Decir, leer, razonar, entender ...

 

Leer en tiempos de pandemia

Roger Chartier, historiador, especializado en la historia de la lectura, el libro y la edición. Es director de Estudios de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París y catedrático de Escritura y Culturas en la Europa Moderna en el Collège de France. Entre sus publicaciones se encuentran Las revoluciones de la cultura escrita (Gedisa, Barcelona, 2018); El orden de los libros. Lectores, autores, bibliotecas en Europa entre los siglos XIV y XVIII [1992] (Gedisa, Barcelona, 2017) y La mano del autor y el espíritu del impresor: siglos XVI-XVIII (Katz, Buenos Aires, 2018). Escribió en Nueva Sociedad (NUSO).

Algunas de las transformaciones en las formas de leer, como la digitalización de los formatos, se originaron mucho antes de la pandemia de covid-19, pero ese «evento» agudizó la crisis de las librerías y contribuyó a la concentración del comercio de libros en los supermercados del mundo, como Amazon.

Quisiera empezar con dos observaciones preliminares: una sobre la lectura y la otra relativa a los discursos sobre el covid-19. En primer lugar, la lectura puede considerarse una noción, una categoría transhistórica: leer es siempre atribuir un sentido a un texto que se manifiesta en los caracteres de una escritura puestos sobre un soporte. En ese sentido, puede hablarse del leer tanto en Atenas o en el Renacimiento como hoy en día; hay una cierta universalidad en la lectura como categoría. Sin embargo, la lectura es también y fundamentalmente una práctica, y en este sentido lo relevante es reconocer que se la debe pensar en su pluralidad histórica y social. Las lecturas, en plural, son la apuesta de nuestra reflexión de hoy. Las lecturas están siempre inscritas en una diversidad de determinaciones que remiten a los códigos, convenciones, expectativas y competencias de los lectores, que varían según los lugares y los tiempos. Se trata también de una práctica cuyo ejercicio depende de sus condiciones de posibilidad, distribuidas de forma muy desigual en cada sociedad, lo que crea una dificultad a la hora de hacer diagnósticos sobre las lecturas en tiempos de pandemia, que son más diferentes, diversas, de lo que podemos imaginar. En el tiempo actual, esta pluralidad de las prácticas de lecturas nos deja con un objeto difícil de asir, lo que tal vez se vincule con la segunda observación preliminar: la dificultad para producir discursos lúcidos sobre el tiempo de la pandemia. 

Reconozco que hacerlo es arriesgado, primero por la tendencia de cada uno a pensar este tiempo de la pandemia explícita o implícitamente a partir de las propias experiencias. Como sabemos, la pandemia ha hecho aún más fuertes las desigualdades entre los individuos. El confinamiento, que parece algo que todos tenemos en común, es de hecho una expresión cruel de las desigualdades sociales y de las maneras de afrontar esta situación, tan diferentes para los individuos según su condición económica. La diversidad de las lecturas se ubica dentro de estas diferencias. Debemos resistir la tentación de proyectar la experiencia personal como si fuese compartida y general. El corolario de esto es que a veces estos discursos proliferantes sobre el tiempo de la pandemia olvidan que para establecer diagnósticos es necesario apoyarse en estudios, investigaciones y encuestas. Cuando estos faltan, quedan solamente los deseos de futuro o los terrores del presente que atormentan a cada uno. Entonces, todo lo que voy a decir debe enmarcarse también dentro de estos límites, de estas tentaciones que invaden nuestros discursos. En última instancia, la proliferación de estos discursos tal como la podemos leer es tal vez la expresión más fuerte de la incertidumbre y, detrás de la incertidumbre, del miedo respecto del presente y de los sueños de un mejor porvenir.

Librerías y edición

Así, podemos empezar con los diagnósticos sobre lo que aconteció, y acontece todavía, en la pandemia, en relación con las lecturas. Un primer suceso fue el cierre de las librerías, que ha producido una fuerte caída en las ventas de libros, y esto ha generado grandes dificultades para las editoriales. En todas las encuestas que he leído –una del Sindicato Nacional de la Edición (sne) de Francia y otra del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc)–, los editores estiman la disminución de su facturación entre 40% y 50% en relación con 2019 (SNE: «Sondage SNE: Covid-19 – La situation des éditeurs de livres face à la crise», 5/2020, disponible en www.sne.fr/document/sondage-sne-covid-19-la-situation-des-editeurs-de-livres-face-la-crise/; Cerlalc: «El sector editorial iberoamericano y la emergencia del covid-19. Aproximación al impacto sobre el conjunto del sector y recomendaciones para su recuperación», Bogotá, 5/2020, disponible en https://cerlalc.org/wp-content/uploads/2020/05/cerlalc_sector_editorial_covid_impacto_052020.pdf.). La consecuencia inmediata es la disminución del número de títulos publicados y, en Europa, la publicación en el otoño de lo que normalmente se hubiera publicado en la primavera. Es decir, un verdadero ajuste a la situación. De esta manera, una primera realidad fue la dificultad para los lectores de encontrar nuevos libros, libros que no tenían en su biblioteca, si es que tenían una. Esta es una primera realidad, la realidad que en este momento atraviesan las librerías y la edición. 

La segunda realidad que experimentamos hoy es la de una vida casi enteramente digital: se utiliza la comunicación digital en las relaciones entre individuos o instituciones, para hacer compras, en la enseñanza, y también las lecturas se hacen en digital, más allá de aquellos libros que los individuos ya poseen en papel. Este fue el gesto normal para leer, para pensar, para acceder a libros o revistas: trasladarse a su forma electrónica. Con todo, esta observación debe matizarse inmediatamente, porque si, por ejemplo, en Brasil hubo un aumento de las ventas de libros electrónicos (allí las ventas se triplicaron en el año 2020 en relación con 2019), más generalmente este crecimiento fue limitado. La encuesta del sne de Francia muestra que, por un lado, las editoriales que tienen un sector digital son minoritarias, y por otro, que estas no estiman un crecimiento fuerte de las ventas de libros electrónicos. Estos hechos pueden ubicarse dentro de la marginalidad de este sector del mercado del libro ya antes de la pandemia: en Francia, las ventas de libros electrónicos representan solamente 10% de la facturación total del mercado editorial. Hay una serie de observaciones interesantes que pueden hacerse tanto sobre este mundo digital transformado en realidad cotidiana, en la esfera de la existencia entera, como sobre la crisis de las librerías y de la edición que, evidentemente, tiene consecuencias importantes sobre las posibilidades de lectura. La pregunta fundamental es si esta situación inaugura un nuevo mundo de la cultura escrita, con el predominio de la forma digital, con un mundo sin librerías y sin libros impresos y, tal vez, con una profunda redefinición de la edición. O bien, por el contrario, si quizás debemos pensar lo que aconteció y acontece con la pandemia como una forma exacerbada de transformaciones que ya existían, de mutaciones que ya estaban presentes y que encontraron una suerte de paroxismo en el tiempo de la pandemia. 

