Lunes
4 de mayo de 2020
Está
suficientemente demostrado que la prensa concentrada es en última
instancia incompatible con la democracia. Y no se trata de buenos,
regulares o malos modales de los presidentes, los medios hegemónicos
siempre ofrecen lo mismo: rendición incondicional o guerra.
Esta
semana los medios monopólicos y las redes antisociales fogonearon la
mentira de la liberación masiva de presos por parte del gobierno. El
invento no resiste el menor análisis, en Argentina son los jueces y
los tribunales los que deciden sobre la excarcelación o la prisión
domiciliaria de los reclusos, pero no importa. De poco valió que
desde el Presidente para abajo una docena de fuentes autorizadas,
entre ellas la del macrista procurador de la provincia de Buenos
Aires, aclarara que esas decisiones no son de resorte del Ejecutivo
sino del Poder Judicial y que no hubo nada masivo sino apenas con
cuentagotas.
Tampoco
importó demasiado la noticia de que decisiones similares a las
tomadas por jueces argentinos fueron adoptadas en países tan
insospechados de “garantistas” como Chile, Brasil o Estados
Unidos. Ni menos aún importó la explicación racional de que las
cárceles, como los geriátricos y las escuelas son un caldo de
cultivo para cualquier virus que, después, termina replicando los
contagios en toda la sociedad. La campaña continuó en los diarios y
en los informativos tóxicos de 24 horas como Todo Noticias.
Antes
fue la campaña contra el impuesto a las grandes fortunas evasoras
(que aún no ha concluido pero se tomó apenas un respiro), al que se
intentó confundir adrede con la modalidad de funcionamiento del
Poder Legislativo. Y paralelamente vino la reacción xenófoba,
vergonzosa, contra los médicos cubanos dispuestos a venir al país a
ayudar en estas circunstancias tan penosas.
En
todos los casos el fin es el mismo, condicionar a Alberto Fernández,
un presidente con un altísimo grado de consenso por su forma de
conducir el país frente a la más grave pandemia de todos los
tiempos. Impedirle que tome decisiones en beneficio de las mayorías
que puedan afectar los intereses de una burguesía de espaldas a las
necesidades del país.
Esa
burguesía, que es también la dueña de los medios, está atada a
los intereses del capitalismo internacional y se desentiende de las
necesidades de la Argentina. Cuando a esa clase social le tocó
gobernar con Macri a la cabeza, fundió al Estado y empobreció a la
gente, mientras esos medios cubrían bajo un manto de impunidad todos
los desmanes.
Cuando
actúan de esta forma, y lo hacen casi a diario, los medios se ponen
en la vereda de enfrente de los intereses nacionales, y eso vale
tanto para el impuesto a los ricos como para la renegociación de la
deuda, para el tema de los médicos cubanos o cuando se trata de
frenar la pandemia en las cárceles. Defienden intereses diferentes y
muchas veces opuestos a los de los trabajadores, la clase media, las
pymes y desde luego los pobres.
Saben
cómo tocar con mentiras, ocultaciones o planteos tramposos los
resortes más oscuros de un sector de la población, allí donde se
alojan los miedos y los prejuicios y se despiertan las reacciones más
irracionales y violentas. Lo demás lo hacen sus cómplices
políticos, entre ellos los radicales que han abandonado
definitivamente sus principios.
No
quieren renegociación de la deuda en términos beneficiosos para el
país porque son tenedores de bonos externos, los compraron con las
superganancias obtenidas en el país y evadidas a paraísos fiscales.
No quieren aportar un esfuerzo extraordinario en esta situación tan
grave del país no sólo porque son los dueños de esas grandes
fortunas sino porque quieren que quede claro quién manda.
Lo
mismo hicieron durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner,
ganaron fortunas porque la economía crecía a tasas chinas pero
ponían palos en la rueda porque no eran ellos los que tenían la
sartén por el mango.
Impidieron
que el Estado, con un amplísimo consenso, en defensa de la
ciudadanía y la democracia, implementara una ley para ponerle un
freno a sus monopolios mediáticos.
