Las guerras ocupa las mentes de alguna Gente y sus bolsillos.

 

Las formas de la violencia

Martín Kohan, escritor. Licenciado y doctor en Letras por la Universidad Nacional de Buenos Aires, escribe este texto, que aborda en este texto un tema común a la ficción y la realidad: el de la violencia y su administración social, en “LaTeclaÑ

Es por asco, por asco ante su cobardía, es decir por puro desprecio, que en “Hombre de la esquina rosada” Francisco Real prescinde de matar a Rosendo Juárez. Lo desafió a pelear y el otro se negó. Ahora ya no quiere matarlo. No quiere, pero en verdad tampoco puede. Rosendo desistió tirando su cuchillo (el cuchillo que la Lujanera le había puesto en las manos, para que peleara) al arroyo Maldonado. En los códigos de coraje de este mundo tan admirado por Borges, no hay ningún valor (en ninguno de los sentidos de la palabra) en matar a un hombre desarmado. Y Rosendo Juárez está ahora desarmado, aunque por propia voluntad. Real entonces simplemente lo deja (y se lleva a la Lujanera). No se ataca a quien no puede defenderse.

Borges retoma conocidamente esta clave en el tramo final de “El sur”. A Dahlmann lo desafían a pelear en un almacén de campo. Pero él no puede aceptar ese desafío, y el otro además no puede sostenerlo, porque no lleva un arma consigo. Es el momento en el que, estremecedoramente, un viejo gaucho del sur que se acurrucaba en ese sitio le alcanza una daga. Se la alcanza para que pueda pelear. Pero también, en realidad, para que tenga que pelear. Porque el otro, una vez más, no iba a poder atacar a un hombre que estaba indefenso. Ahora que Dahlmann recibe la daga, ahora que la sostiene en su mano, sí puede hacerlo. Y va a hacerlo.

En el boxeo, que es la continuación del duelo por otros medios (o la continuación del duelo con menos medios; sin pistolas, sin cuchillos), rige una regla semejante: no se le puede pegar al que ha caído. Incluso antes de que existiesen medidas de protección como el rincón neutral y la cuenta de ocho segundos, había que esperar a que el otro se levantara para poder reanudar la pelea. Había que esperar a que se levantara y a que levantara a su vez la guardia.

 

No se golpea a quien no está en condiciones de defenderse.

En la ficción y en la realidad, en la literatura y en el mundo, se trata de variaciones en torno de un mismo tema: el de la violencia y su administración social. Entre los asesinatos en riña que ahora vemos (los vemos porque alguna cámara de seguridad los registra o porque alguien, uno de los testigos o uno de los agresores, se ocupa de filmarlos con su teléfono), aparece con frecuencia esta circunstancia: al que matan lo matan porque le pegan cuando ya quedó tirado en el piso, incluso cuando yace inerte y sin reflejos defensivos. Le pegan a mansalva, una vez que ha caído, o bien lo hacen caer para poder pegarle a mansalva. A veces golpea uno solo (como en el reciente crimen cometido para robar una botella de sidra) y más a menudo golpean entre varios (como en las frecuentes grescas a la salida de los boliches, donde hay varios que se suman a la paliza solamente cuando la víctima queda a merced: en el suelo o desvanecido).

¿Será un signo de los tiempos? No lo sé. ¿Algo que, más relegado o inadvertido, cobra hoy preponderancia, se vuelve más ostensible? No lo sé. En la violencia cobarde del todos contra uno (la de “La fiesta del monstruo” de Borges y Bioy Casares, la de la versión opuesta de “El niño proletario” de Osvaldo Lamborghini, la de la partida policial contra Martín Fierro, la de los federales contra el unitario en “El matadero”), ese uno no dejaba pese a todo de defenderse o de resistirse así fuera malamente (aun el unitario de “El matadero”, al que maniatan para tenerlo inmóvil, se resiste moviéndose por dentro, incluso hasta reventar). El tenor del asunto cambia cuando la violencia se descarga (se descarga y se goza) sobre aquel que ya no puede guarecerse o responder (y el goce radica precisamente en esa condición inerme). ¿Golpear hasta que ya no se defienda? No: golpear desde que no se defiende. ¿Golpear para que no se defienda más? No: golpear porque no se defiende más.

Se produce en cierta manera una inversión del gag del boxeador que cae noqueado por la bolsa de entrenamiento (y ya deja de ser un gag). El gag consiste en que el objeto inerte sólo está ahí para recibir los golpes, pero parece cobrar vida y de pronto los devuelve. Hoy parece derivar hacia la situación opuesta, el contrincante deja de devolver los golpes y está ahí solamente para recibirlos. ¿Será por eso que, para un paradigma perceptivo moldeado en el boxeo clásico, hay un momento de sorpresa y consternación, un trance de alarma y respingo, ante las cruentas peleas de UFC, en las que al caer a la lona un peleador. la golpiza del otro no sólo no se detiene sino que, por el contrario, se encarniza, recrudece, arrecia?

La violencia de las palabras no es igual que la de los cuerpos, pero es violencia también. ¿No se está verificando últimamente, también ahí, cierta tendencia análoga, un cambio en cierto modo semejante? Se ataca al que se ataca si no es interlocutor, si el agravio va a ser unidireccional; es decir, en resumen, si se supone que no va a contestar. Y si llega a contestar, por eso mismo, ¡es un escándalo! Algo, en fin, tan inaudito, como el caso de la bolsa-objeto que de pronto devuelve el golpe. Si contesta, si reacciona, si ya no queda a merced del agresor, el goce de esa violencia se acaba. Se prolonga como violencia, incluso se perpetúa, pero ya despojada de goce: cargada tan sólo de frustración y rencor.

La violencia de la guerra

Eduardo Febbro, Periodista, corresponsal de Página/12 en Francia, escribe en página 12

OTAN, seguridad europea, conflicto territorial en el Este de Ucrania, orgullos heridos y recursos energéticos componen la sinfonía convulsiva de la crisis entre Occidente y Rusia. El capítulo energético no es el menor y dentro de él la historia del gasoducto Nord Stream 2 (NDS2) construido bajo el mar Báltico es una suerte de síntesis tanto de la influencia rusa en occidente, de la dependencia energética de Europa, de las drásticas divisiones que atraviesan a los aliados, de la injerencia de Estados Unidos y de los entramados en los que los mismos dirigentes de la Unión Europea están metidos.

El exprimer Ministro francés, François Fillon, forma parte del Consejo de administración del grupo ruso Zaroubejne 3 (por decreto del gobierno de Moscú) especializado en el desarrollo y la explotación de yacimientos de hidrocarburos a través del mundo. El excanciller alemán Gerhard Schröder trabaja desde hace varios años en el grupo petrolero ruso Rosne 3, lo mismo que la antaño ministra austríaca de Relaciones Exteriores Karine Kneiss. 

