Cultura neoliberal. Todo es negocio.

 

 

Feria del libro. Debates, Salud mental y atentados irresueltos. Todos insumos de una cadena de valor para las industrias culturales, que, en tanto eslabones que pierden el sentido de lo común, naturalizan negocios y deshumanizan la vida de las naciones, los pueblos y las personas reducidas a meros eslabones o consumidores de sus productos.

Una crónica anunciada

La respuesta de un editorialista a Saccomano.

JUAN CARLOS MANOUKIAN, Director de Ediciones CICCUS.

Consejero de la Fundación El Libro por la Cámara Argentina del Libro.

Las verdades expresadas por el escritor invitado para abrir la Feria 46 no deben encandilarnos como para que podamos analizar junto a ellas, otros enunciados sibilinos: la concentración oligopólica del papel, la posesión a precio vil del predio rural, la censura y quema de libros en la dictadura cívico militar, la pobreza y el hambre que azota a nuestros niños junto a otras denuncias que comparto, arrancaron el aplauso fácil de la tribuna.

Me voy a referir a algunos tramos que considero erróneos, más allá del efecto hiriente y ofensivo de su deliberada actitud cuasi adolescente de provocador.

Cito: “Decir Feria implica decir comercio. Esta es una Feria de la industria y no de la cultura, aunque la misma se adjudique este rol”.

Siguiendo a Marcel Mauss considero a nuestra feria un “hecho social total” en la que, la movilización general de la comunidad, hace que confluyan una multiplicidad de elementos no solo materiales, sino, y sobre todo, espirituales, emocionales, ideológicos, políticos, pedagógicos, de transmisión, afectivos, de disfrute. En una feria se conjugan infinidad de prácticas que favorecen la construcción de trama social, de comunidad. Comerciar es una de ellas pero no la única. Casi un millar de actos culturales con presentaciones de libros, conciertos, mesas redondas, maratones de lecturas, capacitaciones y conferencias sobre los más diversos temas, hacen de la Feria del Libro de Buenos Aires el acontecimiento cultural más importante del país. Darle solamente a la escritura el carácter de hecho cultural, es no entender que el libro necesita de múltiples actos culturales para llegar a ser.

La consigna “del autor al lector”, resume la complejidad de esta auténtica “cadena de valor”. ¿Quién pone en duda al primer actor de ésta? Sin necesidad de buscar centralidades, de lo que se trata es reconocer al libro como resultado de una construcción colectiva en la que cada parte da lo suyo. ¿Hace falta explicarle a Saccomano el concepto de “industria cultural” y su trascendencia en la vida de los pueblos, luego de tanto dicho y escrito? ¿Serían cuestionables la divulgación (poner al alcance del “vulgus”, la gente común) de la música o del cine porque están mediadas por la industria y el comercio? ¿La emoción que deviene de sus contenidos, estéticas, mensajes, deben minimizarse porque hubo compra/venta de por medio? Le recomiendo leer a mis ya fallecido socios, Octavo Getino y David Coco Blaustein con quienes tanto militamos desde los años 80´ por la defensa y el fortalecimiento de todas las Industrias Culturales siendo la del libro, la primera de ellas.

La letanía de referir obsesivamente al dinero en varios pasajes de su alocución (la sombra del dinero enturbia), me recuerda: “Cree el ladrón que todos son de su condición” y “la realidad es según el cristal con que se mira”. Y si, Saccomano es de los que piensan que todo se hace por interés: escribir, corregir, diseñar, ilustrar, editar, fabricar papel, imprimir, encuadernar, distribuir, presentar, vender libros y, ¿por qué no? hasta leer y hablar en público. Todo está contaminado… por “su” mirada pequeña y resentida de mercader. A lo que supuestamente aborrece, cede.

Si bien se esmeró en salpicar desde su micrófono/ventilador a propios y ajenos, cercanos y lejanos, (los fascículos literarios en las canchas tampoco le parecen bien) trataré de centrarme en su aborrecimiento hacia los editores a quienes nos calificó de “chupa tintas” posesos de “bancos de sangre”, mirada negativa propia del que entiende a las relaciones como una guerra. El pobre autor, está en desventaja frente al voraz y despiadado todopoderoso editor. Conflictos hay siempre como en todo vínculo, el asunto es desde dónde se los aborda. Centrado en él, repasó alguno de los suyos que llegaron a instancias judiciales. ¿Y..? De manera panfletaria, demagógica y simplista pretendió manipular a la audiencia, toda ella perteneciente o adscripta a la familia del libro, con afirmaciones binarias de buenos y malos, ángeles y diablos, minusválidos y poderosos. Somos una enorme mayoría los editores que nos asumimos como articuladores de saberes, talentos, oficios. Y aunque Saccomano no lo crea, esta mayoría forja lazos fraternales entre las partes, más allá del microcosmos comercial que lo desvela como escritor profesional. No todo se compra o se vende. El dar y el recibir, el don, que circula en los lazos sociales, o sea entre diferentes, es previo al intercambio interesado y, afortunadamente sigue vigente entre los que priorizamos la reproducción de la vida. La gratuidad, la donación, no denigra al que da ni al que recibe, al contrario. Integran nuestro catálogo miles de autores que me honró publicar y entre todos reconocemos a la editorial como lugar de encuentro, un Tantanakuy, es decir, un sistema social diseñado para lograr metas y objetivos, en este caso, desde los libros. Valores tales como la cooperación, la armonía entre los hombres y, entre estos y la naturaleza, la justicia y la verdad, la paz y el aliento del amor.

Le aseguro Saccomano que en la mayoría de las editoriales sucede algo parecido con respecto a la relación entre las personas que hacemos libros. No nos satanice muchacho y córrase del lugar de angelito exterminador. Amén de que pretendemos vender libros para dar sostén a nuestros proyectos, también donamos, regalamos a un sinfín de entidades y hacemos campañas de lectura que promueven ergo, la escritura, animando así al colectivo de autores. Siga con su modo zen y le deseo suerte en su búsqueda de “el uno con el todo”. Muchos editores practicamos a diario ese camino sin alharacas. Somos humildes y nos reconocemos ni más ni menos importantes que el resto. Eso sí, no aprobamos humillaciones de ningún pavo real, sea cual sea el lugar que ocupe “del autor al lector”.