Entender el evento

Para acercarnos a esta cuestión fundamental, me parece que debemos pensar en las dos maneras de comprender un evento como la pandemia, si consideramos que la pandemia es un evento; un evento que dura, pero un evento. Una primera manera, inspirada en la definición del acontecimiento propuesta por Fernand Braudel, es considerarlo como el resultado de mutaciones, evoluciones y transformaciones previas que se cristalizan en el momento del evento; otra es pensarlo a la manera de Michel Foucault, lector de Nietzsche, como un surgimiento, una instauración, una inauguración, como –retomando una palabra que Foucault utilizó a menudo– un nacimiento. De la elección de una u otra perspectiva depende nuestra más o menos fuerte capacidad de domar el futuro. En la primera definición, cuando el evento es el resultado de evoluciones previas, puede entenderse que si se transforman las condiciones que lo hicieron posible ese evento podría desaparecer. En la segunda, más difícil de pensar, debemos afrontar un porvenir sin orígenes, una situación radicalmente nueva, que descubrimos al mismo tiempo que se establece. Podemos aplicar estas dos maneras de entender el evento a las dos realidades que he mencionado: la crisis de la actividad editorial y la digitalización de la sociedad. 

La crisis de las librerías y de la edición se remite a una serie de transformaciones tanto estructurales como coyunturales que se dieron en el mundo del libro antes del covid-19. Estructuralmente, como sabemos, antes de este evento la fragilidad de las librerías resultaba de la competencia de la venta online, en particular por parte del gigante Amazon, y de los altos precios de los alquileres en las ciudades, una dificultad aumentada por la muy limitada rentabilidad del negocio de los libros. El covid-19 aconteció entonces en un mundo en el que en todas partes había disminuido el número de librerías. En París, 350 librerías cerraron desde 2000 hasta 2019 (.Denis Cosnard: «À Paris, une librairie défie le déclin du livre» en Le Monde, 14/10/2018) Librerías, el libro de Jorge Carrión, es una suerte de antología de estas desapariciones (J. Carrión: Librerías, Anagrama, Madrid, 2013.)

También en el campo de la edición puede encontrarse una fragilidad anterior a la crisis paroxística, aquí con raíces más profundas en los procesos de concentración, cuyo resultado más fundamental fue la imposición de la lógica del marketing a expensas de la lógica editorial propiamente dicha. Podemos recordar la expresión de Jérôme Lindon, y después de André Schiffrin: la edición sin editores (A. Schiffrin: La edición sin editores, Destino, Barcelona, 2000.). «Sin editores» porque las decisiones de las editoriales se vinculan con aquello que perciben quienes se ocupan del marketing de los libros y no con una política editorial basada en preferencias intelectuales, estéticas o ideológicas. A este tema de la publicación sin editores o sin edición podría vincularse la desaparición en muchas empresas de la figura del corrector de estilo. En este sentido, una dificultad estructural previa, que ya se venía viendo durante los 10 o 15 últimos años en muchos países del mundo, se tradujo en una disminución del mercado del libro. Una investigación del Cerlalc muestra una disminución de la facturación global de las editoriales de 36% en España y de 22% en Brasil entre 2007 y 2017 (Mariana Bueno: «¿Cómo se comportó el mercado editorial en la última década?» en Cerlalc, 30/9/2019.).

La razón de estas transformaciones coyunturales y estructurales –que ya habían creado una situación de fragilidad en la edición y en las librerías antes del choque de la pandemia– debemos buscarla en las transformaciones de las prácticas de lectura y de los hábitos de los lectores. No tengo todos los datos necesarios a escala mundial, sino que me basaré solamente en un trabajo publicado hace poco en Francia, una investigación del Ministerio de Cultura (.Ministerio de Cultura de Francia: «Chiffres-clés du secteur du livre 2018-2019», www.culture.gouv.fr/sites-thematiques/livre-et-lecture/actualites/chiffres-cles-du-secteur-du-livre-2018-2019, 27/4/2020.) Hay dos preguntas que llaman la atención en ese estudio. La primera busca saber si las personas entrevistadas habían leído por lo menos un libro durante el año previo, es decir, en 2018. En el grupo de individuos nacidos entre 1945 y 1974, más de 80% decía que sí, que habían leído por lo menos un libro en el año anterior. Pero en el grupo de los nacidos entre 1995 y 2004, el porcentaje es solamente de 58%. En esa franja hubo una disminución fuerte del porcentaje de lectores de libros entre 1988 y 2018. La segunda pregunta era si los lectores habían leído y, supuestamente, comprado 20 libros o más durante el año previo. En 2018, 15% decía que sí, cuando en 1973 el porcentaje era de 28% y en 1988, de 22%. Si seguimos estos datos, entonces, podemos ver una disminución de la lectura y la compra de libros, tanto en relación con la reducción del número de lo que en francés se llama forts lecteurs –quienes compran y leen mucho–, como, más globalmente, y para los más jóvenes, con el abandono de la lectura de libros. En estos diagnósticos se trata, por supuesto, de la lectura de libros, y de libros impresos. ¿Qué ocurre en el mundo digital con lo escrito? En este mundo la lectura es omnipresente, obsesiva, necesaria: lecturas de los intercambios electrónicos, lecturas de las redes sociales, lecturas frente a las pantallas del tiempo de la pandemia. ¿Cómo podemos ubicar esta situación en evoluciones anteriores? En la misma investigación ya citada sobre las prácticas culturales de los franceses hay otro dato muy interesante: uno de cada seis afirma que su vida cultural tiene lugar por completo en el mundo digital, particularmente a través de las redes sociales, los videos online o los juegos electrónicos. Leen o escriben solo en las pantallas. La mitad de estos individuos, que ya desde antes de la pandemia vivían en condiciones similares a las pandémicas, tienen menos de 25 años. La cuestión es, por un lado, saber si sus prácticas culturales van a mantenerse exclusivamente online o si en algún momento van a salir del mundo digital para encontrarse con otras prácticas, culturales o no. Por otro lado, podríamos preguntarnos también si esta minoría de hoy prefigura la sociedad entera de los lectores del futuro. 

Este primer diagnóstico muestra que ya antes de la pandemia existía la posibilidad de vivir digitalmente como en la pandemia... Frente a esto, por supuesto, puede hacerse un segundo diagnóstico, que es la contracara del primero. En cierto sentido, a pesar del crecimiento del mercado de los libros electrónicos, parece darse una situación paradójica: las lecturas efectivamente son digitales, pero sin la compra de libros electrónicos, que se descargan o se comparten en redes sociales. También aquí hay un desafío para el porvenir: esto es, detectar si aquellos lectores que han leído en este periodo más textos electrónicos que antes –pero sin necesariamente comprarlos– volverán después de la pandemia a sus prácticas cotidianas o, más bien, si el nuevo hábito se mantendrá, estimulado por los esfuerzos de los editores y distribuidores de libros electrónicos, que buscan transformar la situación excepcional de leer frente a la pantalla en una práctica ordinaria y común. Una manera de pensar una respuesta es preguntarnos si los esfuerzos que se hacen en algunos países, por ejemplo en Brasil, para traer a los lectores al mundo digital, esfuerzos que se traducen en la distribución gratuita de e-books o descuentos importantes en su compra (sobre la base de que el libro electrónico es de más fácil acceso, precio más bajo y que resuelve los problemas, si no de la edición, por lo menos de la distribución de los libros), perfilan la situación del futuro. Y preguntarnos también si las personas después de la pandemia van a resistir la tentación del «clic» que permite comprar libros, sin hacer caso a las librerías abiertas nuevamente, si van a seguir prefiriendo la lectura de libros, revistas o diarios electrónicos antes que su forma impresa. Si, en suma, sobrevivirá esta tendencia a satisfacerse con la lectura de los textos disponibles en el universo digital, sin preocuparse por encontrar la versión impresa en las librerías o bibliotecas. Este es el desafío fundamental para el porvenir de las lecturas. 

