Jueves 21 de mayo de 2020

El conocimiento y los discursos

Notas para pensar en y con las incertidumbres
Escribe Diana Milstein
Docente, Magister y Doctora en Antropología Social. Ha publicado libros como “La escuela en el cuerpo”, “Higiene, autoridad y escuela. Madres, maestras y médicos”, entre otros.



Las situaciones de crisis imprimen una abrupta e inesperada discontinuidad en el flujo de la cotidianeidad. A partir del momento que aceptamos estar expuestos a una nueva enfermedad pandémica y asumimos el aislamiento como modo circunstancial de vida, sobrevienen movimientos rápidos de desestructuración y acciones orientadas a la recomposición del vivir cotidiano. Percibimos desorganización, movilidad y alteraciones en varias dimensiones de la vida social, grupal e individual, y una tensión que nos acompaña en el día a día, generada por esta singular incertidumbre.

Sabemos que existe un virus de rápida propagación frente al cual aún –y no sabemos por cuanto tiempo– no hay respuestas totalmente adecuadas. No es fácil en estas circunstancias conectarnos con lo que sabemos y conocemos porque, por momentos, parece que no sirve y sentimos confusión, vacío de experiencia. No encontramos donde afirmarnos. “El eje de nuestra vida cotidiana está de algún modo estallado y teniendo que tomar rápidamente otro diseño y otro ritmo” (Quiroga, 2020). Las medidas de aislamiento, aunque las compartamos como formas necesarias de prevención del contagio, obstaculizan todo el tejido de actividad social.

Parece que estamos viviendo en suspenso. Sin embargo, el paso del tiempo no se detiene. El aislamiento opera como un marco muy general en el que los grupos y los individuos tenemos que resolver el día a día, pero con una inseguridad constitutiva propia y novedosa de este período, así como, con las condiciones materiales y simbólicas existentes al momento en que comenzó el período de aislamiento y el peligro de enfermarnos y morir por COVID19.

Por eso, nuestra inquietud aquí se dirige a cómo pensar en y con esta incertidumbre que perturba y desacomoda. Reconocer cuáles son las zonas de producción de conocimiento que deberíamos ponderar. Explorar aquellas que motorizan la posibilidad de entender lo nuevo y desconocido. Aquellas que nos estimulan a repensar lo aprendido, desnaturalizando certidumbres que esconden/disimulan/disfrazan/velan el conocimiento situado, cuya fuente son las experiencias específicas.

Y, como parte de esta misma inquietud, cómo hacer para no ser arrastrados por textos y discursos que no se detienen en lo desconocido de este aquí y ahora, como si nuestro presente no contuviera nada demasiado nuevo e importante para explorar. Artículos que etiquetan sumariamente la realidad actual con algunos conceptos –seriamente utilizados en la investigación social–, trivializados y utilizados como trampolín para saltar y esquivar la difícil tarea de lidiar con lo incierto de la compleja y desconocida realidad.

Estos textos (compilados en libros como “Sopa de Wuhan” y “La Fiebre”, publicados en sitios como rebelion.org, por mencionar algunos de los que más circulan en nuestra región) son escritos por autores provenientes de distintas ciencias sociales y humanas, en muchos casos consagrados y conocidos. Pero no plantean preguntas ni problemas desde perspectivas antropológicas, sociológicas, históricas, etc. No interrogan lo desconocido. Por el contrario, caracterizan y postulan el presente e hipotetizan, y hasta aseguran, cómo será el mundo después de terminado (¿cuándo? ¿dónde? ¿cómo?) el período de la pandemia. Con una supuesta autoridad “académica” derivada de su mayor o menor popularidad mass-mediática, desprestigian la incertidumbre mediante contundentes definiciones del “presente” y del “futuro”. Probablemente esto guarde relación con la necesidad de generar estrategias de sobrevivencia de quienes los escriben.