En
este país, está suficientemente demostrado que la prensa
concentrada es en última instancia incompatible con la democracia. Y
no se trata de buenos, regulares o malos modales de los presidentes,
la reacción a corto o mediano plazo de los medios es exigir siempre
lo mismo: rendición incondicional o guerra.
Se
dirá que lo que el capitalismo llama canallescamente “prensa
libre” es igual en todos lados. Y es cierto, en los países
centrales como en los periféricos los medios están casi siempre con
el bloque dominante. Sólo que en Argentina esa burguesía tiene
intereses contrarios a los de la Nación, porque en buena medida
responde a poderes extranjeros, ajenos a la conveniencia de las
mayorías nacionales.
¿Hasta
cuándo?
Las
cadenas mediáticas de la derecha -incluyendo el accionar en redes
digitales- vuelven a mostrar una y otra vez su devastadora capacidad
de acción psicológica sobre la opinión pública. Mientras la
Nación argentina en su conjunto libra una lucha contra el
coronavirus conducida por un gobierno que enfrenta el problema con
sensibilidad humanista, el destructivo poder del aparato
comunicacional dominante redobla su capacidad para provocar daños en
la subjetividad colectiva.
Las
mentiras de la “liberación masiva de presos”, a partir de que
mediante decisiones judiciales se otorgaron prisiones domiciliarias,
libertades condicionales, penas morigeradas u otros beneficios
procesales como forma de evitar mayores focos de contagio en las
cárceles en medio de la pandemia, son parte de una estrategia de
disputa por espacios de poder.
No
se trata, en lo inmediato, de espacios de poder en tanto “cargos”
y lugares institucionales en el Estado, sino de una disputa por el
consenso social. Es decir en las bases de la propia sociedad, que es
donde se construyen apoyos y respaldos para sostener, sobre esos
pilares de legitimación, la defensa de ciertos intereses y la
derrota de otros (intereses).
Su
objetivo último es defender los intereses de las clases sociales
privilegiadas, las cuales están estructuradas en corporaciones -las
mediáticas entre ellas- que articulan su dominio en el
funcionamiento económico, social y político de un país o de un
ámbito internacional
Para
ello necesitan, como reverso, derrotar las aspiraciones del conjunto
del pueblo a vivir en paz y con los mayores niveles posibles de
igualdad social y de libertades democráticas. Necesitan derrotar, en
definitiva, a los intereses populares.
Por
eso, ante la circunstancia histórica de que el bloque de poder
dominante hace pocos meses perdió, mediante elecciones, el control
del gobierno de la Nación que tuvo durante cuatro años a través de
su representación político-institucional (la administración de
Mauricio Macri), la prioridad ahora es desgastar y debilitar en todo
lo posible al gobierno que expresa -bien, regular, mal, con aciertos
y errores, etc.- a los sectores subordinados de la sociedad.
Estos
últimos, los sectores de la sociedad subordinados por los sectores
dominantes, son aquellos que no ejercen un poder de facto por ser
grandes capitalistas, propietarios de empresas poderosas, de bancos y
medios de comunicación, con un aparato judicial a su servicio más
los aparatos armados y de espionaje, con ejércitos de abogados/as y
economistas pagados para que los defiendan, etc. etc., sino que solo
pueden empoderarse -construir su propio poder- mediante la
organización y la participación en asuntos públicos, incluida la
lucha democrática por lugares de poder en el Estado.
En
plena pandemia, también
El
accionar destructivo de las cadenas mediáticas es perpetrado a
través de mentiras y ocultamiento de verdades (contracara de lo
anterior), noticias falsas, manipulación informativa, propaganda
ideológica disfrazada de periodismo, instalación de temas de
distracción, y potenciación de miedos, odios, fobias, prejuicios y
reflejos violentos que subyacen en el inconsciente de una parte muy
significativa de la población.
No
es en absoluto un hecho novedoso. Por el contrario (como se decía
más arriba) las maquinarias comunicacionales dominantes están para
sostener los intereses de los sectores que representan y combatir a
otros. La perspectiva de que así iba a ocurrir durante el gobierno
del presidente Alberto Fernández y de la vicepresidenta Cristina
Kirchner, podía ser razonablemente anticipada.
