Para entender y pensar de modos propios diferentes ...

 

 

Maravillas Literarias

Alex Vicente, periodista del Diario “El País” España, redactor del suplemento cultural “Babelia” en su primer editorial del año escribe:

Hace exactamente un siglo, James Joyce, T. S. Eliot, Ludwig Wittgenstein y Virginia Woolf firmaron sus obras capitales en un mundo devastado por la guerra y la tiranía. Con ellas cambiaría el rumbo de la novela, la poesía y la filosofía modernas. Cien años después de su publicación, regresamos a ese “annus mirabilis de la cultura occidental”, como escribe Javier Rodríguez Marcos en el reportaje que ocupa la portada de nuestro primer número de 2022. El Ulises de Joyce, La tierra baldía de Eliot y la traducción del Tractatus logico-phillosophicus de Wittgenstein vieron la luz en 1922. Eran obras muy distintas, pero también tenían mucho en común. Todas surgieron después del cataclismo de la Primera Guerra Mundial, con el que termina de una vez por todas “el mundo de ayer”, que diría Stefan Zweig, y arranca simbólicamente el siglo XX. Y todas surgen de las crisis personales de sus respectivos autores y señalan un nuevo campo de batalla para las vanguardias: la fractura del lenguaje.

Por su parte, Virginia Woolf publicó ese año El cuarto de Jacob, obra que abriría camino hacia La señora Dalloway, Orlando, Al faro o Las olas, con las que las fronteras entre narrativa, lirismo y pensamiento se volvieron cada vez más borrosas. Cien años después, el legado de esas vanguardias sigue teniendo una difícil digestión y su influencia no siempre resulta evidente en un panorama literario bastante menos audaz. Pero ya advirtió Joyce que escribió su Ulises, deconstrucción semiparódica de la Odisea, con el objetivo de tener a los especialistas entretenidos durante tres siglos. Solo ha pasado uno. Quedan otros dos para llegar al tiempo de descuento.


Lawfare y resistencias.

Marianela Daraio, Tesista Facultad de Periodismo y Comunicación Social Universidad Nacional de La Plata, escribe el siguiente artículo en Actas de Periodismo y Comunicación, Vol. 7, N.º 1, octubre2021ISSN 2469-0910 | http://perio.unlp.edu.ar/ojs/index.php/actasFPyCS | Universidad Nacional de La Plata

Las guerras han mutado de tal forma que el combate cuerpo a cuerpo y la finalización del conflicto con ganadores y vencedores ya no predomina en la actualidad. Para Ana Ceceña (2014) asistimos a un espectáculo de “guerra infinita” en el que estas ya ni se declaran, ni se terminan. El objetivo no es, única o necesariamente, hacerse de un territorio o recurso específico, sino mantener a las naciones en un estado bélico permanente, persiguiendo lo que la autora llama dominación de espectro completo: un modo de proceder, en diversos ámbitos, que avanza sobre toda forma de otredad, de resistencia y de autodeterminación de los pueblos.

Históricamente, América Latina ha sido escenario de los experimentos de Estados Unidos en su búsqueda de nuevas estrategias de dominio. Ya sea mediante la planificación y financiamiento de golpes militares, como a través de las condiciones usurarias de los préstamos de los organismos internacionales.

Para Beinstein (2013), el giro progresista de principios de siglo, con su vocación emancipatoria y autonomista, significó una grave afrenta para los defensores de los intereses del capital financiero, que vieron amenazada su hegemonía indiscutida durante los gobiernos neoliberales (p.12-14). Las guerras contemporáneas -de cuarta y quinta generación-(“Mientras, las corporaciones mediáticas hegemónicas desarrollan sus estrategias, tácticas y ofensivas en nuevos campos de batalla donde se pelea con nuevas armas, donde la realidad no importa, en lo que quizá ya ni se trata de la guerra de cuarta generación, la que ataca a la percepción y sentimientos, y no al raciocinio, sino a una guerra de quinta generación, donde los ataques son masivos e inmediatos por parte de megaempresas trasnacionales, que venden sus “productos” (como el espionaje) a los Estados” (Aharonian, 2018)), descansan sobre estrategias no militares: políticas, diplomáticas, mediáticas, humanitarias, tecnológicas, entreotras.

