Entre el miedo y el sentido de lo común

 

Tensiones de época

Desde mediados de la década de los noventa, al compás de los efectos sociales devastadores de las reformas estructurales neoliberales implementadas en la región, se despliega un crisol de resistencias populares en las que emergen, o bien cobran mayor envergadura, movimientos y organizaciones sociales y políticas que cuestionan estos proyectos de ajustes y privatizaciones, expresando diversos niveles de relaciones de fuerza en cada realidad nacional, pero que en conjunto tienden a formular una impugnación al neoliberalismo como proyecto hegemónico. Empieza así a configurarse el escenario que desemboca en una serie de gobiernos que, en el nuevo siglo, habrían de tomar distancia de la herencia neoliberal y redefinirían el mapa político latinoamericano, especialmente en el Cono Sur.

Todos ellos –con matices y diferentes niveles de radicalidad–, están inscriptos en lo que podemos denominar “Ciclo de impugnación al neoliberalismo en América Latina” (CINAL). Aunque México,
Colombia, Perú y Chile (tanto durante la Concertación como con
Sebastián Piñera) quedan obviamente excluidos de esta dinámica,
también las luchas políticas que se desarrollan en ellos remiten, de
uno u otro modo, a la existencia del CINAL como parámetro de confrontación o emulación. Aquellos gobiernos con vocación “posneoliberal” internalizaron, con amplitud y profundidad diversa, las demandas populares que, en la mayoría de los casos, empujaron sus triunfos electorales y abrieron así un abanico de
transformaciones económicas, políticas, sociales y culturales, muy genéricamente definidas como “progresistas” –en comparación con las modalidades neoliberales que las precedieron–, más allá de la discusión sobre si las medidas que se aplicaron en cada país tuvieron o no un carácter genuinamente superador de la lógica neoliberal, sea por límites coyunturales o estructurales.

No obstante, en paralelo a la progresividad de varias de sus políticas, en estos procesos se evidenciaron tendencias a la reprimarización y al extractivismo, comunes a toda la región y en estrecha vinculación con las transformaciones del capitalismo global, en una etapa de alza de los precios de los alimentos, la energía y los minerales –abundantes en nuestros países–, como consecuencia de la irrupción de China como actor central en el mercado mundial. Por cierto, este contexto favorable a la exportación de los commodities regionales, implicó una reversión parcial del tradicional balance negativo en los términos de intercambio y constituyó la base material de la recuperación de ciertos márgenes de acción autónoma de los Estados de la región, aunque con matices diferenciales según cada estatalidad particular, ya que no es idéntica, por caso, la situación de los países escasamente diversificados en su estructura económica y que dependen principalmente de un bien de exportación, que los que cuentan con un mayor entramado industrial.

Los trabajos que integran este volumen son el producto del debate
colectivo realizado en los últimos años al interior de los sucesivos
Grupos de Trabajo (GT) de CLACSO “El Estado en América Latina:
logros y fatigas en los procesos políticos del nuevo siglo” y “Estados latinoamericanos: rupturas y restauraciones”. Más allá de los diversos enfoques y perspectivas que cobijan los GT en su seno, coincidimos en ponderar la “cuestión del Estado” para el estudio y la investigación comprometida, en tanto lo caracterizamos como lugar de concentración de poder, arena privilegiada de disputas y territorio de luchas y construcción de hegemonía y contra hegemonía, que si bien nunca estuvo ausente ni en retirada absoluta durante los años noventa –como pretendieron ciertas lecturas–, sí volvió, particularmente en los últimos tres lustros, a colocarse en el centro del debate intelectual y político.

