Jueves
7 de mayo de 2020
Modelos
hay muchos. Certeza, ninguna. Lo dejó entrever el primer ministro de
Japón,
Shinzo Abe, cuando avisó que el final del estado de emergencia,
previsto para finales de mayo, no implicará volver a la normalidad,
sino mantener “un nuevo estilo de vida”. En tanto no haya una
vacuna contra el coronavirus más eficaz que la distancia social, la
amenaza de una segunda ola de infecciones persistirá durante meses.
En ese lapso, las personas deberán usar máscaras, mantenerse a dos
metros entre sí, cambiarse la ropa cuando regresen a casa, trabajar
en forma remota y evitar el transporte público en las horas pico.
La
pandemia arrasa especialmente en una franja. La de los adultos
mayores. Japón,
el país más longevo del planeta, tiene una expectativa de vida de
84 años. ¿Cómo pudo domarla a pesar de su cercanía con China?
El modelo japonés dista del aplicado en otros países por una razón
cultural: la costumbre de hacerse una reverencia en lugar de
estrecharse las manos, el uso habitual de máscaras en caso de
enfermedad y la higiene personal. Excesiva, en apariencia, pero
efectiva. En Japón
no hubo necesidad de desplegar testeos masivos como en otro vecino,
Corea
del Sur,
de rasgos culturales parecidos, o en la lejana Islandia.
Con éxito en ambos casos.
El
estado de emergencia, de excepción, de alarma, de calamidad o de
catástrofe, como supo denominarlo cada país, responde a modelos
disímiles de medidas restrictivas o permisivas adoptadas sobre la
marcha. La disyuntiva entre la salud y la economía se vio perforada
en algunos casos por las diferencias internas, los bretes electorales
y las pugnas internacionales. En particular, la de Estados Unidos y
China. “Si quieren tener más bolsas con cadáveres, entonces
háganlo, pero si no quieren más muertos, hay que evitar politizar
este virus”, estalló el director general de la Organización
Mundial de la Salud (OMS), Tedros
Adhanom Gebreyesus.
La
politización del virus, atribuida a Donald Trump en su apuro por ser
reelegido en noviembre, pretendió ser una respuesta de Gebreyesus al
secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, convencido de que
la cepa del coronavirus se originó en un laboratorio de Wuhan,
China.
Hipótesis rebatida no sólo por la OMS,
sino también por la comunidad de inteligencia de Estados
Unidos.
Con el “virus de Wuhan”,
versión Pompeo, o “el virus cruel de una tierra distante”,
versión Trump, la campaña republicana insiste en instalar la figura
de un enemigo externo frente a otro que no discrimina entre partidos,
ideologías, fronteras ni intereses.
El estado de emergencia, de excepción, de alarma, de calamidad o de catástrofe, como supo denominarlo cada país, responde a modelos disímiles
De
todas las respuestas, una de las más curiosas resultó ser la de
Suecia.
En medio de la propagación de la pandemia, el gobierno apeló a la
responsabilidad de la ciudadanía y mantuvo abiertos los colegios,
los gimnasios, los bares y los restaurantes. . El primer ministro,
Stefan Löfven, admitió el fracaso en la atención de los
geriátricos, como ocurrió en España,
Italia
y otros países, pero la economía se vio resentida en menor medida
que el promedio europeo. La clave: más de la mitad de los hogares
está habitada por una sola persona y buena parte de los suecos
trabaja en forma remota, lo cual facilita la distancia social.
A
diferencia de Suecia,
las cuarentenas tempranas impusieron la distancia social en Grecia
y Vietnam.
La ausencia de viajeros por conflictos internos impidió la
propagación en Siria,
Libia,
Irak
y Venezuela.
Otros países, como Senegal
y Ruanda,
sellaron las fronteras de inmediato. Las mezquitas de Medio
Oriente
permanecen cerradas en el mes sagrado del Ramadán.
Curiosamente, en Irán
hubo más casos que en Irak,
así como en la República
Dominicana
respecto de Haití,
documenta The New York Times. Son países limítrofes de desarrollo
dispar.
Los
mejores dotados terminaron siendo los más perjudicados. Hay
“metrópolis globales devastadas, como Nueva
York,
París
y Londres,
mientras que otras llenas de gente, como Bangkok,
Bagdad,
Nueva
Delhi
y Lagos,
se han salvado hasta ahora”. El enigma transita la demografía, las
condiciones de vida previas, el clima y la genética. Sin certeza
frente a la abundancia de modelos en un mundo de fronteras cerradas
en el cual cada país aplica su fórmula a la luz de los aciertos y
de los errores ajenos con una directriz en duda. La de la OMS.
La pandemia de
coronavirus presenta una serie de aristas que trascienden la
dimensión sanitaria e incluyen cuestiones sociales y económicas.
Aunque por momentos se jerarquicen unas políticas sobre otras, los
Estados deberán hacer como el cubo de rubik y girar todo al mismo
tiempo. Y todavía más, habrá que pensar políticas coordinadas a
escala regional. Hilvanemos una obvia y rápida reflexión: Brasil
limita con otros diez países y es el país que posee los números
más dramáticos de contagios y muertos, frente a un virus con una
tasa de transmisión abrumadora.
En América Latina las
primeras políticas públicas se agruparon entre quienes adoptaron
medidas desde una perspectiva de protección del derecho a la salud,
quienes pusieron énfasis en el control y la militarización social y
algunos pocos que prácticamente no adoptaron políticas. Las
preguntas sobre el cómo y por qué cada país tomó esas medidas se
pueden pensar a partir de la combinación de tres elementos: decisión
política, capacidades estatales acumuladas e inversión.
