De espías, rumores de guerra y lawfare

 



El espionaje no estuvo, durante el macrismo, concentrado en la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). Por el contrario, la Dirección Nacional de Migraciones (DNM) parece haber jugado un rol clave a la hora de controlar los ingresos y los egresos del país de quienes le interesaban al gobierno de Mauricio Macri. Desde Cristina Fernández de Kirchner hasta la ex procuradora Alejandra Gils Carbó, pasando por varios ministros de la Corte y algunos gobernadores, muchos estuvieron bajo la mira del organismo.

En la Dirección Nacional de Migraciones, que depende del Ministerio del Interior, encontraron 58.169 consultas sobre entrada y salidas del país de personas, que habrían sido efectuadas sin contar con respaldo judicial o administrativo. No quiere decir que la lista de controlados ascendiera a más de 58.000 personas, sino que son los movimientos que quedaron registrados en el sistema.

El monitoreo se hacía por dos vías: a través de un sistema que se llama Halcón o a través de las 23.944 claves que la administración Cambiemos repartió entre las distintas fuerzas de seguridad e incluso le dio a la Agencia Federal de Ingresos Públicos (AFIP) o la Unidad de Información Financiera (UIF). De esas, 20.000 estaban en manos de la Policía de la Ciudad, que ya emergió como una pieza importante en el espionaje que se investiga en Lomas de Zamora al haber aportado varios de sus agentes al grupo de los Súper Mario Bros.

La revisión de los registros migratorios es investigada por el juez federal Sebastián Ramos y el fiscal federal Federico Delgado. El jueves último declaró ante Ramos la actual directora de Información Migratoria, María Agustina Salduna, que dio detalles sobre cómo era la operatoria. La DNM -- a cargo de Florencia Carignano -- había hecho la denuncia en octubre del año pasado y en esa presentación había informado que la gestión anterior -- a cargo de Horacio García -- había intentado borrar los registros.

Desde 2005 existe el Sistema Integral de Captura Migratoria (SICAM). Diez años después se puso en marcha un sistema llamado Halcón que se nutre del SICAM, pero que tiene como objetivo monitorear en tiempo real los ingresos y los egresos de una persona que previamente fue cargada en el sistema. Cuando una persona entra o sale, el sistema emite una alerta silenciosa, que no es percibida por el inspector de Migraciones y va directamente a varias casillas de mails. En este caso, el objetivo del sistema no es detener a la persona, sino saber qué hace. Debe hacerse a pedido de una autoridad judicial, pero no fue así como funcionó durante el gobierno de Mauricio Macri.

Durante la gestión anterior, no sólo llegaba el mail, sino que había una orden expresa de informarle a cuatro funcionarios de alto rango de la DNM que tal persona entraba o salía. Podía ser por mail o por WhatsApp, explicó la funcionaria en el juzgado.

Al juez Ramos le interesa saber si se podían cargar desde afuera de la DNM a las personas cuyos ingresos y egresos debían notificarse. La experta le dijo que no tienen constancia de que así haya sido, pero que entendía que podría haberse hecho con una conexión VPN -- red privada entre distintas computadoras--. Esa conexión existió hasta el año pasado, cuando se produjo un hackeo y una filtración masiva de datos de Migraciones.

La investigación se empieza a poner en marcha. Por ahora, el juez Ramos tiene un muestreo de cómo funcionaba el sistema, pero debe ir caso por caso. La denuncia de Migraciones se acumuló a la investigación que venía llevando adelante Rodolfo Canicoba Corral desde 2019 y en la que, como había contado este diario, se hacía foco en el espionaje a los jueces. Desde que Canicoba se jubiló, su juzgado es subrogado por la jueza federal María Eugenia Capuchetti. El problema es que Capuchetti también fue víctima de la vigilancia de Migraciones y se terminó apartando, por eso la causa es ahora instruida por su colega Ramos.

Controlades

Dentro de las alertas del sistema Halcón estaban cargados Cristina Fernández de Kirchner y sus hijos, Florencia y Máximo. No es novedad que el macrismo haya estado interesado en CFK. Las máximas autoridades de la AFI macrista están procesadas por espiar a la expresidenta en su departamento de Juncal y Uruguay y en el Instituto Patria.

En el Halcón también estaban Hugo y Pablo Moyano e incluso llegó a estar Santiago Maldonado y un testigo en la causa que investiga qué pasó con el joven después del operativo violento de la Gendarmería. Julio De Vido y Francisco De Narváez también tenían sus propias alertas.

Por las búsquedas en la base de Migraciones, se muestra el interés del macrismo en algunos actores importantes en la justicia e incluso gobernadores peronistas. El macrismo miró con insistencia los registros migratorios de Gils Carbó entre 2016 y diciembre de 2017, que coincide con el período en el que maniobró para sacarla de la Procuración.

