo de algunos funcionarios, entre quienes Massa y
Berni obtienen una línea editorial indulgente y hasta algún elogio
a regañadientes.
Lo
que pareció una línea ideológica delirante y grotesca en boca de
la senadora provincial ultraderechista Beccar Varela anidó como base
argumental de fondo de los analistas más lustrosos, como Morales
Solá, Pagni, Kirschbaum y Tenembaum; de los odiadores más
descarnados, como Roa, González, Wiñazki y Fernández Díaz, y del
resto del batallón: todos y todas coincidieron en que el
kirchnerismo planeó y ejecutó la liberación de miles de presos
peligrosos que pronto estarían golpeando a las puertas de los
hogares de clase media y, en suma, apropiándose del país. Dos días
de títulos y metralla zocalera activaron a los caceroleros.
La
mala noticia para la Argentina es que la secuencia de estos días
evidencia que el sistema mediático, con la derecha política apenas
como furgón de cola, puede movilizar a miles de personas, torcer
discursos y condicionar a un Gobierno que apenas empieza. Y lo peor
es que lo logra a fuerza de patrañas, llamadas ahora “fake news”,
como el caso del “liberado ayer que hoy salió a robar”,
oportunamente fotografiado en el barrio porteño de Caballito y con
el todavía más propicio desafío a la policía: “llevame que
mañana salgo de vuelta”.
La
lista de quienes tipean esta línea política alcanza para formar un
once titular y contar con suplentes: Roa, Gambini, González, Van der
Kooy, Miguel Wiñazki, en Clarín; Dapelo, Saguier, Jastreblansky, R.
Yebra, Di Marco, Suppo, Majul, Olivera, Guyot, Liotti, Morales Solá,
Sirvén, en La Nación; Tenembaum, Blanco, en Infobae. La lista no
incluye a otros, ignotos, y refiere únicamente a las notas en estas
tres publicaciones, porque luego habría que sumar a todos quienes
recitan el libreto en radios y canales de televisión.
Aunque
por supuesto hay matices, fintas discursivas y algún intento de
ilustración, como una infaltable cita literaria de Borges por
Fernández Díaz, la teoría de fondo es que se avecina el peligro y
el caos por esta operación expresamente diseñada, tal como lo dijo
Beccar Varela.
Oro
en bandeja para las oligarquías que quieren al gobierno lo más
débil posible, para pelear mejor por la plata: sectores
significativos y sonoros de clases medias protestaron bajo la
invocación de la seguridad cuando la pandemia, con la cuarentena,
hace que el país atraviese semanas con los índices más bajos e
impensables de delitos.
La
semana editorial también había comenzado con enfoques destinados a
corroer la figura presidencial y su poder: el anuncio sobre salidas
recreativas luego no permitidas en varios distritos llevó a las que
son, hasta ahora, las definiciones más duras contra Alberto
Fernández desde que hace casi un año fue postulado como
precandidato. En Clarín, el editor Vaca escribió que el Presidente
solo quiso hacer un anuncio político agradable para las familias,
sabiendo que “los otros” pagarán los costos por los enfermos y
muertos.
Es
que, convalidó Pagni en La Nación, la imagen presidencial está en
baja, porque “la luna de miel empieza a resentirse”. Así, nos
presenta a un Fernández que comete una “picardía política”,
por puro especulador, igual a lo escrito por Roa el sábado en
Clarín, quien además se da el gusto de interpretar que el caceroleo
del jueves fue para el Presidente.
Y
así, del Fernández malo y avieso, puro especulador y ya no el
conductor que enfrenta bien la pandemia, pasamos al Fernández
timorato, también con el fin de desacreditar a la persona, de lo que
mucho sabe Cristina Kirchner. El sábado en La Nación, Guyot tecleó
que “no sabemos lo que piensa Fernández. Sólo tenemos lo que dice
y eso no es gran cosa, porque no suele decir lo que piensa”. Con
otro ángulo, Fioriti publicó el domingo en Clarín que los
intendentes recurren al Presidente pero él los manda a hablar con
Kicillof, para que Cristina no se enoje. Desmiente así varios
artículos, de su propio diario y de otros, que daban al gobernador
consternado porque los intendentes lo puenteaban en diálogos
directos con Olivos.
