Complejidad como modo de pensar, informarse y comunicar

 


La complejidad es científica y racional.

Entre muchas de las criticas a la que es sometido el pensamiento complejo, como ha sucedido desde siempre con todo método o modelo de encuadre epistémico que modifica, subvierte, disrumpe un orden cognitivo “normalizado” “institucionalizado” y “aceptado como camino único”, como se produce con buena parte de la producción Científica, globalizada y neoliberal, se le atribuye a las producciones de las ciencias de la complejidad, carácter pseudo/científico o formulas y procedimientos que se alejan de la racionalidad de la ciencia o de los principios normalizadores instalados en el “método científico” (Que pertenece al orden lineal, evolutivo, Sistémico -lógico, materialista y producto de la enorme especialización y fragmentación que es parte de su forma de producir conocimiento).

El pensamiento complejo no desdeña de la rigurosidad y el pensamiento sistémico, lo encuadra dentro de una perspectiva diferente. Multiplica las posibilidades y distingue las “trampas” en donde el poder sustituyó al saber.

La racionalidad científica desplazo a la racionalidad teocrática y “lo racional” entabló una lucha de poder con “lo espiritual” (Lucha que aún persiste porque precisamente se impone la lógica del poder a la lógica del bien común).

No se trata de poderes, fragmentos de poder, en el ejercicio de la posibilidad y la libertad humana y en las capacidades de crear, administrar y producir resultados materiales y de otros ordenes en la vida de las personas, sino de convivir en un orden común que administre los espacios comunes en relaciones humanizantes, donde “lo común” no ahogue las posibilidades individuales, pero lo individual no sea engañado y alimentado por el “ego” en detrimento de la posibilidad de otros muchos individuos. Todos dependemos de un orden común y la libertad individual no puede ser interpretada en otro modelo que no sea que alimente la necesidad del bien común y reducir conflictos y democratizar y socializar poderes, obligaciones, esfuerzos y beneficios.

La complejidad es mas que ciencia …

El pensamiento complejo transgrede otra fragmentación producida por la ciencia occidental, el “pequeño universo de los expertos”. Pensar de modo complejo es quitarse rótulos de “autoridad” “voces de expertos” y cualquier concepto que referencia al conocimiento respecto a “objeto propiedad de algún o algunos sujetos en particular”. El conocimiento es común. Como la vida misma es común. Lo individual surge de la unión de dos individuos que deciden “fundirse” (Esto daría lugar a otro debate pertinente en referencia a como la Ciencia aborda temas como “la familia” “La sexualidad” “el amor”), por tanto importa aquí el carácter transitivo de la vida humana. No soy humano sino hubieron dos humanos antes que decidieron Fundirse en un acto creativo.Soy producto de ese acto del mismo modo que mis creadores.

 

Si el origen soy yo, mi individualidad solo es “escalable” hacia atrás en el tiempo. Solo encuentra razón lógica en la lógica de mis progenitores y el lógica de los padres, abuelos, etc. de mis progenitores. Yo necesito fundirme con otro para crear mi descendencia. La complejidad corre el eje lineal de este razonamiento. Lo traslada al plano de la multiplicidad de relaciones y temporalidades y puede racionalmente dirigirse en sus reflexiones y experimentaciones hacia cualquier dirección pasada, presente, futura, estableciendo modelos y paradigmas diferentes. Encontrando síntesis y expansiones de los puntos, lineas y planos generando otras dimensionalidades y otros “ordenes” posibles de esas nuevas dimensiones así accedidas, en cualquier espacio/tiempo del conocimiento posible.

El devenir de los acontecimientos

Algunos eventos de la semana, que ya ocurrieron o que están por venir.

A las noticias (Los datos y la información), intento darle algún “zurcido invisible” que permita la lectura como un relato único. Pero si los hilos sugieren la linealidad de los asuntos en alguna especie de “linea temporal” sugiero otro modelo de interpretación y de organización de los elementos y conceptos para comprender la trama de modos complejos e incompletos, como entiendo se deben pensar las realidades presentes, en tanto y en cuanto transitamos tiempos de encrucijadas de sentidos, relatos, propuestas de direcciones y transformación sistémica de la formas e instituciones humanas en sus organizaciones sociales, institucionales y comunitarias que les confieren identidades universales y particulares a cada habitante del planeta. 

Pensar la realidad como un ovillo de hilos anudados. Una metáfora que intenta idear conceptos en torno a una realidad compleja y enredada, que no tiene sus orígenes y finales bien definidos y que se entrecruzan de diversas maneras entre si. La temporalidad y espacialidad adquieren forma de dimensiones múltiples y lo psíquico, simbólico, imaginario, real, como entrelazamiento de lo individual tiene sus replicas no exactas en el mundo de relaciones que tales subjetividades individuales producen en sus entrelazamientos interpersonales y sociales, en relación con sus geografías y sus espacios vitales. Un mundo de múltiples mundos con características universales que se ven modificadas por los entramados locales e identidades situadas, deformadas y moldeadas por una globalización irrespetuosa de las diferencias y abrumadoramente alienante.

En este sentido que le pretendo impregnar a los análisis y las reflexiones, ciertas categorías provenientes ya del Marxismo, ya del liberalismo capitalista clásico y neoclásico, no alcanzan, como categorías del pensamiento, a nombrar este ovillado complejo que se nos presente necesitando categorías nuevas para ser pensadas de estos modos mas complejos y menos lineales.

Las polarizaciones y conflictos en el mundo, no pueden ni deben reducirse a esta polarización, en tanto y en cuanto, las tecnologías de la comunicación y la información (TIC) y la digitalización ha generado un nuevo ámbito dónde los antiguos conflictos y tensiones, se entrecruzan en otros nuevos. Las nuevas sexualidades, las re-descubiertas diversidades culturales, religiosas, folclóricas, de prácticas comunitarias y cosmovisiones diferentes de la vida individual y colectiva de las personas sobre la tierra. No reducirlas, no significa que no se encuentren allí elementos de lo que colisiona o entra en conflicto en las sociedades actuales, sino mas bien en comprender que esos viejos conceptos de izquierda y derecha, que surgen de las disputas del Capitalismo en Europa, y que se mundializan y globalizan en los tiempos de guerras (Precisamente llamadas mundiales aunque hayan sido eminentemente europeas), se ven transversalmente anudados en un ovillo de encrucijadas múltiples que produce una realidad diferente a aquella que se interpreta como conflicto entre polos que se oponen y gradaciones o terceras posiciones que se definen en una idea de pensamiento lineal, sino y mas bien, en esos anudamientos que la teoría psicoanalítica plasma en un modelo tópico, donde los lenguajes múltiples y diversos, tensiónan entre sí.

La idea, además, de un orden “inventado” de los elementos que se descubren y describen en torno a una “Falta” o “agujero irreductible”, que como imposibilidad, somete toda realidad a la posibilidad de “inventarle” un orden que equilibre minimizando sufrimientos y conflictos, todo lo que de humano somos capaces de humanizar.

I

De Viaje

Mientras el presidente de los Argentinos, Alberto Fernandez, se encuentra en Rusia y hoy se reunirá con Vladimir Putín, en la primera actividad de la gira internacional que continuará luego por China y Barbados, para evaluar el desarrollo de las relaciones entre ambos países en diversos campos políticos, económicos y culturales.

Según se informó oficialmente, luego del encuentro privado ambos mandatarios compartirán un almuerzo de trabajo.
El Jefe de Estado argentino había sido invitado a visitar Moscú en reiteradas ocasiones, pero la concreción del viaje fue dilatándose por los desafíos que impuso la pandemia de coronavirus durante los dos últimos años.

El encuentro entre Fernández y Putin se realiza en el Kremlin y gira "en torno al estado actual y las perspectivas de desarrollo de la asociación estratégica integral entre Rusia y la Argentina en temas políticos, económicos, comerciales, culturales, humanitarios y en el trabajo conjunto contra la propagación del COVID-19", se informó oficialmente.

II

Geopolítica y las tensiones en América Latina

Licenciada en Ciencia Política, argentina, casada y madre de un hijo. Desde muy joven ejerció el periodismo grafico para medios de México y Argentina y fue corresponsal extranjera en Estados Unidos. Por razones personales y profesionales ha residido en diversos países como España, México, Guatemala y  Estados Unidos.

La experiencia desarrollada la ha llevado a ejercer la docencia en la Universidad de Buenos Aires y a dictar conferencias acerca de la creatividad y nuevas tecnologías, tanto en el ámbito académico como en el sector privado.

A fines de 2009, renuncia a la Dirección Artística de Telefe, para fundar ON TV,  Llorente & Villarruel Contenidos. Actualmente la productora esta realizando ficciones y consultorías en programación en el mercado internacional.

Entre sus producciones más importantes se encuentran Resistiré, Montecristo, Vidas robadas y TV x la Identidad, esta última ganadora del Premio Emmy Internacional como mejor TV movie de la televisión mundial del 2008, siendo el primer Emmy recibido en la historia de la televisión hispanoparlante. En 2011, una nueva producción, Televisión x la Inclusión, recibe dos Emmy Internacional en la categoría de mejor actor y mejor actriz. Además de continuar con las tareas en la productora, junto a Villarruel crearon y pusieron en marcha, en el marco de la nueva Televisión Digital, la señal 360TV y Radio del Plata HD. Actualmente, conducen el programa de radio Detrás de lo que Vemos.

Recibió el Premio Mujeres Creativas 2015, por el cual forma parte del Círculo de Mujeres Creativas, iniciativa de Citi Women y la Facultad de Diseño y

Tras un largo recorrido por distintos medios de comunicación, tanto nacionales como internacionales, la periodista, politóloga y productora Bernarda Llorente se transformó en la primera presidenta mujer de Télam, luego de ser nombrada por Alberto Fernández a través del decreto 15/2020: "Dáse por designada a partir del 19 de diciembre de 2019 en el cargo de Presidenta del Directorio de TELAM SOCIEDAD DEL ESTADO, a la Licenciada María Bernarda LLORENTE".

La designación despertó en Bernarda distintas emociones que no esconde: "Pase por varios estados de ánimo. Primero una gran sorpresa, después incertidumbre y finalmente me sentí muy honrada". Esa honradez es Télam, la agencia fundada un 14 de abril de 1945, hace 76 años en 2021. Fue creada, según cuenta su Presidenta, "como una compañía mixta compuesta por capitales privados y estatales, con el objetivo de romper el duopolio existente en materia informativa de las dos agencias estadounidenses que acaparaban el mercado: United Press International y Associated Press".

Produce la entrevista que comparto a continuación con quién fuera Vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia durante la gestión de Evo Morales, Álvaro García Linera, uno de los pensadores más agudos de la izquierda latinoamericana, caracterizó al mundo que dibuja la pospandemia como "un tiempo de ocaso" repleto de paradojas, y advirtió que los gobiernos progresistas de la región "están obligados a asumir retos más audaces". "El tiempo que estamos viviendo es un momento liminar. Por una parte, se han manifestado un conjunto de límites, de contradicciones, de desgarramientos del orden mundial planetario vigente. Pero a la vez no se han abierto, con ímpetu radiante, opciones, alternativas, a esto que viene ya agotándose", planteó.

En una
entrevista exclusiva con Télam, el intelectual y docente universitario reflexionó sobre los desafíos del progresismo en la tercera década del siglo XXI, destacó la necesidad imperiosa de "unir lo popular con la clase media" y llamó a desarrollar "un nuevo lenguaje y programas" que conecten con las expectativas de ese sector social.

Por videoconferencia entre La Paz y Buenos Aires, abordó con audacia cuestiones complejas que generan polémica, como el cortocircuito entre extractivismo, desarrollo y cambio climático, y, además, propuso una batería de medidas concretas para las administraciones de cuño progresista. "La singularidad de estos gobiernos es que están enfrentando la peor crisis económica de los últimos 100 años", argumentó.

Nacido en Cochabamba, en el seno de una familia a la que definió como de "clase media" en lo cultural y "clase baja" en lo económico, García Linera viajó a México antes de cumplir los 20 años para estudiar en la UNAM del país azteca y, a su regreso a Bolivia, se vinculó con las comunidades campesinas y mineras.

Luego sería uno de los fundadores del Ejército Guerrillero Túpac Katari, experiencia de lucha insurgente por la que fue detenido, torturado y trasladado a una cárcel con prisión preventiva y sin sentencia, donde estudió Sociología de manera autodidacta.

Salió en libertad en 1997 y, tres años después, conoció a Evo Morales, en el marco de la llamada "Guerra del Agua". Hoy tiene 59 años, una de las bibliotecas más grandes de Bolivia y lleva editados, como autor o coautor, más de una decena de libros.

Como parte de un listado propositivo para la gestión de la crisis, el intelectual boliviano destacó la necesidad de un impuesto a la banca que avance en una matriz impositiva progresiva, tanto como un acuerdo regional para una "reforma energética" basada en la explotación del litio y el desarrollo de "industrias encadenadas".

En su análisis de la nueva oleada progresista en América Latina, que en los últimos meses sumó los triunfos de
Gabriel Boric en Chile y de Xiomara Castro en Honduras, el autor de "La potencia plebeya" advirtió que "el viejo mundo del libre mercado se resquebraja" aunque "sigue vigente", mientras surgen opciones que buscan sustituirlo.

Y en ese sentido subrayó: "Es un neoliberalismo retrógrado, anacrónico, autoritario, vigilante, que quiere vivir del pasado. Y que dura poco".
Para García Linera, "
el nuevo progresismo ha afincado más su victoria en la movilización electoral que en la movilización callejera. Y eso establece ciertas características de esta nueva oleada, abre puertas y cierra otras: es un progresismo que ya no viene de la mano de líderes carismáticos, sino con líderes políticos moderados que están respondiendo a las nuevas circunstancias", razonó en diálogo con esta agencia.

"Las circunstancias van a llevar o van a obligar gradualmente a los liderazgos a tener que asumir una serie de transformaciones más radicales, porque el costo social de la crisis económica y la crisis médica es demasiado grande", vaticinó en lo que él mismo presentó como su principal hipótesis de trabajo para los dilemas del progresismo y las encrucijadas del presente en la región.

-En esta pospandemia, en un mundo más concentrado e injusto, ¿cuáles son las bases para una perspectiva progresista?

-El tiempo que estamos viviendo es un momento liminar. Por una parte, se han manifestado un conjunto de límites, de contradicciones, de desgarramientos del orden mundial planetario vigente. Pero a la vez no se han abierto, con ímpetu radiante, opciones, alternativas, a esto que viene ya agotándose. Es un tiempo de ocaso, no un tiempo de amanecer. Es la paradoja de este momento. Las cosas no están funcionando bien, los antagonismos nos están desgarrando, pero no logramos visualizar lo que pudiera sustituirlo. El viejo mundo del libre mercado, del libre comercio, del Estado mínimo, de la ausencia de derechos sociales y despreocupación por la desigualdad, se resquebraja por todos lados. Y sin embargo sigue vigente: en las instituciones conservadoras, en el Banco Mundial, en el FMI, en el consenso de que, en el mundo, la globalización es lo más importante. Aunque comience a mostrar signos de ocaso, de debilitamiento, no sabemos qué cosa va a sustituir ese mundo. Sabemos de dónde venimos, de dónde estamos saliendo, pero no logramos eslabonar qué horizonte nos espera. Este es un momento muy complicado, de carencia de alternativas globales a la globalización, aunque América Latina ha hecho renovados esfuerzos por mostrar un camino. Pero ese esfuerzo no se irradia mundialmente y, a su vez, tiene contratiempos: avanza, retrocede, avanza, retrocede. Y en este tiempo liminal de certidumbres quebradas, de horizontes de previsibilidad del futuro mutilados, comienzan a surgir múltiples propuestas. El progresismo es una de esas propuestas. Pero ha tenido una contraparte con el surgimiento de propuestas neoliberales y ultraconservadoras, autoritarias. Nadie sabe con certeza lo que vendrá y van a surgir múltiples opciones de sustitución y de reemplazo, ninguna de ellas dominante, irradiante ni hegemónica, sino en pugna. Y así vamos a tener que vivir varios años hasta que alguna de las opciones pueda sustituir hegemónicamente a este ocaso del neoliberalismo. Esta disputa sobre el nuevo horizonte de época tendrá que dilucidarse en 5, 10 o 15 años, porque la gente no puede vivir indefinidamente en incertidumbre. Hoy el progresismo latinoamericano es una más de las opciones que en debilidad pugna por sustituir el horizonte neoliberal. No tiene la suficiente fuerza para imponerse, pero tampoco es lo suficientemente débil para desaparecer.

-Usted prefiere no hablar de ciclos sino de olas, porque son más breves. También dice que los nuevos líderes progresistas de América Latina no surgieron de grandes movilizaciones y los define como líderes moderados. ¿Ese tipo de liderazgos debe profundizar alguna de sus acciones o es un proceso que, en el futuro, traerá nuevas políticas?