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La realidad neoliberal


La reducción a mercancia y la irracionalidad de la primacía financiera y monetaria como elemento esencial de cualquier posibilidad, es lo que denuncia Sacomanno y cuya exposición compartimos en una entrada anterior en este mismo blog, en tanto solo posible en la concentración de los recursos y de las posibilidades de alimentar las cuentas bancarias o los balances corporativos y societarios.

No implica que los aspectos que agrega Manoukian no sean tenidos en cuenta y mucho menos que no se consideren “cultural”. Precisamente se trata de una “cultura neoliberal” que reemplaza a aquella cultura en la que se fundó la experiencia de la feria del libro y en general la experiencia de las relaciones sociales entre sus escribas y los lectores y consumidores de esas producciones.

El problema radica en los procesos sociales que produjeron la transformación de la cultura como arte en una “industria de la cultura”. Hay allí elementos que se modifican. Otros que son despreciados y depreciados y otros que se incorporan con diferentes grados de valoración. Pretender desligar responsabilidad de la acción propia signando la responsabilidad de otros participantes en la construcción de estas transformaciones.


Las actuales “cadenas de valor” como gustan llamar a las nuevas formas de pensar los procesos de producción con la intervención de la automatización, la inteligencia digital y la virtualización capaces de generar valor o menores costos en procesos y en eslabones en lugar de como se pensaba antes, la producción como un fenómeno de idea a producto o como el desarrollo de una creación, invención y/o transformación de insumos en un producto final (Dejando fuera toda mediatización, todo añadido exterior al proceso de producción, toda idea innovadora o toda tecnología nueva capaz de aportar algún valor diferencial e ese producto final en su constitución), generando los famosos ciclos productivos que nacían con la creación de la novedad y fenecía cuándo el mercado perdía interés en el producto u otro producto mejor sustituía al anterior. Y que en los procesos mas generalizados de la economía producían los fenómenos cíclicos de alta producción y baja producción asociados al alto consumo o a la recesión productiva, o al modelo Shumpeteriano que agrega las irrupciones de la ciencia y la tecnología como fenómenos que alimentaban en recesión las transformaciones que motirzaban los nuevos procesos de expansión económica. Hoy, esas innovaciones están inmersas en los modelos vigentes. Son parte de las “cadenas de valor” no dejando prácticamente nada fuera … todo sometido a los recursos financieros pasibles de ser obtenidos mediante crédito de los acumuladores de periodos anteriores históricamente consolidados o de acumulaciones en época de bonanzas o de inversores externos que producen el fenómeno de la transnacionalización de las producciones y la transterritorialización de parte de los procesos en una cadena de valor que hace vulnerables a algunos procesos respecto de otros y a algunos acumuladores respecto de otros traducido esto en la posición dominante de las corporaciones y de los Estados bajo cuyo amparo estas corporaciones concentran, pero que, a medida que la transnacionalización y transterritorialización se asiente y fomenta, los Estados dejan de ser importantes y se tornan mas bien en obstaculo para estas dinámicas profundamente antidemocráticas, excluyentes y concentradoras.

En lo que respecta a la “industria del libro” lo expresa Manoukian de forma claramente paradojal. Después de enumerar las “otras” aclara “ Amén de que pretendemos vender libros para dar sostén a nuestros proyectos … También regalamos” ¿Que regalan? Libros. Que escriben los escritores y venden ellos.

Paradojal por donde se lo mire en tanto el dilema de la propiedad privada. ¿El libro es propiedad publica y común o proiedad de la industria a la que pertenece? ¿Es dueño el que escribe, el que imprime, el que divulga, el que regala, el que leé? ¿si todos son dueños porque la diferencia de ingresos es tan notable? ¿Por que el poder para imponer los precios y definir el margén de ganandias de unos y otros no es equitativo?.

El argumento equivocado en ambos es el planteo neoliberal en tanto todos los males se concentran en un lado y toda la victimización en otro sin atender a la complejidad de la trama que los involucra. Si por un lado se argumenta la materialidad y el interés en el reparto de los beneficios y por el otro se apela a los valores intangibles y culturales de una sociedad para satisfacer en ambos sus apetencias personales … el interés deja de ser común. Si por un lado hay “panfleto”, por el otro, hay un claro intento de manipular los “afectos” y lo “sensible” para nublar la razón respecto de lo tangible y del resultado material y económico de falsos acuerdos que ponen a los mas fuertes en posición de decidir sus márgenes de ganancia y a los escritores en una evidente posición de debilidad, que para nada es panfletaria o una interpretación binaria del asunto sino mas bien una descricpión respecto de uno de los aspectos, que, en la realidad neoliberal en la que nos encontramos, define la valoración o no de toda otra.

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Literatura de la salud mental


Siguiendo con el tema de la literatura …La literatura que humaniza la salud mental escrita por Adéla Koťátková Lingüista y Profesora en la Universidad de Valencia, Universidad Jaume I, Instituto Universitario Lopez Piñero departamento de filología y Cultura Europea dependiente del Departamento de Ciencia Humanas y Sociales.

Los casos clínicos literaturizados o cuentos clínicos son un género híbrido de caso clínico y de narración literaria que ha hecho fortuna en el ámbito de la salud mental. Dado que tratan una temática especializada, pero adaptada para su difusión entre un público más amplio, deben considerarse una modalidad de literatura de divulgación científica. Por ello se alejan de las convenciones de los géneros médicos de carácter más académico, donde se difumina la presencia de los narradores y la personalidad de los pacientes.

La tradición de los relatos clínicos se enraíza en el siglo XIX, con figuras clave como Sigmund Freud, que componía narraciones sobre los casos que se había encontrado en su praxis. Si los géneros médicos y en particular los casos clínicos tienden a la despersonalización, los cuentos clínicos ofrecen una oportunidad para la humanización de la salud.

Oliver Sacks y la neurología de la identidad

En esta línea se inscribe el representante más conocido de los médicos escritores contemporáneos, el neurólogo Oliver Sacks (1933-2015), autor de varias recopilaciones de cuentos clínicos, entre las que destaca El hombre que confundió a su mujer con un sombrero. Sacks defiende una medicina más enfocada hacia las personas y las vivencias individuales de las enfermedades y se compromete a una neurología de la identidad, en la que el personaje central es el sujeto, en lugar de la patología.

