Racismo, lucro y validación de conocimientos en la pospandemia ...

 


Susanna Ligero, periodista, correctora y traductora. Escribe regularmente en la revista Mètode, realizó el siguiente reportaje a Angela Saini.

En 1907, en París se celebró una gran exposición colonial en el Jardín de Agricultura Tropical del Bosque de Vincennes. Allí se recrearon cinco poblados diferentes donde, además de construcciones y paisajes típicos, había personas de carne y hueso pertenecientes a la cultura representada. Casi dos millones de visitantes pasaron por aquel zoológico humano en seis meses, algunos observando boquiabiertos lo que consideraban un exotismo más, otros tomando notas que asentarían las bases del racismo científico.(Círculo de Tiza, Madrid, 2021.)

En su libro Superior. El retorno del racismo científico, la periodista científica Angela Saini (Londres, 1980) describe su visita a este lugar (en sus palabras, una especie de «Disneylandia eduardiana»), un parque abierto al público pero sin demasiadas indicaciones, con los monumentos en escombros y ningún cartel que explique por qué están allí. Una buena metáfora de lo que ocurre con el pasado colonial de tantas naciones: una reliquia vergonzosa de la cual se prefiere no hablar.

No es la primera vez que Saini pone el foco en las confusiones y prejuicios que afectan la investigación científica. Si en su obra previa, Inferior( Inferior. Cómo la ciencia infravalora a la mujer, Círculo de Tiza, Madrid, 2017.), Saini se centraba en cómo la ciencia ha estudiado las diferencias entre mujeres y hombres, en Superior la autora nos lleva a los orígenes del racismo científico para mostrarnos sus ramificaciones(Anna Mateu: «Somos seres biológicos, sociales y culturales», entrevista a Angela Saini en Mètode, 4/9/2019.) . La ciencia de la diferencia humana nació en los años del colonialismo y el esclavismo; se dividió el mundo en razas y se situó la raza blanca en un escalafón biológico superior al resto, para justificar la conquista de territorios, el robo de riquezas y la aniquilación de poblaciones. Inevitablemente, estos hechos han dejado poso en la investigación científica hasta la actualidad y Saini aborda este hecho sin titubeos.

Superior, publicado en inglés en 2019, fue considerado «Libro del año» por medios como Financial Times, The Guardian o The Telegraph, además de estar incluido entre los diez mejores libros de 2019 de la revista Nature( «Nature’s Top Ten Books of 2019» en Nature, 16/12/2019.). Tal como nos explica la autora, este libro provocó airadas reacciones entre grupos supremacistas blancos, pero también que muchos científicos e instituciones quisieran contar con ella para trabajar hacia un estudio del ser humano alejado del racismo científico. De hecho, la revista Prospect incluyó a Angela Saini en la lista de los 50 pensadores o intelectuales más importantes de 2020(«The World’s Top 50 Thinkers 2020» en Prospect, 14/7/2020.).

Su libro muestra cómo el concepto biológico de raza no funciona ni proporciona nunca datos fiables. ¿Por qué todavía tantos investigadores lo usan en su trabajo?

Creo que tiene que ver con la manera en que empezamos a pensar en las diferencias entre humanos ya desde el principio, de la Ilustración en adelante, en el nacimiento de la ciencia occidental moderna. Se asumieron ciertas suposiciones sobre la especie humana; algunas relacionadas con el género –por ejemplo, que las mujeres no eran iguales a los hombres en términos intelectuales– y otros, con la raza y la etnicidad. La idea de dividir a los humanos en grupos distintos ya es política, porque no es algo que se dé en la biología. La biología no discrimina a los humanos en grupos distintos, resulta que somos muy homogéneos. De hecho, somos una de las especies más homogéneas del planeta. Además, la manera de dividirnos siempre dependerá de las ideas políticas y de la sociedad en que vivamos. Así, cuando los científicos europeos asentaron unas determinadas categorías, estaban influenciados por el mundo en que vivían. Estaban influenciados por el colonialismo, por ideas sobre la superioridad europea, sobre la esclavitud… Todas las jerarquías de aquella sociedad se importaron a la ciencia de la diferencia humana y sentaron las bases de la investigación. Y durante cientos de años, esto es lo que han usado los investigadores en su trabajo. Estas suposiciones raciales, como las de género, se integraron en la investigación científica desde el inicio, y es muy difícil deshacerse de estas ideas una vez que están bien arraigadas dentro de nosotros, dentro del establishment.

Además de estas ideas tan arraigadas y los consiguientes prejuicios, ¿cree que hay un poco de cientificismo en esta cuestión?

