Lo humano y los momentos de la historia


 

Moreno, creador del Psicodrama

Jacob Levy Moreno y la filosofía del momento” Leonel Sicardi “El psicoanalítico.com.ar

Jacob Levy Moreno, creador de la Sociometría y el Psicodrama y pionero en la psicoterapia de grupo, nació en Bucarest, Rumania, en 1889. Desarrolló sus ideas en Viena, a la sombra de Freud y el psicoanálisis y luego emigró a EEUU donde fue centro de controversias como lo había sido en Europa.1

Moreno, en los bosques de Viena, reunía a los niños y les contaba cuentos haciéndolos dramatizar los diferentes personajes, animales y personas. En las cárceles trabajó con grupos de presidiarios y estableció principios de dinámica grupal y sociometría indagando las modalidades de interacción que se daban entre los reclusos. Organizó a las prostitutas para que lucharan por sus derechos, ayudándolas a formar un sindicato propio.

Ya en EEUU, en Beacon, trabajó con teatro espontáneo donde las personas relataban sus historias y las veían representadas por actores en el escenario, más tarde esto dio lugar al Psicodrama como instrumento terapéutico, donde un director dirige al protagonista quien despliega su escena y los yo auxiliares desempeñan los otros roles de la misma, apuntando a la comprensión y elaboración de conflictos.

La filosofía del Momento

La filosofía del momento es uno de los ejes teóricos del Psicodrama y uno de sus pilares como instrumento terapéutico.

Moreno dice que momento es la unidad de tiempo inasible, ya que es ahora, en función de lo que hubo antes y deja de ser para ser futuro, uniendo así los tres tiempos. Nos plantea la paradoja de ese tiempo intangible y tan abarcativo.

Moreno considera que la noción de durée de Bergson, es la que más se acerca a su concepción del tiempo2, si bien además de éste, otros filósofos, a los que cuestionó y de los cuales también se nutrió, incidieron en la construcción del cuerpo teórico del Psicodrama.

Ese instante inasible que mencionamos se despliega en la escena y permite revisar el origen de una conducta y el modo en que se va gestando para ser incorporada al bagaje de respuestas y mecanismos defensivos de una persona.
En este proceso están implicados los conceptos de locus, matriz y status nascendi.

Locus

Locus, que quiere decir lugar, es un lugar relacional, la interacción vincular con determinadas personas significativas de la vida del protagonista y que serán evocadas en la escena dramática.
El drama de entonces es psicodrama hoy, se actualiza en la escena.
En el armado de la escena, que es un punto muy importante de la dramatización, luego de ubicar el donde y el cuando que son los articuladores espacial y temporal, pasamos a lo que podríamos llamar articulador relacional, o sea el ¿con quiénes? que nos indica el locus.

La red vincular del protagonista, necesaria y constituyente del sujeto, está directamente relacionada con el locus. No somos sin un vínculo, de los primeros vínculos nacen los roles y estos son la base de nuestro yo, de nuestro psiquismo, conformando lo que Moreno llama, matriz de identidad3.

Podemos decir que “somos nuestros vínculos”, por lo tanto es fundamental comprender la red vincular que posibilitó la aparición de determinada conducta y los mecanismos defensivos que pueden dar lugar a la aparición de síntomas.4

Así el psicodrama trabaja en psicoterapia y en docencia partiendo del vínculo como sostén, buscando el encuentro con el otro, alumno o paciente. Siendo este el locus de la relación terapéutica o de la situación de aprendizaje.

Siguiendo con la escena, indagamos el locus del protagonista para registrar la trama vincular en la que se generó la conducta que se desplegará en la escena y que por algún motivo fue elegida para ser revisada.

Matriz

La matriz es el patrón de conducta que el sujeto elige para resolver la situación planteada en el locus, en el allá y entonces de su historia vincular, que estereotipada pasa a ser una conducta defensiva.

El camino para arribar a la matriz seria preguntarnos ¿qué hice?, ya que apunta a la acción misma que se originó en la escena planteada, ampliando la pregunta sería ¿cómo respondí en dicha situación? y luego hay que preguntarse ¿para qué lo hice?5, la motivación que originó dicha respuesta.

Este concepto se relaciona con los patterns o patrones de conducta que menciona Freud, o sea las modalidades vinculares que un niño incorpora y fija en sus vínculos más tempranos con sus padres.
También se relacionan el locus y la matriz con los puntos de fijación que Freud menciona en sus obras, como condicionantes de la estructuración del aparato psíquico de un sujeto, pudiéndonos preguntar en qué escenas nos quedamos fijados en nuestro desarrollo emocional.


Los mecanismos de defensa están implicados en la matriz, ya que una conducta que desea ser revisada o modificada, ha sido generada para responder al locus, en la escena histórica, pudiendo luego haber quedado estructurada como defensa o como rasgo de carácter.

Moreno diría que estos mecanismos pasaron a formar parte de la “conserva cultural”6 del sujeto y en el aquí y ahora de la escena psicodramática su utilidad puede ser puesta en tela de juicio, revisando que entrampamiento resultó de haber instalado esa suerte de repetición fuera de la situación original o locus.
Avanzando en la escena, y caldeándonos dentro de la misma descubrimos así la conducta que el protagonista generó en un momento y que ahora desea modificar o revisar.

Luego, si desea revisar esta conducta ya iluminada o focalizada en el campo dramático, debe saber como la gestó para modificarla desde su visión y comprensión de hoy.

Esto nos lleva a un tercer concepto, el de status-nascendi.

Status nascendi

Status nascendi es una noción más abstracta que las anteriores, refiere a un proceso que se realiza en un lapso de tiempo a veces muy fugaz, casi teórico y es de importancia su localización para poder revertir lo que se originó y quiere ser modificado.
La pregunta para arribar al status nascendi de una conducta sería: ¿cómo se originó? refiriéndose al modo en que se generó dicha matriz o respuesta.

