Domingo 3 de Mayo de 2020
I  Tener Juicio o andar como simios


Hace seis millones de años una banda de monos corría y jugaba en los tupidos bosques de África... Algunos de ellos se bajaron de los árboles y comenzaron a caminar erguidos y sus descendientes se esparcieron por el mundo. Esta es la historia de un mono extraordinario.


Los humanos podemos llamarnos justificadamente los organismos más exitosos. Colonizamos todos los continentes y nuestras tecnologías, culturas, capacidad de comunicaciones y uso de los recursos del mundo nos hace aparecer muy diferentes del resto de los animales. Sin embargo, aún tenemos una notable semejanza biológica con nuestros parientes más cercanos, los chimpancés.

Nadie sabe con certeza cuándo nuestras líneas divergieron. Las evidencias son difíciles de encontrar y más difícil aún de interpretar, de modo que los modelos de evolución humana son motivo de constante disputa (ver recuadro ). El libro de Charles Darwin, "El Origen de las Especies" da la idea de que nuestros ancestros provienen del mono.

Mas allá de que los desarrollos de la ciencia en la actualidad ponen en cuestión la idea de “linea temporal” para comprender lo que se dice allí, en la teoría elaborada por Darwin, es innegable que la aparición de las especies es el resultado de una creciente y mayor organización y complejidad de los elementos que permiten la vida y de los cambios que el planeta ha venido produciendo para que esos eventos de genesis y desarrollo de la vida tal y como la conocemos se dieran en el pasado.

Las evidencias prehistóricas, como también las comparaciones entre los humanos y otros animales y el estudio de la cultura humana, cada día nos están entregando mayor información de lo transcurrido desde nuestros primeros pasos entre los bosques de Africa y nuestra moderna cultura.

Los humanos son mamíferos, como los caballos, las ratas y los delfines. Más precisamente, somos "primates", un grupo de animales que apareció por primera vez hace 60 millones de años y que incluye a los lémures, los monos y los simios. Los primates son muy apropiados para vivir en los árboles.

Para trepar y correr entre las ramas requieren de destreza, buena vista y excelente juicio, ya que una caída desde un árbol puede ser fatal. Al mismo tiempo tienen que descubrir los insectos, clasificarlos y cazarlos. Los primates están bien dotados de cerebro. Con sus manos pueden manipular los alimentos. Por lo general, sus embarazos resultan sólo en una cría y en consecuencia desarrollan un buen cuidado maternal, lo que asegura una buena posibilidad de que esa cría sobreviva hasta la edad reproductiva. En comparación con otros mamíferos de igual tamaño, los primates son longevos. El chimpancé en cautiverio, por lo general, vive hasta los cuarenta años, mientras que el caballo ya está viejo a los veinte.

El animal en nosotros

Los primates, por lo general son "animales sociales" y se comunican entre sí ya sea por expresiones faciales, como por ladridos y gruñidos. Los que viven en grupos sociales por lo general guardan estrictas normas de jerarquías dentro del estatus social. En algunas especies es la hembra la dominante, mientras que en otras los machos ordenan. Los machos que defienden a los grupos de los predadores, por lo general son de mayor tamaño que las hembras y tienen dientes caninos más largos. Pero la forma de vida de los primates es relativamente libre de predadores, lo que sumado a la rica dieta de los árboles, les ha dado la posibilidad de gastar mucho tiempo jugando unos con otros. Gastan muchas horas del día en cepillarse y arreglarse, como en hacer amigos y meterse en intrigas sociales.


Entre 25 y 5 millones de años atrás, había muchas especies de monos. Esa fue la edad de los monos. El clima en la mayor parte de Africa y Asia era caliente y húmedo y los bosques crecían en las regiones semitropicales y tropicales del Viejo Mundo.


Pero alrededor de 7 millones de años atrás, el clima comenzó a cambiar. Cayó la temperatura, los bosques comenzaron a retroceder y los monos fueron menos y aislados. Las sabanas con sus pastizales y malezas se hicieron más comunes, lo que llevó a un incremento en el número de monos.


