Cuestión de identidad.

 

 

Polo Lugones: el sino trágico de los suicidios alrededor del "mago" de la picana

 

Ricardo Ragendorfer, Es considerado uno de los mejores cronistas del género policial en el país. Autor de libros como El otoño de los genocidas (2017) y Los doblados (2016). Además de colaborar en Nuestras Voces, escribe en el diario Tiempo Argentino, Revista Zoom y en la revista Caras y Caretas, entre otros. Escribió en Telam.

La escena era un poco vergonzosa: ese hombre, el “poeta nacional”, el orador fascista que supo anunciar la “hora de la espada”, sollozaba arrodillado, con las manos en posición de rezo, ante el presidente Hipólito Yrigoyen. Y apenas una frase brotaba, casi como un gemido, de su boca:

–Se lo suplico por el honor de la familia…  

Leopoldo Lugones intercedía así por su único hijo, también bautizado Leopoldo, a quien todos llamaban “Polo”. Aquel muchacho había cometido un desliz: violar niños internados en el Reformatorio de Olivera, del cual él había sido director durante el gobierno de Marcelo T. de Alvear. Y estaba a punto de ser condenado a diez años de cárcel.

Por entonces –a principios del otoño de 1929– su condición de perverso polimorfo era ya la comidilla de la alta sociedad porteña. Sin embargo había que reconocerle una virtud: su amor por los animales. De hecho, siendo sólo un púber el papá lo sorprendió sodomizando una gallina. La imagen fue difícil de digerir: esa criatura esmirriada, rubicunda y con ojos inyectados en sangre, retorcía el pescuezo del ave para optimizar  semejante “performance” con sus convulsiones de muerte.

Único fruto de la unión marital del escritor con Juana Agudelo, Polo vio la luz en Buenos Aires a principio de 1897. El progenitor acababa de publicar su primer libro, el poemario "Las montañas de oro", inspirado en el simbolismo francés. Y aún transitaba su etapa socialista.

Ahora, ya consagrado a los 54 años en el universo de las letras, Lugones le rogaba al Presidente la absolución de su retoño. Incómodo por la situación, el viejo líder radical accedió de mala gana.

El 6 de septiembre de 1930 Yrigoyen fue derrocado por el general José Félix Uriburu. La proclama golpista había sido redactada por Lugones. “Von Pepe” –tal como le decían al nuevo mandatario por sus simpatías germanófilas– reservaba una misión crucial para el joven Polo.


El inquisidor


A punto de cumplir 32 años, Polo era retacón, de mirada turbia y cabello ralo a la gomina.

–Gracias, general. No lo voy a defraudar –soltó con voz atiplada.
Uriburu, atrincherado en su escritorio, lo escrutaba con beneplácito.
Le había ofrecido la jefatura de la Sección de Orden Político de la Policía de la Capital. Esa designación incluía el grado de comisario inspector.
Para alguien sin formación en el oficio policíaco y con prontuario por delitos sexuales, tal cargo era como tocar el cielo con las manos.
“No lo voy a defraudar”, insistía Polo, con tono aún más agudo. El mismo que se oía en sus arengas durante los actos de la Liga Patriótica, el grupo de ultraderecha al que pertenecía desde su adolescencia.

Uriburu confiaba en él. Y sonrió.

–Tenemos mucho trabajo por delante –fue su frase al despedirlo.

Sabía de lo que hablaba. Ya había instaurado el estado de sitio y la ley marcial. Así empezó una siniestra cosecha. Sus blancos preferidos: radicales yrigoyenistas, intelectuales y obreros comunistas, anarquistas y estudiantes de la Federación Universitaria Argentina (FUA).Cientos de inmigrantes fueron expulsados del país por la Ley de Residencia. Las cárceles se abarrotaban con presos políticos y hasta hubo parodias de juicios sumarísimos con ejecuciones. En ese contexto, Polo Lugones no fue una pieza menor.