La
sentencia de Morales Solá el domingo es que se llegó al “hartazgo
social” por lo de los presos, un tema en el que Berni es “el
único cristinista con una noción de la seguridad pública”. Este
columnista nos concede que el hacinamiento carcelario “existe” y
que “es cierto” que el coronavirus puede causar un desastre.
También reconoce que por este mismo motivo hay liberaciones de
prisioneros en Estados Unidos, Francia, España y Gran Bretaña, pero
esos son países que hacen las cosas bien, dice. Claro que su propio
diario, sin querer, lo deja en ridículo: a pocos centímetros de su
nota, el domingo por la mañana, estaba publicada una noticia de un
desastre mayúsculo en cárceles norteamericanas, entre ellas la de
Marion, Ohio, con el 80 por ciento de 2500 reclusos contagiados,
además de 175 guardias. Todo un ejemplo de gestión.
La
corrosión de la figura presidencial está también en terceras y
cuartas líneas. Por caso Sirvén, en La Nación, que habla de un
“albertismo” moderado, los “mansos” que no combaten con los
malos, y tal vez sean “meros pusilánimes” y hasta “ingenuos
idiotas útiles”. Es menos brutal pero reproduce puntualmente esa
línea Tenembaum, en Infobae, cuando critica al Presidente por su
“inentendible” posición sobre los presos y porque “no
desautoriza” las “aberraciones”.
Detrás
de este gran despliegue esperan las definiciones sobre la deuda y el
impuesto a los multimillonarios: como escribió Bonelli el viernes en
Clarín, como repite Canedo el domingo en el mismo diario y lo
sostuvo Scibona en La Nación.
Otro
gran reproche a Fernández es la política exterior, en lo que se ven
nítidamente las preferencias de la administración Trump, que varios
columnistas, como siempre, hacen propias. Después de Morales Solá y
Pagni a mitad de semana, Kirschbaum de Clarín y un tal Schamis en
Infobae publican el domingo ideas gemelas: desaprueban al Presidente
por su postura sobre Bolivia (“todavía no reconoció al nuevo
gobierno”, lamenta el jefe de Clarín); sobre Uruguay por su
amistad con Pepe Mujica; sobre Chile por su amistad con
Enriquez-Ominami; sobre Brasil por haber visitado a Lula.
La
nota de InfoMiami también menciona el voto “castro-chavista” en
la OEA.
Es
difícil imaginar cuándo esta gente encontrará un límite. Tal vez,
como dice una placa humorística que circuló en estos días, pronto
tendremos el título: “Cuba envía fiscales y jueces”.
La
política de apaciguamiento con el Grupo Clarín ensayada por Alberto
Fernández experimentó un estruendoso fracaso, ilustrado por los
caceroleos de parte de una ciudadanía imbecilizada por «noticias»
puramente imaginarias como la supuesta salida masiva de todo tipo de
delincuentes, motorizada por su gobierno. El camino se bifurca, o se
avanza en el sentido que determinó la Ley de Medios o se claudica.
Hasta
ahora, la única acción contundente del titular del Enacom, Claudio
Ambrosini, ha sido desmentir a la Televisión Pública sobre un
eventual control para evitar las fake news en internet. El
funcionario emitió un enérgico comunicado señalando que no va a
controlar nada y que cada medio debe hacerse responsable de lo que
publica. Cuánto surge de este párrafo.
En
principio, ya está bien del término fake news, que deja la
sensación de un “virus” novedoso, cuando en realidad no es otra
cosa que las mentiras habituales que a lo largo de la historia han
difundido los espacios concentrados de comunicación.