En los casos clínicos académicos se difumina al máximo la presencia del profesional de la salud, hasta el punto de que a menudo nos puede parecer que las pruebas se hacen solas y que los resultados se interpretan por ellos mismos. No resulta admisible que estos profesionales manifiesten abiertamente opiniones subjetivas sobre cuestiones personales de sus pacientes.

En cambio, Sacks está presente como un narrador en primera persona y como un personaje siempre con una cara simpática, comprensiva y humana. Nos dibuja una imagen de sí mismo como persona sincera con los pacientes y, cuando no entiende algo de lo que les está pasando, no duda en reconocerlo ante ellos. También lo admite abiertamente cuando son los propios pacientes quienes le ayudan a descubrir alguna solución para sus casos.

Allan Ropper y Brian David Burrell continúan la estela de Sacks. En Reaching Down the Rabbit Hole: Extraordinary Journeys into the Human Brain exploran la compleja relación entre el cerebro y el comportamiento mental y físico. En una especialidad como la neurología, altamente dependiente de la tecnología, estos autores son también partidarios de la medicina centrada en la persona y no sólo en analizar los resultados de las pruebas.

Cuando Ropper orienta a otros médicos que están empezando la carrera, a menudo les recomienda que se alejen del monitor, entren en la habitación, se sienten en la cama, hablen con el paciente y, así, examinen a la persona en lugar de los píxeles.

A veces su arrogancia recuerda al doctor House de la conocida serie televisiva norteamericana. Él es el jefe con un equipo de residentes detrás. Durante el análisis del caso, les va formulando preguntas y critica las decisiones que toman, como si supiese desde el principio todas las respuestas.

Un psiquiatra quizás demasiado humano

Irvin D. Yalom, profesor de Psiquiatría en la Universidad de Stanford, muestra a un público general la utilidad de la psicoterapia en Love’s Executioner and Other Tales of Psychotherapy. Como en el libro de Sacks, el título nos presenta una primera parte más bien literaria –Love’s Executioner (el verdugo del amor)– y una segunda con referencia clínica –and Other Tales of Psychotherapy (y otros relatos de psicoterapia)–.

Además de narrar los problemas que sufren sus pacientes, Yalom comparte su lucha personal por reconciliar el trato profesional como psiquiatra con una respuesta más humana. Disipar el mito del terapeuta omnipotente y objetivo es una de sus finalidades. Es fundamental que los pacientes estén a gusto para poder abrirse. Pero por más entrenado que esté un psicoterapeuta, no deja de ser una persona como cualquiera de nosotros. Yalom nos lo intenta demostrar, quizás con una honestidad exagerada, para conseguir romper toda idealización. Así vemos su aversión hacia una paciente obesa, cuyo cuerpo encuentra tan repulsivo que le cuesta incluso mirarla.

Relatos desde la atención psicológica clínica

Randy Frost, profesor de Psicología en el Smith College (Massachusetts), y Gail Steketee, profesora de Trabajo Social de la Universidad de Boston, fueron pioneros estudiando el síndrome de acumulación compulsiva. Esperaban encontrar unos cuantos enfermos, pero acabaron tratando a centenares de pacientes y descubrieron que esta enfermedad estaba mucho más presente en la sociedad de lo que se pensaba (entre el 2 % y el 5 %).

En su libro Stuff: Compulsive Hoarding and the Meaning of Things se aproximan a la vida y a los dramas que deben soportar día tras día estas personas y sus familiares y amigos. En contra de los prejuicios más extendidos, nos enseñan que no es un trastorno específico de individuos que viven de espaldas a la sociedad, ni de personas poco inteligentes o incultas.

Humanización del médico y los pacientes

La literaturización de los casos clínicos permite a los autores utilizar estrategias que no serían admisibles en otros géneros médicos. Los pacientes no son tratados, sino que el médico los trata. El narrador no se esconde. Al contrario, destaca: es el profesional quien nos acompaña explícitamente durante todo el relato. Podemos ver con detalle cómo interactúa con los pacientes y algunas veces también sus opiniones y emociones.

Los autores revisan casos de pacientes concretos, intentan dar ejemplo a los futuros profesionales, pero sobre todo reflexionan sobre el rumbo actual de la atención sanitaria. A diferencia de los textos clínicos canónicos, aquí la enfermedad no se presenta como un fenómeno ajeno al individuo que la experimenta.


Los casos individuales pueden servir para ilustrar las teorías, la visión o el trabajo de los autores y profesionales sanitarios. Pero también observamos la voluntad de demostrar a los lectores la importancia de escuchar primero al paciente y luego ponerse a hacer las pruebas pertinentes, siempre combinando las dos facetas de la praxis sanitaria: la humana y la técnica. Cada caso –cada persona– puede ser único y requerir un tratamiento personalizado.

Los humanos somos unos seres complejos. La racionalidad que da lugar a la ciencia convive con las emociones, una capacidad ancestral que compartimos con otros animales y que nos permite procesar grandes volúmenes de datos y tomar decisiones rápidas e intuitivas –incluso equivocadas–. Los textos literarios y la creación artística apelan a las emociones de una manera más eficiente que la realidad documentada. Y ese es uno de sus objetivos. Los cuentos clínicos, con los recursos propios de la literatura, acercan los casos clínicos al gran público y contribuyen así a la humanización de la salud mental.

Corporaciones, bondades y maleficios

Todo lo humano está aquí. En la letras como símbolo, en el lenguaje como estructura, en las formas de pensar como ejercicio de producir realidad desde el lugar que nos toca.

Obviamente que en estos juegos de realidad neoliberal Manoukian no es Amazón, ni Saccomanno, Daniel Burman, autor del guión audivisual, o Miriam Lewin y Horacio Lutzky autores del libro en papel.

Ni la salud mental puede ser reducida a los aportes de historias clínicas publicadas en libro, ni una realidad compleja como la trama de los atentados a la AMIA/Embajada de Israel/Muerte de Nisman a una producción en el formato de serie o mini-serie documental o actuada.

