Comunicar en los días de la peste ...

Los movimientos más interesantes en la última semana se dieron en la Unión Industrial Argentina donde José Ignacio de Mendiguren detonó un pan de trotyl en el zoom de la entidad en indiscutible referencia a Luis Betnaza: "Yo nunca pagué coimas y por eso nunca tuve que confesar en un juzgado”. El veto que la T había volcado sobre el titular del BICE tuvo idas y vueltas con negociadores de ambos espacios. El propio Daniel Funes de Rioja fue uno de ellos. Otro, Adrián Kaufmann Brea. Ex titular de la UIA durante los primeros años de macrismo, a Kaufmann algunos lo llamaban -con maldad y ante cierta pasividad frente al derrumbe industrial- Bernardo, por aquel ayudante mudo de Don Diego de la Vega en El Zorro. Diferente es la consideración de Cristina Kirchner con el jefe de Brea, Luis Pagani, a quien tiene en mayor estima que a Paolo Rocca por ciertos rasgos de cortesía que tuvo el mandamás de Arcor a diferencia del Hombre de Acero durante los años cambiemitas. 

A De Mendiguren le dio un argumento inmejorable el discurso de Funes de Rioja en su asunción: con críticas al oficialismo y a los problemas estructurales de la Argentina, el flamante titular de la entidad olvidó hacer mención alguna al paquete de medidas que el gobierno desplegó sobre las empresas. “Nos pagaron los sueldos y no les dimos ni las gracias”, se quejó el Vasco. El titular de COPAL logró la aprobación de Techint luego de muchos años porque la empresa de Rocca veía en Funes de Rioja un buen interlocutor con el gobierno nacional. El cálculo, por ahora, falló. Como Isidoro Gómez, el asesino de Liliana Colotto en El secreto de sus ojos, el titular de la UIA le pide a los asesores de los ministros lo mismo que Gómez a Benjamín Espósito en el final de la película: “Dígale que aunque sea me hable”.

Esta situación escaló luego de un reportaje en Perfil donde el flamante titular de la entidad deslizó que la reactivación industrial solo se podía advertir en la construcción. Matías Kulfas aprovechó ayer la platea de ADIMRA para destacar que la metalmecánica está a la cabeza del crecimiento industrial.  “Se ve que Funes no lee nuestros informes”, bromeó Gerardo Benutolo, vice primero de la cámara. “Que actualice el mailing”, completó el ministro que hoy estará en la UIA con un discurso más duro del que esperan los industriales.

Estas diferencias en el establishment se traducen también en los informes económicos que reciben los hombres de negocios. En un análisis de 11 páginas titulado LatAm Credit and Economic Strategy, el Citi le sugiere a los inversores que, ante un inminente desempeño negativo del oficialismo basado en el Índice de Confianza del Consumidor de la Universidad Torcuato Di Tella y -por lo tanto- una mejora en el mediano plazo, la decisión más recomendable es comprar bonos: lo mismo hicieron en diciembre de 2017. El razonamiento tiene dos aspectos bastante singulares. La hipótesis de un sector del sistema es que si el Frente de Todos pierde las elecciones, la opción obvia sería una radicalización y, por lo tanto, el deterioro de todas las variables. ¿La recomendación es comprar bonos de un país que en dos años puede, según esa misma hipótesis, caer en default? La otra parte es más interesante por lo sobreidologizada. El último informe de PxQ, la consultora de Emmanuel Álvarez Agis, titulado Si pierde el FdT, ¿hay que comprar o vender? parece una respuesta al brief del Citi. Agis se pregunta: “¿Por qué la misma fuerza política que llevó al país al default de 2019-2020 haría que se evite en 2024-25?”. No se puede hacer más lento. 

Mientras tanto, el último fin de semana se produjo en Cornwall, un lindo rincón costero en el Reino Unido, la Cumbre del G7, el club que reúne a los principales países democráticos de altos ingresos del mundo. La Cumbre de jefes de Estado escenificó el giro de la política exterior occidental con centro en los Estados Unidos post Trump. Los ordenadores del encuentro fueron una renacida apuesta por los posicionamientos colectivos -con un nuevo lenguaje que rompe el viejo Consenso de Washington- y la persistencia del enfrentamiento con China. El resultado: una serie de compromisos que, con el ojo puesto en el resto del mundo, aparecen insuficientes. 

El primero, las mil millones de dosis de vacunas comprometidas antes del final de 2022 son menos de la décima parte de la necesidad mundial en un momento en que las nuevas variantes amenazan con aumentar los daños causados por la enfermedad, especialmente en los países más pobres y con menor acceso a los inoculantes. Nada se dijo sobre aumentar las capacidades productivas. El segundo, un histórico compromiso contra la elusión fiscal, para establecer una tasa impositiva global mínima para las empresas multinacionales y la posibilidad de cobrar impuestos donde se producen las ventas y no en las sedes -digitales- de las compañías ubicadas muchas veces en paraísos fiscales. La tasa mínima adoptada, del 15%, es demasiado baja para países que, como Argentina y gran parte de los emergentes, las mantienen entre el 25 y el 35% sobre los resultados. Si bien el acuerdo limitaría al 15% acordado la carrera mundial para reducir el impuesto a las sociedades que se paga en el mundo, es un arma de doble filo. El libre movimiento de capitales podría convertir la tasa mínima en tasa máxima.

El último punto, vinculado al ascenso de China, dio motivo al anuncio de un nuevo programa multilateral liderado por Estados Unidos y destinado a financiar obras de infraestructura con eje en la lucha contra el cambio climático. El plan de financiamiento verde es un intento de responder "desde las democracias" a la iniciativa china de La Franja y la Ruta, la nave insignia de Xi Jinping, a través de la cual China ha movilizado su enorme capacidad para financiar obras en todo el mundo. Sin embargo, y a pesar de las promesas de "reconstruir mejor el mundo", con fondos por 100 mil millones de dólares, no se conoce detalle alguno sobre los desembolsos. A pesar de todo, un optimista diría que, antes de estos compromisos, brumosos y hasta escasos, no había nada o, aún peor, había apenas advertencias. 

Para Argentina, las oportunidades y las amenazas son simultáneas. El enfrentamiento entre Washington y Beijing avivó especulaciones sobre la refinanciación de la deuda del país con el Club de París. Algunas versiones persistentes señalan una exigencia de los acreedores de que el país otorgue un trato similar a los créditos con China como condición para acceder a un alivio en los plazos de pago, mientras recuerdan las duras cláusulas de cross default que suelen contener los contratos con instituciones chinas. El dilema es real, pero podría ser exagerado. El país enfrenta un vencimiento de 2.419 millones de dólares con el Club de París -sobre una deuda total de casi 10 mil millones- que se suman a los casi cincuenta mil millones cuya devolución deberá acordar en un programa con el Fondo Monetario Internacional, mientras que la deuda total con las instituciones chinas es de unos 2.500 millones de dólares. Más allá de alguna declaración, o incluso algún movimiento para ensuciar el campo de juego y buscar alguna ventaja, no parece que convenga ni a China ni a los países occidentales descarrilar la negociación por un monto que, comparativamente, parece menor.

Con este marco, Sergio Massa está en Washington, donde se reunió con el principal asesor de Biden para la región, Juan González, y otros nombres de peso, como el Enviado Especial del gobierno de los Estados Unidos para América Central, Ricardo Zúñiga, y el ex-asistente especial de Barack Obama en América Latina, Dan Restrepo. Hoy lo hará con la directora interina del Departamento de Estado para el Hemisferio Occidental, Julie Chung, una diplomática de carrera, que se mantiene en el cargo desde la administración Trump. El último viernes, el Secretario de Estado norteamericano Anthony Blinken y el Canciller Felipe Solá conversaron sobre Nicaragua y la irreversible escalada represiva del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Argentina cuenta con una capacidad de interlocución con los gobiernos de izquierda de la región, democráticos y no democráticos, que permite gestiones imposibles para Washington y sus posiciones. En una región cada vez más inestable, es un activo, aunque los balances y riesgo en cada posicionamiento argentino sean delicados. Su independencia, que posibilita la acción regional virtuosa, puede rápidamente mutar en contrapuntos cuando el país está negociando con sus acreedores institucionales. Habrá que mirar con atención cómo vota hoy nuestro país en la OEA.