En nuestra región asistimos, desde hace casi dos décadas, al despliegue de golpes blandos cuya punta de lanza es el mecanismo que conocemos como lawfare. Se trata de la utilización de recursos judiciales -en particular, causas por corrupción -para la persecución, encarcelamiento y proscripción de líderes y militantes políticos del campo popular. El ex presidente de Brasil, Lula da Silva, afirma en el prólogo de Bienvenidos al lawfare que se trata de “...el uso del Poder Judicial, especialmente enlo que respecta a la ley penal, para interferir en la política” (2020, p.13). El objetivo que se persigue es la muerte legal y política del adversario, que es todo aquel que intente profundizar o instaurar políticas contra la desigualdad. Como afirma Atilio Borón en el epílogo del mismo tomo: “Es el derecho desfigurado para producir la muerte civil de los enemigos del imperio y del neoliberalismo” (2020, p.164).Este fenómeno jurídico-político requiere, para alcanzar su cometido, no solo de la anuencia de miembros del Poder Judicial, sino de todo un aparato de medios de comunicación que operen en favor de estos intereses y que sirvan a su invisibilización. Elisa Ghea plantea en El método del lawfare para la persecución de Cristinaque “desde siempre el poder hegemónico y dominante, el verdadero poder, ese que no se ve pero que se siente (...) se las ha ingeniado para ser invisible a los ojos de los oprimidos” (2019, p.85) Es en este sentido que el lawfare, en tanto mecanismo que sirve a los fines e intereses del neocolonialismo y neoliberalismo sobre Latinoamérica, tiene como una de sus condiciones de existencia el silencio y el desconocimiento de su naturaleza y accionar. La aparición de un tipo de discurso político, que busca explicitar este mecanismo e instalar la discusión sobre el lawfare en la opinión pública, es una nueva forma de la resistencia de los líderes y lideresas perseguidos, a la vez que la manifestación de una disputa en torno al significante justicia.

El discurso político "en tanto persuasivo(...) aspira a mucho más que la transmisión de información, aspira a su transformación” (Arias, 2017; 176).

Por ello, este tipo de discursos sobre el lawfare, que de alguna manera incorporan una función pedagógica, configuran una adaptación de las tácticas de lucha y resistencia a las nuevas modalidades de golpes blandos.

En primer lugar, como dijimos más arriba, con el objetivo de hacer visibles los intereses espurios de un sector de la política nacional que responde a demandas de grupos de poder foráneos.

En segundo lugar, poniendo en tensión un discurso con alta legitimidad y consenso en la opinión pública: el discurso jurídico. Desde hace algunos años, asistimos al cuestionamiento del discurso mediático a través de la discusión, en el espacio público, sobre los intereses de los dueños de los medios de comunicación. Entendemos que, en este caso, se trabaja en el mismo sentido con la corporación judicial, haciendo visible el andamiaje de poder e intereses económicos y políticos que subyacen a las decisiones tomadas desde este sector.

En tercer lugar, y como resultado de los factores citados anteriormente, este tipo de discursos, que intervienen en lo social generando una serie de cadenas equivalenciales (Este proceso de articulación no solo incluye demandas existentes, sino que genera nuevas. Siguiendo con la analogía y tomando el caso de Argentina, a partir del 2008 comienzan a darse una serie de debates e intercambios respecto al rol de los medios de comunicación que derivará en el 2013 en la Ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual.

Consideramos que en el caso del lawfare no solo se pretende advertir a las mayorías sobre los mecanismos de persecución judiciales, sino que de alguna forma estos discursos preparan el terreno para la discusión en torno a la reforma judicial.),dan cuenta de la disputa hegemónica que emprenden lospopulismos latinoamericanos a partir de lo que conocemos como giro a la derecha.

Consideramos que es fundamental poder recuperar la dimensión de resistencia que subyace a los discursos previamente mencionados. Tenemos la intención de hacer visible la fuerza vital de los proyectos nacionales y populares, que muchas veces queda en un segundo plano ante la urgencia de denunciar los intentos sistemáticos de dominación neocolonial.

A la vez, entendemos que se inscribe en una larga tradición de trabajos producidos con los valores de equidad, igualdad, verdad y justicia que caracterizan a la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. La producción de conocimiento al servicio de los proyectos populares, desde y para América Latina, debe ser un horizonte para la construcción colectiva de una academia que, sin pretensiones de neutralidad, esté comprometida con los acontecimientos de su tiempo y al servicio de la emancipación de los pueblos.

Inflación 2022

Escribe el periodista especializado en economía Alfredo Zaiat en página 12

La economía argentina convive con tasas de inflación de dos dígitos desde hace catorce años en forma consecutiva. El rango de 20 a 25 por ciento anual del ciclo político del kirchnerismo saltó al 50 por ciento anual durante la gestión de la alianza macrista-radical, que potenció la inercia inflacionaria por los descalabros cambiarios y de endeudamiento público en esos cuatro años.

El gobierno de Alberto Fernández contuvo la tasa de inflación en ese nivel elevadísimo pese a las presiones locales e internacionales a un alza aún mayor. Lo pudo hacer al desplegar una batería de medidas: 

1. El cuasi congelamiento de tarifas de servicios públicos y combustibles.

2. El escaso dinamismo en la recuperación del salario y las jubilaciones.

3. El ajuste del tipo de cambio oficial por debajo de la evolución del IPC.

4. Acuerdos de precios con sectores clave de la canasta de consumo de los hogares.

El objetivo oficial de inflación 2022 es 33 por ciento, de acuerdo al Presupuesto bloqueado por la oposición. Es una cifra que rápidamente fue casi duplicada por la mayoría de las proyecciones de economistas del establishment, del mismo modo que lo habían hecho a comienzos de 2021, lanzando así la batalla política de construcción de expectativas, que el Gobierno evidentemente perdió. Habrá que ver cuál será el resultado en este año.

Cuáles fueron los impulsores inflacionarios del exterior

Es una tarea compleja la que le espera al equipo económico puesto que en este nuevo año se relajará cada uno de esos factores que actuaron para evitar una mayor espiralización de precios.

