De banderas, padres, familias y el sentido colectivo que se intenta desaparecer ...

 

Un gobierno, no hace mucho, decidió cambiar las imagenes de los "patriotas" en nuestra moneda nacional, por la de "animalitos" y "plantitas" ¿Se acuerdan?

Escribía hace un año: “Entre tiempos y relatos históricos, en el lenguaje se construye los símbolos que alimentan los elementos que harán crecer las relaciones en sentido comunitario o las minimizarán para el beneficio de las minorías que ejercen el poder en detrimento del bien común.” Reproduzco lo publicado entonces con motivo de la conmemoración de nuestro “día de la bandera”.

En la construcción de nuestro relato histórico se ha tratado de ocultar todo atisbo monárquico de nuestros próceres. Belgrano, San Martín y Pueyrredón, los hacedores de nuestra nación, fueron convencidos monárquicos, atentos a la violencia desmedida desplegada por los republicanos franceses, que convirtieron la revolución en una carnicería. La derrota de Napoleón en Rusia y la ascendente figura del zar Alejandro habían creado en Europa la necesidad de restaurar de una vez y para siempre la institución monárquica como forma de gobierno.

Solo Estados Unidos persistía como ejemplo republicano. Los gobiernos patrios que se sucedían a ritmo vertiginoso (Primera Junta, Junta Grande, Triunviratos, Asambleas y Directorios) tenían una cosa en común: el pánico a una retaliación española. De allí que se mantuviese "la máscara de Fernando VII" y la bandera española flameando sobre el Fuerte de Buenos Aires. De hecho, Belgrano había sido severamente reprendido por Rivadavia al enarbolar la enseña patria. Una cosa era la escarapela necesaria para poder individualizar a las facciones en pugna (que además mantenía los colores borbónicos) y otra era luchar bajo bandera propia. Curiosamente, los partícipes de esta disputa fueron convocados por el director Posadas a fin de buscar un príncipe europeo para instaurar una monarquía en el Río de la Plata.

Belgrano y Rivadavia fueron los elegidos para felicitar al rey y buscar una ocasión oportuna para proporcionar la paz a estas provincias, sin perjuicio de su libertad y sus derechos. El 28 de diciembre de 1814 ambos diputados zarparon rumbo a Europa para "unirse a la monarquía española en condiciones justas y honorables". Esta misión creó recelos entre los criollos y especialmente en el ejército. En España, la conducta de Alvear durante la tomada de Montevideo y la falta a la palabra dada, denunciada por Vigodet, había mal predispuesto a las autoridades. El gobierno de Madrid no negociaría con revolucionarios que, además, no mantenían sus promesas. Ante esta negativa de la corte española, Rivadavia, Belgrano y Sarratea -que se había unido a la misión de traer "un príncipe de la Casa Real de España a mandar como soberano este continente bajo las formas constitucionales"- decidieron hablar con el exrey en el exilio, Carlos IV.

Al pasar por Río de Janeiro, los diplomáticos argentinos sufrieron otro desaire. La reina Carlota, hermana de Fernando VII, se negó a recibirlos. Hasta entonces, habiendo sido el único miembro de la familia que no había caído presa de Napoleón, promocionaba su figura como la legítima opción de continuidad para los Borbones. Vuelto su hermano al trono, nada tenía que hablar con estos revoltosos.

Pocos años antes, Belgrano se había entusiasmado con la propuesta del carlotismo, que además era bien visto por la diplomacia británica. El problema es que Carlota estaba casada con Juan VI de Portugal y los lusitanos eran los enemigos acérrimos de las colonias por sus pretensiones territoriales.


 

Así las cosas, siguieron a Londres donde se encontraron con Manuel de Sarratea que había iniciado un proyecto que entusiasmó a Belgrano y Rivadavia: coronar al infante Francisco de Paula, hijo menor del exrey Carlos IV (aunque fuera fruto de los escarceos entre la reina María Luisa de Parma y el ministro Godoy). Con la anuencia de los británicos (gesto indispensable para que los porteños tomasen alguna decisión) fueron a entrevistarse con Carlos IV que vivía su exilio en Roma. El retorno de Napoleón a Francia después de haber permanecido en la isla de Elba, le daba algunas posibilidades al ex monarca de volver a ocupar el trono de España.

De intermediario actuó el conde de Cabarrús, hijo de un asesor de finanzas del reino, con quien firmaron un compromiso, "a fin de conseguir del justo y piadoso ánimo de su majestad... la cesión del serenísimo infante con Francisco de Paula".

Ya se habían planteado una constitución para una monarquía parlamentaria, se tenía pronto el escudo de armas del nuevo reino (diseñado por Belgrano) y los distintos títulos mobiliarios que habrían de repartirse entre los políticos criollos a fin de crear una aristocracia local. También estaba decidido que Carlos IV y Godoy, el llamado Príncipe de la Paz, habrían de cobrar una anuencia anual por el resto de sus días.

Sin embargo, el temor a Napoleón que tenía Carlos IV y la negativa de Fernando VII a ceder un ápice de su poder sobre las colonias, echó por tierra los planes de los diplomáticos porteños. Sarratea no se dio por vencido y junto a Cabarrús propuso secuestrar al infante, circunstancia que irritó a Belgrano, quien por poco llega a un duelo con el conde.

