Viernes
1 de Mayo de 2020
La
manipulación y la bochornosa campaña mediática, demuestra que los
miedos, tan irracionales como exagerados, enferman. Tal lo que ocurre
en estos días con varios temas alimentados desde los encierros y las
molestias por las dificultades que la pandemia global producen, pero
que, en realidad, son solo exteriorizaciones de los males que, de
modos subrepticios y menos evidentes, surcan nuestros días, en
tiempos de ritmos alocados de trabajo y actividad.
Las
exageraciones, opiniones desinformadas y fakesnews a la orden del
día. Y encabeza el ranking el tema de la liberación de individuos
en situación carcelaria.
Si
uno se guía por el lugar que ocupan en la mayoría de los medios,
las prisiones domiciliarias a presos a partir de la eclosión del
coronavirus deberían ser masivas. Así deben pensar los sectores que
en algunos barrios de la ciudad cacerolearon por este tema. Pero por
lo menos por ahora, los que se preocupen por conocer las cifras en
juego se verían ampliamente desconcertados.
Menos
del 1 por ciento de la población carcelaria de la provincia de
Buenos Aires recibió el beneficio de prisión domiciliaria
ante el riesgo de contagio por el coronavirus, ya que entre el 17 de
marzo y el 17 de abril pasado 439 presos salieron de la cárcel por
decisión judicial.
Según
los datos del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), en el primer
mes de aislamiento social y preventivo egresaron de los penales de la
provincia un total de 2.244 presos, de los cuales 1.607 fueron por
pena cumplida, libertad condicional o libertad asistida, 439 por
prisiones domiciliarias originadas por integrar los detenidos el
grupo en riesgo de contraer coronavirus y 198 por arrestos
domiciliarios que no tienen que ver con la Covid-19.
En el mismo período del año pasado, los presos excarcelados fueron 1.743, de los cuales 1.713 fueron egresos por pena cumplida y morigeración de la condena (106 más que este año), y 30 por arrestos domiciliarios.
Un vocero del Ministerio de Justicia provincial aseguró que "si se tiene en cuenta que la población carcelaria en la provincia es de casi 50 mil presos, se le concedió la prisión domiciliaria por el coronavirus a menos del 1 por ciento de los detenidos".
"En países como Francia o como España, la cantidad de excarcelaciones en momentos de pandemia fue de alrededor del 10 por ciento de la población carcelaria, muy por encima de lo que ocurre en la provincia de Buenos Aires", explicó el vocero.
Días atrás, el ministro de Justicia de la provincia, Julio Alak, había rechazado las versiones sobre la existencia de un plan por parte del gobierno bonaerense para liberar a los presos en medio de la pandemia y advirtió que el Poder Ejecutivo "no puede otorgar prisiones domiciliarias".
En ese mismo sentido, este jueves, en declaraciones radiales, el procurador de la Suprema Corte bonaerense, Julio Conte Grand, afirmó que en los encuentros que tuvo con Alak desde diciembre pasado "jamás" escuchó "la existencia de un plan de estas características".
En el mismo período del año pasado, los presos excarcelados fueron 1.743, de los cuales 1.713 fueron egresos por pena cumplida y morigeración de la condena (106 más que este año), y 30 por arrestos domiciliarios.
Un vocero del Ministerio de Justicia provincial aseguró que "si se tiene en cuenta que la población carcelaria en la provincia es de casi 50 mil presos, se le concedió la prisión domiciliaria por el coronavirus a menos del 1 por ciento de los detenidos".
"En países como Francia o como España, la cantidad de excarcelaciones en momentos de pandemia fue de alrededor del 10 por ciento de la población carcelaria, muy por encima de lo que ocurre en la provincia de Buenos Aires", explicó el vocero.
Días atrás, el ministro de Justicia de la provincia, Julio Alak, había rechazado las versiones sobre la existencia de un plan por parte del gobierno bonaerense para liberar a los presos en medio de la pandemia y advirtió que el Poder Ejecutivo "no puede otorgar prisiones domiciliarias".
En ese mismo sentido, este jueves, en declaraciones radiales, el procurador de la Suprema Corte bonaerense, Julio Conte Grand, afirmó que en los encuentros que tuvo con Alak desde diciembre pasado "jamás" escuchó "la existencia de un plan de estas características".
Por otra parte, a los 439 presos que recibieron prisiones domiciliarias otorgadas por la Justicia por formar parte de la población de riesgo ante posibles contagios de coronavirus, hay que sumarle otros 320 casos de egresos producidos en cárceles del Servicio Penitenciario Federal (SPF).
Según se informó en el acta de acuerdo de esta tarde tras la reunión de la mesa de diálogo en la cárcel de Villa Devoto, "el SPF cuenta con 1.280 presos con riesgo de contagio de Covid-19, de los cuales 320 fueron externados al día de la fecha".