A estas condiciones locales de por sí complicadas, con los tradicionales motores de transmisión de aumentos de precios, en estos dos años de pandemia se sumaron factores externos:

* Fuerte suba de los precios de las materias primas de exportación, lo que impactó en los precios locales de alimentos.

* Incremento de la demanda china de carne vacuna, alterando el funcionamiento del mercado doméstico.

* Aumento de los precios internacionales de insumos intermedios (aluminio, acero, papel, plásticos, entre otros) que presionaron sobre los costos internos.

* Alza del precio de la energía.

* Problemas en la cadena global de suministros (producción, transporte y logística) por las distorsiones derivadas de la pandemia: primero fue el freno productivo global y luego fue la apertura con rápida recomposición de stocks, lo que generó alteraciones en la oferta y demanda de bienes.

Un elemento relativamente favorable en un escenario complejo se encuentra en que estos impulsores externos al alza de la inflación no influirían en la tasa de 2022. No lo harían porque ya se concretaron: no subirían todavía más los precios de las materias primas –y si lo hacen es en el margen- y se ha empezado a normalizar la cadena global de suministros.

Qué piensa de la inflación el Banco Central

En el último día hábil del año, el Banco Central difundió el documento "Objetivos y planes respecto del desarrollo de las políticas monetaria, cambiaria, financiera y crediticia para el año 2022". El texto de 16 páginas analiza qué pasó en el 2021, lo que espera que pase en el año que comienza y cuáles serán los principales ejes de gestión de la entidad bajo la conducción de Migue Pesce. De este completo informe se rescata qué piensa el Banco Central sobre la inflación.

Explica que la inflación global se aceleró, y de manera más marcada en los países en desarrollo, que los precios internacionales de las materias primas se ubicaron en torno a sus máximos de los últimos diez años y que, en ese contexto, las bancas centrales de los países en desarrollo reaccionaron con marcadas subas de las tasas de interés de referencia, mientras que las de países avanzados comenzaron a retirar sus estímulos monetarios cuantitativos y a dar señales de subas de tasas en un horizonte próximo.

La evaluación que hace acerca del recorrido de la tasa de inflación local en el año que terminó es la siguiente:

* La inflación minorista se mantuvo en un valor elevado durante el año, en 3,4 por ciento promedio mensual.

* La evolución de los precios no fue homogénea a lo largo del año: tuvo una aceleración de los registros interanuales hasta mediados de año y una desaceleración en el margen en la segunda parte del año.

* Sobre una elevada inercia inflacionaria se sumaron, con mayor intensidad a la esperada, algunos factores transitorios. Entre ellos se destacan:

   1. La incidencia de los precios internacionales, inicialmente de los productos primarios y últimamente más vinculados a los precios de la energía y al costo de las manufacturas globales.

   2. Las restricciones de oferta en algunos productos.

   3. La recomposición observada de los márgenes de comercialización en ciertos sectores.

   4. El reacomodamiento de precios relativos de los servicios privados ante la reapertura de actividades en un contexto de mejora en la situación epidemiológica.

* A esto se sumó la mayor volatilidad financiera asociada al proceso electoral, que se reflejó en expectativas de devaluación más elevadas en el último cuatrimestre del año.

El escenario 2022

El Banco Central estima condiciones financieras internacionales menos favorables que en los años previos. Dice que la dinámica inflacionaria global y las respuestas de política económica que vienen implementando los diferentes gobiernos de países desarrollados y emergentes plantean un escenario que podría contemplar una ralentización del crecimiento global, mayores costos de financiamiento externo y menores precios internacionales de las materias primas, en particular los vinculados a las exportaciones del país.

Advierte que no pueden descartarse eventuales correcciones en los mercados financieros internacionales, ante las dispares evoluciones de la economía real frente a los elevados precios de los activos financieros, en un entorno de altos niveles de endeudamiento público y privado.

Espera que a lo largo de 2022 cedan los factores transitorios que presionaron sobre el nivel general de precios y que la inflación retome un sendero de desaceleración gradual.

El dólar, el FMI y la inflación

El reporte menciona una variable clave vinculada a los precios: el dólar. Señala que "la estabilización del tipo de cambio real en su nivel actual, el cual preserva la competitividad externa de la economía, y la calibración de las tasas de interés de manera de garantizar una mayor disponibilidad de instrumentos de ahorro que permitan a los argentinos obtener rendimientos acordes con la evolución de la inflación y del tipo de cambio, contribuirán a estabilizar las expectativas cambiarias, favoreciendo al proceso de desinflación".

Para agregar que esa política se sumará "a los esfuerzos del Gobierno Nacional por coordinar precios y salarios a través de la política de ingresos, con el fin de morigerar la elevada inercia inflacionaria".

Concluye que un pronto acuerdo con el FMI, para resolver las cuantiosas obligaciones que se concentran en 2022 y 2023 (amortizaciones por 17.900 y 19.000 millones de dólares, respectivamente) derivadas del préstamo stand-by que tomó la administración anterior, "ayudará a mejorar las expectativas de aquellos actores que condicionan su visión acerca de la sostenibilidad del sector externo al resultado de dicha negociación, contribuyendo a contener las presiones cambiarias y las expectativas de inflación".