A Ricardo Lorenzetti le miraron los datos de Migraciones para esa misma fecha, momento en el cual ejercía la presidencia de la Corte Suprema. Otro de los monitoreados fue el supremo Juan Carlos Maqueda. Sus nombres ya habían aparecido en la investigación que llevaba adelante Canicoba Corral. Lo curioso es que muchas consultas sobre los judiciales se hicieron desde las claves de la AFIP o de  la Administración Nacional de Seguridad Social (ANSES). 

Al exgobernador pampeano Carlos Verna le miraron con insistencia sus movimientos migratorios. Varias consultas se hicieron desde la sede central de la AFI, según pudo reconstruir este diario. Otro de los gobernadores espiados, Gustavo Bordet (Entre Ríos) ya anticipó que va a presentarse como querellante en la causa.

Antecedentes

En la investigación de espionaje que llevó adelante el juez federal Alejo Ramos Padilla en Dolores también apareció un prefecto, Franco Pini, que revisaba los movimientos migratorios de Rosenkrantz o de la vicegobernadora bonaerense Verónica Magario. El fiscal de Mercedes Juan Ignacio Bidone también está implicado como quien le facilitaba los registros telefónicos o los movimientos migratorios a la banda de Marcelo Sebastián D’Alessio. Bidone enfrenta desde el lunes pasado un juicio con D’Alessio por la extorsión al empresario Gabriel Traficante y fue procesado también en Dolores por Ramos Padilla.

En diciembre de 2017, el gobierno de Macri rechazó la acreditación de 65 personas para participar de la cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y mandó sus nombres a Migraciones en calidad de “alerta”. El Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) presentó un habeas corpus y en la audiencia la DNM explicó que ninguna de esas personas tenía prohibición de ingreso al país. La actual gestión de Migraciones remitió un informe sobre ese caso a la justicia para que se lo investigue como parte de la actividad ilegal de inteligencia que habría tenido lugar en ese área. Ya se sabe, por una denuncia que presentó el año pasado la interventora Cristina Caamaño, que la AFI había participado en el filtro.

En el Consejo de la Magistratura

El espionaje que habrían sufrido jueces durante el macrismo llegó a la agenda del Consejo de la Magistratura, donde discutieron el tema el jueves pasado y resolvieron pedir informes al juez de Lomas de Zamora Juan Pablo Augé y a los fiscales Cecilia Incardona y Santiago Eyherabide. El presidente del cuerpo, Diego Molea, ya cursó la solicitud a Lomas de Zamora, donde surgió que el tribunal que juzgó al exjefe del Ejército César Milani por delitos de lesa humanidad en La Rioja fueron espiados por el Servicio Penitenciario Federal (SPF). El exjefe de Inteligencia del SPF, Cristian Suriano, dio una explicación con ribetes inverosímiles, pero admitió ante Augé que relevaron información sobre los magistrados porque querían darle una explicación a sus compañeros del pabellón de lesa. En el Consejo hubo acuerdo el viernes en avanzar con el análisis del tema en la próxima reunión de labor del organismo. 

https://www.pagina12.com.ar/329561-el-espionaje-ilegal-macrista-tambien-paso-por-migraciones

Pasan los días y las horas y el coronavirus continua al acecho. Detonando miedo a la muerte y estridencias sin gloria, ocupa el centro de nuestras pequeñas vidas. La polvareda que levanta oculta el derrumbe de la estructura de poder que embreta al mundo en un callejón sin salida. En esa oscuridad, el bramido diabólico de la guerra arroja luz sobre el engranaje militar que amenaza la continuidad de la vida humana en el planeta. Esparcido por el mundo, ajeno y distante de nuestras cosas, este engranaje se ha convertido en un fenómeno natural. Sin embargo, no lo es. Así, mientras nos desesperamos por la peste que espera a la vuelta de la esquina, la guerra y la destrucción que provoca son parte esencial pero invisible de nuestro drama cotidiano. Su amenaza, sin embargo, ilumina a veces la precariedad de nuestra existencia colectiva en un mundo impregnado de conflictos locales y geopolíticos en permanente ebullición. Estos fogonazos, esporádicos y aparentemente inconexos, conducen a las causas profundas de los males que nos aquejan. Pareciera que algo de esto ocurre por estos días.

El nuevo gobierno norteamericano ha anunciado la intención de volver a las negociaciones con Irán en torno al desarrollo de uranio enriquecido sin fines bélicos. Ante esto, y en el contexto de operaciones militares constantes en el Medio Oriente, el gobierno de Israel ha anunciado su decisión de impedir por su cuenta el desarrollo de energía nuclear en Irán, utilizando para ello cualquier medio y en el momento que lo considere necesario (zerohedge.com 6 y 7/ 3 2021). Paralelamente, y sin pedir autorización al Congreso norteamericano, el gobierno de Biden ha bombardeado Siria transformando a la guerra sucia que persigue allí el gobierno norteamericano desde hace años en una escalada abierta contra la presencia de tropas rusas en el país (zerohedge.com 5 y 6 3 2021). Estos dos incidentes muestran cómo grupos minúsculos, actuando al margen del control de las instituciones republicanas y/o internacionales, fogonean la ebullición militar en regiones candentes.

