Lunes 4 de mayo de 2020
 
Está suficientemente demostrado que la prensa concentrada es en última instancia incompatible con la democracia. Y no se trata de buenos, regulares o malos modales de los presidentes, los medios hegemónicos siempre ofrecen lo mismo: rendición incondicional o guerra.


Esta semana los medios monopólicos y las redes antisociales fogonearon la mentira de la liberación masiva de presos por parte del gobierno. El invento no resiste el menor análisis, en Argentina son los jueces y los tribunales los que deciden sobre la excarcelación o la prisión domiciliaria de los reclusos, pero no importa. De poco valió que desde el Presidente para abajo una docena de fuentes autorizadas, entre ellas la del macrista procurador de la provincia de Buenos Aires, aclarara que esas decisiones no son de resorte del Ejecutivo sino del Poder Judicial y que no hubo nada masivo sino apenas con cuentagotas.

Tampoco importó demasiado la noticia de que decisiones similares a las tomadas por jueces argentinos fueron adoptadas en países tan insospechados de “garantistas” como Chile, Brasil o Estados Unidos. Ni menos aún importó la explicación racional de que las cárceles, como los geriátricos y las escuelas son un caldo de cultivo para cualquier virus que, después, termina replicando los contagios en toda la sociedad. La campaña continuó en los diarios y en los informativos tóxicos de 24 horas como Todo Noticias. 

Antes fue la campaña contra el impuesto a las grandes fortunas evasoras (que aún no ha concluido pero se tomó apenas un respiro), al que se intentó confundir adrede con la modalidad de funcionamiento del Poder Legislativo. Y paralelamente vino la reacción xenófoba, vergonzosa, contra los médicos cubanos dispuestos a venir al país a ayudar en estas circunstancias tan penosas. 

En todos los casos el fin es el mismo, condicionar a Alberto Fernández, un presidente con un altísimo grado de consenso por su forma de conducir el país frente a la más grave pandemia de todos los tiempos. Impedirle que tome decisiones en beneficio de las mayorías que puedan afectar los intereses de una burguesía de espaldas a las necesidades del país.

Esa burguesía, que es también la dueña de los medios, está atada a los intereses del capitalismo internacional y se desentiende de las necesidades de la Argentina. Cuando a esa clase social le tocó gobernar con Macri a la cabeza, fundió al Estado y empobreció a la gente, mientras esos medios cubrían bajo un manto de impunidad todos los desmanes.

Cuando actúan de esta forma, y lo hacen casi a diario, los medios se ponen en la vereda de enfrente de los intereses nacionales, y eso vale tanto para el impuesto a los ricos como para la renegociación de la deuda, para el tema de los médicos cubanos o cuando se trata de frenar la pandemia en las cárceles. Defienden intereses diferentes y muchas veces opuestos a los de los trabajadores, la clase media, las pymes y desde luego los pobres.

Saben cómo tocar con mentiras, ocultaciones o planteos tramposos los resortes más oscuros de un sector de la población, allí donde se alojan los miedos y los prejuicios y se despiertan las reacciones más irracionales y violentas. Lo demás lo hacen sus cómplices políticos, entre ellos los radicales que han abandonado definitivamente sus principios.

No quieren renegociación de la deuda en términos beneficiosos para el país porque son tenedores de bonos externos, los compraron con las superganancias obtenidas en el país y evadidas a paraísos fiscales. No quieren aportar un esfuerzo extraordinario en esta situación tan grave del país no sólo porque son los dueños de esas grandes fortunas sino porque quieren que quede claro quién manda.

Lo mismo hicieron durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, ganaron fortunas porque la economía crecía a tasas chinas pero ponían palos en la rueda porque no eran ellos los que tenían la sartén por el mango.

Impidieron que el Estado, con un amplísimo consenso, en defensa de la ciudadanía y la democracia, implementara una ley para ponerle un freno a sus monopolios mediáticos.