A diferencia del modelo represivo aplicado a comienzos del siglo XX por el comisario Ramón L. Falcón y también en la llamada “Semana Trágica” –basado en la utilización intensiva de tropas policiales y hordas fascistas a los fines de sofocar protestas con embates homicidas contra los manifestantes– él fue a todas luces –o sombras, en este caso– un verdugo de laboratorio.
Sabida es su fama como introductor del uso de la picana eléctrica sobre seres humanos, un adminículo hasta entonces únicamente aplicado al arreo de ganado. Una celebridad inmerecida, puesto que aquella innovación en realidad le pertenece al comisario uruguayo Luis Pardeiro, quien en 1926 ya la había puesto en práctica para agilizar confesiones.

Pero el mérito de Polo fue haber importado tal metodología a la Argentina. Lo cierto es que en lo suyo, además, puede ser tildado de “revisionista”, dado que –tras una paciente investigación histórica– ordenó reconstruir elementos de tortura quemados públicamente por disposición de la Asamblea del Año XIII. Con tales herramientas equipó una sala de interrogatorios en un sótano de la Penitenciaría Nacional, situada sobre la avenida Las Heras. Aquel fue su gabinete de trabajo. Y allí solía alternar la obtención de datos bajo tormento con trabajos de campo; o sea, allanamientos, persecuciones y cacerías callejeras.

El 27 de noviembre de 1933 su notoriedad en tales menesteres le valió una caricatura en la tapa del diario Crítica que lo mostraba como un monstruo bajo un título por demás elocuente: “El torturador Lugones”.

“¿Qué es un torturador, papi?”, le preguntó entonces la pequeña “Piri” con los ojos clavados en ese dibujo. Su hija tenía apenas ocho años.

 

El cotorro de papá


Polo se había casado en 1923 con Carmen Aguirre, de apenas 15 primaveras. Era la hija del pianista y compositor Julián Aguirre, pionero del nacionalismo folklórico. Ella tuvo dos hijas con el inquisidor: “Babú” (bautizada Carmen como ella) y "Piri" (Susana). El matrimonio tuvo sus problemas;
la personalidad psicopática del esposo y sus apetencias pedófilas resintieron la relación. De modo que el inicio de la Década Infame sorprendió a esa familia en medio de una crisis terminal. La pareja se separó poco después.

Sin embargo había algo que a Polo lo desvelaba aún más: su padre tenía una amante. Sí. El hombre que se jactaba públicamente de ser el “esposo más fiel del país” solía citarse a hurtadillas con una estudiante casi adolescente en un “cotorro” de Retiro.

Concluía la segunda década del siglo cuando ella, Emilia Cadelago, lo abordó al poeta de 54 años en la Biblioteca del Maestro, donde habitualmente él escribía, sin otro propósito que pedirle un ejemplar de Lunario sentimental para su tesis en el Instituto del Profesorado. El flechazo fue inmediato.
Prueba del carácter tortuoso de tal vínculo eran las epístolas que él solía enviarle. Una rezaba: “Mi amor en tu boca, el anhelo/ Mi amor en tu alma, el consuelo/  Mi amor sin el tuyo, la muerte”. Cabe destacar que Lugones había incurrido en la originalidad de suscribir el manuscrito con sangre y semen para así subrayar su pasión.

Aquel detalle enfureció a Polo, quien sintió un ramalazo de repulsión al obtener por sus esbirros policiales tal misiva. ¿Acaso el viejo Lugones llegó a percibir que su vástago le interceptaba la correspondencia?

La estocada final contra tal romance ocurrió al irrumpir Polo en el hogar de la familia Cadelago para amenazar a sus progenitores. Y a ella le dijo que si no abandonaba al papá lo haría encerrar en un manicomio.

Lugones pasó seis años intentando recuperar sin éxito a su amada.
Su última aparición pública fue el 18 de febrero de 1937 en el velatorio de Horacio Quiroga. El autor de "Historias de amor, locura y muerte" se había suicidado con cianuro. Lugones se paró ante el féretro para acariciar la frente al finado, y decir: “Horacio, te suicidaste como una sirvienta”.
Fue notable que Leopoldo padre se haya suicidado en una isla del Tigre exactamente el mismo día del año siguiente, ingiriendo nada menos que ¡cianuro!

