Utopías, letras, militancias digitales y el legado de aquellos que se van antes

Citar, dijo una vez el escritor alemán Thomas Mann, es una manera de dar las gracias. Y a mí, cuando desde Teamlabs y Huezi me invitaron a acompañarles en la clausura de la primera promoción del master Lit, pensé que la mejor manera de hacerlo, la más honesta, era compartir con ellos una humilde e incompleta lista de palabras y personas que me ayudan, cada día, a pensar la educación. Palabras y personas que me sirven como puntos de orientación en el complejo territorio de lo educativo. No están todas las palabras, ni están todas las personas, pero sí son todas las que están.

Nombrar palabras. Dar palabras. Con la idea de dar(nos) palabras para pensar juntos, con la certeza de que somos lo que damos, lo que leemos, lo que escuchamos, las conversaciones que tenemos, las situaciones que atravesamos, los fracasos que afrontamos, los éxitos que compartimos, los miedos que nos atraviesan, las fragilidades con las que convivimos quiero empezar citando, es decir, dando las gracias, a un amigo entrañable que amaba la palabra. Un maestro que expresaba su amor a las personas y a la educación a través del cuidado a las palabras y que desgraciadamente nos abandonó hace un año. 

La primera palabra que quiero nombrar es Utopía, y lo quiero hacer citando a mi querido Antonio Rodríguez de las Heras(fue un historiador español, catedrático de la Universidad Carlos III, decano de la Facultad de Humanidades, Comunicación y Documentación y director del Instituto de Cultura y Tecnología de la Universidad Carlos III.5​ Era, asimismo, miembro del Consejo Asesor de TeamLabs desde su fundación en 2013) . ¿Y si la utopía, hoy, fuera una necesidad?, se preguntaba Antonio.


La utopía hoy es una necesidad para salir del presente, una necesidad para revelarnos contra aquellos que nos dicen que el presente es suficiente, que los valores, los modelos, el sistema son incuestionables…Las utopías se llevan mal con el poder. Porque las utopías arrancan con una disconformidad con el presente, una crítica, un análisis crítico del presente. Pero para que esa disconformidad no se convierta en frustración, la utopía aporta, además, imaginación y creación de escenarios posibles.

Antonio Rodríguez de las Heras. 2020

No hablo de utopía, decía otro gran maestro, Paulo Freire, como una imposibilidad que, a veces, puede resultar bien. Mucho menos hablo de la utopía como refugio de los que no actúan o como objetivo inalcanzable de quien solo devanea. Por el contrario, hablo de la utopía como necesidad fundamental del ser humano (Freire, 2015).

La utopía está vinculada al inconformismo, a las posturas críticas, a la idea de revolución, de transformación social, a la idea de progreso y de proyecto. No se puede vivir en una imagen, pero sí necesitamos de imágenes para vivir. En términos semánticos, decía Zygmunt Bauman, la evasión es lo contrario a la utopía. 

Sin embargo, “las personas en general tendemos a preferir ocuparnos de temas gratificantes o de interés inmediato más que involucrarnos en asuntos complejos o que sólo son relevantes a largo plazo, especialmente si trascienden la esfera individual. La evasión también es desinterés de esforzarnos, de cooperar, es desplazar el discurso de la mejora compartida al de la supervivencia individual. Evadirse implica distraerse de pensar, es desentenderse de inquietudes, es optar por limitar al máximo los dolores de cabeza y las preocupaciones y centrarnos en lo que nos gratifica”, sostiene Ferran Ruiz Tarragó (2011). 

No podemos predecir el futuro. Pero sí podemos soñarlo, imaginarlo y proyectarlo. Sí podemos construir una utopía que pase por imaginar visiones de futuro valientes, coherentes, inspiradoras y realistas.

La realidad, escribió Belén Gopegui (2014), es también las posibilidades que alberga.

Multa a bancos 

La Secretaría de Comercio Interior sancionó a los bancos Santander y BBVA por su responsabilidad en la protección de usuarios y usuarias frente a estafas bancarias y al banco Supervielle por cláusulas abusivas. 

De acuerdo a la Dirección Nacional de Defensa del Consumidor los bancos Santander y BBVA incumplieron su obligación de garantizar la protección de los datos personales, cuentas e intereses económicos de sus clientes. 

En tanto que el Supervielle fue sancionado por incumplir su obligación de informar a los consumidores respecto a productos y servicios que tienen contratados, por no prestar el servicio en las condiciones acordadas para las cuentas sueldo y de seguridad social y por cobrar sumas de dinero en concepto de mantenimiento de cuenta que no correspondían. 

La multa ascenderá a $5.000.000 cada uno, la sanción máxima establecida por la Ley de Defensa del Consumidor. 

Edenor

El ENRE aprobó la venta de la empresa de energía Edenor que pertenecía al grupo Pampa Energía a los empresarios Daniel Vila y José Luis Manzano. La operación fue anunciada el 28 de diciembre pasado pero necesitaba de la aprobación de la autoridad regulatoria. 

El análisis regulatorio no encontró hechos que incurran en violaciones a las leyes de competencia ni incompatibilidades previstas en los pliegos de concesión. Sin observaciones, el ENRE le enviará el dictamen técnico a la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia. 

(Cenital)

El jueves 24/06 se ha publicado en el BO, la RG 5013/21 (#AFIP), la cual viene a reglamentar un punto muy necesario sobre determinadas cuestiones acerca del famoso “Derechos de exportación” vigente. Entre los puntos más destacados de la norma, encontramos:
NUEVAS EMPRESAS LEC (INSCRIPTAS DESDE EL 26/03/2021 POR PRIMERA VEZ):

  • Las empresas inscriptas al Registro de la EDC, quedarán exceptuadas de abonar los denominados “Derechos de Exportación de Servicios” (DTO 1034/20) y les aplica dicha excepción desde el día en que son incorporados al registro LEC (Es decir, aprobados por el Ministerio).

