Jueves 21 de mayo de 2020
El conocimiento y los discursos
Notas
para pensar en y con las incertidumbres
Escribe
Diana Milstein
Docente,
Magister y Doctora en Antropología Social. Ha publicado libros como
“La escuela en el cuerpo”, “Higiene, autoridad y escuela.
Madres, maestras y médicos”, entre otros.
Las
situaciones de crisis imprimen una abrupta e inesperada
discontinuidad en el flujo de la cotidianeidad. A partir del momento
que aceptamos estar expuestos a una nueva enfermedad pandémica y
asumimos el aislamiento como modo circunstancial de vida, sobrevienen
movimientos rápidos de desestructuración y acciones orientadas a
la recomposición del vivir cotidiano. Percibimos desorganización,
movilidad y alteraciones en varias dimensiones de la vida social,
grupal e individual, y una tensión que nos acompaña en el día a
día, generada por esta singular incertidumbre.
Sabemos
que existe un virus de rápida propagación frente
al cual aún –y no sabemos por cuanto tiempo– no hay respuestas
totalmente adecuadas. No es fácil en estas circunstancias
conectarnos con lo que sabemos y conocemos porque, por momentos,
parece que no sirve y sentimos confusión, vacío de experiencia. No
encontramos donde afirmarnos. “El eje de nuestra vida cotidiana
está de algún modo estallado y teniendo que tomar rápidamente otro
diseño y otro ritmo” (Quiroga, 2020). Las medidas de aislamiento,
aunque las compartamos como formas necesarias de prevención del
contagio, obstaculizan todo el tejido de actividad social.
Parece
que estamos viviendo en suspenso. Sin embargo, el paso del tiempo no
se detiene. El aislamiento opera como un marco muy general en el que
los grupos y los individuos tenemos que resolver el día a día, pero
con una inseguridad constitutiva propia y novedosa de este período,
así como, con las condiciones materiales y simbólicas existentes al
momento en que comenzó el período de
aislamiento y el peligro de enfermarnos y morir por COVID19.
Por
eso, nuestra inquietud aquí se dirige a cómo pensar en y con esta
incertidumbre que perturba y desacomoda. Reconocer cuáles son las
zonas de producción de conocimiento que deberíamos ponderar.
Explorar aquellas que motorizan la posibilidad de entender lo nuevo y
desconocido. Aquellas que nos estimulan a repensar lo
aprendido, desnaturalizando certidumbres que
esconden/disimulan/disfrazan/velan el conocimiento situado, cuya
fuente son las experiencias específicas.
Y,
como parte de esta misma inquietud, cómo hacer para no ser
arrastrados por textos y discursos que
no se detienen en lo desconocido de este aquí y ahora, como si
nuestro presente no contuviera nada demasiado nuevo e importante para
explorar. Artículos que etiquetan sumariamente la realidad actual
con algunos conceptos –seriamente utilizados en la investigación
social–, trivializados y utilizados como trampolín para saltar y
esquivar la difícil tarea de lidiar con lo incierto de la compleja y
desconocida realidad.
Estos
textos (compilados en libros como “Sopa de Wuhan” y “La
Fiebre”, publicados en sitios como rebelion.org, por mencionar
algunos de los que más circulan en nuestra región) son escritos por
autores provenientes de distintas ciencias sociales y humanas, en
muchos casos consagrados y conocidos. Pero no plantean preguntas ni
problemas desde perspectivas antropológicas, sociológicas,
históricas, etc. No interrogan lo desconocido. Por el contrario,
caracterizan y postulan el presente e hipotetizan, y hasta aseguran,
cómo será el mundo después de terminado (¿cuándo? ¿dónde?
¿cómo?) el período de la pandemia. Con una supuesta
autoridad “académica” derivada de su mayor o menor popularidad
mass-mediática, desprestigian
la incertidumbre mediante contundentes definiciones del “presente”
y del “futuro”. Probablemente
esto guarde relación con la necesidad de generar estrategias de
sobrevivencia de quienes los escriben.
