Decolonizar mentes y comunicaciones

 


Decolonizar las mentes

El problema con las herramientas para encontrar algún punto de reflexión y análisis que sea genuinamente propio se impone como idea un tanto imposible, en tanto, esa pretendida propiedad en términos de identidad, no puede menos que albergar la diversidad de las constituciones que nos han formado como latinoamericanos y caribeños, al sur del Río Bravo, tanto en la conformación de las subjetividades en el pensamiento, como de la realidad económica, social, política, ética, religiosa, que hoy expresan eso que somos (O no somos) en la realidad. Eso que, por imposición, hemos asumido como caricatura del “nosotros” y que por tanto debe y merece que revisemos, pero ya no en el intento de descubrir o encontrar un “nosotros” perdido en el tiempo o que “hemos dejado de ser”, cosa que además sería históricamente falso, porque es falso negar el carácter de mestizaje migratorio de nuestras composiciones, tanto como los diversos caracteres de las diversidades culturales que habitaron y habitan, poblaron y pueblan estas “nuestras tierras americanas” desde el Río Bravo a la Antartida.

De hecho, muchos de los que aportan a estos intentos por re-definirnos como latinoamericanos y caribeños, no son precisamente ni nacidos, ni descendientes originarios. Es mas, utilizan las herramientas provenientes del marxismo dialéctico (Muy valiosas por cierto precisamente para detectar como la globalización impacta produciendo una universalización homogénica y totalitaria, contraria a las propias ideas democráticas que sostienen en los discursos), pero que al mismo tiempo no puede evitar transferir las cargas de las tensiones europeas de posguerra que produjeron los escenarios posteriores de la “guerra fría” que oponían “marxismos” y “socialismos comunistas” a las “democracias” y los “Liberalismos capitalistas”.

Decolonizar o descolonizar no significa borrar de la historia el impacto de las invasiones que se inician con los viajes de Cristoforo Colombo, o Christophorus Columbus, castellanizado como Cristobal Colón en la experiencia de escolarización, sino estudiar e investigar sus verdaderos efectos en esa espectacular experiencia que significo los choques civilizatorios entre los Imperios Coloniales de Europa y la Civilizaciones que habitaban estas tierras.

Decolonizar las comunicaciones

Francisco Sierra Caballero, Oriundo de la localidad de Gobernador, en los montes orientales de Granada (Andalucía, España), se desempeña como académico con más de veinte años de trayectoria, radicado desde 1993 en México. Desde 1989 se ha dedicado a investigar y promover el pensamiento latinoamericano en la academia, actualmente como investigador adscrito al Instituto Andaluz de Investigación en Comunicación y Cultura (INACOM). En la Hispalense, es titular de la cátedra de Teoría de la Comunicación desde 1997, dirigiendo el Grupo Interdisciplinario de Estudios en Comunicación, Política y Cambio Social de la Junta de Andalucía (SEJ456).

A lo largo de mi trayectoria académica ha dirigido distintos proyectos de I+D para la Comisión EuropeaCAPESCNPqCONACYTCOLCIENCIAS y el Plan Nacional de Investigación y Desarrollo de España. En la actualidad, está a cargo de la Sección de Comunicación y Cultura de la Fundación de Investigaciones Marxistas, desde donde planteamos abrir un proceso de discusión que permita contribuir al desarrollo de los nuevos procesos históricos que vive la academia, así como al estudio y consideración de las iniciativas y luchas democratizadoras  en materia de comunicación y cultura.

Escribe: Comunicología y descolonización.Una lectura histórica para nuevas mediaciones en la era digitalFrancisco Sierra CaballeroTram[p]as de la Comunicación y la Cultura, dossier temático, e053, 2021ISSN 2314-274X|https://doi.org/10.24215/2314274xe053http://perio.unlp.edu.ar/ojs/index.php/trampasFPyCS| Universidad Nacional de La PlataLa Plata | Buenos Aires | Argentina

Advertía Pierre Bourdieu que un problema común en ciencias sociales es la excesiva distancia o, por el contrario, el exceso de proximidad. En tiempos de la complicidad sumisa, de una ciencia complaciente con la lógica del valor o, en general, oportunista –una suerte de renuncia o de resignación propia del neopositivismo y la investigación administrativa–, aproximarnos a un clásico que movió los cimientos del orden instituido de la mediación social es más una necesidad que una obligación moral o un deber ético, si, por norma, como se presupone a toda actividad científica, hemos de comprender el mundo que habitamos. Esta exigencia es hoy objeto de cuestionamiento, pese a que no hay mediación cognitiva consistente que no presuponga la reflexividad. 

Pensar la práctica teórica no es otra cosa, en fin, que garantizar la validez y el alcance de las respuestas formulando preguntas que aborden el núcleo central de la reproducción social, conscientes de los límites, de la posición de observación y del marco histórico que ancla toda enunciación. Solo así podemos cumplir el precepto marxiano de liberarnos completamente de las posiciones de sujeción que se despliegan en nuestra contemporaneidad en forma de redes de captura de sentido, eludiendo analizar, relacionalmente, la estructura de poder en la que estamos insertos. Por ello, es tan importante hoy volver a la historia y, en forma de contrapunto, revisitar procesos, luchas y debates que puedan ayudarnos a transformar la cuarta revolución industrial democratizando el capitalismo de plataformas. Hoy que el campo simbólico es atravesado por la guerra cultural en medio de la crisis terminal del capitalismo conviene formular una lectura, en este sentido, de las luchas que fueron para concluir algunas lecciones de utilidad para el presente-futuro. Sabemos que el trabajo de Dorfman y Mattelart, en el seno de los debates político-culturales que generaba la «vía chilena al socialismo», sintetizaba la perspectiva teórico-metodológica con la que los autores abordaban la lectura ideológica de las historietas de Disney con la idea de sentar las bases para abordar la crítica del papel de la comunicación de masas en lo que se llamaba la «batalla ideológica». Puesto que, conceptualmente, ideología y cultura formaban parte del mismo campo social de la mediación simbólica, esta batalla se concebía como parte del proyecto histórico de transformación de la vida cotidiana. Desde este punto de vista, Schmucler expresaba su recelo hacia –escribía–una «izquierda mostrenca desanimada» que postergaba toda iniciativa concreta en el plano cultural en nombre de otras prioridades como la transformación de la economía o del aparato de Estado. 

