De qué trata la política ...

 

Las teorías de la conspiración vienen en todas las formas y tamaños, pero tal vez la representación más común es la teoría de la Camarilla Mundial. Una encuesta reciente realizada a 26.000 personas en 25 países les preguntó a los encuestados si creían en “un solo grupo de personas que en secreto controlan sucesos y gobiernan juntas el mundo”.

Un 37 por ciento de los estadounidenses respondió que es “definitiva o probablemente verdad”. Ocurrió lo mismo con el 45 por ciento de los italianos, el 55 por ciento de los españoles y el 78 por ciento de los nigerianos.

Las teorías conspirativas, claro está, no las inventó QAnon; han circulado durante miles de años. Algunas de ellas incluso han tenido un inmenso impacto en la historia. Consideremos el nazismo, por ejemplo. No solemos pensar en el nazismo como una teoría de la conspiración. Debido a que logró controlar un país entero y comenzar la Segunda Guerra Mundial, solemos considerar el nazismo como una “ideología”, aunque sea una malvada.

Sin embargo, en el fondo, el nazismo fue una teoría de la Camarilla Mundial basada en esta mentira antisemita: “Un grupo de financieros judíos domina el mundo en secreto y está conspirando para destruir la raza aria. Diseñaron la revolución bolchevique, dirigen las democracias de Occidente y controlan los medios y los bancos. Tan solo Hitler ha logrado ver la realidad de sus trucos nefarios… y solo él puede detenerlos y salvar a la humanidad”.

Comprender la estructura común de esas teorías de la Camarilla Mundial puede explicar tanto su atractivo… como su inherente falsedad.

La estructura

Las teorías de la Camarilla Mundial arguyen que debajo de un sinnúmero de sucesos que vemos en la superficie del mundo un solo grupo siniestro está al acecho. La identidad de este grupo puede cambiar: algunos creen que el mundo lo dirigen en secreto los masones, las brujas o los satanistas; otros creen que son extraterrestres, reptilianos o varias otras pandillas.

No obstante, la estructura básica sigue siendo la misma: el grupo controla casi todo lo que ocurre, y al mismo tiempo oculta ese control.

Las teorías de la Camarilla Mundial se deleitan en particular con la unión de los opuestos. Por lo tanto, la teoría conspirativa nazi decía que, en la superficie, el comunismo y el capitalismo lucen como enemigos irreconciliables, ¿no? ¡Error! ¡Eso es precisamente lo que la camarilla judía quiere que pienses! Y tal vez creas que las familias Bush y Clinton son enemigos jurados, pero solo están aparentando: a puerta cerrada, todos van a las mismas fiestas del vecindario.

A partir de estas premisas, surge una hipótesis. Los sucesos en las noticias son una cortina de humo diseñada con astucia para engañarnos, y los líderes famosos que distraen nuestra atención son meros títeres a merced de los verdaderos gobernantes.

El atractivo

Las teorías de la Camarilla Mundial son capaces de atraer a grandes grupos de seguidores en parte porque ofrecen una sola explicación sin rodeos para una infinidad de procesos complicados. Las guerras, las revoluciones, las crisis y las pandemias todo el tiempo sacuden nuestras vidas. No obstante, si creo en algún tipo de teoría de la Camarilla Mundial, disfruto la tranquilidad de sentir que entiendo todo.

¿La guerra en Siria? No tengo que estudiar historia del Medio Oriente para comprender qué sucede allá. Es parte de la gran conspiración. ¿El desarrollo de la tecnología 5G? No tengo que investigar nada sobre la física de las ondas de radio. Es la conspiración. ¿La pandemia de la Covid-19? No tiene nada que ver con los ecosistemas, los murciélagos y los virus. Sin duda es parte de la conspiración.

La llave maestra de la teoría de la Camarilla Mundial abre todos los misterios del mundo y me ofrece una entrada a un círculo exclusivo: el grupo de personas que entienden. Nos hace más inteligentes y sabios que la persona promedio e incluso me eleva por encima de la élite intelectual y la clase gobernante: los profesores, los periodistas, los políticos. Veo lo que ellos omiten… o lo que intentan ocultar.