En paralelo y mientras los ojos y oídos opositores se detuvieron en la no mención al gobierno nacional por parte de Cristina Kirchner, el gobernador Axel Kicillof comenzó informalmente la campaña que continúa esta semana en miniactos por Pergamino, Escobar y Mar del Plata. En la Provincia de Buenos Aires estaban conformes por partida doble: la baja de la incidencia en los casos y que eso les haya permitido retomar la presencialidad y evitar así una movida opositora que estaba preparada hasta el anuncio del gobernador. Kicillof recibió un reconocimiento inesperado: el titular de PAE, Marcos Bulgheroni, le escribió para felicitarlo por la decisión. Bulgheroni había sido uno de los principales impulsores de la campaña #AbranLasEscuelas. El gobernador bonaerense, señalado como el principal alfil de la vicepresidenta y un tensor permanente con la Casa Rosada, es, en privado, un férreo defensor del Presidente de la Nación. Contrasta con la posición de otros mandatarios provinciales e incluso de ministros del gabinete nacional.

A poco más de un mes para el cierre de listas, en el oficialismo ven con preocupación un deterioro en el voto joven que no alcanza a complementar el leve crecimiento en adultos mayores. Acá se da un fenómeno singular: si uno usara la lógica eficientista de los recursos públicos que en general emiten los economistas opositores, un bien escaso como la vacuna nunca podría ser utilizado antes en alguien de 60, 70 u 80 años que en un joven de 18, 20 o 25. Sin embargo, esa lógica implacable de mercado se transforma en humanista cuando lo que está en juego no es el plato de comida del otro sino la propia salud. Gemas de la pandemia. 

OFF THE RECORD  Iván Schargrodsky 

Información, ideas y apuntes sobre política y justicia.https://www.cenital.com/

La creciente expansión de espacios de profesionalización de comunicación y periodismo de ciencia en Argentina permite reencontrarse con referentes de este campo en diferentes ámbitos universitarios. En este contexto, tuve la posibilidad de conocer a Ana María Vara como docente de posgrado en ciencia y tecnología, puntualmente en abordajes de periodismo científico y comunicación del riesgo, en la Maestría de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Universidad Nacional de Río Negro. En sus clases apasionantes, recorre teorías y métodos que cruzan un puente hacia las problemáticas y realidades, donde las controversias científicas y sociales se entrelazan y son motivo de profundización reflexiva y empírica. 

Nuevamente nos reencontramos en el intercambio interuniversitario para debatir en conjunto sobre ciencias sociales, en el marco de debate sobre las dinámicas y estrategias de trabajo de las publicaciones científicas de acceso abierto en América Latina, gracias al impulso colectivo entre LatinRev (FLACSO Argentina) y la Secretaría de Investigación y Publicación Científica de la FCPYS UNCuyo.

Vara tiene una amplia trayectoria académica, que se inicia con la licenciatura en Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Luego perfiló su campo profesional en Estados Unidos a través de MA en Media Ecology - Studies in Communication por la New York University y PhD en Hispanic Studies por la University of California, Riverside. En Argentina, es profesora titular regular de Comunicación de la ciencia en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Su lugar de trabajo principal es el Centro de Estudios de Historia de la Ciencia “José Babini”, en el Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas (unidad ejecutora de doble dependencia del CONICET y la Escuela de Humanidades de la UNSAM). Allí, también dirige la Licenciatura en Comunicación Audiovisual y la Licenciatura en Estudios de la Comunicación. Además, dicta cursos de grado en la Universidad Nacional de Moreno, y de posgrado en las tres titulaciones en comunicación de la ciencia de la Argentina en la Universidad Nacional de Córdoba, la Universidad Nacional de Río Negro y la UBA. Asimismo, es investigadora en estudios sociales de la ciencia y la tecnología. Su área de trabajo es la comunicación de la ciencia, con énfasis en la incorporación de tecnologías en el marco de la globalización, los fenómenos de resistencia y las controversias técnicas en el marco de la sociedad del iesgo global, tanto en cuestiones de salud como ambientales. Ha publicado más de sesenta artículos y capítulos de libros, en reconocidas revistas nacionales e internacionales. Es autora del libro “Sangre que se nos va. Naturaleza, literatura y protesta social en América Latina” (CSIC, 2013) y coeditora de “Riesgo, política y alternativas tecnológicas. Entre la regulación y la discusión pública” (Prometeo, 2013). Cabe señalar que es integrante de la Society for Social Studies of Science (4S); de la Latin American Studies Association (LASA); de la International Sociological Association (ISA) donde fue miembro del Board del RC 24, Environment and Society (2014-2018). Además, fue una de las fundadoras y ex presidenta (2012-2014) de la Red Argentina de Periodismo Científico (RADPC). En cuanto a su perfil de periodista científica, se formó en la Fundación Instituto Leloir (ex Campomar) y se desempeñó como redactora y editora en medios de Buenos Aires, como Noticias, Luna y La Nación. Recibió distinciones de la Fundación Barón y la Asociación Argentina de Editores de Revistas (AAER, y de la Fundación Konex). Actualmente, está a cargo de reseñas y entrevistas en el suplemento Ideas de La Nación.

En este diálogo junto a Vara, en un ida y vuelta entre mails y pantallas, se retoman algunos abordajes que formaron parte de su presentación inaugural en IV Jornada de LatinRev de 2020, que tuvo como propósito reflexionar sobre el capitalismo de plataformas y su impacto en la dinámica del acceso abierto. Por ello, su conferencia se tituló “La tecnología da, la tecnología quita: open science en la era del capitalismo de plataformas”. Desde aquí comenzamos a navegar sobre algunos interrogantes que permiten abordar rasgos y procesos convivientes en la producción del conocimiento científico, en su circulación e impacto social, en un contexto donde la pandemia ha penetrado la esfera científica, política, mediática, económica y social.  Allí donde la ciencia produce, publica y circula conocimiento científico.

Haciendo una analogía con el mercado, desde una teoría economicista de la ciencia, resulta interesante y polémico este doble escenario entre las revistas del mainstream vs. el acceso abierto. ¿Considerás que entonces hoy predomina en la dinámica científica la amenaza de la autonomía de la ciencia, preocupación desarrollada por Bourdieu?

-Yo no establecería una oposición tan contrastante entre revistas mainstream versus acceso abierto, porque sabemos que las revistas mainstream se están apropiando muy astutamente del acceso abierto. Siempre parecen estar un paso adelante, también en cuestiones de marketing. El impulso fuerte al acceso abierto comenzó hace ya veinte años y en ese tiempo han aprendido muchísimo. Las iniciativas iniciales, como la que dio origen a las revistas de la Public Library of Science (PLoS), sobre las que escribimos con Diego Hurtado de Mendoza para Ciencia Hoy en 2001, apenas hicieron mella en el modelo de negocios de los grandes journals (Hurtado de Mendoza y Vara, 2001-2002). Y ahora están muy lanzados al modelo de pagar por publicar, entre otros recursos para sostener su estrategia de no dar jamás un paso atrás en términos de ganancias y de concentración del mercado.-

¿Y qué novedades advertís en el último tiempo en el campo de las publicaciones científicas?

- Por donde veo más novedades, y en eso la pandemia ha acelerado los tiempos, es en el ámbito de los preprints, es decir, la difusión antes de la publicación, que creo sinceramente que están modificando el ecosistema de publicación. Desde el punto de vista de la novedad que representan las nuevas tecnologías, el primer impulso al acceso abierto tuvo que ver con los costos cercanos a cero de la reproducción y distribución. La iniciativa PLoS se apoyó, sobre todo, en la observación de que las nuevas tecnologías, sobre todo internet, permitían superar, diríamos que abolir, el costo del papel, incluyendo el de la fotocopia, que fue la primera amenaza al modelo de negocios de revistas y libros. Pero la etapa de los preprints es un segundo momento de internet: el de la posibilidad de crear comunidades, el de las redes sociales. Es la etapa de la colaboración ampliada, con sus luces y sombras, con sus riesgos que suponen un incentivo a la lectura crítica: una comunidad científica más extendida y heterogénea; quizás no solo “científica”.

- ¿Este panorama introduce de algún modo la preocupación de Pierre Bourdieu por la autonomía de la ciencia?