-En América Latina surgió un debate sobre cuál era el futuro del progresismo. Nosotros propusimos el concepto de oleadas, la lógica de que cuando son procesos intensamente revolucionarios, no son cíclicos, sino que se despliegan por oleajes. Van y vienen, vuelven a ir y a venir. La primera oleada tuvo el mayor momento de irradiación entre 2005 y 2006, hasta el año 2014: el continente avanzó mucho, sacamos a 70 millones de latinoamericanos de la pobreza. Y luego hubo una contraoleada, un regreso de las fuerzas conservadoras: se perdió en Uruguay, en Argentina, en Brasil, en Bolivia con golpe de Estado, se perdió en Honduras, se perdió en Paraguay. Pero ese regreso de las fuerzas conservadoras, más endurecidas, más reaccionarias -el caso de Bolivia es el ejemplo paradigmático de este endurecimiento ´fascistoide´ del neoliberalismo- duró poco. Se inicia en 2015 y dura cuatro años, y otra vez, a partir de 2019, comienza a retroceder y se da una nueva oleada progresista. La victoria en México con (Andrés Manuel) López Obrador, la victoria en Argentina con el presidente (Alberto) Fernández, la victoria en Bolivia con Luis Arce, la victoria en Honduras con Xiomara (Castro), la victoria en Perú con (Pedro) Castillo, la victoria en Chile con (Gabriel) Boric. Una nueva oleada.

Por otro lado, el neoliberalismo, cuando regresa en el contra-oleaje de 2015 o 2016, no trae nada nuevo: recicla y recalienta esa vieja sopa, esos viejos ñoquis que habían sido elaborados diez años atrás, y los trae podridos, verdes, agrios. Es un neoliberalismo retrógrado, anacrónico, endurecido, autoritario, vigilante. En Bolivia se hace un golpe de Estado, en Argentina se habla de la Gestapo (antisindical): es una lógica ya de libre mercado policíaco. En Brasil se habla de que habría que haber matado a todos los comunistas, y en Estados Unidos con (Donald) Trump que por poco más casi queman el Parlamento para no reconocer la victoria de (Joe) Biden. Es un neoliberalismo endurecido pero no propositivo, ya no es portador de esperanza. Un neoliberalismo endurecido y melancólico, que quiere vivir del pasado. Y dura poco. Entonces emerge esta nueva oleada de gobiernos progresistas. Pero el nuevo progresismo no viene acompañado por luchas sociales o grandes rebeliones sociales, como el 2001 en Argentina, o el 2003 y 2005 en Bolivia. Es un progresismo que ha afincado más su victoria en la movilización electoral que en la movilización callejera. Es un progresismo que no viene de la mano de líderes carismáticos, sino con líderes políticos que están respondiendo a las nuevas circunstancias del momento. Los liderazgos carismáticos surgen en momentos excepcionales y ahora es momento para líderes más moderados. En su moderación estuvo la clave de la victoria también, y eso hay que saberlo entender desde la izquierda. Pero la singularidad de estos nuevos gobiernos es que están enfrentando la peor crisis económica de los últimos 100 años.

-¿Cuáles son los principales desafíos, entonces, que deben asumir los nuevos movimientos progresistas en este contexto inédito?

-Ningún progresismo se había preparado para enfrentar un momento tan excepcional como este. Y ahí surge la nueva paradoja: nuevos líderes, nuevos gobiernos progresistas que se prepararon para una gestión más administrativa y de reconstitución de derechos cercenados por la restauración conservadora, pero que no se habían preparado para enfrentar semejante gravedad de crisis económica y médica. En esta segunda oleada progresista tenemos gobernantes con una mirada más de administración de la gestión pública, que hubiera correspondido si es que no se hubiera dado la crisis de la pandemia. Entonces, mi lectura, que es una hipótesis de trabajo, es que el nuevo progresismo de esta segunda oleada tiene que enfrentar con renovados brillos los efectos de una pandemia y de una crisis económica que nadie había previsto. Y esta nueva oleada se va a ver obligada a asumir retos más audaces para remontar favorablemente los efectos de esta crisis económica y médica. Las circunstancias van a obligar gradualmente a los liderazgos a asumir una serie de transformaciones más radicales, porque el costo social de la crisis económica y la crisis médica es demasiado grande. Y ahí se van delineando ciertos ejes de trabajo sobre los cuales el progresismo podría trabajar para remontar esta crisis. Uno es un nuevo papel del Estado: más audaz en términos de redistribución de la riqueza y de las cargas, lo que lleva también a una reforma tributaria más audaz. Algunos países lo han hecho implementando los impuestos a la riqueza, a la gran riqueza, y ese es un buen camino que quizás habrá que profundizar un poco más. Con impuestos a la banca, llegado el momento, porque es un sector que ha ganado mucho en la crisis y que debe compartir la carga de las responsabilidades con el resto de la población. Luego la reforma energética, algo que se tiene que hacer gradualmente, desde una mirada que dialogue con la naturaleza y no sea depredadora, sin abandonar la obtención de excedentes de formas extractivas para redistribuirlos inmediatamente en la sociedad, no para que se queden en manos de unos cuantos ricos. Luego, por supuesto, también la ampliación de derechos de los sectores más vulnerables, de fortalecimiento y empoderamiento del movimiento de mujeres, en la perspectiva de la soberanía de la mujer sobre su cuerpo. Que son temáticas nuevas a las que el primer progresismo abordó tangencialmente y este nuevo progresismo debería abordar como elementos nucleares de su nueva agenda de emergencia ante un momento de catástrofe mundial.

-Frente a la reflexión de los liderazgos moderados aparece la paradoja de un tiempo con una derecha cada vez más radicalizada. ¿Es una nueva derecha o es la misma con diferentes manifestaciones? ¿Es oportunismo para captar a nuevos sectores?

-Ciertamente, estamos ante nuevas expresiones de la derecha. Es el neoliberalismo, no ha variado el programa. Anti-Estado, anti- derechos, anti-igualdad. No ha variado. Ha renovado parte de los rostros, una nueva generación que ha emergido y que porta un aire de renovación, de nueva generación, pero los argumentos centrales siguen siendo los mismos. La igualdad en el trabajo, en la riqueza, en la relación hombre y mujer, entre pueblos indígenas y oligarquías, les resulta una inmoralidad, para decirlo visceralmente, que tiene que ser combatida por todos los medios. Hoy es un liberalismo enfurecido, rabioso, bota espuma, no irradia esperanza. Se enoja, insulta, agrede. Y a la democracia la ve como una herramienta prescindible, si fuera el caso. Es un neoliberalismo rabioso y, por lo tanto, cada vez más autoritario. Y eso no es fuerza, es debilidad. Cuando ya no puedes convencer y recurres al garrote, es que eres débil, aunque seas violento y te impongas temporalmente por tu violencia. Pero es la debilidad, porque un pensamiento es poderoso, es fuerte, cuando se irradia; cuando se impone a palazos, ya no es fuerte. Lo que está sustituyendo a la impronta expansiva de un pensamiento es la impronta de garrote, de masacre, de muerte. Los procesos de globalización comienzan a mostrar debilidades, comienzan a retroceder; sigue la globalización y va a durar seguramente, pero ya no es expansiva, sino que ha entrado en una etapa de contracción.

-Hoy el progresismo también enfrenta la fragmentación de distintas demandas e intereses que, por su especificidad, muchas veces cuesta unir en una idea global. ¿Cómo se enfrenta la dificultad de dar repuesta a temas específicos con peso propio sin que se anule la posibilidad de una construcción colectiva?

-Este es un tema clave en cualquier construcción de políticas progresistas: cómo se combina lo universal con lo particular. Muchas veces las propuestas universalistas son un particularismo dominante; y también hay universalismos que están planteando el beneficio de todos. Por ejemplo el tema indígena. En sociedades como la boliviana, la peruana o la guatemalteca es claramente un tema universal, porque son mayoría. En el caso de Bolivia esa mayoría demográfica se ha vuelto mayoría política, y ahora son los que conducen el país. y el mestizaje que hay que construir es desde la indianitud; porque antes el mestizaje que se reivindicaba era el de clase media, castellano hablante, propietario, blancoide.

Pero en sociedades donde el movimiento indígena no es mayoría, uno diría, ¿es un tema de minorías? En algunas cosas sí, pero en otras no. Que no te discriminen por tu color de piel, por tu apellido y por tu forma de hablar. Es un tema universal, no es un tema de minorías; porque evidentemente al indígena se lo discrimina más. Es el indígena, es el hombre de la villa, es el cabecita negra, que también va a ser discriminado en ciertos momentos. América Latina, Argentina, Chile, tienen apellidos extranjeros y apellidos locales, y ambos tienen el mismo derecho de entrar por las puertas grandes de las plazas, de las instituciones, de la educación, de los bancos, del aprecio ciudadano. Es una política universal. Esa reivindicación es universalista. Entonces, en cada país, el progresismo tiene que tener esta habilidad de plantearse propuestas universales y reivindicar lo local. El movimiento social tiene esas etapas; momentos de luchas universales y momentos de luchas corporativas. Y el momento en que surgen las luchas más fragmentadas, más corporativas, es un momento complicado; porque es más fácil para un gobierno progresista tomar decisiones cuando el estado de ánimo te apunta a políticas universales para todos. Y es más complicado moverte en el oleaje de demandas corporativas, sectoriales, fragmentadas. Pero ahí está la gran habilidad del progresismo para saber moverse y destacar en cada fragmentación, cosas comunes.

III

Todo ocio es político 

La incorrección política es la bandera de la extrema derecha global, plantea Pablo Stefanoni, doctor en Historia y periodista, autor de ¿La rebeldía se volvió de derecha?, texto publicado por la editorial Siglo XXI. 

El nuevo libro de Pablo invita a pensar qué forma están tomando las expresiones de extrema derecha en el mundo y, por qué no, en Argentina. ¿Qué pueden estar diciéndonos estos fenómenos, que se presentan como marginales, sobre el futuro próximo? ¿Qué pasa cuándo esas expresiones pasan a ser representadas por los principales referentes de la derecha con alcance nacional? ¿En qué momento la idea de futuro entró en crisis, se desprendió del horizonte de progreso y pasó a convertirse en amenaza? ¿Por qué la izquierda perdió su capacidad de capitalizar esta indignación social y son ahora estas nuevas derechas radicales las que se muestran más eficaces a la hora de cuestionar el sistema?

Pablo explica en su libro que, “aunque las diferencias son numerosas en la galaxia alternativa, hay un elemento común: en sus diferentes versiones, estas derechas odian a los conservadores convencionales, que habrían capitulado ante el progresismo”. Y no descarta líneas de tensión entre las diferentes sensibilidades, como es la del estatismo versus antiestatismo, en una gama que va desde los libertarios a los neo reaccionarios. 

¿Qué hacer frente a este nuevo contexto? ¿Qué entidad política debemos darle? Por lo menos, empezar a mirarlas y pensarlas con seriedad. Este libro es una buena guía para eso.  

IV

Polarización

Los dos artículos son parte de una publicación mas amplia de la Sociedad Argentina de Análisis Político (SAAP) , que en su número 2 volumen 14 de su publicación, aparecida en Noviembre de 2020, dedica una buena cantidad de artículos al tema de la “polarización política”.

Introducción: La polarización política, los medios y las redes. Coordenadas de una agenda en construcción

IVÁN SCHULIAQUERUniversidad Nacional de San Martín, ArgentinaConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina.

GABRIEL VOMMAROUniversidad Nacional de San Martín, ArgentinaConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina

(https://revista.saap.org.ar/contenido/revista-v14-n2/rsaap.14.2.I1.pdf)

La polarización política, como alineamiento extremo de posiciones contrapuestas en función de una identificación ideológica o partidaria, es un fenómeno cada vez más marcado en algunos países del mundo, con varias décadas de desarrollo en Estados Unidos (Mason, 2015) y más corta vida en América Latina (Singer, 2016). La literatura debate aún si se trata de una polarización circunscripta a las élites —políticas, intelectuales, mediáticas—(Fiorina et al, 2005) o si, en cambio, ésta atraviesa también a la sociedad en general (Abramowitz y Saunders, 2008).

En la primera hipótesis, se trataría de un fenómeno aplicable a los actores políticos y a una minoría movilizada de activistas.

En cambio, según la hipótesis opuesta se trata de una división que produce efectos profundos en la sociedad, al organizar el modo en que ésta se relaciona con el debate público. Esta controversia está relacionada con la manera en que se mide la polarización, así como con el tipo de objetos a los que atañe.

Quienes estudian la polarización en relación a temas de agenda, o a la correlación entre opiniones y características socio-culturales del público (raza,etnia, género, religión), identifican una débil o al menos desigual polarización en la sociedad. Por caso, desde el estudio seminal de DiMaggio, Evansy Bryson (1996) se sostiene que las diferencias entre el público norteamericano decrecieron desde los años 1970 en temas asociados con género, raza y justicia y que las diferencias de opiniones entre grupos en términos de educación, edad, género y raza también decrecieron.

Se identifican dos excepciones: por un lado, los tópicos relacionados con derechos reproductivos(aborto) continúan polarizando posiciones; por otro lado, la división de grupos que más polarización evidencia es la que separa a los demócratas de los republicanos. Quienes identifican una mayor polarización en el público, al contrario, interpretan estos datos de otro modo y agregan nuevas evidencias en ese sentido: por un lado, se sostiene que cuando los temas más polarizados devienen estructurantes del debate público, estos logran configurar posiciones e identificaciones de un modo más eficaz que los temas no polarizantes (Baldasarri y Bearman, 2007). Es decir, la sociedad tiende a dividirse en función de esos temas polarizantes a pesar de que existan acuerdos en otros temas. Por otro lado, y en relación con lo anterior, trabajos recientes ven en la identificación partidaria un vector que, por una parte, crea profundas identificaciones sociales en sus adherentes y, por otra parte, organiza crecientemente las visiones de los miembros de cada grupo, en especial en relación a las características de los miembros del grupo adversario (Iyengar et al, 2012; Iyengar et al, 2019). Así, aunque haya cercanía entre los participantes de los campos antagonistas en relación a diferentes tópicos del debate público y a políticas públicas, los miembros del “endogrupo” perciben una máxima distancia respecto del “exogrupo” (Mason, 2015). De este modo, lo que prevalece es la polarización afectiva antes que una basada en alineamientos programáticos. La percepción de una distancia acentuada del propio grupo respecto del exogrupo se basa, en definitiva, en el reforzamiento de la propia identidad en base a autogratificaciones. La determinación de los efectos de la polarización tampoco crea con-senso entre los estudiosos del tema. Algunos autores sostienen que la polarización crea apatía y retraimiento (Fiorina et al, 2005), mientras otros sostienen que energiza al electorado y estimula la participación política (Abramowitz y Saunders, 2008; Lupu, 2015), al tiempo que puede generar mayor consistencia en las posiciones de los votantes al clarificar las posiciones en juego (Levendusky, 2010; Singer, 2016).

Entre los estudiosos de los efectos de la polarización afectiva basada en identidades partidarias, en tan-to, reina más bien una posición pesimista. Para algunos, genera incentivos en las élites para privilegiar el conflicto antes que la cooperación con sus oponentes (Iyengar y Westwood, 2015). Para otros, inclusive, el hecho de que la polarización no se base en posiciones frente a temas sino en percepciones del “nosotros” y de los “otros” aumenta las probabilidades de que los ciudadanos se vuelvan “cada vez más rencorosos y descorteces políticamente en sus interacciones, incluso en presencia de posiciones sobre temas comparativamente moderadas” (Mason, 2015: p. 129).

Esta polarización afecta el modo en que se desarrolla el debate público y contribuye a producir imágenes sesgadas, estereotipadas y hasta falsas dela realidad. Pero aquí tampoco hay acuerdo respecto a la superficie social que abarca el fenómeno (véase en este dossier Kessler et al). Por un lado, los estudios muestran que el consumo de medios partidarios -que adoptan posiciones abiertamente favorables a un grupo político- aumenta las chances de que una persona adopte posiciones polarizadas (Stroud, 2010; Fletcheret al, 2019). Otros estudios, en cambio, limitan los efectos de los medios alos públicos más movilizados (Prior, 2013), aunque admiten que estos pequeños grupos tienen influencia en el resto de la sociedad. Precisamente, el argumento de “pocos, pero influyentes” es utilizado por J. Hunter en su ya clásica tesis sobre las “guerras culturales”: los pequeños públicos movilizados tienen la capacidad de influir en buena parte de la sociedad, limitando sensiblemente el campo de opiniones disponibles y reduciendo el espacio de matices y posiciones intermedias (Hunter, 1992). De hecho, un estudio muestra que los medios partidistas polarizan a los ciudadanos con posiciones más extremas al radicalizar esas posiciones, pero que los efectos de esa polarización partidista se extienden a lo largo de la arena política (Levendusky,2013). En todos los casos, la literatura acuerda en que los actores de los medios, que cumplen un rol central en la definición de la agenda pública(Aruguete, 2015) y, al mismo tiempo, son actores clave en la provisión deencuadres sobre los asuntos comunes (Entman, 1993; Reese, 2007; De Vreese,2003), juegan un rol fundamental en la configuración de debates públicospolarizados, más allá de que sus efectos en el público masivo sean motivo dedebate.