Inflación importada

La importancia que el Banco Central le otorga a los impulsos inflacionarios internacionales, factores casi ignorados por la legión de economistas del establishment, exige ampliar la mirada para identificar cómo se desarrolla este debate en los países desarrollados.

En Project Syndicate se publicaron varios artículos sobre una inflación global en persistente aumento: en noviembre pasado, Estados Unidos anotó 6,8 por ciento interanual, Alemania 5,2 por ciento, Reino Unido 5,1 por ciento, España 6,7 por ciento. En la región, Brasil registró 11,0 por ciento. 


 

Es obvio que esas variaciones son pequeñas en comparación con la muy elevada tasa de inflación argentina, pero la preocupación en esos países es que esos registros parten de un nivel muy bajo y los actuales representan alzas que más que duplican los previos.

Algunas ideas desarrolladas en ese portal por un grupo de economistas destacados se rescatan para tener una comprensión amplia del fenómeno global de la inflación y cómo puede llegar a influir en la economía doméstica.

-Nouriel Roubini, profesor emérito de economía de la Stern School of Business de la Universidad de Nueva York y ex economista senior para asuntos internacionales en el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca durante la Administración Clinton, escribió "La inminente crisis de la deuda estanflacionaria".

Dice que las políticas monetarias y fiscales extremadamente expansivas, cuando se combinan con una serie de shocks negativos de oferta, como las desplegadas en 2020/2021, "podrían resultar en una estanflación al estilo de la década de 1970 (alta inflación junto con una recesión)".

Advierte como peligro el alza de los coeficientes de endeudamiento, que son más elevados que en los '70, junto a los problemas de oferta, lo que va conformando "un escenario para la madre de las crisis de deuda estanflacionarias en los próximos años".

Con una visión bastante pesimista, Roubini afirma que las políticas monetarias y fiscales laxas continuarán alimentando burbujas de activos y crédito, lo que provocará un choque de trenes en cámara lenta. Asegura que, en algún momento, este auge culminará en un "episodio Minsky" (una pérdida repentina de confianza), y las políticas monetarias más estrictas desencadenarán quiebras y el posterior colapso. Para concluir: "La estanflación de la década de 1970 pronto se encontrará con la crisis de la deuda del período posterior a 2008. La pregunta no es si ocurrirá, sino cuándo".

-Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía y profesor universitario en la Universidad de Columbia, escribió "La pista falsa de la inflación".

Afirma que nunca antes se había experimentado una recesión inducida por una pandemia con una recesión del sector de servicios desproporcionadamente pronunciada, aumentos sin precedentes en la desigualdad y tasas de ahorro vertiginosas. Asegura que gran parte de la presión inflacionaria actual se debe a los cuellos de botella por el lado de la oferta a corto plazo, que son inevitables cuando se reinicia una economía que se ha cerrado temporalmente.

Stiglitz tiene una mirada diferente a Roubini, al señalar que "ahora que se ha interrumpido el proceso normal, habrá contratiempos, que se traducirán en aumentos de precio para uno u otro producto". Pero asegura que no hay razón para creer que estos movimientos alimentarán persistentes expectativas de inflación.

Sentencia que, en lugar de entrar en pánico por la inflación, "deberíamos preocuparnos por lo que sucederá con la demanda agregada cuando se agoten los fondos proporcionados por los paquetes de ayuda fiscal. Muchos de los que se encuentran en la parte inferior de la pirámide de distribución de ingresos y riqueza han acumulado grandes deudas".

-Kenneth Rogoff, profesor de Economía y Políticas Públicas en la Universidad de Harvard y economista jefe del Fondo Monetario Internacional de 2001 a 2003, publicó "¿De vuelta a los setenta?".

Ofrece una interesante semejanza al indicar que con la desastrosa salida de Estados Unidos de Afganistán, los paralelos entre la década de 2020 y la de 1970 siguen creciendo (derrota de Estados Unidos en Vietnam). ¿Se ha vuelto mucho más probable un período sostenido de alta inflación?, se pregunta.

Para responder: "Muchos economistas parecen ver la inflación como un problema puramente tecnocrático, y a la mayoría de los banqueros centrales les gustaría creer eso. De hecho, las raíces de la inflación sostenida provienen principalmente de problemas de economía política".

Recuerda que la economía global sufrió un shock masivo de oferta en la década de 1970, cuando los países de Oriente Medio subieron el precio del petróleo que impactaron en el resto de las economías con alza de la tasa de inflación. En la actualidad, el proteccionismo y los problemas en las cadenas globales de suministro constituyen un shock de oferta negativo similar.

Rogoff define que "la humillante derrota de Estados Unidos en Afganistán es un gran paso hacia la recreación de la misma tormenta perfecta que condujo a un crecimiento lento y una inflación muy alta en la década de 1970". Para concluir que "hace unas semanas, un poco de inflación parecía un problema manejable. Ahora, los riesgos son mayores".