- Sí, es de larga data esta inquietud, casi constitutiva de cómo pensamos la ciencia, y diría que la resolución tiene múltiples variantes históricas. Suelo comenzar mis clases con la lectura de un libro relativamente reciente de Bruno Latour (2012), Cogitamus. Seis cartas sobre las humanidades científicas. Es un volumen pequeño y amable, con la profundidad de las obras de síntesis que cada tanto nos regalan los grandes autores. En el primer capítulo Latour relee el relato de Plutarco sobre la relación entre Arquímedes y Hierón, el rey de Siracusa. Latour cuenta que Plutarco cuenta (como en un juego de cajas chinas) cómo Arquímedes va a ver a Hierón para mostrarle qué cosas increíbles puede hacer con sus conocimientos sobre la palanca y la polea. Hierón le pide una prueba y Arquímedes se la da: logra mover, con solo su débil brazo, un barco completo, cargado con hombres y armas. Latour comenta que el ejemplo resulta inverosímil, pero que se entiende el truco retórico de Plutarco: su hipérbole argumentativa sirve para mostrar cómo el conocimiento puede ofrecer resultados muy tangibles. A partir de allí se establece una relación entre ambos, que convierte a Arquímedes, con sus extraordinarias tecnologías, en el gran defensor de Siracusa ante el acoso de los romanos. Y aquí llega lo verdaderamente interesante: Latour cita con asombro el párrafo con el que Plutarco cierra su relato. Tras relatar de manera detallada y triunfalista qué eficaces resultaron las máquinas de guerra de Arquímedes para ayudar a Hierón a detener a los romanos, Plutarco celebra a Arquímedes como un pensador puro, desinteresado de la técnica y sus usos. En esa contradicción flagrante de la moraleja de Plutarco, dice Latour, está ya la pregunta por la autonomía de la ciencia. Siglo II, un historiador greco-romano hablando de un sabio griego y ya encontramos la misma incomodidad, la misma desazón, diría, que todavía nos impacienta ante ese juego complejo de la ciencia entre las verdades y las utilidades, entre el saber y sus usos. Latour encara el problema a través de las nociones de rodeo, traducción y composición, que permiten pensar el modo como ámbitos distintos y aparentemente inconmensurables (usa el término kuhniano con una vuelta de tuerca) como son la política y la ciencia pueden, sin embargo, colaborar en la construcción de tecnologías. ¿Uno se somete al otro? Es, en realidad, una tensión constante.- Este relato de Plutarco parece alinearse a la experiencia de los estudios de laboratorio de Latour y Woolgar, donde se analiza lo social como interferencia en la ciencia y técnica…

¿Qué complejiza hoy al quehacer científico?

- La complejidad de la ciencia actual y su intrínseca dependencia económica en cuanto a la exigente formación de sus cuadros y la altísima tecnología requerida (imaginemos un laboratorio de biología molecular, un telescopio espacial, un acelerador de partículas, o el precio de la subscripción a las revistas), hacen que la ciencia tenga la debilidad, en términos de autonomía, de la necesidad de una enorme financiación. En un contexto de comercialización de la ciencia y de capitalismo financiarizado (este capitalismo de plataformas en que el poder financiero se potenció con las nuevas tecnologías, en que los Estados quedaron acorralados por la ideología neoliberal, muy promovida desde los setenta) la ciencia queda casi totalmente a merced del mercado en buena parte del mundo. Lo estamos viendo en la agitadísima discusión por el acceso a las vacunas en la pandemia: no se trata solo de los países pobres; hasta la Unión Europea parece estar de rodillas frente a los laboratorios transnacionales, cuyos desarrollos financiaron en gran medida. En cuanto a la distribución de las vacunas, estamos ante un “catastrófico fracaso moral”, como alertó Tedros Ghebreyesus, el director de la OMS. Los laboratorios transnacionales pusieron sus vacunas a disposición del mejor postor: Estados Unidos, Israel, Canadá... Lo paradójico es que, en relación con las enfermedades infecciosas, al igual que en cuestiones ambientales, no es posible salvarse solo. Un país puede tener toda su población vacunada, pero si en otro el virus circula ampliamente, se pueden producir mutaciones que vuelvan inútiles las vacunas. No es una observación original ni muy sofisticada. Ahí es donde este capitalismo del sálvese quien pueda resulta más preocupante. Solo nos queda esperar que estas duras constataciones que nos deja la pandemia representen una oportunidad de aprendizaje. Veremos. Es casi un mandato ético ser optimistas (y luchar para tener razones para ser optimistas).

- Ana María, ante la democratización del conocimiento científico en América Latina, a través del acceso abierto ¿Pensás que hay riesgos y/o desigualdades al tener conocimientos y datos producidos en academias periféricas en debates abiertos y disponibles al alcance de grandes corporaciones internacionales?

- No quisiera sonar axiomática, pero la desigualdad, por sí sola, engendra desigualdad. Se necesitan estrategias y recursos, se necesita mucho poder para quebrar el círculo. En esto me gusta citar a Phil Mirowski, un historiador de la economía que ha hecho grandes aportes a los estudios sociales de la ciencia y la tecnología. Mirowski tiene libros fundamentales sobre la historia del neoliberalismo, al que caracteriza como “el movimiento que no osa decir su nombre”, evocando la famosa frase de Oscar Wilde. Tiene también un libro sobre el estado de comercialización de la academia, Science-Mart, Privatizing American Science(Mirowski, 2011). Con esos antecedentes, se convirtió en un observador privilegiado de cómo el entusiasmo generoso por el acceso abierto está siendo aprovechado por quienes tienen la capacidad de acceder más fácilmente a la información que se pone a disposición de todos. Porque las grandes transnacionales de la ciencia, llámense farmacéuticas, compañías químicas, semilleras, de agroquímicos, de energía y, por supuesto, informáticas, tienen una capacidad colosal de tomar y procesar los datos que están quedando abiertos para todos en internet. Otra obviedad que señala Mirowski es que el acceso abierto es una exigencia que se le hace a la ciencia financiada con dinero público, de los Estados o, como dicen en Estados Unidos, de los contribuyentes. En este sentido, recomiendo su artículo de 2018, The future(s) of open science (Mirowski, 2018), donde nos hace reflexionar sobre que a los privados no se les pide esa apertura. Es muy desigual. Imaginemos que a Pfizer se le exigiera que publicara todo sobre cómo desarrolló la vacuna para Covid-19 que le está resultando tan lucrativa. Uso la palabra “obviedad” de manera deliberada, para subrayar que lo que señala Mirowski está a la vista: solo la ideología ubicua del neoliberalismo, que ha permeado en nuestro pensamiento, en nuestra legislación y hasta en nuestra ética, nos impide tomar conciencia. Hemos llegado a considerar intocable, casi sagrada, la propiedad privada. Si una empresa financió la producción de conocimiento, se considera que no está obligada a compartirlo, incluso si buena parte de ese esfuerzo, como la formación de los científicos o la ciencia básica implicada, fue sostenido con dinero público. O, más importante: incluso si de ese conocimiento depende la vida de muchos. Lo tomamos como normal, como aceptable o, por lo menos, como inevitable. Como la lluvia, como algo que no se puede cambiar. Ese es el poder de la ideología.-

Sigamos transitando por esta vía. Desde la producción científica en Ciencias Sociales se abordan diversas problemáticas de nuestras sociedades que se vinculan de manera contrapuesta a la producción de conocimiento en otras áreas. ¿Qué lugar creés que ocupan hoy las ciencias sociales en nuestros países donde permanentemente acontecen problemáticas vinculadas al desarrollo de proyectos de megaminería, uso del glifosato y tala de árboles? ¿De algún modo las ciencias sociales incomodan al resto de las ciencias?

- Es muy interesante la perspectiva. Sí, creo que una parte de las ciencias sociales están trabajando desde un posicionamiento crítico y con una gran cercanía o aún con una participación en controversias técnico-ambientales, como las que hacen foco en la minería, el fracking, los transgénicos y las fumigaciones, entre muchas otras que estamos viendo en la Argentina y en América Latina en general. Hace no tanto publiqué un trabajo señalando que nuestra región está atravesando un ciclo de protesta ambiental, que ha hecho que los reclamos se potencien y, en ese sentido, se logren resultados importantes, impensables hace unas décadas (Vara, 2012). Monsanto (hoy en manos de Bayer) no pudo construir su planta de semillas en la provincia de Córdoba y los proyectos mineros están cada vez más acorralados. Cada tanto se ven fallos que ponen límites a las fumigaciones. Tenemos la Ley de Bosques, la Ley de Glaciares, entre otras. Y la lucha sigue para que sean bien implementadas, como pasa con otras leyes que se lograron tras la movilización, como la del aborto. Porque tengamos presente que la lucha no termina con el cambio de legislación: la ley es un recurso intermedio para lograr el cambio. La discusión del plan para las megafactorías de producción de carne porcina para China es una muestra de este estado de movilización y articulación de los movimientos sociales, las ONGs, los intelectuales, los artistas, los académicos. Apenas se supo algo del plan, ya se comenzó a discutir y proponer alternativas. Todo lo aprendido en luchas previas se puso en juego para que ya antes de definir los planes se abriera el juego a las críticas. Críticas informadas. Si ponemos la mirada en estos académicos de las ciencias sociales diría que sí, que las ciencias sociales incomodan.

Pero no solo o no mayoritariamente a las otras ciencias: ¿se está sugiriendo que las sociales incomodan a las ciencias duras?