Consecuencias

Para proponer una conclusión, y para rechazar –o intentar que no se haga realidad– la idea de una lectura total y enteramente digital, quiero subrayar algunas consecuencias posibles de esta prometida, deseada o temida transformación. La primera consecuencia sería económica. En un artículo que se publicó en abril de 2020 en La Vanguardia, de Barcelona, Jorge Carrión subrayaba el hecho de que la pandemia hace más poderosos a los poderosos y más ricos a los ricos. Se trataba a todas luces de una referencia al enorme provecho que sacan de la crisis las grandes empresas como Amazon, Facebook o Google. Se produce así la aceleración de un proceso de concentración: Amazon, por ejemplo, se está transformando en el único supermercado del mundo, un supermercado digital sin competidores. 

Otra consecuencia que encuentro muy relevante es de orden cultural. Vivir en el mundo digital posiblemente sea generalizar para la lectura, para todas las lecturas, cualquiera sea su objeto, las prácticas dominantes en el mundo digital: las de las redes sociales. La práctica de lectura propia de las redes sociales es una lectura acelerada, apresurada, impaciente, fragmentada (y que fragmenta), sin la necesidad de contrastar las informaciones y las afirmaciones leídas. De esta manera, la pregunta aquí es si este tipo de lectura, que se plasmó en el uso de las redes digitales, se transformará en un modelo, un patrón general que someterá a todas las otras lecturas, de cualquier orden y naturaleza. 

Si este fuera el caso, estaríamos frente a inmensos riesgos. El primer riesgo sería para el conocimiento, desde el momento en que el criterio de autentificación de los enunciados se traslada a su presencia en una red a la cual se le da credibilidad o confianza, sin preocuparse por el examen crítico de la veracidad de lo que se enuncia, un examen que supone comparaciones entre fuentes de información y evaluaciones sobre su credibilidad. El segundo riesgo no es solamente para el conocimiento sino también para la democracia. Es evidente que este tipo de lectura acelerada y crédula se constituye en un poderoso instrumento de comunicación para todas las formas de manipulaciones, de falsificaciones y de reescrituras engañosas del pasado. Son amenazas temibles para el futuro. 

Afortunadamente, una suerte de compensación a este «crecimiento de lo peor» sería que, con la pandemia, se haya tomado una conciencia más aguda de estos riesgos, una conciencia que se manifiesta para algunos en las frustraciones que produce la existencia confiscada por las pantallas. Estas frustraciones permiten pensar más claramente la diferencia entre el mundo digital y el mundo impreso, en lo que refiere al libro, a la lectura, al conocimiento, al placer. Lo que se experimenta en la inmediatez de las relaciones se volvió imposible y, de cierta manera, las compensaciones produjeron una honda percepción de lo que falta. A mi juicio, la diferencia esencial, y que debe reconocerse en todos los casos, es la diferencia que existe entre las lógicas que gobiernan estas dos formas de relación con lo escrito. La lógica de la librería, de la biblioteca, de la página del diario, del libro impreso es una lógica del pasaje, del viaje entre estanterías, entre espacios, entre textos. El lector es un cazador furtivo, un peregrino, un viajero. La lógica de la producción textual y de la lectura en el entorno digital es, en cambio, una lógica temática, tópica y, finalmente, algorítmica. El lector es, aquí, previsible. Si la lógica del viaje trae sorpresas, descubrimiento de lo inesperado, de lo desconocido, la lógica del mundo digital transforma tanto los textos como a sus lectores en bancos de datos. 


 

Una vez que se percibe esa diferencia, se vuelve posible establecer un uso menos peligroso del mundo digital y ubicarlo en el lugar que le corresponde, y ya no como un universo globalizante y globalizador, que se apodera de todas las prácticas, de todas las categorías, de todas las experiencias. La frustración nace de la imposibilidad de una experiencia compartida por individuos reunidos en el mismo tiempo y en el mismo lugar. En esta conversación no estamos en el mismo lugar, no estamos en el mismo continente, no estamos en el mismo huso horario. Frente a esto, la relación entre los cuerpos que experimentan un mismo evento, que participan en un mismo acontecimiento, es una realidad que podemos desear, para cuyo regreso podemos trabajar. Siempre me gusta señalar que esta frustración, que conduce a una percepción más aguda de la relación entre lo digital y lo impreso, tiene una referencia en el léxico del Siglo de Oro y la definición de la palabra «cuerpo». Los cuerpos no eran solamente los de los seres humanos, eran también los libros, los ejemplares de una misma edición. De esta manera, se ve también que la frustración frente al texto electrónico remite a la falta, a la pérdida de la relación con el cuerpo del libro, que es el cuerpo del texto. Esta frustración es compartida. La Feria Internacional del Libro de Guadalajara se anuncia, para un futuro próximo, como «presencial». No es posible saber si así sucederá, pero es una respuesta a esta falta de relación entre los cuerpos humanos y los cuerpos de los textos. La conclusión es que si queremos que el porvenir no se defina ya a la manera de nuestro presente dentro de la pandemia, eso dependerá, por supuesto, de las políticas públicas, pero también de cada uno de nosotros y, sobre todo, de nuestra resistencia a recurrir inmediatamente al «clic» de la computadora.

Nota: este artículo, con mínimos cambios, surgió de una exposición del autor titulada «Lectura y pandemia» y la posterior conversación con Alejandro Katz y Nicolás Kwiatkowski en septiembre de 2020, en el marco del proyecto «Léxico de la pandemia», organizado con el apoyo de la Fundación Medifé. La conversación completa, revisada por el autor, puede encontrarse en R. Chartier: Lectura y pandemia. Conversaciones, Katz, Buenos Aires, 2021.

(Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 296, Noviembre - Diciembre 2021, ISSN: 0251-3552)

Gabriel Boric gana las elecciones en Chile

Es de madrugada y las bocinas siguen cayendo como rayos. En Plaza Italia, bautizada como Plaza Dignidad luego del estallido, ya no hay un general que montar. Hace unos meses el gobierno retiró el monumento a Baquedano, símbolo de las protestas, luego de que los manifestantes se lo hayan prácticamente adueñado. Los días de movilizaciones, el caballo que acompañaba al general estaba cargado de jóvenes, que anexaban banderas mapuches y pañuelos verdes, y lo llenaban de pintura. Ahora el monumento está descabezado: apenas queda la base. Pero, otra vez, como en aquellos viernes del estallido, la plaza desborda de gente. Y es como las primeras veces. No son los encapuchados vestidos de negro los protagonistas. Son cientos de personas, en su mayoría jóvenes, que cantan y bailan al calor del Baile de los que sobran, el himno de Los Prisioneros que fue furor por esos días. No hay pacos a la vista. Esto es una fiesta.

