Miércoles 6 de mayo de 2020

El PEZ POR LA BOCA MUERE

Las contradicciones entre lo que se dice y lo que se hace impregnan la vida cotidiana
Pasan los días y se intensifica el revoltijo provocado por la arremetida de la coronavirus (Covid-19). El tufo del miedo y la desesperanza se esparce por doquier mientras se multiplican las incógnitas sobre la evolución de este drama y su destino final. Algunas certezas, sin embargo, ya golpean con fuerza. Sabemos que millones de persones han perdido su empleo y cerca de la mitad de la población mundial lo perderá en breve. También sabemos que el desempleo no atenúa el brutal peso de un endeudamiento sin límites que con el correr del tiempo se transforma en algo natural.
 El galope del virus, sin embargo, borra el mito del bienestar en los países centrales y expone la desigualdad social que se desparrama por todas partes. Deja así al desnudo las huellas humanas escondidas en una catástrofe que se piensa caída del cielo: una modernidad que somete todo lo que encuentra a la música de ganar a cualquier precio y en el menor lapso. Así la codicia de egos que no admiten límite alguno a sus ambiciones y la irracionalidad de una organización social que maximiza ganancias de toda índole y en todo momento, quedan expuestas a la luz del día. Sin embargo, no es fácil verlas. Hay que desentrañarlas.

La irracionalidad y la falta de ética de este mundo nuestro se trastocan constantemente en su antítesis, embriagando los sentidos y confundiendo a la inteligencia. Esto es consecuencia de la manipulación constante de la información, los deseos y las acciones individuales por medio de un complejo dispositivo constituido por sofisticadas tecnologías y poderosos medios de comunicación. Sin embargo, el pez por la boca muere y las contradicciones entre lo que se dice y lo que se hace impregnan la vida cotidiana. Por ese resquicio la mirada critica podrá encontrar los subterfugios de un sentido común que destruye a los valores de la civilización occidental.

Así, la pandemia arranca los jirones que ocultan una crisis sistémica y global, única por su índole y magnitud. La fragilidad de la vida humana y los pies de barro de la organización social que la alberga están hoy a la intemperie. La economía ha generado contradicciones que no puede resolver, degradando en el proceso a las instituciones y destruyendo recursos energéticos no renovables indispensables para su propio funcionamiento. Al mismo tiempo, la explotación intensiva y extensiva de estos recursos ha tenido un impacto brutal sobre la temperatura, el clima y el medio ambiente amenazando la vida en el planeta. Hay sin embargo algo más: la pandemia levanta ahora el telón que oculta el maridaje entre la expansión económica, el avance tecnológico y la militarización de los conflictos a nivel mundial.


Petróleo: el oro negro del dólar 


En las últimas décadas, la brecha siempre más amplia entre el crecimiento de la deuda y el de la producción global ha dado lugar a un endeudamiento ilimitado e insostenible. Para impedir el default generalizado, la Reserva Federal ha recurrido a una política de flexibilidad monetaria con tasas de interés cercanas a cero incitando así a mayor endeudamiento y especulación financiera. En este contexto el dólar ha jugado un rol central. Paradójicamente, la integración creciente de la producción y las finanzas globales ha aumentado la vulnerabilidad del capitalismo global monopólico a los vaivenes de la demanda global de dólares. En este baile, el dólar no ha estado solo. Su sombra, el petróleo, ha sido una pieza crucial de todo el engranaje.


En 1944, la comunidad internacional acordó la sustitución del oro como patrón de las transacciones mundiales por el dólar respaldado por las tenencias de oro de la Reserva Federal, por ese entonces las mayores del mundo. A principios de los años ’70 la crisis de Medio Oriente, la disparada de los precios del petróleo y el agotamiento de las reservas norteamericanas  de oro llevaron al gobierno de ese país a un acuerdo secreto con el rey Faisal, por el cual Arabia Saudita se comprometió a garantizar toda la producción de petróleo que Estados Unidos necesitase y a realizar todas las transacciones de petróleo y derivados en dólares a cambio de protección militar norteamericana ante cualquier intento de golpe interno y/o invasión. Este acuerdo se amplió poco después a los países de la OPEP y derivó en una creciente acumulación de dólares tanto por los países importadores como por los exportadores de petróleo. Los primeros ahorraron sus excedentes en dólares a fin de poder abastecerse de petróleo. Los segundos invirtieron el excedente de sus exportaciones en Letras del Tesoro norteamericano. Los Estados Unidos se aseguraron así una creciente demanda internacional de dólares y de deuda pública norteamericana mientras obtenían petróleo barato denominado en su propia moneda. El continuo uso del dólar como medio de pago y la capacidad del Tesoro para imprimirlo han legitimado el rol del dólar en el mundo como moneda internacional de reserva.

La utilización extensiva e intensiva de petróleo barato ha sido un rasgo inherente a la expansión del capitalismo monopólico global. Esto, conjuntamente con el rol del petróleo en las finanzas norteamericanas, explica la estrategia de dominio norteamericano sobre las reservas mundiales de este recurso natural no renovable y sobre sus mercados y precio. Esto ha llevado a una situación de guerras localizadas en las regiones del mundo con mayores reservas petroleras resultando en un contexto de conflicto permanente y proliferación de estados inviables. Esta situación ha sido funcional a las venta masivas de armamento a las élites gobernantes de la región y al consiguiente desarrollo de la industria de guerra norteamericana.

Productividad declinante y guerra de precios


La declinación de la productividad de los pozos de petróleo convencional, medida por la cantidad de energía que se necesita para producir nueva energía (EROI, energy return on invesment) ha sido constante a lo largo del siglo pasado, llegando actualmente a límites preocupantes (sciencedaily.com 11 7 2019). La constatación reciente de una gran declinación de la productividad del pozo petrolero mas grande del mundo (Ghwar) que hasta hace poco respondía por el 50% de la producción de crudo de Arabia Saudita, constituye una nueva alerta sobre la progresiva depredación de un recurso no renovable de importancia estratégica (srsroccoreport.com 16 5 2019).



Esta situación, conjuntamente con las alternativas de la demanda mundial de petróleo y las acciones colectivas de los países nucleados en la OPEP restringiendo producción para garantizar buenos precios a sus exportaciones, han dado lugar a crecientes presiones del gobierno norteamericano para controlar los precios y el mercado del petróleo. El descubrimiento de petróleo y gas no convencional en su territorio y la abundancia de crédito barato dieron enorme impulso en poco tiempo a la producción de petróleo norteamericano. De acuerdo a proyecciones recientes, este país iría a convertirse en el principal exportador de petróleo en el transcurso de este año (reuters.com 10 12 2020). Esto se logro al precio de una gran contaminación ambiental y de un acelerado agotamiento de la productividad de los pozos explotados. Esta caída de la productividad y el altísimo endeudamiento contribuyen a explicar la falta de rentabilidad de las empresas del sector que hoy constituyen el eslabón mas débil de la deuda corporativa norteamericana.

