Domingo de democracias en la America Nuestra ...



Perdió Donald Trump. Estados Unidos tiene, hoy, nuevo presidente electo. ¿Cuáles serán las consecuencias para Estados Unidos? ¿Cuáles para Latinoamérica? ¿Cómo será la relación del nuevo presidente Joe Biden con Alberto Fernández? ¿Cuál será el impacto de la primera vicepresidente afroamericana, hija de inmigrantes?

La verdad, ni idea. 

El politólogo o politóloga promedio (o sea, yo) tiene que luchar contra la tentación de sacar grandes conclusiones sistémicas en base a un suceso cuyo sentido histórico todavía no está decantado. No sabemos qué hará Trump en los largos meses de pato rengo hasta el 20 de enero de 2021. No sabemos cuál será la agenda de Biden a cargo de manejar una pandemia que está hoy totalmente descontrolada en ese país, una crisis económica, una coalición heterogénea donde conviven neoliberales y sectores de izquierda, y que tendrá el Senado (probablemente) y la Corte Suprema (seguramente) en contra. 

Sin embargo, creo que se pueden sacar tres conclusiones sin aventurarnos demasiado hacia el futuro. 

La primera es que estos cuatro años de Trump resultaron para él un éxito y un fracaso al mismo tiempo. Un éxito porque él, un neófito en la política, completó sus cuatro años de gobierno, sobrevivió a un impeachment, se adueñó del Partido Republicano viniendo desde afuera, y terminó muy cerca de ganar las elecciones. No sólo eso, sino que hoy hay en Estados Unidos un movimiento que se define por su lealtad personal con Donald Trump, que está movilizado, y en el que participan millones de personas. Donald Trump no será más el presidente, pero el trumpismo no está acabado para nada. Resultó sin embargo un fracaso porque las elecciones de un sistema presidencialista están diseñadas para darle ventaja al presidente en ejercicio. El presidente goza de recursos materiales, de obra pública para inaugurar, de publicidad infinita, de aviones gratis, del Congreso para pasar leyes. Un presidente que pierde su propia reelección es, por definición, un fracaso. Mucho más si lo pierde por 2,6% de los votos, que es lo que por ahora le lleva de ventaja en el voto popular total Joe Biden. De hecho, los candidatos republicanos al Congreso y las legislaturas provinciales sacaron más votos que Trump, lo cual también pone un límite a su popularidad.

La segunda es que no hay que hacerse ninguna ilusión con respecto al Partido Demócrata para alegrarse por la derrota de Trump. Sólo por el hecho de gobernar la principal potencia mundial, Donald Trump ofrecía un efecto imitación para los sectores de la derecha más radical de los países de nuestra región. El ascenso de figuras como Jair Bolsonaro o Jeanine Áñez no puede comprenderse sin estos nuevos patrones de movilización política que, no vamos a decir inauguró, pero sí universalizó, Trump. Se habló mucho en estos últimos años del “giro a la derecha” y del atractivo de las nuevas derechas radicales populistas, que parecían haber llegado para comerse el mundo. Es un dato positivo, creo, el que estemos empezando a ver los límites de estos modelos: es cierto, son eficaces (¡el populismo sigue funcionando!), movilizan, generan identidades, pero... pierden, y no son mayoritarias. Son un sector más. A competir en elecciones, señores. Y creo que, para la Argentina, no será un mal dato tener que negociar con Biden, que por lo menos en sus primeros dos años va a tener un frente interno complicado. Mejor que la mirada se aleje de Latinoamérica. 

La tercera conclusión es un poco mas descolgada que las anteriores, pero debo confesar que mi principal pensamiento al ver los cuatro días de eterno escrutinio esperando los votos de Nevada fue: ¡no toquemos el sistema eleccionario de Argentina, que funciona tan bien! Una persona, un voto; distrito único para presidente; organización nacional de elecciones nacionales (¡en EEUU tienen 50 sistemas distintos para elegir presidente!); voto obligatorio; registración automática con padrones nacionales y DNI; participación de “civiles” como presidentes de mesa y fiscales; Cámara Nacional Electoral como garante de último término, diputados en distritos provinciales con sistema proporcional; votación un domingo. Todo eso no sólo funciona espectacularmente bien, sino que ha funcionado así durante cien años. 