En este país, está suficientemente demostrado que la prensa concentrada es en última instancia incompatible con la democracia. Y no se trata de buenos, regulares o malos modales de los presidentes, la reacción a corto o mediano plazo de los medios es exigir siempre lo mismo: rendición incondicional o guerra.

Se dirá que lo que el capitalismo llama canallescamente “prensa libre” es igual en todos lados. Y es cierto, en los países centrales como en los periféricos los medios están casi siempre con el bloque dominante. Sólo que en Argentina esa burguesía tiene intereses contrarios a los de la Nación, porque en buena medida responde a poderes extranjeros, ajenos a la conveniencia de las mayorías nacionales.
¿Hasta cuándo?
Las cadenas mediáticas de la derecha -incluyendo el accionar en redes digitales- vuelven a mostrar una y otra vez su devastadora capacidad de acción psicológica sobre la opinión pública. Mientras la Nación argentina en su conjunto libra una lucha contra el coronavirus conducida por un gobierno que enfrenta el problema con sensibilidad humanista, el destructivo poder del aparato comunicacional dominante redobla su capacidad para provocar daños en la subjetividad colectiva.


Las mentiras de la “liberación masiva de presos”, a partir de que mediante decisiones judiciales se otorgaron prisiones domiciliarias, libertades condicionales, penas morigeradas u otros beneficios procesales como forma de evitar mayores focos de contagio en las cárceles en medio de la pandemia, son parte de una estrategia de disputa por espacios de poder.

No se trata, en lo inmediato, de espacios de poder en tanto “cargos” y lugares institucionales en el Estado, sino de una disputa por el consenso social. Es decir en las bases de la propia sociedad, que es donde se construyen apoyos y respaldos para sostener, sobre esos pilares de legitimación, la defensa de ciertos intereses y la derrota de otros (intereses). 

Su objetivo último es defender los intereses de las clases sociales privilegiadas, las cuales están estructuradas en corporaciones -las mediáticas entre ellas- que articulan su dominio en el funcionamiento económico, social y político de un país o de un ámbito internacional

Para ello necesitan, como reverso, derrotar las aspiraciones del conjunto del pueblo a vivir en paz y con los mayores niveles posibles de igualdad social y de libertades democráticas. Necesitan derrotar, en definitiva, a los intereses populares.

Por eso, ante la circunstancia histórica de que el bloque de poder dominante hace pocos meses perdió, mediante elecciones, el control del gobierno de la Nación que tuvo durante cuatro años a través de su representación político-institucional (la administración de Mauricio Macri), la prioridad ahora es desgastar y debilitar en todo lo posible al gobierno que expresa -bien, regular, mal, con aciertos y errores, etc.- a los sectores subordinados de la sociedad. 

Estos últimos, los sectores de la sociedad subordinados por los sectores dominantes, son aquellos que no ejercen un poder de facto por ser grandes capitalistas, propietarios de empresas poderosas, de bancos y medios de comunicación, con un aparato judicial a su servicio más los aparatos armados y de espionaje, con ejércitos de abogados/as y economistas pagados para que los defiendan, etc. etc., sino que solo pueden empoderarse -construir su propio poder- mediante la organización y la participación en asuntos públicos, incluida la lucha democrática por lugares de poder en el Estado.

En plena pandemia, también

El accionar destructivo de las cadenas mediáticas es perpetrado a través de mentiras y ocultamiento de verdades (contracara de lo anterior), noticias falsas, manipulación informativa, propaganda ideológica disfrazada de periodismo, instalación de temas de distracción, y potenciación de miedos, odios, fobias, prejuicios y reflejos violentos que subyacen en el inconsciente de una parte muy significativa de la población.

No es en absoluto un hecho novedoso. Por el contrario (como se decía más arriba) las maquinarias comunicacionales dominantes están para sostener los intereses de los sectores que representan y combatir a otros. La perspectiva de que así iba a ocurrir durante el gobierno del presidente Alberto Fernández y de la vicepresidenta Cristina Kirchner, podía ser razonablemente anticipada.