Juan Salinas y Montserrat Mestre producen contenidos en su humilde blog (sin editorial ni intermediarios) “Pajaro Rojo

El 29 de abril Prime, es decir Amazon, estrenó los ocho capítulos de “Iosi, el espía arrepentido”, de Daniel Burman sobre el libro homónimo de Miriam Lewin y Horacio Lutzky, con actores tan atractivos para el gran público como Natalia Oreiro. Hoy quedé muy impresionado por la publicidad que tuvo el lanzamiento: Clarín y La Nación aparecieron encartados, ensobrados en dicha publicidad, y el diario deportivo Olé insólitamente le dedicó la tapa. Ya antes, hace una semana, el suplemento Radar de Página 12 había publicado una buena crónica (“El espía que vino del once”) que adelantaba el lanzamiento (lamentablemente no está en internet todavía). Un día antes, Infobae público una reseña que contiene “la cola” de la serie (“sinopsis” dicen con mayor propiedad los uruguayos, que aportaron locaciones y capitales).

Escribo esto antes de zambullirme en la serie, sobre la que prometo escribir todo lo necesario. Al fin y al cabo, dediqué todo un cuarto de siglo a investigar los atentados a la Embajada de Israel y a la DAIA-AMIA. En principio me parece una noticia extraordinariamente buena por lo que le comenté ayer mismo por guatsáp a Burman (a quien no conozco personalmente). Le dije que ya en 1994, luego de que Pedro Brieger, a la vista de la parálisis de la investigación oficial confiada a la Policía Federal, convenció al entonces presidente de la AMIA, Pedro Crupnicoff de conformar un equipo de investigadores independientes y me reclutó como su segundo, tras un mes y algunos pocos días de trabajo, estaba claro que efectivos de la Federal estaban involucrados hasta la coronilla tanto en la ejecución del atentado como en su encubrimiento. Entonces sucedió que el titular de la DAIA, Rubén Beraja le dijo a Crupnicoff que los llamaban desde Israel, fueron a Tel Aviv y allí les pidieron ¿ordenaron? que disolvieran este equipo, que estaba conformado además de por Pedro y por mi, por otros cinco investigadores. Para mayor escarnio, quien se llevo la fotocopiadora y las copias de los primeros 13 cuerpos del expediente con los que habíamos trabajado –entre otros útiles– fue la única persona que yo sabía que reportaba al Mossad.”, dice salinas en su artículo AMIA – PFA. Una serie muy promocionada tiene como eje el protagonismo de policías federales en el atentado”

Durante un tiempo, ya sin Brieger, un pequeño grupo también integrado por quien era entonces el jefe de Documentación del CELS y dos jovencitas, una de las cuales es hoy diputada nacional, seguimos investigando por nuestra cuenta, hasta que por fin nos revinculamos con la AMIA a través del abogado que se encargaba del caso, Luis Dobniewski, quien consiguió que la AMIA pagara nuestro trabajo. A todo esto, no puedo negar que, sabiendo el grado de involucramiento en el acto terrorista de policías federales (aunque no del jefe de la repartición, comisario Jorge Luis Passero, al que el presidente Menem relevaría junto a toda su plana mayor en apenas 48 horas, no fuera que se pusieran a investigar) tenía miedo. Para conjurarlo,terminé viajando a Madrid para dejarlo puntualizado en manos del juez Baltasar Garzón, pidiéndole que lo hiciera público si me pasaba algo.


Luego de publicar mi primer, fallido libro sobre el tema (fallido porque Dobniewski se empecinó y consiguió que siguiera la falsa pista que permitió encarcelar al comisario Ribelli y otros policías bonaerenses que distaban años luz de ser unos ángeles pero que nada tenían que ver el atentado), AMIA, El Atentado. Quienes fueron los autores y por qué no están presos (Planeta, 1997), inicié una larga travesía del desierto (porque no había nadie en revolver el avispero y poner en cuestión la hedionda Historia Oficial) en la que para despuntar el vicio publiqué Narcos, banqueros y criminales (Punto de Encuentro, 2006) a fin de aclarar el contexto ìnternacional en que se habían detonado esas bombas. Por fin, el suicidio de Alberto Nisman me dio la oportunidad de encarar el tema de fondo.

Así fue como publiqué no uno, sino dos libros. El primero fue Caso Nisman. Secretos inconfesables (Punto de Encuentro, 2015) y el segundo La infAMIA (Colihue, 2018). Fue en el primero en el que di cuenta sobre el final de la escabrosa historia del agente de inteligencia de la PFA que estuvo largos años infiltrado entre los dirigentes de “la cole” judía, hasta que tiempo después, convencido de que sus labores de “topo” habían servido para que se consumara el ataque a la DAIA-AMIA se puso en contacto con Miriam Lewin y Horacio Lutzky. Para mi satisfacción, pude publicar la historia antes de que se publicara y pudiera leer el libro de Lewin-Lutzky, cuando comprobé que no me había equivocado.

Ofrezco a los lectores de Pájaro Rojo ese capítulo, en la esperanza de que no estoy espoileando la serie, que necesariamente deberá tener partes ficcionadas y polémicas. Lamentablemente Burman me dijo que rodó los ocho capítulos sin leer Caso Nisman… y atento a la publicidad que ha recibido de los principales medios encubridores, temo que él y su guionista, Sebastián Borenzstein, ya sea por no meterse en problemas o por presiones de sus anunciantes, hayan omitido lo que Iosi no omitió: que jamás hubo una Trafic-bomba (del mismo modo, que tampoco hubo una camioneta bomba en la Embajada de Israel), esto es, la piedra basal del encubrimiento. Ojalá me equivoque y tenga que pedir disculpas.

CAPÍTULO 8

El infiltrado

A mediados de 2014 Levinas emitió en el programa dominical de Jorge Lanata por Canal 13 un video con una entrevista suya a José Alberto Pérez, un agente secreto de la Policía Federal que estuvo infiltrado en la dirigencia de la colectividad judía durante 14 años, desde 1986 hasta el año 2000 cuando sus jefes, desconfiando de él, lo enviaron a cumplir otras funciones a Paraná.

