Contexto Global

 



En el mismo lodo ...

Parafraseando a Boris Pasternak, en Doctor Zhivago “ … sólo en textos mediocres la gente está dividida en dos campos que nada tienen nada qué ver el uno con el otro. En la vida real todo se mezcla.”

JUAN MANUEL ZAFRA se desempeña como director de la revista de la Fundación Telefónica: “TELOS”, Revista de Pensamiento, Sociedad y Tecnología. Profesor de Periodismo en la Universidad Carlos III. Es secretario general de Club Abierto de Editores (CLABE), la primera asociación de editores en España. Patrono de Fundación España Digital; forma parte del comité asesor del Foro de Gobernanza de Internet (IGF-Spain), miembro del consejo editorial de la revista latinoamericana Ibercampus; del Consejo Asesor de Cibervoluntarios y forma parte del consejo del Cluster de Ciberseguridad del Ayuntamiento de Madrid. Trabajó en medios como El País y Radio Nacional de España y fundó el diario digital bez.es. Fue asesor del gabinete del secretario de Estado de Comunicación del Gobierno de España y responsable de comunicación del Plan Avanza para el impulso de la sociedad de la información. Es licenciado en Ciencias de la información y ha realizado Programas Directivos en Inteligencia Artificial por la UNIR y en Transformación digital por el Instituto de Empresa. Es fellow de la German Marshall Fund y miembro de VIA Círculo Jefferson, la asociación de alumnos del Programa de Liderazgo de Visitantes en EEUU.

Escribe en el último editorial de la publicación que dirige.

Seres híbridos y fronterizos

En los años noventa del siglo XX se impuso la globalización como consecuencia, entre otros factores, de la extensión de redes de telecomunicaciones en todo el mundo y de los cambios legislativos, la desregulación y el fin de los monopolios, en un mundo conectado. En el siglo XXI la complejidad marca nuestra existencia; la realidad que vivimos ha dejado de ser lineal; el efecto mariposa es ya un fenómeno tan cotidiano como el de los cisnes negros y a la humanidad se nos exige flexibilidad y agilidad máxima para afrontar situaciones cambiantes e imprevisibles.

En esas llegó la pandemia. COVID-19 ha evidenciado una realidad que ya estábamos experimentando, a veces de forma consciente y otras, sencillamente, como consecuencia de la aplicación constante de los avances tecnológicos en nuestra vida. Nuestro mundo es híbrido: es producto de la combinación de una experiencia física, corpórea, analógica, con una práctica cotidiana fundamentada en las tecnologías digitales, desde el móvil a las redes sociales pasando por la inteligencia artificial básica y el blockchain.

Híbrido/a es la palabra que utilizamos para describir muchas de las realidades que han cambiado como consecuencia del confinamiento global y del salto experimentado en los procesos de transformación digital que estábamos apenas iniciando, no sin resistencia en algunos ámbitos.

Desde todas las instancias se trabaja para organizar el trabajo híbrido —presencial y en remoto—; las instituciones académicas quieren una educación que combine la asistencia al aula con las oportunidades del conocimiento en red; las administraciones buscan fórmulas para que la ciudadanía pueda realizar los trámites desplazándose a las dependencias oficiales o mediante aplicaciones digitales...

Construimos los espacios, buscamos las soluciones, revisamos los procedimientos y así empezamos a asumir, de manera colectiva, que nuestra propia esencia, nuestro ser, nuestra existencia es ya híbrida: una combinación de tecnologías, canales y contextos y de sentimientos, emociones y lenguajes que conforman una nueva experiencia vital. “Somos cíborgs, personas híbridas fundidas con la tecnología”, afirma Eurídice Cabañes, filósofa y autora de La tecnología en las fronteras.

Es solo el comienzo. En la sociedad digital hay fronteras que desaparecen, pero también barreras que se perpetúan; espacios que se abren y otros a los que muchos no podrán acceder sin un esfuerzo de colaboración e inteligencia colectiva. Las redes y los equipos físicos de telecomunicación son la puerta de entrada a una nueva experiencia, a un universo en el que, gracias a la tecnología, se abren un sinfín de oportunidades. Sin embargo, ni el acceso a esas redes está garantizado ni ese nuevo mundo está exento de riesgos de exclusión por razones económicas, culturales o ideológicas.

El acceso físico a la Red es imprescindible para entrar en esa nueva realidad digital híbrida, pero ese elemento físico no es suficiente sin un esfuerzo por conocer y adquirir nuevas habilidades, sin adoptar y asumir una nueva conciencia para un nuevo contrato social. “Lo que nos hace humanos es la parte no biológica de nuestra conciencia.