Estos hechos se suman a una nueva escalada militar contra China. El martes pasado el almirante P. Davidson, a cargo de las fuerzas norteamericanas en la región Indo-Pacifica, advirtió al Congreso norteamericano sobre una supuesta aceleración de la ambición china por “suplantar a los Estados Unidos en su rol de liderazgo y en el mantenimiento del orden internacional” en el mar de la China, Hong-Kong y Taiwán donde, contrariando proyecciones previas, el Pentágono espera ahora una posible invasión china dentro de los próximos seis años (zerohedge.com 10 3 2021). Esta advertencia fue seguida del envío al estrecho de Taiwan de buques militares portadoras de misiles con el fin de realizar allí ejercicios militares (zerohedge.om 11. 3 2021). Esto llevo al gobierno chino a acusar al Pentágono de intensificar la tensión militar con el objetivo de aumentar su presupuesto militar y expandir su presencia geopolítica violando la soberanía china (zerohedge.com 10 y 11/ 3 2021). Así desnudó el gobierno chino la cara oculta del capitalismo global monopólico: una poderosa industria de guerra que se expande a partir de las demandas originadas en una escalada militar creciente. Esto ha ocurrido en las ultimas décadas y ocurre ahora en tiempos de pandemia y contracción económica global. En el 2020, mientras la economía norteamericana cayo en la recesión, el gasto militar creció un 6.3% y hoy constituye el 40% del gasto militar global. Mientras tanto, el gasto militar chino se incrementó un 5.5% en el mismo periodo y equivale al 10.6% del gasto militar global (Institute for Strategic Studies IISS, zerohedge.com 26 2 2021).

La militarización de los conflictos globales también emerge en el ciber-espacio y se incorpora a la política interna norteamericana. Durante la reciente campaña electoral los organismos de inteligencia norteamericanos denunciaron posibles interferencias de Rusia y China en el resultado electoral. Sin embargo, nunca se aportó evidencia concreta. Asimismo, hacia fines del 2020 el jaqueo masivo de la empresa Solar Winds, utilizada por miles de compañías y agencias federales, fue atribuido inmediatamente a Rusia utilizando la sospecha como única prueba (news.antiwar.com 2 1 2021). Poco después, Solar Winds sostenía ante el Congreso norteamericano que cualquiera podría haber sido el responsable del atentado, causado por un serio lapso de seguridad en la clave de acceso (password) y su posteo desde el 2017 en un sitio de internet de acceso publico (edition.cnn.com 26 2 2021). Ahora el New York Times ha adelantado la decisión de Biden de lanzar un ciberataque masivo contra Rusia en represalia por su supuesto ataque a Solar Winds (nytimes.com 7 3 2021).

Así, el engranaje militar asoma progresivamente a la intemperie. Paradójicamente también emergen respuestas colectivas de índole nueva y en espacios inesperados. Esta semana grupos de hackers se unieron en un auto-designado “colectivo internacional de hackers” para robar un “tesoro masivo de datos recogidos por las cámaras de seguridad de la empresa Verkada” dedicada a la seguridad de corporaciones privadas y agencias federales. El objetivo de la acción fue llamar la atención de la población sobre el peligro que implica el uso del espionaje masivo. Uniendo fuerzas, estos grupos lograron penetrar al registro de Verkada y a cámaras de seguridad ubicadas al interior de hospitales, corporaciones, departamentos de policía, prisiones y hasta en una sede regional de Tesla, una de las corporaciones tecnológicas mas grandes del mundo, para luego hacer visible el espionaje masivo que, sin darnos cuenta, impregna nuestra existencia (bloomberg.com 10 3 2021).

Así poco a poco, la violencia se hace explicita y erosiona la legitimidad de una narrativa oficial empeñada en ocultar la estructura de poder que le da origen. Mientras un puñado de corporaciones que dominan los medios de comunicación y las redes sociales esparcen mentiras, fake news y artilugios subliminales, buscando concentrar el poder económico y el control social, la simbiosis del poder económico con la militarización de la vida cotidiana arroja luz sobre las causas de los problemas que nos aquejan.

Desigualdad social y económica y robotización de la economía

Un informe reciente de la Reserva Federal muestra que a diciembre del año pasado el patrimonio de las familias ascendía a 130 billones (trillions) de dólares, habiéndose incrementado en 6.93 billones (trillions) de dólares desde que se desencadeno la pandemia. Este incremento, sin embargo, fue determinado por al aumento del valor de los activos financieros en dicho periodo y beneficio directamente al 1% que posee cerca del 80% de los mismos. Paralelamente, mas del 50% de la población carece hoy de patrimonio alguno y está seriamente endeudada (zerohedge.com 11 3 2021). Este es el sector que más ha sufrido el impacto de la pandemia, y su futuro laboral se ve amenazado ahora por la creciente incorporación de tecnologías que sustituyen el empleo en todos los sectores de la economía.