El error

Las teorías de la Camarilla Mundial cometen el mismo error básico: suponen que la historia es muy sencilla. La premisa clave de las teorías de la Camarilla Mundial es que es relativamente fácil manipular el mundo. Un pequeño grupo de gente puede comprender, predecir y controlar todo, desde las guerras y las revoluciones tecnológicas hasta las pandemias.

Este grupo tiene una capacidad particularmente extraordinaria para prever los siguientes diez movimientos en el tablero del mundo. Cuando suelta un virus en algún lugar, no solo puede predecir cómo se propagará por el mundo, sino también cómo afectará la economía global un año después. Cuando desata una revolución política, puede controlar su curso. Cuando empieza una guerra, sabe cómo terminará.

Sin embargo, no cabe duda de que el mundo es mucho más complicado. Por ejemplo, consideremos la invasión estadounidense a Irak. En 2003, la única superpotencia del mundo invadió un país de tamaño mediano en el Medio Oriente, bajo el argumento de que quería eliminar las armas de destrucción masiva del país y terminar con el régimen de Sadam Husein. Hubo quienes sospecharon que tampoco le habría importado aprovechar la oportunidad para obtener hegemonía sobre la región y dominar los vitales yacimientos petroleros de Irak. En busca de estos objetivos, Estados Unidos desplegó el mejor ejército del mundo y gastó billones de dólares.

Si nos adelantamos unos años, ¿cuáles fueron los resultados de este esfuerzo tremendo? Una completa debacle. No había armas de destrucción masiva y el país quedó hundido en el caos. En realidad, el gran ganador de la guerra fue Irán, pues se convirtió en la potencia dominante de la región.

Entonces, ¿deberíamos llegar a la conclusión de que George W. Bush y Donald Rumsfeld en realidad eran espías iraníes encubiertos a cargo de ejecutar una ingeniosa conspiración diabólica que ideó Irán? Para nada. Más bien, la conclusión es que es increíblemente difícil predecir y controlar los asuntos humanos.

No es necesario invadir un país del Medio Oriente para aprender esta lección. Si has estado en una junta escolar o un consejo local, o tan solo has intentado organizar una fiesta sorpresa para el cumpleaños de tu mamá, es probable que sepas cuán difícil es controlar a los humanos. Haces un plan y te sale el tiro por la culata. Intentas guardar un secreto y al día siguiente todo el mundo está hablando de él. Confabulas con un amigo de confianza y en el momento crucial te acuchilla por la espalda.

Las teorías de la Camarilla Mundial nos piden que creamos que, aunque es muy difícil predecir y controlar las acciones de mil o siquiera cien humanos, es sorprendentemente fácil tratar como títeres a 8000 millones.

La realidad

Por supuesto que hay muchas conspiraciones verdaderas en el mundo. Los individuos, las corporaciones, las organizaciones, las iglesias, las facciones y los gobiernos siempre están tramando y elaborando varias conspiraciones. Sin embargo, justo por eso es tan difícil predecir y controlar a todo el mundo.

En la década de 1930, la Unión Soviética de verdad estaba conspirando para iniciar revoluciones comunistas por todo el mundo; los bancos capitalistas estaban empleando todo tipo de estrategias sospechosas; el gobierno de Roosevelt estaba planeando rediseñar la sociedad estadounidense en el New Deal; y el movimiento sionista estaba planeando la proclamación de una patria en Palestina. Sin embargo, estas y un sinfín más de otras maquinaciones a menudo chocaban, y no estaban a cargo de un solo grupo de gente.

En la actualidad, también es probable que seas el blanco de muchas conspiraciones. Tus colegas tal vez conspiren para poner al jefe en tu contra. Una gran corporación farmacéutica podría estar sobornando a tu doctor para que te dé opioides dañinos. Otra gran corporación podría presionar a los políticos para bloquear regulaciones ambientales y permitirle contaminar el aire que respiras. Algunos gigantes tecnológicos podrían estar hackeando tus datos privados. Un partido político podría estar haciendo fraude en los distritos electorales de tu estado. Un gobierno extranjero podría tratar de fomentar el extremismo en tu país. Todas estas podrían ser conspiraciones reales, pero no son parte de una sola conspiración mundial.

A veces una corporación, un partido político o un dictador logran reunir una parte significativa de todo el poder del mundo en sus manos. No obstante, cuando sucede algo así, es casi imposible mantenerlo en secreto. Un gran poder conlleva una gran publicidad.