Se trata de otra singularidad, con minúsculas, la de las prótesis artificiales que constituyen la cultura y el entorno social que los humanos hemos creado”, afirma Roger Bartra, el sociólogo que acuñó el concepto de exocerebro para referirse a una nueva conciencia humana que se amplifica con aparatos que nos ayudan a codificar una nueva realidad híbrida en la frontera que marca un cambio de era.

Fronteras Digitales líquidas

RAQUEL JORGE RICART, Socióloga y politóloga por la Universitat de

València, es experta en asesoramiento de políticas públicas tecnológicas y

digitales. Ha sido reconocida como parte de la lista 35 Under 35 de Líderes emergentes de Europa por el Banco Santander-CIDOB. Escribe este artículo en “Telos”

DE LA LIBERTAD COGNITIVA, EL ENSIMISMAMIENTO DIGITAL Y LA TECNO-RESPONSABILIDAD

Ya en 1999 —el siglo pasado— el sociólogo Zygmunt Bauman apuntaba sobremanera que las realidades sólidas de nuestros abuelos y abuelas, como el trabajo para toda la vida o el entorno de amistades desde nuestra infancia, se habían desvanecido. Habíamos pasado a una modernidad líquida: al mundo de lo provisional, de lo sobreexpuesto pero pasajero; en donde hay grandes estímulos, pero en el que estos terminan siendo, en general, insignificantes y anodinos.

Esta capa de incertidumbre se mueve y muta con el mundo digital. Las sociedades actuales se encuentran en un proceso de reconversión y ruptura consigo mismas. Esto representa desafíos y riesgos, a la vez que oportunidades.

 

El espacio digital genera espacios de exclusión al mismo tiempo que abre espacios de posibilidad. Crea nuevos espacios, y ensancha otros que ya existían hacia nuevas direcciones. Reconfigura las fronteras de lo virtual, y también de lo físico. Pero, sobre todo, el reto mayor que nos plantea es hasta qué punto está cambiando nuestra libertad cognitiva. Esto es, la de nuestro entendimiento como sociedad, como individuos, nuestra libertad de pensamiento ante la inmediatez y volatilidad de los fenómenos que ocurren en el espacio digital; en dos palabras, nuestra identidad.

A Amartya Sen ( Economista impulsor del concepto de desarrollo como libertad,en el que la pobreza y la falta de oportunidades económicas son vistas como obstáculos en el ejercicio de las libertades fundamentales.) le gustaría este concepto. ¿Por qué? Porque en lo digital también están en juego nuestro bienestar, nuestra agencia y nuestro espacio para desplegar nuestras capacidades humanas. No todo es estructura.

Fronteras a geometría variable

Hablar de fronteras digitales líquidas es algo complejo y,por lo tanto, interesante y necesario. También lo es explorar ambas caras de la misma moneda. La dark web (# La expresión dark web puede traducirse como Internet oscura. Es esa “porción de Internet que está intencionalmente oculta a los motores de búsqueda y que solo es accessible mediante aplicaciones específicas”. es espacio de libertad de expresión y activismo político para personas que viven en regímenes autoritarios. Pero también es espacio de actividades ilícitas, como el tráfico de drogas, el terrorismo o la pornografía infantil. Ahora bien, no todo es blanco o gris. The Global Commission on Internet Governance calcula que la pedofilia, que representa el dos por ciento del material de la dark web, es la que atrae más del ochenta por ciento del tráfico total. Muchos foros de la dark web prohíben y condenan explícitamente este tipo de contenidos.

Tampoco queda claro si el activismo político en regímenesautoritarios dentro de la dark web lleva a la acción política como tal, o se limita al intercambio de información.

Esto nos lleva a preguntarnos si el espacio digital puede conducir al cambio social, o si meramente hace que aquello que ya existía en el plano físico se suba al tren de lo digital.

En este sentido, lo cierto es que la movilización política ha cambiado. Algunas personas afirman que las redes sociales y foros solo han acelerado la velocidad de movilización, pues las técnicas (campañas, líderes de opinión,...) son las mismas; solo se aceleran gracias a los hashtags, a los trending topics y demás. También se afirma que la desinformación ya existía antes y la diferencia es que ahora solo es más viral y masiva. Sin embargo, aunque es cierto todo lo anterior, la realidad va mucho más allá: en la modernidad líquida, lo digital ha hecho que el miedo a ser observado –propio de hace unas décadas– haya sido vencido por la alegría, o necesidad, de ser noticia a toda costa.