Lleva implícita la idea de la gestación, entrar desde el hoy a ese proceso de gestación permite entender su ¿para qué? en ese momento y ver si desde el aquí y ahora se podría responder de otra manera para producir un cambio. Eso que sirvió antes y quedo instalado ya no me sirve ahora.

Este proceso es el lapso entre el estimulo y la respuesta del protagonista, solo si descubrimos el por qué de esa respuesta o la relación entre el conflicto y la defensa implementada, podremos modificarlo.

En la escena desmenuzamos ese proceso, vemos lentamente los pasos o etapas de esto que se generó en un instante, buscando otra respuesta posible.

Rematrización

Así como descubrir el origen de una conducta nos permite entenderla, el trabajo de comprensión y elaboración que se da en la escena podría dar lugar al nacimiento de un cambio. Este cambio seria la rematrización.

La rematrización es la posibilidad de revisar, desde la escena y su locus, la matriz en el momento de su status nascendi, apuntando a la modificación necesaria para que se genere una nueva conducta más adecuada para este momento del protagonista.

El proceso de reparación que formula el psicoanálisis y la transformación de modalidades vinculares tempranas, se podrían relacionar con este concepto de rematrización.

Mediante diferentes recursos técnicos, exploramos la escena evocada, con la comprensión de hoy, apuntando a modificar la respuesta a esa situación, esto es lo que en psicoterapia psicodramática se llama rematrización.

De escenas y protagonistas

La escena es la "vía regia" para conocer las condiciones en que se estructuró o matrizó una conducta o un rasgo de carácter.
La escena es como una ventana a la historia del protagonista, a un espacio anterior e interior, ya sucedido que lo transformamos en presente para revisarlo, otra vez el juego de los tres tiempos.
Este túnel del tiempo nos lleva adónde deseemos para ver nuestra historia y modificar no lo sucedido sino la conducta que generamos como respuesta ante lo sucedido.

Y así, a la manera de dioses pequeños, como decía Moreno al referire a la creatividad como un reservorio humano fundamental, podemos actuar en el nivel de lo posible y modificar nuestra actitud de allá y entonces para que nos dé una alternativa diferente de aquí en más.

Un ejemplo clínico

Claudia viene a su sesión de grupo y relata a sus compañeros que está muy angustiada debido a que está, hace tiempo, con deseo de comprarse una casa y no se decide, algo se lo impide.

Ella es de Uruguay y está en pareja con un argentino y no define ni casarse, ni tener hijos o sea ningún proyecto como para echar raíces, para quedarse.

Trabajando psicodramáticamente aparece una escena entre Claudia y su madre, en esta escena ella le pregunta a su madre acerca de un tío que le dijeron que murió de un infarto y que ella descubrió que era militante político y fue asesinado.

La madre, muy angustiada, le dice que no quería contárselo porque ella tiene el carácter rebelde de ese tío y si se sabía lo que le pasó, temía que a ella le sucediera lo mismo.

Claudia manifiesta que se enojó mucho en esa situación y le expresó a su mamá que si en esa familia se ocultan las cosas ella se va a ir, para alejarse de todos ellos.

Esto es lo que realmente hace años después, realizando un viaje por distintos países y quedándose en Argentina, matrizando así que la solución ante las situaciones conflictivas es la huída, generando el personaje de "la fugitiva" para sobrevivir, porque la otra posibilidad es la muerte.

El locus de esta escena son sus 17 años, en su casa familiar, con su mamá, la matriz es la conducta evitativa.

Ahora, sabemos que el locus no se puede modificar, no se trabaja con el locus, si se puede trabajar con la matriz modificando la impronta que se generó a partir de esa escena.

Tomando el locus, buscamos el status nascendi de esa conducta, pidiéndole a Claudia que reviva como en cámara lenta, ese momento en el que va a resolver que la solución frente al conflicto familiar es la huída, ubicamos ese momento puntual, ella lo mira desde la técnica del espejo, siendo un compañero de grupo el yo auxiliar que toma su rol en la escena.

Esto le permite darse cuenta de su mecanismo defensivo y se propone cambiar esa impronta que la llevó a pasarse la vida huyendo, vuelve a su rol en la escena y le dice a su mamá, que quiere saber la verdad y no escapar de ella y de su historia, que quiere entender lo que pasó, aceptándolo tal cual es.

Al reencontrarse con estos aspectos de sí misma, Claudia se conecta con sinceridad y emoción, buscando modificar su conducta de huída permanente en la escena misma, para poder generar en adelante una respuesta diferente.

Al poco tiempo de esta escena, Claudia cuenta que habló por teléfono con su madre, a la que no llamaba ni veía hacía tiempo, que aclaró algunas cosas con ella, pudiendo hablar más fluidamente. Algunas sesiones más tarde relata que pudo elegir una casa para comprar e instalarse con su pareja.

Locus, matriz y status nascendi del Psicodrama

Escena de Moreno a los cuatro años jugando a ser dios con sus amigos, ahí su locus, apilando unas sillas y finalmente rompiéndose un brazo.

Sabiendo que hay cosas que no puede, intenta recrear la realidad con su fantasía, diciéndose: ¿por qué no?, ahí matriza la posibilidad creativa que aporta el psicodrama.

Mirando esta escena desde la técnica del espejo, observo al Psicodrama en su status nascendi y me maravillo de ver como un chico de 4 años puede jugar a ser dios, intentando superar sus limitaciones humanas, apelando a la creatividad que nos transforma en dioses desde nuestra pequeñez o en gigantes desde nuestra limitada estatura.

La vida mas que la suma de momentos

En el trabajo, entendido como el esfuerzo individual colocado en actividades que refieren al orden social de producción de bienes y servicios y por el cúal se obtiene una contraprestación en moneda: el salario, como instrumento material del dinero (Valor de intercambio de bienes y servicios entre los cuales el trabajo es un “servicio” más), es dónde mejor se puede percibir la secuencia en el tiempo de la suma de los esfuerzos individuales para lograr un objeto de consumo, producto o la realización de alguna actividad que facilite el trabajo productivo de otros, o sus momentos de necesario ocio y esparcimiento, descanso y recreación. También, la cuestión gregaria o cooperativa del asunto toda vez que cada quién haciendo su parte en tiempo y forma logra el objetivo de producción de prestación del servicio que le da sentido al trabajo asalariado de los trabajadores y de las fábricas, empresas, negocios, que conforman.

