Incertidumbres Economícas, volatilidades y el peso de los grandes jugadores.

 

Jueves 5 de noviembre de 2020



Hoy día los análisis económicos se pueden clasificar a grandes rasgos en cuatro categorías pasibles de entrecruzamientos varios. Por un lado los que centran sus datos y formulaciones en cuestiones estadísticas, probabilísticas y matemáticas sin atender a intencionalidades, motivaciones o busquedas y sin atender a las desiguales posibilidades (poder) e injerencias respecto del impacto de sus decisiones en esas mismas estadísticas y probabilidades. Esto es, analizar datos e información prescindiendo de la desigual capacidad de influenciar o definir esos mismos datos de manera mas relevante e impactante que el de otros. Por el otro, aquellos que solo atienden a los datos o formulaciones que “ancajan” en sus pre-juicios ideologicos, tendencias o intereses, negando aquellos otros que darían argumentaciones a las posturas contrarias o diferentes. En este sentido podríamos hablar de quienes entienden la economía como ciencia abstracta independiente del juego de poder y de tensiones y conflictos de sus actores, la otra como mero resultado de ese juego de poder y que no existen dinámicas propias de los fenómenos económicos que trascienden la consciencia de esos juegos de poder y la capacidad científica para descubrirlos. Lo interesante es que ambas tendencias discurren tanto en los estudios, analisis e investigaciones económicas “puras” como de aquellas que provienen de la economía política.

El otro eje que atraviesa este, es el del rol del Estado en esas dinámicas, ya abstractas, ya de ejercicio de poder. Tácitamente aluden al rol del “mercado” que tensiona con el Estado o logra acuerdos o sentidos comunes.

Hoy te quiero contar sobre un tema que se discute poco pero que me parece sumamente relevante para contextualizar y entender mejor la delicada situación en la que se encuentra actualmente la economía.

Para eso, primero te propongo un pequeño juego que nos va a servir para entender de lo que estamos hablando. Imaginate que estás enfrente de una ruleta –modificada- que tiene 30 números y que en las últimas 10 rondas salió el número 27, ¿qué número creés que va a salir en la próxima ronda y cuánta plata estarías dispuesto a apostar por ello? Ahora imaginate otra ruleta que en las últimas 10 rondas salieron los siguientes números (en este orden): 1, 2, 4, 7, 9, 12, 13, 17, 22, 24, 27. Y, por último, una en la que salieron el 1, 22, 5, 7, 19, 30, 2, 30, 12, 4 (en ese orden). En estos casos, ¿qué número creerías que va a salir y cuánto estarías dispuesto a apostar?

Seguramente tu respuesta para el primer caso fue que apostarías mucha plata a que sale el 27, en el segundo caso apostarías por el 28, el 29 o el 30 (aunque menos plata) y en el último caso no apostarías nada (de no ser así, te recomiendo que te hagas ver, porque evidentemente tenés un problema con el juego).

Si en lugar de tener que adivinar el número que va a salir en la ruleta lo que hay que hacer es “proyectar” la inflación futura, veríamos que en el primer caso todos los participantes estimarían el mismo valor, en el segundo caso habría algunas diferencias (pero el rango de las mismas sería bastante acotado), mientras que en el último caso la divergencia sería total.


Para poner un ejemplo más concreto, imaginen que hubiese que estimar la inflación de 2018 para el caso argentino y el chileno. Para eso, veamos cómo se comportó dicha variable entre 2011 y 2017 en ambos casos. 

Como se desprende del gráfico, mientras que la inflación argentina osciló entre el 20 y 43%, la de Chile lo hizo entre el 2 y 5%. Si se le pidiera a un grupo de empresas que proyecte la inflación en cada caso, seguramente se observaría una dispersión mucho mayor en las respuestas para el caso argentino que para el chileno.

¿Por qué sucede eso? Justamente porque el comportamiento de la inflación para el caso argentino es mucho más volátil, lo que dificulta su estimación y eso lleva a que cada empresa “interprete” de diferentes maneras los datos, dando como resultado proyecciones que podrían ser muy diferentes entre sí (una empresa podría sostener que la inflación se va a mantener en torno al 25%, otra que va a subir al 30% y otra podría razonar que va a haber un nuevo salto que la lleve por encima del 40%).

