El antropos y las infraestructuras.


 Debatir los modelos de desarrollo de la globalización neoliberal

Puentes y carreteras, represas y Usinas nucleares, grandes canteras a cielo abierto y megaciudades, son las piramides de nuestra civilización en decadencia. ¿Quedarán como aquellas en meros espejos de nuestras vanidades pasadas para investigación de futuros arquelógos, paleontólogos y antropólogos?

Las tensiones actuales siguen dos derroteros bien diferenciales, aquellos que pugnan entre poderes, por el dominio de recursos y/o la imposición del financierismo como forma hegemónica de dominio, y aquellos discursivos que entran en las contradicciones e incoherencias entre las ideas democráticas y de participación ciudadana, respecto de sus manipulaciones mediáticas y económicas en favor de concentraciones y corporaciones transnacionales que disputan con los Estados Nacionales la constitución de los "sentidos comúnes" que avalen uno u otro discurso del poder. 

Las discusiones entre poderes aparecen ocultadas en la inventada grieta que intenta sostener en los imaginarios colectivos, las viejas disputas entre izquierda y derecha, hoy desactualizadas bajo el poder financiero concentrado. La verdadera grieta se da entre la democracia participativa y aquellos sectores que pretenden de todas formas posibles, sostener el financierismo evitando el acceso a participaciones a quienes procuran desarrollos inclusivos y menos dependientes de los flujos de moneda y capital acumulado que un selecto grupo de corporaciones transnacionales acumularon para si y en las formas actuales, resuelven casi sin debate, los terminos de los desarrollos y los antagonismos dentro de el que favorecen la especulación financiera y la dependencia hacia estas corporaciones.

En el camino, el planeta demuestra que no esta apto para sostener semejante ritmo de depredación, especulación y megaproducciones.

Una invitación a reconstruir racionalidad colectiva 

A la irracionalidad del suicidio colectivo debemos responder con la racionalidad del deseo de supervivencia.

Juan Domingo Perón,

Mensaje Ambiental a los Pueblos y Gobiernos del Mundo”


Mercedes Pombo, militante ambiental y feminista. Referente de Jóvenes por el clima. Co-conductora de “Qué mundo nos dejaron”, en la Nacional Rock (Radio Nacional). Estudiante de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

LO AMBIENTAL COMO INTERÉS DE PRIMER ORDEN (O LA PREEMINENCIA DE LOS INTERESES DE LAS MAYORÍAS) /

La social, la económica y la climática no son crisis contrapuestas ni plantean disyuntiva alguna: todas son expresión de la originada en la supremacía e irracionalidad del lucro. Ocurre que los sectores de poder concentrado que se benefician de la depredación precisan de esa categorización en la que lo ambiental aparece como un interés superficial, incompatible con lo verdaderamente urgente para los pueblos del Sur global. Una conceptualización reforzada de forma sistemática y tan necesaria como la despolitización de la cuestión, que consiste en la disolución de las responsabilidades en el conjunto de la población. La injusticia social como germen, además de consecuencia, de la crisis climática y ecológica, y su transformación como imperativo de supervivencia.

(Revista Maíz – Facultad de periodismo y comunicación social – Universidad Nacional de La Plata)

Hoy en día el abordaje de las problemáticas socioambientales se convirtió en una tarea ineludible a la hora de brindar un diagnóstico de nuestro presente, así como también a la hora de transformarlo. 

¿Cómo compatibilizar la acuciante necesidad de reducir los niveles de pobreza e indigencia en medio de la crisis resultante de la pandemia con la jerarquización de una perspectiva socioambiental? 

Este es uno de los primeros dilemas que se nos presenta al momento de pensar un ambientalismo que no se desentienda de las complejidades que nos atraviesan como país latinoamericano con un sobreendeudamiento que suma, a los problemas ya planteados, una situación crítica en el plano macroeconómico. 

Esta disyuntiva que plantea la crisis económica y la crisis ambiental como términos contrapuestos que es necesario compatibilizar encierra una concepción del ambiente que lo considera un lujo posmaterialista y, por ende, incompatible con la realidad material del Sur global. 

