Las sociedades humanas y sus temores ...

 


Sólo de vez en cuándo surgen esas historias que dibujan los elementos constitutivos del presente con una claridad mágica. El ejercicio de poder se asienta en el temor y en la ignorancia. Toda construcción de poder y privilegio tiene allí su sustento, y hay relatos que los exhiben con mas claridad que otros ...

Mike Karplus, un argentino, conocido experto en andinismo, hielos continentales y otras aventuras en esas inmensidades deshabitadas, encontró en 1998 algo oxidado, retorcido y cubierto de nieve en la mitad de la cordillera de los Andes un objeto que, no podían caber dudas, había sido una máquina de escribir. Inequívocamente había sido eso. Lo inconcebible era cómo había ido a parar a ese lugar. Era difícil que la hubiera olvidado un dactilógrafo distraído. Muy desconcertado Mike abandonó el artefacto para no agregar carga a su ya pesada mochila, sabiendo que sin llevar la prueba todos creerían que se trataría de una alucinación surrealista producto del cansancio y la escasez de oxígeno de aquellas alturas. Prosiguió su camino, pero unos novecientos metros más adelante encontró también una muy pequeña pieza de arcilla que --todo hacía suponer- había sido parte de una vasija. Esta vez sí, guardó la prueba. De regreso a Buenos Aires consultó a montañistas, antropólogos, historiadores, sin resultado. Hasta que una joven estudiante de arqueología revisó la piecita de arcilla en detalle y dijo: “Esto parece maya, de Honduras, México o Guatemala”. Mike siguió averiguando y al irse –desilusionado una vez más– de la embajada de Guatemala, escuchó un chistido. Era un viejito que, escoba en mano, le dijo: “Hace más de cuarenta años que mantengo limpia esta embajada. Escuché que usted decía que encontró algo insólito en la cordillera. Y yo sé que en 1954, un avión de las Fuerzas Armadas de Argentina, que venía con exiliados de Guatemala, tuvo serias dificultades y la tripulación tuvo que arrojar todos los equipajes para estabilizarlo”.

Bueno, ¡por fin! se dijo Mike, ¡no estaba delirando!, y se puso a averiguar todo el episodio. Resulta que en 1954 Jacobo Arbenz, el presidente elegido democráticamente en Guatemala (de ascendencia suiza pero nacido en Guatemala) se empeñaba en rescatar a su país de la ciénaga de miserias y sinsentidos en que se encontraba.

No tomó en cuenta que en Estados Unidos si un país latinoamericano se decidía a alfabetizar a su pueblo, otorgar tierras a los campesinos pobres y construir miles de viviendas populares, los capitostes de Washington se ponían muy nerviosos. ¡Había que mantenerlos en la miseria! Y la mejor manera era agitar los fantasmas del comunismo con lo que el adecentamiento del pueblo de Guatemala se transformó no en eso sino en que ¡Guatemala se había transformado en la cabecera de playa para propiciar la invasión de la Unión Soviética en América Latina! Bajo esta fábula se saboteó de mil maneras a Guatemala y a Arbenz, hasta que definitivamente se la invadió desde Honduras y se llegó a bombardear, con aviones de guerra, la ciudad capital del país, hasta lograr la caída de Arbenz. El revanchismo, el odio y los fusilamientos crearon un clima de pánico y desesperación entre los sectores progresistas de Guatemala (entre ellos se encontraba Ernesto Guevara), y Perón (que no estaba en su mejor momento, ya era 1954) ordenó abrir la embajada argentina en Ciudad de Guatemala y alojar allí a quienes se escapaban de las matanzas. Más de doscientas personas vivieron tres meses hacinadas en la embajada argentina hasta que pudieron ingresar dos aviones de la Fuerza Aérea Argentina a rescatar a los refugiados. En uno de los vuelos, en el tramo final, Santiago de Chile/Buenos Aires, uno de los aviones entró en emergencia y el comandante ordenó aligerar la carga, desprendiéndose de todo lo que no fuera imprescindible.