Los monos del Africa, los gorilas y los chimpancés son nuestros parientes más cercanos. Todos los huesos de sus esqueletos son comunes a los nuestros y la distancia genética entre los humanos y el chimpancé, medido por la similitud de sus proteínas, es menos del 1 %.


Esta pequeña diferencia condujo a grandes cambios: mientras podemos reconocer nuestros ancestros de mono en nuestra sangre, cuerpo, manos, expresiones y comportamientos, los estudiosos tratan de explicar cuándo y cómo fue que comenzamos a "caminar erguidos", llegando a tener un esqueleto que se adaptaba muy bien a este tipo de locomoción. Para esto se requirieron muchas adaptaciones, el pie en ángulo recto con la pierna y el desarrollo de un talón. La pelvis llegó a ser más redonda para llevar el peso de los órganos abdominales, la columna se curvó en forma de s, para soportar el peso de la cabeza, los brazos, y es la base del cráneo la que articula con la columna, a diferencia de los que caminan en cuatro patas, donde la articulación es con la parte de atrás del cráneo.


Otras diferencias que tienen que explicarse son, por qué (al menos la mayor parte) tenemos poco pelo. En la mano tenemos un pulgar que se opone al dedo índice, lo que nos permite tomar objetos con precisión formando una pinza entre estos dedos. Nuestra cara es achatada, a diferencia de los monos, que tienen mandíbulas protuberantes. El impulso del desarrollo que se observa en la pubertad de los seres humanos, no se ve en los otros primates, por lo que pareciera que la crisis de la adolescencia, es sólo un fenómeno humano.

La conciencia y el lenguaje hace a "lo humano"

La fenomenología en general, Husserl en particular, representaron una nueva propuesta para conocer la realidad, mediante la epojé, esto es, “la abstención del juzgar, el mundo del fenómeno (en tanto que la esfera de la absolutamente indubitable donación) que se revela como el campo propio para la investigación científica, cuya ciencia (de los fenómenos) será precisamente la fenomenología” (Hua XXXIV. 2002: Zur phänomenologischen Reduktion: Texte aus dem Nachlass. 1926- 1935).
Lo que significaría el poner en suspenso los juicios, entre paréntesis la realidad, la desconexión y el cambio de actitud, para ir por las cosas mismas, mediante la actual pandemia declarada por la organización mundial de la salud, se nos enrostra, viralmente aquel postulado teórico, encapsulado sí se quiere para el público especializado, como una suerte de sentido común en el que estamos habitando en el aquí y ahora, todos los afectados por el coronavirus, a quiénes, preventivamente o por médica recomendación nos impacta en grado sumo, mediante la suspensión de las actividades cotidianas, la suspensión misma de la cotidianedidad, la suspensión de nuestros juicios y por ende la suspensión de nuestra realidad dada.

La humanidad es mucho mas que la azarosa mezcla de genes que permitieron al mono erguirse y andar. El evento o fenómeno de la emergencia del ántropos en la tierra, es ademas un evento de la conciencia y un desarrollo de la vida que adquiere la capacidad de pensarse en un lenguaje que signa sentidos y distingue. La verdadera y mas notable diferencia respecto al resto de las especies es la complejidad que ha adquirido las posibilidades del lenguajes humano y la conciencia que sostiene respecto de si mismo como de el entorno en el cual desarrolla sus experiencias


Actuando bajo la lógica del mayor poder, que es la de actuar en sigilo y solapadamente, el virus nos pone entre paréntesis, en suspenso, y no se trata solo del tiempo en que estemos dentro de esta burbuja y de los que podamos salir airosos de la misma (no es casual que la franja etaria más amenazada, sea la que ha dejado de producir para el sistema infectado), sino que luego de tal temporalidad, en ese redentor después al que todos nos aferramos (conjeturando el seguir abrazados a la experiencia, que iniciado en Oriente el brote, al parecer va menguando o decreciendo) la experiencia de la vida en general, será sustancialmente distinta a la que veníamos experimentando hasta antes de la irrupción de la pandemia.