Dicho paradigma supone la premisa evidentemente errónea de que es posible disociar el progreso social y económico del entorno que lo sustenta, heredada del proyecto ilustrado que en el afán de dominar la naturaleza la definió en contraposición a la humanidad y su desarrollo. 


La visión de las cuestiones ambientales como un interés de segundo orden se cristaliza aún más a raíz del imperativo individualista, legado del neoliberalismo, que tuvo un arraigo profundo en el abordaje de las problemáticas ambientales, identificando como causa de la actual crisis climática y ecológica la suma de las responsabilidades individuales. Al depositar el deber de hacerle frente a las problemáticas socioambientales en el individuo-consumidor, la lucha por un medioambiente sano parece circunscribirse a quienes tienen el tiempo y los recursos para modificar sus hábitos de consumo. 

Sin embargo, estas narrativas no poseen ningún correlato con la realidad. Son, en los hechos, los sectores populares los que se ven desplazados hacia zonas con una menor calidad de vida, expuestas a contaminantes frecuentes, cercanas a basurales a cielo abierto, con niveles insalubres de contaminación en el aire y el agua, entre muchos otros factores de vulnerabilidad ambiental que se agudizan permanentemente por el cambio climático. 

La injusticia social, además de ser una de sus principales consecuencias, se encuentra en el germen que da origen a la actual crisis climática y ecológica: según la OXFAM, el 1% más rico de la población mundial emite más del doble de dióxido de carbono que la mitad más pobre.
[1]



Es por ello que la categorización de lo ambiental como un interés de segundo orden es permanentemente reforzada por los sectores de poder concentrado que lucran a partir de la depredación ambiental, para los cuales la despolitización de estas cuestiones implica la socialización de las responsabilidades en el conjunto de la población. 

La social, la económica y la climática no solo no son crisis contrapuestas, sino que son expresiones de una misma crisis, eminentemente ética y política, producto de la preeminencia del lucro por sobre los intereses de las grandes mayorías.

¿Quién le debe a quién? 

Las asimetrías que engendra la depredación ambiental en los territorios se replican también a nivel internacional, y se configuran de manera tal que los países que menos contribuyeron históricamente a la crisis climática son los que más van a padecer sus consecuencias y, paradójicamente, los principales responsables del cambio climático son los que más herramientas tienen para hacerle frente. 

En 1992, en una Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, Fidel Castro decía, en referencia a las terribles consecuencias ambientales que ya en aquel entonces constituían una preocupación central, que “no es posible culpar de esto a los países del Tercer Mundo, colonias ayer, naciones explotadas y saqueadas hoy por un orden económico mundial injusto”; y agregaba: “páguese la deuda ecológica, no la deuda externa”. 

El economista Joan Martínez Alier explica el concepto de deuda ecológica como “la deuda contraída por los países industrializados con los demás países a causa del expolio histórico y presente de los recursos naturales, los impactos ambientales exportados y la libre utilización del espacio ambiental global para depositar sus residuos”. En definitiva, es un concepto que alude al correlato existente entre la deuda financiera por parte del Sur global y la deuda histórica en materia ambiental por parte de aquellos países que sustentaron su desarrollo en el saqueo a dichos pueblos. 

Además de ser desigual, este modelo se caracteriza por ser profundamente irracional. Los mismos países que exigen el cumplimiento de los acuerdos internacionales sobre cambio climático y que, como en el caso de Estados Unidos, prometen “hacer cumplir esos compromisos mediante el poderío económico americano”
[2], integran los organismos de financiamiento internacional que fuerzan a países como Argentina a profundizar su matriz extractivista para pagar los intereses de la deuda. 

Según un estudio reciente de la Universidad de Cambridge
[3], si se incorporara la variable climática en el análisis de las deudas financieras, Argentina tendría un superávit crediticio positivo. 