En el editorial del número uno de la revista Comunicación y Cultura, el objetivo quedaba meridianamente claro: abrir un proceso de articulación para la liberación delos pueblos de América Latina. A partir de esta lucha, no exenta de contradicciones, debían emerger los gérmenes de una nueva teoría y una nueva práctica de la comunicación que, como razonara Hugo Assmann a propósito del papel de la ciencia en esta disputa, se construyera con un nuevo modo social de producir la vida hasta aspectos más íntimos de la cotidianeidad del hombre. En este marco político de lucha por la emancipación contra el imperialismo cultural hay que situar, en el contexto chileno, publicaciones como Agresión desde el espacio o La industria cultural no es una industria ligera(Casa de las Américas, La Habana, 1973) y artículos como el que publica el número uno de la revista Comunicación y Cultura sobre contrarrevolución cultural y la penetración ideológica en la educación de series pedagógicas como Barrio Sésamo, promovidas por la UNESCO y la Fundación Ford. Como ha analizado en detalle Mariano Zarowsky, no es exagerado leer el prólogo de Schmucler como una carta de presentación de la colección Comunicación de Masa en siglo XXI. Encontramos allí una idea sugerente y paradojal respecto de la función que imaginaba para el libro de Dorfman y Mattelart, pero también, como observa Zarowsky, más allá, para todo libro en cuanto artefacto cultural. Su éxito [anotaba siguiendo el planteo de los propios autores] [...] estará logrado cuando, negándose a sí mismo como objeto, pueda ayudar a una práctica social que lo borre, reescribiéndolo en una estructura distinta que ofrezca al hombre otra concepción de su relación con el mundo (Schmucler, en Dorfman & Mattelart, 1978, p.8). 

Esta apelación a la acción del lector, de quien se esperaba reescribiera el libro bajo nuevas coordenadas, era afín a las ideas de un movimiento de vanguardia que entonces y en distintos campos –crítica literaria, novela, plástica y con intensidad en el cine–aspiraban a poner en cuestión la relación tradicional entre autores y público a partir de una concepción transformada de las formas pero también de los propios soportes materiales de expresión y circulación de las obras(Zarowsky, 2020, p.90). El objetivo, como sabemos, fue alcanzado en parte. Ya para 1974 se había llegado ala doceava edición. Entre 1972 y 1973, nuevos títulos siguieron la estela del éxito del volumen de Dorfman y de Mattelart incorporando autores como Octavio Getino, Fernando Solanas e incluso antologías de Lenin sobre el problema de la ideología. «La colección se desplegaba así a toda marcha en un período intenso y vertiginoso de la vida política argentina y latinoamericana»(Zarowsky, 2020, p.91).En el contenido de La ideología de la dominación en una sociedad dependientepero sobre todo en la serie de reseñas e intercambios publicados [...]se puede seguir la afinidad entre las posiciones teóricas de Mattelart y Schmucler tanto como la génesis de una red de colaboración transnacional que conectaba grupos académicos y formaciones culturales, proyectando la circulación de textos, autores y perspectivas hacia un espacio de alcance latinoamericano. La actividad editorialista de Schmucler, de Los Libros a Signos y luego Siglo XXI, funcionaba (en este sentido) como polo de atracción e irradiación (Zarowsky, 2019, p.24).

(…) Decía Debord que la era de la visibilidad y del espectáculo es la era no de la transparencia sino del secreto. En palabras de Zizek, cuando más alienada, espontánea y transparente es nuestra experiencia, más se ve regulada y controlada por la invisible red de agencias estatales y grandes compañías que signan sus prioridades secretas. El empeño por gestionar la opinión pública no es, sin embargo, reciente. Ya el padre de los estudios de opinión pública en Estados Unidos, Walter Lippmann, calificaba como «lamentable proceso de democratización de la guerra y de la paz»la participación ciudadana, a través de la prensa y el debate público,en los asuntos de interés general que conciernen a la organización del Estado y su política exterior, por lo que, naturalmente, había que procurar fabricar el consentimiento, impedir la mediatización pública por el vulgo en los asuntos estratégicos que deben definir las élites. La llamada guerra contra el terrorismo se basa en este principio y proyecta, en el mismo sentido, un modelo de mediación informativa opaco y concentrado que ha permitido desplegar en las intervenciones contra los llamados «enemigos de la democracia y la paz universales»diversas estrategias de terror planificado. La que hoy denominamos Sociedad de la Informaciónamplifica, de hecho, los dispositivos de poder y normalización de la comunicación como dominio. Por ello, de acuerdo con Zizek, Assange representa una nueva práctica de comunismo que democratiza la información.Lo público solo se salvará por la épica de los héroes de la civilización tecnológica. Assange, Manning, Snowdenson, como sentencia Zizek, «casos ejemplares de la nueva ética que corresponde a nuestra época digital». 

Como espía del pueblo, la autonegación de Assange es la épica del héroe que socava la lógica del secreto para afirmar la publicidad por razones geopolíticas y de derechos. Sobre todo del derecho a tener derechos frente al discurso cínico de la Casa Blanca que Wikileaks revela deconstruyendo, punto a punto, documento a documento, la vergüenza de un orden social arbitrario. Quienes hemos participado en la campaña internacional por la libertad del fundador de Wikileaks sabemos que en esta lucha nos jugamos el futuro de la democracia y los derechos humanos. En la era de la videogilancia global, la defensa de Assange es la protección de todos contra la NSA y la clase estabilizadora del aparato político de terror que trabaja al servicio del muro de Wall Street. Con frecuencia, sin embargo, los discursos que defienden el papel de la revolución digital en nuestras democracias como una aportación positiva al desarrollo del espacio público más que contribuir al progreso ocultan muchos de los problemas que para nuestra democracia plantea el reto de transformación de los medios digitales. Periodistas, politólogos y responsables públicos coinciden, en este punto, en resaltar, generalmente, el papel revitalizante que la cibercultura tiene hoy para la participación y acceso al espacio público y la gobernabilidad. Pero en todos los casos, estos pronunciamientos y discursos eluden pensar las lógicas y contradictorias formas de integración entre Medios Digitales y Sistema Político. 