Escraches,
señalamientos y un prejuicio arrogante: los demás no cumplen tan
bien como yo.
La
cuarentena tiene muchos detractores, los hay ignorantes de los
riesgos que supone una pandemia, los hay conspiranoícos, los hay
operadores. Pero también cuenta con una mayoría abrumadora de
personas que la acatan porque comprenden la temeridad de no hacerlo.
Los riesgos incluyen desde enfermarse a ser detenido.
Dentro
de quienes no la cumplen con el rigor pedido por la autoridades se
cuentan los que viven al día y salen para ganarse alguna clase de
sustento o los que están hacinados en barrios de emergencia, además
de los personajes rebeldes como la señora de Palermo que quiso tomar
sol en una reposera. A partir de la mitad de marzo, en redes sociales
y medios de comunicación de Argentina fue generándose una suerte de
militancia del confinamiento que hoy encuentra sus picos máximos en
aquellos que ven un “fallido” imperdonable en el anuncio de
Alberto Fernández que habilitó a dar una vuelta de una hora sin
alejarse a más de 500 metros del lugar de residencia. Es como si se
aceptara sin vacilar que el ciudadano es incapaz de mantenerse a dos
metros de distancia de sus pares. Sobrevuela la idea de que el
argentino necesita ser controlado paso a paso para no encender, con
su falta de civilidad y escrúpulos, la chispa del contagio masivo
que tanto daño ha hecho en Italia, España, Francia y Estados
Unidos.
Los
juicios destinados a los comportamientos detonados por el Covid19
ningunean la situación de aquellos para los que quedarse en casa es
un obstáculo a la hora de “llevar un plato de comida a la mesa”
pero se escandalizan por el mal uso del barbijo. En un simil del
pensamiento de Rodriguez Larreta en torno a lo que habría que hacer
con los ancianos, los militantes de la cuarentena desconfían al
extremo de esos que salen de su casa, como si en todos los casos lo
hicieran de mala fe. “Salí a la calle y había mucha gente
caminado” se horrorizan en Twitter sin advertir que también se
encontraban en la calle a la hora de ver a los otros. Es como si se
creyera que uno es el único que salió con derecho a hacerlo. Los
balconeros ven en el vecino que circula sin aparente motivo un
potencial asesino de multitudes, sin aplicar el mismo supuesto para
quien podría contagiar desde su rol de repositor o cajero de
supermercado, cartero, ferretero o cualquier otro oficio autorizado
para salir y tratar con público. La vara que mide el mal obrar de
los demás da la impresión de variar de acuerdo a la propia
conveniencia. Mientras la señora que va al chino con sus hijos
chiquitos -a los que no se puede dejar solos y evidentemente hay que
alimentar- es negligente por exponer a propios y ajenos, el chico del
delivery cuenta con la inmunidad que presta cumplir un servicio para
que otros puedan quedarse adentro. Con los escraches a médicos,
loados siempre y cuando estén en el hospital, y repulsados en sus
edificios por ser potenciales portadores de la peste, la dinámica se
repite. Una tendencia a condenar precipitadamente que se le achacaba,
hasta hace poco, a algunas referentes del feminismo, se traspoló al
nuevo tema top de la agenda.
Los
militantes de la cuarentena emergen como un grupo en el que es
posible enrolarse mediante el señalamiento del error, sea éste real
o imaginario, pero siempre ajeno. Argentina tiene a su favor manejar
números ínfimos de contagio y muerte cuando es comparada con muchos
otros países. Es obvio que la cuarentena no necesita más vigilantes
de los dispuestos por el Estado. Quizás sí necesite del esfuerzo de
confiar un poco más en el que tenemos al lado, por más difícil que
sea. Una instancia extraordinaria merece el gesto extraordinario de
suspender el prejuicio y acercarse al otro con una mirada más
benevolente que recelosa, más fraterna que rapaz. Respetando las
distancias, por supuesto.
"Pareciera
que llevamos siglos siendo parásitos de otros modos de vida"
Son
diversas las metáforas que circulan para ayudarnos a designar lo
indescifrable del nuevo capítulo pandémico que atraviesa el
planeta. Algunas hacen remisión a una especie de entidad maligna que
esparció la peste por el globo; ante eso tenemos que “salvarnos”
cuidándonos entre todos. Otras, las de mayor abundancia, suponen
matices bélicos y a este virus “lo combatimos” quedándonos en
casa. Es una guerra contra un “enemigo invisible” pero son
también invisibles las causas que llevaron al desmoronamiento de la
vida social tal cual la conocíamos, a un confinamiento que pone a un
mismo nivel el trabajo, el ocio, el nervio productivista, los
quehaceres domésticos y el tedio, en un formato que se comprime en
cuatro paredes. A esta altura los sueños (las pesadillas) de la
racionalidad técnica parecen estar cumpliéndose en su versión
exacerbada. Al contrario de lo que podríamos pensar, tal vez no
estamos en un tiempo de esparcimiento dilatado a perpetuidad, sino en
la retirada casi completa de eso que conocíamos como “tiempos
muertos”.