Sí, lo creo, y de hecho buena parte de mi trabajo durante los últimos años se ha concentrado en este problema. Hay cierta arrogancia y soberbia en un estamento que se considera a sí mismo completamente objetivo, por encima de la sociedad y de la política, y que nada de esto es un problema para nosotros los científicos porque lidiamos con datos empíricos y estos están al margen de la cotidianidad de las personas. Esto nunca ha sido cierto. Los científicos son humanos como el resto de nosotros, se encuentran dentro de la sociedad y se ven afectados por ella. Las preguntas que plantean siempre se verán influenciadas por la sociedad y si no reconocen este hecho, están cayendo en las mismas trampas en que cayeron los científicos del siglo xix. Por ejemplo, mirando a su alrededor y asumiendo que la desigualdad tiene una causa biológica. Por supuesto, esto no es así, sino que la desigualdad es un producto de diferentes factores y tenemos que considerarlos todos.

En lugar de tratar de descubrir diferencias genéticas entre seres humanos que básicamente tienen un aspecto diferente, ¿qué preguntas podría plantear la ciencia para entender mejor, por ejemplo, la salud de las personas?

Me gustaría ver una ciencia de la diferencia que nos vea como individuos, que entienda que cada persona es única y una confluencia de diferentes factores. No solo la genética, sino la manera en que vivimos, dónde vivimos, nuestra dieta… La mayoría de las cosas que matan a los seres humanos, como mínimo en Occidente, son enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares… Cosas que dependen mucho de la forma de vivir. Así, me gustaría que la ciencia de la diferencia humana tuviera en cuenta todos estos determinantes sociales además de analizar nuestros cuerpos. Tenemos que recordar que la mayoría de las diferencias humanas las encontramos a escala individual, no grupal. Hay muy pocas enfermedades que muestren diferencias entre grupos de población, e incluso en este caso hablamos en términos estadísticos: no es que haya un gen que solo tienen los miembros de una población que no se encuentre en ninguna otra. No hay genes «negros» ni «blancos» ni «morenos». Tenemos que entender esto si realmente queremos un sistema de salud personalizado.

En el libro, encontramos, por un lado, científicos que usan las estructuras científicas como el sistema de publicación académica para justificar sus creencias racistas (con buena dosis de cherry-picking) y, por otro, investigadores que se consideran antirracistas pero que piensan que habría que explorar mejor el concepto de raza biológica. ¿Piensa que la segunda perspectiva de alguna manera ayuda a mantener la primera dentro de la esfera científica, aunque sea de forma marginal?

Sí, la confusión de términos es lo que realmente hace posible que estas ideas continúen vivas. El relato que las sustenta tiene la presencia suficiente dentro de la ciencia mainstream, todavía se cree lo suficiente en la raza biológica como para que esta continúe dentro de la ecuación, cuando la tendríamos que haber sacado de ahí hace mucho tiempo. Si la mantenemos dentro de la ecuación, tiene que ser como factor social. Por ejemplo, hace 100 años los científicos de Reino Unido solían pensar que las clases sociales eran genéticamente diferentes, que las personas pobres de alguna manera eran más débiles que las ricas. Por norma general, ya no pensamos así y lo mismo tiene que ocurrir con la raza. Hay que estudiarla, pero como fenómeno social, no como uno biológico, de la misma forma que lo hacemos con la clase social. Por ejemplo, las personas norteamericanas negras tienen tasas de mortalidad más altas que las blancas en casi cualquier cosa, pero esto no se debe a su «negritud». Las personas viven vidas muy diferentes de acuerdo con la percepción social de quiénes son y de sus circunstancias y, por lo tanto, de cómo son tratadas en este mundo. Pero veo que esta fina línea a veces se confunde y es fácil que se acabe pensando que también hay diferencias genéticas.

Aunque sea un fenómeno más bien marginal y localizado en ciertos grupos, ¿cómo puede el racismo científico reforzar los estereotipos raciales en la sociedad?

Hay dos maneras de abordar la diferencia humana: una es decir que somos prácticamente iguales por dentro, y que hay algunas diferencias marginales entre individuos y también diferencias todavía más pequeñas entre grupos de población. La otra es concentrarse por completo en estas diferencias marginales. La narrativa que se escoge es la que guiará la manera en que los públicos piensen en la diferencia humana. Me preocupa que los científicos se hayan concentrado mucho en estas diferencias y no hayan enfatizado lo suficiente las similitudes entre nosotros, cuando lo cierto es que somos prácticamente iguales bajo la piel. Por ejemplo, en Reino Unido se han dado ciertas reticencias por parte de grupos étnicos minoritarios hacia la vacuna del covid-19. Hay gente que me ha preguntado: «¿Es segura para mí? Soy negro, y creo que no se ha probado en gente negra». Y la cuestión es que no importa en quién se haya probado la vacuna, mientras la muestra haya sido amplia. No somos tan diferentes por dentro como para que un medicamento que se prueba en personas blancas pueda no funcionar en personas negras. Pero como el relato alrededor de la raza y la salud se ha centrado tanto en las pequeñas diferencias, el imaginario público arrastra la impresión de que estas diferencias son muy destacadas, cuando casi no importan. Por lo tanto, pienso que los científicos tienen que aceptar un poco de responsabilidad por eso, así como los medios. Porque todo es cuestión de narrativas, de la forma en que explicamos historias y, en concreto, la historia de la diferencia humana. Así que no culpo a la gente cuando a veces cae en estos malentendidos.