Ninguna elección nacional en Argentina tuvo que atravesar las sombras de esta que vimos. Parece poca cosa, pero no lo es. Una de las cosas que, me parece, funciona muy bien es el escrutinio de las boletas en las mesas, el vuelco de las cifras en un acta, y la firma del presidente de mesa y los fiscales. Esto facilita mucho la rapidez del conteo (no se tienen que transportar las boletas a la capital provincial para contarlas), pero además compromete a cada uno de los partidos presentes en confirmar la validez de los datos. Es más, a esta altura del partido estoy incluso encariñada con la boleta de papel partidaria. La boleta única de papel tiene algunas ventajas, pero disminuye el anclaje partidario entre categorías (el votar “boleta completa”), y difumina las identidades partidarias. Del voto electrónico ni voy a hablar: lisa y llanamente tiene que ser eliminado. 

Un último comentario. En este momento, cuando cierro el newsletter, Donald Trump se está negando a reconocer la derrota. No quiero hacer futurología, pero se me ocurre que la conferencia de prensa en donde Trump deslizó vagas acusaciones y se dedicó a lamentarse en cámara será un momento pivotal en la historia. Un presidente de Estados Unidos le habló al mundo desde una oficina que está diseñada material y simbólicamente para proyectar fortaleza, proyectando una tremenda debilidad. Esto, y no otra cosa, es tal vez la peor derrota de Donald Trump.

(https://www.cenital.com/ )

¡Por fin una Mujer!

La vicepresidenta electa de EE.UU., Kamala Harris, celebró su llegada a la Casa Blanca y prometió que se romperán barreras para que otras mujeres puedan llegar a ese cargo.

En un emotivo discurso de victoria en Wilmington, Harris agradeció a los estadounidenses haber votado por “la esperanza, la unidad, la decencia, la ciencia y la verdad”.

Aunque puede que yo vaya a ser la primera mujer en este cargo, no seré la última. Porque cada niña pequeña que nos está viendo esta noche ve que este es un país de posibilidades”, manifestó.

Harris aseguró que no habría llegado a donde está si no fuera por las millones de estadounidenses que participaron en las elecciones este año.

También homenajeó a las “generaciones de mujeres, mujeres negras, asiáticas, blancas, latinas y nativas estadounidenses de toda la historia, que han abierto el camino para el momento de esta noche”.

La aún senadora demócrata por California dio su discurso justo antes de la intervención del presidente electo de EE.UU., Joe Biden, y le agradeció el haber “tenido la audacia” de “elegir a una mujer como su vicepresidenta”.

Harris se comprometió a trabajar “para salvar vidas y derrotar la pandemia”, para reconstruir la economía y combatir la crisis climática, y para “eliminar de raíz el racismo sistémico en el sistema de justicia y la sociedad” del país, un clamor de las protestas de este año en Estados Unidos.

( https://www.pulzo.com/mundo/kamala-harris-celebra-victoria-eleccion-con-mensaje-feminista-PP996499?utm_source=news-newsletter&utm_medium=email&utm_campaign=newsletter )

DIVIDIR PARA REINAR

Los Estados nacionales son sometidos con una dolarización que pone un chaleco de fuerza a los conflictos locales

El mundo observa atónito el desarrollo de las elecciones en los Estados Unidos. Por un instante la peste ha caído en el olvido, y el país más afectado por la pandemia ha votado masivamente, como nunca lo hiciera antes, en una elección dominada por el “nosotros o ellos”. La polarización no es algo nuevo en la historia política norteamericana. En tiempos no muy lejanos, la guerra, los heridos y los muertos dividían las aguas políticas. Hoy la fuerte presencia militar norteamericana en varias partes del mundo ha sido invisibilizada y los conflictos internos ocupan el primer plano de la escena política.