No
se trata en estos casos de estrategias para lograr alimentarse,
atender la salud, cuidar a quienes cuentan con menos defensas,
enseñar y aprender. Son, más bien, estrategias para lograr que
sobrevivan sus prestigios, sus lectores, sus pequeños espacios de
poder, etc. y, en el mejor de los casos, para negar/ocultar/apagar
sus propias experiencias de incertidumbres o, simplemente, como
comentó un amigo psicoanalista: “les falta la falta, el poder
tragar la espina agria del desconcierto”[1].
Tampoco
la sorpresiva abundancia mediática de “filósofos” guarda
relación alguna con la rigurosa práctica del pensamiento racional.
Pese a las apariencias, lo que ha surgido (o renacido) es una nueva y
audaz especialidad: la futurología. “Pandemia y futuro” es una
mercancía rápidamente vendible en el mundo sensacionalista de la
prensa y los medios digitales. Las profecías de Nostradamus y los
intérpretes del calendario Maya tienen ahora una inesperada
competencia. Los “pensadores” perciben y reflexionan sobre el
tiempo futuro a una velocidad equivalente a la necesidad de los
titulares de los medios. En otros casos, como la compilación
anunciada por el Programa Argentina Futura, se han agrupado con igual
velocidad, pero, por razones más pragmáticas y comprensibles, para
ofrecer sus profecías a un gobierno, como apoyo a la “nueva
normalidad” que habría de sobrevenir y que ya ellos perciben.
Sin
abundar sobre esto, sólo dos breves observaciones más. La primera
se refiere a las condiciones dentro de las cuales circulan estos
discursos. Existe una mayor permeabilidad para escuchar estas
narrativas debido a una anunciada promesa de respuestas –que luego
no se dan, o no satisfacen–, permeabilidad relacionada,
precisamente, con la inédita situación de incertidumbre que genera
la búsqueda de mínimas certezas. Porque necesitamos, queremos
saber, entender, tranquilizarnos, esperanzarnos, aquietarnos,
encontrar donde afirmarnos. De ahí nuestra mayor tendencia a prestar
atención y ser permeables a discursos que se consideran
“autorizados”. Y también nuestra rápida desilusión.
La
segunda observación se refiere a la apelación de algunas de lxs
autorxs a los “movimientos sociales”, lo que otorgaría así un
plus de autoridad, en este caso ya no tanto científica, sino
ideológico-política. Declarando cercanías con los mismos, forman
parte de la profusa franja del “progresismo” donde circula un
tránsito muy variado. Desde quienes se dirigen a encontrar la
resonancia y “su” público entre integrantes o simpatizantes de
alguno de esos movimientos, hasta los que aspiran a ser reconocidos
como “interlocutores válidos” de alguna causa noble, por parte
de los niveles gubernamentales que puedan requerir mostrar su
apertura y comprensión a dichos movimientos. Por lo general, en este
tipo de textos, la previsible repetición de enunciados políticamente
correctos no arroja respuestas a los nuevos interrogantes ni a las
necesidades inmediatas del vivir cotidiano, en tanto están
orientados hacia otros propósitos.
Mientras
tanto, las esforzadas luchas diarias de estos movimientos en los
barrios populares, en las ollas populares, en los comedores
escolares, en el ir y venir de voluntarios, prosigue sin
interrupción, sin que sus actores anónimos y los numerosos ejemplos
de solidaridad colectiva alcancen celebridad mediática alguna.
De
manera menos veloz, accedemos a contribuciones de autorxs en textos
que contienen aproximaciones valiosas y serias desde sus específicos
campos disciplinares, con menor repercusión mediática, pero con
agudas preguntas, descripciones y análisis situados,
contextualizados en realidades singulares, donde gente concreta en
medioambientes particulares vive –como puede– este presente.
(Entre otros me resultó estimulante leer Armus, 2020; Le
Breton, 2020; Murgida y Radovich, 2020; Neiburg, 2020; Sidera,
2020; las publicaciones del blogspot “Modo Pandemia” de la
revista La Marea).
