El Riesgo de pensar por "nosotros" mismos ...

 


Las protestas anti-restricciones y anti-vacunas, con mayor o menor virulencia y mayores o menores participaciones, se produjeron en la mayoría de los Estados del planeta y entre otras cosas, revela el grado de interconexión planetaria logrado por el actual sistema de globalización, y como se formatea (O al menos se intenta) una “mentalidad única” considerada universalmente válida y centrada en las disputas, grietas y conflictos sobre problemas que son el resultado de esos mismos procesos de globalización. La pandemia es un claro efecto de esta forma de entendernos en le mundo y del grado de “Desnacionalización” y “transnacionalización” de subjetividades y propuestas de como vivir los territorios y como organizar comunidad los humanos en la tierra.

Se trata en última instancia de la irresoluble tensión entre lo individual y lo común y las formas de época para resolverlos. De como esas formas definen las mentalidades de época y las instituciones validadas socialmente para constituir la realidad. De como se definen formas de producción y de reparto y de como se definen los conflictos y tensiones que se producen por las diferencias en los deseos y búsquedas de individuos y colectivos que van dibujando la trama de relaciones en cada espacio territorial y en cada cabeza humana que desarrolla pensamiento situado o pensamiento abstracto y universalista, o alguna mezcla de ambas.

Venimos sosteniendo en este blog, con textos propios y de otros muchos autores, sobre la centralidad de esta cuestión de tiempos pre-pandemia y que la pandemia han puesto con mas claridad en ese primer orden en tanto lo que define las formas económicas, políticas y sociales de como cada Estado/Nación responde al problema sanitario que es evidentemente económico en tanto acceso a los recursos sanitarios y a las vacunas que actualmente han demostrado alguna eficacia para contener al virus.

Si como también venimos sosteniendo, se trata de un tensión mas inconsciente entre los temores (que se traducen en formas de seguridad o de violencia) y el amor (Que procura el mayor equilibrio entre el bien propio, el bien del Otro y el bien común), uno de los asuntos que aparecen como determinantes de las conductas y en la toma de decisiones, es la cuestión del “riesgo”.

Recordaba entonces la obra de Ulrich Beck, y su obra “Las sociedades del riesgo”.

Parafraseando el inicio de uno de los últimos artículos que Ulrich Beck escribió, en el que habla sobre los aportes a la sociología por parte de Zygmunt Bauman,( Ulrich Beck, “Un voto a favor del regreso de la historia social”, disponible en: http://ssociologos.com/2015/02/03/el-ultimo-ensayo-de-ulrich-beck-elogiando-bauman-un-voto-favor-del-regreso-de-la-historia-social/), podemos señalar que Beck no era un hombre común y corriente. Ulrich Beck no era un sociólogo común y corriente. Beck fue un tipo que tuvo la inteligencia de comprender un mundo en constante transformación y por eso su obra estuvo marcada por los entretelones de la configuración del llamado Nuevo Orden Mundial derivado de la Posguerra Fría.

Modernización Reflexiva

Pudiera señalarse que en el mundo académico, la discusión formal iniciada por Ulrich Beck para intentar acercarse al debate sobre las grandes transformaciones que estaba experimentando el mundo occidental a partir de la década de los ochenta del siglo XX, data de un texto, publicado en 1994, que llevó por título Modernización reflexiva. Política, tradición y estética en el orden social moderno, obra en la que Beck comparte créditos y debate vis à vis con Anthony Giddens y Scott Lash sobre los pormenores y dilemas que desentraña el falso debate modernidad versus posmodernidad, haciendo referencia a categorías como la destradicionalización, el riesgo, la crisis ambiental y la reinvención de la política.

Lo que comúnmente es visto, por el análisis formal, como un debate de familia, debe ser analizado con más cuidado, ya que Beck marca distinciones teóricas y conceptuales importantes con Giddens y Lash, que lo llevan incluso a ser el centro de referencia del citado texto, pues muchos de los argumentos esgrimidos por ambos se dan en función de respuestas a las tesis originales de Beck. Al final de ese libro existe incluso una sección de réplicas donde se hace más evidente la discrepancia entre Giddens y Lash con Beck.