Al hablar de Comunicación y Democracia la inercia común es comenzar reproduciendo, en la galaxia Internet, ideas recurrentes que resultan, por obvias, inoperantes, al incidir, como es el caso de la telefonía móvil, en cuestiones coyunturales, tecnológicas, o insignificantes, de puro vanguardismo tecnológico, carente de criterio, sin capacidad de generación de debate público, ni proposición de enmienda del actual estado de falta de control y déficit democrático que afecta a nuestras instituciones de gobierno y de representación, si hablamos del desarrollo y configuración de la red telemática. 

Entre la opinión pública, se ha instalado, de hecho, como resultado de décadas de intensivo proceso de privatización de las telecomunicaciones, que todo lo relativo a los medios digitales es una opción de consumo, y no un ámbito de derechos y obligaciones. Los datos de la UNESCO resultan, a este respecto, aleccionadores. Décadas de privatización del espectro radioeléctrico y de la red no solo han agravado las diferencias entre países, regiones y ciudadanos, sino que, además, se han profundizado las desigualdades y desequilibrios en nuestras sociedades, excluyendo sectores vulnerables como mujeres, jóvenes, inmigrantes y minorías étnicas a recursos estratégicos que el mercado no provee en condiciones aceptables. Las redes tecnológicas y de información pueden, sin duda, llegar a todos los rincones del planeta y potencialmente ser accesibles para todos. 

Pero, ¿qué tipo de cultura, y sociedad estamos construyendo al amparo de los designios de la inexistente mano invisible del mercado que margina y jerarquiza desde los dispositivos, calidad y formas de acceso y consumo culturales? ¿Esposible la democracia en un espacio público al servicio de intereses privados y en manos de unos cuantos actores globales? En otras palabras, ¿es deseable un sistema cultural dependiente de nuevos medios de extensión tecnológica del conocimiento sin control democrático ni fiscalización social? 

La respuesta parece obvia. Cuando hablamos de democracia, acceso y participación ciudadana en los nuevos medios digitales cabría recordar que la apertura de las redes es limitada y tiene lugar en un proceso de intensiva concentración de poder por el que el sector público es paulatinamente desplazado para convertirse en proveedora de recursos económicos a las corporaciones transnacionales según el principio de privatización de los beneficios y socialización de las pérdidas. Una modalidad esta que reedita, en la era prometida del acceso con Internet a la cultura, el principio despótico de todo por el pueblo, pero sin el pueblo, ahora además a costa de su dinero, en menoscabo de todo principio racional de igualdad, justicia y proporcionalidad en el diseño del nuevo espacio de captura autoritaria de nuestras democracias. Y es que, en realidad, la ausencia de control democrático sobre los nuevos medios digitales y la imparable privatización de la comunicación y la cultura representa –como explicara Schiller en la gloriosa década neoliberal–una reasignación de recursos de toda la economía y del conjunto de la población a las grandes corporaciones, prevaleciendo el principio del mercado, y más exactamente la desigual distribución de poder y de información pública en la toma de decisiones. Por ello, pensar la democracia en la era Internet, es algo más que acceder al consumo y la información en red, significa cuando menos discutir públicamente:

El papel de los poderes públicos en el diseño, distribución y consumo de los nuevos canales tecnológicos.

La extensión del dominio público y la defensa de la información y el conocimiento como bienes comunes frente a la imposición del derecho de propiedad intelectual.

El principio de pluralismo y la regulación de contenidos y estructura de propiedad de los sistemas hiperconcentrados que hoy se imponen en la Sociedad Global de la Información.

Y la defensa del código abierto para el desarrollo industrial, autónomo y equilibrado de la red Internet.

De otro modo, por más que se extienda comercialmente el consumo de Internet y se haga realidad el principio de Servicio Universal, no es posible hablar, en verdad, de un renacimiento y cualificación de nuestras democracias si no se asumen, en la práctica, tales preceptos. Por ello, al fin de vislumbrar alternativas democráticas y modelos emergentes de resistencia social en la aplicación de los derechos de acceso libre y abierto a la información y al conocimiento, a la ciencia, a la cultura, al software y hardware libres, a las TIC, la conectividad y accesibilidad, y distintos recursos educativos orientadas al desarrollo de los bienes comunes (el procomún) y saberes ancestrales, las lecciones de lo vivido desde la crítica a la industria Disney al Informe McBride admite nuevas lecturas y deben siempre ser recordadas. Toda una oportunidad que ha de ayudarnos a seguir proyectando utopías de futuro sin olvidar la historia de este proceso para evitar repetir nuevos capítulos sobre la democratización de la comunicación ahora en forma de farsa o sainete. Somos conscientes, en palabras de M ́Bow, que la alternativa sigue siendo Socialismo o Barbarie: «una sola alternativa: hacer los cambios indispensables entre el desorden y la guerra, o de manera concertada y pacífica»(M ́Bow, 1980). Se lo debemos a quienes como Ariel Dorfman y Armand Mattelart nos antecedieron en su empeño por mostrar el montaje cultural del ratón Mickey.

Hemos de honrar con la virtud del compromiso intelectual la obra de quienes tanto lucharon por la utopía. Porque fueron somos y porque somos y tenemos memoria, seremos. Es la gran lección del viejo topo. Toca pues volver a los frentes culturales. No otra función intelectual es más perentoria que ampliar los espacios de esperanza, articulando compromiso, reflexividad crítica y militancia para una Comunicología como Ciencia de lo Común. Aquí y Ahora.