  • Una de las condiciones operativas que deben darse, es que en #AFIP, se debe tener la caracterización 451 en el Sistema Registral.

    EMPRESAS QUE VIENEN DE LPS (INSCRIPTAS DESDE EL 01/01/2020 PORQUE RATIFICARON VOLUNTAD DE CONTINUACIÓN):

  • Quedan sujetas a la tasa del 0% sobre los Derechos de Exportación de Servicios, por las exportaciones perfeccionadas a partir del 22/12/2020.

¿Qué pasa si se pagaron los derechos hasta el día de la fecha? Para este tipo de situaciones, tenemos el siguiente procedimiento:

  • La #AFIP generará desde el mes posterior a que el Ministerio le informe a #AFIP la inscripción al registro las DJ rectificativas automáticas en cero por los períodos correspondientes.

  • Los montos abonados (denominados en exceso ahora por conformar las rectificativas), podrán aplicarse a:

  1. Pago de otros Derechos de Exportación adeudados por otros períodos, o bien

  2. Acreditación en la “Billetera Electrónica AFIP” para poder ser afectados a otros tributos, y/o por ultimo

  3. Eventualmente se podrá solicitar también su devolución.

Leydeconocimiento.org.ar

Una aproximación al mito digital

La historia de los medios de comunicación y del ejercicio del periodismo ha sido contemplada y explicada desde muy diversas perspectivas en los últimos cien años. El intento de síntesis de todas ellas que hace James Curran para Gran Bretaña es perfectamente extrapolable al resto de Occidente. Así, según Curran (2002), la narrativa más antigua y más ampliamente extendida es la liberal, que defiende que los medios de comunicación libres dotaron de poder a los ciudadanos; en sus antípodas encontramos la narrativa radical o crítica, que profesa que los medios de comunicación acabaron respaldando al orden social establecido, muchas veces en contra de los intereses de los ciudadanos; por su lado, la narrativa populista contempla la popularización o vulgarización de los medios de comunicación como un triunfo democrático de las masas; y otras narrativas, como la feminista, la libertaria o la antropológica, explican la historia de los medios de comunicación atendiendo al papel que estos han tenido en la liberación de la mujer, en la lucha maniquea que se habría producido entre dos grandes corrientes morales —el tradicionalismo conservador y la modernidad— o, por último, en el caso de la narrativa antropológica, en un intento de desenmascarar las ideologías de los nacionalismos.

Todas estas narrativas, o discursos desarrollados al respecto de la evolución de los medios de comunicación y del papel del periodismo en la sociedad, han sido, no obstante, escasamente explicitadas. En cambio, hay una séptima narrativa que se cita habitualmente en los libros de texto sobre los medios de comunicación y que impregna a todas las anteriores: nos referimos a las explicaciones tecnológico-deterministas de la influencia transformadora de los medios. Su abundante literatura puede condensarse, según Curran, en cuatro argumentos cruciales (Curran: 2002: 81): el impacto que los nuevos medios de comunicación que han surgido en la historia de la humanidad han tenido sobre la organización social —al alterar las dimensiones del espacio y el tiempo—; sobre la naturaleza de los sentidos y de la percepción humana —transformándola—; sobre las relaciones personales —alterando su estructura—, y sobre los flujos de comunicación e influencia —desintermediando a las agencias de la autoridad y aportando nuevas fuentes de información subversiva o potencialmente capaz de dotar de poder al pueblo.

Esta narrativa tecnológico-determinista asume actualmente un cariz eminentemente digitalista: lo que hoy alteraría la organización social, los sentidos, la percepción, las relaciones personales y las relaciones de poder es la digitalización; motivo por el cual calificamos aquí a todos los discursos que comparten los anteriores argumentos —basados en el impacto y en el subvertimiento de los flujos de poder gracias a la llamada revolución digital— como discursos digitalistas. Como veremos a continuación, el análisis de la narrativa, estructura y función del discurso digitalista hegemónico pone de manifiesto su carácter intensamente mítico.

En primer lugar, la narrativa del discurso digitalista es completamente ahistórica. Siguiendo lo expuesto en los apartados anteriores, el discurso digitalista coincide en la eliminación del tiempo lineal, en la suspensión del devenir temporal y de los cambios que dicho devenir trae consigo. Así, es posible afirmar que la realidad del discurso digitalista es una realidad mítica en la medida que supone un retorno a la retórica de los fines (del fin de una era, del fin de una etapa histórica, del fin de un ciclo). ( Vincent Mosco clasifica estos fines, puntualmente declarados en diversos ámbitos y por diversos autores, como el fin de la historia, el fin de la política y el fin de la geografía, todos ellos suficientemente potentes como para recrear una amnesia histórica, de la memoria, imposible de explicar por medios racionales (Mosco, 2004). En la medida, pues, que participa de ese eterno retorno escenificado por la humanidad a cada nuevo nacimiento de una nueva tecnología. En este sentido, es útil y fructífero acudir a la recuperación de la memoria histórica que nos proponen algunos autores, todavía pocos, con respecto a la historia de las tecnologías. Vincent Mosco, por ejemplo, describe cómo prácticamente todas las tecnologías de la información y la comunicación han sido consideradas sublimes y han estado rodeadas de un halo de misticismo en sus comienzos: el ferrocarril, el telégrafo, la electricidad, el teléfono, la radio, la televisión, la televisión por cable, el ordenador... Sorprende encontrar en todas ellas las mismas e idénticas promesas universales que hoy se aplican a Internet y el ciberespacio.

