Información, medios, sesgos e ideología en los días de la peste.

El Dr Hugo Pardo Kuklinski, Fundador y Director General de Outliers School. Produce desde 2005 digitalismo.com, eMagazine sobre cultura digital, blog del cual compartimos el siguiente texto.

 
Factfulness. Decidir en la pandemia con base en hechos y datos científicos.

Pocas veces como en estos últimos doce meses hemos sido afectados con tanta claridad por la información que recibíamos diariamente. Cada nuevo dato sobre la pandemia y cada conferencia de prensa de un gestor público terminaba afectando nuestra vida cotidiana en formas de nuevas restricciones o aperturas. Pocas veces en nuestras vidas fuimos tan dependientes de la solidez de los hechos basados en datos científicos. Sin embargo, hemos convivido con oportunistas, negacionistas y todólogos mediáticos. Informar y opinar con rigor basado en datos no es fácil. Requiere una dedicación y esfuerzo que no es compatible con el ritmo mediático, menos aún en la televisión abierta y canales de noticias 24 horas. Dicho rigor no parece importarle mucho a los tertulianos y opinadores profesionales. Entretener no es informar. Y eso lleva a priorizar las malas noticias y enfatizar en los aspectos críticos. Sistemáticamente subestimamos el enorme y continuado progreso que hace la humanidad.

Hans Rosling fue un brillante profesor sueco y médico de salud pública. Descubrí su trabajo en una conferencia TED que me apasionó y me llevó a querer saber mucho más de su trabajo con la Fundación Gapminder, un emocionante emprendimiento de un profesor e investigador (Hans) y dos diseñadores visuales (Ola y Anna Rosling), destinado a “combatir la devastadora ignorancia con una visión del mundo basada en los datos”. Con esa admiración, me devoré su libro publicado por primera vez en 2015: Factfulness: Diez razones por las que estamos equivocados sobre el mundo. Y por qué las cosas están mejor de lo que piensas, escrito en familia junto a Ola y Anna.

Factfulness significa actuar con hechos y datos. Es el estado de actuar con los hechos. Su apropiación es imprescindible para poder comprender mejor esta pandemia mediatizada y cómo afecta emocionalmente nuestras vidas. Debemos poner un límite al consumo de dramas humanos. Los datos globales de la ONU, UNESCO y otras organizaciones globales indican que las malas noticias no son un corte realista y equilibrado de la sociedad. Los datos estadísticos deberían formar parte de una sana dieta informativa. Primero el dato y su infovisualización (cuanto más fácil se presente, mejor y más rápido se entenderá). Recién luego viene la opinión. Factfulness es un protocolo de actuación esencial para periodistas, educadores (no se pierdan la excelente herramienta de Gapminder), cientistas sociales, gestores públicos, activistas globales y especialmente para negacionistas y sobreactuadores. Por esto hemos incorporado ejercicios de combate a los instintos (los veremos a continuación) en algunos de nuestros diseños, como 2222 -la app educativa que estamos diseñando para docentes ecuatorianos-, así como en los talleres Outliers School que damos para periodistas en Brasil y para docentes en toda América Latina. Para Rosling, “las malas noticias pueden significar una mayor vigilancia hacia los problemas del mundo, pero no representan una mayor cantidad de cosas malas.” Los periodistas podrían saber cuando políticos, activistas o relaciones públicas de ONG’s y empresas están creando historias exageradas. La forma más sutil para ser engañados es con los números y la generalización. “El útil y necesario instinto de generalizar puede resultar apropiado a veces, pero muchas otras distorsiona nuestra visión del mundo.”

El trabajo de la familia Rosling me hace recordar al de Peter Diamandis y Steven en Kotler con “Abundancia. El futuro es mejor de lo que piensas.” publicado en 2013. Ambos autores teorizaban sobre el concepto de la Abundancia: la innovación tecnológica, muchas veces disruptiva y exponencial- nos lleva a un período de abundancia en el planeta. Sin embargo, nuestro instinto de supervivencia hace que la sensación de escasez siga dominando nuestro cerebro. Las carencias o las pérdidas son un valor más enfático en nuestras vidas que los logros. Más allá de los valiosos cuestionamientos de la sostenibilidad industrial, slow life o el más radical decrecimiento feliz, aprecio de ambos trabajos su optimismo bien argumentado hacia el futuro. Si se observan en perspectiva de 100 años, los datos son sintomáticos de esa evolución de la escasez hacia la abundancia. En ambos ensayos no sólo se menciona el dato optimista más significativo: la esperanza de vida en todo el mundo. También se analiza el acceso a Internet como biblioteca universal, la conectividad a bajo coste, el intercambio global y eficiente de productos y servicios, la gestión eficiente en las ciudades, entre otras variables significativas.

La historia de las ideas son extensas capas de presunciones y verdades absolutas, donde cada generación viene a matar y reconfigurar las ideas de la generación anterior, diseñando un nuevo imaginario social acorde a su tiempo. Las ideas son inestables y las verdades provisionales. La enorme dificultad que tenemos los seres humanos con las ideas es la dificultad de reevaluar lo que consideramos verdad desde el propio presente. Es muy difícil cuestionar la fiabilidad de las ideas que son aceptadas hoy por toda una sociedad. Para este ejercicio intelectual, necesitamos mejores datos y la superación de los instintos del factfulness. En el ensayo filosófico “But what if we´re wrong? Thinking about the present as if it were the past.” (2016), Chuck Klosterman sugiere pensar el presente del mismo modo que pensamos el pasado. ¿Cómo nos parecería 2017 si lo viéramos en 2050 o incluso más allá? Quizás en 2117, los sociólogos tengan consenso sobre la idea de que la democracia de un siglo atrás era ineficiente y muy poco democrática. ¿Cuál era el razonamiento científico que les llevaba a pensar que los vehículos a motor debían moverse con combustibles fósiles? Klosterman afirma que este es un error permanente de las sociedades y propone desconfiar de las narrativas objetivas. Pero volvamos al estado de actuar con los hechos y datos, para entenderlo mejor. Hans Rosling enseña que en general, tenemos una visión muy pesimista del comportamiento humano y la evolución de la sociedad global. Parecería ser que fuéramos a peor, y es exactamente lo contrario en todas las variables que podamos imaginar. Además, los mayores éxitos se han dado solamente en las últimas dos décadas, lo cual habla de unas expectativas emocionantes para el futuro que espera tras la pandemia. Y aunque los medios son grandes responsables de esa visón pesimista y dramática sobre la evolución de la sociedad humana, para Rosling, “existen razones complementarias y de más sutil percepción. Es muy difícil cambiar la visión superdramática del mundo porque ella deviene precisamente de la manera como funciona nuestro cerebro.”