(El
columnista que escribe esto, que no es un adivino sino solo un
observador de temas de interés público que expresa sus comentarios
y opiniones en un medio periodístico, cuando estaban por asumir las
actuales autoridades de la Nación. El artículo se titulaba “Llegan
Alberto y Cristina, y empieza el sabotaje”. Nota
del 02/12/19).
En
cambio, lo que tiene carácter novedoso es que lo hagan en medio de
una pandemia. Pero este fenómeno biológico, atentatorio contra la
salud y la propia vida de las personas, es en sí mismo algo que no
había ocurrido nunca en la historia de la humanidad, al menos en lo
referido a su vertiginosa propagación por todo el planeta.
Por
lo tanto, frente a un suceso desconocido y que significa un
cataclismo humano universal, tampoco nadie podía saber cómo iban a
comportarse cada uno de los múltiples factores de poder que existen
en las distintas sociedades.
En
el caso de Argentina, no podía saberse de antemano o al menos con
certeza, que los poderes dominantes usarían sus aparatos de
comunicación -que combinan los medios tradicionales con las redes
digitales- para sabotear a un gobierno en plena emergencia sanitaria
que provoca tremendas consecuencias humanitarias, económicas y
sociales.
En
resumen: no podía saberse si lo harían, pero lo hicieron. Y lo
seguirán haciendo. Es parte de su estrategia para disputar poder.
Con ello debilitan a la gestión de Alberto Fernández y le marcan la
cancha -es decir que amenazan con su poderío- a otras
representaciones surgidas del voto ciudadano, como el Congreso
Nacional y los gobiernos provinciales.
Por
ejemplo, aumentan el sabotaje preventivo contra una eventual ley que
le cobre un impuesto a los ultra-millonarios. Le dan oxígeno
político a la derecha político-institucional de Juntos por el
Cambio (ex Cambiemos) para boicotear una legislación de ese tipo
-sobre la cual el proyecto todavía no fue presentado- y fortalecen a
la corrompida corporación judicial que, en el caso de que la ley se
aprobara en el Parlamento, tratará de anularla con cualquier tramoya
jurídica.
Violencia
económica
Además
de lo anterior, la estrategia de intoxicación de la opinión pública
intenta desgastar al gobierno para que este sea ineficaz en el
control de otras maniobras depredadoras de las clases dominantes en
el plano de la economía. Esa es la manera de imponer sus intereses
en contra de los del pueblo.
Desde
que el coronavirus empezó a propagarse en el país, los grandes
conglomerados capitalistas -a los que suelen seguirle el paso otros
segmentos empresariales no necesariamente “grandes”, pero que no
se trata de pymes que no pueden cubrir sus costos por la parálisis
económica derivada de la cuarentena- vienen arremetiendo con actos
de violencia económica y social.
Algunos
de tales actos son los siguientes:
*
despidos de trabajadores/as.
*
rebajas de salarios.
*
aumentos salvajes en los precios de los alimentos.
*
maniobras de desabastecimiento de productos de primera necesidad
(algo que parece ir incrementándose).
*
aumentos especulativos en las facturas de telefonía móvil, Internet
y televisión paga (todos rubros donde el jugador que domina el
mercado desde posiciones oligopólicas es el Grupo Clarín).
*
cobro ilegal de intereses por mora y multas, por atrasos en los pagos
de electricidad, gas y otros servicios esenciales.
*
ataque contra la moneda argentina (vía aumento del dólar en
segmentos financieros marginales que sirven para presionar por una
devaluación en el dólar oficial).
*
acopio de la cosecha de soja en silobolsas (precisamente esperando la
devaluación, que les permitiría multiplicar sus ganancias porque
cobrarían más pesos por cada dólar que reciban de las
exportaciones).
*
presiones para que el gobierno mejore la oferta a los usureros de las
finanzas mundiales por la deuda externa heredada del macrismo.
Para
que el poder económico pueda perpetrar semejantes agresiones contra
el bienestar y los derechos de las personas comunes del pueblo, hace
falta un Estado débil y por lo tanto inservible para impedírselo, y
esto a su vez requiere de un gobierno desgastado y en general de
representaciones democráticas inútiles para defender el bien común
y el interés de la mayoría de la sociedad.