Este retorno a “la cuestión estatal” supuso reponer la discusión
nodal en torno al poder: hablar del Estado es referirse al poder, no
solo en su dimensión restringida a “lo político” como campo específico de disputa, sino con respecto a la amplia significación económica y social que expresa, en tanto núcleo simbólico y material de condensación de relaciones de fuerzas. No es casual, en este sentido, que en los momentos históricos de alza de las luchas populares, pero también en aquellos signados por el impulso desestabilizador y/o restauracionista de las clases y élites dominantes en términos económicos, la “cuestión del Estado” vuelva a aparecer en el primer plano con mayor ímpetu, en la medida en que se plantea la disputa sustantiva por el poder social y político.
Esta centralidad, sin duda, se evidenció más nítidamente en los
procesos que intentaron avanzar hacia propuestas alternativas de
mayor radicalidad con respecto al neoliberalismo predominante
en los años noventa (Venezuela, Bolivia, Ecuador, por mencionar
los procesos más emblemáticos), así como en los que, de manera
más ambigua o acotada, buscaron quebrantar o tomar distancia
de algunos de sus núcleos fundantes (Argentina, Brasil, Uruguay,
Nicaragua, El Salvador). Pero también estuvo presente en aquellos
países donde la hegemonía neoliberal logró perdurar sin grandes
fisuras (Colombia, Chile, Perú, México).
Este nuevo volumen elaborado por los GT, se propone precisa-
mente abordar esta dimensión de suma relevancia, en estrecha vinculación con las pugnas y correlaciones de fuerzas que desgarran
al conjunto de la sociedad. En tal sentido, uno de nuestros propósitos en los sucesivos capítulos que componen esta compilación
es indagar sobre las limitaciones y obstáculos que han tenido –y
tienen– tanto los procesos que provocaron mayores expectativas
en términos emancipatorios, como los proyectos que mantuvieron
cierta distancia crítica respecto del recetario neoliberal, pero evi
denciaron rasgos de notable continuidad en cuanto a su matriz
socio-productiva e institucional y también los que permanecieron
anclados en el marco neoliberal.
En el primer caso, cuando las relaciones de fuerzas permiten
que en los Estados se articulen procesos políticos y sociales, nacionales y regionales, impulsados por movimientos populares y
por fuerzas políticas de izquierda con vocación posneoliberal (e
incluso, en algunos casos, teniendo como horizonte –al menos en
términos retóricos o discursivos– al socialismo), se abre la posibilidad de empujar políticas favorables a ciertas demandas e intereses de las clases y grupos subalternos, y a potenciar proyectos
de democratización del Estado y de la propia sociedad. Al abordar
estas experiencias se trata, por tanto, de problematizar en qué
medida la profundidad de dichas transformaciones, así como el
alcance y significado de las mismas, se ha entroncado de manera
ineludible con los marcos que impone la estructura de domina -
ción capitalista a escala global y nacional, y con la maduración de
las condiciones subjetivas que hacen o no posible producir cam -
bios sustantivos y a partir del protagonismo popular estados en disputa.
Por otra parte, en cuanto a las experiencias de los gobiernos denominados genéricamente “progresistas”, ligadas en algunos casos a propuestas de tipo neodesarrollistas ancladas en una cierta bonanza coyuntural de los términos de intercambio, se busca sopesar los alcances y posibles agotamientos que han evidenciado en los últimos años, y que en casos como el de Argentina y Brasil, implicaron una abrupta recomposición y ascenso de la derecha en términos institucionales. En función de este panorama, que a partir de 2015 abrió un acalorado debate alrededor de la existencia o no de un “fin de ciclo” y la apertura de una nueva oleada derechista, consideramos que si en los últimos años las discusiones se
centraron en analizar estos los nuevos procesos con referencia a la anterior fase neoliberal y a establecer hasta qué punto se podía hablar de una suerte de “giro a la izquierda” continental, en la etapa actual de ofensiva de las derechas políticas y sociales es imprescindible profundizar acerca de los alcances y, sobre todo, las limitaciones de las transformaciones concretas operadas en los Estados de América Latina y el Caribe durante el CINAL, para identificar los puntos de ruptura efectivos, así como los núcleos de resistencia, los retrocesos y los síntomas de fatiga en el impulso de los cambios que se observan en la región.

No obstante, resulta fundamental situar las mutaciones regresivas sufridas recientemente, en un marco de análisis de relaciones
de fuerzas que no se reduzca a una mera lectura “coyunturalista”
y que contemple, a la vez que trascienda, la escala nacional, de
manera tal que permita sopesar los impactos que cada una de ellas
tiene en el mapa geo-político continental, así como en las posibles
reconfiguraciones de los bloques regionales, que por cierto expresan distintos –y hasta antagónicos– proyectos de integración y vínculo diferenciado con respecto al sistema capitalista a nivel global.

