Hambre, ingresos, discursos.

 


Pensar la realidad

En su reciente paso por nuestro país Álvaro García Linera presentó su último libro en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, visitó universidades del Conurbano y cerró un Coloquio Internacional de ideas marxistas realizado en la Universidad de Buenos Aires.

Ramiro Parodi y Andrés Tzeiman, dos jóvenes docentes e investigadores universitarios, compilaron 33 conferencias, artículos y entrevistas pronunciadas, escritos y brindadas por el ex vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia entre 2010 y 2021, publicadas recientemente en un esfuerzo editorial conjunto entre la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) y el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini bajo el título de “Álvaro García Linera. Para los que vendrán: crítica y revolución en el siglo XXI”. El libro, de casi setecientas páginas, condensa en gran medida el núcleo de problemáticas teórico-políticas que inquietan a Linera desde hace años, décadas: la perspectiva marxista y la temática de la comunidad; las luchas sociales y la condición obrera; las relaciones y transformaciones en el mundo del trabajo; la nación, el Estado y la democracia; la cuestión de la igualdad; la crisis de hegemonía del neoliberalismo y la emergencia de derechas neofascistas. Narración y pensamiento de los obstáculos aparecen en Linera como acciones políticas, como apuestas a la democratización de la vida común, según plantea María Pía López en el prólogo a la publicación, en la que caracteriza a Linera como un archivista del presente, en tanto militante que se dispone a ejercer una labor crítica y una disputa interpretativa. “Un archivo que se dispone a narrar las luchas realizadas para ponerlas a disposición de otras, de otros; pero también un archivo es un modo de reconocer los obstáculos, lo que no se pudo, los dilemas”, caracteriza la docente y ensayista argentina, con quien Linera compartió mesa en una de las actividades llevadas adelante durante su visita a la UNGS, de la que también participó Gabriela Diker, rectora de la Universidad.

Linera también participó del “IV Coloquio Internacional Louis Althusser: Herencias y porvenir en un mundo incierto”, realizado en el Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, quedando a cargo de la mesa de cierre, en la que trabajó sobre su propuesta de “tiempo liminal”. La charla giró en torno a este concepto que Linera dice haber tomado de la antropología para intentar pensar cómo surgen y qué hace posible la emergencia de los tiempos de crisis (como el actual), así cómo y en qué etapas se estipula que puede cerrarse.

Para Linera, una de las características de la situación que atravesamos –a diferencia de los años noventa—es que las propuestas de las clases dominantes se han pluralizado y tienen divergencias, además de que su discurso ya no busca ser seductor, sino imponer: con la crisis de pilares como la globalización, el multiculturalismo, la democracia representativa y el libre mercado, las derechas han perdido el optimismo y las izquierdas o los progresismo aún no han encontrado formas eficaces de pujar por nuevas propuestas de sociedad. Así, el tiempo social se ha desplomado, y el horizonte predictivo se ha disuelto. El antiguo militante del Ejército Guerrillero Tupac Katari insiste en que quizás se pueda continuar por una década más en esta situación, pero que la historia del siglo XX ha demostrado que las sociedades no se sostienen durante demasiados años en la incertidumbre. Y a pesar de lo complejo de la situación actual, se muestra optimista respecto al futuro, porque dice que cuando la dominación se resquebraja, las distancias y los tiempos suelen acortarse, la predisposición colectiva a nuevas propuestas y discursos se abre y es ahí cuando muchos esfuerzos del presente y del pasado quizás puedan encontrar una vía de canalización hacia nuevos horizontes de sociedad. De todos modos, agrega, es el movimiento el que marca el campo de posibles. “No se pueden hacer propuestas por mera imaginación intelectual”, remata.