(El columnista que escribe esto, que no es un adivino sino solo un observador de temas de interés público que expresa sus comentarios y opiniones en un medio periodístico, cuando estaban por asumir las actuales autoridades de la Nación. El artículo se titulaba “Llegan Alberto y Cristina, y empieza el sabotaje”. Nota del 02/12/19). 


En cambio, lo que tiene carácter novedoso es que lo hagan en medio de una pandemia. Pero este fenómeno biológico, atentatorio contra la salud y la propia vida de las personas, es en sí mismo algo que no había ocurrido nunca en la historia de la humanidad, al menos en lo referido a su vertiginosa propagación por todo el planeta. 

Por lo tanto, frente a un suceso desconocido y que significa un cataclismo humano universal, tampoco nadie podía saber cómo iban a comportarse cada uno de los múltiples factores de poder que existen en las distintas sociedades. 

En el caso de Argentina, no podía saberse de antemano o al menos con certeza, que los poderes dominantes usarían sus aparatos de comunicación -que combinan los medios tradicionales con las redes digitales- para sabotear a un gobierno en plena emergencia sanitaria que provoca tremendas consecuencias humanitarias, económicas y sociales.

En resumen: no podía saberse si lo harían, pero lo hicieron. Y lo seguirán haciendo. Es parte de su estrategia para disputar poder. Con ello debilitan a la gestión de Alberto Fernández y le marcan la cancha -es decir que amenazan con su poderío- a otras representaciones surgidas del voto ciudadano, como el Congreso Nacional y los gobiernos provinciales. 

Por ejemplo, aumentan el sabotaje preventivo contra una eventual ley que le cobre un impuesto a los ultra-millonarios. Le dan oxígeno político a la derecha político-institucional de Juntos por el Cambio (ex Cambiemos) para boicotear una legislación de ese tipo -sobre la cual el proyecto todavía no fue presentado- y fortalecen a la corrompida corporación judicial que, en el caso de que la ley se aprobara en el Parlamento, tratará de anularla con cualquier tramoya jurídica.

Violencia económica

Además de lo anterior, la estrategia de intoxicación de la opinión pública intenta desgastar al gobierno para que este sea ineficaz en el control de otras maniobras depredadoras de las clases dominantes en el plano de la economía. Esa es la manera de imponer sus intereses en contra de los del pueblo.

Desde que el coronavirus empezó a propagarse en el país, los grandes conglomerados capitalistas -a los que suelen seguirle el paso otros segmentos empresariales no necesariamente “grandes”, pero que no se trata de pymes que no pueden cubrir sus costos por la parálisis económica derivada de la cuarentena- vienen arremetiendo con actos de violencia económica y social.

Algunos de tales actos son los siguientes: 
* despidos de trabajadores/as.
* rebajas de salarios.
* aumentos salvajes en los precios de los alimentos.
* maniobras de desabastecimiento de productos de primera necesidad (algo que parece ir incrementándose).
* aumentos especulativos en las facturas de telefonía móvil, Internet y televisión paga (todos rubros donde el jugador que domina el mercado desde posiciones oligopólicas es el Grupo Clarín).
* cobro ilegal de intereses por mora y multas, por atrasos en los pagos de electricidad, gas y otros servicios esenciales.
* ataque contra la moneda argentina (vía aumento del dólar en segmentos financieros marginales que sirven para presionar por una devaluación en el dólar oficial).
* acopio de la cosecha de soja en silobolsas (precisamente esperando la devaluación, que les permitiría multiplicar sus ganancias porque cobrarían más pesos por cada dólar que reciban de las exportaciones).
* presiones para que el gobierno mejore la oferta a los usureros de las finanzas mundiales por la deuda externa heredada del macrismo.

Para que el poder económico pueda perpetrar semejantes agresiones contra el bienestar y los derechos de las personas comunes del pueblo, hace falta un Estado débil y por lo tanto inservible para impedírselo, y esto a su vez requiere de un gobierno desgastado y en general de representaciones democráticas inútiles para defender el bien común y el interés de la mayoría de la sociedad.