Por
otro lado, parece no haber nada de sorpresivo en esta crisis
sanitaria, aunque las causas socioambientales no estén en discusión.
El origen zoonótico del Covid-19, el hacinamiento animal, el nivel
frenético de producción que gestionó el desastre son cuestiones
que, por el momento, no entran en la agenda de los medios masivos ni
de los Estados Nacionales. Por eso es posible decir que las metáforas
iluminan, incluso nos calman, pero a su vez obstaculizan la
comprensión del problema. En cierto sentido, el actual escenario
invita a repensar el modo en que podemos relacionarnos con el resto
de los vivientes. No son pocos los que alertan que en caso de
reproducirse el modo en que concebimos a los otros animales en la
actualidad, los dislates del proyecto tecnocientífico mundial
traerán nuevas y más frecuentes epidemias.
Gustavo
Yáñez González, filósofo nacido en Chile, viene reflexionando
sobre estos temas hace tiempo. Recientemente publicó “Fragilidad y
tiranía (humana) en tiempos de pandemia”, artículo que forma
parte del libro compilatorio Sopa
de Wuhan (ASPO)
donde se encuentran textos de otros pensadores como Alain Badiou,
Judith Butler, Giorgio Agamben y Byung-Chul Han. Su tesis La
ontología es una policía. Devaluar y someter al animal-
publicada en 2018- está anclada en la perspectiva de los Estudios
Críticos Animales y plantea expandir los estudios biopolíticos
teniendo en cuenta la vida animal. Miembro de la ONG Sinergia
Animal y del Grupo de Investigación y Educación Antiespecista
(GIEA),
Yáñez
González recorre en esta nota algunos temas que podrían componer un
cambio de paradigma del mundo que vendrá.
-En
su texto dice que el Covid-19 nos debería recordar “cierta
animalidad constituyente” del ser humano. ¿Qué nos permitiría
desactivar ese señalamiento?
-Ese
fenómeno no ocurre a un nivel moral, sino biológico. No nos debería
recordar, más bien, nos lo recuerda a secas. El ser humano es una
especie que se distingue por la invención tecnológica y la médica
en particular. Con tal de detener y mitigar el avance de enfermedades
mortales ha tenido grandes adelantos en los últimos cincuenta años.
Sin embargo, la aparición de los virus y del Covid-19 en especial,
hace acaecer con brutalidad esa animalidad. Nos enfermamos y podemos
morir rápidamente porque una microscópica molécula que ha mutado
entre los demás animales, ha transgredido cualquier frontera para
alojarse en nuestras células, para mutarlas y matarnos por dentro.
Cuando nos infectamos a través de transmisión zoonótica, el virus
no es más que la evidencia de que todos somos animales, dado que
devela un continuum entre los demás animales y nosotros.
-En
una sociedad hiperproductivista, ¿cómo cree que impacta en las
subjetividades el hecho de cumplir cuarentena enfrentando la
posibilidad del vacío, la incertidumbre sobre el futuro?
-Omitiendo
el hecho de que lamentablemente hay grupos sociales que no pueden
hacer cuarentena -dada la mezquindad de los estados subsidiarios,
nulos garantes de derechos laborales- tal impacto no lo vamos a
lograr cuantificar hasta que la pandemia ralentice su virulencia y
aquellos efectos comiencen a aparecer. Pero lo que puedo decir, de
manera provisoria, es que es distinto hacer cuarentena en una casa
con patio, jardín y espacios de recreación, que hacerlo en un
apartamento de 50 mts cuadrados, donde no tienes posibilidad de mirar
hacia arriba sin chocar con un muro de concreto. Y en el peor, y muy
común de los casos, debido a la explosión inmobiliaria, tienes
grandes columnas de apartamentos que te impiden acceder a luz solar
durante la mayor parte del tiempo. Esto acompañado con la modulación
del teletrabajo, el cual intensifica los niveles de angustia, puesto
que no tienes la oportunidad de dividir la temporalidad laboral de la
no laboral. Combinados los factores,
asistimos
a un colapso psicosocial sin precedentes, ya que todos conocemos
aquellos síndromes de estrés laboral, como el burning
out,
que la mayoría de las veces emergen en contextos laborales con esa
distinción temporal dada: ahora con su difuminación el hogar es el
lugar de trabajo y al mismo tiempo donde descansamos. Ensayamos una
escuela provisoria para los escolares, dormimos, tenemos sexo,
comemos, leemos, vemos películas, discutimos, etc. No hay un afuera,
es decir, el miedo de Marx y de la escuela de Frankfort se hace
realidad: la vida queda radicalmente subsumida en el trabajo
capitalista.