Ahora bien, la elevada volatilidad no solo afecta la capacidad de proyectar de las empresas sino también la velocidad con la que ajustan esas estimaciones. Los cambios repentinos en la inflación pueden provocar grandes pérdidas para las empresas y por ende van a estar muy atentas a cualquier evento que pueda disparar los precios.

Todo lo anterior sirve para entender lo que se conoce como el grado de “anclaje” de las expectativas, es decir, qué tanto responden esas expectativas ante cuestiones transitorias o aumentos repentinos de la inflación. Y esto se puede medir, justamente a partir del análisis de los pronósticos que realizan las consultoras en los distintos países. En un trabajo reciente del FMI (capítulo 3), el organismo hace esto mismo para los países emergentes, midiendo el desvío de las proyecciones respecto de la meta fijada por las autoridades gubernamentales y la dispersión entre las distintas estimaciones de las consultoras. En ambos casos, cuanto más pequeño es el desvío/dispersión, mejor ancladas se encuentran las expectativas.

Como habrán notado rápidamente, Argentina es el país, por lejos, con el mayor desvío y dispersión. ¿Por qué sucede esto? Por lo que mencionamos antes, es el único país que presenta una inflación elevada y muy volátil (Turquía, quizás, se podría sumar como otro ejemplo) y además hay que tener en cuenta que seguramente la manipulación de los datos del INDEC también contribuyó a este fenómeno.

¿Y por qué es importante que las expectativas estén ancladas?

Si las expectativas no se encuentran bien ancladas, eso lleva a que las empresas respondan más rápido y con mayor virulencia ante cualquier evento transitorio que pueda afectar los precios. Esto significa que dos economías que se ven afectadas exactamente por el mismo problema (por ejemplo, por una crisis internacional que provoca una devaluación del 20% de su tipo de cambio) van a mostrar diferentes respuestas en materia de precios: en el país con expectativas ancladas, el incremento en los precios va a ser menor que en el país donde esto no se verifica.

En el trabajo citado, el FMI analiza esto mismo para el caso del “tapering”, cuando en mayo de 2013 el Banco Central de EEUU anunció la reversión de su política monetaria, lo que derivó en un aumento de la prima de riesgo en los países emergentes y una fuerte salida de capitales de los mismos. Frente a ese evento, separó a los países en dos grupos (“anclados” y “menos anclados”) y analizó lo que sucedió con los precios, el tipo de cambio, el PBI y la tasa de interés (como variable de referencia para la política monetaria).

Lo que se desprende de los gráficos a continuación es que se observó una devaluación similar en ambos grupos de países, pero que en el caso de aquellos con expectativas menos ancladas eso derivó en un incremento significativamente mayor de la inflación (lo que se conoce como un “pase a precios” más alto). Ese aumento más elevado de la inflación se tradujo en una caída mayor del poder adquisitivo y por ende en una contracción del PBI más profunda. Por último, a pesar de la inflación más elevada, la respuesta de la política monetaria de esos países fue levemente menos contractiva (la tasa de interés se redujo menos que en los países con expectativas ancladas), pero esto se debe justamente a la caída más profunda del PBI (las autoridades monetarias no querían provocar una recesión aún más grave). 

Los resultados anteriores sirven para contextualizar la delicada situación actual, donde el COVID-19 fue un golpe tremendo a todas las economías emergentes, pero que en nuestro caso fue más grave justamente por la elevada inflación que presentaba la economía (por encima del 50% anual). Por otro lado, también sirven para identificar uno de los eslabones fundamentales del círculo vicioso en el que se encuentra atrapada la economía argentina desde hace años, ya que cuanto mayor es la inflación, más desancladas se encuentran las expectativas, lo que a su vez luego lleva a que el pase a precios de las devaluaciones sea más alto, dando lugar a una espiral inflacionaria.  

¿Más economía?

Hoy desde las 10 arrancan las Jornadas Monetarias que organiza el BCRA, y se van a llevar a cabo por los próximos 4 miércoles, así que cada semana te voy a recomendar alguna de sus charlas. Hoy vamos con la de Marc Lavoie, que va a charlar sobre el funcionamiento del sistema bancario canadiense, cuya particularidad es que no se maneja con encajes (es decir que los bancos no están obligados a mantener reservas bancarias). Para inscribirse y para más información, ver acá .

Mañana a las 17 se llevará a cabo un seminario sobre “Las cadenas mundiales de suministro y el empleo en el nuevo escenario global” a cargo de Karina Fernandez-Stark , Gerhard Reinecke, María Elena Valenzuela y Andrés López. Lo podés ver en vivo acá .