Así terminó de esclarecerse lo que no había sido una alucinación surrealista de Mike Karplus. Él siguió investigando y llegó a la conclusión de que esa máquina de escribir la portaba el conocido poeta y periodista guatemalteco Roberto Paz y Paz, escapando de la muerte.

https://www.pagina12.com.ar/322755-la-pista-andina

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Los Nobel en economía Esther Duflo y Abhijit Banerjee se hicieron en el 2008 la siguiente pregunta: ¿qué caracteriza a los hogares de clase media en los países en desarrollo? Para responderla analizaron encuestas de hogares en 13 países de ingresos bajos y medios en Asia, África y América Latina. Exploraron patrones de consumo en alimentación, educación, salud y entretenimiento; características de la ocupación y el empleo; actividades de emprendimiento y acceso a crédito; migración y fertilidad, entre otras muchas variables. Su conclusión, que cito y traduzco aquí, es: “Nada parece más clase media que el hecho de tener un trabajo estable y bien remunerado (…) La razón por la que esto importa ―y, de hecho, por la que importa mucho― es que nos lleva a la idea de un buen empleo. Un buen empleo es un trabajo estable, bien remunerado, que le dé a uno el espacio mental para hacer todas esas cosas que la clase media hace bien (…) Quizá esa sensación de control sobre el futuro que uno deriva al saber que habrá un ingreso cada mes, y no simplemente un ingreso, es lo que permite a la clase media enfocarse en construir sus propias carreras y las de sus hijos.”

Una década después de publicado este estudio, el panorama en América Latina en este frente era agridulce. De un lado, había una muy buena razón para celebrar: tras años de caída sostenida, los niveles de pobreza monetaria se habían reducido sustancialmente. Entre 2002 y 2018, el porcentaje de personas en América Latina con ingresos inferiores a la línea la pobreza (cinco dólares diarios según el estándar para la región) cayó de 42,3% a 23,1%. Fue una caída generalizada, si bien algunos países ―Bolivia, Ecuador, Paraguay― fueron más exitosos que otros como El Salvador, Honduras y República Dominicana

Pero, de otro lado, había también causas de preocupación. En 2019 solo 4 de cada 10 latinoamericanos de ingresos medios se encontraban suficientemente lejos de la línea de pobreza; el resto carecía de un amortiguador para que, en caso de una recesión profunda, no retrocedieran a la pobreza. Y, esta vulnerabilidad estaba asociada a la calidad del empleo. Al contrario del ideal de Duflo y Banerjee, en América Latina muy pocos trabajadores de ingresos medios (tercer quintil de ingresos) han tenido estabilidad laboral. En 2018, por ejemplo, menos de un tercio de los trabajadores de ingresos medios en Bolivia y Colombia tenían contratos permanentes y más del 40% eran trabajadores por cuenta propia. Y dado que, por razones históricas, en América Latina el acceso a la seguridad social ha estado vinculado al empleo asalariado formal, buena parte de los trabajadores de clase media han estado expuestos a riesgos de pérdida de ingresos por enfermedad y desempleo y sin acceso a una pensión que les proteja en la vejez. Así, por ejemplo, en Chile en 2017 el 30% de los trabajadores de ingresos medios no cotizaba a la seguridad social. En Argentina esta cifra aumentaba a 46% y en Perú, Bolivia y Guatemala, superaba el 80%.

En 2019 solo 4 de cada 10 latinoamericanos de ingresos medios se encontraban suficientemente lejos de la línea de pobreza.

Y es en este contexto en el que llegó la pandemia a América Latina; una región que, pese a representar solo el 8% de la población mundial, concentra el 30% de los contagios y muertes por la COVID-19. Como tantos han señalado, la profunda recesión y las medidas de confinamiento amenazan con revertir los logros sociales en la región. Si bien se anticipan efectos especialmente pronunciados en la población más pobre, la clase media también está siendo duramente afectada. En el 50% de los hogares de ingresos medios al menos un miembro del hogar ha perdido el empleo. La CEPAL estima que, en un escenario moderado, 29 millones de personas podrían caer en la pobreza.