Mejoras lentas y graduales no suelen ser noticia, pero son muy importantes. Veamos solo uno de los grandes datos de la vida humana: la disminución de la pobreza extrema. Según datos del banco Mundial y la ONU, en los últimos 20 años la proporción de población mundial viviendo en esa condición cayó a la mitad. ¿Han estado en los últimos años las noticias reflejando ese éxito de la sociedad humana? En 1800, el 85% de la población humana vivía en extrema pobreza. Quizás nos hayamos ido muy lejos para comparar. Volvamos al siglo XX. En 1966, el 50% de la población mundial vivía en extrema pobreza. En 2017 ese porcentaje bajo al 9%. Y sigue bajando año año (con la excepción de los datos de 2020 que reflejan una retracción importante del éxito por causa de la pandemia global y sus confinamientos. Las infovisualizaciones de Rosling explican los datos de una manera que resulta imprescindible para decisores públicos: “El único medio para contener la expansión poblacional es erradicar la extrema pobreza y dar una vida mejor a las personas, incluyendo educación y anticonceptivos. (…) Los datos muestran que la mitad del aumento de la supervivencia infantil se debe a que las madres saben leer y escribir. Así, si se tienen recursos muy limitados y se está invirtiendo dinero para mejorar la salud en los niveles de menores ingresos, debería colocárselo en las escuelas primarias, educación de enfermeras y en vacunación. Los hospitales de lujo pueden esperar.”

Vamos a reconocer los instintos humanos que señala Rosling y veamos cómo combatirlos para vivir una vida basada en hechos y datos científicos.

1.
Instinto de separación. Se trata de la compulsión al pensamiento binario, a una división entre buenos y malos, donde no existen escenarios intermedios. Para Rosling, la grave equivocación es creer que el mundo está dividido en ricos y pobres, norte y sur, renta baja y renta alta. “Los medios alimentan esto con historias de billonarios o de extrema pobreza, pero generalmente la mayoría de los datos y las vidas están en el medio de ambas, Donde debería haber una frontera entre dos mitades del mundo, es donde precisamente está la mayoría de las personas.”

Para su todo su análisis estadístico sobre la evolución humana, Rosling organiza cuatro niveles de renta. En esa taxonomía, solo el 9% de las personas vive en países de renta baja, menos de 2 dólares al día. El nivel dos es para quienes poseen de 2 a 8 dólares al día. El nivel tres, es de 8 a 32 dólares al día. En tanto el nivel cuatro es de 32 dólares al día en adelante. Quienes están leyendo este articulo y este autor vivimos en el nivel cuatro, y la mayoría de percepciones que tenemos de los niveles restantes están mediatizadas. En mi caso, hago un gran esfuerzo para salir de esa percepción mediatizada y por esto, he adoptado hace muchos años una vida nómada, viviendo y trabajando en ocho países solo en la última década. Sin embargo, mis rutinas en esas sociedades también son de nivel cuatro, con personas, comunidades y prácticas culturales en ese nivel. ¿Cómo superar nuestra limitada visión del mundo?

2. Instinto de negatividad. Se trata de la tendencia a prestar más atención a las cosas malas que a las buenas. Para Rosling, existe algo del gen de supervivencia en esa actitud y tres cosas que están sucediendo: “los recuerdos errados del pasado de la humanidad, los relatos selectivos de los medios de comunicación y la sensación de que con situaciones tan difíciles en la vida de algunas personas, es cruel afirmar que estamos mejorando. (…) Las historias sobre mejoras graduales raramente ganan espacio en la agenda mediática, a pesar de que ocurren con impacto sobre millones de personas.” Una recomendación para sumar a la agenda de la transformación de la educación formal: “Los países glorifican su historia (y las personas su pasado), pero generalmente esa historia no fue mejor que este presente.” 


3. Instinto de la línea recta. La tendencia al ver una línea recta en una gráfica es asumir que continuará siendo recta. Una vida actuando con hechos y datos es entender que muchas tendencias no siguen líneas rectas, sino que son curvas en forma de S, de monte, de tobogán, etc. Las tendencias con líneas evolutivas rectas suelen ser raras. Con el crecimiento de nuestros niños, todos sabemos que por fin un día dejan de crecer y se aplana definitivamente la curva luego de la adolescencia.

4.
Instinto del miedo. Como bien sabemos hoy con la pandemia global, riesgo es igual a cuán peligroso es algo más sus posibilidades de exposición a ese peligro. Para Rosling, el instinto del miedo “puede ser muy efectivo para eliminar cosas peligrosas del mundo, como la insistente lucha por el desarme nuclear, sin embargo muchas veces el instinto se sale de control y distorsiona el análisis de los hechos.” Los seres humanos tenemos un filtro de atención entre el mundo y nuestros cerebros, y ese filtro da prioridad a las historias dramáticas y alarmantes, especialmente las que pueden perjudicar a seres queridos y a nosotros mismos. “Y así terminamos pensando que los hechos poco comunes (el incendio, el accidente, la tragedia, el virus) son comunes. (..) Nunca el planeta fue más seguro y menos violento.” Si bien el cisne negro de la pandemia del COVID-19 harán que 2020 y 2021 sean malos años en los rubros estadísticos de salud y economía, serán mejores en tema de emisiones de CO2, gastos en transporte y distancia de desplazamiento per cápita, implantación ecológica del teletrabajo, inversión en sanidad y muchos otros rubros.

Rosling enfatiza en un ejemplo de una visión del mundo basado en hechos y datos: la drástica reducción de muertes por desastres naturales, especialmente en los países de renta de nivel uno: 59 personas fue la media de muertes anuales por millón de personas entre 1965 y 1990; 31 fue el número entre 1991 y 2016. Se trata de una reducción de casi el 50%. ¿Se debe este éxito de la humanidad a menos desastres naturales o a una mayor y mejor inversión humana? ¿Cómo deberíamos gestionar el miedo en estos casos? “A pesar de la gran cobertura mediática, los miedos más habituales de la humanidad como desastres naturales, asesinatos, caída de aviones, fugas nucleares o terrorismo, solo matan a menos del 1% anual.” Comparto un dato sobre terrorismo en EEUU que me ha sorprendido (como muchos otros datos del gran trabajo de Rosling): “En EEUU el riesgo de ser atropellado y muerto por una persona alcoholizada es 50 veces mayor que el riesgo de ser muerto por un terrorista.”

5.
Instinto de tamaño. Rosling aconseja evitar analizar números solitarios: “nunca serán significativos si no se pueden comparar con otros números. Y especialmente se debe tener cuidado con los números grandes. Comparados, podrían resultar extremadamente pequeños y ser resultado de una política exitosa. Se deben poner los datos en proporción. (…) Cantidades y tazas pueden contar historias muy diferentes. Las tasas per cápita son muy significativas, especialmente entre grupos de diferentes tamaños. La responsabilidad que Occidente le atribuye a China e India por el cambio climático no es justa, dado que no se puede medir por naciones sino por número de habitantes. Hablando de proporciones, ¿sabía que de 7 billones de personas en el mundo, 4 están en Asia? 1 + 1 + 1 + 4, es América + África + Europa + Asia. Y los occidentales seguimos pensando que somos el centro económico y cultural de la humanidad.