El epicentro del debate estriba en que queda de manifiesto la noción propuesta por Beck de analizar los procesos sociopolíticos y socioeconómicos bajo el manto de la categoría Modernización Reflexiva, misma que trata de ser una respuesta al taciturno concepto de Posmodernidad, el cual empezaba a cobrar fama en las reflexiones teóricas de los felices noventa.

De acuerdo con Beck, la modernización reflexiva no se conceptualiza, antes bien se presenta como “posibilidad de una (auto) destrucción creativa de toda época: la de la sociedad industrial. El sujeto de esta destrucción creativa no es la revolución, ni la crisis, sino la victoria de la modernización occidental”.( Beck Ulrich, Anthony Giddens, Scott Lash, Modernización reflexiva. Política, tradición y estética en el orden social moderno, Madrid, Alianza Editorial, 1997, p. 14.)

Según Beck, el dinamismo de la sociedad industrial socava su propio fundamento y abre vías a una modernidad distinta, una modernidad que significa la desvinculación y luego revinculación de las formas sociales industriales por otro tipo de modernidad flexible y transformadora de estructuras. De ahí que una faceta de tal obsolescencia sea la aparición de sociedades de riesgo, porque las instituciones modélicas tienen cada vez menos control para evitar los riesgos para las que fueron creadas.

En ese tenor, si en algo es útil la reflexión sobre la nueva modernidad, para Beck no es necesariamente para contrapuntearla con quienes le han dado santa sepultura y corean al unísono la idea de la posmodernidad, sino, antes bien, para tomarla como punto de partida en el esbozo analítico de anatemas –los riesgos– que no habían sido vislumbrados por los creadores de la Gran Transformación ilustrada y de la posguerra.

De ahí que la modernización reflexiva sirva de fundamento y punto de referencia para explicar no el mundo que se ha desdibujado, sino como un elemento para comenzar a entender el mundo trashumante que se modela literalmente día con día. Por esa razón, esta categoría es imperfecta y no busca respuestas ni soluciones, únicamente entendimientos, y en el mejor de los casos, puntos de referencia con su antecesora: la modernidad.

Realmente Ulrich Beck no apuesta por crear un nuevo marco normativo para este mundo en constante transformación, sino advertir sobre la necesidad de crear referentes de pensamiento abocados a explicar lo que está sucediendo y no lo que ya no sucede. Esto que parece un formalismo lógico, es de lo que según Beck adolecen las ciencias sociales contemporáneas, mismas que continúan subsumiéndose en categorías de antaño que por sí mismas se vuelven obsoletas –y ridículas– al intentar comprender la nueva realidad que trajo la meta industrialización de la sociedad.

Apuntes sobre las reflexiones teóricas de Ulrich Beck

Ruslan PosadasVelázquez Doctor en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM. Profesor Investigador de la Academia de Ciencia Política y Administración Urbana de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). Profesor de Asignatura en el Centro de Estudios en Administración Pública de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM. Estudios Políticos Volume 37, January–April 2016, Pages 33-56

Ulrich Beck ​ fue un sociólogo alemán, profesor de la Universidad de Múnich y de la London School of Economics, escribió “La Sociedad del riesgo” en 1986 y traducido al español en 1998. Entre las principales propuestas teóricas que Ulrich Beck ha desarrollado a lo largo de su obra, destaca la manera en la que la noción sobre la Sociedad del Riesgo Mundial es el elemento articulador de los temas colaterales desarrollados en sus reflexiones sobre el presente y el futuro de la sociedad. La Ciencia pretende brindar seguridad, construir certezas como pilares de procesos de desarrollos pensados globalmente. El choque con las ciencias y los sistemas de conocimiento generados localmente son diluidos mediante mero poder.
“En la fase de la cientificación secundaria, varían los lugares y participantes de la producción de conocimiento. Los destinatarios de las ciencias en la administración, en la política, en la economía y en la vida pública —según se ha mostrado antes— entran de pleno en conflicto con (y también colaboran) los coproductores de «conocimientos» imperantes socialmente. Pero esto representa que también se alteran las relaciones de transferencia de los resultados científicos en la práctica y en la política. Los «coaccionistas» del «capital cognoscitivo» de la ciencia interfieren de un modo totalmente nuevo y consciente en la transferencia de la ciencia a la vida práctica. En el modelo de la cientificación simple, la relación entre ciencia y práctica se concibe deductivamente. Los conocimientos elaborados científicamente —según demanda— se realizan autoritariamente desde arriba hacia abajo. Cuando se producen resistencias, predominan —a juicio de la auto-conciencia científica— «irracionalidades» que pueden ser vencidas mediante la «elevación del nivel de racionalidad». Ese modelo autoritario de aplicación deductivista ya no es posible mantenerlo por más tiempo en las circunstancias de la inseguridad interna y ext
rema de las ciencias. La aplicación está cada vez más incorporada a los procesos de producción extrema de conocimiento, es decir, a la elección y selección, a las incertezas y reorganizaciones de las ofertas de interpretación y a su enriquecimiento orientado con «saber práctico (oportunidades de realización, relaciones de poder informal y contactos, etc.). Y así se anuncia el fin del control orientado por fines racionales y administrado científicamente en relación a la práctica. Ciencia y práctica se escinden entre sí nuevamente en las circunstancias de la dependencia científica. El aspecto de la aplicación comienza a independizarse cada vez más de la ciencia mediante la ciencia. En cierto modo se puede decir que vivimos el momento en que la gradación jerárquica de la racionalidad se invierte.^ ( A continuación repito argumentos que expuse, junto con Wolfgang Bonp en 1984, en el marco de la conferencia en la Deutsche Forschungsgemeinschaft sobre «Aspectos de aplicación de los resultados de la investigación sociológica»; confróntese asimismo W. Bonp y H. Hart-mann(1985). )

