La sangre derramada por quienes nacieron antes.



De Efemérides un tanto retrasadas pero igualmente actuales

En Esta fría mañana de Junio, y después de un par de semanas sin estos espacios para compartir, no puedo pasar por alto dos fechas que rememoraron hechos que hoy tienen un significación clave en las interpretaciones nacionales respecto a lo que vivimos.

Centenario de YPF, Punta Quebracho y soberanía.

Mempo Giardinelli, desde Resistencia Chaco. Escritor y periodista argentino. Traducido a 26 idiomas, fue galardonado con el Premio Rómulo Gallegos en 1993 en Venezuela y recibió también diversos premios en México, España, Italia y Chile. Preside una fundación dedicada al fomento de la lectura.

Salvo la ciudadanía todavía atenta a la importancia de las efemérides, la mayor parte de la población de este país parece condenada a ignorar u olvidar los grandes acontecimientos. Dos de los cuales se celebran (o deberían) esta misma semana: el 3 y el 4 de Junio.


El primero, inevitablemente doloroso, es la negación o pobreza del Centenario de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), que es presumible que tendrá poco eco en los mentimedios y ninguno en la telebasura.

Para cualquier país con alta autoestima los 100 años de YPF serían objeto de orgullosa recordación. Pero esto, aquí, parece improbable. Nuestro Estado, hoy, se ocupa más de renovar concesiones que de fortalecer soberanías.

Lo cierto es que el próximo viernes 3, la que durante muchos años fue nuestra orgullosa petrolera estatal debería rendir honores a muchos patriotas del Siglo 20. En primer lugar, Enrique Mosconi (1877-1940), militar e ingeniero civil y a la vez ideólogo, fundador y primer presidente de la empresa, y que fue quien convenció al Presidente Hipólito Yrigoyen (1852-1933) para crear YPF por decreto y se ocupó de convertirla en una de las más importantes compañías petroleras del mundo.

Sin ninguna duda, hoy Mosconi repudiaría la caída de aquel emporio nacional que llenó de orgullo a varias generaciones de argentinos y argentinas. Él sostenía: “No queda otro camino que el monopolio del Estado pero en forma integral, es decir en todas las actividades de esta industria: la producción, la elaboración, el transporte y el comercio».

Y subrayaba: «Sin monopolio del petróleo es difícil, y diré más, es imposible para un organismo del Estado vencer en la lucha comercial a las organizaciones del capital privado”.

El Presidente Hipólito Yrigoyen, tan cuestionado por otras decisiones, tuvo sin embargo una maciza visión de soberanía y desde ella creó YPF «por sus pistolas», como se diría en México, país que por entonces emergía también como potencia petrolera luego de la primera gran revolución social del Siglo 20 y cuyo presidente Lázaro Cárdenas (1895-1970) creó la empresa Pemex (Petróleos Mexicanos) al expropiar todas las petroleras extranjeras el 18 de marzo de 1938.

Yrigoyen lo había hecho mucho antes, durante su segundo mandato de gobierno y luego de que el Congreso Nacional de entonces, conservador y reaccionario, se pasará tres años saboteando el proyecto de ley fundacional de YPF. La decisión del «Peludo» llevó a la empresa a ser la segunda petrolera estatal del mundo, a la vez que la Refinería de La Plata era la 5ª más desarrollada y pujante del planeta.

Así fue como este país se desarrolló y alcanzó sus mejores hitos de crecimiento con justicia social, enfrentando a la mayoría oligárquica entonces dueña del Senado, que ni siquiera trataba el asunto escudándose en los mismos tejemanejes que desde 1955 fueron regla de cada dictadura militar y del perverso menemismo que todavía hoy sigue haciendo escuela.

Las principales petroleras de entonces (Standard Oil, British Petroleum, Royal Dutch) conspiraron y corrompieron siempre –como ahora es obvio– haciéndoles la cabeza a varias generaciones de militares argentinos que extraviaron su rumbo y misión a partir del golpe del 6 de septiembre de 1930, comandado por el oligárquico general José Félix Uriburu (1868-1932), primer dictador de la tragedia argentina que se repetiría luego tantas veces.

Hubo que esperar hasta la ejemplar Constitución Nacional de 1949 para recuperar el rumbo. Su artículo 40 consagró que “los minerales, las caídas de agua, los yacimientos de petróleo, de carbón y de gas, y las demás fuentes naturales de energía, con excepción de los vegetales, son propiedades imprescriptibles e inalienables de la Nación»Todo eso que hoy ya no, y así nos va.

Después del 49 vino el 55, e YPF sufrió el atropello de los intereses foráneos y sus cómplices locales, cuando militares conducidos por oficiales asesinos lanzaron el brutal golpe iniciado el horroroso 16 de junio con el bombardeo aéreo de la ciudad de Buenos Aires desde decenas de aviones que como pájaros malignos dejaron centenares de cadáveres de civiles en calles y plazas.

Consecuencia de esa locura fue, también, que YPF empezó a ser entregada a intereses extranjeros con socios locales. El cuento de las “desregulaciones” de Menem sepultó después toda soberanía. Y en 1999 la española Repsol se quedó con la YPF privatizada.

Sin dudas, cree esta columna, fue por tanta riqueza de la Argentina que las grandes potencias decidieron someter a este pueblo alguna vez orgulloso de su soberanía.