No hablamos de los aspectos más concretos y efectivos, no porque no tenga sentido o razón de ser, sino básicamente por economía del lenguaje y del concepto (muchos lo hacen y muy bien) la desolación económica, financiera, laboral y social que dejará el coronavirus tras su paso ya esta siendo proyectada, en sus diferentes perspectivas, pliegues y con sus consabidas teorías conspirativas que las sustentan por detrás (de la responsabilidad de una u otra potencia mundial). Pero más que nada, lo sufriremos los de siempre, los que venimos padeciendo los desajustes y desigualdades del sistema afectado, al que sostenemos más por inercia que por entusiasmo.


Así como saludablemente, de un tiempo a esta parte, otro término acuñado desde el campo filosófico, como la deconstrucción, se popularizó al punto de ser bandera de una forma distinta de vivenciar el mundo, la epojé, la suspensión, el entre paréntesis, que nos viene dado, que irrumpe, como pandemia y por tanto viralizado, nos afectará en nuestra toma de posición con respecto a la realidad, a la que transformaremos al cambio de nuestra mirada, tras el resfriado.


Aspectos nodales, como los significados de libertad, de lo público, lo individual, lo privado y lo colectivo, serán resignificados tras la experiencia que estamos vivenciando, en lo paradójico de hacerlo aislados, en cuarentena, a distancia, pero en línea, compartiéndolo en vivo, mediante los dispositivos tecnológicos que nos permiten ello, y que en virtud de la razón instrumental que la genera, debiera tener la respuesta, la solución o la cura, a un virus que lo pone todo en jaque.


La redefinición de las prioridades, de las nuestras como humanos, se nos presentará como alternativa, para fijarnos en tal caso, sí le hemos temido, y de allí sí pudimos enfrentar tal temor, al sufrimiento propio, al dolor del otro, o directamente a la muerte, a lo natural de lo finito, para lo que seguramente nos estamos dejando de preparar, para lo que se constituye en ese gran otro, a olvidar, condenándolo a una entidad espectral o de fantasma.


Enfermar, tal vez nos represente, la proximidad con la muerte, y ésta como sinónimo de lo incierto y lo indeterminado, que es de donde provenimos pero que extrañamenente, no queremos recordarlo.


Educados en todo lo otro, desde sistemas de contabilidad, pasando por historias de batallas, estructuras ortodoxas galvanizadas en prejuicios, nos desalentamos en la búsqueda de saber quiénes somos y de reconocernos frágiles y determinados en que tal vez, seamos, simplemente, un ser para la muerte.

En el paroxismo descarnado de estar sumidos en tamaña fragilidad, de sentirnos incapaces de controlar la tos, y de todo lo que de ella se desprenda, los valores a los que nos venimos aferrando, caen en resfriado, minada la confianza en ellos, elevamos la curva de contagio y ya no nos sirven para administrar nuestros naturales miedos, como antaño.


Posiblemente tengamos próximamente la posibilidad de un despertar de la conciencia colectiva, no en un sentido estrictamente fenomenológico o existencial, sino más que nada, experimental, en nuestro día a día de lo cotidiano, que lo iremos construyendo con lo que nos quedará de nosotros mismos y de nuestras experiencias atravesadas, y de como ellas nos atraviesen, nos cambien y nos modifiquen, y veremos en tal entonces, qué y cuánto nos ha quedado de humanos. Sólo y desde el humilde lugar de aportantes, creemos que el pensar y la filosofía, siempre han tenido y tendrán que ver con lo humano, y más lejos estaremos de ella en la medida que más nos alejemos de aquella, pese a lavarnos más o menos las manos.