Discutir una nueva arquitectura financiera global, frente a las advertencias de la comunidad científica internacional acerca de la inminencia y la magnitud de las consecuencias del cambio climático, se torna, además de un grito de justicia histórica, un imperativo de supervivencia. 

El realismo de las utopías 

En la cumbre de líderes sobre cambio climático convocada por Joe Biden el 22 de abril de este año se advierte la creciente centralidad que está adquiriendo el tema en los proyectos de país de las mayores economías mundiales. 

El plan de gobierno de Joe Biden consiste en apalancar la reactivación económica en la transición energética y una gran inversión en infraestructura, que le permita al país cumplir con el objetivo de neutralidad de las emisiones de carbono para 2050 y, por otro lado, crear millones de puestos de trabajo verde y de calidad. 

Este panorama impone la necesidad de discutir la inserción política del país en una economía global signada por la crisis climática y, al mismo tiempo, la defensa de sus intereses soberanos en un contexto signado por la escasez de recursos.



El saqueo histórico a los pueblos latinoamericanos hoy toma la forma de sujeción económica producto de un endeudamiento insostenible que fuerza a los países a profundizar su matriz extractivista. Este modelo de mal desarrollo es acompañado por un entramado económico y político que, mediante golpes blandos y persecuciones judiciales, impide cualquier intento de manejo soberano de los bienes comunes naturales. 

Uno entre muchos ejemplos que trazan la historia de nuestra región es el de Bolivia, que pocos días antes del último golpe de Estado había anulado el acuerdo que establecía a la empresa alemana ACISA como socia estratégica de la empresa pública nacional Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB). 

Esta tendencia puede agravarse todavía producto del agotamiento de los recursos naturales y la necesidad de insumos que implica la transición del Norte global. Tomando el caso de Estados Unidos, su paquete de medidas para la transición energética incluye la promoción de autos eléctricos y, por lo tanto, la producción de baterías de litio. Esto conlleva una mayor presión sobre el litio como insumo, el cual concentra 86% de sus reservas mundiales en Argentina, Chile y Bolivia.

Frente a esta coyuntura se derivan diversas reflexiones. Por un lado, se pone de manifiesto que, producto de la existencia de límites geofísicos, las consecuencias de las asimetrías existentes impactan también, aunque en menor medida, en quienes se benefician de ellas. Por otra parte, se vuelve imperiosa en el actual estado de excepción permanente, la necesidad de planificar a mediano y largo plazo y de jerarquizar en esta planificación la soberanía energética, la soberanía alimentaria y la construcción de una sociedad más resiliente, que exige a su vez una sociedad socialmente más justa.

La utopía de modificar este sistema estructuralmente perverso se torna, frente al escenario que nos plantea la crisis climática y ecológica, una necesidad humanitaria y existencial.

Notas

[1] https://www.oxfam.org/es/notas-prensa/el-1-mas-rico-de-la-poblacion-emite-mas-del-doble-de-carbono-que-la-mitad-mas-pobre-de/
[2] https://joebiden.com/climate-plan/
[3]https://www.bennettinstitute.cam.ac.uk/media/uploads/files/Rising_Climate_Falling_Ratings_Working_Paper.pdf/.

Naturaleza Urbana

Berlín, Alemania – globalmagazin - Tomado de International Press Agency “Pressenza

Los efectos positivos de la naturaleza urbana fueron el foco de una conferencia conjunta del Ministerio Federal de Medio Ambiente y Protección del Consumidor (BMUV) y la Agencia Federal para la Conservación de la Naturaleza (BfN) que tuvo lugar en los Jardines del Mundo en Berlín a principios de mayo.

El Secretario de Estado del Ministerio Federal de Medio Ambiente, Stefan Tidow, inauguró la conferencia y enfatizó que una naturaleza más urbana es una parte importante de la respuesta a la extinción de especies y la crisis climática. Abogó por pensar juntos ambos desafíos, especialmente en las ciudades, y resolverlos juntos. El tema central del simposio «¡La naturaleza urbana funciona!» fue el tema abordado para entender qué contribución hace la naturaleza urbana a la salud y la calidad de vida.