Lo demás es historia reciente: en 2012 el gobierno kirchnerista expropió el 51% de las acciones en poder de Repsol y creó una nueva Sociedad Anónima mixta. Pero en 2015 Macri y su ministro Aranguren, hombre de Shell, empezaron el achique y se lanzaron sobre Vaca Muerta. Y ahora YPF cumplirá 100 años con el 49% de su paquete accionario en manos privadas. Y encima soportando el falso federalismo de la Constitución del ’94, que provincializó los subsuelos de la Argentina y así hoy varias provincias petroleras son cogobernadas por grandes petroleras foráneas.

También por esto es imperativo sostener la Soberanía en el Paraná, el Canal Magdalena y toda nuestra extensa costa atlántica. Como dijo Mosconi hace 100 años: “…llegué a la conclusión de que tales organizaciones, la fiscal y la privada, no pueden coexistir, pues representan dos intereses antagónicos, destinados a vivir en lucha, de la cual sólo por excepción saldrá triunfante la organización estatal”.

La YPF de este Centenario apenas está de pie y esperando que el poder político acabe con el menemismo residual revivido por el macrismo e inexplicablemente actualizado por el Frente de Todos.

En cuanto al otro enorme pero negado acontecimiento, esta columna lo recuperó el año pasado: la gran Batalla de Punta Quebracho, librada desde las costas santafesina y entrerriana sobre el río Paraná el 4 de Junio de 1846.

Esa heroica jornada, fuerzas patriotas verdaderamente derrotaron a la armada anglo-francesa, que siete meses antes (el 20 de noviembre de 1845) había sido heroicamente resistida en la Vuelta de Obligado, pero no detenida.

Esta confusión histórica todavía contribuye, como tantas otras, a que las nuevas generaciones se confundan e ignoren el pasado glorioso de esta nación. Porque sin desmedro de esa resistencia, fue en Punta Quebracho donde se libró la batalla triunfal de reafirmación de la Soberanía Nacional sobre nuestro río. Y el héroe fue el mismo general Lucio Norberto Mansilla (1792-1871), usualmente confundido con su hijo más famoso, Lucio Victorio (1831-1913) también militar y autor de la difundida «Una excursión a los Indios Ranqueles».

Pero ésa no es la confusión más grave. Ahora mismo la entrega de soberanía obliga a soportar ofensas peores, como el reciente desplazamiento de la cruz que recuerda la heroica batalla de Punta Quebracho, trasladada por decisión unilateral de la multinacional estadounidense Cargill a un descampado un kilómetro aguas abajo porque conviene a sus operaciones de carga a grandes buques graneleros. Ofensa grotesca, si las hay. + (PE/Página 12)

Asesinados y fusilados un 9 de junio de 195

Daniel Brión, hijo de Mario Brión, asesinado en los basurales de José León Suárez, escribe:

Sesenta y seis años pasaron desde que estos patriotas nacionales, liderados por los queridos Andrés “El Negro” Framini y Armando Cabo -por los civiles- y por el general Juan José Valle acompañado por el general Tanco -por los militares- intentaron, con el Movimiento de Recuperación nacional 9 de junio, retornar a la vigencia de la Constitución de 1949 -derogada por un bando militar- y a la Soberanía Popular, todos ellos fueron asesinados y fusilados por la primer dictadura cívico militar genocida en la historia contemporánea argentina, autodenominada “libertadora” pero recordada por el pueblo como «fusiladora«.

 

Este homenaje no es sólo para quienes, como mi padre, cayeron heroicamente en las jornadas del 9 al 12 de junio de 1956, es mucho mayor, también es un homenaje a todos quienes integraron aquel Movimiento de Recuperación Nacional, del que formaron parte y que lograron sobrevivir.

Es un homenaje a la heroica Resistencia Peronista que, con la consigna del Luche y Vuelve, continuó su lucha; a la Gloriosa Juventud Peronista que años más tarde levantó sus banderas y se unió a la lucha, hasta que quien fue tres veces Presidente Constitucional de la Nación volvió, me estoy refiriendo al General Juan Domingo Perón.

No es un homenaje a las muertes, es un homenaje a sus vidas, a su entrega, a su lucha, lo que generó la gesta popular que hoy recordamos.

El movimiento de recuperación nacional del 9 de junio fue, indiscutiblemente, un movimiento gestado desde las entrañas mismas del pueblo. El general Valle encabezó el intento revolucionario con casi ningún general, un puñado de oficiales, y una importante cantidad de suboficiales y civiles.

Son los suboficiales, en servicio o retirados, quienes resultaron los más activos entusiastas, jamás podré olvidar a mi querido compañero de ruta y de causa el Sgto. Porfidio Calderón, uno de ellos, quienes junto a los civiles se convertirían en el alma misma del movimiento.


El ejército del General Valle estaba consustanciado con el pueblo, del que se nutría y ese pueblo se sentía identificado con aquel ejército, los unía la misma causa, la causa de la patria justa, libre y soberana.

Se trató de la generación de una causa, la causa nacional, que había comprendido que democracia significa hacer lo que el pueblo quiere y defender un único interés: el del pueblo, lo habían comprendido y sentían y veían cada día que un gobierno democráticamente elegido cumplía con esas premisas.

