FRÁGIL

Fragilidades internas

Iván Schargrodsky, periodista argentino de radio y televisión, fundador director del medio de comunicación digital Cenital. Se formó en la carrera de periodismo en TEA, que luego le otorgó el «Premio Estímulo» en el año 2013. Escribe en su plataforma el newletter “Off The Record” 

La última semana dio cuenta de una frágil tregua entre la cabeza institucional y la política del Frente de Todos. Una mayoría -aunque no ya una mirada unánime- caracterizó el movimiento como una victoria de Cristina Fernández de Kirchner que habría de impulsar un programa de aumento sostenido del gasto público, mayor confrontación con el Fondo Monetario Internacional y una aproximación ideológica restrictiva en relación al acceso al dólar. Pasados ocho días desde el anuncio del cargo ministerial para Silvina Batakis, se fortaleció el primer ítem que incluyó un encuentro personal en mucho tiempo entre Alberto Fernández, su vice y Sergio Massa, además de varias conversaciones bilaterales entre los tres accionistas de la coalición oficial. El segundo diagnóstico, alimentado a base de prejuicios -a veces con carga valorativa opuesta-, aparece muy desdibujado, no solo por los primeros anuncios de la ministra sino por las definiciones que, el último viernes, dejó CFK en Calafate. 

No hace falta acordar sobre las causas enunciadas por Cristina en relación a la fuga para advertir en su discurso del viernes una mirada pragmática sobre el problema monetario que es el principal que afronta el país en el momento actual. Fue ella misma quien lo señaló cuando advirtió que los eventos sucesivos de fuga y brecha afectaron tanto a su gobierno como al de Mauricio Macri. Lo hizo a pesar de que ambos tuvieron diagnósticos muy distintos sobre las causas de la debilidad del peso o de su opuesto: la fuerte demanda de dólares para diversos usos que, en los últimos dos años, por ejemplo, impidió acumular reservas a un país con más de 15 mil millones de dólares de superávit comercial. 

No es necesario mencionar las acciones de un puñado de empresarios y fondos de inversión bien conectados -como lo hizo la vicepresidenta al hablar de quienes “te provocan la brecha”- ni de la sostenibilidad de un modelo de alto endeudamiento en dólares y libre movimiento de capitales para advertir que se trata de un fenómeno cuya manifestación en Argentina trasciende tanto la orientación ideológica de los gobiernos como las estadísticas del sector externo a nivel comercial y requiere, por lo tanto, un abordaje urgente para evitar una sangría que obtura cualquier crecimiento. 

En sintonía con el diagnóstico de la vice sobre el bimonetarismo y la restricción externa, el economista Martín Alfie se preguntaba en redes tras el discurso sobre las posibilidades de éxito de un plan de estabilización que, sin controles de capital estrictísimos como los vigentes, supone un piso de ventas de pesos de entre diez y quince mil millones de dólares por encima de los necesarios para importaciones. La pregunta, claro, era retórica. La urgencia de estabilizar y la imposibilidad de normalizar la demanda de pesos de forma gradual, dadas las urgencias presentes, explica la prioridad expresada por CFK y puesta en un acuerdo cuyo centro sea la cuestión monetaria, una mirada que, a pesar del lugar común, es mucho más práctica que ideológica. 

Los primeros anuncios de Batakis transparentan la gravedad que se percibe sobre la situación y ella misma reconoció en privado minutos antes de la conferencia de prensa con una frase que congeló a los funcionarios que la escuchaban y explicita el registro que tiene del momento. Acompañada por la casi totalidad de los ministros con responsabilidades en la gestión externa -en un escenario donde el país necesita importar 100 millones de dólares por día en energía hasta mediados de agosto-, anunció una serie de medidas relativas a la administración del Estado, financieras e impositivas. 

Otras medidas, como las subas en las tasas de interés, el congelamiento de los ingresos en el Estado y el control de gastos de los organismos van incluso un poco más lejos que el sendero marcado por Martín Guzmán. Otros dos anuncios -la extensión del control sobre los gastos presupuestarios a los organismos descentralizados y la centralización en el Ministerio de Economía de las valuaciones fiscales inmobiliarias- ponen luz sobre algunas de las inequidades más irritantes que afectan a la gestión pública. 