Valiosa contribución a la biodiversidad

Stefan Tidow, Secretario de Estado de la BMUV señaló: » La naturaleza urbana es cada vez más importante para el desarrollo. Abre la oportunidad para que nuestras ciudades se adapten mejor a la crisis climática, hagan una valiosa contribución a la biodiversidad y se vuelvan más saludables y habitables para sus residentes. Con proyectos financiados por el Ministerio Federal de Medio Ambiente, como el área de experiencia natural «Wilde Welt» en Kienberg, Berlín, demostramos que más naturaleza urbana significa más calidad de vida: con espacios naturales de juego y aprendizaje para niños, pero también con mejor aire y un ambiente más fresco. Por eso queremos seguir apoyando a los municipios, a través del plan de director de naturaleza urbana, para que puedan aumentar la diversidad de especies y biotopos. Es por eso que queremos implementar el programa de acción de protección del clima natural de manera aún más amplia en las áreas urbanas”.


Dr. Alfred Herberg, Jefe de Departamento de la BfN, señaló que: «La naturaleza urbana ofrece lugares importantes para relajarse y retirarse, para las personas y la naturaleza. Numerosos proyectos financiados por la BfN/BMUV , como el proyecto “Miles de Jardines – Miles de Especies” o las ciudades ganadoras en el concurso de ciudades naturales ya son ejemplos de lo que los municipios y los ciudadanos pueden lograr. Todos estos proyectos nos muestran cuántas formas diferentes hay para mejorar la calidad de vida en las zonas pobladas”.

Efectos positivos de la naturaleza urbana en la salud humana

Un total de alrededor de 80 representantes de la ciencia, ciudades, organizaciones ambientales y planificadores intercambiaron ideas en la conferencia «¡La naturaleza urbana funciona!» y discutieron junto a representantes del Consejo Asesor para Asuntos Ambientales, la Cámara Federal de Arquitectos, la ciencia y las asociaciones, sobre cómo se pueden potenciar los efectos positivos de la naturaleza urbana sobre la salud de las personas y, por tanto, sobre el desarrollo urbano. Los enfoques importantes para una mejor implementación son la dotación de personal suficiente en la administración, una cooperación interdepartamental más fuerte y la creación de una mayor naturaleza vinculante del paisaje y las especificaciones de planificación de espacios abiertos.

Información de contexto

El Ministerio Federal de Medio Ambiente y Protección del Consumidor y la Agencia Federal para la Conservación de la Naturaleza están financiando actualmente una serie de proyectos sobre el tema de la naturaleza urbana en el programa federal para la diversidad biológica y en el programa «chance-natur – financiación federal para la conservación de la naturaleza». «: El proyecto de conservación de la naturaleza a gran escala «Natürlich Hamburg!» crea espacios verdes y parques en el centro de la ciudad de una manera más natural y en red con las áreas protegidas en las afueras de la ciudad y al mismo tiempo permite más experiencias naturales en las reservas naturales .

En el concurso “Ciudad natural: los municipios crean diversidad”, 40 municipios fueron premiados por querer implementar sus soluciones ejemplares para tener más naturaleza en la ciudad y hábitats amigables con los insectos. La etiqueta “ StadtGrün cerca de la naturaleza“ se otorga a los municipios por su compromiso ejemplar con el diseño natural de los espacios verdes. Y el proyecto “Mil jardines, mil especies” apoya a las personas en el diseño de sus jardines y balcones para que sean amigables con los insectos y cercanos a la naturaleza.

Para ayudar a los municipios a preservar y desarrollar la naturaleza urbana, el Ministerio Federal de Medio Ambiente desarrolló un programa de medidas de 26 puntos con el Plan Maestro de Naturaleza Urbana en 2019. Con la naturaleza urbana prioritaria de financiamiento en el programa federal Diversidad Biológica, el Ministerio Federal de Medio Ambiente y Protección del Consumidor está implementando una medida central y apoyando enfoques innovadores para una mayor diversidad biológica en ciudades y comunidades.