-Paul Krugman, premio Nobel de Economía y profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton, escribió en su cuenta de Twitter una respuesta a un artículo publicado en The Guardian de Isabella Weber, profesora asistente de Economía en la Universidad de Massachusetts Amherst, quien propone un estricto control de precios para enfrentar las actuales tensiones inflacionarias. 

Weber aconseja que los controles permitirían ganar tiempo para hacer frente a los cuellos de botella que continuarán mientras persista la pandemia. Dice que "un factor crítico que está impulsando los precios al alza sigue siendo en gran parte pasado por alto en los análisis convencionales: un muy fuerte aumento de las ganancias" de las corporaciones. Afirma entonces que los controles de precios estratégicos podrían contribuir a la estabilidad monetaria y advierte que es alto el costo de esperar a que desaparezca la inflación sin hacer nada.

Krugman le contestó: "No soy un fanático del libre mercado. Los controles de precios 'muy' ocasionalmente tienen su utilidad: durante la guerra, cuando el racionamiento es desenfrenado". Indica que hay un argumento posible para que los controles temporales rompan una espiral de precios y salarios en economías débiles (no la menciona, pero puede suponerse que la argentina ingresa en esa categoría), "aunque hacer que funcione es tan difícil que sería una estrategia de último recurso". 

Para apuntar que "no tenemos (se refiere a Estados Unidos) una economía débil. Tenemos inflación porque tenemos una economía en auge, con cadenas de suministros que tienen problemas para mantenerse al día con el auge del consumo de bienes. Y no hay indicios de una espiral de precios y salarios. Creo, probablemente, quizás, espero, que la inflación disminuirá a medida que la demanda se vuelva menos sesgada y las cadenas de suministros se ajusten. Los controles de precios arruinarían ese ajuste. No todas las malas ideas vienen de la derecha".

Debate global

La inflación es un nudo central de la economía argentina desde hace décadas, y ahora también es un problema que inquieta a otros países después de unos 40 años de niveles bajísimos en la economía mundial.

El panorama local es evidentemente mucho más complicado y no hay consenso acerca de cómo abordarlo con éxito más allá de que se trata de un fenómeno multicausal. Pero el debate que hoy existe en el mundo, con posiciones divergentes, exhibe que es una cuestión bastante compleja sin respuestas ni recetas excluyentes.

¿Nuevamente el Patrón Oro?

Artículo publicado en el medio oficial de Rusia para el mundo de habla catellana “Rusia Today” RT.

Durante la última década, los bancos centrales han aumentado sus reservas del metal precioso en más de 4.500 toneladas.


Los bancos centrales de todo el mundo están aumentando el oro que tienen en sus reservas, elevando el total en 2021 a un máximo de 31 años, según analistas consultados por el periódico japonés Nikkei Asia.

Durante la última década, los bancos centrales han aumentado sus reservas del metal precioso en más de 4.500 toneladas, de acuerdo con los datos del World Gold Council, organización internacional de investigación de la industria del oro. En septiembre, las reservas sumaban unas 36.000 toneladas, la mayor cantidad desde 1990 y un 15 % más que una década antes.

La tenencia de oro comenzó a aumentar en torno al año 2009. Hasta entonces, los bancos centrales y otras instituciones públicas solían venderlo para aumentar la tenencia de activos denominados en dólares estadounidenses. Dado que EE.UU. disfrutó de una economía boyante en la década de 1990 como única superpotencia tras el fin de la Guerra Fría, los beneficios generados por los activos denominados en dólares resultaban atractivos para otros países, explican los expertos.

La crisis financiera de 2008 y el alejamiento del dólar

Sin embargo, los especialistas señalan que el valor del dólar frente al oro ha caído bruscamente en la última década, ya que la relajación monetaria a gran escala ha seguido impulsando la oferta de la moneda estadounidense. Aunque la junta de la Reserva Federal de EE.UU. (Fed) ha dejado claro que va a poner fin a su política de dinero fácil y ha proyectado que empezará a subir los tipos de interés en 2022, múltiples bancos centrales, sobre todo en las economías emergentes, siguen apostando por el oro, lo que refleja la preocupación mundial por el régimen monetario basado en el dólar. Así, en los primeros nueve meses de 2021, Tailandia compró unas 90 toneladas del metal precioso, India 70 toneladas y Brasil 60 toneladas.

La crisis financiera mundial de 2008 provocó una salida de fondos incluso de la deuda pública del país norteamericano, lo que provocó una caída del valor de los activos denominados en dólares. La confianza en estos activos "se tambaleó", apuntó el analista de mercados Itsuo Toyoshima. 

Tras la crisis, los tipos de interés a largo plazo en EE.UU. bajaron como consecuencia de la relajación monetaria a gran escala, lo que hizo menos ventajosa la tenencia continua de activos denominados en la divisa estadounidense. Los bancos centrales de las economías emergentes con escasa solidez crediticia empezaron a "proteger sus activos con oro", explicó Koichiro Kamei, analista financiero y de metales preciosos.

La presencia del dólar en las reservas de divisas está disminuyendo, en contraste con el crecimiento del oro. En el 2020, la proporción de divisas del dólar cayó a su nivel más bajo en un cuarto de siglo.