La profunda recesión y las medidas de confinamiento amenazan con revertir los logros sociales en la región.

Enfrentar los retos económicos y sociales que traerá la pandemia implicará estrategias de enorme envergadura, incluyendo reformas fiscales estructurales, medidas para recuperar pérdidas educativas y aumentos en la generosidad de las transferencias antipobreza. Sería un error no priorizar en esta agenda las reformas que mejoran el funcionamiento del mercado del trabajo y aumentan el acceso a la seguridad social. Recuperar el empleo formal es esencial para aumentar la productividad y fortalecer las cuentas fiscales. Además, es a través del empleo de calidad ―y no a través de transferencias sociales― como se han afianzado en el mundo las sociedades equitativas. Consolidar, ahora sí, una clase media latinoamericana con estabilidad y resiliencia demandará reformas profundas en materia laboral que, como en el caso de las que proponemos aquí, requieren de amplios consensos sociales. Pero estos esfuerzos son imprescindibles. Se trata, en últimas, de darle a los trabajadores de clase media las condiciones para confiar en el futuro y construir su propio destino.

* Este artículo fue publicado originalmente en la sección Planeta Futuro de El País. Puede verlo en este link.

https://blogs.iadb.org/trabajo/es/la-esquiva-clase-media-latinoamericana/

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El correísmo, representado por Andrés Arauz, venció en la primera vuelta de las elecciones ecuatorianas pero no logró esquivar el balotaje. El conservador Guillermo Lasso y el dirigente indígena Yaku Pérez se disputan, voto a voto, el pasaje a la segunda vuelta del 11 de abril. Derrotado en la Sierra, donde los sectores populares tienen más densidad organizativa, y con su bastión electoral en la Costa, Arauz parece tener más posibilidades de triunfo frente al «banquero del Opus Dei» que al candidato de Pachakutik.

El 7 de febrero, Ecuador asistió a uno de los procesos electorales más inusuales de su historia. Inusual por el efecto de la pandemia, inusual por tener que elegir entre dieciséis binomios electorales a la Presidencia de la República e inusual también por el permanente ruido de posible fraude electoral que sobrevoló las redes sociales durante la última semana.

Los tres años y ocho meses de gobierno de Lenín Moreno dejaron al país agotado. En el sentir general de la sociedad ecuatoriana está el anhelo de que este período termine cuanto antes y se entregue el listón de mando gubernamental a un nuevo mandatario. En paralelo, asistimos a una sigilosa fuga del país de varios de quienes ejercieron la toma de decisiones durante este período: tanto Richard Martínez, ex-ministro de Finanzas y artífice de los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional (FMI), como María Paula Romo, ex-ministra de Gobierno y principal responsable de la represión en las movilizaciones de octubre de 2019, entre otros, residen hoy en Washington.

Ecuador sufre el deterioro generalizado de prácticamente todos sus indicadores sociales, macro y microeconómicos, así como de la credibilidad de sus instituciones públicas. En un marco en el que el divorcio entre el establishment político y la sociedad es cada vez mayor, crece de forma acelerada la pobreza, la mendicidad infantil, el ausentismo escolar, los suicidios, el endeudamiento familiar, la inseguridad ciudadana, el deterioro del mercado de laboral, el desempleo, el endeudamiento externo y el desprestigio de la institucionalidad. Si bien este proceso ya venía de antes, las condiciones se volvieron dramáticas a partir del impacto de la pandemia de covid-19 en el país. Quizás la consecuencia más brutal de todo esto hayan sido los cerca de 40.000 fallecidos durante el 2020 por encima del promedio de muertes correspondiente a años anteriores.