Tanto en el estudio específico de cada experiencia concreta como
en la lectura comparada a partir de una mirada regional o continental, emergen algunos interrogantes centrales. Aún sin poder dar cuenta de ellos en su complejidad, están presentes en las
indagaciones que realizamos en este volumen colectivo y guían
nuestros análisis. 

¿Se han producido transformaciones medulares de la matriz estatal latinoamericana durante los procesos políticos del CINAL? ¿Se puede considerar que se delineó un momento transicional en la estatalidad sudamericana a raíz de la crisis de legitimidad de los proyectos progresistas y/o de aspiraciones posneoliberales implantados en el poder desde fines del siglo XX?
¿En qué medida se ampliaron los márgenes de autonomía de las capacidades estatales durante el auge del CINAL y cómo impacta
sobre aquellos el derrumbe de los precios internacionales de los
“commodities”? ¿Qué factores y/o condicionamientos, en términos de relaciones de fuerzas -tanto nacionales como regionales y
globales-, inciden para que ello ocurra? ¿Qué conflictos sociopolíticos delinean los horizontes y límites de los procesos de cambio estatal en la región en el siglo XXI? ¿Qué experimentos populares prefiguran nuevas dinámicas de participación pública y de gestión colectiva de los recursos y bienes comunes, en, contra y más allá del Estado, de cara a las próximas décadas? ¿Los procesos de cambio político lograron cristalizarse en la estructura estatal en
formas concretas y materiales de difícil reversión o se expresaron
en formatos institucionalmente débiles y vulnerables frente a la
ofensiva del capital? ¿Hasta qué punto los procesos enmarcados
en el reciente ciclo de impugnación al neoliberalismo nos permiten
explicar la emergencia y crecimiento estrepitoso de una derecha
con tintes neofascistas, pero que accede al poder gubernamental a
través de las urnas en países neurálgicos de la región?

( Estados en disputa. Auge y fractura del ciclo de impugnación al neoliberalismo en América Latina. Hernán Ouviña y Mabel Thwaites Rey (Compiladores) - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: El Colectivo, 2018. 332 p. ; 22 x 15 cm. Colección Ensayo e investigación 2019)

Las Vacunas de las brechas sociales.

Pablo Esteban, periodista dedicado a la divulgación en ciencia y tecnología, escribe:

El pase sanitario, una medida para evitar la «pandemia de no vacunados»

La nueva preocupación de autoridades y científicos –que busca neutralizar la medida del pase sanitario– es reducir el riesgo que implica el sector de la población no inmunizada.

La tensión en el ámbito laboral

Aunque el pase sanitario en Argentina procura regular el acceso de las personas a eventos masivos y actividades específicas, en general relacionadas con la recreación y al ocio, desde algunos espacios se plantea la chance de discutir la aplicación en ámbitos laborales. “Distintas empresas ya han establecido, dentro de sus políticas laborales, la obligatoriedad de los empleados de someterse a la vacunación, bajo apercibimiento de recibir distintas sanciones disciplinarias, hasta el despido sin causa. Expertos laboralistas indican que el principio de buena fe, el de colaboración y el deber de seguridad preventivos establecen la carga de vacunación sobre el trabajador”, señala Ignacio Maglio, abogado y miembro del Consejo Directivo de la Red Bioética de Unesco. Del mismo modo, en todos los casos, el empleador debe asegurar condiciones de seguridad e higiene que garanticen prácticas seguras para el despliegue de las actividades de aquellos empleados que cuenten con su esquema de inmunización completo.

Para Maglio, la situación todavía debe definirse más claramente para trabajadores de rubros específicos como los que desempeñan sus tareas en el ámbito de la salud. “Si hay consenso entre los abogados laboralistas en cuanto a la obligación de vacunarse en trabajadores en general, la situación en particular de los trabajadoras/es de salud debe tener un fundamento adicional, dado el grado de exposición y propagación de la infección dentro de las instituciones en las que se desempeñan”. Con lo cual, invita a pensar en la necesidad de una aplicación obligatoria para los trabajadores de la salud.

