Guerra y Rumores de guerra al servicio de los imperios neolliberales.

Guerra y finanzas en tiempos de usura

Mónica Peralta Ramos, Escritora y periodista escribe en “El cohete a la Luna”

Entendemos que el poder convencional de la OTAN es mayor que el de Rusia, pero Rusia es la mayor potencia nuclear y no habrá ganadores en esta guerra”. Con estas escuetas palabras, Vladimir Putin alertó sobre la inminencia de una guerra nuclear. El enfrentamiento entre Rusia, Estados Unidos y la OTAN por el futuro de Ucrania ha escalado a instancias de una retórica que naturaliza el uso de la fuerza bruta ocultando que, en los tiempos que corren, una guerra convencional entre potencias nucleares es algo imposible. Esta paradoja carcome el esqueleto que conforma a la Unión Europea y saca a la intemperie un conflicto creciente entre los intereses de los países que la componen y la hegemonía mundial norteamericana.

Tiembla el tablero internacional y el capitalismo global monopólico muestra su verdadero rostro. La usura, ese canibalismo que desde tiempos inmemoriales amenaza a la vida humana en el planeta, hoy se esparce como un cáncer por todos los intersticios de la vida en comunidad, arrancando a dentelladas el tejido social y los colgajos de una civilización que no puede dar cuenta de sus tiempos. Atrapado en su laberinto y herido de muerte, el monstruo muestra sus entrañas. Sangrando, fuga hacia adelante y profundiza conflictos de orden político y económico que involucran al conjunto de la humanidad. Este escenario pone en cuestión el por qué de la vida colectiva y desata peligros y oportunidades de nueva índole.

Ucrania y el resquebrajamiento de la OTAN

Esta semana, el Presidente de Francia, Emmanuel Macron, ventiló la necesidad de buscar alternativas al conflicto con Ucrania diferentes a las gestadas por la OTAN y Estados Unidos. Entabló así una negociación directa con Putin, reconociendo que “el objetivo geopolítico de Rusia no es Ucrania, sino clarificar las reglas de co-habitación con la OTAN y los Estados Unidos” [zerohedge.com, 07/02/2022.]. Esto explica, según Macron, la urgencia de encontrar “mecanismos nuevos” que permitan dar, de común acuerdo, nuevos pasos tendientes a reafirmar el acuerdo de Minsk, por el que Ucrania se comprometió en 2014 a reconocer la autonomía de la región del Donbas, donde predomina la población de habla rusa. La ruptura de este acuerdo ha sumido a esta región de Ucrania en un enfrentamiento militar que perdura hasta el presente.

Paralelamente a esta gestión diplomática, Alemania muestra reticencia a involucrarse en una guerra con Rusia, reafirmando así su veleidad de autonomía política al resistir las presiones del Presidente Joe Biden que, ante una “inminente invasión” rusa a Ucrania, ha conminado al gobierno alemán a “poner fin” al gasoducto ruso Nord Stream 2, que abastece a Alemania con gas natural ruso. El gobierno alemán ha optado por la indefinición y también se ha resistido a aumentar su presupuesto de defensa [Hoy es de 1.2% del PBI y los Estados Unidos exigen que llegue al 2%.] y sus importaciones de armamento militar norteamericano. Estas, sin embargo, crecen al compás de la interminable demanda de la OTAN. Alemania también se niega a enviar armas a Ucrania, dando origen a las dudas crecientes sobre cuál será su rol si se desencadena una guerra.

Mientras tanto, Estados Unidos y la OTAN han escalado esta semana la presión militar sobre Rusia, enviando tropas a Polonia y aumentando el envío de material bélico a Ucrania, incluyendo misiles antiaéreos, algo que Rusia considera una provocación inaceptable [zerohedge.com, 09 y 10/02/2022.]. Este jueves, Rusia inició junto con Bielorrusia ejercicios militares destinados a durar una semana, y seis barcos de guerra rusos entraron en el Mar Negro, anticipando próximos ejercicios navales de gran envergadura. El viernes, Biden anticipó la posibilidad de una Guerra Mundial y convocó a los norteamericanos en Ucrania a dejar inmediatamente el país.

Guerra y usura

Desde el vamos, Estados Unidos y las autoridades de la OTAN han definido al conflicto con Ucrania como una consecuencia de una “invasión inminente” de Rusia que “puede ocurrir en cualquier momento” [Biden, Peski, Sullivan, zerohedge.com, 02, 06 y 07/02/2022; abcnews.com, 06/02/2022.]. Detrás de esta definición del conflicto, subyace un problema más profundo: la necesidad de Estados Unidos de impedir que sus aliados europeos, y especialmente las economías más desarrolladas, escapen de su órbita de influencia económica y financiera, se expandan comercial y financieramente hacia Eurasia y alimenten el poderío mundial de Rusia y China.

 

Siendo la mayor masa continental del mundo, con miles de millones de población y enormes recursos naturales de importancia estratégica, Eurasia ha estado en el centro de la política norteamericana desde fines del siglo XIX. Su importancia estratégica para el futuro de Estados Unidos como potencia mundial, señalado oportunamente por Henry Kissinger [Zbigniew Brzezinski, The grand chessboard: American primacy and its geostrategic imperatives, Nueva York, Basic Books, 1997.], llevó a la política exterior norteamericana a fomentar el enfrentamiento entre Rusia y China. Este objetivo ha fracasado y la militarización del conflicto de Ucrania ha acelerado la alianza estratégica entre estos dos países. Por estos días, ambas naciones han firmado un acuerdo para “proteger la arquitectura internacional basada en el orden mundial y la multipolaridad, con las Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad”. A tal efecto, han convocado al cese de la expansión de la OTAN hacia el Este de Europa, al cese de la mentalidad de la Guerra Fría en un mundo multipolar y al reconocimiento de la soberanía de China sobre Taiwán [Vladimir Putin, en people.cn, 03/02/2022; joint statement, kremlin.ru, 04/02/2022; zerohedge.com, 06/02/2022.]. En paralelo, han firmado acuerdos de cooperación tecnológica, energética, comercial y financiera y han reafirmado su voluntad de construir un sistema de transacciones financieras independiente del dólar.

Hay, sin embargo, algo más: al privilegiar la solución militar del conflicto con Ucrania, Estados Unidos ha atado a los países europeos a la vorágine del enfrentamiento norteamericano con Rusia y China, provocando –al mismo tiempo– un cimbronazo sobre la integridad de la Unión Europea y potenciando conflictos internos al punto tal que crecen las dudas respecto al rol que jugará Alemania, la economía más desarrollada, en el futuro de Europa. Paralelamente, la militarización del conflicto permite relativizar los sacrificios económicos que tienen que hacer los países europeos para sancionar a Rusia. Esto, a su vez, oculta algo central: los beneficios económicos y políticos que Estados Unidos obtiene de estos sacrificios europeos. La suspensión de las importaciones de gas neutral licuado ruso constituye un caso testigo, en tanto ha permitido que las exportaciones norteamericanas penetren profundamente en un mercado codiciado desde hace tiempo. En 2017, Estados Unidos se convirtió en exportador neto de gas natural. Sin embargo, los precios del “gas de la libertad” [energy.gov, 29/05/2019; cnbc.com, 08/01/2018 y 12/2019.], mucho más altos que los del gas ruso, y la carencia de infraestructura en Europa, impedían que el gas natural licuado norteamericano sustituyera al gas ruso.