Estar al descubierto —en redes, en el uso de la tecnología— se ha convertido no solo en una forma de reconocimiento social, sino también en aquello que garantiza nuestra existencia personal y colectiva. De ahí que la desinformación haya adquirido un grado de peligrosidad mayor en el espacio digital. Del individualismo hemos pasado a la individuación. Necesitamos distinguirnos del otro. Ser sobrio en redes sociales resulta aburrido y augura no tener éxito, porque no se es viral. Esta frontera no tiene consecuencias únicamente en lo personal.

Es decir, no solamente hace que busquemos una barrera con respecto a otras personas. Lo que ocurre es que esa frontera —ya establecida— acaba teniendo más y más hormigón, y esto hace que sea cada vez más difícil saber traspasar estas paredes imaginarias y escuchar lo que se cuenta en la habitación de al lado.

Este escenario crea una paradoja. Perimetrar nuestra identidad ha llevado a la sociedad a posicionarse de una forma mucho más rotunda con ciertos espectros ideológicos.

Esto crea una sensación falsa de movilización política en redes sociales a través del like o de seguir a líderes virales.

El riesgo mayor es que, cuando ocurran crisis reales, físicas, es improbable que esta suma de individualidades anónimas pueda darse respuesta a sí misma de forma conjunta y unitaria. Se seguirá buscando la respuesta de lo estatal en el mundo de lo físico —es decir, el real—.

La crisis de legitimidad política es un factor añadido y replegarse a lo virtual —a las manifestaciones online, a la demanda de derechos o la política de la cancelación virtual— hace compleja la confianza ciudadana hacia las instituciones, así como la capacidad de comunicación pública y cercanía efectivas por parte de estas últimas.

Es aquí donde entra la cuestión de la exclusión. Por una parte, lo digital ha permitido conectarse al mundo a personas que normalmente no tenían acceso a esta realidad, como son las personas ancianas, muchas de las cuales no habían salido nunca de las fronteras físicas de su país o habían leído durante toda su vida periódicos de carácter más local o estatal, sin encontrar noticias o curiosidades de lo internacional.

La tecnología también ha permitido a personas en situación de vulnerabilidad poder reforzarse y tener mayores garantías de protección, como el caso de las tecnologías adaptadas para personas ancianas o para personas con ceguera o sordera. Sin embargo, al mismo tiempo, lo digital también ha creado y ensanchado espacios de exclusión ya existentes, como era la dificultad de las personas mayores de 45 años para acceder al mercado laboral. La falta de habilidades digitales ensancha esta frontera.

Un paso adelante

Lo cierto es que no hay una respuesta única ni integral para gestionar las fronteras digitales —líquidas— que se están creando. Algunas de ellas son visibles; otras lo son menos.

En cualquier caso, la clave es entender que el reto es tanto la existencia de tales fronteras como que estas se encuentran en constante mutación, lo que hace complejo nuestra capacidad de detectarlas, de gestionarlas y, sobre todo, de tener conciencia sobre ellas para emprender acciones que nos lleven a impactos sociales y positivos del uso de las tecnologías y la digitalización en nuestras formas de organización política, social y económica.

Y, por último, cuidar la salud de nuestra libertad cognitiva. Ello significa saber generar una cultura de la confianza entre los sectores público, privado y social, en la que las fronteras que la digitalización crea, elimina o transforma sean un proceso consciente colectivamente y autoconsciente individualmente, con el fin de saber construir mejor, todos y todas a una, contrapesos y mecanismos para llevar a este impacto positivo y responsable.

De empezar a cuidarnos como personas —en nuestra libertad cognitiva, en nuestra capacidad de agencia— y como ciudadanía —en nuestra estructura, con respecto a los sistemas en que vivimos—, dependen nuestro presente y futuro. Ni tecno-optimista, ni tecno-pesimista; seamos tecno-responsables.

Dejemos de vivir con exceso de pasado —nostalgia— y con exceso de futuro —ansiedad—. El momento es ahora y trabajar por hacer de las fronteras digitales líquidas algo nuestro, algo responsable y sostenible, y algo de confianza entre todos los sectores —todos a una—, es el camino en el que debemos encauzarnos ahora.

EL COMBATE NECESARIO

Guillermo Wierzba quién actualmente se desempeña como director del Banco Nación de la República Argentina, escribió en “El Cohete a la Luna”

Las imposiciones del FMI y el programa del Consejo Agroindustrial intentan retrogradar a 1940

El FMI otorgó el financiamiento para  la fuga de capitales al gobierno de Cambiemos con tres objetivos estratégicos, de carácter económico y político:

  • Reestablecer una profunda inserción financiera de la Argentina en la economía globalizada, que implica su apertura sin restricciones a los negocios y especulaciones de los fondos que operan en la financiarización.