Avanzar o detenernos en el camino al colapso
 
El colapso es casi total. El neoliberalismo recula y la heterodoxia es la corriente principal. La deuda apremia y el gobierno se plantó. La propuesta sintoniza con la coyuntura global. También con la local. La apuesta es enorme: refundar el Estado. Sin margen fiscal ni crédito, la quita se impone. Un vistazo a la “propuesta Stiglitz”.
Trago amargo para los acreedores. También para sus socios locales. Los mismos que embarran la cancha para abortar un muy modesto impuesto extraordinario a la riqueza. Por el momento solo atinan a perorar incoherencias. Algunos lo hacen con peor estilo que otros. Si el presente los refuta, allí está el futuro para que pronostiquen catástrofes. Las que no vieron venir u ocultaron cuando pasaron cosas. Se quedaron sin argumentos.


Que el Fondo Monetario apoye la propuesta del gobierno para reestructurar la deuda externa no es poco. Los descoloca. Tanto como el apoyo político que recibió Alberto Fernández durante su gira europea. ¿Será el momento de la “eutanasia del rentista” de la que habló John Keynes en Breton Woods cuando propuso subordinar el capital financiero al capital productivo? Muy probablemente no sea para tanto. La city puede dormir tranquila.


Lo cierto es que en un mundo donde la incertidumbre manda, la ortodoxia se deshilacha y la heterodoxia es la corriente principal. La mano invisible no aparece, el emprendedor ya no se hará rico y la libre flotación se hundió. Tan cierto como que la clase obrera, esa formidable invención política del marxismo, no puede ya inmovilizar al capital. Su poder se diluye al compás del home working y de las cadenas globales de producción.


Por lo pronto, las finanzas, ese corazón hipertrofiado del sistema neoliberal, ha dejado de bombear. La industria, su botín de guerra, se paralizó. Aquí y en el mundo. El gatopardismo le echa la culpa al cisne negro. Su última versión, el coronavirus. Mañana verán. La estrategia es conocida: entregar algo para que nada cambie. Lo impulsan hasta el Wall Street Journal y el Financial Times. La Nación, en sus pocas versiones lúcidas, también lo alienta.


Historia vieja se dirá. No viene mal recordarla. Por estas pampas lo practicaron los conservadores en el ‘32, cuando sancionaron el Impuesto a las Rentas, el actual Impuesto a la Ganancias. Lo que le negaron a Hipólito Yrigoyen. Claro está que no lo impulsaron para propiciar la redistribución de la riqueza. El objetivo fue mantener el status quo y zafar de un inminente default. Pragmatismo que le dicen. Algo es algo. Hoy, ni eso se le puede pedir al mentado círculo rojo.


Un primer paso



La oferta del gobierno nada tiene de revolucionaria, pero no deja de ser audaz. Primero: cumple con lo anticipado: nada que no se puedan cumplir. Segundo: se diría innovadora. Sorprendió a tirios y troyanos. Mucha quita en intereses y poca de capital. El repago promete tasas que crecen lentamente hasta un máximo que roza el cinco por ciento anual en el largo plazo. Alta capacidad de repago, menos riesgo país y la posibilidad de volver, llegado el caso, al mercado de capitales a tasas sustentables.


El plazo de gracia, menor al que se esperaba, liberaría recursos hoy por demás escasos y daría tiempo para una recuperación económica que atienda las urgencias sociales y mejore el balance fiscal. El ahorro de 41 mil 600 millones de dólares no es la panacea. Lo que está en juego en esta negociación es apenas el 20 por ciento de la deuda pública total. La mitad de la emitida bajo legislación extranjera. Un primer paso. Luego vendrá la contraída por Cambiemos con el FMI. El año que viene sería el turno de la local en dólares. Sí, la reperfilada. Una buena parte está en poder de los mismos fondos que tienen deuda bajo ley extranjera. No en vano el gobierno adelantó que ambas recibirán el mismo tratamiento.


Tal la complejidad que dejó Cambiemos. La negociación se vislumbra a cara de perro. Va de suyo que habrá rechazo en primera instancia. Las presiones sobre el gobierno son enormes y el tiempo corre. De aquí a fin de año vencen unos 3.300 millones de dólares. Algunos medios agitan ya una fecha que definen como clave: el 22 de abril. Vencen 500 millones del Bono Global 2021. Dicen que si no hay pago hay default. No es así. A partir de allí corren 30 días de gracia. Se verá.