-Si
el virus pone al desnudo nuestra fragilidad y nuestra obsesión
-estéril- por controlarlo todo… ¿considera que en esta crisis
pandémica puede haber una potencialidad para ensayar nuevos modos de
vida, una nueva configuración del tiempo productivo?
-Un
tema que se ha instalado con fuerza en los medios de comunicación es
el que dice que estamos a punto de naufragar en una crisis económica
mundial sin precedentes. Eso explica algo que no es una novedad,
sobre todo para los estudios económicos-políticos marxianos de
mediados del siglo XIX: el capital lo producen los trabajadores.
Bueno, en ese momento el trabajo asalariado de las mujeres era escaso
y el trabajo doméstico no era considerado en los análisis como
trabajo no remunerado, como reproducción social. El punto es que en
este caso la crisis
económica se debe a que los cuerpos se sustraen de la producción.
Esto nos indica un hecho de suma relevancia, las economías mundiales
dependen del trabajo físico y mental de los trabajadores, no de los
dueños del capital. Esto
genera una ruptura en la comprensión de los procesos económicos
globales que no queda restringida a un sector intelectual ni
sindical, que más bien abre la posibilidad de una sublevación
global. No obstante, desde cierta perspectiva se podría intuir que
el virus ha podido modular una nueva forma de producción que hubiese
sido imposible de montar sin la excepcionalidad de una cuarentena
virológica, el teletrabajo, lo cual a su vez tiene como correlato
una desarticulación importante de la organización y solidaridad
entre trabajadores, en la medida que ya no hay cuerpos que se
friccionan, contagien, en el lugar físico de trabajo. En Chile
durante los últimos días se aprobó una ley que regula el trabajo a
distancia. Entonces, tenemos dos posibilidades. La primera es una
sublevación global dada la incapacidad de las economías de
recuperarse sin que la masa global de trabajadores activen nuevamente
sus músculos, nervios y psiquis, lo cual a su vez abre una chance
señalada por Bifo en sus últimas crónicas: en el momento que
revelamos que la riqueza es producida por el trabajo asalariado y no
por el capital de los capitalistas, esto nos abre a la interrogante,
¿realmente es esa la riqueza que deseamos producir? o ¿necesitamos
de la imaginación de otra noción de riqueza como la del tiempo? El
tiempo es la verdadera riqueza -y tal vez éste siempre ha sido el
meollo del comunismo, la lucha por el tiempo- no el placer conseguido
por el consumo. Entonces vamos a hacer lo posible para recuperar
nuestro tiempo. Y la otra posibilidad es que el teletrabajo desactive
dicha propagación. Es un escenario muy complicado de predecir. En lo
que estoy de acuerdo es que luego de que esta estela de mortandad e
inseguridad se vaya disipando, en Chile ensayemos una sublevación
intensificada de lo que ya iniciamos el 18 de octubre de 2019 donde
volvamos fósil el neoliberalismo en el mismo lugar donde se
engendró.
-En
lo relacionado con el entramado afectivo de nuestras sociedades, ¿qué
efectos cree que está dejando el distanciamiento social? Usted
hace mención a la forma en que se trastocan, incluso, ciertos ritos
como el del duelo…
-Por
estos días asistí al velorio del padre de una amiga, con poca
gente, sin abrazos prolongados, su padre no había muerto por el
Covid-19. Quiénes mueren del virus lo hacen debido a una neumonía
aguda, conectados a un respirador mecánico, lejos de sus seres
queridos. Entonces tenemos dos situaciones respecto a las muertes
desencadenadas en el contexto de la cuarentena. Quienes son
infectados y mueren por el Covid-19 no tienen la oportunidad de
despedirse de los suyos, aunque lo quisieran, es un mandato de los
mismos centros de salud. Por otro lado, los rituales de despedida
durante esta temporada, sea cual sea la razón de muerte, no permiten
la aglomeración de gente y hacen operar un distanciamiento corporal
ya sea por medidas autoinstruidas o indicadas por quienes administran
los recintos (juntas de vecinos, cementerios, etc.). Lo que deja en
evidencia esto es la desarticulación de la construcción ontológica
heideggeriana del Dasein (ser-ahí). El Dasein es “ser para la
muerte”, no el animal, y ser para la muerte quiere decir una
profunda comprensión de la temporalidad que me constituye en tanto
que ser humano. Soy pasado, presente y futuro, y por tanto, sé que
puedo morir, y en tanto que sé esto, puedo elegir cómo morir. Bajo
este prisma, el animal, en cambio, nunca muere, ni siquiera existe,
sólo habita, pues no tiene comprensión de esta triple temporalidad.