En cuanto a la modificación de las valuaciones fiscales, permitiría lograr resultados en la recaudación a partir de una decisión administrativa, algo que, por las restricciones que impone el artículo 99 de la Constitución Nacional, es bastante difícil de lograr con la creación de nuevos impuestos y alícuotas, como muestra el sueño que siguen durmiendo el Fondo para la cancelación de deuda con el Fondo Monetario Internacional y el impuesto a la renta inesperada. De ser exitoso, el revalúo podría contribuir también a mejorar, con un criterio de eficiencia y progresividad, las estructuras de recaudación de las provincias, que hoy se apoyan en los impuestos a los automotores y muy especialmente en un impuesto muy dañino para la producción como es Ingresos Brutos. 

Las diferencias entre Batakis y Guzmán residen fundamentalmente en la praxis política. Si el ex ministro creyó que podía desarrollar un programa económico sin el apoyo de la accionista mayoritaria del Frente de Todos, la actual titular de la cartera ya vio que eso no es posible. Por eso se imponen una serie de preguntas: ¿Cristina está de acuerdo con las medidas anunciadas por Batakis? ¿O entiende, como casi todos, que no hay alternativa luego de la situación que, según el kirchnerismo, le dejó Guzmán a su sucesora? “Habrá que ver si funciona, pero el tema fundamental es cómo llegamos hasta acá”, se lamentaba ante #OffTheRecord un jefe kirchnerista. El sujeto tácito, naturalmente, es Guzmán. Desde el entorno de la vicepresidenta señalan al discípulo de Joseph Stiglitz como el responsable último de una situación que hoy está al borde del abismo. 

“Este miércoles salimos con las asambleas y si en una semana no hay medidas el 20 vamos a la ruta, a los puertos, a todos los lugares donde está el poder económico a reclamar medidas para nuestro sector”, dijo Juan Grabois anoche en IP. La advertencia del dirigente social tiene un aspecto que no es visible. El kirchnerismo tiene en carpeta una serie de medidas desde la semana anterior a la renuncia de Guzmán de corte expansivo. En Casa Rosada no están convencidos de su viabilidad producto del estado de las cuentas públicas. El 20 es el día del amigo. 

Los reclamos del kirchnerismo encuentran asiento en la realidad. A la falta de gestión política del acuerdo con el FMI -que llegó al punto en el que un 50% de la sociedad piensa que el endeudamiento fue responsabilidad de este gobierno- se le suma la falta de resultados. Desde la firma del entendimiento todas las variables que presuntamente iban a corregirse empeoraron. El ministro ya no está y las reservas tampoco. Descargar toda esa responsabilidad sobre la tensión política intracoalición puede servir para convencer a líderes de opinión pública o representantes del tercer sector, pero no para intentar encontrar las soluciones y los fundamentos que necesita la economía argentina. 

La oposición también tiene sus ruidos. Mauricio Macri utiliza a María Eugenia Vidal para irritar a Horacio Rodríguez Larreta. La actualidad de la ex gobernadora es un caso de estudio: intuye, con la misma falta de astucia que la llevó a creer en el Plan V, que Macri la tiene en consideración para el futuro inmediato. No termina ahí. La peregrinación simbólica de Vidal para lograr un perdón del Calabrés que nunca llegará alcanzó una propuesta heterodoxa: eligió a Darío Nieto -secretario privado de Macri- para que le coordine los equipos de comunicación. Vidal, diputada por la Ciudad de Buenos Aires, expone en la Cámara sobre una provincia en la que perdió por 20 puntos. Es más: su equipo insistió hasta el final en responsabilizar a un Macri que, en las generales, redujo más la distancia en lo nacional de lo que ella en territorio bonaerense. Un fracaso con luces de colores. 

Mientras tanto, Patricia Bullrich consolida parte de su equipo en base a la dimensión humana. Sebastián García de Luca y Nicolás Massot notificaron hace al menos un mes que estaban trabajando con la ex ministra de seguridad. El coletazo llegó la semana pasada: un operador todoterreno de Hache llamó a Massot para sugerirle que, de no plegarse a la estrategia de Larreta, su rol como director del Banco Ciudad no iba a sobrevivir. La conversación duró poco: cuando cortó, Massot envió la renuncia que todavía el jefe de Gobierno no firmó. 