Rusia, Unión Europea, Estados Unidos, gas y petróleo

Gas, petróleo y geopolítica son los ingredientes de una mezcla explosiva que torna aún más difusa la posición de los europeos cuando se pronuncian fuera de la OTAN. La crisis desatada en Ucrania también es un conflicto energético entre Rusia y Estados Unidos en el cual Europa es, en realidad, objeto de dos dependencias: o depende de su aliado norteamericano, o de su vecino ruso.


Para este invierno, la Unión Europea garantizó los suministros de gas gracias a los acuerdos con proveedores LNG (gas natural licuado, siglas en inglés) de Estados Unidos. Ello convirtió a los estadounidenses en los primeros exportadores mundiales durante dos meses consecutivos, enero y febrero 2021. 

¿Cuánto gas exporta Rusia a Europa?

El martes 22 de febrero, dentro de las sanciones adoptadas contra Rusia, el canciller alemán, Olaf Scholz, paralizó el proceso de aprobación del gasoducto NDS2 administrado por el mastodonte ruso Gazprom y cuya construcción se terminó en 2021. NDS2 le hubiese permitido a Rusia multiplicar por dos los volúmenes de gas exportados a Europa a través de una pipe-line en el mar Báltico, sin pasar por Ucrania (fue el caso de Stream 1), y cuyo punto final es una terminal situada en Alemania, país que depende en un 55 por ciento de los suministros de Rusia mientras que el porcentaje de dependencia de Europa se sitúa en un 40 por ciento. 

El NDS2 puede suministrar unos 55.000 millones de metros cúbicos de gas a Europa luego de atravesar 2.640 kilómetros. Sin embargo, antes de que el conflicto Rusia-Occidente llegara a mayores, Moscú mermó sus entregas de gas a Europa, lo cual tuvo un impacto enorme en los precios del gas.

NDS2

NDS2 nació como proyecto en 2015 con el propósito de incrementar el paso del gas sin que esto dependiera de los problemas que se planteaban en Ucrania, particularmente el desvío del gas ruso por parte de Kiev sin pagar el costo del suministro. Ello generó una gran crisis energética en 2009 cuando Moscú cerró las válvulas durante dos semanas. 

El proyecto se llevó cabo con participación mixta Rusia / Occidente. 9, 5 mil millones de dólares financiados en un 50 por ciento por Gazprom y en un 10 por ciento por cabeza por las empresas alemanas Uniper y Wintershall, la Engie, la austriaca OMV y la anglo holandesa Shell.



El primer país perjudicado con NDS2 fue Ucrania. El nuevo trazado del gasoducto privó a Kiev de los 2.000 millones de dólares que Gazprom le pagaba anualmente. Contrariamente a Estados Unidos, los europeos evitaron, hasta ayer, darle al nuevo gasoducto un perfil político. Con ello alejaban la posibilidad de que, en caso de crisis con Rusia, Nord Stream 2 sirviera como palanca política más allá de la comercial.

La Casa Blanca siempre optó por una postura contraria y en numerosas ocasiones evocó la clausura del gasoducto aún cuando ninguna empresa de Estados Unidos entró en el capital de su construcción. NDS2 está listo desde octubre de 2021 pero su funcionamiento depende de que Alemania y la Unión Europea lo certifiquen.

Oficialmente, esa certificación demora por razones jurídicas. Resulta poco verosímil que un proyecto de esa envergadura ya realizado haya quedado en el cajón por cuestiones “jurídicas” como las reglas europeas en materia de monopolios y concurrencia. Si así fuese, hace rato que Google o Amazon estarían en falta y sancionadas.

El gasoducto ruso también ha provocado una ruptura dentro de Europa. Los países que pertenecieron a la esfera soviética como Rumania, los países bálticos (Estonia, Lituania, Letonia), Polonia y Eslovaquia lo cuestionan porque, alegan, Nord Stream 2 no hace sino acrecentar la subordinación energética de Europa ante Rusia.

Aumento del precio del gas

Las jugarretas rusas con el gas empezaron en octubre del año pasado, cuando aumentaron los precios. Ello derivó en una ofensiva de la Unión Europea asumida por la presidenta de la Comisión de Bruselas, Ursula von der Leyen, quien acusó a Moscú “de hacer presión sobre nosotros mediante el suministro del gas”.

Sin embargo, el enemigo más decidido de Nord Stream 2 es la Casa Blanca. Cada vez que se produjo una crisis o que hubo tensiones entre Europa y Rusia Estados Unidos se metió en el juego para cortarle las alas a NDS2. Fieles a su política de la sumisión, Washington le propuso a Europa su gas liquido a cambio del ruso y usó esa carta para dividir a los europeos y alejarlos de Moscú. 

El gas estadounidense es mucho más caro. Contrariamente al que llega a través de un gasoducto (el ruso), ese gas necesita volverse liquido, transportarse por barco y luego todo un proceso de regasificación.

Sin garantías

Ninguna solución, rusa o estadounidense, garantiza la libertad energética de los inviernos europeos. Dependerán siempre de Rusia, Estados Unidos, Qatar, Noruega, Argelia o Azerbaiyán. El aliado energético más barato y cercano era Rusia. Los conflictos cruzados, las argucias de la Casa Blanca, las maniobras de Vladimir Putin y la ausencia dramática de una política común europea pusieron a los países de la Unión Europea ante un dilema sin otra solución que la dependencia con otro rostro.

por Thierry Meyssan, intelectual francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa.

