Cuestión de conceptos



1era entrega

Cualquier intento que pretende algo de coherencia en cuánto análisis consciente de la realidad, debe precisar, para sostener esa coherencia, los alcances de los conceptos que utiliza para describir y analizar los aspectos de lo que se analiza.
Detractores, confusos y “charlatanes” varios, suelen utilizar algunos términos de formas confusas  o aplicadas a varias cuestiones diferentes, que colaboran a crear ese universo difuso detrás de ciertas palabras o conceptos que contribuyen a diluir su peso en la interpretación de la realidad, y a someter a quienes la utilizan de modos mejor conceptualizados, como parte de ese universo de confusión, charlatanería o detracción.
Quiero referirme a tres conceptos que al menos en este blog han tenido, tienen y tendrán un sentido específico que le da coherencia argumentativa a los textos que escribo, aunque no puedo asegurar que ese mismo sentido se sostenga en los textos que escriben otros autores y cuyas firmas, referencias o links acompaño en las sucesivas notas que a diario expongo en este sitio.
Neoliberalismo. Refiero aquí a la etapa del Capitalismo que se inició a principios de los años 70, cuándo EEUU decide abandonar el Patrón oro y comenzar el proceso de financiarización dolarizada de la economía Capitalista global. Un proceso histórico perfectamente diferencial del Capitalismo anterior dentro del cual se pueden analizar todas las experiencias suscitadas desde entonces, en relación a las formas de disputas dentro de la guerra fria hasta la caída del muro en 1989, y en la posterior expansión norteamericana que sobre esta se produjo. Por ello, las primeras experiencias neoliberales se registran con las dictaduras en America Latina y persisten hoy en los movimientos neoconservadores que crecen y se expanden por la globalización. Al igual que, la oposición no siempre clara al respecto, que surge de los movimientos populares y populistas de América Latina a comienzos de este siglo y de algunas de las prácticas de los Estados llamados de las economías emergentes tan solo algunos años antes. Y de los sectores de la elite mundial que lideran los procesos actuales de globalización y tiene su cabeza visible en las cumbres de Davos, el club Bilderberg, los organismos multilaterales de Crédito, la Banca mundial y los gobiernos pseudo progresistas del imperio norteamericano, sostenidos por Wall Street y la FED.
 
El segundo concepto es el que precisamente actúa como articulador de los relatos en estos sentidos, en tanto se entienden los procesos que van modificando el sistema Capitalista a su forma neoliberal, como el entrecruzamiento que entra en conflicto, entre dos formas de poder capitalista, el de la propiedad de los medios de producción y el de la concentración financiera que esta produjo, pero que termina sometiendo a la primera, y que se expresa como “dinámicas” de estos procesos. Lo dinámico refiere al juego de actores y tensiones de poder e intereses que entre estos actores se suscita y que entran en conflicto pero sin posibilidad de ruptura en tanto surgen del mismo sistema y sostienen sus mismos entrelazamientos. El poder de la concentración financiera somete al poder de la propiedad de los medios de producción y generan una nueva dimensión cuya propiedad es la que está en disputa … la de la innovación tecnológica y técnica y la valoración de lo intangible y la especulación de ganancias presuntas y a futuro que modifica el esquema capitalista original sostenido en el ahorro. 

El tercer concepto es el de “popular” o “populista” que en el sentido que le adjudicamos en este blog no puede ser sino contestatario y resistente respecto a ambas formas en tensión del capitalismo, ya de “dueños”, ya de “inversores”, que no siempre son los mismos actores. En ocasiones si, pero en otras disputan entre sí. Precisamente como lo popular o populista se ubica entre ambos contendientes del Capitalismo, como alternativa o propuesta transformadora, no puede ser de ninguna forma, populismo definido como conservador o de derecha en tanto eso negaría la disputa al interior del capitalismo que es todo de derecha sea financiero o de los dueños de la producción.  Los idearios populares o populistas alientan una hegemonía emancipatoria de ambas formas.
En la realidad, las confusiones abundan mas que las certezas y aunque las tres distinciones surcan la realidad, no siempre aparecen con claridad y coherencia aún y cuándo son pensadas y relatadas por los mismos actores que adscriben a alguna de estas posturas pero que, en la velocidad de los cambios, no atinan a distinguir que de que, respecto a estas cuestiones que atraviesan los análisis y las decisiones que predominan en la globalización imperante, ya como geopolítica, biopolítica, Política estatal o las políticas económicas de los actores de las elites y del poder capitalista mundial.
En Argentina, los medios hegemónicos (Clarín, La Nación, Infoabe y Perfil) tienden a ocultar las disputas de poder al interior del poder mismo y en cambio, en sus relatos, confunden a sus contricantes de elite, con aquellos que no disputan hegemónia dentro del capitalismo, sino que intentan construir hegemonía popular  y aquellos que si creen que lo hacen sin entender estas distinciones (Izquierdas dogmáticas y “progresistas tibios”)  y obviamente, jugando en la práctica para esta falsa reducción binaria que denominan “Grieta” y que solo representa la guerra por defender sus intereses oligopólicos y los intereses de sus empresas patrocinantes. 