Una de las tantas mentiras que los opositores de entonces afirmaban, era que el de Perón era un gobierno militar. Nada más lejano a la realidad, el sostén de sus gobiernos constitucionales fueron los obreros; y sus instrumentos políticos, la C.G.T., el Congreso Nacional, y el Partido Peronista, todos instrumentos civiles.

No utilizó al ejército ni como sostén de su gobierno, ni como fuerza policial, no necesitaba el apoyo de las armas, tenía el respaldo de los votos y de su pueblo.

Nos preguntamos ¿por qué tanto ensañamiento en estos asesinatos y fusilamientos?

Estoy convencido de que varios fueron los motivos: quisieron castigar al pueblo por el 17 de octubre;

Quisieron poner fin a la presencia de la clase obrera en la política nacional;

–  Al General Valle, jamás le perdonaron que fuera a él -al mando de las tropas leales al gobierno constitucional- a quien, tras el criminal bombardeo y ametrallamiento a la Plaza de Mayo por la aviación naval, del 16 de junio de 1955, se le rindieron los cabecillas del atentado: contraalmirantes Aníbal Olivieri, Ministro de Marina; Samuel Toranzo Calderón, jefe de la infantería de marina y el vicealmirante Benjamín Gargiulo.


No fue casualidad que Olivieri nombrara como defensor en aquella oportunidad al entonces vice almirante Isaac Rojas.

No existían, en aquellos años, organismos de derechos humanos nacionales ni internacionales que ayudaran a nuestras madres, ni prensa que las oyera, el terror de la revolución fusiladora intentó imponer silencio con un frío de muerte a todas esas mujeres y al pueblo mismo.

No había experiencia en la República para apoyar su dolor, aliviar su sufrimiento con la comprensión colectiva. Una enorme ola de terror desde el estado se había desatado por primera vez, he aquí el huevo de la serpiente de las futuras dictaduras genocidas.

El 5 de marzo de 1956, la dictadura de Aramburu y Rojas, sancionó el decreto 4161/56, que pretendía prohibir pensar a todos los peronistas; y años más tarde el gobierno de José María Guido dictó, un 10 de abril de 1963, el decreto ley 2713/63, que rescató el 4161, ampliando las penas con el agregado de: «no existiere intención de propaganda política”.

Resumiendo, como dice magistralmente Eduardo Galeano: “el sistema quiso callarlos, pero ellos eran los más decidores. Fracasaron quienes prohibieron el agua porque no pudieron, porque nadie puede prohibir la sed”.

Se ha intentado durante muchos años ocultar estos hechos a la memoria colectiva, no querían recordarlos, quizás porque unos -los militares- no deseaban reconocer el asesinato de sus propios camaradas, y  otros -los civiles- los que integraron las juntas consultivas y los comandos civiles cazadores de peronistas, una vez recuperada la democracia ven con vergüenza su aval y colaboración con las dictaduras en tanta persecución, proscripción y muerte.

Que similitud también con tantos que hoy critican -gritando como teros- escondiendo donde “han puesto los huevos” los 4 años de la pandemia macrista y a quien apoyaron…

Siguieron dieciocho años de lucha, con persecuciones, cárcel, tortura y muerte, hasta que un día sus banderas, que nunca fueron arriadas, flamearon más fuerte que nunca y Perón volvió.

No busquen su recuerdo en los cementerios, allí sólo encontrarán a los muertos; los héroes y mártires de junio de 1956, no han muerto, viven en el recuerdo emocionado de una patria agradecida…

Porque a pesar de las bombas, los fusilamientos, los compañeros muertos, los desaparecidos, no nos han vencido.

Y seguiremos luchando por una Patria socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.

Asesinados en Lanús, simulando fusilamiento 10 de Junio de 1956

Tte. Coronel José Albino Yrigoyen,
• Capitán Jorge Miguel Costales,
• Dante Hipólito Lugo,
• Clemente Braulio Ros,
• Norberto Ros y
• Osvaldo Alberto Albedro.

Asesinados en los basurales de José León Suárez, disparando por la espalda 10 de junio de 1956

Carlos Lizaso,
• Nicolás Carranza,
• Francisco Garibotti,
• Vicente Rodríguez y
• Mario Brión

Muertos por la represión en La Plata 10 de junio de 1956

Carlos Irigoyen,
• Ramón R. Videla y
• Rolando Zanetta.

Fusilados en La Plata 11 y 12 de junio de 1956

Teniente Coronel Oscar Lorenzo Cogorno,
• Subteniente de Reserva Alberto Abadie

Fusilados en Campo de Mayo 11 de junio de 1956

Coronel Eduardo Alcibíades Cortines,
• Capitán Néstor Dardo Cano,
• Coronel Ricardo Salomón Ibazeta,
• Capitán Eloy Luis Caro,
• Teniente Primero Jorge Leopoldo Noriega y
• Teniente Primero Maestro de Banda de la Escuela de
• Suboficial Néstor Marcelo Videla

Asesinados en la Escuela de Mecánica del Ejército 11 de junio de 1956

Sub Oficial Principal Ernesto Gareca;
• Sub Oficial Principal Miguel Ángel Paolini;
• Cabo Músico José Miguel Rodríguez;
• Sargento Hugo Eladio Quiroga.