El síntoma sobre 2023 se expande. Por una foto que subió a su cuenta de Twitter, las especulaciones sobre un eventual acompañamiento de Macri a Larreta capilarizaron rápidamente. El objetivo era, efectivamente, mostrar un apoyo del ex Presidente, pero a su primo Jorge como sucesor de HRL en la Ciudad de Buenos Aires. Aparentemente nadie en el equipo del tandilense reparó en la lectura que iba a hacerse del registro visual. Parte del malestar opositor puede residir en los números que maneja la mesa nacional del PRO. En la última gran encuesta y durante el peor momento del gobierno hasta ese momento, el oficialismo nacional recogió un apoyo de entre 32 y 35 puntos a nivel país. De no mediar un estallido cambiario y si el gobierno logra estabilizar una inflación alta pero no intolerable, el escenario del año que viene está abierto. 

El síntoma más atendible de esta actualidad fue la marcha del sábado. Convocada y militada por artistas y periodistas de adscripción partidaria, la convocatoria fue muy pobre. Habrá que mirar de cerca el comportamiento opositor. Hacia fines de 2019, Macri llamó a Massa para que el entonces candidato ganador de las PASO, Alberto Fernández, le pusiera tope al dólar. Tres años después, sus economistas se pasean en público y en privado generando inestabilidad de manera deliberada sobre una situación macrofinanciera igual de delicada que en aquel momento. 

No sería indicado buscar un súbito giro a miradas liberales en la preocupación por esa inestabilidad y por la divisa norteamericana que expresó la vicepresidenta en sus últimas apariciones. No hay mirada económica que pueda desentenderse de las restricciones materiales. En un inesperado momento de protagonismo global, circularon por todo el mundo las imágenes de los manifestantes de Sri Lanka bañándose en la pileta del palacio presidencial mientras el mandatario huía a las apuradas. Sri Lanka no tiene un programa con el FMI ni es víctima de un plan de austeridad. Las afectaciones a su principal ingreso -el turismo, producto de la pandemia- y un intento de sustituir importaciones de fertilizantes -prohibiendo los pesticidas y promoviendo un pase forzado a la agricultura orgánica- determinaron que el país se quedara sin dólares. 

Más allá del pago de la deuda defaulteada, todas las industrias, el agro y hasta los servicios requieren insumos importados para funcionar. Sin divisas no hay paraíso. Europa vive actualmente las consecuencias del encarecimiento del gas y petróleo importados por la invasión de Ucrania. La energía, esencial para industrias y hogares, explica una inflación que se ubica en el máximo histórico desde la adopción de la moneda común, que también se devaluó enormemente en relación al dólar. El grado de restricción material es tal que podría obligar a ajustar no solo en precios sino también en cantidades. Recomendaciones como duchas breves y cuestiones como cortes programados de suministro, que se creían confinados al mundo en desarrollo, integran el debate público alemán. 

En España, donde la inflación alcanzó los dos dígitos, Pedro Sánchez anunció medidas sociales compensatorias -becas, bonificaciones al 100% en transporte público destinadas a ahorrar consumo de energía y aliviar bolsillos- financiados por un impuesto de emergencia a las eléctricas y los grandes bancos. Para maximizar el ahorro de energía, el gobierno planea restricciones a la calefacción, el aire acondicionado y expansión del teletrabajo. 

Incluso los Estados Unidos enfrenta estos escenarios. Faltantes de chips de computadora, insumos básicos y hasta empleados han sido la norma a lo largo de la pandemia. Un informe de Bloomberg reporta que Chevron busca, con la bendición del gobierno estadounidense, alcanzar un acuerdo para posibilitar el regreso de Venezuela a los mercados internacionales de petróleo. Sin mayor oferta internacional, la limitación en materia energética causada por los altos precios solo sucumbirá ante presiones recesivas. 

Paul Krugman, que dedicó la primera parte de la presidencia de Obama a reprochar por insuficiente un estímulo fiscal de 800 mil millones de dólares, aceptó la necesidad de que la Fed subiera las tasas de interés -aunque eso generara un aumento del desempleo- para reducir la inflación. La diferencia entre la ortodoxia y la heterodoxia suele ser la que existe entre inventar restricciones materiales y exponerse a probar cuáles son sus límites. Traspasarlos es imposible. 

Economía y redistribución del ingreso

Gonzalo Assusa, Sociólogo por la Universidad Nacional de Villa María (UNVM) y doctor en ciencias antropológicas por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Gonzalo Assusa también es profesor en nivel medio y terciario. Da clases en la misma escuela donde estudió y a menudo extraña sentarse del lado de los estudiantes a escuchar.