Así, el ferrocarril —se auguraba en el siglo XIX — iba atraer la paz a Europa y la máquina de vapor a erradicar de lafaz de la tierra el trabajo manual ingrato. El telégrafo eraconsiderado como la más genuina promesa postindustrial, elmayor esfuerzo tecnológico para superar la división social y económica generada por la industrialización —al ser capaz de reunir a las personas, el telégrafo acabaría con las clases sociales y las razas aportando más cohesión y armonía a la sociedad. La electricidad prometía una sociedad conectada y gobernada por una democracia electrónica que eliminaría la pobreza y transformaría el mundo reduciendo drásticamente nuestra dependencia del automóvil. El teléfono representaba en sus inicios todo un icono de la modernidad, y al hermanarnos a todos en su uso iba a producir una aceleración de la democracia y la igualdad, entre otros muchos parabienes. Los primeros pioneros de la radio proclamaban entusiásticamente el poder de una tecnología inalámbrica que comunicaría a las personas a gran distancia libremente, sin control político ni económico, y preveían la generación de comunidades virtuales y la traslación del poder a las manos de los ciudadanos. La televisión prometía nuevamente más democracia, la paz mundial, la armonía social y, muy especialmente, una revolución educativa. La televisión por cable multiplicaría, con sus decenas de canales, todo lo anterior y el ordenador personal aglutinaría todas las maravillas expuestas para el telégrafo, la radio, la electricidad, el teléfono, etc. (Mosco: 2004).

Dado que ninguna de las anteriores tecnologías de la información y la comunicación hicieron realidad las promesas más sublimes —para autores como Mosco, en realidad, no empezaron a ser verdaderamente útiles hasta que se las desprendió de su halo mítico—, esto es, dado que la división social permaneció o aumentó, que millones de personas siguen realizando trabajos físicos inhumanos, que la discriminación por razón de raza, clase social o sexo persiste, que la paz mundial está lejos de ser una realidad, que el poder sigue estando en manos de una minoría y que la armonía social hace gala por su ausencia a pesar de la consolidación de cada una de estas nuevas tecnologías, parece evidente que reiterar una y otra vez tal suerte de promesas sólo puede hacerse negando la historia o, lo que es lo mismo, mediante un discurso ahistórico. Un discurso en el que se incite a ignorar la historia bajo la justificación de que lo que está sucediendo ahora es una ruptura con ella. Porque sólo olvidando la historia es posible creer en las actuales promesas del discurso digitalista.

Pero negar la historia porque estamos ante una ruptura histórica constituye una decisión basada en la creencia, en el convencimiento personal, porque las pruebas de ello no las tendremos hasta dentro de decenas de años y porque la razón no la ampara —la ruptura implica una razón distinta. Creer en la ruptura histórica constituye, pues, un acto de fe. No es pues, sólo, la narrativa del discurso digitalista la que es mítica sino también su estructura. En tanto que narración no demostrativa o no racional —en la medida que exige un acto de fe y no un acto de lógica para creer en ella—, la estructura del discurso digitalista sigue una formulación que, aunque tiene coherencia interna, no es demostrativa. Como afirma Mosco, siguiendo a Barthes (Mosco, 2004: 34-35), la negación de la historia es crucial en la estructura del mito, en la medida que ayuda a construir un discurso despolitizado. Al eliminar —negar— de la discusión la realidad política, social y económica es posible crear una historia nueva, una nueva era, un nuevo ciclo, sin tener que refutar las contradictorias evidencias del pasado. La estructura del discurso digitalista evita la demostración racional —imposible frente a la Historia— y promueve la creencia irracional —situada en un plano místico, mágico o, como veremos, incluso directamente religioso. Pero, y muy substancialmente, la función del discurso digitalista es también una función mítica —especialmente si la contemplamos desde una perspectiva ideológica. Toda la tradición tecnológico-determinista es «sospechosamente tranquilizadora» a este respecto (Curran, 2002: 84). Contemplar las tecnologías de la información y la comunicación como causa autónoma de cambios permite generar esperanzas de cambio sin que, en realidad, cambie nada. Jamás ha existido nada parecido a una lógica interna de la tecnología (Graham, 1999; Curran, 2002; Aibar, 2003), todo lo contrario, la invención, el desarrollo y la aplicación de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información suelen estar influidos por el contexto económico, político y social. Para que tales tecnologías puedan alterar los modelos de comunicación y de poder establecidos deben cambiar, antes, muchas cosas en los substratos de esos tres contextos —como, por otro lado, la historia ampliamente ha demostrado. Obviando esta realidad, el discurso digitalista genera falazmente las expectativas de cambio que los ciudadanos desean oír —más igualdad, más democratización, más seguridad, mejor educación. Su función ideológica no es, pues, precisamente subvertidora de las estructuras de poder, desde este punto de vista, sino todo lo contrario. Es en este sentido, como suministrador de promesas sublimes que no cumple y no puede cumplir bajo el actual orden de cosas, que la función del discurso digitalista es la propia de un mito.

El mito digital se constituye así en la última versión del mito tecnológico-determinista y de sus diversas utopías. En su representación más gráfica, el ciberespacio, representa el icono último de la sublimación tecnológica que la humanidad viene recreando cíclicamente desde la Ilustración. Y lo representa con la magia y el misticismo propio de los mitos —una tecnología cada vez más barata, accesible, fácil de usar, rápida, potente y crecientemente miniaturizable ofrece colmar, con un impacto aparentemente mínimo sobre el medio ambiente todos nuestros grandes sueños de igualdad, libertad y fraternidad en el mundo (Mosco, 2004: 10 y 30).