La
devastadora acción psicológica de los últimos días sobre la
opinión pública se realiza fundamentalmente a través de las
cadenas mediáticas Clarín y América, más otros medios de menor
masividad pero muy influyentes en segmentos sociales específicos,
como el portal Infobae y el diario La Nación. A partir de allí, mil
ramificaciones.
Paralela
y articuladamente, actúan ejércitos de agitadores de derecha y
ultraderecha en las redes digitales (con identidades reales o con
perfiles falsos), y donde se mezclan quienes efectivamente son
portadores de ideologías reaccionarias y eventualmente extremistas,
con otros/as que lo hacen porque se les paga para ello.
El
efecto inmediato es que, mientras el gobierno de la Nación aliado
con gobernantes provinciales o municipales de ex Cambiemos -alianza
novedosa y propia de este dramático momento- tienen que trabajar
intensamente día tras día y minuto a minuto para atenuar dentro de
lo posible los daños del Covid-19, la derecha corporativa y los
sectores más radicalizados del propio Cambiemos se encargan de
desgastar la estabilidad política y la tranquilidad pública que,
hasta ahora, se han mantenido a pesar de los problemas económicos y
sociales cada día más graves que provoca el aislamiento
indispensable ante la amenaza del virus.
No
se sabe hasta qué punto esa derecha desestabilizadora y beligerante
conseguirá sus objetivos. Pero lo que está a la vista es que volvió
a demostrar su poderío destructivo aun en plena pandemia, y que
sigue siendo un peligro para la convivencia democrática y la paz
social.
Mientras tanto otras realidades son vendidas como notas de color o “la gran solidaridad de los argentinos” tratando de diluir los efectos de un sistema injusto y desigual, que le brinda posibilidades a unos pocos mientras muchos viven sus vidas en esceanrios de extrema necesidad.
Una
mañana en una escuela de oficios en La Matanza abierta como comedor
para el barrio. Las changas que se cortaron y el hambre que crece.
Personas que vienen a buscar de a seis platos para toda la familia.
De las 50 viandas repartidas a pensar en duplicarlas este jueves.
Barbijos sociales, economía popular y el grito de la desigualdad
como indicador más cruel de esta pandemia.
Carlos
Caballero tiene dos hijas y un hijo de 22, 20 y 18 años. “Tengo
que andar así para darles de comer”, dice, detrás de un barbijo
naranja que le cubre la cara, y así
significa también un balde de helado de tres litros que lleva en sus
manos como tupper, y un piloto azul que lo protege de una lluvia que
rompe el aislamiento social, preventivo y obligatorio, pero que no
impidió que el Centro de Formación Profesional (CFP) 410 “Carmen
Vázquez”, una escuela de oficios en Rafael Castillo, partido de La
Matanza, gestionada por el movimiento social Barrios de Pie-Somos,
abriera sus puertas para cocinar una olla popular para la comunidad
educativa del barrio.
Una
de las promotoras le pregunta a Carlos cuántos platos le sirve.
“Seis”,
contesta, y la respuesta es uno de los tantos índicadores con los
que es posible medir el impacto de la cuarentena en los barrios del
conurbano bonaerense, casi imperceptible, más acá del conteo diario
sobre la cantidad de personas infectadas o muertas por el Covid 19.
Es que durante toda la mañana de este martes, una docena de jóvenes
de la organización cocinó un guiso para el primero de los días en
los que esta escuela abrió sus puertas para entrega de viandas.
Todos los martes y jueves, a las 12, recibirán a vecinos y vecinas
del barrio. Este martes repartieron 50 platos.
Otro
indicador de esta pandemia: el jueves duplicarán la ración.
“Es
para toda mi familia”, comenta Carlos a lavaca, estudiante del CFP
para poder terminar la secundaria, y cuya changa como portero en
escuelas se cayó porque ya hace varios meses que no trabaja. “Fui
a la Capital a llevar currículum para trabajar de custodio, pero no
hay nada, y por la edad no te agarran. Esto está bueno, ayuda a
mucha gente. Si no es por esto, ¿qué le doy de comer a mis hijos?”.