La pandemia ha provocado un aceleramiento de la digitalización y robotización de la economía, acentuando una tendencia a la disminución de las oportunidades de empleo formal, cuyo origen viene de lejos. Hoy, luego de los estímulos inyectados a la economía desde marzo del 2020, el crecimiento del empleo formal es errático, difiere según los sectores y todavía faltan recuperar 9,5 millones de empleos perdidos (wolfstreet.com 5 3 2021). La cifra oficial de desempleo es hoy del 6,2%, sin embargo las autoridades de la Reserva Federal consideran que la verdadera cifra gira en torno al 10% (N Kashkari, J Powell, twitter.com 5 3 2021, zerohedge.com 9 3 2021).

Así, es altamente probable que el estimulo de 1,9 billones (trillions) de dólares aprobado por el Congreso esta semana implique un mayor impulso a la robotización de la economía. Algunos sectores tradicionales, como el de la industria automotriz, ya registran un proceso de transformación radical. A nivel global, esta industria sufre desde hace tiempo una caída de las ventas que la ha llevado a una transformación basada en la electrificación de las unidades y la generalización de nuevas pautas de consumo. Ahora la pandemia estimula un proceso de integración de las corporaciones multinacionales tradicionales y sus cadenas de valor global con un grupo muy reducido de monopolios tecnológicos. Diversos factores impulsan hacia esta fusión, entre ellos la necesidad de encontrar soluciones tecnológicas cada vez más complejas y las nuevas pautas de movilidad. El increíble valor alcanzado por las acciones de Tesla y la incursión de Apple y Google en el desarrollo de autos que no necesitan conductor, parecen augurar un futuro de la industria automotriz y de sus cadenas de valor global cada vez más dominado por un grupo muy reducido de monopolios altamente tecnológicos.

La polarización política ha coincidido en la última elección con una diferenciación creciente de la población en términos del acceso al trabajo formal y a la educación profesional. La importancia creciente del “precariado”, la población afectada por los empleos efímeros y de mala calidad, explica el voto a Trump, incluyendo el de un segmento importante de votantes hispanos y negros (nymag.com 3 3 2021). En este contexto, la intervención de un grupo reducido de monopolios tecnológicos censurando el discurso de la oposición al establishment del partido Demócrata, exhibe la violencia de un autoritarismo creciente y puede detonar nuevas formas de protesta social

Proyecto de país, industrialización y crecimiento inclusivo

Esta semana el gobierno argentino oficializó el Decreto por el cual se elimina el pago de retenciones a las exportaciones de las multinacionales automotrices que este año superen los niveles de exportación logrados en 2020. En consecuencia, se mantendrá la alícuota del 4,5%, pero se desgravarán en su totalidad las “exportaciones incrementales”. Este decreto fue acompañado por un proyecto de ley de promoción de inversiones en la Industria automotriz y su cadena de valor. Según el Presidente, estas medidas son el resultado del trabajo conjunto entre empresarios, sindicatos y gobierno, y darán vuelo a “la nave insignia del país”, generando empleo, impulsando exportaciones y fomentando “una mejor inserción internacional que fortalezca el perfil exportador de la cadena y una mayor integración de autopartes” (ámbito.com 10 3 2021).

La calificación de la industria automotriz como la nave insignia del país colmó de emoción al presidente de Toyota, quien considera que “es la primera vez que un gobierno dice que la industria de los autos es estratégica” (pagina12.com 11 3 2021). Si bien el proyecto oficial intenta, entre otras cosas, promover con incentivos fiscales de distinta índole la reconversión de la producción tradicional de la industria automotriz impulsando su electrificación, la producción de baterías de litio y la explotación de este mineral estratégico, no queda claro cómo los incentivos otorgados al puñado de corporaciones multinacionales que controla a este sector logrará eliminar la histórica y creciente dependencia de importaciones de tecnología, incorporadas en insumos, bienes intermedios y de capital. Esto explica que el sector automotor haya requerido y siga requiriendo más divisas para su producción que las que produce con sus exportaciones, siendo así uno de los factores desencadenantes de la histórica y sistemática desestabilización del balance de pagos: solo en 2017 cada automóvil que se produjo en el país implicó 16.700 dólares de déficit externo. Este modelo de producción es racional desde el punto de vista de la lógica de expansión global y acumulación de ganancias de las corporaciones multinacionales que controlan esta producción y la tecnología que se utiliza en la misma. Poco tiene que ver, sin embargo, con las necesidades de un país que tiene el 40% de la población sumida en la pobreza, una economía en recesión y una matriz productiva tecnológicamente dependiente y atada a los eslabones mas frágiles de las cadenas de valor global de las corporaciones multinacionales.

