LAS PALABRAS GUARDAN SECRETOS

¿Como nombramos?

Laura Haimovichi, Periodista, escritora y artista. Escribe en las revistas DeTeatro, Nueva Sion y Socompa. Fue editora de Espectáculos del diario Clarín y jefa de redacción de la revista Genios. Publicó los libros Broderí, De par en par y Agua en la luna, con el artista plástico Adolfo Nigro, y Laetitia, con el pintor Julio Lavallén.  Coeditó con Marian Cvik El bordado como trazo y es autora de la novela El legado de Aarón, con fotografías de Uri Gordon. Estudió Periodismo en el Instituto Grafotécnico y Antropología en la UBA. Sus proyectos han recibido el apoyo del Fondo Nacional de las Artes y del Programa Creadores de la Ciudad de Buenos Aires. Escribió el siguiente artículo en el diario Página 12.

"¿Quién le teme al lobo feroz?", cantan los tres chanchitos en el tema infantil tradicional, uno de los más populares del género infantil. Edward Albee lo incluye en su famosa obra de teatro Who’s affraid with the big bad Wolf? (¿Quién le teme al lobo feroz?, que se tradujo al castellano como ¿Quién le tema a Virginia Woolf?), de 1962. El dramaturgo estadounidense contrabandea así un chiste intelectual, a través de la pareja protagonista que se profesa un odio salvaje. Aprovecha el símil fonético entre la palabra wolf, lobo en inglés, y el apellido de Virginia, la gran escritora inglesa.

El juego de la dramaturgia da pie, aunque no agota, a preguntas tales como: ¿Por qué ahora y entonces se le teme a la gran narradora inglesa del siglo veinte? ¿Cuál es la ley de la ferocidad de la creadora de Mrs Dalloway, Las olas, Al faro y Orlando? La ocasión lo amerita. Se viene un nuevo aniversario del nacimiento de la autora de una obra que, amén de su disfrute estético, sigue cuestionando desde la ficción (y no sólo) temas éticos imprescindibles como el rol de las mujeres, la autopercepción, poder ganar dinero como pasaje a un espacio de libertad, el espacio autonómico de quienes fueran consideradas en su tiempo y aún hoy “el sexo débil”. 

Pensando, escribe, en la seguridad y prosperidad de un sexo y en la pobreza e inseguridad del otro… cuál podría ser la razón de esa curiosa disparidad”. Vayamos primero a la biografía, necesaria aunque no suficiente, de esta loba literaria, quien amamantó tanta producción escritural propia y ajena y que, con su monólogo interior y su perspectiva feminista, revolucionó la escritura.

Una vida que también fue tragedia 

Virginia Woolf nació Adeline Virginia Stephen el 25 de enero de 1882, en Londres. Fue hija de sendos viudos vueltos a casar que, como dice el traductor e investigador Pablo Ingberg en el prólogo del ensayo Un cuarto propio, que publicó editorial Losada en 2013, “entre tuyos, míos y nuestros, llegaron a una prole de siete, ella la penúltima. Pasemos rápida revista a su suma de desgracias. La única media hermana por parte paterna tenía dificultades mentales y vivió internada desde 1891. La madre murió en 1895. La reemplazó en el papel de ama de casa su única hija mujer del primer matrimonio, que murió dos años más tarde, recién casada. Los dos medios hermanos varones por esa misma vía materna abusaron sexualmente en distintos momentos de Virginia y de su hermana mayor Vanessa. El padre murió en 1904 al cabo de dos años de enfermedad. Virginia tuvo sendas crisis psicológicas tras las muertes de la madre y el padre que la llevaron a alguna internación”. 

En aquella penosa situación, los cuatro hermanos se mudaron juntos al barrio Bloomsbury, del municipio londinense de Camdem, donde cuatro años después luego de un viaje por Grecia, la fiebre tifoidea se llevó a Thoby, el menor. Agotamiento, crisis, miedo, los bombardeos alemanes que destruyeron su casa durante la Segunda Guerra Mundial, determinaron que Virginia se arroje en 1941 “a las aguas del suicidio”. Pero antes de esa tragedia, mientras los muchachos de la familia iban a la universidad, Virginia estudió en casa con su padre escritor, aunque griego antiguo lo aprendió con maestros particulares. Por mujer recibió instrucción privada pero accedió a altos niveles de educación para la época. 

No era la situación que ella hubiera deseado. Sin embargo, sus congéneres contemporáneas estaban aún peor. El hogar de su infancia solía recibir visitas de gente del mundo artístico, su madre había sido modelo de pintores prerrafaelistas y el novelista William Tackeray fue el primer suegro de su padre. Cuenta Ingberg, por ejemplo, que las primeras informaciones sobre sexo le llegaron a Virginia leyendo los diálogos de Platón. Los hermanos varones eran anfitriones de unas reuniones que se realizaban los jueves en la casa y originaron el influyente grupo de Bloomsbury. De esos ágapes participaban E.M. Forster (autor de Pasaje a la India y Maurice), el pintor Roger Fry (con quien Virginia descubrió a Cézanne y comprendió que la trama debía seguir el ritmo de los sentidos más que el orden temporal de los hechos), el economista estatista John Maynard Keynes, el crítico de arte Clive Bell, quien se casó con la hermana pintora, Vanessa, y el escritor Leonard Woolf, de quien Virginia adoptó el apellido. 

Los Woolf formaron un matrimonio que funcionó como una relación abierta, ya que ambos mantenían vínculos eróticos con otras personas. En los años veinte, Virginia tuvo una importante relación con la aristocrática poeta Vita Sackville-West, a quien le dedicó la novela Orlando, una lectura ineludible en estos días de disputa entre el orgullo y la violencia. Orlando tuvo su primera traducción al castellano de la mano de Jorge Luis Borges, que la consideraba una novela “originalísima”, aunque no admiraba a la escritora inglesa. Según la investigadora Leah Leone, Borges tomó los cambios de identidad de género del protagonista como un elemento mágico de la narración y omitió algunos fragmentos, plagados de sarcasmo y denuncia, haciéndole perder sus aristas más agudas. 