Una hora antes y a unas cuadras de Dignidad, en un escenario montado en la Alameda y Santa Rosa, a las afueras del Comando, Gabriel Boric dio su primer discurso como presidente electo de Chile. Llegó en auto, pero fue obligado a bajar y recorrer los últimos metros hacia el escenario a pie. No había manera de pasar: al menos 100 mil personas se apilaban en la calle. No sé, porque la verdad ya es tarde y tampoco quiero preguntar, quién escribió su discurso. Yo creo que fue él mismo. Boric es un aficionado a la poesía que en una entrevista en 2018 dijo:  "Lo que realmente me gustaría hacer es escribir”. Hablaba sobre cómo estaba cansado de la política. Su proyecto era esperar hasta terminar su mandato como diputado en 2022 y escribir una novela. 

Esos dos años pasaron y Boric aún no quería ser candidato a presidente. Su proyecto alternativo de ese entonces, a principios de 2021, era viajar por el mundo. Pero el Frente Amplio y su propio partido, Convergencia Social, le pedían que se postule. El motivo era simple: no querían que el conglomerado, que en 2017 había llevado a Beatriz Sánchez como candidata, se rindiera tan fácil ante los comunistas, sus socios en la incipiente alianza Apruebo Dignidad que tenían a Daniel Jadue como carta presidencial. Era jugar para perder, porque Jadue era favorito por donde se lo mirara, pero había que jugar. En el entorno de Boric dicen que su novia, Irina Karanamos, lo convenció. El obstáculo, entonces, como Boric quería competir con su partido, que no tenía carácter nacional, era juntar cerca de 30 mil firmas en un mes y medio. Tanto Boric como buena parte del Frente Amplio no estaban seguros de lograrlo. No sabían cómo llegar a 30 mil personas en tan poco tiempo.

Ayer, Gabriel Boric obtuvo más de 4,6 millones de votos. Es el presidente más votado en la historia de Chile. También, con 35 años, es el más joven.

Si la circunstancia era histórica, la respuesta lo fue de igual manera. Nunca votó tanta gente en Chile: 8,3 millones de personas participaron de la elección, lo que corresponde al 55,6% del padrón, el porcentaje más alto desde que se instaló el voto voluntario. Esto a pesar de demoras y problemas patentes con el transporte público, cuya frecuencia fue menor a la de otras elecciones y sobre todo en comunas populares de la Región Metropolitana, determinantes en esta segunda vuelta. La ciudadanía reaccionó rápido: autos, furgonetas, micros y camiones particulares se pusieron a disposición y se dirigieron a los paraderos para llevar personas a votar. Los alcaldes sacaron la flota municipal para la misma tarea y hasta los propios asesores del candidato fueron en auto a levantar votantes. Grupos de WhatsApp e historias de Instagram se colmaron de contactos de conductores accidentales mientras denunciaban un boicot del gobierno de Piñera.

El episodio expone dos claves de la victoria de Boric: la alta participación electoral, atravesada por la amenaza que suponía un triunfo de Kast, y la autogestión, una constante de la campaña. Lo fuimos contando acá: en este último mes, prácticamente todos los días había algo. Festivales, bicicleteadas, protestas y juntas vecinales, entre otros eventos, se articularon al margen de la candidatura de Boric, que siempre aparecía en espejo. Por eso también la semana pasada hablamos del plebiscito por el fin de la dictadura de Pinochet. El recuerdo de esa campaña, sintetizada en las opciones y No, estuvo tan presente este año que hasta coincidió en el resultado: como en 1988, fueron más de 10 puntos de distancia los que sellaron el triunfo de Boric, que superó el 55% de los votos. 

El aumento en la participación, aunque particularmente presente en la Región Metropolitana y sus comunas más populares, se registró en todo el país. Si no es difícil explicar cómo hizo Boric para ganar todas las regiones del norte salvo Tarapacá. Fue una de las sorpresas de la elección: el territorio donde nació el fenómeno Parisi regresó a la columna de la centroizquierda. El movimiento lleva el sello de Izkia Siches, quien apenas asumió como jefa de campaña centralizó sus esfuerzos en el norte. El salto de Siches, quien renunció a la presidencia del Colegio de Médicos para sumarse al comando un día después de la primera vuelta, fue tan vertiginoso como efectivo. Dentro del Frente Amplio destacan el volumen territorial que le imprimió a la campaña, a la que se sumó con equipo propio. No en vano la llaman ahora “vicepresidenta”, un cargo que en Chile no existe pero el propio Boric pareció inventarlo cuando la invitó al escenario y la tomó de la mano para saludar al público en forma de V. La gente rugió cuando la vio llegar.  

La victoria de Boric quedó consumada menos de una hora después de la difusión de los primeros datos oficiales. La ventaja ayudó a que Kast aceptara rápidamente la derrota. El cuadro que tuvo al ultraderechista visitando personalmente a Boric para felicitarlo por la elección se completó con la videollamada de Piñera, que recibe hoy en La Moneda al presidente electo, al que le lleva 37 años. El sistema político de la transición está oficialmente muerto, pero todavía conserva algunas tradiciones. Por lo demás, Kast perdió pero con más de 3,6 millones de votos. En unos pocos meses, pasó de ser un personaje marginal en la derecha a liderarla en una elección. Pero difícilmente sea una sola elección: José Antonio Kast es ahora el líder virtual del bloque hasta nuevo aviso. La centroderecha apostó y perdió; ahora deberá enfrentar las consecuencias.

Vale la pena escuchar el discurso de Boric porque ahí está casi todo. Lo digo en serio: háganse un espacio en el día y escuchenlo entero, o repítanlo si ayer tuvieron la chance de sintonizarlo. Ya no se escriben discursos así. Hoy, cuando la política parece haber perdido buena parte de su dimensión narrativa (porque lo siento, la narrativa es mucho más que un video pedorro con personas emocionadas al que llaman storytelling) las palabras de Boric, en la que no quedó sector social por mencionar, son mucho más que una clase magistral: es algo que te conmueve y te sacude en partes iguales. Diseñado por tramos, el discurso tiene una contraseña histórica. Es una reivindicación a la generación de jóvenes como él, que “emergieron a la vida pública” al calor de las movilizaciones del 2006 y 2011. Pero también a la Concertación, como parte de una “familia grande” que ahora tiene a su proyecto como protagonista, pero heredero de una tradición a la que promete continuidad. 

Un discurso cargado de guiños, como cuando llamó a trazar un puente con Kast y se tragó los silbidos unánimes de la gente, de la misma manera que lo hizo Patricio Aylwin en el parto de la transición, cuando habló de un gobierno “de civiles y militares”. O, por ejemplo, cuando les dijo a sus seguidores que esa noche iban a volver a “sus casas con la alegría sana de la limpia victoria alcanzada”, un calco del discurso de Salvador Allende, cuyo rostro aparecía en alguna que otra bandera que andaba flameando por ahí. Mucho más presente estaba la bandera mapuche, protagonista simbólica del festejo, seguida de los colores de la diversidad. La bandera de Chile, tal como sucedía en el estallido, aparece, pero mucho menos. 