-Yo diría que entre las y los biólogos, físicas y físicos, químicas y químicos hay también un pensamiento crítico y una creciente toma de conciencia de la problemática de la comercialización de la ciencia, del casi Apocalipsis ambiental al que nos enfrentamos si no logramos cambiar, de que la desigualdad alcanza niveles intolerables. En nuestra región hay una tradición de científicos de distintas disciplinas comprometidos con un pensamiento emancipatorio. Si no fuera así, no hubiéramos tenido una Noche de los Bastones Largos, ni tantos desaparecidos en las universidades durante la dictadura, ni semejante movilización en contra de Mauricio Macri, antes y después de que llegara a la presidencia. Lo importante es seguir clarificando, discutiendo, agitando en el mejor sentido. Medios, ciudadanía y el rol del periodismo científico especializado- El abordaje interdisciplinario adquiere aún más sentido en este entramado complejo... 

Retomemos el tema de las revistas científicas, consideradas como una de las fuentes principales del quehacer del periodista científico ¿Cómo advertir e intervenir como comunicadores/as en lo que se sabe y lo que no se sabe en el debate público? ¿Hay un control de lo que se dice y lo que no se dice en términos de comunicación de la ciencia?

- En relación con el periodismo científico y, en general, con la comunicación de la ciencia, está pasando algo muy importante. Puede decirse que, más o menos desde los ochenta, nuestro país y la región están en un proceso de profesionalización, que supone un énfasis en la formación, por ejemplo, así como en la determinación de estándares y buenas prácticas. En nuestro país, hay materias específicas en las carreras de Comunicación y Periodismo, hay posgrados formales, como el de la UBA, la Universidad Nacional de Río Negro y de la Universidad Nacional de Córdoba, además del curso ya clásico de la Fundación Instituto Leloir. Hay una asociación profesional federal, con representantes de casi todas las provincias: la RADPC, que es miembro de la World Federation of Science Journalists (WFSJ). En cuanto a investigación, tenemos ya un buen número de tesis de maestría y doctorales, libros y publicaciones en journals del área, que muestran que no solo la comunidad de practicantes está creciendo, sino también la de investigadores, cuyos aportes deberían contribuir a mejorar la formación. Este proceso se da en medio de fuerzas bastante desestructurantes en el ámbito de la comunicación y el periodismo, como son las derivadas de la transición digital en el marco del capitalismo de plataformas. Por un lado, se están reconfigurando las profesiones, nos estamos preguntando qué es y cómo debe formarse un periodista. Relacionado con esto, no está claro el modelo de negocios de los medios tradicionales, no solo acá sino en todo el mundo. Cuando los diarios descubrieron que el negocio en internet era la publicidad, Google se quedó con todo. Esa disputa está abierta y veremos cómo se resuelve. Y está también la suscripción y formas de crowdfunding como alternativas que se están explorando. Por otro lado, se suma el problema de las redes sociales y el hecho de que los dueños de las plataformas se resistan a asumir la responsabilidad editorial por los contenidos que circulan. De hecho, el sesgo de las plataformas, por el propio modo de funcionamiento de los algoritmos, tiende a empeorar la situación, porque no distingue entre información rigurosa y disparates, ni le interesa promover un espacio común donde distintas opiniones se encuentren a discutir. A las redes sociales las mueve el click, y el click se logra polarizando. En fin, los fenómenos ya descritos de la cámara de eco: leo lo que me ofrece Facebook, que ya está sesgado por mis elecciones previas.-

Los lectores también han cambiado, ¿no te parece?

- Sin duda. Es importante reflexionar sobre que leemos y vemos videos de manera casi compulsiva en situaciones de máxima distracción, porque la cuestión de la “economía de la atención” supone que los dispositivos no solo están sesgados tecnológicamente para volvernos adictos, sino que las apps son diseñadas para reforzar ese sesgo: para tenernos siempre enganchados, a cualquier hora y de cualquier modo. Ver, por ejemplo, la comparación del smartphone con una máquina tragamonedas que propone Tristan Harris, en la medida en que ambos producen una recompensa variable intermitente que incita a la adicción (Harris, 2016). Comparemos la disposición de lectura que promueve esta tecnología con el cada vez más lejano momento de sentarnos por la mañana o la tarde a leer el diario, prestando atención, tratando de evitar ser interrumpidos. Tenemos que tomar consciencia de que la calidad de nuestra lectura se ha modificado. En este aspecto, recomiendo el libro de Nicholas Carr, Superficiales, quien muestra, con apoyo de las neurociencias, que estamos perdiendo la lectura profunda que habíamos desarrollado con la lectura de la letra impresa, y cambiando a un modo de leer fragmentario, interrumpido, que luego trasladamos incluso a lectura en papel (Carr, 2011). -

¿Y qué sucede con la polarización mediática?

- Bueno, es que la otra fuerza desorganizadora en nuestro país es el uso de los medios con fines político-partidarios que van más allá de la disputa de ideas. Lo que algunos llaman “la grieta”. Un estado de patologización del periodismo que está relacionado con la concentración de medios pero también con un rearmado de las derechas a nivel internacional.-

¿Dónde se ubica la comunidad periodística de ciencia en este esquema?

- Es que, aún así, el impulso profesionalizante en el periodismo científico es intenso y resiste. Y la pandemia lo potenció. Como miembro de la RADPC, he visto de primera mano cómo la colaboración entre periodistas científicos de distintos medios fortaleció la cobertura. Vuelvo, entonces, a la pregunta sobre cómo puede un periodista científico, que depende de la publicación científica, hablar sobre lo no publicado, sobre el conocimiento faltante. Puede, si está bien formado y sigue formándose permanentemente, como promueve la RADPC. Puede, si está en contacto con colegas que lo ayudan a abrir los ojos. En ese aspecto, estamos bien. Faltaría que los grandes medios abrieran (o reabrieran) más espacios especializados. En la pandemia se vio mucho periodismo generalista o político hablar de temas que no dominan, como los criterios de aprobación de la medicación, o mucha confusión sobre qué es un experto.-

Sí, lo cual genera desconcierto en la ciudadanía. Son circunstancias más que oportunas para promover y demandar esos espacios especializados en ciencia... Seguimos ahora en virtud del espacio compartido en las Jornadas LatinRev situadas desde el sur global. Considerando nuestra historia de colonización/colonialidad, las luchas y resistencias respecto a la hegemonía del poder mundial ¿La producción del conocimiento científico desde el sur atraviesa las fronteras para permear en espacios hegemónicos del conocimiento y ser ‘fuente’ de disputa política en dichos espacios?

- Hay un sistema mundial de producción de conocimiento que copia bastante el sistema mundial en general, para decirlo en términos de autores como Immanuel Wallerstein o Christopher Chase-Dunn. Pero digamos también que incluso el enfoque teórico en que me estoy apoyando, el world-systems analysis, situado en el mundo anglo, fue desarrollado a partir de la teoría de la dependencia latinoamericana. Recuerdo que en una de las primeras clases que tomé con Chase-Dunn cuando hice mi doctorado en la Universidad de California, me preguntó qué había leído de este enfoque y se respondió a sí mismo algo así como que, siendo latinoamericana, yo debía saber de qué se trataba. Recuerdo también de esa época que llegó un académico muy reconocido, John Beverley, a dar una conferencia en mi departamento y que abrió su charla comentando lo que había dicho de Beatriz Sarlo en el diario La Nación de Buenos Aires. Me dejó bastante impresionada: yo había hecho dos materias con Sarlo en la UBA en los ochenta, una profesora a la que admiré muchísimo, y me sentí como en casa. Más, diría, me sentí una privilegiada: yo venía de discusiones, como la cuestión de si memoria o historia, a las que mis compañeros apenas estaban entrando.-

¡Claro que sí! Vaya anécdotas, que abren más preguntas para hacerte.

