Política: Los debates necesarios, las confrontaciones de poder.

 

Clase Magistral

La expresidenta y actual titular de la Cámara alta afirmó que "me siento parte de un proyecto colectivo que cumplió una hazaña institucional y democrática, después del 2001, la de haber completado tres períodos presidenciales consecutivos". Más adelante advirtió, sin embargo, que "el avance de la desigualdad está poniendo en crisis la democracia" que surgió de la Revolución Francesa.

Cristina Fernández de Kirchner consideró hoy que el capitalismo se convirtió “en un sistema de producción de bienes y servicios que se ha independizado de las ideologías”, y puso como ejemplo el caso de China, como uno de los modelos capitalistas “más exitosos”.

En referencia al Poder Judicial, la vicepresidenta denunció que “cuando un gobernante quiere hacer cumplir una ley aparece una cautelar para impedirlo”.

Fernández de Kirchner resaltó que todavía no se puede cumplir el decreto que establece que internet debe ser un servicio público esencial por que "duerme en la Corte", al hablar durante una ponencia sobre Estado, poder y sociedad en la sede de la Universidad Nacional del Chaco Austral ubicada en Resistencia, Chaco.

Creo que no le estamos haciendo honor a tanta confianza, a tanto amor y a tanta esperanza que nos depositaron”. Así cerró su clase magistral en la ciudad de Resistencia, Chaco, Cristina Fernández de Kirchner rodeada de unas diez mil personas que la escuchaban con atención. Minutos después de que Alberto Fernández hablara desde Ushuaia, donde participó de la entrega de viviendas, la vicepresidenta dijo que actualmente el oficialismo no transita un momento de “peleas”, sino de “debate de ideas”. “De ideas de las que hablé toda mi vida y que cumplí cuando goberné”, especificó. CFK, que llegó a la ciudad de Resistencia cerca de las 16 y fue recibida por el gobernador, Jorge Capitanich, y la vicegobernadora, Analía Rach Quiroga, indicó que "hay que revisar algunas cosas" en el Gobierno con el objetivo de resolver "un fenómeno que se está dando en Argentina como nunca antes", por el que los "trabajadores en relación de dependencia son pobres".

Más adelante, tras recordar sus ocho años a cargo de la presidencia, aclaró que cuando habla "no es un ejercicio diletante o académico". "Tengo muchísimos defectos, pero nunca decido las cosas a través de mis hormonas sino de mis neuronas", y puso como ejemplo la elección de Alberto Fernández como cabeza de la fórmula que ganó las elecciones en 2019. "Toda mi vida voy a vivir en on", agregó.

Capital sin ideología

En otro tramo de su discurso, señaló que el capitalismo "como sistema de producción de bienes y servicios se ha independizado de las ideologías” y destacó el desarrollo de China como uno de los modelos capitalistas “más exitosos”. Puso como ejemplo el desarrollo de la República Popular China en los últimos 70 años e ironizó: "Hay un latiguillo que dice que las inversiones van donde hay seguridad jurídica. Hola, ¿qué tal? Las mayores inversiones en las últimas décadas de las empresas globalizadas de todo el mundo se dan en China".

En otro pasaje, afirmó que si tuviera que elegir una Constitución se quedaría con "la de 1853", aunque aclaró que la que más le gusta fue la sancionada en 1949 bajo el gobierno de Juan Domingo Perón.

Más adelante, subrayó la paradoja de que existan cada vez "más trabajadores en relación de dependencia pobres", y advirtió que "el avance de la desigualdad está poniendo en crisis la democracia" que surgió de la Revolución Francesa. "Esto nunca había pasado. La pobreza siempre la ubicábamos por afuera del trabajo formal", planteó.

Hormonas y neuronas

CFK se refirió a la elección que hizo de Alberto Fernández para que fuera el candidato a presidente del peronismo en 2019. Dijo que esa "elección", no fue una cuestión de "generosidad", sino de "inteligencia". En esa línea, especificó que la "discusión" con el Presidente no es por "poder". “Elegí a alguien que no representaba a ninguna fuerza política, pero que además me había criticado duramente desde 2008″, dijo y lo diferenció del presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, al decir que él sí tenía estructura partidaria. También marcó el contraste con Héctor Daer, dirigente de la CGT, y Emilio Pérsico, del Movimiento Evita. “Ahí habría una disputa de poder”, disparó. La exmandataria, además, aseguró que “nunca tomo decisiones desde las hormonas sino desde las neuronas".

Otro de los cuestionamientos estuvo centrado en el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, por no tener medidas lo suficientemente fuertes contra los formadores de precios, y en el de Desarrollo Social, Juan Zabaleta. Según contó el Presidente le había propuesto a Máximo Kirchner que esa cartera, que tiene un gran presupuesto, --y que antes ocupaba Daniel Arroyo-- fuera administrada por Andrés Larroque. La vicepresidenta explicó que Máximo le dijo que era mejor que lo condujera un hombre de confianza de Fernández. CFK hizo referencia a ese ejemplo para desmentir la versión de que La Cámpora se quedó con todas las "cajas" del gobierno.

La actual titular de la Cámara alta dijo que el principal problema de la Argentina es su economía bimonetaria, que ha transformado al dólar como moneda de ahorro, "un problema que exige acuerdo y gestión". Más adelante, cuestionó las teorías neoliberales acerca de la inflación, que sostienen que es provocada por la emisión y el aumento de los salarios.

