Medios de comunicación y la Guerra subjetiva.

 

¿Como operan los medios?

Todo análisis político, si se trata de “opinión informada”, debería primero sostenerse en hechos y datos y no en presunciones , que precisamente son objeto de debate, sobre las cuales no solo se posiciona el periodista (Que no estaría equivocado si fuese explicito en esa, su posición y no intentase con su relato, confundir “verdad” con las propias elecciones respecto de ese objeto en disputa).

Una de las principales armas que utiliza el periodismo que se definió asimismo como “De Guerra” ("Hicimos periodismo de guerra. Eso es mal periodismo. Fuimos buenos haciendo guerra, estamos vivos, llegamos vivos al final, al último día. Periodismo eso no es... Como yo lo entiendo, no es el que me gusta hacer. Y yo lo hice, no le echo la culpa a nadie, yo lo hice. Eran las circunstancias e hice cosas que en circunstancias normales por ahí no hubiese hecho, en términos de qué posición tomar o de cierta cosa terminante", había confesado el ex-director en jefe desde 2003 hasta 2016, del Diario Clarín (https://www.perfil.com/noticias/medios/julio-black-periodismo-de-guerra-clarin-kirchnerismo-cambiemos-ideas.phtml), consiste en no aclarar dónde los argumentos debatibles (de opinión) y dónde los datos y la información perfectamente verificable en hechos y en el decir de sus protagonistas, mas allá de las interpretaciones plausibles o no de otros.

Tomemos un ejemplo actual:

Editorial del día de hoy de joaquim Morales Solá en el Diario La Nación:

Un rumor confundió todo. La habladuría circuló entre dirigentes de La Cámpora y aseguraba que el Gobierno estaba haciendo pactos secretos con el Fondo Monetario. Se comprometía, aseguraban, a tomar decisiones “impopulares”, que los discípulos de Cristina Kirchner no estaban dispuestos a avalar. La versión se publicó en medios que acceden al parloteo de los camporistas. Rápido como un rayo, el ministro de Economía, Martín Guzmán, salió a aclarar que se enviaría al Congreso todo el eventual acuerdo con el organismo. Todo, nada sería secreto. Detrás de él, apareció también el habitualmente silencioso jefe de Gabinete, Juan Manzur, y complicó más las cosas: el Congreso, dijo, deberá aprobar todo el acuerdo con el Fondo. ¿Todo? ¿También la carta de intención y el memorándum de entendimiento? El Gobierno está confundiendo peras con bananas, según la metáfora de Sergio Berni, en un tiempo que se encoge dramáticamente.

La confusión comenzó cuando Alberto Fernández decidió hacer aprobar una ley en 2020, por la que el Gobierno necesitará siempre la aprobación del Congreso para firmar un acuerdo con el Fondo. Esa decisión no era necesaria, porque no la movía la obligación de la transparencia (el Fondo no paga sobornos ni comisiones), sino porque quería diferenciarse de Macri. Manzur, que en los tiempos inaugurales del macrismo solía estar muy cómodo cerca de Macri, señaló el jueves último que esa nueva ley impedirá que se tomen créditos por voluntad de una sola persona, “como hizo Macri”, repitió. En rigor, desde Raúl Alfonsín hasta Macri, pasando por Carlos Menem y el propio Néstor Kirchner,  Siempre las negociaciones con el Fondo fueron una facultad del Poder Ejecutivo. Además, una ley de 1992, la de administración financiera, aprobada por el Congreso en plena vigencia del sistema democrático, fijó las reglas estrictas que debe cumplir el Gobierno para tomar crédito con la necesaria aprobación del Parlamento, “salvo cuando se trate de los organismos multilaterales de crédito”. El Fondo es un organismo multilateral. . Su director general y el subdirector son designados después de intensas negociaciones entre Estados Unidos y Europa. Dicho con palabras claras: son los gobiernos de países los que distribuyen los recursos del Fondo, no un núcleo perverso de sectores financieros, como recita el decálogo kirchnerista desde que el kirchnerismo existe.