Sin embargo, la vida individual y la vida social de las naciones o de los grupos humanos en general, no pueden ser entendidas en esos sentidos lineales, aunque la historia haya impuesto el modelo de “linea en el tiempo” o “cronologías” para ordenar los elementos, las personas y los sucesos que los determinan o constituyen y poder visualizar como los procesos humanos se han ido constituyendo en el devenir del tiempo para producir determinados hechos que adquieren relevancia y significado, no solo en el momento en el que ocurren, sino como legado y como concreción de aspiraciones pasadas.

Las experiencias individuales no se pueden cerrar y limitar a esas narraciones lineales o a las mediciones circulares que los relojes imponen al orden diario de cada quién. La vida es mas que la suma de momentos. La vida es mas que el recorrido de las agujas en un reloj. El tiempo no es el que se mueve. Es lo humano lo que percibe el movimiento y su propio movimiento en el movimiento de todo cuanto alcanza a ser percibido por la humana conciencia y puesto en relatos que los fijan, los sujetan como intentamos hacerlo con el reloj o las lineas de tiempo.

De hecho quién no ha pasado por alguna experiencia donde el tiempo “se pasa volando” y ese momento dura … muy poco. Comparado con aquel donde parece detenido, que “la hora no se pasa mas” o no “se ve el momento de que tal hora llegue” … y resulta que se supone que el reloj se mueve constante al mismo ritmo. El secreto esta en nuestros cerebros y en la forma en la que este genera los pensamientos. Todo es intercambio de “señales” “energía” “movimientos que se producen a diferentes frecuencias, intensidades, fuerzas, oscilaciones, velocidades, etc”. Las magnitudes con las que creemos “medir” tales diferencias, son solo posibles por que creamos “convenciones sociales” respecto a los patrones que fijamos para “medir” cualquier otra cosa que se relacione con eso que fijamos para generar el Patrón de medición, la unidad de medida, la unidad de referencia.

Esto que es tan elemental y rudimentario en la forma de procesar información de nuestros cerebros, de tan automatizado que lo hemos venido realizando, se ha perdido en esa automatización la racionalidad de su origen. El carácter de convención y creación humana que le da sentido. Y lo hemos transformado en un elemento mas de “lo que no es humano”. Hemos deshumanizado las mediciones y las escalas de valores con las que, nuestro cerebro, produce conocimiento. ¿Y esto porque? Porque el ego que engaña al yo, no puede soportar la realidad de la condición humana. No hay yo sin sujeto. Es decir, lo humano y “mi <Yo>” debe estar “sujeto” a algo, “detenido” que le damos el lugar de patrón que me permita separarme, distinguirme, pero en relación a ese patrón. Un otro que me signa. Esto se da dentro de una estructura sin la cual no habría conciencia humana (conciencia de que somos conscientes es decir que percibimos juntos aquello que nos distingue como humanos diferentes entre si y a todo aquello que no es humano), el lenguaje o los lenguajes según distingamos esa estructura única, universal, de sus manifestaciones.

Yo, Sujeto, Ego, Otro

El Ego deforma al “yo” y lo cree “libre” de eso a lo que se sujeto para poder constituirse. En esa “liberación” en realidad se autodestruye. Pierde su relación con otros que es lo que “humaniza” su condición individual como una expresión particular, singular y única de las relaciones que entabla con “otros” igualmente singulares y particulares, pero que sin los cuales, su individualidad pierde el sentido de humanidad, se embrutece, se animaliza, diluye su existencia y su conciencia a la percepción de sus impulsos, de sus sensaciones y sensibilidades y por tanto se aleja de la razón y de la posibilidad de comunicación con otros, en esa estructura común, el lenguaje.

Sino hay comunicación con otros, el lenguaje se transforma en una mera caja de resonancia de la propia palabra. El relato que se construye se transforma en una herramienta de poder o de justificación de acciones “deshumanizadas”, ya por sometimiento al poder de “otros” o por “someter” a otros a “mi propio ego”.

Si se trata de relaciones humanas, la historia, el presente y el futuro son el cúmulo de esas experiencias, que no necesariamente respetan cronologías, líneas de tiempo o mediciones impuestas que han perdido su sentido original, en tanto y en cuanto se reducen a su imposición como parte de una mentalidad que aliena al “yo” para que los “egos” impidan la comunicación y sostengan las formas como “naturales” y no como “creaciones humanas”.

Los relatos de la historia y los relatos del futuro solo se perciben como “lineas de tiempo” para imponer la percepción de que no hay nada que pueda modificar el rumbo, transformar los sentidos, generar en las conciencias la posibilidad de que acordemos otro patrón, nos sujetemos a otra forma de valorar nuestras vidas, de signar nuestras humanas relaciones en la posibilidad de la comunicación, en relaciones no “egocentricas” sino solidarias, comunitarias, que nos devuelvan el carácter de construcción relacional que constituye nuestro yo en relación a otros “yo” con quienes nos ponemos de acuerdo en la conciencia común que humaniza y no embrutece, busca el conocimiento y el bien común y no el privilegio y el imperio del “ego” sobre el “yo”.