Por momentos fue un discurso incómodo, quizás un cruel anticipo de su gobierno. Los guiños a la Concertación, sumado a la moderación y ampliación que mostró Boric en la campaña de segunda vuelta, son también producto de la necesidad: con menos de un tercio de escaños en la Cámara baja y tan solo cinco senadores, sumado al caudal de votos que recibió José Antonio Kast, Boric está obligado a ampliar su base. Con el Partido Socialista dispuesto hace rato a participar de su gobierno, resta saber cómo va a ser la recepción de figuras de la Democracia Cristiana, que avisó que su lugar estaba en la oposición. Boric no bajó las banderas de desigualdad y su ataque al sistema de pensiones, pero habló de “pasos cortos pero firmes”.

Pronunció todo su discurso frente a una bandera que le recordaba por los presos del estallido. “Sé lo que tengo que hacer. Me he reunido con sus familias”, respondió Boric, pero no pareció suficiente. De hecho, las dos proclamas que sonaron con más fuerza durante su discurso fueron “libertad a los presos por luchar” y “no estamos todos”. No hay que ser doctor en antropología para adivinar que una parte de esa muchedumbre que reventaba La Alameda no estaba particularmente fascinada con Boric, aunque creía que había motivos de sobra para festejar. Boric lo sabe, por eso cuando agradeció el voto lo hizo tanto a los que lo hicieron por él como por los que votaron “contra el otro candidato”. El equilibrio, al que se le suma el vilipendiado Partido Comunista, no será nada simple. 

Por eso, entre otras cosas, es tan importante la Convención Constituyente, que deberá tener un texto listo para mediados del año próximo. Chile entra ahora en una suerte de limbo temporal, a sabiendas de que elementos importantes del sistema político pueden reformarse. Pero no se trata solo de oportunidades. Acá todos dan por descontado que a la hora de votar sobre la nueva Constitución, que necesariamente debe ocurrir el año próximo, la derecha va a buscar plebiscitar la gestión “de Boric y el Partido Comunista”. 

 

Pero eso vendrá después. Ahora, la luna casi llena, que custodió toda La Alameda durante los festejos, se está retirando. El veredicto es inapelable: después de un encierro que parecía haber dejado secuelas irreversibles en la vitalidad de la noche santiaguina, esta recordó algunos movimientos del año anterior y los volvió a poner en juego. Algunos cabros aprovecharon el regreso a casa para pintar grafitis (como si a esta ciudad le faltaran grafitis). Y, recién, cuando la avenida Vicuña Mackenna se preparaba para cerrar la noche, un chico pasó con un parlante escuchando a Víctor Jara a todo volumen. Sonaba El derecho de vivir en paz. No sé, porque es tarde y tampoco quiero preguntar, si a otro pernoctado lo embargó un sentimiento de melancolía. Si no es esa letra y su melodía la que mejor acompaña la sensación de alivio que algunos acá pueden haber sentido, por haber evitado un escenario que a todas luces sería negativo. Pero después creo que no, porque no es alivio lo que se vio en estas calles. No hoy, al menos. Por acá pasó una fiesta. De esas a las que Santiago, dicen, se había desacostumbrado.

MUNDO PROPIO - Juan Elman - Cenital

Abriendo las grandes alamedas

Atilio A. Boron, Sociólogo, politólogo, catedrático y escritor argentino. Doctorado en Ciencia Política por la Universidad de Harvard. Escribe en Página 12.

Pasó casi medio siglo. En el medio una atroz dictadura que torturó, mató, desapareció y exilió a cientos de miles de chilenas y chilenos. Aparte saqueó el país y enriqueció a los jerarcas del régimen, comenzando por el propio Augusto Pinochet y familia. Luego, con el retorno de la “democracia” -en realidad, un muy bien montado simulacro, con todas las formas, pompas y circunstancias de aquella, pero huérfano de sustancia real- transcurrirían largos treinta años en donde germinó con fuerza la semilla maldita sembrada por el dictador y sus compinches. Sus frutos fueron una sociedad tremendamente desigual, que además rompió sus tradicionales lazos solidarios y se entregó al espejismo resumido en la fórmula acuñada por el régimen: la ciudadanía es el consumo. En otras palabras, el triunfo de la “antipolítica” y, por extensión, la obsolescencia de toda forma de acción colectiva. 

A lo anterior se le agregó el saqueo de las riquezas del país y su transferencia a poderosas oligarquías empresariales, el incondicional alineamiento de Chile a Washington, escandalosamente representado por ese fotografía de Sebastián Piñera en la Casa Blanca donde hacía coincidir la estrella de la bandera chilena con las cincuenta del pabellón imperial, graficando la aspiración de la elite de su país de convertirse en una colonia de Estados Unidos. Treinta años en donde lo que hubo fue continuidad y no ruptura entre el pinochetismo y el régimen sucesor, lo que daba al traste cualquier pretensión de hablar seriamente de una “transición democrática.”

Fueron treinta años, no treinta pesos” decían los protagonistas de las grandes luchas sociales desencadenadas el 18 de octubre del 2019. En ese momento las masas populares vislumbraron la cercanía de aquellas grandes alamedas que Salvador Allende había invocado en su último discurso y comenzaron a caminar en esa dirección. Fue una larga marcha, cuesta arriba y erizada de trampas y obstáculos de todo tipo. Pero pese a todo se avanzaba: pinochetista">el repudio a la Constitución pinochetista, el llamado a una Convención Constitucional y su concreción, con la significativa gravitación que en la misma adquirieron las fuerzas contestatarias y la presidencia ejercida por una lideresa mapuche, Elisa Loncón Antileo fueron otros tantos hitos de ese irresistible avance. Pero había todavía un desafío mayor: constituir una coalición que pudiera librar batalla contra una derecha que estaba muy lejos de darse por vencida y que bajaba a la liza electoral con la cancha inclinada a su favor. Lo vimos este domingo: los medios en una rabiosa campaña anticomunista, denunciando al “extremista” Boric; la Televisión Nacional desalentando la concurrencia del electorado con apocalípticos pronósticos de una ola de calor; y, peor aún, la grosera y antidemocrática maniobra gubernamental de ordenar que los medios de transporte público de superficie (“las micros” en la jerga chilena) no se salieran a la calle y permanecieran en sus garajes. Pero todo fue inútil, y la coalición de Apruebo Dignidad, conformada por el Frente Amplio y el Partido Comunista, con el apoyo de otras fuerzas, se alzó con una aplastante victoria que ningún a encuesta supo predecir: Boric obtuvo el 55,87% de los votos contra 44.13% de Kast. No es un dato menor que con aquel guarismo Boric prácticamente iguala la marca máxima en una elección presidencial: el 56.09% que había consagrado a Eduardo Frei Montalva como presidente de Chile en 1964.

Hay tantísimas cosas por decir en relación a esta conmovedora y esperanzadora apertura de las grandes alamedas. Primero, la importancia la decisión de salir a buscar a quienes habían protagonizado las grandes protestas populares pero no habían votado en la primera vuelta. La concurrencia electoral fue del 55.65%, y esa fue la clave del triunfo de Boric. No salió a buscar los votos del cuasi inexistente “centro político” arriando las grandes banderas de las jornadas de Octubre sino convocando a las barriadas populares. Segundo: le espera una tarea durísima: deuda social, crisis económica, pandemia, y todo bajo el inclemente ataque de la derecha. Es de esperar que al entrar a La Moneda (¡ojalá antes!) el espíritu de Salvador Allende se pose sobre el joven presidente y le transmita toda su sabiduría y sus valores. Por ejemplo, su confianza ilimitada en el pueblo y su imprescindible organización, único reaseguro con que contará ante la implacable guerra de la que será objeto. 