Ametrallado en el Automóvil Club Argentino 11 de junio de 1956
(falleció el 13 de junio de 1956 en el Hospital Fernández)

Miguel Ángel Maurino

Fusilados en la Penitenciaría Nacional de la Av. Las Heras 11 de junio de 1956

Sargento ayudante Isauro Costa
• Sargento carpintero Luis Pugnetti y
• Sargento músico Luciano Isaías Rojas

Fusilado en la Penitenciaría Nacional de la Av.Las Heras 12 de junio de 1956

Gral. De División Juan José Valle

la Divisional de Lanús, 28 de junio de 1956, donde estuvo detenido desde el 9 de junio de Asesinado, simulando suicidio por ahorcamiento, en 1956

Aldo Emil Jofré .- (PE/APU)

Lo que dejó la Cumbre de las Américas

Recientemente culminada, el resumen del presidente de lo que fue la Cumbre de las américas en Los Angeles.

El balance de Alberto Fernández tras la Cumbre de las Américas: «No vine a poner más muros, sino a construir puentes»

Además de repasar su participación en el encuentro y el impacto que tuvo su duro discurso, el mandatario abordó cuestiones de la política argentina y la turbulenta semana que atravesó el Gobierno con la salida de Kulfas. Lo que dijo sobre el exministro y de su relación con Cristina Kirchner.

Por Karina Micheletto, Licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA) y periodista. Editora de la sección El País de Página/12. Escribe desde Los Angeles (EEUU).

El presidente Alberto Fernández habló con la prensa argentina tras el duro discurso que dio el jueves en la Cumbre de las Américas, en el que criticó el rol de la OEA en la región y las exclusiones y bloqueos que se evidencian en este mismo encuentro.

Contó cuál fue la recepción que tuvieron sus palabras entre el resto de los mandatarios, incluido Biden, que estaba al tanto del tono que tendría su discurso –«antes de venir a la Cumbre tuve demasiadas charlas con funcionarios y dirigentes de los Estados Unidos, y sabían perfectamente lo que iba a decir», aclaró–, su mirada sobre el escenario geopolítico, guerra de por medio, y el rol regional, con la producción de alimentos y la energía como temas clave. «No vine a poner más muros, sino a construir puentes», sintetizó sobre lo que buscó su discurso.

Contó además los entretelones del encuentro fuera de agenda que mantuvo por la noche con Joe Biden, en el que el tema gasífero fue central. Pero también respondió sobre la política local y la turbulenta semana que atravesó el gobierno, recambio de gabinete incluido.

«Matías fue un buen ministro. Cometió un error que yo no lo soporto, hablar en off en contra de alguien», dijo sobre el recambio de Kulfas, unas horas después de que el ex ministro declarara en Comodoro Py.

Se refirió también al proyecto de renta inesperada, que el Gobierno presentó en el Congreso, y cuya posibilidad de aprobación ponían en duda desde sectores del oficialismo en el Congreso, según dejaron trascender.

«Ese es un proyecto que nosotros teníamos ya preparado con Martín (Guzmán) desde el día que anunciamos los bonos para los sectores más postergados y los bonos para los jubilados. Era una decisión que yo ya había tomado para llevar al Congreso, está en sintonía con lo que está pasando en otros lugares del mundo. Lo mandé al Congreso, el Congreso lo analizará y verá cómo lo trata», expresó.

En una semana intensa para el Gobierno, con un recambio de ministro en el medio y luego del reencuentro que tuvieron en Tecnópolis, respondió también por su relación actual con la vicepresidenta, y el diálogo que existe o no entre ambos: «La vicepresidenta tiene un rol institucional, yo soy el Presidente y tengo un rol institucional, hablamos cuando hace falta que hablemos», se limitó a marcar.

La rueda de prensa tuvo lugar en el piso 24 del hotel Ritz, ubicado junto al Centro de Convenciones donde se desarrolla la Cumbre, un espacio con una vista espectacular del Down Town de Los Angeles. Allí se aloja el presidente y su comitiva. También muchos otros mandatarios, como Guillermo Lasso, que salía rumbo a la Cumbre cuando ingresaba la delegación argentina de prensa. Durante la rueda de prensa, escuchaban atentamente el embajador Jorge Argüello, el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz y la vocera presidencial, Gabriela Cerruti.

La Cumbre y sus palabras críticas

«A la noche tuve un intercambio de palabras buenas con el Presidente Biden para ver cómo seguir con este tema. Vamos a seguir trabajando», dijo cuándo se lo consultó por cómo había caído su discurso.

«No tuvimos ninguna reacción en contra. Hasta el presidente de República Dominicana, que es alguien que por ahí no está cerca de mí ideológicamente, apoyó las palabras. Ayer recibí solo palabras de apoyo», aseguró.

«Antes de venir tuve demasiadas charlas con funcionarios y dirigentes de los Estados Unidos, y sabían perfectamente lo que iba a decir. Fue una posición muy honesta la que planteé. No hubo ningún tipo de sobresalto», aclaró sobre la recepción de su discurso.