En uno de los últimos capítulos del libro, de hecho, explica cómo en Estados Unidos un medicamento para la hipertensión fue aprobado para ser vendido solo a personas negras…

Sí, esto tiene que ver con mitos raciales sobre la hipertensión [como enfermedad que afecta más a las personas negras]. Este en particular hace mucho tiempo que circula, sobre todo en eeuu, pero también en Reino Unido. Es cierto que se ven más pacientes negros con hipertensión, pero tenemos que recordar que esta es una enfermedad que depende mucho de la forma de vivir, y de la dieta en particular. Por ejemplo, mi madre tiene hipertensión y sé que se debe a su forma de vida y su dieta. Pero también influye ser una persona inmigrante: hay estudios que muestran que la presión sanguínea es más alta si eres inmigrante por las presiones y los estreses de ese tipo de vida. Por lo tanto, que se hable de diferencias genéticas en esta cuestión dice más del deseo de la comunidad médica de tener una explicación biológica muy simple para lo que en realidad es un fenómeno social complejo.

Incluso en proyectos bien intencionados, usted señala cómo la metodología para estudiar diferencias biológicas entre poblaciones a menudo ha sido problemática, sobre todo en cuanto a la protección de datos y la privacidad.

Ciertamente, esto ha sido muy conflictivo en el pasado. Hemos visto por ejemplo usos abusivos de los datos, sobre todo de los datos de poblaciones indígenas. En los últimos 20 o 30 años, hubo un gran empujón dentro del campo de la genética de poblaciones para estudiar a grupos indígenas aislados porque imaginaban que serían diferentes genéticamente en algunos aspectos. Resultó que no lo eran tanto. Pero, en el proceso, a veces los datos fueron usados de forma inadecuada. El activismo ha trabajado en respuesta a esto, porque hay cuestiones que preocupan a las personas implicadas: si doy mi adn, ¿lo usarán para estudiar cosas que me beneficien, o para tratar de encontrar alguna inferioridad genética, o para tratar de demostrar que soy distinta o extraña de alguna forma? Estos errores se han cometido, y a veces por parte de gente muy bien intencionada. Esto ha perjudicado a la ciencia, y todavía pasa actualmente. Veo todavía a científicos diciendo a grupos minoritarios: «Si no participáis en estos ensayos clínicos, quizás este medicamento no funcione para vosotros», cosa que suena a amenaza y además es falso. Esa no es la manera de llevar a cabo este tipo de investigación. Lo que hay que recordar continuamente es que es bueno tener a todo tipo de personas en los ensayos clínicos, pero no porque seamos diferentes como grupo, sino porque somos diferentes individualmente, y una muestra amplia siempre resultará más fiable que una reducida. Fijémonos en la pandemia de covid-19. La diferencia más grande que estamos encontrando [en cuanto a la gravedad de la enfermedad] es entre grupos de edad. ¿Cuántos ensayos clínicos suelen usar la edad como variable? Muy pocos en realidad, la mayoría se hacen en personas jóvenes y no lo consideramos importante. Así, me pregunto a veces por qué escogemos las variables que escogemos. No toda variable será importante según en qué contexto. Si escogemos ciertas cosas y no otras, hay que explicar por qué lo hacemos así, e involucrar a la población en estos debates, en lugar de dar por hecho que encontraremos las diferencias que ya hemos razonado que encontraremos.

A causa de su historia reciente, ¿podríamos decir que eeuu es el epicentro del racismo científico actualmente?

Esta pregunta es complicada de responder, porque por un lado sí que pienso que hay muchos mitos raciales en ese país, tanto en la comunidad científica como en la sociedad en general. Pero también tengo que decir que es en eeuu donde encontramos ahora debates muy maduros e inteligentes alrededor de la raza y la salud, y de los determinantes sociales de esta. Dentro de las ciencias sociales, la mejor investigación en torno de la raza se está llevando a cabo en eeuu. En este sentido, en Reino Unido vamos un poco atrasados, todavía se piensa primero en términos genéticos y después en términos sociales, mientras que en eeuu la narrativa ya ha cambiado. He dado muchas charlas en universidades estadounidenses e incluso he dado un par en los Institutos Nacionales de Salud. Y realmente me anima mucho ver cuánto se ha avanzado en esta cuestión.

En el libro habla de cómo otros países como China, Rusia y la India usan ahora esta narrativa, tratando de demostrar por ejemplo que sus antepasados son incluso anteriores a la salida del Homo sapiens de África… ¿Por qué caen ahora estos países en esta serie de mitos?