Becario del CONICET, investiga sobre desigualdades de clase en relación al trabajo y consumo en la provincia de Córdoba. Su tesis doctoral analizó las disputas en torno a la llamada "cultura del trabajo" entre jóvenes de clases populares. Escribe en revista “Anfibia”

Con la plata de mis impuestos

En un contexto de crisis y ampliación de la desigualdad, las y los argentinos apoyan la creación de mayores impuestos a la riqueza. Pero si la mayoría de la población se autopercibe como clase media, ¿quién debe pagarlos? Pensados a veces como reparación, otras como un castigo, la ciudadanía oscila entre el rechazo a financiar el Estado y la demanda de servicios públicos de calidad… pero que paguen los otros. 

Silvina Batakis necesita calmar a un mercado inquieto. En su primera conferencia de prensa, un lunes antes de que se inicie la actividad financiera, rodeada de ministros dijo:

—Creo en el equilibrio fiscal. El Estado no está para ahorrar pero debe ser solvente. Eso le da prestigio como actor de la economía nacional. 

La nueva Ministra de Economía habló también de brecha cambiaria, de cumplir con las metas pautadas con el FMI, de garantizar la administración eficiente de los recursos del Estado, de un mundo en desequilibrio, de guerra y de inflación. Pero de impuestos no dijo una palabra. No se debe empezar una gestión con el pie izquierdo. 

Hay pocas cosas más difíciles que cobrarles impuestos a los ricos. Aún en un país en el que 4 de cada 10 personas son pobres. Solo una pandemia hizo posible, en mucho tiempo, un instrumento fiscal progresivo y novedoso que, aún con conflictos y tensiones, goza de una amplia legitimidad en la opinión pública: el Aporte Solidario y Extraordinario, establecido por la ley 27.605. Argentina, Bolivia y Chile fueron los únicos países de América del Sur que lograron implementar medidas de este tipo. Incluso miembros de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) , como Suiza o Italia, vieron frustradas estas iniciativas. Pero la normalidad post-pandemia diluyó el contexto “extraordinario” y, junto con él, el consenso que el impuesto había generado. 

¿Por qué no volver a discutir la necesidad de implementar transformaciones en el modo de financiar el Estado que adopten criterios de progresividad? La cuestión impositiva es un problema técnico, sí, pero también es un problema político. Y no hay solución política posible si no entendemos qué piensan las y los argentinos sobre los impuestos a la riqueza. Sobre eso tenemos dudas, pero también varias certezas. 

Qué sabe el hombre araña de impuestos

Entre los mitos argentinos no falta la calle más larga, el río más ancho, la carga impositiva más pesada del mundo. Pero una cosa es la presión fiscal y otra la progresividad/regresividad impositiva. Es decir: una pregunta es si cobramos muchos o pocos impuestos y otra muy distinta es cómo distribuimos esa carga. 

Sobre si la presión fiscal es alta o no en Argentina hay miradas contrapuestas, dependiendo de los parámetros comparativos que se tomen: es mayor que el promedio sudamericano y es menor que el promedio de la OCDE. 

Sobre lo que no se debate tanto es su regresividad. Detengámonos en esta segunda dimensión. El Estado puede apostar por:

A. Gravar  el consumo (es decir, que proporcionalmente paguen más los sectores de menores ingresos).

B. Gravar los ingresos económicos altos (que las alícuotas varíen en función del poder adquisitivo). 

A riesgo de ser esquemáticos: toda América Latina tiene un sesgo regresivo (modelo A) y todos los países nórdicos tienen un sesgo progresivo (modelo B). 

La diferencia entre nuestra región y los países de la OCDE es abismal. La distribución del ingreso cambia poco antes y después del cobro de impuestos: en América Latina la desigualdad de ingresos desciende 4 veces menos que en la OCDE post impuestos.

“Que todos paguen lo mismo” -algo que sucede en nuestro país, por ejemplo, con el Impuesto al Valor Agregado- puede parecer una postura abstractamente equitativa. Sin embargo, tiene consecuencias contrarias a la igualdad. ¿Por qué? Los sectores de menores ingresos gastan todos sus recursos en consumo, la porción que aportan al sostenimiento del sector público es muy alta. Los sectores de mayores ingresos, en cambio, solo gastan una parte de sus recursos en consumo, mientras que pueden dedicar otra porción al ahorro y a la inversión. 