No se trata en estos casos de estrategias para lograr alimentarse, atender la salud, cuidar a quienes cuentan con menos defensas, enseñar y aprender. Son, más bien, estrategias para lograr que sobrevivan sus prestigios, sus lectores, sus pequeños espacios de poder, etc. y, en el mejor de los casos, para negar/ocultar/apagar sus propias experiencias de incertidumbres o, simplemente, como comentó un amigo psicoanalista: “les falta la falta, el poder tragar la espina agria del desconcierto”[1].


Tampoco la sorpresiva abundancia mediática de “filósofos” guarda relación alguna con la rigurosa práctica del pensamiento racional. Pese a las apariencias, lo que ha surgido (o renacido) es una nueva y audaz especialidad: la futurología. “Pandemia y futuro” es una mercancía rápidamente vendible en el mundo sensacionalista de la prensa y los medios digitales. Las profecías de Nostradamus y los intérpretes del calendario Maya tienen ahora una inesperada competencia. Los “pensadores” perciben y reflexionan sobre el tiempo futuro a una velocidad equivalente a la necesidad de los titulares de los medios. En otros casos, como la compilación anunciada por el Programa Argentina Futura, se han agrupado con igual velocidad, pero, por razones más pragmáticas y comprensibles, para ofrecer sus profecías a un gobierno, como apoyo a la “nueva normalidad” que habría de sobrevenir y que ya ellos perciben.

Sin abundar sobre esto, sólo dos breves observaciones más. La primera se refiere a las condiciones dentro de las cuales circulan estos discursos. Existe una mayor permeabilidad para escuchar estas narrativas debido a una anunciada promesa de respuestas –que luego no se dan, o no satisfacen–, permeabilidad relacionada, precisamente, con la inédita situación de incertidumbre que genera la búsqueda de mínimas certezas. Porque necesitamos, queremos saber, entender, tranquilizarnos, esperanzarnos, aquietarnos, encontrar donde afirmarnos. De ahí nuestra mayor tendencia a prestar atención y ser permeables a discursos que se consideran “autorizados”. Y también nuestra rápida desilusión.

La segunda observación se refiere a la apelación de algunas de lxs autorxs a los “movimientos sociales”, lo que otorgaría así un plus de autoridad, en este caso ya no tanto científica, sino ideológico-política. Declarando cercanías con los mismos, forman parte de la profusa franja del “progresismo” donde circula un tránsito muy variado. Desde quienes se dirigen a encontrar la resonancia y “su” público entre integrantes o simpatizantes de alguno de esos movimientos, hasta los que aspiran a ser reconocidos como “interlocutores válidos” de alguna causa noble, por parte de los niveles gubernamentales que puedan requerir mostrar su apertura y comprensión a dichos movimientos. Por lo general, en este tipo de textos, la previsible repetición de enunciados políticamente correctos no arroja respuestas a los nuevos interrogantes ni a las necesidades inmediatas del vivir cotidiano, en tanto están orientados hacia otros propósitos.

Mientras tanto, las esforzadas luchas diarias de estos movimientos en los barrios populares, en las ollas populares, en los comedores escolares, en el ir y venir de voluntarios, prosigue sin interrupción, sin que sus actores anónimos y los numerosos ejemplos de solidaridad colectiva alcancen celebridad mediática alguna.

De manera menos veloz, accedemos a contribuciones de autorxs en textos que contienen aproximaciones valiosas y serias desde sus específicos campos disciplinares, con menor repercusión mediática, pero con agudas preguntas, descripciones y análisis situados, contextualizados en realidades singulares, donde gente concreta en medioambientes particulares vive –como puede– este presente. (Entre otros me resultó estimulante leer Armus, 2020; Le Breton, 2020; Murgida y Radovich, 2020; Neiburg, 2020; Sidera, 2020; las publicaciones del blogspot “Modo Pandemia” de la revista La Marea).