Por todo lo anterior es posible afirmar que el discurso digitalista es un discurso mítico e incluso mitagógico, pues se establece a sí mismo como fedatario de una realidad —una revolución tecnológico-digital— que se confunde con el mito —el nacimiento de una nueva era— y que niega la historia, no es racional y, al contrario de lo que anuncia, es ideológicamente

conservador. En la medida que esta visión de la realidad se erige como hegemónica, impregna todos los ámbitos. Es sobre este mito digital sobre el cual pretenden asentarse actualmente buena parte de los programas docentes universitarios de las carreras de comunicación y periodismo en los centros académicos de todo el mundo. 

El mito digital : Discursos hegemónicos sobre Internet y periodismo /Núria Almiron y Josep Manuel Jarque. — Rubí (Barcelona) : Anthropos Editorial, 2008 XIV p. 176 p. ; 18 cm. — (Huellas. Memoria y Texto de Creación ; 32. Serie: Comunicación y periodismo)

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Alejandro Mosquera, director de “la Barraca” escribió … “ La derecha y ultraderecha argentina intentan recrear un discurso que les permita la unidad y ser competitivo electoralmente.  La base de este es repetitiva. Por un lado, construyen un enemigo populista de centroizquierda al cual le atribuyen sus supuestas características autoritarias y sus designios de vaciar la democracia aún manteniendo las formas de elecciones. Y por otro lado tratar de ocultar la experiencia de cuatro años de gobierno tanto del punto de vista de la colonización de las instituciones democráticas y la justicia, como de las políticas económicas que derrumbaron el país y produjeron una catástrofe social.

Macri, sus socios de juntos por el Cambio promueven la idea de la importancia estratégica de la elección de medio término porque “si el kirchnerismo suma 7 u 8 bancas somos Venezuela”. Discurso viejo y apolillado, repleto de macartismo que parecen añorar los tiempos de la guerra fría.

En ese contexto un grupo de personas destacadas y macrista tratan de darle mejor redacción al discurso ( https://www.lanacion.com.ar/politica/el-kirchnerismo-vaciara-la-ultima-gota-de-democracia-advierte-un-grupo-de-intelectuales-nid24062021/) no solo porque muchos de ellos descreen de la capacidad intelectual del expresidente, sino porque están preocupados por quien será el portador de la estrategia de la desmemoria y la grieta si es que Juntos por el Cambio produce una rotación en los papeles de los candidatos.

El paso por el gobierno de la derecha y ultraderecha imposibilita construir un discurso sobre la realidad, un debate de lo realizado, y solo mentir sobre sus programas de futuro. Por eso construyen el enemigo, explican que es lo que haría supuestamente ese enemigo, y luego llama a unir a toda la oposición para detenerlo (¿infantil? Si, pero sigue convenciendo a muchos) . Como es seguro que no se refieren al Frente de izquierda, esta claro que es una carta para la interna de candidatos el Pro y Cambiemos.

Vayamos a lo importante. El relato de campaña, el discurso político de esta derecha y ultraderecha no puede discutir el pasado, pero tampoco el futuro. No puede plantearse como una opción de modernización del país por la catástrofe tan cercana que produjeron y por la misma razón no pueden llamar al voto ciudadano para rescatar lo que hicieron en su gobierno.

Ya quedó claro que las grandes empresas con medios de comunicación pueden destruir a personas, lograr asociarse con los sótanos de la democracia y la justicia colonizada para encarcelar, desprestigiar e incluso destruir personas, pero que no pueden aniquilar proyectos políticos que representan intereses de las mayorías.

Si esto es así, lo principal pasa a estar en el propio campo. Es decir, en la capacidad del gobierno y del Frente de Todos de expresar soluciones para la grave situación de pobreza que vivimos, para generar trabajo, para frenar la inflación y la recuperación de palancas imprescindibles del estado para recuperar soberanía y eficacia para el fortalecimiento del mercado interno, de re-industrialización, en definitiva, el desarrollo del país.  Y eso necesita decisiones de gestión y por otro lado capacidad de instalar un programa para el país pos-pandemia.

¿Un plan quinquenal? Donde quede claro que Igualdad, soberanía, democracia, libertad son los ejes del movimiento nacional y popular. Un plan que establezca un rumbo estable y previsible, no para las grandes corporaciones, sino para nuestro pueblo. Rumbo donde cada medida, ley, o gestión por modesta que parezca será parte del camino que los argentinos nos proponemos recorrer.

El movimiento y sus instrumentos políticos, si pueden basarse en la memoria, pero no alcanza. Por ejemplo, si todas y todos no olvidamos el daño a la democracia, a empresarios, a los ciudadanos y a lideres sociales y políticos que hizo gran parte del poder judicial pero no se transforma en una verdadera justicia democrática nos falta lo esencial.

Si todas y todos recordamos la inflación del gobierno anterior que significó la perdida de 20 y 30 puntos (según la fuente) del poder adquisitivo de los salarios, pero no se logra detener la inflación actual sobre alimentos mientras las alimenticias maximizaron sus ganancias en pandemia, la memoria no alcanza.

Si tenemos memoria de la lucha por la democratización de la palabra en los gobiernos de Néstor y Cristina, y nos enorgullecemos por haber dado una de las batallas mas importantes por la libertad de prensa y la democracia, pero hoy nos refugiamos en el posibilismo y no se encara una transformación para la desmonopolización, el recuerdo no alcanza.