Es en ese contexto en el que definieron su estrategia electoral las dos principales tendencias políticas hasta entonces existentes en el país. Por un lado, la opción correísta encabezada por Andrés Arauz –al estar impedido legalmente Rafael Correa de ser candidato–, quien articuló como narrativa principal que «vuelve la esperanza» al país o llama a «simplemente comparar el anterior gobierno con este y piensa cuando estábamos mejor». Por otro, el conservadurismo con Guillermo Lasso a la cabeza –en alianza con el Partido Social Cristiano (PSC) de Jaime Nebot– intentando posicionar que Lenín Moreno fue originalmente el candidato avalado por Rafael Correa y por lo tanto signo de su continuidad. Todo ello pese a que el giro a posiciones políticas neoliberales del actual gobierno se sostuviese con el apoyo precisamente de las bancadas de Lasso y Nebot en la Asamblea Nacional. En resumen, el clivaje político electoral se posicionaba entre las –a priori – dos grandes tendencias ideológicas del país en correísmo vs. anticorreísmo, una polarización que beneficiaba a ambas tendencias. 

Sin polarización

En este contexto, de los catorce binomios presidenciales que acompañaban a las dos principales tendencias políticas en disputa hubo dos que fueron capaces de imponer clivajes alternativos. Por un lado, la candidatura social liberal de Xavier Hervas al frente de la Izquierda Democrática (ID) un partido que venía cayendo en picada desde hace años; y por otro el brazo político del movimiento indígena, el movimiento Pachakutik, con Yaku Pérez, activista ambientalista y ex prefecto de Azuay, como candidato.

Mientras Hervas, joven empresario del agronegocio, se posicionó como el candidato outsider de esta contienda representando «lo nuevo» con una estrategia comunicacional muy creativa y desenfadada que consiguió conectar con targets de jóvenes urbanos y sectores ilustrados de clase media, Pérez capitalizó el acumulado de las movilizaciones de octubre del 2019 –episodio de lucha social brutalmente reprimido por los aparatos de seguridad del Estado– y la defensa de la Pachamama, sumado al rechazo al correísmo en varias zonas andinas, mediante su oposición a las políticas extractivas y la defensa del agua. Con ello, el candidato indígena sintonizó también con sectores juveniles, en este caso con sensibilidad ambiental, y con sectores urbanos marginales que se movilizaron especialmente en Quito junto a los sectores indígenas. «Yaku es pueblo» fue el arquetipo construido en torno a la figura del referente indígena durante la campaña.

Estas estrategias alternativas fueron poco a poco calando en la sociedad ecuatoriana y generando un sostenido y silencioso crecimiento de apoyo a estos nuevos liderazgos. Todo ello mientras un «banquero del Opus Dei y del feriado bancario [de 1999]» como Guillermo Lasso disputaba la contienda en un plano superior con Andrés Arauz, el «candidato del bolivarianismo chavista apoyado por grupos terroristas colombianos como las FARC [Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia] y el ELN [Ejército de Liberación Nacional]». Así se desprestigiaban los unos a los otros entre estas dos principales tiendas políticas en disputa.

El correísmo tendrá, sin duda, que hacer su ajuste de cuentas interno tras esta primera vuelta. Toda estrategia electoral parte de un análisis del contexto. La práctica demuestra que la campaña de Arauz manejó encuestas equivocadas, insistiendo en los últimos quince días en que ganarían en una sola vuelta, para lo cual necesitaba llegar al 40% y obtener diez puntos de diferencia sobre el segundo. Y, fruto de lo anterior, se posicionó públicamente con la habitual prepotencia que suele dar sentirse anticipadamente ganador, sin hacerle guiños políticos a ningún sector más allá de su «barra brava». 

En paralelo y teniendo en cuenta que el mensaje es el 50% de una estrategia electoral, la campaña de Lasso no pudo ser más confusa y desesperadamente desorganizada. Comenzó prometiendo un millón de puestos de trabajo para terminar comprometiéndose a duplicar su propuesta inicial, incorporando en la última semana de campaña dos de sus principales promesas electorales: vacunar a nueve millones de ecuatorianos en los primeros cien días de su gobierno y subir el salario mínimo –que en los últimos siete años no dejó de considerarlo excesivo– en un 20%. Ninguna de estas propuestas formaba parte de su plan de campaña inicial.