Quienes se oponen a la vacunación obligatoria esgrimen que los individuos deben tener libertad para disponer de su propio cuerpo, o bien, construyen su argumento en base a que las tecnologías sanitarias que en el presente se emplean como vacunas fueron desarrolladas en situaciones de emergencia, sin completar los ensayos clínicos tal y como se realizan tradicionalmente. El planeta ya administró miles de millones de vacunas, con lo cual, existe evidencia de sobra al respecto de la seguridad y de la eficacia de las vacunas. Basta con advertir la velocidad con la que disminuyeron las curvas de nuevos contagios y fallecimientos de cualquier Estado para comprobar el éxito que tuvieron las plataformas vacunales contra covid.

Más allá de los antivacunas, hay personas que no se inmunizaron porque no le otorgan demasiada importancia a la covid, o bien, por diversos motivos. Creo que el pase sanitario puede funcionar para que accedan a inocularse. El asunto será controlar que, efectivamente, se cumpla el ingreso con pase sanitario. Será difícil, por ejemplo, que los empresarios gastronómicos se pierdan un potencial cliente por no tener el esquema completo”, observa Minoldo.

Los que quieren y no pueden

Un párrafo aparte merecen aquellas personas que no acceden a la vacunación por motivos médicos. Hay grupos que lo tienen contraindicado, con lo cual, aunque quieren no pueden. En estos casos, para Maglio, son trabajadores que deberán recibir “un trato diferencial con preservación de puestos de trabajo”, a partir de la realización de tareas que no conlleven riesgos de exposición al coronavirus. En paralelo, existen otras poblaciones que quieren inocularse y estar protegidos, pero sencillamente no tienen acceso. La referencia, en esta línea, es para los países del continente africano: en total, África tan solo ha inoculado al 11 por ciento de sus habitantes, un porcentaje ínfimo si se lo compara con Europa (66 por ciento) o Latinoamérica (70 por ciento).

La propagación de la nueva variante preocupa y mucho. Aunque la comunidad científica, al momento, comunicó pocos datos acerca de sus características (si finalmente evadirá la respuesta que emerge a partir de las vacunas; si podría ser una cepa más letal), lo que sí se sabe es que, al tener más de 30 mutaciones, podría ocasionar nuevos brotes en todo el mundo. +(PE/Página 12)

Condenas por Represión Estatal en el 2001

La Sala I de la Cámara de Casación Penal confirmó las condenas por los asesinatos y heridos del 19 y 20 de diciembre de 2001 contra Enrique Mathov, ex secretario de Seguridad del gobierno de Fernando de la Rúa, Rubén Santos, exjefe de la Policía Federal, y Norberto Gaudiero, exdirector general de Operaciones de esa fuerza. Para los dos primeros las penas son de cumplimiento efectivo, por lo que se abre la posibilidad de que queden detenidos en un próximo paso, si presentan recursos extraordinarios y ---como es previsible-- el tribunal se los rechaza. La decisión judicial llega tras un reclamo de los familiares de las víctimas y sobrevivientes y cuando están por cumplirse veinte años de la represión que sucedió al estallido social. 


Mathov recibió finalmente una pena de cuatro años y tres meses de prisión y Santos de tres años y seis meses, ambas de cumplimiento efectivo. Para Gauderio el monto establecido es de tres años de prisión. El fallo lleva las firmas de Angela Ledesma, Daniel Petrone y Diego Barroetaveña. Ellos mismos habían confirmado el año pasado las condenas establecidas por el Tribunal Oral Federal 6, cuando terminó en 2016 el juicio oral por los homicidios de Gastón Riva, Carlos "Petete" Almirón, Alberto Márquez, Diego Lamagna y Gustavo Benedetto, además de decenas de heridos. Sin embargo, pusieron en cuestión los montos de las penas originales, mandaron el expediente de vuelta al tribunal y éste las redujo en seis meses. Todo el proceso estuvo plagado de tardanzas que hicieron que recién ahora quede firme la sentencia. 

"Ha sido fundamental que no bajáramos los brazos. Esta decisión de Casación significa que los responsables políticos de los asesinatos de nuestros compañeros vayan presos. Este es el próximo paso: no permitir que esto se siga dilatando. No es una expresión de deseo mía, es la decisión de un tribunal que los encontró culpables de dar las órdenes de reprimir a manifestantes desarmados y que dio lugar al asesinato de cinco personas en la Ciudad de Buenos Aires", le dijo María Arena, viuda de Gastón Riva, a Página/12. "Me parece bastante reparador --agregó--, a pesar de que las condenas nunca pueden ser suficientes porque nadie nos va a devolver las vidas que teníamos, ni los hijos, ni los compañeros de vida, ni los hermanos que mataron, pero al menos es un poco de alivio, y nos permite empezar a sanar estas heridas tan fuertes de impunidad que llevamos desde hace veinte años".