De hecho, en muchos casos una gran publicidad es un prerrequisito para obtener un gran poder. Por ejemplo, Lenin nunca habría obtenido poder en Rusia evitando la mirada del público. Y al principio, Stalin prefería las maquinaciones a puerta cerrada pero, para cuando monopolizó el poder en la Unión Soviética, su retrato colgaba en cada oficina, escuela y hogar desde el Báltico hasta el Pacífico. El poder de Stalin dependía de este culto a la personalidad. La idea de que Lenin y Stalin eran solo una fachada para los verdaderos gobernantes que estaban tras bambalinas contradice toda la evidencia histórica.

Percatarte de que no hay una sola camarilla que puede controlar en secreto a todo el mundo no solo es correcto, sino que también te empodera, pues quiere decir que puedes identificar las facciones que compiten en nuestro mundo, y aliarte con algunos grupos en contra de otros. De eso se trata la política verdadera.

Yuval Noah Harari © 2020 The New York Times Company

Yuval Noah Harari es historiador y autor del best seller internacional ‘Sapiens’ (Editorial Debate)

(https://www.lavanguardia.com/internacional/20201207/49857110897/mundo-parece-gran-conspiracion.html )

Los poderes de facto económicos, mediáticos y judiciales, de manera muy destacada aunque no sean los únicos, actúan permanentemente para sabotear al gobierno de Alberto Fernández y al frente político oficialista que el presidente de la Nación lidera junto con la vicepresidenta Cristina Kirchner.

Una de las múltiples formas de hacerlo es mediante la perpetuación de causas judiciales contra dirigentes kirchneristas, inventadas durante la gestión de Cristina para desgastar a su gobierno y deslegitimar socialmente a la fuerza política por ella liderada, y que durante el régimen de derecha que encabezó Mauricio Macri fueron llevadas a la máxima alevosía con el encarcelamiento de ex funcionarios y referentes del sector que es víctima de  persecución y ensañamiento.


 
El ejemplo más reciente de ese tipo de maniobras fue que, el lunes 30 de noviembre, la Cámara de Casación Federal le dio validez a los testimonios de “imputados colaboradores”, generalmente llamados “arrepentidos”, en el simulacro de investigación judicial conocido como “causa de los cuadernos” o “de las fotocopias de los cuadernos”. Dichos testimonios sustentaron las acusaciones del juez (ya fallecido) Claudio Bonadio y del fiscal Carlos Stornelli, ambos ultra-antikirchneristas. (Información de Perfil, nota del 30/11/20).

La ley dice que “las declaraciones del imputado arrepentido deberán registrarse a través de cualquier medio idóneo que garantice su evaluación posterior”. Tal registro no fue efectuado por el dúo Bonadio-Stornelli, pero el aparato judicial igual convalidó las declaraciones.

Eso significa que el proceso tiene plena validez legal y que avanza hacia el juicio oral y una futura sentencia. Cristina Kirchner está acusada como “jefa de una asociación ilícita” por concesiones de obras públicas realizadas entre 2003 y 2015. Por lo tanto, pende sobre ella una vez más la amenaza de un futuro encarcelamiento.

Tres días después de esa resolución, el jueves 3, la Corte Suprema de Justicia confirmó la condena a 5 años y 10 meses de cárcel contra Amado Boudou, ex vicepresidente de la Nación y ex ministro de Economía. (Crónica de Infobae. Nota del 03/12/20). En este caso el invento consiste en dar por hecho que Boudou se benefició personalmente cuando, como titular del ministerio de Economía en la primera presidencia de Cristina, autorizó la venta de la empresa Ciccone Calcográfica, firma privada dedicada a imprimir moneda y otros papeles sensibles de valor monetario y/o financiero.

La sentencia se basó en la declaración del “testigo protegido” Alejandro Vandenbroele. Este último, tras la condena en primera instancia contra Boudou hace más de dos años (en agosto de 2018, pleno macrismo), cobró por declarar como tal la suma de $ 1.500.000 (un millón quinientos mil pesos) “para dar cumplimiento al proyecto laboral que le brinde al protegido la posibilidad de una relocalización definitiva y auto-sustentarse”.