Una mirada somera al mundo del fin de año

Sergio Rodríguez Gelfenstein es Consultor y analista internacional venezolano, graduado en Relaciones Internacionales de la Universidad Central de Venezuela, Mención Magna Cum Laude, y Magíster en Relaciones Internacionales de la misma casa de estudios. Escribe desde Chile, donde reside actualmente.

El cierre del año 2021 muestra una situación de extrema tensión en Ucrania motivada en la necesidad de Estados Unidos de alimentar conflictos que le permitan ocultar su precaria situación interna.

Tanto en el este de Europa como en el mar meridional de China la agresividad extrema de un Occidente que pierde protagonismo frente a China y Rusia ponen nuevamente al mundo al borde de una guerra que virtualmente tendría dimensiones incalculables sobre todo porque se está hablando de potencias nucleares cuyos voceros no han escatimado en anunciar que en caso de conflicto bélico recurrirán a ese tipo de armas.


 

Solo la responsabilidad de los estadistas podría evitar que se llegue a esta situación. El pasado 14 de diciembre los presidentes Vladimir Putin de Rusia y Xi Jinping de China sostuvieron una conversación telefónica en la que establecieron nuevos parámetros para una alianza estratégica que se transforma en el principal instrumento con que cuenta la humanidad para garantizar la paz, enfrentar exitosamente la pandemia y avanzar hacia el desarrollo en un mundo sustentable.

Sin embargo, la difícil situación interna de Estados Unidos que el presidente Biden no ha podido enfrentar con éxito, conspiran con el espíritu pacifista de la mayor parte de la humanidad. El fracaso de Biden en el manejo de la crisis migratoria, su incapacidad para generar los consensos necesarios que le permitan dar respuesta a la crisis económica y la ineficacia de las medidas anti pandemia, han conducido a una caída estrepitosa de la popularidad del presidente con todas las repercusiones que tal situación conlleva, cuando en noviembre de 2022 se realizarán las elecciones de medio término que podrían llevar al fin del control de los demócratas de la Cámara de Representantes y de la paridad existente en el Senado, que no obstante no han permitido una actividad parlamentaria que apoye la gestión de la Casa Blanca.

Una derrota de los demócratas –que la mayoría de los analistas estadounidenses ya está augurando-, profundizará la crisis de gobernabilidad del país.

En ese contexto, el escenario internacional es el espacio en el cual Washington cimenta sus posibilidades de mantener la hegemonía global, habida cuenta que el sistema capitalista imperante no ofrece soluciones para enfrentar y derrotar la crisis. Contrario a lo que se puede suponer, una mirada somera al planeta aporta evidencias suficientes para apuntalar esta idea.

En la confrontación con China que Washington planteó desde comienzos de siglo y que el presidente Trump escaló hasta niveles indecibles, el retroceso en materia tecnológica, científica, militar, económica, financiera y en el ámbito de salud para enfrentar la pandemia, es más que notorio. Mientras China muestra éxitos sucesivos en estos aspectos, Estados Unidos se debate en continuos problemas que no puede resolver. Otro tanto ocurre con Rusia, sobre todo en materia militar y diplomática.

En esta medida, como la fuerza ya no le alcanza para sostener amenazas creíbles ante países y pueblos que se resisten, los líderes estadounidenses esbozan una retórica militarista y agresiva que pretende mantener los niveles de conflicto necesario para que las ventas de armas nutran su debilitada economía.

La firme respuesta del presidente Putin y del general Serguéi Shoigú, ministro de defensa de Rusia ante las provocadoras acciones de Estados Unidos y la OTAN en la frontera occidental de su país, dan cuenta de la voluntad de Rusia de resistir por cualquier vía una agresión que intentara Occidente para sacudirse de sus propios fantasmas.

En este escenario, Europa dejó de ser un actor autónomo. Aunque algunos de sus líderes hacen denodados esfuerzos para constituirse en un bloque con iniciativa propia e independencia para pensar y actuar, sus élites decidieron desdibujarse de forma definitiva para subordinarse desembozadamente a Estados Unidos, jugando el vergonzoso papel de cabrona en esta película de terror.

Suponer que el pueblo y el ejército que derrotó a Napoleón en el siglo XIX y a Hitler en el XX, pueda ser vencido por un casi demente Biden en el XXI no deja de ser una quimera irrealizable, sobre todo cuando se conoce el deplorable estado en que se encuentran sus fuerzas armadas. Es de esperar que tal como ha venido ocurriendo en tiempos recientes, si se llegara a un conflicto bélico, Estados Unidos sacrificará a sus “aliados” europeos para que ellos hagan la guerra que Washington no puede, para la que además, seguramente recurrirá también al concurso de mercenarios y soldados de fortuna que ya han comenzado a concentrar en Ucrania como lo denunció el general Shoigú hace unos días.

Es de tal dimensión la orfandad de liderazgo de Estados Unidos que la Casa Blanca organizó una payasesca “Cumbre por la Democracia” con la que pretendía relanzar a Biden como líder mundial, convocando para ello a amigos y aduladores ante su incapacidad real de ejercer tal liderazgo a pesar de una retórica de fuerza que suena hueca y descontextualizada provocando el rubor y la desconfianza incluso de los militares y el Pentágono que continuamente deben “aterrizar” al ocupante de la Casa Blanca respecto de la realidad circundante, sobre todo en términos estratégicos.