Su hijo –indudable causante de ese desenlace– escribió mucho después al respecto: “Una tremenda realidad, compuesta de pena, soledad y angustia precipita al ser y despéñalo en la eternidad”. La frase forma parte del prólogo de la "Selección de verso y prosa de Leopoldo Lugones", publicada por editorial Huemul en 1971.

Lugones hijo se suicidó en noviembre de ese año. Primero quedó herido al dispararse en el cuello; luego prendió una hornalla y murió asfixiado.
Su hija Piri fue asesinada siete años después, en 1978, en la ESMA. Quizás entonces haya visto la mirada oblicua de su padre en los ojos de sus verdugos.


En el trasfondo se esconde las cuestiones de identidad.


La muerte es parte de la vida. La vida no puede ser explicada sin la muerte. En los lenguajes, lo humano dota de sentido a ambas en relación a las acciones que, individuales y sociales, pueblan los espacios entre ambas.

Somos producidos y productores de vida y de muerte por igual. El problema humano radica en el hecho de que, en la conciencia de que tenemos la cualidad diferencial de estar conscientes y en la posibilidad de la razón y la inteligencia tornar esa consciencia en acciones a favor de la muerte o a favor de la vida, que es en definitiva la verdadera batalla que subyace en todos y cada uno de los individuos y en las consciencias de los pueblos y comunidades.

Asesinar y suicidarse son dos caras de la misma moneda. Una moneda con dos caras totalmente desfiguradas en tanto carentes de identidad e imposibles de distinguir en su anverso y su reverso, precisamente porque en la consciencia y el uso (O no uso) de la razón, se pierden los sentidos y rumbos que son construcciones comunes, que dan pertenencia social a la vida individual. La vida es imposible en soledad. Por lo tanto la identidad individual, el “yo” es imposible sin un “otro” (Madre y padre, familia, Barrio, pueblo, nacionalidad …) y esta imposibilidad se manifiesta en un sin fin de conductas y formas de pensamiento/acción de los individuos situados en los territorios que habitan y parte de esa historia formada de pasado y de anhelos de futuro que constituyen la enorme diversidad de manifestaciones con las que la vida puebla el entretiempo entre el nacimiento y la muerte, ya de sus individuos, ya de sus culturas, territorios, comunidades. Una constante humana es la posición de esas identidades respecto de otras.


¿Qué es el hombre?


Este planteamiento ha marcado a la Ilustración. La metafísica, la ciencia, la moral y la política, y la misma religión remiten a la pregunta sobre el ser humano. No hay consenso sobre su identidad, ni una definición sobre su esencia, ni siquiera sobre su naturaleza. A lo largo de la historia han surgido distintas concepciones antropológicas, sin que ninguna se impusiera de forma definitiva y universal. Según la época y la cultura en la que se plantea la cuestión, así se han sucedido propuestas diferentes. El ser humano se cuestiona por sí, sin que ninguna definición le satisfaga. La demanda griega es el punto de partida para la filosofía, aunque la antropología como disciplina sólo se haya desarrollado en el siglo XX.