Medios, redes y polarización

Los debates sobre el rol de los medios en la construcción de la polarización política fueron revolucionados por la emergencia y la centralidad que adquirieron las redes sociales como espacio público y como vehículo de con-sumo de información a nivel mundial. Distintos estudios han mostrado que desde hace décadas gran parte dela conversación política de la sociedad suele darse entre quienes comparten ciertos preceptos comunes y se consideran cercanos (Tucker et al, 2018).Las redes sociales consolidan esta endogamia bajo la forma de burbujas (Pariser, 2017), que llevan a que los usuarios circulen por barrios en los que su pensamiento es dominante (Calvo, 2015): la lógica del algoritmo favorece la baja exposición a argumentos que producen disonancia cognitiva ya fectiva con nuestros consumos anteriores (Aruguete, 2019). Esto refuerza la distancia entre el endo grupo y el exo grupo, y favorece la proliferación de visiones estereotipadas del otro que confirman la “superioridad moral” del nosotros. Por esta vía, las redes han devenido un espacio donde se fomenta y se reproduce la polarización, mientras se solidifican ciertas identidades y se consolidan fronteras con los otros (Iyengar y Westwood, 2015). Esta lógica de circulación segmentada alertó hace tiempo a los estudiosos de las redes, y puso en cuestión la visión encantada según la cual éstas venían a ofrecer un espacio para la horizontalización de la toma de la palabra,

El empoderamiento de los ciudadanos en la producción de puntos de vista sobre los asuntos comunes y una democratización de la sociedad. En pocos años, la evidencia llevó a preguntarse si, en estas condiciones de segmentación, homofilia y burbujas informativas, las redes sociales son un riesgo para la democracia.

Al respecto, un tema central de la agenda de la última década ha estado en los conceptos de posverdad, desinformación y fake news. Como señala Waisbord (2018a), la desinformación no es nueva, lo que cambió es su escala y la capacidad que tiene de masificarse y diseminarse en las plataformas digitales más importantes, que son las mismas en la mayoría de los países del mundo. No se trata, por lo tanto, sólo de algo que pueda ser corregido para pelear contra públicos mal informados: cambió la dinámica de las creencias, entró en crisis el proyecto moderno que proponía al modelo científico como el único conocimiento legítimo y, en tiempos en que los públicos ya no comparten epistemologías, “la verdad” se presenta solo como una de las opciones posibles (Waisbord, 2018a).

Si bien se reconfigura la circulación de la información y los medios se confrontan al dilema que genera la brecha entre lo que informan y aquello en lo que sus audiencias “clickean” (Boczkowski y Mitchelstein, 2015), la televisión sigue siendo la principal fuente de información política en la mayor parte de la región (Porto et al., 2020) y los sitios web de los medios tradicionales suelen ser los de mayor audiencia y se cuentan entre las principales autoridades en las redes sociales (Calvo y Aruguete, 2020). Al mismo tiempo, aunque el atractivo comercial de la producción de noticias disminuye,su significado político y social no se redujo (Nielsen, 2017). En ese sentido,los medios tradicionales juegan un rol central al fomentar la polarización afectiva a través de la sobrer representación de fuertes sentimientos políticos (Fletcher et al., 2019), algo que fue acompañado de una creciente partidización de las líneas editoriales de los principales medios comerciales en varios países.


Aunque la polarización responde a múltiples causas, el tipo de interacción que se establece entre actores mediáticos y actores políticos es una de sus dimensiones fundamentales, ya que son, aun en el contexto actual, dos de los actores con mayor peso sobre la agenda pública.

En ese mismo contexto, diferentes referentes políticos usan vías de interlocución con la sociedad a través de redes sociales y medios digitales,una manera más de afectar el lugar que tenían las escenas de los grandes grupos mediáticos nacionales y la mediación del campo periodístico. En la política y en los medios, pero también en otros espacios, la repercusión enredes (seguidores y alcance) es cada vez más utilizada por diversos actores como indicador práctico (Vommaro, 2008) que orienta las acciones. La polarización da réditos tanto para figuras políticas como para estrellas periodísticas, a la vez que escoger un encuadre informativo no polarizado y querer mostrar equidistancia puede ser rápidamente castigado por las audiencias que adhieren a los grupos antagonistas (Baldoni y Schuliaquer, 2020).

Las emergencias de Donald Trump en Estados Unidos y la de Jair Bolsonaro en Brasil muestran que las redes funcionan, en algunos casos, como la forma preferida para la comunicación no mediada, y que también logran articular distintas comunidades con distintos medios digitales. Pero también en ambos casos, el peso de los medios tradicionales, como Fox News en Esta-dos Unidos (Polletta y Callahan, 2017; Waisbord, 2018b; Boczkowski y Papacharissi, 2018) y TV Record (Porto et al, 2020) y otros medios tradicionales en Brasil (Albuquerque y Gagliardi, 2020), generó una narrativa que preactivó a ciertos sectores para que ese tipo de discursos sean exitosos. A la vez, no todos los actores tienen la misma capacidad para intervenir en las redes sociales, ni todos lo hacen bajo la misma lógica. No es lo mismo proponer los temas que arrasar el debate para que no se hable de ciertas cosas. En ese sentido, algunos actores invierten fuertemente en redes: la desinformación no es igualitaria ni ayuda a todos por igual (Waisbord, 2018a).


La economía política también juega un rol clave, lo cual le da una ventaja sustantiva a las élites económicas y a las posiciones de derecha tradicional-mente identificadas con ellas. A pesar de que hoy sabemos mucho más sobre estos temas, aún estamos en los inicios de los estudios sobre la relación entre redes sociales, medios tradicionales, política y polarización. Y se trata, además, de un terreno que cambia rápidamente. Pero sabemos aún menos sobre la relación entre medios —digitales, tradicionales, redes sociales— y polarización fuera de algunos casos nacionales. Como ha sucedido con los estudios previos sobre medios y política (Curran y Park, 2000; Waisbord, 2014), gran parte de las investigaciones sobre polarización y redes toman como referencia empírica a los Estados Unidos. Este país tiene algunas especificidades —como la perdurabilidad y hasta la solidificación de las identidades partidarias tradicionales— que son difícilmente hallables en otros casos, y mucho menos en América Latina.

Asimismo, en Estados Unidos la polarización es un fenómeno de más larga data y que parece ser más profundo. Algunos estudios que compararon su situación con la de países de Europa occidental mostraron que Estados Unidos está mucho más polarizado, y que, al menos en Europa, las audiencias on-line están apenas más polarizadas que las offline (Fletcher et al, 2019). Por lo tanto, aunque hay nuevas lógicas globales, la tramitación de la polarización y de los vínculos entre medios y política se sigue dando a escala nacional. Eso incluye, por ejemplo, que en los países donde los medios están más partidizados aumentan la exposición selectiva y la polarización (Fletcher et al, 2019). Por el contrario, en los países en los que existe fuerte tradición de medios públicos la polarización disminuye(Castro-Herrero et al, 2018). Al mismo tiempo, la mayor parte de los estudios sobre redes sociales son sólo sobre Twitter (Tucker et al, 2018) que es la red en la que están sobrerrepresentadas las élites políticas y periodísticas y, a la vez, no es la más masiva, aunque es la más abierta al mundo académico. El mundo digital conlleva una paradoja para la investigación: por un lado, permite transformar una parte de las prácticas sociales en datos que se vuelven visibles; por otro lado, las prácticas de la mayor parte de las grandes plataformas, las maneras en que toman decisiones y funcionan, así como lo que hacen con los datos que generan los usuarios, son mucho más opacas para su indagación que las de los medios tradicionales.

América Latina como laboratorio.

El caso argentino en perspectiva comparada.

A pesar de que los estudios sobre medios y polarización política son incipientes, América Latina, en general, y Argentina, en particular, son un laboratorio especialmente fértil para el estudio de estos fenómenos. A diferencia de lo que pasó en otras regiones, en América Latina el rol de los medios ya estaba en el centro del debate público al menos desde mediados de los 2000. Esa discusión apareció junto con la emergencia de gobiernos del llamado “giro a la izquierda” que problematizaron públicamente el papel de los medios, a los que en muchos casos señalaron como su principal oposición política (como se desarrolla en el texto de Vincent en este dossier). Hubo una ruptura con el clima que había marcado los años noventa, con la crítica mediática a la “clase política” en nombre de “la gente” de los periodistas estrella (Vommaro, 2008), cuando los políticos profesionales consideraban que pasar por el estudio de televisión era la forma más efectiva de actuar políticamente (Landi, 1992). Así, desde los 2000 aparecieron gobiernos que criticaban a los medios tradicionales, a los que asociaban al statuquo anterior, y que eran refrendados en las urnas.

Fueron tiempos en que también se rompió con la dinámica de acomodación para definir las políticas de comunicación y donde nuevas regulaciones afectaron a los grandes medios privados y dieron espacio a algunos nuevos actores mediáticos (Vommaro y Schuliaquer, 2014; Becerra, 2015; Kitzberger, 2016).

Entonces, si bien es cierto, como ya mencionamos, que distintos trabajos muestran que las redes sociales contribuyen a la polarización política (Waisbord, 2018a; Aruguete y Calvo, 2019), en América Latina eso sucedió sobre un terreno abonado por la forma que había tomado la disputa política, así como por la dinámica del vínculo entre gobiernos y medios tradicionales (Schuliaquer, 2018). Es decir que en poco tiempo en la región se configuraron dos procesos que en Estados Unidos habían llevado décadas. Países con historia de competencia política poco programática, que además habían vivido en los años 90 un desalineamiento en la competencia entre partidos, vivieron en un período breve alineamiento entre izquierda y derecha, polarización política y transformación del ecosistema de medios. En ese contexto, se combinaron novedosas estrategias de los actores para producir estigmatización y políticas de “tierra arrasada” para sacar a los temas y los rivales del debate público en redes (Aruguete y Calvo, 2019), con formas más tradicionales de construcción estereotipada y estigmatización de adversarios políticos que tuvo lugar en los medios tradicionales. En estas condiciones, la propia legitimidad para la palabra pública de los adversarios fue puesta en cuestión (Kitzberger, 2012; Albuquerque y Gagliardi, 2020).La polarización entre gobierno y oposición que se produjo en Argentina en torno al clivaje kirchnerismo y antikirchnerismo desde el llamado “conflicto del campo” en 2008 (Vommaro, 2019) se constituyó sobre la base de identidades políticas movilizadas, con referencias políticas claras y líderes que proveen marcos interpretativos consistentes con las bases ideológicas y afectivas de sus seguidores. Por primera vez en su historia moderna, la competencia política en Argentina se organizó en función de dos grandes coaliciones programáticamente alineadas según el eje izquierda-derecha.


Este alineamiento se superpuso a una polarización afectiva creciente, que pro-dujo efectos paradójicos. Por un lado, solidificó esas identidades programáticamente alineadas, lo que permitió orientar más establementelas preferencias de los adherentes de cada campo (Vommaro, 2019). Por otro lado, generó una dinámica de bloqueos y descalificaciones del adversario que impactó en la tematización y el tratamiento de los asuntos públicos (ver sobre este punto el texto de Aruguete y Calvo en este dossier).El segundo proceso reside en el rol de los medios tradicionales de comunicación y de los periodistas políticos, en especial las estrellas, como motores de un posicionamiento político polarizado a través de la producción de encuadres estereotipados y estigmatizantes del exogrupo, que se profundizó desde 2012. Los medios privados más importantes se volvieron opositores abiertos o partidarios de gobiernos, lo que los llevó a tomar una postura de watchdog selectivo, focalizado en investigar a la fuerza política del signo opuesto y a su personal político en lugar de seguir la lógica de contralor del poder (Schuliaquer, 2020). Asimismo, cierto pluralismo interno —la posibilidad de que distintas posturas ideológicas se expresen en el mismo medio— que había caracterizado al periodismo argentino desde los años 1990 dio paso a un pluralismo externo —donde cada medio representa una postura política y tiene menos espacio para la diversidad a su interior. Ese pluralismo externo presenta claras asimétrías en cuanto a recursos económicos y llegada a audiencias. La polarización en los medios tradicionales produjo una creciente segmentación de la realidad tematizada.

Se construyó una escena mediática dividida (Schuliaquer, 2018), en la que la polarización obstaculizó la posibilidad de compartir una realidad común. En el caso argentino, eso es acompañado por el hecho de que cuenta con el actor más concentrado a escala relativa de toda la región, con propiedad coincidente en telecomunicaciones y medios tradicionales (Becerra y Mastrini, 2017), lo cual le da un peso especialmente importante en la definición de la agenda.

El tercer nivel responde a la lógica de circulación de la información enredes sociales. Como muestran Calvo y Aruguete (2020), las redes en Argentina se muestran relativamente estables en dos polos, que señalan un claro alineamiento entre fuerzas políticas y medios tradicionales. Por lo tanto, la masificación de las redes sociales en la Argentina, en tiempos de burbujas,exposición selectiva y lógica algorítmica, se dio en base a ese clivaje que había atravesado el campo político y mediático y que había separado akirchneristas y antikirchneristas. 

En este contexto, las redes sociales son un espacio donde se fomenta y reproduce la polarización, donde se articulan y refuerzan identidades y su distinción de los otros políticos y culturales. La masificación de las redes y su capacidad para articular tanto movilizaciones políticas como la discusión de ciertas temáticas las han vuelto, de manera cada vez más marcada desde 2012, un espacio central donde se da la disputa política (Annunziata y Gold, 2018).

En estas condiciones, la interacción entre el alineamiento político binario,los medios tradicionales y las redes sociales parece fortalecer y reproducir la polarización.

¿Es válido atribuir la polarización política a la comunicación digital? Sobre burbujas, plataformas y polarización afectiva

SILVIO WAISBORD George Washington University, Estados Unidos.

Revista SAAP volumen 14 Nº2 (https://revista.saap.org.ar/contenido/revista-v14-n2/rsaap.14.2.A1.pdf)

La polarización como problema

La discusión global sobre comunicación, medios y polarización política continúa atrayendo atención de varias disciplinas a la luz de fenómenos políticos de las últimas dos décadas, específicamente los populismos y la afirmación de la extrema derecha y el discurso del odio. Si el espíritu de época en las postrimerías de la Guerra Fría fue un enorme optimismo sobre la democracia liberal, hoy en día la sensación dominante es diferente. Se expresa en la preocupación por el futuro de la democracia, en parte debido a la creciente polarización política.

La polarización es generalmente vista como un desafío para la democracia, en tanto que ésta demanda formas de negociación y compromiso entre diferentes fuerzas políticas. La polarización lleva al extremismo actitudinal y político como así también al rechazo y la expulsión de intereses y actores.

La polarización azuza movimientos extremistas y socava las bases necesarias para un régimen político que demanda aceptación de la diversidad de opiniones, mínima estabilidad, transición pacífica de poder, moderación, constante negociación y reconocimiento de adversarios.

El escepticismo sobre las condiciones actuales de la democracia y los te-mores sobre la polarización adquirieron enorme visibilidad después de 2016. El triunfo del Brexit y el ascenso de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos fueron interpretados como señales inequívocas de la agudización de la polarización. El triunfo de posiciones de derecha, ancladas en identidades racistas y xenofóbicas en ambas márgenes del Atlántico Norte sumados a casos en el Sur Global como Brasil, India y Filipinas, son común-mente citados como ejemplos de sociedades polarizadas.

En América Latina,la tendencia en alza del populismo de “izquierda” en la primera década del siglo veintiuno reanimó debates sobre la polarización y sus consecuencias (dela Torre y Peruzzotti, 2008). Por un lado, una posición, asentada en la teoría democrática liberal, vio con preocupación al populismo representado más cabalmente por el chavismo venezolano como esencialmente predispuesto a acelerar la polarización y, por ende, como amenaza a la democracia. Por otro lado, la posición a favor del populismo entendió que sus tendencias polarizantes son profundamente democráticas, en tanto apuntaban a un reequilibrio político y a la constitución de un frente contra hegemónico.

En su clásica definición, Giovanni Sartori (1976) entiende la polarización como la distancia ideológica entre candidatos, partidos y/o votantes. Esta definición centrada en la política formal precisa ser contextualizada como un proceso más amplio, en tanto la polarización política solamente se puede entender como epifenómeno de tendencias sociales. El grado de polarización política se puede medir de varias formas: las políticas y las plataformas de partidos y gobiernos; las actitudes, discursos y votos de parlamentarios; y las dimensiones afectivas de la ciudadanía tanto sobre otros miembros de sus partidos como también sus sentimientos, aprecios y odios sobre personas de diferente afiliación política.

Aquí entiendo a la polarización como el proceso por el cual las multiplicidades de diferencias políticas crecientemente se alinean en una sola dimensión, y la política es percibida y definida como un eterno conflicto “entre nosotros contra ellos” (McCoy et al, 2018).