Los opositores están más dispuestos que el cristinismo a ayudar a Alberto Fernández, siempre que el Presidente comprenda algo tan simple como que ahora el Gobierno es él y que Macri está en la oposición

La deuda es una consecuencia del déficit que provoca un gasto desbocado. De hecho, el propio Alberto Fernández tomó deuda pública por valor de 50.000 millones de dólares durante sus dos años de gestión, según datos oficiales que difundió el exministro Alfonso Prat-Gay. El actual presidente resolvió también suspender la ley de responsabilidad fiscal, que limitaba la posibilidad de malgastar los recursos del Estado. Le puso condiciones al acceso a los créditos del Fondo, pero desligó de responsabilidades a los funcionarios que deciden sobre el gasto público. Nada es malo si el resultado es tomar distancia de Macri, pero . Ningún país puede decidir mirando solo parcelas de su historia. En 2015, Cristina Kirchner le legó a Macri un Estado con el 5,4 por ciento del déficit sobre el PBI, según también datos oficiales. Las reservas de dólares del Banco Central eran negativas. No había dólares. Macri debió optar en aquel año entre la propuesta de Carlos Melconian, que sostenía que el nuevo gobierno debía recortar de inmediato los descontrolados gastos del Estado, y el proyecto de Prat-Gay, que respaldaba una aterrizaje suave desde el enorme despilfarro estatal heredado, con la ayuda de créditos de los mercados financieros internacionales. Macri eligió la propuesta de Prat-Gay porque coincidía con sus escasos márgenes de acción política. Sobre todo, con un Congreso controlado por el peronismo.

La clave de bóveda de estos días consiste en saber qué mandará el Gobierno al Congreso. Según fuentes oficiales, el Gobierno enviará en los próximos días un proyecto de ley que autorizará el préstamo del Fondo y solo mandará como anexo la carta de intención o el memorándum de entendimiento. Cuidado. La parte resolutiva del proyecto no debería ni siquiera mencionar los anexos, porque el Congreso deberá, en tal caso, votar también los anexos. No hay pronósticos de drama. El proyecto será aprobado, aunque es imposible predecir cómo será aprobado. Juntos por el Cambio dará el quorum en cualquier caso, pero podría abstenerse si lo obligaran a aprobar la carta de intención enviada al Fondo. La carta de intención incluye decisiones que serán la política económica del oficialismo, y esta es responsabilidad del Gobierno, no de la oposición. En cambio, una ley que se limite a autorizar al Gobierno a firmar el préstamo con el Fondo contará con los votos favorables de la coalición opositora. El Gobierno debe decidir si quiere una aprobación con solo 90 o 92 votos de los 257 diputados que hay (el resto se abstendría o votaría en contra) o si aspira a una aprobación con más de 200 votos. Las abstenciones no se cuentan y el proyecto podría ser aprobado solo por una mayoría insignificante de los legisladores presentes. .

El gobierno de Joe Biden cumplió en Washington con su promesa: no es un obstáculo para que la Argentina pueda esquivar un default con el Fondo Monetario. Al contrario, los mensajes de Biden al Fondo están ayudando a llegar al acuerdo. Esa decisión, que se anticipó siempre, no oculta ni ignora el malestar que realmente existió con Alberto Fernández por las palabras que dijo sobre Estados Unidos delante de Vladimir Putin, justo en el instante de mayor tensión entre Washington y Moscú desde el fin de la Guerra Fría. Una probable guerra en Europa, en la frontera de Rusia con Ucrania, promovida por Putin, un autócrata narcisista y misógino, es hoy la principal preocupación de Estados Unidos, como consignó ayer en LA NACIÓN el periodista Rafael Mathus Ruiz. El periodista también informó que el gobierno de Biden espera la solidaridad de Alberto Fernández si Putin descerrajara la guerra. No pide nada extraño: la doctrina internacional vigente desde la Segunda Guerra prohíbe a cualquier país la invasión por la fuerza de otro país. La Argentina del kirchnerismo no debería hacer una excepción con Putin. 