La dimensión política.
Sólo Argentina y México son países que poseen gobiernos de signo
progresista. En el resto gobiernan fuerzas de orientación
conservadora o derechista con un variopinto conjunto de perfiles:
empresarios, políticos, espacios políticos que dieron un brusco
giro conservador, el gobierno ultraderechista de Brasil y el gobierno
de facto de Bolivia.
El color de un gobierno
es una variable (no la única) para comprender el diseño de las
políticas públicas, nos muestra quiénes se encargan de definir qué
se hace y cómo se hace. Se trata de una variable de tiempo corto.
Pensemos qué hubiera ocurrido si la pandemia se desataba durante el
gobierno de Mauricio Macri en Argentina, donde el Ministerio de Salud
y el de Ciencia y Tecnología habían sido desjerarquizados. O a la
inversa, qué sería de Brasil con un gobierno popular que comprenda
el valor de la salud pública y el bienestar general por encima de
los intereses económicos.
Inversión en Salud y en
Investigación+Desarrollo (I+D). La inversión en Salud y en I+D es
una variable fluctuante, pero a diferencia del ritmo de la política
los tiempos son más lentos. La acumulación histórica y la
resistencia social son un límite a las medidas de ajuste y, a la
inversa, la inercia conservadora retarda proyectos progresistas. En
Argentina, por ejemplo, tras cuatro años de un gobierno neoliberal,
aunque la inversión en el área bajó, los números siguen siendo
altos en comparación con el resto de América Latina. En Brasil la
inversión en salud per cápita es baja y el sector privado supera al
público; por otra parte, es el país con mayor porcentaje destinado
a I+D y sin embargo, tiene un gobierno que desoye las recomendaciones
de las y los científicos. En Chile ocurre la siguiente paradoja, la
inversión per cápita en salud es alta pero hay una paridad en el
gasto público y privado. Y, como se sabe, la medicina privada
persigue el lucro, en cambio la inversión pública busca el
bienestar general, por caso, en ese país la realización del testeo
tiene un costo. En Ecuador también hay que pagar para la realización
del test y las capacidades sanitarias se encuentran por debajo de las
esperables. En México la inversión en salud per cápita es baja, en
un país que atravesó larguísimos años de neoliberalismo.
Las capacidades
estatales. Estas refieren a un conjunto de dimensiones que los países
han construido históricamente a lo largo de siglos. ¿Tienen Estados
fuertes o Estados débiles? ¿Estados centralizados con facilidad
para implementar políticas desde el gobierno nacional, o
descentralizados, donde los poderes locales gravitan y tensionan al
poder central? Las capacidades estatales refieren a dos conjuntos de
elementos: por un lado, los instrumentos legales que permiten el
desarrollo de tal o cual política estatal y por el otro, las
posibilidades burocráticas y administrativas para llevar adelante
las políticas, es decir los recursos humanos, tecnológicos y
económicos. Se trata de capacidades instaladas de acumulación
histórica que se activan frente a problemas urgentes.
Salvo Brasil y Nicaragua
que prácticamente no adoptaron medidas frente a la pandemia, o estas
fueron muy tibias, el resto de los países implementó decisiones en
distintos grados de magnitud. Pero el carácter de las políticas es
diferente. Frente a una perspectiva de derechos, hay países que han
optado por poner acento en el control y la militarización. En Chile
y Ecuador rige el toque de queda, en Bolivia hay un gobierno de facto
y en Colombia y El Salvador existe una política de control y
militarización que si bien preexistía a la pandemia se ha
profundizado.
La combinación entre la
decisión política, la historia de inversión en I+D y en Salud y el
carácter de las capacidades estatales brinda condiciones más
favorables para la definición de políticas públicas orientadas al
control de la pandemia desde una perspectiva integral, como ocurre en
el caso argentino. La agenda inmediata deberá atender las múltiples
aristas sociales y económicas que se agudizan frente a las
desigualdades preexistentes.
El escenario futuro es
difícil de predecir – para qué negarlo – sin embargo, podemos
hacer pie en algunas de las certezas con que contamos: 1) resulta
crucial buscar soluciones integrales que atiendan tanto la dimensión
sanitaria como los problemas causados por las desigualdades
socioeconómicas, territoriales y habitacionales, de accesos
tecnológicos, de género, entre otras, 2) la dimensión
socioeconómica deberá ser parte de las cuestiones prioritarias, con
políticas fiscales progresivas y revisión y condonación de deuda
externa pública, 3) la pandemia es un problema global y por tanto
requiere respuestas coordinadas desde América Latina.
El
Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe – SELA,
publico ayer un interesante trabajo con las acciones de gobierno
tomadas por cada uno de los estados miembros de la CELAC respecto a
la pandemia Global que afecta al planeta.
Todo
el continente se ve afectado y los modelos planteados en la nota
anterior tienen menos variantes en nuestro continente aunque muchos
de los criterios, fieles a la tradición colonial que nos forjaron,
siguen mas o menos las prerrogativas instaladas por la OMC y las
mejores prácticas de aquellos Estados. El informe completo se puede
consultar:
http://www.sela.org/media/3219723/covid-19-resumen-de-las-principales-medidas-estados-miembros-sela.pdf.
En los próximos días iremos desmenuzando algunos aspectos
interesantes que surgen del análisis de este trabajo.
Daniel
Roberto Távora Mac Cormack
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