Desde nuestra perspectiva, la importancia de las medidas anunciadas por el gobierno reside en que por primera vez un gobierno intenta echar un haz de luz sobre una forma de acumulación basada en una dependencia tecnológica que ha sido y sigue siendo el nódulo central del endeudamiento ilimitado. Pareciera, sin embargo, que todavía falta profundizar el análisis de este endeudamiento, un fenómeno que no solo se asocia estrechamente con la especulación financiera y la dolarización de la economía de las últimas décadas, sino que tiene su origen en un desarrollo industrial marcado por la inversión extranjera en áreas estratégicas de la industria, en condiciones de dependencia tecnológica y con una protección estatal que hizo posible la sustitución de inversiones productivas por subsidios de todo tipo. Esta forma de acumulación ha dado lugar a una matriz productiva que perpetúa la dependencia tecnológica y la esclerosis del mercado de trabajo y termina desembocando en crisis periódicas del balance de pagos y contracción de nueva deuda externa para superarla (MPR, FCE 2007; SXXI 1972).

El mundo actual y el momento que vivimos plantea la urgencia de enhebrar cada una de las medidas que se toman en un plan de mediano y largo plazo tendiente a lograr un desarrollo nacional e inclusivo que termine con el endeudamiento ilimitado y la multiplicación de la pobreza. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de bailar al compás de la música que imponen las demandas ilimitadas de los grupos monopólicos del país, muchos de ellos corporaciones multinacionales, cuyos objetivos poco y nada tienen que ver con el interés nacional y la inclusión social. Esta música se impone en diversos ámbitos: desde las exigencias de un desarrollo agroindustrial que con la excusa de cosechar dólares privilegia exenciones impositivas al infinito y termina aggiornando la primarizacion de la economía argentina a los nuevos vientos mundiales; hasta las exigencias de los formadores de precios cuyo único norte es acrecentar rentas y ganancias extraordinarias imponiendo sobreprecios que transforman a los alimentos en un bien de lujo inaccesible para el 40% de la población sumergida en la pobreza. En estas condiciones, los alimentos y las palabras se convierten en munición de guerra.

https://www.elcohetealaluna.com/fin-de-epoca-2/

Tradicionalmente se nos ha presentado a la ciencia como un saber aséptico que está más allá de ideologías y de políticas. Pero en realidad, el científico está inserto en una comunidad atravesada por debates no siempre explícitos. Ese es el punto de partida elegido por Guillermo Folguera en su libro “La ciencia sin freno. De cómo el poder subordina el conocimiento y transforma nuestras vidas”.

Guillermo Folguera es investigador del Conicet, licenciado en Biología y en Filosofía y doctor en Ciencias Biológicas de la UBA. Docente en historia de la ciencia, coordina además el Grupo de Investigación de Filosofía de la Biología (también en la UBA).

Enumerar estos títulos tiene sentido por una razón sencilla: no es alguien que está “afuera” del sistema de producción de conocimiento. Pero Folguera es, además, desde hace casi veinte años, un activo militante ambiental. Y su libro La ciencia sin freno es en gran medida producto del cruce de ambas experiencias. Lleva como subtítulo: “De cómo el poder subordina el conocimiento y transforma nuestras vidas”.

Folguera cree que son demasiado importantes las ciencias y las tecnologías como para dejarlas en manos de empresas y funcionarios. Lo que atraviesa su trabajo es un desafío tremendo: ¿cómo poner esa herramienta al servicio de las comunidades, de la vida, del ambiente? ¿Es posible hacerlo? Pero hay varias preguntas que deben hacerse antes de abordar aquellas. ¿Qué es la ciencia? ¿Qué son las tecnologías? ¿Cuándo y cómo el Poder hizo de la ciencia políticas de Estado? ¿De qué modo las empresas la ajustaron a su imagen y semejanza?

Todas estas interrogantes tienen respuesta en una frase inquietante que Folguera desmenuza a lo largo de casi 200 páginas: “Desde hace algunas décadas, las ciencias, junto con las tecnologías, han sido adoptadas y modificadas desde el poder institucional para incidir de una manera burocrática y publicitaria, centrada en la innovación y en la intensificación del control social, bajo la lógica dominante de la eficiencia”.

Cada capítulo despliega –de un modo ameno, documentado, eficaz– los elementos de ese enunciado. “La ciencia es un terreno en disputa”, dice Folguera. Pero todo indica que, si no hacemos algo, las personas, el ambiente, la vida, estamos en severa desventaja en esa disputa.

El libro acaba de ser publicado por CFP24 Ediciones y su autor trabajó en él durante cinco años. Puede comprarse en la edición papel y descargarse gratis en PDF. Está prologado por el uruguayo Raúl Zibechi. Y es un material verdaderamente imprescindible para las discusiones contemporáneas: ofrece destacados aportes para disputar la apropiación de esa herramienta, “la más valiosa que tenemos”, y aspirar a que sirva a otros fines.

-En tu libro planteás un cuestionamiento profundo a la forma en que se gestiona o se usa el conocimiento científico, pero también a la forma en que se produce. ¿Querés, sin spoilear demasiado, referirte a esas dos cuestiones?