En julio de 1815 el Directorio revocó los poderes de Belgrano y Rivadavia. El primero después de permanecer unos días en Europa, volvió al país para comandar la compleja situación mundial con los asistentes al Congreso de Tucumán.

Mientras tanto, Rivadavia y Sarratea continuaron con la idea de traer un monarca a estas orillas. En mayo de 1816 el conde de Cabarrús entrevistó al primer ministro español don Pedro Ceballos, con un poder de Sarratea, a fin de establecer un reino independiente en el Río de la Plata. Ceballos rechazó de plano la propuesta. Sin embargo, esta negativa no intimidó a Rivadavia quien se presentó ante el mismo ministro con las credenciales vencidas extendidas por un Director Supremo que ya no ejercía. En la carta de presentación el futuro presidente argentino le pedía a Fernando VII "que se digne, como padre de sus pueblos, a darles a entender los términos que han de reglar su gobierno y administración".

A pesar del reconocimiento de su vasallaje al monarca como representante de una colonia integrante de la monarquía, Rivadavia fue expulsado de España el 16 de julio de 1816, cuando aún se desconocía que las Provincias Unidas, acababan de declarar su independencia de la metrópolis.

Las propuestas monárquicas se sucedieron y fue el mismo Belgrano quien propuso consagrar a un inca como rey de esta comarca. La idea fue defenestrada por el diputado José Manuel García y Tomás de Anchorena, quienes ridiculizaron la propuesta, argumentando que ninguna princesa europea estaría dispuesta a casarse con un "cholo".

Las ideas monárquicas subsistieron hasta que la fallida constitución de 1819, redactada por muchos integrantes del Congreso de Tucumán (es decir lo más granado de la intelectualidad del exvirreinato) fueron rechazadas por los caudillos del interior, justamente por la posibilidad de caer en una monarquía parlamentaria tipo británica.

Los últimos días de Belgrano estuvieron signados por esta disputa ya que entregaba su último aliento mientras Buenos Aires se sumía en el caos al no haberse aprobado ni la constitución de 1853, ni una forma de gobierno nacional.

Como decíamos al comienzo, las inclinaciones monárquicas de nuestros prohombres fueron escondidas en un segundo plano ya que el nuevo proceso educativo del Centenario debía borrar toda mácula de los hacedores de la Patria a fin de que los hijos de los inmigrantes (arrojados de la vieja Europa gobernada por monarcas) pudiesen sentirse orgullosos de la amplia visión de los constructores del país que habían adoptado. Cabe comprender que no hay nada "pecaminoso" en la actitud monárquica de Belgrano y tantos otros, que veían con naturalidad las funciones de un rey así como otras instituciones propias de la época.

Entender la historia es ubicarse en la cronología y el espacio, las ideas y cosmovisión de los agentes actuantes en ese tiempo y lugar. Juzgarlos con la moral e ideas del siglo XXI es distorsionar las perspectivas de esos individuos, incurriendo en un tendencioso anacronismo.

La Bandera constituye parte de esos símbolos que interpelan el presente en la historia que le dieron origen y en lo que hoy hacemos con tales instrumentos, resignificándo representaciones y valores respecto a la herencia común de lo que produce una identidad común …

La humanización distribuye el poder en orden a esas representaciones comunes que colocan el “todos” por encima de lo particular. Todo lo que queda por fuera o distorsiona formas de hacer pensar decir, imaginar, los tiempos humanos en la tierra, son los poderes que intentan privilegios y sostener distribuciones injustas y desiguales que propician conflictos y aumentan dolor y sufrimiento.

(Fuente: https://www.ambito.com/opiniones/belgrano/dia-la-bandera-lo-que-no-sabemos-n5111177

https://andandorealidades.blogspot.com/2020/06/sabado-20-de-junio-de-2020-llega-el.html )

En estos días de la peste, un trapo celeste y blanco, como excusa para intentar un diagnóstico integral que interrogué las relaciones sociales, lo que se vive en común, y el sentir particular en las grandes ciudades metropolitanas, y en los pequeños poblados provinciales. ¡¿Que nos une?! ¡¿Que nos identifica como argentinos?! ¡¿Cúal es el sentido común, el que le da forma a eso de pertenecer a algo mas grande que uno mismo, el de “ser parte” de un país, de una “patria” cuya bandera la simboliza?! El debate que provoca y la manera en que continúa idearios y propuestas clásicas; actualizando y trayendo al presente postulados teóricos que pensaban la ciudad, el pueblo, la comunidad, utópicamente como una demanda de valores, de construcción de un lugar donde el otro deja de ser una amenaza y pasa a ser alguien para construir algo. En ese sentido, en medio de una época destructivamente capitalista, hace de las ciudades, los pueblos de los territorios habitados, sociedades; y de las sociedades, ciudades pobladas por sujetos colectivos, insertados, imbuidos en lo urbano, o en el modo pueblerino.