Sebastián Giannetti, de la Comisión familiares y amigos/as de las víctimas del 19 y 20 de diciembre de 2001, que en ese entonces era militante del sindicato de Independiente de Mensajeros y Cadetes (Simec), se siente contento. "Otra sensación que tengo es que la lucha en la calle vale la pena", comentó.  

"Pronto Santos y Mathov deberían empezar a cumplir sus respectivas penas porque son de cumplimiento efectivo", señaló Rodrigo Borda, abogado Centro de Estudios Legales y Sociales, que representa a María y a la familia de Diego Lamagna. También explicó que, a juzgar por una resolución que ya tomó la Corte Suprema ante un planteo de otro de los condenados, Raúl Andreozzi, exsuperintendente de Seguridad Metropolitana, al rechazar una presentación que ponia en cuestión la sentencia del TOF 6, las condenas ya deberían considerarse firmes. Andreozzi está condenado a tres años, que es una pena de cumplimiento condicional. 

Si bien el nuevo fallo de Casación es técnico y reiterativo, vuelve a quedar de relieve y a ser reforzado el reconocimiento de la responsabilidad penal de las autoridades políticas por la orden de reprimir la protesta social. Repasa, para eso, algunas de las afirmaciones de la sentencia del TOF 6 como la que señala respecto de los condenados que ocupaban "lugares de relevancia en los que se espera una seria reflexión antes de tomar decisiones que afecten la seguridad y la integridad física de las mismas personas que se comprometieron a cuidar a la hora de asumir sus funciones y, particularmente, de la especial formación teórica y práctica que poseen y poseían al momento de los hechos y que les permitía y exigía una reflexión sobre las consecuencias de su actuar y las posibilidades de una conducta alternativa que no ponga en peligro la vida e integridad física de los ciudadanos”. 

"La conducta de los funcionarios públicos debe ser examinada con la mayor rigurosidad, no sólo debido a que del fiel cumplimiento de sus obligaciones depende la satisfacción de intereses superiores, sino por cuanto todo abuso funcional quiebra la confianza pública que merecen los actos de gobierno”, indica. 

Entre algunos de los conceptos que ya había dejado sentados la propia Casación en su fallo anterior, sostuvo: "Los resultados lesivos (muertes y lesiones) corroborados el día 20 de diciembre de 2001 y provocados por los numerarios de la Policía Federal Argentina, son consecuencia del riesgo generado por Mathov al ordenar el operativo policial y luego no supervisar el mismo pese a los deberes que tenía a su cargo en este último sentido.” Marcaba que la autoridad política tiene el deber de “evitar excesos por parte de la fuerza”. Otro aspecto importante que había contemplado la sentencia del TOF 6 advertía que la declaración de estado de sitio no habilita la violencia estatal.

La semana pasada junto con el reclamo de familiares y víctimas en la puerta de Comodoro Py, la Dirección Nacional de Promoción y Fortalecimiento para el Acceso a la Justicia presentó ante Casación un escrito pidiendo una resolución urgente en la que advertía que, si continuaba la demora, Argentina podría incurrir en responsabilidad internacional por violar el plazo razonable. Es difícil entender cuál sería el aspecto razonable de veinte años de espera.

(Página 12)

Cumbres

A propósito de las reuniones de fin de año, finalmente se llevó a cabo la polémica “Cumbre de la democracia”, organizada por Estados Unidos. La lista de invitados causó revuelo: hasta The Economist señaló las contradicciones de no haber invitado a Bolivia y Sierra Leona, entre otros, y sí a Polonia y Angola, países con evidentes déficits democráticos. Gigantes como Brasil e India, que vienen cayendo en los célebres rankings de democracias, también fueron invitados. Sin embargo, fue la inclusión de Taiwán la que despertó revuelo y el reclamo de China.