 La nueva autonomía de los destinatarios no se basa en la ignorancia sino en el saber, ni en el subdesarrollo sino en la diferenciación e hipercomplejidad de la oferta interpretativa científica. Es producida científicamente —paradoja sólo aparente—. El éxito de las ciencias convierte la demanda en independiente de la oferta. Un indicador importante de esa orientación hacia la autonomización se da, primeramente, en la específica pluralización de la oferta científica y en su reflexión crítica sobre los métodos. Con su diferenciación (y no necesariamente por su empeoramiento o banalidad moral) las ciencias se transforman —incluidas las naturales— en autoservicios para fuerzas financieras y cuantos requieren de argumentaciones. Al crecer des-mesuradamente la complejidad del científico particular, disminuyen las posibilidades de selección en el interior de, y entre grupos, de expertos. 

Con frecuencia se decide de antemano los especialistas que se incorporarán a los programas políticos en calidad de asesores. Pero prácticos y políticos no sólo pueden elegir entre grupos de expertos, sino que también pueden enfrentar entre sí a especialistas y especialidades, de modo que se consiga elevar la autonomía en relación con los resultados. Y seguramente ocurrirá que cada vez serán menos los legos gracias a los éxitos de aprendizaje en el contacto con las ciencias. Es posible entender cómo los expertos, a través de sus controversias básicas internamente planteadas (o ni tan siquiera), son capaces de rechazar resultados indeseados profesionalmente (por ejem-plo, mediante la crítica metodológica). Aumentan las posibilidades de distanciamiento que se abren por las cientificaciones reflexivas del aspecto práctico, puesto que se incrementan los aspectos sujetos a incertidumbre en las ciencias. En todo caso, las ciencias cada vez se encuentran en situación menos apta para satisfacer la necesidad de seguridad de los clientes que se encuentran bajo la presión de la toma de decisiones. Al generalizarse el falibilismo, la duda se transfiere de la ciencia a la aplicación, lo cual obliga a ésta a asumir el papel contrario de la reducción necesaria para la acción de la inseguridad. Y todo esto no expresa —lo repito una vez más— impotencia ni subdesarrollo de las ciencias, sino que, precisamente al contrario, es el producto de su progresiva diferenciación, hipercomplejidad, autocrítica y reflexividad.

(…) Política diferencial El punto de partida para ese proyecto de futuro es la delimitación de la política, es decir, el espectro de la política principal, de la secundaria, de la subpolítica y de la antipolítica que han aparecido con las circunstancias de la democracia desarrollada en la sociedad de las diferenciaciones. Se llega a la conclusión de que la carencia de centro de la política tampoco tiene por qué considerarse un retroceso en relación a la reivindicación de democratización. La política en un determinado sentido se ha generalizado y con ello se ha quedado «sin centro». 