Mintieron
sobre la “locura” del Peludo en 1930, acerca de la “fortuna”
de Juan Perón en 1955; mintieron sobre la lucha contra el
“terrorismo” en 1976 mientras desaparecían nuestros cuerpos de
delegados y militantes populares. Mintieron sobre el decurso de la
recuperación de Malvinas en 1982. Mintieron sobre las causas de la
hecatombe del 2001 y mintieron todo el tramo kirchnerista, con un
«periodismo de guerra» admitido por los propios realizadores.
Y
más, claro. Así que lo que estamos viviendo no es fake news, sino
la línea editorial histórica de la “prensa seria” como
ironizaba el forjismo. Pero eso no es todo. En este difícil
presente, Ambrosini fue designado para tender puentes con Clarín
debido a su estrecha relación con Jorge Rendo, quien junto a José
Antonio Aranda y, claro, Héctor Magnetto, conduce los destinos del
Grupo.
Este
último mes, para no abundar, la empresa monopólica ha alentado
versiones sobre enfrentamientos internos en el oficialismo, denostado
funcionarios, difundido notas de fondo que incluyeron insultos para
el presidente y sus compañeros, la detección de comunismo en
médicos y hasta una innoble comparación de la vicepresidenta con
una víbora que se desplazó por la zona de Retiro. En simultáneo,
ha puesto en duda la efectividad de impuestos a productores
agropecuarios y a grandes fortunas. Y armó una crisis de teléfono
descompuesto en torno de las cárceles que evidenció una falta de
precisión informativa alarmante.
Con
paciencia e ingenuidad pensamos que en algún momento, en
cumplimiento del sentido de su presencia, Ambrosini iba a alzar un
teléfono y decir a Rendo “che, paren esta campaña destituyente”;
si se quiere, podía añadir la expresión «por favor», pues igual
servía. Pero de un burro sólo cabe esperar patadas y difícil que
el chancho chifle: sea como fuere, y sin dejar de percibir las pautas
surgidas del fisco, el Grupo Clarín, envuelto por el Grupo Noble, se
siguió comportando como una empresa agroexportadora que retiene
divisas y apuesta a la primarización.
A
menos que la vorágine informativa nos lleve a confundir a Jorge
Rendo con el célebre Toscano, que jugó con fluidez en ambos polos
del clásico de barrio porteño por antonomasia.
Una
oposición sin banderas halla centro de acción en las mentiras de
los grandes medios y su reproducción vulgar en redes. La respuesta,
tenue, se asienta en la baja analítica de los medios públicos
–lindante con la despolitización-, en el escaso o nulo respaldo a
los medios nacional populares y en el acceso a las entrevistas con
entorno malintencionado propuestas por los espacios periodísticos
del Grupo en cuestión.
Para
quienes evalúen que estas líneas configuran una oposición al
gobierno nacional, es pertinente aclarar que las mismas intentan, con
fundamento, ayudar a proteger una gestión escogida por el voto de
nuestro pueblo de los incesantes embates de las compañías
beneficiarias de los períodos comandados por José Alfredo Martínez
de Hoz, Domingo Felipe Cavallo y Nicolás Dujovne. E implican, claro,
un gesto de autodefensa popular. Todo lo que escribimos está
orientado en esa dirección.
Ajenos
y aferrados a sus “autocreidas” objetividades, los medios de
comunicación corporativos se aferran a la continuidad de sus
posiciones, otros, mas ingenuos, sin consciencia del poder y la
responsabilidad que ese poder conlleva, que les da la posibilidad de
escribir, producir, comunicar y transmitir a otros, información y
conocimiento. Es que, siguiendo a Keynes, ya que en última instancia
todos habremos muerto, solo importa mi negocio y sostener el
privilegio y el lugar que ocupo en la sociedad, aunque esta se caiga
a pedazos.
Daniel
Roberto Távora Mac Cormack
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