En ese sentido, quiero destacar una zona de producción de sentidos que deberíamos ponderar y poner el foco de atención. Son los conocimientos locales, producidos por individuos y grupos que están viviendo esta pandemia y logran, aunque sea fragmentariamente, actuar y producir conocimiento necesario frente ella, compartir y elaborar sus experiencias, a pesar del aislamiento y la suspensión de las formas habituales de interacción. La coyuntura de la pandemia y el contexto de aislamiento preventivo, al interrumpir los encuentros sociales habituales en la calle, en las plazas, en los comercios, en las casas, en los lugares de trabajo, en las escuelas, etc., también obstaculizó el flujo de relatos individuales. Éstos, en la interacción cara a cara, nos ayudan a procesar nuestras vivencias y a incorporar conocimientos e interpretaciones que circulan y constituyen las realidades compartidas en las que vivimos. Además, ese flujo de relatos son parte de la continua reconstitución del “sentido de realidad”. 
 

Ahora bien, dichos relatos no sólo son importantes por lo antes mencionado. También lo son porque “le dan el lugar que merecen a las incertidumbres asociadas a una epidemia. Las vivencias de los enfermos o los que temen enfermarse, las de la gente común –los anónimos, las “celebridades”, los que tienen el oficio de relatar la experiencia individual o colectiva sin editorializar– están saturadas de incertidumbres” (Armus, 2020). Estos relatos nos permiten llegar a palpar efectos muy diferentes de la desorganización y desestructuración de nuestras vidas cotidianas. Narrativas –orales, escritas, visuales, audiovisuales– que dan cuenta de cómo se reorganizan las vidas cotidianas y logran reproducirse material, social y culturalmente, aún en contextos muy interferidos y desbordados por modos precarios de subsistencia. En la elocuencia de las propias narrativas está el conocimiento que necesitamos para entender, afirmación nada nueva para la etnografía, la psicología social y para algunos enfoques de la sociología, la historia, los estudios culturales, la educación, la psicología. El punto en cuestión tal vez reside en que la preocupación metodológica –y ¿política?– de las ciencias sociales por diferenciar y jerarquizar conocimientos, ha desdibujado la importancia que tienen los conceptos y las teorías producidas como experiencias, al calor de las vivencias pensadas y analizadas colectivamente por sus protagonistas. Esos conceptos son los que captan con justeza las contradicciones y generan, o tienen las posibilidades de generar, conocimientos nuevos, descubrimentos/hallazgos en términos de la teoría social.

Para mostrar de manera ágil y breve esta idea, expongo a continuación tres narrativas en textos, fotos y dibujos[2] que invito a lxs lectorxs a leer reparando en las explicaciones y comprensiones que van gestando en y con lo nuevo.

Un relato en fotos, por ejemplo, que describe cómo, dónde, cuándo, con qué y entre quiénes se continúa haciendo y distribuyendo el almuerzo para gente de un vecindario en el AMBA, cumpliendo con los cuidados que se desprenden de las normas del aislamiento social, aun en condiciones que no son las ideales: desocupados y sin cobrar salario de manera regular a partir de la disposición del ASPO.  

Relatos como el de una médica neumonóloga de un hospital público de CABA. El día 18 de marzo, los aplausos que escuchó la descubrieron con una emoción linda y, a la vez, confundida con miedo. Y, al dejarse atravesar por esas emociones, pudo explicar algo de la complejidad de la crisis que empezábamos a atravesar, desde el punto de vista de lxs trabajadores de la salud pública.


GRACIAS POR LOS APLAUSOS!!!
Fueron lindos, sí.
Emocionantes, también.
Gracias por los aplausos, pero no sé si lloré por emoción o por miedo.
Hace mucho tiempo que todo el personal de salud trabaja sin los recursos suficientes, en gran medida es nuestra responsabilidad porque NUNCA SUPIMOS HACERNOS ESCUCHAR. Y en otra gran medida, siempre fueron decisiones políticas.
(…)
AYUDANOS: #quedateencasa #aislamiento #concienciasocial
Gracias por los aplausos pero lo que QUEREMOS Y NECESITAMOS son: barbijos, camisolines, antiparras, mascaras y trajes de protección personal, cofias, botas descartables…
Todo lo que nos pueda garantizar TU correcta atención. Necesitamos que nos lo garanticen. AYUDANOS a pedir, a que no nos falte. APLAUDÍ más fuerte esta vez. Estamos tan acostumbrados a arreglar todo con tela adhesiva y esta vez no se va a poder…
(…)
Y la próxima vez, cuando esto termine y si tenemos la suerte de volver a encontrarnos, cuando pidamos que nos reconozcan APLAUDÍ CON NOSOTROS. AYUDANOS a gritar a viva voz, que también necesitamos mejora salarial, pedí junto a nosotros pago digno por trabajo insalubre (lo que nos pagan actualmente es digno de llanto), mejora de las condiciones de trabajo –de contratación e infraestructura– y que podamos salir de casa a trabajar sabiendo que tenemos los insumos suficientes y no tendremos que improvisar una vez más. Todas cuestiones que afectan directamente TU SALUD, además de nuestro bolsillo y nuestra salud mental.” (autora: Pamela Rossi)
 