El carácter irreversible de esa superación de la política ejecutiva por un proceso político que a la vez ha perdido su carácter específico, su oposición, su conceptuación y su ámbito de influencia, no ha de generar sólo lamentaciones. Ahí se anuncia una época nueva de modernización que hemos designado con la característica de la «reflexividad». La «ley» de la diferenciación funcional comporta y se desactiva por desdiferenciaciones (conflictos y cooperaciones debidos a los riesgos, moralización de la producción, diferenciación de la subpolítica). En esa racionalización de segundo nivel, los principios de centralización y de burocratización, así como la rigidez de las estructuras sociales que comportan, entran en oposición con los principios de la flexibilidad que adquieren preponderancia creciente en las circunstancias de los riesgos e inseguridades originadas, y además presuponen nuevas formas de autocoordinación controla-da por otros, que hoy apenas se prefiguran en subsistemas y en unidades de actuación descentralizadas. En la transformación histórica se encierran también puntos de arranque para una democratización de la estructura muy diferente. Esa democratización se inició con la división de poderes y ha continuado, entre otros aspectos, con la libertad de prensa, aunque ya estaba implícita en el modelo de sociedad industrial. Es hoy cuando se pone de manifiesto al igual que el sistema económico constituye un ámbito en el cual no sólo se dan avances de forma imprevista gracias a la búsqueda del propio provecho, sino que también se provoca una transformación social en forma de (sub)política; esto se manifiesta bruscamente en el caso de la «necesidad económica y técnica» de emisiones de sustancias tóxicas que provocan la presión pública para considerarlo una de entre las muchas posibilidades de decisión. Otro de los aspectos que hoy aparecen es el de las relaciones tras los muros de la privacidad que no siguen siempre los modelos de la tradición sobre matrimonios y familia, las funciones del hombre y de la mujer. Se podían vislumbrar históricamente como destradicionalizaciones en la conciencia, pero no se adoptaron las correspondientes decisiones. Al legislador no se le ofrecen ni el derecho ni la posibilidad de hacerlo. Es el «gobierno paralelo de la privacidad» el que puede cambiar las relaciones de la vida en común aquí y ahora sin disposiciones jurídicas ni sentencias; así se hace con la rapidez y convicción que exige el cambio en las relaciones cotidianas. La comprensión de ese desarrollo es difícil debido a la realidad aparentemente invariada de la sociedad industrial. A nuestro modo de ver, hoy se derrumban monopolios que surgieron con la sociedad industrial y que se asentaron en sus instituciones; se derrumban monopolios, pero no se hunde el mundo. Se tambalean por distintas razones y con distintas consecuencias, ambivalentes e imprevisibles, el monopolio racional de la ciencia, el monopolio de la profesión masculina, el monopolio sexual del matrimonio, el monopolio de la política. Pero cada uno de esos monopolios está también en contradicción con los principios que se realizaron con la modernidad. El monopolio de la racionalidad de la ciencia encierra el autoescepticismo. El monopolio de la profesión masculina se opone a las exigencias de igualdad universales con que se inició la modernización, etc. Esto también representa que aparecen muchos riesgos y problemas en la continuidad de la moderni-dad que se erigen en contra de la duplicidad de los principios del proyecto de la sociedad industrial. El otro aspecto de la inseguridad es que brinda a la sociedad del riesgo ir más allá de la humanidad desgraciada; le ofrece la oportunidad de encontrar y activar más igualdad, más libertad y más capacidad de autoconstrucción de lo que prometía la modernidad, le permite oponerse a las limitaciones e imperativos funcionalistas del fatalismo del progreso de la sociedad industrial. Se altera la percepción y comprensión de la situación y del desarrollo esencialmente debido a que se da sistemáticamente una escisión entre lo ex-temo y lo interno, entre las funciones reales y las que se declaran. Desempeñamos la función que nos corresponde en el reparto de papeles del teatro de la sociedad industrial, pese a que ya no se corresponde con las relaciones en que vivimos y actuamos, pero representamos esos papeles ante nosotros y ante los demás, aunque sabemos que todo ha cambiado de raíz. La mími-ca del «como si» predomina en la escena desde el siglo xix. Los científicos hacen como si descubrieran la verdad y se ven obligados a comportarse así porque de ello depende su situación. Los políticos se ven obligados —especialmente en las campañas para las elecciones— a fingir un poder decisorio del que por lo menos saben que es una leyenda condicionada por el sistema que a la vez siguiente se les echará encima. Esas ficciones corresponden a realidades de los aspectos funcionales y de la capacidad de decisión de la sociedad industrial. Pero son irreales en la maraña de ignorancias, que precisamente es uno de los resultados de las modernizaciones reflexivas.