La polarización simplifica la complejidad de las relaciones políticas y sociales en tanto cualquier diferencia se licúa en una sola dimensión. La polarización aglutina divisiones que no están necesariamente vinculadas con preferencias políticas e identidades sociales, debilita otros clivajes divisorios y genera/refuerza dos bloques diferentes que se entienden como mutuamente excluyentes. La polarización política implica el dominio de la identidad partidaria/ideológica sobre otras formas de identificación y acción política (Iyengar et al,2012)La teoría democrática fundamentalmente entiende a la polarización como una tendencia negativa.

Si bien las divisiones son esenciales e inevitables en la política, la polarización exacerba conflictos que pueden desembocar en opciones políticas contrarias a valores democráticos. La polarización socava las posibilidades del reconocimiento y aceptación de opiniones di-versas y conlleva al simple mayoritarismo que desconoce o impone su voluntad sobre los intereses minoritarios. De ahí que la democracia funcional y la polarización están inversamente relacionadas (Sani y Sartori, 1980).Entendiendo a la democracia como un sistema para expresar o resolver diferentes intereses sociales de manera pacífica sobre la base de reglas con consenso (Przeworski y Sprague, 1986), la polarización dificulta o directa-mente se opone al consenso. La democracia puede existir a pesar de la polarización política, pero esta permanece como amenaza constante en tan-to dificulta la negociación y la concesión, refuerza prejuicios contra otros, y debilita el prestigio y la confianza en las instituciones democráticas (en tan-to son vistas como partidarias de uno u otro bando). La polarización abona el terreno para fenómenos y movimientos antidemocráticos interesados en ignorar y excluir por recursos legales o por la fuerza a otras fuerzas políticas.

Las consecuencias a largo plazo son instituciones públicas débiles, proclives a ser controladas y operadas según criterios estrictamente partidarios, sin preocupación por el “bien común”. En estas circunstancias, no sorprende el(re)surgimiento de fenómenos autoritarios que alimentan la polarización,en tanto conciben que tensar las tensiones existentes es necesario para con-seguir el poder y permanecer en él.

Por el contrario, los críticos de la democracia postulan que la polarizaciónes inevitable, saludable y necesaria. Como critica filosófica al liberalismo político y visión que alienta la superación de las “trampas” de la democracia, el populismo contemporáneo es quizás el representante más notable de esta tradición que endorsa la polarización (Laclau, 2005). Desde su concepción de la política como finamente dividida entre amigo/enemigo, entiende que la polarización es un proceso necesario e inevitable de agudización de diferencias. La política es concebida como naturalmente dividida en campos irreconciliables, y como estrategia para marcar y profundizar las divisiones. No da cabida a la política como espacio de encuentro de la multiplicidad de intereses y la resolución de conflictos de forma que se diriman posiciones heterogéneas. Las divisiones son permanentes y deseables en tanto la política es entendida como juego de suma cero. La disputa por el poder desemboca en ganancias y pérdidas a un lado u otro. Entiende que la política dividida en dos campos finamente definidos y acérrimamente opuestos es inevitable —el “pueblo”contra las “elites”. Cualquier otra división es superficial y eventualmente se diluye en la separación fundamental y fundacional de la política.

La sentencia de Steve Bannon, ideólogo original del trumpismo y factor fundamental del fenómeno Breitbart en el espacio mediático norteamericano, es ilustrativa de esta mentalidad: “Si quieres hacer cambios profundos en la sociedad, primero hay que dividirla”.Mientras que la democracia entiende que el agonismo es central y el consenso necesario y difícil, el populismo entiende la política como puro antagonismo y desecha la posibilidad de consenso.

Las causas de la polarización

Sin duda, la polarización no es nueva. Cada momento de colapso democrático y ascenso autoritario está anclado en momentos de aumento de la polarización. A lo largo del siglo veinte, tanto las revoluciones de izquierda como las restauraciones y reacciones conservadoras culminaron en periodos de agudización de la diferencia y auge de concepciones sobre el otro como enemigo acérrimo, que debe ser expulsado de la comunidad política. La exacerbación de la polarización lleva a posiciones que excluyen al adversario en tanto no se le reconocen igualdad de derechos. Estas condiciones hicieron imposible cualquier intento de consenso y negociación. La experiencia histórica muestra que la estabilidad democrática demanda cierto grado de acuerdo sobre reglas fundamenta les tanto entre élites políticas como en la ciudadanía.

Sin consensos mínimos, el peligro de la polarización es constante. Por cierto, la historia política de América Latina se caracteriza por olas de polarización que desembocaron en periodos autoritarios (Bornschier, 2019).Los golpes de estado fueron expresiones de sectores políticos, económicos y sociales empeñados en polarizar sociedades para lograr y mantener el poder. Por lo tanto, si la polarización no es un fenómeno nuevo, ¿cómo explicar su efervescencia en la escena política contemporánea? ¿Por qué aparece como fenómeno común el hecho de que sea un atributo en sociedades políticas con marcadas diferencias históricas?

Frente a estas preguntas, los estudios de comunicación pública, medios y periodismo se han focalizado en una serie de preguntas. ¿Es coincidencia la simultaneidad de la polarización política con el ascenso de la política digital, especialmente el rol preponderante de los “medios sociales”? ¿Se puede establecer una clara e inequívoca relación causal entre factores comunicacionales y políticos? ¿Qué explica que en países con históricas diferencias en sistemas de medios y sistemas políticos hayan surgido tendencias similares de fortalecimiento de identidades partidarias, el debilita-miento de posiciones y de fuerza del centro, el triunfo de movimientos políticos como el populismo que agudizan procesos de polarización? ¿Hay tendencias intrínsecas/estructurales del sistema político-mediático contemporáneo que promueven la polarización en diferentes contextos? ¿Cuál es la articulación de la dinámica de polarización de élites y polarización de ciudadanos con la comunicación pública? Puesto que es un tema situado en el cruce de procesos comunicacionales y políticos, las respuestas se focalizan en ambos procesos. Las relaciones causales no están claras puesto que hay múltiples fenómenos concurrentes que parecieran contribuir a la polarización. Aquí es necesario desbrozar la nutrida literatura que considera variables comunicacionales y políticas. No hay explicaciones fáciles ni argumentos simples para comprender un fenómeno multifacético, que, aun cuando ofrezca aspectos similares a nivel global, tiene sus particularidades ancladas en características nacionales.

Las explicaciones sobre la polarización como fenómeno comunicativo-político se pueden agrupar en dos líneas argumentales. Una línea enfatiza la importancia de fenómenos comunicacionales. La fragmentación de los sistemas de medios hace posible el consumo de contenidos ajustados estrictamente a intereses e identidades particulares (Prior,2007). La fragmentación posibilita y refuerza fuertes identidades políticas que, supuestamente, fortalecen actitudes contrarias a la democracia en tan-to que no son conducentes a la exposición y el diálogo en la diferencia o labúsqueda de puntos comunes con adversarios. Asimismo, la globalización de la comunicación acelera similitudes en sistemas nacionales de medios con notables diferencias históricas (Birkinbineet al, 2016). La mediación digital de la política genera procesos similares, entanto las compañías y las plataformas tecnológicas operan de forma similar y según los mismos criterios empresariales.

El ascenso fulminante de los medios sociales como plataformas dominantes desde fines de la década pasada son cruciales, puesto que han fagocitado el tráfico (y la publicidad)en Internet. Los algoritmos de los medios sociales tienden al reforzamiento de actitudes; la expansión y la sofisticación de la desinformación son tendencias globales.

Esta posición mezcla diferentes procesos y causas que atribuyen la polarización a diferentes actores y procesos —desde el surgimiento de los noticieros de cable hasta el formato particular de breves intervenciones en Twitter,desde los patrones de búsqueda en Google hasta los grupos cerrados de Facebook y de Whatsapp. Otra línea argumental atribuye la polarización a procesos esencialmente políticos. La arquitectura institucional inclina a determinados sistemas políticos a ser proclives a la polarización. Sistemas de gobierno, sistemas electorales, sistema de partidos, tipo representación partidaria en el Congreso, y otros factores promueven la polarización o la moderación.

Obviamente, el caso de Estados Unidos sobresale debido a su estructura presidencialista, bipartidismo y sistema de elecciones, factores que colocan en potencia la posibilidad constante de polarización a diferencia de los sistemas parlamentarios y multipartidistas. Sin embargo, la polarización no fue rasgo distintivo y dominante a lo largo de la historia norteamericana. La polarización actual es particularmente notable en comparación al relativo consenso de élites y públicos durante el periodo de la posguerra. Además de cuestiones de diseño institucional, esta línea explicativa enfatiza el papel de las élites en la polarización y las actitudes ciudadanas. Cuando las élites toman decisiones de confrontación constante y excluyen la cooperación como opción, fomentan la polarización (Bermeo, 2003).

La polarización no está determinada o ligada necesariamente a cuestiones institucionales. De hecho, es posible pensar que aun cuando un sistema político tenga desvíos estructurales que graviten hacia posibles extremismos, la opinión pública opera como contrapeso en tanto está relativamente satisfecha con el orden político, la situación económica, y otras cuestiones. Por eso, las decisiones que toman las élites políticas son importantes. Cuando las élites optan por intensificar la polarización, apelando a discursos que ahondan diferencias y cuestionan la legitimidad de las instituciones públicas, aceleran la polarización. Al mismo tiempo, las señales que las élites envían a sus partidarios son importantes. Esta es una vieja discusión sobre si las élites o la ciudadanía cargan con mayor responsabilidad en dinamizar y exacerbar la polarización. Cuando las élites se polarizan y tienen menos incentivos para la negociación y el consenso fomentan divisiones en la ciudadanía a través de la apelación a temas que dividen y movilizan. Su posición “polarizante” no es producto de la creciente extremización popular, sino que es el resultado de dinámicas localizadas en las élites y diseños institucionales particulares que favorecen dividir más que buscar consensos. Este proceso de polarización“desde arriba” lleva a mayor polarización actitudinal en la ciudadanía que, a su vez, retroalimenta las decisiones de las élites.

La importancia del contexto mediático y político

Aquí presento el siguiente argumento: La polarización es el resultado de la agregación de procesos comunicativos-políticos que obedecen principalmente a decisiones de élites políticas y mediáticas más que a procesos predeterminados por la política digital o especialmente las “plataformas sociales”. Tanto cuestiones políticas como aspectos de los sistemas nacionales de medios permiten explicar la intensidad de la polarización. Que la polarización no sea una tendencia idéntica o con la misma intensidad en diferentes países y diferentes periodos nos hace preguntar sobre los factores que explican la diferencia.

 

No pareciera que haya evidencia contundente para argumentar que la polarización es inevitable y que está asociada con supuestos efectos homogéneos de las plataformas digitales, especialmente los “medios sociales” (Settle, 2018). Mi posición difiere de explicaciones según las cuales la polarización es resultado únicamente de dinámicas comunicacionales/mediáticas o políticas. La evidencia es compleja e insuficiente para sugerir que haya procesos unidireccionales y causales relativamente simples. La polarización no está ligada inevitablemente al impacto o tendencias de una plataforma o a la fragmentación de la comunicación pública. No hay un solo tipo de medio/plataforma que unilateralmente “polariza”. En cambio, hay procesos mixtos en la comunicación política que permiten explicar más convincentemente los flujos de des/polarización.

Estudios recientes (Fletcher et al,2020) llaman la atención sobre aspectos fundamentales y relativamente obvios que, sin embargo, suelen ser ignorados en la discusión desprolija sobre la polarización contemporánea: los niveles de polarización varían en países democráticos, son más altos en sistemas presidenciales y procesos electorales que tienden al bipartidismo, y son intensificados tanto por medios tradicionales (prensa y radiodifusión) y digitales, especialmente en países con una fuerte tradición de medios “partidarios”, cercanos a fuerzas políticas e ideológicas, y de medios públicos débiles o sujetos estrechamente al poder político. Dadas estas condiciones, hay que afinar el análisis para entender porqué la polarización no tiene la misma intensidad en diferentes países y regiones.

No hay que asumir que inevitablemente tendencias estructurales de la comunicación digital conducen a la exacerbación de conflictos y al reforzamiento de los extremos. No hay duda de que la fragmentación mediática refuerza la política de identidades dentro de un arco de izquierda a derecha, en tanto facilita la producción de contenidos que se ajustan perfectamente a simpatías políticas determinadas. Sin embargo, tales dinámicas no son absolutamente nuevas,puesto que la existencia histórica de sistemas de medios con fuerte extracción y anclaje identitario (partidario, religioso, ideológico, étnico, racial) no necesariamente desembocó en altos niveles de polarización. De hecho, el estrecho“paralelismo” entre medios y política durante el siglo pasado en Europa Occidental no se materializó en niveles similares de polarización. Tampoco hay niveles similares de polaridad afectiva en la actualidad aun cuando la política digital haya adquirido centralidad. Que haya medios fuertemente partidarios o ideológicos, alineados con fuerzas políticas, no determina la polarización.

Ciertas condiciones políticas son responsables por activar ecologías informativas con tendencias latentes a fomentar identidades polarizadas. Por lo tanto, es necesario analizar procesos políticos, el rol de las élites y el tenor de las ideologías de las fuerzas mayoritarias para entender si tendencias estructurales de la comunicación masiva efectivamente polarizan. Sugiero que el ascenso reciente del populismo, con su visión de la política como la constante profundización de divisiones y la imposibilidad de consensos,explica la dinamización de la comunicación polarizante. Consecuente con esta visión, el populismo entiende a los medios y la comunicación pública desde una concepción binaria y extrema, interesada en cultivar sentimientos hostiles contra medios críticos y sus audiencias. La combinación de liderazgos populistas con ecologías informativas, que incluyen medios tradicionales y digitales, factibles de ser utilizadas para explotar divisiones y resentimientos ayuda a entender la polarización .

Polarización y arquitectura de la comunicación pública

No es sencillo desentrañar la relación entre la polarización y la contemporánea arquitectura de la comunicación pública. Hay una nutrida literatura norteamericana y europea sobre diversos aspectos de este tema, que identifica diferentes procesos y posibles relaciones causales. Veamos sus líneas principales para después analizar si son aplicables al caso latinoamericano. Un argumento común en el sistema contemporáneo de medios es más proclive a la polarización a diferencia de los sistemas de comunicación masiva durante el siglo veinte (Tucker et al, 2018).

La consolidación de una comunicación pública más mediatizada, fragmentada y de opciones múltiples es diferente respecto de la era moderna de los medios masivos cuando las opciones eran sensiblemente más limitadas. Con sus múltiples puntos de entrada y ofertas incalculables en internet, el sistema actual ofrece conte-nidos que pueden ajustarse a intereses e identidades políticas particulares. Cuando las empresas de medios, especialmente en televisión, apostaban a congregar a públicos masivos, el contenido tendía a ser menos partidario o ideológico puesto que el propósito central era evitar ofender a audiencias o anunciantes.

Los incentivos del mercado mediático eran producir contenidos masivos para atraer enormes audiencias que, a su vez, eran vendidas a la publicidad.

Con el propósito de sumar públicos se preferían contenidos que no ofendieran sensibilidades que pudieran ahuyentar potenciales consumidores, ya fueran partidarias o de otro tipo. Los contenidos periodísticos, como ilustra el caso de la televisión comercial y la prensa escrita en Estados Unidos,intentaban estar colocados en un mítica línea central y moderada que fuera de similar interés para públicos diferentes.

La virtual condición de monopolios y oligopolios favorecía el contenido que no fuera abiertamente partidario o tratara de ser imaginariamente imparcial.

Los sistemas de radiodifusión pública operaban en línea parecida debido a la legislación existente, expectativas públicas y cálculos políticos: congregar públicos masivos con contenidos de interés “común” y servir a la ciudadanía en general.

Esta situación sufrió importantes alteraciones en las últimas décadas. Sucesivas innovaciones tecnológicas y comerciales erosionaron el modelo pasado, con la llegada de la televisión por cable y satélite y la fragmentación del mercado radial debido a una mayor capacidad y calidad del sonido.

 


En los sistemas comerciales, la creciente “nichificación” de las audiencias de medios fue apoyada y alentada por el mercado publicitario interesado en apuntar a cortes de consumidores cada vez más especializados y diferencia-dos según variables sociales y parámetros de consumo (Turow, 1997). Internet fue la culminación de este proceso de fragmentación de públicos al facilitarla proliferación de contenidos y el relativamente fácil acceso a la producción y distribución de contenidos. Este modelo fue exitoso en términos comerciales en tanto concentró consumidores y anunciantes. Así como este proceso de segmentación llevó a la construcción de grupos definidos de consumidores (especialmente de mediano y alto poder de consumo), también alimentó la producción de contenidos ajustados a identidades políticas. La mayor diversidad abre la posibilidad de medios orientados a segmentos particulares de afiliación y simpatía política, ya sean noticieros por cable, estaciones de radio o sitios digitales. La fragmentación mediática no solamente refuerza la fragmentación política y social y genera condiciones para reforzar simpatías, diferencias y odios. También disminuye la capacidad y la presencia de sistemas públicos o privados que graviten hacía la imparcialidad o contemplen y den espacio a diferentes posiciones.