Relatos escritos y dibujados, como el de tres hermanxs que concurren a una escuela primaria pública, quienes a 50 días de cuarentena lograron integrar lo que saben acerca de vivir en ASPO, pensándolo como expectativas versus realidad, sin caer en ninguna forma de reduccionismo, ni auto-referenciamiento.
(LA ESPERANZA ES MAYOR ES MENOR EL TEMOR LOGRAMOS COMBATIRLE A LO QUE NOS RESULTABA IMPOSIBLE LOGRAMOS RETENERLO PERO AL INTENTO SUFRIMOS AL HACERLO POR ESO TODOS SE QUEDAN EN CASA ESPERANDO QUE ESTO SE VAYA TERMINANDO PORQUE TODOS HEMOS DE SABER QUE EN ESA BATALLA AÚN NO HEMOS GANADO. ESPECTATIVA VS REALIDAD. ¡EL CORONAVIRUS SE EXTINGUE! HECHO POR TRES PERSONAS Y SEIS MANOS JUNTAS EN UNIÓN).
 


Incluí estos relatos intentando equipararlos a citas de autor porque es la manera que encontré para mostrar dónde podemos ponernos en contacto con conocimiento genuino, situado y elaborado que necesitamos todxs, también los cientistas sociales. Sergio, Pamela, Lucía, Sofía y Julián, lograron narrar en y con sus incertidumbres porque se conectaron con lo que saben y conocen, para empezar a dar forma a lo que ignoran. Se ubicaron dentro de la confusión y, aún con una corta experiencia de vida como en el caso de lxs niñxs, lograron revertir el vacío y organizar en parte la experiencia de lo nuevo. Estas narrativas muestran que para pensar en y con la incertidumbre novedosa de este presente que estamos viviendo, el conocimiento no está listo para ser usado, sino en plena elaboración para ser compartido[3].
 
Referencias y Notas:
Armus, D. 2020. “¿Cómo se narra el coronavirus? Incertidumbres e historias globales”, Revista Ñ, 22 de abril. 
https://www.clarin.com/autor/diego-armus.html
Le Breton, D. 2020. “La viralidad de la risa”, Topía. https://www.topia.com.ar/articulos/viralidad-risa
Murgida; A. y Radovich, J.C. 2020. “Alerta global, salud de mercado o el derecho a la salud”. Comprender la pandemia CGA. 
Neiburg, F. 2020. “La politización de la pandemia, los féretros vacíos y el abismo brasileño”. Nueva Sociedad. 
https://nuso.org/articulo/Brasil-Bolsonaro-coronavirus
Quiroga, A. 2020. Entrevista a Ana Quiroga. La Marea. 28 de abril. 
Sidera, A. 2020. “Bérgamo, la masacre que la patronal no quiso evitar”. Contexto y Acción. 10 de abril. 
https://ctxt.es/es/20200401/Politica/31884/Alba-Sidera-Italia-coronavirus-lombardia-patronal-economia-muertes.htm
[1] Expresión facilitada por Raúl Dalto.
[2] Agradezco a lxs autorxs haber compartido sus relatos y haberme autorizado para incluirlos en este artículo.
[3] Agradezco a mis amigxs, compañerxs y familiares que leyeron primeros borradores y colaboraron con sus comentarios, sugerencias y, sobre todo con su aliento y buena onda, a darle forma de publicación a este artículo.