Alejandro Mosquera es director de “La Barraca” y en su editorial de este viernes expresa:
“El establishment, el poder real, o como cada uno quiera llamarlo intenta encajonar el debate sobre las alternativas para el país en las dos variantes que respetan sus intereses estratégicos: neoliberalismo de derecha o neoliberalismo progresista. Tratan de pensar Argentina como un espejo de los sucesos políticos de EE.UU. y Europa. Piensan que el presidente norteamericano Joe Biden expresa el reemplazo de un neoliberalismo de carácter conservador, racista y violento por otro neoliberalismo que llaman “progresista”,  que atiende parte de los problemas de las minorías pero que sostiene su alineamiento con Wall Street, es decir con el capitalismo financiero y los intereses de los supermillonarios del capitalismo de vigilancia.

Les interesa que en Argentina existan dos coaliciones o polos que disputen “el centro”, dos polos que respeten los intereses de los grandes grupos concentrados de la economía y su alineamiento geoestratégico con los EEUU. Y buscan que el país se olvide de los años de resistencia, de luchas, de experiencia en derrotar los tres ciclos neoliberales que sembraron la catástrofe que vive el país.
Una parte de Juntos para el Cambio aprovecha la situación tratando de mostrar que ellos son mejores gestionando si de lo que se trata es de administrar la desigualdad y las políticas neoliberales. “Somos el mejor centro” les dicen a sus vecinos de enfrente y utilizan a su ala ultraderechista para mostrarle al electorado que ellos son los moderados, los que pueden disputar electoralmente contra el populismo.
También en la coalición oficialista hay sectores que abrevan en estas ideas de la disputa por el centro. Por un lado, las consultoras explican esas ideas como si fueran independientes gurúes del futuro argentino y no jugadores políticos rentados y por el otro, también lo replican algunos dirigentes sosteniendo una y otra vez que la correlación de fuerzas actual no permite saltarse los límites que impone esa misma correlación. Una forma elegante de disfrazar el corrimiento hacia el centro derecha.

Testarudo y memorioso

Sin embargo, la realidad y nuestro pueblo son testarudos. Crece el descontento y la desilusión por algunas políticas del gobierno. Se debate sobre la necesidad de contar con un programa, se reclaman medidas para recuperar soberanía, se exige que funcionen los funcionarios o que se busquen otro trabajo si tienen miedo. Se abre paso la conciencia de que ello no es ser funcional a la derecha y se rechaza la verticalización a un discurso único. Se exige espacio para protagonizar y que se atiendan los dolores de nuestro pueblo como la mejor manera de fortalecer el FdT y dar batalla a la derecha.
Los que pregonan la idea de correrse al centro para ser efectivos electoralmente sostienen en la práctica una pérdida de la pluralidad del Frente que es justamente su riqueza y su potencia.
Alentar esta idea es un error estratégico. Por un lado, le haría perder al gobierno su sustento social y por el otro profundizará al corrimiento al centro porque lo que se cercenaría es al pensamiento transformador.
Viejas ideas reaparecen en este contexto. El poder real más concentrado promociona la idea de la gobernabilidad como la esencia misma del buen gobierno. Cuando uno bucea en el concepto, gobernabilidad, para ese poder, significa aceptar su programa para el país, es decir, atender sus intereses de maximización de su ganancia aún a costa de la pobreza de los argentinos.
Aplauden los giros ortodoxos del gobierno, detestan a Cristina y denigran y censuran a todos los que proponemos una alternativa transformadora de la desigualdad.
Con ese telón de fondo se transita una parte clave de la negociación con el FMI sobre una deuda externa que fue contraída violentado la propia normativa del organismo y por decisión de Trump para que Macri ganara las elecciones. Mega deuda que no fue auditada, los fugadores siguen impunes, y los que la contrajeron y permitieron que vaciaran el Banco Central, están igualmente impunes.  Sabiendo todo eso, siendo evidente la experiencia del país y de otros países con el FMI, se habla del Fondo como si fuera un prestamista de última instancia y no uno de los instrumentos de dominación de las grandes potencias, ya sea por táctica negociadora, por ingenuidad, o por convicción, esa visión nos puede hacer un profundo daño.
Mientras, la inflación en especial en los alimentos, hace estragos en las capas medias, en los trabajadores y en los pobres del país.  Hay quienes quieren ignorar que es una forma de distribución regresiva del ingreso, quieren ignorar la responsabilidad de los grandes jugadores de la economía como formadores de precios. Igualan la responsabilidad del aumento descontrolado de los precios entre las grandes corporaciones y un kiosquero o con nosotros que compramos.