La vicepresidenta reapareció en público en el Salón de Convenciones Gala de la capital chaqueña mientras distintos referentes del kirchnerismo intensifican sus críticas hacia la gestión del ministro de economía Martín Guzmán, y pocos días después de que ella misma felicitara al secretario general de la Asociación Bancaria y diputado nacional, Sergio Omar Palazzo, por haber logrado un aumento del 60 por ciento en la paritaria 2022 del sector, en un gesto que fue interpretado como una invitación al resto de los dirigentes gremiales.

En una conferencia de prensa realizada días atrás, el rector de la Uncaus, Germán Oestmann, y el vicerrector, Manuel García Solá, dijeron que el Consejo Superior de la universidad resolvió por unanimidad condecorar a la expresidenta con su máxima distinción académica, el Doctorado Honoris Causa, por "su trascendente aporte a la consolidación del sistema democrático argentino durante su mandato".

Los encargados de entregar los atributos del lauro a la vicepresidenta fueron Oestmann y García Solá, acompañados por el gobernador del Chaco, Jorge Capitanich. (Página 12)

La insatisfacción en las democracias

Además de ser la expresidente de la Asociación Internacional de Ciencia Política( IPSA), Marianne Kneuer, reconocida investigadora alemana que estudia la democracia, su erosión y la autocracia contemporánea. Su campo de estudio ha cobrado especial relevancia con el crecimiento de discursos antidemocráticos.”El Estadistahabló con Kneuere sobre su visita a nuestro país y sobre su visión de la política latinoamericana, en su visita a La Argentina con motivo de la presentación del 27ª Congreso Mundial de Ciencia Política que se celebrará entre el 15 y el 19 de Julio de 2023 en Buenos Aires

¿Cuál es el motivo de su visita a Argentina?

Estoy visitando Argentina en mi función de past president de IPSA (Asociación Internacional de Ciencia Política). Durante mi presidencia fue que IPSA eligió a Buenos Aires como sede del Congreso Mundial en 2023. Hay que saber que el Congreso es la actividad más importante de nuestra asociación y que es un evento de dimensión global ya que IPSA tiene membresía en 108 países del mundo. El Comité Ejecutivo se ha reunido aquí para conocer el sitio del Congreso, que será la UCA, y al comité de organización local.

¿Qué expectativas hay con él Congreso Internacional de Ciencia Política del 2023? ¿Cómo ve a la comunidad politológica local?

El Congreso va a ser una oportunidad para juntar a un gran número de la comunidad politológica de América Latina y de atraer a nuestros miembros del resto del mundo. Buenos Aires es un lugar de gran interés para otras regiones, donde también IPSA quiere resaltar su compromiso para el Sur Global y al compromiso con América Latina. El Congreso va a fortalecer la relación con la SAAP y con ALACIP. La comunidad politológica argentina está floreciendo y es muy activa, producen muchos aportes al mundo de la Ciencia Política y sobre todo en su región. Argentina ha tenido unas figuras preminentes como Guillermo O´Donnell que sigue siendo uno de los mejores politólogos del Siglo XX y que también ha sido presidente de IPSA. Es también por ello que es una alegría tener de nuevo el Congreso en Buenos Aires, después de 1991 que O´Donnell lo organizó aquí.


 

¿Cuál va a ser el lema/eje y cómo ve a la comunidad politológica local?

El lema será “Política en la Era de Crisis Transfronteriza”. Con este lema IPSA invita a la reflexión sobre como las crisis que estamos viviendo impactan a las sociedades y sobre todo a los sistemas políticos. La dimensión global de nuestra membresía permite de manera única cubrir todas las regiones. Creo que es muy pertinente que la Ciencia Política en momentos de pandemia y guerra tome una posición de análisis pero también de trabajo sobre conceptos y soluciones. Considero que es una tarea de la Ciencia Política transferir a la ciudanía y a los actores políticos nuestros conceptos, conocimientos y análisis.

¿Como evalúa el desempeño de la calidad democrática de los Estados latinoamericanos? ¿Qué variables cree que hay que comenzar a tener en cuenta?

Es importante dibujar primero un panorama más amplio en términos de desarrollo de la calidad democrática antes de centrarse en la región latinoamericana. Tenemos pruebas de una tendencia general al deterioro de la calidad democrática, pero la pregunta importante es saber qué áreas se ven afectadas por este descenso de la calidad democrática. En primer lugar, hay una trayectoria clásica de creciente represión de la expresión, los medios de comunicación y las libertades civiles, combinada con el deterioro del discurso político. No cabe duda de que la situación de la libertad de expresión, de los medios de comunicación libres y de la calidad de la información está en proceso de cambio con implicaciones más bien negativas, especialmente en relación con la lógica funcional de las redes sociales. Podemos observar el efecto en una cantidad de casos y creo que en este sentido la situación en América Latina no difiere tanto de la situación en otras regiones.

La segunda vía de deterioro de la calidad democrática consiste en la concentración de poder en el Ejecutivo a expensas de los tribunales y el Legislativo. Esto fenómeno de hecho corresponde a lo que el gran politólogo argentino O'Donnell llamó "democracia delegativa", que conlleva la erosión de la responsabilidad horizontal.

Luego, cuando ambos fenómenos coinciden, uno de los resultados puede ser que esto conduzca a una situación que ya no puede llamarse democrática.Pensemos en Venezuela y Nicaragua, por ejemplo.

En total, veo una diversidad de calidad democrática en el continente: veo un panorama diverso, empezando por los países claramente autoritarios como los dos que acabo de mencionar, más Cuba. Junto a un grupo de democracias con una calidad democrática relativamente estable como Uruguay, Chile o Costa Rica. A continuación, se observa con preocupación el creciente grupo de regímenes híbridos o intermedios a los cuales también se puede subsumir exactamente los países grandes como Brasil, México y también Argentina.