- Comento estas anécdotas para destacar que el flujo de información e ideas es más complejo de lo que el sistema académico formal deja ver. Por supuesto, el reconocimiento, en prestigio y dinero, está en el sistema formal. Pero estas corrientes subterráneas pueden ser más poderosas de lo que creemos en términos de informar el modo de pensar. Por otra parte, en América Latina y especialmente en la Argentina, la circulación de autores es bastante más amplia que el estrecho nacionalismo académico de los países europeos, por ejemplo. Y leemos con una intensidad que desarma los interrogantes, que deconstruye los marcos propuestos. El pensamiento político latinoamericano está a la vanguardia del pensamiento mundial: aquí ya decíamos cosas que los movimientos sociales europeos y norteamericanos como los Indignados u Occupy Wall Street solo dirían después de la crisis de 2008. Ni qué hablar en términos del aporte de las luchas y el pensamiento latinoamericano, y en esto Argentina especialmente, sobre cuestiones de derechos humanos. Basta leer La cascada de la justicia (Sikkink, 2013), de la profesora de Harvard Katryn Sikkink, para entender que los movimientos de derechos humanos de nuestra región dieron un impulso fenomenal a un nuevo modo de abordar y legislar sobre estos temas. Una revolución que se dio en unas pocas décadas y que ha tenido consecuencias en todo el mundo, desde los juicios posteriores a la Guerra de los Balcanes, al de las confort women de la ocupación japonesa en el Sudeste asiático en la Segunda Guerra, a las masacres en Ruanda. La idea de que los responsables de violaciones a los derechos humanos puedan ser juzgados y castigados penalmente, en lugar de terminar sus días en dorados exilios, como había sido hasta hace tan poco. Y, en la conjunción entre las ciencias y las luchas, el desarrollo de recursos científicos para que la verdad se siga buscando aún tras la muerte de las víctimas y la manipulación para borrar la identidad de sus descendientes. A veces no terminamos de tomar conciencia de la enorme trascendencia que, en todo el mundo, han tenido esas luchas admirables. Hoy América Latina también está haciendo un aporte importantísimo a cómo pensar la cuestión ambiental, a partir de nociones como el buen vivir, que resuenan en diálogo con nociones de otras culturas. De modo que sí, estamos muy presentes en la gran arena intelectual mundial, contribuyendo a discusiones vitales.

Posiciones sobre la pandemia: entre poder, política, fake news y una comunicación responsable-

La pandemia ha sido el tema y problema del 2020. En este contexto, la ciencia se realiza en vivo y predominan las decisiones provenientes de las ciencias médicas y la epidemiología ¿Considerás que las ciencias sociales han tenido espacio de intervención desde su perspectiva en las políticas sanitarias? ¿Cuál ha sido su alcance?

- Es una pregunta que merece una respuesta matizada y sobre la que no sé si tengo una opinión suficientemente informada. Diría que, en principio, la participación de las ciencias sociales no se notó tanto como la de las ciencias biomédicas. Por ejemplo, en las políticas de comunicación del riesgo, un aspecto crucial en la pandemia de covid 19, donde la prevención del contagio resultaba un aspecto crucial. Los mensajes fueron al comienzo muy generales y uniformes, cuando sabemos que los mensajes deben ajustarse a las distintas audiencias. A las que, en primer lugar, hay que caracterizar. Sé que se hizo una convocatoria a las universidades para la producción de piezas de comunicación, pero que la distribución no fue suficientemente ágil. Más recientemente, sí veo iniciativas de comunicación mejor dirigidas a audiencias específicas, como lo que se está haciendo en la provincia de Buenos Aires con participación de los movimientos sociales para informar sobre la vacunación. Por otra parte, hubo aportes de las ciencias sociales en relación con las políticas de acompañamiento a los sectores más vulnerables en cuanto al apoyo económico. Y conozco por lo menos una línea de financiamiento de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación destinada a las ciencias sociales: “La sociedad argentina en la postpandemia”, una denominación que, cuando se hizo la convocatoria en julio de 2020, era más una expresión de deseo que una temporalización concreta. Porque ni siquiera hoy sabemos bien cuándo comienza la postpandemia. Tenemos por delante un otoño y un invierno que pueden tener una dinámica similar a la segunda ola de los países europeos, si las vacunas no llegan en grandes cantidades antes del cambio de estación.

- La percepción pública de la ciencia también merece ser analizada en estas circunstancias. A partir de esta pandemia donde se ha puesto el foco en una ciencia que tiene que experimentar, advertir, refutar, reprogramar, volver a estudiar todos los días y generar papers en una lógica de la urgencia -mientras otras condiciones y problemáticas sociales se profundizan- ¿Creés que la ciencia está siendo/ ha sido desacreditada/criticada por la sociedad agobiada por la pandemia o son los medios quienes agudizan un periodismo corriente y no profesan un periodismo científico dedicado y profesional que desafíe contenidos de fuentes cuestionables y fake news que circulan en estos últimos tiempos?

- La pandemia nos dio la oportunidad de ver cómo se hace ciencia en tiempo real, porque la necesidad de comprender el nuevo virus para poder controlarlo puso en marcha el trabajo acelerado de laboratorios en todo el mundo. Y acompañando en un segundo plano pero igualmente de manera necesaria, las ciencias sociales y humanas también tuvieron algo que decir en términos de comportamiento: cómo promover las conductas que debíamos incorporar para controlar la diseminación del virus a través de la comunicación. Además de todo el conocimiento que se debió producir para atenuar los impactos económicos y sociales de la pandemia. En fin, un volcán de conocimiento que, como es de esperarse, fue acompañado de un volcán de no conocimiento. Pero no como dos fenómenos separados sino como un proceso de producción conjunta, de manera inextricable, de conocimiento y no-conocimiento. Con el tiempo, con el estudio de lo que pasó, vamos a aprender mucho. Un aspecto interesantísimo es que se abrió la caja negra de la producción de conocimiento en biomedicina, por ejemplo. En casi cualquier programa de información general se habló de ensayos clínicos, de fase III; de placebo, de grupo control, de publicaciones y presentaciones a organismos regulatorios. No siempre, obviamente, con la debida precisión, porque los medios convocaron menos de lo deseable a los periodistas científicos. Y también debido a las campañas maliciosas de desinformación. Pero esas palabras circularon, y hasta cierto punto se incorporaron al habla cotidiana, como antes pasó con palabras como “colesterol” o “glifosato”. Algo semejante ocurrió con respecto a la economía y los paquetes de estímulo, sobre los que se habló tanto. Con respecto al agobio, soy de la opinión (solo opinión, porque no tenemos los estudios hechos), de que el público no especializado no se sintió agobiado por el caudal de información porque, precisamente, se trataba y se trata de información relevante para tomar decisiones, para cuidarnos. Creo, también, que las operaciones contra la cuarentena, primero, y contra las vacunas, después, tuvieron poco impacto en nuestro país. En términos generales, la población general, incluido muchos votantes de Juntos por el Cambio, se siguió cuidando y está esperando con ansias ser vacunada. Es algo bastante diferente de lo que pasó en Estados Unidos o algunos países europeos, donde la problemática es más complicada por la presencia desde hace ya un tiempo de posiciones antivacunas bastante arraigadas. Dicho esto, si nos apoyamos en la bibliografía de percepción de riesgo, no pienso que pueda considerarse que una actitud cautelosa ante las vacunas resulte irracional. Cuando hablamos de percepción de riesgo son muchos los elementos a tener en cuenta, y la cuestión del balance entre costos y beneficios es importante. Los más jóvenes, que de acuerdo a la evidencia que se va acumulando, tienen menos riesgo de enfermarse seriamente y morir por Covid 19, tienen un menor incentivo por asumir el riesgo de una vacuna desarrollada a gran velocidad. Lo contrario ocurre con la población mayor, el personal de salud o las personas con comorbilidades, quienes sí están más expuestos a contagiarse y a las consecuencias negativas de la enfermedad. Adicionalmente, está la cuestión del jaque a la confianza en los grandes laboratorios transnacionales, por el conflicto de interés, evidenciado, como comentamos, en una sed de ganancias bastante desvergonzada. Para contrarrestar esa pérdida de confianza, es importante comunicar con claridad sobre la seriedad de la revisión de las autoridades regulatorias de nuestro país, sobre todo la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT).-

En lo conductual, cuidarse/relajarse ¿qué reflexión merece hacerse?