La
falta de respuesta es el indicador más crudo de esta lluvia que no
cesa.
La
demanda triplicada
La
Agencia Télam publicó que el Ministerio de Desarrollo Social de la
Nación está destinando 13 millones de kilos de alimentos -5
millones de kilos más que en diciembre de 2019- a los comedores de
todo el país. Según las estimaciones de organizaciones como el
Movimiento Evita, La Poderosa y Barrios de Pie, la demanda se
triplicó.
En
ese contexto, las puertas del CFP de Rafael Castillo se abrieron para
que los vecinos y las vecinas no se tuvieran que desplazar fuera del
barrio por un plato de comida. “El comedor más cercano lo tenemos
a 20 cuadras: estamos tratando de abastecer a los barrios”, dice
Silvia Caballero, referente del movimiento en esta localidad
matancera.
Desde
el movimiento se están proveyendo bolsones con artículos de
limpieza, comestibles y de verduras (llevan repartidos más de 250 en
estas semanas), además de asistir en los trámites para que lxs
vecinxs puedan cobrar el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). De
todos modos, Silvia subraya que en algunos comedores las colas para
un plato de comida dan vuelta las esquinas. “Es un shock. Si bien
es satisfactorio poder dar esa respuesta, ver a una mamá esperando
la olla con su tupper es tremendo”.
Sólo
en La Matanza, Barrios de Pie brinda atención a unos 600 comedores.
Muchos -explican- debieron abrir de emergencia ante esta crisis. El
hambre impacta de forma evidente sobre el sector de la población que
se quedó sin su changa para sobrevivir.
Dentro
del CFP, para resguardarse de la lluvia, otro de los que espera es
Carlos Sánchez, 65 años, vecino del barrio. “Pedí sólo dos
platos, para mi señora y para mí, pero estamos en la lona. No hay
laburo. Yo me dedico a la construcción: soy albañil. No hay nada.
Pero tampoco nos queda otra, porque si no se complica la vida de
todos, no solo la mía”.
Su
señora es trabajadora doméstica. “Acá es el primer día que
vengo, e implica una ayuda. Una mano. Sin esto no tenemos nada. No
hay otra cosa. ¿Qué queda?”.
Caballero
también es referente de los polos productivos de Barrios de Pie en
la zona, y comenta: “Tenemos cientos de compañeros que trabajan,
pero ahora tenemos que rotar sí o sí”. Estas semanas están
utilizando las máquinas textiles del CFP para confeccionar barbijos
y camisolines para clínicas. “Junto a otro polo en Virrey del Pino
y en Laferrere, estamos haciendo 1500 barbijos por día. Una tanda
los donamos, y otra los vendemos, barato, a $19, para poder comprar
los rollos de tela, los hilos y las agujas”.
El
movimiento articula con frigoríficos y otras fábricas para las
ventas. También con el Estado: “Todo lo que hacemos lo estamos
mostrando. Estamos en diálogo, porque esto se tiene que articular
desde ambos sectores, porque nosotros estamos en los barrios. No
estamos para una discusión ni para mirarnos de costado entre
nosotros, sino para sumar. Estamos para lo que propongan, pero
también vamos a hacer saber dónde estamos”.
Desde
ese trabajo concreto en los barrios, Silvia grafica qué lectura se
hace de este momento desde la economía popular: “Siempre pensamos
en lo que se puede hacer y en lo que viene: nunca nos podemos quedar
en casa. Siempre salimos adelante. De esta pandemia tenemos que salir
entre todos, y ayudarnos. Hay que respetarlo, sí, pero a la vez está
la necesidad de salir a vencerlo y de luchar, cuidándonos”.
Los
pilares que se vienen
Los
Centros de Formación Profesional (CFP) son escuelas de oficios y no
hay muchas experiencias bajo gestión de movimientos sociales (la
mayoría están gestionadas por iglesias o sindicatos). El CFP de
Castillo tiene una importante trayectoria territorial, con una decena
de carreras (Electricidad, Cuero y calzado, Gas, Herrería, Textil,
Peluquería, Maquillaje, Instalación de paneles solares, Informática
y Cocina, entre otras) que en este 2020 tuvo una una inscripción de
1200 personas. “Es una salida estar acá, y un empoderamiento, con
la mayoría de instructores de la zona, y con un abono simple de sólo
$100 para la cooperadora”, explica Andrea Aguilar, directora de la
institución.