En el marco de las relaciones mercantiles, opera una cultura de la utilidad donde las sensibilidades están polarizadas y dormidas. La racionalidad instrumental que emerge de las nuevas relaciones de producción y trabajo digital, en línea de The Society 4.0; donde expandir los ingresos es una categoría que impera y coloniza las sensibilidades sociales. De esto se desprende la reciprocidad entre las sensibilidades y los asentamientos humanos con sus disimiles características singularizando las experiencias urbanas de las grandes concentraciones de las experiencias mas comunitarias y pueblerinas de los espacios habitados en la amplia geografía, constituyendo el “mundo rural”. Ambas sacudidas y anudadas a los procesos globales por medio de las imágenes de mundo que operan como estructuras que nos ‘acomodan’ los hechos de una determinada manera; es decir, Constituyen formas de clasificar y dar explicaciones de los fenómenos sociales, sus causas, las soluciones acordes, el lugar de los agentes” (Cena, 2014: 85); delimitan las formas en que lo identificado como problemática social es y ‘debe’ ser abordado. Este horizonte, se expande a todos los rincones y periferias de los territorios urbanos o de los poblados agrarios y/o ganadores con sus características de “provincialidad”, reproduciendo sus contradicciones y asimetrías radicales de su historia. En ese sentido, tiene un componente cognitivo que se aprende colectivamente: se trata de emociones ligadas profundamente a creencias y comportamientos sociales.

El régimen de acumulación capitalista imperante, hoy en su fase neoliberal que impone la financiarización como elemento constitutivo de toda relación y las Políticas de Sensibilidades funcionales a las relaciones productivas, así mediatizadas; situadas en contextos geo-culturales particulares, en una temporalidad similar, reflejan dinámicas sociales particulares, en tonalidades que evidencian la identidad del espacio observado.

La estructura social que configura y ordena los vínculos de dominación, refleja relaciones de poder en particulares campos sociales, donde la interacción que moviliza y profundiza el orden establecido, devela prácticas y percepciones que despliegan segmentos de la población en posición subalterna y dominada a los dispositivos institucionales que garantizan ‘lo-que-se-supone’; cercando y delimitando el desplante de cada individuo, en todo ámbito de la vida.

ver, sentir y actuar, cobra otras dimensiones de interés conceptual muy riguroso.

Pero, sobre todo, adquiere perspectiva colectiva que nos hace ver qué es lo que nos mueve como habitantes del territorio desde las particulares maneras de sentir el mundo. Ese aporte es noticia e invitación para leer, compartir estos hallazgos, estos descubrimientos y explicaciones; sentires que empoderan el sentir y plantean propuestas de vivir común. El análisis planteado nos permite observar, al mismo tiempo, desde adentro y fuera de la máquina capitalista, utilizar y demoler la razón instrumental que ha nacido de sus entrañas para devolverle a las comunidades, el sentido de “destino común” y “tarea de todos” que la bandera simboliza y que estamos olvidando drástica y rápidamente bajo las luces de una globalización que nos impone formas de vivir y de producir alejadas de nuestros propios intereses y de la posibilidad soberana de elegir como hacerlo, de que modos, administrando conscientemente y con identidad los territorios que habitamos.

Pablo Taranto, periodista del medio cooperativo “Tiempo Argentino”, trabajó en un par de empresas de medios que insiste en llamar "corporativos" sólo para diferenciarlos de esta experiencia singular en muchos sentidos: “además de no tener patrones, Tiempo tiene buenos periodistas y buenas personas.”, sostiene. Escribió en la edición digital de ese medio, en el día de hoy.

Furia estatizante, cruzada confiscatoria, el fantasma de Hugo Chávez recorriendo el país al grito de “exprópiese”. La derecha vernácula y sus principales editorialistas vivieron una semana de zozobra, subyugados por dos amenazas simultáneas: la de la vicepresidenta y la del Papa. Cristina propuso reformar un sistema de salud fragmentado que la pandemia ha obligado a integrar “a las patadas”. Los prestadores de la medicina privada escucharon lo que quisieron: según Claudio Belocopitt, el más mediático de los popes de las prepagas, el kirchnerismo busca desfinanciarlas, ponerlas de rodillas y, “sobre los escombros y la ruina de la salud de millones de argentinos”, estatizarlas.

Casi al mismo tiempo, Francisco repetía ante la OIT algunos de los postulados centrales de la doctrina social de la Iglesia durante el último medio siglo, ninguna novedad. Habló de todo eso que a la derecha la tiene sin cuidado mientras no se subleve: pobres, sindicatos, movimientos populares. Se necesita “una reforma a fondo de la economía”, dijo. Y al cabo pronunció la máxima herejía, en rigor nada que no se venga diciendo desde el Concilio Vaticano II: la propiedad privada es “un derecho secundario”, subordinado a un derecho mayor, que es “el destino universal de los bienes de la tierra”.

Las palabras de Cristina y Francisco vinieron a echar sal en una herida imaginaria que el nuevo capitalismo de este siglo, negacionista y predatorio, se autoinflige para ejercer una tarea que siempre le sentó bien: el macartismo desenfrenado. Una encuesta acaba de identificar a las figuras internacionales “más odiadas” por los votantes de Mauricio Macri: Maduro roba, Evo entra segundo y Bergoglio, muy cerca, completa el podio. ¡Hasta el Papa es comunista!