Desde principios de 2018, Trump inició una campaña contra el gas ruso, acusándolo de ser un peligro para la integridad europea. Poco tiempo después, imponía sanciones económicas a las empresas europeas y rusas que participaban en la construcción del gasoducto Nord Stream 2 [cnbc.com, 08/01/2019.]. Finalmente, las crecientes tensiones con Ucrania a lo largo del último año dieron origen al bloqueo de las importaciones rusas, provocando una estampida de los precios del gas natural. Hoy las exportaciones norteamericanas de gas natural licuado no alcanzan a cubrir la demanda europea.

La presión norteamericana también ha perjudicado a los países europeos, integrándolos en el campo más amplio de la disputa con China. Así, por ejemplo, Lituania no sólo ya ha perdido 15.000 millones de dólares de exportaciones a Rusia, sino que su reconocimiento de la autonomía de Taiwán ha traído como consecuencia el bloqueo chino a toda importación de bienes de cualquier país que contenga componentes manufacturados en Lituania. Esta es sólo una de las instancias que revelan cómo la asincrónica de poder entre Estados Unidos y los países de la comunidad europea beneficia al primero e impone perjuicios y riesgos crecientes a los países europeos.

En un nivel más profundo, sin embargo, estos fenómenos contribuyen a revelar la existencia de un orden global basado en una acumulación del capital que se reproduce a partir de la usura, una forma de explotación en la que un polo de la relación de poder canibaliza al otro, hasta destruirlo totalmente. Esto anida en todos los aspectos de la vida social y, en un mundo plagado de armas nucleares, busca reproducirse naturalizando la guerra, amenaza la continuidad de la vida humana en el planeta y coloca a la Comunidad Europea al borde de una ruptura cuyas consecuencias se desconocen.

Finanzas y usura: el FMI

El FMI y el Banco Mundial fueron creados luego de la Segunda Guerra Mundial con el objetivo de institucionalizar un nuevo orden económico global, en el cual las exportaciones norteamericanas jugaron un rol central. Hoy, el FMI constituye un instrumento central del mantenimiento de la hegemonía mundial norteamericana, profundizando su dominio económico sobre los países de la periferia. Ello se logra con un arsenal de políticas destinadas a reproducir el endeudamiento ilimitado, la extracción de recursos naturales y la dependencia tecnológica.

Hace nueve años, el FMI publicó un trabajo que demostraba que en las economías en recesión cada dólar que se recorta al gasto público achica la economía en una proporción mayor al dólar recortado. Así, los recortes del presupuesto promovidos por el FMI no sólo impiden el crecimiento económico, sino que dan lugar a un crecimiento de la proporción del endeudamiento sobre el total producido [Oliver Blanchard y Daniel Leigh, “Growth forecast errors and fiscal multipliers”, imf.org, 01/2013; nakedcapitalism.com, 01/2013.]. Desde ese entonces, esta elegante manera de reconocer al endeudamiento ilimitado ha caído en el olvido, sin hacer mella sobre las recetas que el FMI impone a los países altamente endeudados que no pueden acceder al crédito internacional y acuden en su ayuda para salir de la recesión y del endeudamiento. En los tiempos que corren, el FMI se presenta con “una cara nueva”, más sensible a la pobreza. Sin embargo, continúa proponiendo un brutal ajuste fiscal, condicionalidades y “reformas estructurales” que precipitan la pérdida de soberanía sobre la política económica, la recesión y la eterna sustitución de deuda vieja por deuda nueva. Esto ha creado canales institucionales para las transferencias de riqueza, ingresos, rentas y excedentes desde el país endeudado hacia los acreedores financieros privados y públicos. Al mismo tiempo, ha profundizado a los modelos de explotación económica basados en la extracción de recursos naturales y una industrialización limitada y altamente dependiente de las corporaciones multinacionales.

Corren tiempos excepcionales, pero la duplicidad entre lo que dice y hace el FMI se mantiene sin cambio. Hoy reconoce los peligros de una economía global cuya recuperación es crecientemente distorsionada por la recesión, los cambios de la política monetaria de la Reserva Federal, la disrupción de las cadenas de valor global, la inflación y el endeudamiento. También admite que en estas circunstancias los que más se perjudican son los países más pobres y de ingresos medios altamente endeudados, y que esto ocurre simultáneamente al crecimiento de la pobreza extrema, que ya supera los niveles existentes en la pre-pandemia [“A disrupted global recovery”, Gita Gopinath, blogs.imf.org, 25/01/2022.]. Sin embargo, durante estos años, el FMI ha impuesto condicionalidades a los préstamos que ha otorgado, agravando la situación de los países más pobres. Más aun, ha encontrado la forma de aumentar las transferencias de ingresos de estos países, de los que se apropia a través del incremento de las sobrecargas a las tasas de interés de sus créditos. Esto ha llevado “a los países a adoptar políticas más contractivas, como reducir importaciones (…), exacerbando así los problemas subyacentes” y bloqueando su potencial crecimiento económico. La magnitud de estas transferencias es tal que, de continuar, terminarán financiando todas las operaciones del FMI. Este modo de operar, que Joseph Stiglitz define como un “perverso modelo de negocios”[Joseph Stiglitz y Kevin Gallagher, voxeu.org, 07/02/2022.], expone a la luz del día el funcionamiento de la usura, como mecanismo de explotación social y apropiación de la riqueza de los países endeudados.

El tero grita en un lado

El Acuerdo con el FMI es un canto de sirena que atrae a un gobierno desesperado por no caer en el default en los meses que vienen y poder así llegar a 2023 con posibilidad de ganar las elecciones presidenciales. Sin embargo, el “entendimiento previo” que se ha dado a conocer constituye un nuevo episodio del endeudamiento ilimitado que empioja cualquier proyecto político de cambio. Por un lado, enrolla al país en el vértigo de un endeudamiento descomunal y a cortísimo plazo para llegar jadeando a la posibilidad de otro endeudamiento. Este último, a un plazo un poco mayor, coincide con los enormes desembolsos de la deuda refinanciada con los acreedores privados y será también insostenible. Por el otro lado, de aquí a 2024, el resultado anual de las revisiones trimestrales condicionará el otorgamiento de la nueva deuda, por lo que entre marzo de este año y julio de 2024 el país vivirá al borde del default. En este brevísimo lapso, el “entendimiento” impone una reducción del gasto fiscal y la imposibilidad de financiar monetariamente al déficit. El país dependerá así de su capacidad de generar dólares con sus exportaciones en un contexto internacional sumamente turbulento. Esto implica que los exportadores y formadores de precios tendrán la sartén por el mango y las corridas cambiarias, la sobrefacturación de exportaciones, la subfacturación de importaciones y la inflación estarán a la orden del día. El FMI conoce esta realidad y con los cortísimos plazos del nuevo préstamo apuesta al cambio de gobierno en 2024.