La idea de progresividad atiende a este criterio por equiparar en términos relativos -no absolutos- lo que cada una y uno aporta para el sostenimiento del sector público. Aspira a una estructura impositiva con la perspectiva ética del tío Ben: un gran poder (adquisitivo) conlleva una gran responsabilidad (pública). 

Si dejamos entre paréntesis una serie de factores técnicos que complejizan la cuestión (individuos vs. sociedades o empresas, elusión y evasión, salario vs. ganancia, equidad horizontal y vertical, entre otros), ¿quién puede oponerse  a que los impuestos deben contribuir a la igualdad? Nadie. 

Rico es el otro 

En nuestro país, el 55% de las y los argentinos apoyan la creación de mayores impuestos a la riqueza, según la Encuesta nacional sobre la Estructura social de Argentina y políticas públicas durante la pandemia por Covid19 (ESAyPP/PISAC-Covid19) de 2021.

El 60% se manifestaron de acuerdo con la creación del Aporte Solidario en la pandemia. El 57% de los encuestados por Latinobarómetro en 2020 sostienen que quienes más ganan dinero más deben pagar en impuestos. Dos años antes, Barómetro de las Américas arrojaba tendencias similares: el 48% se manifestaba a favor de que los ricos paguen mucho en impuestos pero reciban poco en servicios del Estado. En anticriollo a eso se le llama progresividad. 

De acuerdo con Latinobarómetro, sólo un 25% de los encuestados cree que la estructura impositiva debiera ser regresiva (que todos paguen por igual) o que no deberían existir los impuestos. El 37%, que deberían pagar impuestos las personas ubicadas entre el decil 7 y el 10 -los más altos de la escala-. 

La dificultad para consolidar reformas fiscales progresivas no se debe a que la población adhiera masivamente a idearios libertarios antiestatistas. Todo parece indicar lo contrario: según Barómetro de las Américas, más de 7 de cada 10 argentinas y argentinos están a favor de que el Estado implemente políticas firmes para reducir la desigualdad entre ricos y pobres.

Sin embargo, una buena parte de la población infra o sobrevalora su propia posición en la estructura social: más del 56% de las y los encuestados de Latinobarómetro se ubican a sí mismos entre los deciles 4 y 6. Sumados a los peldaños inferiores, llegan al 85%. Esto distorsiona indefectiblemente el modo en el que piensan que los impuestos afectarán el dinero en sus bolsillos. Con un 40% de pobres y un 80% que se autopercibe de clase media, difícil saber qué fracción es la que pagará los impuestos a la riqueza. 

Reparar o castigar

¿Quiénes están arriba y quiénes abajo en una sociedad en la que todos se sientan en las butacas del medio? ¿Cómo se dibuja una pirámide social con hipertrofia de centrismo identitario? En el estudio “Disputas por la Igualdad a partir de la Crisis Covid19 en Argentina”, que realizamos junto a Daiana Monti y Martina Moriconi, coordinado por Gabriel Kessler y financiado por CLACSO, encontramos dos grandes imágenes de sociedad en conflicto. 

La primera, empapada del relato del peronismo histórico, se dibuja como una pirámide dividida por una grieta horizontal: una separación estructural entre una elite concentrada con intereses desterritorializados y caracterizada por la fuga de dólares (en alguna época se le llamó oligarquía) y una gran base popular y heterogénea (el pueblo trabajador). 

La segunda imagen, mucho más reciente en el tiempo, se dibuja casi como un círculo atravesado por una grieta vertical, que separa menos posiciones desiguales que universos morales. Esta última imagen representa una sociedad dividida en mitades, una de las cuales trabaja, mientras que la otra vive de esa que trabaja. Una versión terrenal de la geografía cambiemita de las elecciones: la Argentina pampeana productiva con preferencias liberales versus la Argentina conurbana, norteña y patagónica que vive de los subsidios y los planes y es fuente de votos para el peronismo. 

Ambos dibujos construyen la legitimidad a favor o en contra de los impuestos a la riqueza basados en definiciones morales de los sectores que los pagan y los sectores que recibirían sus beneficios. 

Quienes conciben la sociedad como una pirámide con una cima escindida de su amplia base consideran que los impuestos a la riqueza son una reparación mínima contra una acumulación excesiva e injusta. Las elites en este esquema son, por definición, fugadoras, están enfrentadas a los intereses nacionales. 

