Latinoamerica, Marx y Peron ... significantes del pueblo.

 
Entre las contradicciones que dibujan la realidad actual, las tensiones históricas discurren por una diversidad imposible de alcanzar pero que permite aproximaciones mas o menos certeras.
La dialéctica marxista nos aporta un método y un modelo conceptual que nos permite aproximarnos al conocimiento de como las comunidades humanas en el mundo nos organizamos en torno a nuestras necesidades y satisfacción de deseos, a partir de producir bienes y servicios y a los modos que culturalmente y socialmente definen formas de producción y distribución de estos.
La filosofía, en tanto pregunta, nos permite identificar corrientes de pensamiento que intentan explicar lo humano en su tiempo y en su geografía y lo humano en tanto tensiones y disputas por el ejercicio del poder o por los acuerdos que minimicen los conflictos, ya con el poder, ya de modos menos violentos y mas comunitarios y solidarios. En América latina tanto la filosofía como la diálectica que predomina son productos y herencia del colonialismo. Algo así como instrumentos críticos y de pensamiento que, paradojicamente no son nuestros, pero apropiados nos permiten identificar como hemos sido y estamos siendo moldeados por “otros”. Herencia Patriarcal y colonial que a fuerza de exterminio, violencia de todo tipo, ultraje y mentira, fueron despojandonos de cultura propia, de lenguajes propios y de la adminsitración de nuestras tierras.
El pensamiento decolonial intenta recuperar la memoria de este origen para proyectarla en algo nuevo como propuesta hacia el futuro. En Argentina, no sin contradicciones, ni equivocaciones producto de esas mismas subjetividades en conflicto, fue el movimiento político que hoy conocemos como “peronismo” y al que en su momento se llamó “justicialismo” (Por algo la derecha elije la figura personal del líder, en lugar de la causa que lo colocó como tal), el que encarnó y encarna estas disputas. Es por eso que quienes aún no han logrado despojarse de sus mentalidad neocoloniales, patriarcales, capitalistas y neoliberales, no entienden muchas cosas de lo que ellos despectivamente denominan “populismo”, y al “peronismo” como forma partidaria política que lo representa o lo ejerce cuando alcanza por el voto popular, los lugares y sitiales de administración de lo común.
Es hora de comenzar a llamarnos por lo que somos “justicialistas” y ha reivindicar el “populismo” en lo que en realidad es … Movimiento popular que busca justicia”. Recuperar la palabra propia, el lenguaje, el derecho a nombrarnos como somos y no como nos quieren “ellos” (Los que entienden la justicia y la libertad como atributo de sus “yoes” y no de la construcción de lo común), es un primer paso en el camino de emancipación.


“La dialéctica es la marcha de la historia cuyo motor son las contradicciones. En cada momento histórico las oposiciones y contrastes obran como factores impulsores de desarrollo. La dialéctica entre el hombre y su mundo (sociedad), y entre el hombre y la naturaleza están en transformación continua. Para Marx los respectivos modos de producción, en oposición al sistema vigente, constituyen las fuerzas que mueven la historia.
Los “modos de producción” son el conjunto de técnicas que en cada caso se dispone, y la manera en cómo se adquieren y distribuyen los productos. De manera que estas relaciones constituyen la base de la cual dependen todas las formas de vida humana, la super estructura (Überbau). Según Marx, lo que determina el modo de ser de una sociedad determinada son las condiciones económicas ya que estas producen ciertas formas jurídicas y políticas que vienen a ser estructuras secundarias. Estas estructuras secundarias, por apoyarse sobre las relaciones de producción se denominan “superestructuras”.
Entonces, cuando una sociedad llega a una fase determinada de desarrollo, sus fuerzas productivas materiales entran en una contradicción con las relaciones de producción existentes, es decir, la expresión jurídica de esto. Por tal razón, las contradicciones que impulsan la historia son su dinámica misma.
Marx (8/9): La marcha de la historia.