Iosi” (diminutivo de José en hebreo) nombre por el que todos lo conocían en la comunidad judía, había terminado por sentirse judío, y presa de angustiantes  remordimientos por creer que la información que le había proporcionado a sus superiores (entre otras muchas cosas, los planos del edificio) había servido para volar la AMIA, se pondría en contacto con Horacio Lutzky y Miriam Lewin –entonces reportera de Telenoche–, a quienes les contaría sin ahorrar detalles la historia de su infiltración en la “kehilá”, hasta llegar a secretario de actas de la Organización Sionista Argentina (OSA) e, incluso, luego de hacer cursos con expertos israelíes, ascender a jefe de seguridad de la propia AMIA post-atentado, cuando la mutual funcionaba el Centro Cultural Marc Chagall, en la calle Ayacucho al 600.

Dice Iosi en el mencionado video que su infiltración fue tan profunda y exitosa que “yo podría haber sido perfectamente presidente de la OSA. Llegué a un alto nivel dentro de la DAIA porque la persona a la que yo entre comillas secundaba, (Jorge) Kirszembaum llegó después a ser presidente de la DAIA”.

El que el rostro de Iosi Pérez saliera en la hora de mayor audiencia del canal insignia del Grupo Clarín puso en riesgo su  vida, precipitando su declaración ante el fiscal Nisman y su ingreso al programa de protección de testigos.

Poco después, Miriam Lewin se encontró con el autor en el café que está frente de la Basílica de Santo Domingo y le contó detalles de “la traición” de Levinas, a quien Lutzky y ella habían recurrido en el 2006 para que planteara el caso ante el American Jewish Committte, ocasión que Levinas  aprovechó para grabar a sus espaldas aquel video, de cuya existencia se enteraron por Iosi. “Levinas dijo que lo había grabado en resguardo, por si le pasaba algo” a Iosi, recordó Miriam.

Ocho años después, la preocupación por la suerte de Pérez no evitó que Levinas lo desenmascarara pública e intempestivamente.

A comienzos de julio y a instancias de Lutzky, Pérez le contó su historia al fiscal Nisman, que dispuso su ingreso al programa de testigos protegidos. El día 7 Télam informó de ello y de que a lo largo de muchos años Pérez había “reportado en detalle a sus superiores de la policía las principales actividades, proyectos, ubicaciones y disposiciones de seguridad” de las instituciones judías.

Dos días después Página/12  agregó que Pérez “admitió haber entregado a sus jefes planos de la mutual antes del atentado” -entre 1992 y 1993-; que el fiscal Nisman ya había presentado la correspondiente denuncia por violación de la ley que prohíbe el espionaje interno y que la causa estaba en manos del juez Sebastián Ramos.

Sectores nazis de la propia policía”

Pérez, informaba la crónica, había estado casado con “la secretaria de un altísimo cargo de la embajada de Israel”, y tenía la firme sospecha de que el atentado a la AMIA había sido cometido “por sectores nazis de la propia policía”, si bien también admitía la posibilidad de que la inteligencia de la PFA le hubiera vendido información a los autores materiales del ataque ya que, explicó, le constaba que en Moreno 1417 se vendía la información recopilada y rotulada como “secreto”.

Iosi Había llegado a la conclusión de que cuando menos había habido complicidad policial en el ataque, explicó, a través de un proceso que se inició al comprobar que los dos custodios de la AMIA se habían alejado de la puerta poco antes de las explosiones, proceso que culminó en 1998, cuando ya habían aparecido los libros de Levinas y de quien escribe, lo que le debe haber permitido atar cabos.

Del mismo modo, Iosi dijo que había acompañado el desembarco de los “rescatistas” israelíes (que no llegaron a tiempo para rescatar a nadie) y trabajado con ellos 40 horas seguidas, y que estaba seguro de que el supuesto hallazgo de un trozo de motor por ellos poco antes de marcharse era un bluff, un montaje.

Nueve días después, al cumplirse 20 años del ataque a la AMIA, La Nación y Perfil se hicieron eco de la noticia. En La Nación, Hernán Capiello ­–un firme  sostenedor de la Historia Oficial que acompañó a Galeano en su descenso al infierno para saltar a último momento a fin de seguir haciendo lo mismo con su continuador, Nisman– se apresuró a escribir que “la fiscalía (es decir, Nisman), la AMIA y la DAIA descreen de la posibilidad de que la Policía Federal sea parte de la conexión local”.

Capiello reveló el nombre de la secretaria del cónsul israelí con la que Pérez se había casado en 1993, que para entonces no sólo había formado una nueva pareja, sino que tenía dos hijos con ella. En cuanto a Perfil, acompañó su crónica con el video hecho por Levinas ocho años atrás.

En primera persona

Me llamo José Alberto Pérez. Nací en Flores en 1960. Fui a un colegio estatal, hice la secundaria en un industrial. Soy técnico en Óptica. Entre los años ’78 y ’80 quise entrar en la Fuerza Aérea, pero para eso debía viajar a Córdoba, y no lo quise hacer. Mi cuñado es de la Policía, y él me metió ahí”, aparece diciendo Iosi en el video.

Luego de ingresar a inteligencia de la PFA, siguió diciendo, le habían pedido que escribiera “monografías sobre los grupos terroristas de Medio Oriente que tenían vínculos con los grupos argentinos” y especialmente una “sobre sionismo”.

Funcionábamos en el edificio de Moreno y San José. En ese edificio de nueve pisos, el 90% del personal revista en Inteligencia, ahora se llama GEOF”, es decir, Grupo Especial de Operaciones Federales, siguió diciendo.

El Ministerio del Interior tenía conocimiento de las infiltraciones. Dentro del edificio de Moreno funcionan diversos departamentos. El mío respondía directamente al comisario general, que se encuentra con el jefe de Policía e informa sobre el funcionamiento de los distintos departamentos”, siguió narrando.

Los informes de mi infiltración iban a mi superintendente, que los podía elevar al jefe de la Policía, que podía a su vez informarlo al ministro del Interior. En aquel momento pensé que era el único infiltrado en la comunidad judía. Pero cuando me indicaron que me desinfiltre, tuve la noción de que había más gente. Yo creo que aún hoy tienen informantes dentro”, explicó.