La administración Biden sigue anunciando un ataque inminente de Rusia y su ‎‎“inevitable” derrota. Pero sus aliados no parecen muy convencidos. Por su parte, Rusia ‎vuelve a poner sobre la mesa las exigencias que hizo públicas el 17 de diciembre ‎de 2021 –como el respeto estricto del Derecho Internacional por parte de ‎Estados Unidos– y muestra al mundo su superioridad militar. ‎

Ocupando la posición predominante en la escena, Estados Unidos, que sigue negándose a respetar ‎el Derecho Internacional –sobre todo la Carta de la ONU–, envió a Moscú un documento con ‎respuestas dilatorias a la proposición rusa de tratado con garantías de paz y se empeña en ‎agravar la tensión en Ucrania. Washington incrementó la tensión acusando a Rusia de estar ‎preparando una guerra. Entre bastidores, Washington prepara a la vez nuevos teatros de ‎enfrentamiento, en Europa (Transnistria) y en el Medio Oriente.‎

Desde el otro lado, Rusia ha desmentido constantemente las acusaciones de Estados Unidos y ‎ha respondido poniendo a prueba su propia superioridad militar. ‎

Transnistria

Estados Unidos está aplicando el plan de la RAND Corporation y trata de provocar un conflicto ‎en Transnistria [«Washington prosigue en Kazajastán el plan de la ‎RAND Corporation, que ya continúa ‎en Transnistria, por Thierry Meyssan, Red Voltaire», 11 de enero de 2022.]. El bloqueo impuesto a esa pequeña República independiente, pero ‎no reconocida, no está funcionando. A pesar de los guardafronteras ucranianos desplegados ‎bajo la supervisión del Alto Representante de la Unión Europea, Josep Borrell [«Josep Borrell, jefe de la “diplomacia” europea, ‎organiza bloqueo contra Donbass y Transnistria‎», Red Voltaire, 10 de enero de 2022], la frontera moldava ‎se mantiene abierta. La presidente de Moldavia, Maia Sandu, desea que su país se convierta en ‎miembro de la Unión Europea y no quiere de ninguna manera una guerra en Transnistria. ‎La presidente de Moldavia no ha renunciado a recuperar Transnistria pero prefiere lograr que ‎el contingente ruso presente en ese territorio sea reemplazado por una misión civil de la ‎Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). ‎

El sábado 12 de febrero, las autoridades de la autoproclamada República de Transnistria ‎solicitaron al encargado de negocios de Estados Unidos que cese del envío de armamento ‎estadounidense a Moldavia desde terceros países, subrayando en su petición que esos envíos de ‎armas amenazan la paz y contradicen acuerdos internacionales. ‎

El miércoles 12 de febrero, una delegación de Transnistria viajó a Moscú en busca de ayuda. Allí ‎subrayó que la apertura de la frontera moldava no durará mucho ya que el ejército moldavo, que ‎ahora recibe órdenes de oficiales del Pentágono, está desplegándose en la zona neutral, en ‎violación de los compromisos internacionales. ‎

El viernes 18 de febrero, las oficinas de la OSCE en Tiraspol –la capital de Transnistria– fueron sede de ‎un encuentro entre una delegación moldava y representantes de la pequeña República. Pero ‎las negociaciones abordaron sólo detalles. Ya no es posible salir de Transnistria con un vehículo ‎inmatriculado allí –las placas llevan símbolos de la secesión– y los conductores se ven obligados a ‎cambiar las placas en la frontera. También es imposible entrar en Transnistria llevando medicinas, ‎ni siquiera de primera necesidad. Sin explicar por qué, los aduaneros moldavos confiscan ‎todo tipo de medicamentos, bajo la mirada burlona de funcionarios de la Unión Europea.

Siria y Líbano

La tensión también se incrementa considerablemente alrededor de Siria y Líbano. Desde finales de octubre ‎de 2021, Estados Unidos y Turquía han reiniciado el reclutamiento de yihadistas entre las bandas ‎terroristas que aún mantienen bajo su protección en la gobernación siria de Idlib. Algunos de los ‎yihadistas reclutados han sido enviados a Ucrania pero la mayoría están destinados a ser ‎utilizados nuevamente contra Siria y contra el Hezbollah libanés. Sin embargo, ha podido saberse ‎que gran parte de esos elementos no valen mucho como combatientes, exceptuando a los que ‎siguen estando afiliados a al-Qaeda y al Emirato Islámico (Daesh). ‎

Tratando de dar cierta cohesión a esos elementos, la CIA organizó el reciente ataque contra la ‎cárcel de Hasake, donde los mercenarios kurdos en Siria tenían detenidos a 3 500 miembros de ‎Daesh. Los mercenarios kurdos sólo se prestaron al show y lo aprovecharon para clamar que ‎necesitan más armas y más apoyo de Estados Unidos para garantizar la custodia de esos ‎prisioneros. En todo caso, la mayoría de los yihadistas que se hallaban en la cárcel de Hasake ‎lograron huir y se unieron a la CIA.



Posteriormente, los militares estadounidenses ilegalmente ‎desplegados en esa región de Siria trasladaron a varios jefes de Daesh, recapturados por ‎los mercenarios kurdos, hacia un lugar desconocido donde… la CIA estaba esperando por ellos. ‎O sea, aunque trata de aparentar otra cosa, la realidad es que Estados Unidos está ‎reorganizando Daesh. ‎

La reorganización de al-Qaeda se ha realizado de manera más visible. Abu Mohammad al-Julani, el ‎jefe de al-Qaeda en Siria y posteriormente emir del grupo terrorista Tahrir al-Sham, ha adoptado ‎un nuevo “look”. Los británicos lo vistieron con ropa occidental y le han enseñado a hablar ‎sin amenazar con cortarle la cabeza a quien no esté de acuerdo con él… pero sigue siendo el ‎jefe de al-Qaeda en Siria.

En medio de todo ese contexto, el ministro de Defensa de la Federación Rusa, Serguei Choigu, ‎viajó a Damasco, el 15 de febrero, y el ministro ruso de Exteriores, Serguei Lavrov, también llega ‎a la capital siria el lunes 21 de febrero. ‎

En Líbano, el secretario general del Hezbollah, Hassan Nasrallah, confirmó a la televisora iraní Al-‎Alam que esa organización de la resistencia libanesa está en posesión de medios de defensa antiaérea ‎‎ [«Siria, Irán y Rusia entregaron medios de defensa ‎a la resistencia libanesa», Red Voltaire, 17 de febrero de 2022] que le permiten proteger su país frente a la aviación israelí, la cual viola diariamente el espacio aéreo ‎libanés. El Hezbollah reveló también que uno de sus drones sobrevoló Israel sin ser detectado. ‎Poco antes, la fuerza aérea siria y aviones rusos habían iniciado vuelos de patrulla sobre el Golán ‎sirio ilegalmente ocupado por Israel.‎

Ucrania

Para entender bien lo que está en juego en Ucrania, hay que retroceder unos días en el tiempo.‎

El 11 de febrero, el presidente estadounidense Joe Biden convocó una videoconferencia con sus ‎principales aliados y les anunció una “invasión inminente” de Ucrania por parte de Rusia. ‎La agencia Bloomberg reportó que la inteligencia estadounidense anunciaba que dicha invasión ‎tendría lugar durante la noche del 15 al 16 de febrero. Biden explicó a sus aliados que si Rusia ‎invadía Ucrania ese paso le costaría caro y que Estados Unidos… y sus aliados… estaban listos. ‎