  • Establecer un nivel de endeudamiento para cuyo pago el país quede amarrado a una lógica de desarrollo definida por el bloque dominante, ajena a la decisión democrática del voto popular.

  • Ponerle un cepo a la política, que la debilite sustancialmente, impidiendo que el camino al desarrollo se defina por la decisión ciudadana, sino que se resuelva por el dictat del organismo multilateral acreedor.

El FMI no cambió, ni en sus criterios ni en el fin último de su objeto, que hoy lejos de su carácter de prestamista de última instancia para resolver disturbios o crisis de la balanza de pagos, persigue el objetivo de alinear a sus miembros en el diseño de sus instituciones, tanto para definir el carácter de su matriz productiva, las líneas de su política económica y el estilo de su organización institucional (“democracia” formal liberal de mercado como objetivo).

La no aceptación de las concesiones respecto al pedido del país acerca de quitas, reducciones de tasas, condonaciones de sobrecargos, ampliación de plazos y períodos de gracia, no están relacionados con garantizarse el cobro de la deuda. Por el contrario persiguen provocar políticas de corto y mediano plazo que no dejen espacio para encarar una política de desarrollo autónomo.

El acoso para lograr el equilibrio fiscal constituye la limitación de una herramienta fundamental que tiene una política de desarrollo, que es el de la Inversión Pública. El día jueves 25 de noviembre el diario Ambito Financiero dejó trascender que “el Fondo exige un rápido tránsito al superávit fiscal vía ajuste”, y también “un acelerado ritmo de acumulación de reservas para garantizar el repago de la deuda” y estaría advirtiendo al gobierno que “una rápida reactivación iría en contra de esa premisa”. Más allá de la exigencia explícita o no sobre medidas de ajuste estructural, cerca de la mitad del mercado de trabajo ya se encuentra informalizado o precarizado debido a las políticas del macrismo y las consecuencias de la pandemia. Pero además, el monumental nivel de endeudamiento con el organismo multilateral, para ser pagado en las condiciones de un crédito común de facilidades extendidas, demanda una producción rápida de condiciones de ingreso de divisas que, para ser lograda, define una continuidad de la lógica de incentivos a las exportaciones de materias primas, a la vez de generar un dispositivo que permita algún valor agregado que incremente el ingreso de dólares.

Un traspié de fondo

Es por lo que resulta polémico y extraño a la tradición de los proyectos democráticos, nacionales y populares  el anunciado “Régimen de Fomento para el Desarrollo Agroindustrial Federal, Inclusivo, Sustentable y Exportador”, que fue presentado como proyecto de Ley y que tiene la connotación de favorecer rápidamente el ingreso de divisas mediante un perfil productivo ajeno a la tradición del nacionalismo popular y antagónico con el primer kirchnerismo. Este proyecto supone ventajas en la valuación de los vacunos, en los regímenes de amortización de los bienes de inversión del sector agroindustrial, y múltiples ventajas tributarias que benefician al sector respecto del pago del impuesto a las ganancias y al IVA. Mientras, nada se dice respecto de las retenciones. El ofertismo que contiene la filosofía del régimen en debate pertenece a la lógica del pensamiento ortodoxo. Obviamente si es la urgencia de divisas la que va a presidir la política económica, la reestructuración de la matriz productiva va a priorizar el crecimiento de las exportaciones con base en las ventajas naturales de acuerdo a la lógica ricardiana. Seguramente el mismo rumbo se seguiría con otras materias primas, como las de la minería y los hidrocarburos.

El FMI que había perdido dimensión y poder en la fase de ascenso del neoliberalismo, la recuperó cuando el G20 en su reunión de Londres, en plena crisis de las hipotecas subprime, lo recompuso pasando a ser la institución que gerencia las políticas definidas por este agrupamiento de países, que luego de la caída del mundo bipolar se propuso el reemplazo de las Naciones Unidas para el debate internacional de las cuestiones económicas y financieras. Ese rol gerenciador lo colocó en la misión de guiar la reestructuración de la economía mundial, con la finalidad de afirmar la globalización financiarizadora. Su perverso rol durante el gobierno de la Alianza Cambiemos colaboró en promover condiciones para desarmar cualquier posibilidad de recomposición de una política como la desplegada durante los doce años de gobierno democrático, nacional y popular que precedieron esa experiencia oligárquica con pretensiones de ser una nueva derecha, pero que culminó su gestión con el maquillaje corrido sobre el visible viejo rostro de los tradicionales conservadurismos, con los accesorios de nuevas y malas artes que las renovadas y potentes tecnologías comunicacionales, y la concentración de capitales que las mismas requieren, le aportaron para mejorar su hegemonía.