Para infiltrarse, Iosi había estudiado tres años de hebreo y asistido a cursos fingiendo ser un judío que pretendía hacer aliá, es decir vivir al menos una temporada en Israel. De “Laura”, dijo que era su “manipulador” (sic) de la PFA, que solía encontrarse con ella en distintos bares, que por entonces tenía unos 40 años; que se movía con una cobertura (apariencia, ya sea basada en un trabajo real o ficticio) de periodista, y que atendía a varios “plumas” como él, que tenía 25.

En cuanto a los planos de la AMIA (que se suponía desaparecidos), dijo que había tenido acceso a ellos a fines de 1992 o principios de 1993, cuando se decidió hacer reformas en el edificio, y que le había pasado copia a sus jefes a través de “Laura”.

El hombre más buscado

Miriam Lewin lamentó el momento en que, después de haberse puesto en contacto con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), ella y Lutzky pusieron al tanto de la situación a Levinas, sabiendo de sus relaciones con el  American Jewish Committee. Habían creído que a éste le interesaría que Iosi declarara como testigo protegido, pero que tras algunos escarceos, a la postre sus directivos no mostraron interés. En cambio elogió a la ex ministra de Seguridad, Nilda Garré, por haberse preocupado por la seguridad e integridad de Pérez.


Recordó luego que Iosi se infiltró en las instituciones judías imbuido “de la ideología procesista, el Plan Andinia (una supuesta conspiración judía para apoderarse de la Patagonia) y cosas por el estilo, pero terminó tan compenetrado (con el judaísmo) que se enamoró de una chica de la cole y se casó”. Miriam dijo que Iosi era “un capo, (que) se metió donde quiso y como quiso; hablaba perfecto hebreo y tenía un conocimiento profundo de la religión”, pero apuntó que “me llamó mucho la atención su aparente ingenuidad política”.

Lutzky coincidió con Miriam (están escribiendo un libro juntos) pero subrayó que “lo más relevante es que en un gobierno democrático, la Federal envió a alguien a espiar a la comunidad judía”.

El ex director de Nueva Sión dijo que al emitir la entrevista que le había hecho en 2006 “engañándolo, diciéndole que era para su seguridad”, Levinas había convertido a Iosi en “un blanco móvil”.

Tan pronto como sucedió, Lutzky, que también es abogado, llevó a Iosi a declarar ente Nisman, quien ordenó que se lo incluyera en el programa de protección de testigos.

En esa entrevista Iosi señaló que acuerdo a la Ley Orgánica de la Policía Federal y decretos-ley secretos de la época de “la Revolución Argentina”, y más precisamente de los generales Juan Carlos Onganía y Marcelo Levingston, existe un cuerpo auxiliar de Inteligencia cuyos miembros podían desempeñarse en trabajo en el Estado, incluso y el Estado, y que en caso de ser descubiertos los jefes de la Policía Federal podían negarlos, decir que nunca habían trabajado para ellos.

Respecto a los cursos que se daban en el CAPE y que él había recibido dijo que tenían como objetivo “aprender a pensar como el enemigo, y que a pesar de estar en democracia el enemigo seguía siendo el zurdo, el comunista, el que formaba parte de grupos terroristas”.

En cuanto a los judíos, dijo que eran considerados “no nacionales”, motivo por el que se le había dado la misión de infiltrarse entre ellos.

La asignación era ingresar a la comunidad judía (…) ubicar planes secretos que podía tener la comunidad como tomar el sur, tomar el norte, tomar la Argentina con lo que se conoció en la década del ’60 como Plan Andinia” o del más antiguo panfleto mandado a hacer por la policía zarista, “Los Protocolos de los sabios de Sión”.

Iosi dijo que Ofakim, el grupo universitario de la izquierda sionista, “se estaba diluyendo”, pero que él lo llevó de cinco personas a sesenta, lo que acrecentó su prestigio.

En  el año ‘90, cuando estalló la guerra del Golfo (sic) estábamos a full trabajando con todo lo que tenía que ver con posibles atentados.  Ahí todo lo que tiene que ver con el caudal de información que teníamos casi a diario pasaba por Laura. Según ella teníamos que prever, tratar de evitar que se produjeran atentados en represalia por la participación argentina en la coalición. Quiero creer que era cierto…”, dijo con una media sonrisa irónica. “Al menos, mi participación siempre fue dirigida a evitar que se produjeran atentados”, agregó, ya con ceño adusto.

Respecto al ataque a la Embajada de Israel Iosi recordó que “oficialmente se habla de 29 muertos. Yo me acuerdo de haber visto un listado que me mostró Enrique Sinquier (fonético) y que luego se mandó a Israel en el que había más nombres. No sé si se quería (hacer) figurar a gente que no estuvo o hubo verdaderamente más gente… Eso uno, otra cosa es que se decía que la Embajada no tenía sala de armas, y sí que la tenía”. Iosi dijo que a su juicio, “hubo un arreglo político” para que la investigación no llegara a buen puerto. “Fijate que las presiones de Israel para el esclarecimiento al poco tiempo de diluyeron”.

Dijo que después del ataque a la AMIA “la presión fue más y yo quería que nos fuéramos de la Argentina ¿Por qué? Por las cosas que pasaron, por las muchas preguntas sin respuesta que tenía del atentado”.

De los primeros momentos después del ataque Iosi dijo saber que había grupos de policías que “andaban entre los escombros llevándose cosas” y ante un pregunta de Levinas agregó que también pudieron haberlas plantado porque “la camioneta no existió y alguien la puso, alguien la llevó”.

Sin embargo, para 1997, sus jefes le dijeron que su infiltración era un riesgo porque “las relaciones carnales” con Israel eran tan profundas “que no querían empañarlas” corriendo el riesgo de que se descubriera que había un infiltrado. “Calculo que ellos no podían determinar el grado de veracidad en la información que les daba”, comentó.

Miriam dijo al respecto que Iosi le contó que a partir de la relación con la que sería su esposa “se puso reticente en cuanto a la provisión de determinadas informaciones. Me dijo que empezó a negar algunas cosas. Por ejemplo, que le pedían el nombre real de una persona que la cana conocía sólo por apodo y él decía que no lo sabía y que le era imposible averiguarlo. O que le preguntaban dónde se entrenaban los cuerpos de seguridad de la comunidad, dónde practicaban tiro, y él les decía que en un campo, pero no les daba precisiones de dónde quedaba… En fin, que empezó a dar señales de que no era tan útil, tan eficiente…”.