Antes de que Biden iniciara son speech, Rusia había anunciado que comenzaba a retirar sus ‎tropas de Bielorrusia y de la frontera ucraniana, después de haber terminado allí sus ejercicios ‎militares, pero Washington no había tenido tiempo de verificarlo. Moscú aseguraba que elementos de ‎la OTAN estaban preparando una provocación, acusación que el Pentágono había emitido ‎contra Rusia hace varias semanas. En todo caso para los occidentales se hacía cada vez más ‎difícil seguir acusando a Moscú de querer invadir Ucrania, ‎El 15 de febrero, la Duma de Estado (la cámara baja de la Asamblea Federal de Rusia) aprobó –por ‎proposición del Partido Comunista– una resolución que solicita al presidente Putin reconocer la ‎independencia de las Repúblicas Populares proclamadas en Donestsk y Lugansk. En otros ‎términos, si Ucrania aprovechara la retirada de las fuerzas rusas para atacar el Donbass, Rusia ‎reconocería la independencia de ambas repúblicas y estaría obligada a intervenir ya que, en virtud de la Constitución de la Federación Rusa, su presidente es responsable de la vida de los ‎ciudadanos rusos y la mayoría de los habitantes del Donbass ostentan actualmente ‎‎3 nacionalidades: la ucraniana, la de las repúblicas independentistas y la nacionalidad rusa. ‎

El mismo 15 de febrero, el presidente Putin recibió en Moscú al canciller alemán ‎Olaf Scholz. Como el encuentro con el presidente francés Macron, la reunión entre el presidente ‎Putin y el canciller Scholz fue particularmente larga. Al parecer, Putin describió al visitante ‎alemán lo sucedido durante la visita de la subsecretaria de Estado estadounidense Victoria ‎Nuland en el Kremlin. Estupefacto ante lo que oyó, el canciller alemán –al igual que ‎el presidente francés– evitó cuidadosamente toda declaración contra Rusia a su regreso a ‎Berlín. Lo mismo sucedió el 19 de febrero durante el encuentro entre el presidente Putin y ‎el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.‎

Pasó la noche del 15 al 16 de febrero… y Rusia no invadió a nadie. En Washington, la prensa ‎estadounidense pidió al consejero de seguridad Jake Sullivan que explicara por qué había señalado ‎esa fecha. Sullivan simplemente sostuvo que nunca mencionó una fecha precisa para la “invasión ‎rusa”. ‎

El 17 de febrero, el secretario de Estado Antony Blinken se presentó en la sala del Consejo ‎de Seguridad de la ONU. Acusó a Rusia de «violaciones persistentes» de los acuerdos ‎de Minsk… cuando en realidad es Kiev quien ahora los rechaza. Blinken aseguró que su ‎intervención era para defender «el orden internacional basado en reglas que preservan la ‎estabilidad en el mundo»… o sea no el Derecho Internacional sino el derecho de las potencias ‎occidentales. Y entonces reveló el plan escondido del Kremlin:

«Rusia planea fabricar un pretexto para su ataque. Podría tratarse de un acontecimiento ‎violento cuya responsabilidad Rusia atribuiría a Ucrania, o una acusación aberrante que ‎Rusia lanzará contra el gobierno ucraniano. No sabemos exactamente qué forma tomará ‎eso. Podría tratarse de un atentado con bomba “terrorista” dentro de Rusia, del supuesto ‎descubrimiento de una fosa común, de un ataque con drones montado contra civiles o de ‎un falso –o incluso verdadero– ataque con armas químicas. Es posible que Rusia califique ‎ese acontecimiento de limpieza étnica o de genocidio, menospreciando así un concepto ‎que nosotros no tomamos a la ligera en el seno de esta instancia, y que yo mismo ‎no tomo a la ligera debido al pasado de mi familia.»‎

Con esa referencia incidental, Blinken se refería a Samuel Pisar, esposo en segundas nupcias de la ‎madre del hoy secretario de Estado. Samuel Pisar, quien educó a Blinken en París, fue un ‎sobreviviente de la «Solución Final de la cuestión judía». Pero Samuel Pisar no estaba ‎lleno de odio, sólo desarrolló una conciencia aguda sobre el Mal. Se convirtió en consejero del ‎presidente estadounidense John F. Kennedy y posteriormente en abogado internacional de ‎grandes compañías. Pisar no aceptaba los conceptos de Leo Strauss, quien creía indispensable ‎que el pueblo judío instaurase una dictadura mundial para protegerse de «una nueva Shoa». ‎Samuel Pisar –fallecido en 2015– se quedaría seguramente aterrado ante la evolución de su hijo ‎de crianza y del grupo que el propio Blinken ha conformado con su subsecretaria, Victoria Nuland, ‎y con el consejero de seguridad nacional Jacob “Jake” Sullivan. ‎

La OSCE confirma una reanudación de combates en el Donbass. Elementos del ejército ucraniano ‎dirigidos por Estados Unidos, probablemente el batallón Azov, están cañoneando a los ‎separatistas. Los presidentes de las dos Repúblicas Populares proclamadas en el Donbass han ‎llamado sus conciudadanos a la movilización general –en el caso de los hombres de 18 a 55 años– ‎y exhortaron a las mujeres, niños y ancianos que viven cerca de la línea de contacto a buscar ‎refugio en el exterior. Rusia expresó inmediatamente su voluntad de acoger a todos los ‎evacuados. Las diferentes regiones de la Federación Rusa están anunciando, una tras otra, la ‎creación urgente de estructuras para recibirlos. El Estado federal ruso ha decidido asignar a cada ‎refugiado algo de dinero para ayudarlos a instalarse temporalmente. ‎

El Departamento de Estado, que hace semanas conminó los ciudadanos estadounidenses a salir de ‎Ucrania, interpreta ese desplazamiento de los civiles del Donbass como una prueba de que Rusia ‎prepara «el ataque». Las partes hacen interpretaciones opuestas de cualquier nueva ‎información. ‎

Negándose a tomar partido, Israel ha renunciado a instalar para Kiev su sistema antiaéreo ‎‎“Cúpula de Hierro” frente a los pobladores del Donbass. ‎

El 18 de febrero, el presidente Biden se dirigía a su vicepresidente, Kamala Harris, y a los ‎parlamentarios estadounidenses que representan a Estados Unidos en la Conferencia de ‎Seguridad de Munich. Después convocó nuevamente a sus principales aliados transatlánticos, ‎otra vez por videoconferencia, se jactó de haber retrasado el ataque ruso y acusó a Moscú de ‎persistir en sus planes. Biden volvió a afirmar que todos los miembros de la OTAN estaban listos y ‎que si Rusia pasa a la acción le darán una lección. ‎

El presidente Putin respondió con una demostración de las capacidades de las fuerzas nucleares de ‎la Federación Rusa. Las fuerzas armadas rusas dispararon misiles de alcances diferentes, desde ‎plataformas terrestres, desde un submarino, desde unidades navales de superficie y desde aviones. ‎Todos los misiles portaban cargas convencionales y todos alcanzaron los blancos designados, ‎en presencia de observadores extranjeros, entre los cuales había un oficial estadounidense. 