Mercado Y Estado

Guillermo Bernardo Wierzba - Argentino. Licenciado en Economía en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires con estudios de Postgrado en el Instituto Di Tella. Designado Director del Banco de la Nación Argentina por Decreto PEN N° 102 del 30/12/2019. Fue Director del CEFID-AR (Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina) entre el año 2004 y el 2015. Fue Director del Programa Global de Créditos de la SEPYME (Ministerio de la Producción). Fue asesor en la Gerencia de Estudios de la Superintendencia de Seguros. Desempeñó funciones en instituciones financieras cooperativas en las áreas de operaciones y finanzas. Fue investigador en la Universidad de Luján y es profesor en la Universidad de Buenos Aires desde 1985. Actualmente es uno de los Directores del Banco Central de la República Argentina. Escribe en “El Cohete a la Luna

En La Nación del domingo 8 de mayo de 2022, en su nota La lógica y las presiones de los cepos cambiarios, el decano de los economistas liberales contemporáneos Juan Carlos de Pablo afirma: “En todos los países del mundo, la demanda de órganos transplantables supera a la oferta. En la mayoría de los países no existe el respectivo mercado, sino que el orden en el cual los diferentes pacientes reciben los órganos se establece sobre la base de criterios de racionamiento… Seguramente que esos criterios fueron diseñados por médicos, lo cual no quiere decir que no estén exentos de críticas y que no existan presiones para ‘colarse’ en la fila. En el segmento oficial del mercado de cambios ocurre lo mismo”. La nota es un homenaje a John Williamson, el liberal que le diera nombre al decálogo de la variante neo en los momentos en que sus sostenedores aspiraban a convertirla en el proyecto de orden global que clausurara la historia: Consenso de Washington. El artículo escrito en el ingenioso modo de reportaje simulado, tiene el objetivo de emprender una crítica al control de cambios, presentando todos los desvíos que se pueden dar en la administración de un sistema de ese carácter como naturales, apuntando contra el régimen cambiario existente en la Argentina actual. El fin es llegar a la conclusión que las situaciones críticas pueden requerir intervenciones temporarias del poder público con la decisión de restaurar ni bien sea posible la normalidad de la des-intervención y la vuelta a la asignación de recursos de orden mercantil. Pero la cita provoca un espanto que lleva a reaccionar con sentimiento humanista; a un clamor por un proyecto que recupere ese valor.

El mercado de cambios es comparado por de Pablo con un mercado de órganos. Para ser más precisos, el racionamiento de divisas resulta asimilado con el de los órganos para trasplante, ambos serían coincidentes en los problemas que podrían traer. Es el extremo del paradigma neoclásico (la teoría económica de la que se vale el liberalismo neo), pero ese extremo es indispensable en el edificio (de papel) de ese enfoque teórico.


El homo economicus conduce directo a reflexionar en esa dirección, porque para aquel la economía es la relación entre el hombre y las cosas, y no una relación social entre los hombres. En ese marco teórico habrá una curva de indiferencia entre una cantidad de hígados y una cantidad de dólares para cualquier consumidor que participe de esa sociedad-mercado (sociedad de mercado). Curva que indica una tasa de sustitución entre distintas cantidades de dos bienes, que cuantifica un nivel igual de preferencia o deseo que un individuo tiene por un número de hígados respecto a una cantidad de divisas.

La solución a los problemas, desvíos y mala praxis en las cuestiones de la administración de precios y cantidades en los bienes indispensables para la subsistencia humana, provendría de dejarlos de administrar para entregarlos a la esfera mercantil. La lógica liberal desplegada en el artículo de La Nación conduce a explicar (justificar) los mercados ilegales como consecuencia naturalizada de la existencia de la intervención pública. Las preguntas que el ingenioso reportaje no se hace son: ¿el delito del tráfico de órganos es una realidad inevitable del tratamiento no mercantil de la asignación de los mismos? ¿Debería reprimirse el mercado ilegal de divisas por ser un recurso estratégico para el desarrollo nacional? Si como coinciden los fundadores del neoliberalismo la igualdad de oportunidades se contradice con la igualdad real o sustantiva, ¿los órganos a trasplantar tendrían que tener un tratamiento mercantil? De Pablo pide paciencia hasta el 2023, porque no le ve mérito al gobierno para conducir una economía de mercado. Confía que en ese año un poder meritocrático se encargará de hacer las transformaciones que restablezcan el “orden económico natural”.

De hombres como bestias

Durante la visita de Ludwig Von Mises, un economista ucraniano-norteamericano, referente de la escuela austríaca y profesor de Friedrich Von Hayek, Alfredo Palacios pronunció una conferencia con el título de Socialismo y liberalismo económico, que Juan Carlos Coral reproduce en Alfredo Palacios, el socialismo criollo. En esa conferencia que diera ante la Academia de Ciencias Económicas, cita a Marshall, sin duda el referente más importante de la corriente neoclásica – sustento teóricode l neoliberalismo en su modelo más completo, en otra expresión humillante a la condición humana, que se postula desde la concepción axiomática del homo economicus: “ La mano del hombre será mejor… para carpir una plantación valiosa, de crecimiento irregular, mientras que para limpiar un sembrado de maíz, será más ventajoso emplear la fuerza del caballo; y la aplicación de cada una de estas fuerzas [dice desaprensivamente –de AP—] , se extenderá en uno u otro caso, hasta que todo uso mayor de ella, no aporte ventaja neta alguna. En el margen de indiferencia entre el trabajo manual y el del caballo [o sea cuando agregar un caballo más agrega la misma producción incremental que un hombre más], sus precios tienen que ser proporcionales a su eficiencia, y así la ley de sustitución habrá establecido, directamente, una relación entre los salarios del trabajo y el precio que hay que pagar por la fuerza del caballo”.

Opina Palacios: “Como se ve, con la más absoluta despreocupación por la persona humana, esta economía política hace entrar como factores de producción —indistintamente— materias primas, máquinas, hombres y caballos”.

Como se ve, Marshall y de Pablo expresan la potencia de destrozo que la economía del mainstream tiene sobre la condición humana. Cosificación de los trabajadores, animalización de los humanos, los órganos sujetos al análisis de mercancías. Homo economicus y mercantilización de todos los bienes de la vida. Sujetos cosificados y que sólo se relacionan con las cosas. Desconocimiento y, a su vez, militancia para la destrucción de los lazos sociales.