¿Qué rol cree que deba tener en un contexto de crisis de representación la comunidad académica de cientístas políticos? Y ¿Cree que la Ciencia Política podría asumir un rol más proactivo en cuanto al diseño de instituciones democráticas adaptadas a las demandas contemporáneas?

Creo que las múltiples crisis de los últimos años nos muestran que la ciencia política ha recuperado relevancia. En general, y aquí puedo reflejar la diversidad de posiciones que he conocido como Presidente de la IPSA, no existe un consenso entre los politólogos sobre si deben tener ese papel público y si deben comprometerse a ser audibles y visibles públicamente. Independientemente de la diversidad dentro de la disciplina sobre esta cuestión, la pandemia impulsó la demanda de asesoramiento científico. Ahora bien, este nuevo reconocimiento de la ciencia puede parecer una lección positiva para nosotros los científicos, y por supuesto que lo es, pero quiero señalar que esto está cargado de algunas ambivalencias.

En esta pandemia, los responsables políticos no pudieron evitar basar sus decisiones en la experiencia de la ciencia. Y muy pronto se vio que donde esto no ocurrió -como en Brasil o Estados Unidos- se produjeron acontecimientos adversos. Pero más allá de las ciencias naturales, creo que este nuevo reconocimiento de la ciencia tuvo efectos indirectos para otras disciplinas, es decir, también para las ciencias sociales y, concretamente, para la ciencia política.

Al mismo tiempo, sin embargo, quiero señalar una ambivalencia que se refiere a las diferentes lógicas del mundo de los medios de comunicación y de la ciencia. Los medios de comunicación estaban y están muy interesados en dar protagonismo a los expertos durante la pandemia. Esto es bueno para los científicos, porque sólo así somos capaces de tener realmente un impacto en el público. Sin embargo, no todos los científicos están formados o preparados para actuar en el escenario mediático con su propia lógica. Por otro lado, chocan dos lógicas diferentes: los periodistas quieren declaraciones puntuales y mensajes claros. Los científicos argumentan de forma equilibrada, tienen siempre presente la complejidad de los contextos y sus mensajes se basan en ello. Además, los hallazgos de la ciencia política no tienen por qué coincidir con las percepciones de los medios de comunicación y del público.

Permítanme contarles mi experiencia. Debido a mi investigación sobre solidaridad en la pandemia del Covid, a menudo se me han acercado y entrevistado periodistas. A menudo, me encontré con una posición ya preconcebida sobre preguntas como por qué ha fracasado la solidaridad en Alemania. Mi primera tarea fue entonces dejar claro que esta pregunta ya se basa en premisas falsas, en la medida en que ni los resultados de los estudios ni las pruebas pueden demostrarlo.

Por último, una ambivalencia muy práctica. ¿Quién decide la persona que aparece en los medios de comunicación y el público como experto?

Los que tienen los hallazgos más relevantes, los que adoptan una posición desviada y por lo tanto son interesantes para la cobertura mediática, o los que tienen el tiempo y los recursos para participar en apariciones en los medios de comunicación.

Ellos podrían ser aquellos estudiosos que tienen grandes equipos de asistentes y ayudantes de investigación y la infraestructura para hacer un trabajo mediático elaborado con podcasts, blogs, Twitter, etc. Aquí podría radicar un problema debido a los recursos asimétricos; y esto se refiere tanto al Norte Global como al Sur Global, incluso en diferentes grados.

En total, los politólogos durante algún tiempo, especialmente cuando las crisis se conviertan en la 'nueva normalidad', seremos más demandados y necesarios con nuestros hallazgos, nuestras opiniones y nuestras recomendaciones. Al mismo tiempo, sin embargo, probablemente tendremos que examinar más detenidamente los mecanismos de esta interacción entre la ciencia política y la política, entre la ciencia política y los medios de comunicación, y entre la ciencia política y los ciudadanos. En nuestra disciplina no hay ya una opinión unánime sobre hasta qué punto se debe interactuar con el público. Pero los que ven esto como un mandato, y me cuento entre ellos, necesitan reevaluar y reflexionar sobre estos mecanismos de cómo la ciencia puede cumplir su papel público sobre la base de la experiencia con la pandemia del Covid-19.

Globalización neoliberal, ciudadanía y democracia

Antoni Jesús Aguiló Bonet Universitat de les Illes Balears, propone el siguiente texto para interpretar la teoría política crítica y emancipatoria de Boaventura de Sousa Santos, el objetivo principal de este artículo es el de plantear la necesidad de revisar el actual modelo hegemónico de democracia y su corrrelativo concepto de ciudadanía en el contexto del predominio de los procesos estructurales de desigualdad y exclusión social provocados por la globalización neoliberal. Este sistema político de baja intensidad democrática es cuestionado por el sociólogo portugués, quien, con su propuesta de reinventar el Estado y la democracia, trata de fundar una nueva cultura democrática basada en elementos inclusivos, comunitarios y participativos.