Contra todo el sentido común dominante de nuestra época, que sitúa a “los políticos” de avanzada edad y larga trayectoria como personajes atornillados a un sillón, Álvaro García Linera parece un joven militante descubriendo el mundo de la política y de las ideas. Es que a pesar de su función como vicepresidente de Bolivia durante los mandatos en los que acompañó en la presidencia a Evo Morales (2006-2019), Linera es un militante con larga trayectoria y un intelectual crítico forjado en la vieja escuela de la “intelectualidad orgánica” de una de las dos clases fundamentales que estructuran nuestras sociedades contemporáneas: la trabajadora. Situado desde la Bolivia con predominio indígena y fuerte presencia del imaginario heredado de la revolución de 1952, asimismo, Linera supo hacer desde temprana edad un cruce importante y productivo entre estas tres tradiciones: la de la matriz nacional-popular, la de la teoría marxista y la de cosmovisión indígena.

De ese triple legado Linera saca las fuerzas para poner en diálogo la actualidad latinoamericana con una cierta perspectiva de ideas críticas surgidas en Europa, y expandidas por el mundo a través de las décadas, poniendo énfasis siempre en el porvenir de su país, y de la región.


Sin ir más lejos, en la entrevista introductoria que le hacen Parodi y Tzeiman en el mencionado libro que vino a presentar a Buenos Aires, Linera arremete contra gran parte de la intelectualidad pretendidamente crítica contemporánea, por considerar que han transformado la creatividad de la crítica intelectual en “poesía pesimista”, y si bien a una buena cantidad los considera “maestros”, lamenta que el pasado de derrotas nuble su mirada sobre el presente y diluya su perspectiva de futuro. “De ahí que lo que queda es una permanente huida, fantasiosa y literaria, hacia la estratósfera de las ideas, impotentes de morder el porvenir”, remata.

Sobre éstos y muchos otros temas habló Álvaro García Linera en su paso por Buenos Aires, en múltiples actividades. No se había terminado de ir que ya estaba pensando en un futuro próximo retorno. “La próxima armamos una conversación sobre estos temas”, se le escuchó decir, ya de madrugada y luego de una extensa jornada en la ciudad, mientras comía unas empanadas, y compartía una cerveza con los comensales en un centro cultural del barrio de Boedo. (Linera en Buenos Aires: itinerario de un “intelectual orgánico” de Nuestra América - Mariano Pacheco – zoom)

La palabra ¿De quienes?

El hombre de la calle tiene un decir que se diluye en lo múltiple, en el Uno diría Heidegger. La palabra de la política no es la palabra del pueblo. Porque el pueblo, o lo popular, es lo que siempre puede esperar y lo inexpresado en algún punto. Nadie puede hablar por él, pero no se puede dejar de hablar en nombre de él. El pueblo no tiene horarios ni escenarios, como bien mostraron los estudios de la Edad Media. Lo popular es lo que quebraba la noción de escenario / espectador y ya no había distinciones. El pueblo, un colectivo abstracto que se expresa siempre desde la oblicuidad. O mejor: lo popular se expresa en lo que la época misma es. Está en el aire y sujetarlo en palabras siempre conduce al equívoco.

Palabra con poder, palabra creativa, palabra de voluntad, palabra condenada al significado, pero con un límite: los discursos no se comen. Las palabras no dejan de ser el soplo de una voz, un capricho, una arbitrariedad del lenguaje que no tiene que ver con la cosa. Estamos esperando que hable fulano, mientras vos elegís un arroz cinco ceros que tenés que rogarle a la Virgen para que no se pegue. Ese es el salto existencial entre lo que se dice y la realidad inalcanzable. En este punto, la palabra esperada se transforma en una palabra demorada, que no salva, pero hunde. ( Juan Di Loreto “La Palabra demorada” Revista Panamá)

Pensar con hambre. Pensar el hambre. Pensar en el hambre.

El lenguaje ofrece al “escuchador” sutilezas que permiten distinguir mas de lo que por lo común, se comprende de aquello que se percibe como palabra, argumento, en cualquier forma en que esta se exprese.