La certeza que Allende tenía de que la clase dominante chilena jamás aceptará un gobierno de izquierda y que, tal como le ocurrió (y ya le está ocurriendo a Boric: ver la reacción de la Bolsa el lunes, caída del 6% y disparada del dólar) apelará a cualquier recurso con tal de frustrar su obra de gobierno. Y, por último, la absoluta convicción que también tenía el Presidente Mártir de que se deberá resistir las maniobras del imperialismo y la derecha, la casta política y sus voceros y articuladores en los medios, ONGs y otros poderes fácticos, que combinarán con calculada astucia sus típicas presiones y extorsiones con ciertos gestos “amistosos” tratando de ablandar a Boric, todo lo cual tiene como único e innegociable objetivo debilitar y, de ser posible, acabar con su gobierno y convertir a Chile en la estrella 51 de Estados Unidos. Esa brújula allendista será fundamental para concretar con éxito lo que sin duda será una durísima y prolongada disputa social, en donde la concientización y organización del campo popular jugarán un papel absolutamente crucial.

El Primer Discurso

A continuación el texto completo del discurso completo ante la maltitud del presidente electo en Chile, Gabriel Boric, publicado en Pressenza, International Press Agency.

«BUENAS NOCHES CHILE !
PO NUI , SUMA ARUMA, PUN MAY CHILE !
GRACIAS A USTEDES, A TODAS LAS PERSONAS, A TODOS LOS PUEBLOS DE CHILE

Agradezco en primer lugar a todas las chilenas y chilenos que en este día fueron a votar, honrando su compromiso con la democracia.

En el duro y noble norte. En el lluvioso y ventoso sur. En el caluroso y fértil centro. En Rapa Nui, Juan Fernández y la Antártica chilena. En el extranjero.

No importa si lo hicieron por mí o por mi contrincante: lo importante es que lo hicieron, que se hicieron presentes, que mostraron su compromiso con este país que es de todas y todos. También, por supuesto a los miles de personas que quisieron asistir a votar y no pudieron hacerlo por la falta de transporte público. No puede volver a ocurrir que en un día tan importante se prive a la gente de ejercer su derecho a voto.

También a quienes hicieron posible esta hermosa campaña.
Independientes, organizaciones sociales y partidos, a todas las personas que en las últimas semanas se han organizado a lo largo de todo Chile y el extranjero, desde Magallanes hasta Arica, desde Visviri a Puerto Toro para levantar una campaña ciudadana que ha permitido este triunfo. El mismo compromiso y entusiasmo será necesario durante los años de nuestro gobierno para que, entre todas y todos, podamos sostener el proceso de cambios que ya hemos empezado a recorrer, paso a paso.

Gracias a mi jefa de campaña, la Dra. Izkia Siches, por haber puesto todo y más en esta candidatura, con tanto amor, tanta energía y tantas ganas. A todos los equipos técnicos que se sumaron a esta propuesta, a cada uno de los independientes y partidos que hicieron posible esta campaña.

Gracias a los niños y niñas que a lo largo de este viaje nos llenaron de cariño y de esperanza, de dibujos hermosos que expresaban con inocencia y esperanza el Chile que sueñan. Un Chile verde y de amor, que cuide la naturaleza y los animales, que recupere las plazas de los barrios para poder jugar, un Chile donde papás y mamás tengan más tiempo para estar con sus hijos y los abuelos y abuelas no estén solos en esta etapa de su vida. Hemos mirado a los ojos de los niños y niñas de Chile y sé que no podemos fallarles.

Gracias a las mujeres de la patria. Que se organizaron en todo Chile para defender los derechos que tanto les ha costado alcanzar. Desde el derecho a voto hasta el derecho a decidir sobre su propio cuerpo.

Desde el derecho a la no discriminación por el tipo de familia que hayan decido formar hasta el reconocimiento por las tareas de cuidado que hoy realizan. Cuenten con nosotros. Ustedes serán protagonistas de nuestro gobierno. También a las disidencias y diversidades que han sido largamente discriminadas y en esta campaña vieron amenazadas los pocos avances que han logrado. En nuestro gobierno la no discriminación y detener la violencia contra diversidades y mujeres junto a las organizaciones feministas será fundamental.

Agradezco también al Servel por su impecable trabajo. Simboliza el Estado que necesitamos: eficaz, imparcial, justo. A los medios de comunicación nacionales y regionales, por llevar la información a los lugares más recónditos. La prensa libre es fundamento esencial de la democracia y ustedes su vehículo.

Quiero agradecer a todos los candidatos que participaron de esta elección, porque finalmente la democracia la hacemos entre todos, y necesitamos de cada uno. A Yasna Provoste, Sebastián Sichel, Marco Enriquez Ominami, Franco Parisi, Eduardo Artes y a José Antonio Kast. El futuro de Chile nos necesita a todos del mismo lado, del lado de la gente y espero contar con su apoyo, sus ideas y propuestas para comenzar mi gobierno. Sé que más allá de las diferencias que tenemos, en particular con José Antonio Kast, sabremos construir
puentes entre nosotros para que nuestros compatriotas puedan vivir mejor. Porque los que si nos une es el amor a Chile y su gente.

Y por cierto, gracias a mi familia, a mi padre y a mi madre, a mis dos hermanos, a mis abuelos que ya no están. A mi compañera de viaje Irina. Son ustedes mis pilares en los días aciagos y los responsables de que hoy esté aquí.

Ya lo saben. Vengo de Magallanes, en el extremo sur de Chile, casi tocando la Antártica. Tengo 35 años.

Y sé que la historia no parte con nosotros. Me siento heredero de una larga trayectoria histórica, la de quienes, desde diferentes posiciones, han buscado incansablemente la justicia social, la ampliación de la democracia, la defensa de los DDHH, la protección de las libertades.
Ésta es mi familia grande, a la que me gustaría ver de nuevo reunida en esta etapa que ahora iniciamos.

Compatriotas, seré el presidente de todos los chilenos y chilenas. De quienes hoy votaron por este proyecto, de quienes eligieron otra alternativa y también de quienes no concurrieron a votar.
Los tiempos que vienen no serán fáciles. Deberemos hacer frente a las consecuencias sociales, económicas y sanitarias de la peor pandemia que ha vivido nuestro país en más de un siglo. Será difícil, no cabe duda, pero vamos a ir avanzando con pasos cortos, pero firmes, aprendiendo de nuestra historia.