1. Desigualdad, exclusión y ciudadanía

 Los procesos de desigualdad y exclusión social no son un fenómeno nuevo ni reciente, sino que bajo diferentes formas y denominaciones —intolerancia, prejuicio, discriminación, segregación, marginación y rechazo social, entre otras—, son una constante presente en cualquier época y sociedad. Ya en la antigua Grecia el término estigma hacía referencia a las marcas físicas grabadas con fuego o cortes realizados en el cuerpo de aquellos sujetos que, como los esclavos o los criminales, eran considerados moralmente inferiores. Las personas visiblemente marcadas debían ser evitadas a toda costa, especialmente en los lugares públicos, para que así evitaran corromper las normas y valores de la convivencia social. En tanto que representación de una amenaza para el orden público establecido, los estigmatizados no podían pertenecer a la misma categoría social que el resto de sujetos, los polités o miembros de la comunidad política. Esta minoría de privilegiados disfrutaba de una condición sociojurídica especial, la ciudadanía, que otorgaba a quien la poseía un conjunto de derechos, pero sobre todo una serie de responsabilidades de tipo civil y político. Aristóteles (Pol., III, 6, 1257a), uno de los primeros teóricos occidentales de la ciudadanía, entiende que la naturaleza del ciudadano «se define mejor por participar en las funciones judiciales y en el gobierno». Dadas estas circunstancias, se comprende que las personas estigmatizadas no pudieran participar en la actividad política, la más noble para los griegos, en igualdad de condiciones, sino que debían obedecer las reglas de la marginalidad y el desprecio social.

En el siglo xx, el sociólogo canadiense Erving Goffman (1989) recuperó para las ciencias sociales el concepto de estigma aplicándolo a la situación de amenaza continua y presión social constante que padecen todas aquellas personas y grupos sociales que han desarrollado formas de vida diferentes a los de la mayoría estadística, cuyas prácticas socioculturales se consideran «normales», es decir, encajan con los patrones de conducta socialmente aceptados y aceptables. Así, puede ponerse de relieve la situación de estigmatización social que en muchos países del mundo sufren actualmente gays, lesbianas y personas intersexo, personas con enfermedades mentales, pobres, personas sin hogar e integrantes de minorías étnicas, entre otros colectivos. Cuando un individuo, en virtud de la creencia que identifica diferencia con inferioridad, es percibido socialmente como poseedor de atributos diferentes, juzgados inadecuados para el mantenimiento de un determinado orden social, se crea el estigma, que establece una separación radical entre «nosotros» y «ellos». Los procesos de desigualdad y la exclusión no son, por otra parte, la consecuencia de una fatalidad ineludible provocada por fuerzas sobrenaturales que el ser humano no puede controlar ni vencer.

Tampoco responden, como argumentan algunos ideólogos conservadores, a un proceso teleológico natural e irreversible contra el que nada puede hacerse más que adaptarse. Contra la idea esencialista que naturaliza y legitima la desigualdad y la exclusión social, este trabajo rechaza cualquier visión metafísica de las mismas, dispuesta a colaborar en la perpetuación de un determinado statu quo que salvaguarda los intereses de los grupos sociales dominantes. En su lugar, se adopta una concepción históricopolítica de estos fenómenos, según la cual la desigualdad y la exclusión social son una construcción social derivada de los distintos factores estructurales económicos, sociales, políticos y culturales que componen un modelo de organización social.

(…) Por su parte, el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos (2003b, 2005a) ha señalado cómo la modernidad occidental capitalista se articula en torno a dos grandes principios sobre los que se organiza y estructura la jerarquización social: el sistema de desigualdad y el sistema de exclusión. Aunque en la práctica resulta muy difícil establecer una separación nítida entre uno y otro sistema, pues suelen adoptar combinaciones diversas, ambos constituyen tipos ideales para el análisis de la producción de pertenencia social jerarquizada. En el sistema de desigualdad, la pertenencia se establece por medio de la integración social subordinada: estar dentro del sistema significa, esencialmente, estar abajo, tal y como revela la apuntada subordinación de los trabajadores en el sistema productivo. 

En el sistema de exclusión, en cambio, la pertenencia jerarquizada viene dada, paradójicamente, por la forma en la que uno es excluido: estar abajo, en este caso, significa estar totalmente fuera del sistema, ser declarado socialmente inexistente. Cada uno de estos sistemas de integración jerarquizada presenta una peligrosa forma extremista que aún hoy sigue vigente: el sistema de desigualdad puede desembocar en la esclavitud, mientras que el sistema de exclusión puede conducir al exterminio. Si la desigualdad es para Santos un fenómeno socioeconómico, la exclusión, por su parte, es un fenómeno de carácter cultural y social, «un proceso histórico a través del cual una cultura, por medio de un discurso de verdad, crea una prohibición y la rechaza» (Santos, 2005a: 196).

Aunque en la literatura sociológica pueden encontrarse muchos y heterogéneos sentidos de las categorías de desigualdad y exclusión social, a efectos de este trabajo resultará suficiente tener en cuenta que, en términos genéricos, la desigualdad y la exclusión hacen referencia a un conjunto de procesos sociales, económicos y políticos asimétricos en virtud de los cuales determinadas personas y grupos sociales subalternizados se ven abocados a un estado de vulnerabilidad, inferiorización, invisibilidad social, dependencia, marginalidad y deshumanización. Dicho en otros términos, los afectados se ven privados parcial o totalmente del ejercicio efectivo de la ciudadanía.

Desde hace más medio siglo, tanto en la filosofía política como en el ámbito de las ciencias sociales occidentales contemporáneas, la concepción hegemónica de la ciudadanía viene siendo la elaborada por el sociólogo británico Thomas H. Marshall (1997: 312) en su ensayo Ciudadanía y clase social (1950), donde la define como «un status que se otorga a los que son miembros de pleno derecho de una comunidad».

En su análisis, Marshall (1997: 302-303) distigue tres partes o dimensiones de la ciudadanía. En primer lugar, aquello que llama el elemento civil, formado por «los derechos necesarios para la libertad individual —libertad de la persona, libertad de expresión, de pensamiento y de religión, el derecho a la propiedad, a cerrar contratos válidos, y el derecho a la justicia—».