 El pago lo hizo el Estado a través del Programa de Protección a Testigos e Imputados. Es decir que el sujeto fue premiado con fondos públicos por haber declarado contra el ex vicepresidente y ex ministro. Con ese dinero se puso un hotel en Mendoza llamado “La Masía”.

Esta información, inicialmente, fue revelada en febrero de este año gracias a una investigación periodística de Ari Lijalad publicada por El Destape. (Nota del 04/02/20). Días después, el portal mendocino MDZ publicó detalles de la empresa hotelera de Vandenbroele. (Nota del 19/02/20).

A su vez, la acusación contra Boudou empezó en 2012 -cuando ya era vicepresidente- por la denuncia de un hombre que dijo haberse enterado de los supuestos negociados porque escuchó en un café a otras personas, aunque no supo quiénes eran porque estaba de espaldas. Las cadenas mediáticas dijeron que el denunciante era “un ciudadano común”.

El grotesco relato fue descripto en 2014 por Horacio Verbitsky, quien informó lo siguiente: “Lacausa contra Boudou se inició por la denuncia del ‘ciudadano común’ Jorge Orlando Pacífico, según la candorosa presentación que de él hizo Clarín. Pacífico no tiene nada de común. En realidad es un sargento del Ejército, especialista en explosivos, comando en la guerra de las Malvinas, participante en los levantamientos carapintada de Aldo Rico y Mohamed Seineldín, dirigente del Modin y vendedor de un producto tan poco común como helicópteros artillados. Pacífico declaró haberse enterado de delitos de acción pública por una conversación en un café entre hombres a quienes escuchó decir que The Old Fund ‘resulta ser una pantalla de la familia Ciccone’ y de una persona ‘políticamente expuesta, alto funcionario del Gobierno Nacional, para recuperar la empresa antes fallida’. Este cuento infantil dice que no pudo ver a esos hombres, porque estaba de espaldas”. (Publicado en Página 12, nota del 15/06/14).

Corrupción judicial

El reciente ensañamiento de jueces y fiscales contra Cristina y contra Boudou revela una vez más el carácter profundamente corrompido de la fracción dominante del Poder Judicial. Y al mismo tiempo constituye otra advertencia del poderío que detenta ese sector y de cómo puede actuar, junto con las demás estructuras corporativas, en contra de la voluntad popular representada por un gobierno surgido del voto ciudadano.

 

Es muy común en personas comunes del pueblo, de buena fe, creer que ganar una elección y llegar al gobierno de un país -Argentina en nuestro caso- otorga a ese gobierno el poder suficiente como para producir determinados hechos que redunden en beneficio de la mayoría de la población.

En alguna medida eso es verdad, pero es solo una parte de la una realidad más compleja que es la conformación del poder en sentido amplio e integral. O la conformación de “los poderes”. Porque junto con las autoridades elegidas por el voto ciudadano en base a reglas de funcionamiento democrático reconocidas como legítimas por el conjunto de la sociedad, también existen las estructuras que gobiernan de facto, de hecho, “de prepo”. Por imposición del rol que ocupan en el funcionamiento del sistema político, económico y social.

A este último tipo de poderes, los que imponen su decisión sin ser elegidos por el voto ciudadano, se los puede llamar “corporaciones” o “poderes fácticos”. Algunos de ellos están dentro del Estado y otros en cualquiera de las estructuras de la sociedad.

A modo de ejemplo: en una sociedad capitalista el primero de los poderes de facto es el económico. Es decir los dueños del capital, los propietarios de los grandes conglomerados empresariales que controlan la producción y distribución de bienes y servicios. Esta es una verdad tan obvia que generalmente se la toma como natural y no como resultado de un determinado ordenamiento social.

Derivado de lo anterior, un tipo específico de corporación capitalista lo constituyen las empresas mediáticas, las cuales poseen -sobre todo en la medida en que ocupan posiciones dominantes en el mercado de la oferta de información, entretenimiento y propaganda ideológica- la capacidad de formatear en gran parte las creencias, sentimientos, valores y gustos de la opinión pública.