Y ya que estamos con la elección estadounidense, les dejo este episodio de Historias de nuestra historia , a cargo de Felipe Pigna, donde el analista y autor de "Big Data y Política", Luciano Galup, explicó de qué se trata y habla sobre cómo se puede manipular la opinión pública.

(Cenital.com)

En el último siglo y medio, mientras ha ido avanzando el capitalismo global y los Estados-nación han venido cediendo parte de su soberanía en cuanto a las decisiones socioeconómicas, las empresas transnacionales han logrado ir consolidando y ampliando su creciente dominio sobre la vida en el planeta. Especialmente, en las tres últimas décadas, ya que el avance de los procesos de globalización económica y la expansión de las políticas neoliberales han servido para construir un entramado político, económico, jurídico y cultural, a escala global, del que las grandes corporaciones han resultado ser las principales beneficiarias.

Las compañías multinacionales han pasado a controlar la mayoría de los sectores estratégicos de la economía mundial: la energía, las finanzas, las telecomunicaciones, la salud, la agricultura, las infraestructuras, el agua, los medios de comunicación, las industrias del armamento y de la alimentación [Para una amplia revisión de la influencia de las empresas transnacionales en campos tan diversos como la economía, el derecho, las relaciones laborales, la política internacional y la cooperación para el desarrollo, véase: J. Hernández Zubizarreta, E. González y P. Ramiro (eds.), Diccionario crítico de empresas transnacionales. Claves para enfrentar el poder de las grandes corporaciones, Icaria, Barcelona, 2012.]. Y la crisis capitalista que hoy vivimos no ha hecho sino reforzar el papel económico y la capacidad de influencia política de las grandes corporaciones, que tan pronto hacen negocio con los recursos naturales, los servicios públicos y la especulación inmobiliaria, como con los mercados de futuros de energía y alimentos, las patentes sobre la vida o el acaparamiento de tierras.

Las enormes ganancias acumuladas por las empresas transnacionales tienen su origen en los mecanismos de extracción y apropiación de la riqueza económica que están en la base del funcionamiento del capitalismo. La creciente explotación de trabajadores y trabajadoras y la constante devaluación salarial, la presión ilimitada sobre el entorno en busca de materias primas y recursos naturales, la especulación financiera tanto con el excedente obtenido como con todo aquello que pueda ser comprado y vendido, la mercantilización de cada vez más esferas de las actividades humanas y la absoluta prioridad de la que gozan los mecanismos de reproducción del capital frente a los procesos que permiten el sostenimiento de la vida han servido, efectivamente, para que los principales directivos y accionistas de las grandes corporaciones se conviertan en multimillonarios.

Pero, del mismo modo que Amancio Ortega es el tercer hombre más rico del mundo a la vez que Inditex produce sus prendas en fábricas textiles con pésimas condiciones laborales en Bangladesh y en talleres que utilizan trabajo esclavo en Brasil y Argentina, estos extraordinarios beneficios empresariales no serían posibles sin la generación de toda una serie de impactos socioambientales que afectan directamente a las poblaciones y los ecosistemas de todo el planeta.

Dice David Harvey que, en el nuevo imperialismo, “para mantener abiertas oportunidades rentables es tan importante el acceso a inputs más baratos como el acceso a nuevos mercados”. Por eso, en los últimos años, ante la caída de los niveles de consumo, el progresivo agotamiento de los combustibles fósiles y la rebaja de las tasas de ganancia del capital transnacional en los países centrales, las grandes corporaciones han puesto en marcha una fuerte estrategia de reducción de costes y, a la vez, han intensificado su ofensiva para lograr el acceso a nuevos negocios y nichos de mercado. Es lo que el geógrafo británico ha denominado acumulación por desposesión: “Muchos recursos que antes eran de propiedad comunal, como el agua, están siendo privatizados y sometidos a la lógica de la acumulación capitalista; desaparecen formas de producción y consumo alternativas; se privatizan industrias nacionalizadas; las granjas familiares se ven desplazadas por las grandes empresas agrícolas; y la esclavitud no ha desaparecido” [D. Harvey, El nuevo imperialismo, Akal, Madrid, 2004.]. En este agresivo contexto, como no podía ser de otra manera, los conflictos socioecológicos y las violaciones de los derechos humanos se han multiplicado por todo el globo, con el consiguiente crecimiento de las luchas sociales frente a todos estos impactos empresariales.