En cuanto lo que habían hecho ella y Lutzky para procurarle seguridad a Iosi y conseguir que su testimonio fuera de utilidad para la causa, Miriam dijo que se puso en contacto con distintas organizaciones comunitarias y que “me sorprendió su total indiferencia. Voy por ejemplo a una organización como el Centro Simón Wiesenthal que si aparece torcida una placa en el cementerio de La Tablada denuncia una acción antisemita… no le parecía grave que la comunidad hubiera estado infiltrada por la Federal. Hablé con el abogado de Memoria Activa, nos entrevistamos con varios legisladores, e incluso las veces que nos pareció generar cierto entusiasmo en nuestros interlocutores, pero en la segunda reunión comprobábamos que el entusiasmo decaía.”

Fuimos a todas las organizaciones dónde nos pareció a priori que el tema iba a interesar. Y una por una pasó lo mismo: después de un interés inicial, misteriosamente el interés decaía o nos pedían garantías de que su aporte iba a ser fundamental, cosa que nosotros no podíamos asegurar. Pasaron los años y se nos ocurrió que una vía podía ser el Comité Judíoamericano, que suele ser muy incluyente, y así fue como lo pusimo al tanto a Levinas que tenía buenos contactos en él. Levinas se interesó en el tema y yo tuve una reunión con una mujer de la conducción del comité. Y luego una segunda reunión, ya no con ella sino con un delegado de ella y dos empresarios de la comunidad. Pero no pasó nada.”, narró.


Mi hipótesis –siguió diciendo Miriam– es que a quienes estaban del lado de los servicios o de la policía no les interesaba que se revelara la infiltración por motivos obvios, y que a las víctimas y a la comunidad tampoco le interesaba porque apostaban a la convalidación de una hipótesis que geopolíticamente les era más útil. No les interesaba en absoluto investigar la conexión local ni a la Policía Federal, que es la fuerza que más evidentemente estuvo al tanto de los atentados porque en los dos atentados hubo policías que tenían que estar en un determinado lugar y no estuvieron. A mi me cerraba bastante y a Horacio (Lutzky) también que era evidente que había un conocimiento, sino de toda la fuerza, o de la conducción institucional de la fuerza, de algún sector, que sabía lo que iba a ocurrir.”

La actitud de él (Iosi) fue todo el tiempo de temor, tenía mucho miedo de que lo mataran”, destacó.

Leyes secretas

Casa tanto a algunos “halcones” se le ven las “Plumas”, ya sea voluntariamente –como fue el caso de Francisco Benzi en 1996– o por alguna delación producto de una interna dentro del proceloso mundo de los agentes secretos de la Federal, como parece haber sido en el 2000 el caso de Mónica Amoroso, infiltrada en el entorno de Gustavo Béliz, y lo fue sin duda el de Alejandro Américo Balbuena, el movilero de la agencia informativa alternativa “Rodolfo Walsh”, en la que estuvo infiltrado once años, del 2002 al 2013.

Y si en el año 2000, cuando lo de Amoroso, la revista Noticias calculó que los “auxiliares” debían ser lo menos 2000, recientemente, a partir del caso Balbuena y tras revisar el presupuesto de Policía Federal, un experto, Marcelo Saín, actual director de la Escuela de Inteligencia, estimó que podrían ser alrededor de la mitad de aquellos, unos mil.

Lo seguro es que muchos de estos “plumas”, acaso decenas, se presentaron espontáneamente a declarar en la causa AMIA con el evidente propósito de empiojarla.

Su existencia está amparada en una serie de leyes, y decretos-leyes secretos de dictaduras cívico-militares que hacen aún hoy que mientras muchos juristas sostienen que la Constitución Nacional prohíbe espiar a los ciudadanos, los “porongas” policiales sostengan que su actividad de las investigaciones criminales es perfectamente legal.

La Ley Orgánica de la Policía Federal data de 1958, cuando la Revolución Libertadora había desatado una feroz represión sobre el peronismo proscripto. El funcionamiento de agentes secretos sin uniforme, ya previsto en ella, se reglamentó por un decreto-ley (nº 2322/67) secreto del dictador Onganía, de dónde surgen las prerrogativas a las que se refirió Iosi Pérez y cuyo artículo 12 dispone que “ante requerimientos judiciales o de otras autoridades, el Jefe de la Policía Federal estará a autorizado a no revelar la existencia del personal del Cuerpo de Informaciones”.

Luego, se ratificó por la Ley Secreta nº18.895/70, que creó el “Cuerpo de Auxiliares de Investigaciones”, después del “Cordobazo” y del secuestro y asesinato del ex dictador Juan Carlos Aramburu, ya claramente para enfrentar a la “subversión”, y que lleva la firma de Levingston, el dictador que había reemplazado a Onganía.

Esta Ley fue publicada en el Boletín Oficial de del Estado (BOE) el 22 de septiembre de 2006 por orden del presidente Kirchner. Se refiere a la creación de  crear “un servicio técnico informativo que en función de un específico accionar preventivo, coadyuve a las tareas operativas de las Secciones especializadas”. Más específicamente, señala que el nuevo “Cuerpo de Auxiliares de Investigaciones” actuará “exclusivamente en el submundo del delito” a fin de prevenir “hechos delictuosos”.

Del otro lado

Levinas habló del caso Iosi con Jorge Lanata y Magdalena Ruiz Guiñazú ante los micrófonos de Radio Mitre, pero la conversación derivó rápidamente a otros aspectos de la causa AMIA.

Ante preguntas de Magdalena, Levinas dijo que “había mucha gente que sabía lo que iba a pasar” en la AMIA y agregó “hay un dato que yo nunca conté públicamente que es terrible: la consuegra de una persona que fue presidente de la DAIA el día anterior al atentado estaba en el Club Hípico Alemán y el petisero, a un pequeño grupo de gente que estaba viendo como saltaban los caballos, les anunció: “Mañana a los judíos…” e hizo el signo de degüello. Esta señora no entendió porque era sapo de otro pozo, simplemente era amiga de una señora alemana. Pero apenas fue el atentado se lo contó a su consuegro. El tema termina investigándolo Salinas no sé por qué, supongo que habrá sido (Luis) Dobniewsky, el abogado de la AMIA que le habrá dicho ‘investigá esta cosa’. Y cuando vieron que eso iba en contra de la Trafic, pararon la investigación”.