- Con respecto a las conductas de descuido, creo que en gran medida no pueden ser atribuidas a las campañas de desinformación maliciosas, que me parece tuvieron poco efecto, sino a las propias dificultades que tenemos para incorporar algunas medidas de cuidado. Por ejemplo, para nuestra cultura afectiva, es muy anti-intuitivo cuidar a tu abuela no visitándola. Es muy anti-intuitivo no poder acercarse a una persona para conversar. Igual que como vimos al comienzo de la pandemia, con la recomendación de no tocarse la cara: podemos entender el mensaje y querer cumplirlo, pero el gesto de llevarse la mano a la boca, los ojos o la nariz está tan incorporado que es difícil cambiarlo. En nuestro país, la mayoritaria voluntad de cuidarse quedó de manifiesto en la velocidad con que incorporamos medidas de cuidado relativamente sencillas y positivas, es decir, que consisten en hacer algo, en lugar de dejar de hacer algo: el uso del barbijo y del alcohol en gel se generalizaron muy rápidamente. En la comunicación de riesgo en salud, hay dos cosas bien probadas. La primera es que para que un mensaje de salud cambie conductas, la persona debe sentir que eso le afecta, por ejemplo, que tiene una conducta de riesgo que debe cambiar (dejar de fumar, controlar el consumo de sal). La segunda es que se perciba a sí mismo como capaz de hacerlo. En gran medida, la recomendación del uso del barbijo y del alcohol en gel pudieron presentarse de manera tal que cumplieran con esas condiciones.-

Y en el trayecto de los nuevos hábitos y de información novedosa o contrastante, las fake news en escena...-

Capítulo aparte merecen las fake news, que pueden analizarse desde distintas perspectivas. Por un lado, son un subproducto de algunos aspectos de la transición tecnológica: que los dueños de las redes sociales, como dije, no se hagan cargo de la responsabilidad editorial, que los clicks sean la guía de su modelo de negocios. Esa cuestión de la segmentación exacerbada, de alimentar la polarización, de omitir la creación de espacios compartidos donde discutir, que es un sesgo propio de la tecnología que luego es exacerbado por el modelo de negocios de las empresas. Por el otro, las fake news forman parte de un salto de escala de lo que tradicionalmente se llamaba inteligencia o acción psicológica. No hace falta más que volver al escándalo de Cambridge Analytica, que influyó en el voto por el Brexit y a la elección de Trump, con todas sus tremendas consecuencias. Recomiendo la lectura de la investigación de The Guardian, que puso el escándalo al descubierto, o el libro casi confesional de Christopher Wyllie, Mindf*ck (Wyllie, 2019). Cambridge Analytica se creó a partir de una empresa que era una contratista de inteligencia para supuestamente combatir el terrorismo islámico previniendo la radicalización. Pero una vez que se desarrollan recursos para manipular las mentes en un sentido, se están desarrollando recursos para usarlas en sentido opuesto. Y así se termina en una radicalización que lleva al segundo intento de impeachment al presidente de un país que dice tener una democracia modelo: el asalto al Capitolio el 6 de enero pasado fue un episodio de extrema radicalización. Y hay analistas que sostienen que las dudas que el propio Trump sembró sobre las elecciones podrían persistir y tener consecuencias futuras. La ciencia no es ajena a este panorama, que se complejiza con la realimentación con los medios tradicionales como la televisión y su lucha por el rating, o los intereses personales de médicos o pseudo médicos, mal formados y desactualizados, que abusan de su título en busca de fama y recaudación. Las curas mágicas para el cáncer que cada tanto aparecen son un antecedente inmediato del hidróxido de cloro. En un contexto de altísima incertidumbre frente a una enfermedad nueva y sobre la que todavía conocemos tan poco (¿por qué algunas personas ni se enteran que tienen covid 19 y otras terminan en cuidados intensivos?), no es de sorprender que veamos tantos disparates. La desesperación no es buena consejera.-

¿La recomendación a seguir?

- Uno de los antídotos es, volviendo a una pregunta anterior, el periodismo científico. Más y mejores periodistas especializados en los medios, tradicionales y nuevos, informando, chequeando, corrigiendo. Fue interesante la iniciativa de Conicet contra las fake news, pero faltó allí el aporte del periodismo científico acercando temas, ayudando en la comprensión y explicación de los argumentos, y dando un mayor alcance y continuidad.- Pandemia, vacunas, temores sociales…

¿Cuál es tu reflexión acerca de la comunicación de las ciencias en los medios y organismos oficiales respecto al avance, desarrollo y aprobación de vacunas?

- En mi observación (reitero que solo a partir de la observación, porque los estudios todavía deben hacerse), la comunicación desde el estado ha sido dispar. Las apariciones del presidente Alberto Fernández en los medios al comienzo y hasta bastante avanzada la pandemia, semejantes a las de otros jefes de Estado, fueron importantes para situar la pandemia muy alto en la agenda pública y estimular, de ese modo, una toma de conciencia acerca de la seriedad del desafío que enfrentábamos; como la comunicación de una guerra o un desastre. Logrado ese objetivo, me parece razonable que la comunicación oficial haya ido quedando en manos de actores más específicos, más cerca de la información y las medidas concretas. Específicamente en relación con las vacunas, me parece que la comunicación oficial no fue del todo eficaz y oportuna, pero entiendo que se debe en gran medida a la complejidad de las negociaciones con los proveedores de las vacunas: es muy difícil informar en el mismo momento en que se llevan adelante negociaciones internacionales de gran complejidad. La campaña mediática maliciosa contra la Sputnik V, la primera vacuna con que contamos, cobró impulso en ese manejo informativo inadecuado del momento, luego corregido en gran medida.- ¿Cómo considerás que ha sido el manejo de información confiable y verificada respecto de aquella que no ha sido publicada en revistas científicas?- Con respecto a la publicación en las revistas científicas, se generó un malentendido en el que cayó buena parte del periodismo generalista y hasta una parte del periodismo científico. La publicación es solo una parte de la información que un laboratorio debe entregar a las autoridades regulatorias (en nuestro caso, la ANMAT) para la aprobación de un medicamento o una vacuna. Nunca se hace una aprobación solo con la información publicada. De modo que el hecho de que no se esperara a las publicaciones (que tienen sus propios tiempos, aún con la urgencia de la pandemia), no constituye una anomalía para una aprobación excepcional, contemplada en todos los sistemas regulatorios del mundo. La ANMAT tuvo acceso a la información de los ensayos clínicos y pudo revisarla siguiendo sus procedimientos habituales, que son rigurosos. Luego llegó la publicación en The Lancet (Logunov, 2021) y su comentario (Jones y Polly, 2021) en febrero, pero la ANMAT ya tenía la información.

- ¿Y dónde se ubica la ciudadanía cuando la información es desordenada y contradictoria?

- Párrafo aparte merece la cuestión de la información deliberadamente confusa, de las campañas maliciosas. Ahí la ciudadanía puede defenderse poniendo en juego otros saberes: su astucia, cultivada con los años de asistir y participar en discusiones político-partidarias, sobre quién dice qué y por qué. Y en qué medio de comunicación. En este sentido, la ciudadanía de nuestro país tiene un largo aprendizaje. El panorama de medios, afortunadamente, no es monolítico, si bien se sigue viendo el predominio de una cobertura mediática que le hace el juego a la oposición, incluso a la oposición salvaje (que es la fracción de la oposición que no tiene responsabilidades de gestión). Sobre dónde se ubica la ciudadanía sobre las vacunas, salieron a comienzo de febrero resultados muy interesante de un estudio financiado por la Fundación Bunge y Born, el Índice de Confianza y Acceso a Vacunas (ICAV). Es el segundo año que se hace esta encuesta, que muestra que, en la Argentina, el problema sigue siendo más de acceso que de percepción: es decir, que la gente confía en las vacunas y quiere vacunarse, pero no siempre lo logra. En la encuesta de 2020, el 72 por ciento de los encuestados dijo que se daría la vacuna para prevenir el Covid 19. La encuesta se hizo entre octubre y diciembre de ese año, cuando la información todavía era incompleta, por lo cual no sorprende que, entre quienes dijeron que no se la aplicarían, el motivo más frecuente que se adujo fue que faltaban etapas de prueba (el 43,1%). Ahora bien, el índice de confianza en las vacunas, aunque sigue siendo alto, bajó del 93,7 de 2019 a al 86,9 en 2020. Estos resultados son coincidentes con un estudio a nivel mundial, realizado por Johns Hopkins University junto con la OMS y otros, que muestran que la aceptabilidad de las vacunas en la Argentina bajó de 71,8 por ciento en agosto de 2020 a 53,9 por ciento en diciembre (Johns Hopkins University - Center for Comunication Programs, 2020). Ahí hay preguntas para hacerse: ¿la campaña maliciosa contra la Sputnik V tuvo algún efecto? O, más ampliamente: ¿la discusión sobre las vacunas de Covid 19 aumentó la percepción de riesgo de las vacunas? ¿Estos efectos permanecerán, se acentuarán, se revertirán? Gran tema de investigación en comunicación de la ciencia, donde se ha estudiado mucho la relación entre saber y valorar: contra lo que muchos creen, se encontró que saber más no siempre implica valorar más. Lo que no resulta nada sorprendente del estudio es que en 2020 haya aumentado, lamentablemente, la dificultad para acceder a las vacunas. En el contexto de la pandemia, para las familias fue más difícil vacunar a los chicos, por ejemplo. Este estudio representa un insumo interesantísimo para profundizar en una serie de investigaciones y de medidas de políticas sanitarias.-

En situaciones de urgencia todo sucede a velocidades inéditas, entre el desarrollo científico, la comprobación de resultados, la publicación de papers y la divulgación hacia la comunidad ¿En qué momento es apropiado comunicar? ¿Qué ocurre con el periodismo no especializado en ciencia?