No pienso que sean los países en sí, sino determinadas fuerzas políticas dentro de estos países, y todo responde al auge de nacionalismos étnicos y religiosos. Veo ecos inquietantes con lo que ocurrió en la Alemania nazi, cuando el Partido Nacionalsocialista trató de crear este mito de una raza germánica diferente del resto y vincularla con el discurso de «sangre y tierra». De acuerdo con este discurso, si encontraban pruebas de esta raza germánica en cualquier lugar de Europa, entonces podían reclamar aquel territorio. Esto obviamente asentó las bases del programa eugenésico de higiene racial que llevó al Holocausto. Y veo el mismo trasfondo en nacionalismos étnicos modernos que tratan de vincular la idea de una genética diferente con el derecho a ciertas tierras, o incluso apelan a mitos fundacionales. Todas las naciones, todas las comunidades del mundo, de hecho, tienen mitos fundacionales. Pero estos se tienen que entender como historias fantásticas que tienen un propósito político y que pueden ser muy valiosas para nuestra concepción como humanos de quiénes somos, qué valores tenemos y cómo nos pensamos. El problema es cuando trasladamos estos mitos fundacionales a la biología. Esto es lo que estamos viendo pasar en países como Rusia, la India y China, cuando vemos a científicos o políticos tratando de apelar a la biología para apoyar sus ideologías.

¿Piensa que hay alguna manera práctica de impedir que el racismo activo se valga de las estructuras o metodologías de la ciencia?

Tenemos que entender que la ciencia no existe al margen de la sociedad, forma parte de ella. Tiene que basarse en el mundo real e interactuar con este, y hace falta que lo haga de una manera honesta y verídica que reconozca sus falibilidades. Pienso que hay que involucrar al público de manera que asuma que los científicos no lo saben todo siempre, que se equivocan y que muchas veces están en desacuerdo. Si el público ve esto en lugar de asumir que los científicos lo saben todo porque son muy listos y trabajan todos en la universidad y tienen siempre toda la información [riendo]… Si podemos trabajar en esta línea, la confianza en la ciencia aumentaría, porque entonces la veríamos tal como es, en lugar de imaginarla como algo perfecto. Es imposible que sea perfecta.

En su libro previo, Inferior, reflexionaba sobre cómo la ciencia ha estudiado las diferencias biológicas entre hombres y mujeres, de nuevo en muchas ocasiones dejando fuera aspectos sociales que explican algunas de estas diferencias. Me preguntaba si ha encontrado similitudes entre cómo la ciencia ha estudiado las diferencias entre razas y las diferencias entre hombres y mujeres.

Esta cuestión es compleja porque el sexo no es completamente un constructo social, sabemos que hay ciertas diferencias biológicas entre hombres y mujeres. Pero sí me preocupa que se esté cayendo en las mismas trampas del racismo científico en cuanto a las diferencias entre sexos. Por ejemplo, he escuchado voces dentro del activismo que afirman que los medicamentos que se han probado en hombres no funcionarán en mujeres. Debemos tener cuidado con estas ideas, porque no es necesariamente el caso. La mayoría de los medicamentos no funcionarán en algunas personas, pero a causa de las diferencias individuales de las cuales hablábamos. Por ejemplo, yo soy alérgica a la penicilina y mi padre también. Esto no tiene nada que ver con mi sexo, es solo que somos individuos diferentes. Pero también tengo migrañas hormonales, y eso sí que tiene mucho que ver con mi sexo, porque mis niveles hormonales cambian durante mi ciclo. Así pues, en un caso el sexo importa, y en el otro, probablemente, no. No tenemos que asumir que los cuerpos de los hombres y las mujeres son completamente diferentes y que, en cada grupo, que todos los hombres son completamente iguales al resto, y que las mujeres son iguales a todas las otras. El sexo puede ser importante en algunas cosas, pero esto no significa que lo sea en todas. En la era de las redes sociales, es muy difícil transmitir este mensaje: no es que seamos completamente diferentes o completamente iguales. Es posible que haya algunas áreas en que las diferencias importen, y otras muchas en las cuales no, y las dos cosas son verdad sin tener que caer en ninguna narrativa específica. La salud de las mujeres ha sido un motivo de preocupación, porque sabemos que a veces la medicina les ha fallado… Pero esto es por el machismo en la medicina. Tenemos que entender los matices y concentrarnos en las variables de acuerdo con la enfermedad que nos interesa. Para el covid, no importa tanto el sexo, sino la edad, por ejemplo. Para las migrañas hormonales, sí que importa el sexo. Realmente depende de las cuestiones que se investigan, y me preocupa que se usan estos enfoques tan amplios, haciendo pruebas sobre la raza y el sexo en general, a ver qué diferencias hay. Son enfoques poco refinados y no le hacen justicia a la variación humana.

De hecho, recuperando lo que hablábamos antes, para el covid-19 quizás sí que importa el sexo, pero como factor social. Hace poco en Mètode publicábamos un artículo6 sobre cómo en España, aunque la mortalidad era más alta en hombres, más mujeres se contagiaban porque se encontraban muy expuestas, como trabajadoras esenciales, cuidadoras…

En Reino Unido, de hecho, nos encontramos con que al principio los hombres se vieron muy afectados, sobre todo cuando el virus llegó a Londres, pero porque muchos repartidores y taxistas suelen ser hombres. Es un tema de demografía social, así que por supuesto los datos presentan estos sesgos. Debemos tener cuidado con no biologizar las cosas, sobre todo en una pandemia: un virus no llega a un país y se extiende de manera uniforme y afecta a todo el mundo por igual. Depende de la demografía, de la ocupación, de si eres trabajadora esencial o no, de si trabajas en un hospital… Como he dicho, a veces queremos explicaciones simples para los patrones que vemos, pero raramente encontramos estas respuestas tan sencillas.