Pandemia y crisis del petróleo


La reciente guerra comercial entre China y Estados Unidos afectó negativamente la economía global, la demanda mundial de petróleo y sus precios. La negativa de Rusia a participar de un corte generalizado de la producción para estabilizar los precios del petróleo propuesto por Arabia Saudita, llevó a esta última a anunciar un aumento de su producción sin límite alguno a partir de mayo. Reeditaba así una táctica utilizada entre 2014 y 2016: la sobreproducción de petróleo para bloquear a la competencia, especialmente de la industria petrolera norteamericana, que por sus costos necesita precios altos para sobrevivir. Este anuncio provocó una inmediata caída de los precios del petróleo que se propagó como fuego en el mercado financiero donde hay un sin número de activos complejos que se relacionan con la energía. Varios de estos fondos de inversión (entre ellos BlackRock, el mas grande del mundo) fueron seriamente golpeados y cuatro grandes bancos norteamericanos, con 15% de su capital tangible invertido en el mundo energético, se vieron amenazados. A esto se sumó la inminente debacle de la deuda corporativa del sector energético y de bancos de menor envergadura vinculados a estas empresas. La necesidad de impedir que la crisis financiera se profundizara llevó a la Reserva Federal a intervenir fuertemente con programas especiales destinados a salvar a los sectores más comprometidos. El titular de BlackRock paso a ser el brazo ejecutor de estos programas.

A pesar de esta intervención de la Reserva Federal, la situación de los activos financieros vinculados al petróleo se complicó seriamente el 20 de abril, cuando los futuros del precio del petróleo cayeron brutalmente hasta llegar a valores negativos por primera vez en la historia (WTI-37.63 y Brent -20 dólares por barril). El continuo crecimiento de la producción petrolera en circunstancias en que la demanda de petróleo había caído en un 30% como consecuencia de la pandemia produjo un excedente que amenazó con saturar la capacidad de almacenamiento existente en los Estados Unidos. En este contexto, el avance de una flotilla de barcos petroleros cargados con un mar de petróleo proveniente de Arabia Saudita y equivalente a 7 veces el flujo normal de abastecimiento mensual, puso más presión sobre el mercado de futuros del petróleo (zerohedge.com 23 4 2020).


Este contexto desquiciado muestra la brutal erosión de los acuerdos históricos que convirtieron al petróleo en la sombra del dólar a principios del los ’70. Desde marzo Rusia y Arabia Saudita han intentado acordar la reducción de la producción, bajo la premisa de que esta vez el acuerdo iría a incluir a los productores norteamericanos. Trump rechazó esta posibilidad, anunció compras masivas para abastecer el fondo de reserva del país y defender a la “maravillosa industria petrolera norteamericana”. Al mismo tiempo anunció la posible imposición de tarifas a la importación de petróleo saudí y en privado amenazó con el retiro inmediato de todo el armamento y tropa norteamericano existente en Arabia Saudita (reuters.com 30 4 2020). Ahora se discute la posibilidad de una inmediata adopción de legislación especial (No oil producing and exporting cartels Act, NOPEC) que hasta ahora ha dormido en el Congreso. La misma permitiría levantar la inmunidad diplomática de Arabia Saudita y de los países de la OPEP, embargar todos sus bienes en territorio norteamericano y paralizar las transacciones financieras en dólares de Arabia Saudita en cualquier parte del mundo (zerohedge.com 28 4 2020).

Así esta pandemia expone la irracionalidad de un sistema social que depreda un recurso no renovable de importancia estratégica para la reproducción de su economía, engendra conflictos militares con países aliados, mina las bases de sustentación del dólar como moneda de reserva internacional, contamina y destruye el medio ambiente y coloca a la humanidad ante la posibilidad de una guerra de consecuencias imprevisibles.
Poco tiempo atrás el titular de BlackRock admitía la posibilidad de que el status del dólar como moneda de reserva no estuviese asegurado por mucho tiempo y reconocía que “el 40% del déficit norteamericano se financia con factores externos. Ningún otro país tiene esto” y recomendaba no pelear con los acreedores externos pues esto precipitaría acontecimientos no deseados (zerohedge.com 7 11 2018). Hoy gestiona los programas especiales de la Reserva Federal destinados a salvar al dólar. De paso, aprovecha para multiplicar sus negocios y los de sus amigos. En las últimas semanas, mientras treinta millones de personas han quedado desempleadas, un reducidísimo grupo de billonarios norteamericanos acrecentó su riqueza en 282.000 millones de dólares (inequality.org 23 4 2020).

La pandemia en la Argentina


En este mundo desquiciado que se precipita hacia una gran depresión con crisis financiera y multiplicación de defaults, la pandemia arroja un haz de luz sobre el caos sembrado en la Argentina por Macri y el FMI tras años de ajuste estructural, endeudamiento ilimitado y dolarización creciente de la economía. Al mismo tiempo, descarna a los grandes intereses que lucran con esta situación y permite buscar un camino de salida a la actual crisis que vive el país.

El total de medidas adoptadas para enfrentar a la emergencia sanitaria y alimentaria y para asistir a los sectores mas vulnerables de la población perjudicados por la cuarentena representara el 5,6% del PBI en junio. Esto implica un enorme aumento de la liquidez, y la posibilidad de desviar buena parte de la misma hacia la especulación cambiaria y la fuga de capitales. Esto ya está ocurriendo: en el mes de abril los tipos de cambio que habilitan estas operaciones (ccl y mep) han crecido un 30%. Recientemente el BCRA adoptó una serie de medidas para controlar estos movimientos, entre otras: prohibición a los bancos de operar con cauciones, límites a la tenencia de moneda extranjera de los Fondos Comunes de Inversión, prohibición de compra de dólares a las empresas que reciben crédito subsidiado, aumento de las tasas de interés de los pases de los bancos. Sin embargo, el actual contexto internacional de crisis financiera y falta de liquidez en dólares, y la creciente retención de la liquidación de las divisas de exportación del país, reclaman medidas drásticas para bloquear esta especulación cambiaria inmediatamente.

El Presidente ha reconocido que le preocupa este problema cambiario. Sin embargo, cree que son movimientos especulativos no demasiado significativos que obedecen a las alternativas de la reestructuración de la deuda (infobae.com 27 4 2020). Desde nuestra perspectiva, más allá de su magnitud relativa, estos movimientos impiden la desdolarización de la economía y ponen en jaque a la política económica del gobierno. Crean un clima de inestabilidad creciente deteriorando la credibilidad oficial ante los acreedores extranjeros, alimentan la remarcación de precios, erosionan la protección otorgada a los sectores más vulnerables y bloquean los intentos de reactivar la economía. Así, a pesar de la existencia de precios máximos y tarifas y combustible controlados, el costo de la canasta básica alimentaria ha crecido en marzo un 3,4%. Las remarcaciones de precios ocurren en distintas instancias de las cadenas de valor de los alimentos, y las demandas de aumentos inmediatos de precios para “compensar los aumentos de costos del mes de abril” proliferan entre las organizaciones empresarias del sector. A esto se suman los reclamos de diversas entidades agropecuarias por la brecha cambiaria entre los precios de lo que producen y sus insumos importados (infobae.com 21 4 2020). Hoy el Ministerio de Desarrollo social enfrenta enormes dificultades para comprar alimentos con precios máximos (ámbito.com 1 5 2020). Esta situación pone en riesgo a su capacidad de alimentar a los más vulnerables y puede detonar una crisis social más profunda.