Orlando es un joven de la nobleza que luego de un trance se despierta mujer, pese a la fuerza antagónica de Nuestra Señora de la Pureza, Nuestra Señora de la Modestia y Nuestra Señora de la Castidad. El personaje vive más de tres siglos, se enamora de alguien transgénero y la despojan de las tierras que le corresponden por herencia. La historia fue llevada al cine hace treinta años por Sally Potter con Tilda Swinton como figura central. También la pantalla grande tuvo una versión de Mrs Dalloway a través de la película Las horas, de Stephen Daldry, en 2002. Tres mujeres (encarnadas por Meryl Streep, Julianne Moore y Nicole Kidman) viven con desesperación en el espacio doméstico las horas que no pasan y transcurren iguales a sí mismas. Woolf comenzó a ejercer la escritura pública reseñando de manera brillante libros ignorados por el canon. Lo hizo para el diario londinense The Times. Esos textos (acerca de libros sobre todo de mujeres) se convirtieron en dos volúmenes de ensayos titulados El lector común. 

Sin etiquetas: la sexualidad de Virginia Woolf

Su primera novela, Fin de viaje, publicada en 1908, es una de sus más ingeniosas sátiras sociales. Para la escritora, docente y periodista Irene Chikiar Bauer, autora de las novecientas páginas del volumen Virginia Woolf: La vida por escrito (Taurus en Argentina, 2012 y en España, 2015 con tres ediciones y una nueva reimpresión en curso), su biografiada “sigue siendo un clásico pero, además, es una autora clásica de las vanguardias”, estatuto otorgado por su incorporación al canon literario. La investigadora argentina, responsable del libro más importante escrito en castellano sobre la menor de las hermanas Stephen, señaló a Las12 que la vigencia de Virginia se debe “a lo revolucionario de su escritura, innovadora libro tras libro. “No quiso repetirse. Fin de viaje fue disruptiva para la época. Y, si nos atenemos a Orlando, las experiencias y experimentaciones del libro son extraordinarias y vigentes en el tratamiento del género (también del género literario) y del sexo. Cuando lo estaba preparando, escribió que se trataría de: ‘una biografía que comenzaría en el año 1500’ y que se extendería hasta la actualidad y de la que Vita sería protagonista ‘sólo que con un cambio de un sexo a otro’.” 

Chikiar Bauer, autora además de El ensayo personal (libro sobre la vida y obra de Victoria Ocampo, donde refiere además a la relación de ambas V) escribió una biografía cronológica, no segmentada y que, a diferencia de la del sobrino Quentin Bell, no necesitó buscar el consenso familiar. “La biografía de Bell, magnífica en algunos sentidos por ser material de primera mano, dice, adolece de dar una visión ‘all on one side’ (de un solo lado). En cuanto a otras escritas en inglés, no han sido traducidas. Como dijo la autora de Tres guineas: hay historias que cada generación debe contar de nuevo”. Woolf fue una personalidad compleja y así fue también su sexualidad. “¿Fue una heterosexual que experimentó relaciones lésbicas; una lesbiana camuflada tras un matrimonio convencional; o acaso podría clasificársela como asexual?, se pregunta Chikiar Bauer y responde: “no son válidos los intentos de etiquetarla; y han opacado o desvirtuado muchos análisis”.

Voz insoslayable de la ficción occidental que empleó la escritura y la imaginación con eficacia y destreza renovadoras, es casi seguro que si Virginia viviera en esta época hubiera apoyado la ley a favor del aborto seguro y gratuito, tal como en su momento denunció el patriarcado y los femicidios, problemas irresueltos hoy, que desarrolló con claridad en Un cuarto propio. El cine y el teatro la han homenajeado. Pero acaso el mayor tributo que se le rinde es el interés que sigue despertando su obra en las jóvenes que la leen como si se sumergieran en una conversación apasionada con un par que las escucha y las comprende.

El secreto de las palabras

Hay en el lenguaje secretos que no se esconden en las palabras, sino mas bien que esperan pacientes el momento en que alguien les encuentre allí dónde esperan. Dispuestas a sacudir la soberbia de los que se creen poseedores de verdades únicas y universales, al mismo tiempo que capaces de configurar certezas allí donde la relatividad y la falta de conocimiento producen zozobras y muertes innecesarias. El secreto de las palabras radica allí, en su capacidad de transformar, de sacudir, de cambiar inseguridades en certeza, ignorancia en conocimiento, soberbia en búsqueda humilde, continua y esforzada … 


 Alguien expreso alguna vez uno de los tantos secretos que esperan … las respuestas solo son tales si al contestar la pregunta que la produce genera un universo nuevo de preguntas a partir de la respuesta alcanzada.
El conocimiento es un camino continuo, jamás un punto de partida, un origen o un objetivo o meta al que se llega. Quién así interpreta el conocimiento, o es un sumiso sometido a la voz de sus amos o de su propio ego que le vende la ilusión del saber alcanzado y poseído, o peor aún un ignorante que conoce algunas técnicas que le permiten producir datos o algunos conceptos o ideas que cree y vende como conocimiento en sociedades donde ese conocimiento es útil para el status quo y que los privilegiados sigan disfrutando sus privilegios sin demasiados conflictos ni oposiciones.

En clave de ironía cómica

El genial humorista gráfico, Marcelo Rudaeff (Rudy), uno de los pocos sobrevivientes de esa Casta de geniales creadores como Fontanarrosa, Quino, Paz, Rep , da cuenta de algunos secretos encontrados en los relatos de la historia occidental … tan lejana como propia, tan “inventada” como “cierta”.

Dicen que, hace unos dos mil años, los romanos estaban celosos porque no tenían un relato como la gente. Los hebreos tenían la Torá; los griegos, La Ilíada y La Odisea; pero los romanos, nada, ningún texto fundante que los pusiera en valor.