Mientras tanto, el canibalismo se reproduce en distintos ámbitos de la vida social: desde la suba del precio de alimentos esenciales como el pan y la carne, a las muertes de los más pobres entre los pobres por intoxicación con droga envenenada, a una Corte Suprema que vulnera alegremente la Constitución, a una oposición macrista que, con distintas tonalidades, siembra mentiras y reafirma su impunidad para destruir la república.

El gobierno haría bien en poner en remojo las ansias electorales y el internismo acorde, pues nada garantiza que llegaremos a esas instancias. Corregir el diagnóstico de la situación interna y movilizar a los votantes del Frente de Todos, impulsando una épica de esperanza en la transformación de sus condiciones de vida y en el control de sus destinos, permitirá enfrentar al embate local y externo de un modo efectivo y acumular fuerzas para ganar las próximas elecciones.

Washington y Londres tratan de mantener su ‎dominación sobre Europa‎

por Thierry Meyssan, Intelectual francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestros ojos la gran farsa de las "primaveras árabes" (2017). Red voltaire

En nuestra época, los secretos más celosamente guardados salen pronto a la luz. Pero ‎eso no quiere decir que se den a conocer. La semana pasada las respuestas secretas de ‎Estados Unidos a Rusia fueron objeto de una “filtración”. Mientras todos ‎se concentran en lo obvio –los movimientos de tropas de la OTAN–, entre bastidores ‎se mueven febrilmente las redes secretas que estadounidenses y británicos utilizan para vigilar ‎y controlar a sus vasallos-aliados europeos. Washington y Londres saben que Rusia ‎no va a atacarlos pero que puede separarlos de esos aliados. ‎

En 1921, el Reino Unido pretendía impedir que Estados Unidos desarrollara su marina ‎de guerra para evitar que se convirtiese en la primera potencia naval del mundo. ‎Ambos países estuvieron a punto de entrar en guerra entre sí. Pero, dándose cuenta de que ‎juntos podían dominar el mundo, optaron por hacerse aliados. Fue ese el inicio de lo que el ‎primer ministro británico Winston Churchill llamó en 1946 la “relación particular” (Special ‎Relationship) del Reino Unido con Estados Unidos. Para celebrarla se erigió una estatua del ‎primer presidente estadounidense, George Washington, en pleno centro de Londres, Trafalgar ‎Square. De esa “relación particular” entre el Reino Unido y Estados Unidos nació la OTAN.

Este artículo da continuación a los trabajos
 1. «Rusia quiere obligar Estados Unidos a respetar ‎la Carta de la ONU», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 4 de enero de 2022.‎
 2. «Washington prosigue en Kazajastán el plan de la ‎RAND Corporation, que ya continúa ‎en Transnistria», por Thierry Meyssan, 11 de enero de 2022.
 3. «Washington se niega a escuchar a Rusia y ‎a China‎», por Thierry Meyssan, 18 de enero de 2022.
 4. «La increíble sordera de Washington y Londres», por Thierry Meyssan, ‎1º‎ de febrero de 2022

Las respuestas de Estados Unidos y la OTAN a la proposición rusa de tratado de garantías de paz ‎‎ [ “Draft Treaty betweeen the USA and Russia on Security Guarantees” y ‎‎“Draft Agreement on measures to ensure the security of Russia and NATO”, ‎‎Voltaire Network, 17 de diciembre de 2021.] fueron reveladas la semana pasada por el diario ‎español El País [«Documentos entregados por la OTAN y EEUU en respuesta al tratado que ‎les presentó Rusia el 17 de diciembre de 2021», El País (España), ‎‎Red Voltaire, 2 de febrero de 2022.], supuestamente gracias a una fuente ucraniana que teme ‎que su país se convierta en teatro de un enfrentamiento bélico este-oeste. ‎

La respuesta de la OTAN corresponde punto por punto a la presentación que de ella había hecho ‎el secretario general de la alianza atlántica, Jens Stoltenberg. Eso es normal porque el texto de ‎la OTAN fue objeto de consulta entre los 30 Estados miembros de ese bloque bélico, lo cual ‎implica que era difícil que se mantuviese en secreto por mucho tiempo. La OTAN propone ‎medidas para reducir el peligro de guerra nuclear y, por otro lado, rechaza el derecho de ‎los pueblos a disponer de sí mismos en Transnistria, en Abjasia, en Osetia del Sur y, finalmente, ‎en Crimea –territorios reclamados por Moldavia, Georgia y Ucrania. Dicho claramente, ‎los países de la OTAN rechazan el Derecho Internacional, así que prefieren no mencionarlo. ‎Pero se dicen apegados a ciertas «reglas» que ellos mismos establecen. Quieren seguir bajo la ‎protección de Estados Unidos, con el Reino Unido en el papel de segundo del sheriff ‎estadounidense… pero no quieren arriesgarse a tener que enfrentar una guerra mundial. ‎

En cambio, la respuesta de Estados Unidos es una sorpresa. Su contenido era secreto ‎para todos, incluso para los otros miembros de la OTAN y para Ucrania. Por eso el título de esa ‎respuesta la clasifica como un «NON-PAPER», algo que no hay que discutir con los demás y ‎que debe ser secreto. Por esa razón es muy poco probable que esa respuesta haya sido revelada ‎por una fuente ucraniana. La fuente de la revelación es obligatoriamente estadounidense. ‎

Ese «NON-PAPER» trata de «Los sectores de compromiso que permiten mejorar la seguridad». ‎Washington se presenta como negado a ceder en nada aunque dispuesto a negociar para ‎congelar la situación actual, así mantendría sus proyectos sin tratar de seguir ganando terreno. ‎

El documento estadounidense arroja luz sobre los recientes actos públicos de la OTAN: campaña ‎de propaganda denunciando una invasión rusa supuestamente inminente, despliegue de tropas de ‎los miembros de la alianza alrededor de Ucrania y envío de armas a ese país. Pero lo más ‎importante no es eso. ‎

Si realmente hubiese una invasión rusa, esas tropas y medios de la OTAN y las armas enviadas ‎a Ucrania no podrían contenerla. Pero esa atmósfera causa pánico entre los dirigentes ‎europeos –al hablar aquí de “europeos” no nos referimos sólo a los miembros de la Unión ‎Europea. Washington y Londres saben que pueden darse el lujo de no responder sobre el fondo ‎de la exigencia rusa de que se respeten los tratados y que Moscú no atacará por eso. ‎

Lo que temen en Washington y Londres es otra cosa. Algo que el presidente ruso Vladimir Putin ‎ya intentó en 2007, en la conferencia de Munich. Moscú puede tratar de ganarse a los países de ‎la OTAN uno por uno. Y esta vez el evidente declive del poderío estadounidense puede llevar los ‎aliados-vasallos de Washington y Londres a pensar que, en definitiva, su actual sumisión no les ‎aporta gran cosa. Es por eso que la CIA estadounidense y el MI6 británico están reorganizando ‎las redes stay-behind, con el consentimiento de ciertos dirigentes europeos que creen que Rusia ‎está a punto de ocupar sus países. ‎