En
ese sentido, quiero destacar una zona de producción de sentidos que
deberíamos ponderar y poner el foco de atención. Son los
conocimientos locales, producidos por individuos y grupos que están
viviendo esta pandemia y logran, aunque sea fragmentariamente, actuar
y producir conocimiento necesario frente ella, compartir y elaborar
sus experiencias, a pesar del aislamiento y la suspensión de las
formas habituales de interacción. La coyuntura de la pandemia y el
contexto de aislamiento preventivo, al interrumpir los encuentros
sociales habituales en la calle, en las plazas, en los comercios, en
las casas, en los lugares de trabajo, en las escuelas, etc., también
obstaculizó el flujo de relatos individuales. Éstos, en la
interacción cara a cara, nos ayudan a procesar nuestras vivencias y
a incorporar conocimientos e interpretaciones que circulan y
constituyen las realidades compartidas en las que vivimos. Además,
ese flujo de relatos son parte de la continua reconstitución del
“sentido de realidad”.
Ahora
bien, dichos relatos no sólo son importantes por lo antes
mencionado. También lo son porque “le dan el lugar que merecen a
las incertidumbres asociadas a una epidemia. Las vivencias de los
enfermos o los que temen enfermarse, las de la gente común –los
anónimos, las “celebridades”, los que tienen el oficio de
relatar la experiencia individual o colectiva sin editorializar–
están saturadas de incertidumbres” (Armus, 2020). Estos relatos
nos permiten llegar a palpar efectos muy diferentes de la
desorganización y desestructuración de nuestras vidas cotidianas.
Narrativas –orales, escritas, visuales, audiovisuales– que dan
cuenta de cómo se reorganizan las vidas cotidianas y logran
reproducirse material, social y culturalmente, aún en contextos muy
interferidos y desbordados por modos precarios de subsistencia.
En la elocuencia de las propias narrativas está el conocimiento que
necesitamos para entender, afirmación nada nueva para la etnografía,
la psicología social y para algunos enfoques de la sociología, la
historia, los estudios culturales, la educación, la psicología. El
punto en cuestión tal vez reside en que la preocupación
metodológica –y ¿política?– de las ciencias sociales por
diferenciar y jerarquizar conocimientos, ha desdibujado la
importancia que tienen los conceptos y las teorías producidas como
experiencias, al calor de las vivencias pensadas y analizadas
colectivamente por sus protagonistas. Esos conceptos son los que
captan con justeza las contradicciones y generan, o tienen las
posibilidades de generar, conocimientos nuevos,
descubrimentos/hallazgos en términos de la teoría social.
Para
mostrar de manera ágil y breve esta idea, expongo a continuación
tres narrativas en textos, fotos y dibujos[2]
que invito a lxs lectorxs a leer reparando en las explicaciones y
comprensiones que van gestando en y con lo nuevo.
Un
relato en fotos, por ejemplo, que describe cómo, dónde, cuándo,
con qué y entre quiénes se continúa haciendo y distribuyendo el
almuerzo para gente de un vecindario en el AMBA, cumpliendo con los
cuidados que se desprenden de las normas del aislamiento social, aun
en condiciones que no son las ideales: desocupados y sin cobrar
salario de manera regular a partir de la disposición del ASPO.
Relatos
como el de una médica neumonóloga de un hospital público de CABA.
El día 18 de marzo, los aplausos que escuchó
la descubrieron con una emoción linda y, a la vez, confundida con
miedo. Y, al dejarse atravesar por esas emociones, pudo explicar algo
de la complejidad de la crisis que empezábamos a atravesar, desde el
punto de vista de lxs trabajadores de la salud pública.
“GRACIAS
POR LOS APLAUSOS!!!
Fueron
lindos, sí.
Emocionantes,
también.
Gracias
por los aplausos, pero no sé si lloré por emoción o por miedo.
Hace
mucho tiempo que todo el personal de salud trabaja sin los recursos
suficientes, en gran medida es nuestra responsabilidad porque NUNCA
SUPIMOS HACERNOS ESCUCHAR. Y en otra gran medida, siempre fueron
decisiones políticas.