Leer y Volver

Lo que corresponde volver a discutir en este momento bisagra de la historia nacional es la circunstancia específica en que nos encontrábamos en 2015 y las cuestiones que tuvieron importancia decisiva en la derrota electoral. Durante los doce años la tasa de desempleo se había reducido al 6%. El nivel de endeudamiento en divisas había sido reducido drásticamente a valores muy bajos en términos del nivel del PBI, pero también en los indicadores de liquidez respecto de la disponibilidad de divisas y las exportaciones. Los problemas argentinos volvieron a ser los clásicos de la restricción externa que se presentaron en otras etapas del modelo de sustitución de importaciones. Habíamos logrado salir de la lógica de la valorización financiera. No había dólares para continuar con el ritmo de crecimiento de la economía porque la estructura económica y el impacto tecnológico sobre la misma no había logrado una diversificación productiva lo suficientemente madura que impactara en un cambio decisivo de la matriz exportadora. Pero con ese nivel de endeudamiento inclusive se hubiera podido conseguir financiamiento para encarar los cambios indispensables y avanzar a una matriz más autónoma, que como sostiene María Concepción Tavares, requiere de una participación decisiva del Estado en los sectores ubicados bien aguas arriba en la cadena de producción, los que necesitan mayor inversión y mayor plazo para el rendimiento de ésta.

Sin embargo, el gobierno de Cristina Fernández fue atacado por los “Fondos Buitre”, esta fue la causa principal que abortó el acceso al crédito internacional para emprender una nueva etapa de su gobierno, que además hubiera requerido retomar la idea de la ineludible participación del Estado en la economía como agente productivo y un nuevo ímpetu a la investigación científica y tecnológica que los gobiernos de Kirchner y Fernández se ocuparon muy bien en impulsar. Los “Fondos Buitre” pudieron bloquear el éxito de la refinanciación del 93% de los acreedores, con el mismo apego y la misma motivación con que hoy el FMI se pone inflexible con la refinanciación del ilegítimo y vergonzoso préstamo que le otorgó al gobierno de Macri. Porque ambos son parte y están respaldados por el orden financiero internacional. Es absolutamente insoslayable agregar que lo que Eduardo Basualdo llamó “el transformismo argentino”, persistió y tuvo presencia en la derrota electoral del 2015 y hechos posteriores. En principio el radicalismo evolucionó en bloque para convertirse en el furgón de cola de una fuerza de la derecha oligárquica y conservadora. Por otro lado, una parte del peronismo se fracturó y debilitó lo necesario al Frente para la Victoria, para que no pudiera renovar su mandato, abriendo el paso al gobierno de Cambiemos. Pero además una parte considerable de los congresistas aportó los votos necesarios para el oprobioso pago de la deuda a los buitres que permitió que Macri hiciera lo que Cristina Fernández no pudo: acceder a los mercados voluntarios de crédito. La diferencia es que la Presidenta popular con dicho financiamiento hubiera favorecido políticas de desarrollo, mientras que el plutócrata de los grupos económicos lo utilizó para la generación de fuga y deuda.

Es un error y una falsedad la caracterización de los economistas ortodoxos y heterodoxos, que unifican en 10 años de estancamiento como caracterización de la raíz de la problemática a resolver de la economía argentina. La detención del crecimiento de los últimos años de gobierno popular se debió a la restricción externa clásica y a la guerra que el capital financiero jugó contra el país y su lideresa. En cambio, el retroceso del macrismo se debió a la liberalización de la economía, la elección de un rumbo reprimarizador, la redistribución de ingresos a favor del capital concentrado y la trampa urdida junto al FMI. Los últimos dos años obedecen a los efectos del desastre dejado por Cambiemos en el marco de emergencia nacional por la pandemia.