La poca colaboración de los bancos privados y la resistencia abierta de todos los sectores económicos más poderosos a la posibilidad de contribuir a la emergencia económica con un impuesto único a la riqueza, han dado mayor centralidad a este debate que el país necesita desde hace tanto tiempo. El miedo a destapar las causas de la enorme disparidad de ingresos, la evasión de impuestos y la fuga de capitales ha desatado una campaña destinada a bloquear las medidas que el gobierno toma, cualquiera sea el ámbito de las mismas. Esta campaña articulada en torno a la sistemática dispersión de fake news ha llegado a su máxima expresión en los dichos de una senadora provincial macrista acusando a la coronavirus de ser una “excusa para cerrar la economía… hacer que se fundan las empresas y estatizarlas”. En estos delirios, los presos son militantes K, que una vez liberados “son futuras patrullas que amenazan a jueces y que los largan para tomar tu capital. Te van amenazando, no es joda!” (ámbito.com 28 4 2020).

Lo que no es joda son precisamente estos delirios. Ponen en evidencia la pobreza intelectual y moral de la dirigente en cuestión y expresan la esencia de la campaña del miedo y del odio desatada desde tiempo atrás por Macri y su núcleo mas íntimo, esa “campaña vietnamita… la pelea cuerpo a cuerpo” donde “cambiar el chip, cambiar la cabeza es la clave” (Marcos Peña, lpo.com 12 04 2020) El mensaje de la senadora resume los principios que guiaron a la propaganda nazi en Alemania: machacar al infinito un relato mentiroso que rasguña miedos ancestrales.

La pobreza intelectual y moral no se superan, pero los relatos mentirosos se desenmascaran transparentando la vigencia de los destrozos que el macrismo ha provocado en todos los ámbitos, incluidas las cárceles. Esto no significa contribuir a la grieta. Implica aclarar quién es quién y hacia dónde nos dirigimos con las políticas que se adoptan.


Teoría y práctica divorciadas … los fanáticos a ambos lados de la grieta


El coronavirus mostró con claridad hasta dónde ha llegado en algunos casos el divorcio entre la teoría y la práctica de la democracia. Además, expresó dos tendencias problemáticas: la de los fanáticos del Estado que terminan defendiendo cualquier forma de control y la de los detractores del Estado que desprecian cualquier política. El autoritarismo es peligroso. Ser libertario en una pandemia es ridículo.

Un viejo adagio dice que las crisis no hacen a una persona, pero revelan de qué está hecha. Lo mismo se aplica a los sistemas políticos: durante los tiempos de crisis, sus fortalezas y debilidades básicas quedan al desnudo. Cuando comenzó la crisis del coronavirus, hubo mucha discusión sobre si sacaba a la luz debilidades subyacentes del autoritarismo chino.


Fallas en los flujos ascendentes y descendentes de información obstaculizaron en China una comprensión temprana de la naturaleza y la profundidad de la crisis. Los funcionarios locales de Wuhan priorizaron mantener el favor de las elites del Partido antes que proteger la salud y el bienestar de sus ciudadanos, lo que contribuyó a encubrimientos que condujeron a que la catástrofe «se precipitase hacia el exterior». La naturaleza burocrática del régimen de Beijing y su dependencia de la «legitimidad por el desempeño» –a cambio de la cesión de su libertad, se le promete a la ciudadanía un gobierno eficaz– crearon incentivos para que aquel suprimiera, en lugar de discutir abiertamente, las malas noticias y los arduos desafíos.

El hecho de que una toma de decisiones fallida y peleas intraelite similares convirtieran a Irán en el siguiente epicentro de la pandemia reforzó el argumento de la debilidad del autoritarismo de cara a la crisis. Pero mientras se extendía la pandemia, se develaba mucho más que las flaquezas de los regímenes autoritarios.

En teoría, las características inherentes a la democracia –libertad de prensa y de flujos de información, políticos, partidos y gobiernos que deben dar respuesta a la ciudadanía y en los que esta confía, funcionarios y burócratas designados sobre la base del mérito antes que por conexiones– deberían resultar ventajas a la hora de lidiar con las crisis. Pero el coronavirus mostró con claridad hasta dónde ha llegado en algunos casos el divorcio entre la teoría y la práctica de la democracia.

Caminos divergentes

A lo largo de los últimos años, los países democráticos siguieron caminos ampliamente divergentes. En algunos de ellos, la democracia se mantuvo resiliente. Esos países han sido capaces de explotar las fortalezas inherentes a la democracia al momento de responder a las crisis. En otros, las normas e instituciones democráticas se han degradado a punto tal que no queda evidencia alguna de esas fortalezas que tiene, en teoría, la democracia.

Por ejemplo, en la primera categoría se encuentran los países nórdicos. Los expecialistas califican en forma sistemática sus democracias como fuertes, mientras que los niveles de satisfacción con la democracia y confianza social de los ciudadanos permanecen muy altos. Estas características se reflejan con claridad en las respuestas a la crisis de los gobiernos y las sociedades de la región.

En Dinamarca, el gobierno socialdemócrata de minoría negoció rápidamente un paquete de medidas para paliar la crisis con los sindicatos, las organizaciones de empleadores y los demás partidos políticos, que combinó un «cierre nacional» para limitar la expansión del virus con medidas radicales para proteger a la ciudadanía y las empresas de los peores efectos de la caída económica que inevitablemente lo acompaña. Entre las medidas se encuentran la promesa de cubrir al menos 75% de los salarios de los empleados en aquellas empresas que de otro modo los despedirían, además de préstamos, postergación de impuestos y otros tipos de asistencia para las firmas que mantengan su nómina de empleados.

El objetivo de esas políticas es facilitar el impulso a la economía cuando en algunos meses, con suerte, la crisis haya sido superada, evitando quiebras y haciendo más viable que los negocios reinicien sus actividades, ya que no deberían invertir esfuerzos en volver a contratar personal. Cuando se anunció el alcance y el costo sin precedentes del paquete de crisis danés, el ministro de Finanzas afirmó «que no había techo» en lo que el Estado haría para proteger el país. No se cuestionó que fuera la tarea del Estado proteger a la sociedad y la economía danesas.

Responsabilidad social

Suecia, entretanto, respondió inicialmente a la crisis con un cierre menos severo, confiando más bien en el sentido de solidaridad y responsabilidad social de la ciudadanía para cumplir con la restricciones al comportamiento. El primer ministro, Stefan Löfven, ofreció un discurso a la nación sin precedentes, en el que convocó a los suecos a «asumir la responsabilidad de sí mismos, de sus conciudadanos y de su país», a confiar en que las autoridades tomarían las medidas que fueran necesarias para protegerlos y a tener fe en la capacidad de su «vigorosa sociedad» para capear la crisis.

Llamamientos tales solo tienen sentido en un país donde los ciudadanos tienen un alto grado de confianza entre sí y en sus instituciones políticas. Para bien o para mal, los observadores han comentado sobre la relativa calma con que la ciudadanía y los políticos suecos han manejado la crisis hasta ahora.