(…)
AYUDANOS:
#quedateencasa #aislamiento #concienciasocial
Gracias
por los aplausos pero lo que QUEREMOS Y NECESITAMOS son: barbijos,
camisolines, antiparras, mascaras y trajes de protección personal,
cofias, botas descartables…
Todo
lo que nos pueda garantizar TU correcta atención. Necesitamos que
nos lo garanticen. AYUDANOS a pedir, a que no nos falte. APLAUDÍ más
fuerte esta vez. Estamos tan acostumbrados a arreglar todo con tela
adhesiva y esta vez no se va a poder…
(…)
Y
la próxima vez, cuando esto termine y si tenemos la suerte de volver
a encontrarnos, cuando pidamos que nos reconozcan APLAUDÍ CON
NOSOTROS. AYUDANOS a gritar a viva voz, que también necesitamos
mejora salarial, pedí junto a nosotros pago digno por trabajo
insalubre (lo que nos pagan actualmente es digno de llanto), mejora
de las condiciones de trabajo –de contratación e infraestructura–
y que podamos salir de casa a trabajar sabiendo que tenemos los
insumos suficientes y no tendremos que improvisar una vez más. Todas
cuestiones que afectan directamente TU SALUD, además de nuestro
bolsillo y nuestra salud mental.” (autora: Pamela Rossi)
Relatos
escritos y dibujados, como el de tres hermanxs que concurren a una
escuela primaria pública, quienes a 50 días de cuarentena lograron
integrar lo que saben acerca de vivir en ASPO, pensándolo como
expectativas versus realidad, sin caer en ninguna forma de
reduccionismo, ni auto-referenciamiento.
(LA
ESPERANZA ES MAYOR ES MENOR EL TEMOR LOGRAMOS COMBATIRLE A LO QUE NOS
RESULTABA IMPOSIBLE LOGRAMOS RETENERLO PERO AL INTENTO SUFRIMOS AL
HACERLO POR ESO TODOS SE QUEDAN EN CASA ESPERANDO QUE ESTO SE VAYA
TERMINANDO PORQUE TODOS HEMOS DE SABER QUE EN ESA BATALLA AÚN NO
HEMOS GANADO. ESPECTATIVA VS REALIDAD. ¡EL CORONAVIRUS SE EXTINGUE!
HECHO POR TRES PERSONAS Y SEIS MANOS JUNTAS EN UNIÓN).
Incluí
estos relatos intentando equipararlos a citas de autor porque es la
manera que encontré para mostrar dónde podemos ponernos en contacto
con conocimiento genuino, situado y elaborado que necesitamos todxs,
también los cientistas sociales. Sergio, Pamela, Lucía, Sofía y
Julián, lograron narrar en y con sus incertidumbres porque se
conectaron con lo que saben y conocen, para empezar a dar forma a lo
que ignoran. Se ubicaron dentro de la confusión y, aún con una
corta experiencia de vida como en el caso de lxs niñxs, lograron
revertir el vacío y organizar en parte la experiencia de lo nuevo.
Estas narrativas muestran que para pensar en y con la incertidumbre
novedosa de este presente que estamos viviendo, el conocimiento no
está listo para ser usado, sino en plena elaboración para ser
compartido[3].
Referencias
y Notas:
Armus,
D. 2020. “¿Cómo se narra el coronavirus? Incertidumbres e
historias globales”, Revista Ñ, 22 de abril.
https://www.clarin.com/autor/diego-armus.html
Le
Breton, D. 2020. “La viralidad de la risa”, Topía.
https://www.topia.com.ar/articulos/viralidad-risa
Murgida;
A. y Radovich, J.C. 2020. “Alerta global, salud de mercado o el
derecho a la salud”. Comprender la pandemia CGA.
Neiburg,
F. 2020. “La politización de la pandemia, los féretros vacíos y
el abismo brasileño”. Nueva Sociedad.
https://nuso.org/articulo/Brasil-Bolsonaro-coronavirus
Quiroga,
A. 2020. Entrevista a Ana Quiroga. La Marea. 28 de abril.
Sidera,
A. 2020. “Bérgamo, la masacre que la patronal no quiso evitar”.
Contexto y Acción. 10 de abril.
https://ctxt.es/es/20200401/Politica/31884/Alba-Sidera-Italia-coronavirus-lombardia-patronal-economia-muertes.htm
[1]
Expresión facilitada por Raúl Dalto.
[2]
Agradezco
a lxs autorxs haber compartido sus relatos y haberme autorizado para
incluirlos en este artículo.
[3]
Agradezco a mis amigxs, compañerxs y familiares que leyeron primeros
borradores y colaboraron con sus comentarios, sugerencias y, sobre
todo con su aliento y buena onda, a darle forma de publicación a
este artículo.