Revisaba mis papeles de hace un tiempo cuando me reencontré con una perplejidad: era 2008, ya habían estallado los cacerolazos en apoyo de la protesta rural por la 125, y me llamaba la atención que muchos de los manifestantes anti-gobierno pedían prisión para la entonces flamante presidenta. Lo significativo es que en ese momento no existía prácticamente ninguna causa contra Cristina Fernandez de Kirchner, nada que justificara un pedido de prisión. Es decir que no se le atribuía públicamente ningún delito ¿Por qué la idea de encarcelarla?

Podía tratarse de un simple exabrupto, de una reacción primaria de encerrar a aquellos que rechazan porque sí. Pero no se agotaba allí. Retrospectivamente, puedo decir que aquellas voces exaltadas, o adelantaban la que sería la estrategia central del futuro gobierno de la alianza de derecha, o sencillamente planteaban la principal demanda de la base social de Mauricio Macri. O ya eran operadas por alguna usina política del bloque de poder, que percibía como muy rentable capitalizar el rechazo de las clases medias al kirchnerismo asociándolo al mal.

Pero detengámosnos en la idea del encierro. En las burguesías media y alta que apoyan a Juntos por el Cambio tiene un doble sentido: un contenido aspiracional que se traduce en la elección de vivir en countries y barrios privados, la obsesión por las rejas, las custodias y la seguridad, la escuela privada y el shopping como burbuja que preserva del peligro de las calles. Un encierro que nos distingue socialmente.


Y, naturalmente, tiene un segundo sentido, que es punitivo, de encerrar a los otros, a los que piensan distinto (o enviarlos en un cohete a la Luna como desea el ex presidente Macri, consciente o no de que era lo que hizo la Dictadura).


El encierro para preservarnos del otro “inferior”, y el encierro para castigar al otro.


¡Cuánta ironía hay en el hecho de que hoy esa mísma base social macrista, repudiando la posibilidad de que liberen a los presos, quedó sometida a aquello que deseó para el otro: esta suerte de prisión domiciliaria a que estamos confinados todos como respuesta a la pandemia! Son ellos mismos quienes ahora también han quedado encerrados, pero, como la pandemia no distingue clases sociales, quedaron “encerrados” en una irritante igualdad, y no lo soportan.


No ha sido casual tanto comportamiento irracional en viajeros que ignoraron olímpicamente las normas de distanciamiento social. Lo que vale para todos, justamente por eso, porque es una regla que iguala, no debe aplicarse a ellos. Uno imagina cuántas voces, al ser interpelados por policías o prefectos por burlar las normas, habrán amenazado a los guardias con sus “contactos de arriba”.


Pero los tiempos son otros. En esta tele que tiene a todo el país de audiencia cautiva – un experimento social jamás hecho -, los infectólogos son las nuevas estrellas desplazando a los economistas. El macrismo, ahora oposición, rumia su impotencia porque los manuales del neoliberalismo no traen instrucciones para moverse en una pandemia, y les resulta difícil pelear la iniciativa contra un Estado al que las voces más influyentes del mundo reclaman expandir sus brazos.


Difícil para ellos articular acciones opositoras exitosas en un momento que al encierro como distinción social y como castigo se agregó una tercera acepción: el encierro como cuidado.


No se trata de que la oposición neoliberal esté desarmada: cuentan con el poder económico, cebado mal por el proyecto de impuesto a los ricos y por el freno económico de la cuarentena, y su “brazo armado”, el poder mediático, que mantiene desde el principio el relato según el cual Alberto es un presidente débil que será fagocitado por Cristina y la Cámpora, y lanzò toda clase de misiles y fake news inventando una supuesta liberación en masa de asesinos y violadores.
Ganan y pierden.


Ganaron claramente esa batalla, impulsada con la fake de la supuesta liberación masiva de presos.


Pero pierden cotidianamente su batalla cultural por instalar el eje del mal contra el eje de cuidarnos de la pandemia. Como dije, los infectólogos desplazaron de los medios a los economistas hasta tal punto que sólo resultan abonados a los medios opositores extremistas como Milei, Espert, Boggiano o Cachanosky. De un lado, los infectólogos avalando al gobierno, y la imagen internacional del ministro de Economía Guzman, avalado por el FMI y el mundo académico. Del otro, los economistas ultra. Podríamos ver en eso que se ha fijado un eje ciencia vs fundamentalismo.