Entonces, dadas las circunstancias, esa dimensión ontológica queda
suspendida, no es como tal. Por otro lado, algunos intelectuales
han llamado la atención en torno a una posible mutación de la
naturaleza relacional de los seres humanos. Bifo considera que la
cuarentena intensifica un fenómeno ya iniciado con la explosión de
las redes sociales; la conectividad, donde toda relación lingüística
y afectiva se modula por una interacción a distancia, distante del
encuentro y de la infinidad de posibilidades de interpretación de
los signos, lo cual amenaza con tornarse hacia lo que Braidotti ha
denominado lo poshumano. Agamben prefiere hablar directamente de una
degeneración de las relaciones humanas, debido al fenómeno de la
distancia social normada por la imposibilidad del encuentro. El
problema que veo en esos análisis no es tanto el supuesto de una
naturaleza humana siendo alterada, sino que continúan centrados en
una analítica sin desplazamientos. Una especie de impasse que no
logra superar el ser humano como centro dispensador de sentido, que
le es imposible desterritorializarse de lo humano: único receptor de
los efectos negativos de los avatares globales.
Creo
que es necesario voltear la mirada hacia los seres vivos que padecen
el encierro y la separación radical, no transitoria, de sus seres
queridos, de sus propias secreciones, hasta de sus propios miembros.
Me refiero a los animales no humanos que comúnmente son considerados
livestock.
Tal
vez una deslocalización poshumana de la mirada que nos sensibilice
frente al fenómeno del confinamiento no humano, nos permita al mismo
tiempo mermar los padecimientos que sin lugar a duda ya empiezan a
afectar a nuestra mente.
-¿En
qué medida la aparición del virus podría suponer un llamado de
atención sobre la “relación tiránica” que mantiene el ser
humano con los otros animales?
-Desde
que se logró aislar el material genético del virus, y con ello
descartar su fabricación intencionada en un laboratorio, la
explicación a su origen apunta por todos lados a una transmisión
zoonótica, ya sea a través de los murciélagos directamente o por
un animal intermediario como los pangolines. Estudios más recientes
sugieren que probablemente ese eslabón entre los murciélagos y los
seres humanos podrían ser animales confinados con altos niveles de
hacinamiento, animales de la ganadería industrial, como los cerdos.
Todas las hipótesis indican que se trata de un virus zoonótico; es
decir, que ha sido transmitido de animales no humanos a seres humanos
y que las condiciones que lo han posibilitado se enmarcan en una
relación tiránica donde el tirano no es el animal. Tal vez sea
necesario reinscribir la naturaleza relacional entre seres humanos y
animales, y ponerla en los términos de una relación parasitaria, en
cuanto a que nos proveemos de alimento y energía al interactuar con
otros seres vivos a través de la destrucción de sus cuerpos, de sus
vidas. Y eso te pone en un lugar difícil, ¿no? Nadie quiere ser
parásito de nadie, para algunos un parásito es una aberración de
la evolución, pero pareciera que llevamos siglos siendo parásitos
de otros modos de vida.
-En
un fragmento de su texto, usted propone ampliar la investigación
biopolítica. ¿Qué nos posibilitaría pensar en torno a nuestro
vínculo con lo vivo?
-Esto
ya lo había desarrollado en mi tesis de pregrado “La ontología es
una policía. Devaluar y someter al Animal” (2018) que por fortuna
fue publicada a través de la editorial del Instituto Latinoamericano
de Estudios Críticos Animales (ILECA), gracias al trabajo realizado
por Silvina Pezzetta, Alexandra Navarro, Gabriela Anahí González,
María Andreatta, entre otros colegas que, con un ímpetu admirable
se dedican a la propagación autogestionada de los Estudios Críticos
Animales (ECA). Los trabajos de Giorgio Agamben, Roberto Espósito,
Achille Mbembe, entre otros, han resultado muy útiles para
comprender el despliegue de los Estados contemporáneos que, en base
a una comprensión biopolítica del cuerpo social, es decir, las
sociedades son cuerpos vivientes, organismos vivos, ejercitan un
poder de control y gestión de la muerte brutal, donde el estado de
excepción que convierte a los seres humanos en vidas desprovistas de
su capacidad política de deliberar y autogobernarse, se intensifica
hasta tornase el nomos del ejercicio estatal del poder. Me parece que
estos análisis nos brindan la posibilidad de prolongar su óptica
para mirar el funcionamiento de la relación que mantenemos con los
demás animales, ya que a partir de una taxonomía moral, el
especismo, establecemos fronteras ontológicas entre los seres
humanos y los demás animales e inclusive entre los mismos animales.