Pueblo y Oligarquía

Las discusiones en relación a la salida del actual laberinto de la economía argentina tienen una referencia ineludible a los años previos y posteriores al “Programa de reactivación de la economía nacional” de 1940, conocido como Plan Pinedo. Según reconoce Juan Llach en el n° 92 de la revista Desarrollo Económico, en su artículo El Plan Pinedo de 1940, de enero-marzo de 1984, su significado histórico y los orígenes de la economía política del peronismo, “el plan Pinedo intentaba contra viento y marea, mantener abierta la economía argentina al comercio exterior. Consideraba a la vez que para lograr un crecimiento aceptable debía ‘oficializarse’ la industrialización: una industrialización exportadora y especializada en materias primas nacionales. Tal objetivo sólo podría conseguirse mediante un fuerte acercamiento a los Estados Unidos, que los autores veían dificultoso, aunque posible en el mediano plazo… Esta opción podrá ser mencionada como un intento de integración a una nueva división del trabajo liderada por los Estados Unidos, o bien como un cambio de metrópoli y la búsqueda de una dependencia próspera. La UIA, que desde aquél momento fue hegemonizada por los empresarios más poderosos que necesitaban una menor protección del Estado, también tenía en aquella época una sobrerrepresentación de empresas extranjeras, que resultarían relativamente perjudicadas por políticas redistributivas. Afirmaba que ‘el momento del reparto recién llega cuando se han acumulado bienes; sólo entonces los más necesitados y los más menesterosos podrán beneficiarse en grado máximo del esfuerzo de los más afortunados o los más eficientes’”. La fracción de industriales menos concentrados y más vinculados con el mercado interno, principalmente los residentes en el interior, fueron los que miraron con simpatía y militantemente la propuesta mercadointernista del peronismo en gestación, pero no tenían la madurez para conducir política y programáticamente un proyecto, aunque poseían la suficiente gravitación para ser una de las condiciones necesarias para el despliegue del proyecto de Perón.


Por otra parte la economía abierta, aun en los marcos de la recuperación económica, mantuvo el alineamiento de los precios internos con los internacionales, en un momento de cambio de los precios relativos en disfavor de los industriales. Esto provocó una caída de los salarios reales industriales de un 3,5% entre 1944 y 1946. Así como la preocupación por el nivel de empleo, dice Llach en su artículo, llevó al peronismo a sustituir importaciones, la preocupación por el salario lo llevó a controlar las exportaciones. En términos ideológicos el grupo decididamente mercadointernista fue el sector de FORJA surgido del radicalismo.

La industrialización especializada en la elaboración de materias primas naturales promovía como instrumentos de política los incentivos cambiarios a las exportaciones industriales de ese modelo y los estímulos especiales a las industrias elaboradoras de materias primas nacionales, ya sea financieros y de controles cambiarios y de importaciones. Los autores del plan tenían una obsesión de restringir el proceso de sustitución de importaciones, y repetían que había que seguir importando mientras se podía exportar.

No se puede hacer referencia a esta lógica industrializadora sin que resuene ese espíritu en el presentado proyecto de régimen para la agroindustria del cual dice el apologeta Héctor A. Huergo desde su columna de Clarín del 23/10/21: “El gobierno, en esta etapa promovida por la catástrofe electoral, movió la ficha de la agroindustria y lanza medidas que la dirigencia había propuesto. Desde la amortización acelerada de inversiones en valor agregado, estímulos fiscales a la compra de insumos tecnológicos, o el cambio del cálculo de ganancias en la tenencia de ganado, un tema muy sensible en ciclos de alta inflación. Lo concreto es que se inicia otra etapa. El campo y la agroindustria son los grandes protagonistas, algo que llegó para quedarse”. En el mismo medio, el 9/10/21 opina también el hoy intelectual orgánico de la derecha argentina Jorge Castro: “A partir de su aprobación por el Congreso, la ley de promoción agroindustrial se transforma en el eje de la política económica argentina, y el complejo de producción industrial agroalimentario, que incluye a la producción primaria, adquiere la condición de prioridad estratégica absoluta del desarrollo nacional”.

Resulta necesario redefinir en las condiciones actuales el proyecto diversificador, planificador y de justicia social del movimiento nacional y popular, dando continuidad hasta resolver favorablemente la disputa con el liberalismo (hoy en su variante globalizadora). Para lo que resulta indispensable una negociación que permita una industrialización diferente a la que planteaba Pinedo. En el mismo texto define el Llach de 1984 que ya mostraba nostalgia por el fracaso del plan de 1940, el proyecto del peronismo sintetizado en tres ejes:

  1. Una nueva concepción del Estado y de su papel en la economía.

  2. Las políticas sociales y de ingresos con el objeto de aumentar el salario real de los trabajadores.

  3. Los objetivos de independencia económica y soberanía política que en aquél momento llevaron a cerrarla para independizarla de los vaivenes del mercado externo, tanto por el lado de las exportaciones, como por el de las importaciones.

El Estado que se promovía debía tener el suficiente poder como para establecer en primer lugar sus propios objetivos y también para someter a su logro cualquier otra legalidad de la sociedad civil, incluyendo la propia acumulación económica.

La continuidad de la lucha del proyecto popular frente al oligárquico debe abrirse nuevamente el camino para su posibilidad. Se trata de encontrar la estrategia para tumbar el nuevo arrinconamiento a que nos remitió la plutocracia local y el FMI. Si no se combate, no se existe.