El impacto económico de la pandemia ha contribuido a arrojar luz sobre una brutal desigualdad racial, económica y social acumulada a lo largo de décadas. Sin embargo, las demandas de los que tienen poco o nada se enredan y entreveran en una disputa entre facciones de las elites dominantes empeñadas en controlar una mayor tajada del poder político. El fragor de este combate impide ver lo que está realmente en juego. Ese “ellos o nosotros” es un ariete que divide de un modo espurio a los excluidos ahondando una grieta que, de tan vieja, ya casi no existe en la memoria. Hoy los despojados y los excluidos pugnan por hacer oír su voz pero son ahogados por cantos de sirena que buscan mantenerlos en el aislamiento y la segregación. Dividir para reinar, ese ha sido desde siempre el imperativo categórico de los que no quieren que las cosas cambien. Hoy, el enorme desarrollo tecnológico permite despellejar a los conflictos hasta llegar al hueso para luego romperlo en mil fragmentos y arrojarlo a los cuatro vientos del olvido.


 La existencia de un contrato social aceptado por el conjunto ha sido un rasgo indispensable a la vida comunitaria. Hoy ese contrato social esta roto. Las instituciones democráticas no pueden legitimar un orden social que maximiza los intereses de unos pocos en detrimento del bien común de todos, con una dinámica que desemboca en una crisis sistémica, en el canibalismo social y en la destrucción del clima y del hábitat.

En este mundo en crisis, los conflictos se vuelven incandescentes cuando los ciudadanos de a pie superan sus diferencias individuales y, articulando sus intereses comunes, se organizan para hacer valer colectivamente sus reivindicaciones particulares y su afán de participar en las decisiones que los conciernen. Las recientes elecciones en Bolivia y Chile muestran, con distinto grado de intensidad y claridad, la existencia de organizaciones de base que, formadas en el fragor de la lucha y con participación directa de los ciudadanos en las decisiones, pulverizan el “dividir para reinar” y permiten avanzar en la conformación de un nuevo sujeto colectivo capaz de enfrentar a las nuevas formas de concentración del poder que hoy dominan la vida cotidiana. Este fenómeno ocurre incipientemente en los Estados Unidos. Si bien arropado dentro de la vorágine de otros conflictos, su mera existencia contribuye a levantar la temperatura de la intolerancia y a generalizar un fanatismo sectario que divide al infinito.

Todo ha cambiado en muy poco tiempo. La crisis sistémica y la pandemia han acelerado el proceso de concentración del poder en pocas manos, tanto en el centro como en la periferia del capitalismo global monopólico. En el centro de este orden mundial un núcleo reducido de grandes monopolios busca aumentar su poder “reseteando al capitalismo” en la post pandemia y apresurando la marcha hacia “la cuarta revolución industrial” (World Economic Forum, weforum.org). Este es el camino hacia un nuevo orden mundial dominado por un puñado de corporaciones que controlan las tecnologías de punta. Con la inteligencia artificial y el machine learning se dominarán todos los espacios conocidos: terrestre, marítimo, aéreo, estratosférico y ciberespacial, balcanizando a los Estados nacionales e imponiendo la hegemonía militar sobre el mundo. Sin embargo, para llegar a esta quimera hay que reestructurar la economía y las finanzas mundiales y desactivar la protesta social que se expande por el mundo engendrada por la crisis sistémica.

Así, en los tiempos que corren la tarea de los poderosos es doble: por un lado, buscan congelar los conflictos sociales instilando miedo, polarizando y dividiendo al infinito. La concentración de los medios de comunicación y el control de las redes sociales les permite controlar la información, eliminar el disenso y esclavizar a los ciudadanos de a pie manipulando su vida intima, sus opiniones, deseos y acciones. Por el otro lado marcan el futuro, profundizando el endeudamiento ilimitado, la usura y el control sobre los conflictos geopolíticos. Instauran así un nuevo tipo de feudalismo imponiendo un vasallaje que concentra los recursos de este mundo en muy pocas manos. En esta ingeniería mundial, los Estados nacionales son balcanizados y atados de pies y manos con una dolarización que pone un chaleco de fuerza a los conflictos locales, y con políticas especificas destinadas a asegurar un flujo constante de riqueza, excedente, recursos naturales e ingresos hacia los pocos que controlan al mundo.