 La cuestión acerca de si así se crea una situación de emergencia o constructiva finalmente es tan difícil de apreciar en última instancia porque el sistema de coordinación de conceptos está afectado y desaparece. Es necesaria otra concepción de la política, distinta de la especializada, que se encuentra en la base del sistema político según el modelo de la democracia, para comprender y describir el nivel alcanzado por la (sub)política diferenciada. En el sentido de democracia general ciertamente no se ha generalizado la política. ¿En qué sentido, pues? ¿Qué pérdidas o ganancias representa? ¿Podría significar la delimitación entre política para esferas políticas y redes de política alternativa o de subpolítica? La primera impresión es que la política ha de completar la autodelimitación que se ha producido históricamente. La política ha dejado de ser el lugar central, o por lo menos el único, en el que se decide la transformación del futuro social. En las elecciones no se dirime quién va a ser el «guía de la nación» que dispone de los hilos del poder para acometer la transformación de cuanto malo ocurre en sus oficinas. Si tal fuera se trataría de un dictador y ya no estaríamos en una democracia. Incluso podemos decir que todas las ideas de centralización en política se encuentran en relación inversamente proporcional al grado de democratización de la sociedad. Esto es muy importante reconocerlo porque la tendencia a operar con la ficción del poder estatal centralizado crea el trasfondo de expectativas en el cual aparecen como debilidades las interrelaciones políticas de la realidad, aparecen como renuncias que sólo podrían ser subsanadas mediante «mano dura». En cambio, se trata de lo contrario; es un signo de la resistencia universal de los ciudadanos, en el sentido de cooperación u oposición. Y lo mismo se aplica al otro aspecto de la misma relación: a los más distintos campos de la subpolítica. La economía, la ciencia, etc., ya no pueden por más tiempo fingir que no hacen lo que hacen: transformar las condiciones de la vida social, es decir, hacen política con sus medios. Eso no es nada inaceptable, nada que se haya de ocultar ni esconder Se trata de reconocer la transformación y el propio ámbito de actuación que ha abierto la propia modernidad. Cuando todo se encuentra disponible, pues se ha con-vertido en producto de la manipulación humana, se ha acabado la época de las excusas. Ya no se impone ninguna condición forzosa a no ser que permitamos o fomentemos que predomine. Ciertamente esto no significa que ahora todo sea posible hacerlo según queramos. Pero sí que significa que se han de desenmascarar las constricciones y ponderar intereses, puntos de vista y posibilidades. Tampoco se puede admitir sin más como valor absoluto que los privilegios acumulados que se ocultan tras la coraza del progreso originen hechos invariables. Y ello representa cuestionarse acerca de cómo podría controlarse la investigación que redefine la muerte y la vida, si es que no se admiten normativas ni decisiones parlamentarias.

 ¿Cómo podemos impedir el escapismo hacia el futuro de la manipulación genética del hombre sin poner en cuestión la libertad de investigación sin la cual tampoco es posible vivir? Mi respuesta es: mediante una generalización, con garantías jurídicas, de ciertas capacidades de influencia de la subpolítica. Es esencial que se den las condiciones fundamentales previas para juicios independientes y para la intervención decidida e independiente de los medios de comunicación en relación a todo cuanto ocurre. Constituyen dos pilares fundamentales para el sistema del control alternativo de la subpolítica, aunque por sí solos no son suficientes, según nos enseña el pasado. Hay que dar un paso complementario esencial. Las posibilidades de autocontrol que tanto valoran los que poseen monopolios, se han de completar mediante las posibilidades de la autocrítica. Esto significa que se ha de garantizar institucionalmente una vía para la oposición al predominio de profesiones o de gestión empresarial, vía que hasta hoy se ha abierto camino con grandes dificultades. 