Operamos estados de excepción permanentes sobre las corporalidades
no humanas, al punto de que la industria ganadera/alimentaria ha
establecido los campos de concentración más siniestros en la
historia de la técnica. Charles Patterson nos sugiere la analogía
entre los campos de exterminio nazi y los mataderos de animales, pero
si tomas un automóvil y te aventuras a recorrer los límites de las
urbes y activas tu google maps, verificas que no tan lejos de
nuestras ciudades se asientan inmensos galpones con miles, hasta
millones de animales -cerdos, pollos, gallinas- en criaderos o
granjas de animales que gestionan vida y muerte los 365 días del
año. La industria ganadera monta regímenes de visibilidad en cuanto
a que no nos permite ver, tampoco oler, lo que ocurre en esas
instalaciones y, por otro lado, promociona grandes publicidades
sustrayendo toda la violencia inscrita en los productos que
comercializa. En este
sentido, creo que es importante amplificar el prisma de la
biopolítica a la cuestión animal. Tal vez para ello tengamos que
redenominarla con el adjetivo de “absoluta”. Es decir, una
biopolítica absoluta, puesto que todo fenómeno relacionado a la
vida y el cuerpo se encuentra completamente controlado: reproducción,
alimentación, peso, genética, muerte, producción después de la
muerte. En rigor, una biopolítica absoluta sería aquel ejercicio
del poder sobre lo vivo donde la vida es engendrada para su
desaparición.
-¿De
qué manera esta situación adversa podría impulsarnos hacia una
nueva imaginación, un cambio de mentalidad y modificar nuestra
mirada acerca de los otros animales para lograr el debilitamiento del
sistema capitalista que menciona en su texto?
-Paul
B. Preciado señala que tal como el virus muta, debemos mutar con él
para no sucumbir. Creo que necesitamos mutar hacia una imaginación
poshumana como recombinación de los posibles, pero primero es
importante que desaceleremos un dispositivo muy común por estos
días, aquel que vuelve a actualizar a la dicotomía moderna
Naturaleza/Cultura. No tanto porque es insuficiente para explicar las
interfaces entre la multiplicidad de vivientes, sino porque es miope.
Hemos visto las imágenes de animales silvestres transgrediendo las
fronteras etológicas en su relación con las comunidades humanas,
también hemos presenciado la disipación de la contaminación de los
cielos debido al descenso de automóviles en las calles, lo cual ha
incitado a decir a muchos que la naturaleza está recobrando su
parte. Sin embargo, esa dicotomía excluye a millones de animales no
humanos confinados y hacinados en los campos de concentración que
antes mencionaba. Entonces, la pregunta que cabría hacer es ¿qué
lugar ocupan esos animales en el imaginario y sensibilidad de la
pandemia? No son humanos, claro está, ¿son animales?, parece que no
¿Son máquinas? Tampoco, porque contaminan al mundo con su mierda,
¿son máquinas vivientes? parece que sí. Es necesario, por tanto,
desarticular el ecologismo antropocéntrico que celebra con postales
el reingreso de ciertos animales a territorios de los cuales habían
sido desplazados, pero que omite interesadamente la triste realidad
de billones de animales, acuáticos y terrestres, en jaulas y
criaderos industriales.
También
creo que hoy más que antes el discurso activista de algunas ONG’s
como Sinergia Animal, Igualdad Animal, Animal Save cobra cada vez más
fuerza y urgencia. Y es lamentable, pero real, que una situación
como esta nos permita ver lo que antes silenciábamos: que nuestra
relación tiránica con los demás animales, sea de manera industrial
o no, está poniendo en vilo el porvenir de la existencia humana en
la tierra y de muchos otros modos de vida.
Por
otro lado, hoy es imposible pensar el capitalismo global sin la
industria ganadera, imposible pensar la acumulación de capital,
apropiación de territorios, desplazamiento de comunidades indígenas
y campesinas, destrucción de los territorios, contaminación del
agua y del aire, o sea, normalización de la violencia y de la
muerte, sin el funcionamiento de la industria ganadera. Frente a
esto, una posible respuesta es el veganismo, pero el veganismo como
forma de vida tiene algunos velos. En muchos lugares, Chile es uno de
ellos, el veganismo ha sido elitizado con la concentración de
restaurantes en barrios más enriquecidos económicamente, con la
venta de suplementos alimenticios a precios elevados, lo cual con
justa razón genera reticencias por parte de algunos grupos sociales.