La devastadora acción psicológica de los últimos días sobre la opinión pública se realiza fundamentalmente a través de las cadenas mediáticas Clarín y América, más otros medios de menor masividad pero muy influyentes en segmentos sociales específicos, como el portal Infobae y el diario La Nación. A partir de allí, mil ramificaciones.

Paralela y articuladamente, actúan ejércitos de agitadores de derecha y ultraderecha en las redes digitales (con identidades reales o con perfiles falsos), y donde se mezclan quienes efectivamente son portadores de ideologías reaccionarias y eventualmente extremistas, con otros/as que lo hacen porque se les paga para ello.

El efecto inmediato es que, mientras el gobierno de la Nación aliado con gobernantes provinciales o municipales de ex Cambiemos -alianza novedosa y propia de este dramático momento- tienen que trabajar intensamente día tras día y minuto a minuto para atenuar dentro de lo posible los daños del Covid-19, la derecha corporativa y los sectores más radicalizados del propio Cambiemos se encargan de desgastar la estabilidad política y la tranquilidad pública que, hasta ahora, se han mantenido a pesar de los problemas económicos y sociales cada día más graves que provoca el aislamiento indispensable ante la amenaza del virus. 

No se sabe hasta qué punto esa derecha desestabilizadora y beligerante conseguirá sus objetivos. Pero lo que está a la vista es que volvió a demostrar su poderío destructivo aun en plena pandemia, y que sigue siendo un peligro para la convivencia democrática y la paz social.

Mientras tanto otras realidades son vendidas como notas de color o “la gran solidaridad de los argentinos” tratando de diluir los efectos de un sistema injusto y desigual, que le brinda posibilidades a unos pocos mientras muchos viven sus vidas en esceanrios de extrema necesidad.


Una mañana en una escuela de oficios en La Matanza abierta como comedor para el barrio. Las changas que se cortaron y el hambre que crece. Personas que vienen a buscar de a seis platos para toda la familia. De las 50 viandas repartidas a pensar en duplicarlas este jueves. Barbijos sociales, economía popular y el grito de la desigualdad como indicador más cruel de esta pandemia.

Carlos Caballero tiene dos hijas y un hijo de 22, 20 y 18 años. “Tengo que andar así para darles de comer”, dice, detrás de un barbijo naranja que le cubre la cara, y así significa también un balde de helado de tres litros que lleva en sus manos como tupper, y un piloto azul que lo protege de una lluvia que rompe el aislamiento social, preventivo y obligatorio, pero que no impidió que el Centro de Formación Profesional (CFP) 410 “Carmen Vázquez”, una escuela de oficios en Rafael Castillo, partido de La Matanza, gestionada por el movimiento social Barrios de Pie-Somos, abriera sus puertas para cocinar una olla popular para la comunidad educativa del barrio.

Una de las promotoras le pregunta a Carlos cuántos platos le sirve.

Seis”, contesta, y la respuesta es uno de los tantos índicadores con los que es posible medir el impacto de la cuarentena en los barrios del conurbano bonaerense, casi imperceptible, más acá del conteo diario sobre la cantidad de personas infectadas o muertas por el Covid 19. Es que durante toda la mañana de este martes, una docena de jóvenes de la organización cocinó un guiso para el primero de los días en los que esta escuela abrió sus puertas para entrega de viandas. Todos los martes y jueves, a las 12, recibirán a vecinos y vecinas del barrio. Este martes repartieron 50 platos.

Otro indicador de esta pandemia: el jueves duplicarán la ración.

Es para toda mi familia”, comenta Carlos a lavaca, estudiante del CFP para poder terminar la secundaria, y cuya changa como portero en escuelas se cayó porque ya hace varios meses que no trabaja. “Fui a la Capital a llevar currículum para trabajar de custodio, pero no hay nada, y por la edad no te agarran. Esto está bueno, ayuda a mucha gente. Si no es por esto, ¿qué le doy de comer a mis hijos?”.