Por lo tanto, la polarización como producto de tendencias mediáticas no es atribuible a una sola plataforma, canal o compañía/medio, sino que está vinculada a la tendencia general de fragmentación y proliferación de contenidos segmentados según simpatías partidarias e ideológicas. La suma de tendencias tecnológicas, la desregulación de mercados de medios, y la puja de intereses comerciales y publicitarios terminó produciendo un escenario mediático de segmentación política-comunicacional. En esta línea argumental subyace la conclusión de que los sistemas contemporáneos de medios favorecen la polarización puesto que los medios que cultivaron un periodismo “moderado” en Estados Unidos atraviesan una grave situación. La crisis sin precedentes de la industria de diarios fue responsable del cierre y del achicamiento de cientos de medios que practicaron un periodismo desinteresado en acentuar identidades partidarias o ideológicas. La pérdida de estos medios está correlacionada con el aumento de la polarización; en distritos donde se registraron pérdida de medios “moderados” se encuentra a un mayor nivel de polarización en años recientes.

El presunto impacto no es que es deliberadamente “moderan” las actitudes políticas, sino que no agitan activamente identidades políticas extremas (Darret al, 2018). Obviamente, estos argumentos no se aplican perfectamente en América Latina. Los medios tradicionales, aun durante la época de auge de los medios “masivos”, no apelaron necesariamente a contenidos periodísticos presuntamente neutrales o imparciales para captar grandes audiencias. El modelo empresarial fue diferente. No estuvo solamente anclado en la búsqueda de anunciantes privados, sino que tuvo (y continúa manteniendo)un significativo apoyo económico de parte del Estado a través de publicidad, subsidios, quitas impositivas, y otras tácticas. Por lo tanto, la neutralidad periodística como estrategia mercantil nunca tuvo el mismo impulso ni tampoco la fortaleza misma del periodismo como profesión. Esto explica por qué las preferencias ideológicas de los medios periodísticos fueron claras según intereses políticos, económicos, y personales entrelazadas con el poder político y económico. Fueron directamente responsables por agitar sentimientos partidarios e ideológicos justamente en la dirección de la polarización según agendas editoriales. La imparcialidad no fue un “negocio”viable o necesario. Los medios fueron híbridos privados con generosa financiación estatal (Waisbord, 2000a).

Asimismo, la debilidad histórica de los sistemas públicos de medios como entes “públicos” sujetos a la voluntad del Poder Ejecutivo y a las vicisitudes políticas-partidarias no sentó las bases para un periodismo que in-tentara ser equidistante de las fuerzas políticas en pugna. Cuando los medios públicos tenían (y continúan en gran medida) línea directa con el ejecutivo y actuaban con limitada autonomía de la política (en el mejor de los casos), no existieron posibilidades para un periodismo neutral, imparcial o equilibrado —es decir, un periodismo que no estuviera sujeto a la potenciación de intereses puramente partidarios (Waisbord, 2000b).

Esta ausencia es importante por varias razones que van más allá de la polarización, como la importancia de sistemas públicos que reflejen el pluralismo de voces y la diversidad de temas propias de cualquier sociedad.

En términos de la polarización, la carencia de medios públicos con agendas periodísticas públicas (es decir, no estrictamente partidarias u oficialistas) es fundamental, en tanto contribuyen a la producción de información de interés “general” que no está atada a la lógica de ahondar diferencias. Esta conclusión sobresale en trabajos sobre la importancia de los medios públicos europeos como amortiguadores de la posible polarización afectiva y cognitiva(Dahlgren, 2019). Por lo tanto, la arquitectura mediática en América Latina careció de estructuras e incentivos que impulsaran un periodismo moderado en términos de identidades partidarias o ideológicas. No tuvo resguardos potenciales frente a la polarización en tanto las alianzas políticas y el paralelismo político-mediático fueron características esenciales de los sistemas nacionales de medios (Guerrero y Marquez, 2014). No hubo una presunta división férrea entre intereses editoriales, comerciales y periodísticos que apuntalaran un periodismo que intentara o pretendiera ser equilibrado. La debilidad histórica de empresas periodísticas comprometidas con la producción de información balanceada ayuda a explicar tendencias polarizantes en las democracias latinoamericanas del último siglo. Ni el periodismo en medios comerciales consensuó o mantuvo estándares de relativa imparcialidad o neutralidad, ni los medios públicos efectivamente funcionaron como plazas amplias e inclusivas de información equilibrada y renuente a tomar posiciones partidarias claras. Esta característica es importante para entender la polarización, en tanto la evidencia sugiere que el consumo de información producida por medios públicos, que pugna por mantener estándares de neutralidad y dar lugar a diferentes perspectivas,está negativamente relacionado con la polarización.

En este contexto, ¿qué hay de nuevo con las enormes transformaciones de las últimas décadas hacia mercados de medios segmentados?

Si hoy existen fuertes incentivos para periodismos abiertamente partidarios e ideológicos, ¿qué innovaciones trajeron las sucesivas oleadas de innovaciones tecnológicas y corporativas que desembocaron en los actuales mercados de nichos “políticos”? ¿Son estos nichos más polarizantes que la prensa del pasado que abiertamente defendía causas partidarias e ideológicas?Tanto en el pasado como en la actualidad hay tendencias que favorecen la producción de contenidos periodísticos ajustados según simpatías políticas e ideológicas. Es decir, no pareciera que la transición hacia sistemas de medios de nichos políticos sea un rasgo absolutamente novedoso. Sigue siendo redituable producir contenidos para segmentos de fuerte identidad partidaria, ideológica o aliados con determinadas fuerzas políticas y personalidades en coyunturas específicas.

Hay audiencias politizadas y/o que siguen la política de cerca que son ávidas de opciones periodísticas parcializadas. Asimismo, esta opción como estrategia de mercado genera rédito económico, especialmente cuando las empresas son cercanas a los gobiernos que premian su lealtad con apoyos diversos. Considerando la trayectoria de los medios latinoamericanos, es válido preguntarse si la existencia del paralelismo mediático entre política y sistema de medios necesariamente conduce a la polarización.

¿Es la polarización la consecuencia necesaria e inevitable de la proximidad entre medios y fuerzas políticas/ideológicas? Tengamos en cuenta que las democracias europeas, sin excepción, mostraron un alto grado de paralelismo durante gran parte del periodo de pos-guerra. Sólidos y distintivos bloques ideológicos —la democracia cristiana,el socialismo, el liberalismo y otras fuerzas— tuvieron expresión en la prensa. Los medios privados tuvieron cercanía e identificación con causas ideo-lógicas y políticas, como los tabloides populares o la prensa “de calidad”. Sin embargo, esta situación no llevó a la agudización de las simpatías afectivas que contribuyera a la polarización. No pareciera que la presencia de medios“partidarios” sea condición suficiente para la polarización. Su importancia,sin embargo, no puede ser descartada. No es una cuestión principalmente de existencia de medios “ideológicos” que ofrezcan visiones unilaterales y sesgadas que endiosen a los propios y demonicen a los contrarios. Una cuestión clave es el tenor de las ideologías propagadas por medios con abiertas simpatías políticas. No es un problema puramente de línea editorial y financiamiento, sino de tipo de contenido. Este tema se vincula con la responsabilidad particular de ciertos medios, plataformas y empresas en alentar la polarización. Es decir, la sola presencia de medios “partidizados” no lleva a la polarización, sino que depende del tipo de creencias y actitudes que estimulen. Los medios pueden ser catalizadores de sentimientos que refuercen determinadas ideologías y simpatías por políticos y funcionarios,pero por sí solos no alimentan actitudes polarizantes a ambas bandas del escenario político. El tenor de la identidad partidaria —propuestas políticas, visión de la democracia, creencias sobre adversarios— es importante para descifrar la vinculación entre medios cercanos o abiertamente identificados con partidos y causas y la agudización de la polarización. Es necesario enfatizar el protagonismo de ciertos medios en cultivar y agitar la polarización afectiva —es decir, la intensificación de sentimientos políticos que valoran ciegamente a los propios sin consideraciones ulteriores, y expresan profundo desprecio hacia los otros. La polarización no es simplemente o principalmente el resultado de la presencia de un arco de medios partidarios o ideológicos en sistemas con limitado pluralismo.

Se relaciona con las características particulares de determinadas empresas de medios y del periodismo que practican —la cobertura de la política, la visión de adversarios, la definición de las causas e ideologías, la aproximación a temas que son eje de identidades políticas. Desde esta perspectiva, estudios recientes responsabilizan a medios(ultra) conservadores como responsables de la polarización de la derecha en varios países. La cadena de noticias de cable Fox en Estados Unidos (Peck,2019), los comentaristas radiales que comandan enormes audiencias como Rush Limbaugh, los tabloides racistas y xenófobos de la cadena Murdoch ymedios similares en Europa, y los medios de propiedad estatal y controlados por líderes populistas en Europa del Este (Szabo et al,2019) han contribuido a la polarización mucho antes que sitios similares digitales actuaran azuzando sentimientos extremistas. Estos medios deliberadamente optan por agitar sentimientos polarizantes cuando habitualmente hablan en tono despectivo y agresivo sobre “otros”que son vistos como el enemigo de sus audiencias. Es decir, no son simple-mente una manifestación del paralelismo partidario o ideológico de antaño,sino que construyen contenidos noticiosos deliberadamente diseñados para intensificar miedos hacia otros y ahondar sentimientos de víctimas en sus audiencias. Sus agendas editoriales están claramente destinadas a alimentar y provocar prejuicios. Son medios puramente “identitarios”, polarizantes en el sentido de que incasablemente cultivan y mantienen identidades políticas que operan en una doble sintonía polarizante: reforzar sentimientos de pérdida de estatus económico, social y cultural en un grupo definido por raza,ciudadanía, religión, género, sexualidad y otras variables, y satanizar al resto. Aquí la evidencia sobre el impacto de medios “partidarios/ideológicos”sobre la polarización es sólida, especialmente en el caso del electorado dederecha en Estados Unidos (Garrett et al,2019).

Existen efectos tangibles de reforzamiento mutuo entre medios y audiencias en múltiples planos. Quienes más consumen tales medios son más proclives a expresar actitudes hostiles frente a quienes piensan distinto —poblaciones usualmente estigmatizadas y criticadas por el periodismo. Sus contenidos, plenos de virulencia hacia los adversarios, se filtran en el amplio espacio comunicacional— la cobertura de otros medios, los posteos y las discusiones en plataformasd igitales, y discursos públicos. Además, el periodismo empeñado en azuzar diferencias tiene amplia llegada e influencia en élites políticas conservado-ras que se hacen eco de la cobertura periodística y de columnas de opinión,y que aparecen con frecuencia en los mismos medios. Así se consolida un círculo vicioso de medios-elites-ciudadanos que trafican información con objetivos claros: reforzar identidades reaccionarias y denostar al adversario como enemigo (Levendusky, 2019). Quienes polarizan al electorado no son “los medios” en términos generales, ni siquiera los medios abiertamente ideológicos. Son determinados medios cuyas agendas editoriales y modelo comercial tienen el objetivo de polarizar identidades apelando a narrativas afectivas extremistas sobre temas que dividen y profundizan las divisiones como los derechos de inmigrantes, mujeres, mino-rías, comunidad LGBTQ y otras.

Burbujas y polarización

Considerando estas cuestiones se deben analizar los vínculos entre internet y polarización política. A simple vista, pareciera que la relación es indiscutible: el ascenso de internet coincide temporalmente con tendencias polarizantes en diversas democracias. Quizás el argumento más difundido en esta línea sostiene que internet forma “burbujas de filtro” que mantienen a la ciudadanía en mundos relativamente cerrados ideológicamente, sin apertura a visiones diferentes.

Las burbujas supuestamente operan como distribuidores de agrupamientos sociopolíticos; son separadoras de personas que refuerzan ideas negativas y hostiles frente a otros. Exacerban diferencias en tanto generan sentimientos fuertes de pertenencia a tribus determinadas que insisten en demarcar claras líneas divisorias entre grupos internos y externos. Las burbujas son producto de dos procesos vinculados. Por una parte,la selección personal e intencional de rodearse de información que confirme creencias existentes y que aísle opiniones divergentes que contradigan o critiquen las propias convicciones. Por otra parte, los algoritmos de los me-dios sociales —las plataformas dominantes del tráfico digital— están diseñados para reforzar dietas de información a medida de los gustos y apetencias particulares. Con el objetivo de sostener el uso constante y generar experiencias placenteras en sus plataformas, los algoritmos no apuntan a mostrar ideas nuevas, desconocidas o ignoradas. Por el contrario, están diseñados para reforzar flujos de información que se ajustan a apetencias personales existentes según selecciones anteriores. Esta combinación de procesos psicológicos de selección y confirmación de sesgos ideológicos personales y de la lógica corporativa destinada a maximizar tiempo de uso construye “cámaras de eco” que constantemente afirman creencias e ideologías personales más que exponer a los públicos a ideas desconocidas, revisar prejuicios o repensar sentimientos agresivos frente a otros. Hoy en día, esta posición es de sentido común, mencionada frecuente-mente por expertos y amateurs como el “gran culpable” de la polarización.

De hecho, cuando fuera formulada originalmente por Eli Pariser (2011),fue una intuición más que un argumento basado en evidencia irrefutable que permitía sacar conclusiones categóricas. Era creíble porque intuitivamente tenía visos de realidad. Filtros y cámaras de eco son metáforas potentes,intrigantes y convincentes en sociedades con visibles y profundas diferencias sociales, mundos separados y vidas distantes unas de la otras. Cualquiera puede entender su presunta existencia y funcionamiento, sin necesidad de grandes teorías de la persuasión o evidencia masiva de efectos certeros. En esta línea argumental se ubican declaraciones y trabajos posteriores. En su reciente libro, Cass Sunstein (2018 argumenta que, puesto que los medios sociales permiten crear menús comunicativos ajustados a características personales, causan serios problemas. Llevan al autoaislamiento y la personalización que son las fuentes de ideas falsas y promueven la polarización y la fragmentación. El problema es, en su opinión, que tales dinámicas disminuyen las posibilidades de encuentros no planeados, no anticipados con ideas diferentes, condición fundamental para la democracia, en tanto tiene el potencial de poder enfrentarnos con perspectivas no buscadas y diferentes a las nuestras que pueden modificar creencias y actitudes existentes. En principio, esta posición suena convincente.

Uno puede perfectamente imaginarse situaciones de opiniones diferentes, que viven en la comodidad de sus propias certezas, sin molestarse por saber si son reales, y que sostengan prejuicios funestos y fanáticos sobre sus presuntos y reales enemigos.

Es factible que se conozca personalmente gente que encarna tal tipo usuario de internet (incluidos gente entrañable, familiar y amiga, o uno mismo) que se rodea de ideas y contenidos informativos concordantes y no se expone a opiniones y datos contrarios.

Esta especulación se asienta en argumentos de la psicología cognitiva sobre la selección de contenidos, el razonamiento motivado, y el sesgo de confirmación que tienen amplia circulación e influencia en círculos académicos y la intelligentsia. Pareciera que estamos destinados, predispuestos psicológicamente, sin diferencias sociales o culturales, a vivir en mundos informativos relativamente cerrados del resto. Estas tendencias enraizadas en(una interpretación de) la psicología humana adquiere enorme importancia en el mundo de la abundancia de información y entretenimiento, ya que proveen atajos para seleccionar rápidamente el enorme caudal existente. Se tiende a elegir información consistente con selecciones previas que permiten o solamente obtener rédito social y placer personal, sino también ahorrar tiempo en la búsqueda constante de contenidos.


Sin embargo, el argumento que culpa a los medios digitales, especialmente a las plataformas sociales, y su tendencia a explotar determinados rasgos psicológicos polarizantes debe ser examinado con precaución, por más que parezca convincente. Es una nueva versión de argumentos intuitivos, apurados, equipados con evidencia mínima pero que son enormemente atractivos. Son una versión actualizada de la vieja línea analítica “mediacentrista” en estudios de comunicación sobre el “efecto poderoso de los medios” en la política, que apunta a encontrar responsables mediáticos de forma fácil y rápida sobre tendencias en la opinión pública y procesos políticos. Contraargumentos sobre la tesis de la burbuja¿Cuáles son las limitaciones del argumento sobre burbujas comunicacionales y polarización?Estudios sobre la presunta polarización en medios digitales/sociales no encuentran resultados convincentes que demuestren tal hipótesis. De hecho, a mayor utilización de tales medios hay menor apoyo hacia ofertas políticas polarizantes. A la inversa, personas que discuten sobre política con gente de la misma raza, clase y grupo étnico en espacios no mediatizados son más proclives a apoyar causas polarizantes, especialmente ligadas a opciones de derecha (Boulianne et al, 2018). Asimismo, la polarización afectiva —es decir, la intensificación de sentimientos más extremos hacia los propios y los “otros”—, no ocurre en todas las capas etarias de manera similar. Investigaciones en Estados Unidos muestran que la gente de mayor edad expresa una pronunciada intensificación ideológica a comparación de grupos jóvenes donde el proceso no tuvo la misma intensidad (Boxell et al, 2017).