 

Estados Unidos recurre a las palabras para incrementar la tensión y Rusia responde con actos. ‎En ese sentido, repetimos aquí lo que ya hemos señalado antes: los ejércitos de Estados Unidos son ‎incapaces de librar una guerra de alta intensidad. Pueden destruir fácilmente países del Tercer ‎Mundo –después de haberlos puesto bajo embargo durante al menos 10 años– pero no están ‎preparados para enfrentarse a un ejército moderno. Sus principales aliados –Reino Unido, Francia ‎y Turquía– están en la misma situación. ‎

Por ejemplo, el 16 de febrero, la Comisión de Defensa Nacional y Fuerzas Armadas de la Asamblea ‎Nacional de Francia asistió a la presentación de un informe sobre el lastimoso estado de las ‎fuerzas militares francesas. Los diputados autores del informe observaron que, debido al estado ‎de sus aparatos, la fuerza aérea francesa no resistiría más de 5 días ante una embestida rusa. ‎Por consiguiente, todos los protagonistas deben tenerlo muy claro: la OTAN no está ‎en condiciones de enfrentarse a Rusia y a China en una guerra “de verdad”. ‎

Así que Estados Unidos no logró imponer un ambiente marcial en la conferencia de Munich. ‎Los europeos estaban más bien irritados ante las fuertes presiones de la Casa Blanca. En su ‎intervención, el canciller alemán Scholz habló con voz monocorde y evitando hacer ‎declaraciones comprometedoras. Todos los presentes en la sala sabían que –extrañamente– ‎acaba de reactivarse la investigación sobre un sórdido asunto en el que Scholz se vio implicado ‎durante su mandato como alcalde de Hamburgo. Muchos imaginan que el ahora canciller alemán ‎está sujeto a un chantaje. Y el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, fue centro de ‎todo tipo de atenciones en Munich. El hombre no paraba de pedir ayuda, probablemente más ‎para enfrentar a Washington que frente a Rusia. ‎

Conclusión provisional

Siempre es posible el estallido de un enfrentamiento en Ucrania, en Transnistria o en el Medio ‎Oriente. Pero sigue sin respuesta la pregunta inicial, planteada por Rusia el 17 de diciembre ‎de 2021: ¿Cómo pueden Estados Unidos y la OTAN adaptarse al respeto estricto del Derecho ‎Internacional y al respeto de la palabra dada?‎

Por primera vez, dos grandes medios alemanes –Der Spiegel y Die Welt– mostraron que Rusia ‎tiene razón cuando reclama que se prohíba la expansión de la OTAN hacia el este basándose en ‎la promesa hecha a los líderes soviéticos [«NATO’s Eastward Expansion: Is Vladimir Putin Right?», Der Spiegel International, Klaus Wiegrefe, 15 de ‎febrero de 2022 y «Archivfund bestätigt Sicht der Russen bei Nato-Osterweiterung», Die Welt, 18 de febrero de 2022]. ‎

Citando a un reconocido experto en ese tema –el profesor Joshua Shifrinson de la Universidad de ‎Boston–, los importantes diarios alemanes Der Spiegel y Die Welt revelaron la semana ‎pasada la existencia de un documento, con fecha del 6 de marzo de 1991, que acaba de salir de ‎los archivos secretos del Reino Unido. En ese documento, el representante de Alemania declara: ‎

«No podemos proponer a Polonia y a los demás países que se hagan miembros de ‎la OTAN.»‎

Y el representante de Estados Unidos subraya que la OTAN no va a extenderse hacia el este ‎‎«ni formal ni informalmente». ‎

Como si eso no bastara, el ex secretario alemán de Estado para la Defensa y ex vicepresidente ‎de la OSCE, Willy Wimmer, abordó la cuestión en una entrevista concedida a la televisora RT, ‎entrevista que inmediatamente se tradujo al inglés y que se difundió en Estados Unidos incluso ‎antes de transmitirse en alemán. En esa entrevista Willy Wimmer recuerda que él participó en las ‎negociaciones y declara que redactó personalmente el Protocolo adicional que prohibía la ‎presencia de tropas de la OTAN en el territorio de la antigua Alemania oriental después de la ‎reunificación alemana [«NATO did promise Moscow it wouldn’t expand, former German defense ‎official tells RT», RT, 19 ‎de febrero de 2022.]. ‎

Se plantea entonces la siguiente interrogante:
¿Por qué la administración Biden, aun sin contar ‎con el respaldo de sus aliados, sigue lanzando acusaciones contra Rusia, agravando así el peligro ‎de provocar una deflagración?‎

Es posible que la investigación iniciada en Estados Unidos por el procurador especial John ‎Durnham sobre las escuchas ilegales de la Casa Blanca venga a precipitar las cosas. Según Fox News, el procurador Durham sospecha que Hillary Clinton espió al presidente Trump en la Casa ‎Blanca, y también en su domicilio privado, interceptando y recogiendo todos sus datos de ‎navegación en internet [ «Durham Probe», Fox News.]. Esa operación de espionaje político parece haber sido organizada por el ‎entonces consejero de Hillary Clinton en política exterior, Jake Sullivan, actualmente consejero de ‎seguridad nacional del presidente Joe Biden. ‎

Los datos ilegalmente obtenidos durante esa operación fueron manipulados y ‎utilizados para montar contra Donald Trump el famoso «Rusiagate» y justificar la apertura en ‎el Congreso de un procedimiento de «impeachment» para sacarlo de la Casa Blanca antes del ‎fin de su mandato presidencial. ‎

Voces Rusas

El Ministerio de Asuntos Exteriores ruso ha comentado las críticas expresadas por el secretario general de la ONU, António Guterres, sobre la decisión del presidente Vladímir Putin de reconocer a las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk como Estados independientes.

En un comunicado publicado este miércoles, el Ministerio declaró que los argumentos escuchados sobre la violación de la soberanía y la integridad territorial de Ucrania y la necesidad de aplicar el "paquete de medidas de Minsk", respaldado por la resolución 2202 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, "están muy lejos de la realidad".

Según las autoridades rusas, hay que plantearse una pregunta lógica: "¿Dónde estaban todas estas voces durante los últimos 8 años, cuando el régimen de Kiev, que llegó al poder como resultado de un golpe de Estado, estaba llevando a cabo una operación militar de castigo contra sus ciudadanos?". El comunicado resalta: 

"Estas acciones tienen todas las características de un genocidio", añadió.