6.
Instinto de generalización. Volvemos a Peter Diamandis y a su Abundancia: “Cuando una idea realmente supone un avance, es porque hasta el día antes de ser descubierta debe haber sido considerada loca, tonta o ambas cosas, de otro modo no sería un avance.” Generalizar destruye la innovación y la apertura a nuevas ideas y hechos. Rosling recomienda cuestionar nuestras categorías y tener cautela con la idea de “la mayoría opina que”. Esa mayoría podría estar entre el rango del 51 % al 99% y evidentemente ambos números indican olas de pensamiento muy diferentes. Se debe tener cuidado con generalizar las casuísticas excepcionales, especialmente no tomando nuestras experiencias de nivel cuatro para entender el comportamiento de todos los estratos sociales. Viajar -pero no como turista, sino teniendo vida y trabajo local- es una de las mejores herramientas de aprendizaje para mejorar la competencia de la diferenciación. Me quedé fascinado con una idea del factfulness que todos deberíamos aprender: “aceptar que las personas no son idiotas, simplemente tienen comportamientos culturales diferentes a los nuestros, imprevistos muchos veces, pero que incluso pueden ser más inteligentes.”

7.
Instinto de destino. Se supone que existen características innatas, constantes e inmutables que determinan el destino de las personas y sociedades. Peor aún, son generalizaciones y son “sentimientos disfrazados de hechos”. Para muchos, África es un continente que nunca podrá avanzar lo suficiente. Para Rosling y su experiencia trabajando en salud pública en el continente, “en partes de África está habiendo avances similares a los de Asia hace dos décadas. Las diferencias dentro de África son enormes, pero desde Occidente seguimos viendo esa parte del mundo con nuestra visión vieja, inmóvil y colonial.” Es la idea de que las cosas son como son por razones inevitables e inexorables y nunca cambiarán. Que las características innatas determinan los destinos de las personas, los países, las religiones o las culturas. Muchos de los hechos y las figuras históricas que sabemos son en realidad “versiones mitológicas recurrentes de una misma historia y todo lo que sabemos del mundo antiguo son narrativas ficcionales”. El concepto de éxito es personal y arbitrario. Clasificar a alguien como el más exitoso en algo habla más de la fuente cultural de esa clasificación que del sujeto mencionado. 

8.
El instinto de perspectiva única. A la hora de entender el mundo, es más fácil centrarse en una perspectiva única. ¿Cómo superarlo? Recuerda que es mejor contemplar los problemas desde muchos ángulos para lograr una evaluación más precisa. Se deben poner a prueba nuestras ideas. En esta era de sobreinformación, el consenso es una herramienta de validación de las ideas. De allí deriva la importancia de la legitimidad social. Sin embargo, la legitimidad social basada en la atención mediática y su carencia de especificidad, hace que sea muy difícil generar verdades profundas. Y eso lo sabe la ciencia. Klosterman (2016) recomienda el esfuerzo intelectual de “pensar como niños y no dejarnos paralizar por el consenso social”. El problema es que Internet, los dispositivos móviles, la cultura de la inmediatez y su lectura en vertical no ayudan mucho a construir verdades profundas. Deberíamos probar nuestras ideas favoritas en búsqueda de puntos débiles. Procuremos personas que nos contradigan y presenten ideas diferentes. De eso de tratan los ejercicios de retrolimentación del método Outliers School.

Rosling provoca a sus lectores de perspectiva única: “los especialistas solo lo son en sus áreas de conocimiento. Y muchos activistas exageran -de forma deliberada o involuntaria- el problema al cuál se dedican.” Incluso se atreve a cuestionar a las democracias liberales, mismo reafirmando su creencia que es el mejor sistema para administrar un país: “la democracia no es la única solución para los problemas globales. Entre los países que han conseguido grandes progresos económicos y sociales, muchos no son democracias. De los 10 países con mayor crecimiento económico, 9 tienen nota baja en democracia. (…) Quienes afirman algo tan señalado como que la democracia es una necesidad para la expansión económica y los avances sociales, deberían modificar su perspectiva única.” Cuando algún ecologista idealiza el pasado y menciona que el ser humano solía vivir en equilibrio con la naturaleza, Rosling sugiere que habría que preguntarle de qué período nos habla y qué tiene de mejor. Hasta 1800, morían cuatro de cada seis humanos antes de volverse padres. Los humanos morían en equilibrio con la naturaleza. Era profundamente brutal y trágico”.

9.
El instinto de culpa. Rosling señana que “para comprender la mayoría de problemas significativos del mundo, se debe mirar a los sistemas por encima de las personas. Colocar chivos expiatorios bloquea nuestra capacidad de evitar problemas semejantes en el futuro. Observe causas y sistemas, no villanos y héroes.” Una vez que encuentras un culpable, dejas de buscar los verdaderos motivos. ¿Cómo evitarlo? Estando preparados a cambiar de opinión cuando aparecen nuevos datos. Es bien relajante ser humilde, porque no se precisa estar defendiendo posiciones todo el tiempo o tener una opinión lista para cada situación.

10.
El instinto de urgencia. Rosling sugiere combatirlo actuando con calma, pidiendo más tiempo y más información. Casi nunca una situación es una inmediata decisión sobre “esto o aquello”. Se debe reconocer cuando una situación es urgente, y raramente lo es. Para tomar esa decisión, son necesarios datos precisos y relevantes. “Tenga mucha cautela con acciones drásticas. Piense cuáles serían las acciones colaterales. (…) En este presente que eliminamos peligros más inmediatos, nos enfrentamos a problemas más complejos y abstractos, que requieren una mayor reflexión y un pensamiento analítico.”

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Anabella Busso Es licenciada en Ciencia Política por la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y magíster en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Es investigadora adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), con sede en el Instituto de Investigaciones de La Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la UNR.

Escribe en Nueva sociedad Abril de 2021

La retirada de Argentina del Grupo de Lima supuso un sinfín de interpretaciones. Para algunos, se trataba de una decisión lógica ante un grupo dominado por perspectivas que hacen imposible una solución negociada a la situación de los derechos humanos en Venezuela. Para otros, la decisión expresa una falta de compromiso del gobierno argentino. Lo cierto es que el Grupo de Lima manifiesta fallas de origen. Comprenderlas puede ayudar a entender mejor el panorama regional y las diferencias sobre la llamada «cuestión venezolana».