Concentración del poder y disputa política

Cuando el impacto de la pandemia se hizo sentir en los países centrales, la deuda global había crecido mas de un 40% en relación al nivel que tenia en 2008, al estallar la crisis financiera internacional. En abril de este año representaba el 322% del PBI global (iif.gov). Por ese entonces la deuda norteamericana superaba los niveles de endeudamiento ocurridos desde 1946 y se requerían más de 3 dólares de deuda para lograr 1 dólar de crecimiento económico. La brecha creciente entre el incremento de la deuda y el de la producción ponía en evidencia el carácter insostenible del endeudamiento norteamericano y global.

El apagón de la economía mundial por el impacto de la pandemia llevó a la Reserva Federal a inyectar liquidez en el sistema financiero para impedir una súbita crisis de deuda. Como consecuencia de ello, hacia fines del mes de octubre se han emitido en los Estados Unidos unos 3.3 billones (trillions) de dólares, cifra que equivale a tres veces el déficit presupuestado para este año y a un 22% del total de los dólares existentes hacia fines del 2019 (federalreserve.gov). A pesar de ello, cerca del 20% de las corporaciones norteamericanas son hoy incapaces de generar ingresos suficientes para enfrentar sus servicios de deuda y la economía real continua estancada (foreignpolicy.com election 2020).

Así, más allá del resultado electoral el país se encamina hacia una crisis del endeudamiento. Con tasas de interés cercanas a cero, la Reserva Federal ha perdido el manejo de la política monetaria y no puede reactivar a la economía. De ahí su interés por explorar una alternativa nueva: la digitalización del dólar y de todas las transacciones financieras. Esto le permitiría un mayor control sobre los distintos sectores de la economía y sobre el sistema financiero internacional y las transacciones, sean locales o internacionales.

La Reserva es expresión de un puñado de mega bancos, fondos de inversión y enormes monopolios entre los que se destacan las corporaciones tecnológicas. La digitalización del dólar implicaría un mayor control sobre la economía y las finanzas globales por parte de un puñado de enormes monopolios. Estos operan en un contexto político dominado por una radicalización del enfrentamiento entre los partidos Demócrata y Republicano por controlar las políticas públicas. Esta pugna viene de lejos, pero se ha radicalizado gracias al protagonismo creciente de una protesta social que ha crecido dentro de los dos partidos al ritmo de la crisis de representatividad de las instituciones y del estancamiento y deterioro del nivel de vida de los sectores populares.

En 2016 Trump, un outsider al mundo de la política, logró capturar la estructura del partido Republicano y ganar las elecciones liderando a los “deplorables” de las zonas rurales y del herrumbrado cinturón industrial. Con promesas de devolver la grandeza a la economía norteamericana y diatribas mechadas de racismo, se enfrentó al “pantano” del establishment político constituido, según él, por la dirigencia tradicional de los partidos políticos, los organismos de inteligencia y los medios de comunicación liberales. En paralelo, la dirigencia del partido Demócrata fue cuestionada por un movimiento liderado por el senador Bernie Sanders quien, denunciando la falta de representatividad de los dirigentes y el dominio de la política por parte de una oligarquía económica, detonó un movimiento de protesta de las bases del partido demócrata contra su dirección. Sin embargo, su candidatura fue bloqueada en las primarias por las maniobras dudosas de la máxima dirigencia del partido dispuesta a imponer a Hillary Clinton como candidata del partido.