La jerga de la “Guerra”

No hay guerra de “uno sólo”. Si nos hacen la guerra, no queda otra que defenderse. Los discursos refieren a una conceptualización de fenómenos que se observan, perciben, entienden y viven en la realidad en forma de conflictos, enfrentamientos y luchas que no son entre fuerzas de igual magnitud, sino precisamente donde el poder y la fuerza de uno de los contendientes es sensiblemente mayor que la del otro, de modo que es sabido para ambas partes que el enfrentamiento directo no es la mejor estrategia pero también que el final absoluto (El exterminió del “otro”) produciría mayores y mas graves daños a los vencedores que lo que pudiere ser tolerable, en definitiva, la muerte del “otro” produciría que los objetivos que sostiene la guerra también se pierden. Porque no se trata de eliminar al “otro” sino de dominarlo y tornarlo servil a esos objetivos. Someterlo, esclavizarlo. Ningún régimen totalitario funcionaria si fuese necesario terminar con la vida de todos los “enemigos” por mas que en la arenga bélica se apele a ello.

Por otro lado, otra forma conceptual de abordar los asuntos en disputa, tiene que ver con apelar a la “razón” y a la inteligencia humana. He aquí que también surgen problemas y límites a la idea de la “Teoría matemática de Juegos” que propone que a todo conflicto hay un acuerdo posible que deje a todas las partes que intervienen en la disputa, medianamente conformes si son capaces de ceder algo de sus “objetivos de máxima”.

Es aquí dónde las negociaciones y búsqueda de consensos aparece como posibilidad, pero al mismo tiempo su idealización en la creencia de que esa posibilidad puede lograr acuerdos duraderos en el tiempo y sostenibles y respetados por todas y cada una de las partes en el conflicto, no obtienen demasiadas pruebas en la realidad concreta que, como resultado, se produce.

Lo que queda claro es que aquí hay dos posturas con sus grises, matices, centros, izquierdas y derechas, ya pensados de forma lineal o secuencial, ya pensado como cíclos o procesos mas complejos, líquidos o etéreos … ya como mixturas de la humana condición de “semi-racionalidad” y “semi. inconsciencia” que aparece en todas y cada una de las cuestiones donde poder y consenso disputan hegemonía.

Proceso histórico

La política se percibió a si misma como ese espacio dónde conflictos y guerras se dan de formas menos violentas y mas “diplomáticas” y “dialógicas”. Como una etapa necesaria o bien previa al conflicto violento o bien que lo evite y llegue a acuerdos sin necesidad de recurrir a la guerra o métodos violentos de sometimiento y/o persuasión.

La cáida del muro de Berlin en 1989, supuso el fin de la guerra fria. El capitalismo y EEUU como su expresión mejor, habían vencido y el enemigo “comunista” había depuesto las armas y sometido, al imperio, el capitalismo se hacia “dueño” de los procesos de globalización que, a poco de consolidarse comienza a diluirse en una sorda revolución tecnológica que venía creciendo por debajo … el surgimiento de Internet y el universo de la computación personal y la digitalización comenzaría a marcar el ritmo de los cambios y no, como ilusoriamente se creyó en un principio, las ideas democráticas de libre mercado y el neoliberalismo como proyecto mundial. Tras el “relajamiento” del poder del Capital tras su triunfo, la aparición de disputas al interior de su “consolidación” (Como que sin enemigo “externo” EEUU vivó un periodo de “guerra interna solapada” entre agencias de inteligencias gubernamentales que comenzaron a disputarse el “financiamiento” en un contexto en el que las hacia obsoletas e innecesarias y en el parlamento ya comenzaban a sonar las voces que hablaban de disolución).Para continuar sin enemigo real … había que inventarlo. Y que mejor que transformar a sus aliados de la guerra fría en contrincantes … Surge el terrorismo Islámico o fundamentalismo Islámico.

Convirtieron Oriente Medio en una Nueva Europa en tiempos de pre-guerras y guerras mundiales como zona para alimentar al enemgio y reprimirlo según la necesidad del capital que sostenía asi los fondos para la industria mas pujante del siglo XX: El de las armas, las Guerras, las inteligencias y operaciones militares de “bajo alcance” y los proyectos de comunicaciones y faramcológicos y neurocientificos asociados al dominio de los cuerpos y las mentes.

El mundo se ve nuevamente confrontado a una “guerra” que no le pertenece pero de la cual no puede quedar fuera … la globalización tecnológica, económica y geopolítica ya era imparable.

Puntos de inflexión

Si bien es arbitrario colocar cualquier evento como inicio o fin de algún proceso social, cultural, político o histórico, hay eventos que marcan un antes y un después respecto de algunos elementos que es necesario ordenar para el análisis y la interpretación de sucesos que trascienden lo cotidiano y la experiencia vital mínima de cada vida en el planeta. Esto significa que hubieron, antes y después otros. Pero que en la consideración de quién analiza, ese evento desencadeno otro como emergente de anteriores que tuvieron menos relevancia o impacto.