-Hay una primera distinción que me parece importante y que a veces siento que se soslaya: una cosa es la forma en la que el conocimiento científico produce saber y otra es el modo en el que ese saber científico interviene en términos de políticas públicas. Lo primero, cómo se produce saber, está fuertemente disciplinado, regulado, hay compartimientos estancos, cada disciplina tiene su propia forma de validación mediante publicación en revistas, evaluación de pares y otras cuestiones menos públicas –como jerarquías, modos de incidencia, centralidad, en dónde se produce el conocimiento, en el Primer Mundo o en estructuras de periferia, etc. En esa forma de producir el conocimiento, disciplinar y autorreproductiva, el para qué encuentra su justificación. Que es válida, pero es un modo particular de conocimiento.

-En “La ciencia sin freno” te centrás más en el otro aspecto, en cómo el saber científico se convierte en políticas de Estados y en función de intereses empresariales.

-Sí. Y ahí mucho de lo que dije obliga a ser repensado, porque ese para qué ya no permite justificar por qué  un determinado discurso es científico, o por qué se implementa una determinada tecnología. Así que no alcanza con ser evaluada internamente en función de supuestos beneficios y potenciales perjuicios, daños, riesgos. Requiere ser evaluada en función de otras alternativas. Porque ya no tiene su validez intradisciplinar sino que lo que entra en juego es una pregunta de otro tipo: cómo un determinado colectivo, una comunidad o sociedad, quiere vivir. Entonces este para qué, que admitía su autojustificación en el primer caso, requiere ser discutido. ¿Para qué se hace lo que hace? Y ese para qué, ¿qué involucra? Porque hay potenciales daños y potenciales beneficios. Este desplazamiento toma en el siglo XX un cariz muy importante porque principalmente después de la Segunda Guerra Mundial, en la década siguiente, aparece un actor muy importante que son las multinacionales. Y con ello aparece esta díada Estado-empresa que moldea la lógica actual bajo un supuesto discurso de beneficio y ganancia colectiva pero con el aval del carácter disciplinar. Pero no la discusión de políticas públicas que señalé. Así que en esta tensión hay un primer punto para poner en consideración y es lo que da origen y justificación al libro: cómo dar una herramienta a la comunidad no científica para repensar estos temas que directamente le competen y le inciden.

 -Planteás que la ciencia y la tecnología son asuntos demasiado relevantes para dejarlos en manos de las élites dominantes. ¿Qué deberían hacer investigadores e investigadoras que quieren poner el conocimiento al servicio de las personas y de la vida para resistir ese proceso que parece irreversible?

-Hay muchos aspectos sobre los cuales trabajar. Al escribir el libro uno de los asuntos que me interesaba que se lea y se discuta es justamente cómo se presenta la comunidad científica en estos temas y qué revisión puede hacerse. La comunidad científica en general tiene poco entrenamiento para repensar sus supuestos. Esto es impresionante en términos de lo que ha sido la historia del saber. Porque le subyace una epistemología muy ingenua, de pensar que el científico es un mero espejo, y no que como cualquier saber habla desde un determinado lugar. En ese sentido tiene un montón de presupuestos –epistémicos, metodológicos, ontológicos, institucionales, entre otros– que raramente se explicitan. Y eso hace que, como cualquier saber, sea parcial. Cuando digo parcial no estoy diciendo antojadizo, pero sí parcial. Evidentemente se precisa una buena epistemología respecto a cómo el fenómeno, el problema, se percibe desde un determinado lugar.

-De alguna manera ahí se engancha con lo publicitario ¿no? Lo que se presenta como un saber indiscutible nunca incluye riesgos o aspectos negativos…

-Ahí entra el modo en el cual se montó en el siglo XX el ingreso de la parte empresaria, con un discurso publicitario predominante, inclusive al seno de la comunidad científica. Un discurso científico que hace promesas, como cualquier publicidad, y que elimina o evita potenciales riesgos y daños. Como lo hace cualquier publicidad. Te venden una bayaspirina, y te dicen “tomala todos los días que te va a bajar los riesgos cardíacos” pero no te dicen qué implica tomarla todos los días. O te ofrecen una pasta dentífrica que te blanquea los dientes pero no te dicen qué significa meter flúor en tu boca todas las mañanas. Así actúa el discurso científico muchas veces cuando se definen políticas públicas y se toman decisiones. Y cuando ocurre el daño, después dicen “no es un problema nuestro, es un problema de la ejecución”. Lo vemos en todos lados: en los transgénicos, en fracking, en megaminería, en formas de pesca, en uso de las plantaciones de pino y eucalipto para forestales, etc. Toda una lógica, un discurso general cuyos daños se ocultan bajo la alfombra.

-O los vemos tarde: el tabaco y el cáncer, los hidrocarburos y el cambio climático, los aerosoles y la capa de ozono… Y para colmo, cuando investigaciones científicas muestran esas consecuencias, sus autores o autoras son objeto de persecución o de escarnio.