«Intercambiamos unas palabras con Biden, en una reunión social, pero de ningún modo hubo un reproche, todo lo contrario», aclaró. Se refería a la cena de honor que el presidente anfitrión dio para los mandatarios y primeras damas el jueves por la noche en Malibú. «No vine a poner más muros, sino construir puentes», sintetizó.

El rol regional

 –¿Cómo queda ubicada la Argentina en el actual tablero geopolítico? 

 –Nos queda un año y medio en el que tenemos que ser actores de otro mundo. Lo que siento es que los argentinos y la prensa particularmente, está demasiado encerrada en lo local y no ven la dimensión del cambio que se está produciendo en el mundo.

El concepto global que nosotros conocemos hoy está en crisis y está en crisis de peor modo: con falta de energía y con falta de alimentos. Ayer en la reunión con (Antonio) Gutiérrez (el secretario general de Naciones Unidas) tuve la oportunidad de interiorizarme sobre este tema, y él me contó en detalle todo lo que Naciones Unidas estaba haciendo básicamente para poder garantizar al mundo los alimentos.

Esta invitación a la Argentina a participar del G7 tiene que ver con una mirada mía que le plantee a Scholz y a Macron: el tema de la guerra no tiene que ser una discusión del norte, tiene que ser una discusión del mundo. Porque en el sur se padece la guerra enormemente, los primeros que van a padecer la falta de trigo y hambre van a ser América Latina, África, los países asiáticos.

Por eso pedí que esa voz sea escuchada. Eso también se lo transmití a Joe Biden cuando hablamos días atrás por teléfono. Cuando muchos me dicen que la guerra es una oportunidad, más allá de la inmoralidad que significa pensar que hay una oportunidad porque se mata gente, quisiera que eso no ocurra.

Quisiera que ordenemos el contexto internacional para que los daños no se profundicen. En eso estamos trabajando, estamos trabajando en encontrar soluciones al peor escenario. Toda la atención y esfuerzo está en esto, por eso me involucré personalmente en esta agenda, por eso la reunión en Europa, por eso acepté la invitación de Biden, por eso vamos a estar en el G7 y por eso vamos a estar en los Brics. En todos lugares en donde podamos llamar la atención y reclamar que nuestra voz sea oída en un momento muy crítico.

La salida de Kulfas

Kulfas terminó declarando hoy en Comodoro Py, y dentro de la coalición de Gobierno hay quienes hablan de una necesidad de «cambios más profundos». ¿Qué opina sobre esa parte de la coalición de Gobierno que plantea que hay que repensar el Gobierno?

El fue a declarar como testigo. Matías es un gran ministro que cometió un error, y un error que yo no soporto: que en off se hable mal de otro. Es más, reniego de los que hablan en off, debo confesar. Es mejor hablar francamente.

FMI

Esta semana el FMI aprobó la primera revisión, se habla de posibles modificaciones para el segundo trimestre. ¿Qué apreciación hace, hay un margen para alguna reasignación del gasto social?

Nosotros no estamos pensando en acotar ningún tipo de gasto en materia social. Argentina está teniendo un crecimiento realmente muy importante y, por lo tanto, no queremos que ese ritmo se frene o se desacelere.

Estamos monitoreando el día a día. Insisto, la ironía es que la Argentina crece y ese crecimiento demanda dólares para los insumos y, a pesar de que las exportaciones crecen mucho, por momentos se vuelven insuficientes para la cantidad de dólares que reclaman o se necesitan en la industria. Es algo que vamos a ir corrigiendo poco a poco.

El Fondo ya ha dicho que es necesario recalibrar todo por la inflación que se ha dado en los alimentos en todo el mundo. La inflación de alimentos es un tema que preocupa a todos, hablé de esto con (Justin) Trudeau y con (Jair) Bolsonaro. Es un tema de preocupación en el mundo, por lo tanto, cualquier acción de recalibración que tengamos que hacer sobre lo que hemos programado, tiene más que ver con una iniciativa del Fondo y que nosotros por supuesto compartimos.

Bajaron los bonos argentinos y subió el riesgo país. ¿A qué atribuye esa reacción del mercado cuando en estas horas el FMI aprobó la revisión del primer trimestre?

Hablé ayer con Guzmán y Pesce, y otra vez esta mañana. Nosotros esperábamos que por esta época esto podía pasar, porque muchas empresas se desprenden de títulos para cumplir con obligaciones. Creo que la cosa se va a ir ordenando paulatinamente y obviamente seguiremos de cerca el tema para monitorearlo y para intervenir si es necesario.

¿Qué hablaron anoche con Bolsonaro?

Ayer el presidente Bolsonaro me vio en el hall de entrada antes de pasar a la reunión, se acercó muy amablemente, me saludó, hablamos un ratito de fútbol, y después me preguntó por su preocupación por el tema energético, sobre de qué modo podemos trabajar en la integración energética.

Yo le dije que las posibilidades eran muy concretas, porque ya parte de la energía eléctrica que hoy entra a Argentina la traemos de Brasil a un mínimo precio. Yo se lo agradecí, le dije que queríamos seguir con eso. Y le expliqué en qué estado estábamos con el gasoducto.

El me preguntaba si íbamos a hacer las plantas de licuefacción, le dije que sí pero que a ellos les convenía importar gas natural, que es mucho más barato, y por qué si desarrollábamos como tenemos planeado, y espero lo podamos cumplir, el gasoducto de Vaca Muerta, ahí vamos a poder ingresar mucho gas a Brasil.