Tenemos un desafío. Solo se puede cumplir si nos apoyamos en la potencia creativa de nuestro pueblo. Si lo convocamos a repensar el país y a protagonizar para transformarlo.”

Pedro Castillo, el profesor rural y sindicalista que ganó la elección presidencial pero todavía no es proclamado oficialmente como presidente electo porque el Jurado Electoral no termina de resolver el pedido, sin sustento, de su rival, la derechista Keiko Fujimori, de anular votos del ganador para voltear el resultado, participó este viernes en su primer evento público como virtual presidente.

 

Lo hizo haciendo un llamado a la unidad en momentos que la derecha agudiza la polarización y amenaza la democracia promoviendo la anulación de las elecciones que ganó la izquierda. Castillo viajó a Cusco, en la zona sur andina del país, donde ganó las elecciones por amplio margen, para participar en un evento sobre descentralización con los gobernadores regionales. Dijo que el suyo era “un gobierno electo”, pero esperaba que el Jurado Electoral “diga su última palabra” para actuar plenamente como tal.

El pueblo necesita de la más amplia unidad. En este caminar ya no hay ni vencidos ni vencedores, hoy somos una sola familia. Necesitamos poner el hombro todos para terminar con los grandes problemas, como la pandemia y las grandes desigualdades que tiene el país”, declaró a la prensa antes de participar en el evento. Luego, en su discurso ante los gobernadores, repetiría el mensaje de unidad.

Aseguró que el suyo será un gobierno “que piensa y siente como el pueblo”. “El Perú necesita que el pueblo sea escuchado. Lo primero que tenemos que agendar son los grandes problemas, las grandes brechas de desigualdad”. Anunció que su gestión priorizará la salud y la educación, “que deben ser un derecho y no un negocio”, y también la agricultura. “Tenemos que hacer un gobierno austero. No nos verán robar un centavo a este pueblo”, ofreció.

Cuando sales a hacer una propuesta te dicen terrorista, chavista, comunista, que le vas a quitar su plata a los inversionistas, que vas a ahuyentar la economía, que les vas a quitar su propiedad, su casa, su terreno. Todo eso es falso”, señaló, en alusión a la guerra sucia en su contra.

Mientras Castillo se reúne con autoridades, organizaciones sociales, gremios, pensando en su próximo gobierno, que debe iniciar el 28 de julio, la derecha sigue maniobrando para desconocer su legítimo triunfo electoral, en una actitud cada vez más abiertamente golpista. Fujimoristas armados con palos atacaron a un grupo de seguidores de Castillo que hacían una vigía pacífica frente al local del Jurado Electoral. + (PE/Página 12)

La historia de la humanidad es la historia del dominio del hombre sobre la naturaleza. Durante siglos, la relación de las sociedades con el medio ambiente ha estado marcada por el utilitarismo y la explotación de recursos. Bajo el orden capitalista, los efectos de este tipo de relación, ampliamente respaldada por las ideas de progreso y desarrollo económico, están adquiriendo características preocupantes(contaminación, escasez de recursos, cambio climático) que apuntan hacia una terrible catástrofe ambiental. 

En este artículo, Alberto Acosta y Decio Machado, dan cuenta de la separación entre el hombre y la naturaleza a lo largo de la historia, así como de las posibilidades de reencuentro entre ambos, a partir del surgimiento del pensamiento ambientalista y de iniciativas orientadas hacia una nueva relación con el medio natural. De esta manera, los autores describen las circunstancias que marcaron el nacimiento de la ecología política y de la crítica al modelo desarrollista, e indagan cuáles son las implicaciones actuales delos distintos tipos de ambientalismo en América Latina.

Cuando los ricos talaron sus bosques, construyeron fábricas que vomitan veneno y recorrieron el mundo en una búsqueda insaciable de recursos baratos, los pobres no dijeron nada. En realidad pagaron el desarrollo de los ricos. Ahora los ricos reclaman tener derecho a regular el desarrollo de los países pobres... Como colonias fuimos explotados. Ahora, como países independientes debemos ser igualmente explotados” (Mohamad Mahathir - Discurso ante la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, Río de Janeiro, Junio 13, 1992)

Ambientalismos y conflictos actuales en América Latina Movimientos comprometidos con la vida Alberto Acosta y Decio Machado

Publicado en Revista OSAL No 32 (Observatorio Social de América Latina - CLACSO) - ISSN 1515-3282 http://es.scribd.com/doc/107509722/Revista-OSAL-N%C2%B0-32

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Cómo escribir sobre Horacio González

Por Ricardo Forster

Cómo escribir, mientras la tristeza me recorre el alma, sobre alguien que hizo de la escritura un arte sublime. Que transformó su pasión argentina en una aventura intelectual construida desde la intensidad de un lenguaje único, laberíntico, exuberante y de una belleza que desafía la inteligencia de los lectores. Cómo escribir de alguien que hizo de la enseñanza una experiencia capaz de conmover a miles de estudiantes.

Cómo escribir de alguien que le dio a la palabra “maestro” una nueva significación convocando, en su larga y prolongada caminata universitaria, a varias generaciones de discípulos que disfrutaron de su generosidad. Cómo escribir de alguien que vivió con una intensidad y compromiso desbordante la larga travesía de un país siempre en estado de provisionalidad, de crisis y de esperanza. Cómo escribir de alguien que cultivó la amistad como si fuera una obra de arte, atravesada por conversaciones infinitas, escuchas persistentes y comprensivas, complicidades capaces de conjurarse para diseñar mil proyectos de revistas, de cátedras, de espacios políticos, de congresos contra académicos.