Revisaba
mis papeles de hace un tiempo cuando me reencontré con una
perplejidad: era 2008, ya habían estallado los cacerolazos en apoyo
de la protesta rural por la 125, y me llamaba la atención que muchos
de los manifestantes anti-gobierno pedían prisión para la entonces
flamante presidenta. Lo significativo es que en ese momento no
existía prácticamente ninguna causa contra Cristina Fernandez de
Kirchner, nada que justificara un pedido de prisión. Es decir que no
se le atribuía públicamente ningún delito ¿Por qué la idea de
encarcelarla?
Podía
tratarse de un simple exabrupto, de una reacción primaria de
encerrar a aquellos que rechazan porque sí. Pero no se agotaba allí.
Retrospectivamente, puedo decir que aquellas voces exaltadas, o
adelantaban la que sería la estrategia central del futuro gobierno
de la alianza de derecha, o sencillamente planteaban la principal
demanda de la base social de Mauricio Macri. O ya eran operadas por
alguna usina política del bloque de poder, que percibía como muy
rentable capitalizar el rechazo de las clases medias al kirchnerismo
asociándolo al mal.
Pero
detengámosnos en la idea del encierro. En las burguesías media y
alta que apoyan a Juntos por el Cambio tiene un doble sentido: un
contenido aspiracional que se traduce en la elección de vivir en
countries y barrios privados, la obsesión por las rejas, las
custodias y la seguridad, la escuela privada y el shopping como
burbuja que preserva del peligro de las calles. Un encierro que nos
distingue socialmente.
Y,
naturalmente, tiene un segundo sentido, que es punitivo, de encerrar
a los otros, a los que piensan distinto (o enviarlos en un cohete a
la Luna como desea el ex presidente Macri, consciente o no de que era
lo que hizo la Dictadura).
El
encierro para preservarnos del otro “inferior”, y el encierro
para castigar al otro.
¡Cuánta
ironía hay en el hecho de que hoy esa mísma base social macrista,
repudiando la posibilidad de que liberen a los presos, quedó
sometida a aquello que deseó para el otro: esta suerte de prisión
domiciliaria a que estamos confinados todos como respuesta a la
pandemia! Son ellos mismos quienes ahora también han quedado
encerrados, pero, como la pandemia no distingue clases sociales,
quedaron “encerrados” en una irritante igualdad, y no lo
soportan.
No
ha sido casual tanto comportamiento irracional en viajeros que
ignoraron olímpicamente las normas de distanciamiento social. Lo que
vale para todos, justamente por eso, porque es una regla que iguala,
no debe aplicarse a ellos. Uno imagina cuántas voces, al ser
interpelados por policías o prefectos por burlar las normas, habrán
amenazado a los guardias con sus “contactos de arriba”.
Pero
los tiempos son otros. En esta tele que tiene a todo el país de
audiencia cautiva – un experimento social jamás hecho -, los
infectólogos son las nuevas estrellas desplazando a los economistas.
El macrismo, ahora oposición, rumia su impotencia porque los
manuales del neoliberalismo no traen instrucciones para moverse en
una pandemia, y les resulta difícil pelear la iniciativa contra un
Estado al que las voces más influyentes del mundo reclaman expandir
sus brazos.
Difícil
para ellos articular acciones opositoras exitosas en un momento que
al encierro como distinción social y como castigo se agregó una
tercera acepción: el encierro como cuidado.
No
se trata de que la oposición neoliberal esté desarmada: cuentan con
el poder económico, cebado mal por el proyecto de impuesto a los
ricos y por el freno económico de la cuarentena, y su “brazo
armado”, el poder mediático, que mantiene desde el principio el
relato según el cual Alberto es un presidente débil que será
fagocitado por Cristina y la Cámpora, y lanzò toda clase de misiles
y fake news inventando una supuesta liberación en masa de asesinos y
violadores.
Ganan
y pierden.
Ganaron
claramente esa batalla, impulsada con la fake de la supuesta
liberación masiva de presos.