Durante su gobierno Trump enfrentó varios intentos de juicio político para destituirlo. Estos “golpes blandos” fueron liderados por los organismos de inteligencia, la dirigencia demócrata y la mayoría de los medios de comunicación considerados liberales. Si bien no lograron el objetivo buscado gracias al control republicano del Senado, el uso y abuso de las fake news para abonar la tesis de la connivencia de Trump con Rusia han contribuido a erosionar la libertad de expresión y a atizar un creciente macartismo anti ruso. Por otra parte, estos intentos de destitución han logrado popularizar a Trump frente a sus votantes, a pesar de que la mayoría de sus promesas electorales fueron sustituidas por componendas con Wall Street, los militares y las grandes corporaciones. Los “deplorables” no mejoraron sustancialmente ni sus salarios ni su nivel de vida, pero obtuvieron identidad política y participaron vicariamente de un circo en el que su héroe resistía sin cesar los embates del “pantano” y del “estado profundo” (Deep state, es decir, los organismos de inteligencia). Las diatribas de Trump contra China, condimentadas por comentarios racistas y falsedades de toda índole, contribuyeron a fomentar un nacionalismo populista de derecha. Esto, conjuntamente con su desprecio por el cambio climático y los acuerdos nucleares y su militarización de la política económica, han contribuido a la peligrosidad de la coyuntura actual. En los últimos tiempos, las corporaciones que controlan las redes sociales e Internet pasaron a enfrentar a Trump censurando abiertamente sus opiniones y las de sus seguidores. Paradójicamente, esto ha contribuido a visibilizar su rol en la manipulación de la opinión publica y la eliminación del disenso.

La conjunción de todos estos fenómenos erosionó la libertad de expresión, contribuyendo a sustituir la reflexión por la intolerancia y el fanatismo entre los seguidores de los dos partidos políticos. El resultado electoral ha desafiado una vez más la predicciones de las encuestas y analistas políticos. Al momento actual una avalancha de votos le permite a Trump mantener el control del Senado, ampliar el numero de diputados en el Congreso y mantener el apoyo activo de la mitad del electorado. Si finalmente Biden gana las elecciones, tendrá que gobernar en condiciones sumamente desventajosas. Mas allá del éxito que Trump pueda obtener en la judicialización del escrutinio, las idas y vueltas en la información por las distintas fuentes periodísticas contribuyen a manchar los resultados de estas elecciones. No hay nada que pueda justificar esta aberración logística en la primera potencia del mundo. Algo que por lo demás, no es nuevo. (Glenn Greenwald, zerohedge.com 5 11 2020.)

En los últimos años el establishment del partido Demócrata, con Biden a la cabeza, ha concretado una alianza estratégica con numerosos dirigentes republicanos de derecha, y ex funcionarios de los gobiernos de los Bush con activa participación en las guerras del periodo. Este sector ha sido uno de los principales contribuyentes a la campaña de Biden. El socialismo democrático de Bernie Sanders y los sectores progresistas aceptaron la designación de Biden a pesar de que las políticas que anunció incluyen muy poco de la agenda progresista. Esta, sin embargo, no ha desaparecido y ha obtenido algunos triunfos electorales tanto a nivel nacional como estatal.

FMI, déficit fiscal y corrida cambiaria

En declaraciones recientes el FMI ha ponderado los estímulos económicos y fiscales, y por lo tanto la emisión monetaria incurrida tanto por los gobiernos de los países centrales como los de la región para capear los estragos causados por la pandemia, “hasta que la actividad económica sea reencauzada” (ámbito.com 26.10 2020. imf.org 15 10 2020).

La sustitución de emisión monetaria por financiación de deuda pública en el mercado interno, más el aumento de las tasas de interés y las restricciones al gasto público en el presupuesto 2021 han permitido esta semana parar la corrida sobre los tipos de cambio paralelos y sobre el blue, y construir lo que el Ministro Guzmán espera sea “un puente de estabilidad de alrededor de 60 a 90 días” (ámbito.com 6 11 2020). Sin embargo, la situación parece ser precaria. Por un lado, en la última licitación de letras el gobierno desistió de tomar todo el dinero que le ofrecían porque la tasa era demasiado elevada.(lpo.com 3 11 2020) Así, hecha la ley, hecha la trampa: teniendo al gobierno obligado a financiarse con deuda interna, el “mercado” aprovecha para subirle las tasas de interés todo lo que las urgencias del momento permitan. Por otra parte, el gobierno espera que el “puente” de 60 a 90 días le permita llegar al momento de la liquidación de la nueva cosecha. Sin embargo, si no toma medidas drásticas respecto al control del volumen y precio de las exportaciones y de los “tiempos” en que se liquidan las divisas, nada impide que llegado el momento nuevamente se encuentre a merced de los desconocidos de siempre.