A su vez, dentro del Estado hay corporaciones o poderes de facto diversos. En términos históricos, por ejemplo, manejar armamento siempre ha sido una fuente de poder. Los militares, y complementariamente las fuerzas policiales u otras de las que se denominan “de seguridad”, a veces llegan a adquirir niveles de empoderamiento tan grandes que pueden echar a gobiernos civiles -desarmados- y así instalar dictaduras u otros regímenes similares sustentados en la violencia. Sobran ejemplos en la historia contemporánea de Argentina y del mundo.

Pero en América Latina en general y en nuestro país en particular, dentro de los Estados, desde hace algo más de una década ha crecido la influencia y el peso relativo de las corporaciones judiciales, hasta constituir en la actualidad un peligro para la democracia.

En 2009, el presidente de Honduras, Manuel Zelaya, fue destituido por un fallo de la Corte Suprema de Justicia. Luego en Paraguay, en 2012, Fernando Lugo fue echado de la presidencia mediante un “juicio político” del Parlamento que se hizo en dos días, y que fue convalidado por el Poder Judicial. Le siguió Brasil en 2016, cuando Dilma Rousseff fue derrocada a través de un golpe parlamentario como último paso de una ofensiva mediática y judicial contra ella, el ex presidente Lula Da Silva y el sector político que ambos integran (el PT, Partido de los Trabajadores).

En Argentina, el apogeo corporativo se desplegó entre diciembre de 2015 e igual mes de 2019, cuando los poderes de facto, junto con el gobierno de Macri, integraron el régimen de derecha que azotó a nuestro país no solo en lo económico y social sino también en la destrucción de las reglas del Estado de Derecho.

La máxima expresión de su carácter jurídicamente violento fue armar simulacros judiciales para perseguir opositores y en decenas de casos -Boudou entre ellos, Milagro Sala fue la primera- encarcelar a las víctimas.

Luego el bloque de derecha perdió las elecciones y desde hace un año el Frente de Todos conduce el Poder Ejecutivo a través del presidente Fernández. Pero lo que esos sectores corrompidos de la judicatura acaban de hacer contra Cristina y Boudou, también es una nueva advertencia de que los gobiernos cambian mientras las corporaciones quedan.

Se repite así, una y otra vez, la disputa permanente que deben enfrentar las fuerzas políticas, organizaciones populares y cualquier sector de la sociedad civil genuinamente interesados en profundizar la democracia y avanzar en la búsqueda de la justicia social.

( https://vaconfirma.com.ar/?articulos/id_12520/el-ensanamiento-contra-cristina-y-boudou-es-otra-advertencia )

Sectores sociales e individuos se mueven y actúan según sus necesidades y deseos. Por tanto son estos los que explican en buena medida conductas y decisiones.


 Frente al tamaño de la diversidad de estos deseos y necesidades, y la incapacidad de abastecerlos en soledad, las tramas se van “enredando” en grupos de intereses y afinidades que buscan de diversos modos, satisfacerlos.

En la medida que se complejizan las situaciones las decisiones tambien lo hacen … la complejidad de la civilización humana va agregando instancias institucionales y grupales con capacidad para imponer esas necesidades al resto de la sociedad. Es en este marco de relaciones donde las conspiracones son posibles en tanto y en cuanto alimenten intereses y deseos de algunos …

"La tragedia de nuestro tiempo es que la dominación está unida y la resistencia está fragmentada"

POR BERNARDA LLORENTE Para Telam

El sociólogo y ensayista portugués Boaventura de Sousa Santos es el gran pensador actual de los movimientos sociales, autor de una extensa obra en la que se destacan títulos como "Una epistemología del sur", "Democracia al borde del caos: Ensayo contra la autoflagelación" y "El fin del imperio cognitivo" se ocupa desde hace décadas de radiografiar la vida y los modos de subsistencia de las comunidades más vulnerables, un radio de acción que lo llevó a documentar desde las condiciones de un campo de refugiados en Europa hasta las formas de organización de las comunidades originarias de Amazonia o los barrios populares de Buenos Aires.

Sousa Santos nació hace 80 años en la ciudad portuguesa de Coímbra, donde reside la mitad del año tras haberse jubilado como docente de la Facultad de Economía. Obtuvo un doctorado en sociología de la Universidad Yale y dio clases también en la Facultad de Derecho de la Universidad de Wisconsin-Madison (Estados Unidos), donde pasa la otra mitad del año. En sus textos desmenuza los conceptos clásicos de las ciencias sociales para entender el mundo y los revitaliza con el objetivo de construir saberes "que otorguen visibilidad a los grupos históricamente oprimidos".