¿Qué van a pensar de nosotros dentro de dos mil años?”, se preguntaba el emperador Augusto mientras su esposa Livia conspiraba aquí y allí. “¿En vez de Abraham, Moisés, David y Salomón; en vez de Ulises, Agamenón, Aquiles u Orestes, nosotros tenemos dos mellizos de dudoso origen que fueron amamantados por una loba hasta que uno mató al otro? ¡Si hasta nuestra religión se la afanamos a los griegos! Y seguro que, cuando no nos sirva más el politeísmo, nos vamos a afanar alguna religión monoteísta que se esté expandiendo”.

Entonces, mandó a llamar a Virgilio y le encargó que escribiera un relato épico en el que los romanos quedasen bien, tuvieran cierto linaje de origen y pudieran sostenerse en las librerías en la mesa de los best sellers históricos.

Y así fue como Virgilio escribió La Eneida, relato sobre el origen de Roma a partir de Eneas –yerno de Príamo, el rey de Troya durante la guerra–, que, luego de un duro y complicado peregrinaje, llega y da origen a los romanos.

Alguien podría decir: “Si Homero hizo Los Simpson, Virgilio hizo Los Flanders". Pero sería una falta de respeto histórico afirmar semejante cosa, por lo que no lo haremos aquí.

Lo cierto es que los romanos tuvieron su texto, y entonces, tranquilos, pudieron conquistar gran parte del mundo, sabiendo qué libro venderles a los pueblos subyugados, quienes seguramente lo comprarían con ganas (o sin, pero da lo mismo: eran pueblos conquistados) para enterarse de que los romanos eran grandiosos y ellos no.

Muchos siglos después, la costumbre de meterles relatos y culturas propias por donde sea a los que se ha conquistado o se desea conquistar no se ha perdido. En el siglo XX, el cine reemplazó a los libros; luego, la TV, y ahora en el XXI, bueno, eh… las redes, las plataformas, las fake news: digamos que hay muchas, demasiadas herramientas para hacernos creer que los romanos eran los más grandes, a pesar de que la propia Eneida dice que descienden de los que perdieron la guerra de Troya, un pequeño detalle subsanable con unos cuantos trolls –o sea, troyos– que afirmen que lo del caballo nunca fue cierto, que las vacunas no sirven para nada y que los griegos tienen la culpa de la pandemia, cosa que se verifica ya que “alfa, gamma, delta y ómicron”, las cepas que nos atacaron, son casualmente letras del alfabeto griego.

Tan ridículo, tan absurdo como algunas cosas que los medios enfermónicos publican y sus creyentes creen.

Por ejemplo: este 2022 es un año “no electoral”. No necesita entonces la oposición “mostrar que está todo mal” cuando en verdad no lo está. Bien podrían “no poner macetas en la rueda”, ayudar a que todos vivamos mejor y luego proponerse como alternativa para mejorar más aún nuestra calidad de vida. Sí, ya lo sé, queride lectore, le estoy pidiendo peras al sapo.

Bueno, podría entonces la oposición “descansar un rato” y planear un buen programa para presentarlo el año que viene. Sí, ya lo sé, ahora le estoy pidiendo cerezas con crema al mismo sapo que no dio peras.

Pero lejos, muy lejos de esto, parece que aquellos leones, malabaristas y payasetes del circo “no romano” están en estos días creando su relato (para vendérnoslo, claro) y, como estamos en enero, podemos llamarlo "la enereida".

Así, los espías fueron cuentapropistas que vaya uno a saber por qué aportaban datos que nadie les había pedido. Los jueces creaban causas contra personas a las que no se les podía probar nada, pero eran indudablemente culpables, porque, si no, “no hubieran sido tan opositores”. O “los chicos que dejaron la escuela por la pandemia ya están todos en el narcotráfico, porque, como son pobres, no llegan a la universidad y, como cayeron en la educación pública, nunca llegarán a ministros neoliberales”.

Y mucho más, en la enereida nuestra de cada día. Solo así podemos entender a Homero y Virgilio (no los antiguos, sino los del siglo XX) Expósito cuando escribieron (mejor dicho, continuaron: la primera parte era de Enrique Santos Discépolo) aquel tangazo: Fangal, ese que dice: “Yo la vi que se venía en falsa escuadra; se ladeaba, se ladeaba, por el borde del fangal”.

LA COMUNIDAD NIVACLÉ RECUERDA SUS LUGARES

Antes que la gráfica … la gráfica que acompañaba la oralidad. Una secuencia tal vez antojadiza ¿Porque quién puede precisar a ciencia cierta si fue primero las imágenes en dibujos que representan las experiencias vividas por los humanos o los sonidos fonéticos que intentan reproducir y nombrar aquello que fuera de lo propio se distingue en la relaciones que “humanos” somos capaces de establecer? Como fuere, desde siempre supimos distinguir el sonido de la imagen aunque para comprender ambas nos hiciesen igualmente imprescindibles. Pero como las palabras guardan sus secretos, allí están ellos … los que no escriben … los que no hablan … los que solamente escuchan y en ocasiones especiales cuentan sus secretos.

Así eran en tiempos antiguos las aldeas de los nivaclé. Los ancianos cuentan que había muchos pueblos alrededor de Fischat. Eran muchas, las aldeas; cada una con su nombre. Estos son los nombres:
* Vatacochi: los samto (blancos e.h.) la llaman 28, cerca de:
* Ôftsejashi, lo que los samto llaman General Díaz.
* Fach’ee: cerca de Fischat, hacia el norte.
* Tsujcucatshi, en castellano 22, hacia el este.
* Tinjoque’, en la pronunciación de los samto Tinfunque, en la estancia Brusquetti..
* Pactsechat, lo que los samto llaman San Pedro; allí, en lo que era la estancia del Doctor Jara.
Había otra aldeas:
* Jocat, cerca de Fischat.
* Vanôcatshiy, en la estancia Santa Rosa.
* Ôyacl y Siyôjiy, en la estancia del Vicariato.
* Nuujiy; allí estaba el pueblo donde llegaron los primeros misioneros.