Quienes conciben a la sociedad como una grieta, que divide en mitades a quienes trabajan y quienes viven del trabajo de otros, ven a estos impuestos como un castigo contra los que quieren progresar. Como un desincentivo a la inversión privada (aunque está demostrado en la historia reciente que ningún período de descuentos impositivos haya hecho crecer, per se, la inversión privada). 

Pero no hay que confundir las resistencias o rechazos políticos a los impuestos a la riqueza con tendencias elitistas, ni con pensamiento libertario, ni con una cultura política antiestatista. Nos pensamos como una Australia atrapada en el cuerpo de una América Latina: no es que esté mal cobrar impuestos altos, lo que está mal es cobrarlos en Argentina. Bien puede la ciudadanía esperar servicios públicos noruegos pagando impuestos argentinos.

La caja negra del Estado

Todos los meses, el contribuyente paga la luz, el gas, internet, la suscripción a una plataforma de streaming, la cuota del club, el impuesto inmobiliario y ganancias. Se trata del flujo de dinero constante que sale de su bolsillo. La distinción estricta de estos gastos en servicios privados, servicios públicos e impuestos es abstracta. Y al mismo tiempo, es una preocupación de todos los días. 

El problema de legitimación de los impuestos (progresivos o regresivos) no está -necesariamente- en la pregnancia del (neo)liberalismo en nuestra población, sino en las concepciones que tenemos sobre el Estado. En ese pensamiento popular kafkiano que percibe al sector público como un motor viejo que consume demasiado combustible para lo poco que mueve la carrocería. El Estado se concibe como una maquinaria tan pesada y compleja que termina por ser incomprensible: ¿qué se hace con el dinero de los contribuyentes? 

Los impuestos se suman, entonces, a la lista que conforma la retórica del exceso, eje de la crítica contra las políticas de la primera década del siglo XXI: grasa sobrante del Estado, costo laboral, presión fiscal. La generación de recursos para el sector público es codificada como multa, penalidad o castigo. En el extremo, un robo. 

La facilidad con la que los llamados “poderes fácticos” dinamitan el consenso público sobre casi cualquier política redistributiva que incluya al Estado, reside menos en la propia legitimidad de esos poderes que en la ilegitimidad de la burocracia pública. La resistencia ciudadana a los impuestos a la riqueza no debe leerse tanto como una simpatía social para con los ricos, sino como una antipatía popular para con los políticos -y en parte, por carácter transitivo, para con los empleados públicos-. La retórica de la casta no inventa nada del todo nuevo y no hubiese tenido el éxito que detenta si no se asentara en la activación de una fibra de sensibilidad popular que la antecede y que tiene raíces históricas profundas. 

No todos los ricos son iguales

Hay algo de estructural en las reformas fiscales progresivas. Esa solución “de raíz” es lo que genera oposición tan encarnizada en sectores concentrados. Pero entre estos y la militancia progresista, convencida de los efectos positivos de este tipo de medidas, hay un mundo de ciudadanos que no se oponen a la ética del tío Ben. Lo que rechazan es que el sujeto del gravamen sea un actor económico que genera empleo, o divisas, o producción real. 

Para el ciudadano promedio la ganancia empresaria puede estar asociada a la generación de empleo. No así la bicicleta financiera. Esas también son grietas, y por ellas se puede colar la igualdad.. 

Sin brújulas que nos orienten en el mundo social, las barreras entre ricos y PyMEs parecen muy difusas. Según los datos de la revista Forbes 50 personas en Argentina acumulaban en 2020 más de 46 mil millones de dólares, un monto superior a las reservas del Banco Central. El “no son todos lo mismo” aplica también a las elites. Si no reconocemos su heterogeneidad, perdemos. 

Pedagogía para la igualdad

La crisis continúa. ¿Cuánto de la excepcionalidad que legitimó el Aporte Solidario nos puede servir para construir consenso en torno al Impuesto a la Renta Inesperada? ¿Cómo salir de la trampa de la presión fiscal para discutir la distribución de responsabilidades y pesos? 

La sociedad entera no se volvió libertaria. La doble vara para aceptar los impuestos europeos y rechazar los argentinos se comprende por la preocupación que genera la corrupción en el Estado. Si a esto le sumamos la sensación de que todo dinero que entra al sector público es abducido por una especie de agujero negro sin destino evidente, quizás empecemos a encontrar una clave de acción. 