Principios de filosofía (2004) de Adolfo Carpio
Para el pensador Leopoldo Zea la clave de nuestra filosofía(Latinoamericana) se juega en los criterios de asimilación de los contenidos venidos desde el extranjero, lo verdaderamente propio, sería el tratamiento que se da a los grandes problemas de la humanidad, a la luz de nuestras necesidades. El verdadero problema no debe ser el descubrimiento de  una esencia oculta que hay  rescatar y defender, sino la forma de apropiarse de una problemática para dar respuesta a una realidad que siempre se presenta como diversa y coyuntural. Por tanto,  frente a la duda que cruza radicalmente este periodo acerca de si existe una filosofía propiamente americana, Leopoldo Zea responderá afirmativamente, teniendo en consideración, por una parte, la continuidad que esta preocupación ha tenido en nuestro continente –inédita al interior de la cultura occidental–, y por otra parte, considerando el largo recorrido que han tenido las respuestas, donde el ingenio se ha mezclado con la agudeza, para dar como fruto una auténtica búsqueda del saber, que es el único principio que define la filosofía y ordena sus coordenadas.


Frente a la figura señera y enorme que representa Leopoldo Zea, se agrupan una serie de pensadores  que pondrán el énfasis en los frutos concretos de la reflexión que se ha venido realizando en la América latina. Por nombrar un filósofo que salió al paso frontalmente a los criterios de asimilación como fundamento de una filosofía, podemos citar a Augusto Salazar Bondy, quién a fines de los años sesenta sostiene una acalorada discusión con el pensador mexicano. El punto central de su argumentación, afirma que en la América Latina a primado la copia y el remedo, la asimilación sería sino el refugio de un pensamiento que se sabe cautivo, tal vez una conducta residual de la antigua costumbre colonial de aclimatar el espíritu europeo a un paisaje un tanto díscolo. No sólo primacía de lo ajeno, sino también, dependencia y vasallaje. El diagnostico es penoso, en nuestra región no hacemos más que imitar y esto no por falta de motivación para la creación, sino, por un orden jerárquico y etnocéntrico que nos condenaría a ser pueblos relegados y de segunda categoría; sometidos en lo político; dependientes en lo económico; y deficitarios en lo intelectual. La respuesta a la pregunta acerca de una filosofía auténticamente latinoamericana, para este tipo de pensamiento, no termina con una afirmación, sino con una negativa que se convierte en el enunciado de un proyecto; el relato emancipatorio de la unidad latinoamericana frente a la dominación extranjera. De esta forma, si hay algo  realmente propio en la filosofía, esto ha sido –y es hasta el día de hoy–, la huella de una lucha que los pueblos han realizado en los distintos frentes por obtener su independencia cultural y política.
Filosofía, identidad y pensamiento político en Latinoamérica
Cristian Candia Baeza

Nuestra acción de gobierno no representa un partido político, sino un gran movimiento nacional, con una doctrina propia, nueva en el campo político mundial”, decía Perón en 1949.
“Desde su gestación hasta su discurso de clausura, el Primer Congreso Nacional de Filosofía celebrado en 1949 ofició como contienda de los batallones de filósofos –locales y extranjeros– y las doctrinas que circularon por allí: la fenomenología en auge, el humanismo marxista y el pensamiento cristiano”.
“Se trata de ponerle un traje a lo que existe”, escribió alguna vez Georges Bataille acerca del objeto de la filosofía. Como si el pensar filosófico fuera menos la pregunta por el sentido del ser que un intento por dominar las pasiones irrecusables que nos acechan, como si el cauce de la existencia se desbordara intolerablemente, como si las comunidades comulgaran en el enfrentamiento antes que en la armonía. Se piensa, entonces, porque padecemos, porque gozamos, porque nos encontramos. En definitiva, se piensa, y se escribe, como un desafío o un conjuro, desde una determinada geografía y unas esquivas genealogías, desde un destino, desde –y para– una comunidad determinada, para transformar lo dado o para legitimarlo.
Desde Platón, y sus utópicas ciudades comandadas por reyes filósofos, hasta nuestros días se intentó, desde los cenáculos intelectuales, vestir lo real con disímiles ropajes en una compleja trama urdida por las tensiones entre las instituciones académicas y las políticas estatales.