Finalmente, la Cancillería instó al secretario general y a su personal a que recuerden la resolución 2625 de 1970 de la Asamblea General de la ONU, sobre el respeto de la integridad territorial referente a los "Estados soberanos e independientes que se conduzcan de conformidad con el principio de la igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos [...], por tanto dotados de un gobierno que represente a la totalidad del pueblo perteneciente al territorio, sin distinción por motivo de raza, credo o color". El Gobierno de Ucrania "no era ni es así", destacó el comunicado.

El Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia emitió este miércoles un comunicado en el que prometió dar "una fuerte respuesta" a las sanciones anunciadas por EE.UU. contra Moscú por el reconocimiento de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk.

Desde la Cancillería rusa declararon que el nuevo paquete de restricciones llega en el marco de "los intentos continuos de Washington de cambiar el rumbo de Rusia".

"A pesar de la inutilidad obvia de los esfuerzos, realizados a lo largo de muchos años con el fin de impedir el desarrollo de nuestra economía, EE.UU. vuelve a agarrar por reflejo las herramientas restrictivas que son ineficaces y contraproducentes desde el punto de vista de los mismos intereses estadounidenses", reza la publicación.

Al mismo tiempo, destacó que la política exterior de EE.UU. ya no tiene en su arsenal más medidas, aparte del "chantaje, intimidación y amenazas", que, no obstante, no pueden contrarrestar a las potencias mundiales.

"Estamos abiertos a la diplomacia, basada en principios de respeto mutuo, igualdad y atención a los intereses de cada uno", señaló la Cancillería, al prometer dar "una respuesta fuerte, no necesariamente simétrica, pero ajustada y sensible para la parte estadounidense" a las restricciones impuestas por Washington.

(Rusia Today (RT) )

El desvelo ruso por Ucrania

La amenaza de un enfrentamiento armado entre Rusia y Ucrania involucra a la OTAN y tiene al mundo en vilo. En este ensayo, Martín Baña indaga y reflexiona sobre algunas razones históricas y geopolíticas para comprender el conflicto real entre las dos ex repúblicas soviéticas. ¿De dónde viene este desvelo ruso por Ucrania? ¿Qué ansiedades se juegan en esta disputa?

Cuando Martín Baña llegó a Rusia, y a pesar de que manejaba el idioma, se impactó al ver publicidades en cirílico. Se emocionó al ver, semidormido,  el cartel que anunciaba que estaba en el aeropuerto de Sheremetevo. La ciudad era inmensa; la temperatura era de 27° bajo cero.

Su interés en aquel país está vinculado a su interés por la historia: por cuestiones políticas. Tratar de entender el mundo, darle un sentido al presente e intentar cambiarlo radicalmente. En Rusia fue la primera revolución anticapitalista triunfante en el mundo. Para alguien como él, a quien le interesaba la política y sobre todo la política anticapitalista la experiencia rusa era algo fundamental. A pesar de que esa experiencia fracasó, o precisamente por ello, es que sigue estudiando su historia.

Martín es Profesor y Doctor en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Además de su cargo en la cátedra de Historia de Rusia de la misma universidad, a la que pertenece desde 2004, es actualmente JTP del Centro de Estudios de los Mundos Eslavos y Chinos (CEMECH), dependiente de la Escuela de Humanidades de la UNSAM.

Es investigador de CONICET.

Escribe en ANFIBIA, Revista de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM)

El relato

Andrey Gromyko es conocido en Rusia como el Patriarca de la diplomacia soviética. El mote no podría caberle mejor ya que se desempeñó como ministro de relaciones exteriores de la Unión Soviética durante 28 años –desde 1957 hasta 1985–, todo un récord para cualquier funcionario de ese calibre. Como tal, encabezó innumerables delegaciones diplomáticas y fue protagonista de los conflictos más renombrados de la Guerra Fría. En el resto del mundo, sus colegas lo apodaron maliciosamente como Míster Niet (“El señor no”), por su intransigencia a la hora de cerrar compromisos y defender las posiciones de su país. Sin embargo, como recuerda su hijo Anatoly, el diplomático supo guiarse durante toda su trayectoria por una regla de oro: “Es mejor que haya diez años de conversaciones que un día de guerra”.

La frase resuena hoy con fuerza cuando la amenaza de un conflicto armado real se posa sobre dos ex repúblicas soviéticas –Rusia y Ucrania–, involucra a la OTAN y tiene en vilo al mundo. La situación es inestable y todos los análisis que se escriban al respecto pueden cambiar en un instante. Hasta el momento, se puede remontar el (re)inicio de la crisis a noviembre de 2021, cuando el gobierno ruso desplegó más de 100.000 soldados en la frontera ucraniana (y posteriormente algunas tropas más dentro de Belarús). Esta operación fue leída por la comunidad internacional como una inminente invasión y enseguida comenzaron los intentos diplomáticos para evitar la guerra. 

Primero fueron encuentros bilaterales entre representantes de Rusia y Estados Unidos el 10 de enero en Génova, luego entre Rusia y enviados de la OTAN el 12 del mismo mes en Bruselas y, finalmente, entre Rusia y miembros de la OCSE al día siguiente en Viena. Ante la falta de acuerdo entre lo que parecía un diálogo de sordos, el viernes 14 se llevó a cabo una reunión cumbre entre el secretario de estado estadounidense Anthony Blinken y Serguey Lavrov. Allí el experimentado canciller ruso no anduvo con vueltas y solicitó formalmente que Estados Unidos garantizara por escrito el cumplimiento de los requisitos que Moscú aún considera innegociables y que fueron el disparador del conflicto: la no incorporación de Ucrania a la OTAN y el retiro de equipamiento militar de la alianza euroatlántica de los países de Europa del este. Washington se tomó casi una semana en responder y su veredicto fue negativo. Entonces se temió que el fracaso del ultimátum ruso diera lugar a lo peor.

Pero el conflicto no se desató. El 11 de febrero, Emmanuel Macron –presidente de Francia pero también de la Unión Europea– se dirigió hasta Moscú para calmar las tensiones y convencer al presidente ruso de que la invasión a Ucrania no podía ser una opción. La inmensa mesa blanca que se interpuso entre los dos mandatarios no solo sirvió para mantener la distancia física ante la negativa de Macron de someterse a una prueba PCR sino, sobre todo, para generar una ola de memes que pusieron al descubierto la imposibilidad de un acuerdo a corto plazo.