Las acechanzas a la propiedad privada se multiplicaron esta semana. Tras la pretendida asonada estatista de CFK, que aterró a los dueños de la salud privada; los dueños de la tierra clamaron por seguridad jurídica ante un comentario del presidente, durante un acto en Mercedes por la urbanización de lotes y la entrega de créditos para construir. “No tiene sentido tener tierras improductivas cuando alguien está necesitando un terreno”, dijo. Para la Mesa de Enlace, fue una invitación a la usurpación y aun más: la negación del derecho de herencia.

Por fin, una ordenanza aprobada por el Concejo Deliberante de Avellaneda encendió todas las alarmas: “parcelamiento y edificación obligatorios”, un instrumento de gestión urbana diseñado para garantizar un acceso justo al hábitat. Si tras un plazo de ocho años el inmueble sigue en desuso, la propiedad se declara de utilidad pública y queda sujeta a expropiación. Es decir, el Estado lo compra a precio de mercado. Un golpe a la especulación inmobiliaria en un contexto de fuerte déficit habitacional. La derecha pura y dura que impone su sentido común a la sociedad desde los medios corporativos ve otra cosa: un soviet que asoma al otro lado del Riachuelo.

Nada, absolutamente nada, indica que este gobierno piense en algo remotamente parecido a abolir la propiedad privada –la prueba cabal es la marcha atrás de una medida perfectamente constitucional como la expropiación de la cerealera Vicentin–, pero el runrún de la expropiación ya está instalado. El conservadurismo argentino se ha vuelto tan reaccionario que ya no tolera escuchar siquiera las más escrupulosas tradiciones cristianas –“el derecho común de todos a usar los bienes de la entera creación”–, menos hablar de redistribución, y mucho menos, de derechos.   « 

(Tiempo Argentino)

En el actual escenario que definirá las candidaturas para las elecciones de medio tiempo, en las próximas dos semanas, hablo Cristina. La palabra de la Vice-presidenta y ex-presidenta de los argentinos, nunca pasa desapercibida…

Cuando Cristina Fernández de Kirchner habla en público, su discurso funciona. La palabra de la vicepresidenta impacta en la coyuntura, abre agenda, dinamiza a propios y ajenos. La iniciativa de reformar e integrar el sistema de Salud movió el avispero, con razón. Catalizó el debate que, en caso de prosperar, sería largo, añoso. Los sistemas democráticos son reformistas de tranco lento. Un cambio de ese tipo debería negociarse, pasar por el Congreso, conseguir consenso o aquiescencia de sindicatos --hasta de la Confederación General del Trabajo (CGT)-- de gobiernos provinciales, de efectores privados.

Otra frase de Cristina, pronunciada como cierre del discurso, apunta al corazón y al cerebro del Frente de Todos (FdT): “vamos a salir con las vacunas, vamos a vacunar a todos los argentinos y las argentinas y vamos a volver a ser felices”. Las campañas de vacunación son un pilar. Abrir una perspectiva de futuro, una necesidad.

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Macri, auténtico: El ex presidente Mauricio Macri dio rienda suelta a su idiosincrasia: cometió sincericidio por partida doble. Primero, al quejarse, de modo rudimentario, porque el sistema democrático no funciona a botón. Segundo, en una intervención tremenda, homologando a la pandemia con una gripe agravada. Ostentó semejanzas con el presidente Jair Bolsonaro y su gripezinha. Luego se retractó, inverosímil y enrevesado. Voceros y partidarios del Gobierno lo destacan, viralizan y repiten. Intuyen que mostrar repetidamente a Macri es pura ganancia. Los medios hegemónicos esconden las confesiones-metidas de pata, fuera de las tapas, los títulos, los zócalos. Quizá los portavoces oficialistas deberían dosificar la fruición con Macri, (por)que es el pasado. Y centrarse más en las vacunas, la economía, lo que vendrá. Puede ser cuestión de retocar las proporciones.

Entre tanto, el gobernador Gerardo Morales se empeña en robustecer las bases de su legitimidad, así sean espurias. Sus aliados en el Poder Judicial jujeño concretan una condena ilegal un contra Milagro Sala, perseguida y presa política: por ser mujer, luchadora social, indígena y rebelde.

Morales calcula que consolidará su caudal de votos en las elecciones provinciales del domingo que viene; es factible que acierte. Simultáneamente, el gobernador-carcelero avala la candidatura de Facundo Manes en Buenos Aires. Manes escoge el clásico perfil del prestigioso en la sociedad civil que “llega” a la política para remozar identidades, gambetear grietas y llevar propuestas, sin polarizar, discriminar… ni siquiera gritar. Dos movidas (una taimada, otra astuta) que exhiben sendos rostros del radicalismo del siglo XXI: uno identitario jugando de local, otro buscando maquillarse en la provincia que le dio la espalda dos años atrás.

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La economía, variable eterna: Las elecciones nacionales, hoy en día, interesan a contadas personas, una minoría. En su momento, serán masivas y decisorias. Como en cualquier contienda, dirigentes, consultores, asesores, candidatos, periodistas, se preguntan qué variables “tendrán en la cabeza” millones de ciudadanos. Nadie lo sabe a ciencia cierta, se aceptan apuestas.

Cuanto incidirá la pandemia, un enigma de la etapa. El Gobierno aspira a que se valore la vacunación, a que la felicidad de tantos argentinos al recibir su dosis se trasunte en el veredicto popular.