En segundo lugar, el elemento político, que consiste en «el derecho a participar en el ejercicio del poder político como miembro de un cuerpo investido de autoridad política, o como elector de los miembros de tal cuerpo». Finalmente, el elemento social, que comprende un vasto campo de privilegios, «desde el derecho a un mínimo de bienestar económico y seguridad al derecho a participar del patrimonio social y a vivir la vida de un ser civilizado conforme a los estándares corrientes en la sociedad».

Como puede observarse, la teoría marshalliana de la ciudadanía la concibe básicamente como un catálogo de derechos de diversa índole que igualan formalmente a quienes los disfrutan. Se trata de una concepción pasiva de la ciudadanía fuertemente arraigada en el modelo de ciudadanía de la tradición liberal clásica, que pone el énfasis en la importancia de los derechos individuales. Sin embargo, en un intento de ofrecer una propuesta teórica más rica y alternativa al modelo liberal de ciudadanía como estatus legal de iguales libertades, el filósofo moral Javier Peña señala tres elementos constantes que, con mayor o menor relevancia, pueden identificarse a lo largo de las diferentes configuraciones históricas del concepto de ciudadanía. Así, según Peña (2000: 24), «en la noción actual de ciudadanía se incluyen como ingredientes básicos las nociones de pertenencia, derechos y participación». De manera muy esquemática, puede afirmarse que el modelo contemporáneo de ciudadanía liberal, que tiene al filósofo estadounidense John Rawls como uno de sus mayores exponentes, subraya, como se dijo, los derechos; el modelo contemporáneo de ciudadanía comunitaria, bien representado por los planteamientos del filósofo canadiense Chares Taylor, acentúa la pertenencia; por último, el modelo contemporáneo de ciudadanía republicana, ampliamente defendido, entre otros, por el filósofo alemán Jürgen Habermas, hace de la participación el elemento central.

(…) 2. Globalización neoliberal y exclusión ciudadana

Desde finales de la Segunda Guerra Mundial, con la implantación y consolidación progresiva de los Estados del Bienestar, basados en las teorías de los economistas británicos William Beveridge y John M. Keynes, en los países europeos occidentales se adoptaron un conjunto de medidas destinadas a promover la seguridad y protección social de los ciudadanos.

Según el sociólogo francés Robert Castel (2004: 35), estar protegido significa básicamente «estar a salvo de los imponderables que podrían degradar el status social del individuo». Así, la principal estrategia del Estado protector consistió en el reconocimiento jurídico y la institucionalización de los derechos económicos y sociales, o los también llamados derechos del bienestar: el derecho a la salud, al trabajo, a la educación y a un seguro de desempleo y jubilación, entre los más importantes. Se trataba de poner en práctica estrategias institucionales cuyo propósito era el de facilitar al conjunto de la ciudadanía el acceso a determinados medios y garantías de vida que permitían disfrutar de un cierto nivel de bienestar social. De esta manera, el reconocimiento estatal de los derechos económicos y sociales supuso la creación de políticas públicas tendentes a fomentar la igualdad económica y social de los ciudadanos, combatir la exclusión social y extender el ideal de la ciudadanía a toda la sociedad. A través de estos mecanismos, el Estado social del Bienestar actuaba como el principal agente regulador de los desequilibrios sociales promoviendo una cierta distribución social de la riqueza y poniendo al servicio de los ciudadanos una serie de prestaciones que eran garantía de protección y cuidado frente a los riesgos y contingencias de la vida.

Es a partir de las transformaciones socioeconómicas ocurridas durante las décadas de los años 1980 y 1990 cuando se ponen las bases para el asentamiento y desarrollo de una nueva estructura social de acumulación1 o régimen de acumulación caracterizado por el paso del capitalismo eminentemente nacional y regulado por el Estado al capitalismo neoliberal globalizado (Riutort, 2001: 47-54). Así, en el contexto de la Guerra Fría, Ronald Reagan en los Estados Unidos y la Primera Ministra Margaret Thatcher en el Reino Unido, aunque ambos tuvieron como precursor al dictador militar Augusto Pinochet en Chile, despliegan con mano de hierro su proyecto ideológico ofensivo, el neoliberalismo, con el objetivo de socavar el Estado de Bienestar, desestabilizar al bloque socialista y convertir el neoliberalismo en la nueva doctrina económica y orientación política mundial. Esta maniobra política culmina en los años 1990 con fenómenos tan importantes como la caída del Muro de Berlín en 1989, la firma, ese mismo año, de los compromisos económico–políticos que constituyen el llamado Consenso de Washington, la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1991, el nuevo proyecto europeo del Tratado de Maastricht en 1992 y, sobre todo, con la victoria electoral de George W. Bush en las elecciones presidenciales estadounidenses del año 2000. Con la Administración republicana neoconservadora y neoliberal de Bush culmina, entre los años 2000 y 2008, el nuevo orden mundial establecido por Reagan y Thatcher. Este se articula, en primer plano, en torno a la hegemonía económica, política, militar y cultural de los Estados Unidos en el escenario mundial y, en segundo plano, en torno a las potencias europeas occidentales y Japón como principales aliados estratégicos.