Esto es importante por varias razones: indica la necesidad de afinar el análisis en vez de hablar en sentido amplio sobre polarización de electorados sin tener en cuenta posibles diferencias sociales —edad, partido, género, etc. Asimismo, esta conclusión es curiosa en tanto la población de mayor edad no es precisamente la que dedica mayor cantidad de tiempo al consumo de internet, lo cual podría sugerir una relación negativa entre internet y polarización —lo opuesto del presunto argumento de que la comunicación digital agudiza sentimientos extremistas. De hecho, estudios en varios países muestran que la televisión sigue siendo la principal fuente de información para ciudadanos de mayor edad. La irónica vuelta de tuerca de este argumento es que las audiencias jóvenes que tienden a un mayor consumo de internet y noticias digitales están más expuestas accidentalmente a diferentes contenidos que sectores de más edad, que utilizan principalmente medios “tradicionales”. Otro punto importante es que las poblaciones jóvenes están menos interesadas en política y son menos proclives a tener identidades partidarias o ideológicas fuertes y activas (Fletcher et al, 2020). Las poblaciones más polarizadas son quienes tienen identidades políticas más fuertes y consumen información con más frecuencia.

La polarización es más visible entre quienes expresan mayor interés por la política. No es un rasgo de la población en general. Los segmentos de la ciudadanía que participan en la política de diversas formas (votación, movilización pública, donaciones, trabajo voluntario en campañas electorales)son más proclives a tener opiniones más fuertes y extremas que la población en general. Esta corriente se evidencia en plataformas como Twitter que concitan un público más politizado que la media poblacional, que sigue la política más de cerca y con mayor frecuencia, y que tiende a estar particularmente activo (Machado et al, 2018). Hay una “espiral de refuerzo” de actitudes y creencias dinamizada por el consumo de ciertos medios sociales, especial-mente Twitter. Cuando se escucha a quienes piensan diferente es factible que haya un refuerzo de actitudes más que cambios de perspectivas o aumento de interés en entablar conversaciones o modificar las convicciones propias. Quienes se polarizan gracias a las plataformas digitales tienden a ser militantes y activistas. De ahí que tomar a Twitter como lugar esencial para sacar conclusiones sobre la polarización lleve a visiones parciales sobre la sociedad en general. Recordemos que Twitter como objeto de estudio está sobrerrepresentado en estudios sobre polarización digital por razones metodológicas en comparación, por ejemplo, a Facebook, WhatsApp y YouTube. Puesto que exhibe notorios sesgos demográficos (por educación,nivel socioeconómico, e interés en la política), es problemático sacar conclusiones generales sobre la polarización como si fuera un fenómeno uniformea partir de tendencias en Twitter.

Que la digitalización de la comunicación pública lleva a la fragmentación de públicos según simpatías políticas es indudable. La fragmentación según contenidos de particular interés es tangible, como muestran numerosos estudios sobre el uso de información en medios sociales (especialmente Twitter), que grafican burbujas multicolores con limitadas conexiones vinculantes (ver Urman, 2019). Sin embargo, esto no implica que los públicos vivan en “cámaras de eco” perfectamente cerradas al resto. La fragmentación implica el afianzamiento de formas de intermediación comunicativa ancladas en lógicas partidarias, ideológicas y temáticas, pero no implica que los públicos estén encapsulados absolutamente. De hecho, trabajos recientes (Bruns, 2019) cuestionan la visión de las burbujas mediáticas a la luz de evidencia que muestra escenarios de consumo/uso de contenidos y participación digital que no encajan en la caricatura de públicos secuestrados en cámaras de eco. Asimismo, hay estudios que sugieren que cuando públicos con fuertes sentimientos partidarios están expuestos a contenidos opuestos o diferentes de sus convicciones refuerzan actitudes negativas hacia otros (Bail et al, 2018). Es decir que la exposición ala diversidad opera como un bumerán que intensifica actitudes más que generar simpatía, entendimiento o interés por quienes están “del otro lado”.

El problema es tomar estas tendencias, especialmente los presuntos efectos de Twitter, como barómetro de lo que ocurre en la población en general en cuestiones de polarización. Al facilitar formas de participación política,los medios digitales (en verdad, Twitter) fortalecen la polarización, no debido a presuntos fenómenos de cámaras de eco o burbujas informativas, sino porque intensifican sentimientos de identidad ideológica y partidaria (Duboisy Blank, 2018).Aquí le cabe responsabilidad a la elite periodística, miembro natural y participe habitual de nichos hiperpolitizados e ideologizados, de generar y perpetuar la percepción de polarización generalizada, recurriendo a estudios parciales que muestran evidencia. En realidad, es un fenómeno acota-do, principalmente entre élites políticas y simpatizantes y activistas que no necesariamente son representativos de lo que ocurre en la opinión publica en general. Lo cual debería confirmarse con estudios longitudinales de opinión publica que consideren variables como el uso y frecuencia de medios. La convicción de vivir en sociedades absolutamente polarizadas refleja este sesgo profesional más que la sintonía con la ciudadanía en general,especialmente aquella desinteresada de la política, que presta atención esporádicamente a temas públicos, y que no es usuaria de Twitter. Finalmente, otro punto confuso en el argumento sobre “burbujas informativas” es que la polarización no tiene similar grado en diferentes democracias (Boxell et al,2020). Hay variaciones de polarización afectiva. Esto es importante en tanto cuestiona la idea de que las “burbujas” y “cámaras de eco” tienen efectos similares, sin distinción de diferencias existentes —ya sean mediáticas, políticas, sociales.

 

Es notable que la polarización más acentuada se observa en Estados Unidos— el país del fenómeno de los noticieros de cable afinadamente alienados con posturas ideológicas (especialmente el caso de Fox), intensas divisiones sociales y raciales, y cambios sustancia-les en la composición racial y geográfica de los dos partidos mayoritarios. No pareciera que la polarización fuera producto única o principalmente delas características de internet o de los medios sociales. Por el contrario, hay una tamización y convergencia de influencias más que “efectos” poderosos de los medios sociales en polarizar al electorado. No hay efectos unidireccionales sino contextuales, filtrados por diferentes variables como características de identidades partidarias y ofertas y hábitos informativos. En resumen, hay varios factores a considerar a la hora de determinar el impacto de las “burbujas”: las diferencias demográficas importantes tanto en la polarización actitudinal como en el consumo de medios, el mayor consumo de plataformas digitales genera un grado más alto de exposición a contenidos diversos, y salir de la supuestas “burbujas” informativas no reduce sino que fortalece convicciones. La relación comunicación digital-sentimientos políticos es más compleja que lo sugerido por el conocido argumento sobre las burbujas (Bright et al,2020).Frente al simplismo “burbujista”, es preciso considerar las siguientesconclusiones que entienden la relación entre internet y polarización de forma más comprensiva y compleja. Primero, la existencia de cámaras de eco no implica la ausencia de exposición a ideas diferentes, o que los públicos eviten completamente estar ex-puestos a ideas diferentes y contrarias a las propias. De hecho, en las su-puestas cámaras de eco circulan ideas “del otro lado”, si bien pueden estar filtradas por la cobertura del “lado propio”.Segundo, la exposición a ideas diferentes puede intensificar actitudes polarizantes, especialmente entre quienes ya tienen actitudes fuertes sobre ciertas ideologías y causas partidarias. 

La exposición a la diferencia, como concluyen diversos estudios en comunicación, no necesariamente genera mejores predisposiciones, tolerancia y apertura ideológica, sino que puede también reforzar actitudes negativas hacia otros. De hecho, los resultados son mixtos más que concluyentes. Tercero, la polarización suele ser efecto de la exposición a medios que deliberadamente apuntan a ese objetivo. No es una cualidad de los medios tradicionales partidarios o digitales en su totalidad, sino de agentes mediáticos empecinados por razones empresariales en fomentar la exacerbación de identidades políticas combativas y polarizantes. Cuarto, la polarización vehiculizada por “los medios” se refiere principalmente a determinadas capas poblacionales que tienen mayor interés por la política. Internet no solo agiganta las diferencias entre públicos “hiperinformados/interesados” y “sub-informados/interesados” sino que facilita la polarización entre los primeros. Son estos quienes son más proclives a participar tanto de sitios políticamente homogéneos donde intercambian ideas con personas con convicciones afines y están expuestos deliberada o incidentalmente a ideas opuestas filtradas por redes sociales y medios ideo-lógicamente afines. Los medios crean la impresión de que la sociedad está más polarizada de lo que realmente ocurre, y que todo tema es polarizado y estrictamente filtrado con miradas ideológicas y/o partidarias.

En realidad,este es un fenómeno acotado a cierta parte de la ciudadanía. Quinto, es erróneo generalizar sobre los “medios sociales’ y sus supuestos efectos en la polarización. Twitter no es Facebook y Facebook no es YouTube. Mientras que Twitter facilita las dinámicas mencionadas anteriormente, Facebook es más complejo por sus propias algoritmos y capacidades de la plataforma que permite diferentes tipos de interacciones y exposición a contenidos (además del perfil demográfico y político). Facebook es la rampa de entrada para un flujo enorme de públicos hacia los medios tradicionales como así también el sitio de formación de grupos cerrados de interés(incluidos partidarios). No hay lógica común en los medios sociales como se solía describir una lógica mediática y/o periodística única. De hecho, más allá que su objetivo sea sumar audiencias y maximizar tiempo en la plataforma, cada medio social tiene diferentes diseños de exposición a contenidos que van cambiando y ajustando según objetivos empresariales. Sexto, la polarización necesita verse en un enfoque político-comunicacional dentro del contexto histórico.

El “burbujismo” peca a menudo de tener una visión de corto plazo y centrada en la tecnología, ignorando corrientes políticas que preceden a la revolución digital y que ahondan la polarización (especialmente entre segmentos específicos de la ciudadanía). En Estados Unidos, la polarización actual se remonta a un proceso visible desde hace medio siglo, tanto en las élites políticas como en ciertos segmentos del público, específicamente a partir de la reacción racista contra el movimiento de los derechos civiles y otros movimientos sociales que desafiaron la supremacía blanca y el patriarcado (Larkin y Lendler, 2019).

En América Latina, se puede argumentar que la polarización en ciertos países no es radicalmente nueva, sino que es la continuación de clivajes políticos divisorios históricos entre derecha e izquierda, liberalismo y conservadurismo, y populismo y anti-populismo (Borda, 2018). Lo que en el pasado se combatía por periódicos y radio, hoy tiene a los medios tradicionales y digitales como escenarios centrales. Populismo, polarización y comunicación Sería limitado y equivocado pensar que la polarización política puede entenderse solamente analizando las estructuras y dinámicas de la comunicación pública digital. Esta es quizás la limitación más grave de argumentos puramente comunicacionales o que intentan explicar el fenómeno apoyándose únicamente en el análisis de los medios digitales. Así como el contexto mediático es importante para entender la polarización, es también necesario examinar variables políticas. Para decir lo obvio: el contexto político importa.

Aquí propongo discutir el significado del populismo en relación con la polarización en escenarios diversos tanto en sentido político como comunicacional. Es imposible entender la polarización contemporánea sin analizar el populismo.

Por una parte, hay razones contextuales que requieren esta dimensión. El populismo ha sido una tendencia descollante en la política mundial en décadas recientes justamente cuando la polarización se volvió marca importante de la política. No hay región del mundo que haya sido inmune a la insurgencia populista.

El populismo se convirtió en uno de los desafíos más claros para la democracia en tanto es un fenómeno político masivo, que alcanzo poder y notable influencia política en distintas regiones, cuyos principios están en conflicto y contradicción con la democracia liberal (Peruzzotti, 2017).Como se sabe, populismo es una categoría ambigua y confusa — sujeto de infinitas discusiones y clarificaciones necesarias. Aquí no es mi intención revisar este extenso campo analítico y semántico plagado de confusión. Entiendo al populismo como un movimiento político al “borde del liberalismo” (Arditi, 2011) en tanto su visión de la política cuestiona principios esenciales de la democracia liberal —división de poderes, mecanismos de crítica,rendición de cuentas y transparencia, libertad de expresión y participación. Con esto no pretendo resolver discusiones interminables, sino ofrecer una definición operacional que sirva de guía analítica, especialmente considerando la variedad de populismos “suaves” e “intensos” (de la Torre, 2021).Lo notable del populismo no es su vacío ideológico y capacidad de adoptar y adherirse a diferentes ideologías clásicas.

El populismo se caracteriza por su escepticismo y oposición a los principios fundacionales del liberalismo que sustentan la democracia constitucional. Ofrece una visión rígidamente dualista de la política como eterno conflicto entre dos actores unificados (pueblo contra élites) y enemigos acérrimos. Moviliza resentimientos contra las élites definidas según cuestiones propias de cada experiencia histórica y nacional —oligarquía, imperialismo, expertos, medios de comunicación, intelectuales, empresas extranjeras. Se encarna en liderazgos carismáticos y demagógicos empecinados en debilitar cualquier forma de control que pueda poner cortapisas a la acción ejecutiva. Entiende al estado de forma caudillista donde el patronazgo y el nepotismo es común frente a los intereses del personal burocrático y técnico y la posición de los expertos. Basado en estos principios y visión de la política, el populismo es proclive a la polarización (Handlin, 2018; McCoy et al,2018). Esto se debe no solamente a su continua visión del “otro” como enemigo, sino a entender la política en términos de campos estrictamente definidos, sin grises ni acuerdos posibles. Esto resulta en el contante fomento retórico de divisiones y en la defenestración de la oposición. La polarización quita incentivos para la negociación y el compromiso. Coloca al populismo donde solamente puede cumplir sus objetivos gozando de absoluto apoyo parlamentario o contraviniendo reglas establecidas y principios constitucionales. ¿Por qué negociar con quien se demoniza?

Esta situación fácilmente se convierte en la ausencia de consenso, la parálisis política, la exacerbación de prejuicios y odios, y el fortalecimiento de actitudes extremas. ¿Cómo se mantiene comunicacionalmente tal visión populista?

El populismo requiere dos elementos esenciales de la comunicación política: medios afines y leales, sumado a narrativas maniqueas (Waisbord, 2014). El populismo contemporáneo emergió y se consolidó en la fragmentada ecología informativa de medios modernos y medios digitales. Por una parte, el populismo precisa un sistema de medios leal a su visión política,que incansablemente profundice divisiones, cante loas al talento infinito del Líder Adorado, y satanice al maléfico enemigo.

Los medios ideológicamente afines son puramente instrumentales en tanto son entendidos como esenciales para apuntalar identidades afirmadas en torno a la polarización afectiva y la deslegitimación del Otro. Necesita colonizar tanto medios tradicionales como digitales. Precisa un collar de medios incondicionales, partidarios,ideológicos, sesgados abiertamente, que martillen los mismos mensajes sincronizados con las intenciones oficiales. No precisa la represión absoluta o la extinción de medios adversos, por más que en algunos casos, como en Europa del Este, Filipinas, y América Latina, el populismo en el gobierno haya tenido ese objetivo, una vez que fracasó su intento de conquistar a sus adversarios a través de recursos legales, la compra, y la presión. Se apoya también en dinámicas de medios sociales tanto para la difusión de mensajes oficialistas y personalistas (Amado y Waisbord, 2017) como para la agregación de simpatizantes en grupos abiertos o cerrados (Mazzoleni y Bracciale, 2018). Experiencias populistas sugieren que la polarización es un proceso esencialmente “desde arriba” por parte de elites que aprovechan situaciones de crisis políticas, parálisis y descontento para identificar ejes diferenciables y ahondar divisiones. En este sentido, miembros de la élite política o políticos surgidos por fuera de la política utilizan hábilmente estructuras comunicacionales para su mensaje polarizante. Son quienes insisten con claves de divisiones mediante la retórica contra los grupos de poder, con el objetivo de sembrar y/o cosechar odios y descontento contra la política y sus instituciones (Tworzecki, 2019). Cuando las élites políticas están divididas en cuestiones fundamentales, hay posibilidades para que miembros o hábiles outsiders, con capital económico, político y/o mediático, activen la polarización. La polarización dentro de las élites causa la polarización pública, o en determinados segmentos a través de exposición mediática y discursos públicos (Druckman et al, 2013). Las élites políticas, incluidos los candidatos insurgentes, son influencers claves que direccionan y traccionan la polarización en tanto gozan de amplia cobertura mediática o acceso directo (en medios sociales) a millones de seguidores. Son quienes hábilmente insertan temas divisorios que anclan identidades políticas. Estos temas varían principalmente según el populismo adquiera carácter de derecha o izquierda. Para la derecha contemporánea,los temas polarizantes son esenciales en la “guerra cultural” —identidad blanca, inmigración, minorías, nacionalismo, globalismo (Wojcieszak etal,2018). Para la izquierda, son las cuñas temáticas como oligarquía, poderes internacionales, neoliberalismo, nacionalismo. No son los medios por sí solos quienes “polarizan”, sino las élites canalizadas por la cobertura mediática, ya sean medios afines ideológicamente o medios “masivos” que vehiculizan sus mensajes. Líderes políticos marcan temas y marcos interpretativos destinados a polarizar. Utilizan la fusión de medios analógicos y digitales para cultivar el culto de la personalidad (Govil y Baishya, 2018).