Iban allí siempre hasta que al fin se pusieron de acuerdo para ser amigos. Poco tiempo trabajaron juntos allí - dos años, dicen - viviendo juntos allí, porque sobrevino la creciente del río y cubrió la población. Entonces buscaron para ellos un lugar alto. Lo encontraron, y trabajaron allí, levantando la misión, allí donde se encuentra el día de hoy.
Hacia el poniente había también aldeas de los antiguos. Estos son los nombres:
* Faaicucat, cerca de Fischat; en la estancia del finado Sánchez.
* Fischat Lhcachi’, cerca de Fischat.
* Cerca de allí la aldea de Tovosec.
* A la misma distancia estaba Jpôôc.
* Y a igual distancia estaba Fatsuuc.


Todas estas aldeas estaban en la tierra del finado Sánchez.
También al sur, en lo que ahora es Argentina, había aldeas que los antiguos nivaclé llamaban Tôyish, juntamente con Lhcachi’, en el lugar que los argentinos llaman Remanso, que ahora pertenece a la Argentina, en frente de La Verde, lugar que pertenece al Paraguay. Y finalmente el pueblo de Lhavôj’acfi, llamado por los samto Esteros.
Todos estos pueblos constituían el territorio de los nivaclé. Esta tierra, la cuidaban los antiguos nivaclé y la defendían. Se hicieron fuertes para no ser expulsados de ella. Y llegó un tiempo en que fueron hostigados, los nivaclé. Fueron atacados para quitarles su tierra. Los toba los atacaron; ellos querían correr a los nivaclé. No
estaban dispuestos a abandonar su tierra y llegaron a aliarse con los toba.
Se aliaron con los argentinos, los cuales de esta manera querían correr a los nivaclé de sus tierras. En aquella época, ellos vivían en estado constante de alerta. Entonces, los toba buscaron alianza para sus propósitos, se aliaron con los argentinos y,
¿quién podía montar guardia contra todos ellos? Por esta razón, los nivaclé removieron sus aldeas. Este traslado era necesario por las expediciones de guerra que les
alejaba de las aldeas; y así trasladaron todas aquellas aldeas (del sur).
Cuando vinieron aquellos samto, que vinieron de lejos en busca de obreros, muchos nivaclé siguieron a aquellos hombres, que vinieron del ingenio Ledesma en Argentina. Les dieron trabajo en las plantaciones de caña dulce. Durante ocho meses les dieron trabajo; y luego los llevaban de vuelta. Su buscaba la forma para “amansarlos”. Sin embargo, no se olvidaron de que ellos habían sido sus antiguos enemigos.
Cuando aquellos nivaclé se habían tranquilizado, querían regresar, porque hacía mucho tiempo que habían ido a trabajar. En aquella ocasión mataron a muchos nivaclé. Les habían preparado una emboscada en la orilla del río de aquel entonces en Toishivoyish, lo que los samto llaman Fortín Sánchez. Más de 200 fueron matados, casi mataron a todo el grupo; apenas unos 15 se escaparon con vida.

Los samto recibieron a los nivaclé muy atentamente. Se fingieron ser amigos y les daban todo lo que pedían. Les mataron vacas para traerlos a la trampa, y les hicieron formar filas. Aún cuando habían puesto en posición una ametralladora grande, los nivaclé no se daban cuenta de que era para tirarlos ellos.

Las tropas, por su lado, habían ajustado a las monturas de sus caballos para perseguir a los nivaclé en la pampa extensa donde se encontraban. Dijo un samto a unos jefes de los nivaclé: “Ahora vamos a comer asado juntos. Pónganse en filas.
Voy a llamar a nuestro jefe para comer con nosotros el asado”. Y se fue, pero dijo eso para despistarlos. Dio orden a los que manejaban la ametralladora, y al instante cayeron víctimas muchos de los nivaclé. Pero aquellos que se salvaron, saltaron al río. Y ellos informaron de lo sucedido; eran quince los sobrevivientes. Ellos no siguieron su marcha durante el día; caminaban de noche e la oscuridad, y llegaron por fin a su aldea.

Aquella matanza habrá tenido lugar en el año 1922. Tres años más tarde llegaron los primeros misioneros. Se fueron a Lhavôj’acfi, pueblo que los bolivianos llamaban Esteros; era en el año 1925. Primero se pusieron de acuerdo con los bolivianos para quedar allí. Luego fueron aquellos primeros misioneros a preguntar a los nivaclé. Entonces, los nivaclé deliberaron en consejo, y se pusieron de acuerdo.
Enseguida se fueron junto a ellos para invitarles a que vivieran junto a ellos.
Dijeron algunos nivaclé: “Mandad aviso a Tofaai, para que esté de acuerdo con los que han venido junto a nosotros.” Y dijo su corredor; “Yo voy a ir junto a él.”

Un mensajero avisó en todas las aldeas nivaclé, en todas las aldeas daba información de que había llegado aquella gente a Lhavôj’acfi, Esteros, donde vivían juntos nivaclé y bolivianos. Y llegó el mensajero al pueblo de Tofaai, y le informó que habían llegado los primeros misioneros OMI; y que habían decidido recibirlos. Y dicen que dijo Tofaai: Está bien que han venido; quizás sean ellos nuestra salvación.
Vamos a apoyarnos en ellos.” 

Hasta aquí el informe de los líderes de Fischat.” (La comunidad nivaclé) - Agosto 1989.
Fuente: “Historia de las comunidades del Vicariato Apostólico del Pilcomayo”. Recopilado y traducido del Nivaclé por Miguel Fritz, OMI, Mariscal Estigarribia 2000.

CUENTA UN ANCIANO NIVACLÉ


Quiero contar cómo era la vida de nuestros abuelos cuando vivían todavía ensus pueblos antiguos.