¿Qué son las redes stay-behind? Al término de la Segunda Guerra Mundial, e incluso antes de la ‎creación de la OTAN, Estados Unidos y el Reino Unido planearon cómo dominar Europa hasta la ‎frontera Oder-Neisse, establecida por la Conferencia de Postdam sólo días antes de la toma de ‎Berlín por los soviéticos y de la capitulación de los nazis. La «línea Oder-Neisse» fue la frontera ‎que el primer ministro británico Winston Churchill calificó, en 1946, como «cortina de hierro» y ‎que dividía Europa en dos [«Discours de Fulton sur le “rideau de fer”», por ‎Winston Churchill, Réseau Voltaire, 5 de marzo de 1946.]. Posteriormente, el presidente ‎estadounidense Harry Truman organizó la guerra fría para evitar que los soviéticos lograran ‎penetrar la zona europea de influencia asignada a Estados Unidos en la Conferencia de Yalta y en ‎Postdam. Con ese objetivo, estadounidenses y británicos implantaron en las administraciones de ‎sus aliados redes secretas que supuestamente entrarían en acción para garantizar la resistencia ‎ante la «inevitable» invasión soviética. Esas redes obedecían a estadounidenses y británicos –‎que les garantizaban armas y entrenamiento– pero sus miembros eran elementos nacionales ‎visceralmente antisoviéticos, entre los que había numerosos colaboradores o miembros de las ‎tropas nazis, elementos que la CIA y el MI6 habían “reciclado” en aras de “una causa justa”.‎

Cuando se creó la OTAN, en 1949, las redes creadas en Europa occidental fueron incorporadas a ‎la alianza atlántica, pero siempre han obedecido única y exclusivamente las órdenes de ‎Washington y Londres, con el consentimiento de los demás Estados miembros de la OTAN, ‎aunque estos últimos ignoran los detalles sobre la acción de dichas redes. Cada vez que algo sale a la luz sobre esas redes secretas, se oyen promesas de que van a ser disueltas… pero ‎ahí están. El «incidente» más reciente fue el descubrimiento, en 2020, del hecho que ‎Dinamarca “escuchaba” las comunicaciones de todos los dirigentes europeos… por cuenta de ‎la OTAN [«Indicios de la existencia del stay-behind ‎de la OTAN en Dinamarca» ‎y «Dinamarca espió a los dirigentes europeos ‎por cuenta de Estados Unidos», Red Voltaire, 20 de noviembre de 2020 y 31 de mayo de 2021.].‎

La CIA y el MI6 poco a poco han extendido ese tipo de redes a gran parte del mundo. Esos dos ‎organismos de inteligencia organizaron así la Liga Anticomunista Mundial [«La Liga Anticomunista Mundial, internacional del crimen», por Thierry Meyssan, ‎‎Red Voltaire, 20 de enero de 2005.] en tiempos de la guerra fría e instauraron sangrientas ‎dictaduras, desde Taiwán hasta Bolivia y pasando por Irán y el Congo.‎

Después de la dimisión del presidente Richard Nixon, el propio Congreso estadounidense llegó a ‎sacar a la luz las actividades de la CIA, con los trabajos de la conocida Comisión Church [The 14 Church ‎Committee Reports, Mary Ferrell ‎Foundation.]. Esas redes se habían desarrollado tanto que conformaban un Estado dentro del ‎Estado, llegando incluso a organizar el célebre escándalo del Watergate para provocar la caída del ‎presidente de Estados Unidos, Richard Nixon [«El Watergate fue un complot contra Richard ‎Nixon», Red Voltaire, 26 de noviembre de 2021.]. El sucesor de Nixon, ‎James Carter, estimuló la continuación de aquellas revelaciones y recuperó el control sobre ‎la CIA a través de su nuevo director, el almirante Stansfield Turner.‎

Periodistas e historiadores han dedicado cientos de libros a los crímenes de la CIA y del MI6. Pero ‎se trata de libros y tesis sobre esta o aquella operación en particular. Algunos han tratado de ‎esbozar intentos recapitulativos sobre ciertos hechos pero ninguno se ha atrevido a escribir la ‎historia del sistema creado por la CIA y el MI6 ni sobre sus hombres, porque es importante saber ‎que las diferentes operaciones eran obra de los mismos individuos, que simplemente ‎se desplazaban hacia diferentes puntos del planeta para llevarlas a cabo. ‎

Los presidentes estadounidenses Ronald Reagan y George Bush padre alimentaron públicamente ‎esas redes en los países miembros del Pacto de Varsovia, organizando grandes operaciones de ‎sabotaje económico y militar. Esos grupos salieron a la luz sólo con el derrumbe de la URSS y ‎se vieron llamados a desempeñar un papel político. Estuvieron muy activos en la incorporación a ‎la OTAN de los países de Europa central, de los Balcanes, de Europa oriental y de la región báltica. ‎El apoyo reiterado de la presidente letona Vaira Vike-Freiberga a manifestaciones organizadas ‎por grupos nazis [«¿Quiénes son los nazis en el gobierno ucraniano?», ‎por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 3 de marzo de 2014.] no puede verse como un simple ‎accidente. En realidad se trataba de manifestaciones públicas de las redes secretas, que a veces ‎logran llegar a los escalones más elevados de los gobiernos. ‎

Al final de la Segunda Guerra Mundial, era evidente para todos que el gran artífice de la victoria ‎sobre el nazismo había sido la Unión Soviética (al precio de entre 22 y 27 millones de muertos ‎soviéticos) y que los anglosajones (con menos de 1 millón de muertos entre Estados Unidos y ‎Reino Unido, incluyendo las colonias) habían aportado una contribución muy relativa. Stalin –quien ‎había enviado a los campos de trabajo a kulaks y mencheviques– forjó la reconciliación y el sentimiento ‎nacional soviético alrededor de la igualdad de todos frente a la jerarquización racial de los nazis ‎‎(el racismo), de Estados Unidos (la segregación racial) y de Sudáfrica (el apartheid). Los debates ‎sobre los «totalitarismos del siglo XX» y las resoluciones negacionistas del Parlamento Europeo ‎‎ [Ver, por ejemplo, «El Parlamento Europeo atribuye la Segunda Guerra Mundial a la Unión Soviética», Red Voltaire, 19 de septiembre de 2019.] ‎sólo apuntan a destruir la imagen de Stalin al mezclar los crímenes nazis con los soviéticos, de ‎naturaleza muy diferente y correspondientes a épocas muy distintas: el gran periodo de los gulags ‎no terminó con el fallecimiento de Stalin, en 1953, sino antes, en 1941, con el acuerdo entre ‎el propio Stalin y la iglesia ortodoxa rusa para garantizar la defensa del país. Por consiguiente, ‎ese periodo no caracteriza el estalinismo ni la URSS. Pero su uso como referencia permite ‎ocultar la política de “reciclaje” de los peores criminales nazis por parte de Estados Unidos y del ‎Reino Unido, deseosos ambos de extender su propia dominación, así que nadie habla, ‎por ejemplo, de los campos de concentración que los británicos crearon en Kenya durante ‎los años 1950. ‎