La falta de respuesta es el indicador más crudo de esta lluvia que no cesa.
La demanda triplicada

La Agencia Télam publicó que el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación está destinando 13 millones de kilos de alimentos -5 millones de kilos más que en diciembre de 2019- a los comedores de todo el país. Según las estimaciones de organizaciones como el Movimiento Evita, La Poderosa y Barrios de Pie, la demanda se triplicó.

En ese contexto, las puertas del CFP de Rafael Castillo se abrieron para que los vecinos y las vecinas no se tuvieran que desplazar fuera del barrio por un plato de comida. “El comedor más cercano lo tenemos a 20 cuadras: estamos tratando de abastecer a los barrios”, dice Silvia Caballero, referente del movimiento en esta localidad matancera.


Desde el movimiento se están proveyendo bolsones con artículos de limpieza, comestibles y de verduras (llevan repartidos más de 250 en estas semanas), además de asistir en los trámites para que lxs vecinxs puedan cobrar el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). De todos modos, Silvia subraya que en algunos comedores las colas para un plato de comida dan vuelta las esquinas. “Es un shock. Si bien es satisfactorio poder dar esa respuesta, ver a una mamá esperando la olla con su tupper es tremendo”.

Sólo en La Matanza, Barrios de Pie brinda atención a unos 600 comedores. Muchos -explican- debieron abrir de emergencia ante esta crisis. El hambre impacta de forma evidente sobre el sector de la población que se quedó sin su changa para sobrevivir.

Dentro del CFP, para resguardarse de la lluvia, otro de los que espera es Carlos Sánchez, 65 años, vecino del barrio. “Pedí sólo dos platos, para mi señora y para mí, pero estamos en la lona. No hay laburo. Yo me dedico a la construcción: soy albañil. No hay nada. Pero tampoco nos queda otra, porque si no se complica la vida de todos, no solo la mía”.

Su señora es trabajadora doméstica. “Acá es el primer día que vengo, e implica una ayuda. Una mano. Sin esto no tenemos nada. No hay otra cosa. ¿Qué queda?”.

Caballero también es referente de los polos productivos de Barrios de Pie en la zona, y comenta: “Tenemos cientos de compañeros que trabajan, pero ahora tenemos que rotar sí o sí”. Estas semanas están utilizando las máquinas textiles del CFP para confeccionar barbijos y camisolines para clínicas. “Junto a otro polo en Virrey del Pino y en Laferrere, estamos haciendo 1500 barbijos por día. Una tanda los donamos, y otra los vendemos, barato, a $19, para poder comprar los rollos de tela, los hilos y las agujas”.

El movimiento articula con frigoríficos y otras fábricas para las ventas. También con el Estado: “Todo lo que hacemos lo estamos mostrando. Estamos en diálogo, porque esto se tiene que articular desde ambos sectores, porque nosotros estamos en los barrios. No estamos para una discusión ni para mirarnos de costado entre nosotros, sino para sumar. Estamos para lo que propongan, pero también vamos a hacer saber dónde estamos”.

Desde ese trabajo concreto en los barrios, Silvia grafica qué lectura se hace de este momento desde la economía popular: “Siempre pensamos en lo que se puede hacer y en lo que viene: nunca nos podemos quedar en casa. Siempre salimos adelante. De esta pandemia tenemos que salir entre todos, y ayudarnos. Hay que respetarlo, sí, pero a la vez está la necesidad de salir a vencerlo y de luchar, cuidándonos”.

Los pilares que se vienen

Los Centros de Formación Profesional (CFP) son escuelas de oficios y no hay muchas experiencias bajo gestión de movimientos sociales (la mayoría están gestionadas por iglesias o sindicatos). El CFP de Castillo tiene una importante trayectoria territorial, con una decena de carreras (Electricidad, Cuero y calzado, Gas, Herrería, Textil, Peluquería, Maquillaje, Instalación de paneles solares, Informática y Cocina, entre otras) que en este 2020 tuvo una una inscripción de 1200 personas. “Es una salida estar acá, y un empoderamiento, con la mayoría de instructores de la zona, y con un abono simple de sólo $100 para la cooperadora”, explica Andrea Aguilar, directora de la institución.