Explicar y dar cuenta del gasto público no es una demanda desestabilizadora, sino una necesidad política del campo popular. Los pocos experimentos sobre cultura impositiva que se hicieron en América Latina demuestran que la disposición a pagar y apoyar políticamente impuestos dedicados a financiar partidas presupuestarias específicas es alta. 

El Ministerio de Economía calcula que 350 empresas deberían pagar el nuevo impuesto: aquellas que -sin mediación de esfuerzo alguno y a costa de catástrofes mundiales- vieron aumentar en 7 meses un 35% el precio de los productos que comercializan. Lo que convierte en “extraordinaria” la renta que pretende gravar el nuevo impuesto no se relaciona en nada con un mérito emprendedor. Pandemia y guerra llevaron el precio de la soja a su nivel más alto en lo que va del siglo. No hay allí más esfuerzo, ni creatividad, ni innovación. 

Meritocracia y solidaridad pueden argumentar a favor de nuevas formas de gravar, siempre que la ciudadanía perciba que lo que podemos hacer colectivamente apropiándonos de esa mayor porción de recursos puede significar la resolución de problemas reales, que le importan a la población. No hay forma mágica de disputar con palabras como “confiscatorio”, “distorsivo” o “desincentivo”. 

Todas las encuestas de opinión citadas señalan que las personas de mayor nivel económico son las que más rechazan los impuestos a la riqueza. Los ricos, de hecho, se oponen más a los impuestos progresivos que a las políticas sociales. Pero los ricos nunca son mayoría poblacional, sino solo mayoría de recursos. Es necesario apostar al conocimiento de la ciudadanía como vía fundamental de legitimación a más largo plazo. 

El debate del impuesto a la riqueza puede contar ya con un logro relevante. La forma en la que se da esta discusión obliga a pensar conjuntamente dos cuestiones que el discurso hegemónico se ha esforzado por mantener separadas. La “guerra contra la pobreza” es una política del eufemismo. Pretende resolver sin distorsionar. Pero equilibrio, lo que se dice equilibrio, es otra cosa. Es revisar con qué criterio de justicia distribuimos las cargas. De lo contrario, los reclamos de equidad abstracta son funcionales a la fragmentación de la sociedad. La disminución de la desigualdad implica hacernos cargo de que la pobreza se produce en el mismo mecanismo con el que imaginamos crecer, acumular divisas y desarrollarnos. Intervenir sobre los ricos y la riqueza es introducir un engranaje que cambie el mecanismo, que cambie la relación, que distribuya el poder. Equilibrar, así, puede significar igualar.

Euro=Dolar

Mientras la 'guerra económica' amenaza con estallar en Europa, el euro finalmente se desmorona por debajo de $1 por primera vez desde 2002 

Amanda Cooper, editora en Insider, escribe sobre la novedad de la jornada … El dólar estadounidense alcanzo la paridad con el Euro.

El euro alcanzó exactamente 1 dólar por primera vez en 20 años el martes, luego de que la decisión de Rusia de cerrar un importante gasoducto amenazara con causar estragos en la región y la confianza empresarial en la potencia económica de Europa alcanzó un mínimo de 10 años. 

El euro ha perdido alrededor de un 12% de su valor frente al dólar este año, en parte debido a la expectativa de que La Reserva Federal subirá las tasas de EE. UU. más rápido que el Banco Central Europeo subirá las tasas de la eurozona, aunque ambos están compitiendo para contener las crecientes presiones inflacionarias. 



Detrás del impulso hacia el dólar esta semana ha estado Rusia cerrando el gasoducto de gas natural Nord Stream 1 durante 10 días este mes para el mantenimiento estacional. Si bien los cierres por mantenimiento son rutinarios en refinerías o oleoductos, el temor entre los gobiernos europeos es que Moscú no los reabra, lo que podría allanar el camino para un aumento épico en los precios de la energía. 

"Este escenario también creará una escasez masiva de gas en la región, lo que llevará a las autoridades a implementar el racionamiento de combustible y, en el peor de los casos, ordenar cierres breves de fábricas para reducir el consumo de energía de cara a la temporada de invierno, allanando el camino para lo que podría ser una profunda recesión ", dijo el analista de mercado Diego Colman del Daily FX. 