 
El Grupo de Lima: entre las fallas de origen y la salida de Argentina

El pasado 24 de marzo la Cancillería argentina notificó su retiro del Grupo de Lima. Como ocurre habitualmente, toda decisión vinculada con Venezuela despertó la reacción tanto de la principal coalición opositora al gobierno presidido por Alberto Fernández como de distintos sectores dentro del oficialismo. Así, desde Juntos por el Cambio se afirmó que Argentina abandonaba la lucha por la recuperación de la democracia destruida por el régimen de Nicolás Maduro e, inclusive, se argumentó que el anuncio de esta disposición en la fecha en que se conmemora en Argentina el día nacional por la Memoria, Verdad y Justicia para recordar a las víctimas de la última dictadura militar, era una clara contradicción con la tradicional política de derechos humanos e incluso un abandono de la misma. Desde de la coalición gobernante, las posiciones sobre el abandono del Grupo de Lima fueron variadas. Algunos sostuvieron que se trataba de una decisión correcta pero tardía, mientras que otros la definieron como equilibrada y coherente con el perfil de la política exterior del gobierno. Algunos de los argumentos centrales esgrimidos por las autoridades argentinas fueron que la participación de un sector de la oposición venezolana en el Grupo de Lima y el aislamiento del gobierno de Venezuela condujeron a la adopción de posiciones que el gobierno argentino no puede acompañar.

Este escenario de polarización constriñe los análisis sobre el retiro de Argentina del Grupo de Lima al clivaje entre las posturas pro-Maduro y las posturas pro-derecha o pro-Washington. Para escapar de esta lógica es necesario repasar algunos aspectos generales que resultan importantes para situar el análisis y demostrar que el Grupo de Lima arrastra «fallas de origen» que presagiaban las dificultades que enfrentaría como foro multilateral. 

Focalizar la mirada en las «fallas de origen» del Grupo de Lima no implica desconocer la magnitud de la crisis venezolana, sino por el contrario reflexionar sobre las características que deberían tener los mecanismos regionales para contribuir a una solución negociada, pacífica y democrática de la misma y no, como ha ocurrido hasta el presente, a una internacionalización ideologizada que no logró aportar salidas alternativas al conflicto. En ese marco, la existencia de una sociedad polarizada, una economía desbastada, cinco millones de emigrados, un gobierno sostenido en el vínculo con las Fuerzas Armadas, una situación preocupante en cuanto a la violación de los derechos humanos, una oposición fragmentada que incluye a sectores que promueven una intervención extranjera y otros que apuestan a una negociación, son algunas de las dimensiones de la crisis venezolana que reviste características humanitarias.

Como punto de partida de este análisis se supone que los Estados y organizaciones internacionales que crean participan o avalan un foro multilateral para atender una gran crisis como la de Venezuela deberían tener en cuenta al menos tres cuestiones durante el proceso de negociación y el diálogo político. En primer término, que cualquier propuesta que emane del mismo debe incluir a las distintas representaciones políticas (gobierno y oposiciones). En segundo lugar, que la propuesta debe ser factible y beneficiosa para los venezolanos en su conjunto. Y, en tercer término, que no debe estar guiada solo por los intereses y deseos de los actores involucrados en la internacionalización de la crisis. Es en este marco donde las características fundacionales del Grupo de Lima son disfuncionales para alcanzar estos objetivos.

Una mirada sobre el surgimiento del Grupo de Lima evidencia que la administración Trump lo impulsó luego que un conjunto de países no lograra activar la Carta Democrática Interamericana en el seno de la en la Organización de Estados Americanos (OEA) invocando la ruptura del orden constitucional en Venezuela. Fue entonces cuando un conjunto de países que respaldaban esta posición expidieron una declaración desde la ciudad de Lima en 2017. Se proponían desarrollar un grupo para dar seguimiento y acompañar a la oposición venezolana en la búsqueda de una salida pacífica a la crisis exigiendo la liberación de los presos políticos, la realización de elecciones libres y el ofrecimiento de ayuda humanitaria. Entre los países que suscribieron la creación del foro estaban Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú, y se unieron posteriormente Guyana y Santa Lucía. Internacionalmente, la creación del Grupo de Lima fue avalada por Estados Unidos, la Unión Europea y la Organización de Estados Americanos (OEA) y, desde un punto de vista doméstico, por los partidos de oposición venezolanos.

El carácter de Estados Unidos como founding father entre bambalinas le imprimió al Grupo de Lima la primacía de los intereses de este país y los vaivenes de su propia política hacia Venezuela. En este marco, la política de «cerco diplomático» y el «método de la zanahoria y el garrote» fueron las estrategias generales de Washington. Esta política conllevó acciones específicas, tales como el creciente régimen de sanciones económicas que continuaron a pesar de la pandemia de covid-19, el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente encargado, la operación Cúcuta, la calificación del gobierno de Maduro como «narcoterrorista» y la posterior operación militar en las costas de Venezuela. A esto se sumaron las afirmaciones de Donald Trump sosteniendo que todas las alternativas, incluida la intervención militar, estaban sobre la mesa. El conjunto de posiciones adoptadas evidenciaba la impronta estadounidense sobre las posturas del Grupo de Lima y su abordaje de la crisis venezolana. Sin embargo, es oportuno aclarar que más allá de las coincidencias entre Washington y el Grupo de Lima, en el haber de este último se destaca que, en general, la sugerencia de una intervención militar no encontró eco. Finalmente, la influencia de Estados Unidos y la política de cerco fomentaron que el gobierno de Maduro buscara y lograra consolidar el apoyo de otros estados poderosos y extrarregionales como China, Rusia, Irán y Turquía, incrementando así la complejidad y las tensiones geopolíticas.

Por otra parte, el nacimiento del Grupo de Lima se produjo en un momento de primacía de gobiernos de derecha que le otorgaron homogeneidad ideológica e influyeron en el perfil de las propuestas para tratar la crisis venezolana. La idea de que las derechas latinoamericanas eran las únicas garantes de la institucionalidad republicana y tenían como meta defender la democracia y luchar contra el autoritarismo y la corrupción, fue una nota distintiva. En algunos países en los que las experiencias de la «marea rosa» habían sido significativas –como los casos de Argentina, Brasil y Ecuador– los gobiernos de nueva ola conservadora tenían como objetivo anular cualquier posibilidad de regreso del «populismo» al poder. Ambas posturas contribuyeron a inclinar la balanza hacia las propuestas que exigían la salida de Maduro del gobierno e incluir a los sectores de la oposición venezolana como parte del Grupo de Lima, desalentando las estrategias de negociación. Finalmente, los gobiernos que fundaron el Grupo de Lima adherían a una visión optimista sobre la globalización neoliberal, coincidente con los supuestos del gobierno de Barack Obama. Se conjeturaba que esta sincronía continuaría ante el imaginado triunfo de Hillary Clinton, el cual se vio truncado por la llegada de Trump a la Casa Blanca. En este marco, gran parte de los países latinoamericanos, incluido los del Grupo de Lima, optaron por una lógica de alineamiento para evitar los enfados del presidente estadounidense. La política hacia Venezuela no fue una excepción.