El CFP lleva el nombre de “Cármen Vázquez”, una vecina del barrio, que aprendió a leer y escribir gracias al trabajo del movimiento. “Le parecía importante que haya una escuela en el barrio”, dice Aguilar, y por eso cuentan con tres turnos (mañana, tarde y vespertino), además de clases de FINES y de Secundaria con oficios.

Hoy las clases están paradas y con la complejidad que significa la virtualidad en los barrios. “Hay familias que sólo tienen un celular para trabajar, con tres chicos, y esta situación genera todo un desfasaje que se suma a lo que ya puede impactar de forma particular en cada núcleo familiar”, apunta. Sobre el tema económico: “Estamos pudiendo sostenerlo porque todo lo que está llegando de mercadería está alcanzando. Ojo: alcanza por el buen manejo que las compañeras hacen de cada vívere”.

Para Aguilar -y como demuestran las personas que están esperando llevarse la vianda en este martes lluvioso-, esta crisis expone de una forma cruel la desigualidad existente. “Se está haciendo mucho más visible. Y el impacto en los niveles más bajos va a ser notable, como un efecto dominó. Vamos a tener que poner un montón de cada uno para poder salir adelante como sociedad. Si no, no camina. Los CFP, los comedores y las organizaciones van a ser pilares fundamentales de todo el trabajo que se viene”.

Ramón tiene 31 años y es de los últimos que aguarda para su vianda. “Vengo a buscar para mí, para mi señora y para mis hijos. Tengo cuatro: de 11, 8, 7 y un año y medio. Yo venía con trabajo, pero dejamos de trabajar porque no nos pagaban. Estaba en Metrogas. Hacíamos bacheo de veredas. Como algunas estaban mal hechas, no nos pagaron. Estaba en negro. Fue hace 15 o 20 días, en medio de todo esto. Una situación jodida: mi señora cobra la Asignación (Universal por Hijo), y si no le dieran eso, no sé qué haríamos. A veces sale un changuita, voy y aprovecho. ¿De qué? Le compro a mi cuñado cosas para el negocio. Esto es una salvación. Por los chicos, más que nada”.

Una hora después de cerrar las puertas del CFP, una foto le llega a uno de los promotores comunitarios de la organización. La sacó una de las familias.
La imagen: un bebé comiendo el guiso cocinado bajo este martes lluvioso.
La pandemia ya no guarda metáforas.


El próximo viernes vence el plazo para que los bonistas informen si aceptan o no la propuesta que presentó el gobierno argentino para reestructurar deuda emitida en divisas bajo legislación extranjera, por un monto estimado en alrededor de US$ 67.000 millones.


La iniciativa argentina sumó en las últimas semana el apoyo de empresarios, académicos, economistas y organismos internacionales, mientras que los principales grupos de acreedores mantienen una posición negativa.



Si bien el
Gobierno se reserva el derecho de "posponer o suspender" esa fecha según está indicado en el prospecto enviado a la Comisión Nacional de Valores de Estados Unidos (SEC, según su sigla en inglés), el ministro de Economía, Martín Guzmán, señaló que "la oferta cierra el 8" de mayo.


"Y lo mejor para ambas partes es que esto se cierre ese día. Si no hay arreglo el 8, la Argentina va a seguir trabajando el tiempo necesario para restaurar la sostenibilidad de la deuda", dijo el titular del Palacio de Hacienda

Argentina no puede pagar más a los acreedores”, la columna de Martín Guzmán en el Financial Times 
 
El ministro de Economía de Argentina, Martín Guzmán, publicó una columna de opinión en el diario británico Financial Times con el título de “Argentina no puede pagar más a los acreedores” y donde señala que “las demandas insostenibles solo pueden generar resultados insostenibles”.