Una Mirada allende los mares …

Aunque provenientes del mismo territorio Nacional, sin embargo, las ubicaciones mentales y las posiciones desde donde realizan sus análisis difieren bastante. Al reciente texto de Francisco Sierra Caballero, compartimos este otro de Jerónimo Ríos Sierra, profesor asociado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid y autor de Breve historia del conflicto armado en Colombia (La Catarata, 2017), publicado en el medio “esglobal

Qué esperar de América Latina en 2022

El año 2021 ha sido de recomposición tras el durísimo impacto que ha supuesto, y supone, la pandemia para el continente latinoamericano. La precariedad de la dimensión social del Estado quedó al descubierto con la llegada del coronavirus, haciendo de muchos países de la región, como Brasil, México, Colombia, Perú o Ecuador, algunos de los escenarios de mayor mortalidad y contagio per cápita del mundo. La polaridad ideológica, el paulatino viraje hacia un posible segundo ciclo progresista, la marcada influencia de China en la agenda regional –principal garante del acceso a la vacunación contra la Covid-19– y la necesidad de replantear sus estrategias por parte de Estados Unidos o la Unión Europea son algunas de las cuestiones que han destacado en 2021 y que van a tener continuidad durante 2022.

El año 2020 fue el de mayor desplome económico en más de un siglo, con una reducción del PIB regional en casi el 8%, y que se acompañó de un incremento de la pobreza en un 7%. Esto hizo que casi cuatro de cada 10 habitantes del continente se hallen actualmente en situación de vulnerabilidad. Sin embargo, las cifras a lo largo de 2021 fueron distintas. Este año va a cerrar con un crecimiento superior al 6%, lo que supera en dos puntos las expectativas iniciales. Además, está previsto que en 2022 esta tendencia tenga continuidad, como prevén la CEPAL o el Banco Mundial, y que fijan la tasa de crecimiento del próximo año en un 3%. En todo caso, se trataría de una cifra muy por debajo de la aparentemente necesaria para la recomposición de un escenario fuertemente debilitado por la pandemia.


En el plano regional la prioridad para 2022 pasa por promover nuevos estímulos con respecto a una inversión pública y privada que está bajo mínimos, por debajo del 18% del PIB. Asimismo, los reducidos niveles de productividad y la ausencia de propuestas de diversificación económica se encuentran, en parte, matizados, por el auge de las commodities. Es decir, existe un balón de oxígeno en el actual precio del petróleo, si bien puede ser ilusorio, en tanto que, de un lado, las previsiones a corto plazo son a la baja –74 dólares el barril 2022 y 65 dólares en 2023–, y por otro lado promueven la reprimarización económica. De otro lado, a nivel interno, son tan irresolutos como estructurales los precarios cimientos de un sistema altamente afectado por la elevada inequidad, la escasa presión fiscal, la creciente informalidad y la precaria institucionalidad.

Asimismo, en 2022, algunos Estados aún deberán priorizar en su agenda la ampliación de la cobertura de vacunación, pues Bolivia, Paraguay, Honduras, Venezuela o Guatemala no han completado la pauta de la mitad de su población, y otros como Colombia, México o Perú apenas se encuentran sobre esos márgenes. Indudablemente, es un caldo de cultivo idóneo para sentimientos como la desafección política, el descontento ciudadano o la violencia permanente, especialmente significativa para con niños, jóvenes, mujeres o minorías étnicas y que arroja algunos de los peores registros a escala mundial.


En lo que respecta a la arquitectura regional el continente latinoamericano lleva sumido desde hace varios años en una crisis de identidad. Si bien el ciclo progresista de la primera década del siglo XXI consiguió impulsar interesantes escenarios de concertación regional, como la CELAC, o de cooperación intergubernamental, como UNASUR, con el paso de los años estas propuestas o bien han caído en el ostracismo, o bien han lastrado las carencias del pasado. Es decir, la desconfianza regional, la falta de liderazgos, el escepticismo hacia lo supranacional, además de la proliferación de proyectos integradores o la ideologización de la política exterior sobre la región, la cual es fuertemente oscilatoria, han sido evidentes. No obstante, 2022 puede suponer un potencial punto de inflexión. El hecho de que en Argentina, Bolivia o México, o más recientemente Perú, hayan llegado gobiernos progresistas permite la posibilidad de relanzar, con las lecciones aprendidas del pasado, algunas iniciativas o posibilidades de cooperación, más allá de liberalizar agendas económicas y comerciales. Igualmente, hay tres procesos electorales que, potencialmente,pueden marcar las posibilidades de cambio: Chile, Brasil y Colombia.

El primero acaba de producirse con motivo de la segunda vuelta de los comicios presidenciales chilenos. Éstos han tenido lugar en un marco de altísima confrontación, entre el candidato de la ultraderecha y dirigente del Partido Republicano, José Antonio Kast, y el progresista y líder de Convergencia Social, Gabriel Boric. Este último ha sido quien finalmente se ha impuesto en las elecciones, con un margen de más de 10 puntos porcentuales. En un escenario de polaridad extensible a buena parte de la región, Kast se presentó como la versión chilena de Jair Bolsonaro –con una retórica violenta, machista, ultracatólica, fuertemente sostenida en la mentira y la necesidad de la seguridad y el orden. Por su parte, el nuevo presidente Boric supo problematizar y politizar el significado de las movilizaciones sostenidas durante el mandato del saliente Sebastián Piñera. Sobre todo, en lo que tiene que ver con mayor presión y progresividad fiscal, así como el fortalecimiento de la dimensión más social del Estado. A pesar de la paridad de fuerzas de la primera vuelta, la victoria de Boric se desarrolla en consonancia con los tiempos geopolíticos de la región y, dadas las circunstancias, como ya pasó con Bachelet en el pasado, bien puede suponer un punto de inflexión desde el que mitigar el marcado unilateralismo pragmático que tanto ha caracterizado a la política exterior chilena respecto de la región.