Este fuerte componente ideológico marcó también la incorporación de nuevos miembros, como lo muestra el caso de Bolivia que se sumó a fines de 2019 a partir de la gestión de facto de Jeanine Áñez. Simultáneamente, cuando se produjeron cambios de gobierno en dirección opuesta, como lo muestran los casos de Andrés Manuel López Obrador en México, Alberto Fernández en Argentina y Luis Arce en Bolivia, las diferencias no pudieron ser contenidas y, consecuentemente, estos presidentes decidieron permanecer, pero dejaron de apoyar las resoluciones del bloque por entender que no colaboraban con la solución de la crisis.

Otra nota distintiva del Grupo de Lima es que, paralelamente a la creación del foro, sus miembros descuidaron y/o abandonaron otras instituciones del regionalismo latinoamericano (se retiraron de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), prestaron poco o ninguna atención a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y propusieron flexibilizar los procesos de integración que funcionaban como uniones aduaneras), mientras que transformaron el caso venezolano en el único tema de agenda regional y lo sumaron como eje central de sus agendas domésticas. Consecuentemente, la sindicación de los partidos opositores —especialmente aquellos de la «marea rosa»— como actores que conducían a cada una de las naciones latinoamericanas a «ser Venezuela», se constituyó en un lugar común en el discurso de los gobiernos del Grupo de Lima.

Por otra parte, la política hacia Venezuela también se estableció como un articulador del vínculo entre los gobiernos de derecha con su propio núcleo duro. Así, cuando aparecieron propuestas basadas en la negociación entre las partes u otras donde ambos sectores debían conceder (conversaciones en Barbados o la propuesta de Estados Unidos de marzo de 2020 que ofrecía levantar las sanciones impuestas a Venezuela a cambio de que la oposición y Maduro acordaron una forma de gobierno interino de transición basada en el supuesto que el nivel de presiones al que estaba sometido el gobierno venezolano lo obligaría a negociar) no fueron enfatizadas en los discursos nacionales porque generaban tensiones en el interior de los partidos de gobierno y en la relación con sus bases. Estas prácticas fueron también utilizadas por Trump, quien desde las elecciones primarias afirmó que el socialismo democrático de Sanders era equivalente a la llegada del modelo venezolano y cubano a Estados Unidos. 

Por otra parte, el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela en paralelo al gobierno de Maduro, generó una situación inusual en el escenario mundial y en el derecho internacional público. Mientras los países del Grupo de Lima, la OEA y la Unión Europea aceptaron a Guaidó y sus representantes diplomáticos, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) siguió reconociendo al gobierno de Maduro. En este marco, la figura de Guaidó creció desde una Asamblea Nacional elegida democráticamente. Recibió apoyo de 50 países, pero luego su influencia se fue deteriorando tanto como consecuencia de la pérdida de sostén de una parte de la oposición venezolana, como de la toma de conciencia por parte de los países que lo habían reconocido de que su poder era simbólico y solo adquiría capacidad de influencia gracias al acceso a los fondos provenientes del embargo realizado por Estados Unidos sobre Venezuela, lo que agravaba la situación humanitaria.

En este espacio no podemos dejar de hacer referencia al rol de Luis Almagro como secretario general de la OEA. Sus acciones nunca estuvieron dirigidas a buscar una solución negociada y pacífica, sino que se inclinaron a favor de la política de cerco y la promoción de la salida de Maduro cueste lo cueste, deteriorando la imagen de la organización como un actor interamericano creíble y neutral.

El devenir narrado hasta aquí muestra que el Grupo de Lima tenía dificultades para comportarse como un foro multilateral de fomento a una salida negociada del conflicto venezolano por varias razones: estar condicionado por los zigzagueos de la política exterior de Estados Unidos, aferrarse a un perfil ideológico que limitaba sus posibilidades de concertar en la diversidad y que fomentaba la desactivación del regionalismo latinoamericano y la priorización de las propuestas muy discutibles del secretario general de la OEA y, finalmente, porque sus miembros utilizaron el caso venezolano como un componente central de sus políticas domésticas. Así, a las responsabilidades enormes del gobierno de Maduro se sumaron una política regional y una dinámica de internacionalización de la crisis venezolana que la instala nuevamente en el escenario de un «empate catastrófico».

Este entramado precedió la llegada de Alberto Fernández al poder. En primera instancia la decisión del gobierno fue la de wait and see, pero después de un año sin muestras claras de una voluntad por parte de otros miembros del Grupo de Lima para corregir las «fallas de origen», se optó por el retiro. La decisión transparentó no solo los desacuerdos, sino también la inefectividad del Grupo de Lima para alcanzar los objetivos de pacificación y la voluntad de contener en su seno a países que no tuvieran una identificación ideológica total. El resultado es que Maduro continúa en el poder y la crisis se agudizó. Hasta el propio gobierno de Joe Biden, que ha mantenido a Venezuela en un estatus similar al que le había otorgado Trump, reconoció que la política de sanciones unilaterales no ha dado resultados y terminó afectando al pueblo venezolano a la vez que, sottovoce, tomó conciencia de la debilidad del rol de Guaidó.

No resulta lógico ni sensato afirmar que, a través de esta decisión, el gobierno argentino haya abandonado la política de derechos humanos. Dos hechos confirman que la misma sigue vigente. Uno es el voto de respaldo otorgado en octubre de 2020 al informe presentado por la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, Michelle Bachelet, sobre la situación de los mismos en Venezuela y el apoyo a la instalación de una oficina de la misma en Caracas para monitorear su estado, aun a pesar de que esta decisión implicó disputas al interior de la coalición gobernante que tomaron estado público. Otro aspecto es la decisión de Alberto Fernández de preocuparse desde la campaña electoral, y especialmente desde el inicio de su gestión, por la cuestión venezolana sumándose al Grupo de Contacto que cuenta con la presencia de la Unión Europea, Costa Rica, Ecuador, Uruguay y al que recientemente se adicionaron Chile y República Dominicana. Este grupo busca alternativas de negociación que involucren a la totalidad de los actores venezolanos, pero de ninguna manera renuncia o desconoce la problemática de los derechos humanos.