Resultados y perspectivas

Al momento de escribir este artículo, el conteo oficial señala que la opción con mayor apoyo popular en esta primera vuelta ha sido la candidatura correísta. Arauz cuenta con un respaldo de alrededor de 32% de los votos válidos. El segundo lugar, lo pelean voto a voto Pérez y Lasso, ambos con alrededor de 19% y con una diferencia de apenas unas décimas inicialmente a favor del candidato indígena. Por último, en el cuarto lugar quedaría Hervas con un sorpresivo 16%.

Pese a que el conteo esta muy avanzado, existe un 14% ciento de actas con inconsistencias técnicas cuyo origen mayoritario está situado en mesas electorales de la Costa, territorio donde Lasso tiene mayor apoyo que Pérez. Aquí un paréntesis: tanto el populismo progresista como el populismo conservador tienen históricamente mayor entrada en la región costeña del país que en los territorios de Sierra y amazónicos, caracterizados por una mayor presencia indígena, mayor densidad organizativa popular y una cosmovisión más alejada del clientelismo político. En todo caso, esto hace presuponer que al final de cuentas, Lasso pueda imponerse sobre Yaku Pérez y disputar la segunda vuelta, la alternativa sin duda preferida por el correísmo, que busca presentar la contienda en el clivaje clásico pueblos vs. oligarquía, lo que no podría hacer con el referente de Pachakutik.

Las espadas están cruzadas y el movimiento indígena se mantiene alerta y expectante. Es muy posible que asistamos a movilizaciones importantes de este sector en defensa del voto, cuyo resultado supone un hito histórico sin precedentes en la política ecuatoriana. Sin embargo, el conflicto interno está asegurado en el interior del indigenismo si es Lasso la opción que disputara el balotaje del 11 de abril. De hecho Pérez, difícilmente clasificable desde una visión ideológica clásica pese a provenir de una militancia maoísta en su juventud, apoyó a Guillermo Lasso en la segunda vuelta de las presidenciales del 2017 frente la candidatura de Lenín Moreno, que entonces se presumía identificada con Correa. Su justificación fue: «es preferible un banquero que una dictadura, que nos ha despojado de nuestros territorios, que ha declarado el estado de excepción...». 

Con Yaku Pérez en segunda vuelta y sin necesidad de tener que negociar nada con los sectores conservadores –la mayor parte del voto no correísta se iría hacia esa opción electoral sin necesidad de tranzas, y el propio Lasso dijo que lo votaría–, Arauz tendría más dificultades para sumar votos a los ya obtenidos el domingo pasado. En paralelo, la bancada legislativa principal será de tendencia correísta, ocupando posiblemente unos 49 curules de los 137 en la Asamblea Nacional, es decir sin mayoría absoluta. En un hipotético gobierno de Arauz, su movimiento no tendría mayoría y tendría que negociar con las otras dos principales fuerzas en el legislativo: Pachakutik, con unos 27 curules, e Izquierda Democrática con otros 18, ambas tendencias políticas no conservadoras.

En resumen, el gran derrotado de este domingo electoral ha sido la derecha y las elites sociales y económicas ecuatorianas. Pero a su vez, el pueblo expresó su deseo de romper la dicotomía correísmo/anticorreísmo que ha marcado los últimos catorce años de la política nacional. La sociedad ecuatoriana exige una regeneración en sus liderazgos y representaciones, así como una narrativa política diferente para los próximos años.

La hipótesis de un triunfo de Lasso en una segunda vuelta parece poco probable. Ni la juventud mayoritaria en el censo electoral ni el mundo rural se sienten identificados con este candidato que se presenta por tercer vez las elecciones presidenciales. A su vez, la tendencia conservadora con predominio en la región de la Costa, el PSC, obtuvo los peores resultados de su historia en varios de los que han sido considerados hasta ahora su feudos territoriales. Ni Lasso ni Nebot tienen condiciones ya para seguir liderando a la derecha ecuatoriana. 