Cómo escribir sobre alguien que fue construyendo su andadura acumulando bibliotecas enteras en su acervo de lector infatigable; de alguien que hizo de la erudición un gesto de humildad mientras nos dejaba sin respiro a sus lectores entusiasmados tratando de seguirle la pista a sus pesquisas que podían surcar geografías muy diferentes.

Cómo escribir de alguien que hizo del peronismo la materia desbordante de sus indagaciones interminables, que supo interpelarlo con una agudeza y una originalidad inigualable al mismo tiempo que lo vivió en la plenitud y en el desconsuelo del entusiasmo político. Cómo escribir de alguien que nunca renunció a un lenguaje y a una escritura copiosas -algunos dirían “barrocas” creyendo que lo disminuían- y que jamás subestimó la inteligencia de sus lectores ni buscó quitarles su dimensión emancipadora.

Cómo escribir de alguien que prefería el anacronismo a las modas pasajeras, que elegía las causas perdidas a los dispositivos legitimadores. Cómo escribir sobre alguien que sentía en carne propia la tragedia de nuestra época y que buscaba la clave que le permitiese descifrar el misterio de nuestra deriva histórica.

Cómo escribir sobre alguien que construyó un estilo único, inclasificable e imposible de imitar porque, eso lo sentía y lo expresaba, un estilo es el cuerpo del escritor, su encarnación, su idiosincrasia, su personalidad y su concepción del mundo. Cómo escribir de alguien que llegó a la Biblioteca Nacional, la de Groussac y Borges, y la cambió para siempre convirtiéndola en un eje de la vida cultural y en un espacio vital en el que los libros, satisfechos, se sintieron partícipes de un jolgorio de lecturas, músicas, exposiciones, presentaciones, debates políticos, simposios internacionales sobre cine, teatro, poesía, filosofía, arquitectura, ciudades y cuanto tema y cuestión cayeran en el radar de un hombre infatigable a la hora de hacer del edificio diseñado por Clorindo Testa el sitio más espléndido para dejar que la cultura volara cada vez más alto.

Cómo escribir de alguien que habitó los bares de Buenos Aires, que hizo de ellos un lugar imborrable, espacio del encuentro con los amigos, de conversaciones guarecidas por la serenidad nocturna y que se convirtieron esos bares, para él, en su lugar de lectura y escritura, en su propio vientre materno.

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Cómo escribir de Horacio González sin detenerse en cada una de las estaciones de su vida, en cada uno de esos lugares que frecuentó y en esos espectros -sus amigos, como Roberto Carri, David Viñas, León Rozitchner o Nicolás Casullo, apenas para citar a algunos- con los que nunca dejó de conversar. Acaso con Horacio se va el último de quienes constituyeron un mundo intelectual, político y cultural que se ha desvanecido. Un mundo en el que la pasión de la revolución se entrecruzaba con la búsqueda de la palabra justa capaz de darle al poema, a la novela o al ensayo su potencia y su esplendor.

Un mundo en el que se podían encontrar lo plebeyo de un ideal justiciero con la urdimbre refinada de un lector de alturas. Un mundo que incluía a su Villa Pueyrredón de infancia y adolescencia con sus inolvidables conferencias parisinas sobre “retórica y locura” en las que elaboró una teoría de la cultura argentina.

Cómo escribir de alguien que, como dijo sabiamente Mauricio Kartún, “es como un relámpago, en un instante breve ilumina un territorio y cuando desaparece, la imagen queda inscripta adentro tuyo”. Eso produce Horacio en quien lo escucha. Su hablar espiralado que va desgranando un tumulto de ideas y de imágenes que siguen fluyendo en quien lo escucha, aunque el tiempo de la comprensión no deja de demorarse.

Una huella que persiste, que no se borra, que nos hace recorrer el camino sin tener prisas para llegar a destino. Con Horacio uno sigue las huellas de una indagación que nunca termina. Internarse en sus libros constituye una experiencia prodigiosa, una aventura de la que no se vuelve al punto de partida. Un gozoso extravío.

 Lo veo a Horacio hablando ante una audiencia numerosa, mirando hacia un punto lejano, dejándose llevar por la ondulación de sus frases, buscando la ilación de un pensamiento que se calienta de a poco y que termina creando un clima único y enigmático en el que cada uno de los que están atravesando la aventura de escucharlo siente que algo de esa prodigiosa inteligencia lo toca y lo inspira.

Con Horacio González se va, quizás, el último de los grandes intelectuales argentinos.

Alguien que supo conjugar la pasión política, la sed de emancipación e igualdad, el cultivo de la amistad construida como si fuera una torre de babel en la que todas las ideas y todos los idiomas se entremezclan gustosamente, y el maestro insobornable de causas nobles destinadas a galopar sin un destino cierto ni garantías de éxito.

Con Horacio González se va una parte mayúscula de nuestro mundo. Sin su palabra, sin su escritura la época se vuelve más oscura e indescifrable. + (PE/Página 12)

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Horacio González falleció el martes 22 de junio a los 77 años

"Fue el intelectual- militante-ensayista-docente que amó a la Argentina en colores, con relieve, de modo tormentoso y pasional. Que la pintó tal como era sin falsas piedades, slogans ni ocultamientos. Fue un patriota sin chauvinismos ni sobreactuaciones."

Mario Wainfeld, Periodista, abogado, docente universitario y escritor, argentino, en página 12

Pasó por las Cátedras nacionales, por numerosas revistas, dirigió la Biblioteca Nacional. Daba la impresión de haber leído todos los libros de sus anaqueles, cuanto menos todos los que valían la pena. En una de esas no era exactamente así pero se “leyó todo”. Comprendía los libros como nadie (no digo “mejor” sino “distinto”), los recontaba como si los estuviera escribiendo él. Escribió profusa e incansablemente, aun en los años postreros desafiando los crudos límites que le ponía su salud.