Todos esos datos demuestran que, para imponer su dominación sobre el mundo, Estados Unidos ‎y el Reino Unido no vacilaron en utilizar a sus enemigos de ayer ordenándoles seguir haciendo ‎lo que ya habían hecho, pero bajo las órdenes de Washington y de Londres, y con los mismos ‎métodos criminales. ‎

Teniendo en mente ese pasado, es justo plantear la cuestión sobre el verdadero papel de ‎la OTAN. El pensamiento dominante nos asegura que la OTAN fue creada para luchar contra ‎los soviéticos. Pero, además del hecho que los soviéticos acababan precisamente de tomar ‎Berlín, derrotando a los nazis, hay otros dos hechos incuestionables:

 1. La OTAN nunca combatió contra los soviéticos.‎
 2. Hoy en día… ya no hay soviéticos. ‎

Oficialmente, la OTAN ha librado sólo dos guerras convencionales. La primera fue ‎contra Yugoslavia y la segunda contra Libia. En resumen, toda la historia de la OTAN se limita ‎a su injerencia en la política interna de sus propios miembros para alinearlos del lado de los ‎intereses de Washington y de Londres, ya sea orquestando lo que hoy llamamos «revoluciones ‎de colores» –como en Francia, en mayo de 1968–, asesinatos políticos –como el de Aldo Moro, ‎en Italia– y golpes militares –como el que instauró en Grecia la «dictadura de los coroneles». ‎

Así que ahora habría preguntarse si toda esta barahúnda sobre una hipotética invasión rusa ‎en Ucrania no esconde otra cosa: un endurecimiento del control que Washington y Londres ‎ejercen sobre sus aliados, precisamente en momentos en que tanto Estados Unidos como el ‎Reino Unido están en pleno declive. ‎

Hay que preguntarse por qué Rusia, que el 17 de diciembre de 2021 pedía que la OTAN ‎se adaptara a la Carta de la ONU, ya no habla de eso. Washington y Londres no quieren ‎abandonar su posición de amos y sus “aliados” europeos prefieren seguir en su papel de vasallos. ‎Disolver la OTAN carecería de sentido ya que cada miembro pretende mantenerse en su papel, ‎en vez de optar por la independencia y por la responsabilidad individual. Si la OTAN ‎desapareciese, una estructura idéntica surgiría en su lugar. Así que el problema no es la OTAN ‎sino cómo razonan los dirigentes anglosajones y sus aliados.‎

Es posible que esta diferencia de pensamiento no sea sólo cultural y que tenga que ver con la ‎revolución informática. Las concepciones verticales, los análisis en función de zonas de influencia, ‎las teorías geopolíticas son cosa de la era industrial mientras que las decisiones multipolares, los ‎análisis individualizados y las teorías de redes son propias de las sociedades que se construyen ‎hoy. En ese caso, Moscú y Pekín están simplemente adelantados a los occidentales. ‎

En definitiva, en un momento dado, algún aliado –quizás varios– dejará de inclinarse ante ‎Washington y Londres. Las declaraciones del presidente polaco Andrzej Duda en favor de China ‎o las del presidente croata Zoran Milanovic en favor de Rusia son presagios de lo que pudiera ‎suceder. En 1966, los países miembros de la OTAN se sorprendieron cuando el entonces ‎presidente de Francia, Charles de Gaulle, denunció las redes stay-behind y expulsó de su país a ‎las fuerzas de la alianza atlántica. Hoy, la reacción de esos países sería diferente si un miembro ‎de la OTAN saliese de ese bloque bélico sin cuestionar el Tratado del Atlántico Norte. ‎Los dirigentes europeos suelen comportarse como ovejas y eso pudiera llevarlos a imitar el ‎nuevo modelo y a irse en bloque. ‎

Mientras tanto, Moscú y Pekín prosiguen su acercamiento. No buscan unirse para aplastar a ‎alguien sino para defender juntos su propia visión de las relaciones internacionales y del ‎desarrollo económico para todos. Sus presidentes –Vladimir Putin y Xi Jinping– publicaron una ‎nueva declaración conjunta, el 4 de febrero [ “Russia and China Joint Statement on the ‎International Relations Entering a New Era and the Global Sustainable Development”, Voltaire Network, 4 de febrero de 2022.]. Y de paso ridiculizan la ‎pretensión de Occidente de presentarse como un «mundo libre» basado en la democracia. ‎Subrayan que, aunque están lejos de ser perfectos, sus dos países dan a sus ciudadanos mucha ‎más importancia que Estados Unidos y el Reino Unido. ‎

Los países occidentales, que siguen empeñados en oírse sólo a sí mismos, no responden al discurso de rusos ‎y chinos. Y si lo hicieran, sería para despreciarlo preguntando “¿Cómo puede esa gente hablar ‎así?”, en lugar de preguntarse por qué hablan así. ‎

Armas Químicas pero al revés

Mario de Casas es ingeniero civil y ex docente universitario. Ha sido director del Ente Nacional Regulador de Electricidad (ENRE), escribe en “El cohete a la Luna”

La decisiva compra de vacunas al comienzo de la pandemia y las recientes visitas del Presidente Fernández a Rusia y China dispararon manifestaciones reveladoras de un notable grado de ideologización, fruto de la efectividad del aparato de manipulación cultural norteamericano, que despliega diversas narrativas con un elemento común: la denuncia —explícita o no— de amenazas a la seguridad nacional de Estados Unidos por parte de países que no responden a su hegemonía, y la pretensión de que el imperio se empeña en proteger a cualquier región o país que a juicio del mismo imperio se encuentra bajo amenaza de esos mismos Estados.

La alianza estratégica entre la Federación Rusa —potencia militar— y China —cuyo desarrollo tecnológico y expansión comercial desvelan a Washington— se ha convertido en el principal objeto de ataque de la maquinaria imperial.El periplo presidencial se produjo en momentos de alta tensión entre Estados Unidos y Rusia con epicentro en Ucrania, un conflicto geográficamente lejano pero derivado de un proceso que desmiente el ubicuo relato yanqui, por cuanto exhibe dramáticamente esa característica invariable del comportamiento norteamericano, que concibe una única manera de vincularse con el resto del mundo: a través de la relación dominador-dominado, que puede y debe lograrse por las buenas o por las malas, apelando a dispositivos que abarcan desde la sumisión voluntaria de terceros países hasta el uso abierto del aparato militar, pasando por el endeudamiento y lo que se conoce como lawfare. Estos 2 últimos mecanismos han sido profusamente analizados entre nosotros debido a que los países de la región han padecido y padecen su aplicación. No ha ocurrido lo mismo con la crisis de Ucrania.