La “paz cambiaria” ocurre al mismo tiempo que continua la sangría de reservas y de depósitos en dólares, lo cual erosiona todavía más la capacidad de negociación que el gobierno pueda tener tanto ante la misión del FMI que llegará próximamente, como ante los desconocidos de siempre que constantemente le muerden los talones. Sería pues importante que el gobierno aplique a los que lo acosan, el principio de “dividir para reinar” y que, al mismo tiempo, convoque a los representantes de los muchos que nada tienen para que entre todos articulen un plan económico y social que los defina como sujetos colectivos y les permita así enfrentar al poder monopólico local.

( https://www.elcohetealaluna.com/dividir-para-reinar/ )

Desde La Paz. La Paz se prepara para la asunción del nuevo gobierno de Luis Arce y David Choquehuanca. La Plaza Murillo, donde se encuentra el Palacio Quemado, está lista para lo que será un acontecimiento que, se espera, será masivo. Ya están las tarimas, los ensayos, los medios internacionales, delegaciones de varios países del mundo que comenzaron a llegar en los últimos días.

Cerca de allí, en la Plaza San Francisco, así como en calles adyacentes, han comenzado a reunirse movimientos sociales, indígenas, campesinos, de la ciudad de El Alto, la Central Obrera Boliviana, el Pacto de Unidad. Están para respaldar al nuevo gobierno, celebrar su propio triunfo: la victoria del 18 de octubre fue posible gracias a una trama de resistencia popular que dejó heridas profundas, como las masacres de Sacaba y Senkata, persecuciones a dirigentes, militarización de territorios, amenazas diarias del gobierno de facto.

El clima social es ahora de tranquilidad, una calma que se acrecienta a medida que pasan las horas, llegan mandatarios y enviados oficiales de diferentes países -el primero en llegar fue el subsecretario del Tesoro para Asuntos Internacionales de Estados Unidos, Brent Mcintosh- y queda claro que los intentos de desestabilización de los últimos días no lograron su objetivo.

Las últimas maniobras golpistas tuvieron lugar en días recientes en los bastiones de Santa Cruz, con movilizaciones, bloqueos, con respaldo del dirigente Luis Fernando Camacho, que pidió a Jeanine Añez que emita un decreto para pedir una auditoría. Parte del plan que estaba en marcha fue explicado por Evo Morales desde Buenos Aires, quien afirmó que “la derecha bajo el tutelaje del imperio norteamericano hasta hace tres días intentó que Lucho no tome posesión como presidente”.

Según Morales, el plan estaba encabezado por el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, el general Sergio Orellana, quien intentó convencer en primer lugar a varios generales del ejército y otras fuerzas, luego a coroneles. “¿Qué querían hacer? Que el presidente de facto, si las Fuerzas Armadas se movilizaran, dejara una junta militar en la presidencia. Hace dos instruyeron alistar los papeles para entregar al nuevo mando militar, no ha sido sencillo garantizar la posesión de Arce”.

Las Fuerzas Armadas emitieron un comunicado el viernes, donde afirmaron garantizar el “respeto a la Constitución política del Estado y al gobierno legal y democráticamente constituido”, en uno de los hechos que vino a instalar un clima de derrota entre quienes aún mantenían expectativas golpistas de última hora.

La toma de posesión tendrá entonces lugar en un contexto de menor tensión política inmediata, con la ausencia de Añez que, según informó, decidió trasladarse a la ciudad de Trinidad, en el departamento de Beni, de donde es originaria. Su ausencia estará acompañada por la de los ex ministros de facto Arturo Murillo y Luis Fernando López -cuyo paradero es desconocido y se habla de una posible huida del país- y gran parte, o la totalidad, de lo que fue el gabinete.

El gobierno de facto deja tras de sí una situación de mala gestión que fue denunciada por la Comisión de Transición del Movimiento al Socialismo (MAS) que corroboró “los casi un año de caos, de robo que ha habido en este gobierno golpista que se va en unas horas más”. La Comisión afirmó haber recorrido los 16 despachos ministeriales, visita donde pudieron constatar hechos de robo de documentación y computadoras en el ministerio de Salud, entregas ilegales de tierras, o la falta de asignación de recursos para la subvención al diésel.