Para aportar a la solución del conflicto venezolano y escapar a la irrelevancia internacional como región, los países latinoamericanos deberían intentar recuperar un regionalismo que rescate las lecciones y prácticas sobre concertación política como las que supo generar en el pasado (Contadora, Grupo de Río) en las  cuales las necesidades latinoamericanas no estaban sometidas solo a las decisiones de Washington, o mecanismos de concertación que abordaron situaciones de tensión regional entre países con perfiles ideológicos contrapuestos, como lo hizo UNASUR en el caso de los escenarios conflictivos entre Ecuador y Colombia o Venezuela y Colombia. En la búsqueda de este camino sería importante no volver a cometer las fallas de origen del Grupo de Lima ni pensar que su fracaso se explica por el retiro de Argentina.

Los escenarios de convergencias y tensiones

La dimensión particular de la cultura y la perspectiva universalista de la sociedad red tensionan y convergen produciendo las tensiones que urgen los desafíos por encontrar espacios de convivencia entre sistemas en el escenario global y , de qué manera esta dimensión, se articula con lo local y cómo la comunicación puede generar los mecanismos para representar las particularidades del contexto y lograr influencia en el espacio público.

Según el trabajo “La influencia del contexto como práctica comunicacional: el desafío de la integración en la sociedad de la información”, que lleva la firma de Santiago Aragón, egresado de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Doctorando en Universidad Austral. Y que fuera publicado por la revista Austral Comunicación Volumen 9, número 2 (Diciembre de 2020):

El surgimiento de un modelo espacial, de configuración transnacional, dinámica sistémica y base informacional reconfigura el alcance institucional y provoca tensiones entre la dimensión universal y la local.

Desde la perspectiva de la antropología simbólica (Geertz, 2005), la cultura puede ser entendida como un mecanismo basado en conductas que adquieren un alto grado de particularidad, ya que estudian las relaciones sistemáticas que se dan en un lugar y un momento determinados. La coexistencia entre distintos valores y formas de interpretar la realidad, sus usos y modos le otorgan relevancia a la variable territorial, considerada, además, desde su perspectiva histórica. 

Esta distinción entre una espacialidad que se adapta a la sociedad de la información y otra que no logra integrar sus prácticas en lo universal expresa una idea de inclusión y exclusión en torno a la territorialidad, que se extiende a los sistemas que gestionan el entorno local.

¿Puede lo político-institucional sustituir una dinámica de representación e imposición por otra de negociación y delegación sin ver alteradas sus funciones y su lugar en el ordenamiento social? ¿Está en condiciones de incorporar nuevas prácticas sobre las cuales se sustente la construcción de comunidad, adquiriendo, desde lo procedimental, la capacidad de accionar en red en sustitución de un poder ejercido en forma estructural?

La coexistencia de prácticas particulares, desarrolladas en el marco de cada territorio, con un modelo universal con base informacional genera una tensión entre una concepción cosmopolita, de institucionalidad y cultura globales, y una multipolar, en la que las características de cada territorio trasladan la diversidad –y sus desafíos–, al escenario extendido (Mouffe, 2007).

La necesidad de articulación entre los valores basados en la circulación y el acceso –en la lógica transnacional– y los de identidad y pertenencia –que quedan reservado al ámbito local– explora dinámicas de colaboración que garanticen la coexistencia. En otros casos, las dinámicas de colaboración se ven imposibilitada por las características de los valores que se sustentan en el territorio. En estos escenarios, el análisis se concentra en las tensiones que se originan entra la propuesta global y las perspectivas regionales.

En el planteo de Clifford Geertz (2005),( Clifford Geertz es considerado el padre de la antropología simbólica. La perspectiva semiótica incorporada al estudio de la cultura otorga valor a la interpretación de las relaciones sistemáticas que se dan en un contexto determinado.

La “descripción densa” como variante de la etnografía se convierte en la base metodológica sobre la cual se organiza la observación.

la cultura es pública porque su significación lo es” (p. 26). Desde esta perspectiva, la cultura aparece como un producto en el cual la interpretación juega un rol relevante en una dinámica de emisión y reconocimiento. La identidad se construye en un proceso de compresión de carácter colectivo. No se completa hasta que una producción no logra inscribirse y ser reconocida en el ámbito de lo social La comunidad, los lazos territoriales, la comunión sobre problemáticas comunes y los hitos que conforman la historia desarrollan un campo de sentido en el cual determinados signos cobran valor y se tornan vigentes, o no, y son reconocidos o desaparecen. Este alto grado de particularidad expresado por la idea de cultura aparece como una alternativa a los sistemas globales. En esta perspectiva, lo territorial adquiere un valor específico.

En lo metodológico, esta interpretación se justifica en lo actuado frente o lo supuesto. “lo real” adquiere vigencia en un lugar y un momento determinados. El contexto es determinante en el sistema. La etnografía se concentra en los rasgos particulares que adquieren relevancia. Así, se inscribe en el discurso social; su tarea “es interpretativa, lo que interpreta es el discurso social y la interpretación consiste en tratar de rescatar ‘lo dicho’” (Geertz, 2005, p. 32).

El registro de “lo que es” enfrenta las abstracciones del sistema y su pretensión de universalidad. Los sujetos expresados como generalidad (Geertz hace referencia a la imposibilidad de analizar al Hombre, con mayúsculas, ya que esta es una construcción ideal sin base real. Su idea de “hombre con minúscula” hace referencia a un objeto que solo puede ser abordado desde una perspectiva que incorpore un alto grado de particularidad capaz de contener la diversidad de la especie. ) no constituyen una categoría de análisis. Solo puede interpretarse lo actuado y sistematizarse lo real. 

Del trabajo “Transparentar el conocimiento urbano para el apoyo a la decisión mediante inteligencia artificial: comprendiendo la percepción infantil de los entornos escolares de Granada” proyecto parcialmente financiado por el proyecto V1-2015 de la III Convocatoria de Microproyectos de I+D+i del Campus de Excelencia Internacional BIOTIC Granada, Universidad de Granada, titulado “Laboratorio urbano de Mapas auto-organizados (UrbanLabSOM). Influencia de la forma del patrimonio urbanístico de Granada en la sostenibilidad y eco-eficiencia de las barriadas y en su percepción social, mediante el uso de redes neuronales artificiales y mapas auto-organizados (SOM). Escrito en forma colaborativa por Francisco Javier Abarca-Álvarez, Universidad de Granada (España) - Rubén Mora-Esteban Universidad Politécnica de Madrid (España) - Francisco Sergio Campos-Sánchez Universidad de Granada (España), extractamos el fragmento siguiente:

Es reconocido que la sociedad occidental actual se encuentra en una difícil coyuntura que anuncia nuevos paradigmas, siendo urgentes reflexiones renovadas sobre los procedimientos que la regulan. En este sentido se viene esbozando el germen de una

ciudadanía mejor comunicada, más crítica y que demanda una mayor y más activa participación en los asuntos y las decisiones que le concierne.