La Nueva Economía, una contrarrevolución teórica surgida a fines del siglo XIX, ha sido rescatada de las cenizas para instrumentarla como apoyo apologético de la financiarización y la globalización disolvente de las naciones y los pueblos. Un mundo de mercancías, sin clases sociales, sin esas naciones y pueblos y ciudadanos formales en la vida política que mutan en individuos deseantes, cuando eligen racionalmente entre infinitos productos diferenciados y son un factor, una cosa, en el proceso de producción. Esa Nueva Economía escamoteó las clases sociales: capitalistas, trabajadores y terratenientes, eliminándolas de su lenguaje. Las sustituyó por las de capital, trabajo y tierra. Una fetichización desplegada de los cuerpos y las almas, que la corriente principal sólo presenta como sus portadores para que se relacionen en el mercado de factores de la producción.

El hombre dividido en la Humanidad oprimida

Antonio Gramsci, en un artículo titulado Oprimidos y opresores, expresa en 1910 en la madurez del primer liberalismo, “Muchos dicen que el hombre ha conquistado ya todo lo que debía conseguir en la libertad y en la civilización… Yo creo… que hay mucho más por hacer: los hombres están sólo barnizados de civilización, y en cuanto se les rasca aparece inmediatamente la piel del lobo. Los instintos se han amansado pero no destruido, y el único derecho reconocido es el del más fuerte. La Revolución Francesa ha levantado a muchos oprimidos; pero no ha hecho más que sustituir a una clase por otra en el dominio. Ha dejado sin embargo, una gran enseñanza: que los privilegios y las diferencias sociales, puesto que son producto de la sociedad y no de la naturaleza, pueden sobrepasarse”. La visión del maestro italiano respecto de la lección fundamental de esa revolución resulta clave para diferenciar el ideario de la revolución burguesa del carácter del neoliberalismo. La instauración de este último se funda en una visión ahistórica de la sociedad y en la naturalización del extremismo mercantil con el objetivo de modelizar una vida social, con una arquitectura que se yergue como reacción contra la democracia.

La escisión en el liberalismo neo entre la sociedad política y la sociedad civil, no es defendida desde la promoción de una opción de pluralismo, sino de un único régimen de “Estado de Derecho” natural a la condición de la especie del homo economicus, cuya base es la propiedad privada con un alcance absolutamente irrestricto, tanto como la defensa del derecho a la vida. Más aun, literalmente el individuo propietario tendría una relación con sus bienes como si fueran constitutivos de su propio cuerpo y personalidad.

La caracterización de Marx sobre la enajenación entre política y economía en el mundo liberal y sus efectos limitantes sobre la democracia es reveladora. En Sobre la cuestión judía, sostiene que “el Estado político acabado es, por su esencia, la vida genérica del hombre por oposición a su vida material. Todas las premisas de esta vida egoísta permanecen en pie al margen de la esfera del Estado, en la sociedad civil, pero como cualidades de ésta. Allí donde el Estado político ha alcanzado su verdadero desarrollo, lleva el hombre, no sólo en el pensamiento, en la conciencia, sino en la realidad , en la vida, una doble vida, una celestial y otra terrenal, la vida en la comunidad política, en la que se considera como ser colectivo, y la vida en la sociedad civil, en la que actúa como particular; [en ésta última] considera a los otros hombres como medios, se degrada a sí mismo como medio y se convierte en un juguete de poderes extraños… El hombre en su inmediata realidad, en la sociedad civil, es un ser profano… Por el contrario, en el Estado, donde el hombre es considerado como un ser genérico, es el miembro imaginario de una imaginaria soberanía, se halla despojado de su vida individual real y dotado de una generalidad irreal”.


La sociedad de hombres divididos entre ciudadanos políticos-individuos consumidores-factores productivos destruye la cultura de pertenencia a una clase social, pero en el presente también arrasa con las identidades nacionales. Porque no sólo son veladas las categorías de imperialismo y dependencia, también la de pueblo es destituida como un concepto del pasado. La escisión ya no tiene el paralelismo de dos mundos como planteaba Marx, sino que presenta una devaluación de la sociedad política y una exaltación del individuo no sólo como productor alienado sino como un consumidor narcotizado, para los que llegan a la posibilidad de serlo. Los otros son los “atendidos”, ciudadanos excluidos de la sociedad civil, un oxímoron ya denunciado por los jacobinos a fines del siglo XVIII.

El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional entienden que los “planes de ayuda social” se deben focalizar hacia esos “atendidos”, los marginados y excluidos, para evitar sublevaciones contra el orden conservador vigente. Focalizaciones y segmentaciones que atienden emergencias sociales, sustituyendo la idea de derechos universales, de bienes y servicios no mercantilizables. Tal vez de Pablo esté pensando en un mercado y bancos de órganos para asignarlos a los sectores populares más vulnerables.

Un proyecto nacional, popular y democrático debe dar una batalla cultural que construya otra sociedad. No se trata sólo de la restauración de una política económica de redistribución y desarrollo. Aquella sería imposible eludiendo una disputa sin concesiones contra las fuerzas de la globalización financiarizadora, que participan de la vida política para destruirla o vaciarla desde su interior, en nombre de un pragmatismo basado en la desilusión.

Democracia sin cercos

La recuperación de una democracia herida por el ideario del liberalismo neo, militado por los grandes grupos mediáticos, por los intelectuales que profesan la conversión de la economía en una praxeología, requiere de la ampliación de la esfera de la decisión popular al ámbito de la economía, de la fusión del ciudadano, el productor y el consumidor en un sujeto íntegro, no dividido, no escindido. Es la expansión de la democracia que el dogma de Mont Pelerin, construido por Von Hayek, Milton Friedman, Karl Popper y otros, anatematizó bajo el nombre de “democracia totalitaria”. En versión criolla se expresó en la calificación de populismo y tiranía a los gobiernos de Perón y en la reiteración del mismo orden descalificatorio a los doce años de kirchnerismo.