Visitas que incomodan

Ni bien el Presidente Alberto Fernández en su encuentro con el Presidente ruso Vladímir Putin ratificó el acuerdo estratégico integral alcanzado durante el segundo gobierno de Cristina, y agregó que la Argentina debía superar su fuerte dependencia con Estados Unidos, aparecieron las reacciones. Entre los escandalizados se destaca el último canciller del macrismo, Jorge Faurie, quien afirmó en su cuenta de Twitter que las declaraciones del Presidente en Moscú fueron “incomprensibles e injustificadas desde la perspectiva de los intereses argentinos” y se alarmó porque “abren la puerta para que la región pueda ser escenario de enfrentamientos y tensiones a escala global”. El ex canciller sostuvo además que “el diálogo con Rusia, que es una autocracia que no respeta libertades individuales, de opinión o prensa… ¿de qué sirve al país?…de algún modo condona un escenario de conflicto como el que tiene Rusia con Ucrania, la OTAN y Estados Unidos”. En otras palabras, Rusia constituye una amenaza no solo para Ucrania sino para nuestra región, afortunadamente protegida por la OTAN y la CIA. No olvidemos que la Alianza Atlántica tiene una base militar con componentes nucleares en nuestras Malvinas.

La conquista del lejano Este

Tras la caída del muro de Berlín en 1989, el posterior derrumbe del sistema de Estados comunistas, la unificación de Alemania y las disoluciones de la URSS y del Pacto de Varsovia, Occidente se encontraba ante un dilema que se podía visualizar con claridad a la luz de la historia del siglo XX; frente a Rusia, la gran derrotada de la Guerra Fría, dos caminos remitían al tratamiento dado a Alemania al término de las dos guerras interimperiales, más conocidas como guerras mundiales:

  1. la humillación del perdedor al estilo de la paz de Versalles de 1919, o

  2. su integración en una Europa en vías de unificación, como ocurrió con la República Federal de Alemania (RFA).

La experiencia sugería optar por la segunda variante sobre todo porque la Rusia de 1991, como la Alemania de 1945, atravesaba un cambio fundamental al incorporarse al liberalismo político y económico de ese Occidente al que se había enfrentado durante tanto tiempo.

Esa opción correspondía a la lógica gaulliana de una Europa que se extiende “del Atlántico al río Ural”: el hombre que había decidido retirar a Francia de la estructura militar de la OTAN en 1966 para preservarla de la hegemonía de Washington, probablemente hubiera recomendado la disolución de la Alianza Atlántica después de 1991, en beneficio de una seguridad euro-atlántica administrada en el marco de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y apoyada en un sistema de defensa europeo; además se habría fijado como objetivo la integración del conjunto de los países de Europa del Este en la Unión Europea, con Rusia especialmente incluida; y habría visto en la alianza franco-rusa y euro-rusa la forma de lograr un doble nuevo equilibrio: el de Europa frente a una Alemania unificada y el del mundo frente a un Estados Unidos triunfante.

Pero en enero de 1994 el Presidente William Clinton proclamó la voluntad de ampliar la Alianza Atlántica con los ex subordinados europeos de Moscú: confirmó así la concepción de escudo anti ruso de la OTAN en atención a distintos lobbies pero sobre todo al del complejo industrial-militar, y desató la ira de Rusia. La decisión tomada por Washington estuvo determinada por la voluntad de conjurar la posibilidad de una Rusia integrada en el seno de Europa Central que, en esas condiciones, ya no necesitaría la tutela estratégica de Estados Unidos.

La administración Clinton presentó la decisión como equilibrada, pero en Moscú fue percibida como claramente hostil: era una ampliación de la OTAN hacia el Este compensada por el premio consuelo formalizado en el Acta Fundacional OTAN-Rusia firmada en París en mayo de 1997. Tanto en este ámbito como en el de la ayuda económica a Rusia —lejos de un nuevo plan Marshall y de las necesidades de ese país—, lo resuelto por el gobierno de Clinton podía tener las consecuencias que señaló la oposición estadounidense a la ampliación de la Alianza Atlántica: por un lado, la falta de asistencia a Rusia generaría el riesgo de caos o de la peligrosa aparición del revanchismo; por otro, si había reconstrucción del poderío económico ruso, resucitarían la hegemonía regional de Moscú y la bipolaridad política.

Una doctrina

El 30 de abril de 1998 fue votada la ratificación que exigía los dos tercios del Senado por tratarse de la modificación de un tratado internacional. Incluía una muy extensa resolución que contenía instrucciones sobre la evolución de la OTAN y la nueva doctrina estratégica elaborada por Washington. Los aspectos salientes de ese texto fundamental son los siguientes:

  • La razón principal invocada para justificar la ampliación es “la posibilidad de resurgimiento de una potencia hegemónica que confronte con Europa” e intente invadir Polonia, Hungría o República Checa.

  • Las decisiones y acciones de la OTAN son independientes de cualquier otro foro intergubernamental: ONU, OSCE, Cooperación Euroatlántica, etc.

  • Rusia no tiene derecho alguno de veto sobre las decisiones de la Alianza Atlántica, ni siquiera en el seno del Consejo Conjunto Permanente OTAN-Rusia.

  • La OTAN puede comprometerse en misiones más allá de su propio territorio si hay consenso entre sus miembros sobre la existencia de una amenaza para sus intereses.

  • El liderazgo de Estados Unidos en la OTAN se concreta con la presencia de sus oficiales a cargo de los más altos mandos.

Estas fueron las directrices en base a las cuales se fabricó el conflicto con centro en Ucrania.

Europa ante el enemigo inventado

En enero pasado, el Departamento de Estado ordenó la evacuación de familias y de una parte del personal de la embajada de Estados Unidos en Kiev, afirmando que se trata de una “medida de precaución frente a una posible invasión rusa en Ucrania”. También elevó al nivel 4 de riesgo —el más alto— la advertencia a los ciudadanos estadounidenses para que no vayan a Ucrania. Inmediatamente después, el ministerio de Exteriores del Reino Unido anunció la retirada del personal de la embajada británica en Kiev con el mismo argumento que Estados Unidos.

Con esos actos de guerra psicológica se instauró el clima de alarma que induce a creer que la Federación Rusa está a punto de invadir Ucrania y las repúblicas bálticas —Lituania, Letonia y Estonia—, y se preparó el terreno para una peligrosa escalada contra Rusia de Estados Unidos, la OTAN e incluso países como Suecia, que pertenecen a la Unión Europea pero no a la OTAN.

Suecia desplegó tropas en disposición de combate y vehículos blindados en la isla de Gotland, ‎situada en el Mar Báltico a 90 kilómetros de la costa oriental sueca. Según el ministerio sueco ‎de Defensa, se trata de defender la isla de amenazantes buques rusos de desembarco que navegan ‎cerca de ella. ‎Al Este de la isla de Gotland, Letonia está en estado de alerta —igual que ‎Lituania y Estonia— frente al enemigo imaginario. ‎Como “defensa contra la amenaza rusa”, la OTAN ha desplegado cuatro batallones multinacionales ‎en las tres repúblicas bálticas y en Polonia. Pero las repúblicas bálticas todavía no se sienten suficientemente “protegidas por la ‎presencia reforzada de la OTAN”: el ministro de Defensa de Letonia acaba de pedir una ‎presencia militar estadounidense permanente en su país. Como en el guión de una película de ‎Hollywood, los expertos explican que las tropas de Estados Unidos no llegarían a tiempo desde ‎Alemania para detener a los tanques rusos y que, después de haber ocupado las tres repúblicas ‎bálticas, las fuerzas blindadas rusas las aislarían de la Unión Europea y de la OTAN apoderándose ‎del corredor de Suwalki, entre Polonia y Lituania.