De todos modos, Beijing no tiene mucho de qué lamentarse. La cumbre fue pura retórica y terminó sin ningún anuncio importante, algo esperable en un evento de más de 100 países bien distintos. Pero la contradicción en la lista de invitados es el síntoma de otra cosa. La convocatoria forma parte de la estrategia de Washington de enmarcar la disputa con China en el campo de los valores: democracias contra autocracias. Pero esa misma política de contención a China también incluye la participación de aliados con escasas credenciales democráticas, como India o Tailandia en el Asia Pacífico. Y, esta tensión, conocida en la academia como la dicotomía entre intereses y valores, es quizás la lección más significativa que deja la cumbre. 

Y después está ese temita siempre complejo de la democracia en casa. Va un ejemplo de la semana: un ex-asesor de Trump le dijo al Congreso que el republicano había armado un powerpoint que incluía un plan para un golpe de Estado. Tranqui.

(Cenital)

Celac y China afianzan relaciones en III Reunión Ministerial

Las naciones latinoamericanas y caribeñas agradecieron el apoyo de China en la lucha contra la Covid-19.

La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y China avanzaron en el fortalecimiento de las relaciones en la III Reunión Ministerial del Foro entre los países del bloque y la nación asiática, que concluyó el pasado viernes.

El cónclave, llevado a cabo de forma virtual, estuvo encabezado por el canciller mexicano Marcelo Ebrard, en el marco de la presidencia pro témpore de la Celac que ostenta su país, y por el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi.

La conferencia tuvo un inicio marcado por los videos de saludo al intercambio de los presidentes de China y de México, Xi Jinping y Andrés Manuel López Obrador, respectivamente, y tuvo como propósito establecer las prioridades de la región respecto al intercambio multilateral con la nación asiática.

Nicaragua rompió relaciones diplomáticas con Taiwán para tenerlas con China. Es el octavo país que abandona la isla en cinco años, una tendencia particularmente fuerte en Centroamérica: República Dominicana, Panamá y El Salvador fueron algunos de los veletas de los últimos años. El giro llega a semanas de la última reelección de Ortega y en un momento donde el gobierno aumenta la confrontación con Estados Unidos, que mira el cuadro con preocupación.

Y es que el foco ahora está puesto en Honduras, uno de los 14 países que todavía reconoce a Taiwán, pero que podría cambiar de bando pronto, tal como prometió la presidenta electa, Xiomara Castro, en campaña. Ahora la nueva misión de Washington en el frente contra China se traslada ahí, dice el Financial Times.

(TelesurTV)

El Miedo

José Luis Faillace, integrante del colectivo por la educación “Cabildo Abierto” escribe en “Babel Digital (BBL)

Claudia va entrando a la escuela. Observa un grupo de madres cuchicheando. Nada extraño, se dice, están todos los días. Pero un cosquilleo recorre su panza. ¿Hablarán de mí?

Reunión con la supervisora. ¡Qué castigo! Con todo lo que tengo que hacer en la escuela. Además me da cosa dejar a las chicas solas. Puede pasar algo, y siempre es mejor estar. ¿Qué se traerá esta reunión? Ya hubo la semana pasada. Algún problema nuevo. Seguro. Por las dudas mejor no opino. 

Tengo que citarlas, no me queda otra. No les causará gracia pero la Regional fue bien clara: ¡hay que bajar esto en reunión! Es orden de arriba. Y a ponerlo en práctica ya. Él o la que no esté de acuerdo que piense un poco antes de oponerse, no sea cosa que…

No sólo me amenazó con amonestaciones; ¡me bardeó con la expulsión! Pero loco, ¿puede hacer eso? Si fue una boludez, salí a defender a una compañera nada más. Puede hacer eso y mucho más. Si no querés quilombo cuídate; sé lo que te digo. Bajá la cabecita y perfil bajo unos días…

A partir de diciembre de 1983 ha existido en nuestro país una consigna que, con diversas maneras de presentación, siempre apuntó a lo mismo: la educación debe ser democrática; la escuela debe ser un espacio de aprendizaje de la democracia.
¿Lo fue? ¿Lo es? Difícil responder estos interrogantes porque treinta y ocho años son muchos, los vaivenes políticos de ese período son demasiado fluctuantes y las consignas emanadas desde el poder nada coherentes para algo que pomposamente se rotula “política de Estado”.
Así la educación, la escuela también, transitaron momentos mejores y peores, pero la sensación es que la formación cívica, que incluye como eje rector la educación democrática para la vida en libertad, no avanzó mucho más allá de declaraciones, algunas con muy buenas intenciones, otras decididamente hipócritas.