En paralelo, se hace difícil entender la pervivencia del correísmo sin la figura de Rafael Correa ejerciendo el poder o al menos algún cargo de representación popular. Lo más probable es que el progresismo ecuatoriano entre en un proceso de renovación, posiblemente encabezado por Arauz –un joven de 36 años recién cumplidos y ex ministro de Correa–, más vinculado a posiciones ideológicas que a la alabanza a la figura de su líder carismático. De ocurrir, esto generaría inevitablemente fuertes tensiones internas, las cuales de una u otra forma ya se perfilaron durante la actual campaña. En ella, el tema de la lealtad y la traición estuvo siempre presente. En todo caso, hoy Arauz depende de Correa para ganar las elecciones de igual manera que mañana será Correa quien dependerá de Arauz para solventar los procesos judiciales a los que ha sometido, en muchos casos de forma extremadamente forzada, durante estos casi cuatro de residencia fuera del país. Pendientes aun de ver quien disputará el 11 de abril la segunda vuelta y cual será su resultado, las votaciones del 7 de febrero posiblemente signifiquen un punto de inflexión respecto a la historia reciente del Ecuador. Asistiremos a la conformación de una nueva cartografía política nacional que se desarrollará en los próximos dos años, demanda social que quedó claramente expresada en las urnas.

Por último, habrá que ver cómo se desempeña en movimiento indígena en roles institucionales. Su historia reciente, conformada a partir del levantamiento indígena del Inty Raymi en 1990, nos demuestra que su potencial tiene más que ver con el mundo de los movimientos sociales y organización comunitaria que con la representación electoral. La última vez que el Pachakutik participó como aliado de un gobierno nacional, en el gobierno de Lucio Gutiérrez, entró en una seria crisis de la que le ha costado años recuperarse.

https://nuso.org/articulo/Ecuador-Arauz-Correa-elecciones/

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El presidente Alberto Fernández encabezó mediante una videoconferencia desde la Residencia de Olivos la primera reunión en 2021 del Consejo Federal Argentina Contra el Hambre. En ella, la CAF (Banco de Desarrollo de América Latina) anunció que aportará un crédito de US$ 300 millones para el financiamiento de la Tarjeta Alimentar que se sumará al aprobado a fines de 2020 por la misma suma. 

Quiero agradecer a CAF porque nos ha ayudado muchísimo el año anterior, cuando financió US$ 300 millones y éste nos está destinando otros US$ 300 millones que son centrales para lograr los objetivos que queremos alcanzar”, dijo el Presidente quien mantuvo previamente un encuentro co  Luis Carranza Ugarte, el titular del organismo multilateral.

Estamos preocupados y ocupados de los que más lo necesitan, de los que están en peor situación. El Estado va a seguir presente para auxiliarlos en este momento de expansión económica pero que tal vez no necesariamente los alcanza”, dijo Alberto Fernández al dirigirse a los participantes en la Reunión del Consejo Federal Argentina Contra el Hambre. Ratificó que a partir del tercer viernes de febrero de 2021, el monto que se depositará en la Tarjeta Alimentar para familias con un hijo pasará de $4.000 a $6.000 y para quienes tengan más de un hijo será de $6.000 a $9.000.


 
A su vez, el mandatario expresó su preocupación por el costo de los alimentos, en el mismo sentido de las declaraciones que dio ayer durante su visita a Tucumán. “No puede ser que esta oportunidad de desarrollo se convierta en un aumento de precios”, determinó. “Mi reclamo al retorno de la ética también tiene como destinatario al que produce, porque el primer compromiso tiene que ser con la sociedad en la que se desarrolla”, continuó.