Estos son los nombres de los pueblos que habitaban: Lha’vôtjayechat, Mits’alhalhich, Cuvôyu Lhavnus, Aishivoni, Côpiyô’ Yishi’; estos son los campos arenosos que estaban detrás de Mariscal Estigarribia, cuando no había to
davía los blancos; solamente los nivaclé andaban por sus pueblos.
Había un jefe anciano que se llamaba Shupôi; él hablaba siempre a su gente al clarear el día y también por la tarde. Hablaba a su gente animándolos a que buscaran comida para sus hijos. Y así se animaron a salir en busca de comida para sus hijos; así salieron entre muchos en busca de miel: de la yana, del rubito, y la miel de la abeja negra; la miel era el alimento de sus hijos. Cuando estaban de vuelta todos, todos los que traían miel, entonces sus esposas recibieron sus recipientes para repartir la miel entre todos.


Nuestros abuelos compartían entre todos lo que tenían; reinaba mucha confianza entre ellos. Al amanecer, el jefe anciano hablaba a su gente: “Ya está el día encima, hijos míos; es tiempo para buscar carne y tomar el caldo; junto podemos tomar caldo.”
Cuando el sol estaba por aparecer, salieron juntos en busca de carne; tenían flechas con punta de cuchilla para cazar los animales mayores que encontraban, y así lo hicieron los nivaclé como hacían sus esposas: se repartieron la carne del animal, la salaban con el salitre del suelo al cocinarla; así salaban la carne, pues no
conocían la sal; ahora sí que la usan. Tampoco no tenían rifles; estos no los conocían en ese tiempo.
Cuando llegaba el tiempo esperado del algarrobo, los nivaclé estaban felices; en esta temporada había algarrobo, yi’shina (algarrobito), mistol y molle; toditos los frutales del monte tenían sus frutas, y éstas eran el alimento de los nivaclé. Era la temporada feliz cuando veían que tenían todas sus frutas; tenían comida en abundancia. También estaban con frutas la sachasandía y el poroto del monte. Y entonces hicieron depósitos para conservar las vainas del algarrobo; pero para conservar
la harina de esas frutas ahuecaban el samu’u; en el hueco del samu’u guardaban las harinas de algarrobo; hacían de la harina también una pasta remojada y compactada en bolas duras. Así mismo almacenaban las frutas del poroto del monte la sachasandía. Eran las reservas que guardaban para la época de invierno.
Cuando llegaba el tiempo del invierno, buscaban ranas y anguilas; estos eran también alimentos que los nivaclé comían en invierno. En esa época del invierno también tenían frutas varias que comían; aunque no eran ricas: tenían frutas la doca pequeña y la doca grande y la variedad ôquina, bulbos de dos clases de caraguatá;
todas esas frutas les servían de alimento.
Cuando llegaba la época de la primavera, entonces los nivaclé ya comenzaban a pensar en sus siembras; limpiaban el lugar donde querían sembrar. Nuestros abuelos usaban para este trabajo la pala que llamaban jooc, porque estaba hecha de palo santo. Con esta pala limpiaban el lugar donde querían sembrar. Cuando terminaba
el invierno, rozaban el espacio que iban a sembrar; en esto trabajaban hasta llegar la primavera. Los nivaclé sufrían mucho
en la limpieza de sus chacras, pues era la época del hambre crudo, cuando les to
caba limpiar las chacras. Vestían un pedazo de tela como chiripa que ataban por la cintura.
Cuando comenzaban a florecer estas plantitas de flor rosada y las frutas de las cactáceas; estas flores y frutas las mezclan para comer y lo condimentaban con tierra salada, y con esto calmaban el hambre que les mordía las tripas.
Cuando vieron que salía la flor de la planta del zapallo, se alejaron de lado y las frutas del zapallo hasta que crecieran grandes, igual que el anco y el maíz. Mientras tanto, las mujeres buscaban varias frutas cactáceas. No querían cocinar las frutas de su chacra antes de que se terminaran las frutas cactáceas. Entonces recién observaban sus siembras, a ver si ya se podía comer.
Al amanecer ya, un anciano invitaba a los demás que vinieran para comer juntos los zapallos, y quedaron muy felices, porque había comida. Los varones se ponían aparte para compartir su comida y también las mujeres se pusieron aparte para compartir su comida.
Nuestros antiguos abuelos iban así: no había pantalones, ni camisas, ni todas esas cosas que usan los jóvenes hoy.
Y cuando llegaba la época del algarrobo, los nivaclé ya tenían su cosecha. Entonces vinieron nivaclé de otros pueblos. Mucha gente solía reunirse. Se encontraban así con los parientes y amigos que vivían lejos. y entonces se pusieron de acuerdo para hacer un baile tradicional. Si había una chica que tenía recién su menstruación, se le organizaba la fiesta de la iniciación.
Se hacía los bailes como es la costumbre antigua; el que organizaba la fiesta tocaba todo el día su bombo hasta la tarde. Después de un breve descanso, el que tocaba el “bombo alto” ya entraba para bailar, y bailaron muchos. Pero alrededor de las diez de la noche iban a descansar. Tempranito al amanecer, el dueño del bombo ya tocaba otra vez.
Otros hacían juegos de fuerza; otros jugaban a la pelotita hecha de madera; otros jugaban el juego de tsucôc, y otros, jóvenes contra chicos, jugaban el c’asenjate.
Cuando terminaba la fiesta y el bombo cesaba, se dispersaron los antiguos nivaclé.
Llegó luego el tiempo de la guerra entre paraguayos y bolivianos. Opinan que era por el año 1920. Llegaron los bolivianos para pelear. Pero había un anciano que recordaba bien el tiempo de la guerra; su hijo transmite este relato; es Cornelio Inaa Fleitas.
Así comenzó la guerra en la cual los paraguayos pelearon con los bolivianos.
Durante la guerra, los nivaclé se dispersaron. No salían afuera los nivaclé; escuchaban por el ruido de los fusiles dónde pasaba la lucha, y se cuidaron de pasar cerca.
Llevaban a sus esposas lejos del lugar de los combates en lugares seguros. Había muchísimos fusiles, y hubo también tanques de guerra.
Hubo mucho ruido de los fusiles y los tanques de guerra, y tenían mucho miedo los nivaclé y las mujeres también. Entonces ocurrió que se encontraron unos bolivianos con un grupo de nivaclé; a los varones los mataron, pero a sus esposas, las llevaron los bolivianos. Eran dos las mujeres que llevaron; sus esposos y sus hijos los exterminaron.