En cuanto a las políticas, el gobierno sueco también fue rápido en anunciar medidas para ayudar a los ciudadanos y a las empresas durante la crisis, incluyendo cubrir los salarios de los trabajadores para evitar despidos, ofrecer préstamos y exenciones fiscales, entre otras. Como en Dinamarca, la capacidad del gobierno de minoría socialdemócrata para lograr la aprobación de esas políticas y en general su respuesta al desarrollo de la crisis se vieron facilitadas por la predisposición de los partidos de la oposición a cooperar en el Parlamento. En Suecia, al igual que en Dinamarca, la idea de que la tarea del Estado es proteger a la sociedad y la economía no genera controversias.

Decadencia significativa

En el extremo opuesto del espectro político en relación con los países nórdicos está Estados Unidos. Los especialistas concuerdan en que en los últimos años la democracia estadounidense ha experimentado una significativa decadencia, mientras que el nivel de satisfacción ciudadana con la democracia, así como la confianza mutua entre los ciudadanos y hacia las instituciones políticas han declinado enormemente. Las respuestas del gobierno de Estados Unidos a la crisis reflejan con claridad estas características.


Uno de los aspectos más llamativos de la respuesta inicial estadounidense fue la profunda divergencia entre las elites y la ciudadanía sobre ciertos hechos básicos. Al comienzo, muchos políticos republicanos y buena parte de los medios de derecha retrataban la crisis como un «engaño», y la «histeria» que generaba, como una conspiración de la izquierda para «desestabilizar el país y destruir» a Donald Trump. El presentador de un programa de horario central de la cadena Fox dijo a los televidentes que la inquietud por el coronavirus era «un intento más de iniciar juicio político al presidente».

Del mismo modo, los republicanos y otras elites de derecha desestimaron las advertencias de los expertos científicos acerca de la crisis, tildándolas de poco confiables e incluso considerándolas parte de un «complot del Estado profundo» para dañar al presidente. Al principio, Trump apoyó esencialmente estas opiniones al referirse a las advertencias de los expertos como un «engaño» pergeñado para debilitarlo.

Estas afirmaciones se filtraron hacia los ciudadanos y se reflejaron entre ellos. Los participantes en las encuestas que eran republicanos adoptaban una posición muy diferente de la de los simpatizantes demócratas y se mostraban significativamente menos inclinados a considerar el coronavirus una amenaza seria.

Esta divergencia inicial en las opiniones significó que el gobierno de Trump, así también como los demás políticos republicanos, enfrentaran menor presión para actuar con rapidez o firmeza. Aunque con el paso del tiempo los republicanos llegaron a tomar la situación con más seriedad, como sucedió en China y en otros lugares, la incapacidad del gobierno para responder con rapidez ha tenido consecuencias graves.

Desconfianza generalizada

Lo que también obstaculizó una respuesta rápida fue la desconfianza generalizada en el gobierno y, más ampliamente, en las instituciones políticas, en particular entre los republicanos. Es (tristemente) conocida la frase del ex-presidente Ronald Reagan según la cual las palabras más aterradoras del idioma inglés eran «soy parte del Estado y estoy aquí para ayudar». Como destacó un analista, «esta frase nunca falla a la hora de generar risa entre los republicanos. Si el Estado se quitase del medio, todos seríamos más libres y todo funcionaría mejor».

La desconfianza frente al Estado planteada por Reagan ha sido asumida con creciente entusiasmo por sus sucesores. Pero en particular en medio de una crisis, ese punto de vista parece patentemente ridículo. Como muchos han notado, es difícil ser libertario durante una pandemia.

Aun antes de que se iniciara la crisis, la desconfianza frente al «Estado grande» (big government) condujo al gobierno de Trump a debilitar la burocracia federal. Desde su elección en 2016, los presupuestos de muchas agencias gubernamentales se vieron reducidos y muchos puestos quedaron vacantes. En los casos en que se ocuparon, un test de lealtad reemplazó a la experiencia como criterio fundamental para la designación.

Pero no es solo la capacidad del Estado para responder a los desafíos lo que ha decaído. También es insuficiente la disposición de Trump y los republicanos a siquiera reconocer la necesidad de una acción gubernamental. Han utilizado la desconfianza frente al «Estado grande» –y más en general, el rechazo a la idea de que la principal tarea del Estado es proteger a la sociedad y la economía– como una excusa para rechazar las políticas que en otros países incluso los conservadores aceptan como necesarias.

Evitar la intervención

Apenas el viernes 28 de marzo, Trump decidió invocar su autoridad presidencial, de acuerdo con la Ley de Producción de Defensa, para obligar a las empresas privadas a fabricar productos necesarios para salvar vidas. Las empresas y los intereses conservadores habían presionado en contra de una acción como esa, dando prioridad a evitar la intervención directa del Estado por sobre las necesidades de la ciudadanía estadounidense.

El resultado son trabajadores de la salud que carecen de mascarillas y otro equipo protector básico y una grave escasez de materiales de testeo, respiradores y equipamiento necesario para enfrentar la catástrofe creciente. Hace poco en Nueva York, mi ciudad natal, una de las más ricas del mundo, se nos sorprendió con historias de personal de enfermería que en los hospitales se veía forzado a usar bolsas de residuos como protección.

En pocas palabras, lo que Estados Unidos pone en claro es que se han debilitado considerablemente muchas de las características de la democracia que deberían hacer que el país estuviera mejor equipado para lidiar con crisis. Sin ellas, el país más rico y más tecnológicamente avanzado del mundo tambalea. Y cuando se trata de hacer frente a grandes desafíos –y ni hablar en caso de una crisis–, ni una vibrante sociedad civil ni un sector privado dinámico pueden sustituir a un Estado que funciona bien y con gran capacidad de respuesta.
 

Hay que aislar al virus, no la subjetividad



En el marco de la crisis global desatada por el coronavirus, el presidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA) propone poner énfasis en la comunicación: "Frente a la sensación de catástrofe, debemos hacer un esfuerzo especial, quizá inédito, para elegir las palabras adecuadas".


El coronavirus es la primera pandemia de la historia de la humanidad que se está transmitiendo online, en vivo y en directo. Las pestes anteriores no tenían esa cualidad, esto es un asunto totalmente nuevo, de modo que requiere un abordaje diferente. Hay aspectos técnicos, infectológicos y epidemiológicos, que tienen sus preguntas y sus respuestas, y eso está relativamente claro. Como médico tengo la obligación de repetir que la fuente de información tiene que ser el Ministerio de Salud de la Nación y no otras, como las redes sociales, donde abundan las «fake news». Es en el ministerio y los canales oficiales donde hay que ir a buscar la información. Pero aparte de la técnica epidemiológica y sus medidas, hay un problema comunicacional.

Una población muy fragmentada, mal informada y pauperizada; medios de comunicación que en gran parte han reemplazado la ética editorial por la lógica comercial; e instituciones devaluadas que le fallaron a la gente durante mucho tiempo es una combinación complicada en una situación en la que se vuelve indispensable creer en las instituciones. Y en este punto es importante revisar el contrato social vigente en la Argentina.

El contrato social ha sido dañado tras años de defraudación a la población. Este contrato social devaluado hace que la palabra de la autoridad sanitaria nacional no sea necesariamente tan valorada como se necesita justo cuando, paradójicamente, la pandemia hace reflotar la importancia del Estado. El Estado surge en el rol del Instituto Malbrán, surge en el sistema público de hospitales, surge en la recuperación del concepto de Salud Pública, que es un concepto político que apunta a que lo que existe para unos, se pretende para todos.