Nos encontramos ante el conjunto de diversas crisis, todas ellas de claro origen antropogénico (Riechmann, 2011), que nos afectan sustancialmente: a) la económica, derivada de la globalización financiera tardocapitalista; b) la medioambiental, relacionada con el cambio climático y la biodiversidad; y c) la crisis social de la

desigualdad, responsable de una “modernidad líquida” donde los vínculos entre las elecciones individuales y los proyectos colectivos se han disuelto (Bauman, 2000).

Esta nueva situación ha desgarrado muchas de las certezas y certidumbres que construyeron la Europa Occidental posterior a la Segunda Guerra Mundial, donde el progreso económico se combinó con la mejora de las condiciones de vida, anticipando la sociedad del bienestar.

Entre las causas y los efectos de esta triple crisis encontramos como factor determinante las transformaciones urbanas y los factores espaciales al entender que la ciudad y el territorio están en el centro del diálogo entre la sociedad y el medio físico (Nel-Lo, 2015). Por esta razón la ciudad, que ha sido tradicionalmente considerada como un espacio propicio para la vida en común y la redistribución social, tiende hoy a fragmentarse desigualmente y a negar a muchos de sus habitantes la promesa del bienestar social y la posibilidad de desarrollar un proyecto de vida autónomo, o dicho en palabras de Sassen (2013), está perdiendo “su urbanidad”.

Como resultado de este contexto de crisis socio-ecosistémica, se ha generalizado la decepción y la desconfianza hacia la gobernanza actual (Bray y McLaughlin, 2005), poniendo de manifiesto una creciente demanda de la sociedad en la participación de las decisiones de política pública (Ríos et al., 2008). Se cuestionan las maneras de actuación políticas, sociales, culturales y profesionales, ante la emergencia del creciente reclamo de derechos más colectivos y de prácticas más colaborativas.

Al mismo tiempo, asistimos a un desarrollo de las tecnologías de la información que avanzan inexorablemente cambiando los hábitos de vida, el empleo del tiempo y las relaciones personales (Castells, 1995), pero que a la vez constituyen el soporte comunicativo necesario para que todas estas reivindicaciones cobren forma en el ámbito cotidiano de manera organizada. En todo ello, la ciudad actúa como el soporte espacial físico necesario para el desarrollo de esta “revolución urbana” con la que la sociedad reclama sus derechos (Garnier, 2006; Harvey, 2013; Lefebvre, 1968).”

 
¿Por qué Argentina salió del Grupo de Lima y qué implicación tiene para Venezuela?, es el articulo publicado por Gustavo Ocando Alex Periodista venezolano. 40 años. Egresado de la Universidad del Zulia. Sus trabajos han sido publicados en medios internacionales, como BBC Mundo, La Voz de América, The Miami Herald y NPR, entre otros, y nacionales, como Armando.Info, Efecto Cocuyo, El Nacional y Clímax. Ha colaborado para reportajes de The New York Times, Sky News, The Washington Post y CNN. Fue jefe de Edición de los diarios La Verdad y Versión Final.

La salida de Argentina del Grupo de Lima obedece a la visión ideológica del gobierno de turno, el del presidente izquierdista Alberto Fernández, y es un reconocimiento formal de su inactividad en la organización continental, apuntan expertos en política exterior.

La cancillería argentina anunció el miércoles que no participaría más del Grupo de Lima, creado hace cuatro años para buscar una solución pacífica a la crisis venezolana, criticando sus actuaciones contra el gobierno de Nicolás Maduro.

Las acciones de la agrupación de gobiernos de la región americana han buscado “aislar al Gobierno de Venezuela y a sus representantes”, y “no han conducido a nada”, opinó el ministerio argentino de relaciones exteriores en un comunicado.

Bruno Tondini, profesor de derecho internacional de las universidades Católica y Nacional de La Plata, Argentina, asegura que la cancillería de su país se rige por las visiones ideológicas del gobierno de turno en casos como el venezolano.

En mi país, la cancillería, si bien tiene un cuerpo diplomático de formación profesional, no tiene estas políticas de Estado y continúa las visiones de la gestión de turno”, expone en entrevista con la Voz de América.

Recuerda que la adhesión de Argentina al Grupo de Lima ocurrió durante la presidencia del derechista Mauricio Macri. Cree que Fernández sigue la guía política de la expresidenta, hoy vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, de reconocida simpatía con el proyecto político de Hugo Chávez y Maduro.

Tiene una impronta de cercanía con Maduro. Cada gestión en la Argentina, en función de su perspectiva ideológica, toma intervención en los conflictos internacionales”, como el venezolano, sostiene Tondini. 

Admisión "formal"

La salida de Argentina del Grupo de Lima debe interpretarse como la formalización de la inactividad en él del gobierno de Fernández durante los últimos meses, según Geoff Ramsey, director para Venezuela de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos, WOLA, por sus siglas en inglés.

Es un reconocimiento formal de lo que ya estaba en marcha. En vez del Grupo de Lima, Argentina se ha unido al Grupo Internacional de Contacto, que tiene una visión más enfocada en la necesidad de una transición pactada en Venezuela”, apunta en entrevista con la Voz de América desde Washington.

El Grupo Internacional de Contacto lo integran desde 2019 países de América Latina y la Unión Europea, con un enfoque centrado en el diálogo entre las partes en conflicto en Venezuela para lograr la transición política.

Argentina, que el miércoles reiteró su compromiso con “soluciones pacíficas, democráticas y respetuosas” de asuntos internos de cada Estado, anunció en agosto del año pasado su incorporación al Grupo Internacional de Contacto.

Tondini, por su parte, destaca entre las diferencias entre el Grupo de Lima y el de Contacto el arraigo histórico de sus integrantes con Venezuela.

La influencia del Grupo de Lima es fundamental en atención a que son Estados conscientes de la situación institucional de Venezuela. Europa interviene con una visión mucho más institucional. Está empezando a mirar a América como una posibilidad cierta de tener influencia sobre el continente”, analiza.

Milos Alcalay, exembajador de Venezuela ante las Naciones Unidas, considera que Fernández ha oscilado frente a la crisis venezolana entre “las presiones del kirchnerismo” y una línea más moderada, que encarnaría el mandatario.

Hay como un péndulo. En este momento, hay una sinceración de la Argentina por estar más con el Grupo de Puebla, la tendencia del Foro de Sao Paulo”, en referencia a movimientos de la izquierda iberoamericana, dice a la VOA. 

"Los viudos del chavismo"

Alcalay, diplomático de carrera, opina que el retiro de Fernández ocurre en momentos de “crisis interamericana”, con la vuelta al poder del izquierdismo en Bolivia, la eventual ascensión a la presidencia de un candidato de esa tendencia en Ecuador y la posible candidatura de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil.