Pero aquellas dos mujeres que habían secuestrado quedaron cuatro noches con los que les llevaban. Entonces se pusieron de acuerdo y decidieron escaparse.


Entonces, por medianoche se fueron. Quién sabe, cuántos días iban buscando a su gente. Pero los nivaclé ya tenían su cosecha, y esas mujeres andaban mucho tiempo buscando a su gente sin encontrarlos.

Ellas sufrían un hambre tremendo. Encontraron unos tatú bolitas; largo tiempo observaban los tatú bolitas y entonces agarraron un palito para destripar los tatú bolitas; superando el asco, comieron al carne cruda, pues estaban muriendo de hambre.

Había un nivaclé que salió en busca de miel y se fue directamente donde estaban aquellas mujeres. Ellas se asustaron otra vez y gritaron de miedo: “¡Ahí viene un blanco!”
El les habló y gritó: “¡No! ¡Soy yo!” Ellas andaban completamente desnudas. Se pusieron muy contentas que se encontraban otra vez con su gente.

Entonces iban terminando los combates. Habrá sido en verano hacia el fin de la época del algarrobo cuando hubo la lucha, y entonces venía llegando un grupo de paraguayos. Ellos les pedían sandías. Tenían mucho miedo a los nivaclé cuando se encontraron con ellos. Eran 4 los que venían.
Ellos tiraron sus rifles al suelo, porque veían que los nivaclé les tenían miedo. Y dicen que dijo el jefe anciano: “¡Miren, hijos! Voy a acercarme a los samto.” Y se fue al encuentro de ellos y señalo con el dedo las sandías; luego señalo con el dedo la boca de uno de ellos, y luego le dio una sandía. Y los samto comían las sandías con mucho apetito.

Desde entonces, los nivaclé tenían rifles, porque los soldados
paraguayos cambiaban sus rifles por sandías. Ellos, sin embargo, no volvieron al frente de combate, porque habían cambiado sus armas por sandías.
Fuente: “Historia de las comunidades del Vicariato Apostólico del Pilcomayo”. Recopilado y traducido del Nivaclé por Miguel Fritz, OMI, Mariscal Estigarribia 20

La sobrevalorada educación.

En estas tierras, de trasplantes y genocidios culturales y humanos, los que venían de otros lados no podían ni querían cambiar. Entonces trajeron consigo las instituciones de educación pública y general. Primero para no perderse entre los bárbaros y naturales, para conservar su “laicicidad” o “catolicidad” que constituyeron los conflictos de sus comunidades por entonces. Pero ya no alcanzaba con una educación para sostener identidad … había que trasplantarla a los de acá. Las misiones y la idea de la educación británica y Prusiana fueron moldeando los modelos en esta tierra de una parodia de inclusión mientras quienes no se adaptaban eran expulsados al hambre o decididamente asesinados despojados de sus conocimientos situados y de sus capacidades culturales y de vida. Aquí se impuso el Castellano, En Brasil el portugués, En Bolivia y Paraguay … el Quechua, el guaraní y el Aymara. La sobrevalorada educación occidental no cumplió del todo su cometido, precisamente porque los secretos de la palabra no pueden ser encerrados en “sistemas de educación formal”.

Cinthia Wanschelbaum se desempeña como investigadora del CONICET, en el Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación (IICE-UBA), Investigadora Adjunta y Doctora de la Universidad de Buenos Aires, en el área Ciencias de la Educación. Licenciada en Ciencias de la Educación, por la misma Universidad. Profesora Adjunta en Teorías de la Educación II en la Universidad Nacional de Luján. Presidenta de la Asociación de Graduadas y Graduados en Ciencias de la Educación (AGCE). Escribe en página 12

Soledad y racismo

Desde comienzos del 2020, la humanidad se encuentra sacudida por el covid-19. La pandemia no solo reveló problemas sanitarios en todo el mundo, sino que puso al descubierto los límites de un modelo económico, político, cultural, social y ético hegemónico, el neoliberalismo, sustentado en lógicas de acumulación que atentan contra las mínimas condiciones necesarias para la reproducción de la vida. En este contexto de tremenda inestabilidad, nuestra región está atravesando un momento de álgida disputa entre gobiernos progresistas y/o de izquierda y una brutal ofensiva de una derecha conservadora, reaccionaria, que gobierna varios países del continente y también jurisdicciones, como es el caso de Juntos por el Cambio en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Como todes debemos recordar, el lunes 16 de marzo de 2020 fue establecida en Argentina la suspensión de las clases como medida sanitaria necesaria para evitar la propagación del virus. Por primera vez en la historia desde que se crearon los Sistemas Educativos Nacionales, las instituciones educativas --no solo del país sino de todo el mundo- -suspendieron al unísono las clases. Esta inédita e inesperada situación generó una mudanza de la educación de la escuela --espacio público-- al hogar -espacio privado-, a partir de las implementación de un conjunto de prácticas y estrategias educativas con el fin de garantizar la denominada “continuidad pedagógica”.

En este marco, el principal problema que afloró con mayor fuerza fue el de la desigualdad educativa, no solo respecto a las posibilidades de acceso y uso de los recursos educativos tecnológicos disponibles (computadora y conexión a internet), sino también con relación a las diferenciales experiencias educativas en todos los niveles y modalidades. De todas maneras y como ya sabemos, la desigualdad educativa no es un fenómeno nuevo, ni propio de la pandemia; existe nutrida investigación científica en el campo de las ciencias sociales y humanas que desde hace décadas viene evidenciado las diversas formas y dimensiones en que se produce y reproduce la desigualdad en la educación en términos de clase, género y raza, así como en sus interrelaciones.