En la publicación, el titular de la cartera nacional de Economía advierte que la resolución de la crisis de la deuda en el contexto de la pandemia “requiere sentido común, colaboración e ideas frescas en interés tanto de los acreedores internacionales como de Argentina”.

Guzmán además repasó los términos de la propuesta que se presentó formalmente a los tenedores el 17 de mayo y manifestó que “incluso antes de que COVID-19 golpeara, la trayectoria de la deuda del país estaba fuera de control”.

Señaló que “en estas condiciones estamos negociando con los acreedores internacionales más de $ 65 mil millones de deuda pública. Resolver la crisis de la deuda en tales circunstancias requiere sentido común, colaboración e ideas frescas en interés tanto de los acreedores internacionales como de Argentina”.

Asimismo, remarcó que “Argentina ha sufrido una larga historia de auges, caídas y reformas económicas fallidas. La nación ha incumplido su deuda ocho veces, sufrió hiperinflación dos veces y atravesó múltiples crisis de balanza de pagos, así como 20 programas económicos respaldados por el FMI en 60 años”.

Esa historia proporciona el principio rector con el que hemos construido el proceso de reestructuración de la deuda: proponer, de buena fe, un rediseño de nuestros compromisos de deuda para crear sostenibilidad económica a largo plazo, para que Argentina pueda cumplir y cumpla las promesas hechas a sus acreedores”.
A los acreedores les conviene evitar los patrones destructivos del pasado de promesas imposibles y crisis repetidas”. “Estos son tiempos muy difíciles para los tenedores de bonos, y Argentina es un anticipo de lo que vendrá para los países deudores en dificultades en todo el mundo. Pero los tenedores de bonos tienen una opción: reconocer los desafíos históricos y buscar nuevas formas de avanzar, o insistir obstinadamente en términos de reembolso miopes que parecen proporcionar retornos rápidos pero solo degradan a los países deudores y socavan su capacidad de reembolso”.
Finalmente, remarcó que “los escenarios de pago que hemos construido requieren un espacio de respiración para permitir la recuperación económica y la reconstrucción de nuestras posibilidades de generación de ingresos”.
Un verdadero dirigente
no concibe su táctica
guiándose sólo
por el estado de ánimo momentáneo
de las masas”
Rosa de Luxemburgo
Cartas y Amigos”


Carlos Caramello afirma en este artículo que los sudamericanos, en especial los Argentinos, y particularmente sus dirigentes, no entendemos qué es la social democracia mientras que los Republicanos de los Estados Unidos, los “populares” españoles, el “bolsonarismo” en Brasil o el “cambiemismo” argento, tienen características fácilmente identificables. Caramello sostiene que negociar con esa derecha que aglutina actores sociales con poder, es asistir a una cena a la que te invita un grupo de caníbales.
De la misma manera que los europeos no suelen comprender el peronismo (basta con recordar las recomendaciones que le hiciera Alain Turaine a Cristina Kirchner para terminar “con todos los males de la Argentina”), los sudamericanos, en especial los Argentinos, no solemos entender la social democracia. Ni el pueblo ni, mucho menos, los dirigentes.

Probablemente allí radique uno de los mayores inconvenientes para unificar en una identidad política a los partidos denominados de “centro izquierda”, cuestión que la derecha, no importa cuál sea la nomenclatura que el atento lector elija, tiene perfectamente resuelta.

Los Republicanos de los Estados Unidos; los “populares” españoles; el “bolsonarismo” en Brasil o el “cambiemismo” argento tienen características fácilmente identificables que los hermanan: dirigentes y líderes prácticamente borderlines, brutos en el sentido más amplio del fonema; vacuos, tarambanas y, fundamentalmente, peligrosos, por todo esto y por otras cosas peores.