Se trata de expertos alternativos, prácticas profesionales alternativas, controversias in-ternas en la empresa y en la profesión acerca de los riesgos implícitos en los desarrollos objeto del escepticismo reprimido. En este caso realmente Popper tiene razón: la crítica significa progreso. Sólo cuando se enfrentan medicina con medicina, física nuclear con física nuclear, genética humana con genética humana, técnica de la información con técnica de la información es posible prever y enjuiciar el tipo de futuro que se está gestando. Fomentar la autocrítica en todas sus formas no es perjudicial, sino que representa probablemente el único camino para descartar previamente los errores que más pronto o más tarde destruirían el mundo.

 No es posible prever en concreto el tipo de reglamentaciones y apoyos que eso exige. Mucho habríamos ganado si se eliminaran las prescripciones que convierten a los hombres en

esclavos mentales de aquellos para quienes trabajan. Así también sería posible que los técnicos informaran acerca de sus experiencias en el trabajo v por consiguiente, no cabría que prescindieran de los riesgos que ellos ven y provocan. Indudablemente aquí se abre, para los sindicatos, el campo propio de una importante y nueva tarea. Al igual que ocurrió con el derecho de huelga — interés común—, se trata de combatir y de asegurar el derecho a la crítica técnica en el interior de la profesión y de la empresa. Esa institucionalización de la autocrítica es tan importante porque en muchos campos no es posible conocer los riesgos ni las vías alternativas para evitarlos sin el concurso del know-how (Saber hacer). En investigación, esto comportaría sin duda que ya de antemano podrían discutirse de manera alternativa y controvertida los riesgos de determinados procesos y opciones, de modo que se crearían no sólo para la propia profesión, sino también institucionalmente ámbitos parcialmente públicos interdisciplinares. 

Es evidente que no se trata de concebir ante un papel en blanco de qué manera podría organizarse todo esto y cuáles deberían ser las posibilidades de control de esas instancias Ínter y extraprofesionales. Por lo que a la política oficial se refiere, se abrirían también muchas oportunidades de influencia. Imaginemos, por ejemplo, cómo cabría orientar la discusión sobre la reducción de costes de la previsión social, si se dispusiera de una medicina alternativa eficaz y dotada de sólidos argumentos. Sin embargo, no se trata de restablecer para la política su monopolio. Se da una diferencia central con los campos distintos de la subpolítica que precisamente adquiriría mayor importancia: a la economía (así como a la ciencia) debería arrebatársele la lucha por sus intereses y puntos de vista particulares; el sistema político podría establecer las condiciones generales (legalmente), examinar el carácter general de las normativas y suscitar el consenso. Eso significa que podrían desplegarse las tareas implícitas de la política actualmente presentes como funciones simbólicas de preservar, prever y argumentar, que se dan ahora como dominantes pero en términos de me-ras construcciones de poder ficticias. Si se compara con el núcleo de la subpolítica, se pasaría al predominio de un efecto de la política conservador. Pues debería generalizar y proteger el nivel alcanzado de derechos sociales y democráticos, ante interferencias (incluidas las de su propio ámbito). Las innovaciones, en cambio, deberían continuar el paradójico camino emprendido de autodesposesión, camino en el que se crean condiciones jurídicas e institucionales para facilitar, frente a las restricciones presentes, los procesos de aprendizaje y de experimentación social exigibles (desarrollo de nuevas formas de vida en relación a procesos de individualización, diversifícaciones internas a las profesiones y crítica).

 ¿Es posible que hoy ya se comiencen a aplicar y perfilar, en algunos campos, formas de esa nueva distribución del poder y del trabajo entre política y subpolítica, tras la alta fachada de la vieja sociedad industrial, y paralelamente a los muchos riesgos y peligros existentes?”

La sociedad del riesgo Hacia una nueva modernidad Ulrich Beck Ed. Paidos

El patriarcado, colonialista, capitalista, neoliberal, en estos tiempos globalizados y transnacionalizados, han producido desde siempre teorías que, aún críticas, surgen de los mismos grupos o Estados que han producido los problemas: La mentira Europea que necesito del Capitalismo y de la sumisión colonial de los Estados que supuestamente accedían a sus “independencias” en otras formas de sumisión mas subjetivas y de mentalidades dependientes propensas a repetir y copiar que ha generar pensamiento e historia propia, para construir una frágil y precaria identidad europea que tambalea con cada problema. Prueba cabal el resultado del Brexit y las tremendas desigualdades entre Estados que componen su variopinto universo de realidad europea.