¿Qué reacciones ha tenido Superior por parte de gente que participa activamente del racismo científico? Pienso en personas que ha entrevistado para el libro y que forman parte de publicaciones racistas, por ejemplo…

Han pasado casi dos años desde que se publicó Superior y varias organizaciones supremacistas han estado acosándome, a mí, a mi familia, a mi hijo de siete años incluso… Escribieron artículos sobre él, sobre mi marido, mis padres, mis hermanas… El maltrato fue tan terrible que abandoné Twitter y otras redes sociales. Era imposible quedarme, bloqueaba a la gente pero no daba abasto, así que tuve que irme. Fue bastante terrible.

Eso es espantoso. Confieso que pensaba más en reacciones en el mundo académico, no sabía que la cosa se había puesto tan fea…

Bien, al inicio me encontré también con reticencias por parte de genetistas de poblaciones, supongo que recordará que en un par de capítulos critico el trasfondo racista que a veces encontramos en la genética de poblaciones. Pero ahora trabajo con algunas de estas personas y hemos forjado una relación muy buena. Pienso que la narrativa dentro de la comunidad de la genética de poblaciones está cambiando, porque se han reconocido los errores que se han cometido en el pasado, y que tenemos que ser más cuidadosos a la hora de estructurar estos debates. Pero tengo que decir que el cambio más grande vino después del asesinato de George Floyd el pasado verano. A raíz de las protestas del movimiento Black Lives Matter, la comunidad científica cambió por completo su manera de hablar de estas cuestiones. Todas estas cosas sobre las cuales había escrito, que habían sido recibidas con reticencias sobre todo por parte de médicos… de repente, los médicos las aceptaban y me pedían que trabajara con ellos. Así que ahora colaboro con muchos grupos diferentes, formo parte del comité de varias instituciones científicas y museos, y hago lo que puedo para que las universidades desarrollen currículums académicos que nos ayuden a entender estos asuntos mejor.

Eso es una prueba de que este libro era necesario.

No estoy tan segura de eso, se han publicado libros similares antes, pero sí pienso que el mensaje llegó en el momento adecuado, afortunadamente.

Tribuna global NUSO Nº 293 / Mayo - Junio 2021 Raza, biología y poder

Simon Pitt Técnico de medios, desarrollador, gerente de producto, persona de software y hacedor de cosas web. Jefe de Corporate Digital en BBC, escribe en ONZERO, Las corrientes subterráneas del futuro. Una publicación de Medium sobre tecnología y personas.

una época en la que parecía que todo era gratis en Internet.

Correo electrónico gratuito. Alojamiento gratuito. Software libre. Almacenamiento gratuito en la nube. Almacenamiento de fotografías gratuito. Todos los sitios de redes sociales eran gratuitos, al igual que todos los motores de búsqueda y todos los sitios de noticias. El software que alimentaba los servidores que ejecutaban la web era gratuito. Si en algún lugar estaba la tierra de los libres, era en Internet. Algunas cosas gratis ni siquiera eran lo suficientemente gratis . Había grados de libertad: "gratis" como en la cerveza, o "gratis" como en el habla. Y lo engullimos todo. "'Gratis es un precio especial", escribió Bruce Schneier en Data and Goliath , "ha habido todo tipo de investigaciones psicológicas que muestran que las personas no actúan racionalmente en torno a él".

No actuamos racionalmente.

Algunos dijeron que si algo fuera tan libre como en el habla , estarían dispuestos a pagar por ello. Pero la mayoría de nosotros vinimos por los regalos. La libertad que ofrecían las licencias de código abierto era un extra opcional. ¿Cuántos descargaron Firefox o GIMP y comenzaron a cambiar el código subyacente? La gran mayoría estaba simplemente satisfecha de que no hubiera etiqueta de precio. Si sus ambiciones digitales fueran modestas, podría hacer todo lo que quisiera en línea sin gastar un centavo. 

Dicen que no existe el almuerzo gratis. Pero en Internet, no existían los pagados almuerzos . Todos eran almuerzos gratis, todo el tiempo. Cada sitio era un buffet digital de todo lo que pudiera comer, y aunque el software puede haber estado devorando al mundo , el mundo también se estaba comiendo al software. Con tanto disponible de forma gratuita, la idea de cobrar por las noticias, los correos electrónicos o el almacenamiento de fotos era insostenible. Si cobrara por su servicio, simplemente no se usaría. Varios servicios de pago ahora desaparecidos descubrieron esto por las malas. "Cansados ​​gigantes de carne y acero", escribió John Perry Barlow en 1996 en Una declaración de independencia del ciberespacio , "No son bienvenidos entre nosotros". Parecía que las leyes de la economía tampoco eran bienvenidas.