En Asia, la errática política de Washington de buscar aliados contra China se topa con los ostensibles avances de los mecanismos de cooperación e integración en materia económica y financiera, de infraestructura y de seguridad impulsados por China que tiene en el Cinturón y la Ruta de la Seda su expresión más alta.

Al contrario, las iniciativas implementadas por Estados Unidos se circunscriben casi exclusivamente al ámbito militar.

A pesar de las controversias en el mar meridional de China que se encuentran en el terreno de las negociaciones, Washington no ha logrado consolidar un bloque amplio y numeroso que supere la paulatina proyección que la Organización de Cooperación de Shanghái liderada por China y Rusia ofrece a sus miembros en materia de seguridad y convivencia pacífica.

No obstante, el apoyo de Estados Unidos a la independencia de Taiwán y su creciente presencia militar en aguas cercanas a China generan una situación de tensión que preocupan a toda la humanidad. Pero, salvo la subordinación de Japón y Australia, Washington no tiene mucho que mostrar en esta región.

En África, la situación es extrema. Estados Unidos y sobre todo la OTAN (en la que Francia ha tenido una participación principal) sólo ha ofrecido militarización y guerra sin brindar alternativas reales para combatir la marginación, el hambre y la pobreza, además en los dos últimos años no ha entregado -a pesar de las promesas-una ayuda real para luchar contra la pandemia. Los vínculos progresivos entre China y África conceden -por el contrario- opciones positivas para resolver los grandes problemas que el continente ha heredado de siglos de colonialismo depredador.

Por otra parte, 2021 ha sido testigo de la colosal derrota de Estados Unidos y la OTAN en Afganistán y su vergonzosa huída de ese país. De igual forma deberá salir más temprano que tarde de Irak y de Siria ante la repulsa por sus ilegales acciones en esos países donde son rechazados por los pueblos, los gobiernos y los parlamentos.

La configuración de su presencia en la región sustentada en su alianza con Israel y Arabia Saudí que actúan como portaviones en la aplicación de su política, hace aguas ante el paulatino aumento del prestigio de Irán, que no ha podido ser derrotado ni destruido y que se ha transformado en el eje articulador de la resistencia anti sionista, anti imperialista y anti colonialista.

La insostenible guerra saudí contra Yemen es expresión de la crisis de una monarquía desprestigiada que solo se sostiene por el apoyo que le da Occidente avalando violaciones a derechos humanos y evitando emitir opinión –como sí lo hace en otros países- ante la inexistencia de las normas más elementales de funcionamiento democrático. De continuar la guerra, Arabia Saudí firmará su acta de defunción como actor relevante en la región.

En este contexto, la gran reserva que aún conserva Estados Unidos y que forma parte del mantenimiento de su estabilidad estratégica es el control de América Latina y el Caribe a la que sigue considerado su patio trasero. Sin embargo, tras un lustro de éxitos iniciados en 2015 con la derrota del peronismo en Argentina, la destitución de Dilma Rousseff y la prisión de Lula en Brasil, la traición de Lenin Moreno en Ecuador, el golpe de Estado contra Evo Morales en Bolivia, la pérdida del gobierno del Frente Amplio en Uruguay, entre otras acciones, en el último año se ha venido manifestando una nueva correlación de fuerzas en la región que se ha visto sustentada en la resistencia de Cuba, Nicaragua y Venezuela, el regreso al poder del MAS en Bolivia y del peronismo en Argentina y sobre todo la victoria de la izquierda que llevó a Andrés Manuel López Obrador en México señalando un camino distinto al que Estados Unidos planeaba para la región.

Durante este año, los sandinistas se confirmaron en el gobierno de Nicaragua mientras que candidatos progresistas triunfaron en Honduras, Perú y Santa Lucía, al mismo tiempo que Barbados se desprendió de la subordinación poscolonial de Gran Bretaña, transformándose en república y designando a Sandra Mason como su primera presidenta.

Estos cambios provocaron entre otras situaciones importantes para la región, la revitalización -bajo impulso de México y del presidente López Obrador- de la Celac como órgano abarcador de la necesidad integracionista de la región. Este proceso, por sí mismo, entra en contradicción con la impronta intervencionista de la OEA que este año mostró franco retroceso en cuanto a su protagonismo.

De igual manera, el Grupo de Lima, creado para legitimar el derrocamiento del presidente Maduro ha entrado en proceso de enfermedad terminal que augura pronta muerte natural si es que ya no se ha firmado formalmente un acta de defunción que Canadá intenta evitar actuando como desvergonzada súbdita de Estados Unidos.

La situación más triste y lamentable en la región es la que vive Haití sometido por dos siglos a la venganza colonial de Europa y a la depredación imperial de Estados Unidos. El asesinato de su presidente y la incapacidad gubernamental por encontrar vías de superación para los múltiples desastres naturales y políticos que lo aquejan son expresión de una situación en la que se muestra con total desparpajo la brutalidad del capitalismo y la procacidad de las élites políticas del continente que se hacen de la vista gorda ante la terrible situación de un país hermano, cuna de la libertad y la independencia en la región.