El
CFP lleva el nombre de “Cármen Vázquez”, una vecina del barrio,
que aprendió a leer y escribir gracias al trabajo del movimiento.
“Le parecía importante que haya una escuela en el barrio”, dice
Aguilar, y por eso cuentan con tres turnos (mañana, tarde y
vespertino), además de clases de FINES y de Secundaria con oficios.
Hoy
las clases están paradas y con la complejidad que significa la
virtualidad en los barrios. “Hay familias que sólo tienen un
celular para trabajar, con tres chicos, y esta situación genera todo
un desfasaje que se suma a lo que ya puede impactar de forma
particular en cada núcleo familiar”, apunta. Sobre el tema
económico: “Estamos pudiendo sostenerlo porque todo lo que está
llegando de mercadería está alcanzando. Ojo: alcanza por el buen
manejo que las compañeras hacen de cada vívere”.
Para
Aguilar -y como demuestran las personas que están esperando llevarse
la vianda en este martes lluvioso-, esta crisis expone de una forma
cruel la desigualidad existente. “Se está haciendo mucho más
visible. Y el impacto en los niveles más bajos va a ser notable,
como un efecto dominó. Vamos a tener que poner un montón de cada
uno para poder salir adelante como sociedad. Si no, no camina. Los
CFP, los comedores y las organizaciones van a ser pilares
fundamentales de todo el trabajo que se viene”.
Ramón
tiene 31 años y es de los últimos que aguarda para su vianda.
“Vengo a buscar para mí, para mi señora y para mis hijos. Tengo
cuatro: de 11, 8, 7 y un año y medio. Yo venía con trabajo, pero
dejamos de trabajar porque no nos pagaban. Estaba en Metrogas.
Hacíamos bacheo de veredas. Como algunas estaban mal hechas, no nos
pagaron. Estaba en negro. Fue hace 15 o 20 días, en medio de todo
esto. Una situación jodida: mi señora cobra la Asignación
(Universal por Hijo), y si no le dieran eso, no sé qué haríamos. A
veces sale un changuita, voy y aprovecho. ¿De qué? Le compro a mi
cuñado cosas para el negocio. Esto es una salvación. Por los
chicos, más que nada”.
Una
hora después de cerrar las puertas del CFP, una foto le llega a uno
de los promotores comunitarios de la organización. La sacó una de
las familias.
La
imagen: un bebé comiendo el guiso cocinado bajo este martes
lluvioso.
La
pandemia ya no guarda metáforas.
El
próximo
viernes vence el plazo para que los bonistas informen si aceptan o no
la propuesta que presentó el gobierno argentino para reestructurar
deuda emitida en divisas bajo legislación extranjera,
por un monto estimado en alrededor de US$
67.000 millones.
La iniciativa argentina sumó en las últimas semana el apoyo de empresarios, académicos, economistas y organismos internacionales, mientras que los principales grupos de acreedores mantienen una posición negativa.
Si bien el Gobierno se reserva el derecho de "posponer o suspender" esa fecha según está indicado en el prospecto enviado a la Comisión Nacional de Valores de Estados Unidos (SEC, según su sigla en inglés), el ministro de Economía, Martín Guzmán, señaló que "la oferta cierra el 8" de mayo.
"Y lo mejor para ambas partes es que esto se cierre ese día. Si no hay arreglo el 8, la Argentina va a seguir trabajando el tiempo necesario para restaurar la sostenibilidad de la deuda", dijo el titular del Palacio de Hacienda
“Argentina
no puede pagar más a los acreedores”, la columna de Martín Guzmán en el Financial Times
El
ministro de Economía de Argentina, Martín
Guzmán, publicó una columna de opinión en el diario británico
Financial Times con el título de “Argentina no puede pagar más a
los acreedores” y donde señala que “las demandas insostenibles
solo pueden generar resultados insostenibles”.