Durante su primera presidencia Perón reivindicó el plan, la herramienta que Hayek había caracterizado que debía ser el centro del ataque de los liberales, porque conducía al “totalitarismo”. Decía Perón el 21 de octubre de 1946 en la exposición del Primer Plan Quinquenal ante ambas Cámaras: “Debemos pensar en la necesidad de organizar nuestra riqueza que hasta el presente ha ido a parar a manos de cuatro monopolios, mientras los argentinos no han podido disfrutar de un mínimo de esa riqueza… ¿Y quién va a organizar ahora nuestra riqueza? ¿Los monopolios? Se habla de economía dirigida y yo pregunto: ¿dónde existe la economía libre? Cuando no la dirige el Estado, la dirigen los monopolios, con la diferencia de que el Estado puede repartir los beneficios de la riqueza… mientras los monopolios las manejan para ir engrosando los inmensos capitales de sus casas matrices”(cita de Norberto Galasso en Perón, Colihue, 2006). En el mismo discurso desarrolla los motivos de la nacionalización del Banco Central, la intervención en el comercio exterior y la política industrial. La Vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner sostuvo en su clase magistral en la Universidad Nacional del Chaco que el peronismo entiende muy bien lo que es el Capitalismo de Estado, haciendo honor a la dirección estatal de la economía que había pregonado Perón cuando lanzó su Plan Quinquenal.

Cuáles serían las preguntas a formularse en el presente nacional. ¿Quién dirigirá la economía argentina de aquí en más, el mercado o el Estado? ¿Se permitirá la consolidación en el retroceso de la distribución del ingreso y la riqueza producido en los últimos seis años? ¿Se aceptará la vertiginosa concentración de la riqueza en unas decenas de familias? Se puede decir, como lo decía Perón, que si la dirige el Estado con un gobierno democrático, nacional y popular, habrá distribución del ingreso. Que si no la dirige el Estado y lo hace el mercado, habrá concentración creciente de riqueza en las cadenas de producción agroindustrial exportadora y en los grupos locales y extranjeros altamente monopolizados, todos atravesados por la financiarización. Que la dirija el Estado requiere de un plan y de una política coercitiva sobre un poder económico ganado por las ideas del liberalismo neo. Por de pronto, luego de un nuevo índice mensual en que la inflación no bajó del 6%, una inflación que, en buena medida, es producto de un impacto de los precios internacionales, hay que empezar por aumentar sustantivamente los derechos de exportación. No se lo ha hecho porque existen extorsiones sectoriales que nunca van a consensuar un ajuste de esos derechos. Es evidente que no hacerlo es una concesión a la presión de los ricos, y la aceptación de un límite al poder legítimo del Estado. Es necesario dar todas las batallas por el imperio de la democracia en su versión extendida, sin admitir la limitada.

Cristina, china y el capitalismo

La dificultad de definir un modelo que desborda el propio horizonte

Néstor Restivo, periodista egresado del Instituto Grafotécnico de Buenos Aires y licenciado en Historia por la Universidad de Buenos Aires, con estudios de posgrado en la Universidad de Georgetown, Washington DC, EE.UU. Ha sido docente de grado y posgrado de la carrera Ciencias de la Comunicación Social- UBA y el Instituto del Servicio Exterior de la Nación. Tiene varios libros publicados y ha trabajado en diversos medios.
Actualmente es columnista en Radio Nacional y codirector de 
Dang Dai, revista, portal electrónico de noticias y programa radial dedicado a la relación Argentina - China.
En 2012 ganó el premio Conocimientos sobre China, del Instituto Confucio y Radio China Internacional, por lo cual viajó a Beijing. En 2014 volvió a viajar en un programa de la Fundación Diálogos Estratégicos y la Universidad de Nanjing.
Escribe en “El Cohete a la Luna”

Cristina Fernández de Kirchner suele caracterizar a China como “capitalismo de Estado”. Lo hizo en 2020 en la Feria del Libro de La Habana y durante su más reciente –y, como siempre, de inigualable repercusión– aparición pública en Chaco. Su invitación al debate fue brillante. Se refería al de ideas, al interior del gobierno y del Frente de Todos. Pero bien vale también para la cuestión del modelo chino.

Muchos economistas, uno de ellos de moda, como el serbo-estadounidense Branko Milanovic, afirman que el país asiático es capitalista pues –en sus datos– el grueso de su producción la realiza el sector privado, la mayoría de los obreros son asalariados y también una porción dominante de decisiones productivas y de precios se hace en forma desregulada. Le responden el italiano Alberto Gabriele y el brasileño Elias Jabbour, recordando que con la tierra no privatizada en el campo y un mapa laboral urbano donde suelen obviarse empresas con formato diferente a Occidente –mixtas o ajenas a la lógica del capital (y que generan 48% de la producción industrial)–, más el hecho de que 70% y más de la clase trabajadora no tiene relación de dependencia o trabaja en firmas no capitalistas y organizaciones públicas, es difícil aceptar que China sea capitalista. Más allá de que en Marx el carácter socialista no estaba dado tanto por la propiedad estatal, sino por “la propiedad de los productores asociados” (los trabajadores), los debates sobre si en China hay capitalismo (así sea de Estado) o socialismo (“de mercado” o con “características chinas”) se han centrado, en general, en el peso estatal en los factores de producción. Lo cual, por cierto, no es exclusivo para China.

Sin embargo, lo que prevalece por derecha e izquierda es que en China hay capitalismo.