Ucrania, que más que socio ya es de hecho miembro de la OTAN, aparece ‎en todo esto como actor principal en el papel de país agredido. El gobierno ucraniano asegura —sin ofrecer pruebas— haber sido blanco de un ciberataque ‎que atribuye a Rusia, entonces la OTAN corre —junto con la Unión Europea— en auxilio de ‎Ucrania para librar una guerra cibernética. Al mismo tiempo, convoyes ferroviarios especiales están transportando tanques de asalto estadounidenses desde ‎Polonia hacia Ucrania, cuyas fuerzas armadas son entrenadas desde hace años por consejeros militares e instructores estadounidenses, que las conducen con el ‎respaldo de sus colegas de la OTAN.

Una vasta experiencia

Mientras tanto, Washington denuncia que Ucrania está rodeada de fuerzas rusas y, previendo un cierre del aprovisionamiento de gas ruso a Europa, se ‎prepara generosamente para sustituirlo con entregas de grandes volúmenes de gas natural licuado ‎‎(GNL) estadounidense.

La Casa Blanca asegura —basándose en informaciones cuya veracidad está ‎estrictamente garantizada por… la CIA— que el ataque ruso estaría precedido de una operación ‎‎false flag (bajo bandera falsa), en la que agentes rusos infiltrados en el Este de Ucrania ‎cometerían sangrientos atentados contra los pobladores rusos del Donbass que Rusia ‎atribuiría al gobierno ucraniano para justificar su invasión. Washington omite ‎que el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, denunció en diciembre pasado la presencia ‎en el este de Ucrania de mercenarios estadounidenses equipados con armas químicas.

Según el New York Times, Estados Unidos ha anunciado a los demás miembros de la OTAN que ‎‎”toda victoria rusa rápida en Ucrania sería seguida de una insurrección sangrienta similar a ‎la que obligó a la Unión Soviética a retirarse de Afganistán”, insurrección que tendría el apoyo de ‎‎»la CIA y el Pentágono”.

El almirante estadounidense James Stavridis —ex jefe del Comando Supremo de la OTAN ‎en Europa— recuerda que Estados Unidos sabe cómo hacerlo: a finales de los años 1970 y ‎en los años 1980, entrenó y armó a los muyahidines contra las tropas soviéticas ‎en Afganistán. Pero ahora, según Stavridis, “el nivel de apoyo militar de ‎Estados Unidos a una insurrección ucraniana haría parecer poca cosa lo que dimos contra la ‎Unión Soviética en Afganistán”.

Todo indica que el objetivo estratégico de Washington sería precipitar la crisis ucraniana —deliberadamente ‎provocada en 2014— para que Rusia se vea forzada a intervenir militarmente en defensa de las ‎poblaciones rusas del Donbass y acabe en una situación análoga a la que llevó a la Unión ‎Soviética a empantanarse en Afganistán. Pero esta vez sería crear un Afganistán en Europa, lo cual provocaría un estado de inestabilidad ‎permanente en beneficio de Estados Unidos que reforzaría su influencia y su presencia en el ‎continente europeo. ‎

Seguridad, ¿de quién?

Los acuerdos argentino-chinos provocaron la reacción del legislador trumpista por el Estado de Florida Matthew Louis Gaetz II, conocido como Matt Gaetz —acusado de tráfico sexual con menores—, para quién la incorporación de Argentina a la Ruta de la Seda constituye una amenaza para la “seguridad nacional” estadounidense y una violación a la Doctrina Monroe. Asimismo entiende que «si bien el gobierno de Biden, los medios de comunicación y muchos en el Congreso hacen sonar los tambores de guerra por Ucrania, existe una amenaza mucho más significativa para nuestra nación», refiriéndose a lo acordado por los Presidentes Alberto Fernández y Xi Jinping. Toda una confesión de parte.

Alguien podría decir que hoy no gobierna el trumpismo, y agregar con razón que los años de Donald Trump en el gobierno fueron trágicos para América latina: impulsó la aplicación de una especie de Doctrina Monroe reforzada, anunciada en febrero de 2018 por el entonces canciller Rex Tillerson —ex director ejecutivo de la Exxon Mobil Corporation—, el golpe de Estado en Bolivia en noviembre de 2020 y la injerencia a cara descubierta en busca de la reelección de Macri y —sobre todo— del sometimiento de la Argentina, entre otras maniobras.

Sin embargo la historia enseña que si algo tiene una apreciable continuidad y autonomía respecto de los circunstanciales ocupantes de la Casa Blanca es la política exterior del imperio, aserto que se ve reforzado por las posiciones adoptadas por Biden a lo largo de 36 años como senador. Por ejemplo, durante la Guerra de Malvinas presentó ante el Congreso una resolución de apoyo de Estados Unidos al Reino Unido, y ante la consulta de una periodista acerca de si el Senado se estaba involucrando en favor de Gran Bretaña, respondió: “Mi resolución busca definir de qué lado estamos y ese lado es el británico. Los argentinos tienen que desechar la idea de que Estados Unidos es neutral”.


Dio como justificación el acuerdo de Estados Unidos con la OTAN de abril de 1949; pero olvidó un pacto previo, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), firmado por todos los países del continente en septiembre de 1947, cuyo artículo tercero es categórico: frente a un ataque armado contra uno cualquiera de los Estados compromete a todos los demás a contribuir en su defensa.

Así, como la única verdad es la realidad, la creciente militarización promovida y practicada por Estados Unidos al compás de su insaciable sed de recursos y dominio pone en vilo la seguridad del mundo entero.

Las diferencias

Entre otras que se pueden consignar, una de las diferencias mas pronunciadas respecto a la política norteamericana con la Nacional, radica en que su política exterior no esta sometida a los vaivenes entre republicanos y demócratas alternándose en el gobierno. Esto se debe entre otras causales a que EEUU no puede funcionar sin frentes de conflictos exteriores visto como potenciales peligros para su “estilo de vida”. El asunto es que no deja de haber algo de cierto allí en tanto la principal actividad norteamericana es la Guerra y todo lo que moviliza como actividad económica a su alrededor. Desde los presupuestos otorgados a mas de 13 Organizaciones de inteligencia y investigación asociadas a las guerras y Tácticas y técnicas para operaciones de inteligencia en otros Estados, hasta las prácticas médicas y la carrera espacial con claros fines militares y de obtener innovaciones para la guerra que los sostengan en el plano de la hegemonía global en el uso de la violencia y la tenencia de armas letales.

Por estos lares, las estrategias militares están reducidas al plano de la defensa y la inteligencia mas abocada a conflictos internos y/o con los Estados limítrofes (Generalmente impedimentos de una genuina integración regional que obviamente favorece los intereses del norte).

El país representa dos quintas partes del gasto militar mundial.