Fascismo social y nuevas formas de exclusión

La nueva dinámica de reproducción ampliada del capital puesta en marcha a partir de las últimas décadas del siglo XX y la primera del XXI ha evidenciado que la depredadora expansión mundial del capitalismo neoliberal parece no tener límites: el capital no deja escapar nada ni perdona a nadie, transforma todo —la tierra, el agua, la biodiversidad— y a todos en mercadería vendible. Es el fenómeno de la mercantilización de la vida humana y no humana. Ante el predominio de estas tendencias económicas, políticas y sociales millones de personas en todo el mundo sientan su dignidad ofendida, vulnerados sus derechos humanos, frustradas sus expectativas y mermados sus horizontes vitales. Refiriéndose al clima social que provoca el nuevo orden financiero mundial, marcado por el empobrecimiento, la muerte y la exclusión de millones de seres humanos en todo el planeta, el economista canadiense Michel Chossudovsky (2002) sostiene que lo que realmente se ha producido es una «globalización de la pobreza», que cuenta con el apoyo y la complicidad de las principales agencias financieras multilaterales. 

 

Este empobrecimiento humano global afecta especialmente a los países periféricos y semiperiféricos del sistema mundial, aunque en los países capitalistas centrales se ha configurado una nueva clase social de excluidos conocida como «tercer mundo interior» (Santos, 1998a: 14) compuesta, entre otros colectivos, por jóvenes precarios, mileuristas, parados de larga duración, inmigrantes sin papeles, jubilados con ingresos escasos, viudas en el umbral de la pobreza y niños sin escolarizar que malviven en condiciones infrahumanas en guetos urbanos. Santos interpreta el predominio de los procesos estructurales de desigualdad y exclusión como la crisis del contrato social de la modernidad y el fracaso rotundo de las promesas modernas de igualdad, libertad y solidaridad fraterna. El resultado de este acontecimiento es la emergencia de un nuevo régimen social que él llama fascismo social: «Vivimos en sociedades que son políticamente democráticas, pero socialmente fascistas» (Santos, 2005a: 14). Con esta categoría de análisis, Santos (2003c, 2005a, 2007) no se refiere a la restauración de los regímenes políticos europeos de 1930 y 1940, sino a todo un conjunto de prácticas sociales excluyentes, violentas y autoritarias que configuran nuevas formas de sociabilidad y condicionan negativamente la vida de millones de personas de todo el planeta. Son relaciones de poder entre grupos sociales que tienen la capacidad de decidir e imponer las circunstancias bajo las cuales debe (sobre)vivir la mayoría, relaciones que se producen en el marco de Estados legítimamente democráticos, con elecciones libres, instituciones democráticas, leyes y múltiples actores políticos. El Consenso neoliberal de Washington y las políticas de ajuste estructural constituyen, en este sentido, un ejemplo paradigmático de fascismo social: impuesto sin discusión por los países centrales capitalistas a un buen puñado de espectadores pasivos, los países de la periferia y la semiperiferia del sistema mundial. De manera análoga, la persistencia del hambre en el mundo, alimentada, nunca mejor dicho, por las políticas económicas neoliberales y la especulación financiera en los mercados de productos agrícolas, es otro ejemplo sangrante de fascismo social.

Reinventar el Estado y la democracia

Ante los riesgos que corremos en la actual crisis del contrato social, cualquier teoría política que se pretenda crítica no puede permanecer indiferente, quedarse callada ni de brazos cruzados, ser presa del miedo o la resignación. Surge la necesidad de estimular una nueva politización de la sociedad civil mediante la formación de sociabilidades alternativas, rebeldes, es decir, que tengan el valor de decir «no», según la afirmación de Albert Camus (1978: 17); sujetos inconformistas, insatisfechos y democráticos que, con su discurso crítico y acción solidaria, anulen o prevengan los efectos negativos del fascismo social y sienten las bases de un proyecto de transformación social orientado por el regreso del Estado social, el combate contra las injusticias y desigualdades sociales, la revitalización de la ciudadanía y del espacio público. No es una tarea fácil porque la desregulación producida por la erosión del contrato social es tan intensa que influye negativamente sobre la organización de las resistencias y las luchas emancipadoras para construir esa sociedad más justa, más solidaria y más decente. En la teoría política crítica de Boaventura de Sousa Santos la búsqueda de sociabilidades alternativas pasa por dos ejes complementarios.

El primero es la reinvención del Estado en clave igualitaria, solidaria y participativa. La segunda es la reinvención de la democracia para abrir camino a nuevas posibilidades de intervenciones democráticas de alta intensidad. Ambos proyectos comparten el mismo objetivo: ejercer una acción política radicalmente democrática que haga de la participación ciudadana activa y directa en la toma pública de decisiones su principal logro. 

De este modo, la democracia resultante será un sistema político mucho más rico que la minimalista democracia representativa liberal y mucho más incómodo para el capitalismo neoliberal. 4.1 Reinvención solidaria y participativa del Estado Para combatir la radicalización de las desigualdades y el aumento de la exclusión social global que provoca el autoritarismo social, Boaventura de Sousa apuesta por volver a recuperar la función redistributiva del Estado. Esta reivindicación del sociólogo se traduce en las siguientes líneas de acción:

En primer lugar, garantizar el derecho a trabajar en igualdad. Esto significa que el derecho al trabajo debe contemplar el reparto democrático del trabajo a partir de iniciativas como la reducción de la jornada laboral, la transnacionalización del movimiento sindical y el establecimiento de una legislación laboral internacional observada en los acuerdos comerciales internacionales.

En segundo lugar, es necesario revisar las políticas de gasto público, en especial la política armamentística y de defensa, cuyo recorte o abolición podría aumentar el gasto invertido en ámbitos sociales realmente urgentes.

En tercer lugar, hay que introducir cambios en la política fiscal de manera que se permita la participación directa de los ciudadanos en la elaboración de los presupuestos públicos, como en la experiencia de Porto Alegre (Brasil) y otras muchas ciudades del mundo. Esta práctica de gestión urbana democrática supone un fortalecimiento de la democracia participativa local. 