También le aclaré algo que había leído en diarios de Brasil, decía que Bolivia le había quitado gas a Brasil para dárnoslo a nosotros. Le expliqué que eso no es cierto, que nosotros también habíamos perdido cantidad de gas, que tiene que ver con un declino en la producción de gas de Bolivia. En el gobierno de facto de Añez se dejó de explorar y producir, y eso generó este declino.

Quedamos en seguir hablando.

Honestamente es la primera vez que hablo más de dos minutos con el presidente Bolsonaro, un poco más largamente. Y por fuera del fútbol exclusivamente, aunque también hablamos de eso… (risas)

¿Qué habían hablado sobre fútbol?

La única vez que lo había visto a Bolsonaro fue en el G20 en Roma, ahí me acerqué yo. Días antes yo le había pasado la presidencia Pro Témpore del Mercosur, era justo el viernes previo a la final de la Copa América. Bolsonaro recibió el traspaso de mando, yo no dije nada de fútbol porque la veía difícil en ese terreno (risas), pero Bolsonaro me dijo: estos son los goles que le vamos a hacer (mostrando la mano con cinco dedos).

Cuando llegó el encuentro en Roma, le dije: qué tal, vengo a saludarlo porque pronostica mal el fútbol, ganamos 1 a 0. Hoy hablamos de quién se iba a quedar con la copa de Qatar, y después sí nos metimos en el tema del gas. + (PE/Página 12)

1994-2022: la Cumbre de las Américas y el «síndrome de la superpotencia frustrada»

Juan Gabriel Tokatlian de nacionalidad argentina, sociólogo, con un Ph.D. en Relaciones Internacionales por The Johns Hopkins University School of Advanced International Studies en Washington, DC (Estados Unidos). Vicerrector y profesor plenario del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales de la Universidad Di Tella (Argentina) y ex-director del mismo departamento (2012-2016). Fue profesor asociado de la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá) y cofundador y director del Centro de Estudios Internacionales (CEI) de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia, 1982-1998). Es especialista en política exterior, narcotráfico, terrorismo y crimen organizado, también nos aporta su mirada sobre la cumbre que acaba de culminar.

La deslucida cita en Los Ángeles, en medio de dudas sobre la participación de varios mandatarios y la exclusión unilateral de países, coincide con elementos coyunturales y cambios de más largo plazo en el escenario regional y global. Ni en América Latina ni en Estados Unidos la casa parece estar en orden.

La IX Cumbre de las Américas (que tiene lugar en Los Ángeles entre el 6 y el 10 de junio) comenzó con dudas sobre la participación de varios jefes de Estado, ausencias significativas y exclusiones. Junto con la coyuntura, hay razones más profundas del clima de apatía que prima en el cónclave. Una comparación entre las dos Cumbres de las Américas que tuvieron como anfitrión a Estados Unidos puede darnos una mejor idea de cuánto cambiaron el mundo, Washington y América Latina.

La I Cumbre de las Américas de 1994, realizada en Miami durante la administración de Bill Clinton, tuvo un encuadre singular. Estados Unidos en particular y Occidente en general eran los triunfadores de la Guerra Fría. Washington era el primus inter pares y tenía una notable oportunidad de moldear lo que para entonces -y a falta de mejor nombre- se llamó la Posguerra Fría. La Unión Soviética había sufrido una implosión y Rusia era una potencia menguante que disponía de un enorme arsenal nuclear pero que tenía una base material descalabrada y una proyección de poder muy menguada. China era, en esos años, un país ascendente, pero aún no se había constituido en una gran potencia regional ni en una superpotencia de alcance global. Y Europa optaba por ampliar la Unión Europea en lugar de profundizar su experiencia unificadora.

América Latina dejaba atrás los golpes de Estado y se afianzaba la transición democrática de modo gradual pero promisorio. El mundo pregonaba los «dividendos de la paz» una vez terminada la confrontación entre Estados Unidos y la Unión Soviética, Washington parecía depositar alguna atención en América Latina y la región compartía una cierta homogeneidad con gobiernos más inclinados a procurar relaciones estrechas con la Casa Blanca. Se puede decir -por supuesto, con algo de exageración- que había una relativa comunidad de intereses y valores en el sistema interamericano.

Aquella primera cita continental hay que localizarla, además, en la grand strategy de Washington en ese contexto histórico. La gran estrategia, denominada «Compromiso más Ampliación» (Engagement plus Enlargement), consistía en que Estados Unidos no se replegaría como lo había hecho después de la Primera Guerra Mundial y que tenía la voluntad, la capacidad y la oportunidad de reconfigurar de modo decisivo el sistema internacional (el componente de engagement), al tiempo que procuraría propagar la economía de mercado y el pluralismo político (el componente de enlargement). Respecto a este último componente, la política de Estados Unidos se sirvió del Consenso de Washington de 1989 para dar impulso a las políticas de liberalización y desregulación económica, por un lado, y de reducción del Estado, por el otro. En ese marco, un eje central era el comercio, tema que se convirtió en el foco principal de la I Cumbre de las Américas con la aspiración de alcanzar un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) para 2005.