El 15 de febrero fue el turno de Olaf Scholz. Allí los resultados de las conversaciones mostraron una leve mejoría: el canciller alemán insistió en la importancia de la vía diplomática y el presidente ruso aceptó estar predispuesto a continuar con las negociaciones. Si bien es cierto que hasta ahora no se ha disparado un solo tiro y Putin ha ordenado una retirada parcial de tropas en la frontera con Ucrania, tampoco es menos verdadero que la situación podría cambiar en cuestión de minutos y que el clima es tenso, como lo demuestra el éxodo de millonarios ucranianos y el retiro del personal diplomático de la embajada estadounidense en Ucrania en las últimas semanas.

Más allá de esta coyuntura particular que simula un (nuevo) coqueteo con el fin del mundo, la escalada del enfrentamiento entre Rusia y la OTAN es una buena oportunidad para indagar y reflexionar sobre algunas razones históricas y geopolíticas de más largo alcance que escapan a las visiones dicotómicas dominantes. ¿De dónde viene este desvelo ruso por Ucrania? ¿Qué ansiedades se juegan en esta disputa? Desde que Rusia se consolidó como un territorio más o menos unificado hacia el siglo XVIII, se pensó siempre como una suerte de imperio terrestre. En ese sentido, muy pronto comprendió que debía tener algún tipo de influencia en los países limítrofes para garantizarse un cinturón que, por un lado, le brindara cierta seguridad ante posibles ataques y, por el otro, le ayudara a reforzar esa ideología imperial dentro de su población.

Los gobernantes de Rusia entendieron –y esperaron que así fuese entendido en el resto del mundo– que existe una no tan delgada línea roja que debe ser respetada como el límite para la expansión euroatlántica. En ese sentido, el país ha mostrado una notable continuidad respecto de su política exterior que excede a los sistemas que eventualmente lo gobernaron durante los últimos siglos: zarismo, comunismo, capitalismo. Dentro de esta lógica puede incluirse, por ejemplo, al famoso pacto Ribbentrop-Molotov firmado durante la Segunda Guerra Mundial que sirvió para reconfigurar las fronteras norte y central. Como sostiene el historiador Gabriel Gorodetsky, Stalin suscribió el acuerdo no tanto porque quería ganar tiempo sino porque estaba convencido de que la firma de un segundo tratado –como estaba previsto para reordenar la frontera sur– podía servirle para lograr un viejo anhelo del zarismo: acceder al río Danubio y así tener una puerta de entrada fluvial a Europa. La Operación Barbarroja, sin embargo, lo impidió.

Más cerca de nuestro tiempo, en 2008 Rusia apoyó las posiciones separatistas de Abjasia y Osetia del sur y bombardeó Georgia, quien reclamaba su pertenencia. Estados Unidos y Europa, por su parte, acompañaron al gobierno georgiano. El conflicto se resolvió a favor de la posición rusa y más tarde el entonces presidente ruso Dmitry Medvedev aprovechó para recordarle a la OTAN que debía preocuparse más por la estabilidad geopolítica mundial que por su expansión en la vieja área de influencia soviética.

Históricamente, Rusia y la Unión Soviética han tenido una posición militar defensiva. Contrariamente a la imagen de un pulpo que extiende sus tentáculos por el mundo, fueron más las provocaciones que tuvo que responder que los ataques que se decidió iniciar. Más aún, el Estado ruso nunca expandió sus ejércitos más allá de su zona de influencia y cuando así fue –quitando la incomprensible excepción de Afganistán en 1979– lo hizo por motivos precisamente defensivos: combatiendo a la invasión napoleónica en el siglo XIX y expulsando al nazismo en el siglo XX. El caso más emblemático tal vez sea el de los misiles instalados por los soviéticos en Cuba durante 1962 donde, a pesar de haber quedado como los provocadores del conflicto, en realidad estaban respondiendo a la previa instalación de misiles estadounidenses en Turquía. Con la crisis ucraniana parece reactualizarse esa lógica: un actor externo que intenta cruzar la línea roja y del cual Rusia, nuevamente, debe defenderse. Dentro de esta coyuntura, Vladímir Putin es claro y se aferra al principio de la indivisibilidad de la seguridad que reza que ningún país debe fortalecer su seguridad a expensas de otros.

El presidente ruso no es un idealista ni un nostálgico de la Unión Soviética sino un dirigente pragmático que, retomando los principios esbozados por el canciller Evgeny Primakov desde 1996, ha intentado reposicionar a Rusia como un actor de relevancia en el orden global. En ese sentido, considera que el rol del Estado debe reforzarse ya que Rusia fue próspera cuando se mantuvo unida y con un poder político centralizado. Por el contrario, el país había entrado en decadencia cuando la autoridad política central se encontraba debilitada y el territorio disgregado. Un ejemplo de ello fue el período que en Rusia se conoce como la Época de los Disturbios –entre fines del siglo XVI y comienzos del XVII y magistralmente retratado en la ópera Boris Godunov de Modest Musorgsky en el siglo XIX– y, más cerca en el tiempo, la Revolución de 1917, evento que dentro de la razón putinista interrumpió la continuidad estatal, generó una guerra civil, permitió la invasión extranjera y favoreció la disgregación del territorio.

Es dentro de esta lógica que debe entenderse la sugestiva intervención de Putin en diciembre pasado cuando, durante la conferencia de prensa anual, dijo que “Ucrania fue un invento de Lenin”. Traducción: Rusia debe impedir el debilitamiento de su Estado, mantenerse unida y conservar su territorio histórico. Dentro de esa lógica se entiende también la reincorporación de Crimea al espacio ruso en 2014, ya que es territorio vital en términos geopolíticos –ya que allí se encuentra la flota rusa del Mar Negro– y simbólicos –ya que allí fue donde el príncipe Vladímir convirtió a Rusia al cristianismo en el siglo X–.

Más allá de la irresponsabilidad que eventualmente puede mostrar el presidente Putin al desplegar tropas y recordar con tono pendenciero que “Rusia todavía tiene armas nucleares”, la actitud de la alianza euroatlántica tampoco parece ayudar a bajar la tensión. Su accionar tiene el mismo –o incluso mayor– grado de irresponsabilidad, al no saber gestionar la disolución del orden geopolítico bipolar y acumular provocaciones torpes e innecesarias que pueden desencadenar el peor enfrentamiento bélico desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Esto último es un elemento más que se debe tener en cuenta para dejar de considerar al conflicto como una actualización de la Guerra Fría: durante el siglo XX, todos los gobiernos del mundo estuvieron de acuerdo en que una posible Tercera Guerra Mundial tenía que ser evitada a toda costa. Hoy nadie está seguro de que la dirigencia global tenga ese grado de responsabilidad colectiva y que sea capaz de “dialogar durante diez años a fin de evitar un día de guerra”.