El hambre es la sensación que indica la necesidad de comer. También puede ser escasez de alimentos básicos, que causa carestía y miseria generalizada o apetito y deseo de algo. El hambre es consecuencia de la pobreza y la desigualdad económica. Hay dos cuestiones aquí, el tema del acceso y el tema de la disponibilidad. Como se distribuyen esfuerzos por producir los alimentos y la distribución del alimento producido. Pero con hambre no se puede pensar.

En realidad no se puede pensar en otra cosa que no tenga que ver con saciar el hambre y el deseo a colmar la necesidad. No se puede pensar en como producir y distribuir. Por tanto el hambre no es un asunto para el que lo padece, que, hara lo que pueda (Inclusive robar y asesinar o vivir de la caridad ajena o los planes sociales) o morirá en el intento. Ese sería el pensamiento con hambre.


Pensar el hambre es pensar en la experiencia propia o ajena. En el hecho concreto que ha acontecido. Y en las búsquedas y deseos, explicaciones, excusas o sentimientos de culpa que nos hacen hacer caridad, tener lástima o directamente culpar al hambriento porque es su culpa y responsabilidad el hambre que padece y que hace padecer a su familia … Pensar el hambre estará determinado por el grado de cercanía o alejamiento a la experiencia y por la mayor o menor generación de culpa que tal situación provoca.

Pensar en el hambre, es la tarea del que saciado y alejado del problema, con mayor o menor experiencia propia o ajena en torno a ello, se ocupa de la tarea de pensar las relaciones respecto de las necesidades y de como cada sociedad, familia o grupo lo resuelve y de como hay condicionantes sistémicos y pensamientos y mentalidades impuestas socialmente que reafirman fenómenos que explican equivocadamente el fenómeno de la falta de alimentos y de las formas en que se producen y de como se establecen las formas de la mala distribución de lo que hay.

Los relatos en pugna


Para UNICEF la promoción de la lactancia materna, la distribución de agua potable y el acceso a los servicios sanitarios son pilares claves en la labor diaria de la organización en todo el mundo.

Durante 2020, dichas acciones evitaron la muerte por desnutrición a casi 5 millones de niños y niñas menores de 5 años en todo el mundo. Aun así, millones de niños siguen necesitando alimento terapéutico para sobrevivir.

También proporcionamos agua potable a más de 39 millones de personas que vivían en situaciones de emergencia y zonas en conflicto. Distribuimos miles de litros de agua diariamente en los campamentos de desplazados, apoyando a los hospitales y los centros de tratamiento del cólera, reparando los grandes sistemas de agua y saneamiento de las ciudades, para que los niños y las niñas dispongan de este suministro esencial para mantenerse sanos.

En Argentina, el mayor productor de alimentos per cápita de la región, tiene índices de hambre tan altos como México o Trinidad y Tobago.

El tercer productor mundial de miel, soja, ajo y limones; el cuarto de pera, maíz y carne; el quinto de manzanas; el séptimo de trigo y aceites; el octavo de maní.

Sí, Argentina produce muchos alimentos. Y, sin embargo, entre uno y tres millones de argentinos sufren hambre.

Puede verse como una paradoja o como una injusticia o como una apreciación técnicamente fallida que pasa en muchos otros países, como China, el mayor productor mundial de alimentos, o Brasil, el más grande exportador de comida de América Latina.

Se trata de entre un 3% y 4% de la población, muy cerca de la media de la región.

Pero de nuevo: no hay país en este continente que se jacte de ser, o haber sido, "el granero del mundo", como Argentina.

¿Qué es, entonces, lo que pasa? ¿Para dónde va toda esa comida? ¿Por qué no llega al sector más vulnerable?

El hambre en Argentina, coincidieron varios expertos en conversación con BBC Mundo, no se debe a escasez de alimentos, sino a falta de ingresos, distribución desigual de la riqueza o ausencia de generosidad.

Aunque hay países más desiguales que Argentina, la economía de este país es una de las más frágiles de la región, azotada por años de políticas de Estado ambivalentes que han resultado en traumáticas etapas de inflación, devaluación y recesión.