Sin embargo, es posible desandar estas reacciones con un activismo
bien triangulado no sólo en la dimensión alimenticia -porque tú
puedes ser vegano con 12 dólares a la semana yendo al mercado de
frutas y verduras- sino que respecto a los cruces interseccionales
con otras luchas sociales, descentralizando la discusión del
veganismo y los derechos animales de los mismos barrios de siempre,
articulando asambleas populares. Dicho de otra manera, propiciando
las condiciones sociales y cognitivas para su aparición en la esfera
social, barrial y territorial. Generar las condiciones para una
imaginación poshumana que descentre a lo humano y lo sitúe en un
campo de interfaces, interrelaciones con grados de dependencia, de
afecciones, tal como lo ha hecho el trabajo más revolucionario y
robusto en cuanto a pensar la invención de comunidades posthumanas o
interespecies:
Zoopolis
(2011)
de Donaldson y Kimlycka. Una imaginación poshumana posible es la
figura de la “diferencia” derriedeana, que comprende al otro en
cuanto diferencia radical que no está mediada por la condición
antropológica. Este prisma hace posible la experimentación de una
hospitalidad sin condiciones que permite establecer relaciones de
solidaridad interespecie, interracial, intersexual, internacionales,
etc. Para entonces podremos desactivar la máquina biopolítica
absoluta y reconocer en los demás animales una diferencia
irreductible, imposible de mensurar en los términos de cómo lo
hemos hecho hasta ahora.
Ayer,
las madres y la memoria …
No
sabían que hacían historia, no sabían que comenzaban un camino que
daría forma a las generaciones futuras de Argentina ni a la
democracia de ese estado que, en aquel momento, era responsable de la
desaparición de sus hijos. Hace 43 años, las Madres de Plaza de
Mayo salieron por primera vez a manifestarse públicamente por la
aparición de sus hijos y contra el terrorismo de estado, las
rondas fueron sólo el modo que ellas encontraron para seguir allí,
circulando y denunciando las desapariciones y violaciones a los
derechos humanos de la dictadura cívico-militar.
La
incansable lucha de cuatro décadas, encontró a las Madres adaptando
sus luchas a los contextos de la pandemia y la cuarentena, así como
la sociedad y sus organizaciones se ajustaron al ámbito virtual el
24 de marzo último para no dejar pasar la fecha, la celebración de
la lucha de “las locas” de Plaza de Mayo, como se las vituperó
entonces, también se dará en el marco de la virtualidad. “Este
2020, la pandemia obliga a las Madres a resignar la posibilidad de
realizar la ronda el jueves en la Plaza y conmemorar su fecha
fundacional” por eso “se realizarán dos actividades
interactivas: un recorrido guiado sonoro por la historia de las
Madres, en formato podcast, y una convocatoria pública a enviar un
‘abrazo’ a través de distintas expresiones artísticas al
hashtag #MemoriaEnCasa", explicaron desde el Espacio Memoria.
Hoy,
el trabajo y la memoria …
Los
sucesos luctuosos de Chicago de fines de siglo XIX dieron origen a la
conmemoración del “Día del Trabajo” del 1° de Mayo,
circunscripto al mundo sindical de raíz socialista. En nuestro país
los socialistas, luego el movimiento anarquista y por último el
comunismo vernáculo, tomaron dicha fecha como acto de movilización
y conmemoración.
Mariano
Plotkin, en Mañana es San Perón (1993) afirmó: “Luego del golpe
de 1943, Perón comenzó el proceso de “unificación” del
significado y la celebración del 1° de Mayo. En diciembre de 1943,
Perón había sido nombrado secretario de Trabajo y Previsión. El 1°
de Mayo de 1944 fue el primero celebrado bajo el nuevo régimen
militar. Aunque todas las manifestaciones públicas con motivo del
Día del Trabajo habían sido prohibidas por el gobierno, éste sin
embargo decretó un feriado nacional en la fecha. En reemplazo de las
múltiples celebraciones habituales, el gobierno organizó un acto
oficial al que fueron invitados representantes de diversos
sindicatos. El acto contó con la presencia del presidente Farrell,
de Perón (ambos pronunciaron discursos y de otras altas autoridades
del régimen”.
A
partir del gobierno de Perón los 1º de mayo fueron, junto al 17 de
octubre, las reuniones más importantes del peronismo como símbolo
de la unión entre los trabajadores y el gobierno.
En
las reuniones masivas, organizadas por la CGT, Perón y Evita
exponían a los trabajadores la marcha del país y los logros
alcanzados. Además se celebraba una fiesta con desfiles de carruajes
de cada sindicato y la coronación de la Reina del Trabajo, con las
reinas de las fiestas regionales argentinas, para aunar el trabajo a
la representación de la mujer en su nueva participación social y
política como sujeto pleno de derechos.
Pero
en el caso de Eva Perón su participación recién empezó en 1948, a
la par de su participación en la obra política del justicialismo.
Su
relación con el movimiento obrero organizado le dio carta blanca
para ganarse un lugar en la celebración oficial del 1° de Mayo del
año 1948. Fue la primera mujer en compartir tribuna en tan magno
acto, sólo teniendo como antecedente las dirigentes socialistas que
décadas atrás participaban de dicha conmemoración.