 

La nueva fiscalidad participativa, además, debe ser sensible ante las múltiples y diferentes desigualdades sociales, aunque especialmente a las de género, las étnicas y ecológicas. En cuarto y último lugar, y he aquí el aspecto más novedoso del planteamiento, la refundación del Estado exige convertirlo en un «novísimo movimiento social» (Santos, 2005a: 330). Este objetivo implica configurar una nueva forma de organización política flexible que rompa con la clásica dicotomía de oposición entre el Estado y la sociedad civil característica de la teoría política liberal. La teoría política del Estado y de la gestión pública que Santos propone concibe el Estado básicamente como una organización reticular formada por un conjunto heterogéneo de flujos, redes y organizaciones dónde se combinan e interrelacionan elementos estatales y no estatales, nacionales, locales y globales, de entre los cuales el Estado es el agente articulador. En este nuevo marco político, el autor propone el concepto de «Estado experimental» (Santos, 2005a: 369), entendido como un campo de experimentación democrática constante donde coexisten en disputa o en concordancia diferentes soluciones burocráticas e institucionales.

Se trata de configurar un Estado más descentralizado que, si por un lado, pierde fuerza en cuanto a su capacidad de regulación social, ahora más abierta y heterogénea, por el otro, gana terreno en la metarregulación, es decir, en la capacidad de selección, coordinación y jerarquización de aquellos agentes no estatales que participan en la gestión del espacio público.

Conclusión

Los cambios que se vienen produciendo en las últimas décadas en el campo económico han generado entre países y en el interior de ellos una creciente desigualdad de poder económico y social, así como un preocupante aumento de los procesos estructurales de exclusión social. Se trata de un hecho que incide negativamente en el correcto funcionamiento del sistema democrático e impiden el ejercicio de la ciudadanía. Ante esta situación, la teoría política y social de Boaventura de Sousa Santos apuesta por la urgente recuperación y renovación del sentido de la democracia distributiva y participativa, cuya práctica social se sostiene sobre tres ejes fundamentales.

El primero es el pleno ejercicio de la ciudadanía en sus tres dimensiones señaladas: pertenencia, derechos y participación. La comunidad política y el resto de espacios sociales de acción, públicos y privados, deben ser, en este sentido, ámbitos de realización de todos los derechos humanos, espacios participativos, de inclusión social y no discriminación.

El segundo es el restablecimiento de la función social de la democracia, orientada a la promoción de la equidad distributiva, otorgando para ello prioridad al valor de la distribución sobre el de la acumulación, es decir, al interés público sobre el privado e individualista, del que se nutre la democracia representativa liberal.

Para ello es necesario ejecutar políticas públicas que distribuyan por igual todos aquellos factores que condicionan la calidad de vida de las personas: el trabajo, la educación, la salud, las oportunidades personales, la riqueza económica y ecológica, entre otras.

En tercer y último lugar, la democracia distributiva debe procurar una gestión popular del espacio público a través de la participación ciudadana al nivel más alto posible combinando formas de participación directa y representativas. Esto significa generar espacios públicos estatales y no estatales de participación y control ciudadano efectivo. De ser así, las personas podrán tomar parte activa en la formulación, seguimiento y evaluación individual y colectiva de las políticas públicas que tienen una incidencia directa sobre sus acciones y condiciones de vida.

(Aguiló, Antoni Jesús Globalización neoliberal, ciudadanía y democracia. reflexiones críticas desde la teoría política de Boaventura de Sousa Santos Nómadas. Critical Journal of Social and Juridical Sciences, vol. 20, núm. 4, juliodiciembre, 2008 Euro-Mediterranean University Institute Roma, Italia. Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas | 20 (2008.4)Publicación Electrónica de la Universidad Complutense | ISSN 1578-6730).

Acuerdos y diferencias

Antes de que la vicepresidenta Cristina Kirchner hablara en el Chaco, y en una semana marcada por los cuestionamientos de parte del oficialismo al equipo económico del Presidente, Alberto Fernández llamó desde Ushuaia a sostener la unidad: "Miremos al futuro, que nadie nos desuna. Trabajemos juntos. Eso es lo que nos hace falta", enfatizó y abogó por dejar de lado a las "voces del desánimo" para seguir apostando a la "Argentina que produce y da trabajo"…

El Presidente estuvo en Tierra del Fuego, a cuya capital arribó minutos antes de las 14. Recorrió viviendas del barrio Procrear y conversó con vecinos de la zona. Estuvo acompañado, entre otros, por el gobernador local, Gustavo Melella, y los ministros de Desarrollo Territorial y Habitat, Jorge Ferraresi, y de Obras Públicas, Gabriel Katopodis.

Las princiaples actividades presidenciales de la visita fueron la presentación del crédito número 50 mil para la construcción de viviendas, la entrega de las llaves de 210 departamentos del Programa Procrear y la firma convenios de obras públicas.

En su discurso en el Polideportivo Municipal de la capital fueguina, Fernández recordó que el gobierno de Cambiemos dejó "70 por ciento de la obra pública paralizada", mientras que en la actualidad hay "4600 obras en ejecución". Y agregó: "A diferencia de la gestión del ex presidente Mauricio Macri, que en cuatro años entregó 16 mil viviendas, nosotros llevamos entregadas 45 mil en tres años y tenemos en construcción otras 114 mil", aseguró.

El mandatario destacó que "tener un techo donde vivir es un derecho humano" y que la tarea de construir viviendas "la debe encarar el Estado porque no la va a hacer ningún banco".