El Primer Congreso Nacional de Filosofía celebrado en la ciudad de Mendoza entre el 30 de marzo y el 9 de abril de 1949 fue clausurado por el General Juan Domingo Perón y su conferencia publicada luego bajo el título La comunidad organizada.
El poder Ejecutivo Nacional, por medio de un decreto del 20 de abril de 1948 firmado por el entonces presidente Juan Domingo Perón, nacionalizó el Congreso. Además de arbitrar los recursos para su realización y garantizar la presencia de delegaciones de toda Iberoamérica, no solo lo consideró de “interés capital para la doctrina nacional” sino que aseguró que el primer mandatario tendría a su cargo el discurso de clausura en octubre de ese mismo año. Hasta el 18 de julio de ese año la organización estuvo a cargo del Instituto de Filosofía de la Universidad de Cuyo, pero esa fecha sería de vital importancia para el futuro del evento: entonces se crearon las secretarías Técnica, a cargo de Coroliano Alberini, y de Actas, bajo el mando de Luis Juan Guerrero, entre cuyos asesores se encontraban Luis García Onrubia, Miguel Virasoro, Ángel Vasallo, Eugenio Pucciarelli y –quizá nuestro más grande filósofo, como lo demuestra el erudito Carlos Astrada, la filosofía argentina de Guillermo David– Carlos Astrada. Este último fue quien hábilmente demoró un año la realización del Congreso con la doble finalidad de, por un lado, convocar a las grandes figuras del pensamiento europeo a quienes había conocido en su estadía en el viejo mundo; y, por el otro, ganar terreno en la disputa del capital simbólico local frente a la línea representante del tomismo integrada por Juan Sepich, Octavio Derisi y César Pico, entre otros. Así, el Congreso se realizó finalmente en marzo de 1949 y adquirió una estatura internacional inédita en América Latina hasta ese momento.
El peronismo es, podemos decir, fundador de una discursividad. Fundador de un discurso y de unas prácticas novedosas hasta ese momento en Argentina: la asunción, por parte de los sectores hasta entonces relegados, de su destino.

 
El texto que lee Perón en la clausura del Congreso intenta ser, en un momento de fuerte movilidad de masas y en vistas de la reforma constitucional que se avizora, un intento por legitimar –como señala Gabriel D´Iorio en su excelente artículo “El riguroso ser de lo común” incluido en la compilación El peronismo clásico– “una perspectiva política que realiza de un nuevo modo las relaciones entre individuos, Estado y comunidad”. Es también un gesto desmedido y arrogante que, con tono didáctico, va desde el Rig Veda hasta Spinoza, pasando por Hobbes y Marx. Es, no obstante su aparente liviandad, signo de que en nuestro suelo, casi siempre convulsionado, como ya sabía el viejo Sarmiento, la indagación de nuestras pasiones y nuestro pensamiento encierra buena parte de la resolución de nuestros, por siempre irredentos, conflictos.
Experimentamos, sentimos eternos. Es la frase que le baja el telón a la Comunidad Organizada. Es la voz de Spinoza vuelta realidad efectiva en los ecos de un arcano que condensa las vibraciones del futuro, las memorias olvidadas, la felicidad del presente y la cifra de nuestra (definitiva) emancipación.
Julián Fava https://www.agenciapacourondo.com.ar/cultura/el-peronismo-una-doctrina-de-la-emancipacion
La tensión vital entre lo propio y ajeno, puesta a la luz en estos tiempos virales pandémicos, no es tanto en torno a la definición de las identidades, en tanto estas se expresarán de algún modo, sea cuáles fueren las fuerzas que intenten someterlas, ocultarlas, negarlas o destruirlas, sino mas bien en lo que emerge como realidad de esas tensiones. Lo que se puede averiguar del curso de la historia que nos ha traído hasta aquí. De como esas identidades preveén y construyen el futuro próximo. Y de como vamos haciendo la historia interpretando los momentos y articulando y convirtiendo las resistencias, luchas y demandas en un movimiento popular que las incluya como propuesta emancipatoria respecto a aquellas fuerzas que intentan impedir, someter, ocultar y que alimentan a las elites del privilegio.