El programa de las patronales agropecuarias y de la corporación exportadora

En un país con tantas desigualdades como el nuestro, las formas de transformación presuponen un importante conflicto entre intereses contrapuestos.  Las patronales agropecuarias y las grandes corporaciones exportadoras sólo tienen interés en seguir aumentando  sus grandes ganancias en un mundo que reclama alimentos, sus propuestas no están dirigidas a sostener el mercado interno ni a proteger los alimentos de los argentinos. Por el contrario, cada vez que triunfaron fue a costa del desarrollo del país.
No quieren que el estado regule y controle, quieren pagar menos impuestos y que la AFIP los deje eludir, evadir y seguir fugando divisas. Pretenden reducir los derechos de los trabajadores, el salario real, que el estado baje el gasto público y si la gente protesta, que los ponga en “caja” con su aparato represivo.
La moderación en las formas, el diálogo como método de transitar el conflicto no pueden confundirse con asumir su programa o “creer en su palabra” como si no estuviera claro cuáles son sus objetivos políticos, económicos y financieros.

No hay que asustarse por el debate

El debate en el frente de todos, su pluralidad, es su riqueza. Salir del neoliberalismo, construir un país más igualitario, convertir en realidad el nunca más al lawfare, la libertad de los presos políticos, transformar la justicia, garantizar una mejor distribución de la riqueza y el poder, exige la decisión y la templanza de los dirigentes, y sobre todo el protagonismo de las organizaciones populares, de les trabajadores, de les estudiantes y de los partidos.
La democracia real se conquista sin pedir permiso.
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Otro que aporta a la discusión es el Psicoanalista y ensayista político Jorge Alemán “ Hay un círculo vicioso que se repite en distintos escenarios. Durante años un gobierno neoliberal realiza una apropiación y destrucción del aparato productivo, del tejido social, de los legados históricos, capturando a través de distintos dispositivos el sentido común y generando subjetividades sin brújula política. Para lograr esto el gobierno neoliberal no necesita ni políticos importantes ni grandes estrategias. Existe una "astucia de la razón" propia del capitalismo, su demoledora capacidad de reproducción sin que nada lo límite.
Por ello las derechas gobiernan supervisadas por las corporaciones financieras, mediáticas y judiciales, dando lugar a una custodia efectiva del proyecto neoliberal. Y con ello les basta. Son un Poder no una Hegemonía, la que siempre es una construcción política. Pero nunca se adormece del todo la memoria popular, el saber en reserva de los grandes proyectos transformadores finalmente vuelve a irrumpir y por tanto tarde o temprano se preparan las condiciones para que emerja un proyecto democrático con vocación popular e igualitaria.