Por derecha, se acepta sin más y se valora la obra de la República Popular desde Deng Xiaoping en adelante. Se desconoce o se repudia la etapa maoísta anterior, sin la cual, y más allá de sus sombras y tragedias, la extraordinaria revolución de Deng no hubiera sido posible. Nos referimos a la alfabetización masiva, el sustancial aumento en la expectativa de vida, las primeras industrias y el éxito del sector fabril tras el fracaso del Gran Salto Adelante (Maurice Meisner ofrece resultados muy exitosos a la muerte de Mao en 1976), las ciencias y tecnologías pioneras, la recuperación del orgullo nacional, las políticas sociales y hasta de género, entre otros factores. La derecha admira lo que llama “meritocracia” (confundiendo la china con el concepto de moda de entrepreneurs neoliberales). Se embelesa también con el “orden”, la “jerarquía” y la “disciplina laboral”: bien quisiera algo así en un país como la Argentina, donde la rebeldía social por abajo y el desapego a la ley que viene de arriba –lo cual tampoco suele recordar– alteran la “seguridad jurídica”. Pero nada dice del Partido Comunista de China, de su ideología y de 100 años de revolución en marcha; jamás intentará entender qué es “socialismo con características chinas” y cree y miente que el mercado fue inventado por el capitalismo; nunca hablará de que hay un partido de cuadros, masivo y único que decide, con varias corrientes internas y otros partidos que asesoran, o que la disciplina no es sólo para los de abajo, ni que la lucha contra la corrupción abarca al agente público, pero también a empresarios. Cuando se le invierte el enfoque o se le pregunta al respecto, China automáticamente pasa a ser una dictadura bestial.


En la izquierda, por su parte, hubo tres grandes momentos de debate sobre la cuestión. El primero fue tras la muerte de Mao. En ese entonces, la izquierda en general llamó a Deng y a los suyos “capitalistas”, sin más, en textos y discusiones tan soporíferamente largos como inversamente proporcionales a su caudal electoral o su impacto político en la opinión pública. El segundo fue cuando, a partir de 1989, el clima de época por la caída del Muro de Berlín y luego, de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), generó tanto frenesí neoliberal por la “muerte del comunismo” que abundó la liviandad para afirmar que China había cambiado de bando. Y un tercero, aumentado por la pandemia y el rol global chino, en el que se observan cada vez más frecuentes artículos, ensayos y conferencias de filósofos, sociólogos, politólogos y, sobre todo, economistas progresistas o de izquierda –ni qué hablar de vacuos y abundantes opinólogos–, que definen a China como parte del neoliberalismo global, capitalista a secas o, a lo sumo, capitalista de Estado. Si catalogan a todo el mundo como neoliberal, entonces, o bien incluyen a China en esa caracterización tajante o bien les resulta ajeno estudiar la existencia específica y particular de ese otro espacio geográfico, que por cierto es bien grande, tiene a la mayor población nacional mundial y una cada vez mayor influencia económica global. La conciben como si estuviera “fuera del mundo”, algo usual en sus análisis tan absurdamente miopes.

Hay otras miradas. Una fue la del gran sociólogo italiano Giovanni Arrighi, quien afirmó que “el carácter capitalista del desarrollo basado en el mercado no está determinado por la presencia de instituciones y dispositivos capitalistas, sino por la relación de poder del Estado con el capital. Se pueden añadir tantos capitalistas como se quiera en una economía de mercado, pero a menos que el Estado se subordine a su interés de clase, la economía de mercado sigue siendo no capitalista”.

En los años ’90, el sucesor de Deng, Jiang Zemin, incorporó a empresarios al Partido. Con el primer ministro Zhu Rongji, fue la época china más “liberal”. Pero sus dos sucesores, Hu Jintao y el actual Presidente chino Xi Jinping, han trabajado para corregir los desequilibrios de desarrollo que se generaron en lo social, ambiental y territorial/geográfico.

El capitalismo es maestro en robar concreciones y narrativas humanas de modo excluyente: así lo hizo, por ejemplo, con la idea de democracia o de derechos humanos, que en esa perspectiva falsa serían entonces sólo compatibles con el capitalismo. Lo mismo logró con el concepto de mercado, que la humanidad practica desde miles de años antes de Adam Smith. En especial, en el arco que va del Magreb al Lejano Oriente y, muy en particular, en China y su entorno. En tal sentido, el argentino Julio Godio abundó en la idea de esa apropiación, sobre todo porque el capitalismo convirtió, con astucia, el término “mercado” en el falaz “libre mercado”. Tanto Arrighi como Godio, y también el egipcio Samir Amin, creían más bien que China adoptó un modelo híbrido, que además de intentar calzar el marxismo en su realidad nacional concreta, desde luego tomó aspectos del capitalismo (las zonas de propiedad privada, el plusvalor del salario, habiendo estudiado casos previos como la NEP de Lenin, las reformas de Tito en Yugoslavia o el porqué del colapso soviético), pero sin convertirse al capitalismo, ni siquiera de Estado.

China tiene una larguísima historia de absorber influencias. No sólo con modelos económicos ajenos, sino también en sus encuentros con culturas y religiones, siempre fue permeable a deconstruir y resignificar (y sinificar, es decir, adaptar a China) a su modo.

¿Qué dice la propia China? Desde ya, rechaza cualquier cercanía con el capitalismo en todo documento o discurso oficial. Afirma que tiene un modelo socialista –y de cuño marxista-leninista– con particularidades o características chinas. Y su actual dirigencia, o la de mayor peso en el Politburó (como en los ’90 fue el ala más aperturista, y en otras etapas recientes quienes ligaban más el confucionismo y el mercado), sigue una línea marcadamente marxista y en parte maoísta. Como sea, y más allá del caudal de retórica y propaganda que puede tener una definición como la de “socialismo con características chinas”,  parece claro que capitalista, no es. Entre muchas otras cosas también, porque con el capitalismo difícilmente se hubiera sacado de la pobreza a cientos de millones de personas en tan poco tiempo y acabado con la indigencia. Ningún país capitalista lo hizo ni lo haría: ¿Cómo, si su programa es explotar al ser humano hasta el máximo posible?

Respecto a si en China hay un capitalismo de Estado, como han dicho Cristina y muchos más, también es cuestionable. El Estado (y el Partido) sí conduce el proceso de desarrollo, indiscutiblemente. Pero los guiños al (y usos del) capitalismo parecieran ser parte de su incorporación a la globalización, inevitable, dándole juego al sector privado, pero sin dejar que este lo controle. Las últimas regulaciones de Xi a sectores dinámicos, como el de las telecomunicaciones, las finanzas y el sector inmobiliario, lo confirman.