Las distintas antropologías son hermenéuticas del ser humano -destacando la hebrea, la griega y la cristiana- para plantear el concepto de persona y su identidad. Kant fue decisivo en la pregunta [E. Kant, Logik: Kants Werke (Akademie Textausgabe) IX, 25. También, Crítica de la razón pura,  A 805-806; B 833-834.], mientras que cada época y cultura comprende de forma diferente la identidad personal [C.H. Grave, “Mensch”: Historisches Wörterbuch der Philosophie V, Basel, 1980, 1059-1061; W. Hirsch, “Mensch. X Philosophisch”: Theologische Realenzyklopädie 22, Berlín, 1992, 567-577.]. Es decir, somos según la interpretación que hacemos de nosotros, condicionada, a su vez, por la sociedad en la que vivimos. No hay una esencia o identidad dada, sino que el hombre se comprende a sí mismo y se interpreta, definiéndose. El concepto del ser humano es cultural, acuñado por las ciencias del hombre desde el siglo XIX. Es decir, la persona es sujeto y objeto de estudio sobre sí misma, reflexiona sobre su condición y busca establecerla a partir de los distintos saberes culturales. El código cultural es el punto de partida para la reflexión filosófica y también para la teológica. Nietzsche anunció una nueva época histórica, marcada por el nihilismo epistemológico y moral, pero no veía la crisis cultural como negativa, porque abría un espacio nuevo para la creatividad. Foucault añadió que nuestra forma de pensar depende del código cultural en el que vivimos, del régimen de conocimiento al que pertenecemos [M. Foucault, Las palabras y las cosas, México, 61974,1-10.]. Apuntaron a un hecho clave para la filosofía y para la teología: el concepto humanista clásico de persona ha dejado de ser plausible y significativo. Hay una crisis de identidad que comenzó con “la muerte de Dios”, a la que ha seguido “la muerte del hombre” [“Lo que anuncia el pensamiento de Nietzsche no es tanto la muerte de Dios (…), como el final de su asesino; es la desaparición entre risas del rostro del hombre y el retorno de las máscaras”: M. Foucault, Las palabras y las cosas, México, 31971, 373-374.]. El antropocentrismo ilustrado ha desechado a Dios como referente y fundamento último, y ha entrado en crisis la concepción humanista y lo que conocemos como antropología teológica. El Dios bíblico ha dejado de ser el fundamento y se ha hundido la idea del hombre vinculada a él. (Juan Antonio Estrada Díaz, filósofo, teólogo, escritor, docente y sacerdote católico español, miembro de la Compañía de Jesús. Escribe en: https://www.almudi.org/articulos/15843-esencia-identidad-y-naturaleza-el-debate-antropologico )

El desmoronamiento del centro teocrático en la filosofía de la vida occidental en general, dio paso a un antropocentrismo individual que ha cuatro siglos de su instalación, resulta hoy agotado y expuesto en sus contradicciones, en tanto si racional, es imposible negar, excluir o minimizar el carácter gregario y social de “los humano” y de su constitución como tal en la vida.

En todo conflicto actual, en toda guerra o enfrentamiento, en toda grieta, subyace el conflicto por una identidad que ha desplazado su centralidad teocrática por otra eminentemente “Racionalista”, pero contradictoriamente individualista y competitiva, depredadora del medio ambiente y extremadamente negadora de la necesidad individual de los otros. Depresiones, angustias, iras, violencia, se explican en su trasfondo por la imperiosa necesidad de individuos y comunidades por encontrar en el otro un “Seguro” a sus propias “faltas”, “Carencias” e “inseguridades”. La incertidumbre que pretenden instalar no es tal en tanto certeza cuándo se ve como escalan con los conflictos que no permiten a “otros” ser “otros” diferentes tomando sus propias decisiones en los territorios que habitan sin verlos como peligros de “lo propio” y atemorizados porque si dejamos al “otro” ser “otro” el riesgo y el temor es a que ese “otro” destruya el “yo” y la “propia”, identidad, que queda así sumergida en un pantano en tanto distorcionada en la “defensa” o en el “ataque” a ese “otro” a quién temo en lugar de entenderlo como “otro” diferente, en la seguridad de la propia identidad que no necesita de frontera militarizadas o de rejas y encierros o de virtualidades digitalizadas o de globalizaciones que sostienen a un puñado de humanos disfrutando del esfuerzo de las mayorías en el planeta, creando identidades sin identidad en tanto sostenidas por el poder de sus posesiones y su riqueza concentrada financiarizada y monetizada de la cual tornan dependientes al resto.

(Nota al márgen: Ciertas contradicciones evidentes solo pueden ser disimuladas en las fragmentaciones impuestas en los pensamientos a la hora de pensar la realidad que acontece. ¿Si en economía se plantea la emisión monetaria sin sustento productivo, como se explican las ayudas monetarias y financieras que tanto Rusia como EEUU y la OTAN destinan a sostener sus posiciones en Ucranía y en los territorios separatistas del Este <Donetsk y Lugansk,>? Se me ocurren dos respuestas posibles. La una es que suponen que la parte que pierda la guerra tendrá que asumir los costos <Lo que tornaría imposible cualquier resolución no violenta o bélica> y/o, en tanto cualquier equilibrio de fuerza logrado que coloque a alguna de las partes en mejor posición que la otra a la hora de negociar, lo que tensaría la situación al máximo posible, si efectivamente se desea no escalar el conflicto al resto de Europa, en tanto esta perfectamente claro que el verdadero conflicto es entre OTAN-EEUU vs Rusia. La otra es que evidentemente la emisión monetaria como problema sería un invento de ciertos sectores económicos para privar a los Estados de una herramienta que puede ser utilizada para cualquier cosa y por ende riesgosa para los intereses de las élites que concentran para si la mayor capacidad y recursos financieros y monetarios. Podría haber alguna explicación mixta a estas posibilidades.)