Caracterizando los impactos socioecológicos de las multinacionales

Las escuelas de negocios y los think tanks vinculados a las compañías multinacionales, por su parte, han elaborado estudios y análisis para vincular la presencia internacional de las empresas transnacionales con el logro de los objetivos de desarrollo y bienestar que se prometieron para justificar su llegada a los países periféricos. Ante el aumento de la pobreza y las desigualdades a nivel mundial y el creciente rechazo social que han ido generando, las grandes corporaciones pretenden construir un relato con el que no pueda cuestionarse su centralidad en la economía global: “Estoy convencido de que las empresas más que parte del problema son parte de la solución. En términos generales, las empresas, más que los gobiernos y la sociedad civil, están mejor preparadas para ser catalizadoras de innovación y transformación hacia un mundo sostenible”, afirma el presidente del BBVA [Citado en: M. Prandi y J.M. Lozano (eds.), ¿Pueden las empresas contribuir a los Objetivos de Desarrollo del Milenio?, Escuela de Cultura de Paz y ESADE, Barcelona, 2009, p. 99.].

Así, con objeto de aumentar su legitimación social y posicionarse como un actor imprescindible para “salir de la crisis”, presentan teorías revestidas de objetividad y neutralidad que pretenden demostrar los impactos positivos de sus actividades en aspectos como la transferencia de tecnología, la mejora de la provisión de bienes públicos y privados, el incremento del empleo, el acceso de las mujeres al mercado de trabajo y el fomento de la inversión como motor de desarrollo [Muchas de las publicaciones de la Fundación Carolina o del Instituto Elcano abundan en ello, véase por ejemplo: I. Olivié, A. Pérez y C.M. Macías, Inversión Directa Extranjera y desarrollo: recomendaciones a la cooperación española, Real Instituto Elcano, Madrid, 2011.].

Frente a ello, diferentes centros de estudios, organizaciones no gubernamentales y movimientos sociales –así como ciertos sectores de la academia que aún se resisten a aceptar la lógica de la excelencia y de la obligada transferencia de conocimiento desde la universidad a la empresa– han venido realizando un trabajo de documentación y sistematización sobre las consecuencias de la expansión global de las corporaciones transnacionales en el marco del actual modelo socioeconómico. En este sentido, las investigaciones realizadas por diversos observatorios, ONGD y redes de solidaridad han servido, sobre todo, para demostrar tres cuestiones centrales.

Primero, que las empresas transnacionales no han contribuido a una mejora de la cantidad y la calidad del empleo, ni tampoco de la prestación de los servicios que ofrecen, prácticamente no han realizado inversiones en mantenimiento, apenas han favorecido los procesos de transferencia tecnológica y, al fin y al cabo, no han traído de la mano el progreso y el bienestar para las poblaciones de la región, que era lo que se prometía con su llegada después de las privatizaciones y las reformas neoliberales de los años ochenta y noventa.

Segundo, que junto con las consideraciones económicas hay toda una lista de graves efectos sociales, políticos, ambientales y culturales que van asociados a la internacionalización de los negocios de estas empresas.

Y, en tercer lugar, que quienes han salido ganando con ello no han sido precisamente las clases trabajadoras y las mayorías sociales, sino los dueños de esas compañías, los beneficiarios de las rentas del capital y los políticos y empresarios que se han hecho de oro atravesando las puertas giratorias que conectan el sector público y el mundo empresarial.

Tribunal Permanente de los Pueblos

A la hora de avanzar tanto en la denuncia de los abusos cometidos por las empresas transnacionales como en los procesos de movilización y resistencias que permitan construir alternativas al dominio de las grandes corporaciones, una de las experiencias más interesantes es la que, en los últimos años, se ha venido articulando en torno al Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP). Y es que las distintas sesiones de este tribunal de opinión que se han dedicado a juzgar los impactos de la presencia de las compañías multinacionales en América Latina han contribuido a fomentar la investigación y la sistematización de los efectos negativos producidos por estas empresas [Los informes de todos los casos presentados en las sesiones del TPP realizadas en Viena (2006), Lima (2008) y Madrid (2010) se encuentran disponibles en la página web de la Red Birregional Europa, América Latina y Caribe “Enlazando Alternativas”: www. enlazandoalternativas.org ].