Infraestructuras: poder, espacio, etnografía

Alejandro Camargo -Universidad del Norte, Colombia

Simón Uribe - Universidad del Rosario, Colombia

La vida cotidiana transcurre en medio de infraestructuras que se expanden, se contraen, se deterioran, se renuevan, aparecen y desaparecen. Pensemos en la interconexión vial Yatí-Bodega en las llanuras del Caribe colombiano. Este megaproyecto consiste en una infraestructura vial de 12 kilómetros que incluye 2 puentes: Santa Lucía, de 1 kilómetro de longitud, y Roncador, de 2,3 kilómetros. Este último es el puente más largo del país. El objetivo de esta obra fue permitir la comunicación terrestre en la Depresión Momposina, una zona inundable donde el movimiento abrupto y constante de las aguas de ríos y ciénagas pone serios desafíos al transporte terrestre. Por esta razón la obra fue pensada como una estrategia de adaptación al cambio climático. Igualmente, la infraestructura conecta las dos vías más importantes a nivel nacional, disminuye los tiempos de espera para atravesar el río Magdalena y acorta el tiempo en la comunicación con el interior del país. Al inaugurarse en marzo de 2020 en medio de la pandemia de COVID-19 (y de manera controversial después de casi un año de haberse finalizado su construcción), la obra también fue presentada como una forma de garantizar el transporte de

alimentos, medicinas, enfermos, ambulancias, personal médico, y demás personas y cosas necesarias para sobrellevar el aislamiento de los habitantes de la región (Invías 2020). Estas nuevas formas de conectividad llevan consigo la promesa del desarrollo económico, la generación de empleo, el turismo, el transporte eficiente y el bienestar para al menos 500 000 habitantes (Fondo de Adaptación s. f.) en una zona históricamente caracterizada por la pobreza y la desigualdad.

A pesar de las expectativas, la promesa de un futuro mejor ha encontrado obstáculos. Algunos habitantes de la zona difundieron en redes sociales fotografías que mostraban fisuras en la infraestructura, lo cual alimentó una serie de cuestionamientos locales sobre su estabilidad e impacto (“¿Por qué no empieza a funcionar el puente Yatí-Bodega?” 2020). Antes de que existieran los puentes, pescadores, mototaxistas, operadores de ferry, vendedores informales, entre otros, prestaban servicios relacionados con el transporte fluvial. La nueva obra los desplazó y por lo tanto muchas de estas personas exigieron al estado (En este artículo empleamos deliberadamente los términos estado y gobierno en minúsculas, con el fin de enfatizar la naturaleza heterogénea de las prácticas y los actores que los configuran, y que confrontan la visión dominante de estos como entes monolíticos desligados de las dinámicas sociales e históricas en que se inscriben.) una compensación por los daños causados (Álvarez 2020). Por otro lado, si bien esta infraestructura buscaba la conectividad y el flujo de personas y objetos, quienes la concibieron no consideraron su relación con la navegación por el río Magdalena.


Todas las semanas cruzan 10 convoyes cargados de petróleo por esta parte del río, pero el puente dificulta la navegación porque la distancia entre las columnas que lo soportan es de 160 metros y los convoyes necesitan 190 metros para poder transitar (Correa 2020). Además, mientras en una orilla del río Magdalena, debajo del puente Roncador, se ha formado progresivamente una barra de sedimentos, en la orilla opuesta la erosión poco a poco ha transformado el cauce. El río se está moviendo, como lo hacen los ríos generalmente. Pero al parecer este fenómeno tan común no fue tenido en cuenta dentro del conjunto de cosas y seres que se movilizarían en torno a la infraestructura vial. Aun así, un ingeniero que participó en la construcción de la obra manifestó sobre la sedimentación que “la culpa no es del puente”, sino del río (Correa 2020), aunque este fenómeno pueda afectar la estabilidad de la infraestructura en algún momento.