Algunos medios de comunicación, sobre todo los que buscan vender, encuentran que el rating sube con determinadas acciones comunicativas: los títulos cargados, los adjetivos, las placas rojas. Frente a esta sensación de catástrofe inminente, cuando parece que la humanidad va a desaparecer o que nos estamos por caer por la catarata, como en una película, tenemos que aclarar que no es así. Este es un momento que reclama de los comunicadores, y también los de agentes de salud, hacer un esfuerzo especial, quizá inédito, para elegir las palabras más adecuadas. Tenemos que inventar metáforas nuevas. Cuarentena es una palabra vieja. Aislamiento social, que es un término técnico utilizado en infectología, es un sintagma muy poco feliz.

Las pestes siempre producen angustia y temor. Son contextos sociales en los cuales la discriminación se pone a la orden del día y estimulan las conductas individualistas y no solidarias. Desde la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA) proponemos pensar con mucho cuidado la técnica comunicacional. Y no solo la de los medios, también la del Estado. Pensar cómo comunicamos, cuál es el efecto que queremos lograr, cómo dejamos a ese receptor cuando le tiramos la información por la cabeza. Pensar si lo que estamos estimulando son conductas de cuidado o conductas persecutorias.

Para el perfeccionamiento de la eficacia de las medidas de control del virus es muy importante elegir las palabras para comunicar. Tenemos que aislar el virus, no aislar la subjetividad de las personas. Tenemos que pensar palabras nuevas, metáforas nuevas, expresiones nuevas. Sin mentir, claro, porque el asunto no es maquillar, pero sí tener en cuenta que las palabras crean realidades.

En este contexto de angustia sería muy útil que se comunicara que esto que estamos viviendo va a pasar. Que no vino para quedarse para siempre, que va a tener un pico y luego va a pasar. Si comunicáramos que las medidas de cuidado son por amor al otro, no por temor al otro. Que lavarse las manos no es para cuidarme de vos, sino para cuidarte a vos. La calidad de la comunicación es fundamental, no solo para no generar caos, sino para propiciar conductas más efectivas para cuidarse y para cuidar a los demás.

Cuestión de Ganancia y rentabilidad. 

La mercantilización de la salud y demás aspectos regidos por la maximización de la ganancia atenta contra la vida y el planeta. Quizás sea un tiempo de replantearse cómo vivir, producir y vincularse con la naturaleza. En la cuarentena, el funcionamiento de la sociedad lo sostienen sectores de trabajadores.


La coyuntura de crisis que padece el planeta no se manifiesta tan solo en lo económico o en lo ambiental. Muchas de las categorías de percepción del mundo que tenemos incorporadas de nuestro proceso de socialización parecieran tornarse obsoletas para comprender el tiempo histórico que estamos viviendo. 

El sistema de relaciones sociales en el que estamos inmersos, concibe a la sociedad desde el individuo aislado, y a la libertad en términos individuales. Ello entra en contradicción con los mecanismos de regulación de las prácticas que se han impuesto desde los Estados a raíz de la pandemia. 

Existe la idea acerca de un estado de naturaleza del individuo aislado como originariamente egoísta. En la filosofía política moderna ese va a ser el fundamento teórico del surgimiento del Estado moderno ya que en el estado de naturaleza rige la ley del más fuerte, lo que llevaría a un conflicto permanente entre todos los individuos en la lucha por la supervivencia. El surgimiento de estas teorías históricamente es el reflejo del proceso de consolidación del capitalismo.  

Una de las máximas del orden social vigente establece que cada uno buscando su propio beneficio contribuye a maximizar el beneficio social. El otro se presenta como un obstáculo, un límite a mi libertad personal. Aquí es central la idea del ascenso individual, de la meritocracia, como una ficción creencia, amplificada con relatos de héroes individuales como fundamento del consenso. Consenso que se torna hegemónico al difundirse desde la temprana infancia por instituciones fundamentales como la familia, la escuela y los medios de comunicación. Son construcciones sociales adecuadas a un contexto histórico. Su uso popular tiene que ver con que son orgánicas y funcionales a este orden social. 

En este marco es un hecho que los Estados Nación se resignifican frente a la anarquía del mercado. A la vez que las instituciones supranacionales -como la Organización de Naciones Unidas (ONU), Organización Mundial del Comercio (OMC), Organización Mundial de la Salud (OMS), Unión Europea (UE), entre otras- se han visto ineficaces para promover acciones coordinadas. 

Se observa la presión del poder económico, los grandes grupos que pugnan por la apertura de la cuarentena, hecho que entra en contradicción con la preservación de la vida de la población. En la parálisis económica no se puede reproducir el ciclo de acumulación. A su vez, la mercantilización de la salud y de todos los aspectos de la vida regidos por la lógica de la maximización de la ganancia atentan contra la vida y el planeta. Quizás este es un tiempo de replantearse el modo de vivir, de producir y de vincularnos con la naturaleza.   

En una era en la que estamos sobreinformados y sobreentretenidos, ¿dónde puede encontrarse un lugar para el pensamiento crítico y una actitud creadora transformadora? La subjetividad construida en el consumismo sin sentido automático es una barrera para transformar prácticas sociales. Desde este contexto, ¿puede la situación que estamos viviendo despertar cambios en las conciencias que lleven a transformaciones en el modo de vida o terminará profundizando lo mismo? 

Los procesos de cambio histórico no están prestablecidos. En las relaciones sociales no hay ninguna cuestión inmutable, la vida en sociedad es movimiento y es conflicto. Sin embargo la lentitud de los cambios tiene que ver con que las estructuras objetivas tienden a coincidir con las estructuras mentales de pensamiento, formas de ver el mundo. Pierre Bourdieu lo denomina con el concepto de Habitus, similar al concepto de sentido común de Antonio Gramsci como “formas de pensar que devienen actividad práctica”. Es el cemento del orden social. 

El desarrollo de las fuerzas productivas que puede observarse en la aplicación de tecnologías al proceso de trabajo, la tendencia a la robotización, no parece encontrar o canalizar en este marco de relaciones sociales mejores condiciones de trabajo y libertad para una gran mayoría, sino que por el contrario, vemos cada vez más individuos precarizados. La figura del emprendedor empresario de sí mismo oculta las relaciones de explotación, a la vez que dinamita los lazos de solidaridad entre pares. Puede verse al respecto una excelente crónica de esta situación en la era actual en el film Sorry We Missed You (Ken Loach, 2019). 

Hoy en día los que están sosteniendo el funcionamiento diario de la sociedad en medio de la pandemia son los trabajadores: personal de la salud, trabajadores de los servicios públicos esenciales, docentes, comerciantes, repartidores por nombrar algunos. Sin embargo, las medidas económicas no reflejan ello. Pareciera ser que los intereses de las grandes corporaciones tienen mayor peso en la definición de las prioridades. 

Qué sentido de libertad existe si cada vez hay mayor precarización de las vidas de una gran mayoría, mientras que el gran poder financiero tiene plena libertad de movimiento sin reconocer las fronteras. Qué tipo de subjetividad y de libertad son para el asalariado promedio la de disponer la mayoría de su tiempo a trabajar para consumir y entretenerse sin despertar la curiosidad, la serenidad, el conocimiento o nuevas formas de percepción. La época que nos toca vivir puede servir para reflexionar sobre situaciones naturalizadas.