¿Qué puede pasar de ahora en más? ¿Qué escenarios se abren? No muchos. El mejor: que los acreedores acepten la oferta más o menos en los términos en que se realizó. Tal vez con alguna leve mejora. Martín Guzmán no lo descartó. Algunos hablan de un cupón ligado al PBI. ¿El peor escenario? Que no haya acuerdo. No le conviene a nadie. El resto son fantasías. Seguir pagando es imposible. Un suicidio social y político. Tan fantasioso como imaginar un reperfilamieto hasta que el panorama global despeje, como piden bajo cuerda algunos.


Efectos asimétricos



El futuro no es venturoso, pero tampoco puede ser una fábrica de sociedades endeudadas y laburantes culposos. El abecedario de la recesión señala la letra L. El consenso dice que a la fuerte caída de la actividad seguirá el estancamiento. La recuperación será muy paulatina. Los optimistas arriesgan que comenzará hacia fin de año. En el mejor de lo casos será la recesión más severa desde 2008. Nadie se escapará.


Si los efectos sanitarios de la pandemia están a la vista, los económicos recién comienzan. Sus magnitudes comenzarán a visualizarse en los próximos informes del Indec. Para tener una idea: el PBI de China cayó un 7 por ciento en el primer trimestre. El primer traspié del gigante desde 1992. El de Estados Unidos se derrumbó otro tanto. El Covid-19 atravesó fronteras y se instaló como un problema global. Que la situación exige una solución global es verdad de Perogrullo. Su precondición, un liderazgo global, es una posibilidad remota.

Por ahora manda el sálvese quien pueda. Es probable que la balcanización se acelere y la crisis se transforme en enfermedad sistémica. La salida de emergencia es la monetización total de los déficits. Emisión pura y dura, que le dicen. El espanto de la ortodoxia. No queda otra. Lo hacen las economías centrales. También las periféricas. Cada quien según sus posibilidades. Hasta ahí el denominador común. Lo demás son diferencias.


El problema es evidente: Argentina no puede replicar las respuestas de Estados Unidos y Alemania, por poner dos ejemplos. Trump & Cia hacen y seguirán haciendo un uso casi ilimitado de la emisión. El déficit estadounidense rondaba el 5 por ciento antes del coronavirus y saltará al 10 por ciento del PBI a fin de año. Además, los efectos de la pandemia no serán simétricos. La tendencia puede acentuar la dependencia.


Una visión temprana dice que los países que dependen de la exportación de productos primarios verán reducidos sus saldos comerciales por la contracción del comercio internacional. La caída de los precios sumará una presión adicional. También serán menores los flujos de inversión. Lo dicho: la respuesta fiscal tiene un límite. En el caso de la Argentina, lo dibujan la deuda y la necesidad de divisas. Ni qué hablar del posible recrudecimiento de la inflación que acecha detrás de la emisión masiva. Guzmán y Pesce lo saben. Apuestan a que tras la salida de la pandemia la liquidez devenga en crédito para la producción. En lo inmediato procuran rescatar a empresas y hogares. Sin embargo, ¿quién rescatará al Estado? La alternativa de una reforma impositiva profunda y progresiva choca contra la contracción de la economía. Tarea a futuro. El impuesto extraordinario a la riqueza es apenas un parche.


Palabra de Stiglitz



Salga pato o gallareta, a la negociación con los acreedores externos seguirá el FMI. El gobierno aspira a “negociar un nuevo programa”. Guzmán dixit. Punto. Mejor que arriesgar hipótesis es reparar en la idea que impulsan algunos economistas: el FMI como tabla de flotación para los países más pobres. Joseph Stiglitz, entre otros, aboga por un uso masivo de los Derechos Especiales de Giro. “Dinero global”, dice. Los califica como “un ingrediente esencial en el orden monetario internacional”. El que defendió Keynes en Bretton Woods. “Una herramienta para ayudar a los países más necesitados sin que vean afectados sus presupuestos”, escribió por estos días en Syndicate Project.