Peor que la supuesta herencia de Macri es el egoísmo de los Kirchner. La decisión de Máximo Kirchner de abandonar el liderazgo del bloque oficialista en protesta por el acuerdo con el Fondo, que todavía no estaba terminado, y de difundir públicamente conversaciones privadas con Alberto Fernández (en las que le dijo que nunca estuvo de acuerdo con la decisión de su madre de ungirlo como presidente) significó una crisis de profundidades desconocidas en la coalición. Tanto es así que el nuevo líder del bloque oficialista de Diputados, Germán Martínez, prefiere por ahora contabilizar como abstenciones los probables votos de los seguidores de La Cámpora.  Los opositores están más dispuestos que el cristinismo a ayudarlo, siempre que el Presidente comprenda algo tan simple como que ahora el Gobierno es él y que Macri está en la oposición.” 

(https://www.lanacion.com.ar/opinion/el-gobierno-confunde-peras-con-bananas-nid20022022/)

 

La Guerra se desplazo al plano de la subjetividad y en la subjetividad todo es opinable. Cargado de adjetivos de desvalor. Intentando despegar al presidente del Kirchnerismo como si fuesen “bandos” y acercándolo a la oposición (Una clara intención de deseo que no se ofrece con datos, información y hechos en la realidad). Una reducción de conductas políticas a conductas humanas. En esto último me quiero detener.

Lo político, en su concepción fundamental, refiere a las acciones que individuos, grupos e instituciones realizan en pro de reducir y minimizar conflictos, obviamente desde una posición sobre la cual van a intentar producir esas reducciones. Es decir, en medio de las tensiones existe una ubicación (Que es electiva) y desde allí se gestiona el conflicto con las herramientas que se posee en el rol que se ocupa y con las herramientas con las que se cuenta. Muchas veces las posiciones individuales y los deseos e ideas propias de la persona que ejerce el rol, no condicen con la acción política. ¿Porque? Porque hay leyes, formas comunes, procedimientos que históricamente limitan a las personas en su función pública o social, del mismo modo que a las personas en su vida privada respecto a sus deseos y aspiraciones. Hay cosas que se pueden hacer y hay cosas que no. Hay acciones que se deben ejecutar aún cuándo no se deseen hacerlas. Es parte del juego político y de como se construye el consenso en una democracia imperfecta pero que aparece como el mejor sistema conocido posible a la fecha.

También es parte del juego, aunque no sea correcto o deseable, la mentira. La opinión es un punto de vista personal. En el ejemplo del periodista que editorializa: Joaquim Morales Solá, atribuible al medio en el que trabaja y paga su sueldo en tanto “sistemáticamente” apela a estas versiones de la realidad como si fuese la realidad misma.

Otra Realidad.

Si quisiésemos introducir a alguien por primera vez en el debate, lo correcto sería instruirlo sobre las diferentes posiciones del conflicto y dónde se coloca cada interlocutor, para que el iniciado comprenda de que se trata y tome su propia ubicación en el asunto.

La realidad es que La Nación no solo le habla “a los que ya tomaron posición en la Guerra”, sino precisamente a quienes no lo hicieron aún, no saben o les interesa poco la política. Entonces apela a imágenes y relaciones que de política tienen nada.

Primero:

Atribuye a una “confusión” la decisión del gobierno actual de legislar para que todo acuerdo futuro con el FMI tenga inexorablemente que ser debatido en el Congreso de la Nación. Esto era así antes de las reformas que se introdujeron a partir del Gobierno de Alfonsín y que fué paulatinamente erosionando el control del Congreso a las acciones de gobierno, relegando atribuciones del legislativo al Ejecutivo. La ley no hace mas que promover una tibia corrección a esas direcciones toda vez que la constitución Nacional reformada en 1994 sigue sosteniendo en su artículado. Expresamente en el artículo 75 “Atribuciones del Congreso” en sus apartados 4 y 7 expresa “4. Contraer empréstitos sobre el crédito de la Nación.”7. Arreglar el pago de la deuda interior y exterior de la Nación. Queda claro que la opinión de Morales Solá es la que agrega confusión al asunto, y acá no hay opinión sin información. Expresamente la constitución dice lo que dice mas allá de que en la práctica esto se haya sistemáticamente cedido como facultad.