En el marco del ciclo de pensamiento "Proyecto Ballena", el científico social y ensayista presentará mañana a las 18 su libro "Izquierdas del mundo, ¡Únanse!" a través del YouTube del Centro Cultural Kirchner, en una charla coordinada por la presidenta de Telam, Bernarda Llorente, con quien mantuvo hace unos días una entrevista exclusiva en la que reflexionó sobre los medios, el mundo pospandemia y la supervivencia de resabios atávicos, entre otras cuestiones.

"El capitalismo no funciona sin racismo y sin sexismo -destaca el pensador en el diálogo-. Por el contrario, la resistencia no está articulada, está fragmentada, es por eso que muchos partidos de izquierda, con vocación anticapitalista, han sido racistas y sexistas. Incluso algunos movimientos feministas han sido racistas y han sido pro-capitalistas. El problema que enfrentamos es una dominación articulada y una resistencia fragmentada. Así no vamos a salir adelante porque sabemos que la intensificación del modelo es lo que agrava la vida de la gente". 



Con un lenguaje directo que atraviesa toda su obra, propone un modelo de intelectual como agente de cambio, Sousa Santos analiza la refundación del estado y la democratización de la democracia . Se considera un "optimista trágico" , por eso cree que la pandemia es una gran oportunidad para replantear el modelo neoliberal, que considera agotado.

- Télam: ¿Qué futuro podemos esperar después de la pandemia? ¿Cómo seremos capaces de pensar y de construir el mundo post pandemia?

- Boaventura de Sousa Santos: La pandemia ha creado tal incertidumbre que los gobiernos, los ciudadanos, los sociólogos y los epidemiólogos no saben qué va a pasar. Acabo de publicar "El futuro comienza ahora: de la pandemia a la utopía" y lo que planteo es que esta pandemia marca el inicio del siglo XXI. Tal como el siglo XIX no empezó el 1 de enero de 1800, sino en el 1830 con la Revolución Industrial, o el siglo XX en 1914 con la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa de 1917, el XXI comienza para mí con la pandemia, porque va a inscribirse como una marca muy fuerte en toda la sociabllidad de este siglo. Y lo será porque el modelo de desarrollo, de consumo, de producción que hemos creado, ha llevado a que no sea posible en este momento, por más vacunas que existan, poder salir de ella.

Entraremos en un período de "pandemia intermitente": confinamos-desconfinamos, donde el virus tendrá mutaciones, habrá una vacuna eficaz y otra no, vendrán otros virus. El neoextractivismo, que es una explotación de la naturaleza sin precedentes, está destruyendo los ciclos vitales de restauración, y por eso los hábitats se ven afectados con la minería a cielo abierto, la agricultura industrial brutal, los insecticidas y pesticidas, la contaminación de los ríos, el desmonte de los bosques. ..Esto, junto al calentamiento global y la crisis ecológica, es lo que hace que cada vez más los virus pasen de los animales a los humanos. Y los humanos no estamos preparados: no tenemos inmunidad, no tenemos cómo enfrentarlos.

- T.: Hay conciencia sobre la gravedad? ¿Hay salidas?

- B.S.S.: Veo tres escenarios posibles y no sé cuál resultará. El primero es el que pusieron a circular fundamentalmente los gobiernos de derecha y de extrema derecha -desde el Reino Unido a los Estados Unidos y Brasil- sosteniendo que esta pandemia es una gripe, que no tiene gravedad, que va a pasar y la sociedad regresará rápidamente a la normalidad. Claro que esta normalidad es el infierno para gran parte de la población mundial. Es la normalidad del hambre, de otras epidemias, de la pobreza, de las barriadas, de la vivienda impropia, de los trabajadores de la calle, de los informales. La idea de que todo vuelva a ser como antes. Es un escenario distópico, muy preocupante. Porque esa "normalidad" significa regresar a condiciones que ya la gente no aguantaba y colmaba las calles de muchos países gritando "basta".