Camino al cónclave en Miami, Estados Unidos desplegó un conjunto de consultas previas, así como reuniones preparatorias. América Latina, entonces a través del llamado Grupo de Río (compuesto por la sumatoria del Grupo de Contadora, el Grupo de Apoyo a Contadora, la Comunidad del Caribe [Caricom] y el Sistema de la Integración Centroamericana [SICA]), realizó encuentros de cara a la cumbre con el fin de hacer aportes que reflejaran las necesidades de la región. Desde el punto de vista burocrático, fue relevante el rol del subsecretario de Asuntos Hemisféricos del Departamento de Estado, Alexander Watson. Conocía la región -había tenido destinos diplomáticos en Bolivia, Brasil, Chile y Perú- y manejaba tanto el español como el portugués.

Dada la notable asimetría de poder y en virtud del consentimiento de una gran parte de América Latina y el Caribe, Washington logró un acuerdo respecto de la centralidad del ALCA como objetivo clave en la década por venir. Adicionalmente, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Organización de Estados Americanos (OEA) pasarían a jugar un papel clave en la instrumentación de los diversos compromisos temáticos alcanzados. Para la época, una figura prestigiosa como Enrique Iglesias presidía el BID y el ex-presidente de Colombia, César Gaviria, llegaba a la Secretaría de la OEA con una agenda de modernización institucional.

Pero ese estado de sugestiva coincidencia entre Estados Unidos y América Latina no iba a extenderse por mucho tiempo. Distintas realidades internacionales (como los atentados del 11 de septiembre de 2001 y el inicio de la «guerra contra el terrorismo», el progresivo auge de China, el comienzo de un estancamiento secular de las economías de Occidente y el aumento del proteccionismo estadounidense) y regionales (como los crecientes costos sociales y económicos de las reformas de la década de 1990 y la llegada al poder de distintos tipos de gobiernos progresistas) fueron generando condiciones que hicieron inviable la concreción del ALCA en 2005.

En 2022, 28 años después del primer encuentro continental, Estados Unidos realiza la IX Cumbre de las Américas en Los Ángeles. Aún es un misterio por qué el gobierno de Donald Trump solicitó, en la VIII Cumbre de 2018 reunida en Lima y a la cual el mandatario estadounidense no asistió, ser sede de la siguiente cita. La mezcla de desdén, destrato y desprecio que mostró su administración hacia América Latina solo puede llevar a una conjetura: de haber sido reelecto presidente, este cónclave habría sido un ejercicio para disciplinar la región y avanzar en su proyecto reaccionario con el acompañamiento de algunos mandatarios del área. En todo caso, le cupo al presidente demócrata Joe Biden llevar a cabo la cumbre. No sin obstáculos.

Para comenzar, estuvo el problema de la pandemia que obligó a modificar la fecha. El telón de fondo lo han dado los 18 meses de la política latinoamericana del gobierno demócrata. En breve, hasta el momento la gestión hacia la región ha tenido más continuidad que cambio, una suerte de «trumpismo soft». Casi ninguna de sus promesas, por ejemplo, en materia de migración y de recursos significativos para América Central, se han cumplido. Las sanciones a países como Venezuela y Cuba no han sido reconsideradas. Al igual que desde hace décadas, el lugar del Comando Sur en los vínculos interamericanos parece predominar por sobre el del Departamento de Estado. Poco ha variado también la estrategia internacional de Washington en materia de drogas ilícitas.

Ahora bien, en esencia, esta cumbre tiene un encuadre muy distinto de la de 1994. El debilitamiento internacional de Washington es notorio, al tiempo que Estados Unidos tiene su propia «casa en desorden»; la consolidación del ascenso de China es ya un hecho; el resurgimiento agresivo de la geopolítica es evidente después de la invasión rusa de Ucrania; el Sur global propugna transformaciones más urgentes con una voz más audible que la que tuvo al principio del siglo XXI; la situación ambiental es muy delicada; y la agenda global exige un grado de gobernabilidad que ningún país puede imponer o manejar de manera individual.

Respecto de América Latina, se han hecho patentes dos cuestiones claves. Por una parte, el alto nivel de fragmentación, a punto tal que se ha tornado improbable converger en temas vitales para la región. Esto torna a la región en un actor cada vez menos gravitante en el escenario mundial. Por otra parte, y más allá de los gobiernos de turno en uno u otro país -y muy especialmente en América del Sur-, no hay administraciones que busquen reducir o revertir los lazos, particularmente económicos, con China, lo que implica que no hay actores domésticos dispuestos a vetar la relación con Beijing que tanto inquieta a Washington.

A su vez, la IX Cumbre en Los Ángeles se inserta en la gran estrategia de Estados Unidos después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, que pretende la primacía (primacy): Washington no acepta ni tolera la existencia de una potencia de igual talla. Con George W. Bush esa primacía fue agresiva, bajo Barack Obama fue recalibrada y bajo Donald Trump fue ofuscada; con Joe Biden asistimos a una primacía deteriorada, tanto por razones internas como externas. La IX Cumbre refleja esta nueva condición de la grand strategy de Washington. Estados Unidos vive hoy un franco disenso bipartidista en política exterior, posee menos recursos en términos de inversión privada y asistencia oficial al desarrollo para asegurar su influencia en América Latina, y enfrenta a una China que no promueve hasta ahora una ideología alternativa, pero que dispone de recursos materiales (inversiones, comercio, ayuda) para respaldar y aumentar su proyección en la región.