Hoy gran parte de la producción, sobre todo de granos, se exporta, pero hay rubros como la carne, el vino y el trigo que en su mayoría se quedan y abastecen el mercado local.

"El problema de Argentina no es que falten alimentos", dice Iván Ordoñez, economista especializado en el campo. "No somos India ni Haití ni Venezuela; nosotros no importamos alimentos, todo lo que comemos es industria local".

"Lo que debería pasar, y no ha pasado, es que el mercado interno compita con el mercado externo, que se exporte más, se genere más riqueza y eso genere más empleo", asegura.

Los analistas coinciden en que la relación entre los gobiernos argentinos y el campo, marcada por el alza y la reducción de impuestos, es una historia de amor y odio que ha impedido la planificación y ha exacerbado la concentración de la propiedad y la producción.

La distribución del ingreso en Argentina

El 10% más rico toma el 33% del ingreso mientras que el 10% más pobre toma solo el 1.3%.

Hay otro indicador, el índice de Gini, que da la idea de concentración distribuida en la sociedad. Cuanto más se aproxime a 0 es mejor, cuando más se aproxima a 1 es porque una sola persona se queda con el total del ingreso.

¿Qué pasó con el índice de Gini en estos últimos años? En líneas generales, mejoró con respecto a 2019, año en que se retira la experiencia neoliberal del gobierno de Mauricio Macri. Siguió bajando en 2020 de manera importante, 0.44%, pero con el crecimiento económico el índice volvió a empeorar.

La expresidenta y actual vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner había dejado este indicador en 0.27%, lo que indica que aún hay un largo camino por transitar.

Esta economía, con este patrón distributivo, pareciera demostrar que cuando crecemos más inequitativos nos volvemos como sociedad.

Hay un crecimiento que reproduce la inequidad, hay que observarlo ya que es atribuible a varios factores: la proliferación del empleo informal, el patrón de industrialización bajo y una informalidad laboral que sigue por encima del 33%.

Los salarios en Argentina siguen muy bajos, se refleja en el patrón distributivo y el crecimiento económico no parece derramar mejoras en la distribución del ingreso.

Puja Distributiva e Inflación

Según informa el BCRA, en marzo la Base Monetaria registró una caída mensual de 2,4 por ciento (-$90.677 millones) a precios corrientes. Como ratio del PIB la Base Monetaria se ubicaría en 6,1 por ciento, cifra similar a la de principios del 2020 y en torno a los mínimos valores desde 2003. Podemos decir que esta evolución ratifica el financiamiento que el Tesoro recibe del sector privado principalmente con bonos emitidos en pesos, una buena parte de ellos ajustados por el índice de precios al consumidor. En el mismo sentido, la brecha entre los distintos tipos de cambio con relación al oficial ha bajado considerablemente luego de la firma del entendimiento con el FMI.


Otras variables, con las que se intenta argumentar el incremento de precios, son insostenibles. Por ejemplo, las que consideran que la inflación es un producto coyuntural de los rumores de cambios en el Gabinete o de las declaraciones del Presidente, cuando dijo que iba a poner en marcha la guerra contra la inflación.

Despejadas la mayoría de las causas, la principal explicación de la suba de la inflación a nuestro juicio es la puja distributiva, es decir, la disputa por la apropiación de la riqueza que produce la expansión económica.

Según el informe del cuarto trimestre de la “Cuenta de generación del ingreso e insumo de mano de obra” del INDEC, durante 2021 la masa salarial en el país se redujo del 48 al 43,1 por ciento sobre el total del PBI. Las empresas ganaron más y los asalariados percibieron menos en términos porcentuales. La proporción de las remuneraciones del trabajo asalariado retrocedió más de un 4,8 por ciento y la proporción de los ingresos del sector empresario mejoró en alrededor de un 3,8 por ciento. El mayor crecimiento de la economía fue apropiado mayoritariamente por un sector en detrimento del otro, acentuando la desigualdad.