América Latina y el Caribe es en estos tiempos, ese crisol de identidades que pugnan por ser … que luchan por sobrevivir. Cosmovisiones y lenguajes ocultados, maltratados, mutilados y envilecidos desde el Patriarcado colonial, que entregó sus resultantes al capitalismo y al neoliberalismo actúal. Desde las perspectivas de genero hasta la filosofía decolonial, desde las “venas abiertas de América Latina” hasta los movimientos populares que encarnan imperfectas esas voluntades de Patria Grande y diversa, Esa América Latina, unida en la sangre derramada por los Europeos y la que siguen derramando dentro de un Sistema globalizador y globalizante que atenta contra toda otra forma de organización comunitaria que no sea la que permite las relaciones de fuerza entre el Capital privado y el financierismo transnacional, en detrimento de cualquier otro intento, cualquier otra forma cooperativa, de asociación solidaria, de Defensa de los Derechos humanos entendidos como Derechos de los pueblos.
Hijos de Padres violadores y madres de la tierra .., hijos parias, mestizos, mulatos, hechos de tierra y arcilla y del agua del deshielo de la gran Montaña que nos une y atraviesa. Hijos de la lluvia y del viento, de los grandes bosques y del desierto, de los volcanes y de Islas templadas y frías que dibujan una diversidad inmensa. Hijos de hambrientos que huyendo de los propios centros del poder Colonial, vinieron a estas tierras en busca de mejores “oportunidades” , colonos que escapaban de sus propias podredumbres en las tierras invasoras y que se hermanaron a los nuestros en una idea común “Hacer la América Nuestra”. No sin contradicciones, imbuidos por la cultura y los deseos de los invasores. Aceptando no sin luchar, la cultura, la lengua, las instituciones, las formas de quienes entraron a saquear, imponer y matar.
De todo esto estamos hechos y de mucho mas imposible de nombrar en tanto historia sometida al silencio y a la mentira. Confusiones propias de aquello que sabemos somos, pero nos han impedido de manifestar.
La historia es el fluir de sus tensiones. En América Latina cada hito, cada hecho, cada contingencia lleva impregnada la marca de estas constituciones. El poder colonial con sus disputas y contradicciones. El poder Patriarcal con sus mentiras, ocultamientos e “inventos” de algún orden natural de las cosas, oprimiendo y mintiendo sobre lo que “es” ser humano, para ajustarlo a su “normalidad occidental y Cristiana”. El Capitalismo irrumpiendo como resultado estructural de la acumulación de riqueza material colonial sustraído de sus invasiones, vejaciones, y apropiaciones violentas y asesinas a la que llamó Civilizar la barbarie, invirtiendo como siempre el sentido de toda masacre cultural e imperialismo de cualquier orden. Los tiranos jamas se ven a si mismos como tiranos. Vienen a instaurar el orden. A mejora la vida. A dar bienestar o exterminar los males de los “otros”, cuando y por el contrario son el caos, el egoismo y la avaricia que destruye la vida de la humanidad. Son los que viven en la ilusión de la riqueza a costa de la miseria de muchos. Los que tornan la vida en mercancía y se apropian de la riqueza de los esfuerzos de los “otros”. Los que no entienden ni quieren entender porque les basta con el ejercicio del poder ganado, heredado o simplemente ejercido por la fuerza de su posición o posesiones, llenas de sangre derramada y vidas destruidas en el proceso.