-Es que un tercer punto clave es un análisis del poder. La comunidad científica aparece como si no hubiera fuentes de financiamiento, como si no tuviera nada que ver con los grandes actores del poder a nivel global. Y está fuertemente influenciada por eso. Cuando ves dónde pone Hugo Sigman el dinero con sus múltiples grupos para investigar tal o cual cosa, aquellos investigadores que están trabajando con ese subsidio tendrían que pensar qué se va a hacer con ese saber. Y eso raramente aparece en escena cuando uno se mueve en el discurso científico. El cuarto punto tiene que ver con los límites disciplinares, saber que se está abordando desde una disciplina particular algo que tiene muchas disciplinas involucradas. Por ejemplo, la contaminación de un río ¿a qué disciplina le tocaría? Muchas: limnología, ecología de ecosistemas, ecología de comunidades, hidrogeología, biología molecular, una cantidad de disciplinas que podrían (o deberían) hablar. Bueno, ¿cuál habla? Uno diría en principio que todas. ¡Pero no hablan todas! Cuando estudié el tema de las abejas, básicamente es la toxicología y una de las ramas de la toxicología la que está hablando, y no otras, y no la biología del comportamiento…

-En ese punto también marcás que no se escucha, por ejemplo, a los apicultores.

-Claro. Porque otro aspecto importante es comprender que, además del discurso científico, hay otros discursos no científicos. Eso raramente está puesto en juego, y en el caso de políticas públicas es clave porque efectivamente muchas de las respuestas pueden darse desde el discurso científico. Pero hay muchas otras que no. Y el otro punto que se relaciona tiene que ver con que tenemos que democratizar, transparentar, abrir el juego y no funcionar como élite, y además élite represiva, élite que silencia. Gran parte del discurso científico y tecnológico hoy está actuando para silenciar a las comunidades y no con las comunidades.

-Señalás la eficiencia como la lógica dominante en la ciencia. ¿Qué concepto debería reemplazarlo?

-La eficiencia es como un gran principio rector de nuestra dinámica actual en el contexto del capitalismo y también principio rector en una ciencia de este tipo. Para responder por qué tendría que ser reemplazado hay dos movimientos. Por un lado, que la eficiencia es un principio de corte economicista, en tanto busca maximizar la ganancia con la menor cantidad de recursos, una eficiencia del capital. Pero no se explicita, aparece bajo la alfombra. Esa parte del movimiento en juego, siguiendo a autores como Herbert Marcuse de Europa u otros que los presentan en América Latina, como Ivan Illich o Rodolfo Kusch en nuestras tierras, es transparentar, visibilizar, dar la discusión del para qué. En todo caso, si la eficiencia aparece que sea un criterio explicitado, discutido y aceptado, y no el único criterio válido. Parte de lo que pone en juego la eficiencia es la sobreproducción como una lógica general. Lo importante es producir: no importa a qué costo o a qué daño. En el libro trato de presentar una ética del cuidado, una política del cuidado, que no aparece como compatible con la eficiencia.

-Ése, el del cuidado, sería el concepto central para sustituir al que se nos impone…

Podría serlo, pero aun cuando el principio rector sea (o no) la eficiencia, hay un paso previo: que discutamos qué ciencia y qué tecnología necesitamos, con qué principios rectores. Es más, discutamos para qué problemas la eficiencia puede ser una buena idea y para qué problemas no. Para un problema que tiene daños y riesgos altísimos, quizá la eficiencia no sea el mejor principio rector. Los transgénicos, que tienen riesgos altísimos de contaminación de cultivos, de efectos sobre nuestros cuerpos y potenciales enfermedades, ¿está bien que sean implementados en nuestros territorios bajo la lógica de la eficiencia y el aumento de la productividad? ¿O tenemos que usar otros criterios, por ejemplo, priorizar el cuidado y usar la eficiencia en otro sentido, que implique menor daño potencial? Lo que trato no es tanto de reemplazar este eje por otro, si bien evidentemente tengo algunas intuiciones, sino es que abramos el juego, que explicitemos que la eficiencia –criterio economicista, capitalista / neoliberal– es la gobernante, y discutamos si para las políticas públicas es el criterio que nos conviene, o si tenemos que poner en juego otros criterios. Me impresionó mucho en la discusión de las megafactorías de cerdos, cómo del otro lado, frente a nuestras objeciones y críticas sanitarias, epidemiológicas, ambientales, políticas, la única respuesta fue: “Bueno, pero nos permite obtener dólares”. Esa cuestión de la eficiencia sin importar costos ni riesgos, es justamente lo que intento que sea visibilizado.

-Si, como señalás, las ciencias y las tecnologías han sido adoptadas y transformadas por los poderes dominantes para reproducirse, controlarnos y permanecer en el poder ¿cuál es el principal campo de batalla para dar esa pelea? ¿En dónde te parece que el poder deja más rendijas para aspirar a otro tipo de desarrollos científico-tecnológicos al servicio de la comunidad, de la vida y del ambiente?