El segundo acontecimiento electoral clave de 2022 va a tener lugar en Colombia. En marzo de 2022 serán las elecciones legislativas, mientras que, entre mayo y junio de 2022 tendrán lugar las presidenciales. En esta ocasión el uribismo no tiene, a priori, ninguna posibilidad de continuismo. Primero, porque Iván Duque, legalmente, no puede presentarse a la reelección y, segundo, porque su partido se encuentra bajo mínimos históricos de favorabilidad. La firma del Acuerdo de Paz con las FARC-EP, en noviembre de 2016, abrió un espacio político muy importante para la izquierda, e hizo gravitar los ejes de la confrontación partidista más allá del binomio paz/guerra. Esto ya pudo observarse en 2018, cuando el progresismo obtuvo el mejor resultado de su historia, superando los ocho millones de votos. En esta ocasión, la presidencia colombiana parece que se disputará entre el Pacto Histórico Nacional, que es una confluencia de partidos de izquierda, que encabeza Gustavo Petro; y la llamada como Coalición Centro Esperanza, entre el centro-izquierda y el centro-derecha, cuyo candidato será elegido en marzo de 2022 –aunque todas las opciones apuntan al también excandidato presidencial, Sergio Fajardo. Cualquiera de los dos espacios políticos comparte la necesidad de fortalecer al Estado a través de políticas públicas más eficaces, con un mayor acento social, y sobre la base de un mayor gasto público. Además, una eventual victoria de Petro podría reposicionar a Colombia en un tablero latinoamericano en donde, como sucede con Chile, ha primado la posición unilateral y la desconfianza hacia la arquitectura regional.

En cualquier caso, las elecciones que más impacto geopolítico van a tener sobre el continente serán las de octubre de 2022, en Brasil. Son tres los nombres de partida que están llamados a la disputa. El primero, el actual presidente, Jair Bolsonaro. Su pésima gestión de la crisis pandémica ha lastrado muy notablemente su popularidad. Los indicadores sociales y económicos durante su gobierno se han visto fuertemente afectados y, conocedor de su difícil situación política, recientemente ha optado por abandonar el discurso de la antipolítica y concurrir bajo las siglas del tradicional Partido Liberal, a la vez que impulsa iniciativas de erradicación de la pobreza, como Auxilio Brasil, inspiradas en las Bolsas Familia que creó el Partido de los Trabajadores. Aun con todo, a Bolsonaro le quita importantes respaldos la candidatura del ex juez a cargo del caso de corrupción Lava Jato, Sergio Moro. Una figura más refinada y contenida en su exposición pública, pero que igualmente parte de planteamientos marcadamente conservadores, apegados a la idea de fortalecimiento del orden y la seguridad. Además, su campaña parte de dos acontecimientos tan notorios como que fue quien encarceló a Lula da Silva y quien, igualmente, renunció a seguir siendo parte del gobierno de Bolsonaro. Sea como fuere, todas las encuestas apunta hoy en día a que el expresidente Lula volverá a ocupar el puesto de mandatario en el Palacio de Planalto. La erradicación de 40 millones de pobres bajo su mandato y el fortalecimiento de la democracia brasileña debe sumarse a una agenda regional, y global fuertemente inspirada en la cooperación, el multilateralismo y la transparencia. Su llegada, además de suponer un giro de 180º en la política interna, ad extra impulsaría la arquitectura regional, más allá de Mercosur, influyendo también en diálogo con Estados Unidos y la Unión Europea.

Estos dos actores tienen en 2022 la posibilidad de avanzar en un marco de transformación de las relaciones geopolíticas que, si bien ha sido verbalizado por la Casa Blanca y por Bruselas, por el momento apenas ha sido abordado. Indudablemente, si Washington no quiere seguir perdiendo influencia en su otro patio trasero es necesario replantear la esencia del diálogo interamericano. Cada vez hay más dudas de que la OEA, tal y como está concebida, sea el escenario idóneo para ello. Desde la primera presidencia de Barack Obama ha sido patente su pérdida relativa de poder. La posición de confrontación asumida durante los cuatro años de Donald Trump y el papel intervencionista asumido durante el golpe de estado a Evo Morales en Bolivia, en noviembre de 2019, abrieron una ventana de oportunidad política que no ha sido aprovechada por la Unión Europea. Sus prioridades siguen ancladas en otras partes del mundo que no son el hemisferio occidental, como recientemente, de manera autocrítica, ha reconocido el mismo Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Cooperación, Josep Borrell. Empero, parece muy difícil que vaya a haber un cambio en la agenda de prioridades, tal y como se puso de manifiesto en la reciente cumbre CELAC-UE, en julio de 2021. A tal efecto, las relaciones económicas a través de los Acuerdos de Asociación Estratégica –como sucede con el Sistema de Integración Centroamericana o con Colombia y Perú– tendrán en 2022 la consumación de un nuevo reto: conseguir la ratificación del Acuerdo entre la Unión Europea y Mercosur. Un Acuerdo sobre el que se viene trabajando desde mayo de 2010, pero que sigue alimentando importantes resistencias. Lo anterior, de acuerdo con el profesor José Antonio Sanahuja, tanto entre los Estados europeos de la coalición agrícola y ganadera –liderados por Francia–, como por parte de los verdes representados en el Parlamento Europeo –a tenor de la política medioambiental que propone el Acuerdo– o de los gobiernos de Uruguay o Brasil –en donde, incluso, Jair Bolsonaro hace las veces de perfecto saboteador.

Dentro de este escenario de incertidumbres, una certeza será la que tenga que ver con China. Su comercio apenas se vio afectado en la región por la llegada del coronavirus –como sí sucedió a Europa o EE UU, con restricciones comerciales próximas al 30%. El gigante asiático es el primer o segundo socio comercial en todos los Estados de la región y su intercambio comercial supera ampliamente los 300.000 millones de dólares, acompañados de una inversión extranjera que supera los 200.000 millones. Especialmente, en un marco de recuperación global como el actual, América Latina provee materias primas a muy bajo coste, a cambio de un posicionamiento notable de la industria de bienes y servicios gracias a un elevado ritmo de industrialización. Muy posiblemente, en 2022 habrá continuidad con lo acontecido este año, de manera que la relación asimétrica se seguirá profundizando, pero con la dificultad para la región de disponer de valores agregados propios y una industrialización más sólida. Así, habrá que seguir muy de cerca la Cumbre Empresarial China –América Latina y el Caribe, a celebrar en 2022 en la ciudad ecuatoriana de Guayaquil, y la continuidad de otros elementos de gran relevancia, como la presencia del gigante asiático a través de vacunas, mascarillas y otro material sanitario, o gestos como la donación de tecnología Huawei para optimizar la respuesta frente a la pandemia.