NO ERA OTRA la preocupación más íntima de los forjadores de la llamada “teoría de la dependencia”: transformar –y para ello explicar– las condiciones de superexplotación que vivían nuestros países frente a los poderes hegemónicos del sistema capitalista. Entendían que la polarización entre centros y periferias era inmanente a la expansión mundial del capital y consideraban que la concentración de la riqueza que esto implicaba marcaba un camino sin retorno. Por eso se abocaron a imaginar otro sistema social más justo y solidario. La interpretación se convirtió, así, en el atajo privilegiado que estos intelectuales tomaron para articular teoría y política, procurando un gesto semejante al que expresara C. Wright Mills, durante 1959, en su célebre invocación a La imaginación sociológica: “comprender su propia existencia y evaluar su propio destino localizándose a sí mismo en su época”, explorando sus posibilidades a partir de conocer las de todos los individuos que se hallan en sus circunstancias (Mills, 1994: 25)

Vida, muerte y resurrección de las “teorías de la dependencia” 

A pesar de que se decretó varias veces la muerte de la teoría de la dependencia, ella ha sido una marca persistente en el pensamiento social latinoamericano. Durante épocas formó parte de corrientes dominantes; en otras, quedó recluida en paradigmas subordinados. Pensar hoy en la llamada teoría de la dependencia implica ingresar en un campo problemático, que requiere, en primer lugar, realizar una historia de la teoría y del campo intelectual. Probablemente esto nos permita reconocer quiénes disponen de la vida y del deceso de las categorías, relativizando así los ritos de la muerte y los ritos de la vida. Hablar de vida, muerte y resurrección para referirnos a teorías y corrientes sociológicas, digámoslo de una vez, suena un tanto mesiánico. La categoría de “dependencia” no habita más allá de la historia ni constituye un nudo “esencial” que se mantiene aferrado al ámbito de la teoría, a la espera de críticos o detractores. El título de este trabajo tiene que ver, en cambio, con el hecho de que el presente siempre dialoga con el pasado, aunque procuremos el esfuerzo de situar nuestros balances en un tiempo y un espacio. En este ensayo intentaremos revisar la categoría de dependencia a la luz de una aproximación a una periodización de la sociología latinoamericana, con el fin de explicar lo que parece una resurrección mesiánica, mas no es otra cosa que el fin de una restauración domesticante de las ciencias sociales en la región.

 

NO ERA OTRA la preocupación más íntima de los forjadores de la llamada “teoría de la dependencia”: transformar –y para ello explicar– las condiciones de superexplotación que vivían nuestros países frente a los poderes hegemónicos del sistema capitalista. Entendían que la polarización entre centros y periferias era inmanente a la expansión mundial del capital y consideraban que la concentración de la riqueza que esto implicaba marcaba un camino sin retorno. Por eso se abocaron a imaginar otro sistema social más justo y solidario. La interpretación se convirtió, así, en el atajo privilegiado que estos intelectuales tomaron para articular teoría y política, procurando un gesto semejante al que expresara C. Wright Mills, durante 1959, en su célebre invocación a La imaginación sociológica: “comprender su propia existencia y evaluar su propio destino localizándose a sí mismo en su época”, explorando sus posibilidades a partir de conocer las de todos los individuos que se ha-llan en sus circunstancias (Mills, 1994: 25).

Vida, muerte y resurrección de las “teorías de la dependencia” Fernanda Beigel Socióloga. Investigadora del CONICET. Coordinadora Académica de la Carrera de Doctorado en Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional de Cuyo. Crítica y teoría en el pensamiento social latinoamericano Buenos Aires CLACSO 2006 Colección Becas de Investigación

Las teorías de la dependencia se continuaron en los 70 con las teorías de la liberación, que se reconvirtieron, dictaduras mediante y neoliberalismo impuesto en los 90, en las llamadas teorías decoloniales. Son los legítimos intentos desde estas tierras en aportar al conocimiento de las ciencias sociales en medio de una globalización aplastante, miradas y conceptualizaciones propias de los procesos que protaganizamos como individuos y pueblos a diario.

¿Nos animaremos desde América Latina y el caribe a continuar este difícil pero imprescindible camino de crear consciencia de lo propio, en estos tiempos donde la globalización neoliberal enferma y mata de múltiples maneras"

Nadie se salva solo. Cada quién que haga su parte.


Daniel Roberto Távora Mac Cormack

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