La deuda de la vergüenza ...


El observatorio de Políticas Públicas de la UNDAV, nos vuelve a compartir un trabajo con datos e información de calidad respecto al problema recurrente del endeudamiento externo en dólares, que favorece especuladores, bancos y financistas, y jamás aporta al desarrollo de nuestra gente y de infraestructura, Tecnología o bases de desarrollo para el trabajo Nacional y la generación de riquezas que beneficie al conjunto de nuestra población.

La administración anterior utilizó de manera primordial el mecanismo del endeudamiento externo para la financiación de las necesidades de la balanza de pagos. Durante 2016 y 2017 los mercados de crédito voluntarios, es decir, el sector privado, prestaron más de 100 mil millones de dólares que ingresaron al
país vía endeudamiento público.

A principios del 2018 se cerró el grifo, ya que se evidenció que el nivel de endeudamiento externo entraba en parámetros de insostenibilidad. Es así que en abril del 2018 se volvió a recurrir al FMI. Se dio así el préstamo más grande que haya hecho el Fondo alguna vez, siendo hoy la Argentina la acaparadora del 60% de los préstamos de su cartera. En total, desembolsó 44 mil millones de dólares (quedando 11 mil millones restantes suspendidos) en el marco de un acuerdo Stand-By.

Tal fue la magnitud del endeudamiento externo, que el peso de la deuda pública bruta total sobre el producto bruto interno pasó de representar el 52,56% en 2015 a casi el 90% en 2019.

A raíz de lo anterior, la composición de la deuda cambió en estos cinco años. La deuda con el sector público pasó de representar el 57,2% del total en 2015 al 37% en 2019, mientras que la deuda
con organismos bilaterales y multilaterales (entre ellos el FMI) pasó del 12% al 23,4% y la deuda con los sectores privados (entre ellos los grandes fondos que acaparan la mayoría de la deuda privada) pasó de 30,7% a 38,7% en este último año.

Según el informe de la Secretaria de Finanzas, a marzo del 2020 el 44% de la deuda total se encuentra protegida por legislación extranjera. Además, la deuda del gobierno en moneda extranjera representó en 2019 el 69% de PIB, mientras que en 2015 representaba el 35%.

El gobierno nacional actual, en su propuesta de reestructuración de la deuda externa en ley extranjera del 16 de abril, plantea reestructurar 21 bonos de Títulos Públicos, de los cuales 17 fueron emitidos por la administración anterior entre 2016 y 2017, mientras que los 4 restantes son parte de la reestructuración de la deuda externa del 2005. El stock total a renegociar es de 66.238 millones de dólares, de los cuales 41.548 millones corresponden a los bonos emitidos por la administración
anterior.

La propuesta presentada, plantea una quita del 62% sobre los intereses y 5,4% sobre el capital, además de un periodo de gracia de 3 años, con lo cual a partir de 2023 se iniciaría el pago de intereses. Esto equivale a un recorte de 37.900 millones de dólares en intereses y 3.600 millones en capital, mientras se propone alargar los plazos de pagos a través de los nuevos bonos que ofrece el gobierno. Los primeros nuevos bonos para canjear con los acreedores vencen en 2030, tanto para dólares como para euros, luego se ofrecen a 2036, 2039, 2043 y 2047, siendo en total 10 bonos, 5 para deuda en dólares y 5 para deuda en euros.

El horizonte actual de vencimientos de los bonos a canjear, entre 2020 y 2030, implica 73.400 millones de dólares, mientras que, en el corto plazo, hasta 2023, el horizonte de vencimiento es de 27.500 millones de dólares. En los próximos cuatro años (que abarcan la gestión actual), y solo de los bonos a reestructurar, habría que destinar el 7,6% del PIB actual para continuar con el cronograma de pagos sin alteraciones.

Por el contrario, en el hipotético escenario de aceptación del 100% de la propuesta (y una exit yield de 10%), se proyecta que recién en el último año de gobierno se destinarían 334 millones de dólares en intereses (0,1% del PIB), mientras que si sumamos un periodo de gobierno más (hasta 2027), se destinarían al pago de intereses y amortizaciones 11.111 millones de dólares, representando 3,1% del PIB actual. Por otra parte, si agregamosel periodo de mediano plazo de 10 años, hasta 2030, con la
propuesta de reestructuración se pasaría de tener que pagar 73.400 millones a 29.929 millones de dólares (el 40%).

La primera reacción del mercado fue positiva en algunos bonos, mientras que otros cayeron, producto del constante lobby de los bonistas para instalar que no hay arreglo posible por una “mala oferta del gobierno”. En promedio, la variación de los principales bonos durante los 14 días posteriores a la presentación de la propuesta de reestructuración fue de una caída del 1,4%. El DICA (Bono Discount) incrementó su valor 3,3% mientras que el AY24 creció 5,2%. Por parte de los que reaccionaron mal, el bono a cienaños (AC17) cayó 6,5%, mientras que el DICY se contrajo 4,6%.

El equipo económico actual tiene la firme convicción de no abdicar ante el pedido de los acreedores de llevar adelante un brutal ajuste en el gasto público que implique un padecimiento para la sociedad argentina. Se suma a esto el apoyo del FMI, declarando insostenible a la deuda externa actual y
promoviendo quitas cuantiosas con los privados, y más recientemente de la ONU, a través de un informe de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), donde se subrayó que la propuesta argentina busca una sostenibilidad de la deuda en su relación con el Producto Bruto Interno, “con una estrategia a largo plazo de poner a la economía en un camino virtuoso que priorice la producción interna y la inclusión social".



Curas Villeros 

El Equipo de Curas de Villas y Barrios Populares de Capital y Provincia, conocidos habitualmente como “Curas villeros”, dio a conocer un comunicado en el que afirman que “la covid-19 está pegando fuerte en nuestros barrios”, advierten que va “creciendo mucho el contagio en los barrios vulnerables” y piden que la comunicación y las políticas de gobierno hagan “foco en los barrios populares” porque “la pandemia hace que se visibilicen problemas estructurales de nuestros barrios”.

Agregan los curas que “la realidad se nos vino encima” y que “hay temas en los que no podemos seguir esperando su solución”, porque “hay lugares con serios problemas de falta de agua, como la Villa 31”.

Al demostrar su preocupación por el aumento del contagio en medios pobres, los religiosos dicen también que “esperamos que (frente al hecho) no resurjan actitudes discriminatorias”.

El documento plantea en general un preocupante diagnóstico de la situación en los barrios populares y villas de emergencia frente al avance de la pandemia.

En alusión a los “caceroleos” de protesta que se escucharon en los últimos días, los sacerdotes refieren a la “solidaridad natural” de los vecinos de barrios populares, afirmando que “nos hace bien ver cacerolas que con amor alimentan y dan esperanza y no cacerolazos que dividen e infunden miedo al otro”.

Agregan que “las cacerolas de los pobres, como todo lo que surge de ellos, son para cuidar y sostener la vida” dado que “los pobres nos enseñan que los tiempos difíciles son para unir y no para que nos sigamos dividiendo”.