En conclusión, 2022 integra necesidades y demandas aún por resolver, especialmente, en el plano socioeconómico de los Estados y la región, toda vez que puede implicar profundos cambios en el ámbito geopolítico. El posible cambio de color ideológico en dos países, hoy conservadores como Colombia y Brasil, tal como ha ocurrido en Chile, puede ayudar a recomponer tanto el maltrecho entramado regional latinoamericano, aparte de las relaciones con terceros como la Unión Europea o incluso China. En todo caso, son aspectos que se integran en ciclos mucho más amplios de transformación, más estructurales que coyunturales, pero que como sucedió a inicios de la primera década de este siglo, necesitan de estímulos y punto de inflexión que, a lo largo de este año, pueden encontrar los resortes necesarios para un urgente cambio de rumbo.

La Deuda como mecanismo de control y descontrol

La deuda externa bruta total –pública y privada- se ubicó en u$s268.416 millones al cierre del tercer trimestre de 2021, según informó el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC).

Este valor significa una reducción de u$s1.838 millones respecto al segundo trimestre de este año. De acuerdo a la información oficial esta caída es producto de una disminución en la deuda registrada por el Gobierno nacional.

"El stock de deuda externa bruta total con títulos de deuda a valor nominal residual al 30 de septiembre de 2021 se estimó en u$s268.416 millones, u$s1.838 millones menor respecto al trimestre anterior", señaló la entidad estadística oficial. 

En tanto, se aclaró que esta caída se vio acotada por un "incremento de la del Banco Central, principalmente por la asignación extraordinaria de Derechos Especiales de Giro (DEG) por parte del FMI y en menor medida, por las Sociedades captadoras de depósitos".

Si se compara con el tercer trimestre de 2020 la reducción de la deuda externa brutal total es de u$s4.436.

Los datos forman parte del informe sobre "Balance de Pagos" que realiza el INDEC.

Al 30 de septiembre de 2021, según el informe, las reservas internacionales alcanzaron u$s42.911 millones, lo que implica un incremento de u$s474 millones con respecto al trimestre anterior, resultado de un aumento en las reservas internacionales por transacciones de balanza de pagos de u$s452 millones y de u$s22 millones resultante de cambios de paridades entre monedas.

Por otra parte, "la deuda externa del sector Sociedades no Financieras, Hogares e ISFLSH también se redujo considerablemente, en este caso por u$s2.454 millones. Por el contrario, el stock de deuda externa bruta del Banco Central se incrementó en u$s4.313 millones, principalmente por la operatoria de asignación de DEGs. Tanto la deuda de las Sociedades captadoras de depósitos como de Otras sociedades financieras sufrieron modificaciones de mucho menor magnitud", dijo el INDEC.

Los datos del tercer trimestre

El trabajo indicó que la cuenta corriente expresó un saldo favorable de u$s3.287 millones, mientras que la cuenta financiera mostró también un saldo supearvitario de u$s2.296 millones.

La cuenta corriente, que abarca el flujo de todos los bienes, servicios y transferencias que tiene un país con el resto del mundo, tuvo un superávit de 3.287 millones de dólares, al registrar un aumento de 2.110 millones de dólares con respecto al superávit registrado en el tercer trimestre de 2020.

Este resultado se explica por un mayor saldo comercial en el intercambio de bienes, que aumentó en 2.590 millones de dólares, y que compensó el déficit de 316 millones de dólares que se registró en la balanza servicios.

La cuenta financiera, que incluye los préstamos, inversiones o depósitos que recibe un país, reflejó un ingreso de 2.296 millones de dólares, lo que representa un aumento de 2.100 millones de dólares respecto al tercer trimestre de 2020.

Las reservas internacionales, en tanto, aumentaron 452 millones de dólares.

(Fuente: IPProfesional)

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DETENER LAS MÁQUINAS DE DESTRUCCIÓN SOCIOECOLÓGICA Y CONSTRUIR MUNDOS ALTERNATIVOS.

Este texto fue escrito y editado por Raphael Hoetmer y Miriam Lang, y se basa en diálogos que tuvieron lugar en Quito y en comentarios, sugerencias y edición del texto por: Claus-Dieter König, Neema Pathak Broome, David Fig, Larry Lohman, Edgardo Lander, Ashish Kothari, Mabrouka M’Barek, Giorgos Velegrakis, Ferdinand Muggenthaler, Karin Gabbert, Ivonne Yánez,Trang Thi Nhu Nguyen, Mauro Castro, Beatriz Rodríguez, Ariel Salleh, Mary, Ann Manahan, Irma Velásquez, Elandria Williams, Vinod Koshti, Madhuresh Kumar, Asume Osuoka, Ibrahima Thiam y Maxime Combes

Reflexiones colectivas del Grupo de Trabajo Global Más Allá del Desarrollo en ALTERNATIVAS EN UN MUNDO DE CRISIS capítulo del libro publicado originalmente en inglés bajo el título Alternatives in a World of Crisis por la FRL oficina Bruselas, 2018 en coedición con la Universidad Andina  Simón Bolívar, Sede Ecuador. - Miriam Lang, Claus-Dieter König, y Ada Charlotte Regelmann (eds.) publicación de distribución gratuita fue auspiciada por la Fundación Rosa Luxemburg con fondos del Ministerio alemán para la Cooperación Económica y el Desarrollo (BMZ). - Impreso en Quito, Ecuador, julio 2019