Los ejemplos van desde las consecuencias de la extracción a toda costa de los recursos naturales, puestas de manifiesto con los casos de la minera Goldcorp en Guatemala, la papelera Botnia en Uruguay o la petrolera Repsol en Argentina, Bolivia, Colombia, Perú y Ecuador; hasta los efectos ambientales de la construcción de grandes infraestructuras, ilustrados con el caso de la empresa alemana Thyssen Krupp y su macrocomplejo industrial para la exportación de acero en Río de Janeiro; pasando por la financiación del Santander y BBVA a proyectos muy agresivos socioambientalmente en Brasil y Perú, junto a los efectos de la privatización de los servicios públicos, con Aguas de Barcelona en México, Proactiva-FCC en Colombia y Unión Fenosa en Colombia, Guatemala y Nicaragua. Y todos estos casos, según la sentencia final del TPP, “deben ser considerados no simplemente por sus elementos de unicidad, sino como expresión de una situación caracterizada por lo sistemático de las prácticas” [Tribunal Permanente de los Pueblos, La Unión Europea y las empresas transnacionales en América Latina: Políticas, instrumentos y actores cómplices de las violaciones de los derechos de los pueblos, Sesión deliberante, Madrid: 14-17 de mayo, 2010. ].

A través de las dinámicas de lucha y resistencia que se expresan en la realización de las citadas audiencias del TPP y las campañas de movilización que las han acompañado, otros centros de estudios, observatorios y organizaciones sociales han venido trabajando en esta misma línea y, de este modo, han desarrollado diversas herramientas para la caracterización de los conflictos socioecológicos generados por las multinacionales [Entre ellas se encuentran, por ejemplo, las iniciativas de mapeo de los impactos sociales, ambientales y culturales de estas compañías que han puesto en marcha el Observatorio de la Deuda en la Globalización (ODG), FUHEM-Ecosocial y la Coordinación por los Derechos de los Pueblos Indígenas (CODPI); al igual que las investigaciones concretas sobre países, empresas y sectores económicos que han llevado a cabo, por seguir con plataformas y organizaciones del Estado español, la Campaña Ropa Limpia, ¿Quién debe a Quién?, Ingeniería sin Fronteras, SETEM, Justicia i Pau, Ecologistas en Acción, Veterinarios sin Fronteras y el Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL)-Paz con Dignidad, entre otras. ]. Así pues, existen diferentes propuestas para la sistematización de estos impactos que, no obstante, siguen enfoques complementarios: mientras unas ponen énfasis en los sectores de actividad de las transnacionales y efectúan una radiografía de las políticas, instrumentos y actores cómplices en la violación de los derechos humanos cometidos por las grandes corporaciones [D. Llistar, “Clasificación de los impactos habituales de las transnacionales en la periferia”, Viento Sur, nº 97, 2008.], otras se basan en realizar una descripción minuciosa de las dimensiones e indicadores de los efectos ocasionados por estas compañías [L.M. Uharte, Las multinacionales en el siglo XXI: impactos múltiples. El caso de Iberdrola en México y en Brasil, Editorial 2015 y más, nº 4, 2012.] o analizan el marco jurídico y socioeconómico dentro del cual se insertan dichos impactos [ A. Teitelbaum, La armadura del capitalismo. El poder de las sociedades transnacionales en el mundo contemporáneo, Icaria, Barcelona, 2010.].

Por nuestra parte, como queda recogido en la tabla 1, consideramos que las consecuencias de las operaciones de las empresas transnacionales pueden sintetizarse en cinco dimensiones fundamentales (económica, política, social, ambiental y cultural), de las que a su vez se derivan otra serie de impactos (laborales, fiscales, de género, etc.).

Resistiendo frente al poder de las grandes corporaciones

El marco teórico que acabamos de describir, en el cual se engloban los principales impactos ocasionados por las compañías multinacionales, nos permite visibilizar la línea de continuidad que puede trazarse entre el poder de las grandes corporaciones en el ámbito económico, político, social, ambiental y cultural y los impactos que generan en estas mismas dimensiones. Es decir: los efectos negativos de la presencia de las transnacionales por todo el mundo no son meras consecuencias negativas de malas prácticas, sino las condiciones necesarias para sostener e incrementar su poder a todos los niveles. Tragedias como las del reciente derrumbamiento de la fábrica textil Rana Plaza en Bangladesh, con el trágico resultado de más de mil víctimas mortales, son desgraciadamente tan sólo un ejemplo más de lo que significa continuar con la lógica de crecimiento y acumulación que preside la economía global: “No son accidentes; son consecuencias de un sistema de producción basado en la explotación de la miseria”, concluye Albert Sales, de la Campaña Ropa Limpia [Albert Sales, 1 de mayo en Bangladesh: que parezca un accidente, 2013.].