Porque Chile tiene una historia breve como Estado nacional: apenas dos siglos de vida independiente, pero rica en experiencias de logros, 4de errores, éxitos y frustraciones. De momentos hermosos y también difíciles. Y hemos aprendido de esa experiencia. Hoy podemos estar más seguros que antes de algunas cosas:

Que un crecimiento económico que se asienta en desigualdad tiene pies de barro: que solo con cohesión social, reencontrándonos y compartiendo un piso común, podremos avanzar hacia un desarrollo verdadero y sostenido, que llegue a cada familia chilena y que incluya también las pymes que con tanto esfuerzo levantan hombres y mujeres honradas a lo largo y ancho del territorio nacional.
Que desestabilizar las instituciones democráticas conduce directamente al reino del abuso, la ley de la selva, y el sufrimiento y desamparo de los más débiles. Vamos a cuidar la democracia, cada día, todos los días.
Que los avances, para ser sólidos, requieren ser fruto de acuerdos amplios. Y que para durar, deben ser siempre peldaño a peldaño, graduales, para no desbarrancar ni arriesgar lo que cada familia ha logrado con su esfuerzo.
Que el respeto a los derechos humanos, siempre y en todo lugar debe ser un compromiso inclaudicable y que nunca, por ningún motivo, un presidente le debe declarar la guerra a su propio pueblo. Verdad, justicia, reparación y no repetición.

Y son muchos los desafíos que tendremos que enfrentar. Una salud oportuna que no discrimine entre ricos y pobres igualando hacia arriba el acceso, la calidad y los tiempos de respuesta. Pensiones dignas para quienes han trabajado toda su vida haciendo grande a nuestro Chile y no pueden seguir esperando, crecimiento y distribución justa de la riqueza, que deben ir de la mano. El drama de la falta de vivienda y el acceso a servicios básicos que debemos abordar. Fortalecer la educación pública, garantizar los derechos de los trabajadores para construir un país con Trabajo Decente y mejores salarios, crear un sistema nacional de cuidado que reconozca y valore a las mujeres que hoy cuidan, avanzando también en co-responsabilidad y dejando atrás la herencia patriarcal de nuestra sociedad.

La emergencia en seguridad que estamos viviendo, hacer de los barrios lugares más seguros y libres de narcotráfico, poner la cultura en el lugar que merece y no como vagón de cola, dignificando a sus trabajadores, expandir el deporte, fomentar la ciencia, avanzar hacia una nueva relación con los pueblos originarios reconociendo su derecho a mirar el mundo desde otras perspectivas lingüísticas y culturales, y poner especial atención al cuidado del medio ambiente serán parte de nuestras tareas.

Porque el cambio climático, queridos compatriotas, no es una invención. Está acá, y genera efectos directos sobre nuestras vidas y las de futuras generaciones. No es casualidad que sean los jóvenes del mundo los que hayan alzado la voz, desde Greta a Julieta, ante los poderes irracionales. No podemos mirar para el lado cuando nuestros campesinos y agricultores, cuando localidades enteras no tienen agua o cuando se destruyen ecosistemas únicos pudiendo evitarlo.

Desde luego, no todo puede hacerse al mismo tiempo y tendremos que priorizar para ir logrando avances que nos permitan mejorar, paso a paso, la vida de nuestra gente. No será fácil, no será rápido, pero nuestro compromiso es avanzar por esa senda con esperanza y responsabilidad.

Chilenos y chilenas

Hemos llegado hasta acá con un proyecto de gobierno que puede sintetizarse en pocas y simples palabras: avanzar con responsabilidad en los cambios que Chile viene demandando, sin dejar a nadie atrás.
Esto significa crecer económicamente; convertir lo que algunos entienden como bienes de consumo en derechos sociales, garantizar una vida más tranquila y segura, profundizar las libertades de todos, y especialmente de todas: en nuestro gobierno las mujeres no retrocederán en los derechos y libertades que han logrado a la largo de la historia.
Nuestro proyecto también significa avanzar en más democracia y, por supuesto y como ya lo hemos dicho acá, cuidar el proceso constituyente, motivo de orgullo mundial y único camino para construir, en democracia y con todos, un país mejor. Por primera vez en nuestra historia estamos escribiendo una Constitución de forma democrática, paritaria, con participación de los pueblos originarios.
Cuidemos entre todos este proceso para tener una Carta Magna que sea de encuentro y no de división.

Vamos a trabajar en equipo con todos los sectores. Los desafíos son demasiado relevantes para quedarnos atados a las trincheras. Aquí todas y todos somos necesarios. Las y los trabajadores que forjan día a día la riqueza de nuestra patria. La cooperación del mundo empresarial, construir alianzas, acercar miradas. Si estamos aquí es para asegurar que la prosperidad alcance a cada rincón de nuestra tierra, y para eso nadie sobra.

En esta noche de triunfo repito el compromiso que hiciéramos durante toda la campaña: expandiremos los derechos sociales y lo haremos con responsabilidad fiscal, lo haremos cuidando
nuestra macroeconomía. Lo haremos bien y aquello permitirá mejorar las pensiones y la salud sin que haya que retroceder en el futuro.

Tendremos un Congreso equilibrado, lo que significa a su vez una invitación y una obligación de dialogar. Yo honestamente lo veo como una oportunidad para volver a encontrarnos, para unirnos en grandes gestas por el bienestar de nuestra patria, para lograr amplios y duraderos acuerdos que mejoren la calidad de vida de nuestros compatriotas. Confío en la responsabilidad de todas las fuerzas políticas de mantener las diferencias en el marco de las ideas, poner siempre por delante el bien común y rechazar de manera clara y sin
ambigüedades la violencia en política y en nuestra vida en sociedad.

Sepan que en mí, encontrarán un presidente abierto a escuchar y a incorporar distintas visiones, siendo también receptivo a las críticas constructivas que nos ayuden a mejorar.

Chilenos y chilenas

Recibo este mandato con humildad. Sé que en los años que vienen se juega el futuro de nuestro país. Por eso les garantizo desde ya que seré un presidente que cuide la democracia y no la exponga, que escuche más de lo que habla; que busque la unidad de los acuerdos y que atienda, día a día, a las necesidades de las personas; que combata los privilegios y trabaje cada día por la calidad de vida de tu familia.

Hoy es un día de mucha felicidad, pero sobre todo de mucha responsabilidad, el trabajo que tenemos por delante es enorme, y nos necesitamos a todos y a todas. Tenemos que seguir siendo uno, tenemos que seguir encontrándonos para llevar adelante los cambios que el país tanto necesita.

Así lo haremos, gobernando con todas las personas. Sumando ideas, abriendo puertas, tendiendo puentes. Así iremos, paso a paso, construyendo la patria justa poco a poco, día a día.
Por eso esta noche debemos celebrar, pero lo haremos con tranquilidad. Vayan a sus casas con la alegría sana de la limpia victoria alcanzada. Les pido que cuidemos este triunfo, que desde
mañana tendremos mucho por trabajar para reencontrarnos, sanar heridas, y caminar hacia un futuro mejor.

Con la esperanza intacta.
Con la conciencia de los desafíos que tenemos.
Me despido de ustedes con un abrazo gigante, dejaré lo mejor de mi.

Muchas gracias.
Seguimos.»