La opo machaca que no hay vacunas (sambenito que se debilita, a medida que pasan los días). Ansía hacerse fuerte denunciando las restricciones a las libertades, al trabajo. La presencialidad en las escuelas, otro ítem al que le ponen fichas.

Seguro, intuye este cronista sin originalidad y leyendo precedentes locales o internacionales, la economía será crucial. El expresidente estadounidense Bill Clinton lo cifró en su consigna imbatible.

El presidente Alberto Fernández llegó a la Casa Rosada prometiendo crecimiento, redistribución del ingreso, más y mejor trabajo. El compromiso se reiteró para este año: los ingresos populares tienen que ganarle a la inflación, hacerse un toque menos regresiva la distribución de la riqueza entre empresarios y laburantes. No sucedió en la primera mitad del año porque se conjuraron la segunda ola (inesperada, ajena a cualquier radar) y la inflación, en parte responsabilidad oficial.

En el gabinete económico observan satisfechos el aumento de la recaudación impositiva y el crecimiento de la producción industrial. El ministro de Desarrollo Productivo Matías Kulfas distribuye un cuadro mostrando que dicha alza es elevada comparada con otros países. Ni qué hablar cuando se la coteja con cuatro años macristas de industricidio y destrucción del empleo.

La referencia, sólida, no induce a engaños. El crecimiento es heterogéneo, disímil. Las restricciones de los meses recientes no solo impactaron en los sectores más obvios: gastronomía, turismo, hotelería, espectáculos. También en el comercio minorista. “La gente se retrajo, se preocupó, restringió el consumo”, explican en zonas aledañas a la Casa de gobierno. Recuperar el dinamismo es imperativo aunque no sencillo.

Las reacciones ante la inflación son diversas. Aluden al poder relativo de distintas organizaciones y a la capacidad de intervención estatal. Se reabren las convenciones colectivas, algunas porque lo preveían y otras por imperio de la necesidad. El Ministerio de Trabajo y el equipo económico acompañan las revisiones, cuando no las inducen.

Se otorgan aumentos de prestaciones estatales para jubilados con la mínima, jefas de familia que perciben la Asignación Universal por Hijo, se amplia y fortifica la tarjeta Alimentar. Se incrementan prestaciones para integrantes de movimientos sociales incluidos en el Programa Potenciar Trabajo. Las cifras se quedan cortas, las organizaciones se movilizan,

Subsisten muchas personas sin cobertura,en la amplia franja de las pequeñas empresas, los cuentapropistas, los emprendedores particulares, los laburantes informales, autoempleados o desocupados. El Gobierno analiza contrarreloj alguna medida específica direccionada a ese conjunto, variopinto y no cabalmente sintonizado los registros estatales.

Alberto Fernández incita a ministros y funcionarios de primera línea a defender lo realizado, a salir “a la cancha” lo que se informa con más detalle en otras notas de este diario.

Con el mazo dando, se espera que esa defensa se robustezca con novedades tangibles y auspiciosas, con más plata en los bolsillos de los trabajadores.

También con cortes de carne accesibles en “la mesa de los argentinos”. “Los cortes de Pepe Mujica” bromea ma non troppo un miembro del equipo económico. El cierre de las exportaciones suscitó discusión interna del oficialismo. Hay muchas menos de las que inventa la opo… pero hay algunas.

Los aumentos de tarifas de servicios públicos detonaron una: prevaleció el ala kirchnerista, tras un tironeo con demasiado estrépito.

Suspender las exportaciones agitó polémica: en el equipo económico se mostraban remisos. Arguyen que se debe mantener vivo el mercado que se abrió en China. Es menester acumular divisas. La primera línea del kirchnerismo impulsaba el cierre. AF lo resolvió, en un gesto de autoridad. Ahora, mediando negociaciones y tratativas varias, el Gobierno confía en anunciar pasado mañana una reapertura parcial dejando para el consumo interno los cortes prreferidos por los argentinos, aquietando sus precios domésticos. Y amarrocar divisas imprescindibles. Sobre todo para prevenir embestidas del establishment económico, tan proclive a fomentar corridas del dólar en vísperas de elecciones.

El ministro de Economía Martín Guzmán y Kulfas “atendieron” a las corporaciones patronales, de cuerpo presente y de viva voz. Otra imagen de la semana que amerita un párrafo en esta crónica.

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Funes, el desmemoriado: Los dos ministros, en sucesivas jornadas, apestillaron a la cúpula de la Unión Industrial Argentina (UIA) en la persona de su flamante titular Daniel Funes de Rioja. Sin verbalizarlo así, reprochan a Funes ser desmemoriado, a diferencia de su tocayo borgeano. El hombre no registra la catástrofe macrista, los Anticipos del Trabajo y Producción (ATP) que embolsaron una parva de empresas industriales en 2020 sin contrapartidas, para salvarse del naufragio. No registra el crecimiento industrial mencionado en esta columna: afirma que sólo la Construcción crece. Padece amnesia respecto de subsidios, exenciones, moratorias y créditos que llegaron a Pymes durante el mandato de Alberto Fernández.