El mandatario estuvo acompañado por el ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo; la titular del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales, Victoria Tolosa Paz, y el titular de la CAF. Del encuentro participaron representantes de organizaciones sociales, religiosas, empresariales y sindicatos, entre los que expusieron el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel; y el presidente de COPAL, Daniel Funes De Rioja.

https://eleconomista.com.ar/2021-02-alberto-fernandez-contra-el-hambre/

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Las determinaciones del poder sobre los alcances que la tecnología digital tiene en la sociedad constituyen un objeto de análisis de gran interés para la psicología. En efecto, si cada nueva tecnología ha sido productora de renovadas formas de organización social, cambios intersubjetivos y nuevas perspectivas que atraviesan el campo de la singularidad, la tecnología digital ha acelerado esos cambios y los ha llevado del ámbito local, o nacional, a un alcance global sin precedentes. Así, pensar hoy en una resistencia global a una medida proteccionista corporativista, habla de un cambio en los medios de expresión político y cultural.Siguiendo a Laclau (2011), quizás Internet promueve “nuevas voluntades colectivas” donde las demandas concretas se universalizan en el imaginario social de un objeto compartido, reuniendo particulares, diversos y hasta antagónicos, en la prosecución de un mismo sentido de emancipación. Tal vez, las vivencias de una generación de Nativos digitales (Piscitelli, 2003) posibilitan una disolución de la demarcación entre el yo y lo otro, donde en su lugar emergen nuevos límites fluidos e imprecisos que rompen los dualismos modernos entre el yo y lo otro, el idealismo y el materialismo, la mente y el cuerpo, lo humano y lo animal (Haraway,1991) . Si bien abordar el análisis del problema tiene, en sí, dificultades metodológicas, la observación y el estudio de las transformaciones, a través de la exploración de temas relacionados con las representaciones sociales (RS), puede proveer una aproximación al intercambio del material simbólico, que socialmente produce nuevos objetos y efectos en la cognición social. De hecho, las RS nacen en el seno de tales cambios y plantean nuevos desafíos en el intento de identificar “lo que surge del debate constructivo y presenta procesos adaptativos, índices de transformaciones sociales y culturales”. (Moscovici,2003:23)

Proyectos SOPA y PIPA: las dos máscaras del biopoder Por Claudio Pidoto

INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRóNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA – UBA Año 2 - Número 2 - Marzo 2012ISSN: 1853-9793

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El ejercicio del poder se asienta en al menos dos principios fundamentales: el temor y la ignorancia. Ambos entrelazan los sentimientos y emociones que anudan la capacidad de decidir libremente conductas, pensamientos y formas de relacionarnos con los otros. Ambos, temor e ignorancia, solo pueden ser vencidos y superados en el ejercicio contrario al poder … el del amor y la solidaridad, únicos sentimientos capaces de vencer el miedo, en tanto superan la ignorancia en el conocimiento como construcción común y destierran el miedo al saberse que la vida individual no es mas que un eslabón de una cadena mas amplia de solidaridades y amores recíprocos, capaces de vencer cualquier poder en articulaciones de equidad y beneficios mutuos, sin distinciones y por el conocimiento que en la comunidad y solo allí, el individuo se desarrolla con plenitud. 

Lo colectivo no ahoga lo individual en la medida que el conocimiento y la solidaridad se imponen en las formas grupales, institucionales y generales que les permite relaciones y distribuciones de esfuerzos y retribuciones, más equitativas y mejor distribuidas. Los que sostienen sus vidas en el poder de sus privilegios hacen todo lo que esta a su alcance para que estas certezas permanezcan en el universo de la utopía, de los sueños angelados, de las ilusiones y químeras en tanto, si se supiese y he aquí la mayor de las ignorancias, que solo en la comunidad el individuo humano es capaz de desarrollar su humanidad, el poder perdería su sentido y los privilegios caerían por su propio peso. Los relatos de la historia lo demuestran. No hay poder mas fuerte sobre la tierra que el amor y la solidaridad de los pueblos que entienden que sus vidas individuales no son nada sin “los otros” … Nadie se salva solo.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack

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