Asimismo, estudios recientes sugieren que la polarización populista vía medios se apoya fundamentalmente en medios tradicionales más que en medios digitales (con la excepción de Facebook). En el contexto europeo, la televisión comercial sumada a la lectura de los diarios sensacionalistas es habitual fuente de información entre votantes de populismos de derecha(Schulz, 2019).La polarización populista funciona de acuerdo con la lógica amigo/ene-migo que consiste en agitar la confrontación permanente con determina-dos actores sociales vistos como “el Otro a derrotar”. Sobresalen en el imaginario populista contemporáneo la construcción de los medios, los organismos oficiales técnicos, los expertos, las universidades y la sociedad civil crítica, como el enemigo eterno, opuestos a la voluntad popular transmutada en el líder, el auténtico representante de los intereses nacionales.

Esto explica la obsesión populista con definir a determinados medios como enemigos —es central a la polarización como eje identitario. Aprovechan y realzan percepciones hostiles contra determinados medios en el electorado, medios que generalmente tienen posiciones críticas frente a sus candidaturas o gobiernos (Matthes et al,2019; Meeks, 2019; Waisbord, 2014).Lanzan acusaciones diversas frente a estos medios y utilizan etiquetas como la “prensa mentirosa” y la “prensa foránea” para descalificar su cobertura.

En el caso del populismo de derecha, tal retórica se monta sobre convicciones preexistentes que desconfían, atacan y se burlan de los medios por su supuesto favoritismo por causas progresistas —actitudes que abarcan tanto a votantes conservadores como de extrema derecha (Fawzi, 2019; Figenschoue Ihlebæk, 2019).

La baja confianza en los medios mainstream es un rasgo común en ciudadanos con simpatías de derecha tanto en Estados Unidos como en Europa. Una lógica similar subyace a la oposición hacia estructuras de producción de conocimiento que difieren o cuestionan las verdades populistas declamadas por el líder, como indican las actuales presidencias de Trump,Orban, Bolsonaro, Modi, Ortega, y Maduro, entre otros. Aquí se señalan a instituciones despreciadas como enemigos. Incluye a organismos de gobierno (en principio independientes del ejecutivo) que producen conocimiento técnico como estadísticas e informes sobre una diversidad de temas— economía, empleo, pobreza, medio ambiente, salud, educación, derechos humanos, violencia, regulación de industrias.

Asimismo, el populismo se opone por razones similares a organismos privados y sin fines de lucro como universidades y organizaciones de la sociedad civil que producen conocimiento que disputa narrativas oficiales. La polarización apunta a crear y remarcar divisiones epistémicas ligadas a simpatías partidarias e ideológicas.

Es desconocer y rechazar la posibilidad de conocimiento “autónomo” que no obedezca a cálculos estrictamente políticos. El conocimiento es movilizado como arma y herramienta de poder, que es imposible de comprender sin sus vínculos con la política. Y como la política se comprende como finamente dividida en dos campos, las instituciones están capturadas por estas dinámicas centrípetas. La polarización deliberada rechaza la visión del conocimiento como aproximación certera a la realidad y ofrece una visión dualista en cualquier ámbito de la sociedad. La polarización afectiva no tiene únicamente a los simpatizantes del “otro lado” en términos clásicamente políticos, sino también a sus supuestas úsinas de información, datos y conocimiento (Ylä-Anttila, 2018).

Obviamente, las estrategias populistas como así también los obstáculos que enfrenta para la construcción de un régimen oficialista de información y conocimiento varían. En países donde el Estado ejerce un poder discrecional y una enorme influencia sobre la economía de los medios, las universidades, la sociedad civil y el ejecutivo, puede presionar o sujetar a los organismos de gobierno. La polarización “desde abajo” puede ser facilitada por la presencia de influyentes medios afines, la desregulación de mercados de medios, el financiamiento de redes de conocimiento aliadas a insurgentes populistas. La polarización consolidada “desde arriba”, después de que el populismo asume el poder, es más factible cuando existe una tradición de patronazgo, no hay contra fuerzas consolidadas y/o los mecanismos de con-trol son débiles y fáciles de desarmar o cooptar. Aquí es importante recordar que la desinformación es parte central dela estrategia polarizante del populismo. Obviamente, la desinformación y el post facismo no son propiedades exclusivas del populismo, sino que son un fenómeno central y consuetudinario de la propaganda política.

Lo notable del populismo es que la desinformación está engarzada con otros elementos mencionados —la constante profundización de divisiones, el rechazo retorico a cualquier tipo de negociación o compromiso, y el martilleo constante de teorías conspirativas. Hay una perspectiva instrumental de los medios ligada a la producción de verdades propias —sentidos que justifican creencias y por lo tanto rechazan cualquier versión alternativa.

La obsesión por reforzar narrativas de legitimidad desecha datos inconvenientes y se basa en conocimientos y hechos a medida de los intereses oficiales y las convicciones existentes entre sus seguidores.

Seria equivocado omitir el hecho de que, así como el populismo polariza debido a su propia visión de la política, la oposición contra el populismo tiende a generar dinámicas similares en su frontal “resistencia”. La concepción de la política como amigo/enemigo no es exclusiva del populismo, sino que es adoptada por sus adversarios que insisten con mantener un único eje divisorio político-mediático en su furibunda oposición y resistencia. Conclusión La polarización debe analizarse como resultado de la conjunción de dinámicas político-comunicacionales. El foco de análisis debe ser integrado y bifocal, que examine tanto tendencias en la comunicación pública como en la política. Existen incentivos políticos y mediáticos que tienden a la polarización. Por una parte, la polarización mediática es redituable en tanto atrae audiencias politizadas y con fuertes identidades partidarias (Baldoni y Schuliaquer,2020).

Donde hay proximidad económica y estratégica entre medios y gobierno (y financiadores privados de la política) hay un interés común en un periodismo que constantemente remarque la oposición feroz hacia la fuerza política contraria. Medios polarizantes son atractivos para políticos interesados en ganar el favoritísmo de su base electoral y descollar sobre rivales dentro de la misma fuerza política.

La polarización de los medios tradicionales es importante en tanto algunos son fuentes de información compartida y comentada en redes digitales. Han conseguido capitalizar sus ventajas comparativas en los mercados tradicionales para convertirse en sitios populares en el tráfico digital. A su vez, la debilidad o ausencia de mecanismos políticos y mediáticos que tiendan a la moderación contribuye a la polarización. Aquí es importante no perder de vista que los medios no necesariamente contribuyen a la polarización de forma similar según sus posiciones editoriales.

La evidencia de estudios en Estados Unidos y varios países europeos muestra que los medios conservadores ahondaron la polarización de la derecha pero que no existieron desarrollos similares al otro lado del espectro político. Es decir, la polarización hacia la derecha es atribuible, en parte a medios escritos, radio y televisión, pero este rasgo no es observado con la misma intensidad en el campo de la izquierda, liberal o progresista. Este hallazgo debiera ser cotejado en otras democracias, como en América Latina, para entender si hay procesos paralelos a ambos lados del espectro ideológico. Este punto se conecta con la cuestión de que la polarización no siempre ocurre de forma similar a izquierda y derecha. La polarización es problemática por varias razones. En términos de estructuras de medios, tiene a dividir al periodismo tradicional en dos bandos bien marcados. La polarización desincentiva el tipo de periodismo equilibrado, amplio, comprehensivo, que cubra temas y ofrezca perspectivas por fuera de la férrea lógica bipartidaria o el maniqueísmo ideológico. La polarización promueve una diversidad limitada y debilita los espacios para la ex-presión de diferencias sociales y políticas que no entren en la lógica binaria. Esto refuerza la desinformación en tanto expone a los públicos a visiones filtradas por intereses estrechos. 

Por esta razón, la polarización profundiza la crisis de la comunicación pública como espacio común de información y deliberación. Fortalece el clientelismo mediático y la manipulación partidaria de los medios de pro-piedad pública orientado según la lógica de la crítica constante del otro y la alabanza eterna de los propios. Prioriza identidades estrechamente partidarias o personalistas por sobre principios cívicos (Svolik, 2019). Así se profundiza la situación de verdades divididas —la posverdad como característica medular de la política polarizada donde la imposibilidad de acuerdos mínimos sobre modos de producción de conocimiento zanja el camino para la constante producción de verdades confeccionadas según la lógica política, personal y partidaria. La verdad no se entiende como acciones colectivas destinadas a cotejar diferencias y consensos en la vida pública, sino como la imposición de la voluntad política sobre un enemigo que necesita ser derrotado.

Una visión dialógica y pluralísta de la comunicación pública que, entre otras virtudes, pueda amortiguar los embates de la polarización, enfrenta notables dificultades estructurales históricas y contemporáneas. Las razones son varias: la economía política de los medios, la debilidad inexorable del periodismo como gatekeeper común y dominante, la proliferación de opciones informativas, y la disrupción de la ecología mediática fraccionada en múltiples esferas digitales. Desde una perspectiva que entiende la polarización mediática-comunicacional como problemática para la democracia, en tanto socava las bases para la negociación y el reconocimiento de las múltiples diferencias dela vida pública, es importante analizar opciones y alternativas. Quedan preguntas sin respuestas obvias para investigaciones futuras.¿Qué responsabilidad le caben a los medios y plataformas digitales en “despolarizar”, asumiendo que esto sea deseable y posible? ¿Cómo entreverun sistema de medios más equilibrado, donde haya ofertas importantes y populares que no estén ligadas a la lógica de la polarización? ¿Pueden sobrevivir medios que intentan salir de esa lógica cuando los incentivos económicos y políticos consisten en alinearse con elites políticas y en la polarización afectiva de parte de la ciudadanía? ¿Qué ocurre cuando las élites políticas, o cierta parte, actúan de forma más “responsable” evitando apelar a temas (issues) polarizantes (Pérez Liñán, 2016)? Si las élites optaran por alternativas “moderadas” que evitaran profundizar identidades extremas,¿cómo afectaría a los medios de información y al uso de medios sociales? ¿Hay un proceso de moderación ciudadana ligado al rol de las élites y su papel descollante en la generación y el foco diario de la información política? Investigar estas preguntas puede ayudar a entender mejor no solamente las causas del entramado político-comunicacional que favorece la polarización, sino también alternativas para evitar sus peores consecuencias.


V

Muerte Blanca


En nuestro país, la realidad cotidiana sigue golpeando duro.
Al menos 20 muertos y 74 internados; se suman fallecidos en la vía pública y en sus casas

Los investigadores tienen tres hipótesis sobre por qué se "cortó" la cocaína con una sustancia altamente tóxica. El foco está en Puerta 8, cerca del CEAMSE, lo que podría extender la distribución a buena parte del conurbano. 

Escribe el periodista Raúl Kollmann en Página 12

Eran dos. Consumieron una hora. Después se subieron a la viejísima camioneta, se empezaron a sentir mal y entonces fueron al hospital. Uno llegó muerto. El otro, está en terapia intensiva con respirador”. “Consumió anoche, se acostó a dormir y hoy amaneció muerto”. “A esta hora de la tarde de este miércoles, estamos recibiendo en la guardia a personas que llegan casi muertas”. “Hay algunos que se sintieron mal, se quedaron en su casa y están muriendo en los domicilios”. Los relatos difieren unos de otros, pero lo cierto es que al cierre de esta nota las dramáticas estadísticas registraban 20 fallecidos y 74 internados, en una intoxicación de cocaína con otra sustancia que no registra antecedentes en el país. Al anochecer, fuentes provinciales revelaron que “hay muertos en la vía pública y no sabemos cuántos son”, o sea que el saldo macabro tardará en conocerse.

Alerta epidemiológico a los consumidores

El drama subió otro escalón cuando al final de la tarde el Gobierno bonaerense lanzó un alerta epidemiológico urgente a los consumidores. Ya el ministro de Seguridad, Sergio Berni, había salido a los medios a advertir a todos los que habían comprado cocaína en sobres transparentes o rosados. Los alertaba de que por ninguna razón debían consumir el contenido de esos sobres porque su vida corria peligro. 

Pero desde La Plata se difundió un alerta todavía de mayor envergadura porque aparecieron casos en Tres de Febrero, San Martín, Hurlingham, Morón, Ituzaingó, Tigre, General Rodríguez y Moreno. Se les advirtió a los que consumieron y que tenían síntomas de problemas respiratorios, exitación o somnolencia que acudan de inmediato a un establecimiento de salud.

La prioridad ahora es salvar vidas y no podemos estigmatizar a ningún consumidor”, dijeron desde la capital provincial. Entre los familiares de las víctimas surgieron quienes alzaron su voz de protesta: “nosotros reclamamos asistencia para nuestros hijos. Nadie nos ayuda a sacarlos de la droga. No hay tratamiento a los que podamos llegar”, sintetizó la madre de un chico internado en Hurlingham.

Las 3 hipótesis sobre el "corte" envenenado

Está claro que el polvo mortal se incorporó a la droga en lo que llaman “el cortado”, es decir la mezcla de la cocaína con una sustancia que sirve para “estirar” la droga, o sea sumar más cantidad y poder vender más “papelitos”, que es como se denominan los sobres del estupefaciente. Cada papelito se vende a unos 500 pesos, pero no está claro a cuánto se vendieron los sobres que produjeron la tragedia.

Parece obvio que un dealer no tiene la intención de matar a su cliente que es su fuente de “ganancias”. Por lo tanto, se barajan tres hipótesis:

  • La primera, es que hubo impericia en el corte, o sea que sin intención de matar se estiró la droga con una sustancia equivalente a un veneno.

  • La segunda, es que una banda “les coló” la droga envenenada, vendiéndoselas tal vez a un precio inferior. Pero el objetivo fue producir un desastre para desplazar a los actuales dealers de la zona y reemplazarlos por los propios “soldaditos”.

  • La tercera hipótesis es la más peligrosa y apunta a una lucha de mayor envergadura, entre narcos que distribuyen cocaína recurriendo a muchos dealers. No parece ser el caso porque nadie cree que haya narcos que tengan semejante despliegue territorial que va desde los municipios del Camino del Buen Ayre hasta General Rodríguez. Sin embargo, es una alternativa que no se descarta por ahora.

Puerta 8, el lugar investigado

La alarma sonó a media mañana de este miércoles cuando empezaron a llegar las víctimas a los hospitales de tres municipios, Tres de Febrero, San Martín y Hurlingham. Los familiares de las víctimas señalaron a un asentamiento, Puerta 8, como el lugar en el que se compró la droga que produjo los decesos. Los allanamientos empezaron en ese barrio humilde y siguieron en otros similares, casi todos a los costados del Camino del Buen Ayre.

En las inmediaciones está el Ceamse y buena parte de los fallecidos se dedican a la compra y venta de metales y otros elementos que se rescatan de los residuos. Al anochecer, a ese lugar llegan los camiones de muchos lugares del oeste y el norte del Gran Buenos Aires y también se vuelcan contenedores. En esos momentos se mueve una gran cantidad de gente que después vuelve a sus distritos, es decir que si compraron “papelitos” ahí, en el llamado “Corredor del Ceamse”, no es descabellado que aparezcan víctimas en municipios que quedan a considerable distancia.

Allanamiento y secuestro de 400 papelitos

El fiscal Germán Martínez y el fiscal general Marcelo Lapargo, ambos de San Martin, pusieron en marcha de inmediato los allanamientos esencialmente para evitar que sigan vendiendo en ese bunker de Puerta 8. En total, se secuestraron 400 papelitos, una cantidad alta que está indicando que se vendieron muchas otras dosis. “Este lugar lo allanamos el 18 de diciembre, pero se ve que volvieron a vender igual que antes”, consignó Berni.

Presumimos que hubo dos movidas distintas con un mismo origen -le dijo a Página/12 una fuente de la investigación-. El barrio estuvo tranquilo durante el partido de la selección, pero nos cuentan que cuando terminó, hubo bastantes compradores. Antes de eso, alguien es posible que haya vendido cerca del Ceamse. En general, el adicto miente, pero no vemos que mientan en este caso porque entienden el peligro. Y lo que nos dicen es que compraron ahí”.

Quienes están a cargo del expediente creen que la droga no se cortó en el bunker allanado, pero sí en otro lugar muy cercano, dentro del mismo barrio. Igualmente, nada de eso es seguro ni está probado.

En paralelo, muchas familias de los detenidos en los allanamientos reclamaban en la Ruta 8 señalando que la Bonaerense “se llevó a menores que no tenían nada que ver. Agarraron a cualquiera, como hacen siempre. Eso es lo que explica que allanaron hace un mes y ahora volvieron al mismo lugar”.