En
la publicación, el titular de la cartera nacional de Economía
advierte
que la resolución de la crisis de la deuda en el contexto de la
pandemia “requiere sentido común, colaboración e ideas frescas en
interés tanto de los acreedores internacionales como de Argentina”.
Guzmán
además repasó
los términos de la propuesta que se presentó formalmente a los
tenedores el 17 de mayo y manifestó que “incluso antes de que
COVID-19
golpeara, la trayectoria de la deuda del país estaba fuera de
control”.
Señaló
que “en estas condiciones estamos negociando con los acreedores
internacionales más de $ 65 mil millones de deuda pública. Resolver
la crisis de la deuda en tales circunstancias requiere sentido común,
colaboración e ideas frescas en interés tanto de los acreedores
internacionales como de Argentina”.
Asimismo,
remarcó que “Argentina
ha sufrido una larga historia de auges, caídas y reformas económicas
fallidas. La nación ha incumplido su deuda ocho veces, sufrió
hiperinflación dos veces y atravesó múltiples crisis de balanza de
pagos, así como 20 programas económicos respaldados por el FMI en
60 años”.
“Esa historia proporciona el principio rector con el que hemos construido el proceso de reestructuración de la deuda: proponer, de buena fe, un rediseño de nuestros compromisos de deuda para crear sostenibilidad económica a largo plazo, para que Argentina pueda cumplir y cumpla las promesas hechas a sus acreedores”.
“A los acreedores les conviene evitar los patrones destructivos del pasado de promesas imposibles y crisis repetidas”. “Estos son tiempos muy difíciles para los tenedores de bonos, y Argentina es un anticipo de lo que vendrá para los países deudores en dificultades en todo el mundo. Pero los tenedores de bonos tienen una opción: reconocer los desafíos históricos y buscar nuevas formas de avanzar, o insistir obstinadamente en términos de reembolso miopes que parecen proporcionar retornos rápidos pero solo degradan a los países deudores y socavan su capacidad de reembolso”.
Finalmente,
remarcó que “los
escenarios de pago que hemos construido requieren un espacio de
respiración para permitir la recuperación económica y la
reconstrucción de nuestras posibilidades de generación de
ingresos”.
“Un
verdadero dirigente
no
concibe su táctica
guiándose
sólo
por
el estado de ánimo momentáneo
de
las masas”
Rosa
de Luxemburgo
“Cartas
y Amigos”
Carlos
Caramello afirma en este artículo que los sudamericanos, en especial
los Argentinos, y particularmente sus dirigentes, no entendemos qué
es la social democracia mientras que los Republicanos de los Estados
Unidos, los “populares” españoles, el “bolsonarismo” en
Brasil o el “cambiemismo” argento, tienen características
fácilmente identificables. Caramello sostiene que negociar con esa
derecha que aglutina actores sociales con poder, es asistir a una
cena a la que te invita un grupo de caníbales.
De
la misma manera que los europeos no suelen comprender el peronismo
(basta con recordar las recomendaciones que le hiciera Alain Turaine
a Cristina Kirchner para terminar “con todos los males de la
Argentina”), los sudamericanos, en especial los Argentinos, no
solemos entender la social democracia. Ni el pueblo ni, mucho menos,
los dirigentes.
Probablemente
allí radique uno de los mayores inconvenientes para unificar en una
identidad política a los partidos denominados de “centro
izquierda”, cuestión que la derecha, no importa cuál sea la
nomenclatura que el atento lector elija, tiene perfectamente
resuelta.
Los
Republicanos de los Estados Unidos; los “populares”
españoles; el “bolsonarismo” en Brasil o el “cambiemismo”
argento tienen características fácilmente identificables que los
hermanan: dirigentes y líderes prácticamente borderlines,
brutos en el sentido más amplio del fonema; vacuos, tarambanas y,
fundamentalmente, peligrosos, por todo esto y por otras cosas peores.