Conclusión: les responsables de conducir el proceso educativo formal y les estudiantes de cualquiera de los niveles y modalidades, reprodujeron (y reproducen) modelos y paradigmas, siendo incapaces de revolucionar la realidad, transformarla, mejorarla para todas y todos, en especial para aquelles que más han sufrido las consecuencias de un sistema capitalista de corte inhumano que beneficia a unos y unas pocos y pocas en detrimento de muchos y muchas.
Hubo intentos claro. Hubo lucha: la Marcha Blanca, la Carpa, por ejemplo. Pero no alcanzó. Bastó que un par de dirigentes venales transaran con el poder de turno y la movilización se perdió. Hoy suena casi nostálgico soñar con decenas de miles de guardapolvos blancos en la calle apoyados por el clamor popular.
¿No ha habido avances? Seguramente que sí, sobre todo en el plano teórico. Los laboratorios de debate científico social sobre políticas, modelos, ámbitos, currículas, etc. produjeron un amplio e interesante material. ¿Cuánto de ello se plasmó en la realidad del aula? Poco, demasiado poco para una época que requiere profundos cambios, pero los requiere ya, a costo de caer en la desintegración social.
Una de las consecuencias evidentes de este proceso se da en la reaparición explícita del miedo. Que nunca se fue, pero que su evolución contradice lo que, en teoría, debería haber ocurrido: a mayor distancia en el tiempo de los procesos antidemocráticos del siglo pasado, con la formación de generaciones que no los vivieron en carne propia, lo lógico sería la tendencia a la desaparición de este verdadero inmovilizador de transformaciones.
Los y las que sí transitamos las aulas en tiempos de dictadura, sea como estudiantes pero sobre todo como docentes, tenemos vívido el recuerdo del miedo, del terror. Cada cosa que hacíamos, o no, era pensando en las consecuencias. Era el peligro acechante, permanente, lo que regía la toma de decisiones. No había otra posibilidad. Diciembre de 1983 fue una bocanada de aire fresco, que no nos liberó del miedo en forma inmediata, pero que nos hizo pensar con seriedad en que ahora sí, en el ámbito del debate democrático, podríamos ejercer con libertad nuestra pasión de aprender y enseñar.
¿Y entonces? ¿Qué pasó? Las situaciones expuestas al comienzo de estas notas son sólo unos pocos – y tibios - ejemplos de lo que se vive hoy en los espacios educativos. Hay miedo. No ese temor reverencial a la autoridad que lamentablemente nunca dejó de existir. Es mucho más. Es miedo de verdad. Ese que paraliza, que nos hace “sujetos sujetados”, que no sólo obstaculiza una posibilidad de transformación de la realidad, sino que, por el contrario, regresiona todo hacia el peor pasado de nuestra historia.
Es el miedo a pensar, a disentir, a proponer, a … vivir. Es la sensación que todo se soluciona con el egreso, con la jubilación. Y para proteger ese preciado objetivo lo mejor que puede hacerse es quedarse quieto, inmóvil mejor.
Puede argumentarse que lo expresado tiene algo de exageración. Ojalá. Sin embargo, la falta de reacción ante medidas autoritarias, cuasi dictatoriales, hace pensar que, lamentablemente, el sistema educativo argentino ha reproducido un modelo de relaciones basadas en el miedo. Y la única consecuencia posible de ello es la formación de un sujeto “miedoso”, incapaz de reaccionar frente a los abusos del poder, cada vez mayores y menos sutiles.
Claro ejemplo de esto es la aplicación en Mendoza del “código contravencional” en el ámbito del sistema educativo. ¿Es qué se va a soportar esto así como así? ¿Es que el miedo ha paralizado tanto que hasta el orgullo docente, el orgullo de padres y madres, la dignidad de todos y todas no vale absolutamente nada?
Urge una educación democrática como “práctica de la libertad”. Para ello deberán tomarse medidas de fondo que jerarquicen todos los estamentos del sistema. El ejercicio del pensamiento no puede ser opcional. Debe ser una consigna de cumplimiento obligatorio. La escuela debe ser una usina de pensamiento. Eso de por sí será liberador. El conocimiento, respeto y ejercicio pleno de los derechos humanos una condición “sine qua non” para ser protagonista del hecho educativo. Todo debe ser filtrado en clave de derechos. Nos va la vida en eso. ¿Sencillo? De ninguna manera. ¿Urgente? De manera absoluta.