El tiempo dirá.

La prensa del Norte

Según The New York Times, Destacados funcionarios rusos del círculo íntimo del presidente Vladimir V. Putin , así como rusos de alto perfil del mundo de los medios, son los objetivos de las sanciones de la Unión Europea que se hicieron públicas el miércoles.

La lista incluye al ministro de defensa de Rusia, Sergei K. Shoigu, y Anton Vaino, jefe de gabinete de Putin.

Funcionarios de la UE dijeron que las sanciones eran un primer paso para castigar a los involucrados en el reconocimiento de las llamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk el lunes, que el bloque considera una violación de la integridad territorial de Ucrania. Prometieron penas más severas si Rusia intensifica sus hostilidades en Ucrania hasta convertirse en una invasión en toda regla.

Josep Borrell Fontelles, jefe de política exterior del bloque, escribió un tuit cáustico el martes sobre cómo afectarían las sanciones a algunas élites rusas. “No más: Compras en Milán Fiesta en Saint Tropez Diamantes en Amberes”, escribió. "Este es el primer paso." El tuit fue eliminado más tarde.

Otras dos personas destacadas en la lista fueron Maria Zakharova, directora del Departamento de Información y Prensa del Ministerio de Relaciones Exteriores, quien es la vocera del ministerio; y Margarita Simonyan, quien dirige la cadena de televisión RT.

Los principales líderes militares rusos y los altos ejecutivos del banco estatal VTB, que no figuraba en la lista, figuraron en el paquete de sanciones, al igual que otras personalidades de los medios que la Unión Europea considera "propagandistas".

Yevgeny Prigozhin, un empresario ruso con estrechos vínculos con Putin y propietario, entre otras cosas, del grupo mercenario Wagner, fue incluido en la lista de sanciones de la UE junto con varios miembros de su familia. 


Las sanciones significan que se prohibirá a las personas viajar a la Unión Europea y se congelarán sus activos, aunque la congelación de activos podría ser difícil de implementar, dada la voluntad de los sistemas bancarios europeos de ocultar la riqueza rusa en estructuras de propiedad complejas.

El paquete de sanciones, que tiene varios cientos de páginas, también incluye prohibiciones a la importación de docenas de bienes y servicios, así como una prohibición efectiva de que Rusia recaude fondos en los mercados de capital europeos a través de bonos a corto y largo plazo.

Matina Stevis-Gridneff , autora del texto, es la jefa de la oficina de Bruselas de The New York Times, que cubre la Unión Europea. Se unió a The Times después de cubrir África Oriental y anteriormente Europa para The Wall Street Journal.

Los negocios de la guerra y con la guerra

Los conflictos geopolíticos siempre generan grandes costes económicos, pero también pingües beneficios. En el caso del choque entre la OTAN y Rusia por Ucrania los costes los están soportando los países europeos, quienes están importando gas y petróleo a precios muy altos. Estos flujos monetarios acaban en los países exportadores, entre los que se ha colocado Estados Unidos, rentabilizando los elevados precios del gas, según Periodista cántabro. Especializado en economía, escribe en @elconfidencial. ( https://www.elconfidencial.com/economia/2022-02-17/negocio-guerra-eeuu-caja-gas-dispara-exportaciones_3377011/ ), más allá del negocio de las armas, de la inteligencia y de los acuerdos de defensa y asociación militar que obtiene en cada conflicto.

Es obvio que en pleno siglo XXI, en estas llamadas sociedades del conocimiento donde la información es casi instantánea, promover enfrentamientos bélicos con sus desplazamientos, hambre, violaciones, como algunas de las consecuencias de los conflictos armados y de las guerras, no tendrían lógica sino existiesen los negocios. Son una catástrofe porque provocan sufrimiento y violan los derechos humanos. Pero también son un negocio altamente rentable Además de contribuir a sostener el actual sistema capitalista y patriarcal. Es innegable que las guerras no son un fin en si mismas sino un medio, pero al mismo tiempo una industria y un “incentivo” a la innovación y a las deudas públicas por sus exorbitantes gastos en los países mas desarrollados.

La mayor parte de los conflictos armados se producen (o se provocan) por motivos económicos; extracción de petróleo y de gas, o el expolio de recursos naturales y de materias primas de las zonas en conflicto. Sin embargo, estas verdaderas razones se ocultan y se maquillan con otro tipo de causas políticamente más correctas: existencia de conflictos internos, religiosos, culturales, geográficos, políticos y militares. Todo vale para alimentar el negocio de la guerra. Un claro ejemplo es el de R.D. del Congo. Nos cuentan que lo que allí ocurre es fruto de conflictos internos, pero no podemos olvidar que ese país es muy rico en coltán, un material necesario para poder producir tecnología como móviles y ordenadores, los cuales, no de manera casual, se consumen principalmente en los países del Norte o enriquecidos.

Además, por encima de los intereses gubernamentales y políticos prevalecen los de grandes empresas como las armamentísticas (legales e ilegales), quienes sacan beneficio de estas catástrofes. Así, el poder político se doblega al económico, con la complicidad de organismos internacionales, mientras es la población civil de las zonas en conflicto quienes sufren las consecuencias. En definitiva, el gasto militar y los conflictos armados benefician a unas pocas personas, a costa del sufrimiento de muchos seres humanos.” ( Mila Dominguez, de la Coordinadora de ONG de Desarrollo de Euskadi. 14 de nov. De 2014 https://elpais.com/elpais/2014/11/11/3500_millones/1415685600_141568.html)

La acción “disuasoria” en una escalada de amenazas es en sí mismo un gran negocio para la industria militar y todo lo que ello conlleva.

El 19 de enero, EEUU envió 600 millones de dólares en armamento “defensivo”. En el año 2020 Ucrania dedicó 5.924 millones de dólares en gastos militares y Rusia 61.712. En el último año Rusia dedicó el 4,3% de su PBI y Ucrania un 4.1% del suyo.

La Unión Europea no escatima en gastos militares a favor de Ucrania. Por estos días el apoyo dado en armas “defensivas” no le va en zaga al propio EEUU.e

Pero no hay negocios sin personas y personas sin pueblos. Son lo pueblos los que deben comenzar a desalentar las escaladas y proponer formas de “negocios” menos lesivas y mas humanizadas y humanizantes. Los negocios son posibles porque existen humanos capaces de matar o dejarse matar en guerra inventando sentidos y excusas para ello.

Nadie se salva solo. Que cada quién haga su parte.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack



Comentarios

Entradas populares de este blog