El
hito de esta semana, sin ir mas lejos en el almanaque, son los
cientos de estadounidenses intoxicados por seguir las recomendaciones
de Donald Trump de ingerir desinfectante para curarse o prevenirse
del Coronavirius. Sin descartar, claro, la versión vernácula de la
bestialidad representada por la senadora PRO Felicitas Beccar Varela
quien sostuvo, muy suelta de cuerpo, que los presos que fueron
liberados esta semana por el avance del COVID-19 “son
futuras patrullas que amenazan jueces y que los largan para tomar tu
capital”.
Lo peor es eso: hay muchos dispuestos a creerles a estos psicópatas
disfrazados de líderes políticos. Han hecho tanto daño a través
de los instrumentos formales e informales de educación y
comunicación que hay un sector de la sociedad planetaria tan limada
como para tomar lavandina o creer que el virus es un invento
kirchnerista para “cerrar
la economía, cerrar las fronteras y que todos los comercios e
industrias fundan para luego empezar a estatizar. Compran las
empresas a precio muy barato y si no te las pueden comprar te la
sacan”, según
las conclusiones de Beccar Varela.
Hay,
además, en los fieles a estos partidos, una suerte de veneración
salvaje al dios Mercado y una devoción -digna de las civilizaciones
más atrasadas-, a las nuevas calañas de un pseudo-cristianismo que
en nada se parecen a la Doctrina Social de la Iglesia. En síntesis,
uno podría identificar a un representante de la “nueva
derecha lela”
(Lela de boba, de imbécil… nada que ver con Lelita) acá, en La
Quiaca, en Texas o en Jerusalén.
Incorregibles
En
cambio, nuestra dirigencia (incluso mucha de la que se supone
peronista, al menos en su origen), difícilmente podría establecer
la naturaleza misma de la Social Democracia. Hay, en principio, un
error de base en la idea, o mejor dicho, en la síntesis de la idea.
Muchos
de los políticos que se auto proclaman de centro
izquierda
(y bastantes de los que se dicen neo-peronistas o, sencillamente
kirchneristas)
cree que ser socialdemócrata es ser gentil con el adversario;
considerado, nada revanchista. Respetar los modales políticos.
Bailar una suerte de minué pleno de gestos con aquellos que, en el
poder, trataron de destruirlos (y no hicieron nada por disimularlo).
Intuyen que se trata de guardar las formas; disentir de manera
educada; escucharlos para tratar de encontrar acercamientos
ideológicos; comprenderlos para no aparecer, ante la sociedad, como
energúmenos políticos.
Conformar,
finalmente, a Jorge
Luis Borges
demostrándole que no somos “incorregibles”
sino todo lo contrario. Y desmentir definitivamente a Domingo
Faustino Sarmiento cuando nos ponía del lado de la “barbarie”.
Tanto esfuerzo hacen esos que llegan gracias al voto de las clases
menos acomodadas por congraciarse con las clases más pudientes, que
uno hasta llega a dudar…
Acaso
sea esa fe cuasi devocional que manifiestan en los medios de
comunicación, el marketing político o el coaching ontológico, pero
lo que seguro no es, es social democracia en ejercicio. ¿O alguien
cree que el “milagro portugués” se hizo con un Antonio Costa
rindiéndose incondicionalmente a las privatizaciones que promovía
la derecha lusitana? ¿O alguno imagina que la alianza
socialdemócrata que sacó a Islandia de la quiebra económica y
social tuvo algún empacho en condenar a 99 años de prisión a 31 de
los responsables, acusados de “manejar
información privilegiada y manipular los mercados”?.
La
politóloga María Esperanza Casullo sostiene, en su news
letter
“Populistas Somos Todos” que “La
verdadera frontera entre nosotros/ellos no se traza entre gobierno y
políticos opositores sino entre gobierno y actores sociales con
poder”. Una
manera de advertir sobre los peligros de bailar con un enemigo que
suele leer las ofertas de paz en tono de claudicación y los
acercamientos como avisos de que estás en la mesa de saldos y
retazos. Y por algo será: habrá comprado muchas pichinchas y,
seguramente, espera conseguir otras más baratas aún. Negociar con
ellos es asistir a una cena a la que te invita un grupo de caníbales.
Mucho más si estás convencido que el chef… lo pusiste vos.
Daniel
Roberto Távora Mac Cormack
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