Los curas, encabezados por el obispo auxiliar de Buenos Aires, Gustavo Carrara, realizaron un acto en el Villa 31 de Retiro, para recordar el “46° aniversario del asesinato y martirio de nuestro querido Padre Carlos Mugica”, “renovar y actualizar nuestro compromiso con los vecinos y vecinas” y dar cuenta de los problemas que enfrentan los habitantes de los barrios populares frente al avance la covid-19.

Del acto, además del obispo, participaron los sacerdotes Agustín López Solari, Nicolás Angelotti, Guillermo Torre, Adrián Bennardis, Gastón Colombres, Franco Punturo, Pedro Baya Casal, Lorenzo de Vedia, José María Di Paola y Basilicio Britez, junto a un grupo de fieles y vecinos de la Villa 31.

En el documento que lleva la firma de más de treinta curas, también se expresa preocupación por “la situación del hacinamiento y abandono en las cárceles, las limitaciones del sistema de salud, la asistencia alimentaria sostenida y muchas necesidades concretas que surgen por la pérdida de las changas y trabajos informales de muchos de nuestros vecinos”, sin dejar de lado la “preocupante realidad de despidos arbitrarios”.

Y anticipándose los religiosos dicen también que “se vienen momentos muy duros en lo social” , por lo que “es urgente que se favorezca el acceso a los subsidios habitacionales”.

Advierten que “cada vez más gente se queda sin dinero para pagar el alquiler” y que “en la línea del I.F.E es necesario que se aumenten determinados beneficios sociales en cuanto al acceso a la compra de alimentos y medicamentos”.

Reconociendo que hoy hay más presencia del Estado que en el momento que Carlos Mugica, hace 50 años, organizó la “pastoral villera”, dicen no obstante que dicha presencia “es insuficiente todavía” y por eso “seguimos necesitando una presencia inteligente del Estado”.

Subrayan, sin embargo, que los pobres, “ellos y ellas, aceptan la buena decisión del Gobierno Nacional de hacer cuarentena y valoran las decisiones en favor de los que más sufren las consecuencias que van apareciendo”.

En otro párrafo de la declaración se retoman palabras del papa Francisco quien, con motivo de la pandemia y en una carta enviada a los movimientos y organizaciones populares, sostuvo que “tal vez sea (ahora) tiempo de pensar en un salario universal… para que ningún trabajador se quede sin derechos”.

Solicitan además los sacerdotes “que el Estado actualice su presencia en los barrios vulnerables de acuerdo a las diferentes cuestiones y las dificultades que se presentan, la seguridad, la salud, la educación y las limitaciones de conectividad en estos lugares” y advierten que “muchos chicos no pueden hacer la tarea de la escuela, a pesar del esfuerzo de los docentes”.

Al mismo tiempo ponen de manifiesto la preocupación por la realidad de los adultos mayores y de los que tienen determinados problemas de salud, dada “la insuficiente capacidad de espacios de aislamiento”.

Agregan los curas que siguiendo las enseñanzas de Carlos Mugica comprenden que deben estar “ahora más que nunca junto al pueblo” y aseguran que “seguimos aprendiendo de nuestra gente sencilla, tan acostumbrada a tener que adaptarse siempre a nuevas y difíciles situaciones”.

Por eso, dicen, “estos son tiempos de hablar con hechos” motivo por el cual “ausentarnos de los barrios populares sería colaborar para que crezca la injusticia existente”.

Y argumentan que “en nuestros barrios no cerramos las Capillas y todas las actividades habituales se reconfiguran en función de lo que vamos viendo que necesita la comunidad”.

La pandemia que trajeron en avión, mata en los barrios humildes ...

La tasa de contagio de coronavirus en los barrios populares de la Ciudad se disparó, tal como venían alertando las organizaciones sociales que hacen pie en estos territorios vulnerables. Si hasta el 30 de abril los datos oficiales registraban entre la población más emprobrecida del distrito más rico del país 124 casos, ahora, en tan solo cuatro días, esa cifra se duplicó. De acuerdo a los últimos números que dio el gobierno porteño, se registraron 249 casos de covid-19 y ya son seis las personas fallecidas en las villas. Las más afectadas son la villa 31 de Retiro, con 151 casos, en un asentamiento donde una gran mayoría de vecinos están sin agua desde hace diez días, y la villa 1-11-14 del Bajo Flores, con otros 71 contagiados. Ante esta situación y como venían reclamando los vecinos y las organizaciones populares que sostienen a los barrios, este martes comenzó un operativo conjunto entre Nación y Ciudad para detectar puerta a puerta el coronavirus en la 31.



La preocupación por el aumento de la curva de contagios se confirmó con los datos oficiales que publicó el Ministerio de Salud porteño y la puesta en marcha del operativo conjunto Detectar (Dispositivo Estratégico de Testeo para Coronavirus en Terreno de Argentina) en la villa 31 de Retiro.

De acuerdo a los datos publicados por el gobierno porteño, además de los mencionados de la 31 y la 1-11-14, los casos de contagio de covid-19 en los barrios populares se distribuyen de la siguiente forma: “tres en el Barrio Ramón Carrillo; tres en Barrio 21-24; dos en Ciudad Oculta; dos en Barrio 20; uno en Barrio Fátima; uno en Rodrigo Bueno; uno en Piletones; otro en el Barrio Mitre y trece de vecinos que viven en barrios vulnerables pero eligen no dar a conocer su paradero”. Al mismo tiempo, informaron que el equipo de epidemiología de la cartera sanitaria trabaja con 75 casos sospechosos de haber contraído el virus por contactos estrechos con los casos positivos.

Por su parte, el ministro de Salud de la Ciudad, Fernan Quirós, aseguró que en los barrios vulnerables la letalidad por coronavirus es de 2,4 por ciento. "Hay que poner toda la potencia del Estado en las villas", dijo el funcionario al brindar información sobre la evolución de la pandemia en el territorio porteño, que registró hasta ahora 1811 casos positivos y 101 fallecidos.

En cuanto a las medidas, sostuvo que "la estrategia que más funciona es diagnosticar rápidamente a los enfermos y golpear puerta por puerta para hablar con las personas y comunicarles los síntomas para que los adviertan, y cuando se identifica un caso, ver los convivientes, los contactos estrechos para aislarlos”, que es lo se busca hacer a través del operativo Detectar.

En la misma línea, desde el Ministerio de Desarrollo Humano y Habitat porteño informaron que pusieron en marcha cuatro líneas de acción para mitigar la expansión del virus en las villas: una campaña de concientización (a través de folletos, redes sociales y grupos de Whatsapp a cargo de los referentes barriales, sms, radios comunitarias, recorridas territoriales con megáfonos por las calles internas de los barrios, entre otras); un refuerzo de las raciones alimentarias para comedores, merenderos y centros de primera infancia; operativos de limpieza y asistencia a adultos mayores.

Las voces desde la villa



Sin embargo, aunque las medidas y el hecho de que se transparenten los números de casos en las villas fueron celebradas por la mayoría de las organizaciones sociales que trabajan en los barrios consultadas por este diario, remarcaron que lo que quedó en evidencia “es que el gobierno porteño demoró y burocratizó la asistencia en los barrios".