El neoliberalismo como etapa imperial, ya no tanto aunque también, por el despliegue de alguna fuerza militar en la geopolítica y geoestrategia de la globalidad, sino mas bien por hilos mas sutiles y a la vez mas fuertes, hilos delgados de material difícil de cortar en tanto sustancia que anida en toda mente nacida bajo el dominio de la subjetividad que “normaliza” tal sistema de cosas. Que evita al pensamiento racional pensarse y pensar en formas relacionales. No hay “yo” sin “otro” de quien pueda diferenciar “me” y distinguir “me” en eso que entiendo y siento como “otro” respecto a lo que entiendo y siento como “yo”, para desde allí, acordar, consensuar, buscar formas de interactuar de modos de alcanzar un bien común, un beneficio que nos contente a ambos … una distribución mas justa que aliente la vida y no la muerte. Que imponga valores de humanización haciendo que cada existencia, como fuere que se dé, adquiera el valor de lo que humano nos es dable de experimentar. 


El neoliberalismo como etapa tecnocrática, impone superestructuras automatizadas, binarias, digitalizadas que en la ilusión de un desarrollo y en las fantasías de un Estado de bienestar, reparte de modos injustos, somete y priva a muchos de vidas dignas y del acceso a los elementos y bienes necesarios. Todo lo somete a las acumulaciones pre-existentes. Esas mismas logradas en el poder patriarcal y colonial. Esas mismas que legitiman leyes y Estados cuando sus integrantes juegan a favor del financierismo y respetan las leyes de los invasores y dueños.
El pueblo así confundido, mirá por televisión lo que debería estar debatiendo en Asambleas Públicas y en encuentros en calles y plazas. Las universidades debaten en Zoom los problemas que nos aquejan cuándo su lugar es en el territorio mismo que habitan, Allí donde las necesidades de su gente clama por alguna solución o esta atenta a la propuesta del conocimiento. Los que producen, mas preocupados por acumular números en sus cuentas bancarias, olvidan que producen para otros. Lo que hacen es apropiarse de lo que no les pertenece en tanto imposible que su esfuerzo individual, si se detuviesen un segundo a pensar humana y racionalmente, es capaz de producir la tremenda cantidad de alimentos y productos, servicios e innovaciones que consume a diario. En el fondo oculto de sus conciencias cada uno de nosotros lo sabemos. Todo lo que usamos y decimos tener no es ganado por nuestro esfuerzo aunque efectivamente nos hayamos esforzado al limite de nuestras posibilidades, en tanto imposible el tamaño del resultado respecto al resultado mismo en cantidad y volumen de los productos y servicios que consumimos y que representan “nuestros estados de bienestar”. En esta comprensión, surge claro y obvio que las carencias de muchos es lo que permite que uno disfrute de tanto.
Es necesario comenzar a repensar las relaciones que hacen que yo ¡¿Tenga?! Lo que tengo y otro no tenga siquiera asegurado su alimento diario. La naturaleza da lo suficiente, ¡Que no te sigan engañando.! ¡No hay escasez! ¡Hay temor, mucho temor de que si yo que tengo los medios, reparto equitativamente, mañana me quede sin! … el problema es la acumulación. La naturaleza posee un equilibrio propio ajeno a nuestras comprensiones en su totalidad, pero que invita al conocimiento a crear humanamente y producir, sin dañar y repartir de modos mas equilibrados. No estoy dibujando una utopía perfecta. Tampoco acepto la distopía neoliberal. Creo en la fuerza de la inteligencia y la sensibilidad humana que humaniza cuando piensa relaciones entre iguales. Cuándo forja acuerdos que buscan y alcanzan de alguna manera no perfecta ni exenta de conflictos, equilibrios que tensionan buscando el bien común y no el de sostener el bien de unos pocos sobre el sufrimiento y la carencia de muchos.
América Latina ha dado muestras y la sigue dando, de esas fuerzas que la identifican y que subyacen en las conciencias de quienes la habitamos … Hijos de padres violadores y madres de la tierra. En esas tensiones, las disputas por las producciones y las formas en que obligamos a otros a producir servicios para nosotros, en la medida que nosotros nos ofrecemos productores y servidores de otros, merecen ser pensadas hacia delante, sabiendo que la historia nos enseña como no hacerlo y como cambiar. La organización vence al tiempo y solo la comunidad que se organiza, sobreviviría en los tiempos convulsos que vienen. Sino por nosotros, al menos por lo que le dejaremos a nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.


Daniel Roberto Távora Mac Cormack


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