Pero
pierden cotidianamente su batalla cultural por instalar el eje del
mal contra el eje de cuidarnos de la pandemia. Como dije, los
infectólogos desplazaron de los medios a los economistas hasta tal
punto que sólo resultan abonados a los medios opositores extremistas
como Milei, Espert, Boggiano o Cachanosky. De un lado, los
infectólogos avalando al gobierno, y la imagen internacional del
ministro de Economía Guzman, avalado por el FMI y el mundo
académico. Del otro, los economistas ultra. Podríamos ver en eso
que se ha fijado un eje ciencia vs fundamentalismo.
La
imagen del presidente crece, incluso entre sectores que no lo han
votado. Eso desespera al núcleo duro de la oposición macrista, que
ya tiene que lidiar con sus propias divisiones – con un Larreta
alineado con Alberto en el eje de la pandemia -.
A
propósito de la figura del encierro, también se respira una
atmósfera de encerrona en el otro tema crucial de este momento: la
renegociación de la deuda, que no consigue avances frente a un pool
de fondos de inversión poderosísimos y fogueados en los aprietes
internacionales. Saben cómo desestabilizar gobiernos y ponerlos de
rodillas para que paguen en sus condiciones. Pesan en tribunales
internacionales.
Pero
no contaban con la pandemia, que debilita los consensos
internacionales de que gozaba el poder financiero, y vuelve razonable
a los ojos del mundo rebajar las reglas de las cobranzas de deuda.
Además, de este lado del mostrador también se aprendió que el
default es indeseable pero no es el final del camino.
Nos
esperan duras batallas y es cierto que estamos casi en el peor de los
mundos. En una de esas encontramos la salida a los encierros
aprendiendo a mutar, como hacen estos temibles virus.
Me
gusta ser directo, evita arriesgarme a que alguien crea que soy
distinto a quien soy.
Los eufemismos siempre me han dado
alergia, lo confieso y lo acepto, es parte de mi intemperancia
aprendida
Los eufemismos (y sus cultores) me
recuerdan las prosopopéyicas maneras de quienes siempre han
pretendido suplantar la seriedad usando la solemnidad.
Confusión tan grave, tan nociva y tan
iatrogénica como la de reemplazar legitimidad por legalidad.
«…parece ser que el temporal,
trajo también la calamidad
de cierto tipo de langosta,
que come en grande y a nuestra costa
y de punta a punta del país…
se ha deglutido todo el maíz…»
(V. Heredia)
Prensa internacional: Opositores en
Argentina convocan a una insólita marcha para frenar el "comunismo"
de Alberto Fernández
La historia reciente de Argentina, por
la sobreabundancia de eventos y personajes representativos me exime
de citar ejemplos puntuales, hay demasiados. Casi tantos como para
pensar que en vez de un sesgo cultural («cenacular») estamos frente
a un síndrome cultural.
Sí, un síndrome (1) cultural que a la
manera de un virus, (casi como el Co-vid19) contagia por contacto y
permanece en el ambiente transmitiéndose, indiscriminadamente, hasta
ser mecánicamente removido, insisto, mecánicamente removido.
Pulitzer, para mencionar un nombre
«culturalmente» aceptado por su foraneidad decía: «Con el
tiempo una prensa mercenaria, demagógica, corrupta y cínica crea un
público vil como ella misma».
El sicariaje mediático ha intentado
siempre desplazar la verdad. En realidad nunca le ha interesado más
que hegemonizar su rol de «portero de la realidad», decir y decidir
que es la verdad, desde luego, independientemente de lo que
ella sea.
La Verdad suele resultar incómoda para
ciertos estratos (individuos agrupados…). Invariable e
intrínsecamente, el valor de verdad de un hecho será siempre
independiente del placer o displacer que produzca. Por eso, para los
mercenarios periodísticos, la capacidad de discernir que es verdad y
que no lo es, debe ser removida de las aptitudes populares.
¿Cómo se puede desvirtuar/sesgar
tanto la visión? ¿Cómo se vende algo por lo que no es, cuando la
realidad evidencia lo que es?
¿Por qué es posible que alguien
embauque a alguien para que crea lo que no es cierto?
Por eso hablo de un síndrome cultural.
No se trata ya solamente de ignorancia, ingenuidad o distracción,
no. Hay un accionar proactivo. Intencional. Y como contraparte, una
toma de posición. Una elección.
La falacia «ad hominem» ha desplazado
la lectura de la realidad.