El otro escenario posible es lo que llamo el gatopardismo, en referencia al romance de Lampedusa, de 1958; la idea es que todo cambie para que nada cambie. Las clases dominantes hoy están más atentas a la crisis social y económica. Los editoriales del Financial Times son un buen ejemplo de este segundo escenario. Dicen muy claramente que así no se puede continuar. Habrá que moderar un poco la destrucción de la naturaleza y cambiar en algo la matriz energética. Es hacer algunas concesiones para que nada cambie, y que el capitalismo vuelva a ser rentable. Por ello la destrucción de la naturaleza continuará y la crisis ecológica podrá ser retrasada pero no resuelta. Europa se encamina un poco por ese escenario cuando se habla de una transición energética, pero me parece que no va a resolver las cosas. Va a retrasar quizás el descontento, la protesta social, pero no va a poder saldar la cuestión pandémica.

El tercer escenario es, quizás, el menos probable, pero también representa la gran oportunidad que esta pandemia nos ha dado. Es la posibilidad de pensar de otra manera: otro modelo civilizatorio, distinto del que viene desde el siglo XVII y que se profundizó en los últimos 40 años con el neoliberalismo. Con el coronavirus, los sectores privilegiados quedaron más tiempo en sus casas, con sus familias, descubrieron otras maneras de vivir. Claro que fue una minoría, el mundo no es la clase media que puede cumplir con el distanciamiento social, lavarse las manos, usar las mascarillas... la gran mayoría no puede. Esta es la gran oportunidad para empezar una transición hacia un nuevo modelo civilizatorio, porque es imposible hacerlo de un día para otro. Y esa transición empezará en las partes donde haya más consensos. Hace mucho tiempo que este modelo está totalmente roto, desde un punto de vista social, ético y político. No tiene futuro. Es un cambio social, de conocimientos, político y cultural.

Difícil saber cuál escenario prevalecerá. Quizás tengamos una combinación de los tres; en algunas partes del mundo el primero, en otras el segundo, y en algunos países mayores avances. La política del futuro dependerá, fundamentalmente, de qué escenario prevalezca. Es el conflicto vital en las próximas décadas.

- T: El modelo de transición alimenta la esperanza de una sociedad distinta, pero presupone también replanteos y construcciones políticas diferentes, en términos ideológicos, económicos, modelos de desarrollo, sociales, culturales, diversos. ¿Cuáles serían las utopías frente a tantas distopías?


- B,S.S.: Lo peor que el neoliberalismo nos ha creado es la ausencia de alternativa. La idea de que con el fin del socialismo soviético y de la caída del muro de Berlín solo queda el capitalismo. E incluso el capitalismo más antisocial, que es el neoliberalismo dominado por el capital financiero. En Argentina tuvieron una experiencia muy dolorosa con los fondos buitres. Hemos vivido estos 40 años en confinamiento -pandémico y político- encerrados en el neoliberalismo. La pandemia nos da una esperanza de que podemos salir del confinamiento. Nos obliga a confinarnos y simultáneamente nos abre las puertas a alternativas. Porque devela que este modelo está completamente viciado; hay un capitalismo corsario que ha hecho más millonarios a quienes ya lo eran. El dueño de este sistema que estamos usando (Zoom) puede ganar 1500 millones de dólares en un mes y hasta el confinamiento poca gente lo usaba o conocía. O el caso de Jeff Bezos, con Amazon. El aumento de las compras online lo convirtieron en el primer trillonario del mundo. Él y otros siete hombres de Estados Unidos tienen tanta riqueza como los 160 millones más pobres de ese país, que conforman más de la mitad de su población. Esa es la actual concentración de la riqueza en un capitalismo sin conciencia ética. La palabra que se me ocurre en este momento es robo. Hubo robo. Y las falencias de este modelo obligan a cambiar la política y eso nos da una esperanza. Lo que más me molesta hoy en día es la distribución desigual entre el miedo y la esperanza. En las barriadas del mundo las clases populares tienen sobre todo miedo. Luchan, siguen luchando, creativamente. Por ejemplo durante la pandemia protegieron sus comunidades. Pero abandonadas por los estados en gran parte de los países, tienen muy poca esperanza.

- T.: Hablaba de peso que hoy tienen las empresas digitales al haberse convertido en las mayores empresas del planeta, incluso superando en dimensiones económicas y poder a muchísimos países. ¿Las GAFA significan un cambio en la matriz del neoliberalismo actual de cara al futuro? ¿Cómo influye este cambio en nuestras vidas?