El presente texto es el resultado de un proceso colectivo de análisis, diálogo y edición basado en la segunda reunión del Grupo de Trabajo Global Más Allá del Desarrollo (Global Working Group Beyond Development) en la capital ecuatoriana, Quito, y en el cantón Nabón,
en la provincia de Azuay, en mayo de 2017. Representa un esfuerzo por comprender el momento histórico que vive nuestro mundo, sus patrones de dominación y las tendencias, perspectivas y desafíos de una transformación multidimensional. Nuestras conversaciones han estado profundamente arraigadas en nuestras experiencias localizadas de lucha y alternativas, con sus historias, estrategias, avances y desafíos particulares, y en la búsqueda de conexiones globales, traducciones y lecciones entre nuestras experiencias.
La perspectiva del Grupo de Trabajo Global Más Allá del Desarrollo ha sido la idea de la transformación social multidimensional, como se explicó en la introducción. Como mínimo, se requieren los siguientes cinco procesos clave de cambio social para fortalecer la justicia, la dignidad, la democracia y la sostenibilidad de la vida:

• descolonización; 

• anticapitalismo;  

antiracismo/anticastas; 

• el desmantelamiento del patriarcado; 

• la transformación de las relaciones depredadoras con la Naturaleza.

El grupo comparte la convicción de que el cambio radical, entendido como una transformación que se origina en las raíces de nuestra sociedad, economía y política, es imperativo si queremos poner fin a la actual destrucción socioecológica causada por nuestra civilización en crisis. Varios miembros del grupo piensan que la espiritualidad y la cosmovisión ( La cosmovisión es nuestra forma de ver y estar en el mundo según las comunidades y movimientos indígenas. La palabra se usa para distinguir la conciencia indígena sobre la unidad de todos los seres vivos de la conciencia moderna que separa a la Naturaleza y la humanidad, el presente del pasado y el futuro, y el individuo de la comunidad.) son otras dimensiones cruciales de esta transformación.
Nuestras discusiones recogían información de cinco estudios de
caso sobre la construcción de alternativas multidimensionales en diferentes regiones del mundo: la autodeterminación de la población local del pueblo de Mendha-Lekha en Maharashtra, India; la resistencia de la comunidad contra el extractivismo petrolero y el Estado poscolonial estrechamente asociados en el Delta del Níger en Nigeria; la actual construcción de un municipalismo alternativo en Barcelona, Cataluña, España; la construcción de alternativas radicales de solidaridad en medio de la crisis económica en Grecia; y el proceso de la revolución bolivariana, que luego se calificó como “Socialismo del Siglo XXI”, en Venezuela.

Un elemento crucial que facilitó y enriqueció el diálogo fue la visita del Grupo Global al municipio de Nabón, cuyo objetivo era aprender de la experiencia de la construcción del Sumak Kawsay o Buen Vivir. (Sumak Kawsay (en kichwa) o Buen Vivir (en español). El concepto se refiere a la posibilidad de vivir con dignidad, prosperidad y en armonía con todas las criaturas vivientes, y se basa en gran medida en la espiritualidad indígena y las prácticas comunitarias.) En Nabón, esta visión indígena se ha traducido en un modo de gobierno local practicado por comunidades y asociaciones con el apoyo del gobierno local, liderado durante cuatro períodos sucesivos de gobierno por dos alcaldesas del movimiento indígena e intercultural Pachakutik, como se describe en el capítulo sobre Nabón.

Nuestros diálogos se inspiraron en múltiples debates globales y perspectivas emancipatorias, como aquellos relacionados con el
ecofeminismo, los comunes, la transformación socioecológica, el
post-extractivismo, los Derechos de la Naturaleza, el decrecimiento, el pensamiento de transición y otros. A menudo, estos debates han sido más efectivos para mostrar las direcciones hacia las que el cambio social debe avanzar, que para proporcionar las estrategias prácticas de transformación. Al mismo tiempo, nuestro grupo integra investigadores, educadores populares y activistas que están profundamente comprometidos con procesos relacionados con los movimientos sociales y las políticas de transformación, y que se enfrentan diariamente a los desafíos muy concretos y prácticos del cambio social.

Nuestro principal objetivo para la reunión en Ecuador era el análisis de prácticas de transformación social multidimensional. Partimos de preguntas tales como: ¿Qué estrategias necesitamos? ¿Cómo podemos hacer esto de maneras que no sigan siendo marginales, sino que se extiendan por todas nuestras sociedades? ¿Cómo nos comprometemos con el dilema de la urgencia de detener la acelerada destrucción socioecológica frente a la usual lentitud de un cambio cultural profundo? ¿Cómo podemos asegurarnos de que la transformación tenga lugar de manera democrática y emancipadora? ¿Y qué tipo de instituciones pueden sostener estos procesos de cambio?

Por supuesto, estas son preguntas importantes que tienen en cuenta no solo la complejidad de las sociedades contemporáneas, sino también el carácter particular de nuestro grupo, formado por personas de realidades diferentes con sus propias particularidades.

La paradoja de nuestro momento

histórico podría ser que la transformación radical es imperativa y urgente, pero al mismo tiempo parece más lejana que en las últimas décadas. Todo esto significa que debemos tener en cuenta dos temporalidades diferentes: acciones y campañas a corto plazo que puedan poner fin a la destrucción socioecológica ahora, y estrategias a largo plazo para construir alternativas profundas que aseguren nuestro futuro colectivo. También podríamos afirmar esto en términos de las luchas defensivas que protegen los derechos, instituciones, organismos y territorios del capitalismo depredador, y las luchas ofensivas que crean otros mundos a través de nuevas subjetividades, relaciones sociales, modos de producción e instituciones.

Una de las lecciones del ciclo histórico pasado podría ser que la política, tal como la conocemos, no es suficiente para el tipo de transformación que necesita el mundo; la lucha armada tampoco ha demostrado ser un camino en la dirección correcta. Al mismo tiempo, la mayoría de los legados e instrumentos políticos y horizontes analíticos de la izquierda global también parecen ser insuficientes para enfrentar los desafíos contemporáneos, ya que se desarrollaron para superar una forma muy diferente de capitalismo en los siglos XIX y XX. Hemos visto que la variedad de estructuras y prácticas organizativas que se utilizaron y desarrollaron en los movimientos sociales durante el largo siglo XX han alcanzado sus límites en las últimas dos décadas. Se están inventando nuevas formas de hacer política en procesos de movilización en todo el mundo, pero carecen de un horizonte político compartido y de instrumentos para una articulación estructural.