Los negocios que subyacen en el actual conflicto europeo, de igual manera que los conflictos históricos en América Latina y el Caribe, devienen del accionar imperial de las potencias, Se lamen Rusia o Estados Unidos. Y se endilguen recíprocamente slogans de “Totalitarios” “Fascistas” “nazis o neonazis”. En estos conflictos no hay malos y buenos … hay muerte, hay sufrimiento, hay tortura y suicidio, hay ejercicio de poder y voz de amo que impiden a los pueblos constituciones identatarias que accionen en favor de la vida y no sometidos al temor y a la muerte en la imposibilidad de “Existir” >Situarse y desarrollar su propia identidad> frente a otros diferentes de modos mas humanos y humanizados, es decir reduciendo conflictos en la aceptación de lo distinto y en la confirmación de lo propio en la identidad que se define como comunidad y en la cual lo individual solo aporta positivamente.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack


Imágenes: Antonio Seguí, artista argentino y radicado en Francia desde 1963, Antonio Seguí, famoso por sus pinturas de pequeños hombrecitos con sombreros, dueño de un imaginario múltiple que supo combinar el humor, el grotesco y la simplicidad, murió este sábado a los 88 años en la Argentina, país al que regresaba cada vez que podía y que lo homenajeó por última vez en 2020 con una muestra en el Museo Nacional del Grabado.
Canoso, de bigote ancho y luminosos ojos celestes, no perdió jamás su típico acento cordobés, pese a vivir la mayor parte de su vida en el pequeño poblado de Arcueil, en las afueras de París, donde tuvo su taller de arte que sólo abandonó algunas veces al año para visitar su Villa Allende natal.
Hace más de cinco décadas que estaba radicado en París, pero Seguí no olvidaba el sol y "los pocos amigos que quedan" de su Córdoba natal, esos "tesoros" que venía a buscar cada vez que volvía a la Argentina, según confesó en febrero de hace dos años en una entrevista con Télam a propósito de la exposición con más de 60 obras que le dedicó el Museo Nacional del Grabado.


Seguí, sus trabajos y legados


Nacido el 11 de enero de 1934, viajó por el mundo, se formó como artista, y tuvo una vida bohemia recién llegado a París en el año 1963. Tuvo también una activa participación en el Mayo del 68 y fue acosado por parte de la dictadura militar argentina, al punto de haber sido ametrallado en su casa parisina.
Formado en la Academia de San Fernando de Madrid y de la Ecole des Beaux Arts de París, Seguí ha recreado a lo largo de su carrera una completa gama de arquetipos sociales, con técnicas que incluyeron el abstraccionismo matérico, una figuración de corte expresionista y algunos elementos del cómic.
La
obra madura del pintor se inicia a mediados de los `60, con su instalación definitiva en París: a partir de esta etapa aclara su paleta y se vale de recursos propios de la historieta, textos, flechas y señales yuxtapuestas.
Desde
fines de los `80, los cuadros de Seguí se explayan con tono crítico sobre la degradación de la vida en las grandes ciudades, la contaminación, el hacinamiento, y las consecuencias de la industrialización y los adelantos tecnológicos.
El artista reconocía siempre al paisaje y a las vivencias de su infancia como fuentes centrales de su obra. "En mi trabajo, el mensaje ha sido siempre las impresiones de mi infancia en Córdoba. Son producto de la memoria del niño que en algún momento fui", contó alguna vez.
Siempre distintas, las figuras masculinas de sus obras pueblan tanto el abigarrado panorama urbano como los paisajes rurales. Sus retratos de aparente sencillez y leve ironía aparecen aludiendo tanto a la alienación de las ciudades como al aislamiento de la vida en el campo.