En ese marco de referencia, es importante advertir los contrastes entre las cumbres de 1994 y 2002. Respecto de la presente cita en Los Ángeles, las consultas con los países de la región fueron casi inexistentes, al tiempo que la capacidad de América Latina para proponer una agenda compartida de cara a Washington es nula. Por supuesto que la decisión de excluir a Cuba, Nicaragua y Venezuela fue unilateral. Pero además los enviados de Washington a varias capitales remarcaban un solo mensaje: contener a China. La articulación política desde el Departamento de Estado fue pobre: entre septiembre de 2019 y septiembre de 2021 hubo tres subsecretarios de Asuntos Hemisféricos interinos, mientras que el embajador ante la OEA, Frank Mora, nominado en julio de 2021, está todavía en proceso de confirmación. Adicionalmente, las dos instituciones relevantes para hacer que los planes de acción de las cumbres se concreten están encabezadas por personas que no han contribuido a un mejoramiento de las relaciones interamericanas, más bien todo lo contrario: Mauricio Claver-Carone en el BID y Luis Almagro en la OEA.

Ciertamente, en el primer semestre de 2022 se hizo evidente que Estados Unidos y América Latina han estado operando con dos «lógicas» distintas en cuanto a la IX Cumbre. Una serie de cuestiones de naturaleza y alcance globales, tales como la creciente competencia entre Estados Unidos y China, la guerra en Ucrania, la ampliación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el futuro de la energía, la gravitación de los recursos estratégicos y la multiplicación de hotspots en el mundo, entre otros, ha reforzado en Estados Unidos, entre civiles y militares, demócratas y republicanos, centros académicos y think-tanks, una mirada de los asuntos mundiales signada por la lógica geopolítica: ante todo, la pugna global, la política de poder y la expansión de esferas de influencia.

Mientras tanto, la compleja y crítica situación económica y política, la exacerbación de fuentes de inestabilidad y volatilidad, la ausencia de un modelo de desarrollo sustentable y la profundidad de la polarización a lo largo y ancho de América Latina han conducido a que prime en la región una lógica social: hacer frente a las desigualdades, recuperar el crecimiento económico y evitar estallidos ciudadanos. Esto anticipaba, más allá de las formas y las palabras, una colisión de intereses entre Washington y varios países latinoamericanos, mientras que aspectos valorativos -como la democracia- fueron profundizando miradas diferentes sobre cómo abordar y tramitar, en Estados Unidos y América Latina, el reto de su debilitamiento y eventual regresión.

La cumbre de Los Ángeles parece dirigirse a un estancamiento en las relaciones interamericanas, lo cual podría reavivar en Estados Unidos el «síndrome de la superpotencia frustrada».

El síndrome se expresa con un determinado patrón: una región -en este caso, América Latina- es considerada escasamente relevante por distintos motivos. Ello hace que sea percibida de manera simplificada, que reciba una atención intermitente de parte de los tomadores de decisión y que atraiga el interés de pocos actores domésticos en Estados Unidos. Así, las políticas burocráticas se caracterizan por la recurrencia y la invariabilidad. Ocasionalmente, surge la expectativa de una «transformación» madura y responsable en la región, madurez y responsabilidad que se entienden como consonantes con los objetivos primordiales de Washington en el área. Pero la desilusión vuelve a emerger: países turbulentos, mandatarios díscolos, políticas inconsistentes y retos inesperados conducen primero a la sorpresa y después el desengaño. Sin embargo, nada de ello lleva a alterar la estrategia. En realidad, la superpotencia no tiene la voluntad y disposición para repensar y reorientar las relaciones con la región. Así, de facto, empieza un nuevo ciclo que preanuncia otra frustración futura.

Nueva Sociedad (NUSO) Junio 2022.

Sangre, historia y valores.

Si el miedo a perder (Lo que fuere y valoramos como importante para darle sentido a nuestra existencia individual) nos impide la conciencia de que nuestra existencia hoy es gracias a eventos significantes del pasado dónde otros que, a diferencia, supieron dar su propia vida y verter su sangre, sus capacidades, sus intelectos y sus fuerzas en estas tierras para legarnos la posibilidad de elegir otros valores, mas comunitarios, solidarios y fundados en el bien común y en el sentido común (Que es el menos común de los sentidos), en tanto el temor impone el ego al yo en las construcciones individuales y produce individuos incapaces de valorar algo mas allá de su propia e ínfima experiencia individual.

En estos tiempos fatuos y superficiales, carentes de eticidad y compromiso con valores que guíen nuestras existencias y no a la inversa (Que el mero existir “invente” valores que justifiquen mis temores y el ego que creo para justificar mis insensatos encierros en “mi mismo” y en todo aquello que calma mi temor, pero me impide relacionarme con los otros construyendo lo común), que valoren la historia, que imaginen el futuro, que se comprometan con la realidad en la que discurren sus días cuestionando el porque de sus acciones cotidianas y de los privilegios que ejerce y disfruta mientras otros muchos padecen y sufren. Nadie se salva solo. Que cada quién haga su parte.


Daniel Roberto Távora Mac Cormack


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