En las últimas dos décadas el interés por las infraestructuras en las ciencias sociales en general, y en la antropología en particular, ha crecido de forma significativa y el caso de la interconexión vial Yatí-Bodega nos permite entender por qué.

Esta obra no es solamente un trabajo de ingeniería basado en unos cálculos matemáticos y físicos, y en la disposición de materiales y objetos. Esta obra encarna un proyecto estatal insertado en unas lógicas y tiempos burocráticos locales, así como en discursos globales sobre la modernización, el progreso y el cambio

climático. La interconexión vial implica una transformación del paisaje y de las relaciones sociales que ocurren allí, al punto de producir ganadores (quienes se benefician de la reducción de las distancias y el tiempo) y perdedores (los desplazados por la obra).

De esta manera, la interconexión vial Yatí-Bodega nos recuerda una de las tesis centrales y clásicas de los estudios sociales sobre las infraestructuras: “las máquinas, las estructuras y los sistemas modernos de cultura material [...] encarnan formas específicas de poder y autoridad” (Winner 1980, 121)i .

Un segundo aspecto de la interconexión vial Yatí-Bodega que nos ayuda a entender la relevancia de las infraestructuras para las ciencias sociales contemporáneas tiene que ver con su temporalidad. En esta obra convergen los tiempos burocráticos que hay detrás de su aprobación y puesta en funcionamiento, los

tiempos geológicos que subyacen a la acumulación constante de sedimentos fluviales y la erosión progresiva del cauce, y los tiempos futuros de las expectativas y promesas de “modernidad, desarrollo, progreso y libertad” que traen consigo esta y muchas otras infraestructuras (Appel, Anand y Gupta 2018, 3). La obra misma emerge en un momento histórico particular caracterizado por un “boom” de las infraestructuras. El rezago histórico de conectividad e integración interna y hacia los mercados internacionales ha sustentado en Colombia un auge de megaobras

viales, proyectos de conexión multimodal, y planes de recuperación de líneas férreas y de navegación fluvial del río Magdalena.

Una temporalidad que atraviesa esas otras formas del tiempo social, ecológico y político de las infraestructuras tiene que ver con la velocidad. Paul Virilio (1986) plantea que en las sociedades contemporáneas la velocidad aparece como una lógica dominante en la organización de la economía, el espacio, la política e incluso

lo militar. En ese sentido, la velocidad se ha convertido en una forma de control de la distribución de la riqueza y el dinero, y ha implicado la aceleración del tiempo y la reconfiguración del espacio. La interconexión vial Yatí-Bodega es precisamente

una intervención infraestructural en el paisaje que busca acelerar el tiempo y reducir las distancias para dinamizar diferentes aspectos de la economía, y de la conexión entre gente, cosas y otros seres. Al hacerlo, la obra refleja también el lugar de las infraestructuras en los flujos no humanos (del agua y los sedimentos fluviales, por ejemplo) y, en consecuencia, en la manera como se conectan con la naturaleza.

Sin embargo, en este caso particular la aceleración de los flujos terrestres producto de la obra de interconexión paradójicamente ha implicado la desaceleración de la navegación fluvial de los convoyes petroleros (otro circuito económico de gran importancia económica para el país). Esta falla en la infraestructura, así como las grietas denunciadas por la comunidad, son parte de un proceso

más amplio de deterioro y tensión dentro de la misma obra, lo cual podría llevar a momentos de eventual reparación y transformación física del puente. Esta contradicción refleja otra de las principales tesis de los estudios sociales sobre infraestructuras, que precisamente tiene que ver con su temporalidad: las infraestructuras son procesos inconclusos, y por lo tanto están inevitablemente sujetas a fases de decadencia, obsolescencia, mantenimiento y reparación (Carse y Kneas 2019; Ramakrishnan, O’Reilly y Budds 2021).