Hoy está instalada la discusión sobre si la recomposición salarial debe hacerse a través de un bono o de paritarias. Si bien ambos instrumentos son válidos, porque buscan reparar el poder adquisitivo de los trabajadores y las trabajadoras, no son suficientes. Porque, si no hay contención de los precios, esas subas en los ingresos terminan rápidamente apropiadas por las grandes compañías productoras y distribuidoras de bienes y servicios de consumo masivo. Se produce una especie de círculo vicioso: suben los precios, las mejoras en los ingresos se evaporan y, entonces, se hace necesario recurrir nuevamente a la recomposición salarial para recuperar lo perdido; pero, otra vez, esas mejoras son reapropiadas por nuevos aumentos de los precios. Por eso, no alcanza con recomponer los salarios: junto con ello es imprescindible implementar un conjunto de políticas que impidan que las mejoras en los ingresos sean esterilizadas por la suba inmediata del valor de los bienes de consumo masivo.

Este círculo vicioso que describimos muestra el accionar constante de la puja distributiva: en ésta participan, por un lado, los grandes conglomerados de la economía tratando de captar rentabilidad adicional y, por otro, el resto de los sectores de la economía que, yendo por detrás, a través de los diversos instrumentos de redistribución intentan recuperar lo perdido. Para intervenir integralmente sobre la complejidad de este fenómeno se requiere de un Estado fuerte que despliegue una serie de iniciativas. Entre ellas, una política que logre que los aumentos de las remuneraciones se conviertan en mejora de las condiciones de vida de las mayorías.

A ello se refirió la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, en el marco de la Asamblea Eurolat, que congregó a más de 100 legisladores de Europa y de Latinoamérica, cuando sostuvo este miércoles que “las desigualdades no nacen por un orden natural sino que son producto de decisiones políticas o de falta de decisiones políticas”. En el mismo discurso, aseguró que “la gran discusión” a nivel planetario es “si a este proceso capitalista que se da en todo el mundo lo conducen las leyes del mercado o las leyes de los Estados”. Luego agregó: “Es la clave para abordar seriamente el problema de la desigualdad”.

En otro tramo de su intervención afirmó: “Hablamos de poder cuando alguien toma, adopta una decisión y esa decisión se puede aplicar y es respetada por el conjunto de la sociedad, eso es el poder”. Sostuvo además que no significa que te den el poder “que te pongan una banda y te den el bastón”. Y agregó: “Lo digo por experiencia. Y ni te cuento si, además, no se hacen las cosas que hay que hacer”. La Vicepresidenta se refería a lo que muchos venimos diciendo: que no hay que confundir tener el gobierno con tener el poder. Porque hay otros poderes, por ejemplo el de los mercados, los monopolios, los oligopolios, el poder financiero internacional y los grandes medios de comunicación concentrados. La clave consiste en cómo se les pone límites desde el Estado.

La discusión de fondo, como siempre, es si regula el Estado o regula el mercado. Por supuesto, uno y otro actúan con sus propias reglas. El Estado lo hace con el objetivo de lograr la mayor justicia y equidad distributiva y el mercado intentando alcanzar la maximización de las ganancias empresarias.

Un Estado activo es aquel que interviene para que, en lugar de la concentración de los ingresos y de la riqueza que crea el mercado, haya distribución de los ingresos y de la riqueza en beneficio de las mayorías.

( Carlos Heller, Diputado nacional por el Frente de Todos y Presidente del Partido Solidario )

Concentración, cartelización, fuga y evasión, puja distributiva, el combo perfecto que define el poder real en la Argentina y las tensiones cuándo, quienes gobiernan el Estado y gestionan y administran lo público, por convicción o porque ven peligrar su continuidad en el gobierno, ponen de manifiesto tales tensiones en tanto, o dicen lo que no hacen o hacen lo que no dicen o terminan haciendo lo que dicen que no hay que hacer: intervenir en el mercado para mejorar la distribución y favorecer a los menos favorecidos en la puja distributiva. Así las cosas entre los discursos de la política, los discursos del hambre y la realidad que vive el pueblo.


Daniel Roberto Távora Mac Cormack



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