Sin embargo, y si bien el problema de la desigualdad fue un tema que por un (breve) lapso ocupó la agenda del debate educativo, rápidamente la pandemia se convirtió en el escenario donde distintas posiciones político-pedagógicas se expresaron nítidamente. Como planteó Pablo Imen en un artículo de este diario, comenzó una “batalla de época” entre procesos de individualización imbricados con la mercantilización y una concepción tecnocrática de la educación (como el movimiento de homeschooling, la modalidad de educación virtual, las pruebas estandarizadas y las nuevas formas de injerencia privada en la educación a través de empresas, fundaciones y ONG’s) y procesos de emancipación.

Como parte de esta “batalla de época” y al comienzo de la pandemia, el cierre de las escuelas fue una decisión indiscutida. La derecha y sus grupos “festejaron” el pasaje forzoso de lo presencial a lo virtual. Para los grupos de la derecha la crisis ocasionada por el coronavirus se convirtió en una/la oportunidad para fomentar la introducción de nuevas formas de privatización y colonización de la educación por parte del gran capital, ya que todos los productos y recursos tecnológicos que docentes y estudiantes empezamos a usar pertenecen a corporaciones privadas que, desde hace unos años para acá, están viendo en la educación virtual una oportunidad de mercado excepcional.

Sin embargo, como recuerda en la entrevista realizada en Radio Rivadavia Soledad Acuña, ministra de Educación de la CABA, hacia mediados del 2020 e inicios del 2021, la estrategia política de las fuerzas políticas de la derecha, como el caso de Juntos por el Cambio en la CABA, viró y comenzaron a presionar por la reapertura de las escuelas y la vuelta a la presencialidad. A partir de agosto de 2020, el Ministerio de Educación porteño comenzó a implementar distintos programas y proyectos para la reapertura presencial, con el argumento, de que “6500 chicos que las escuelas identificaron perdieron contacto con sus docentes”.

Este proceso de ofensiva por el retorno a las clases presenciales tuvo su momento culmine en febrero de 2021, cuando el gobierno de la CABA --desonociendo las regulaciones nacionales-- elaboró un protocolo para el inicio de las clases presenciales, que estableció las “pautas y lineamientos, generales y específicos, para la elaboración de medidas de prevención”. El protocolo regulaba el regreso a unas escuelas realmente existentes que, como denunció la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE), no contaban con las condiciones necesarias para evitar la propagación del virus. Cabe destacar también que en este contexto de crisis, el gobierno porteño implementó un recorte en el presupuesto educativo. Así es, cuando todo indicaba que se necesitaban más escuelas y en mejores condiciones para afrontar ese momento, el GCBA decidió disminuir el presupuesto para obras y refacciones en 476 millones de pesos (un 70 por ciento), y transferir dichos fondos y los destinados al Plan S@rmiento --la entrega de computadoras a escuelas de gestión estatal-- a la Dirección de Educación Privada.

Estos “datos del mundo” expresan, junto con las nuevas declaraciones de Soledad Acuña, el proyecto político-pedagógico del gobierno porteño (y no solo de su ministra, sino del conjunto de la fuerza política de la que es parte). Las declaraciones racistas y de clase que la ministra realizó en la radio, no son excepcionales. Se inscriben en esta serie de políticas y acciones educativas, y de discursos de una fuerza política que desprecia a las clases populares y a la educación pública. No hace falta recordar las declaraciones que Mauricio Macri, Esteban Bullrich o María Eugenia Vidal hicieron en la misma sintonía.

En tiempos de “Gestapo” macrista, estas expresiones de Acuña vienen a reforzarnos a quienes estamos comprometides con una sociedad justa e igualitaria, la necesidad de construir propuestas superadoras para una Ciudad que urgentemente necesita de un gobierno comprometido con una educación pública, democrática y popular.

Los secretos de la memoria

Vladimiro Ariel Dorfman Zelicovich, más conocido como Ariel Dorfman, es un escritor —cuentista, dramaturgo, ensayista, novelista y poeta— y activista de los derechos humanos argentino-chileno-estadounidense. Autor de La Muerte y la Doncella, acaba de publicar una novela “Apariciones”, y la reimpresión de su libro de viajes, “Memorias del Desierto.” , escribe la contratapa de página 12 de hoy.

La semana pasada, apenas regresado a Chile después de una prolongada ausencia inducida por la pandemia, mi rostro sufrió un desafortunado descalabro. Durante una caminata matutina, tropecé con una obstrucción rocosa en el pavimento desnivelado y, tambaleándome para recuperar el equilibrio, terminé golpeando mi nariz violentamente contra la ventana de un automóvil estacionado. Ninguna fractura, pero con torrentes de sangre empapando mi cara y cuerpo adoloridos y un profundo tajo encima de mi tabique nasal que requirió varios puntos de sutura, fuertes antibióticos y una inyección antiinflamatoria.

La culpa principal, por supuesto, radica en las aceras

lamentablemente descuidadas de Chile, pero también puede atribuirse responsabilidad a mi mente errante que, en vez de estar atenta al entorno físico, se encontraba mirando hacia el cielo tan libre como el aire que llenaba mis pulmones en un país cuyos votantes habían dado en diciembre una victoria rotunda a Gabriel Boric, creyendo en su promesa de crear entre todos una patria más justa, equitativa y digna. No era extraño que, mientras yo deambulaba distraído y alucinado por el amanecer tan esperanzador que se avecinaba para nuestro pueblo, fuera imposible concebir que algo malo pudiera sucederme.

Aunque mi topetazo puede entenderse como un evento aislado y aleatorio, solo notable en términos del padecimiento y el desbarajuste de un individuo, soy propenso, como escritor, a interpretar toda experiencia excepcional como un portal hacia una revelación de algo más significativo. Y, en este caso, me inspiré en Pablo Neruda que había cantado las maravillas del mundo mineral de Chile, la música inscrita en roqueríos y arena, guijarros y pedernales. En sus odas a las piedras de su nación, Neruda les pedía que hablaran desde su silencio. ¡Qué sabiduría no contendrían si habían existido aquí antes de que los humanos habitaran esta comarca volcánica! Habían sido testigos de las penas, sueños y frustraciones de hombres y mujeres que trabajaron para hacer del país una verdadera Residencia en la Tierra (usando el título de esa obra magna de Neruda), patriotas que lucharon y a menudo murieron para que la tierra fuera, en efecto, una residencia para todos y no solo para unos pocos.