Si sus ambiciones digitales fueran modestas, podría hacer todo lo que quisiera en línea sin gastar un centavo.

No solo nosotros, los consumidores, éramos irracionales acerca de las cosas gratis. Las empresas que los proporcionaban tampoco eran del todo racionales. Los periódicos cobrarían por su papel físico pero regalarían su contenido en Internet. La economía no cuadraba.

Una de las razones por las que "gratis" parecía tan plausible era que había tanto dinero de la tecnología flotando. Las valoraciones estaban por las nubes y el capital inicial siguió llegando. Microsoft no se molestó en cobrar por Windows 10. En 2014, Dropbox tenía $ 1 mil millones en financiamiento y una valoración de $ 10 mil millones, pero no se había molestado en contratar a un director financiero, un rol que la mayoría de las empresas de $ 10 mil millones considerarían crucial. Cuida los bytes y el dinero se cuidaría solo.

Un argumento fue que una vez que se escribe una aplicación (o artículo), no hay costos de fabricación adicionales. Los costos marginales, como muchos señalaron , tienden a cero. Pero fue más que esto. Las empresas estaban regalando servicios que les costaban dinero. La gente escribía código en su tiempo libre y lo publicaba en Internet. El dinero parecía ser diferente en el mundo de la tecnología. No encontraste trabajadores de la construcción que regresaran a casa después de un día de trabajo y construyeran un montón de casas gratis.

Quizás fue por eso que la piratería se volvió extrañamente aceptada. Con tantas cosas gratis, "gratis" parecía ser el precio de Internet. No estaba claro por qué un producto era gratuito y otro no, cuando ambos eran funcionalmente idénticos. "No robarías un coche", decía un infame antipiratería , pero las empresas automovilísticas no regalaban coches. “No descargarías una pizza”, dijeron. Definitivamente sería descargar una pizza gratis.

Con el tiempo, incluso los servicios que cobraban una pequeña cantidad, como WhatsApp, a $ 1 al año, se rindieron. "La gente podría preguntarse cómo planeamos mantener WhatsApp funcionando sin tarifas de suscripción", escribió WhatsApp en 2016 , explicando que no introducirían anuncios de terceros. Lo que estaba menos claro era cómo ganarían dinero. O si realmente querían hacerlo. "Incluso si no monetizan este producto", dijo el consultor de tecnología Ben Bakarin a BBC Radio 4 19 cuando Facebook compró WhatsApp por $ mil millones, "Facebook puede atraer a los próximos mil millones de consumidores de teléfonos inteligentes a su ecosistema". Todo lo que alguien quería, al parecer, era adquirir clientes. Convertir a esos clientes en dinero era un problema de mañana.

A pesar de las señales de advertencia, había algo casi caritativo en todo. Las empresas de tecnología estaban ganando tanto dinero con sus productos principales que podían subsidiar otros servicios gracias a la bondad de sus corazones accionarios. Los niveles gratuitos eran tan generosos que, a menos que tuvieras un caso de uso especial, nunca debías pagar. Fue un idilio cuasi-socialista. Los ricos nos subvencionaron al resto de nosotros. A las personas de las empresas de tecnología les gustaba tanto codificar que construían proyectos paralelos y los regalaban por el bien del mundo. Todo parecía demasiado bueno para ser verdad.

Y, en cierto modo, lo fue.

A pesar de las protestas de WhatsApp, a pesar del aparente fin de la economía clásica, a pesar de las nobles aspiraciones y el auge de lo gratuito, la realidad era mucho más prosaica. Había dinero, simplemente estaba fuera de la vista. Fondos de inversión y publicidad. Como señaló Andrew Lewis, en una observación que se ha vuelto tan común, no vale la pena repetirla : “Si no lo paga, no es el cliente; eres el producto ".

Anuncios. Todo fue financiado por anuncios. Los anuncios eran esencialmente la única forma de ganar dinero en Internet porque ahora todo era gratis (o, más exactamente, sin costo para el consumidor en el punto de uso) el dinero tenía que venir de alguna parte. Internet no era tanto la tierra de los libres como la tierra de las vallas publicitarias.

Nos advirtieron en el camino: las empresas de tecnología nos estaban atrayendo para encerrarnos. Estaban tomando nuestros datos personales. Vendían nuestra atención. Estaban bajando los precios para sacar a los competidores del negocio y planeaban subirlos una vez que tuvieran el monopolio. Todas esas pancartas que dicen "gratis" e "ilimitado" serían reemplazadas por signos de dólar. No es que no escuchamos (aunque no escuchamos que dura) es más que no tenemos elección. Estábamos eligiendo entre 1 TB de almacenamiento de fotos gratuito de Flickr o el almacenamiento de fotos gratuito e ilimitado de Google Photos. Las empresas más pequeñas cerraron gradualmente o fueron adquiridas . La sátira de Dave Egger sobre Silicon Valley, The Circle , termina con un tiburón en un tanque, engordando cada vez más a medida que se come gradualmente todos los peces pequeños. El simbolismo era casi desagradablemente obvio.