Guzmán le charló en un marco extraño. El jardín de un hotel VIP, al aire libre, con un frío digno de mención, los capos de la industria arrebujados en sobretodos cuando no en frazadas. Los anotició: “no esperen de nosotros una economía con pocos impuestos y bajo costo social”. Apeló a la primera persona del plural recordando a quienes “nos votaron”, nombrando a la fórmula presidencial entera: AF y CFK.

Kulfas se había valido del vocativo para una catilinaria enrostrada a “Daniel”.

Los ministros demarcaron territorio, fueron frontales como pocas veces antes. Alegan, ante quienes pueden oírlos, que lo hacen en defensa propia. Que la UIA encabeza una ofensiva opositora sin contemplaciones. La propia designación de Funes de Rioja y de una cúpula “a puro Techint” es parte de la jugada.

Las patronales interpretan que el gobierno ya fracasó, que no podrá reencauzar la economía y que por eso busca un enemigo al que culpar. Formulan la profecía y, tal como sucede con las subas de precios, aplican para que se cumpla. Alberto Fernández, vaticinan en sordina ante los mismos funcionarios o a periodistas afines, “va por todo”, quiere “aplanarlos o colonizarlos”.

Funes de Rioja se pinta la cara argumentando que le han declarado la guerra. Los ministros le propinaron dos rapapolvos, diría el economista Joan Manuel Serrat. Reafirmaron el proyecto, la convicción de que se debe redistribuir, crecer y exportar al mismo tiempo, con ese orden de prioridades. Cumplieron la directiva presidencial de bancar la gestión. Se remitieron al contrato electoral del presidente.

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Palabras, hechos, horizonte: Los próximos meses serán determinantes. Como cualquier gobierno popular en tiempo de elecciones, el FdT se empeñará en mejorar pronto las condiciones materiales de vida de los argentinos. Asume que es su deber y que tendrá mejores perspectivas en el cuarto oscuro.

Se atraviesa el peor momento de la peste, que abruma a la población y redobla los deberes del Estado. Antes que nada, se precisan realizaciones, hechos, las famosas efectividades conducentes.

Cristina, en pocas palabras, abrió otro carril: una narrativa que pronostique escenarios futuros, que reparta también esperanza.

Las polémicas mediáticas, de café o de quinchos suelen confinarse en el pasado. La vida cotidiana en pandemia pasa a ser un eterno presente, desolador. Las crisis, personales o colectivas, provocan (entre otras desdichas) la exagerada sensación de ser eternas. La misión del Gobierno es construir y mostrar que hay un porvenir menos oscuro y opresivo.

Representar, gestionar y hacer campaña (tres labores vinculadas e irrenunciables) fuerzan a mejorar la vida de la gente común, a ayudarla para levantar la mirada y sostener la autoestima.

(Pagina 12)

Horacio Rovelli es Licenciado en Economía por la Universidad de Buenos Aires. Profesor a cargo de la asignatura Política Económica de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), y de Instituciones Monetarias e Integración Financiera Regional en la Facultad de Ciencias Económicas (UBA). Miembro de la Comisión de Economía de la Fundación Estado, Trabajo y Producción (FETyP).  Vocal de la revista Realidad Económica. Fue Director Nacional de Programación Macroeconómica en el Ministerio de Economía y Finanzas de la Nación. Autor de numerosos trabajos publicados sobre los temas económicos y financieros. Escribe en “ElCohete a la Luna” en su edición de hoy

La Argentina supo tener un rumbo, un modelo económico y social que le permitió crecer desde junio de 1943 hasta junio de 1975 a una tasa del 3,4% anual, que duplicaba la tasa de aumento vegetativo de la población. Por ende, los niveles de desocupación, en promedio, no superaban el 4% anual y se iba formando un tejido social e industrial importante. En 1974 la Argentina era el país del continente americano más integrado, donde menos diferencia había entre los más ricos y los más pobres. Se había generado una matriz productiva que había aprendido de sí misma. Para 1970 se había comenzado a compensar las importaciones industriales con la venta al exterior de casimires, caños sin costura, acero y, en 1973, se obligó a las empresas automotrices radicadas en el país a vender vehículos y repuestos al mundo socialista. Por lo que el modelo no sólo no estaba agotado, sino que empezaba a fortalecerse en un salto cualitativo en la producción industrial.

El Modelo ISI (Industrias Sustituidoras de Importaciones) sobrevivió hasta 1976, cuando la dictadura militar desindustrializó imponiendo un modelo extractivista agropecuario-exportador y se valió para ello de la deuda externa.La deuda externa y la extranjerización y concentración económica en nuestro país imponen una matriz extractivista, agropecuaria-exportadora, por la cual no se desarrollan industrias que sustituyan importaciones, no se genera trabajo y no se integra la sociedad. Al contrario, se subordina toda la economía a satisfacer la demanda del exterior y el sector externo refleja claramente esa situación.

En un marco en que el objetivo es garantizar el superávit comercial para financiar básicamente el pago de una deuda externa con fuertes vencimientos –que obligan a reprogramar los mismos en un estado de negociación permanente– el gobierno ofrece, en primer término, que las exportaciones (a como dé lugar) superen a las importaciones y, a la vez, que el déficit fiscal primario sea el menor posible para no agravar el endeudamiento.