Stiglitz va más allá. Propone que los países desarrollados donen o presten sus derechos de giro a un fondo fiduciario de ayuda. Subraya un punto central: que el dinero no debe usarse para rescatar a los acreedores. Propone también una moratoria mundial. ¿Argentina leading case? En sintonía con el gobierno, Stiglitz postula que los privados deberían absorber una suspensión de los servicios de la deuda y pregunta: “¿Por qué se les debería permitir continuar acumulando retornos cuando las tasas de interés que cobraron y siguen cobrando ya crearon un colchón suficiente para absorber el riesgo de un default?”.
El premio Nobel asegura que si no lo hacen, muchos países saldrán de la crisis aún más endeudados. Muchos ya no pueden pagar. Sin moratoria habrá incumplimientos masivos y continuos. La otra posibilidad, canalizar aún más ingresos al pago de las deudas en detrimento de la salud de la sociedad es impensable. La mejor apuesta para una explosión social. Su consecuencia sería una creciente inestabilidad política en un desorden mundial donde ya son cuestionadas las instituciones representativas. Pasto para el autoritarismo.

 Entre fakesnews y cacerolas
Al marco de limitaciones y tensiones que propone el frente externo, esta semana pareció ser definitivamente lo que se venía insinuando en las semanas anteriores: el fin de la cuarentena pacificada. La tan mentada unidad frente al enemigo invisible de la pandemia, parece haber dado espacio de nuevo, a la vieja grieta inventada por los medios de comunicación con mas impacto en la sociedad Argentina y por una oposición política que perdió en las urnas, pero nunca el poder que representa.


En las redes y en los balcones, por si algún inocente o dormido se comió el verso, despertaron las campañas, mediante FakesNews y tesoneros posteadores y trols que alimentaron y alimentan a mas no poder las mentiras en contra del gobierno y de sus funcionarios … La olla a presión que fogonea el anti-peronismo, asentado especialmente en una buena franja de la clase media nacional pero, en especial asentada en la capital, la Provincia de Buenos Aires y Córdoba, dieron rienda suelta a sus odios y temores mas bizarros, comiendo de cuanta carroña mediática eran pasibles de obtener, en una desvergüenza mediática que no sorprende a nadie, pero no deja de mostrarse como la expresión mas animal e insensible del interés de unos pocos por conservar sus privilegios, negocios, ganancia y poder a como de lugar.



No interesa aquí repetir la información que deja al descubierto las mentiras en las que se sostienen esas posiciones, sino dar cuenta sin embargo del impacto que producen y del grado de necedad y ceguera frente a lo que realmente ocurre y no se ve, respecto de eso sobre lo que se miente e inventa y es creído como realidad.


Volviendo a la cuestión de la fenomenología Husserliana que nos advierte sobre la crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental como principio filosófico del discurso neoliberal en este tecnoceno donde la teconología y la técnica se colocan como propulsores de una ciencia al servicio del status quo. Una especie de medioevo tecnologizado y poco lúcido capas de concebirse hegemónico en una irracionalidad casi religiosa pero que en el discurso se autodefine por su contrario. Es decir que no son lo que son y dicen que son lo que no manifiestan, produciendo una fenomenología que hace realidad de la irrealidad y verdad la creencia. Ciencia es lo que creo y no lo que la ciencia demuestra y la realidad confirma. Primero es la creencia y después, por repetida, realidad al fin, en tanto confirmada en la creencia como profecía autocumplida.