Relaciones con Argentina

Son ya conocidas las intervenciones Imperiales en las dictaduras latinoamericanas y en Argentina, en particular, los asuntos tratados en las causas Condor I y II y Automotores Orletti. Las vinculaciones establecidas en esos tiempos nunca fueron discontinuadas aunque perdieron carácter oficial ante la caída de las dictaduras. Fueron sostenidas por iniciativas de la embajada de los EEUU y las vinculaciones con Organizaciones no gubernamentales que bajo fachadas humanitarias instruían y sostenían personajes como D’Alessio y otros menos mediáticos que participaron de operaciones de inteligencia a favor de los intereses Imperiales. Las Causas AMIA y Embajada forman parte de este truculento entramado.

En ocasión de la presentación del Juez Ramos Padilla (h) en la sesión del Congreso dónde expuso sus actuaciones en las investigaciones derivadas de la denuncia de extorsión respecto del Fiscal Stornerlli, realizada por el empresario Pedro Etchebest para no involucrarlo en la causa de las fotocopias de los cuadernos generó un sinnúmero de repercusiones judiciales, políticas y hasta mediáticas, este expuso la existencia de “… algunos ejes inesperados vinculados a las relaciones internacionales, cuyas derivaciones auguran efectos de trascendencia geopolítica. Los países involucrados en la documentación analizada, que supone una décima parte del total a ser investigado (por ahora se ha peritado uno de los 4 discos rígidos secuestrados), incluyen el vínculo de Argentina con Uruguay, Venezuela, Estados Unidos, Israel y la República Islámica de Irán.

Las operaciones de espionaje incluyen la utilización de soportes tecnológicos e informáticos provenientes (o provistos) por dos de esos países e informes de inteligencia confeccionados por agencias de inteligencia extranjeras vehiculizadas a través de delegaciones diplomáticas extranjeras. Los «objetivos» elegidos -esa es la denominación utilizada por el falso abogado D’Alessio para orientar tareas de espionaje y extorsión, entre otros delitos- cuyos alcances poseen trascendencia supranacional, se circunscriben a:

La empresa estatal PDVSA, sobre la que se buscó «quebrar» a un ex directivo (Gonzalo Brusa Dovat) con el objetivo de contribuir a la política del gobierno de Trump para apropiarse del petróleo venezolano y favorecer de esta manera al estrangulamiento de su economía. La maniobra sobre la compañía de hidrocarburos incluye -en palabras de D’Alessio- un beneficio para Mauricio Macri, quien se verá recompensado por favorecer el desmoronamiento de la empresa petrolera caribeña. La devolución de atenciones se vehiculizaría a través de la continuidad del apoyo brindado por Washington en el Fondo Monetario Internacional, donde cuenta con capacidad para decidir las políticas de ese organismo multilateral. (Jorge Elbaum | 15/03/2019 | Argentina en “El cohete a la luna”)

El caso puso sobre la mesa con más pruebas que nunca el submundo mafioso en el que se mezclan servicios locales e internacionales con fiscales, jueces, operadores disfrazados de periodistas y otros personajes de la peor calaña.

Obviamente, antes, en tiempos del Gobierno de Cristina todo el asunto de las valijas de Antoninni Wilson, El conflicto diplomático por la retención de un Avión de bandera norteamericana que traía equipamiento bélico y de inteligencia para operaciones, supuestamente vinculado a u curso de preparación para la policia de la ciudad de Buenos Aires en ese tiempo gobernada por Mauricio Macri. Y luego todo lo producido por el caso Nisman, primero con la remoción de Situsso al frente de la SIDE y la modificación de ese organismo que paso a denominarse Agencia Federal de inteligencia. Y en la actualidad los sucesos que se van informando respecto a las políticas de escuchas ilegales y persecución de parte de la Gestión del gobierno Nacional en manos del mismo Mauricio Macri, durante la gestión anterior, y que culminase con el trágico suicidio del Fiscal a Cargo de la Unidad especial de investigaciones por el Caso AMIA.

El juez Ramos Padilla solicitó formalmente a la delegación diplomática de Estados Unidos, a través de la Cancillería argentina, que informe si D’Alessio forma parte de alguna dependencia de inteligencia de ese país, dado la enorme cantidad de indicios (tecnológicos, de armamento y documental) encontrado en su domicilio.

Al mismo momento que el juez Alejo Ramos Padilla se preparaba para iniciar su exposición en el Congreso donde detalló la red de espionaje ilegal que involucra a Marcelo D’Alessio y el fiscal Carlos Stornellie incluye vínculos con el Gobierno y la Embajada de Estados Unidos, desde esa sede diplomática daban inicio a una actividad con el embajador Edward Prado, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, el jefe interino de los fiscales Eduardo Casal y jueces y fiscales a quienes la investigación que lleva adelante el juez de Dolores toca de cerca. La foto del evento muestra la red de relaciones que, en muchos casos, se tejen en el entramado que describió e investiga el juez Ramos Padilla.


De seguro los organizadores del evento en la Embajada no podían prever que coincidiría con la presencia de Ramos Padilla en el Congreso. Pero es igual de seguro que no tuvieron reparo en difundir una foto donde muchos de los que aparecen sonrientes eran mencionados en el mapa del espionaje ilegal que empieza a develar la investigación de Ramos Padilla.” (El Destape, 14 de marzo, 2019)

El encargado de terrorismo del Ministerio Público Juan Manuel Olima (que en la portada anterior del Cohete lució con orgullo una gorra de la DEA) y al encargado por la Corte Suprema de las escuchas telefónicas legales, Juan Rodríguez Ponte, participaron de esa reunión “para compartir experiencias sobre el combate contra el crimen transnacional y el terrorismo”. (Urgente 24 17 de marzo de 2019).

Posteriormente, la embajada de EEUU, en nombre de su gobierno, negó conocimiento respecto de D’Alessio. La DEA, igual, pese a que en muchas ocasiones D’Alessio informó ser parte de la DEA en la región del Cono Sur.

"Como era de prever, un delegado del embajador Edward Prado respondió al juez federal Alejo Ramos Padilla que el espía Marcelo Sebastián D’Alessio “nunca ha tenido relación con ninguna agencia de los Estados Unidos, ni ha participado de actividad o programa alguno que involucre al gobierno de los Estados Unidos”.

Es la contestación de manual ante el desliz de cualquier agente caído en desgracia y sólo implica que no hay forma de suscitar la competencia originaria de la Corte Suprema de Justicia (que el artículo 117 de la Constitución le asegura en forma exclusiva cuando están involucrados representantes de una nación extranjera). (…)

Más allá de la puntualidad anecdótica de los hechos, la realidad manifestada a cuenta gotas a lo largo del tiempo pone en evidencia que el entramado de inteligencia de la dictadura se reciclo de otras formas pero nunca dejó de actuar en Argentina y por ende, en el resto de América Latina. No solo porque es parte de la estrategia de Estado de los Estados Unidos de norteamericana respecto de su “Patio trasero”, independientemente de si gobiernan republicanos o demócratas, sino porque constituye una actividad pilar de su economía, en tanto, no solo porque sostiene una buena parte de su entramado económico, en tanto “favorece” negocios con empresas y capitales financieros de aquel Estado Imperial, sino porque además impide a la región comportarse como bloque económico y así disminuir la preponderancia del mercado norteamericano en la región, agravando sus problemas internos y reduciendo su capacidad Imperial.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack

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