Esto implica un brutal ajuste de la economía nacional: debe exportarse lo que sea, sin miramientos y sin importar cómo afecta al consumo interno. Un ejemplo claro de esta situación lo constituyen las exportaciones declaradas de 37 millones de toneladas de granos de maíz en 2020 y su impacto sobre los precios de la carne aviar y porcina –y hasta sobre la bovina– en el mercado local, que incluso continúa este año en que las exportaciones de granos de maíz se acercarían a 40 millones de toneladas.

La principal pregunta es por qué debemos exportar a cualquier costo y reducir el consumo interno para aumentar los saldos exportables de alimentos y materias primas (que es lo que básicamente vendemos) y por qué no se investiga cómo y quiénes generaron esa deuda.

Es inaudito el nivel de endeudamiento cuando la Argentina ha tenido un comercio exterior superavitario en todo lo que va de este siglo XXI. En efecto, sumando desde el año 2000 hasta abril de 2021, se acumula un superávit comercial de 175.000 millones de dólares. Máxime que en los años 2005 y 2010 se realizó una exitosa conversión de títulos de deuda, disminuyéndola sensiblemente y reescalonando sus pago y, sin embargo, con el gobierno de Mauricio Macri la deuda se acrecentó en más de 100.000 millones de dólares. Con esa deuda no se hicieron obras de infraestructura y se fugaron –según estudios del Banco Central de la República Argentina (BCRA)– 86.200 millones de dólares. Es más, los cien primeros fugadores lo hicieron por 24.679 millones de dólares en cuatro años y a ninguno de ellos se lo investiga.

En ese contexto, se genera una fuerte disputa en la cúpula del poder económico en la Argentina.

Por un lado, se encuentra el sector extractivista y agropecuario-exportador –este último nucleado en el CAA (Consejo Agroindustrial Argentino)–, que son los que obtienen las divisas del exterior y los que necesitan de una devaluación permanente de nuestra moneda para reducir los costos internos (y aumentar sus beneficios y rentas). El hecho de obtener divisas les confiere un rol estratégico en la sociedad. El CAA se conformó en julio de 2020 con más de 40 cámaras y entidades como CONINAGRO (Confederación Intercooperativa Agropecuaria), Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) y Federación Agraria Argentina (FAA). Tiene asociados y sectores diversos que contemplan prácticamente todos los integrantes de las cadenas de valor agropecuarias: los productores de carne avícola, vacuna y porcina; las industrias y cámaras ligadas a la producción de soja, maíz, trigo, arroz, maní, algodón, madera y pesca, entre otros; y las empresas exportadoras nucleadas en el Centro de Exportadores de Cereales (CEC, donde participan Aceitera General Deheza, COFCO, Cargill, Glencore, Bunge, Louis Dreyfus, etc.). A ellos se suman las bolsas de cereales y acopiadores de todo el país, uniendo productores, acopiadores, comercializadores, industriales, biocombustibles y exportadores.

Del otro lado de la cúspide empresaria del país se encuentra el viejo CEA (Consejo Empresarial Argentino), que luego se autodenominó AEA (Asociación Empresarial Argentina). El CEA fue creado en el seno de IDEA (Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina) en 1967 en apoyo al ministro de la dictadura de Juan Carlos Onganía, Adalbert Krieger Vasena. Su presidente, hasta el 24 de marzo de 1976, fue José Alfredo Martínez de Hoz y como tal propició el acuerdo “APEGE” que hizo el lock-out (paro patronal) en febrero de ese año como antesala del golpe militar. Luego asumió como superministro de la dictadura de Jorge Rafael Videla. Desde 2002, el CEA se fusionó con la Fundación Invertir, conformando la Asociación Empresarial Argentina (AEA), como se la conoce hoy. Está presidida por un hombre ligado a la embajada de Estados Unidos y, como tal, principal convocante para conmemorar los 4 de julio, Jaime Campos. Sus principales directivos y vicepresidentes son Luis Pagani (Arcor), Paolo Rocca (Techint), Héctor Magnetto (Clarín), Cristiano Ratazzi (FIAT), Alfredo Coto (supermercados Coto) y Sebastián Bagó (Laboratorios Bagó), titulares de empresas que están atadas fundamentalmente al mercado interno.

Ambos bandos presionan al Estado nacional para que adopte decisiones a su exclusivo favor. La reunión del pasado martes de la UIA (Unión Industrial Argentina) –hoy recapturada por AEA– con el Ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas y el Presidente del BCRA, Miguel Pesce, nos exime de mayores comentarios y pruebas. Le pidieron, muy puestos en razón, un mecanismo de acceso a divisas de libre disponibilidad para exportadores y manifestaron “la importancia de continuar con la agenda de trabajo entre la UIA y el BCRA para el diseño de instrumentos de crédito accesibles, tanto para capital de trabajo como para la inversión».

Ambos sectores (CAA y AEA) se endeudaron y traspasaron esa deuda al Estado como han hecho en los años 1982-83 y en 2002. Durante el gobierno de Cambiemos compraron dólares al BCRA para fugar y el gobierno no atina a investigar cómo hicieron para comprar tal cantidad de divisas en cuatro años, cuando no declararon ganancias en sus empresas por esa magnitud.