-Como en casi todo en la vida, la respuesta es bífida, por lo menos, es híbrida, y hay que darla en todos los lugares que se pueda. Por un lado, habrá que dar la discusión hacia dentro de la comunidad científica. Estos criterios, esta cooptación ¿es lo que queremos? Yo entré a estudiar Biología en 1997. Me impresiona lo que sucedió en estos veintipico de años. Realmente lograron transformar la ciencia y la tecnología. No es que antes no hubiera sido revolucionaria y no hubiese sido capitalista, pero aun así es una cooptación: procesos como el de Lino Barañao fueron muy eficientes en ese proceso de cooptación. Pensar que una institución tiene como norte principal la generación de patentes, por ejemplo… Imposible tener una idea más privada del saber. O que no se vea la diferencia entre que te subvencione una institución estatal o que te subvencione Shell, como si fuera lo mismo, es una derrota. Por eso una parte de la discusión es hacia dentro: qué instituciones tenemos, qué tipo de ciencias y tecnologías tenemos y cuáles necesitamos, tanto en términos de digitar políticas públicas como en términos de qué se investiga disciplinarmente. Las ciencias y las tecnologías están perdiendo gran parte de la capacidad imaginativa y creativa en pos de la eficiencia de los papers, de la cantidad de papers por unidad de tiempo que tiene que producir alguien. Si la lógica es esa, ser creativo no rinde, lo más importante ahí es reproducir. Y así como creo que hay que dar la batalla hacia dentro, hay que darla hacia afuera: el científico y la científica con otros actores sociales y con las comunidades, discutiendo cómo las comunidades quieren vivir y, en ese contexto, qué rol pueden tener las ciencias y las tecnologías

-Eso implicaría asumir un rol muy diferente…

 –Seguro que las ciencias y tecnologías van a cumplir roles en las discusiones de las comunidades, probablemente no en el grado, en la intensidad y en la dirección que gran parte de la comunidad científica quiere y desea. Ahí el problema es que se ha transformado el pluralismo –porque hay saberes plurales, de hecho– en un monismo forzado, en un único discurso hegemónico que es un tipo de saber científico y tecnológico como esto que yo contaba de la toxicología. Habla el toxicólogo respecto del daño de insecticidas tipo neonicotinoides, pero la experiencia que tienen apicultores y apicultoras de nuestro país ni siquiera aparece. Habla determinado profesional de lo que generan los herbicidas sobre los cuerpos, pero las percepciones de las comunidades o de los sistemas hospitalarios respecto de lo que está pasando en Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, el norte de Buenos Aires no aparecen. Entonces, creo que en ese afuera también tendrá que darse el campo de batalla, comprendiendo que el adentro y el afuera se vinculan, que lo que está pasando dentro de la comunidad científica y lo que pasa afuera estará vinculado.

-Pese a la complejidad y profundidad del problema, sos optimista. Si no, no habría libro ni lucha…

-Soy optimista, y lo que veo es un quiebre generacional muy marcado, que la gente mayor que yo –que tengo 43 años– no ve o no está dispuesta a ver. Los pibes y las pibas tienen otra fortaleza… Y otro escepticismo también. Todo esto que nos han vendido lo miran mucho más como figuritas a repensar y criticar. Eso no va a ocurrir de manera espontánea, tampoco les estoy cargando la responsabilidad del cambio, pero creo que el cambio va a darse en la medida en que esas miradas logren hacerse hechos.

http://socompa.info/ciencia/el-cientifico-es-un-actor-social/

En estos días de la peste, la complejidad pone transversalidad a los hechos e interpretaciones. Lo poderes que se agrupan en los intereses de las grandes corporaciones y las finanzas globales han sabido enredar a las bases y todo parece “mezclarse” en arenas movedizas.

Los sucesos en Chubut lo ponen de manifiesto. Los datos del espionaje macrista y sus intereses atados al FMI, los fondos buitres y las inteligencias norteamericanas, europeas e israelí, que tienen en sectores del poder judicial y de los medios corporativos de comunicación sus armas principales (Eso que damos en llamar Lawfare) ponen en luz la incapacidad y dificultad de los sectores populares y democráticos para lidiar con semejantes presiones y fuerzas. Acaso habrá de investigarse la participación de efectivos de las fuerzas policiales de la provincia de chubut, en los incidentes, bajo la tutela de la “militarizada” Patricia Bulrich.

Frente a una oposición dispuesta a todo ¿Que queda para sostener los rumbos en estos días de la peste?

No es poco sin embargo. La unidad del peronismo es un paso gigante. La aparición de esas miradas que desde diversos espacios convergen en aspiraciones y acciones contrarias a la avaricia y el sometimiento de todo a las cuestiones de renta financiera, no deja de ser semillas y crecimientos que permiten creer. El poder no lo puede todo. Lo demás depende de cada uno de nosotros.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack



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