La imagen del presidente crece, incluso entre sectores que no lo han votado. Eso desespera al núcleo duro de la oposición macrista, que ya tiene que lidiar con sus propias divisiones – con un Larreta alineado con Alberto en el eje de la pandemia -.

A propósito de la figura del encierro, también se respira una atmósfera de encerrona en el otro tema crucial de este momento: la renegociación de la deuda, que no consigue avances frente a un pool de fondos de inversión poderosísimos y fogueados en los aprietes internacionales. Saben cómo desestabilizar gobiernos y ponerlos de rodillas para que paguen en sus condiciones. Pesan en tribunales internacionales.
Pero no contaban con la pandemia, que debilita los consensos internacionales de que gozaba el poder financiero, y vuelve razonable a los ojos del mundo rebajar las reglas de las cobranzas de deuda. Además, de este lado del mostrador también se aprendió que el default es indeseable pero no es el final del camino.
 
Nos esperan duras batallas y es cierto que estamos casi en el peor de los mundos. En una de esas encontramos la salida a los encierros aprendiendo a mutar, como hacen estos temibles virus. 

Me gusta ser directo, evita arriesgarme a que alguien crea que soy distinto a quien soy.

Los eufemismos siempre me han dado alergia, lo confieso y lo acepto, es parte de mi intemperancia aprendida
Los eufemismos (y sus cultores) me recuerdan las prosopopéyicas maneras de quienes siempre han pretendido suplantar la seriedad usando la solemnidad. 

Confusión tan grave, tan nociva y tan iatrogénica como la de reemplazar legitimidad por legalidad.


«…parece ser que el temporal,
trajo también la calamidad
de cierto tipo de langosta,
que come en grande y a nuestra costa
y de punta a punta del país…
se ha deglutido todo el maíz…»   (V. Heredia)

Prensa internacional: Opositores en Argentina convocan a una insólita marcha para frenar el "comunismo" de Alberto Fernández

La historia reciente de Argentina, por la sobreabundancia de eventos y personajes representativos me exime de citar ejemplos puntuales, hay demasiados. Casi tantos como para pensar que en vez de un sesgo cultural («cenacular») estamos frente a un síndrome cultural.

Sí, un síndrome (1) cultural que a la manera de un virus, (casi como el Co-vid19) contagia por contacto y permanece en el ambiente transmitiéndose, indiscriminadamente, hasta ser mecánicamente removido, insisto, mecánicamente removido.

Pulitzer, para mencionar un nombre «culturalmente» aceptado por su foraneidad decía: «Con el tiempo una prensa mercenaria, demagógica, corrupta y cínica crea un público vil como ella misma». 

El sicariaje mediático ha intentado siempre desplazar la verdad. En realidad nunca le ha interesado más que hegemonizar su rol de «portero de la realidad», decir y decidir que es la verdad, desde luego,  independientemente de lo que ella sea.

La Verdad suele resultar incómoda para ciertos estratos (individuos agrupados…). Invariable e intrínsecamente, el valor de verdad de un hecho será siempre independiente del placer o displacer que produzca. Por eso, para los mercenarios periodísticos, la capacidad de discernir que es verdad y que no lo es, debe ser removida de las aptitudes populares.


¿Cómo se puede desvirtuar/sesgar tanto la visión? ¿Cómo se vende algo por lo que no es, cuando la realidad evidencia lo que es? 
¿Por qué es posible que alguien embauque a alguien para que crea lo que no es cierto?

Por eso hablo de un síndrome cultural. No se trata ya solamente de ignorancia, ingenuidad o distracción, no. Hay un accionar proactivo. Intencional. Y como contraparte, una toma de posición. Una elección.

La falacia «ad hominem» ha desplazado la lectura de la realidad. 