- El periodismo siempre trabaja sobre la urgencia, la noticia del día, el accidente. Eso no es novedad para el periodismo generalista, ni tampoco para el periodismo científico, que cubre la novedad, la publicación reciente. Que constituye, siempre, el conocimiento más incierto, porque es el conocimiento que se acaba de publicar. No olvidemos que la publicación es el comienzo de la circulación del nuevo conocimiento, que luego será discutido por la comunidad científica y por la comunidad en general, como ocurre con tantos trabajos en temas ambientales, por ejemplo, donde los activistas y las poblaciones movilizadas, con su visión desde el terreno, tienen mucho para aportar. Porque, como nos recuerda Latour en Cogitamus, solo el conocimiento discutido se convierte en indiscutible, es decir, en conocimiento asentado y aceptado. Lo que cambió en la pandemia es la exigencia a la ciencia de dar respuestas muy rápido, respuestas que por lo tanto son intrínsecamente preliminares y provisorias. La mayor tensión se ha dado por la incerteza inherente al nuevo conocimiento con la necesidad de tener certezas para poder actuar, para prevenir la diseminación de la pandemia y ofrecer alternativas de atención. Para el periodismo científico esto fue un desafío, pero, insisto, había una preparación previa. Lo que hubo que hacer fue agudizar el escrutinio en términos técnicos y, en contexto de lucha geoeconómica y geopolítica, tener más en cuenta la cuestión del poder y la competencia. Yo publiqué dos trabajos en 2007 sobre la cuestión del conflicto de interés en las investigaciones biomédicas (Vara, 2007, p. 110) y el periodismo científico (Vara, 2007, p. 189), di varias charlas y lo incluyo en casi todas mis clases, porque es un tema muy preocupante y que excede el área médica, permeando casi toda la producción de conocimiento, por esto de la comercialización de la ciencia de las últimas décadas que ya comenté.- ¿Esta problemática impactó en el periodismo científico de Argentina?- En nuestro país, creo que el periodismo científico comenzó a comprender mejor estos problemas en los últimos 10 años, y superó cierta ingenuidad política que parece a veces inherente a la especialidad, que surge muchas veces por el entusiasmo que despiertan los avances científicos. Este se debió sobre todo al proceso de profesionalización que comenté, en el que el papel de la RAPC fue fundamental: el intercambio entre colegas es una suerte de formación continua, además de un modo de compartir recursos y de dar todo tipo de apoyo, no solo intelectual sino también afectivo. Este último aspecto a veces se soslaya, pero en pandemia, con periodistas en cuarentena y otros exponiéndose en estudios de radio o de TV, con parientes enfermos o enfermos ellos mismos, con dificultades económicas, la cuestión del apoyo emocional acompañando el intercambio intelectual no es trivial. Se necesita fortaleza para soportar las presiones y las sugerencias mal informadas de algunos editores y mantener la cabeza fría para informar correctamente.-

Para finalizar, ¿qué ocurre cuando la validación del conocimiento científico se pone en discusión ante intencionalidades, sospechas o intereses por detrás, desde el punto de vista geopolítico en conjunción con las estrategias comerciales de las farmacéuticas?

- Volvería a la primera pregunta y la cuestión de la autonomía de la ciencia. La ciencia siempre se produce en sociedad, de modo que es inevitable que esté atravesada por las tensiones y conflictos sociales y también, digamos, intersocietales. Lo que nos ha pasado es que la pandemia nos permitió ver esas situaciones en tiempo real y casi a cielo abierto, de un modo inédito. Por ejemplo, la Unión Europea dio a conocer su contrato con AstraZeneca, algo muy poco frecuente. No solo por el alcance y la gravedad de la pandemia, que trastocó todas las actividades en todos los rincones del planeta, sino porque las nuevas tecnologías de la comunicación nos permitieron seguir las instancias de una miríada de discusiones en tiempo real. Además, el hecho de que las nuevas tecnologías estén subreguladas en términos de la responsabilidad de sus contenidos, aspecto que se deriva en parte de su novedad pero también de la extraordinaria concentración de los nuevos medios (solo cinco empresas, todas de Silicon Valley, se quedan con el 90 por ciento de los datos), ha hecho que así como el conocimiento pudo circular a raudales, también lo hizo el no-conocimiento. Y no me refiero meramente a la incerteza o a la ignorancia, sino al no-conocimiento deliberado, a las falsedades propaladas de manera intencional. En fin, lo que ya comenté sobre las fake news y la tendencia de estas tecnologías a la polarización, acentuada por el modelo de negocios y las acciones de inteligencia. En un contexto de competencia geoeconómica y geopolítica por las vacunas, estas cuestiones cobran relevancia inusitada. Ahora bien, con respecto a estas grandes empresas de internet, estas plataformas tan poderosas, el movimiento para regularlas está ganando impulso desde la sociedad civil, desde los gobiernos de los países centrales, desde los grandes diarios, desde los organismos internacionales. Yo creo que estamos viendo el comienzo del fin del far west digital. Las plataformas se aprovecharon de la falta de regulación y, hasta cierto punto, de la complicidad del sector de inteligencia de Estados Unidos, que accedía a la recolección de datos a través de puertas traseras, una razón adicional para no apurarse a regularlas mientras la opinión pública (y hasta muchos académicos) siguiera fascinada con los servicios que obtenía gratuitamente. Ahora la percepción pública cambió: ni Google ni Facebook son vistos ya como gigantes altruistas. Allí seguramente veremos cambios, pero no espontáneos sino como resultado de las luchas.

Entrevista a Ana María Vara: Circuitos y tensiones entre ciencia y tecnología, poder y comunicación científica en tiempos de pandemia por Julieta Laura Vignale Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Universidad Nacional de Cuyo. Argentina

Entrevista realizada vía remota entre Diciembre 2020 y Febrero 2021. Buenos Aires - Mendoza, Argentina.

MILLCAYAC - Revista Digital de Ciencias Sociales / Vol. VIII / N° 14 / marzo 2021 - agosto 2021. ISSN 2362-616x. (pp. 233-258). SIPUC. FCPyS. UNCuyo. Mendoza

El Consejo Mundial de Iglesias (CMI) dirige una carta abierta y se une en oración, con motivo del encuentro entre los presidentes del Estados Unidos (EEUU) y Rusia, Joe Biden  y Vladimir Putin, que tendrá lugar, mañana 16 de junio, en Ginebra, donde se encuentra la sede de la organización religiosa.

 Firmada por el secretario general del CMI, Rev. Ioan Sauca la misiva expresa las esperanzas de paz de los líderes religiosos en vísperas de esta primera cumbre donde se tratarán temas que van desde la estabilidad estratégica y la lucha contra la pandemia, hasta asuntos como la cibercriminalidad, la crisis de Ucrania y los derechos humanos.

Aun luchando por superar la pandemia de COVID-19, el mundo enfrenta desafíos mayores en el futuro para abordar los impactos sociales y económicos más amplios de la pandemia y para enfrentar la amenaza existencial que representa la aceleración del cambio climático a la intrincada red de la vida en nuestro planeta”, afirma el rev. Sauca en la carta publicada en el portal de CMI.

El líder religioso también señala el “espectro” persistente y una vez más creciente de un conflicto nuclear catastrófico, particularmente en el contexto de la disminución de la cooperación en el control de armas y el aumento de las tensiones geopolíticas.

El secretario general del CMI subraya que, como líderes de dos naciones, con sus historias particulares y roles actuales en los asuntos mundiales, tienen la responsabilidad especial de reducir las tensiones y lograr una relación estable y predecible, a fin de mejorar, en lugar de disminuir, las perspectivas de una cooperación mundial eficaz para abordar las múltiples y complejas crisis que enfrenta el mundo hoy.

Desde su sede en Ginebra, donde se llevará a cabo la cumbre de Biden y Putin, el CMI asegura las a oraciones de todos sus miembros alrededor del por los signos de esperanza de su encuentro. “Oramos para que el Dios de la vida y la paz los inspire y los guíe en esta tarea esencial, por el bien de sus propios pueblos, por nuestra comunidad humana interdependiente y por la creación única y preciosa de Dios”, escribe el líder de la Iglesia ortodoxa en Rumania.