Esto llega casi un mes después de que se registró la primera muerte por coronvirus en la villa 1-11-14. Después de dos semanas del primer caso acá en la 31, y tres días después de la primera muerte en el barrio, que fue el de la mamá de la primera contagiada, y tras numerosos reclamos que hicimos ante la Secretaría de Integración Social y Urbana”, advirtió Héctor Huanco, del Comité de Crisis de la 31, integrado por representantes de diversas organizaciones sociales del barrio.

Hubo falta de Estado a pesar de los reclamos. Nos preocupa. Recién este lunes el Comité de Crisis se pudo reunir con los funcionarios, y quedó claro en ese encuentro que había muchas demandas atrasadas. Es falso que vienen trabajando con nosotros y el barrio desde el primer momento. Venimos reclamando por los problemas de agua que hay en el barrio desde el verano, y ahora hace diez días que falta agua, cuando es esencial en medio de la pandemia para mantener la higiene. Mientras llevaban a muchas personas a hoteles para hacer la cuarentena, acá nos dejaron a la deriva, pese a que está claro que no se puede mantener el aislamiento con el nivel de hacinamiento que tienen las familias en el barrio. Hasta ahora, con los que tuvieron contacto estrecho con gente contagiada no hicieron nada”, advirtió.

De todos modos, el representante barrial dijo que “celebramos el operativo y estamos comprometidos para controlar que no se expanda el contagio. De hecho, nos repartieron planillas a los referentes y las organizaciones para que aportemos los datos de personas que tengan síntomas para que las testeen”, agregó, al mismo tiempo que remarcó que “lo deberían haber hecho antes”.

Reunión con funcionarios


En la reunión que mencionó Huanco estuvieron representantes del Comité de Crisis con autoridades del gobierno de la Ciudad y de la Nación. Se encontraban la secretaria nacional de Acceso a la Salud, Carla Vizzotti; el asesor de la Presidencia Alejandro Grimson, y el subsecretario de Atención Primaria Ambulatoria de la Ciudad, Gabriel Battistella, entre otros funcionarios.

En el encuentro, donde les informaron del operativo conjunto para testear a personas que hayan tenido contacto estrecho con casos de coronavirus, el Comité dejó planteados cuatro reclamos básicos, que son los mismos que vienen sosteniendo desde que comenzó la pandemia en algunos casos (alimentos y artículos de limpieza), y otros, como el agua, más necesaria que nunca, que arrastran desde hace mucho tiempo y que dejan a la vista los grandes problemas que tienen los procesos de urbanización de las villas porteñas, donde falta agua y sobra hacinamiento.

En primer lugar, reclamaron la conexión de agua potable para poder cumplir con las medidas básicas de higiene y prevención; solicitaron la posibilidad de realizar el aislamiento preventivo en hoteles u otros lugares para contactos estrechos; asistencia a todos y cada uno de los comedores del barrio con alimentos, elementos de limpieza, higiene y bioseguridad y la desinfección, limpieza y descacharreo de todo el barrio porque, además del coronavirus, hay numerosos casos de dengue.

Desde la organización villera La Poderosa, que venía alertando sobre la falta de reacción del gobierno porteño, remarcaron que el aumento de casos "era previsible por el hacinamiento que hay y la fata de recursos. Nada de esto es nuevo pero la pandemia potencia todo", advirtieron. "Falta agua y lo están supliendo con camiones cisterna que no alcanzan a cubrir las necesidades del barrio, y donde no falta agua, falta luz. En el barrio San Martín de la 31, cuando se habían detectado varios casos, estuvieron tres días sin luz, lo que complica cualquier medida de prevención y aislamiento", ejemplificaron, y remarcaron que hubo "desidia, en el caso de Alba, la primer mujer que se contagió en el barrio y estuvo intenrada, tenía a su padre de 85 y su madre de 84 en la casa, muy achacados, y el gobierno porteño, por más que dijeron que se pusieron en contacto con la familia para darles soporte, no lo hicieron. Nos pidieron a nosotros los datos varios días después, y no sabemos qué hubiera cambiado pero tardaron en asistirlos y la mamá de Alba está muerta".

En tanto, el diputado nacional por el Frente de Todos Itai Hagman dijo a este diario que "lo que están viviendo en las villas porteñas es un reflejo de la gestión del PRO en la Ciudad, que a pesar de ser la más rica del país cada vez es más excluyente. Gracias a la organización de los vecinos y el comité de crisis se consiguió un operativo coordinado entre la nación y la ciudad con la intervención del Ministerio de Salud nacional y de AYSA, para avanzar en las obras de conexión intradomiciliaria. Esperemos que esto mejore urgentemente la situación de los vecinos y que siente un precedente para trabajar en el futuro con una perspectiva que ponga a los derechos humanos y la participación vecinal como prioridad".

En este sentido, la presidenta de Agua y Saneamientos Argentinos (AySA), Malena Galmarini, se reunió con el equipo de obras públicas del gobierno de Horacio Rodríguez Larreta para colaborar en una solución a la situación de los vecinos del Barrio 31. En tanto los funcionarios locales se comprometieron a comenzar este miércoles las obras pendientes para brindar agua potable al barrio.

A la búsqueda de casos


En medio de las críticas y los apoyos todavía tibios por la inercia estatal porteña, a media mañana, en la 31 se largó el operativo en el que personal sanitario recorrió casa por casa para detectar nuevos casos de contagio. "La idea es encontrar personas con síntomas referidos al Covid y trasladarlos" a un centro móvil instalado en el barrio "donde se le hace el hisopado", explicó Gabriel Battistella, encargado del operativo Detectar.


Según detalló, pasado el mediodía, se les había realizado el test de PCR a 24 personas, provenientes de los más de 120 hogares en los que se había efectuado entrevistas, que fueron trasladadas en micros a una Unidad de Aislamiento Transitorio (UTA), que integran las Unidades Febriles de Urgencia (UFU), para esperar los resultados.

De acuerdo al funcionario, si el test da negativo la persona puede regresar a su hogar, y “si da positivo se lo traslada a los hoteles dispuestos por la Ciudad" para que transite allí la enfermedad”. En aquellos casos en que el paciente presente alguna complicación, se lo trasladará a un centro de salud.

Además, explicó que "una vez que se detecta un caso positivo, se hace una investigación de todas las personas que tuvieron en contacto con la misma y se activa el protocolo con contactos estrechos para ver si esas personas manifiestan sintomatología", con un seguimiento que, entre otras cosas, establece "dos llamados por día".

Entre la deuda y la vida quienes acomodados a una media mezquina y tuerta que mira desviado con un ojo deseante para arriba y el otro culpable del despojo y la indignidad a la que es sometido mucho “otro” llamado pobre … y que crea la ilusión del “mérito” propio <Yo me lo gané”, “Es mi esfuerzo” “Son pobres porque son vagos o no quieren trabajar”>, como sucede casi siempre, el virus que trajeron aquello que viajan en aviones … matan a los que viven en la villa.
Tal vez los muertos nos devuelvan la conciencia que bajo el mismo cielo estamos todos y tarde o temprano a todos la vida se nos termina … y comencemos a entender que la cooperación vale mas que el dinero y la solidaridad que la avaricia. Solo entonces podremos llamarnos verdaderamente humanos.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack


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