Pareciera que hay una euforia de reconvertir las líneas de las viudas y los viudos del chavismo colapsado”, estima. A su juicio, la decisión es “positiva” porque demuestra que la Casa Rosada dejó de ser un integrante neutral del Grupo de Lima y lo que llama “un caballo de Troya”.

Anticipa, asimismo, que los representantes argentinos tendrán “conflictos” en el Grupo Internacional de Contacto con aquellos gobiernos que están convencidos de que el de Maduro es un sistema antidemocrático y corrompido.

Ramsey valora, por su lado, que Argentina notó “cierta inercia” en el Grupo de Lima y, por el contrario, observó que el Grupo de Contacto organiza visitas in situ y trabaja más activamente en los asuntos humanitarios en Venezuela.

Es básicamente un reconocimiento del hecho de que el Grupo no ha sido tan activo como el Grupo de Contacto. No es solo Argentina la que ha salido del consensus de Estados Unidos y varios países, como Colombia y Brasil, que todavía son miembros”, comenta sobre la decisión comunicada el miércoles.

Recuerda que otros gobiernos integrantes del Grupo de Lima, como los de República Dominicana y Panamá, han retirado su reconocimiento a los embajadores y delegados de Juan Guaidó, líder opositor considerado como presidente interino de Venezuela desde enero de 2019 por al menos 50 países.

La salida de Argentina, juzga Ramsey, “debilita la posibilidad de canalizar conversaciones regionales” a través del Grupo de Lima que apunten a negociaciones políticas con logros concretos en el país suramericano.

(https://www.vozdeamerica.com/venezuela/por-que-argentina-salio-del-grupo-de-lima-implicaciones-venezuela

Para demostrar que los sesgos referidos a la información no se dan en una sola dirección, poco se comenta respecto a las similares circunstancias en las cuales Jaír Bolsonaro, presidente de Brasil e integrante del Grupo de Lima, accedió al poder con presiones de los militares de aquel país en contra de los candidatos que respondían a las fuerzas políticas lideradas por Dilma Rouseff y Lula D’Silva, el amañado y anulado ahora por la Corte Suprema de ese país, proceso que termino con el encarcelamiento del ex-presidente que le impidió participar de las elecciones cuándo era el claro favorito a ganarla, después de otro fraudulento proceso parlamentario que despojo a Dilma de su carácter de presidenta del Estado Brasilero. Del dato no menor de que el juez Moro que encarcelo a Lula termino siendo ministro de justicia del gobierno del ganador, hasta que una pelea personal (Bolsonaro no acepto el nombramiento de un hombre propuesto por Moro), y que Jaír Bolsonaro, en su descuidada y deshumanizada tarea frente a la pandemia del Covid19, vió como efectivos de la Sanidad Venezolana intervenian de manera humanitaria en las zonas nortes del País dónde el virus causaba estragos. ¿quien puede negar que las acciones humanitarias de efectivos de la Salud pública venezolana en esas zonas del Brasil, tenían también interés político? El problema es la negación de los hechos que, obviamente, crearían una realidad incoherente si un gobierno que es ayudado humanitariamente reclama la posibilidad de ayudar humanitariamente al gobierno del cual recibió la ayuda real.

Un grupo de 107 médicos, graduados en la Escuela Latinoamericana de Medicina en Caracas, se puso a disposición de Wilson Lima, el gobernador del estado Amazonas, en el noroeste de Brasil, fronterizo con Venezuela, anunció este sábado el canciller Jorge Arreaza.

La llegada de la brigada Simón Bolívar forma parte de la asistencia humanitaria que Venezuela coordinó para ayudar a Manaos, una ciudad que atraviesa una de las crisis más severa para atender a los enfermos de la Covid-19, luego de conocerse que se quedó sin oxígeno medicinal.

En su cuenta de Twitter, el jefe de la diplomacia venezolana indicó: "Ayer le di la buena noticia al Gobernador del estado Amazonas de Brasil, que hoy sábado salen los primeros camiones cilindros con miles de litros de oxígeno, desde la planta de SIDOR, Puerto Ordaz, hacia Manaos".

Manaos, la capital del estado de Amazonas, es el epicentro de la segunda ola de coronavirus en Brasil y los contagios se han disparado exponencialmente aparentemente por el surgimiento de una nueva cepa de la enfermedad.

Por falta de tubos de oxígeno, este jueves más de 750 pacientes fueron trasladados hacia otros estados en aviones militares y el gobernador tuvo que declarar un toque de queda de 11 horas diarias en toda la ciudad.

Arreaza informó el jueves 14 de enero que el presidente Nicolás Maduro le ordenó comunicarse con las autoridades de Manaos, la mayor ciudad de la Amazonía brasileña, para poner a su disposición el oxígeno necesario ante el colapso hospitalario por el coronavirus.

Ante este gesto de solidaridad con el pueblo brasileño, el gobernador Lima agradeció al Gobierno Bolivariano por ayudar en la lucha contra la Covid-19 . “O povo do Amazonas agradece!”, expresó en su cuenta de Twitter.

Manaos, la capital del estado de Amazonas, es el epicentro de la segunda ola de coronavirus en Brasil y los contagios se han disparado exponencialmente aparentemente por el surgimiento de una nueva cepa de la enfermedad.

Por falta de tubos de oxígeno, este jueves más de 750 pacientes fueron trasladados hacia otros estados en aviones militares y el gobernador tuvo que declarar un toque de queda de 11 horas diarias en toda la ciudad.

Mínuto Uno 16 enero 2021

El grave problema que hoy aqueja a los grandes medios de comunicación pasa especialmente por la contradicción a la que lo somete el neoliberalismo, entre el servicio público de informar en base a datos y conocimiento y la honestidad profesional que se les reclama a los periodistas, y el negocio en tanto tal como forma para sobrevivir en un contexto extremadamente complejo y competitivo debido a la revolución tecnológica que supone para medios, empresas de medios y periodistas profesionales, la aparición de las redes sociales y los medios digitales y las posibilidades que las TIC permiten para que cada usuario de tablets, Pc, celulares o dispositivos digitales puedan compartir y convertirse en propagadores de información y noticias.

En tanto empresas capitalistas, es lógico que planteen como “ideológico” o “sesgado” cualquier hecho o noticia que refute su “modelo de negocio”. Entonces ¿Se trata de datos o se trata de datos que defiendan el negocio de los grandes medios y los periodistas que son contratados por estos?

También es cierto que para algunos medios alternativos o “progresistas” o “de izquierda”, las grietas o disputas ideológicas binarias también les resulta funcional a sus propios nichos de negocio y posiciones en estas tensiones que, así, alejan cada vez mas a los ciudadanos de la información pasible de verificación y de los datos, de cualquier índole o ideología, que permitan miradas complejas y menos sesgadas para que cada quién pueda tomar decisiones mas informadas y basado en datos.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack




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