Las fragmentaciones

El recorrido de las ciencias para construir conocimientos y saberes, en tanto resultado del uso de la razón inteligente que, como cualidad humana, en la posibilidad del lenguaje, permite la cognición y la conciencia de su estado de conciencia, no puede abarcar la realidad en términos absolutos. Desde siempre, los sentidos, las emociones, las sensaciones e intuiciones humanas han desarrollado la posibilidad del conocimiento, mediante la repetición y transmisión de interpretaciones o convenciones respecto de estas en las relaciones humanas con sus entornos (con otros humanos construyendo comunidades, con la geografía y las otras especies que la habitan en sus territorios de experiencias, con los objetos y materiales y con los que el mismo humano crea a partir de estos). Todo saber y conocimiento intenta respuestas a preguntas que se formulan buscando algún orden que, primero en los pensamientos y luego como forma de comunicación y constitución de identidades comunes, permitan a los individuos humanos una mayor y mejor adaptación al medio en el que desarrollan sus vidas. El individuo humano es extremadamente frágil en relación a otras especies respecto de las condiciones hostiles de los entornos. Los recién nacidos humanos no sobreviven solos y aislados sometidos a los ambientes no humanos. Por lo tanto, es en el ámbito de las relaciones humanas dónde “lo humano” encuentra las fortalezas para la supervivencia, primero de los individuos y de la especie como consecuencia.

La necesidad de establecer relaciones humanas entre humanos produce los lenguajes dentro de los cuales la consciencia adquiere consciencia “de sí” y por tanto el advenimiento de las cualidad mas humanas: la “razón” y la “inteligencia”.

Por razón entendemos la capacidad del cerebro humano para establecer relaciones entre ideas o conceptos y obtener conclusiones o formar juicios.

La inteligencia podría entenderse como “la razón aplicada”, solo posible por la facultad del cerebro de registrar en la memoria las experiencias y las razones que deduce u obtiene de esas experiencias, que le permite aprender, entender, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad.

En el uso de esa inteligencia es posible distinguir diferentes formas de razonamientos y de ejercitar la inteligencia. Las ciencias se apoya en todas pero define una serie de pasos dentro de una forma de uso de la razón: La razón lógica.

El pensamiento, en su forma lógica, se rige por cuatro principios lógicos que permiten pensar con orden, sentido y rigor: el principio de identidad, de no contradicción, del tercero excluido y de razón suficiente.

Principio de identidad: todo objeto es idéntico a sí mismo ("A es A").

Principio de no contradicción: es imposible que algo sea y no sea al mismo tiempo y en el mismo sentido ("es imposible que A sea B y no sea B").

Principio del tercero excluido: todo tiene que ser o no ser ("A es B" o "A no es B")

Principio de razón suficiente: todo objeto debe tener una razón suficiente que lo explique. Toda esta actividad reflexiva respecto a como pensamos y construimos imágenes de la realidad solo es posible por que “lo humano” esta complejamente preparado para recibir estímulos y datos que le permiten interacción con lo que “no es humano” y con “otros humanos” en procesos que denominamos de comunicación memética (Referida a estímulos y respuestas que se producen en direcciones recíprocas y que no tienen ninguna cualidad o descripción específica, sino y de forma genérica sólo distingue aquello capaz de producir ese intercambio entre lo propio y lo ajeno en ambas direcciones).

Todo intercambio memético, en la posibilidad de la razón lógica y las inteligencias humanas, deben respetar esos principios para distinguirse de otras formas de razonar o decididamente de aquellos pensamientos, que, caóticos, no permiten ningún orden, comprensión y uso de la inteligencia.

El método científico se asienta en los principios de la razón lógica, por tanto, necesita para poder iniciar, de la fragmentación de la realidad, ese todo imposible en su absoluto, para poder limitar espacios, elementos, conjuntos, aspectos de esta y poder estudiarlos y comprenderlos generando así lo que conocemos como ciencia. Esa fragmentación indispensable y necesaria, constituyen los Sistemas lógicos y/o epistemológicos donde se asienta cada rama o especialización y sub-especialización que la ciencia produce precisamente en ese proceso de fragmentación para construir el conocimiento. 


Lo que deseo destacar aquí es que para producir conocimiento, que en el fondo no es mas que el intento humano por ordenar el desconocimiento que lo rodea, respecto de si mismo y de la realidad en la que vive su experiencia vital, es necesario fragmentar y dividir esa realidad para posibilitar que las capacidades humanas se desarrollen, generando un conocimiento que por tanto es imperfecto (Por esa misma imposibilidad humana de acceder al conocimiento del todo o del absoluto), colectivo (Es decir no puede ser producido unicamente por un individuo), acumulativo (Cada conocimiento produce mas preguntas que generan nuevos conocimientos y que, en el tiempo producen mayores conocimientos y aprendizajes, ya no solo por la memoria y la comunicación humana, sino por la creación que genera herramientas que hacen posible su transmisión intergeneracional y legan a épocas futuras el caudal acumulado hasta el presente). Pero esa fragmentación no siempre es util a la inteligencia, cuándo esta pierde de vista o no recuerda que se trata de dividir para conocer y que aquello que divide no “es” en esa división sino en ese todo que nos es imposible comprender y abarcar con nuestras facultades humanas.

¿Cuándo Fragmentar no es útil?

Entre otras, podemos afirmar con certeza que la fragmentación no es útil cuándo nos quieren convencer o queremos convencer que la parte que conocemos y dominamos es la que se impone o es mas importante a otras sin que esto siga el mismo camino de confirmación que, como hipotesis, exige el método científico. Cuándo se impone o nos imponen que alguna de las distinciones necesarias se pueden “valer de si mismas” para explicar situaciones donde claramente no es así. Por ejemplo en los relatos que apelan a la subjetividad o las sensaciones respecto a cuestiones que, estudiadas e investigadas en la razón lógica, se comprueban diferentes. Existen sesgos (El sesgo es un peso desproporcionado a favor o en contra de una cosa, persona o grupo en comparación con otra, generalmente de una manera que se considera injusta o equivocada) o respuestas falsas que nos damos a ciertas preguntas por diversas razones, que producen incoherencias, contradicciones y mentiras, en los relatos con los que explicamos la realidad y en las relaciones humanas que se practícan a partir de estas, ya porque los conocimientos aún no están disponibles y por tanto, el humano en su afán por obtener respuesta, las inventa (mitos, religiones, fabulas, etc.), o que por interés, sabiendo que no es conocimiento, se le impone a otro como tal a fin de sacar ventaja o beneficio en la relación.

He aquí la gran distinción no siempre fácil de percibir entre el conocimiento y la mentira (No entre la verdad que es un decir cierto respecto de algo en la realidad y la falsedad, que es decir algo no cierto - con o sin intención - respecto de la misma). Dejamos fuera los conceptos de desconocimiento e ignorancia, porque significarían, conceptualmente, la imposibilidad de decir sobre la realidad.

Lamentablemente en estos tiempos, la ignorancia y el desconocimiento hablan mas de lo que solemos creer.

Daniel Roberto Távora Mac Cormack


Imágenes: Santos Guerra (1938 – 2016) fue un artista autodidacta que empezó a pintar a los 40 años. Su marcado estilo naif, su manejo del color y originalidad, además de su cercanía y calidez humana, hicieron que su obra fuera ampliamente conocida y valorada por el público. Chileno, Nacido en el puerto de Valparaíso en 1938, Santos Guerra fue un artista autodidacta que no se dejó llevar por los conceptos de proporción ni perspectiva y es conocido por haber dado color y vida a distintos bares de la ciudad de Santiago por 19 años.


Comentarios

Entradas populares de este blog