Resultó, entonces, natural preguntarme, ¿qué estaban tratando de susurrarme las piedras proféticas de Chile cuando una de ellas interrumpió bruscamente mi optimista caminata?

La respuesta más obvia es que, en vista de que nos estamos aventurando en un experimento social y político que intenta arrebatar el control de la economía a la minoría súper rica que ha explotado a nuestro pueblo durante toda nuestra historia, es mejor que mantengamos los pies firmemente en el suelo y avancemos lentamente, ya que el camino está lleno de celadas y las cosas no serán suaves ni fáciles. Un mensaje de prudencia: si no pisamos con cuidado corremos el riesgo de quedar ensangrentados, maltratados y magullados por los giros y las trampas de la dura realidad.

Pero, ¿por qué no leer en la piedra que me dañó la nariz un mensaje menos cauteloso y más imaginativo?

Durante las tres décadas desde que la democracia retornó a Chile, mientras recorría las calles de Santiago y Valparaíso y otras ciudades, pasando por tantas casas anónimas, me preocupaba el desconocimiento de lo que había sucedido en ellas a lo largo de los diecisiete años de la dictadura de Pinochet: quién había sido arrastrado por ese umbral en las largas noches de terror, quién nunca había regresado del centro de detención o regresó destruido por lo que le habían hecho a él, a ella, qué dolencias se escondían detrás de cada puerta y en las entrañas de los que habían sobrevivido.

Por eso me alegró saber, por parte de mi amigo y exalumno, Francisco Estévez, Director del Museo Chileno de la Memoria y los Derechos Humanos, que el Museo había iniciado un programa piloto de conmemoración de las víctimas de la dictadura. Se trataba de imitar la iniciativa Stolperstein que comenzó en Alemania en 1992 y se ha extendido por Europa para conmemorar a judíos y otros (gitanos, comunistas, homosexuales) exterminados por los nazis. (Una práctica que también se puede ver en Argentina). Se trataba de que en la vereda de la casa donde alguna vez vivieron, comieron y amaron esos seres desaparecidos se colocara sus datos en una placa, para que los transeúntes fueran sorprendidos por ese "stein" y ese tropezón los forzara a darse cuenta de los secretos y transgresiones que encubría ese sitio. En el caso de Chile, se inauguraron, a fines del 2018, cinco placas en la localidad de Limache. El programa se denominó "Residencia de la Memoria". Además de expresar que la memoria ahora residía efectivamente en aquellos lugares, el nombre aludía a los magníficos poemas de Neruda, respondiendo a su demanda de que consagráramos en piedra perdurable lo que recordamos en forma colectiva.

De manera que, en los días que han seguido a mi propio encontronazo con una piedra, se me ha ocurrido que tal vez, ahora que Chile está a punto de inaugurar a un Presidente que pone los derechos humanos en el centro de su política, ha llegado el momento de masificar estas Residencias de la Memoria, desbordar a Chile con placas que aporreen los dedos de los pies de nuestros conciudadanos, irrumpiendo a mansalva y con gentileza en su desmemoriada vida cotidiana. Después de todo, el 44 % del electorado, millones de mis compatriotas, votaron en contra de Boric y por José Antonio Kast, un admirador ultraderechista de la dictadura, un político retrógrado que había prometido, entre otros desmanes, cerrar el Museo de la Memoria. Si hubiéramos sembrado por cada aldea y villa y rincón del país placas con los nombres de quienes fueron dañados irreparablemente por esa dictadura, tal vez Kast hubiera tenido menos apoyo, tal vez viviríamos en una sociedad donde sería imposible que alguien aspirara a la Presidencia sin haber repudiado tajantemente a Pinochet y sus crímenes de lesa humanidad. Tal vez las piedras cantarían para que todos las oyéramos.

Dada mi avanzada edad, probablemente sea inevitable que en un futuro cercano vuelva a chocar contra alguna persistente piedra chilena. Además de esperar que en esa ocasión no me lastime, sería un consuelo si la razón por la que me sufra ese tropiezo fuera debido a la intervención de una Residencia de la Memoria, colocada allí para hacerme a mí y a tantos otros conscientes de la trágica historia de nuestro país, recordando la perentoria necesidad de nunca más olvidar un pasado traumático, garantía irremisible para que haya un futuro diferente.

Si duele enseña

No hay crecimiento sin dolor. No hay felicidad sin sufrimiento en tanto imposible para la conciencia humana definir “algo” en “si mismo” sino por medio de referencias a lo que permite distinción. Ya sea por ausencia o por presencia. Por la sensación que produce o la no sensación (otra sensación). Mas allá del principio de placer/displacer, las emociones y las sensaciones cumplen ese rol secreto que anidan las palabras. Signar las diferencias para que puedan distinguirse. En esa distinción el ejercicio de elegir y en ese ejercicio de elegir la plena capacidad humana de hacerse cargo y responsable de su propio paso por la vida. Una vez que se atravesó el dolor y puede distinguirse de aquello que produce placer o felicidad … de lo que se trata es de tomar decisiones que produzcan el menor dolor posible y el mayor grado de placer/satisfacción que sea posible en relaciones libres donde la justicia sea condición de libertad. No hay libertad en la voz de amo (Esclavo y esclavista pierden su humanidad al tener que ocuparse de someter y dejar su propia libertad en aquello que hay que hacer para que el esclavo siga siendo esclavo. Del mismo modo, el esclavo deja de desear y solo quiere un amo bueno que lo lastime lo menos posible y le imponga sacrificios tolerables.) Nadie se salva solo … si cambiamos sandías por fusiles perdemos la condición de humanidad, aunque parezca mas civilizado. Que cada quién haga su parte.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack


Comentarios

Entradas populares de este blog