Los servicios de fotografía son donde más noto esto. En 2018, Flickr anunció el final de su 1TB de almacenamiento de fotos gratuito . "Desafortunadamente, los servicios 'gratuitos' rara vez son realmente gratuitos para los usuarios", escribieron, "los usuarios pagan con sus datos o con su tiempo". El 1 de junio de este año, Google Photos también finalizó su oferta de almacenamiento ilimitado de fotos. "Este cambio también nos permite mantener el ritmo de la creciente demanda de almacenamiento" , escribieron .

En cierto modo, estos cambios fueron inevitables. "Estás jugando a un juego que nadie más puede jugar", le dijo Jeff Bargmann a Marissa Meyer cuando Yahoo compró photodrive.io . “Resulta que nadie podía jugar ese juego”, agregó más tarde. Se almacenan 4 billones de fotos en Google Photos , y cada segundo se cargan 46.000 imágenes nuevas. En 2013, la factura empresa de almacenamiento de fotos Everpix mensual de AWS de la superó los 35.000 dólares . Un año más tarde, Picturelife informó que sus costos de alojamiento de AWS superaron el millón de dólares al año . Ambos servicios cerraron. Los generosos niveles gratuitos de AWS de Amazon no eran lo suficientemente generosos ni lo suficientemente gratuitos. Los costos marginales de la distribución de software pueden ser bajos, pero no son cero, incluso para Google. Esos 4 billones de fotos necesitan almacenamiento y copia de seguridad, y el software que las administra necesita parches y actualizaciones.

Por supuesto, existen alternativas a Flickr y Google Photos . Pero noto que los niveles gratuitos se vuelven cada vez más limitados y que los niveles pagados se agrupan en servicios más grandes. El almacenamiento de fotos en la nube de Amazon es "gratuito" si tienes Amazon Prime. Google Photos es parte de Google One, el paquete en la nube de Google. El almacenamiento de iCloud es parte del equivalente de Apple: Apple One. "Prueba Apple One gratis" , dice, con un asterisco junto a gratis en el que no puedes hacer clic para leer la letra pequeña, ya que es parte del botón de registro. Si encuentra la letra pequeña, descubre que "gratis" significa una prueba, después de lo cual se registra automáticamente en una suscripción mensual a partir de $ 14.95. Se nos advirtió que todo esto era parte de un esquema de cebo y cambio de una década. Hemos sido cebados, y ahora nos están cambiando. 

Si bien las leyes de la economía son inevitables y gran parte de la "Internet gratuita" fue una táctica de humo y espejos que vendió y explotó nuestros datos, no puedo evitar sentirme decepcionado de que esos cansados ​​gigantes de las ganancias y el efectivo lograron apoderarse de la Web. , a pesar de la declaración de Perry Barlow. Internet era un lugar especial que parecía trastocar el orden económico normal de la codicia. Las empresas con fines de lucro se vieron obligadas a ceder sus servicios de forma gratuita o no utilizarlos. Apple ofreció almacenamiento gratuito en iCloud subsidiado por dinero de las ventas de hardware. Ahora, los "servicios" son el segmento de más rápido crecimiento de Apple con cada vez más funciones de iPhone que requieren servicios en línea de pago. La carrera hacia abajo se ha convertido en una carrera hacia la cima.

Hace años redefinimos “gratis” para incluir múltiples tipos de libertad. Ahora escribimos "gratis" entre comillas, seguido de asteriscos que apuntan a letra pequeña para explicar que no es realmente gratis. Esta es la distorsión del lenguaje que da como resultado que Amazon defina 119 dólares al año como “envío gratuito al día siguiente”.

Charlando con un amigo el otro día, sugirió jugar Star Wars Battlefront que tenía "gratis". El pauso. “Eso es lo que yo llamo juegos que obtengo como parte de una suscripción”, dijo, poniendo los ojos en blanco como su propia definición de “gratis”.

Todos sabíamos que la bonanza gratuita no podía durar para siempre, que en algún momento habría que pagar el cheque. Pero las empresas que ofrecían los servicios gratuitos eran tan grandes, tan rentables y ofrecían los servicios con tanta confianza que parecía que habían construido algo sostenible, que habían encontrado la manera de hacer que este nuevo modelo funcionara. Si nos sorprende algo, tal vez deberíamos sorprendernos de que haya tardado tanto en vencer el cheque y de que se sustituya de forma gratuita por servicios premium de pago.

Jorge Steiman Docente investigador ordinario en las universidades nacionales de Lomas de Zamora y San Martín. Ex director nacional de Gestión Universitaria, escribe hoy en Página12

La formación universitaria pospandemia

La formación de profesionales en las instituciones universitarias suele presentarse como un problema que debe analizarse desde la calidad de la enseñanza que identifica a la institución formadora, tanto como desde las características que asumen los “planes de estudio”. Sin embargo, prioritariamente y en primer lugar, es un problema de política académica. Porque la formación no solo constituye un trayecto que se ha pensado en “ideas”, sino también una práctica que da cuenta de lo que sucede a partir de un conjunto de decisiones que pertenecen al ámbito de las políticas académicas.