Entonces aunque fueron alcanzados por el beneficio de la condicional un menor número de presos que los que alcanzaron su libertad u obtuvieron condicionales en el mismo mes durante el años pasado, hoy se transforma en un hecho “grave” de consecuencias institucionales por la puesta en escena mediática y virtual, mientras que paso desapercibida para la realidad los sucesos de hace un año.
Husserl dedica un extenso estudio a la comprensión de las circunstancias y motivaciones que condujeron a Galileo a acuñar la ciencia fisicalista; su intención es mostrar cómo la idea y la tarea de la física acuñada determinó originariamente la filosofía moderna, y cómo la persistencia de lo considerado como obvio resultó ser una “presupo­sición de sentido no aclarado” (p. 42). Pone de manifiesto que en ese caso la solidez epistemológica se sustenta precisamente en los ámbitos de “lo obvio”, como tal no cuestionado; a Galileo le resultaba obvio que el mundo fuera dado pre-científicamente en la experiencia sensi­ble, de modo “meramente” subjetivo-relativo. Husserl se propone ex­hibir tanto lo que motivó a Galileo conscientemente como inconscien­temente, en el sentido de esa presuposición oculta. Si bien Galileo no elaboró una teoría como la única ontológicamente válida relativa a la matematizáción de la naturaleza, de su obra resulta no sólo esa matematización sino una comprensión efectiva de la “verdadera” naturaleza como siendo de carácter matemático, la que como tal, producía la auténtica objetividad. Una antigua tradición puso al alcance de Galileo la “geometría pura” como ciencia de idealidades puras, pasibles de ser aplicadas en la prác­tica. Respecto de esta ciencia, Husserl señala que con el paso del tiem­po, lo que en el punto de partida fue praxis real se transformó en “praxis ideal” (en este sentido es lícito imaginar que una de las prime­ras concepciones pre-científicas del círculo provino de la visión de la luna llena), experiencia originaria que deviene producto del pensa­miento puro que opera S9I0 con formas-límite puras e instrumenta el método de “idealización y construcción a ser aplicado en comunitarización intersubjetiva” (p. 23). La manifiesta ventaja de este procedi­miento es que ubica la problemática en el ámbito de lo exacto, ajeno a la experiencia cotidiana. El gran descubrimiento de la geometría fue que a partir de ciertas formas elementales, disponibles de antemano, era capaz, por medio de sus operaciones, de construir otras formas intersubjetivas y unívocamente determinadas, y alcanzar la posibilidad de construir “todas las formas ideales en absoluto concebibles con un método a priori sistemático, omniabarcador” (p.24). Las característi­cas operativas del método geométrico remiten al método de las medi­ciones, que ya había sido aplicado de hecho en el mundo pre-científicamente intuido. Esta posibilidad influye en el intento de lograr un conocimiento “filosófico” que exhiba el “verdadero” ser del mundo y conduzca a la idea fundamental de la física de Galileo que concibe la naturaleza como universo matemático.
( https://profesorvargasguillen.files.wordpress.com/2013/08/crisis-de-las-ciencias-europeas-y-la-fenomenologc3ada-trascendental-trad-julia-iribarne-krisis.pdf )

Debatiendo conocimiento 

La fenomenología se convierte así en el fundamento teórico óptimo para las actuales ciencias de la probabilistica y de la percepción encuestada y matematizada, que logran entonces subvertir el objeto de la ciencia <La búsqueda del conocimiento por medio de la razon> y de su base epistemológica y lógica basada en el materialismo dialéctico, el empirismo, la teoría crítica y la razón lógica, que son sustituidas por la percepción, la posverdad y el imperio de la realidad como revelada “en si”, como verdad, en sí, como sustrato inalterable conocido por medio de esa percepción y mentido por los relatos inversos o críticos de la razón.


Tamaño oscurantismo y fundamentalismo es defendido por medio de un relato que tilda de fundamentalista y oscurantista todo intento racional teñido de manipulación malvada e intencional o ejercicio del rebaño para someter a la sensibilidad individual a las percepciones comunes.


Asi definida la grieta, el universo último de las disputas confronta en la legitimidad del ejercicio del poder de parte de quienes ostentan el mayor poder en esta realidad desigual e inequitativa por tanto alimenta las diferencias en favor de los mas favorecidos. 
 


Las tecnologías informáticas y automátizadas ponen al sistema en “piloto automático” y la fenomenología enreda en oximorones, falacias y poder todo intento por discernir racional e inteligentemente la posibilidad de hacer, pensar, decir diferente al relato neoliberal que pretende así sostener hegemonía y eternizarse.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack







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