El CMI también compartió una oración por los presidentes Biden y Putin, así como por todos los líderes de todas las naciones del mundo. “Que los guíes por los caminos de la paz y la justicia”, dice la oración. Pide además que conceda sabiduría a todos los que tienen autoridad para que, a medida que gobiernan, seamos librados del pecado que resulta de la guerra y la violencia”. Y añade: “Que esta reunión y otras similares, pongan fin al mal que se está infligiendo unos a otros de diversas formas”. (PE/Religión Digital)

Sobre el encuentro de Biden y Putin ver despacho SN 264/21 De capital de los derechos humanos….Encuentro Biden/Putin

*La reacción conservadora contra el derecho a la información*
Leemos con preocupación los ataques al trabajo periodístico de colegas que en Argentina llevaron adelante la investigación "La reacción conservadora". Nos preocupa porque son atacadas incluso por periodistas del prime-time televisivo y radial por hacer su trabajo. Estamos viviendo una crisis del periodismo, cuyo oficio se ve tironeado por las operaciones de empresas de medios, cuyos contenidos muchas veces no cuentan con rigor informativo y sí con intereses corporativos. En este contexto, seis periodistas llevaron adelante una investigación con los recursos del periodismo de datos y la finalidad de democratizar la información sobre un movimiento relativamente nuevo en el país, que recurre a estrategias políticas también novedosas.
Nuestrxs colegas investigaron esta red internacional asociada a la alt-right o derecha desdemocratizadora. El solo hecho de revelar el mapa de articulaciones, sus dinámicas, sus organizaciones de apoyo y sus protagonistas les valió un amedrentamiento pocas veces visto en redes y hasta la condena por parte de un partido político -algunos de sus integrantes investigados por espionaje ilegal desde el Estado-. El hostigamiento que ejercen es una verdadera expresión de lo que opinan sobre la libertad de prensa.
Todo lo que nuestrxs colegas publicaron es información de acceso público, documentada, sobre eventos que sucedieron y se pueden chequear.
Nos llama la atención también que algunxs colegas no quieran entender la diferencia entre vigilancia y datos abiertos y que caigan en la reproducción del marco que estas ideologías de derecha le dan a la investigación: no son listas, es un sociograma; no es espionaje, es periodismo; no está hecho desde el Estado, sino desde el oficio de investigar.
Nos solidarizamos con nuestrxs colegas.
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“La revolución es una nueva forma de comunicación”

Murió Jesús Martín-Barbero

A los 83 años de edad falleció el filósofo y comunicador hispano-colombiano que transformó desde América Latina el paradigma interpretativo de la comunicación. En medio de una muy abundante producción científica y cultural sobresale su obra “De los medios a las mediaciones” (1987).

Por Washington Uranga

Buenos Aires

Dialogar es entrar en una relación de persona a persona, es lanzar mi palabra al encuentro no de una resonancia sino de una respuesta. Cuando me dirijo a otro no es un discurso universal que yo busco, sino por el contrario su palabra particular. Hacer una pregunta es asumir un nombre. En su respuesta o su mudez, el otro acepta o no de formar el ‘nosotros’ que hace posible la comunicación. El diálogo se teje así sobre un fondo de nombres, o mejor de pronombres personales que forman la textura de la intersubjetividad”.

Esta la manera en la que Jesús Martín-Barbero entendía la comunicación. El párrafo corresponde a su tesis doctoral en filosofía, presentada en 1972 en la Universidad de Lovaina (Bélgica) y publicada por primera vez en el 2018 por la Universidad Javeriana de Bogotá. El mismo trabajo en el que afirmó que “como fundamento y raíz de la socialidad, la comunicación viene a ser el tejido en el que se enlazan y se anudan los hombres. De ahí que toda revolución es la búsqueda de una nueva forma de comunicación y que todo cambio que afecte a la comunicación ataca los elementos de la convivencia”.

Jesús Martín-Barbero, español por origen (Ávila, 3 de octubre de 1937), ciudadano colombiano desde 2003 y latinoamericano por decisión cuando desde los años setenta decidió transitar incansablemente esta parte del mundo, rescató la riqueza cultural de nuestros pueblos para utilizarla como prisma para mirar la historia, los procesos políticos, sociales y la comunicación, con los pies plantados en este territorio. Falleció el 12 de junio en Bogotá.

Quienes pasaron por las universidades latinoamericanas y del mundo estudiando sus propuestas, leyendo su extensa bibliografía podrán dar cuenta de la capacidad de un filósofo, que a través de la antropología y la semiosis, transformó el campo de los estudios de la comunicación para rescatar la centralidad de la persona en los procesos comunicacionales y reivindicó la cultura, en particular la cultura popular latinoamericana, como un ámbito de múltiples riquezas. 

En medio de una prolífica producción científica y académica, “De los medios a las mediaciones” (1987) probablemente sea su obra más leída por investigadores y docentes de la comunicación de todo el mundo.

 Allí afirmó, disonando con quienes sostenían la omnipotencia del sistema de medios, que “pensar los procesos comunicacionales desde ahí, desde la cultura, significa dejar de pensarlos desde las disciplinas y desde los medios, Significa romper con la seguridad que proporcionaba la reducción de la problemática de la comunicación a la de tecnologías”. (De los medios a las mediaciones, 1987). Esta mirada sobre la cultura enraizada en la historia latinoamericana le habilitó también reivindicar las formas de hacer política desde los procesos culturales latinoamericanos, con la radio popular, el radio teatro y la telenovela, el circo, la música, el teatro, promoviendo búsquedas entre la industria cultural y la expresión popular, partiendo siempre del reconocimiento de las identidades locales.

Fue creador y director del Departamento de Comunicación de la Universidad del Valle en Cali (Colombia), entre 1975 y 1995. Entre 1999 y 2003 ejerció la docencia en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, en Guadalajara (Mexico). Fue presidente de la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (ALAIC). Pero más allá de esos espacios la mayoría de las casas de estudios de la región y en diferentes partes del mundo abrieron sus puertas para escucharlo.

Muchas otras lo reconocieron con títulos y distinciones. En Argentina la Universidad Nacional de Rosario y la Universidad de Cuyo le otorgaron doctorados honoris causa. En Colombia hicieron lo mismo la Universidad Javeriana de Bogotá y Universidad de Antioquia (Medellín). Es larga la lista de los reconocimientos académicos.

Si bien Jesús Martín-Barbero quedará marcado en la historia del pensamiento como quien modificó el paradigma interpretativo de las ciencias de la comunicación, sus ideas y sus reflexiones trascendieron largamente ese ámbito. Militó la idea de la emancipación. En 2014 y en ocasión de una sus visitas al país Jesús Martín-Barbero dijo que la “emancipación es aquel tipo de libertad que nos haga más iguales, es decir, que vaya destruyendo todas las desigualdades que se colincharon (nota: en Colombia colinchar: integrar, unir), que se colgaron de una noción completamente perversa, no emancipada, de libertad.

Es el ricachón que piensa que con su dinero, como es suyo, puede hacer lo que la da la gana. Un momento. En este planeta vivimos todos y entonces tienes que comenzar a pensar en la mayoría y cuando empiezas a pensar en la mayoría te das cuenta lo difícil que es ayudar a emanciparnos personalmente. Y sabemos la cantidad de cosas de las que nos tendríamos que emancipar”. 

En la misma oportunidad se tomó la libertad de promover “la vuelta al caos”, convencido de que “actualmente este mundo está tan fuera de órbita que solo un regreso al caos nos va a permitir reinventar la sociedad”. Y alentó la búsqueda de “una sociedad con capacidad de acoger toda la diversidad que hoy existe en este planeta, toda la diversidad de sensibilidades, de inventiva, de tipos de esperanza, toda la diversidad narrativa que hay hoy, la explosión narrativa de los jóvenes”.

Sin embargo, más allá de sus virtudes como filósofo y comunicador, como teórico de las ciencias sociales, quienes tuvieron la posibilidad y la fortuna de conocerlo y compartir con Jesús Martín-Barbero guardarán siempre el recuerdo del compañero, del amigo, del militante, del hombre solidario, a veces paterno, a veces filial, siempre cercano y profundamente humano en todos los sentidos y en el mejor los sentidos. + (PE/Página 12)

Desde siempre, lo humano transita toda tensión en relación a sus formas y contenidos de comunicación. Las tensiones entre información veraz e intención falaz o parcializada que nubla la posibilidad de identificar certezas de opiniones y afirmación veraz con mentiras, produce, en las percepciones e ideas sociales, confusiones y visiones equivocadas de la realidad. No se trata de que haya un solo relato posible de lo que ocurre sino de contar con las mejores herramientas para distinguir las diferentes opiniones válidas aunque pudieren ser antagónicas entre sí o excluyentes en alguna explicación, de aquellas que intencionadamente proponen la mentira o buscan confundir con intereses perfectamente identificables, en estos tiempos, especialmente definidos por el lucro y la ganancia financiera, del cual se desprenden los privilegios y beneficios que se obtienen para círculos pequeños en detrimento del bien común. Nadie se salva sólo. La información y la búsqueda del conocimiento son elementos esenciales en estos tiempos. Cada quién debe hacer su parte. Uno intenta hacerlo de la manera mas honesta e informada posible ...

Daniel Roberto Távora Mac Cormack


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