En este caso me estoy refiriendo al surgimiento del liderazgo de Hugo Rafael Chávez Frías, en Venezuela y lo que significó, no solo para el surgimiento de los llamados gobiernos “populistas” en el mundo en general pero en especial en América Latina y el resurgimiento bajo otras premisas, de aquellos ideales socialistas confundidos y perdidos en la claudicación de la URSS respecto al poder del Capitalismo occidental liderado por EEUU.. Pero también como elemento que le devolvió a ese “capitalismo”, a una realidad que no estaba exenta de conflictos y que la victoria percibida como “Total” (Fin de las ideologías y fin de la historia se llegó a postular por entonces), en el suceso simbólico de la caída del muro que dividía la Capital Alemana en dos y la repartía a ambos bandos triunfantes de la Segunda Guerra, marcando las diferencias de los “aliados” que habían vencido en la guerra, originando una nueva distinta, mas “Fria”, pero no por eso menos guerra o menos violenta.

La revolución tecnocrática y digital, que parecía ser la síntesis de aquel triunfo totalizador y apuntaba a un futuro neoliberal dominado por la automatización y el sometimiento voluntario del planeta a un proceso globalizador en torno al fetiche del dinero y la felicidad como resultado de su acumulación en formas “Dolarizadas” que permitían a los EEUU continuar ejerciendo su hegemonía en los procesos que definen los intercambios y las reglas de funcionamiento del comercio global y de que países deben ser sancionados y cuales premiados porque se apegan a las reglas de los organismos financieros internacionales que regulan y reglamentan la gobernanza global, aparece sin embargo, a fines del siglo XX como la oportunidad de otra cosa. China emerge como potencia global y tras de sí arrastra o otras varias economías emergentes. Los Estados petroleros que habían conseguido preeminencia ya 30 años antes se consolidaron como potencias. Rusia creció como potencia en Europa. Y en ese escenario, la principal reserva petrolera en América Latina y el Caribe, emerge como la piedra angular de una nueva realidad continental en medio de una nueva geopolítica global en la entrada del siglo XXI. Al capitalismo se le había escapado la tortuga que tan cuidadosamente tenía controlada, festejando precisamente el control hegemónico adquirido, y de repente una nueva realidad irrumpe e interrumpe el sueño neoliberal del capitalismo automático y digital que tuvo entonces que recomponerse tanto en el discurso como en el ejercicio del poder real que ostenta.

Las nuevas economías emergentes le disputaban poder con sus propias armas y sus propias reglas que entonces debía comenzar a modificar, intentando se notase lo menos posible. Ahí empiezan otra vez a jugar su rol las agencias de inteligencia que mediante las embajadas y nuevos actores encubiertos en las formas de Organizaciones No gubernamentales y el rol fundamental de los medios de comunicación, producen un nuevo fenómeno disruptivo de los intentos populares por transformar el capitalismo en un orden mas humano y menos violento y desigual. El llamado “lawfare” inicia su triste recorrido por América Latina cuya “cabeza de playa” estaba constituída por un periodismo de “Guerra” presto a socavar confianza y credibilidad global en los lideres de los Estados emergentes que comenzaban a plantear con fuerza las necesidades de cambio en el sistema de relaciones económicas y productivas del planeta.

Así mas o menos las cosas durante estos ultimos 20 años. Con idas y vueltas estos actores no modificaron mucho sus avances y retrocesos, en medio de grises y confusiones de todo tipo. En el barro y la falta de claridad, el poder es donde mejor puede mover sus fichas. Solo aferradas a sus privilegios en el ejercicio de la posibilidad que surge de estos y las ventajas que, si cuestionadas no pensadas en sus reemplazos posibles, por sus adversarios. O peor aún, siquiera pensadas como injustas o no deseadas, sino mas bien aceptadas y dividiendo las posturas respecto a la necesidad o no de su transformación por ideas mas radicales que plantean el resurgimiento de formas mas autoritarias y fascistas como expresiones visibles de las tensiones en medio de este “maremagnum” en el que nos encuentra. Un escenario mas inédito aún surge en medio de todas estas tensiones: el de una pandemia viral que pone en cuestión no solo el sistema de relaciones vigentes sino cualquier idea anterior respecto de transformaciones y cambios posibles.

Nadie se salva solo. Que cada quién haga su parte.


Daniel Roberto Távora Mac Cormack

Comentarios

Entradas populares de este blog