Sin intentar que el presente constituya un tratado psico-filosófico tengo, sin embargo, que puntualizar algunos enunciados fácticos y no puedo evitar ciertas definiciones algo técnicas pero no por ello menos entendibles: 

a) Los mecanismos de defensa son estrategias psicológicas inconscientes puestas en juego por diversas entidades para hacer frente a la realidad y mantener la autoimagen. Las personas sanas normalmente utilizan diferentes defensas a lo largo de la vida. Un mecanismo de defensa del yo deviene patológico sólo cuando su uso persistente conduce a un comportamiento inadaptado tal, que la salud física y/o mental del individuo, se ve afectada desfavorablemente. El propósito de los mecanismos de defensa del yo es proteger la mente/sí mismo/yo de la ansiedad o sanciones sociales y/o para proporcionar un refugio frente a una situación a la que uno no puede hacer frente por el momento (2)

b) La proyección es un mecanismo de defensa por el que el sujeto atribuye a otras personas las propias virtudes o defectos, incluso sus carencias. En el caso de la proyección negativa, esta opera en situaciones de conflicto emocional o amenaza de origen interno o externo, atribuyendo a otras personas u objetos los sentimientos, impulsos o pensamientos propios que resultan inaceptables para el sujeto. De esta forma, se «proyectan» los sentimientos, pensamientos o deseos que no terminan de aceptarse como propios porque generan angustia o ansiedad, dirigiéndolos hacia algo o alguien y atribuyéndolos totalmente a ese objeto externo. Por esta vía, la defensa psíquica logra poner estos contenidos amenazantes afuera. Por su parte, la proyección positiva se da cuando el sujeto atribuye a otra persona cualidades dignas de ser admiradas, envidiadas o amadas; además, es un componente habitual —incluso necesario— en el proceso del enamoramiento. El tipo de proyección que el sujeto realice dependerá de su estructura psíquica y de la introyección que haga de sí mismo y su autopercepción. (3)

El titular mencionado al inicio proviene de la prensa internacional: «Opositores en Argentina convocan a una insólita marcha para frenar el "comunismo" de Alberto Fernández».

De no ser por la bizarría que implica semejante descripción sería hasta cómico. Sin embargo, el punto correcto de apreciación es que el editor ha titulado de manera fidedigna la marcha convocada por «los bastoneros del caceroleo», (el encomillado es total y absolutamente mío).

La aludida «manifestación» contra el  «comunismo» es convocada de esa manera. La acción se desarrolla en un presente atravesado de múltiples variables. Variables y hechos que ponen en juego desde la supervivencia individual hasta el deber de guarda que el Estado tiene hacia el ciudadano.


Uno podría descansar en la serena reflexión de pensar que nadie en su «sano juicio» habrá de prestarle atención a semejante disparate ya que: «es tan correcto que el Estado trate de protegerme de un contagio para el que aún no hay medio de defensa -en ningún lugar del mundo- como que el Estado imponga el uso del cinturón de seguridad, los límites de velocidad, las prohibiciones de conducir borracha/o, o intoxicado por drogas»…
  
Sin embargo, la realidad (siempre incólume, ella) nos señala que hay una ingente recua de impensantes para quienes el aislamiento preventivo para evitar el contagio del Co-Vid 19 no es sino una estrategia del gran cuco comunista para adueñarse de la vida del medio pelo autóctono (también conocidos como los afectados por el síndrome Ingalls). (4)

Inevitablemente desfilan por mi mente asertos populares que describen esta situación, pero hay uno que especialmente describe lo que se busca, y es aquel famoso: «armémonos y vayan».
 
Ya a esta altura, es obvio que hay un sesgo profesional en mi descripción. Me someto a la honestidad intelectual como herramienta indispensable.
Como psicólogo no puedo «creer» ni discurrir en interpretaciones acomodaticias; tengo el deber de leer la realidad y mantener la objetividad; de lo contrario, no podría trabajar honradamente.

Y entonces, me parece que el «Polaco» me sopla al oído:
«Amargo desencuentro, porque ves
Que es al revés.
Creíste en la honradez
Y en la moral...
¡qué estupidez!»
(frag.: C. Castillo)

Así entonces, reniego de ambos. Del nihilismo y del tiro del final. Ninguna de las opciones me es aceptable. Muchísimo menos deseable; no hay pacto de evasión posible con la vida. El costo es inmenso y se paga eternamente. 