¿Qué sustancia provoca las muertes?

Al cierre de esta nota, seguía sin conocerse la sustancia que estaba provocando las muertes. “Tenemos, lamentablemente, muchas muestras. Aportadas por los familiares de las víctimas y también que encontramos en los propios fallecidos. Tenemos varias teorías de qué podría tratarse, pero preferimos esperar el análisis del cromatógrafo de La Plata. Ahí se enviaron las muestras”, explicaron en la fiscalía.

El cromatógrafo es un aparato que separa los elementos químicos y realiza un barrido de comparación con una biblioteca de componentes posibles. De esa manera se establecerá qué elemento es el que produjo las muertes. El profesor de la Universidad de Buenos Aires, Carlos Damin, mencionó que a veces se “estira” la droga con medicamentos robados, que suelen ser inocuos: Paracetamol, Ibuprofeno. Pero están también los dealers que buscan un mayor efecto en el adicto y mezclan con algún alucinógeno, según consignó el ministro Berni. La lógica es que se sepa el componente este jueves: se trata de un dato clave para ver los tratamientos y también para analizar el origen y quién pudo proveerlo. Como todo se desenvuelve en la franja más vulnerable, es difícil que se trate de alguna sustancia sofisticada. 

Muertos en domicilios y vía pública

La magnitud de la catástrofe es difícil de medir. Hay personas que, por ser adictas, son reticentes a acercarse a un servicio de salud. Por eso se quedaron en sus casas y, tal como señalaron fuentes oficiales desde La Plata, “perdieron la vida en sus domicilios o en la via pública. Y por ahora no sabemos cuántos son”. De manera que se trata de una tragedia en desarrollo y en la que es difícil prever el saldo final. Menos todavía si esta auténtica matanza quedará impune o se encontrará a los verdaderos responsables. (Página 12)

Días atrás, en ocasiones de la invitación para dar una “Clase magistral” en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, en Tegucigalpa, se refierió precisamente al flagelo del narcotráfico con estas referencias:

«luego de haberse impuesto el neoliberalismo en toda la región, con la tragedia social, económica y de disgregación nacional que significó, comienzan a surgir nuevos movimientos populares y nacionales, con otros nombres y protagonistas, pero con el mismo objetivo de siempre: la autodeterminación de los pueblos».

«Vuelven a querer instalar el neoliberalismo en la región, que pugna por el achique del Estado, y los libertarios quieren suprimir el Estado, pero ¿qué pasa, y qué pasó, y qué está pasando en la región cuando se instalan estas doctrinas neoliberales? Aparece el narco», planteó.

«La desaparición o reducción a una mínima expresión del Estado, lejos de traer seguridad y bienestar, trae otras cosas», dijo, y ejemplificó con «la falta de regulación del Estado para controlar cómo se hace la explotación comercial en materia de minería y petrolera».

«El gran desafío que tiene la región, y el mundo, es ver cuáles son los graves problemas que hoy acechan», dijo Cristina, y llamó a que «los bancos de las grandes potencias dejen de lavar las formidables fortunas que hacen los narcotraficantes».

Por último, señaló que «todavía hay machismo en nuestras sociedades y en nuestros propios compañeros», y pidió apoyo para Xiomara Castro, a quien, dijo, «le espera una tarea doblemente difícil por ser mujer».

«Es muy difícil porque cuando una mujer, además de pintarse, peinarse y ponerse una atuendo, piensa, y se atreve a decirlo en voz alta, se lo perdonan bastante menos que a los hombres», reflexionó la vicepresidenta.

Antes de su disertación, Cristina recibió la distinción de ciudadana ilustre y la Llave de la Ciudad por parte del alcalde de Tegucigalpa, Jorge Aldana. Durante todo su discurso no mencionó a las negociaciones que lleva adelante el gobierno argentino con el FMI. Por parte del Ejecutivo, acompañó a la vicepresidenta la ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta. (Diario Tiempo Argentino)

VI

Palabras que marcan el ritmo

Siguiendo con la vice-presidenta, hoy en el ejercicio de la presidencia por la gira que Alberto Fernandez esta realizando, una nueva presentación ante la Justicia, en esta ocasión por el espionaje ilegal liderado por el ex-presidente Mauricio Macri al frente del gobierno de la Nación en el periódo anterior (2015-2019), vuelve a sacudir el de por ya turbulento escenario político Nacional.

Dura presentación de la vicepresidente en la causa de los espías de Macri

Espionaje ilegal: La Corte se lava las manos para dilatar los reclamos de Cristina Kirchner

La maniobra dilata el reclamo de la vicepresidenta Cristina Kirchner, víctima de espionaje, para que se investiguen estos delitos. Alegaron cuestiones de decoro y delicadeza.

Las investigaciones de espionaje durante el macrismo tuvieron un efecto particular en la Corte Suprema: los cuatro integrantes salieron en estampida --sin que nadie se los reclame-- en los últimos meses a excusarse para no intervenir en los expedientes que muestran cómo la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) de Mauricio Macri espiaba a propios y ajenos. “Al día de la fecha, el más alto tribunal carece de jueces hábiles para intervenir en este expediente”, denunció la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, que fue víctima de los espías de la administración Cambiemos.

Solo Carlos Rosenkrantz explicó que se apartaba porque lo podrían haber espiado –como surgió en las causas de Dolores y Lomas de Zamora–. Los otros tres, Horacio Rosatti, Juan Carlos Maqueda y Ricardo Lorenzetti, alegaron razones de delicadeza y decoro. No explicaron cuáles eran. Un detalle llamó la atención: las excusaciones fueron entre noviembre y diciembre, cuando hacía más de medio año que tenían recursos de la causa y justo cuando se endureció la pulseada de los supremos con el gobierno.

Los cuatro supremos ya están fuera de la cancha y ahora deberán sortear conjueces para resolver este caso de alto impacto político, lo que podría suceder en las próximas semanas. Serán los presidentes de las Cámaras quienes pueden entrar a reemplazar a los cuatro cortesanos. Habrá que esperar que no continúe el festival de excusaciones que muestra cómo siempre las causas sobre espías encierran a la justicia federal dentro de su propio laberinto, como ya sucedió con el caso AMIA.

Nada menos que nuestro más alto tribunal, para resolver sobre la legalidad de los traslados de los jueces (Leopoldo) Bruglia y (Pablo) Bertuzzi se tomó apenas unas semanas; en cambio, en el caso de espionaje ilegal que se investiga en autos (una organización delictiva insertada en organismos oficiales, dirigida a espiar a políticos, empresarios, periodistas, dirigentes sindicales, religiosos) luego de casi un año nada ha resuelto al respecto y, para peor, ahora los jueces, sin mayores fundamentos, se apartan del conocimiento del proceso”, remarcó CFK.

La Corte debe resolver básicamente si está bien que la Cámara Federal de Casación le haya sacado al juez de Lomas de Zamora Juan Pablo Augé la causa de espionaje que venía avanzando de su mano y las de los fiscales Cecilia Incardona y Santiago Eyherabide. Allí investigaban cómo los espías conocidos como Súper Mario Bros espiaban a dirigentes políticos cambiemitas y opositores y cómo desde el Servicio Penitenciario Federal (SPF) se escuchó y vigiló a los exfuncionarios y empresarios kirchneristas que estaban presos. Mientras la causa estuvo en Lomas tenía 38 procesados y los investigadores avanzaban con la intención de desentrañar qué rol había tenido la Dirección Administrativa de Asuntos Jurídicos (DAAJ) de la AFI en todo el entramado del espionaje. La DAAJ estaba en manos de Juan Sebastián de Stefano, uno de los tres protagonistas del video de la “Gestapo” antisindical y a quien Horacio Rodríguez Larreta sostiene en Subterráneos de Buenos Aires Sociedad del Estado (SBASE).

Todo ese proceso quedó paralizado cuando la Casación le sacó la causa a Augé. Entonces, el expediente viajó a los tribunales de Comodoro Py y quedó en manos del juez Marcelo Martínez de Giorgi, que esperó hasta que la Cámara Federal revisara los 38 procesamientos. En diciembre pasado, ese tribunal solo dejó en pie diez procesamientos y negó que el espionaje del macrismo haya obedecido a un plan sino que fue obra y gracia de cuentapropistas.

CFK apeló este miércoles esa decisión, a través de su abogado Carlos Beraldi, que reclamó que se anule todo lo actuado por la Cámara de Casación desde que le arrebató el expediente a Augé y que la investigación retorne a Lomas de Zamora. En tal caso, sería la Cámara Federal de La Plata la que debería analizar los procesamientos. Ese tribunal había ratificado todos los pasos que había dado Augé en la causa y había confirmado los procesamientos de los exdirectivos de la AFI Gustavo Arribas y Silvia Majdalani en una causa que tramitaba en paralelo, la del espionaje a CFK en el Instituto Patria.

Cómo frenar una causa

Cristina Kirchner denunció en su recurso que no solo se trató de decapitar la investigación –como hizo la Cámara Federal en diciembre– sino de frenarla, y para ello hubo distintos eslabones:

  • Dos casadores, Mariano Borinsky y Javier Carbajo, intervinieron ilegalmente. Los dos integran la Sala IV de la Casación Federal. Sin embargo, en el expediente debió haber intervenido la Sala I. Ese traspaso se hizo en diciembre de 2020 a espaldas de la camarista Ana Figueroa y después fue denunciado como una maniobra por su colega Ángela Ledesma. Antes, Gustavo Hornos también había dicho que la causa no le pertenecía a la Sala IV.

  • Hornos y Carbajo fueron quienes sostuvieron que la investigación debía mudarse a los tribunales de Comodoro Py.

  • La causa fue al juzgado de Martínez de Giorgi y allí quedó paralizada, denunció CFK.

  • El 21 de diciembre pasado, los camaristas Mariano Llorens y Bertuzzi dijeron que no se trataba de una asociación ilícita dedicada al espionaje sino de actos de agentes que actuaban por su propia cuenta. Entre otros, revocaron los procesamientos de Arribas, de Stefano y del exdirector del SPF Emiliano Blanco.

  • CFK denuncia que Llorens y Bertuzzi carecen de los atributos más básicos de independencia e imparcialidad. Bertuzzi, dice, llegó a la Cámara Federal por un “traslado totalmente irregular”. Llorens, por su parte, no debió intervenir –según entiende la vicepresidenta– porque su primo Rafael fue víctima del espionaje mientras estuvo preso en el penal de Ezeiza. Además, CFK remarcó que el juez también visitó a Macri en Olivos.

En esa línea, CFK volvió a recusar a los dos camaristas. El tercer integrante de la Sala, Eduardo Farah, tendrá que resolver si sus colegas continúan al frente del expediente. Es probable que esa definición no llegue antes de la semana próxima, ya que hasta el lunes las partes en el expediente seguirán planteando sus recursos contra el fallo de la Cámara.

Los impactos del video

Menos de una semana después del fallo que ponía en valor la teoría del cuentapropismo del macrismo, la interventora de la AFI, Cristina Caamaño, denunció que había hallado un video en el que se veía cómo funcionarios de María Eugenia Vidal, empresarios y tres altos funcionarios de la exSIDE se confabulaban para armarle una causa al sindicalista Juan Pablo “Pata” Medina. En la filmación se veía en acción a dos de los imputados de la causa: al exdirector operacional de Contrainteligencia Diego Dalmau Pereyra y a de Stefano. Además estaba Darío Biorci, el jefe de gabinete de la AFI y cuñado de Majdalani.

 

Lo que el video en cuestión pone al descubierto es que pensar que en nuestro caso solo se dio la actuación de un grupo de espías que actuaban como cuentapropistas no es más ni menos que una tomadura de pelo para todos los argentinos”, concluye el escrito de CFK.

Biorci en la Bicameral

La Comisión Bicameral de Inteligencia recibirá este jueves al exjefe de gabinete de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) Darío Biorci, uno de los tres protagonistas del video en el que se ve cómo espías, funcionarios de María Eugenia Vidal y empresarios se dieron cita para armar causas contra el sindicalista Juan Pablo "Pata" Medina. Desde la defensa de Biorci confirmaron a Página/12 que el exfuncionario de la exSIDE concurrirá. Aun no queda claro si declarará o presentará un escrito.

Para la semana que viene, la Bicameral que preside Leopoldo Moreau citó al exsubsecretario de Justicia bonaerense Adrián Grassi, también presente en la reunión del 15 de junio de 2017 en la sede del Banco Provincia, y a Hernán Stella, vocero de la exgobernadora. Diputados y senadores avanzan con las declaraciones con el objetivo de presentarse un informe sobre el capítulo bonaerense del espionaje macrista.

(Luciana Bertoia, Politóloga y periodista especializada en Justicia y DDHH., escribe en página12)

VII

La complejidad y esos hilos no tan invisibles.

Intentar abordar la realidad de modos complejos es el intento por ordenar hechos, dichos y decisiones, que afectan las maneras de pensar, sentir y decir respecto a lo que sucede en nuestras vidas y en las de nuestros vecinos, conciudadanos, compatriotas y habitantes del planeta. Ese “ordenamiento” no se da en el vacío, sino obviamente en una concepción o marco teórico sin el cual la comunicación sería imposible. Ahora bien, ese marco teórico no es el mismo para todos. No será igual para quién centra ese orden en el individuo, que para, como en mi caso, lo hace en los aspectos que tienen que ver a lo común, al orden de convivencia y de relaciones, a una dimensión que nos hace humanos en los intercambios y en la comunicación y las experiencias a las que nos enfrentamos diariamente compartiendo la vida.

En este contexto de lo común, lo que sucede (relaciones entre personas, con las cosas creadas por la voluntad y creatividad humana o existentes fuera de la voluntad humana, y que generan distintas dimensiones de lo común, ya sea familiar, grupal, en ámbitos institucionales formales o en asociaciones espontáneas, etc. ) se expresa en esos términos dialógicos y relacionales. Para esto, algunos conceptos se tornan especialmente importantes para el desarrollo del relato:

1.- Justicia y Medios de Comunicación

Sin un orden jurídico que sostenga los principios de igualdad ante la ley, de presunción de inocencia, de debida defensa, y de castigo a quienes transgreden las formas de convivencia históricamente constituidas en la constitución y las leyes que regulan su cumplimiento, cualquier idea de “orden público” o común es imposible. Cuándo la Justicia no es creída ni creíble, la cohesión y la confianza social se desvanece, se degrada a tal punto de poner en peligro la convivencia pacífica. La creciente polarización y la violencia verbal y no tanto de los actores entre si, ya en las redes sociales o en los debates parlamentarios o en nuestro día a día cuándo algún tema de referencia a lo común surge, son muestras cotidianas de esto. La polarización cuándo no se produce dentro de un marco de legitima justicia y de Libertad de expresión y no de empresa que confiere a pequeños grupos de poder económico el “rol” de relatar la realidad a su favor impidiendo la democracia y la genuina representación en las instancias de asociación e institucionalización, se convierte en “Guerra”.

2.- El Estado

El Estado como garante de esa justicia y de ese derecho a la información y al acceso al conocimiento y los datos es imprescindible en un mundo globalizado que intenta diluir fronteras territoriales y soberanías nacionales bajo el bolsillo y las Cuentas Bancarias de quienes sostienen un sistema financiero corrupto y que se apropia del esfuerzo real del trabajo para jugarlo en la timba de la especulación financiera en la cual, las cartas marcadas y la ruleta imantada, dan siempre la posibilidad a los grupos concentrados y las elites, de seguir acumulando para si reduciendo la capacidad del resto de los humanos en cada uno de los Estados territoriales que habitan. Sin un Estado que devuelva el equilibrio a las distribuciones inequitativas de esfuerzos y riquezas, el caos y la guerra alimentan sus posibilidades de tornar mas conflictivas y cruentas las relaciones entre individuos y pueblos.

3.- La desigualdad

No hay orden si los que mas tienen acumulan mas y los que padecen padecen mas. Ahora el asunto no es de “solidaridad” (aunque sea un valor que debería alimentarse en las relaciones cotidianas) sino mas bien en revisar las formas de los intercambios para que uno no se lleve 8 y deje a otro con 2 en una generación de 10, cuándo la diferencia no obedece a mayor esfuerzo, dedicación pero que, y además, individualmente deberían sostenerse en modelos que busquen el bien común y no el lucro personal o la ganancia individual o peor aún corporativa (Unas 800 empresas dominan el 70% de la producción global)

4.- Los privilegios

La desigualdad produce privilegios. Los que ostentan esos privilegios no quieren cederlos. He aquí la primera gran guerra. Si el poder se ejerce y lo ejercen los privilegiados, todo artilugio de lectura de la realidad que como resultado siga permitiendo a las élites esos privilegios desmedidos cuando su contraparte es tamaño nivel de pobreza y falta de posibilidades, es radicalmente injusto y debe ser transformado.

Nadie se salva solo. Que cada quién haga su parte.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack

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