 

 

En este contexto, cada día que pasa van creciendo en fuerza e intensidad las luchas y movilizaciones sociales que se enfrentan a las grandes corporaciones: usuarios, consumidores, sindicalistas, feministas, ecologistas, indígenas, activistas y, especialmente, las personas más directamente afectadas por los impactos empresariales desempeñan un papel central en las reivindicaciones que señalan la responsabilidad de las empresas multinacionales en un modelo socioecónómico que globaliza la pobreza y la desigualdad. De este modo, se han ido multiplicando por todas las regiones del globo las campañas, resistencias y movilizaciones contra las mayores transnacionales que operan en sectores como el textil, los hidrocarburos, la minería, la agricultura, las finanzas, la electricidad y el agua, como se muestra en la tabla 2 [E. González y P. Ramiro, “Resistir a las transnacionales. Los movimientos sociales frente a las grandes corporaciones en Europa y América Latina”, en J. Hernández Zubizarreta, M. de la Fuente, A. de Vicente y K. Irurzun (eds.), Empresas transnacionales en América Latina. Análisis y propuestas del movimiento social y sindical, Hegoa, Universidad del País Vasco, Bilbao, 2013.[13] M. Romero y P. Ramiro, Pobreza 2.0. Empresas, estados y ONGD ante la privatización de la cooperación al desarrollo, Icaria, Barcelona, 2012.].


En muchas de estas campañas está presente una fuerte componente de movilización social, ya que sobre la base de ellas se han conectado y articulado luchas populares que encuentran en las empresas transnacionales uno de sus principales antagonistas a la hora de definir nuevos modelos de economía y desarrollo, mientras otras, por su parte, tienen una más acusada vertiente de denuncia e incidencia política, y se fundamentan en fomentar la sensibilización y la formación de una mayoría ciudadana que posibilite el cambio social. Ambas opciones son, en todo caso, complementarias, y caminando hacia la unión de estos dos caminos es por donde podrán darse los pasos para construir ese “otro mundo posible” del que tanto se ha hablado en la primera década del presente siglo.

En este contexto, resulta imprescindible continuar con la investigación, el análisis, la denuncia y la movilización contra los abusos que cometen las empresas transnacionales en su expansión global. Porque, lejos de debilitarse con la actual crisis económica y financiera, el hecho es que las grandes corporaciones continúan fortaleciendo su poder e influencia en nuestras sociedades gracias a sus renovadas estrategias corporativas y a la aplicación de nuevos modelos de negocio [M. Romero y P. Ramiro, Pobreza 2.0. Empresas, estados y ONGD ante la privatización de la cooperación al desarrollo, Icaria, Barcelona, 2012...]

Por eso, a la vez que se profundizan las desigualdades y las mayorías sociales ven cómo sus derechos quedan relegados frente a la protección de los intereses comerciales y los contratos de las compañías multinacionales, se hace más necesario que nunca fortalecer las luchas y resistencias en contra de las empresas transnacionales. Y, al mismo tiempo, ha de avanzarse en la reflexión y la construcción de alternativas socioeconómicas que nos permitan mirar más allá del capitalismo, abriendo ventanas hacia esos otros modelos posibles, esas otras realidades que no pasen por situar a las grandes corporaciones en el centro de la actividad de la sociedad sino que, justamente al contrario, las desplacen a un lado para colocar en su lugar a las personas y a los procesos que hacen posible la vida en nuestro planeta.

Pedro Ramiro y Erika González, investigadores del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL)Paz con Dignidad. 

( https://omal.info/spip.php?article5916

De como pensemos y participemos de los procesos economicos y de los entramados globales desde nuestras organizaciones sociales, económicas, políticas y no entendamos en este mundo, serán las transformaciones posibles o la consolidación del modelo actual que sumerge a muchos en la pobreza y el padecimiento de necesidades extremas y al daño mortal que le propiciamos al planeta como soporte de nuestras acciones de superviviencia y producción. 

Daniel Roberto Távora Mac Cormack 



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