Pero en el siglo XXI de una manera mucho más acentuada, el neoliberalismo continúa más allá de los eventuales gobiernos que lo representan. Hay que tomarse en serio que la realidad misma en todos sus aspectos es neoliberal y por ello el gobierno democrático y popular padece de inmediato los efectos de una impotencia no buscada. La derecha, gracias a su control de la realidad, apenas paga las consecuencias del desastre que ha generado, un desorden criminal a partir del desencadenamiento de la Pandemia. De este modo el gobierno democrático-popular en poco tiempo se mueve en un espacio ultracondicionado.
Por la derecha se radicaliza su posición, hay un devenir ultraderechista irremediable en las derechas ya que ahora solo encuentran su punto de apoyo en un ejercicio de imputación neofascista a cualquier intervención del Estado en su dimensión social y comunitaria. Esto le resulta muy fácil a la derecha, puede haber perdido el Gobierno pero conserva intacto su Poder. Mientras tanto el gobierno democrático popular se ve en poco tiempo asediado por situaciones estructurales muy graves, que aunque intente paliarlas, siempre lo hace de un modo insuficiente, las demandas insatisfechas, el acoso judicial, el dolor popular del hambre bajo la pandemia, el endeudamiento de la nación, tiñen de insuficiencia a todos sus esfuerzos.
Por ello en un tiempo muy breve, surgen las corrientes críticas en el interior del propio espacio social del gobierno. El que ahora debe mantenerse frente a la ofensiva sostenida e insistente de la derecha, su antagonismo principal, y los conflictos crecientes situados a su izquierda que ven en este nuevo gobierno, como no podía ser de otro modo, impotencia, una moderación y tibieza que no fue votada, en definitiva una debilidad que decepciona y genera un clima de arrepentimiento, incluso de cuestionamiento de la autoridad gubernamental.
Las críticas procedentes del propio espacio no pueden esperar a que lleguen los buenos días, los que nunca estén garantizados que lleguen. De este modo no hay día en que algún intelectual no le envíe una carta crítica al Presidente o distintos actores encuentren buenas razones para no callar su decepción o disgusto. No considero a esto ni "fuego amigo" ni que las críticas sean funcionales a la derecha. Intento situar un problema estructural que tensiona el espacio del gobierno democrático popular. Por ello este espacio crítico tiene delante suyo un gran desafío político: demostrar que estas críticas no contribuyen a un malestar imaginario y binario que se expande y que la derecha espera alojar.
Las críticas ya existen y tienen sus voces, lo que debe ser pensado rigurosamente es cómo deben formalizarse, encontrar puentes simbólicos que no alimenten un imaginario pasivo de decepción y arrepentimiento. Al desarrollarse todo esto bajo pandemia, las críticas no se articulan a los movimientos sociales ni a las estructuras políticas y orgánicas, especialmente aquellas organizaciones que al compartir con el gobierno responsabilidades institucionales podrían ser el mejor vehículo para que dichas críticas alcancen su cometido.

Se añade otra cuestión, cuál es el límite de estas críticas si las mismas no quieren implosionar el Gobierno ¿Valen todas las críticas ? ¿Incluso aquellas que ya no diferencian al gobierno neoliberal del gobierno democrático popular? ¿Qué se espera de estas críticas ? Rectificar al gobierno o esperar que lo suceda otro más coherente con la expectativas históricas de las corrientes transformadoras. Es difícil no pensar que esto último no sea un espejismo peligroso. Este es un punto problemático ya que los críticos saben muy bien que en el gobierno criticado, como señalé antes, hay grandes exponentes de la historia anterior a la llegada del gobierno neoliberal. Si el deseo es que este círculo vicioso del neoliberalismo no arrastre a lo logrado por poco que sea a un colapso, las críticas deben encontrar diversas mesas de diálogo con el gobierno, salvo que quieran engolosinarse con la famosa enfermedad infantil del izquierdismo, que suele no distinguir el antagonismo principal del conflicto secundario. Es hora de hacer un debate de fondo sobre qué reformas estructurales importantes se pueden realizar bajo el dominio neoliberal cuando no se ha ganado primero la batalla en la sociedad, en la comunidad y en el corazón de las subjetividades.”
https://www.pagina12.com.ar/324330-en-la-democracia-del-neoliberalismo-las-buenas-criticas

Parte de las batallas por venir se dan en el plano de los relatos que necesitan precisar conceptos. Sin conceptos claros, los relatos que se imponen son siempre los del poder que se ejerce sin miramientos ni sensibilidad social alguna.
Daniel Roberto Távora Mac Cormack
 
Imagenes:

Dolores Mendieta, nace en Buenos Aires en el año 1977. Es Licenciada en Artes Visuales con mención en Pintura y Profesora de Artes en Artes Visuales (U.N.A., Universidad Nacional del Arte, C.A.B.A); además es Profesora Nacional de Pintura (Escuela Nacional de Bellas Artes P. Pueyrredón, C.A.B.A.). Complementó su formación en la Escuela Superior De Bellas Artes E. de la Cárcova (C.A.B.A.), realizando diferentes seminarios de posgrado: Forma y Color, Dibujo aplicado a la Pintura, Experimentación tecnológica mural, Dibujo, entre otros.

Su obra se enmarca en una constante indagación sobre la identidad latinoamericana. El estilo de sus primeras épocas (1998-2005) se caracteriza por un realismo social y un realismo mágico, fuertemente retratístico. Luego, inaugura en el año 2008, una nueva serie: Cosmogonías y sikuriadas, donde abandona el realismo de sus rostros para pasar a una figuración simbólica, de fuerte contenido narrativo, telúrico, mítico e imaginativo. Inspirándose fuertemente en el diseño cosmogónico amerindio y en el colorido del arte popular, logrando un estilo único y particular que la caracteriza.

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