El hito de esta semana, sin ir mas lejos en el almanaque, son los cientos de estadounidenses intoxicados por seguir las recomendaciones de Donald Trump de ingerir desinfectante para curarse o prevenirse del Coronavirius. Sin descartar, claro, la versión vernácula de la bestialidad representada por la senadora PRO Felicitas Beccar Varela quien sostuvo, muy suelta de cuerpo, que los presos que fueron liberados esta semana por el avance del COVID-19 “son futuras patrullas que amenazan jueces y que los largan para tomar tu capital”. Lo peor es eso: hay muchos dispuestos a creerles a estos psicópatas disfrazados de líderes políticos. Han hecho tanto daño a través de los instrumentos formales e informales de educación y comunicación que hay un sector de la sociedad planetaria tan limada como para tomar lavandina o creer que el virus es un invento kirchnerista para “cerrar la economía, cerrar las fronteras y que todos los comercios e industrias fundan para luego empezar a estatizar. Compran las empresas a precio muy barato y si no te las pueden comprar te la sacan”, según las conclusiones de Beccar Varela.

Hay, además, en los fieles a estos partidos, una suerte de veneración salvaje al dios Mercado y una devoción -digna de las civilizaciones más atrasadas-, a las nuevas calañas de un pseudo-cristianismo que en nada se parecen a la Doctrina Social de la Iglesia. En síntesis, uno podría identificar a un representante de la “nueva derecha lela” (Lela de boba, de imbécil… nada que ver con Lelita) acá, en La Quiaca, en Texas o en Jerusalén.

Incorregibles

En cambio, nuestra dirigencia (incluso mucha de la que se supone peronista, al menos en su origen), difícilmente podría establecer la naturaleza misma de la Social Democracia. Hay, en principio, un error de base en la idea, o mejor dicho, en la síntesis de la idea.

Muchos de los políticos que se auto proclaman de centro izquierda (y bastantes de los que se dicen neo-peronistas o, sencillamente kirchneristas) cree que ser socialdemócrata es ser gentil con el adversario; considerado, nada revanchista. Respetar los modales políticos. Bailar una suerte de minué pleno de gestos con aquellos que, en el poder, trataron de destruirlos (y no hicieron nada por disimularlo). Intuyen que se trata de guardar las formas; disentir de manera educada; escucharlos para tratar de encontrar acercamientos ideológicos; comprenderlos para no aparecer, ante la sociedad, como energúmenos políticos.

Conformar, finalmente, a Jorge Luis Borges demostrándole que no somos “incorregibles” sino todo lo contrario. Y desmentir definitivamente a Domingo Faustino Sarmiento cuando nos ponía del lado de la “barbarie”. Tanto esfuerzo hacen esos que llegan gracias al voto de las clases menos acomodadas por congraciarse con las clases más pudientes, que uno hasta llega a dudar…

Acaso sea esa fe cuasi devocional que manifiestan en los medios de comunicación, el marketing político o el coaching ontológico, pero lo que seguro no es, es social democracia en ejercicio. ¿O alguien cree que el “milagro portugués” se hizo con un Antonio Costa rindiéndose incondicionalmente a las privatizaciones que promovía la derecha lusitana? ¿O alguno imagina que la alianza socialdemócrata que sacó a Islandia de la quiebra económica y social tuvo algún empacho en condenar a 99 años de prisión a 31 de los responsables, acusados de “manejar información privilegiada y manipular los mercados”?.

La politóloga María Esperanza Casullo sostiene, en su news letter “Populistas Somos Todos” que “La verdadera frontera entre nosotros/ellos no se traza entre gobierno y políticos opositores sino entre gobierno y actores sociales con poder”. Una manera de advertir sobre los peligros de bailar con un enemigo que suele leer las ofertas de paz en tono de claudicación y los acercamientos como avisos de que estás en la mesa de saldos y retazos. Y por algo será: habrá comprado muchas pichinchas y, seguramente, espera conseguir otras más baratas aún. Negociar con ellos es asistir a una cena a la que te invita un grupo de caníbales. Mucho más si estás convencido que el chef… lo pusiste vos.
Daniel Roberto Távora Mac Cormack


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