Realizado
en la Av. 9 de Julio, Evita – con la pluma de Francisco “Paco”
Muñoz Azpiri – expresó: “Con profunda emoción es que me acerco
también yo al micrófono en este día glorioso, en este primero de
Mayo en que todos los argentinos venimos con nuestro Líder a
festejar el triunfo de la justicia social”.
Rememoró,
en sintonía con el presidente Perón, la labor de la secretaria de
Trabajo y Previsión, al tiempo que comparó las anteriores
celebraciones: “… Un día ya histórico, el 4 de junio de 1943,
un verdadero argentino, el coronel del pueblo, tomó la palabra de
los descamisados para imponer la justicia social. Y gracias también
a eso, el día de hoy es un primero de mayo verdaderamente criollo:
es un primero de mayo lleno de júbilo y de alegría”.
Finalmente
llamó a confiar en Perón: “Todavía las fuerzas del mal siguen
agazapadas y no creen ni en la justicia social ni en la obra
patriótica del general Perón. No sé lo que se proponen pero pueden
ustedes tener la plena seguridad de que, mientras en la Casa Rosada
esté el general Perón, la masa trabajadora argentina puede dormir
tranquila”. Y cerró con una frase que sería una marca distintiva:
“porque la justicia social se cumplirá inexorablemente, cueste lo
que cueste y caiga quien caiga”.
Los
demás actos del 1° de Mayo, luego del discurso de aperturas de las
sesiones ordinarias del Congreso Nacional, se desarrollarían en
Plaza de Mayo, con las autoridades hablando desde los balcones de la
Casa Rosada. Los discursos de Evita, con los años, - ya de
elaboración propia, sin la ayuda de Muñoz Azpiri -, tendrían las
mismas premisas que aquel inicial de 1948, siendo su último discurso
en 1952
El
cáncer no le dio tregua. Ese 1° de mayo asistió al acto de los
trabajadores junto a Perón y a su pueblo. Éste, al verla, la alentó
a decir su discurso, el último y el más fuerte en su contenido
doctrinario en apoyo al ideario peronista.
Según
Fermín Chávez en Eva Perón sin mitos (1990): “Por esa época
había comenzado a escribir un texto, que solía leer, a algunos de
sus acompañantes, titulado Mi Mensaje... No se recuperaba en modo
alguno, pero nadie pudo convencerla de que no asistiese a los actos
del 1 de mayo, que por su duración le habrían de resultar
fatigosos... el discurso de la jornada fue violento, cargado de la
idea de hacer justicia “con las propias manos”. Con fanatismo...”
Sus
palabras fueron llamaradas: “Yo le pido a Dios que no permita a
esos insectos levantar la mano contra Perón, porque ¡guay de ese
día! Ese día, mi general, yo saldré con el pueblo trabajador, yo
saldré con las mujeres del pueblo, yo saldré con los descamisados
de la patria, para no dejar en pie ningún ladrillo que no sea
peronista”.
Reafirmó:
“Porque nosotros no nos vamos a dejar aplastar jamás por la bota
oligárquica y traidora de los vendepatrias que han explotado a la
clase trabajadora, porque nosotros no nos vamos a dejar explotar
jamás por los que, vendidos por cuatro monedas, sirven a sus amos de
las metrópolis extranjeras”. Y cerró con su canto de cisne:
“Compañeras, compañeros: Otra vez estoy en la lucha, otra vez
estoy con ustedes, como ayer, como hoy y como mañana. Estoy con
ustedes para ser un arco iris de amor entre el pueblo y Perón; estoy
con ustedes para ser ese puente de amor y de felicidad que siempre he
tratado de ser entre ustedes y el líder de los trabajadores”.
Con
mucho esfuerzo lo pronunció. Al terminar, cayó en brazos de Perón,
su eterno amor. Tras su muerte siguieron los actos, amalgamados con
homenajes a “la abanderada de los humildes”. Tras la caída de
Perón y hasta su retorno en los ’70 los actos por el 1° de Mayo
se dividieron entre la izquierda y el peronismo, hasta estos años
que los actos masivos son infrecuentes y cada sector tiende a su
propia conmemoración.
Sea
este mi recuerdo de aquella que fue bandera de trabajadoras y
trabajadores.
Que
mejor que aprovechar estos tiempos de “aislamiento social
preventivo”, para tejer lazos de comunión social preventiva, para
que nunca más el neoliberalismo nos convenza de pensar que cada uno
se puede salvar a sí mismo, que ser individuo y tener pensamiento
propio es desentenderse de quien está a nuestro lado y de que es
posible vivir en el egoísmo y la avaricia, en el poder que impide a
otro, en la especulación que solo busca la propia satisfacción a
costa de la insatisfacción de muchos. Que no hay sociedad sin
trabajo y sin esfuerzo, pero tampoco la hay sin memoria colectiva y
sin identidad de pueblo …
Daniel
Roberto Távora Mac Cormack
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