Esta reflexión comenzó con algunas sentencias provocadoras de Foucault. Finalizamos con otra, tal vez más esperanzadora:
“Somos más libres de lo que pensamos.” Sólo hay que ejercerlo; la opción es vivir arrodillado o morir de pie.

La cuestión reside en las formas de pensar

La capacidad limitada de la razón humana tiene en el miedo una de sus barreras mas potentes. Si en general, las características de “lo humano” se podrían sintetizar en una conciencia de la conciencia que por medio del lenguaje permite “registros” mentales de lo “propio” y del “entorno”, que constituye el “fuera de lo propio”, y que esos registros son posibles por un complejo proceso de comunicación que constituye “lo humano” en tanto tal y es posible gracias a sentidos, sensaciones, emociones y por supuesto la razón, que permite que esos registros generen conciencia de que somos capaces de esta conciencia, solo así, humana.

El temor, miedo, esa sensación de angustia o desconfianza provocada por la presencia de un peligro real o imaginario, constituye uno de los elementos de esa complejidad que busca algún equilibrio para asir lo humano a la vida y sostener a la especie humana en su tensión vital entre el eros y Thanatos o las pulsiones de vida y muerte que constituyen la piedra nodal de su estructura. Tensiones que se manifiestan en la supervivencia individual y como especie, la imposibilidad de que ambas se den en individuos aislados, por tanto la imprescindible necesidad de los “otros” humanos como condición esencial de sobrevivencia ya individual, ya de la especie (Lo que denominamos condición o espíritu gregario) y por el último el acto de consecusión en el tiempo para producir esa perpetuación de la especie, en la gestación de los hijos, la procreación humana.

La vida entonces se sintetiza de alguna manera en ese equilibrio individual y colectivo entre pulsiones y tensiones que constituyen “lo humano”. La “razón” asigna a cada elemento que distingue, la intensidad y el “rol” que ocupará en la vida propia (Yo individual) y el vida de relación (con los “otros”, Humanos, otras especies vivas, o aquellos elementos o “máquinas” que producimos los humanos transformando el entorno).

Cualquier orden social y cualquier equilibrio individual es producido y produce igualmente equilibrios y desequilibrios en “otros”. Del mismo modo que cualquier desequilibrio individual impacta en “otros” y en ese “orden común” en el que la vida se ejercita.

¿Con que tensiona el temor o el miedo? La respuesta puede desatar debates … pero el sentimiento que produce mayor bienestar en el individuo es el “altruismo”, es decir aquello que nos hace capaces de privilegiar a los otros, por encima de nuestra propia condición o estado. Si el miedo es aquello que nos alerta de “peligros” respecto de la vida individual, aquello que tensiona y equilibra los miedos, es la seguridad en que hay “otros” que cuidan. Que nos cuidan. Y no hay mayor felicidad humana que sentirnos fuertes y capaces de cuidar a “otros”. En el cuidado mutuo la humanidad encuentra la mayor fuerza como especie. Lamentablemente los temores y miedos que sostienen privilegios y generan la ilusión de que el individuo gana “su libertad” y “su seguridad”, colocando estas en otros lugares o cosas que no sea el cuidado mutuo, crea esa distorsión del “yo” a la que llamamos “ego”, culpable de todas las deformaciones de las conductas humanas que embrutecen y privilegian al individuo sobre la comunidad o el “otro”, e impide que el amor (Poner al otro en primer lugar en nuestras decisiones vitales), equilibre los miedos y genere las mejores relaciones posibles entre humanos que razonan sus sentimientos, sensaciones, emociones y se colocan así mismos, razón mediante, en cuidadores para que nos cuiden … y así tornar en fortaleza la debilidad que como especie nos caracteriza. Nadie se salva solo. Que cada quién haga su parte.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack

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