- B.S.S.: Antes de la pandemia ya estábamos todos hablando de la cuarta revolución industrial, dominada por la inteligencia artificial, la robótica y la automoción. Con las impresiones 3D, la robotización, el enorme desarrollo de las tecnologías digitales, nos volvemos cada vez más dependientes de ellas. El tema es determinar si estas tecnologías son de bien público o de unos pocos propietarios. Ese es el problema ahora. Hay sistemas públicos –por ejemplo el de la ONU- que están impedidos de ser ofrecidos al mundo. Las empresas se niegan porque pretenden seguir con sus negocios. Y son muy pocas... Google, Apple, Facebook, y Amazon (GAFA) y Ali baba en China. Son estas las grandes compañías tecnológicas que hoy dominan el mundo y que no aceptan ser reguladas por nadie. En este momento, por ejemplo, la discusión en el Congreso en los Estados Unidos es clara: Mark Zuckerberg ha dicho que no acepta ser regulado. Y como tienen tanto poder, estas empresas desde su arrogancia pretenden autorregularse de acuerdo a sus intereses.

- T.: Al mismo tiempo su poder traspasa el económico y juega un papel fundamental en la política. Las fake news desparramadas en las redes sociales y la desinformación colaboran a la degradación de pilares estructurales de las democracias.


- B.S.S.: Claro, por supuesto. Y además la contradicción es esta... en muchas partes del mundo, por ejemplo en Brasil, en Reino Unido con el Brexit, en el Parlamento Europeo, las fake news y el uso de las tecnologías digitales para producir noticias falsas tuvieron un papel fundamental en los resultados electorales. Bolsonaro -por ejemplo- nunca sería presidente de Brasil sin las ellas. Twitter intervino en ese momento como hoy lo hace con Trump en Estados Unidos? No, porque el dueño de Twitter no era brasilero. Twitter intervino cuando era la democracia de Estados Unidos la que estaba en juego. Si fuera la de Bangladesh, la de Sudáfrica, o de Portugal, no importa... es libertad de internet. Pero si estamos en los Estados Unidos, ahí no, ahí vamos a cerrar. Eterna contradicción. Claro que eso puede llevar a una regulación más amplia a nivel global de las redes, pero obviamente que estamos en otro paradigma, en el que tenemos que trabajar con estas tecnologías y al mismo tiempo luchar contra todo el sistema de noticias falsas. 

- T.: ¿Es posible lograrlo? ¿Desde qué mecanismos?

- B.S.S.: Esa es la pregunta. Nosotros partimos en esta transición muy desgastados, muy empobrecidos políticamente, porque la política se empobreció muchísimo en los últimos 40 o 50 años. Porque la política es construir alternativas. En su momento el socialismo y el capitalismo tenían cosas en común, por ejemplo, su relación con la naturaleza. Pero había una opción; con la caída del muro de Berlín nos quedamos sin opción, y entonces los políticos se confinaron al capitalismo y se volvieron mediocres. La política dejó de tener interés -incluso para los jóvenes-, la gente se distanció bastante de ella. Hace poco hablé con algunos que trabajan en vivienda en Brasil, que están interesados en darle una casa digna a la población que está sin techo, casi no participaron en las últimas elecciones municipales. Porque decían mira, vamos a elegir uno u otro, no cambia nada, y ese es el peligro. Que la gente piense que los cambios políticos no cambian nada, que son una forma de gatopardismo. La política tiene que volver a construirse. Pienso que de ahora en adelante lo que deberá diferenciar a la izquierda de la derecha será capacidad entre los grupos políticos de crear alternativa frente a al capitalismo, alternativas de una sociedad distinta, que puede ser de diferentes matices. Quizás sea una sociedad que vuelva a los intereses de los campesinos y los indígenas del continente. Que tenga una relación más armónica con la naturaleza. El capitalismo no puede tener una relación armónica, porque el capitalismo tiene en su matriz la explotación del trabajo, la explotación de la naturaleza. Entonces la izquierda tiene que tomar una dimensión paradigmática de cambio para otra civilización; la derecha, en cambio, va a gerenciar el presente siempre con los dos primeros escenarios. Esa va a ser la diferencia a futuro.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack

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