Sin intentar que el presente constituya
un tratado psico-filosófico tengo, sin embargo, que puntualizar
algunos enunciados fácticos y no puedo evitar ciertas definiciones
algo técnicas pero no por ello menos entendibles:
a) Los mecanismos de defensa son
estrategias psicológicas inconscientes puestas en juego por diversas
entidades para hacer frente a la realidad y mantener la autoimagen.
Las personas sanas normalmente utilizan diferentes defensas a lo
largo de la vida. Un mecanismo de defensa del yo deviene patológico
sólo cuando su uso persistente conduce a un comportamiento
inadaptado tal, que la salud física y/o mental del individuo, se ve
afectada desfavorablemente. El propósito de los mecanismos de
defensa del yo es proteger la mente/sí mismo/yo de la ansiedad o
sanciones sociales y/o para proporcionar un refugio frente a una
situación a la que uno no puede hacer frente por el momento (2)
b) La proyección es un mecanismo
de defensa por el que el sujeto atribuye a otras personas las propias
virtudes o defectos, incluso sus carencias. En el caso de la
proyección negativa, esta opera en situaciones de conflicto
emocional o amenaza de origen interno o externo, atribuyendo a otras
personas u objetos los sentimientos, impulsos o pensamientos propios
que resultan inaceptables para el sujeto. De esta forma, se
«proyectan» los sentimientos, pensamientos o deseos que no terminan
de aceptarse como propios porque generan angustia o ansiedad,
dirigiéndolos hacia algo o alguien y atribuyéndolos totalmente a
ese objeto externo. Por esta vía, la defensa psíquica logra poner
estos contenidos amenazantes afuera. Por su parte, la proyección
positiva se da cuando el sujeto atribuye a otra persona cualidades
dignas de ser admiradas, envidiadas o amadas; además, es un
componente habitual —incluso necesario— en el proceso del
enamoramiento. El tipo de proyección que el sujeto realice dependerá
de su estructura psíquica y de la introyección que haga de sí
mismo y su autopercepción. (3)
El titular mencionado al inicio
proviene de la prensa internacional: «Opositores en Argentina
convocan a una insólita marcha para frenar el "comunismo"
de Alberto Fernández».
De no ser por la bizarría que implica
semejante descripción sería hasta cómico. Sin embargo, el punto
correcto de apreciación es que el editor ha titulado de manera
fidedigna la marcha convocada por «los bastoneros del caceroleo»,
(el encomillado es total y absolutamente mío).
La aludida «manifestación» contra
el «comunismo» es convocada de esa manera. La acción se
desarrolla en un presente atravesado de múltiples variables.
Variables y hechos que ponen en juego desde la supervivencia
individual hasta el deber de guarda que el Estado tiene hacia el
ciudadano.
Uno podría descansar en la serena
reflexión de pensar que nadie en su «sano juicio» habrá de
prestarle atención a semejante disparate ya que: «es tan correcto
que el Estado trate de protegerme de un contagio para el que aún no
hay medio de defensa -en ningún lugar del mundo- como que el Estado
imponga el uso del cinturón de seguridad, los límites de velocidad,
las prohibiciones de conducir borracha/o, o intoxicado por drogas»…
Sin embargo, la realidad (siempre
incólume, ella) nos señala que hay una ingente recua de impensantes
para quienes el aislamiento preventivo para evitar el contagio del
Co-Vid 19 no es sino una estrategia del gran cuco comunista para
adueñarse de la vida del medio pelo autóctono (también conocidos
como los afectados por el síndrome Ingalls). (4)
Inevitablemente desfilan por mi mente
asertos populares que describen esta situación, pero hay uno que
especialmente describe lo que se busca, y es aquel famoso: «armémonos
y vayan».
Ya a esta altura, es obvio que hay un
sesgo profesional en mi descripción. Me someto a la honestidad
intelectual como herramienta indispensable.
Como psicólogo no puedo «creer» ni
discurrir en interpretaciones acomodaticias; tengo el deber de leer
la realidad y mantener la objetividad; de lo contrario, no podría
trabajar honradamente.
Y entonces, me parece que el «Polaco»
me sopla al oído:
«Amargo desencuentro, porque ves
Que es al revés.
Creíste en la honradez
Y en la moral...
¡qué estupidez!»