Estas políticas tanto asignan derechos como crean obligaciones, tanto promueven oportunidades como obturan posibilidades, tanto propician perspectivas de una vida mejor por contar con habilidades y conocimiento certificados en una titulación universitaria como extienden un trayecto formativo a una porción enorme de la vida de las personas.

La pandemia que estamos sufriendo a nivel mundial desde 2020 ha puesto en tensión algunos sentidos que, naturalizados, anidaron durante años en las aulas universitarias: la duración de los estudios, la presencialidad, la formación práctica, los egresos, las vías del aprendizaje, las formas de intervención de la docencia, solo por nombrar algunos de esos aspectos.

Por ello, se avecina un tiempo en el que aparece como necesario tanto un replanteo como la generación de algunas políticas académicas que no solo dinamicen la formación, sino que potencien tanto el derecho al ingreso a una carrera como el derecho a la titulación en la misma si cada uno/a cumple con sus compromisos académicos.

En pos de ello, quisiera enumerar, desde mi punto de vista, algunos de los desafíos del presente para asignar derechos, promover oportunidades y propiciar perspectivas de una vida mejor desde las políticas académicas universitarias:

Toda carrera de grado podría:

  1. TITULACIÓN INTERMEDIA: extender una titulación o certificación de saberes intermedia que acredite que un/a estudiante está ya habilitado para ciertos niveles de desempeño o que se ha apropiado de ciertos saberes básicos que le permitan validar socialmente sus años cursados en una institución universitaria hasta ese momento.

  2. FLEXIBILIDAD: incluir un alto componente de flexibilidad en el plan de estudio a los efectos de poder adecuarlo a las condiciones cambiantes y coyunturales y contener tramos que se aprueben con créditos sobre saberes o desempeños aún realizados fuera de una institución universitaria, a partir de definir un núcleo duro y un núcleo flexible en la formación.

  3. FORMACIÓN EQUILIBRADA: estructurarse a partir de un quántum de formación general (ciudadana, política, artes, competencias genéricas), básica (de la familia de profesiones) y especializada (propia de la profesión) evitando la formación orientada que podría ir a un posgrado gratuito.

  4. DURACIÓN REAL: tener una duración real para un/a estudiante que cursa regularmente que no exceda los 4 años y medio o 5 años de duración.

  5. POLÍTICAS DE EGRESO: prever políticas para el egreso, sobre todo adecuando los formatos de los trabajos finales al tipo de problemas profesionales propios de aquella para la cual se titula.

  6. FORMACIÓN EN LA PRÁCTICA PROFESIONAL: incluir en todas las asignaturas componentes teóricos y de problemas de la práctica profesional articulados entre sí.

  7. PRESENCIALIDAD Y VIRTUALIDAD: incluir instancias presenciales y virtuales evitando concurrir a la institución solo a “escuchar” y mejorando la propuesta de enseñanza con el uso de la variedad de recursos disponibles con las tecnologías “caseras”.

  8. TRAYECTOS COMPARTIDOS: incluir trayectos propios y otros posibles de ser cursados, si se acuerda, en otras instituciones universitarias.

  9. VÍNCULOS ENTRE DOCENCIA, INVESTIGACIÓN y EXTENSIÓN: favorecer las relaciones entre la docencia y las funciones de investigación y extensión reconociendo académicamente esos vínculos.

  10. INTERNACIONALIZACIÓN: facilitar acuerdos internacionales de reconocimiento parcial, titulación y movilidad. 

     

De como el neoliberalismo resista a las transformaciones sistémicas que ya se están dando donde la colaboración y el trabajo coloperativo o en pos de objetivos comunes comienza a generar nuevos entrelazamientos sociales sin que el lucro o el dinero generen desviaciones o posterguen decisiones inventando necesidades de “financiación” “acceso a los recursos” ( Mentirosamente sostenidos como escasos) o grietas y concentraciones en las decisiones o en las acumulaciones de los beneficios, se darán nuevas formas de generar conocimiento en red y open Source, capaces de producir las innovaciones necesarias que terminen por poner las cosas en su justo equilibrio. Nadie se salva solo, Que cada quién haga su parte …

Daniel Roberto Távora Mac Cormack

Ilustraciones:  Randy Mora - collage, ilustración digital 

Randy Mora nació en 1986 en Bogotá, Colombia. Su obra gráfica como ilustrador se compone de acertadas composiciones a través de collages digitales que nos evocan los años 30/40. Desde el año 2008 ha participado en diversas exposiciones colectivas. Trabaja para varias agencias publicitarias, revistas y editoriales como freelance. Sus obras han sido seleccionadas junto a las de otros ilustradores para el libro " Cutting Edges: Contemporary Collage ", editado en 2011 por Gelstaten en Alemania.




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