De la bonanza económica en que estábamos a nivel latinoamericano, hemos caído a este desastre y esto no puede quedar inadvertido, ha sido gente que ha operado solamente para su bolsillo, que ha pensado en ellos y en robar”, afirmó el jefe de la Comisión, Wilfredo Chávez.

Esa mala gestión explica una parte de la derrota del gobierno de facto, los candidatos de derecha. Otra explicación del triunfo del MAS tiene que ver con la unidad que se logró alrededor de la fórmula presidencial, y la capacidad de resistencia y reorganización que demostraron los movimientos sociales, indígenas, campesinos, de trabajadores, en zonas emblemáticas como El Alto.

Esto último resulta central de cara a entender una de las demandas que más se expresa entre diferentes dirigentes de organizaciones: la necesidad de renovación en el gobierno. Es una de las claves del nuevo tiempo del proceso de cambio boliviano, que logró regresar al poder político en una situación de extrema dificultad.

Se trata entonces de una toma de posesión histórica. Para esa misma fecha del año pasado, 8 de noviembre de 2019, comenzaba el amotinamiento policial, una de las piezas centrales del golpe. Las calles de La Paz, de El Alto, reflejan hoy otro clima, marcado por la expectativa hacia el nuevo gobierno, la necesidad de que logre dar respuesta a la situación económica, algo para lo cual Arce anticipó que necesitará cerca de dos años. 

El acontecimiento del domingo, masivo, donde ya se anunció que estarán presentes, entre otros, las 36 nacionalidades indígenas reconocidas en la Constitución, será seguido por el regreso de Evo Morales al país a través de la frontera con Argentina. Será acompañado de una caravana que lo llevará hasta Chimoré, donde se espera una actividad multitudinaria. Morales, afirmó, tiene entre sus planes permanecer en el Trópico de Cochabamba, lugar donde se formó como dirigente y aún se mantiene como presidente de las Seis Federaciones.  

( https://www.pagina12.com.ar/304427-luis-arce-asume-la-presidencia-de-bolivia )

El presidente Alberto Fernández viajó a La Paz para participar en la asunción de Luis Arce al frente del Ejecutivo de Bolivia. El acto será el domingo a las 11 de la mañana hora argentina y tendrá lugar en la Asamblea Legislativa Plurinacional. Tras su arribo el sábado a la tarde, el presidente mantuvo una reunión con el Rey de España Felipe VI. Luego se encontró con el vicepresidente de esa nación Pablo Iglesias. El domingo a la mañana participará de una reunión bilateral con su par de Colombia Iván Duque. Tras la toma de mando, a las 13.15 hora Argentina, Fernández estará en el almuerzo oficial ofrecido por Arce a los jefes de Estado y de Gobierno, jefes de delegaciones e invitados especiales en la Casa Grande del Pueblo. Luego el mandatario argentino se reunirá con el candidato a presidente de Ecuador Andrés Arauz. El lunes regresará al país para despedir en La Quiaca al expresidente Evo Morales. Desde allí el líder aymara emprenderá una caravana de regreso a tierra boliviana, tras haberse refugiado en Argentina por el golpe de Estado que sufrió hace un año. Luego de recibir el saludo del mandatario argentino, Morales cruzará al otro lado de la frontera, donde se encuentra la ciudad de Villazón. Desde ese lugar dará comienzo a la travesía de dos días que tiene como punto de llegada el Trópico de Cochabamba, su tierra natal. El fin de la caravana está previsto para el día 11, justo cuando se cumple un año de su partida al exilio, en ese mismo lugar. La comitiva que acompaña a Fernández está conformada por el canciller Felipe Solá; el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro; y la ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta, entre otros. También viajó junto al mandatario argentino el canciller de Uruguay, Francisco Bustillo. 

( https://www.pagina12.com.ar/304441-alberto-fernandez-viajo-a-bolivia-para-participar-en-la-asun?cx_testId=3&cx_testVariant=cx_1&cx_artPos=0#cxrecs_s )

Un Domingo cargado donde la democracia exhibe sus debilidades y fortalezas en este continente a ambos lados del Atlántico y del Pacífico …

Daniel Roberto Távora Mac Cormack


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