Charly García enseñaba a «mamar la Libertad», y es cierto, Ella siempre está.

También, como enseñaba Klimovsky, «La honradez es como el embarazo», no tiene puntos medios. Se está embarazada, o no se está. 
Se es honrado, o no se es honrado. Esa es la única gran dicotomía. La honestidad intelectual o su denegación maníaca.
Exigente? Sí. Exigente y demandante opción de vida. Pero uno tiene el alma limpia y sin deudas…

Es la simple consecuencia de la cultura. No de la impuesta mediáticamente con impronta Goebbeliana, sino de la cultura popularmente erigida. Nosotros hacemos la cultura, nosotros la defendemos y la nutrimos a todo corazón o… O ellos la bastardean por un departamento en Miami o un riñón comprado.

No es simple, ni fácil, porque es la lucha por la verdadera liberación entre tanto macaneo organizado.

-«Guardate!» 
-«No te expongas»
-«No te la jugués, qué ganás?»

Guardarse.., ¿para qué?, ¿para cuándo?. La vida es una sola, es como la Verdad… 

Y entre los males y los desmanes
hay cierta gente que – ya se sabe -,
saca provecho de la ocasión;
comprando a uno lo que vale dos
y haciendo abuso de autoridad
se llevan hasta la integridad.
(frag.: V. Heredia)

Por las dudas repitamos la consigna, no sea que alguien se confunda.
Quien quiera oír, que oiga... 
 Quien quiera seguir que siga...
 Mi empresa es alta y clara mi divisa.
 Mi causa es la causa del pueblo. 
 Mi guía, la bandera de la patria...

Descuidar la vida, denegar la Verdad, por disimular, por parecer «atildado» o peor aún:  por la cobardía de no cosechar diatribas de los mercenarios periodísticos o de los grupíes políticos (incluso de los llamados «del palo» que se «olvidaron» por haberse vuelto «quesistas») implica pagar un precio imposible. Es inmolarse en un silencio cómplice para que algún mercader venial arree su tropilla de auto-imbecilizados denegadores al corral del patrón mediático que mejor le pague.

Atestiguar sin hacer nada es abandonar la libertad en el altar de la idiocia militante. Es decidir seguir una mentira, si no el «creyente» debe afrontar el riesgo de verse tal cual es. Pequeño, mezquino. Alienado que se cree superior. Obsecuente. Ignorantemente ilustrado. Esas personas no viven, sólo perduran.


Suscribo nombre y apellido
y ruego a usted tome partido
para intentar una solución,
que bien podría ser la unión
de los que aún estamos vivos
para torcer nuestro destino...
Saluda a Ud. un servidor.
(frag.: V. Heredia)


1-(R.A.E. m.Conjunto de signos o fenómenos reveladores de una situación generalmente negativa.)
2-(«defense mechanisms. Britannica Online Encyclopedia». www.britannica.com.)
3-(Roudinesco, Elisabeth; Plon, Michel (2008) [Primera publicación (Dictionnaire de la Psychanalyse), 1997]. «Artículo: Proyección». Diccionario de Psicoanálisis. Traducción: Jorge Piatigorsky y Gabriela Villalba. Buenos Aires: Paidós. p. 859. ISBN 978-950-12-7399-1.)
4-(https://actualidad.rt.com/ Portal de noticias,  Rusia Today)
5-(Aquéllos que desde el 2003, se ven a sí mismos como rubios luxemburgueses encerrados en una carreta y rodeados por pieles oscuras)

* Psicólogo argentino radicado en Noruega


Entre encierros y miedos a contagios, discurren los dias de pandemia globalizada advirtiendo que de ves en cuando es bueno pensar en la casa propia …

Y en eso de pensar ... pensar lo propio ... No significa encerrarnos y desterrar de la conciencia a los "otros", inventando realidades que solo surgen del pensamiento encerrado. 
 

Daniel Roberto Távora Mac Cormack


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