Un tercer aspecto de la obra vial en la Depresión Momposina que nos permite comprender el lugar que ocupan las infraestructuras en las ciencias sociales se refiere a la experiencia cotidiana. Las fotos de las grietas que circulaban en redes sociales con el presagio de un posible colapso, así como las protestas de quienes

se vieron damnificados y desplazados por la obra, son tan solo unas de las múltiples maneras como los habitantes de la zona experimentan la presencia de la infraestructura en sus vidas. La observación de este tipo de experiencias ha inspirado otra de las ideas básicas pero fundamentales en los estudios sociales sobre

infraestructuras: que estas tienen significados disímiles para diferentes grupos sociales (Star 1999). La etnografía ha sido crucial para explorar la manera como la gente construye esos significados y sentidos sobre las infraestructuras desde

sus experiencias cotidianas. Carreteras y ferrocarriles (Dalakoglou y Harvey 2016; Fisch 2018), infraestructuras urbanas del agua (Björkman 2015), redes eléctricas (Abram, Winthereik y Yarrow 2019; Acevedo-Guerrero 2019) y canales (Carse 2014) son algunos de los lugares y ensamblajes donde la vida cotidiana se entrelaza con las promesas y expectativas del progreso y el desarrollo, así como con las múltiples temporalidades infraestructurales.


(…) En sus dinámicas y procesos de concepción, (co)producción y constante mutación, las infraestructuras hacen tangibles y profundizan desigualdades sociales, políticas y económicas, a la vez que expresan formas en que estas desigualdades son confrontadas a diario. Sin desconocer las distintas trayectorias que marcan esos procesos y la heterogeneidad de paisajes y temporalidades en que se arraigan, las infraestructuras descritas en los textos reseñados aquí llaman la atención sobre las tensiones, aspiraciones y profundas asimetrías de poder que las atraviesan. En este sentido, las lecturas que hacen sus autores sobre estas

no solo constituyen un aporte valioso a la comprensión de lo “social” o “natural” desde sus expresiones materiales, sino que dejan abiertas preguntas y caminos por explorar en un campo de estudio reciente y con mucho potencial.

En nuestro país

En Argentina, dada la bastedad territorial, estas cuestiones se complejizan en la medida que entran a tallar los aspectos diferenciales debido a su variedad de contextos. Solo por citar cuatro ejemplos que ilustran tales diferencias, mencionaré los casos del proyecto binacional Pascua Lama, que involucra en Chile, a la Región de Atacama, específicamente en la comuna de Alto del

Carmen en la Provincia de Huasco, mientras que en la Argentina, al Departamento Iglesia en la provincia de San Juan. El Conflicto suscitado entre las provincias de La Pampa y Mendoza por la represa construida en la provincia de Mendoza, en torno al río Atuel, que afecta la disponibilidad de agua en la provincia de La Pampa, Los conflictos en la provincia de neuquén con las comunidades originarias por los proyectos mineros, petroleros y de represas hidráulicas que afectan territorios simbólicos y comunidades asentadas en los territorios donde tales proyectos se concretan y la diversidad de situaciones que se generan en las cuencas del Iguazu-Parana-Uruguay-De la Plata y en la subcuenca Matanza-Riachuelo, con sus secuelas de inundaciones, sequías, entubamientos con escasa participación ciudadana y defectos estructurales de procedimientos y estudios de impactos no realizados o mal realizados, etc.

En lo general, pone en discusión los modelos de desarrollo que en infraestructura se imponen desde la globalización neoliberal y la escasa o deficiente respuesta soberana frente a estas imposiciones, y el no debate respecto a desarrollos deseados y consensuados con las poblaciones y actores humanos que resultan afectados por estos emprendimientos que, en general, solo benefician a sectores especulativos y financieros que se apoyan en los mega emprendimientos para ocultar maniobras especulativas, de fuga de

capitales o de transnacionalización de los modelos de desarrollo que no permiten a los Estados aplicar políticas públicas como resultado de los acuerdos ciudadanos alcanzados por las formas de democracia que no logran representar adecuadamente las voluntades ciudadanas.

Nadie se salva solo. Que cada quién haga su parte.


Daniel Roberto Távora Mac Cormack

iTodas las traducciones son propias.

 

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