Siempre fue brillante, desde los 60, con un pensamiento arbóreo. Enarboló una bella coherencia, decir lo mismo sin repetirse textualmente jamás.

Solo una persona sabía ser más profunda, atrapante y única que Horacio González escribiendo: era Horacio González hablando. Miraba hacia arriba, como buscando la inspiración que le sobraba, se apretaba las manos, sonreía con asidua franqueza. Llevaba a sus auditorios (en aulas, actos, cafés, unidades básicas, sitios más pomposos, en la pura calle) como una Scheherezade nacional y popular. Navegaba de Marechal a Gombrowicz. Recordaba a David Viñas yendo como fiscal electoral para tomar el voto de Evita. Daba una vuelta por Martín Fierro, Gardel. Miraba el Nunca Más y retrataba como nadie a Ernesto Sábato, liado en la semblanza con Albert Camus y Jean Paul Sartre.

 

Fue, se lo dije años atrás, el último romántico. El intelectual- militante-ensayista-docente que amó a la Argentina en colores, con relieve, de modo tormentoso y pasional. Que la pintó tal como era sin falsas piedades, slogans ni ocultamientos. Fue un patriota sin chauvinismos ni sobreactuaciones.

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Abrazó y se alejó del peronismo tantas veces como le pareció necesario. Muchas, pues. Lo conocí personalmente en los 80, con el regreso de la democracia: no le calzaba el peronismo renovador, con sus reglas, sus trajes, sus concesiones. Encuadrarse era un bodrio para Horacio, díscolo e inorgánico. En aquel siglo XX era imposible imaginar al González del siglo XXI, el de Carta Abierta embanderado con un gobierno, jugándose en público para defenderlo. Ni menos que menos, a cargo de la Biblioteca manejando horarios, burocracias, presupuestos, negociaciones con los sindicatos.

La densidad de la etapa histórica lo llevó a mutar, a transfigurarse. El rebelde amaba más a la patria que a sus hábitos. Trascendió su idiosincrasia, se adaptó a una misión. Siempre había hecho política, decidió practicarla en otros terrenos.

Acalló a los escépticos: fue un gran director de la Biblioteca, transformada en un hogar para la cultura, la polémica, la diversidad. Se reía a carcajadas de sí mismo viéndose en ese rol pero no lo tomaba en joda. 

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Una famosa vez se opuso a que Mario Vargas Llosa abriera la Feria del Libro. Lo justificó con argumentos ricos, subrayó que ese honor se le venía reconociendo a grandes escritores argentinos: Ricardo Piglia, Tomás Eloy Martínez, Griselda Gambaro, Angélica Gorosdischer. La que se armó… la derecha autóctona le cayó en bandada, maltratándolo hasta por su vestimenta.

El intelectual-militante esgrimía razones certeras, vistosas, fundadas. El funcionario, quizá, debía ser más cauto. La entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner lo llamó, se lo señaló, con firme delicadeza. Lo charlaron, Horacio se rectificó en público. La anécdota habla bien de ambos: de la mandataria que le conversó con respeto y del hombre libre que había encontrado una causa.

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Durante años participamos en una revista libro llamada UNIDOS. Me cupo editarla, junto a Arturo Armada, y dirigirla un tiempo tras la renuncia de su creador, Carlos Chacho Alvarez.

Era un publicación trimestral, más o menos. Había margen y voluntad para artículos largos. Cierres laxos hasta el absurdo. Horacio acostumbraba a llegar último con originales tipeados a máquina, a veces en hojas de cuaderno con tachaduras, agregados. Excediendo los plazos y las pautas de extensión. Editar a González, una quimera. La revista se estiraba, entre rezongos. Pero mejor eso que mocharle unas líneas.

Quedaron ahí páginas memorables y, ay, olvidadas como el mejor texto que he leído sobre la correspondencia Perón - Cooke (“La revolución en tinta limón”). También ahí descubrió tempranamente, de volea, al Pino Solanas de la recuperación democrática. Otro talento nacional, de lenguajes, énfasis y miradas en apariencias diferentes.

Escritor infatigable, era capaz de moverse hacia la textualidad. Un reportaje a David Viñas en la Revista El Ojo Mocho transcribía una charla completa, tal como conversada, tal como desgrabada. En una de esas se cortaba la luz. Viñas preguntaba qué pasó, le explicaban. “Causalismo” o algo así decía Viñas y seguían parlando. En ese formato (o género) refulgía un Horacio tan auténtico como el obsesivo retocador de sus textos, como el comunicador que no se privaba de decir “superchería” en una asamblea de Carta Abierta.

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Se comentaba a veces que sus textos eran difíciles, de tan frondosos, eruditos, barrocos. Recorridos demasiado largos, poco complacientes con la pereza o la ansiedad de los lectores. Yo mismo, pecador, le discutí al respecto alguna vez, siglos atrás en las circunstancias contadas líneas arriba. Pero hoy, en la despedida, es sencillo entender quién fue Horacio, qué significa su obra, su trayectoria, su legado. Ver replicada su imagen en la notable cantidad de personas que se consideran sus discípulas, más allá de detalles técnicos. Enseñó y contagió rigor, amor al saber, a la escritura, a la elocuencia, a la política.

La sabiduría versátil de Horacio y su feliz prodigalidad para compartirla estimulaban a emularlo, una simpática misión filo imposible. Todos los que anduvimos cerca de él corríamos el riesgo de ser sus Salieris. Pero era imposible envidiarlo porque Horacio era inherentemente dulce, amigable, cálido en el trato. Un seductor de suma positiva: uno de esos tipos que se hacía querer porque quería.