Antes de describir las cuatro secciones sobre cada uno de estos temas, hemos dedicado una sección a las particularidades e integraciones de nuestros diálogos, y las formas en que nos relacionamos con los legados y presentes coloniales, así como con el patriarcado y el género.

(…) “Lo global” y “lo local” no son esferas separadas, sino son dimensiones co-constitutivas de las realidades de todo el mundo. Nuestro mundo está formado por actores y acciones situados en lugares de manera compleja, interdependiente y continua. Por ejemplo, la resistencia de las comunidades de agricultores, campesinas 4 o indígenas a las megaoperaciones mineras puede afectar los mercados bursátiles mundiales y las negociaciones gubernamentales bilaterales. Al mismo tiempo, el aumento de los precios mundiales de los minerales debido al auge del sector de la construcción en China puede intensificar las estrategias de las empresas mineras para avanzar con sus proyectos, incluso cuando hay resistencia.
Lo global está presente en lo local, y viceversa. Por lo tanto, en nuestra reunión intentamos comprender los procesos globales en curso, ya que se constituyen en lugares concretos de todo el mundo.
También intentamos comprender por qué fenómenos políticos similares, como el surgimiento de nuevos movimientos sociales muy críticos con la política tradicional y la democracia representativa, están ocurriendo en sociedades muy diferentes al mismo tiempo.


Por lo tanto, los desafíos en nuestras discusiones han sido simultáneamente metodológicos, políticos y teóricos.
A lo largo de este experimento, hemos acordado pensar y aprender juntos como grupo a través del intercambio de nuestras experiencias, pero también a través del reconocimiento de nuestras diferencias, a fin de:
• profundizar y aclarar los debates y el análisis de conceptos,
criterios y contextos políticos en relación con alternativas más
allá del imperativo del desarrollo;
• contribuir al fortalecimiento de las estrategias de resistencia
emancipadora y la construcción de alternativas.
• fortalecer conexiones, tejer alianzas y construir redes de apoyo
para acciones futuras;
• y crear formas de comunicar nuestras ideas y debates dentro y
fuera de la academia.

Nuestros análisis se basan en nuestras historias personales, ubicaciones, trayectorias de lucha y transformación, experiencias de dolor y alegría, victorias e injusticias. También están insertos en experiencias históricas, sociedades y movimientos muy diferentes, que producen semánticas y significaciones diversas. Aunque todos compartimos un compromiso con perspectivas políticas similares y participamos en la política de los movimientos sociales, no somos iguales en términos de antecedentes socioculturales, educación, identidades políticas, creencias espirituales y pertenencias geográficas. Por lo tanto, en nuestros diálogos incluimos a menudo información sobre nuestras pertenencias y devenires de clase, territoriales y políticos para hacer explícitos nuestros conocimientos situados.

(https://www.academia.edu/39954678/ALTERNATIVAS_EN_UN_MUNDO_DE_CRISIS?auto=download&email_work_card=download-paper)

Reflexión en torno a lo común.

La posibilidad de la experiencia comunitaria en las reflexiones e intentos por comprender la realidad mas allá de lo que “subjetiva” y “objetivamente” se nos impone desde las estructuras de poder que intentan a toda costa legitimar las formas actuales de privilegio y de un mundo pensado por pocos y para pocos, en cualquier lugar del planeta y en cualquier momento histórico, se corresponde con una idea mas integrada y vívida de “lo humano” en tanto constituida en las relaciones que busca conocimiento, plantea los problemas en base a ese conocimiento generado en la puesta en común de las experiencias e ideas y aportes individuales y que mas allá de intereses personales o grupales, anteponen la idea de “bien común” y el sentido cooperativo y solidario para proponer alternativas a los modelos “individualistas” y “egoístas” del presente, situado, contextualizado y a partir de allí universalizado en aquello que, en tanto humanos, se manifiesta de diversas formas en cualquier colectivo humano y que tiene que ver con las tensiones que se producen a la hora de ponderar los beneficios individuales con los beneficios de una comunidad en su conjunto y en como se toman decisiones, se atribuyen cargas y responsabilidades y se reparten los beneficios. Que cada quién haga su parte. Nadie se salva solo.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack

Imágenes: Paulto Ito es un artista brasileño que utiiza el arte como via directa de golpe a la conciencia de todo aquel que es capaz de pararse y apreciar cada una de sus obras. En los 14 años que lleva pintando en la calle, Paulo Ito no había creado nunca una obra que alcanzara la popularidad masiva de esta. Desde que en mayo lo creó, fotografió y colgó en su página de Flickr, el mural se ha hizo viral y se ha erigido como un símbolo de las protestas contra el despilfarro del Mundial de fútbol.

Paulo Ito nació en 1978 en São Paulo y comenzó a pintar en la calle en 2000. Su obra se puede ver en las calles del lado oeste de la ciudad. Hasta 2011 publicó el cómic independiente Mais Barato Livre que totalizó más de 5.000 copias distribuidas de forma gratuita. Expuso en MuBE en la segunda Bienal Internacional de Grafito de São Paulo en 2013. Un año antes, participó en la muestra São Paulo Mon Amour, también en MuBE. En 2014 pintó un panel que se convirtió en el más viral de la Copa Mundial de la FIFA 2014, apareciendo en medios de comunicación de más de 20 países y llegando al menos a decenas de millones de personas en todo el mundo. En 2016, después de pintar un frontón en São Paulo para el proyecto Save the Tapajós de Greenpeace, expuso en la Segunda Bienal Internacional de Arte Callejero de Moscú. En 2017, participó en el festival Memorie Urbane en Gaeta, Italia y presentó su cuarta exposición individual “Inconveniente”, en la galería A7MA.



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