En realidad, según le dijo en su momento Dobniewski al autor, quien había hecho el signo de degüello había sido un oficial de la Policía Montada que participaba en una competición.

Levinas también dijo que lo que comprobado es que “los dos edificios estaban en refacciones, lo que hacía posible que les metieran cualquier cosa adentro, qué es lo que pasó, de hecho”.

Lanata puntualizó que las piezas de Trafic aportadas por la PFA alcanzaron solamente “al 7 por ciento” de un vehículo entero y apostilló: “Las leyes de la física funcionaron al revés”, en referencia a la volatilización de la supuesta Trafic-bomba.

Levinas dijo que le constaba que el cabo 1º Bordón no estaba en el patrullero: “Un kioskero al que yo conocía fue a los 30 o 40 segundos de la explosión a tratar de auxiliar a quien suponía estaba adentro del patrullero y se encontró con que no había nadie. Al ratito llegó (Bordón) con un ojo lastimado. Se ve que le entró un vidrio en el ojo porque se habrá quedado mirando”.

Nosotros encontramos doce personas que estaban en posición de haber visto la Trafic y no la vieron… y una Trafic es algo grande, no es algo chiquito… Yo llevé una Trafic al lugar para un programa de Nico Repetto por Canal 13. Y paré ahí en la puerta y ¡no hay como no verla!”–, comentó Lanata.

Y hubo varias (de esas 12 personas) que vieron la explosión y no vieron la Trafic–, agregó Levinas.

¿A que lo atribuyen ustedes?”– preguntó Magdalena.

–”Nunca hubo Trafic. La Trafic estuvo plantada. Eso lo dije seis meses después del atentado…–, respondió Lanata, ufano.

Y Levinas apuntó que se pretende desmentir la inexistencia de la camioneta-bomba con el hecho de que una persona (por César “Tito” Díaz) apareció muerta con un amortiguador clavado en el tórax. “Esto también es una mentira porque esta persona estaba muerta debajo de una puerta, y la puerta no tenía ningún agujero ¿Me podés explicar cómo pasó el amortiguador?”

Levinas también dijo que debían seguir existiendo infiltrados de la Federal dentro de la comunidad judía: “Él (por Iosi) cree que cuando se fue lo tienen que haber reemplazado por otro, que ahora debe haber otro infiltrado de la Federal… o más de uno”.

La pregunta que nos queda por hacer después de veinte años es por qué la Policía Federal y la SIDE encubrieron tanto”, señaló luego. “Yo no digo que haya sido Irán ni que no haya sido Irán, yo lo que digo es que en la causa no hay nada que lo amerité, que no están las pruebas. Ahora ¿Cuál sería la razón objetiva de que toda la Policía Federal o gran parte de ella y la SIDE encubran a un gobierno iraní o a un ayatolá que decida poner una bomba en la Argentina? ¿Por qué lo encubrirían? ¿Cuál puede ser la razón? No tiene lógica.”

Pero esa falta de lógica no era sólo local. Antes de despedirse, Lutzky recordó que Lutzky destacó que el pasado 5 de marzo “La Nación· había publicado una entrevista con Shabtai Shavit, quien era el jefe del Mossad al cometerse ambos atentados. Shavit reconoció allí que “es posible que elementos en la policía o los servicios de seguridad hayan ayudado, directa o indirectamente, a quienes planificaron y cometieron los atentados.”

¿Fuerte no? Casi tanto como sus veinte años de silencio.

……………………

Información complementaria aquí: https://www.perfil.com/noticias/domingo/un-espia-en-la-amia-20140706-0050.phtml.

Cadenas de valor

En estas nuevas formas de pensar los procesos de producción, las cadenas de valor, el mayor beneficio esta dado, según el valor que se le adjudique a todo aquello que no este atado a dinero y negocio, por el mayor o menor acceso que se tenga al conocimiento de los eslabones que están más alejados a la propia experiencia, en tanto susceptibles de cualquier manipulación ya en lo sensible y subjetivo, ya en el encubrimiento y trasplante de responsabilidades, ya la invisibilización de la trama completa que lleva el negocio en tanto suma de eslabones. 

Cuánto menos elementos consideremos parte de esa cadena, mas fuera quedán los factores estructurales dominantes. Cuanto mas valor le demos lo estructural, perdemos de vista los roles de los intermediarios necesarios, los terciarizados, los que desde fuera meten cuña, los que reciben migajas de operaciones grandes que ceden pequeñas participaciones en eso de “dar” como señal de que tan malo no es que la principal acción sea concentrar, en tanto del “Derrame” hacia los demás.

En toda guerra entre “buenos” y “malos”, “victimas” y “Victimarios”, “egoistas” y “solidarios”, lo que se pierde es la posibilidad de nombrar la realidad en el lenguaje, de que las palabras pronuncien algo verdadero y verificable en esa realidad.

En todo pensamiento donde para evitar la guerra se invite a que cada quién se ocupe de lo propio, lo que se pierde es la posibilidad de acceder al conocimiento, que es fruto de las verdades puestas en común.

Lo que se pierde en el neoliberalismo es la posibilidad de humanizar la realidad reduciendo las mentiras y la violencia … generando genuinas participaciones en el conocimiento y en las palabras que no buscan el propio interés sino el bien común, y que la palabra no nombre solamente aquello que es funcional al interés de unos pero no de todos …

El conocimiento y las palabras que en el lenguaje dicen lo cierto, se pierden en tanto productos en las producciones signadas por el negocio, sostenidas por el financierismo transnacional que transforma en producto ese mismo conocimiento y esas mismas palabras en aras del lucro y la concentración de dinero.

Si hasta la búsqueda de justicia, el dolor de muchos, y la complicidad que aún sostiene la impunidad de los perpetradores de delitos graves se convierte en producto de consumo y nadie ve en ello la “normalización” de tales impunidades, esta claro que los libros de salud mental llevan el mismo destino arrastrando la salud mental de todos a un precipicio sin retorno.


Daniel Roberto Távora Mac Cormack



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