(frag.: C. Castillo)
Así entonces, reniego de ambos. Del
nihilismo y del tiro del final. Ninguna de las opciones me es
aceptable. Muchísimo menos deseable; no hay pacto de evasión
posible con la vida. El costo es inmenso y se paga eternamente.
Charly García enseñaba a «mamar la
Libertad», y es cierto, Ella siempre está.
También, como enseñaba Klimovsky, «La
honradez es como el embarazo», no tiene puntos medios. Se está
embarazada, o no se está.
Se es honrado, o no se es honrado. Esa
es la única gran dicotomía. La honestidad intelectual o su
denegación maníaca.
Exigente? Sí. Exigente y demandante
opción de vida. Pero uno tiene el alma limpia y sin deudas…
Es la simple consecuencia de la
cultura. No de la impuesta mediáticamente con impronta Goebbeliana,
sino de la cultura popularmente erigida. Nosotros hacemos la cultura,
nosotros la defendemos y la nutrimos a todo corazón o… O ellos la
bastardean por un departamento en Miami o un riñón comprado.
No es simple, ni fácil, porque es la
lucha por la verdadera liberación entre tanto macaneo organizado.
-«Guardate!»
-«No te expongas»
-«No te la jugués, qué ganás?»
Guardarse.., ¿para qué?, ¿para
cuándo?. La vida es una sola, es como la Verdad…
Y entre los males y los desmanes
hay cierta gente que – ya se sabe -,
saca provecho de la ocasión;
comprando a uno lo que vale dos
y haciendo abuso de autoridad
se llevan hasta la integridad.
(frag.: V. Heredia)
Por las dudas repitamos la consigna, no
sea que alguien se confunda.
“Quien quiera oír, que oiga...
Quien quiera seguir que siga...
Mi empresa es alta y clara mi
divisa.
Mi causa es la causa del pueblo.
Mi guía, la bandera de la
patria...
Descuidar la vida, denegar la Verdad,
por disimular, por parecer «atildado» o peor aún: por la
cobardía de no cosechar diatribas de los mercenarios periodísticos
o de los grupíes políticos (incluso de los llamados «del palo»
que se «olvidaron» por haberse vuelto «quesistas») implica pagar
un precio imposible. Es inmolarse en un silencio cómplice para que
algún mercader venial arree su tropilla de auto-imbecilizados
denegadores al corral del patrón mediático que mejor le pague.
Atestiguar sin hacer nada es abandonar
la libertad en el altar de la idiocia militante. Es decidir seguir
una mentira, si no el «creyente» debe afrontar el riesgo de verse
tal cual es. Pequeño, mezquino. Alienado que se cree superior.
Obsecuente. Ignorantemente ilustrado. Esas personas no viven, sólo
perduran.
Suscribo nombre y apellido
y ruego a usted tome partido
para intentar una solución,
que bien podría ser la unión
de los que aún estamos vivos
para torcer nuestro destino...
Saluda a Ud. un servidor.
(frag.: V. Heredia)
1-(R.A.E. m.Conjunto de signos o
fenómenos reveladores de una situación generalmente negativa.)
2-(«defense mechanisms. Britannica
Online Encyclopedia». www.britannica.com.)
3-(Roudinesco, Elisabeth; Plon, Michel
(2008) [Primera publicación (Dictionnaire de la Psychanalyse),
1997]. «Artículo: Proyección». Diccionario de Psicoanálisis.
Traducción: Jorge Piatigorsky y Gabriela Villalba. Buenos Aires:
Paidós. p. 859. ISBN 978-950-12-7399-1.)
4-(https://actualidad.rt.com/ Portal de
noticias, Rusia Today)
5-(Aquéllos que desde el 2003, se ven
a sí mismos como rubios luxemburgueses encerrados en una carreta y
rodeados por pieles oscuras)
* Psicólogo argentino radicado en
Noruega
Entre encierros y miedos a contagios,
discurren los dias de pandemia globalizada advirtiendo que de ves en
cuando es bueno pensar en la casa propia …
Y en eso de pensar ... pensar lo propio ... No significa encerrarnos y desterrar de la conciencia a los "otros", inventando realidades que solo surgen del pensamiento encerrado.
Daniel Roberto Távora Mac Cormack
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