El año 2022 estará marcado por elecciones presidenciales en Colombia, Costa Rica y Brasil. Sobre todo estas últimas tendrán influencia transcendente en toda la región y en el mundo. Un eventual triunfo de Lula, colocará en 2023, por primera vez en la historia a los dos grandes de la región: México y Brasil.

Ambos en sintonía de intereses que indudablemente confluirán a favor de una integración latinoamericana y caribeña que no será del agrado de Washington y que pondrá a la región en condición de ser un actor relevante en el sistema internacional en el corto plazo, con posibilidades de proyección futura si los pueblos son capaces de sostener y profundizar la tendencia que ha señalado la ruta de la independencia, la soberanía y la cooperación para buscar soluciones a los problemas comunes que aquejan a todos.

(Nota publicada en International Press Agency (Pressenza). El artículo fue escrito originalmente para la publicación chilena “La Pluma”)

Esos hilos que nos unen.

América Latina y el Caribe, esta región del planeta tan diversa y tan parecida, en tanto la globalización occidental que se produjo como consecuencia de la acumulación de riquezas que Europa concreto en su etapa colonial (Feudal), sustrayendo nuestras riquezas e imponiendo condiciones que con avances y retrocesos vienen formateando las posibilidades de los Estados que fueron surgiendo al calor de las independencias norteamericanas y las ideas de la revolución humanitaria de Francia, vinculados con la libertad de mercado y el surgimiento de la democracia como forma de gobernanza y que inicia los procesos de industrialización, la caída del feudalismo y un proceso de convergencias para terminar de delinear lo que hoy conocemos como Euoropa, primero liderada por Gran Bretaña y hoy por EEUU y Alemania, aunque Gran Bretaña sigue teniendo su peso específico, ahora apartada de la comunidad “Brexit” mediante.

El Patriarcado, colonial, Capitalista, neoliberal es hoy el “legado” mas logrado de un “totalitarismo” en casi todos los ámbitos de la vida de los pueblos que confronta con las formas propias, antiguas y presentes que pugnan por generar otras cosas diferentes mas congruentes y coherentes con lo que vivimos y deberíamos pensar. Parte de ese Patriarcado, colonial, capitalista y neoliberal impregna precisamente las formas en que nos miramos y miramos al mundo, toda vez que casi sin advertirlo, lo hacemos desde sus modelos mentales, políticos y éticos, su “Cristianismo importado” que lucha contra toda “herejía” que lo reinterpreta en la “religiosidad popular”, mezclando a las formas impuestas con otras formas anteriores provenientes de una religiosidad a dioses olvidados de los pueblos originarios o a formas mas humanas que las comunidades fueron encontrando al encontrar en los textos bíblicos, esas contradicciones entre las interpretaciones impuestas por los poderes religiosos, militares y de las élites sociales y la que ellos mismos se atrevían a hacer a la luz de sus sufrimientos, padecimientos y experiencias como víctimas. La “teología de la liberación” surge en estos sentidos de la experiencia popular que reconvierte la lectura del poder en un Cristianismo de base, de pueblo. 

Del mismo modo en lo político y en lo económico, en un principio importando la “guerra fria” entre izquierdas y derechas y “comunistas”vs. “Capitalistas” y hoy reconvirtiendo esas tensiones en otras nuevas mas nuestras, a las que despectivamente intentan asociar con el fascismo europeo, al tildar de “populistas” en sentido despectivo. Iniciativas Nacionales, Populares y que retoman las sendas de la historia común que nos ánima y que alimentaban los sueños de nuestros líderes (San Martín, o’Higgins, Bolivar, Artigas y tantos que dieron sus vidas y lideraron las independencias y las ideas de pensar libremente las conformaciones de sociedades libres en los territorios que se iban liberando, al menos políticamente y en esos inicios, militarmente, de las potencias coloniales europeas), pero en una contextualización diferente, multipolar. Una geopolítica pluripotencial que nos tenga como región con una impronta y una identidad que nos sea propia a pesar de las élites y de las clases alienadas que juegan para el poder del capital concentrado aún y a pesar de sus conciencias.

Las luchas no son sencillas. Es que hoy se debate mas en el terreno de la subjetividad y el pensamiento. Una nueva-vieja manera de pensar y pensarnos es a partir de esa realidad de la que surgimos como pueblos y naciones, como Estados soberanos en los títulos de los papeles que firmaron los padres fundadores en las Constituciones de los Estados latinoamericanos y caribeños desde el Rió Grande hasta La Antartida, ese Patriarcado, colonial, capitalista, neoliberal, debe ser la idea organizadora en torno a la cúal, nuestros problemas se comprenden como “adopciones” y entonces se nos hace imprescindible construir identidades propias que convergan en una unidad continental para interactuar desde eso que somos, fuimos y decidimos ser, como pueblos diversos con una historia común de vasallaje y violencia sufrida que no estamos dispuestos a tolerar mas y que exigiremos de todas las formas menos violentas posibles, sean respetadas en un concierto global que muestra signos de agotamientos a estas formas que producen la mayoría de los males que hoy padecemos los humanos y los pueblos en el planeta.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack

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