En algún sitio llevaba adentro al pibe de barrio que fue a la universidad y escribió su propia biblioteca. Fue un compañero y un amigo querible, afectuoso. Eso se le entendía fácil.

Luchó durante semanas, con la fuerza que lo caracterizó. Liliana Herrero, la compañera que merecía, su pareja durante décadas, otra argentina descollante, creativa y sublime, veló por él todo lo cerca que pudo en esta pandemia atroz. A ella, a la familia, a cientos que se saben sus seguidores, un abrazo fuerte.

A vos, Horacio, referente, compañero y amigo, espero haberte transmitido en vida lo que ahora escribo con un dolor que no sé contar.

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Mediante nuevas dinámicas en las formas de protesta y en las estrategias comunicativas, los movimientos sociales contemporáneos son capaces de influir en la agenda política y

social, destacándose la potencialidad de los espacios web para ampliar el impacto de las reivindicaciones y la capacidad de las redes sociales para reforzar los vínculos sociales e impulsar el compromiso cívico, aunque se advierte del riesgo de que estas nuevas formas de activismo se limiten a una participación pasiva

que no tenga su correspondencia en las calles. En este sentido, pese a que en gran medida se ha producido una sustitución de la movilización analógica por la acción digital, tal y como afirman autores/as como Flesher-Fominaya y Gillan (2017), las dimensiones online y offline de la movilización se retroalimentan y complementan (Herrero et al., 2004), de modo que es necesario, especialmente en el ámbito académico e investigador, romper dicha dicotomía y vincular todas las formas de acción para conseguir configurar una visión panorámica del estado actual de la movilización social.

las investigaciones revisadas muestran la existencia de una nueva narrativa en la movilización social online que utiliza un lenguaje más cercano, referencial y abierto, y en la que la hipertextualidad y el componente visual cobran especial relevancia. Así, cada colectivo encuentra una voz propia en el marco de los diversos formatos expresivos, otorgándoles mayor visibilidad y posibilidad de acceso al conjunto de la población. Al mismo tiempo, partiendo de lo local, se produce una resignificación simbólica globalizada

desde la cultura popular y digital que genera una identidad colectiva y que convierte a cada movimiento en «un laboratorio de producción simbólica que necesita comunicar» (Rovira, 2017: 9).

Por último, existe un debate entre quienes defienden el poder de transformación y producción social de las redes digitales bajo ideas como la de «cultura participativa» de Jenkins et al. (2016), cayendo en ocasiones en la «tecnofascinación» o el «tecnoutopismo», en consonancia con autores/as como Orihuela (2008), y quienes, como MacKinnon (2012), critican este tecno-determinismo, señalando el impacto limitado de las redes, y poniendo el foco en cuestiones negativas como la contrainformación online, que hace uso de la posverdad como elemento retórico del relato político. La mayor parte de los estudios analizados, sin embargo, parecen abogar por un punto intermedio, en la línea de autores/as como Treré (2018) o Rendueles y Sádaba (2019), quienes, valorando la potencialidad de estos espacios, consideran limitado su impacto real para la movilización.

En todo caso, a pesar de que es preciso reconocer las limitaciones del presente estudio al analizar únicamente artículos de revistas de alto índice de impacto y no teniendo en cuenta otro tipo de publicaciones, la revisión sistemática llevada a cabo ha permitido comprobar la potencialidad que Internet, y en concreto las redes sociales, tienen como herramienta de la ciudadanía, mostrando las formas de acción de la movilización social online como un reflejo de la pluralidad de pensamientos existente en la sociedad contemporánea. En definitiva, como venimos insistiendo, es necesario un mayor análisis de las nuevas dinámicas generadas por los movimientos sociales contemporáneos, así como la puesta en marcha de estrategias metodológicas que, junto a la etnografía virtual, integren diferentes técnicas de investigación cualitativa que permitan un acercamiento integral, pero pormenorizado, a estas complejas realidades.

Investigación en red, nuevos lenguajes y simbologías del activismo digital: Una revisión sistemática

Dr. Julio Rodríguez-Suárez. Profesor Contratado Doctor, Departamento de Psicología, Universidad de Oviedo (España)

Lorena Morán-Neches. Educadora, Red Europea de Lucha contra la Pobreza y Exclusión Social, Asturias (España)

Dr. Juan-Bautista Herrero-Olaizola. Catedrático, Departamento de Psicología, Universidad de Oviedo (España)

Comunicar, no 68, v. XXIX, 2021 | Revista Científica de Educomunicación

https://www.revistacomunicar.com/index.php?contenido=detalles&numero=68&articulo=68-2021-04

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Los actores y las causas de las utopías populares que recorren la historia y el presente de América Latina, llevan en sus entrañas la memoria, la mítica, el entrevero de los deseos de futuros mejores con la añoranza de pasados perdidos y la pérdida física de pensadores y luchadores que con palabras o actos militantes siembran de posibilidad esas causas de los pueblos oprimidos, sometidos, colonizados, desprovistos de cultura y sentido común, lo que les somete al imperio de los discursos de “otros” que nublan la capacidad de pensarse “a si mismos” como condición constitutiva de las identidades que les son negadas. Surgen nuevos, escritores y militantes que recogen el legado. Otros que, contemporáneos o alumnos le siguen en los intentos. Aunque la “perra muerte” lo intente una y otra vez o el poder del privilegio pruebe reiteradamente el intento inútil de matar las utopías … pasan las causas y los hombres, pero no los sueños de mejores presentes. Nadie se salva solo. Que cada quién haga su parte.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack






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