Seguí expuso por primera vez en la Argentina en 1957 y desde entonces realizó más de 200 exposiciones individuales en los cinco continentes, representó al país en la Bienal de Venecia y ganó casi 40 premios, como el Salón Latinoamericano de Dibujo y Grabado de Caracas o el Gran Premio del Salón Internacional de La Habana.
Prolífico creador de reconocida trayectoria internacional, amigo de Rodolfo Walsh, Héctor Tizón y Copi, el artista realizó cerca de 300 exposiciones y sus cuadros están en al menos 90 colecciones públicas del mundo como el MoMa de Nueva York y el Centro Pompidou de Francia.
Además, el gobierno francés lo nombró
Caballero de la Orden de las Artes y las Letras y es miembro de la Academia Europea de Ciencias, Artes y Letras de Francia.
También fue
galardonado con prestigiosos premios como el "National Museum of Western Art", V Bienal Internacional de Estampas, Tokio, Japón; el del Salón Latinoamericano de Dibujo y Grabado de Caracas, Venezuela; el Konex de Platino (gráfica), Argentina, entre otros.
"Mi trabajo siempre está centrado en el hombre. Una escena de calle, un encuentro fortuito, el pasar frente a un mercado, ser testigo de un accidente, me sirven de pretexto que sumado a la memoria de mi infancia, a las tiras cómicas, a las caricaturas políticas de los años 30 y al humor del que nunca me pude separar por el hecho de ser cordobés, son el cimiento de lo que yo hago", dijo durante una entrevista con Télam, al desgranar los disparadores de su imaginación.
En su taller parisino, donde tenía una parrilla y se solían organizar asados y guitarreadas, lograba congregar a la comunidad artística argentina presente en Francia, como Astor Piazzolla, Atahualpa Yupanqui, y llegaron a pasar por allí, entre tantos otros Duchamp, Neruda, Alejo Carpentier, Copi, Mercedes Sosa y John William Cooke.
En
2010 donó al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (Mamba) una colección de más de cien grabados de su autoría. En 2001, ya había legado otras 330. "Siempre me interesé en todas las técnicas -reconoció en aquel entonces- y cada una de ellas, sea el grabado sobre metal, la litografía, la serigrafía, el linograbado, me brindan posibilidades a veces inesperadas para realizar mis cosas. En esta serie por ejemplo muestro varios carborandum, manera de hacer que descubrí hace no mucho tiempo".
De sus grabados -habitados por muchos personajes y elementos como edificios, aviones y animales- se desprende una gran vitalidad, delineada desde el grotesco, lo brutal y la simplicidad, siempre en clave de humor.
Pero además, Seguí fue un
apasionado coleccionista de arte precolombino y africano: de máscaras africanas y cerámicas de la Argentina, Colombia, Perú o México. Su pasión por "acumular" el arte precolombino nació durante un viaje en auto que realizó para descubrir Latinoamérica en mayo de 1957, y que lo llevó de la Argentina a México, y su traslado en 1963 a París.
Un tipo con gran sentido del humor,
en la última entrevista con Télam, había sido consultado acerca de qué extrañaba de la Argentina? a lo que respondió: "De mi ciudad natal, las empanadas, de la Argentina, el bife de chorizo `a punto`...".
"Tengo necesidad de la Argentina, por eso vengo todos los años. Necesito el sol, ir a Córdoba, ver a los pocos amigos que me quedan. Y además es una época que necesito del sol, para cargar las baterías. Necesito alejarme del frío, dada mi edad”, contó en esa oportunidad a propósito de su muestra en el Museo Nacional del Grabado. Hacía diez años que el artista no exponía en Buenos Aires, aunque sí en otras ciudades de la Argentina.
La
pandemia truncó en los últimos años varios de sus planes, como dos exposiciones en Francia, una en Grecia, otra en Miami, y una gran antológica que iba a tener lugar en 2020 en el Museo Nacional de Bellas Artes.

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