Fernández también destacó la recuperación económica. Dijo que en la actualidad "hay más empleo formal del que había en el 2019" y sostuvo que, pese a la pandemia de coronavirus, su gestión pudo "encender" la economía. "Crecimos 10 puntos y medio, y el desempleo pasó de 11 a 7 puntos", enfatizó.

En ese contexto, pidió "mirar el futuro y que nadie desuna" a los argentinos, a la vez que llamó a dejar de lado a las "voces del desánimo". Pidió seguir apostando a la "Argentina que produce y da trabajo" y seguir "transitando por esta senda sin que nadie nos tuerza el camino".

El jefe de Estado afirmó además que su Gobierno está "trabajando fuertemente" para mejorar los ingresos de los jubilados, "sabiendo que hay un problema que se llama inflación y que hay que ayudar a sobrellevar ese problema a los que menos recursos tienen". "Nos criamos en el peronismo --dijo--, escuchamos de Evita que donde hay una necesidad hay un derecho, y nosotros nos hacemos cargo de eso, del problema del otro."

Luego, el ministro Ferraresi, les preguntó a los asistentes al acto quiénes hubieran aceptado los créditos o las viviendas "si en lugar de con el sistema actual se hubieran hecho con el sistema UVA" de actualización de capital y cuotas. "Lo que proponemos es construir un país. Cuando se escucha por ahí que estamos en una Argentina de ajuste, ojalá todos los ajustes sean como este", afirmó Ferraresi.

La misma idea fue retomada por el gobernador de Tierra del Fuego, Gustavo Melella: "Nos gusta este ajuste que trajo inversión, desarrollo y crecimiento para el país". Melella consideró un "hecho histórico" a la "cantidad de viviendas y suelo urbanizado que se están generando en la provincia", y lo atribuyó a una "decisión política de producir un país para todos y todas, y no para unos pocos como nos proponía el ex presidente Mauricio Macri".

A su turno, el intendente de Ushuaia, Walter Vuoto, señaló que el gobierno nacional encarna el rol de un Estado que "está para cumplir los sueños y para transformar la realidad". "Es un Estado que les reintegra los medicamentos a los ancianos, que construye casas, hace obra pública y les devuelve derechos a los trabajadores. Le agradezco, señor Presidente, haber cumplido con los fueguinos", destacó Vuoto.

Malvinas

A 40 años de la guerra de Malvinas, el reclamo de soberanía argentina estuvo presente en la provincia a la que pertenecen por derecho las islas. "El país nunca dejará de reclamar sus derechos sobre las islas que Gran Bretaña usurpa desde 1833. Cada argentino sabe que tenemos un derecho irrenunciable

y que nunca vamos a dejar de reclamarlas. Insistiremos por la vía diplomática pero nunca vamos a dejar de hacerlo", aseguró Alberto Fernández.

"Les quiero brindar mi gratitud y todo mi respeto a quienes combatieron en las islas. No puedo dejar de recordar que estoy junto al gobernador de Malvinas", apuntó en referencia a Melella. El Presidente se dirigió luego, junto al resto de la comitiva, a la Plaza Islas Malvinas de Ushuaia y allí colocó ofrendas florales frente al Monumento a los Caídos durante el conflicto bélico y en el que recuerda a los soldados muertos en el crucero ARA General Belgrano, hundido el 2 de mayo de 1982.

Política es debate

La política sin debate pierde, en el ordenamiento social, su aspecto fundamental, el de ser la actividad humana capaz de consensuar posiciones diversas dentro de una sociedad y sintetizarlas en un cuerpo legal que permita la convivencia, el disfrute de derechos y el cumplimiento de obligaciones de todos y cada uno de los habitantes de un territorio. 


 

Uno de los problemas mas importantes que enfrenta la política es precisamente cuando algunos actores sociales, en la voluntad de imponer intereses sectoriales, sin importar los impactos y los resultados en el común de la sociedad, asume posiciones irreductibles y habla de unidad pero de una unidad que tiene que ser “sometimiento a sus discursos e intereses”. No hay diálogo si escucho desde una posición que no estoy dispuesto a modificar en función de una convivencia dónde todos obtengamos algo pero ninguno todo. No hay diálogo cuándo se parte desde lugares de privilegios o con capacidad para imponer.

El poder debe estar distribuido en toda la sociedad. La ley debe garantizar igualdad de oportunidades y un críterio de justicia que busque el beneficio común de los actores en conflicto y no la venganza, la imposición totalitaria o el sometimiento del ocasional oponente o con quién hay intereses que entran en conflicto. Hay un orden prioritario que el derecho a la vida y la vida humana no se puede dar con individuos aislados o con grupos que someten a otros. Es por esto que la idea de la democracia es, hoy, la mejor. Llevarla a la práctica y convertirla en el motor de una democracia participativa y justa es responsabilidad de todos y cada uno de quienes habitamos este suelo.

Las desigualdades no son una realidad natural. Por el contrario, surgen de la concentración desigual del poder y de las riquezas y privilegios que adquieren unos grupos privando a otros. Minimizar conflictos no radica en que quienes padecen el poder acepten ese padecimiento y solo busquen “piedad”, “dádivas” “caridad” “lástima” de sus opresores. La vida como valor supremo no es cualquier vida, sino aquella que se sostiene en valores que humanizan las relaciones y que humanizan las posibilidades en el cuidado mutuo y en el convencimiento de que es posible la no violencia, la convivencia pacífica y la voluntad de ceder poder propio para construir un “nosotros” duradero y fuerte que nos haga mejores personas, mejores ciudadanos y mejores y mas humanizadas sociedades.


Daniel Roberto Távora Mac Cormack

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