A esas dos grandes fracciones del empresariado local hay que sumarle el capital financiero, cada vez más extranjerizado, con BlackRock con participación en los bancos españoles (Santander y BBVA) y en los supuestamente privados nacionales Galicia y Macro. Además, hay que considerar a los bancos extranjeros que operan en el país (Citi, HSBC, ICBC, Patagonia). Más la deuda interna (títulos en pesos) que tiene, entre otros, a PIMCO y a Franklin Templeton como sus poseedores, que no saben cómo salir de esas tenencias sin producir una fuerte caída en sus precios (que si malvenden los perjudica). Más la deuda externa y la presión del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Club de París.

Entre la presión de los acreedores externos y los “que fugaron” para que acordemos y paguemos lo que no se puede pagar, deambulan Alberto Fernández y su equipo.

El gobierno sólo atina a cumplir formalmente con todos. Por ejemplo, frena planes sociales y el gasto público en medio de la segunda ola de Covid-19 para no superar el déficit fiscal presupuestado, pese a que la inflación va a ser mayor que la estimada del 29% para todo el año 2021. Paralelamente, su política monetaria no genera créditos para la producción, el trabajo y el consumo. El total del crédito al sector privado (tanto en pesos como en divisas) convertido todo a pesos es de 3,5 billones, el 11% del producto interno bruto (PIB) –un 5% corresponde a créditos personales y el 6% restante a empresas– y es el más bajo de toda la historia monetaria desde que se creó el BCRA en 1933. Sin embargo, el mismo BCRA capta letras (LELIQs) y Pases Pasivos de los bancos por una suma mayor (3,6 billones de pesos). El BCRA capta más recursos que todo el sector privado.

Los acuerdos en la disputa

Mientras en la cúpula económica se dirime en una feroz interna cómo sigue la economía del país, los tres sectores (CAA; AEA; y los grandes bancos privados que operan en el país) coinciden fundamentalmente en dos cosas:

  1. Que la deuda externa no se debe investigar y que la debe pagar el pueblo argentino como lo sostuvo el Presidente Nicolás Avellaneda: “Millones de argentinos que economizarán hasta sobre su hambre y su sed para responder en una situación suprema a los compromisos de nuestra fe pública en los mercados extranjeros”.

  2. En que el Estado no intervenga en el río Paraná, como dice Mempo Giardinelli:Es sabido que el Paraná es uno de los más importantes ríos del mundo y la segunda cuenca sudamericana en extensión después del Amazonas. Además es fabulosa y no siempre tenida en cuenta, la recepción de aguas de grandes ríos sur continentales, como el sistema Paraná brasileño-Iguazú, el Pilcomayo, el Bermejo y la cuenca central que forman los cordobeses ríos Tercero y Cuarto y el Carcarañá santafesino. Todo esto está en riesgo porque desde la sojización de la agricultura en los últimos 20 años se han talado millones de hectáreas de bosques nativos y sus consecuencias ecológicas son brutales. Se ha expulsado a millones de personas que trabajaban los campos, se han vaciado pueblos enteros, se tienen desmesuradas tasas de cáncer per cápita y encima se ha deteriorado el control en todos los órdenes. Y todo por el Estado Idiota que hoy tenemos, que más allá del incesante esfuerzo de trabajadores y técnicos prácticamente no controla nada”.

Propuesta

Es obvio que la verdadera defensa del pueblo argentino pasa exactamente por el camino inverso:

  1. Se debe impulsar la investigación sobre los grandes compradores de divisas (y entre tanto suspender todo pago al FMI y al Club de París); aumentar los derechos de exportación (retenciones); poner “cupos de exportación” priorizando el mercado interno; y dejar de devaluar nuestra moneda. Con el mayor ingreso por las retenciones y el menor pago de los intereses de la deuda, el Estado debe impulsar la construcción de vivienda y de obras públicas –que no requieren importaciones de ningún tipo– y aumentar los salarios, jubilaciones y pensiones que depende del Estado. De ese modo, la Argentina volverá a crecer en forma sostenida y consistente.

  2. Derogar el Decreto 949/2020 que licita nuevamente el dragado del río Paraná y que vuelva a ser administrado por el Estado.

Todo otro camino es una concesión al poder económico que se paga con desocupación y bajos salarios. La pobreza de la mitad de nuestra población así lo demuestra.

Hoy se celebra también “El día del padre”. La degradada institución familiar en estos tiempos, parte de la degradación sistémica que el neoliberalismo impone en la globalización, como forma de desintegración de todo intento colectivo, supone la primacía del individuo por sobre toda otra forma de relación humana. ¡¿Como se puede ser padre sin ser “esposo”, “hijo”?! Lo individual solo se sostiene en las relaciones y la organización que distribuye roles y responsabilidades. Deberes y derechos en las relaciones constitutivas de ese orden común y de esa individualidad singular. Que este día del padre nos ayude a repensar nuestra condición como padres y como hijos, no solo en la institución familiar, sino y también en la relación con la Patria ( (del latín patrĭa, Padre) y de la “Madre Tierra” que nos gesta como pueblo y también como individuos. Que no nos engañen mas. No hay lo uno sin lo otro. Nadie se salva solo. Que cada quién haga su parte.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack



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