"La amenaza de una guerra económica estará en la mente de todos los operadores y deprimirá al euro en los próximos días hasta que los participantes del mercado tengan una mejor idea de lo que Rusia planea hacer a continuación", dijo. 

El catalizador final llegó el martes, cuando un índice de empresas alemanas mostró que la confianza alcanzó un mínimo de 10 años en julio de -53,8, marcando un fuerte deterioro desde el -28 de junio. 

"Los expertos evalúan la situación económica actual de manera significativamente más negativa que en el mes anterior y han reducido aún más su pronóstico ya desfavorable para los próximos seis meses", dijo Achim Wambach, presidente del instituto ZEW, que produce la encuesta. 

El euro alcanzó brevemente un mínimo de sesión en Europa de $0,9999, antes de recuperarse modestamente a $1,00377, sin cambios en el día. La última vez que estuvo por debajo de $1 fue en diciembre de 2002. 

Europa depende de Rusia para el 40% de sus necesidades de gas natural, la mayoría del cual llega a través de gasoductos. Rusia ya estaba canalizando gas a alrededor del 40% de su capacidad a través de Nord Stream 1 en represalia por las sanciones occidentales a sus sectores financiero y energético por su guerra en Ucrania. 

Ahora que los precios regionales del gas natural muestran un aumento del 380 % en comparación con el año pasado y hay pocas perspectivas de reforzar los inventarios antes del invierno, los gobiernos de la UE se esfuerzan por encontrar fuentes alternativas de combustible, encendiendo carbón inactivo e incluso plantas nucleares, y algunos han incluso consideró el racionamiento. 

La inflación mayorista en la eurozona está alcanzando un deslumbrante 36,3%, en gran parte debido a los precios de la energía, mientras que en los Estados Unidos es solo del 10,8%. El BCE aún no ha subido los tipos de interés, que están al 0 %, mientras que la Fed ha subido los tipos al 1,75 % desde el 0,25-0,50 % a principios de año y se están preparando subidas más importantes. 

Otro aumento no deseado en los precios del gas natural podría obligar a los fabricantes y empresas de toda la región a reducir la actividad, o cerrarla por completo, lo que podría mantener al euro por debajo de 1 dólar durante algún tiempo, dijeron los analistas. 

"Me temo que una vez que esta represa se rompa, el euro podría ubicarse por debajo de ese nivel por el momento, hasta que (con suerte) sepamos a fines de la próxima semana si el gas está fluyendo nuevamente", dijo la estratega de Commerzbank, Antje Praefcke, en una nota. 

Fragilidades externas



La pandemia y la actual guerra entre Rusia y Ucrania como anticipo de la conflictividad creciente entre la OTAN y los paises que proponen un nuevo orden global menos unipolar y con mas participación de los bloques minoritarios y con menor poderío militar y económico, tienen ademas varios ejes que les surcan. Las disputas por los insumos energéticos y las dependencias mutuas respecto de estos. El desmadre monetario global y de valores y precios toda vez que se ha perdido algún valor de referencia que situé prioridades y modelos de desarrollos que se sustenten y sostengan en las soberanías territoriales de pueblos y sus gobiernos, aún cuándo vayan en otros sentidos diferentes a los que propone el neoliberalismo y su actual modelo de globalización, siguen afectando las posibilidades y alentando incertidumbres y problemas en todo el planeta. 

Argentina no es una isla y no es una excepción. Mientras mas se dilate una decisión nacional respecto a que modelo de desarrollo sostener y que valores priorizar, los conflictos seguirán escalando y los problemas agravando en tanto y en cuanto, la disgregación y la falta de voluntad de construcción de lo común, en aras de una ideología autodestructiva que se sostiene en la competencia desigual y la marginación y la excepcionalidad permanente a reglas de juego mas o menos estables que reparta equitativamente posibilidades para todos.  Un nuevo contrato social. Un gran acuerdo nacional que defina los rumbos y oriente las políticas en una dirección común. No debería ser solo una cuestión de deseo sino un intención de construcción común de todos y cada uno de quienes habitamos este suelo.


Daniel Roberto Távora Mac Cormack

Imgen de Inicio:  L'Umana Fragilità -  Salvator Rosa Italia, 1615–1673 Museo: Fitzwilliam Museum, Cambridge (Reino Unido)  Técnica: Óleo (199 x 134 cm.)



 

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