Segundo:

En todo su texto sostiene la existencia de tres actores: La campora o los sectores “Cristinistas”, el gobierno o los Sectores “albertistas” y “la oposición”, reducida a Macri y su séquito. Obviamente La Nación y sus voceros pagos a quienes lamentablemente aún hoy se les considera periodistas, siguen ejerciendo su poder, confiriendo a sus relatos profundamente antidemocráticos tal carácter, y reservando para su función como ¿Cuarto, Quinto poder? (En realidad el poder de los medios es hoy uno de los principales ejercicios del poder en tanto la posibilidad de visibilizar las opiniones propias como si fuesen hechos perfectamente verdaderos y ciertos, colocando a los relatos contrarios como mentirosos o tendenciosos y cerrando así la posibilidad de cualquier debate democrático sincero entre los relatos en pugna).

 

La realidad es que el gobierno es un Frente de movimientos y partidos políticos que convergieron en la figura de Alberto Fernández, quien fuera elegido por Cristina Fernández de kirchner, líder de la “porción” mayoritaria en ese frente, precisamente para aglutinar todas las posiciones contrarias o críticas a la gestión del gobierno anterior. Morales niega que Cristina es parte del gobierno de Fernandez. Entonces las disputas internas del Frente de gobierno se perciben y observan, analizan y relatan de modos muy diferentes a las internas en la oposición. ¿Porque? Sencillamente porque la “guerra” es primero contra Cristina y todo lo que ella represento y representa respecto a una genuina democratización de los medios de comunicación y a un intento porque estos expliciten su rol en la democracia y dejen de atentar contra esta forma de convivencia.

No hay tres actores. O lo reducimos a dos: Gobierno y oposición, o comprendemos y referimos a la complejidad política de un frente en el gobierno y una oposición disgregada y con serias divisiones internas en tanto el pesado lastre de la gestión de Mauricio Macri y muchos referentes locales, territoriales y provinciales que no ven futuro si siguen enrolados con él. Además de los Sectores emergentes como Milei y Espert y la izquierda que ha mejorado su base electoral en las últimas elecciones. Del mismo modos las fuerzas provinciales que surgen independientemente de los partidos Nacionales o que dentro de estos marcan posiciones propias. Otro deficit … pensar la realidad desde CABA y no el país como integridad.

Tercero:

No hay capacidad y no hay intención de ejercer la posibilidad de la inteligencia en estos sentidos, para diferenciar las acciones políticas e institucionales del de las personas. Eso implicaría cierta capacidad para educar cívica y democráticamente a los lectores, cosa que evidentemente estos diarios no quieren o no pueden hacer. Enfocados en su guerra de negocio, no asumen la responsabilidad democrática más por el contrario, la niegan en la defensa de sus intereses sectarios o como grupos de poder y privilegio.

En este sentido omite mucho detalle esclarecedor. Por ejemplo que fue el mismo gobierno de Macri que generó la situación de escasez de dólar en el Estado al liberarlo al mercado (Quitar el “Cepo”, que luego se vio forzado a volver a instalar), reducir retenciones al “campo” y a la minería, además de flexibilizar los tiempos para la efectivización de los ingresos de esos dólares a los que se les permitió un margen amplio en el tiempo (Es decir que liquidaban años posteriores las retenciones de años anteriores, obviamente esos años sin “Aportes” eran años donde el Estado no contó con esos dólares), e innumerables medidas de orden bancario y financiero que favorecieron a especuladores y lobbystas que fugaban dólares al exterior y los escondían en paraísos fiscales.

Por último:

Apela a un recurso que no por harto conocido en el periodismo, especialmente el de opinión, el de atribuir “intencionalidad” a hechos que pudieren tener otras. Por ejemplo, Máximo renuncia a su jefatura de banca por egoísmo y no porque no se sentía representante de un sector, cuándo el suyo propio no compartía la posición el gobierno frente a la negociación. Remite nuevamente a eso de falta de “democracia” y de no comprender que los “roles” de representación no son igualables a las posiciones individuales de los actores, precisamente porque una posición personal o de un Sector no es representativa del conjunto.

Así las cosas. Pero claro, Morales Solá es uno de los “periodistas” más “prestigiosos” en argentina y yo un modesto opinador en un Blog que leen muy pocos.

Daniel Roberto Távora Mac CormacK



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