Categorizar a un país de capitalista también es confuso. Son capitalistas Estados Unidos, Guatemala, Bélgica y Sudán, como la enorme mayoría de países del mundo, y son bien distintos. El capitalismo, también el socialismo, son categorías nacidas en Occidente. ¿Nos dicen algo de la milenaria China? Si no se quiere aceptar la autodefinición china, otra posible podría ser la de un modelo nacionalista algo híbrido entre los teorizados por Smith y Marx, materializando una formación histórico-social exclusiva que desborda las categorías clásicas del análisis del capital.

La visión más burda que hay de la China reciente es la de una era comunista con Mao (1949/76), y otra capitalista a secas, iniciada con la “reforma y apertura” de Deng (1978 a la fecha), cada una, a su vez, con varias etapas. Esa supuesta grieta, sin desconocer el giro profundo que tuvo China a la muerte de Mao y las dos realidades tan diferenciadas entre ambos períodos, no parece analíticamente acertada (mucho se escribe fuera de China de las direcciones opuestas de esos dos modelos, poco de sus continuidades) y es ajena al marco ideológico con que debería analizarse la historia de la República Popular y del conjunto de la compleja y diversa sociedad china.

Desde 1978/79, con el lanzamiento de la Reforma y Apertura de Deng, se decreta el fin de la lucha de clases –o, al menos, de las luchas “turbulentas” y “masivas” – y se combinará ajuste planificado con ajuste de mercado. Se habla de ello en la célebre III Sesión Plenaria del XI Comité Central, también de “democracia socialista” y de un Partido leninista reformado y más moderno, tras el caótico período de la Revolución Cultural.

Finalmente, cabe mencionar que el historiador británico marxista E.P. Thompson enseña que el sistema es tanto un modo de producción como un dispositivo cultural, sin que se priorice uno sobre el otro. Cada etapa histórica define esa correlación, porque –después de todo– la clase obrera está expuesta a dispositivos económicos y culturales, y sin producción no hay historia, pero sin cultura no hay producción. Como mínimo, la discusión sobre si es capitalismo o si es socialismo no es blanco o negro, sin querer así parafrasear la famosa frase de Deng sobre el gato caza ratones. O quizá sí.

Una última reflexión cabe para cerrar como empezamos, con un debate al interior del peronismo. En algún momento de su no muy lineal pensamiento, Juan Domingo Perón habló de socialismo nacional. En cambio, el kirchnerismo parece tener como límite de su horizonte el capitalismo de Estado. Acaso ahí radique la dificultad para poder ver otra cosa en China y su modelo.

Lo que signa es el significante

El significante es necesariamente una entidad que se percibe a través de los sentidos. Se utiliza en lingüística estructural y en la semiótica para denominar aquel componente material o casi material del signo lingüístico y que tiene la función de apuntar hacia el significado (representación mental o concepto que corresponde a esa imagen fónica). Podríamos expresarlo en los términos de la poiética, sintetizándolo en la famosa frase de Saint Exupery en “El principito” … “lo esencial es invisible a los ojos”, en tanto, en sociedades predominantemente audivisuales se pierde conciencia del resto de los sentidos humanos. Si solo signamos lo que vemos y lo transformamos en sonido audible, perdemos los aportes de toda otra información que se recibe por medio de todas las capacidades humanas, que además, en el cerebro, se integran.

La historia tiene entonces un valor significante. Los relatos en tanto signos, solo adquieren su significado, cuando como significantes atraviesan el presente dando cuenta del pasado en términos de conciencia atemporal de “lo humano”. Aquello que como comunicación humana a subsistido en la historia como signos de otros tiempos en este tiempo (De allí la no linealidad, la no circularidad, la no sujeción de la noción de tiempo a alguna forma visual). 

 

Lo que tiene sentido en Argentina, de la historia China, es su presente en tanto relación con nuestro presente y su historia como significante que signa nuestra comprensión actual y nuestra propia identificación en tanto “yo” distinto, respecto al “yo” del otro. En ningún caso se trata de transformar en “argentino” al “chino” o en plantear la relación en términos de poder. Dejarnos dominar por “lo chino”. Perder la “identidad propia” en la “identidad del Otro”. Lo que importa es la comunicación humana posible, atemporal y universal entre las experiencias “otras” y las “propias” para adquirir en la conciencia, mayor conocimiento respecto a lo que nos involucra y lo que podemos hacer humanamente juntos desde nuestras similitudes y diferencias.

En estos pensamientos complejos, la multidimensionalidad del conocimiento permite sostener y alimentar las posiciones de China dentro del capitalismo neoliberal que rige las relaciones planetarias y los rumbos de la globalización, sosteniendo significantes diferentes, transformadores , capaces de modificar el “egoismo” instalado por la cooperación que nos humaniza.

En Naciones tan “ancestrales” y “nuevas” como las nuestras, pero especialmente alienadas y colonizadas por europa, la percepción de diferencias “otras” enriquecen y contribuyen a constituir identidades argentinas y latinoamericanas que den cuenta de su propia singularidad como atributo de humanización para toda la humanidad.


Daniel Roberto Távora Mac Cormack



1 Marineau René, “J. L. Moreno. Su biografía”. Ediciones Lumen, Hormé.1995

2 Garrido Martín Eugenio, "Jacob Levi Moreno, Psicología del Encuentro". Editorial Sociedad de Educación Atenas, 1978.

3 Moreno Jacob L., "Psicodrama". Editorial Hormé, 1972.

4 Bustos Dalmiro M., “El Psicodrama", Editorial Plus Ultra, 1992. Segunda edición.

5 Bustos Dalmiro M., “El Psicodrama", Editorial Plus Ultra, 1992. Segunda edición.

6 Moreno Jacob L., "Fundamentos de la Sociometría". Editorial Paidós, 1972. Segunda edición.

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